CAPITULO 10

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En la clase del laboratorio, al cabo de interminables minutos, por fin se acabó. Reuniendo sus cosas con gran rapidez, Kenshi se acercó a Vladimir. Había estado preocupado por él desde ese día en deportes, y durante la noche se le había ocurrido una idea que esperaba funcionase.

—¡Hola! —saludó Kenshi con el mismo entusiasmo de siempre, casi como si no le hubiera visto a pesar de estudiar con él.

—Hola —saludó el ruso, sonriendo, algo que normalmente no hacía. Sintió a Claude detrás de él despedirse, correspondió el gesto cortés antes de volver su atención a Kenshi—. ¿Entendiste todo? —preguntó solícito.

—Mmh. No en realidad, y me tiene preocupado el examen del lunes en biología —dijo con absoluta preocupación—. Se me había ocurrido una idea respecto a eso... para proponerte.

—Todo lo que tenga que ver con estudio, puedes contar conmigo —ofreció el más alto recogiendo sus cosas.

—Pensaba en pedirte que pasaras una noche en mi casa. —Estuvo atento a su reacción—. Un par de horas de estudiar no sería suficiente. En cambio, si pasaras el fin de semana ahí me ayudaría bastante a estudiar.

—¿Todo un fin de semana? —Se sorprendió el ruso. —¿Hablas en serio?

—Bueno, podrías irte el sábado en la tarde si quieres. Te quedas solo la noche del viernes. ¿Qué dices? Por favor. Mis padres no estarán y podría presentarte a mi hermano.

Vladimir lo pensó por un momento. Nunca antes había dormido en casa de otra persona, estaba fascinado con la idea. —No me importaría pasar todo un fin de semana en tu casa —dijo como quien no quiere la cosa.

Kenshi sonrió ampliamente, un alivio y felicidad envolviéndolo por completo de que Vladimir haya aceptado su invitación. Sin pensarlo mucho, sus brazos rodearon el cuello del ruso en un abrazo impulsivo.

—¡Sí! ¡Gracias! —Le apretó un momento antes de soltarse—. Mañana después de clases. Puedes ir a tu casa a por tus cosas y nos vemos en la mía o las traes acá y nos vamos directo, tú decides. Por los libros no habrá problemas, con los de Haruto tendremos suficiente.

—En realidad, yo sólo tengo el libro de biología que nos pidieron para el laboratorio. —Vladimir trató de no sonar tan miserable por eso—. Traeré mis cosas al colegio y nos vamos directo a tu casa. Es más práctico.

—De acuerdo. —Era difícil que se le borrara la sonrisa a Kenshi—. Será divertido. ¿Nos vamos a comer?

Vladimir asintió. Llegaron al comedor hablando y bromeando, presenciaron desde lejos el alboroto que armaron los chicos de 9no grado y un rubio de cuarto año. Comentaron un rato el asunto hasta que otros temas obtuvieron su atención.

El día siguiente Vladimir además de venir con su mochila trajo un pequeño bolso con todo lo necesario para pasar el fin de semana en casa de Kenshi. Sorprendentemente sus padres no protestaron ante su petición, pero dado que él les especificó que era un fin de semana de estudio no hubo mucho problema en que aceptaran.

Kenshi tuvo que comportarse para no parecer igual a un crío ante un juguete nuevo. Las horas le parecieron eternas y no veía el momento en que terminaran clases para irse a casa.

Finalmente –¡por fin!– acabaron la jornada y emprendieron camino a casa de Kenshi.

El japonés pidió que pasaran por la heladería, así que compraron un helado para ir comiéndolos por el camino. Unos minutos después, llegaron a la casa de Kenshi. La sorpresa vino cuando el japonés se enteró de que no fue el único con la idea de invitar a un amigo a casa.

—¿Qué?

Haruto también se encontraba en el hogar. Era un hombre de ya unos 24 años, con un leve parecido a Kenshi. Era atractivo, sin embargo existía una dureza en su expresión que solo parecía aplacarse cuando se dirigía a Kenshi.

—No es justo. Te dije ayer que lo invitaría.

—No escuché tal cosa. —Haruto dirigió su mirada a Vladimir, evaluándolo de arriba abajo. No pareció encontrar nada malo en su apariencia externa—. Un placer conocerte al fin. Kenshi no ha parado de hablar de ti.

El ruso sonrió, mirando a Kenshi de lado. —Desde que vine el sábado pasado, Kenshi no ha dejado de mencionar a su hermano. Por fin puedo conocerlo.

—Cosas buenas, espero. Me han dicho que eres un chico brillante, espero ver que sea cierto —dijo el adulto, con una leve sonrisa.

—Haruto, yo pedí la habitación libre.

—No seas malcriado, Kenshi. Tu cama es lo suficientemente grande para que entren tres personas. —Se presentó un ceño en su rostro—. No veo inconveniente en que los dos duerman en la misma cama. Ni que fuera una chica para mantener su virtud, por favor. —bufó rodando los ojos.

—E-eh...yo sí, si... —¿Dormirían en la misma cama? Ni sus primos dormían con él en el mismo cuarto—. Kenshi me dijo que quería que lo ayudara para el examen de biología del lunes, por eso me dijo para pasar todo el fin se semana aquí.

—Bueno, tendrán que compartir habitación. Por mi parte, pueden usar la biblioteca. —Haruto revisó su reloj—. Tengo que ir a mi trabajo. Nos vemos en la noche, chicos. —Haruto se despidió de Vladimir con un gesto y a Kenshi le revolvió el negro cabello antes de irse.

Rumiando, Kenshi intentó arreglarse el cabello lo más que pudo.

—Tiene trabajo y clases en la noche. No sé qué hace después pero siempre llega más tarde de lo habitual —comentó a Vladimir—. Me hace pensar en qué tan genial sería la vida de adulto. —Suspiró—. Ven, te mostraré mi habitación, ya que el otro cuarto está ocupado gracias a mi inoportuno hermano.

—Está bien. Por lo que dices, de todos modos no los veremos mucho. —Al llegar al cuarto del japonés, Vladimir notó los mismos muebles bajos que en la biblioteca pero faltaba algo—. ¿Dónde está tu cama?

—Aquí, tonto. —Kenshi dejó salir una pequeña risa y le señaló un futón apoyado en un mueble de madera, por lo que estaba a solo unos centímetros encima del suelo—. Lamento si no es la cama tradicional al que estás acostumbrado, pero en caso de que te caigas, no te darás un buen golpe. —Se burló.

—Oh. No había visto algo como esto... ¿Puedo probar? —Al recibir un divertido asentimiento, Vladimir se encimó con cuidado sobre la cama. Al acostarse por completo, suspiró cómodo—. Esto se siente muy bien.

—Oh, vamos, ni que tu cama fuera de piedra. —Kenshi se sentó a su lado.

—No, pero la tuya se ve tan plana que no pensé que se sentiría así de bien. —Vladimir se estiró en la cama, la camisa del uniforme levantándose un poco y por consiguiente, revelando parte del vientre plano.

—¡Guerra de cosquillas! —gritó Kenshi de pronto, sus manos atacando los costados y estomago de Vladimir, encimándose sobre él enseguida.

El ruso se retorció en el colchón, riendo en alto. Al mismo tiempo, intentaba hacerle cosquillas a Kenshi. Podía ser varios centímetros más bajo pero definitivamente tenía más fuerza y se aprovechaba de eso para mantenerlo contra el colchón. Luego de unos minutos de tortura, Kenshi le sostuvo las manos, dejándole en paz. Su respiración era rápida mientras vestigios de risas quedaban en ellos en tanto se calmaban.

—Eres muy flacucho. Y yo que pensé siendo tan alto podrías detenerme. —Se burló—. ¡Jah! —Kenshi le tocó el costado sin embargo no volvió a hacer otro ataque.

Vlad respiraba profundo para calmar su desbocado corazón. —Me la paso el día entero con la nariz metida en un libro. Obviamente soy flaco. —Se estremeció al sentir el suave toque en su costado—. Tú, en cambio, pareces tener bastante fuerza para ser tan bajo.

—Al menos admites ser ratón de biblioteca. No te haría nada mal ir a un gimnasio, en verdad. Y no soy tan bajo. —Hizo un puchero—. Mi estatura es promedio. Mentiroso. —Kenshi se bajó del cuerpo de Vladimir, poniéndose en pie—. Tú eres muy alto.

—Es útil para alcanzar las estanterías altas —bromeó sentándose en la cama, con las piernas relajadas y extendidas—. ¿Prefieres estudiar antes o después de almorzar?

—Después de almorzar, claro. Nunca estudies con el estómago vacío. —aconsejó Kenshi. —Ven, te mostraré la casa. No la has visto toda. —Estiró la mano para ayudarle a levantarse—. Luego iremos a ver qué hay de comer. Eh, eso rimó.

—Si en verdad te esforzaras, tendrías excelentes notas en castellano.

Kenshi le mostró el resto de la casa; una extraña combinación entre ancestral y moderno, como el salón, que tenía varios tapices con kanjis y jarrones antiguos pero había una pantalla plana al fondo del cuarto frente a un mullido sofá. También tenían un mini acuario con varios peces, Vlad estuvo bastante interesado en las especies de peces que tenían.

Después de comer un almuerzo típico japonés, estudiaron un rato hasta que rápidamente se ocultó el sol.

—No me pediste que me quedara para estudiar —dijo Vlad mientras disfrutaban de una merienda.

Kenshi se detuvo en plena mordida. Continuó, se tomó su tiempo en responder.

—Mmh. ¿Qué te hace pensar eso? Pf. Por supuesto que es para estudiar.

—Por favor. —Sonrió—. Estas fingiendo no saber la respuesta. Dijiste eso para que yo me quedara el fin de semana, ¿no? —Le dio un suave empujón—. Gracias.

—Bueno, yo... —Un suave sonrojo se instaló en las mejillas de Kenshi—, quería sacarte de esa casa aunque sea por unos días.

Entonces Vladimir dejó de sonreír. —Oh... Yo, emm, gracias... —Y se pasó la mano por el cabello, nervioso—. Me iré de casa después de la graduación.

—¿En serio? —Kenshi permaneció un instante en silencio y luego preguntó—. ¿A dónde irás?

—A una universidad. Tengo un cupo para estudiar bioquímica. Mi padre no tiene idea. —Se rió tomando del té verde que les sirvieron—. Piensa que voy a estudiar teología en la universidad de la que él se graduó hace años.

—Oh. —El japonés terminó su merienda, tomando el té entre sus manos—. Papá quiere que vaya a Harvard a estudiar leyes. No me molesta la idea, Haruto siempre dijo que me veía como abogado.

—Suena como un futuro lucrativo. —Se inclinó hacia Kenshi, juntando sus hombros—. Así que..., dado que no necesitamos estudiar... ¿Qué hacemos el resto del fin de semana?

La sonrisa de Kenshi no auguraba nada bueno. Dejando su té a un lado, se posicionó frente a Vladimir.

—Primero que nada, debes jurar por lo que te es más sagrado que aceptarás todo lo que yo te diga este fin de semana sin chistar. Todo. Absolutamente todo.

—...Lo juro —dijo Vladimir, anonadado, curioso y a la vez nervioso por lo que haría Kenshi—. Lo juro.

Kenshi asintió, contento.

—Bien. Mañana iremos a la ciudad con mi hermano. Nuestra diversión estará ahí. —Tomó su vaso y bebió el contenido del té.

—Está bien. —Charlaron un rato más antes de la cena y luego fueron a la sala para ver alguna película pero Vlad se aburrió rápido.

Entonces llegó la hora de dormir. Vlad de verdad nos quería demostrarlo pero se sentía inseguro por compartir la cama. —¿Quieres dormir del lado derecho o del lado izquierdo?

—Derecho. Y rápido, hay que acostarse. Quiero mostrarte algo.

Se turnaron el baño, Kenshi le dijo que fuera primero mientras preparaba la cama. Luego fue él. Kenshi le dijo que se acostara y apagó la luz. Entonces se vio.

—¿No es increíble?

Un paisaje suavemente iluminado se vio en el techo. Imágenes sencillas de castillos, guerreros, tesoros y dragones estaban pintados en el techo, brillantes gracias a la luz del día que entró por la ventana más temprano.

—Mamá lo hizo para mí. De pequeño, ella venía a la hora de dormir a contarme cuentos. Historias sobre castillos enormes y dragones imponentes, sobre guerreros muy valientes que enfrentaban a las criaturas...

—Es bellísimo —respondió Vladimir, incapaz de mantenerse quieto, quería abarcar todo con la mirada—. Casi mágico. Es una hermosa vista para dormir, sin duda.

Kenshi se acostó en la cama entonces, su cabeza recostada en la suave almohada. Un pequeño espacio se interponía entre su cuerpo y el de Vladimir.

—Es algo que adoro de mi habitación —murmuró—. Me alegra mucho que estés aquí.

—Yo también me alegro de estar aquí. —Sólo cuando terminó de hablar fue cuando Vladimir se dio cuenta de lo cursi que sonó—. Es decir... T-tú sabes, es la primera vez que duermo en casa de un amigo y... en realidad eres algo así como mi primer amigo... a-así que...

—Ah, ya no sigas hablando. —Kenshi le dio un empujón pequeño, y aunque no podía verlo bien, Kenshi sonreía—. No des excusa y di lo que sientes. 'Estás feliz de estar aquí', punto. —Kenshi se movió, de forma que quedó de costado hacia donde estaba Vladimir—. Y ya que hablamos de primeras veces, eres la primera persona a quien le enseño mi paisaje secreto. Puedes sentirte orgulloso.

—Lo estoy, de verdad. —Vladimir también giró sobre su costado, quedando ambos jóvenes frente a frente en un íntimo ambiente de semi luz.

—¿Qué se siente romper las reglas? —murmuró el japonés en voz baja.

—Liberador —confesó en voz baja, inclinándose un poco para que sus frentes quedaran juntas—. ¿Es por eso que lo haces?

—Mmh. Sí. Creo que necesitabas que alguien te diera un soplo de aire fresco. —Su tono fue ufano ahora—. Necesitabas que yo apareciera e hiciera tus últimos meses en el colegio muy interesantes.

—Puedo asegurarte que eres exactamente lo que necesitaba. —Por un impulso mayor que su raciocinio, Vladimir estiró sus brazos para abrazar a Kenshi, sus cuerpos quedando extremadamente juntos.

—Aw. Qué amable de tu parte decirlo. —Kenshi aceptó el abrazo con gusto, devolviéndolo incluso y sintiendo su corazón palpitar fuerte en su pecho—. Ten unas buenas noches. Mañana será un gran día.

—Buenas noches.

Durmieron abrazados. Fue así que los descubrió el alba, sus piernas entrelazadas y sus brazos sosteniendo el cuerpo del otro. Vladimir, acostumbrado a ser madrugador, fue el primero en despertar. El cuarto todavía estaba un poco oscuro por lo que pudo apreciar los stickers luminosos en el techo, sin olvidar de la agradable tibieza que era el cuerpo de Kenshi pegado al suyo.

Kenshi aún seguía durmiendo, murmurando algo en sueños aún aferrado a Vladimir. Su rostro se apoyó mejor en su pecho y el cuerpo se apretó al otro.

—...mmh... más... —balbuceó en medio de un suspiro.

¿Más?

Confundido, el ruso bajó la mirada para ver a Kenshi. Aparentemente seguía dormido y estaba hablando en sueños. Respirando hondo, Volsk volvió a mirar al techo, cerró los ojos para relajarse e intentar dormir otro rato.

Kenshi se removió un poco más, casi como si estuviera frotándose contra el costado de Vladimir. Un sonido extraño escapó de su boca junto a lo que parecía un nombre.

—...ad... Más... rápido... Vlad...

El ruso abrió los ojos, espantado. Su cuerpo se puso rígido al sentir cierta parte de la anatomía de Kenshi restregándose con su costado. Lo que logró alterarlo por completo fue que Kenshi estaba teniendo un sueño húmedo en el que él era el protagonista, lo peor de todo era que su traidor cuerpo comenzaba a reaccionar a los estímulos.

El brazo de Kenshi que rodeaba el cuerpo del ruso se movió, la mano acariciando desde el otro costado hasta el bajo vientre, sin llegar a ir más abajo, cerrándose en puño en ese lugar.

—...mmh, no, lo haces bien... Mmh, ¡sí, sí! —Pero Kenshi dio un respingo, medio enderezándose en la cama y parpadeando soñoliento. Su cabeza volvió a caer en la cama, se volteó quedando boca arriba con una pierna fuera de la sabana. Por el constante movimiento durante la noche, dos botones de la camisa de su pijama se soltaron de los flojos ojales, revelando parte de la piel de su pecho. Quedó dormido de nuevo.

Vlad no se atrevió a moverse hasta que escuchó la profunda respiración de Kenshi a su lado. Cauteloso, se apoyó en sus codos para mirar, sus mejillas ardieron cuando notó la tienda de campaña que formaba el miembro erecto de Kenshi en sus pantalones. Volsk no era ajeno a las erecciones matutinas, era un reflejo natural mañanero de un hombre sano pero eso no quería decir que Vladimir estuviera habituado a contemplar el placer de otros. En realidad nunca había visto la erección de otra persona.

Aunque le pareciera incorrecto, no pudo..., no quiso apartar la mirada. Tenía ganas de descubrir lo que el holgado pijama ocultaba. Así que le echó la culpa de sus impulsos a la curiosidad científica innata en él, necesitaba excusarse a sí mismo de ese deseo profundo de tocar el pene de otro hombre, de un compañero; de su amigo...

Con las manos temblorosas, tocó la suave piel del vientre de Kenshi, sus dedos lentamente se internaron en el pantalón. La punta de sus dedos se toparon con una suave mata de vellos y más abajo, lo que tanto ansiaba ver. Se asustó cuando Kenshi dio un respingo pero al darse cuenta de que seguía dormido, continuó con su exploración, bajando con cuidado el pantalón. Se le secó la boca al ver como la erección de Kenshi saltaba ante sus ojos.

Kenshi se removió un poco, la pierna derecha estirándose en tanto su mano izquierda se enredaba en su propio cabello.

—...no, mamá se fue de compras, sigue... —Sonrió en sueños—. Sí, sí...

Vladimir se contuvo para no reírse. Los ojos azules recorrieron la pequeña figura. Kenshi también era flaco..., más bien delgado, un espécimen deliciosamente delgado con firmes músculos pero sin ser exagerados. Se atrevió a tocar la punta de su pene, miró detenidamente sus suaves reacciones a cada toque de su mano. Por un leve instante no sucedió nada, sin embargo enseguida se escuchó un suspiro escapar de Kenshi, su cuerpo moviéndose hacia la mano que le tocaba.

—...mmmh... Sí..., ¡rápido! —La mano en su cabeza bajó, las puntas de sus dedos apenas rozando el brazo de Vladimir. De forma inconsciente, la pelvis de Kenshi inició un vaivén suave, como si estuviera usando la mano de Vladimir para masturbarse, si bien el movimiento fue bastante flojo debido a su estado somnoliento—...no importa...

¿Podría provocarle un orgasmo a Kenshi?

Eso esperaba Vladimir porque era exactamente lo que iba a hacer. Temeroso y excitado, tomó con firmeza la dureza de Kenshi, comenzó a masajearlo lentamente justo como se lo haría a si mismo, y cuando vio que Kenshi reaccionaba maravillosamente a sus caricias, aumentó el ritmo.

—Sí..., ¡más! —Los dedos de los pies de Kenshi se retorcían, su cuerpo derritiéndose ante ese toque que le hacía arquear, y gemir en sueños. Una parte de su mente le decía que se sentía tan real, pero era imposible; Vladimir aún no iría a atreverse a ello—. Por favor..., no pares..., Vlad..., no... —Solo un poco más, un poco.

Un apenas audible jadeo se oyó provenir de la garganta de Kenshi en tanto se corría, todo él temblando en espasmos. A su vez, un gemido a su lado descartó la idea de que era un sueño, pues se escuchaba demasiado real, demasiado íntimo para tratarse de una fantasía.

Los brazos de Kenshi se removieron y sus manos fueron a su cara, frotándose los ojos. Qué raro, estaba sintiendo una fresca brisa en su entrepierna. ¿Por qué...? Abrió los ojos, el cuerpo más relajado de lo ordinario, y su mirada se enfocó en una mancha cerca de él. Una mancha que poco a poco iba haciéndose más nítida.

—¿Vladimir...? —Notó entonces lo que ocurría, incorporándose un poco—. ¿Qué...?

Al verse descubierto, el ruso retrocedió con las manos en alto —su mano izquierda manchada de semen— y la cara roja de vergüenza, resaltando sus ojos azules. —Lo... lo siento.

Kenshi abrió la boca y luego la cerró, volviéndola a abrir de nuevo sin que ninguna palabra saliera de ella.

—¿Tú...me hiciste una paja? —Más allá de sentirse molesto, estaba sorprendido de haber encontrado a Vladimir, in fraganti en algo así.

—Perdóname. No lo volveré a hacer... —Retrocedió en el colchón con expresión culpable—. Es que desperté y te frotaste contra mi, y... y gemiste mi nombre...

—¡Oh, dios! —Kenshi pareció espantado—. ¿Hice eso? —Esta vez, la vergüenza le atacó al pensar en que Vladimir pudo haberle oído decir cosas dormido.

No era la primera vez que despertaba con una erección y se corría, Kenshi muchas veces no recordaba sus sueños pero sí tenía la sensación de que Vladimir había invadido su subconsciente. En algún punto de todo aquel plan de transformar al nerd de Volsk, Kenshi había empezado a verle atractivo. Su interés en Vladimir no era por un mero capricho, le gustaba Vladimir en realidad.

Soñaba con él, con besarlo y follar. ¿Quién lo diría? ¡Nunca antes había considerado juntar el nombre del nerd y la palabra follar en una misma oración! Pero ahora lo era, y aquí estaba. Claro, no fue su intención inicial para llevar a Vladimir a su casa. No era un imbécil, genuinamente quería sacar a Volsk de ese infierno, pues desde aquel día en los baños, desde ese instante en que Kenshi curó la herida de su espalda, nunca antes había sentido tanta ira y tanto deseo de proteger a alguien como lo sentía con Vladimir...

—Eso escapó de mi control. —Kenshi respiró hondo y, dándose cuenta que seguía un poco descubierto, se acomodó la ropa—. Cálmate. Te agradezco la ayuda mañanera. No pasa nada malo, ¿de acuerdo?

—¿De verdad? —Vladimir miró a Kenshi entre el flequillo desordenado que le colgaba frente a los ojos—. ¿No te molesta?

—Por supuesto que no. —Kenshi hizo un gesto despectivo, la otra mano estirándose para acomodarle el mechón de cabello—. ¿Dije algo vergonzoso mientras estaba...? —Su voz murió en cuanto los ojos oscuros se enfocaron en cierta parte de la anatomía del ruso—. Oh, tú también estás en una emergencia. —Dejó salir una pequeña risa.

Mirando su propia erección, el ruso se cubrió con la almohada. —Es una reacción natural... —se excusó vagamente—. Iré al baño para encargarme de...

Pero Kenshi le tomó de la muñeca y jaló hasta que Vladimir cayó acostado en la cama.

—Voy a devolverte el favor, ¿de acuerdo? Si quieres no mires. —dijo mientras sus manos tomaban el bordillo del pantalón para bajarlo. No iba a desaprovechar esta oportunidad que tan milagrosamente se estaba cruzando.

—Ah! —exclamó Vladimir sorprendido al sentir a Kenshi tocándole. Nunca nadie le tocó de esa manera. Por un momento pensó en cerrar los ojos pero se dio cuenta de que en verdad quería mirar—. Hmm... —se mordió el labio inferior, le daba vergüenza gemir muy alto.

Kenshi acarició con profunda reverencia la erección, grabándose su forma y suavidad, y aunque no pudiera verse, sus ojos brillaban. Era incapaz de creer que aquello estaba ocurriendo en verdad. Benditos sean los sueños húmedos.

—Esto te va a encantar, lo prometo —dijo, se pasó la lengua por los labios para humedecerlos y acto seguido inclinó la cabeza, sus labios húmedos por la saliva tocaron la punta del glande en un suave beso, la lengua rodeó la cabeza, deslizando a lo largo mientras lo introducía en su boca, Se sentía en la gloria.

—¡Ah! Kenshi. ¿Qué...? —Vladimir no pudo seguir hablando, un fuerte gemido se escapó de entre sus labios al sentir la tibia humedad de la boca de Kenshi—. ¡Ah! —Aunque hubiera querido mirar, no pudo mantener los ojos abiertos, se sentía realmente bien, extraordinario—. Kenshi...

El japonés se esforzó en su tarea, su lengua rodeando el falo, metiéndoselo profundo hasta que rozó su garganta, tuvo que concentrarse en relajarla para poder abarcar todo el pene. Cuando lo sacó, brillante por su saliva, se fijó en Vladimir. Oh, cielos, en verdad daría todo por ver esa expresión siempre. Regresó a su tarea, esforzándose como nunca antes en hacerle ver las estrellas.

—¡Kenshi! ¡Ah, Kenshi! —Una de sus mano estrujó el futón bajo su cuerpo mientras la otra se deslizaba por el suave cabello negro—. Kens...mm. Si sigues así voy a... ¡Ah! —Fue todo lo que pudo decir Vladimir antes de eyacular con fuerza.

Aunque Kenshi se preparó para recibir el semen en su boca, parte del mismo se derramó por la comisura y tuvo que alejarse. Tragó lo que continuaba en su boca, con sus dedos limpiándose el resto. Se dejó caer en la cama a un lado de Vladimir.

—Estamos... Estamos a mano —murmuró, una pequeña sonrisa en su rostro—. ¿Estás bien ahora?

—Eso fue increíble... —Suspiró extasiado— Me cuesta sentirme culpable por algo que se siente tan bien. —No tenía fuerzas para acomodarse la ropa.

—Por favor, no lo hagas. —Kenshi hizo el trabajo por él, cubriéndolo y después se recostó en su hombro, un brazo pasando por su cuerpo. Ah, si tan solo pudiera estar así siempre—. No hay que sentirse culpable por esto. Ha sido completamente increíble, tú lo has dicho.

—Levítico 18:22 No te acostarás con varón como los que se acuestan con mujer; es una abominación." —citó el ruso. Suspiró con fuerza—. Lo siento. Es algo que escucho de mi padre todo el tiempo. Se lo repite sobre todo a Klaus.

—Para ellos les cuesta aceptar lo diferente. No pienses en eso. —Kenshi levantó la mirada, su mano acariciando suavemente la mejilla de Vladimir. Por un instante sus ojos se desviaron a los labios del ruso, el anhelo golpeando en su pecho. Levantándose, se estiró—. Bueno. ¡Oh! ¡Hoy es el día! —La enérgica alegría estalló en Kenshi, intentando distraer a Vladimir y a sí mismo—. Hay que prepararse y desayunar. Tenemos mucho que hacer hoy. —Se puso en pie encima de la cama—. Dije que nos íbamos a divertir y así será. ¡Pido primero el baño! Seré rápido —exclamó, alzando el brazo como un niño de primaria antes de bajarse de la cama e ir al sitio.

Tomando valor de quien sabe dónde, Vladimir siguió a Kenshi hasta el baño. —Podríamos compartir la ducha ¿Qué dices? Aún es bastante temprano. Podemos tomarnos nuestro tiempo.

Una amplia sonrisa apareció en Kenshi, quien jaló a Vladimir dentro y cerró la puerta.

—Vamos, serás como desenvolver un regalo en Navidad —bromeó. Pero tal como dijo, comenzó a desvestir a Vladimir pieza a pieza, con la emoción de ir apartando el envoltorio de un regalo.

Vlad hizo lo mismo con Kenshi, maravillándose con su desnudez. Se contemplaron el uno al otro con detalle. A pesar de haber eyaculado hace poco, Vlad pudo sentir un tirón en su entrepierna al mirar fijamente la de Kenshi. Éste fingió no darse cuenta de ello y se volteó; haciendo caso a una traviesa idea, contoneándose, tomando la mano de Vlad para que entren en la ducha. Abrió la llave del agua y manipuló la temperatura a una adecuada. Con la manguera de la misma, comenzó a empapar el cuerpo de Vladimir.

—Confieso que siempre quise hacer esto. Compartir la ducha con alguien más —aclaró.

—Confieso que jamás se me pasó algo así por la cabeza. —Dejándose llevar por el momento y mandando al demonio cualquier cosa que su padre le hubiera enseñado sobre la homosexualidad, Vladimir se adelantó para acariciar el cuerpo húmedo del japonés, manos de largos dedos recorrían toda su piel, explorando, descubriendo los puntos sensibles.

El corazón de Kenshi latía con fuerza, y le costaba mucho evitar ronronear y pegarse al cuerpo de Vladimir. Se separó solo lo suficiente para darle a Vladimir una esponja con jabón en tanto él usaba otra. Tenía todo un arsenal en una esquina de la ducha, era muy celoso de su aspecto. Con ello se permitió pasar sus manos por el cuerpo del ruso, e incluso, tocar de nuevo su pene. No se atrevía a mirarlo, no estaba seguro de sí era adecuado que notase lo mucho que le gustaba esa situación.

—Hmm —gimió bajito al sentir como enjabonaban su miembro—. Eso se siente bien. —Dando un paso al frente acercó más sus cuerpos, Vlad pasó la esponja por el cuello y los pezones, llenando su mano de jabón bajó hasta las redondas nalgas, pasando los dedos incluso entre sus glúteos.

Kenshi se encargó de eliminar cualquier espacio entre ellos, con la intención de alcanzar sus hombros con la mano que tenía la esponja, en tanto la otra quedaba aún rodeando el pene de Vladimir. Oh, se sentía tan bien pegar sus cuerpos desnudos. De los hombros, pasó por el pecho, desviándose a la espalda y de ahí a las nalgas. No hizo nada por evitar darle un suave pellizco en la nalga derecha, haciendo al ruso respingar.

—Para ser tan flacucho, las tienes muy redondas. —Se burló, riéndose.

Aun cuando su rostro estaba tan rojo como una remolacha, Vladimir no se permitió el avergonzarse por ese comentario. —Podría decir lo mismo sobre ti. —Sus manos subieron por todo el torso, clavando las uñas para dejar varios surcos que enviaban deliciosos escalofríos que se extendieron por todo su cuerpo. Enmarcó el rostro de Kenshi con sus manos medio enjabonadas. —Tu cuerpo está mucho más torneado que el mío.

—Quizás... —Por un brevísimo momento, sus ojos se fijaron en la boca de Vladimir, y temió que pudiera oír los latidos de su corazón—, quizás deberíamos hacer algo de ejercicio para que estés en forma.

El ruso se rió. —Soy un ratón de biblioteca. ¿Recuerdas? No hago ejercicio. —Notando la insistencia de Kenshi de dirigir su atención a sus labios, optó por complacerlo, inclinando el rostro hasta que sus bocas se tocaron.

El cerebro de Kenshi se tardó un segundo en registrar lo que ocurría, de inmediato respondiendo al toque. Aún poco inseguro, separó sus labios, moviéndolos sobre los de Vladimir, sus brazos rodeando el cuello del más alto. Temía estar en otro sueño, y despertar solo en su cama. No podía recordar lo que soñó antes pero seguro que esto era muchísimo mejor.

Siendo su primer beso, el pelinegro no estaba muy seguro de qué hacer. No era ajeno al romanticismo pero es que nunca estuvo muy interesado, y dado que Klaus era el único que siempre repetía las mismas películas ñoñas romanticonas, no tenía idea de cómo diablos saber que seguía. Abrió la boca para decirle eso a Kenshi cuando sintió la lengua del japonés invadiendo su boca. Gimió sorprendido, y el instante en que sintió como esa lengua intentaba enredarse con la suya, el mundo se le desdibujó.

Kenshi perdió sentido de lo que le rodeaba, solo Vladimir y él existiendo en su mundo. Podría explotar algo a su alrededor y nada le importaría. Sus manos vagaron por la espalda y nuca de Vladimir, su lengua hurgando en su boca, rozándose con Vladimir, hasta que el aire hizo falta y tuvo que separarse, solo lo suficiente para poder respirar.

—No sabes... cuánto ansiaba... hacer esto...

—No hables —dijo entre jadeos, volviendo a sumergirse en el placer de sus bocas unidas—. Eso de la lengua se siente genial.

—En verdad disfruto ser tus primeras veces. —Kenshi le dio un nuevo beso, volviendo a introducir su lengua en la menor oportunidad, pero esta vez, terminando pronto—. Terminemos de bañarnos para comer, ¿sí?

—¿Comer? —preguntó vagamente, sus ojos nublados de primerizo deseo se llenaron de comprensión al recordar porque estaban levantados tan temprano—. Sí. Cierto. —Reticente, se separó de Kenshi para terminar de quitarse el jabón y ponerse un poco de champú antes de salir de la ducha.

Kenshi le dio un paño mientras él tomaba otro en cuanto terminó, pero en vez de secarse a sí mismo, comenzó a secar a Vladimir.

—Esta es la mejor mañana que tuve en mucho tiempo.

—Es la mejor mañana que he tenido en mi vida. —Vladimir serió al recordar algo mientras secaba el cabello medio largo de Kenshi—. Ahora entiendo un poco mejor lo que parlotea Klaus sobre el placer de estar íntimamente con otra persona.

Kenshi asintió, pero no dijo nada hasta terminar de secar a Vladimir y dejar la toalla a un lado.

—Tu hermano parece tener más conocimiento en la materia que tú. —Estiró la mano para alisar el cabello negro de Vladimir, que terminó un poco alborotado. —Pero sí, es... se siente demasiado increíble.

—Es un romántico sin remedio. Sueña con el día en que tenga una pareja. —Acostumbrado a sus propias manías, se enrolló la toalla a la cintura para salir del baño.

—¿Y tú? —Kenshi salió detrás de él, sin importarle su desnudez. Rebuscó en su armario ropa limpia—. ¿No sueñas también con eso? —Aunque no lo aparentaba, estaba muy pendiente de la respuesta que podría dar el ruso.

—No era algo en lo que pensara mucho. Dado mi falta de capacidad para relacionarme con otras personas, pensaba que no era importante pensar en algo tan trivial con el amor. —De su maleta sacó la ropa que iba a ponerse, por supuesto toda conservadora y aburrida—. Pero ahora...

Kenshi esperó, expectante, con un pantalón a medio cerrar. Al ver que no continuaba, preguntó intentando sonar casual.

—¿Ahora...? —Se abrochó el pantalón y se volteó para mirarlo.

—Ahora que me has dado a probar la punta del iceberg, quiero más. —Su voz escondía un sutil deseo que nunca antes se había dado la oportunidad de experimentar—. El placer sexual para mí era algo vano, sin sentido, mínimamente necesario cuando el cuerpo me lo pedía pero no puedo dejar de sentir tus manos sobre mi cuerpo. Mis labios aún cosquillean y me siento ansioso, deseoso. Siento que podría tener una erección en cualquier momento ¡y todo es tu culpa!

Sin embargo, en vez de sentirse culpable, Kenshi avanzó hasta estar a pocos palmos frente a Vladimir, observándolo fijamente, el corazón latiéndole fuerte en su pecho.

—Yo... estoy encantado en serte de ayuda en eso. Siempre.

—¿Me enseñarías?

—Haría todo por ti... —Poco le importó lo que confesar esas palabras significarían—. Vladimir...

—Chicos, el desayuno está listo. —La cabeza de Haruto se asomó luego de tocar dos veces, interrumpiéndolos—. Apúrense en vestirse y bajen a comer, o acabaré con los tocinos yo solo.

—¡Qué ni se te ocurra! —exclamó Kenshi, recuperándose de su espasmo.

Haruto le sacó la lengua y salió, cerrando la puerta.

—Vamos a comer. —Vladimir le dio un último beso antes de empezar a vestirse, su mirada de vez en cuando desviándose a la figura a medio vestir de Kenshi. Tuvieron que echar mano de todo su autocontrol para mantener las manos quietas.

Kenshi y Vladimir bajaron a comer, donde habían servido tostadas con huevo y tocino, ensalada de frutas –era algo que nunca faltaba en el desayuno. A Haruto y Kenshi le gustaban las frutas en la mañana–, y demás delicias. Fue un buen momento para que Vladimir conociera a Haruto. Cuando iban por la mitad del desayuno, se les unió un joven moreno de la edad de Haruto. Kenshi lo presentó como Will, denotando que ya había ido otras veces ahí.

Luego de comer, se prepararon para salir. Kenshi le pidió a Haruto que les dejará en un centro comercial que suelen frecuentar, y ahí sucedió lo que Kenshi denominó: diversión. Arrastró al ruso por varias tiendas, donde, sin darle opción de negarse, le hizo probarse un montón de elegante ropa que agració su figura, por fin cumpliendo su meta principal: convertir al patito feo en un guapo cisne.

—Kenshi... No me siento cómodo con esto. —Vladimir se veía delante del espejo de una de las tiendas. Tenía puesto unos jeans que delineaban su figura y una franela de corte sencillo azul marino con un estampado alucinante, y de adorno una larga cadena junto a un brazalete de cuero en su muñeca—. Me veo ridículo.

El japonés se colocó a su lado, su rostro apoyado en el hombro de Vladimir, observándolo también.

—Mmh. Bueno. Vamos a pensar en que ya serás un universitario, que lo eres. Algo moderno, sofisticado... ¡Lo tengo, ven! —Le tomó de la mano, y comenzó a hurgar en la tienda. Después, le llevó tras vestidores para que se cambiara.

Cuando salió del vestidor, Vladimir traía puesto un pantalón claro con una camisa de botones con estampado de puntos pequeños y una chaqueta azul marino. Kenshi le ayudó a acomodarse desabrochando un par de botones y dejando la chaqueta abierta, también le acomodó el cabello hacia atrás con un poco de gel. Parecía otra persona.

Kenshi dio un par de pasos hacia atrás, pudiendo verlo por completo. Sonreía fascinado, demasiado contento con el cambio que hizo en Vladimir.

—Estás... increíble. —Se acercó, y dando un vistazo alrededor, le plantó un gran beso en los labios antes de separarse—. Mírate. Te ves sumamente atractivo. —Le llevó hacia el espejo de cuerpo entero para que se mirase.

—¿Seguro? —Giró su cabeza un poco a la izquierda, contemplándose—. Esta ropa no es diferente de la que normalmente uso. ¿Cuál es la diferencia?

—La otra es simple y aburrida. Esta no. Mejora tu aspecto, y te hace más esbelto. Te ves diferente. —Y en verdad lo hacía. Christopher se iría de bruces si viera el cambio que le hizo—. Solo hay un problema.

—¿Cuál? —preguntó preocupado pensando que algo estaba mal con él.

—Pues, me va a costar controlarme en cuanto las otras chicas comiencen a comerte con la mirada —confesó, con un ligero sonrojo en su cara y el entrecejo un poco fruncido.

—¿Contro...? ¡No! ¿Cómo crees? —Vladimir rió avergonzado. A él también se le coloraron las mejillas—. Nunca he llamado la atención de esa manera, no creo que vayan a empezar ahora. —Pasó un brazo por sus hombros acercándolo a su cuerpo—. ¿Quieres seguir jugando a vestirme?

Una pequeña sonrisa apareció en Kenshi, quien le dio un suave empujón en broma a Vladimir.

—La verdad, sí. Vamos. —Y volvió a buscarle otros conjuntos nuevos a probarse ahora que ya había identificado el estilo ideal para el ruso. Después de todo, tenía la tarjeta de su padre.