Capítulo 20

- Sucedió muy rápido. –carraspeó Fate, mientras un agente situado frente a ella tomaba notas a todo correr en un cuaderno con tapas de cuero– Sabía que todo estaba desbordándose. El detenido cada vez parecía tener menos aguante, me vigilaba en exceso, empezaba a entorpecerme. Suponía que o bien sospechaba algo o se estaba viendo cercado. Hace unas horas, esa presa acudió a mí. La situación había estallado y ya teníamos la prueba que necesitábamos. Scrya debió pensar que la adicción sería suficiente a estas alturas, que ya estaría dominada, pero se equivocó.

Una mujer joven y peli rosa atendía a la enorme reclusa de brazos como troncos de árbol, inyectándole un calmante y ofreciéndole algo de beber. La mujer temblaba como una hoja a pesar de su tamaño y no cesaba de excusarse y de repetir una y otra vez su versión de los hechos. Al mismo tiempo, otro agente etiquetaba unos frascos de morfina vacíos, los cuáles reconocí como aquellos que me habían sustraído del dispensario. Aparté la vista de Fate y acepté la manta que un agente me puso sobre los hombros. Apenas me había dado cuenta de que la noche había caído y el aire frío del patio entraba por las puertas abiertas que daban al pasillo. Me sostuve en la pared y respiré varias veces, temiendo desmayarme y llamar la atención de todos. Oí declaraciones, la confesión de la presa y las acusaciones contra Yuuno. Al parecer, suministraba drogas a algunas de las internas con el objetivo de controlarlas por su adicción. Después, conseguía que las trasladaran a un pabellón para enfermos, desde donde era más fácil que las ayudara a escapar. Las utilizaba como peones de ajedrez para robos, amenazas y un sinfín de delitos más que me dejaron boquiabierta. Ahora que lo miraba, la verdad es que tenía sentido. Yuuno era menudo, delgado y más o menos alto. Sin embargo, la mujer que había testificado parecía una montaña en comparación. Era claro que buscaba un perfil determinado de personas para perpetrar sus planes. Buscaba la fuerza bruta que le faltaba, pero él era el cerebro de todo aquello. Sin querer, volví a mirar a Fate, a aquella «jefa» que había resultado no ser tal. Llevaba la placa identificativa colgando del cuello y todo el mundo le pedía instrucciones. Firmó muchos impresos y se interesó por todo lo que estaba pasando en la habitación al mismo tiempo. Alguno de los alguaciles que tanto pavor fingían ante él, la saludaban ahora con golpes de hombros, susurros de buen trabajo y alegría por el éxito de la misión. Me miró varias veces, pero no se atrevió a decir nada, ni siquiera a acercarse. Lo último que vi de ella, antes de que un agente se me aproximara para que prestara declaración, fue que iba hacia el corrillo donde mantenían retenido a Yuuno.

- Doctora Takamachi, ¿no es así? –me preguntó el amable agente, pasando las hojas de la libreta– Tengo entendido que trabajó usted relativamente cerca del detenido.

- Es… enfermera. –musité, sin voz– Y sí, trabajé con él antes de que se fuera al módulo de máxima seguridad. O pensé que trabajaba con él. Yo… ya no sé.

- Bien, cuénteme todo lo que recuerde del detenido desde la primera vez que le vio. Con todo detalle. Por mínimo que este sea, puede ser vital.

Conforme Nanoha hablaba a unos metros de distancia, Fate no le quitaba los ojos de encima ni un solo momento. Suspiró. Por supuesto, se esperaba aquello, no en vano era parte del procedimiento estándar y ella había estado tan jodidamente cerca del perímetro de Scrya que habría resultado una torpeza no interrogarla. Pero eso no significaba que tuviera que gustarle. Bastante tenía con intentar por todos los medios ser ella quien se entrevistara a solas con Scrya, no podía impedir que sus compañeros quisieran la declaración de una enfermera que había compartido clínica y dispensario con él. Trataría de que Yuuno no comentara las sospechas. –ciertas, en todo caso– que tenía de que entre ella y Nanoha había pasado algo. Lo último que quería era meterla más en aquella espiral, y menos aún, que cualquier cosa hiciera dudar sobre la veracidad de la culpabilidad de Scrya. Ella ya la había perdido, lo tenía muy claro, no albergaba si quiera esperanzas de que le permitiera explicarse, disculparse… aunque lo intentaría. Tenía que conseguir que su nombre se viera relacionado solo como algo circunstancial. Aquella situación no podía salpicar más a Nanoha de lo que ya lo había hecho. Estaría dañada a nivel emocional, pero de ella dependía conseguir que en lo profesional saliera indemne. El asqueroso interés de Scrya en Nanoha había beneficiado la misión. Si él no hubiera querido quitarle de en medio, todavía no tendrían las pruebas que necesitaban para detenerle y ella tendría que seguir haciéndose pasar por una presa. Ahora todo había pasado. Esa noche dormiría en su casa y metería a ese cabrón entre rejas. Pero no estaba satisfecha. No existía esa sensación de paz interior que la llenaba siempre que eliminaba a alguna rata de las cloacas de la sociedad. Se acercó hacia donde estaba Yuuno, al que habían sentado en una silla esposado a la espalda. Miraba con desprecio a todos los policías que lo custodiaban, pero cuando su mirada tropezó con la de Fate, su semblante fue aún peor.

- Quiero un abogado. –graznó.

Fate volvió a suspirar, remangándose la chaqueta que se había puesto, demorándose en contestar, sabiendo que aquello sacaba de quicio a los detenidos.

- No me cabe duda. –fue su respuesta– Aunque yo en tu lugar tendría mucho cuidado con lo que dices. Y con los nombres que mencionas a quienquiera que se atreva a defender a un caso perdido como tú. Aparte de todas las acusaciones que tienes demostradas, podemos añadir la falta al código profesional y la negación de auxilio, ¿recuerdas? Estuve muriéndome de fiebre y pensabas ignorarme sin prestarme atención médica. –se acuclilló frente a él– Eso añadiría unos saludables años al balneario donde vamos a enviarte, aparte del hecho de que dejarás de ejercer la medicina con un chasquido de dedos.

La mirada de Scrya dejó clara la repulsión que sentía, pero también la compresión. Por supuesto, no podía demostrar que entre Nanoha y esa falsa presa había habido algo, sería su palabra contra la de unos respetables ciudadanos, enfermera y agente de policía, nada menos. Giró la cara para mirar a Nanoha. Patética y estúpida enfermera de pueblo. Con toda esa piedad por las perras que allí tenían encerradas, tratándolas con cariño, siendo dulce. Y, sobre todo, prefiriendo a esa escoria de Testarossa antes que a él. La había aceptado creyendo incluso que podría ser una criminal convicta de la peor calaña. Si pudiera, si tuviera alguna prueba que pudiera hundirla, hundirlas a las dos, no dudaría en usarla. Pero no era ningún tonto, sabía que utilizarían el despecho para desacreditarle, tomarían sus palabras como una agresión y la mierda que le rodeaba el cuello subiría aún más. Maldita Nanoha. Malditas todas. Un tirón repentino le hizo desviar la mirada y volverla al frente. Ahí estaba Fate, con las cejas juntas y la boca apretada en una delgada línea.

- Aparta los ojos de ella. –le susurró, para que el resto no los escuchara– O estaré encantado de sacártelos.

- Tampoco es que tú vayas a poder mirarla mucho. –escupió Scrya, repentinamente satisfecho– Puede que no consiga joderos a ambas, pero tu parte ya la has recibido. Jamás te perdonará, y no sabes cuánto me alegro.

Fate se incorporó, en apariencia indolente, aunque un cuchillo de hielo le atravesó las entrañas. Sabía que aquello podía ser cierto. En esos momentos de angustia y desilusión, incluso deseó que el caso no se hubiera resuelto, que algún cabo estuviera suelto o que ni siquiera hubieran logrado la confesión y posterior detención. Si al menos la infiltración hubiera durado un poco más, si hubiera tenido más tiempo para explicarse, para poner a Nanoha sobre aviso, para contarle… Pero de nada valía ya pensar en eso. Las cosas se habían dado así. Le tocaba apretar los dientes y tragar, después ya se vería.

- Por lo menos yo tengo el resto de mi vida para intentarlo. –le contestó a Scrya, girándose después a sus compañeros– Lleváoslo.

Mientras Yuuno Scrya era custodiado a un coche patrulla por tres agentes, escuchando unos derechos a los que no prestaba atención, Fate se acercó a Nanoha, que en ese momento estaba libre de las preguntas de otro de los policías. La vio arrebujada en una manta gris, con el pelo despeinado y los hermosos ojos brillantes y confundidos. Esperaba que al menos alguien le hubiera explicado todo aquello. A fin de cuentas, y por mucho que ella hubiera rechazado las atenciones del médico forense que los acompañaba, el detenido no dejaba de ser un compañero de profesión al que consideraba respetable. Enterarse de toda la verdad debía de haber sido chocante. Se obligó a darse valor y sirvió un café caliente en un vaso de plástico. Le pareció absurdo coger uno de los bollos con glaseado que estaban en la bandeja, dadas las circunstancias, pero le pareció que el líquido humeante y reconstituyente podría ayudarla. Aquel había sido un punto destacable de la cuadrilla policial, el traer víveres para la dura noche que aún les quedaba por pasar. Carraspeó y le tendió el vaso en cuanto la tuvo delante. Ella la miró y por un instante creyó que iba a esbozar una sonrisa. Sacó una temblorosa mano de la manta y tomó el ofrecimiento con un movimiento de cabeza. Fate suspiró, deseando besar esos dedos blancos y fríos, estrecharla contra su pecho y llevársela a casa, donde podría consolarla sin miradas indiscretas.

- No sé ni por dónde empezar. –le dijo– Solo necesito que comprendas… que sepas, que salvo la situación en la que me encontraba, todo lo demás, todas mis palabras, mis sentimientos, mis hechos, todo fue real. No esperaba conocerte, ni que esto pasara. Al principio solo buscaba protegerte, pero después me enamoré de ti y decidí no evitarlo porque habría sido aún peor. Puede que fuera egoísta y sé que te sientes engañada. Confiaste en mí, creyéndome una persona diferente, pensando que era una criminal… y aunque ahora te encuentras con que podría ser más fácil quererme, yo… –suspiró, despeinándose– Pudiste acercarte a mí antes… ojalá pudieras hacerlo ahora.

Bien, al menos la había escuchado y se estaba bebiendo el café en lugar de tirárselo a la cara. Aquello era bueno… o no. Quizá Nanoha solo estaba buscando tiempo para argumentar todos los motivos por los cuales iba a exigirle que se mantuviera alejada de su vida para siempre. El color volvió a sus mejillas conforme el calor del café la fue llenando. Después, la miró.

- ¿De qué es esa marca que tienes? La cicatriz que no querías enseñarme.

Aquella pregunta la dejó momentáneamente en shock, pero teniendo en cuenta lo sucedido, el hecho de que le hablara ya era mucho. No tenía inconveniente en contarle todo lo que quisiera saber.

- Es una baliza de seguimiento. Me la injertaron bajo la piel para tenerme controlada en caso de emergencia. –explicó, viendo el asombro en su cara– No podía tener un micro ni otro tipo de protección o la coartada jamás habría sido creíble. Me la retirarán en cuanto salga de aquí.

Nanoha asintió, dejando el vaso vacío junto a una mesita. No tenía ni idea de qué hacer. Tenía sentimientos encontrados. Se sentía tan aliviada… Fate saldría de ahí, era una mujer libre, limpia, no tendría que seguir preguntándose qué habría hecho para estar en prisión. Ella misma, si quería, podía cruzar las rejas del patio y no volver ahí jamás. Pero…

- Nanoha, tenemos que hablar. Por favor, permite que te explique, que te cuente cómo surgió todo. –dio un paso hacia ella– Si voy a perderte y a torturarme el resto de mi vida con ello, al menos deja que tenga el consuelo de saber que dije e hice todo lo que podía. Por favor.

- ¿Cuándo?

Fate exhaló un aire que ni siquiera sabía que estaba conteniendo, tomó a Nanoha del codo con la mayor suavidad que pudo, distanciándola unos pasos más del corrillo policial que tomaba huellas, interrogaba presas y cogía muestras del dispensario.

- ¿Lo dices en serio? –cuestionó, asombrada– ¿Estás dispuesta a escucharme?

- Quiero hacerlo. –susurró ella, agotada, rendida hasta más allá de lo razonable– Yo también fui parte de todo lo que vivimos y no puedo creer que lo fingieras o lo simularas, por eso quiero escuchar y entender todo esto. La infiltración, la culpabilidad de Yuuno. Si pude darte la ocasión de escucharte cuando pensé que eras una presa, también debería dártela ahora.

Contenerse fue imposible, de modo que Fate se acercó y la besó en la frente con una dulzura tal, que Nanoha acabó desarmada. Se recompuso de inmediato, mirando alrededor, después la miró a ella. Parecía ansiosa, pero también seria y decidida. No había tenido mucha cercanía ni muestras de afecto con ella en aquellos momentos, ni siquiera cuando ella le había mostrado comprensión. Eso, unido a su tono de voz baja hizo pensar a Nanoha que algo en esos momentos no estaba bien.

- Hasta que el caso no esté cerrado serás una testigo importante. Pasaste mucho tiempo con Scrya, tienes el informe de la morfina robada y atendiste a varias de las internas intoxicadas. No puedo tener un trato personal contigo, ni nada semejante durante ese tiempo, o podría afectar a la investigación. Podría creerse que no eres parcial en tus testificaciones y eso podría usarse en nuestra contra para la condena.

Ella asintió, comprendiendo. Por lo que había oído, los crímenes de Yuuno iban no solo en contra del código profesional al que todo médico juraba ceñirse cuando comenzaba a ejercer, sino también contra la dignidad y el respeto hacia las personas. Había usado a seres humanos con problemas de adicción a las drogas para cometer actos atroces, hundiéndolas aún más en su desesperación. Puede que Nanoha estuviera ansiosa por conocer la verdad sobre Fate, por saberlo todo sobre ella, pero de ninguna manera haría nada que pusiera en tela de juicio la culpa de Yuuno. Aquella mala práctica debía ser castigada. Sus deseos podían esperar un poco más, se dijo, porque no iba a permitir que nada aflojara las cuerdas que ataban el destino que Yuuno Scrya había cavado para sí mismo.

- Entonces esperaremos hasta que el caso se cierre y el culpable pague por lo que ha hecho. –declaró– Y después, hablaremos.

- Nanoha, te aseguro que trabajaré día y noche si es preciso. No descansaré, no comeré ni viviré hasta que todo esto se aclare en el menor tiempo posible. Espera, por favor… espera y no cambies de opinión. Debes creerme, debes confiar en mí incluso cuando más dudes, yo…

- ¡Subinspectora! –la interrumpió una voz– El inspector jefe le necesita para que firme los papeles de término del servicio y para que dé su testimonio.

- Anda, vete. –le dijo Nanoha, esbozando una sonrisa cansada. Qué extraño le resultaba ver a Fate llevando aquella placa, deambulando libre por los pasillos, pasando ante los alguaciles sin que estos se movieran.

No sabía cuánto tiempo pasaría hasta poder tenerla otra vez así de cerca, pero el primer paso para cerrar ese caso era que ella prestara declaración y finalizara la misión de forma oficial y por escrito. De manera que todo lo que podía hacer era darse la vuelta y pasar a la oficina de los alguaciles, que había sido tomada por las fuerzas del orden. Cuando cruzó el umbral, algunos de los encargados salieron y otros la miraron con curiosidad. Siempre supieron que había algo de particular con esa presa, pero ninguno podía siquiera imaginar lo que había resultado ser. Testarossa tomó asiento ante su superior y comenzó por el principio, justo en el momento en que Nanoha era escoltada fuera de la prisión, donde esperaba un coche oficial que la acompañaría hasta su casa. No pudieron decirse adiós.


MeloryG: Yes, I said the same when I read the book for the first time xD Lol It was unpredictable haha Yes, maybe now they can live free together. We will see if Nanoha believes what Fate tells her in the near future when the case is closed...

Thank you! I'm really happy to know that you're enjoying this adaptation :D Maybe when this finishes, I'll adapt a new one.

Thank you for your wishes. I feel a bit better now. Little by little I'll be great soon. I know :D Thank you for your patience. Enjoy this chapter. Have a nice week!