CAPITULO 2

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El resto de las clases continuaron sin inconvenientes, casi puesto que Yu no podía ser feliz sin al menos insinuársele a media docena de estudiantes y algunos profesores, pero para alivio de Michelle no lo volvió a molestar.

El inconveniente vino a la hora de la salida cuando se desató una llovizna que en poco tiempo se transformó en un aguacero.

Michelle se detuvo bajo el umbral de la entrada a los pasillos del campus, observando la parada de bus a lo lejos. Podía correr. Poco a poco empezó a quedarse solo. Sintió que le empujaron y vio a Narcisse correr hacia la parada.

—Adiós, perdedor —le gritó.

Michelle esperó un momento hasta que vio a Narcisse desaparecer en un auto lujoso que pasó por él. Entonces decidió correr...y escuchó que algo chapoteaba y el peso en su espalda bajaba. Al voltearse, vio –con el corazón partiéndose– como sus cuadernos de estudio se mojaban al caer en un charco de agua y con la lluvia. Narcisse debió de haberle abierto la mochila al estar tras de él. Aún con la lluvia cayéndole encima, se agachó para recoger lo más rápido que podía sus cosas. Las gotas que se deslizaban por sus mejillas no sabía si era de la lluvia...o sus propias lágrimas.

Se sorprendió cuando la lluvia dejó de mojarle la espalda, no había amainado ni un poco. Al alzar la vista, Michelle se encontró con los ojos azules de Zachary que sostenía un paraguas. Sin mediar una palabra, el rubio se arrodilló con él para recoger los libros del castaño. Embutiendo el paraguas en las manos de Michelle, el rubio tomó algunos libros y trató de secarlos con su camiseta.

—¿Qué...? N-no. De-déjalos así —hipó. Tomó sus cosas de manos de Zachary y le devolvió el paraguas como pudo, regresando a refugiarse bajo el techo del colegio, en busca de un salón vacío. Tenía miedo de que Zachary hiciera algo peor con sus empapados cuadernos, con lo débiles que estaban podría ser fácil romper las hojas.

Zachary se quedó ahí parado, estaba bastante seguro de que Michelle no temblaba por el frío del ambiente y podía jurar que esas gotas que escurrían por sus mejillas no eran gotas de lluvia.

Suspirando casi con fastidio, se acercó al techo, cerrando el paraguas lo dejó colgado de la puerta de hierro, fácilmente visible con una notita con el nombre de Michelle que decía "Úsame..., idiota".

Después de eso el rubio partió camino a su casa, caminando bajo la lluvia.

Michelle se mantuvo en el lugar intentando secar las hojas un poco con papel del baño, pero con la humedad reinante en el ambiente resultó difícil. Esperó hasta que amainara un poco la lluvia para salir. Fue entonces que vio el paraguas, y miró a su alrededor. Luego volvió a mirar el objeto como si de la nada un monstruo saliera a atacarlo. Pensó en dejarlo allí..., pero ¿y si alguien lo robaba y él pagaba las consecuencias? Con temor tomó el paraguas y se fue a casa sin llegar a usarlo, siempre mirando a su alrededor como si se sintiera perseguido.

Al día siguiente, le pidió a los gemelos que le acompañarán hasta la mesa donde solían sentarse Zachary y Narcisse, quien sonrió al ver llegar al castaño.

—Michelle, oh, cariño, me dijeron que se mojaron tus cuadernos. Cuánto lo siento —dijo con fingida lástima.

Michelle no dijo nada a Narcisse, pero ese día solo llevó un cuaderno mientras esperaba recuperar los demás. Estiró el paraguas hacia Zachary, sin añadir palabra alguna, y empezó a retirarse con Léa y Alphonse.

Narcisse miró del paraguas, a Michelle y Zachary, quedando su atención en este último.

—¿Le diste tu paraguas al enclenque? —masculló entre dientes, ceñudo.

—Claro que no —les espetó—. Lo dejé colgado en la puerta para atarme los zapatos y se me olvidó agarrarlo de nuevo —dijo como excusa, se encargó de hacer rodar de un lado a otro sus chicharos.

Michelle no dijo nada respecto a la nota, aunque bajó un poco más la cabeza sintiéndose... ¿decepcionado? Claro, pero cómo se le ocurría pensar que quisiera ayudarlo. Era igual de malo que Narcisse. Le indicó a los gemelos que le acompañarán a la biblioteca y se alejaron.

Al no estar el grupo, Narcisse se giró a Zachary, enrollando un rebelde mechón de cabello rubio entre su dedo.

—Escucha, Zach, no quisiera enterarme de que andas revolcándote con perdedores —murmuró en tono bajo pero que ocultaba una ligera amenaza—. Sería tan... terrible que alguien con un potencial como tú se juntara con la chusma. ¿Entendiste?

Zach, molesto, le dio con el codo en las costillas para separarlo de él. —En primera, no me estés amenazando, y en segunda, a ti no te importa con quién me revuelque. Yo no te ando reclamando por cada perdedor al que le abres las piernas. ¿O sí?

—Yo jamás me acostaría con una basura como él. ¿Por quién me tomas? —exclamó, sintiéndose ofendido—. Además, llegaste aquí siendo un don nadie y ahora eres respetado gracias a mí. No olvides eso, querido.

—Tú no olvides que soy más grande y puedo darte justo donde te gusta con tanta fuerza que no podrás sentarte en una semana —dijo con los dientes apretados mientras pellizcaba una de las mejillas de Yu con bastante fuerza—. Querido —dijo sarcásticamente dándole una suave cachetada. Ya sin ganas de comer, se levantó de la mesa dejando sólo a su amigo.

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—Ay, no, voy tarde.

Vitaly corría por los pasillos del colegio ese día en dirección a la biblioteca. Llevaba el tiempo justo para completar una investigación y poder comer un bocado antes de que termine el descanso. ¿Cómo se le había ocurrido prestar el libro de biología aquel día?

Cruzó en una esquina, esquivando a una pareja de chicas que venía en sentido contrario a él, pero no logró esquivar algo que le hizo tropezar, perder el equilibrio y caer sobre algo... ¿Un...cuerpo?

—¡Au! —Se lamentó, y al erguirse un poco, constató de que realmente era un cuerpo el que tenía debajo y justo el chico que su hermano decía tuviera cuidado. Oh-oh.

—Uff. —Sintió como le sacaban todo el aire de los pulmones, algo le cayó encima... Más bien, alguien, podía sentir el calor del cuerpo de esa otra persona—. En esta maldita escuela no dejan ni dormir en paz —gruñó, irguiéndose sobre sus codos se quitó el suéter de la cara para poder mirar al tarado patas chuecas—. Fíjate por donde caminas tara... —El insulto quedó a medias cuando vio las mejillas sonrojadas del chico más joven.

Debía ser de un par de grados menor, tomando en cuenta el color del uniforme que, de paso, usaba tan pulcro como si fuera sacado de un maniquí. Más allá de eso, era el rostro lo que le resultaba llamativo. Era lindo, no atractivo, tierno. Probablemente de unos catorce o quince años. Los ojos almendrados eran castaños, las mejillas rosadas destacaban en la piel pálida tan tersa como la de un bebé, sumando a que el cabello negro caía en suaves ondas sobre sus orejas y frente.

—Y-yo lo siento. En verdad lo siento. —Vitaly por un instante no podía moverse al tener tan cerca a ese muchacho, y más aún cuando parecía que sus ojos no podían apartar la mirada de los tan verdes ojos de la persona que tenía debajo. Eran tan...

Parpadeó, logrando levantarse con torpeza y quedar a un lado en rodillas.

—De verdad lo lamento, no fue a propósito.

—No, no. Está bien. —Terminó de sentarse en el suelo para mirar a Vitaly, recorrió toda su figura, gustándole lo que vio—. Soy Christopher. ¿Cómo te llamas?

—Am. Vitaly. —El joven bajó la mirada, apenado antes de levantarla—. Vitaly Volsk —dijo observando los ojos de Christopher. No entendía la fascinación que le inspiraban, pero nunca había visto unos tan bonitos, el tono verde destacaba en especial con el llamativo color de cabello. No solo eso, la manera profunda de mirar de Christopher hacía que Vitaly se sintiera casi hipnotizado—. ¿Por qué dormías en pleno pasillo? —no pudo evitar preguntar. Estaba seguro que era algo que no se debía hacer.

El apellido del chico llamó su atención. —Volsk. ¿Estás relacionado con Vladimir Volsk?

—Ah, em, sí. Es mi primo. ¿Estudias con él?

—¿Cómo es posible que alguien tan lindo esté relacionado con ese cara de libro? —pasó sus dedos por la tersa mejilla de Vitaly—. Estaba durmiendo porque anoche no pude hacerlo y la clase de Ciencias de la Tierra estaba muy aburrida.

El lugar donde tocó Christopher se coloreó, y Vitaly pudo sentir su piel ardiente, como una marca de fuego que hubiera hecho. Era difícil contener una sonrisa.

—Podrían reprenderte por eso. Y podría sucederte otra vez lo de hace un momento... —Hizo un gesto con las manos de aplastar algo—. Lo siento otra vez. Te desperté además.

—No te preocupes, vale la pena si puedo amortiguar la caída de un ángel —dijo sonriendo. Se recostó contra la pared en una pose que esperaba Vitaly encontrara cool—. Las reglas están hechas para romperse.

—Pero mantienen el orden, no todas están para eso... —Su mirada se desvió por el cuerpo de Christopher sin que pudiera evitarlo, su corazón palpitando con fuerza, extrañándolo. ¿Por qué se sentía así en su presencia? Es más, ni debería estar ahí. Decían tantas cosas sobre él y... "Christopher no aparenta ser ese tipo de chico. Es tan...normal como cualquier otro solo...algo extravagante". Notó su bolso de reojo y la razón por la que había estado corriendo antes de tropezar con Chris—. ¡Oh, no! ¡Biología! —Se espantó—. Lo siento, pero tengo que ir a la biblioteca —dijo, levantándose con prontitud. No deseaba irse, realmente no pero era imperativo terminar esa investigación. ¡Y comer! Diablos, esperaba tener tiempo.

Chris le tomó de la muñeca impidiéndole levantarse. —¿Cuál es la prisa? Podemos quedarnos a charlar. Todavía queda tiempo... —Sonrió intentando convencerlo, acarició lentamente la piel de su brazo, movimientos suaves y pausados, tentándolo.

—Es... que tengo una investigación... y luego debo comer... —Vitaly hablaba lento, como si le costara concentrarse. Las yemas de los dedos de Christopher se sentían un poco ásperas pero cálidas, cosquilleaban donde le tocaban y Vitaly se preguntaba qué sentiría si acariciaran algo más que solo la piel de su brazo. Dudó, mordiéndose el labio inferior—. Po... Podemos vernos después... ¿Te parece? —A su hermano no le iba a agradar la idea pero... no quería que ese fuera su único y último encuentro.

—¿Qué investigación tienes que hacer que es tan urgente? —Sin que Vitaly se diera cuenta, el mayor lo guió hasta que se sentó a su lado en el suelo, muy juntos.

—Es sobre la clonación..., con enfoque en la clonación animal —balbuceó Vitaly. Una parte de él estaba consciente de que debía estar en camino a la biblioteca pero otra le suplicaba mantenerse allí con Christopher—. Necesito completar algunos detalles...

—Dijiste que tenías que comer. ¿No? —preguntó mientras sacaba la laptop de su bolso—. Come. Yo me encargo de tu investigación. —Hackeó el sistema de la escuela y se conectó a su wifi fácilmente para utilizar el internet. Con eso a la mano fue mucho más fácil encontrar la información que estar enterrado en la biblioteca con libros hasta el cuello.

Vitaly frunció el ceño, observando a su alrededor.

—Comer... ¿aquí? ¿En el pasillo?

—Sí, claro —dijo como si fuera obvio—. Casi nadie viene por estos pasillos a esta hora.

—No me siento cómodo comiendo en el suelo —murmuró Vitaly, apartando la mirada.

Chris se inclinó hacia Vitaly hasta que sus hombros se juntaron, sus rostros quedando extremadamente cerca uno del otro. —¿Quieres que te dé de comer?

—Y-yo... ¿Estás loco? ¡P-por supuesto que no! —Toda la piel del rostro del menor se coloreó de rojo.

Christopher se rió bajito volviendo a su postura anterior. —Dame tu correo. Enviaré la investigación a tu teléfono.

Vitaly le citó su correo electrónico, acomodándose el bolso antes de levantarse.

—Bueno, yo..., ya me tengo que ir. —Dudó un instante, y se acercó lo suficiente para darle un beso en la mejilla luego de ver que nadie pasaba por allí—. Gracias. —murmuró rápidamente, marchándose del lugar con las mejillas arreboladas debido a su osadía. Nunca había hecho aquello, y quizás por eso su corazón palpitaba con fuerza contra su pecho.

El pelirrojo le despidió desde lejos. Nunca se sintió tan afortunado de quedarse dormido en un pasillo solitario. Tocándose la mejilla, volvió su atención a la computadora. Quería averiguar todo sobre Vitaly Volsk, y el mejor método para hacerlo era hackeando los archivos de los estudiantes.

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Kenshi entró en el laboratorio bastante temprano, buscando a alguien con la mirada hasta que sonrió alegre.

—Aquí estás, querido nerd. Digo, Volsk. —Sonrió con simpatía—. Tenemos que hablar sobre mi tutoría. —Asintió—. ¿Te parece que lo hagamos en mi casa esta tarde? Mis padres no van a estar.

—No tengo tiempo que perder y menos en alguien que no está interesado en la materia —respondió Vladimir de mal talante. Realmente le desagradaban las personas como Kenshi, superfluas, que creían conseguir todo con carisma sin esforzarse—. Trabajaremos en el laboratorio durante los recesos entre clases.

Notando que esa primera táctica no funcionó, Kenshi prefirió optar por otra. Suspiró largamente, y cambió su voz a una más suave.

—Oye, creo que comenzamos con el pie izquierdo. —Estiró la mano hasta colocarla en el hombro del otro chico—. En verdad quiero mejorar, y necesito la ayuda de alguien como tú. —Esperó un instante y añadió—. Por favor.

El ruso levantó la cabeza de su libro, escudriñando al japonés. Suspirando, cedió un poco. Si Kenshi en verdad quería aprender, él podía esforzarse un poco más para no ser un completo patán. —De acuerdo. Pero sigo creyendo que es mejor trabajar en el laboratorio —dijo en el mismo tono de voz suave—. En tu casa seguramente habrán muchas distracciones y estudiar te será más difícil.

Kenshi negó, incapaz de no sonreír con emoción.

—No, para nada. Mis padres nunca están y podemos usar los libros de mi hermano. —Pero quizás debía ir paso a paso antes de llegar a su meta—. Sin embargo, si crees que es mejor acá, entonces será acá.

Se iba a arrepentir de preguntarlo, estaba seguro pero su curiosidad era demasiada. —¿Qué tipo de libros?

La sonrisa de Kenshi desapareció y en cambio pasó a la sorpresa y luego concentración. No esperaba que Volsk le preguntara sobre eso. Se sentó en una silla cercana.

—Pues, tiene varios libros. Ya está en la universidad ahora. Mmh. Física, biología, oratoria, derecho romano, estrategia militar, química, matemática, filología... Narrativa... Tiene la mayor parte de la biblioteca ocupada por sus libros, son de distintos niveles. —Kenshi comenzó a juguetear con un instrumento cercano en la mesa—. A Haruto le gusta instruirse. Salió de una academia militar, quizás tenga algo que ver en eso. —Se encogió de hombros.

Le interesaba bastante el tipo de libros que un universitario pudiera tener, sobre todo aquellos de química y biología pero el resto no captaba su interés. —Ya veo. Que suerte para ti tener esa gran cantidad de conocimiento a la mano.

—No me molesta compartirlo si quieres, ni a mi hermano. —Kenshi volvió a sonreír—. ¿Qué dices? Un sábado en mi casa. De puro estudio, lo prometo.

Después de pensarlo por un rato, Vladimir terminó haciendo una mueca. —Está bien. Este sábado iré. Ahora, si me disculpas, tengo que terminar este capítulo antes de la siguiente clase.

—¡Sí! —impulsivamente, le dio un abrazo de oso, antes de soltarlo con una pequeña risa—. Lo siento. ¿De qué tema es ese capítulo? —preguntó.

—Es para el próximo examen de historia. Por supuesto, si hubieras asistido hace dos semanas a clases, lo sabrías.

—A ver. —Kenshi se asomó y leyó—. ¡Ah! La revolución francesa. Pf. Eso ya me lo sé. —Desestimó con un gesto de manos—. Hagamos un intercambio. Te ayudo en esta antigüedad y tú a mí en la química. ¿De acuerdo? De acuerdo —respondió por él—. Ya verás que saldrás bien parado en el examen. —Le guiñó un ojo.

Sorprendentemente, Vladimir se calló y se dejó guiar por Kenshi. Al principio fue un poco difícil porque no estaban en sintonía pero conforme avanzaban con la lección pudieron entenderse mejor. El problema de Vladimir con la historia era que simplemente no estaba lo suficiente interesado en ella como para aprender hechos históricos en específico, fechas o nombres importantes, pero el japonés se las arregló para que el ruso se aprendiera todo lo importante antes del examen.

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En otra aula, los gemelos y Michelle esperaban a que el profesor llegara, mientras tanto el trío murmuraba en su lado del salón, cerca de la ventana.

—¿Ahora sí puedes explicarnos que fue todo eso durante el receso? —preguntó Alphonse, receloso.

Michelle retorcía un pedazo de papel, sin mirar a nadie. Respiró hondo y habló en voz baja.

—Tienen que prometer que no se lo dirán a nadie..., por favor... —dijo antes de volver a inspirar hondo—. Ayer, durante el chaparrón que cayó en el colegio, Zachary me ayudó a recoger los cuadernos que...se me cayeron. —Dudó en decir que fue Narcisse quien le abrió la mochila—. Él... Él me dejó su paraguas. Lo dejó para que yo lo usara, no lo olvidó.

—Pero Mich, él mismo dijo que lo dejo ahí para atarse los zapatos —protestó Léa, quien batallaba con muchas calcomanías pegadas a sus manos, cara y cabello.

—Te dije que estabas usando mucho pegamento. —Alphonse se puso a ayudar a su hermana a salir del pegajoso embrollo.

—Pero no fue así —murmuró el castaño—. Creo... que solo le avergonzaba que se supiera lo que había pasado. —Negó—. Ya no importa. —Aun así, no podía quitarse esa sensación incómoda desde que le entregó el paraguas a Zachary. Había una parte dentro de él que en verdad deseaba que las intenciones del rubio hubiesen sido genuinas.

—Pero es algo bueno. ¿No? —preguntó Léa—. Hizo algo bueno por ti aunque no quiera reconocerlo en voz alta.

—¿Por qué estás tan seguro de que te dejó el paraguas a ti, y no que lo dejó por accidente? —cuestionó Al.

Michelle miró a Alphonse un instante y luego sacó de su bolsillo un arrugado papel que luego se lo extendió.

—El paraguas tenía esto.

Léa pegó su cabeza a la de Alphonse para poder leer la nota. —"Úsalo..., idiota".

—Es una prueba muy contundente —expresó Al en voz alta.

—Yo sé exactamente lo que esto significa —dijo Léa pareciendo muy segura de sí misma—. ¡Es completamente obvio!

Michelle la miró sin entender.

—¿De qué estás hablando?

Se inclinó sobre el escritorio, creando suspenso antes de dar la respuesta. —Le gustas.

—Estás loca —negó su hermano.

Michelle quedó estático, observando a Léa como si le hubiera crecido una segunda cabeza. Parpadeó, saliendo de su estupor y negó.

—Estas equivocada. Quizás no... Quizás sea otra cosa. Puede que solo le di lástima. —Volvió a tomar la nota de mano de Alphonse—. Él sigue las órdenes de Narcisse.

—¡Exacto! —Se adelantó a responder ella—. Dime una sola vez que te haya agredido estando él solo.

Michelle estaba dispuesto a responder, sin embargo...

No encontró alguna vez que Zachary le haya hecho algo estando solo o por simple gusto. Claro que eran pocas las veces que se lo topaba sin Narcisse pero sin lugar a dudas...

—Nunca... lo ha hecho —susurró.

—Y la única vez que te has topado a solas con él. ¿Qué hizo? —continuó Léa, su sonrisa ensanchándose cuando le hizo dar cuenta a Michelle que sus palabras eran ciertas.

—Pero aun así, no significa que le gusto. —Desvío Michelle, sintiendo las mejillas arreboladas—. Podría solo agradarle. Tan solo me ha ayudado una vez y sigue haciéndole caso a lo que dice Narcisse.

—De todos modos nunca lo sabremos —terminó Alphonse con la fantasía. Léa le miró feo por eso.

—¿Por qué no?

—Por mientras Zachary esté cerca de Boucher, su actitud nunca cambiará.

Michelle bajó la mirada.

Alphonse tenía razón. Mientras esos dos estén juntos, era imposible que hubiera un cambio en Zachary. Pero, si fuera así, ¿podría Michelle perdonarle por el dolor que le hizo pasar todo ese tiempo? Se preguntaba cuál era la razón por la que Zachary estaba con alguien como Narcisse.

Se levantó de su asiento.

—Necesito ir al lavabo un momento —anunció, y salió del salón.

Al ir por un pasillo, vio a Narcisse recostado en una pared con un chico del último grado. No lo reconoció. Pasó de largo rápidamente antes de que le vieran y se internó en los baños de caballeros.

Al terminar de hacer sus cosas, quedó frente al lavabo, donde sacó la nota que le dejó Zachary.

«¡Le gustas!» las palabras de Léa, a pesar de no tener gran sentido, seguían rodando por su mente.

—No. No lo dejó por eso —negó con pesadumbre, y suspiró hondo—. Solo le doy lástima.

Afuera del baño se escuchó un pequeño alboroto, con sólo agudizar un poco el oído Michelle pudo reconocer la voz de Zachary. —¡Yu! Eso es asqueroso. Por lo menos ve a un sitio donde nadie pueda verte —exclamó el rubio realmente asqueado aunque el castaño no podía saber exactamente por qué.

Michelle, asustado, rápidamente fue a meterse en uno de los cubículos, cerrando la puerta y subiendo al inodoro para no ser visto. Retuvo la respiración al ver entrar a Zachary.

"Date prisa, por dios, date prisa".

—Estúpido Yu —desdeñó el rubio al entrar al baño—. El idiota no puede pensar racionalmente en cuanto ve un tipo con un buen paquete. Puto. —Fue hacia los urinarios, desabotonó su pantalón para poder orinar—. Al menos podrías tener más sentido común e irte a otra parte menos vistosa, pero no, eres un exhibicionista y te encanta la idea de que te atrapen con el pene de otro hombre hasta la garganta.

Michelle temblaba en su escondite. No solo por la expectativa de que Zachary le encontrará, sino también por lo que escuchaba. ¿Entonces a Zach no le agradaba del todo Narcisse? O Yu, como le llamaba. ¿Por qué estaba con él si no le agradaba?

Un pie de Michelle resbaló dentro del inodoro, y aunque logró sostenerse el pie no pudo evitar hacer ruido ante el desliz. Contuvo la respiración, esta vez temblando de absoluto terror. ¿Y si se equivocaba Léa y Zachary sí era capaz de hacerle algo por su cuenta?

El estudiante mayor se tenso al escuchar ruido. Pensaba que estaba completamente solo, por eso no se molestó en quejarse en voz alta sin ningún tipo de filtro. —¿Quién está ahí? —No recibió respuesta y eso le molestó más. Con el ceño fruncido, golpeó las puertas de los cubículos abriéndolas con fuerza hasta que en la penúltima puerta encontró...

—Michelle...

El castaño estaba pálido, y tembloroso, mirando a Zachary como si fuera un fantasma.

—Y-yo pu-puedo explicarlo... —tartamudeó.

—¡Oye, Zach! —Se escuchó la risa de Yu, la puerta abriéndose pero entonces volvió a cerrarse—. ¡Espérate un momento! ¡Ah! —gimió, y volvió a haber silencio hasta pasado un momento—. Zach, ven acá... ¡Qué te esperes, te digo! —exclamó a su acompañante.

Maldiciendo por lo bajo, el rubio empujó a Michelle al fondo del cubículo para meterse con él y cerrar la puerta antes de que su amigo lo viera. Vio a Michelle abrir la boca pero él acalló cualquier protesta poniendo una mano sobre su boca.

Maniobró con el castaño para poder sentarse en el excusado y a Michelle en su regazo de cara a la puerta de manera que sólo se vieran sus pies bajo la puerta. —No digas nada —susurró contra su oído, aún sosteniéndolo—. ¿Qué quieres Yu?

Yu entró finalmente al baño y al ver uno de los cubículos cerrados, bufó.

—Buena hora te da para cagar. Nos estamos divirtiendo. Apresúrate y ven a unirte. —Tocó dos veces en la puerta del cubículo.

Michelle se tensó, su mano cerrándose en puño entorno al pantalón de Zachary.

—No voy a hacer un trio con tu acompañante de turno. —Rogaba porque no insistiera—. Ya te había dicho que no me gusta tener sexo en el colegio.

—No le hagas caso. —Se escuchó una voz profunda desde la puerta.

Yu chistó, y tocó una segunda vez.

—Zachy, por favor, será divertido. Es más, no tiene que ser en la escuela si no quieres.

—Yu, déjalo ya. Tengo que ir a clases en un momento. —La voz del otro chico sonaba irritada—. Puedo ser suficiente para ti.

—Me gusta compartir —replicó el menor.

Gruñendo, apoyó su frente en el hombro de Michelle. —Bien. Espérame afuera.

—¡Yuju! —Se escuchó un aplauso y el chirrido de los zapatos de Yu al caminar a la puerta—. No te tardes y por favor, límpiate bien.

Michelle pudo escuchar la puerta cerrarse, y solo le tomó un segundo levantarse de Zachary y pegarse a la pared del cubículo. La mirada estaba fija en sus zapatos.

Zach se dejó caer hacia adelante poniendo la cabeza entre las rodillas. —Maldición —murmuró. Al levantarse, fue que se acordó de que Michelle estaba ahí y lo miraba fijamente—. ¿Qué me ves? —le espetó apartándolo de la puerta para salir y lavarse las manos.

Michelle se mantuvo cerca de los cubículos, sin girarse hacia Zachary, temblando. ¿Qué podía decir? No se le ocurría nada, y temía mucho sacar a relucir lo ocurrido con el paraguas o peor, lo que acababa de presenciar. Tampoco podía salir huyendo, Narcisse debía estar ahí fuera. Consideró esperar a que Zach saliera y luego salir él después. En su cuerpo aún podía sentir la extrema cercanía del otro, poniéndole totalmente nervioso.

—No debes decirle a nadie lo que oíste. —dijo Zach mirando a Michelle a través del reflejo del espejo—. Es un secreto a voces pero es preferible que se mantenga así. Sería muy problemático para todos si llegaran a confirmar el rumor.

—S-sí. Claro. Sí. —Asintió repetidas veces—. No diré... No diré nada. —Eso último lo dijo sin gran ánimo, deseando que se marchara ya para él hacer lo propio y olvidar toda esa pesadilla. Otra persona, pensó, podría sobornarles, pero Michelle no tenía la valentía suficiente para atreverse.

Zach no estaba realmente convencido. No podía confiar plenamente en el castaño puesto que había sido víctima de bullying, su víctima de bullying, tuvo que recordarse. No podía confiar plenamente que no diría nada para vengarse de ellos.

Odiándose a sí mismo, caminó hasta Michelle. Aprovechándose de su estatura para intimidarlo, acorralando al joven contra la puerta, habló en un susurró peligroso. —Hablo en serio. Si alguien se entera, sabré que fuiste tu. Si esto se sabe, te involucraré de tal manera que el más afectado serás tu. —Se inclinó apoderándose de la boca de Michelle en un beso rudo, ardiente, salvaje que les hizo cosquillas en el vientre—. ¿Entendido? —dijo con voz ronca.

Michelle tuvo que apoyarse de la puerta, sintiendo las piernas de mantequilla. Ese beso le trastornó, y aunque no quería admitirlo, le dejó con ganas de más. Las mejillas las sentía calientes, y asintió repetidas veces con convicción.

—Sí —dijo con un hilo de voz. De reojo miró los labios de Zachary, pero rápidamente apartó la mirada.

—¡Zachary! —Golpeó la puerta Narcisse, haciendo saltar a Michelle del susto—. Date prisa.

Haciendo una mueca, miró por última vez a Michelle antes de encaminarse a la salida del baño. —Más te vale tener tu culo bien lubricado porque te lo voy a partir —amenazó el rubio en voz alta.

El cuerpo de Michelle se deslizó hacia abajo, hasta finalmente sentarse en el suelo del baño. Los labios le cosquilleaban aún debido al beso de Zachary, y el corazón no dejaba de palpitarle. ¿Por qué había hecho eso? ¿No era mejor con una amenaza acompañada de algún golpe?

«¡Le gustas!» las palabras de Léa otra vez volvieron a revolotear en su mente. ¿En verdad era cierto eso?

Tambaleándose, volvió a ponerse en pie y avanzó hacia la puerta. "¿En verdad...puedo gustarle? Pero él..."

Quería decírselo a Léa y Alphonse, pero tendría que contarles lo demás. Había prometido no decir nada. No, él nunca rompía sus promesas. Respiró hondo, se desvió hacia el lavabo y se mojó el rostro para refrescarse. Tuvo que salir corriendo hacia el salón antes de que alguien viniera.