CAPITULO 4

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Michelle terminó su jornada estudiantil, y luego de pasar una hora extra en la biblioteca, se dispuso a irse a casa. Parándose en la entrada del colegio, no pudo evitar recordar ese día de lluvia en que Zachary le dejó el paraguas. Pensando en ello, no pudo evitar el recuerdo del fogoso beso que el rubio le dio. Logró despistar a Léa y Alphonse. Cuando Narcisse llegó al salón, le recorrió con la mirada buscando...signos de... de algo sin hallar nada. O era bueno ocultando las cosas, o no ocurrió lo que escuchó pasaría. Eso le hizo durar toda la clase sonrojado, distraído por pensamientos que provocaban desde vergüenza a una extraña sensación de molestia que no sabía de dónde venía.

Sacudiéndose esos pensamientos, respiró hondo y comenzó a caminar para coger un bus.

Para su mala suerte, no era el único en la parada de autobús. Zachary también estaba ahí aunque se veía distraído, los ojos azules perdidos en la nada y el ceño levemente fruncido, sin mencionar su aspecto desaliñado. Ahora que no tenía puesto el suéter del uniforme y la corbata, dejaba expuesto su cuello por lo que Michelle podía ver varias manchas sospechosas sobresaliendo del cuello de su camisa. No se dio cuenta de la presencia de Michelle hasta que llegó a su lado, lo miró por un momento con mal humor antes de apartar la mirada, obstinadamente fija en el horizonte. Toda su postura gritaba "tenso".

Michelle no le dio una segunda mirada, sentándose en un banco y logrando un alejamiento entre el rubio y él. No sabía cómo iniciar una charla con Zachary aunque se veía que el rubio no deseaba que le hablaran.

El «le gustas» de Léa volvía a esfumarse de su mente.

Zachary no podía estar mucho tiempo sin decir nada, se sentía incómodo y vulnerable, era obvio que Michelle ya había notado las marcas, intentar esconderlas solo lo haría peor.

—Veo que has cumplido con el acuerdo —murmuró, rompiendo el silencio a duras penas.

Michelle tuvo un sobresalto, no esperando que Zachary le hablara.

—Yo... prometí que no diría nada..., y cumplo mis promesas —dijo, dándole una mirada de reojo.

—Eso espero. —Zachary fingió sentir un escalofrío y se puso el suéter, al menos de esa manera no se sentía tan expuesto.

Pasaron unos minutos en silencio. Michelle carraspeó, pateando una piedrecita del camino.

—No lo he dicho pero... gra-gracias por... tu ayuda ese día que llovió.

Hundiéndose más en la banca, Zachary desvió el rostro para que Michelle no notara su bochorno. —De nada —dijo muy bajito.

Otra vez silencio. Michelle comenzó a zapatear suavemente en ritmo a una canción de moda en ese momento, al tiempo que daba una mirada hacia la carretera.

—Bueno..., em, parece que no vienen buses para acá —dijo, queriendo sacar un tema de conversación. Se comenzaba a sentir incómodo en aquel silencio.

Inclinándose hacia adelante, el rubio se pasó la mano por el cabello. Pensó que ese ambiente tan tenso era ridículo. —Hace un rato escuché hablar de un accidente en la principal. No creo que vengan vehículos por aquí en un rato. —Mirando la carretera, se dio cuenta de que ni siquiera taxis estaban pasando. —Creo que lo mejor será caminar.

Se levantó del banco tomando su mochila, miró a Michelle en una muda petición para que caminara con él. El castaño dudó un instante. Bien, hasta ahora iba todo tranquilo. Supuso que caminar con Zachary no le haría daño. Se levantó y comenzó a caminar, todo con una leve distancia entre el rubio y él.

—¿Puedo preguntarte algo? —Hasta que no dijo las palabras, no se dio cuenta que había hablado. Se quiso dar de topes por no haber pensado antes de abrir la boca.

—Ya la hiciste. —Le hizo gracia el desliz del menor pero no lo demostró. —Hoy me siento de buen humor así que te concederé otra pregunta.

—Ah..., cierto... —Michelle se sonrojó un poco, pero... Temblando levemente, habló. —¿P-por qué...estás con Narcisse? Es..., bueno..., no parece caerte bien del todo —tartamudeó.

Miró a Michelle de reojo, notando su nerviosismo. Tomó la decisión de arriesgarse. —¿Te das cuenta de que es algo muy personal lo que me estás preguntando? —Dejó que Michelle procesara sus palabras antes de continuar. —Quiero algo a cambio de lo que voy a decirte.

Temeroso de que fuera algo peligroso, Michelle negó fervientemente después.

—Sí, sí, n-no. Digo, no hace falta que contestes. Por favor, olvida que te lo pregunté. Tienes razón; no debí preguntar...

—No te haré nada malo. —Tuvo que decir.

Continuaron caminando un poco más sin que Michelle dijera nada, hasta entonces.

—¿Qué... Qué es?

—Responderé todas y cada una de tus preguntas si me entregas tu cuerpo —dijo deteniéndose, un fuerte viento sopló entre ellos agregando dramatismo al momento que estaban compartiendo.

—¡Qué! —Michelle, que continuó caminando un paso, tropezó a punto de irse de bruces con el asfalto debido a la sorpresa.

Fue gracias a Zachary que su cara no golpeó contra el pavimento, el rubio reaccionó con rapidez envolviendo la cintura del castaño con sus brazos, quedando sus cuerpos muy juntos. Con el corazón latiéndole a mil, Michelle poco a poco se irguió, consciente de lo juntos que estaban Zachary y él. Y, santo cielo, la forma en cómo sus cuerpos cuadraban era abrumadora. Al alzar la vista, se dio cuenta de los hermosos ojos azules que hasta ahora no notó Zachary tenía. Tenía un nudo en la garganta, que creció al recordar lo que dijo Zachary.

—Graci... —La palabra quedó cortada en su boca—. ¿Tú...? Creo... Creo que oí mal antes... ¿Qué fue lo que...tú...?

Zachary apretó la cintura de Michelle para hacer fuerza y que volviera a estar correctamente erguido pero no lo liberó. —Tu cuerpo a cambio de honestidad. Es lo que quieres. ¿No? Por eso fue que preguntaste.

La cabeza de Michelle se movió de un lado a otro.

—No. ¡No, no! —Interpuso sus manos entre ellos, tocando el pecho de Zach. —¡Por supuesto que no! Yo... Yo solo quería saber pero no eso. Tú... Tú te acuestas con Narcisse. —Hizo fuerza para soltarse, de pronto asqueado—. Tú estás con él.

—No somos pareja. —En realidad no tendría por qué estarle aclarando eso pero en realidad no quería perder esa oportunidad, era la única manera de llegar a Michelle, aunque sea una vez. Una vez sería suficiente—. No tenemos una relación sentimental y mucho menos exclusiva.

—¿Cómo... sé que no es una mentira para acostarte conmigo?

—...Tendrás que confiar en mí —logró decir después de un momento. Sentía dolor en el cuerpo de lo tensos que sentía los músculos, no podía evitarlo, se sentía acorralado, frustrado... Deseoso.

El angustiante momento se alargó por varios segundos, que se volvieron minutos. Michelle no apartaba su mirada de Zachary, pero tampoco hacia nuevos esfuerzos por zafarse. En un instante iba a hablar, no obstante pareció arrepentirse y calló nuevamente.

Al cabo de un rato, respiró hondo, tomando una resolución.

—Está bien —respondió en un escueto murmullo.

Como si aún no lo creyera, Zachary asintió lentamente. Pensó que lo mejor era darse prisa antes de que Michelle cambiara de opinión, tomando su mano comenzó con un andar bastante rápido por la carretera vacía. No volvieron a intercambiar palabra en el tiempo que les tomó llegar a la casa de Zachary, que estaba a casi 13 cuadras de distancia de la escuela.

Llegaron un poco sofocados y con la respiración agitada, no es como si hubieran corrido todo el trecho pero la caminata rápida que mantuvo el rubio fue suficiente para cansarlos.

—Oye... —Michelle jadeaba. No era bueno haciendo deportes, por lo que tampoco estaba acostumbrado a trotar como prácticamente Zachary le hizo hacer—. ¿por qué... tanta... prisa? —Entre cada pausa, daba una respiración para calmar su corazón desbocado—. ¿Qué pasa?

—No quería que cambiaras de opinión ahora que por fin puedo hacerte mío —respondió de un solo tirón a pesar de que prácticamente se quedó sin aire. Tomó una bocanada profunda de aire antes de enderezarse, a Michelle de un brazo lo condujo hasta la cocina donde sirvió dos vasos de agua.

—... ¿Qué? —Al recibir el agua, lo agradeció y le dio un largo sorbo. Cielos, tenía la garganta seca y aún más con los recientes acontecimientos. ¿Qué acababa de hacer? ¿En verdad estaba en casa de Zachary? Dio un vistazo alrededor, y se giró al rubio nuevamente—. ¿Vives solo aquí? —curioseó, buscando distraer aunque sea un poco su mente.

Sintiéndose más relajado ahora que estaba en la seguridad de su propia casa, Zach se permitió ser más ligero y a su cuerpo relajarse lo que resultó en una divertida idea. —Ah, ah. —Negó, moviendo su dedo índice frente a Michelle—. Lo nuestro fue un acuerdo "quid pro quo". —Una expresión que significa 'una cosa por otra'—. Así que si eres tan amable de acompañarme a mi cuarto, podremos proceder co el acuerdo.

El castaño no se movió. Terminó de beber lo que quedaba de agua en su vaso y lo dejó en el mesón. Respiró profundamente, y se volteó a Zachary.

—Es... Está bien. —Dio un paso, acortando la distancia entre ambos—. ¿Dónde...?

El otro interrumpió su pregunta robándole un beso de improvisto; a diferencia del beso en los baños masculinos, este no era salvaje, apasionado sí pero no había agresividad en ese contacto.

Al separarse, ambos tenían un fuerte sonrojo. —Arriba —murmuró entrelazando su mano con la de Michelle para guiarlo escaleras arriba.

En el segundo piso, llegaron a la última habitación de las tres puertas que estaban en el pasillo. El cuarto era como el de cualquier adolescente; un escritorio con una silla llena de ropa, un poco de desorden aquí y allá, un estéreo, televisor y consola de videojuegos, todo el cuarto estaba decorado azul y blanco.

Michelle estaba nervioso, y se podía notar en sus dedos un poco fríos y temblorosos. Su mochila resbaló hasta caer al suelo, el sonrojo de sus mejillas no había desaparecido.

—Es... bonito —dijo referente a la habitación, salvo que su atención rápidamente fue a Zachary—. Yo... nunca había hecho esto... Quiero decir, nunca llegué...tan lejos con... con nadie y...

El castaño dejó de hablar cuando Zachary se acercó con paso firme, quedando muy cerca el uno del otro. Con movimientos suaves, acarició sus brazos, sus manos subiendo paulatinamente y su rostro acercándose, a un milímetro de sus labios habló. —Tranquilo, no te haré daño. —Lo besó lentamente. Al principio fue lento y tierno pero cuando sintió a Michelle relajarse, el beso se convirtió en algo más apasionado. Sin que se diera cuenta, Zach lo fue empujando hasta que la parte trasera de sus rodillas tocó el borde de la cama haciéndole perder el equilibrio, Zach no perdió tiempo en encimársele al castaño.

Sus labios se movieron comenzando a dar besos en toda la piel a su alcance, sobre todo en el cuello y cerca de la oreja. —Relájate. Esto se sentirá muy bien.

Asintiendo, Michelle respiró hondo y se permitió calmar sus nervios. Cosa levemente fácil, debido a que solo el simple toque de Zach provocaba que su cuerpo reaccionara. Aferró los costados de su cuerpo, poco a poco atreviéndose a que sus manos recorrieran la figura que estaba sobre él.

—Zachary...

«¡Le gustas!». Cielos, si Léa supiera dónde estaba, con quién y lo que hacía, no quería ni imaginar cómo se pondría.

—¿Esto...es algo de...? ¿Es impulsivo o ya tú... lo querías?

¿Cuánto de una conversación podías recordar cuando estabas embriagado de placer? Zachary esperaba que no mucho.

Bajó su mano hasta el pantalón de Michelle, acariciando por encima de la tela el turgente miembro que comenzaba a despertar antes de responder. —Lleva un tiempo en mi cabeza pero fue puramente impulsivo el traerte a mi casa y tomar tu virginidad. —Mientras hablaba, levantó la camisa del uniforme sin desabrochar los botones para alcanzar los pezones de Michelle con su lengua y ponerlos turgentes.

Michelle estaba dividido entre las deliciosas sensaciones que embargaban su cuerpo y la incertidumbre de querer saber más. Resultaba una total locura que estuviera allí, con la persona que durante un gran tiempo ayudó a hacerle la vida de cuadritos, a punto de tener relaciones. Estaba lejos de ser lo que él había soñado.

Como pudo terminó de quitarse la camisa, al tiempo que movió los pies para lograr zafarse de los zapatos. Oh, santo cielo, la lengua y respiración de Zachary encima de él enviaba corrientes por todo su cuerpo hacia abajo, provocando que cada vez más el pantalón se volviera una pieza incomoda.

—Zach... —Nunca se había atrevido a llamarle así, menos en un gemido, y sin embargo fue lo que escapó de entre sus labios.

Sus manos ansiosas buscaron despojarle a él de la camisa, aunque sus dedos temblorosos se volvían torpes con los botones.

Pero Zach detuvo sus manos.

—¡No! —Agarrando ambas muñecas, impidió que continuara desabotonando su camisa—. Es mejor que permanezca con la camisa puesta. —Se inclinó para seguir con su labor de lamer y mordisquear todo el pecho de Michelle, esperaba distraerlo con el descenso de su lengua hasta casi llegar a su pene.

—Pe... —Michelle se calló, prefiriendo no enojar a Zachary. Optó por enfocarse en el toque del rubio, cada vez más ansioso. Levantó la cabeza, queriendo ver lo que hacía el otro, su rostro cada vez más caliente por la leve vergüenza que sentía—. ¿Y... si llega alguien?

Mordió ligeramente el endurecido miembro por sobre la ropa, sacándole un jadeo a Michelle. —Créeme, es mejor para ti no verme sin la camisa. —Soltando una de las muñecas del castaño, bajó su mano para comenzar a apartar el pantalón del chico, revelando así el tesoro que tanto deseaba tener en sus labios—. No es como si nos fueran a decir algo. En todo caso, mi madre no lo hará y mi padre casi nunca está en casa

—Es... —Michelle no pudo decir más al ver a Zachary tomar su miembro. Oh, cielos. Tenía que ser un sueño todo eso; un extraño sueño—. ¿Por qué... no quieres sacarte la camisa?

Zach vaciló ante la pregunta de Michelle. Él demostró un claro desprecio al hecho de que hubiera tenido sexo con Narcisse más temprano esa mañana, no quería arruinar el momento. —Hay marcas de dientes y arañazos por toda mi piel hechos recientemente —respondió antes de tragarse toda la erección de Michelle.

"¿Qué?" pensó el castaño, ya que de su boca no salía más que sonidos entrecortados. No dejaba de rodarle por la cabeza: ¿por qué Zach estaba con alguien como Narcisse? Michelle jamás podría hacerle tamaño daño a su cuerpo.

—Zachary... Oh, Dios... —Sus manos se enredaron en los cabellos rubios, todo su cuerpo temblando debido a las sensaciones que le embargaban.

Por suerte, el día siguiente era sábado y Zachary le insistió a Michelle que se quedara, tendrían tiempo de sobra para hablar, tomárselo con calma y delirar de deseo durante toda la noche sin ser interrumpidos.