Capítulo III
No llorarás
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¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
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Destrozos. El temporal había dejado destrozos en toda la aldea. La esfera de magia, proyectada por Clef, mostraba una imagen que recorría las calles, tal como si fueran recorridas por un dron. Ferio y Fuu observaban con atención cada detalle, desde su lugar, sentados en el trono. Hikaru y Umi permanecían cerca de la puerta de entrada, al margen de la improvisada reunión, pero atentas. Ferio tomaba su cabeza en señal de molestia.
-Y eso no es todo. - dijo Clef, interrumpiendo el silencio que se había producido en la sala. La imagen cambio de repente, mostrando algunos sectores de otras aldeas cercanas a Neo Cizeta.- Los vientos provocaron destrozos en las aldeas vecinas. Incluso llegaron hasta la aldea de Lugset.- Ferio se puso de pie, estaba visiblemente molesto.
-No lo puedo creer... de verdad no lo puedo creer. - dijo mientras caminaba de un lado al otro de la sala. - Esta vez ha ido demasiado lejos... Esas escapadas del palacio...- Levantó la mirada hacia su esposa. - ¿Realmente crees que sólo ha estado jugando con las criaturas de Ascot en los bosques de Céfiro? ¿O es que hay más? - Fuu se encogió de hombros. También estaba molesta. Pero su rostro demostraba mucha preocupación. Después de 10 años de duros entrenamientos, sus poderes aun seguían fuera de control. La razón por la que no había provocado un desastre en todos esos años era que la tenían encerrada bajo siete llaves.
-No tiene caso indagar más en el asunto. Ahora lo importante es llevar tranquilidad a las aldeas y colaborar con la reconstrucción de las zonas afectadas.
-Claro que sí, Clef, yo mismo iré a Neo Cizeta. En cuanto a Himeko, me encargaré de que esto no vuelva a ocurrir. ¡Reforzare su guardia! Así no volverá a escapar…- Hikaru y Umi se miraron, y enseguida supieron lo que la otra pensaba.
-Perdón, Ferio…- Umi se acercó por primera vez al centro de la sala. - Sé que es tu hija y tú decides, pero creo que, justamente, ese es el problema. Sé que lo que pasó fue terrible, que si yo no hubiera estado ahí probablemente hubiera sido una catástrofe. Pero, en cierta forma, quizás fue lo mejor que pudo pasar. Ahora ella sabe que todo lo que le han dicho estos años es cierto, ha presenciado lo que es ese poder destructivo del que tanto le han hablado. Créanme, ella ya lo entendió y se siente muy mal por lo que pasó.
-Quizás… lo haya entendido, pero no puedo correr el riesgo que vuelva a escapar… Yo también desearía que ella conozca el pueblo que va a gobernar algún día, que recorra las calles de cada aldea, así como lo hago yo. Pero se trata de su seguridad... y la de todo Céfiro. - Umi frunció el ceño, por momentos, Ferio parecía un viejo gruñón, que no recordaba que él también había sido un adolescente rebelde. Justo como Clef.
-¿Fuu?- Umi volteó la mirada a su amiga, tratando de apelar a su sentido común. La rubia desvío la mirada. Quizás Umi tenía razón, pero estaba demasiado preocupada para meditar sobre eso en ese momento.
-Fuu, quizás deberías hablar con ella...- continuó Hikaru, acercándose también al centro de la sala. - Ella está en una edad difícil... Y es más difícil aun con la responsabilidad de ser la heredera de todo un reino. - Fuu suspiró. Sus ojos se llenaron de lágrimas, lágrimas que no pasaron desapercibidas para sus amigas.
- ¿De verdad crees que no lo he intentado? - dijo casi al borde del llanto. - Pero ella no quiere hablar conmigo...
-Entonces... ¡hablaremos nosotras!
-Es una muy buena idea, Karu-cham...- interrumpió Umi, antes de que su amiga intente oponerse. - Podrá ser la heredera de un reino y de los poderes de un dios, pero sigue siendo una adolescente. ¿Y qué adolescente quiere hablar de sus cosas con su madre? ¡Menos si es una madre tan gruñona como tú! - acabó diciendo, en un tono burlón, intentando cortar con el clima tenso.
-Chicas...
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El clima afuera seguía siendo algo hostil. Nubarrones negros cubrían el cielo, a la vez que fuertes vientos azotaban el palacio. Observaba por la ventana de su alcoba. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Ese clima le recordaba tanto a aquellos tiempos en los que llegó a Céfiro. De verdad, todo ese tiempo no había sido consciente de todo ese poder que corría por sus venas. Siempre había creído que sus padres exageraban, que ella sabía cómo controlarlo. Suspiró. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Observar el horizonte desde la ventana de su alcoba siempre la hacía sentir como un pájaro encerrado en una jaula. Ella no tenía deseos de estar allí, ella quería ser libre, volar.
Su mente no dejaba de divagar en todo lo ocurrido. Había sido muy estúpida. Jamás debió haber aceptado ir a esa feria. Ahora, no sólo sus padres sabían que sus escapadas no eran tan "inocentes" como un paseo por el bosque, si no que, también, había perdido a la única persona que la hacía sentir a gusto. Si, seguramente Yasir la odiaba. Y tenía razones, después de todo, le había mentido todo el tiempo, toda su vida era una farsa.
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-¿Acaso te das cuenta de que pudiste ocasionar una catástrofe? - dijo, haciendo desaparecer la esfera de magia por medio de la cual le había mostrado imágenes del temporal de viento que había desatado. No gritaba, pero el tono de su voz era suficiente para que ella supiera que estaba en serios problemas. Que sus padres se molesten con ella era moneda común de todos sus días. Pero hacer enfurecer al mago supremo era otro nivel. Gurú Clef estaba parado delante del trono, frente a ella. Detrás de él, sus padres permanecían en silencio. Ya había oído sus retos, como siempre. Pero, claro, con semejante desastre que había ocasionado, no iba a librarse del sermón del mago supremo. Alejada del lugar, Umi escuchaba atentamente.
-Lo sé... – dijo mientras mantenía su cabeza gacha y sus ojos enfocando el suelo de mármol. - No fue mí intención…- Gurú Clef suspiró. Golpeó su báculo un par de veces contra el suelo, al mismo tiempo que daba algunos pasos.
-Sé que no fue tu intención… -dijo bajando un poco el tono de su voz. Aún seguía siendo un hombre de paciencia corta, pero, desde que se había convertido en padre, hacía un esfuerzo sobrehumano para mantener la cordura, sobre todo con sus hijos y las hijas de sus guerreras. – Sé que fue algo que, simplemente, no pudiste controlar. Pero, justamente, ese es el punto… Tú no puedes perder los estribos de esa manera, no puedes dejar que tus sentimientos te dominen por completo…- Himeko se tapó el rostro con sus manos y comenzó a llorar. Enseguida, los vientos, que nunca habían cesado, se incrementaron. Tanto que comenzaron a sentirse dentro de la protección del salón del trono.
-¡Ya basta! - gritó Fuu, mientras se levantaba del trono y corría hacia ella. - ¡Ya deja de llorar! - le dijo, mientras la tomaba por los hombros. - ¿Qué no te das cuenta de lo que ocasionas? - a decir verdad, ella también sentía deseos de llorar. ¿Acaso porque temía lo que el poder descontrolado de su hija pudiera llegar a ocasionar? ¿O por qué le partía el corazón en mil pedazos el sólo verla así? Con sus manos, secó las lágrimas que caían por sus mejillas.
-Debes calmarte, Himeko.- intervino Gurú Clef. Seguir con su sermón no era buena idea en ese momento, no con la niña en un estado que podía descontrolar aún más sus poderes. - Tranquilizante, deja de llorar. Nadie va a retarte, ni a castigarte… sólo quiero que sepas el daño que puedes hacerle a Céfiro y a ti misma.
- Habla por ti, Clef…- interrumpió Ferio. - Estás en graves problemas, jovencita… y lo sabes…
-Ferio, no es el momento. - Clef clavó su mirada en el rey y este, de inmediato, supo que el mago estaba molesto. Suspiró. Odiaba que el mago dejara en claro quien tenía la última palabra en el planeta. Si, él podía ser la máxima autoridad en todo Céfiro, pero era Clef quien tenía la autoridad sobre él. Aunque, cierto era, que hacía ya 10 años que el mago no se metía en los asuntos de estado, que lo dejaba gobernar a su gusto y placer, había cosas que estaban por encima de todo, cosas en las que era irremediable su intervención.
-Ve a tu cuarto, Himeko. Luego hablaremos. - dijo el rey, y Himeko supo que, esta vez, era mejor no desoír las órdenes de su padre
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Hablar... Nunca nada bueno seguía después del "hablaremos". Aunque, claro, esta vez sabía que se lo tenía merecido. Observó las palmas de sus manos. Esos poderes. Esos malditos poderes... ¿Por qué las cosas tenían que ser de ese modo? ¿Por qué el destino las había llevado a Céfiro? Pero... acaso... ¿las cosas hubieran sido diferentes en la Tierra?
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El sol asomaba detrás de las nubes negras, que empezaban a dispersarse. Corrió hacia el balcón, emocionada. Los días de sol no eran algo común en Pekin, por eso se emocionaba tanto cuando el cielo se despejaba. Colocó sus manos sobre la baranda y observó los enormes edificios que se alzaban en el horizonte. Sintió la brisa helada golpear su rostro y jugar con sus rizos dorados. Por alguna extraña razón, sentir la brisa en su rostro la hacía sentir mucha tranquilidad. Escuchó el aire susurrar en sus oídos. Era agradable. Tenía la sensación de que el aire a su alrededor le hablaba, sólo a ella. Era una sensación que tenía desde que tenía memoria.
De pronto, una paloma blanca se posó sobre la baranda del balcón. Gorjeó de una manera que a ella le pareció chistosa. De alguna manera, sentía que le entendía cada uno de esos gorjeos.
-Buenos días, señora paloma. - dijo con una sonrisa y esa amabilidad que la caracterizaba. La paloma volvió a gorjear. - Si, ¡es una hermosa mañana! ¡También estoy contenta de que haya salido el sol!
-¡Himeko!- la niña se sobresaltó al oír la voz de su madre. - ¿Con quién hablas?
-Con la paloma mamá... Mira qué bonita...
-Ay Himeko...- Fuu se encogió de hombros. A su modo de ver, Himeko siempre "hablaba" con todo aquello que se le cruzaba en la calle, así como hablaba con sus muñecas. Lo que ella no sabía era que la pequeña verdaderamente llevaba adelante toda una conversación con las aves que surcaban los cielos chinos. - Ya, ponte los zapatos que se nos hace tarde...
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No, probablemente, las cosas no hubieran sido muy diferentes en la Tierra. Ahora lo entendía. Sus poderes siempre habían estado ahí. Pero, ante los ojos de una niña pequeña, era algo totalmente normal.
Otra vez, esas ganas de llorar, de gritar. ¿Por qué? ¿Por qué no podía ser una adolescente normal? ¿Por qué no podía, simplemente, deprimirse tranquila? Si ni siquiera tenía derecho a llorar, ni a enfurecerse.
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-Lo siento. - dijo de repente, después del largo silencio que se había producido mientras volaban a bordo de Fyula. Levantó la mirada sorprendida y se encontró con los ojos azules de la guerrera. Ella le sonrió, y luego volteó la mirada hacia el mago, quien iba sentado delante de ellas, comandando a la criatura. – pero no podré ocultarle esto a tus padres…- Himeko guardó silencio, mientras apretaba sus puños contra sus piernas, reprimiendo sus ganas de llorar. Claro que lo sabía. Umi y Hikaru siempre habían sido compinches con ella. Solían guardar en secreto sus travesuras y hasta habían obviado algunas de sus escapadas de palacio. Pero esta vez era diferente y ella lo sabía. - De todos modos... quizás ellos ya lo sepan...- Un nuevo silencio se produjo. Después de algunos minutos, Umi puso su mano sobre la suya. - ¿Estas bien? - preguntó con dulzura. Himeko eligió el silencio. Tenía un nudo en la garganta, hasta sentía que se le hacía difícil respirar. - ¿Quieres contarme? - continuó Umi, reconociendo en ese silencio la confirmación de que no estaba nada bien.
-No... no puedo, tía Umi...- dijo sollozando.
-De acuerdo. - Umi quitó algunos mechones que habían caído sobre el rostro de la joven. - Pero quiero que sepas que puedes contarme lo que sea... aun aquellas cosas que no te animas a hablar con Fuu.
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Se dejó caer pesadamente sobre la cama. ¿Qué podía hacer? Seguramente su padre le pondría guardia las 24 horas. Ya no podría volver a escapar. Ni siquiera podría ir a buscar a Yasir para disculparse.
Sintió que llamaban a la puerta. Se sentó rápidamente en la cama. Seguramente sea su padre o su madre para continuar con esa "charla" No sentía deseos de escucharlos. Suspiró.
-Adelante…- indicó, preparando su mente para el sermón. Contrariamente a lo que pensaba, vio ingresar a Hikaru y a Umi. Se sorprendió un poco al verlas. - Mí mamá las envío, ¿No es así?
-No hay manera en este mundo en que tu mamá pueda decirme lo que tengo que hacer…- bromeó Umi, pero Himeko ni se inmutó. Entonces se acercó a ella. - Sólo nos preocupamos por ti, Himeko… ¿Seguro no quieres hablar? ¿Contarnos lo que sientes? - Himeko desvió la mirada. No se sentía cómoda hablando de sus sentimientos, no con ellas, que eran las confidentes de su madre. ¿Qué pasaría si les contara que escapaba del palacio para ver a un chico? A un aldeano común y corriente que, encima era hijo de inmigrantes. Suspiró.
- Sabemos que no es fácil lidiar con todo ese poder que corre por tus venas Himeko. Que no es fácil controlar tus sentimientos. Créeme, también lo hemos pasado. Es por eso que estamos aquí. Se que Fuu pierde la cordura demasiado rápido, pero es que está muy preocupada por ti. Y no, no se trata de alejarte del mundo porque eres la princesa… - Hikaru volteó su cabeza hacia la ventana, cómo indicando que ella haga lo mismo. - ¿Has visto como está allá afuera? - a Himeko se le erizó la piel. No hacía falta que ella diga más, sabía cuál era el punto. Las lágrimas, irremediablemente, cayeron de sus ojos.
- Es que yo… yo no puedo… Yo no soy como ustedes… no puedo con esto… jamás podré…- Hikaru y Umi se miraron. De alguna forma, se veían a ellas mismas a la edad de Himeko, perdidas en un mundo extraño, tratando de aprender a usar sus flamantes poderes.
-Himeko... yo te he visto utilizar tus poderes como nadie, con tan solo 5 años. Claro que puedes... eres más fuerte de lo que piensas, sólo necesitas confiar un poco más en ti. - dijo Umi, acercándose a ella.
-Es cierto, Himeko... Sólo tienes que creer en ti misma... Nosotras podemos ayudar... pero tienes que confiar en nosotras...
-Puedes contarnos lo que sea, Himeko... Y te puedo asegurar que lo que nos cuentes no saldrá de aquí.
-¿Hay algo que te preocupa, Hime-cham? Bueno, además de tus poderes, tu futuro reinado y la gran fiesta que tendrás en unos días...- Himeko volvió a suspirar, esforzándose por contener sus deseos de llorar. En ese momento, no le preocupaba ni su futuro reinado ni la dichosa fiesta. Lo único que le preocupaba era que tanto daño podría llegar a ocasionar con sus poderes y él... Se produzco un silencio que caló en lo más profundo de sus sentimientos.
-La verdad... la fiesta es lo que menos me importa en este momento, tía Hikaru.- se animó la decir la niña. Aunque ya todos en palacio sabían lo mucho que le disgustaba su inminente "presentación en sociedad" Se puso de pie y caminó hacia la ventana. Después de todo, ellas siempre habían sido como un par de amigas más, siempre la habían apoyado. - Yo... yo sólo quisiera ser una chica normal...- Se volteó, permitiendo que Hikaru y Umi vieran sus ojos llorosos. - ¡desearía no tener estos malditos poderes! - continuó, mientras apretaba sus puños. - Sólo quisiera poder divertirme como cualquier otra adolescente, ser libre de salir, hacer amigos... ¡poder enamorarme! - dijo, casi sin darse cuenta, como si sus labios fueran más rápidos que su cerebro. Inmediatamente, sus mejillas se tiñeron de rojo carmesí. Avergonzada, desvió la mirada, como queriendo evitar que ellas puedan leer en su mirada que ella ya había sido flechada por Cupido. Hikaru y Umi se miraron, mientras un nuevo silencio se adueñaba de aquella habitación.
-Himeko…- Umi se acercó a ella y la abrazó. Realmente, era lo único que sentía que podía hacer en ese momento. Después de todo, no había nada que pudiera decir que la reconfortara. Tantas veces se había sentido de esa manera en su adolescencia, pero era algo irremediable, algo que no podía cambiar, simplemente era su destino, no era una chica normal, y sólo quedaba aceptarlo.
Himeko rodeó su cintura con sus brazos. En ningún momento se había dado cuenta cuando necesitaba ese abrazo.
-Es cierto, Himeko. No eres una chica normal. - dijo Hikaru, mientras Umi y Himeko se separaban. - Y es algo que no puedes cambiar, simplemente eres tú. Aquí o en la Tierra, es lo que eres y nada lo puede cambiar. Quizás ahora lo veas como algo terrible, pero te aseguro que, tarde o temprano, te darás cuenta de lo especial que eres y aprenderás a vivir con eso. Cuesta, no voy a decirte que no. Y duele. No te das una idea de cuánto hemos sufrido en el pasado. Créeme, nosotras sabemos lo que estás sintiendo, porque nosotras también lo hemos sentido. - Hikaru se acercó a ella y tomó sus manos. - Pero tú no estás sola, tú tienes a tus padres y nos tienes a nosotras. Y, pase lo que pase, nunca te dejaremos sola en esto.
-¡Por supuesto que no! Sé que es difícil vivir entre cuatro paredes. Pero te aseguro que las cosas mejorarán, sólo tienes que confiar.
-Como si fuera tan fácil. De seguro mí padre ha puesto a toda la guardia real a vigilar la entrada a mí cuarto. - Hikaru y Umi rieron. Si, ella no estaba tan alejada de la realidad.
-Pues, tus padres están preocupados por tu seguridad… y no puedes juzgarlos después de lo que pasó. - comentó Umi, mientras Himeko volvía a sentirse avergonzada. - Siempre intentamos justificar esas escapadas de palacio, seguras de que sólo andabas por los bosques con los amigos de Ascot. Pero… hay más, ¿Verdad? – Himeko se puso pálida. Recordó lo sucedido la noche anterior. Quizás había visto o escuchado algo en la aldea. Quizás sabía que no estaba sola.
-Yo...… no quiero hablar de eso...-…- dijo, nerviosa.
-Si no quieres hablar, respetaremos eso... ¿no es cierto, Umi?- Hikaru le echó una mirada a su amiga, la conocía tanto como para saber que no estaba tan predispuesta a aceptar sus silencios.
-Te propongo algo...- continuó Umi, como si no hubiera escuchado a su amiga. - En dos días será "la gran fiesta" ... Se cuanto te desagrada y te entiendo... odiaba las elegantes fiestas que organizaban mis padres con la gente "bien". Pero también se lo importante que es para Ferio, será la presentación en sociedad de la primera gobernante que acceda al trono por derecho de sangre, todo un emblema del nuevo Céfiro. Por eso... has lo que digan, al menos estos días... Dale el gusto a tu papá de que esta fiesta salga perfecta, la ha estado planeando por mucho tiempo. Luego, nosotras nos encargaremos de hablar con ellos, y te prometo que encontraremos otra manera de mantener tus poderes controlados. ¿No es así, Karu-cham? - Hikaru afirmó con la cabeza.
-Bueno...- titubeó Himeko. Realmente, no estaba muy convencida de que su padre accediera a no tenerla encerrada bajo siete llaves. Pero ¿qué otra opción tenía? Y, después de todo, quizás Hikaru y Umi pudieran convencer a sus padres, ¿Quién sabe? - De acuerdo... aunque no creo que puedan hacer cambiar de opinión al rey de Céfiro. - dijo en tono irónico. Hikaru y Umi rieron. Si, convencer a Ferio estaría bastante difícil, pero no tanto como luchar contra una mujer que tomaba fuerzas de sus dudas y temores. ¿Qué tan obstinado podía ser el gran rey?
-Bien, es una promesa...- Umi levantó su mano, extendiendo su dedo meñique, para que Himeko entrecruce el suyo, como símbolo de una promesa cerrada (y como si tuviera 15 años de nuevo). Himeko sonrió y accedió al pedido.
Después de eso, ambas decidieron que era mejor dejar sola a la niña. Ya habría tiempo de hablar nuevamente y, si no la invadían con preguntas que no quería responder, tal vez, en un tiempo, sea ella misma la que las busque para desahogarse.
Saliendo del pasillo que llevaba a las habitaciones, apenas a unos cuantos metros de la alcoba de Himeko, justo en el claustro donde se encontraba la principal fuente bajo techo, Fuu las esperaba impaciente. Ambas se sorprendieron al verla. Ni siquiera habían tenido tiempo de comentar entre ellas las sensaciones que habían tenido al hablar con Himeko.
-¿Y bien? ¿Qué les ha dicho?
-Fuu... No era la idea contarte lo que hablamos con ella... No vinimos para eso, tú ni siquiera estabas de acuerdo. - Fuu bajó la mirada como niña regañada.
-No seas así, Umi... Ella sólo está preocupada. De todos modos, Fuu, ella no nos dijo nada... Bueno, nada que no supiéramos. Pues... ya sabes... sus poderes, el futuro reinado, la fiesta...
-No quisimos insistir, Fuu... No lograremos nada si se siente presionada.
-No estuvo del todo mal, ella ya entendió de lo que son capaces sus poderes. Y está arrepentida de haber escapado.
-Dale un tiempo, ya no vuelvas a retarla. Ahora más que nunca necesita de tu comprensión.
-Deja las cosas como están por ahora. Después de la fiesta, cuando los ánimos estén más calmados, quizás puedas hablar con ella y llegar a un acuerdo.
-De acuerdo…- dijo Fuu después de meditarlo un buen rato. - No volveré a hablar del tema, aunque la guardia permanente ya es un hecho y no hay forma de cambiar eso… Sólo espero que estén en lo cierto…- termino diciendo, con cierta preocupación. - Debo volver al salón, a supervisar la decoración para la fiesta… ¿Están seguras de que hay nada más de que preocuparme?
-Segurísimas…- Umi respondió lo más rápido posible, como para no sembrar dudas en su amiga.
-Está bien, confío en ustedes…- dijo antes de retirarse del lugar. Una vez que la guerrera del viento ya no estaba en el lugar, Hikaru y Umi se miraron, con cierto nerviosismo.
-¿Crees que estuvo bien asegurarle que no hay de que preocuparse? - dijo Hikaru.
-¿Qué más podía hacer? Es mejor no preocuparla más de lo que está. - un silencio se produjo de repente. Mientras ambas miraban hacia el pasillo por el cual Fuu se había alejado, como si esperaran que ella volviera.
-Tú… ¿Qué es lo que piensas…? ¿Crees que ella…?
-Si, yo también tuve la misma sensación…
-Ella… ¿Está enamorada? Pero… ¿Cómo es posible?
- En dos días tendrá 15, claro que es posible…
- Me pregunto quién será…
-Ella no conoce a nadie fuera de palacio… debe ser alguien cercano… ¿Acaso será Muai? Ellos pasan mucho tiempo juntos.
-Quizás… pero entonces… ¿Por qué teme que lo sepamos? ¿Quizás sea alguien que ella sienta que es imposible? ¿Alguien del personal?
-O, quizás, el problema sea que no es correspondida…
-Oye… ¿Y si realmente no lo conoció en palacio?
-¿Qué?
-Piénsalo, Umi… ella ha escapado muchas veces de palacio, quizás más veces de las que pensamos. Quizás haya conocido alguien afuera… y quizás eso allá ocasionado que sus escapadas se hagan cada vez más frecuentes.
-Uhm… -Umi meditó unos momentos. Recordó la noche anterior, en la aldea de Nueva Cizeta. Cuando las campanadas comenzaron a sonar, entre el alboroto de la multitud, había llegado a escuchar que había una joven pareja que había logrado ganar un juego considerado imposible. Luego, con el desastre ocasionado por los poderes de Himeko, no se había detenido a pensar ni a relacionar ambos hechos. Pero… ¿Y si ella no estaba sola allí? - Bueno... quizás estes en lo cierto, no es algo descabellado... En ese caso... ¡si Ferio se llega a enterar!
-No debemos apresurarnos a los hechos... Tenemos que saber si nuestras sospechas son ciertas.
-¿Acaso crees que ella confiará en nosotras para contarnos?
-Debemos encontrar la manera de que lo haga...
