Capítulo 3
POV Fate
Hace dos años
Me encontraba sola en casa. Ya había terminado de hacer mis tareas escolares mientras mi madre y hermana volvían a casa. Mi hermana Alicia tenía una prueba práctica en el laboratorio donde trabajaba nuestra madre. Después de haber terminado su carrera de investigadora científica, nuestra madre, como directora adjunta de la empresa, le ofreció la posibilidad de hacer un experimento para obtener un puesto vacante allí. Habría varios candidatos y ella tendría que demostrar ante todos que merecía ese puesto más que el resto. Mi madre no votaría, ella se quedaría al margen por razones obvias. Yo confiaba en mi hermana y sabía que lo conseguiría. Había estudiado mucho para llegar hasta allí.
Flashback
- No la necesitas, pero suerte, hermana. –le sonreí.
- Gracias, enana. –revolvió mis cabellos y reí– Ya verás que lo consigo. Los dejaré con la boca abierta. –chocamos los cinco.
- Fate, vendremos en cuanto termine la prueba, ¿vale? –me habló mi madre y yo asentí– Ten cuidado hasta entonces y termina tu tarea, cariño. –me dio un beso en la cabeza.
- Sí, madre. –sonreí por el beso.
- ¡Nos vemos luego! –se despidieron ambas y yo alcé la mano en despedida.
Fin Flashback
Miré mi reloj. Se estaban retrasando demasiado. Quizás los otros candidatos también eran realmente buenos. Me dirigí a la cocina y saqué del refrigerador las verduras para comenzar a hacer la cena. Seguro que llegaban agotadas, así que les vendría bien tener la cena ya lista y servida. Sonreí y comencé a cocinar.
…
Ya tenía la cena preparada. Sólo quedaba servirla. El trabajo de nuestra madre estaba lejos, pero no esperaba que tardaran tanto en regresar. Me senté en el sofá y aguardé por ellas. No sé cuánto tiempo pasó cuando escuché unos golpes en la puerta. Me había quedado dormida viendo la televisión. Di un salto y corrí, pensando que querían darme una sorpresa. Sonreí de inmediato y abrí la puerta sin siquiera ver por la mirilla de quién se trataba. Mi sonrisa murió en mis labios en cuanto vi a dos oficiales de la policía y a una mujer con una carpeta.
- ¿Fate Testarossa? –asentí muy lentamente mientras un nudo en el estómago se instalaba.
- Fate, soy Leti Lowran, asistenta social. –se agachó hasta quedar a mi altura– Tienes que acompañarnos.
- No. –dije de inmediato– Estoy esperando a mi madre y hermana. Madre siempre dice que no vayamos con desconocidos. –los tres adultos se miraron entre sí antes de mirarme con compasión y tristeza.
- Fate… –me habló suave de nuevo la asistenta social– Ha habido un accidente en el laboratorio donde trabaja tu madre Precia. –abrí los ojos como platos y comencé a negar.
- No, no, no. Eso no es cierto. Ella y mi hermana fueron a hacer una prueba. Están a punto de llegar. –miré mi reloj de pulsera y marcaban más de las tres de la madrugada– No… –los miré con terror y la asistenta social puso una mano en mi hombro.
- Acompáñanos, por favor. –asentí levemente– Tomemos una chaqueta, ¿vale? Hace frío. –me acompañó hasta mi habitación y tomé mi cazadora.
Esa mujer trató de darme confort dejando su mano en mi espalda. Me estaba empezando a poner nerviosa. Había sido tan impactante la información que no supe preguntar ni hablar. Estaba en shock.
- ¿Dónde están mi madre y hermana? –pregunté al subir al auto con ellos.
- Hablaremos cuando lleguemos, Fate. –me dijo suavemente.
El camino se hizo en completo silencio. Llegamos a un edificio donde había muchas personas corriendo de un lado para otro. Había otras que lloraban desconsoladamente. Me llevaron a una habitación donde había una mujer con ojos bicolor.
- Hola, Fate. –me sonrió cálidamente– Me llamo Olivie Sägebrecht. Soy psicóloga infantil. –ladeé la cabeza sin entender.
- ¿Qué es lo que pasa? ¿Dónde están mi madre y hermana?
- Vamos a sentarnos, Fate. –me señaló un amplio sofá y ambas nos sentamos. Ella miró por unos momentos a la asistenta social antes de dedicarme toda su atención– Como te habrá comentado Leti, ha habido un accidente en el lugar de trabajo de tu madre. –asentí– Aún desconocemos cómo ha ocurrido, pero hubo una gran explosión. –abrí los ojos como platos– Nadie ha sobrevivido, Fate. Lo siento mucho.
- No. –comencé a negar– No. Eso no es cierto. Mi madre y hermana tienen que estar ya en casa y estarán preocupadas por mí al no verme allí. –me puse en pie para salir de allí, pero la rubia me detuvo.
- Fate… –me llamó con tristeza– Ellas no están en casa… Ellas no… –la interrumpí.
- ¡No! ¡Ellas no están muertas y van a volver! –grité.
- ¡Fate! –la psicóloga me abrazó y, aunque me resistí, acabé cediendo y llorando desconsoladamente hasta caer dormida.
…
Desperté de un sobresalto pensando en la horrible pesadilla que acababa de tener. Recorrí con la vista la habitación donde me encontraba. No era mi hogar. Miré a mi alrededor y encontré a la psicóloga durmiendo en una silla. Apreté las manos en forma de puños y cerré los ojos, tratando de contener el llanto. No había sido una pesadilla, había sido real. Mi madre y hermana estaban muertas. Di otro sobresalto al sentir una mano en mi hombro.
- Hola, Fate. –me dio una leve sonrisa y se sentó a mi lado– Estaré a tu lado todo el tiempo. No puedo devolverte a tu familia, pero te ayudaré en lo que pueda a sentirte mejor. –no dije nada y me abracé a ella para llorar de nuevo.
- ¿Qué pasará conmigo ahora? –pregunté cuando logré calmar mi llanto.
- Hemos encontrado al único familiar que tienes. Tu tío se hará cargo de ti. Ha viajado desde Midchilda para venir a buscarte. A partir de ahora vivirás con él.
- ¿Mi tío Jail?
- Sí. –un escalofrío recorrió mi columna vertebral.
…
Mi tío vino a buscarme y me abrazó para darme consuelo. Un consuelo fingido. Me sentí muy incómoda. Mi madre y él nunca se habían llevado bien. De hecho, no se hablaban porque los métodos que tenía él para educar a sus hijas no eran los apropiados. Una vez que dimos sepultura a mi madre y hermana, recogimos mis pertenencias de la casa y nos fuimos. La casa se la quedó el banco ya que aún no estaba pagada y yo no tenía dinero para hacerlo. Mi vida se había esfumado de un plumazo. Al llegar a casa de mi tío, me ubicó en una habitación compartida con una peli morada chica a la que había dado acogida porque sus padres habían muerto. La chica tenía una mirada cálida y gentil.
- Hola, me llamo Ginga. –se presentó– Espero nos llevemos bien.
- Soy Fate. –me presenté yo también– Igualmente.
…
Ginga se convirtió en mi amiga en aquel lugar. Era la única, junto a mi prima Cinque, que me cuidaba y trataba bien. El resto, me pegaba e insultaba, al igual que mi tío Jail. Era una verdadera tortura.
Hace un año
Ginga y Cinque por fin habían entrado a la universidad, lo que significaba que no volverían a pisar esa maldita casa. Desde hacía dos meses estaba sola con todos los demás. No tenía a nadie nuevamente.
Flashback
- Fate, te sacaré de aquí tan pronto como sea posible. Te lo prometo. –me había dicho Ginga antes de irse a la universidad.
- Vendremos a por ti. –me confirmó mi peli plateada prima– Aguanta un poco nada más.
- Lo intentaré. –hablé no muy convencida– Os echaré de menos. –nos abrazamos y nos dijimos hasta pronto.
Fin Flashback
Desde que se habían marchado, aquello se había convertido en un infierno. Era incluso peor que antes. Cinque era la debilidad de mi tío Jail. Estaba muy furioso de que se hubiese ido a la universidad con Ginga, así que lo pagaba conmigo y se desahogaba pegándome. No podía quedarme allí por más tiempo, así que tomé una mochila, metí algo de ropa y cogí el sobre con el dinero que me habían dejado Ginga y Cinque en caso de emergencia. Me marché. Lo primero que hice fue ir a la biblioteca pública. Me senté frente a la computadora y, gracias a que sabía las claves de mi tío Jail, envié una solicitud a mi actual escuela solicitando el traspaso a mi anterior escuela. Volvería a Uminari. Ese era mi hogar y siempre lo sería. Una vez que lo hice, me marché de allí. Tomé el primer tren con destino a Uminari. Había pasado un año ya desde que estuve aquí por última vez. Paseé por las calles y todo seguía igual. Entré en un supermercado y compré algo de comida. Estaba hambrienta. Tenía que buscar un lugar en donde refugiarme. Podría usar el dinero que me quedaba, pero entonces ya no tendría nada que llevarme a la boca. Caminé y llegué al cementerio. Visité las tumbas de mi madre y hermana y me senté allí, junto a ellas. Comencé a narrarles cómo me había ido la vida sin ellas hasta que las lágrimas brotaron de mis ojos y me dormí allí mismo.
- ¡Eh! ¿Qué creen que están haciendo? –di un sobresalto al escuchar esos gritos– ¡Deténganse! –miré y me habían robado mi mochila con la ropa y dinero.
- ¡Ladrones! –grité corriendo tras de ellos.
Gracias al cielo, siempre fui muy rápida, así que pude darles alcance. En cuanto vieron que les pisaba los talones, tiraron la mochila y siguieron corriendo. Agarré la mochila y revisé que estuviera el dinero. Suspiré aliviada al encontrarlo.
- ¿Estás bien? –me volteé al escuchar esa pregunta.
- Sí. Gracias. De no haber sido por tu grito, me habrían robado.
- No hay de qué. –me sonrió la castaña chica– Tienes que tener mucho cuidado. Las calles son peligrosas. No puedes fiarte de nadie. –asentí– ¿Por qué estabas durmiendo aquí? –ladeó la cabeza.
- Estaba muy cansada. Me senté por un momento y me dormí.
- Entiendo. Ten más cuidado la próxima vez.
- Gracias…
- Soy Hayate. Hayate Yagami. –extendió su mano en forma de saludo.
- Fate. Fate Testarossa. –acepté el saludo.
- Cuídate, Fate-chan. –me sorprendí al ser llamada así, pero mi pecho se llenó de calidez– Vigila tus espaldas. Vivir en la calle es duro y difícil.
- Lo haré. Gracias, Hayate. –comenzó a caminar, pero el viejo bastón que llevaba, se rompió y cayó al suelo– ¡Hayate! –acudí en su ayuda– ¿Estás bien? –la ayudé a ponerse en pie.
- Sí, no te preocupes. Estúpido bastón. –se sentó en un banco y se dio un masaje en la pierna– Estoy bien, Fate-chan. Puedes irte. Gracias.
- Pero…
- Vete. Está oscureciendo y será peligroso para ti. Cuídate.
Me marché, pero mi conciencia no estaba tranquila, así que regresé y volví a encontrarme a Hayate en el suelo, tratando de incorporarse para sentarse en el banco.
- Apóyate en mí. –dije al llegar a su lado y ella me miró sorprendida– Te ayudaré. Es lo menos que puedo hacer para devolverte el favor. –le sonreí.
- Gracias.
Hace nueve meses
Desde ese momento, nunca más nos separamos. Me gasté el dinero en conseguirle un bastón nuevo y en comprar algo de comida. Mi corazón se alegró de haberlo hecho porque Hayate fue realmente feliz. Nos hicimos amigas. No. Era más que eso. Hayate se había convertido en mi única familia. A veces nos daban comida y ropa vieja en algunos refugios y había albergues donde podías ducharte una vez a la semana.
Me incorporé a mi vieja escuela. La directora Harlaown fue muy amable cuando fui a hablar con ella para explicarle que mi familia no tenía para comprarme los libros, así que ella me los consiguió de inmediato y me hizo saber que podía acudir a ella siempre y cuando lo necesitara. Fuera lo que fuese. Los alumnos eran crueles y rápidamente me convertí en el centro de las burlas, especialmente de dos chicos.
Hace dos meses
Eran los dos últimos meses de escuela. Lo único que tenía que hacer era sobrevivir a ese infernal lugar para poder ir a la universidad con una beca completa. Si lo conseguía, podría ayudar a Hayate. Conseguiría un empleo a medio tiempo y se lo daría a ella. Esa era mi meta. Hayate era mi familia y me había cuidado y protegido todo este tiempo. Tenía que devolverle todo lo que había hecho por mí. Estaba cansada de causarle problemas. Sabía que algo me pasaba en la escuela, pero nunca le conté que me hacían bullying. Habría sido más humillante aún. Recorrí el pasillo para guardar los libros en mi locker cuando me di cuenta de que los objetos de mi desgracia, se encontraban allí con esa cobriza chica. No entendía cómo una chica tan hermosa podía estar rodeada de gente así. Pensé que había logrado pasar desapercibida, pero en cuanto vieron que abrí mi casillero, se acercaron y me tiraron todos los libros al suelo.
- Vaya, parece que se te han caído los libros. Deja que te ayude. –tomó uno de mis libros y lo tiró a la basura.
- ¡No! ¿Qué haces? –exclamé mientras corría a sacar el libro de allí.
- Esos libros deben estar en la basura. Y tú también. Apestas. ¿Le tienes miedo al agua o qué? ¡Báñate de una vez! Llevas varios días así y tu olor es desagradable, así como tu presencia. ¡Apestas! –me derramó su botella de agua sobre mi cabeza y comenzó a reír. Si supiera el valor que tenía esa agua para mí.
- Eh, mira esto, Kurt. –tomaron la fotografía que yo tenía en la taquilla y comenzaron a pasársela entre ellos.
- ¡Devuélvemela! –exclamé al borde de las lágrimas pensando en lo que podrían hacer con ella.
- Oh, la bebé apestosa va a echarse a llorar.
- Veyron, Kurt, ya déjenla y vámonos. –dijo la cobriza chica tratando de alejarlos de ella. Quizás no era como ellos.
- No, no. ¿Cómo puedes decir eso, Nanoha? La estamos pasando bien, ¿no es así, Fate? –sonrió de lado el peli gris– Mira esta fotografía. –le dijo, lanzándola hacia ella. La tomó entre sus manos y la miró– Rómpela, Nanoha. –le pidió y me estremecí.
- No… –tembló su voz y me miró. Yo negaba una y otra vez– Es sólo una fotografía. –habló de forma dura e indiferente– No merece la pena. –iba a soltar la fotografía, pero el peli gris tomó su muñeca con fuerza.
- He dicho que la rompas. –le ordenó y le susurró algo más antes de soltarla con brusquedad.
- No lo hagas, por favor. –le pedí a la chica con lágrimas en mis ojos. Esa fotografía era lo único que me quedaba de mi madre y hermana. Alternó la vista entre la fotografía y yo– Por favor. –le supliqué. Cerró los ojos por un momento y rompió la fotografía– Nooooooo. –un gutural grito salió de mi garganta antes de romper en llanto.
- Puedes pedirle que te dé otra más nueva. Es una simple fotografía. –habló nuevamente con dureza.
- ¿Qué pasa aquí? –la directora llegó– A mi despacho ahora mismo, Takamachi-san. –se acercó a mí y me ayudó a ponerme en pie– Acompáñame, Fate-chan. Vayamos a darte algo caliente que te ayude a calmarte. –me habló con tremenda dulzura.
En la actualidad
Después de ese día, no volví a acudir a la escuela. Había perdido la fe en la humanidad. No le encontraba sentido a mi existencia. No le encontraba sentido a nada. Era una carga para Hayate también. Era una basura y siempre lo sería. Aunque consiguiera esa beca completa, en la universidad seguirían haciéndome bullying porque seguiría vistiendo con harapos. No quería seguir viviendo así y no quería ser una carga para nadie, nunca más. Agarré los bisturís que había encontrado y me senté. Hayate había ido a buscar comida, así que era el momento perfecto, pues tardaría en regresar. Era una noche bastante fría a pesar de la época del año en la que nos encontrábamos. Miré hacia el cielo que ya estaba oscureciendo y dejé mis lágrimas.
- Lo siento, mamá, hermana. No puedo seguir así. No quiero seguir. –cerré los ojos– Lo siento mucho, Hayate. –y en sincronía, corté mis dos muñecas.
vikylogue: Gracias por tus palabras. Me alegra saber que después de tantos años, sigues aquí leyendo mis historias y disfrutándolas. ¡Ojalá sea así siempre! Hoy te traigo la versión de Fate para ir encajando las piezas en esta historia. Habrá que esperar al siguiente capítulo para saber qué ocurre con Fate: si llegaron a tiempo o, por el contrario, llegaron demasiado tarde.
Saizoh: Bueno, en esta ocasión traje la versión de Fate. Era importante conocer toda la historia antes de continuar y saber si habrá sobrevivido o no... Tienes razón, Fate siempre es la que más sufre en los fics, quizás porque en la serie sufrió y resistió. ¿Habría sido capaz Nanoha de resistir lo que aguantó Fate? Y sí, ya te estás adelantando a los hechos y aún no sabemos si va a sobrevivir xD Ve más despacio. Todo a su debido tiempo. Si sobrevive, quizás no quiera saber nada de Nanoha. Quizás se queda con Hayate, que fue quien la cuidó y protegió... Todo a su debido tiempo, mi querido amigo. Todo a su tiempo...
