Bélgica espera a España en el aeropuerto de Berlín, en las llegadas, puesto que le ha pedido que venga ESPECÍFICAMENTE para esto y sale de llegadas hablando con alguien random tan animadamente.
Bélgica se ríe un poco, haciéndole una seña con la mano. España saluda, dando saltitos y luego se despide de quien estaba hablando, antes de salir corriendo y abrazarla y darle besos como si hiciera mil años que no la ve.
Bélgica sonríe y piensa por ahora que esto ha sido buena idea, abrazándole de vuelta muy contenta de verle.
—Holaaaaaa!
—¿Cómo estás?
—¡Bien! ¿Y tú? ¡Mira que guapa estás! —se separa un poco y le hace dar una vuelta como bailando para mirarla de arriba a abajo.
—Tú también te ves bieeeeeen! —La da, haciendo volar el vestido.
España la abraza de la cintura otra vez y se ríe.
—Vamos por comida... ¿ya comiste?
—¡No! Me han dado una porquería de sándwich de mantequilla en el avión, vamos a por algo mejor.
—Di que te han dado algo —Bélgica se ríe tomándole del brazo.
—Ugh, vamos, vamos... ¿cuánto rato tienes? ¿Tienes reunión esta tarde?
—Sí, pero le dije a Alemania que tenía algo personal que hacer y... Sabe que voy a llegar un poco tarde.
—Vale, vale, es que Prusia me está pidiendo que le diga en que puñetero segundo voy a llegar porque he quedado con él luego, ya que estoy aquí.
—Ya, ¡ya me lo ha dicho hace rato! Casi viene conmigo.
—Ugh —se ríe.
—Pero... quiero hablar contigo yo de... una cosa.
—Sí, eso me has dicho... ¡Y me estoy haciendo todas las historias! ¿Estás embarazada? Como estés embarazada y me lo digas a mí y a Romanito no, me va a matar.
—Uy... No que yo sepa, pero... No me líes más la vida que lo que te quiero contar es complicado de por sí.
—Pero ya basta de misteriooooo
—Oh, venga, deja contarte bien... sentados, después de comer...
—¿DESPUÉS?
—Vaaaale, vale... te... es que necesito tu ayuda —Bélgica se ríe.
—¿Para?
—Hacer una cosa... seguramente también necesitaré la ayuda de Romano, pero pensé que tú... serías más fácil de convencer.
—¿El qué?
Ella se detiene de caminar y suspira. Él la mira, deteniéndose también.
—Vaaaale, te lo cuento ahora —saca una cajita de su bolsillo y se la extiende—. Quiero pedirle a Alba que se case... en realidad había pensado pedirle formar un clan, pero no estoy segura aún...
España parpadea y parpadea otra vez... y parpadea otra vez.
—Y ya, ya sé lo que vas a decir, que él es el chico y yo la chica y debería ser al revés, pero ojalá... pudieras ignorar ese punto.
—No, es que... ¿no es que él no quiere? Siempre dices eso. Además, ¿quieres casarte con alguien que no quiere venir a vernos nunca? Si ya te vemos súper poco.
—Sí que quiero casarme con él y sí... él no quiere. Y es algo que nos tiene tensos últimamente. Pero... estuve pensando y me di cuenta de que ni siquiera he tenido aún los pantalones para pedírselo con todas sus letras y que me diga que no.
—Pero ¿para qué vas a pedírselo si sabes que te va a decir que no?
—No, no sé si me va a decir que no, pero lo justo es que, si es algo que yo quiero, sea yo quien lo pida.
—Pero... Belbel...
—¿Quéeeee? Venga, ¿no es este el temor de todos los hombres al proponerle matrimonio a la chica?
—¡No! Es que te va a decir que no... y vas a llorar y...
—Quizás... o quizás me diga que sí.
—Vamos a tomar una cerveza ahí —La mirada...
—Vamos, vamos... pero de verdad no me veas así como si... necesito que me ayudes, de verdad, pude haberle contado esto a mucha gente ¡y decidí contártelo a ti por algo!
—Es que... ¿qué quieres que haga?
—Que me ayudes, que físicamente me ayudes a preparar esto, a montarlo, a pensar que será mejor.
El español aprieta los ojos.
—Si no quieres puedo pedírselo a alguien más
—Es que... Es que no puedo ayudarte a hacer algo que creo que va a salir mal, mi vida —le toma las manos—. Creo que te va a romper el corazón y... no quiero.
Bélgica le mira unos largos instantes.
—Está bien —se humedece los labios, y baja la mirada, girando la cara—. ¿Cómo está Vati?
España aprieta los ojos.
—Vas a pedirle ayuda a alguien más, ¿verdad?
—Por supuesto. Si no puedo contar contigo, lo entiendo. Alguien más querrá ayudarme. Y si nadie más quiere, lo haré yo sola.
—¿A-A... quién? Es que no es que no quiera...
—No lo sé... a Seychelles, o... a France. No quisiera pedírselo a él, la verdad. Y si tú no quieres ayudarme menos querrá Romano. Quizás... debí ir con Veneciano.
—Es que... es que no es eso... Belbel... y si... hazlo en casa, ¿vale? Le traes un día a comer y se lo dices. Y si te dice que no, le patearemos las pelotas ahí mismo.
Bélgica niega con la cabeza.
—Y estaremos ahí para ayudarte y consolarte.
—Quiero algo bonito que le guste, quiero montarlo de tal forma que a él... le guste también. No quiero que estés tu ni que esté Romano ¡ni que me consuelen! —aprieta los ojos—. No entiendo por qué cada vez quiero que entiendas esto y cada vez es como si... es que ni siquiera sé por qué te lo pido. Por idiota.
—Es que lo que yo no quiero es que vaya a hacerlo a... el otro lado del mundo en una playa a la puesta de sol y tengas que venir a casa corriendo y llorando o tengas que esperar a que vayamos por ti, sola y con el corazón roto.
—Quiero dejarte claro desde ahora que si no me dice que sí, no voy a terminar con él.
—¿Qué?
—Que esto no es todo o nada... si no quiere casarse, seguiremos como hasta ahora y ya.
—¿Hasta cuándo? Tú sí quieres casarte, quieres un chico normal, que te quiera, no un egoísta que no es capaz de hacer ni un pequeño sacrificio como esto por ti. ¿Y todo por qué? ¿Por miedo? ¿Eso quieres? ¿Un cobarde egoísta?
Bélgica suspira.
—¿Y qué? ¿Vas a ser toda la vida la tía guay de Vati... y nada más? Si ni quiera es capaz de admitir que vive contigo. Solo quiere acostarse contigo y si un día encuentra algo mejor... ¿Por qué si no iba a no querer comprometerse?
—Porque no le gustan esas cosas... Esto no tiene caso. De verdad... Estás desde ya pensando que esto va a salir mal y va a ser un desastre y un montón de cosas... que es un egoísta, que blablabla
—Es la verdad. No es por ser cruel contigo, pero...
—No, sí es por ser cruel conmigo. Estás... te esfuerzas tanto en echarle a él mierda, que el que acaba por ser decepcionante eres tú.
—No estoy echándole mierda, ¡estoy intentando protegerte!
—Lo siento, España... pero esto, así no funciona. Y no quiero pelearme contigo, pero... no funciona. Estoy harta de que creas que soy tonta y que solo me ha encandilado... pero en el fondo merezco algo mejor.
—No creo que seas tonta, pero...
—Ah... ¡Hay un pero!
—Pero sí creo que estas encandilada.
—Llevo años encandilada... esto no es nuevo.
—Pues... sí, pero por eso...
—No, ¡lo que quiero demostrarte es que no estoy encandilada! España... ¿no crees que quizás deberías considerar la ínfima opción de que quizás los que no le están juzgando bien son ustedes? Todos tenemos lo nuestro, ¿sabes? Tu propio... tú no te casaste con Romano normalmente. ¿Y qué pasó? Nada... no estoy intentando juzgarte a ti o a Romano. Romano te trata fatal a veces y yo no me meto... tú te vas por días y le dejas aquí, ¡y tampoco me meto entre ustedes dos! ¿Por qué no puedes solo rendirte y aceptar que... sí, estoy enamorada de este tipo que no les encanta, pero me hace la persona más feliz del mundo?
—Es que no es juzgar el comportamiento de un día, esto es reiterado. Y no es que te diga que le dejes, Belbel, pero... ¿matrimonio? Tú dices que no le vas a dejar si dice que no, pero ¿y si te deja él?
—Si me deja... él. No va a dejarme por pedirle matrimonio.
—Eso no lo sabes, tal vez es la gota que hace colmar el vaso.
—No hay vaso que colmar... es una propuesta y puede decir que no. Y si dice que no... encontraremos la forma.
—¿La forma de qué?
—De seguir juntos, sin estar casados. En serio... eres tan DENSO.
—No soy denso, pero... es que no veo como...
—¿No ves cómo... pudiéramos seguir juntos si me dice que no?
—No veo cómo te vaya a salir bien esto.
Bélgica hace los ojos en blanco.
—Vale... está bien. ¿Cómo está Vati? —insiste.
España suspira y va a empezar a contarle porque no quiero alargar la discusión más de lo indispensable.
