- Tranquilo - dijo, poniendo la mano sobre su hombro, mientras permanecían sentados en las escaleras del templo - Todo estará bien

- Eso espero - respondió, mirando el suelo

La puerta se abrió y Miroku emergió, al mismo tiempo en que los dos se ponían de pie

- ¿Cómo está, joven Miroku?

- Estará bien - respondió, sin darse cuenta del alivio en el pecho del hanyo - La maldición no avanzó demasiado, gracias a que usted elimino rápido el veneno, señorita Kagome

- Que alivio - suspiró, sonriendo - ¿Ves Inuyasha? Te dije que todo estaría bien...

- Con que tú eres Inuyasha - sonrió el monje

- Si, soy yo, ¿Por qué? ¿Algún problema?

- Inuyasha... - dijo entre dientes

- No, para nada - respondió, sin perder la sonrisa - Es sólo que he escuchado tu nombre bastante seguido, vives cerca de la aladea de la señorita Kikyou, ¿no es verdad?

- Parece que estas bien informado, monje - entrecerró sus ojos

- Discúlpelo - intervino - Inuyasha siempre tuvo un carácter... complicado

- ¡¿A que te refieres?!

- No se preocupe señorita Kagome, puedo darme cuenta de que no es una mala persona - giró, dirigiéndose a la puerta del templo nuevamente - Iré a ver como sigue el niño, si necesitan algo, pueden entrar con gusto

- Se lo agradezco muchísimo, de verdad

- No hay de que - les dio una última sonrisa, ingresando al lugar

Los recuerdos que nos unen...

Volvieron a sentarse, uno al lado del otro, sin emitir palabra durante unos momentos

- ¿Cómo has estado? - ella decidió romper el silencio

- Bien - respondió, tratando de no mirarla - ¿Y tú? Hace... mucho tiempo que no percibía... digo, que no te veía por aquí

- Bueno - sonrió, mirando el suelo - La verdad es que... he pasado mucho tiempo en mi región, quizás más del que hubiera querido - lo miró, notando su leve incomodidad - Te ves exactamente igual que la última vez que te vi - rio

- Oye... - la miró - Eso no suena muy bien que digamos

- Para mi si - tomó su oreja, acariciándola con la yema de sus dedos

- ¡Adivina quién soy! - unas pequeñas manos tomaron sus orejitas de cachorro, haciéndole cosquillas con las yemas de sus dedos

- ¡Oíd! ¡Kagome, suéltame! - quitó las manos de la niña

- ¡El último en llegar a dónde están mamá y Kikyou es un debilucho! - pronunció con su voz chillona, mientras comenzaba a volar

- ¡No se vale! ¡Ni siquiera me esperaste! - comenzó a correr tras ella

- Tonta - sonrió, disfrutando del contacto - ¿Por qué nunca volviste a verme?

Aquella pregunta abandonó sus labios mucho antes de que su mente se percatara de que la había pronunciado. Tomó por sorpresa a la mujer, quién, apartando su vista y su mano, respondió con una voz temblorosa

- No podía... permanecer en esa aldea... Hoshiyomi nos lo prohibió... de la misma manera en la que le prohibió a mamá visitar a Kikyou

- Sin embargo, tú nunca dejaste de verla - respondió, desviando la mirada - Lo sé, porque... Kikyou siempre me buscaba, luego de que te ibas, para decirme como te encontrabas

¿Tú también estuviste pensando en mi todo este tiempo?

Su pecho se estrujó al escuchar aquellas palabras, al mismo tiempo en que su mente viajó al momento exacto en el que había decidido alejarse del lugar y de Inuyasha, sin embargo, aún no era el momento para que él lo supiera, quizás con el tiempo...

- Inuyasha... - tomó su mano, provocando su sorpresa y sonrojo - Lo lamento mucho, pero... aquí estoy - sonrió

Sus orbes dorados recorrieron el cuerpo completo de la mujer, desde sus brillantes ojos castaños, hasta su perfecta figura, enmarcada con ese pequeño traje, que resaltaba a la perfección sus hermosas curvas. Nuevas sensaciones comenzaron a recorrer su mente y cuerpo, sensaciones que iban de la mano con aquellos sentimientos que guardaba desde que era un pequeño niño y ella su mejor amiga

Se acercó más a él, apoyando su cabeza en su hombro y llevando la mano de él, la cual seguía sosteniendo, a su pierna, causando que el rubor del hanyo incrementara notablemente ante el contacto de su piel desnuda

- ¿Recuerdas cuándo contemplábamos las estrellas?

- S... si - suspiró para sus adentros, desviando la mirada de ella y posándola en el cielo, rezando para que aquellos recuerdos calmaran la sed de su cuerpo

- Algún día dominaré el poder de las estrellas - dijo la pequeña niña, sentada a la orilla del pozo

- ¿Pero tú no eres la de los diamantes? - la miró confundido - Entonces tú Kikyou, ¿Qué poderes tienes?

- No lo sé - miró sus manos, las cuales tenían pequeñas garras sobresaliendo de ellas - Solo sé lo que mi papá me dijo

- Ella no es un demonio Inuyasha - intervino - Es una hanyo, como tú, más adelante sabremos que poderes tiene - hizo una pausa - No importa que mi poder sean los diamantes, aprenderé las técnicas de las estrellas - miró a su media hermana - ¿Qué cosa te dijo, Mao?

- Qué en las noches de luna llena, mi apariencia cambiaría y... me vería así - señaló sus garras y pequeñas orejitas de gato

- Justo lo contrario a mi - dijo Inuyasha, sosteniendo un mechón de pelo negro

- Qué extraño - respondió Kagome, volviendo a mirar el cielo, desprovisto de luna - Me pregunto ¿por qué será?

- Ahora sé que es porque mamá es youkai y su padre era humano... justo lo contrario a ti

Ambos giraron sus cabezas al mismo tiempo, sin percatarse de lo cerca que se encontraban. Las puntas de sus narices se rozaron involuntariamente, provocando que él apretara con mayor fuerza la pierna de la mujer, sin apartar sus ojos de ella


Momento Inukag

¡Muchas gracias a todos los que me leen y dejan hermosos reviews!