La sacerdotisa caminaba lentamente, mientras su pelo ondeaba con la suave brisa de la media mañana. Sus pasos tranquilos y silenciosos se adentraban cada vez más en el bosque
- Hermana - giró ante aquella conocida voz
- Buenos días Kaede - le dedicó una sonrisa - ¿Cómo amaneciste?
- Muy bien, por suerte - le devolvió la sonrisa - ¿Quieres acompañarme a recoger unas hierbas?
- Por supuesto... pero tengo que hacer algo primero
- Esta bien, te esperaré en mi casa
La joven sacerdotisa, media hermana de la hanyo, reanudó su caminar en dirección a la aldea, mientras la morena siguió el suyo hacia la cascada
Sonrió al llegar al lugar, porque ya sabía lo que le aguardaba. Se sentó en la orilla, tomando la pequeña flor de diamantes y cerró sus ojos, escuchando su mensaje
- Aquí estaré... hermana - murmuró, guardándola en el bolsillo de su hakama
Desvió su mirada a la cascada, al mismo tiempo en que un mar de recuerdos inundaban su mente
- ¡Ven Inuyasha, vamos! - gritó la pequeña niña, mientras corría de la mano con el hanyo
- ¡Espera Kagome...! - no logró terminar su frase porque la joven lo arrastró al medio del agua, mientras reía - ¡Ven Kikyou! - levantó su mano libre, llamando a su hermanita
- Estoy bien aquí - respondió con la tranquilidad que la caracterizaba
Se quedó observando a la youkai y el hanyo jugar, sin embargo, el peliplata que se sentó a su lado, se llevó toda su atención, como ya era costumbre
- ¿No vas a entrar? - preguntó, con la misma seriedad y expresión que siempre poseía
- ¿Tú quieres ir?
- Estoy bien aquí - respondió el niño
- Entonces yo también - sonrió, apoyando su cabeza en su hombro
Su sonrisa aumentó ante aquellas imágenes. Deseaba poder quedarse por más tiempo, pero su hermana estaba esperando. Se puso de pie, desvió la mirada al suelo y cerró sus ojos
- Sé que estás aquí - los abrió - No pienses que me he olvidado de ti - sonrió - Siempre serás parte de mi vida Sesshomaru, además... siempre te estaré agradecida - elevó su mirada - Siempre estarás en mi corazón...
Giró en dirección a la aldea, mientras aquellos orbes dorados la observaban a la distancia
La protectora de la aldea
Salió de su cabaña, al mismo tiempo en que el sol la golpeaba en la cara, provocando que su cubriera con el brazo
- Buenos días Sango
- Señorita Kaede - sonrió, encontrándose con los ojos castaños de la mujer - Buenos días
- ¿Te encuentras bien? - se acercó a la mujer - Pareces preocupada
- Bueno... lo estoy - miró el suelo - Shippo no ha venido a buscar su comida y... tengo miedo de que algo le haya sucedido
Al parecer, Shippo no le ha comentado nada acerca de Inuyasha... supongo que es por protegerlo
- Descuida... Shippo es un niño muy astuto, estoy segura de que se encuentra bien - la mujer pareció tranquilizarse ante su comentario - Has estado entrenando mucho últimamente... he visto que todos los días te diriges a la montaña, portando tu boomerang
- Así es - miró en la dirección señalada - Desde que el señor Mao murió, mi padre me confió la protección de la aldea... luego del ataque de aquel demonio al niño... los aldeanos no volvieron a estar tranquilos, pero... confiaban mucho en la protección del señor Mao
Kaede se tensó ante aquellas palabras, desviando su mirada al suelo
- Pasaron diez años desde ese suceso... ningún otro demonio ha regresado a este lugar desde entonces
- Lo sé - la miró, sonriendo - El monje Mao aplicó una fuerte protección sobre este lugar... la cuál desapareció con su muerte, es por eso... que debo volverme más fuerte, para poder protegerlos... - permanecieron en silencio durante unos momentos - Creo... que iré a ver si encuentro a Shippo
- De acuerdo, sólo ten cuidado
La castaña asintió, ingresando a su hogar en busca de su arma
