Ambas sacerdotisas se encontraban recolectando hierbas medicinales en unos campos un poco alejados de la pequeña aldea

- ¿Estas emocionada hermana? - preguntó Kaede - Ya falta poco pata tu día especial

- Si - sonrió tiernamente, observando las plantas - Realmente, no puedo esperar - hizo una pausa - Naraku... él, es... lo mejor que me ha pasado

Se encontraba sentada en aquella habitación en el templo. Observaba sus manos, manchadas de sangre, mientras las lágrimas rodaban por su rostro. En ese momento, la puerta se abrió

- Disculpe... - el moreno se asomó, llevando en sus manos una bandeja con comida y agua - ¿Cómo se encuentra señorita Kikyou?

- Señor Naraku - elevó su mirada - Yo... estoy tan confundida - llevo sus manos a su pecho

- La comprendo - se arrodilló a su lado - Es normal... tenga, tiene que comer y beber un poco

- Necesito a mi hermana... quiero ver a Kagome

- Créame que fue muy difícil que la señorita Kagome accediera a dejarla, sin embargo, es primordial que, por esta noche, permanezca aquí, hasta que su cuerpo se adapte a...

- ¡No quiero estar sola! - gritó, mirándolo fijamente

El joven se sorprendió, sin embargo, emitió una leve sonrisa

- Yo... puedo quedarme con usted, si lo desea

- En ese momento supe que se trataba de alguien especial

Permanecieron en silencio durante un momento más

- Estoy segura de que padre estaría muy feliz de acompañarte

- Lo mismo pienso hermana - la miró - También desearía que la señora Kazumi estuviera aquí

- Madre siempre estará con nosotras Kikyou... ella, te quería como si fueras su propia hija

- Y para mi ella era como una madre...

Algo difícil de comprender...

- Entonces, ¿tú estás cuidando de Shippo?

El hanyo no respondió, sólo se limitó a observarla con sus ojos entrecerrados y su ceño fruncido

- Inuyasha - lo miró el monje - No seas rencoroso, la señorita ya se disculpo

- No insistas Miroku - respondió Shippo, sentado con sus brazos cruzados - Inuyasha es demasiado terco y no la perdonará tan rápido

- Shippo... - pronunció entre dientes - Si sigues hablando así... ¡Seré yo el que acabe con tu vida!

- Que carácter - suspiró la mujer, tomando un sorbo de té

- Mira quién lo dice - se quejó - ¡Te recuerdo que trataste de matarme sin mediar palabra!

La castaña y el monje ingresaron al templo

- Shippo se encuentra en esa habitación - señaló el lugar - Yo dejaré esto e iré con ustedes

- De acuerdo - sonrió

El monje siguió su camino mientras la mujer se adentró en aquel lugar. El agudo grito de ella alertó rápidamente al castaño, quién comenzó a correr en dirección de la habitación

- ¡Aléjate de él, bestia! - empuñó su arma

- ¡Espera Sango! - gritó el zorrito, levantando sus manos

- ¡Feh! - se puso de pie - Será mejor que te calmes, o de lo contrario...

- ¡Cállate! ¡HiraiKotzu!

El boomerang rozó la cabeza del híbrido y terminó por estrellarse contra la pared

- ¡Te lo advertí! - empuñó sus garras

- ¡Inuyasha! - gritó el monje, ingresando rápidamente. El híbrido, quién se preparaba a lanzar sus garras de fuego, se detuvo en seco - Sango, tienes que calmarte

- ¡¿Es que acaso es ciego?! - lo miró - ¡Esa bestia puede matarlo!

- Primero que nada, su nombre es Inuyasha y segundo, él fue quién trajo a Shippo aquí... de no ser por Inuyasha, es probable que él hubiera muerto

- ¡¿Qué?! - abrió sus ojos en señal de sorpresa - Bu... bueno... yo, no sé que decir

- ¡Sango! - el niño se lanzó a sus brazos, abrazándola fuertemente - ¿Te preocupaste por mi?

- Por supuesto que si Shippo - sonrió, aferrándolo fuertemente contra ella