.06. La Sombra.

El día de aquella entrevista fue el punto de inflexión que necesitaban para poder comenzar a trabajar como un verdadero equipo.

Estuvieron los primeros dos meses recorriendo gran parte del continente asiático, dando que hablar con sus shows.

Los chicos de la banda estaban conformes con el trabajo de Sora.

Habían cambiado sus conductas y su rendimiento se había visto enormemente beneficiado con simples dinámicas para su cohesión grupal.

Tuvieron que admitir que los tres miembros de Knife Of Day llevaban los últimos años bastante desconectados entre sí, la banda solo era un medio para hacer música, pero sentían que habían caído en fórmulas para componer canciones muy similares sin grandes innovaciones.

Tampoco se ocupaban de estar muy presentes en la vida de sus colegas por fuera de un estudio de grabación o algún show ocasional.

De a poco aquello se había tornado bastante rutinario y en el caso de Akira, este se había encontrado con un profundo bloqueo artístico en el que se sentía frustrado y no podía avanzar. Hayato comenzaba a analizar crear un proyecto propio, y Yamato había caído en un fuerte vacío existencial, que luego había dado paso a su depresión y un empeoramiento de su consumo problemático de larga data.

Para todos fue una gran revelación poder sincerarse y hablar abiertamente de lo estancados que se sentían, de la falta de sentido que tenía aquella banda que tanto habían amado en los comienzos.

Knife Of Day venía cayendo en picada hacia un destino incierto.

La adicción de Yamato no era más que un síntoma de aquel desmoronamiento. La gloria de los días pasados desvaneciéndose ante sus ojos, y ellos atrapados.

Fueron reuniones difíciles de manejar, varias veces surgían discusiones y recriminaciones, buscando vanamente un culpable.

Esta era la parte que más disfrutaba Sora de su trabajo. El momento en el que todo se reducía a cenizas para que tímidamente surgieran los verdaderos deseos y anhelos, los nuevos cimientos.

Algunas bandas no superaban la etapa.

Se disolvían sin poder aceptar los cambios, sin un atisbo de esperanza.

Pero los jóvenes que tenía en frente se negaban a dejar morir a su proyecto.

Eran muchos años de gratos momentos.

Ante sus ojos, el grupo comenzó a ser más unido y encargarse de cada uno de sus miembros, todos tenían derecho a flaquear, para ello estaba el resto, para sostener y animar. Era una perspectiva tan diferente, tan nueva, tan revitalizante.

La relación que ellos tenían con Sora se redefinió, ahora la involucraban en los pasos que daban, querían que ella fuera testigo de sus pequeños logros.

Gustosa, les acompañó lo mejor que pudo.

A eso debía sumarle el tratamiento de Ishida, que con los cambios grupales, comenzaba a tener una positiva evolución.

-Ya no siento que sea el fardo con el que Hayato o Akira deban cargar, creo que ahora todos nos hemos hecho responsables del camino que recorrimos hasta aquí y que la parte fácil era obviar mi problema. Ya no siento esa culpa tan abrumadora por existir -dijo Yamato en la evaluación mensual de aquella ocasión.

Sora se sintió orgullosa de él.

Sabía que faltaba bastante camino, pero era un gran paso que el entorno que le rodeaba ahora le apoyara y le brindara escucha, y era muy positivo que también él se expresara con mayor libertad y pudiera ser un apoyo para sus compañeros.

Comenzaba a cambiar el concepto sobre sí mismo.

Sora vio que la psiquiatra acomodaba sus gafas y se disponía a dar el cierre.

-Ya hemos determinado la medicación en dosis adecuadas para Yamato, y el tratamiento psicológico personal y grupal está dando sus frutos. Haremos una prueba: la próxima reunión sobre el tratamiento será en dos meses. Hasta ese entonces, que él continúe con sus citas con la psicóloga y que tú continúes siendo su sombra, Takenouchi. Contamos con el trabajo de ambos.

Se despidieron y se cerró la sesión.

Sora apagó su ordenador portátil y buscó entre sus pertenencias la pequeña funda para guardarlo, viendo de reojo que Yamato se ponía de pie y estiraba su columna de buena gana.

-Qué buena sesión, me dejó conforme.

Sora asintió.

-Has avanzado muchísimo, ¡enhorabuena!

-Nada de esto sería posible sin tu participación, hay que admitirlo -él sonrió -¿Qué pensabas hacer ahora?

-¿Ahora? -la joven se encogió de hombros -No había pensado en nada en particular.

-Akira y Hayato tendrán una fiesta, se ofrecieron a llevarme y acompañarme, pero no me interesaba ir, además no me gusta sentir que deben privarse de diversión por mí. Y quería entrenar, pero me aburriré si lo hago solo, ¿Te interesa compartir el gimnasio conmigo? Así nos haremos compañía.

-¿El gimnasio?

-Si no quieres venir no hay problema.

-¡Claro que iré! -se apresuró a responder ella -hace días que no ejercito y creo que me haría muy bien con mi ansiedad.

-¿Te ocurre algo? -vio la expresión atenta de Yamato.

-Oh, no es nada. No tienes que preocuparte, son asuntos personales -se excusó ella rápidamente -De acuerdo, si me esperas, me cambiaré e iré contigo, ¿Si?

-Me encanta -dijo él sinceramente -Te espero en mi habitación – contestó con rapidez – eh para que pases a buscarme, que yo también me cambiaré -agregó de inmediato.

Había sonado raro, y había tenido una extraña sensación cuando lo dijo. Se apresuró a retirarse y se marchó apresuradamente.

Sora se quedó observando la puerta que él había cerrado al marcharse.

Estaba nerviosa.

La sesión había superado sus expectativas y Yamato se iba recomponiendo en tiempo récord. Pero ella cada vez se involucraba más.

Y estaba entrando en terreno peligroso.

No podía dejarlos abandonados ahora.

¿O solo era su egoísta deseo de mantenerse cerca de él?

Se maldijo internamente. Detestaba sentirse tan débil.

Ni siquiera se había atrevido a decírselo a Mimi.

Era un secreto que cargaba a cuestas y en solitario, se sentía tan avergonzada.

Hacer ejercicio le ayudaría, al menos descargaría parte de su frustración y liberaría endorfinas para mejorar su ánimo.

Se cambió, eligiendo un bonito conjunto de tonos violetas y atando el cabello en una alta cola de caballo.

Ya estaba lista.

Tomó su identificación y la tarjeta magnética de su habitación para dirigirse hacia la zona de los ascensores.

Mientras subía varios pisos, contempló su abatida imagen en el espejo.

Solo esperaba que Yamato entrenara con el torso cubierto.

Cuando el pensamiento se apareció en su mente, se ruborizó violentamente

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Escuchó los golpes en la puerta.

Akira y Hayato estaban en su habitación conversando sobre la fiesta a la que asistirían.

Abrió la puerta y allí estaba Sora, preparada para ir al gimnasio.

-¿Llegué en mal momento? -ella se adentró en la sala y curioseó viendo los vaivenes de los chicos de la banda.

-¿Sora? ¿No quieres venir a la fiesta con Yamato? -preguntó Hayato esperanzado. Realmente querían incluir a su compañero de banda.

-Lo siento, ¡paso por esta vez! Pero les agradezco la invitación, con Yamato iremos al gimnasio.

-Qué pena que sean tan aburridos -replicó el baterista con tono burlón.

-Definitivamente hoy preferimos entrenar – interrumpió Yamato con su equipo de color negro, Sora agradeció que tuviera una camiseta – es una pena que no puedan experimentar los beneficios por ustedes mismos, vagos, que ni siquiera lo aprovechan.

-Haré ejercicio más tarde, con alguna señorita dispuesta, así que no creo necesitar de un gimnasio por el momento, lo siento por ustedes -dijo Akira mordazmente.

-El problema no es contigo, Sora. Solo molesta a Yamato -se apresuró a explicar Hayato, algo escandalizado.

-Oh, no lo tomé personal -dijo ella, ruborizándose levemente.

Agradecía que ellos no conocieran sus pensamientos impuros al respecto. Se rio para sus adentros, un poco avergonzada en el fondo.

Unos minutos más tarde, Yamato le indicó que la siguiera.

Así lo hizo ella luego de despedirse del resto de la banda, que ya se marchaba.

Avanzaron por un largo pasillo en silencio. Estaban en uno de los últimos pisos, los más lujosos, y las únicas habitaciones ocupadas eran las de Knife Of Day, así que todo estaba vacío a su alrededor.

Ingresaron al lujoso gimnasio equipado con aparatos de última generación, solo la tarjeta dorada que llevaban los músicos permitía el ingreso allí.

Ella jamás correría con esa suerte. Su trabajo se pagaba bien, pero en cuanto a los viáticos que le correspondían, la habitaciones a las que estaba destinada, al igual que el resto de técnicos que viajaban con la banda, eran bastante más económicas y contaban con menos comodidades, por eso apreciaba inmensamente cuando los artistas con los que trabajaba de vez en cuando le permitían compartir espacios exclusivos.

Ella siempre había sido una persona avocada a los deportes y el ejercicio, siendo pequeña siempre jugaba al fútbol, y en la secundaria competía en tenis. Estando en la universidad sus intereses se volcaron a los deportes acuáticos, en especial en kitesurf, en el que se había especializado y practicaba a menudo estando de vacaciones, junto a su mejor amigo, el gigantesco y noble Jean.

Ingresaron al amplio espacio.

Tenía vistosos ventanales que mostraban la gran ciudad desde lo alto, se detuvo a observar los artefactos y pesas que allí había. No sabría por donde comenzar.

Vio que Yamato se ubicaba en un caminador para hacer calentamiento y le siguió.

Él ya había utilizado ese gimnasio durante las últimas dos jornadas, desde que se habían instalado allí para pasar unos pocos días, y era notorio su conocimiento sobre la disposición de los aparatos de allí.

La observó de buen talante y con una amable sonrisa al verla acercarse para ubicarse sobre otro caminador justo a su lado.

-Creo que estoy algo fuera de forma -se excusó ella -así que entrena a tu ritmo, haré algo más enfocado al cardio.

-Me parece muy responsable de su parte, señorita -dijo acentuando su sonrisa al verla comenzar a trotar ágilmente a su lado.

Al cabo de varios minutos, Yamato comenzaba a sentir la leve fatiga en sus músculos. Era rápido, pero nunca había destacado por tener buena resistencia. Se volvió para observar a Sora y la vio manteniendo un buen ritmo y rendimiento.

-¿Eres resistente, Takenouchi?

-No soy muy rápida pero tardo mucho en fatigarme -jadeó ella sonriendo.

Él devolvió el gesto.

-Pues yo me bajo, pero tú continúa, que lo haces de maravilla -dijo sorprendido. No lo había notado antes, pero ahora podía apreciar el buen estado físico general de ella.

Ella solo asintió y enfocó su vista hacia el paisaje que se divisaba desde el ventanal que tenía frente a ella.

Yamato disminuyó progresivamente su velocidad hasta llegar a la intensidad de una suave caminata.

Se bajó con tranquilidad y se dirigió hacia un grupo de pesas que había cerca de allí.

Desde aquel lugar, se descubrió a sí mismo mirando varias veces hacia el lugar donde la pelirroja continuaba con su actividad física, observando detenidamente los atributos que hasta ese día le eran desconocidos.

Tuvo que reprimirse otras tantas veces para no quedar en evidencia, colocó más peso para obligarse a concentrarse más mientras elevaba la cadera.

Pero era imposible resistirse.

Ella descendió la velocidad y comenzó a disminuir la intensidad de la carrera, sin dudas que estaba cansada, pero aún así era notorio su buen estado físico.

Cuando descendió del caminador, se dedicó a estirar un poco el cuerpo.

Yamato sufría.

"No te estires así, eres demasiado perfecta " pensó, mientras se tensaba apreciando a lo lejos el cuerpo estilizado de la chica

Él no solía prestar mucha atención a esos detalles, jamás le habían atraído un tipo específico de mujeres, le gustaban por su personalidad, pero aparentemente ella despertaba ya varios impulsos de alerta para él. Sin darse cuenta sobre cómo había llegado a eso, supo que aquello no podía pasar.

Sora le había atraído desde el principio, incluso pese a las grandes diferencias de ese entonces y la rabia que había llegado a experimentar hacia ella, qué tonto e irresponsable de su parte. No podía hacer gran cosa.

La joven se dirigió hacia una zona más despejada para hacer abdominales.

"Tengo que mirar hacia otro lado"

Yamato aprovechó el cambio de ubicación y se sentó en una zona aún más apartada.

No podía quitarse de la mente la imagen de Sora mientras estiraba las piernas con su cuerpo hacia adelante.

"Maldita seas"

Comenzó a hacer flexiones. Sí, eso sería perfecto para no verla.

Sora terminó con su rutina, estiró un poco más y consideró que aquel día ya había tenido suficiente. Tenía sed. Y hambre.

Se acercó hacia el apartado sitio en el que estaba Yamato para aguardar a que terminara.

Le vio hacer abdominales y se estremeció.

"¿Por qué te has quitado la camiseta?"

Se giró en dirección a la puerta discretamente, turbada, ruborizada, con calor.

Ahora todo estaba resultando demasiado incómodo. Quería salir huyendo.

Yamato finalizó sus ejercicios, comenzó a estirar y buscó con la mirada a Sora.

La vio junto a la puerta, observando la inmensa ciudad con una expresión preocupada.

-¿Estás bien?

-Eh… -ella se quedó confundida y luego se sobresaltó -Sí, solo tengo sed, y hambre. Y estoy cansada. Lo siento, no tienes que apresurarte, te esperaré.

Él se colocó la camiseta.

Le gustó comprobar que ella le esquivaba la mirada.

-¿Quieres cenar? -le daba gracia la situación, quizás ella era demasiado conservadora o tímida.

-Sería muy… -se volvió a mirarlo, se sintió aliviada de verlo con el torso cubierto -sería genial.

-Pues vamos, podemos ordenar desde la habitación, aunque si antes nos duchamos sería más cómodo.

Ella se ruborizó a niveles alarmantes.

También él.

-Eh, oh, me refería a cada uno en su habitación, sonó mal, pero…- ahora él era un manojo de nervios.

Sora quebró la incomodidad riendo forzadamente y él le siguió el juego.

"Eso es, finjamos, que eso nos sale bien" pensó ella, mientras veía que él tomaba su tarjeta dorada para abrir las puertas del gimnasio.

Libre otra vez.

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