En cursiva, recuerdos y flashbacks.

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.10. Delirios del Ayer

Aquella tarde había sido surrealista.

Con un leve entumecimiento en el ojo y la sensación de leve mareo, Yamato observó a la chica que estaba a pocos pasos de él, abanicándose con una hoja de papel y con un evidente mal humor.

-Me debes una, Ishida. – dijo ella. Él noto unas pequeñas manchas de su propia sangre en la camisa blanca de la pelirroja.

El joven rubio sonrió con humildad por primera vez en mucho tiempo. Sentía un fuete aturdimiento producto del calor de aquel día y los golpes que había recibido recientemente.

Se encontraba sentado en una camilla, había accedido a regañadientes mientras ella le hacía un improvisado vendaje luego de detener la hemorragia de su frente.

La delegada de su clase acababa de salvarle el pellejo, lo observaba con expresión sombría de brazos cruzados.

-Puedo devolverte el favor como prefieras -dijo él con una sonrisa de sutil seducción.

Ella chasqueó la lengua con marcado desdén.

-¿Nunca te cansas? Eres un asco, no entiendo como tienes tantas fans siendo tan irrespetuoso con las mujeres que te rodean.

Yamato quedó boquiabierto. No era usual recibir un rechazo de tal magnitud.

Observó a su compañera de clase mientras ella se inclinaba cuidadosamente hacia el alféizar de la ventana de la enfermería.

-Tienes suerte de haber estado cerca de la escuela cuando te rodearon esos bravucones. Siguen por ahí esperando a que hagas tu estelar aparición.

-Sin dudas tengo suerte de que tú te encontraras allí – observó fijamente la esbelta figura de la pelirroja, aún asomada en la ventana.

La chica no pareció reparar en él.

-Todo porque otra vez me dejaste plantada en la limpieza del final de la jornada.

-¿Era mi turno? -lo había olvidado, aquel reclamo le hizo volver en sí a tiempo para verla girarse hacia él y mirarlo con fijeza.

-¿Te duele mucho? Hice lo que pude con las vendas que había por aquí, la cabeza suele sangrar bastante – la joven extendió sus manos hacia el rostro de él para retirar un mechón ensangrentado de la frente de él y curiosear la precaria cura que había realizado.

Él tomó la mano de ella por puro instinto.

-Está bien, Takenouchi, hiciste lo suficiente. Aun duele.

-Debes ir al médico a que te lo revisen, por si acaso.

-Estaré bien.

-Si esos tipos te vuelven a atacar a golpes en la calle no tendrás oportunidad, ¿Has llamado a tus padres? Deberían venir a por ti.

Él hizo un prolongado silencio y desvió la mirada hacia un lejano rincón de la habitación.

-Estos días me quedo en casa de mi madre, no quiero molestarla innecesariamente.

Allí se dieron cuenta de que él no había soltado la mano de la chica aún.

Sora se alejó bruscamente.

-Lo siento -se apresuró a decir él. ¿Se habían sonrojado?

-Descuida -ella fue cortante.

-Lamento todo esto. – se explayó él - Haberte dejado plantada otra vez con la limpieza, que hayas tenido que socorrerme, y lamento haber manchado tu camisa de sangre.

-Olvídalo, la lavaré en cuanto llegue a mi casa. En serio, deberías llamar a tu madre.

-No puedo.

La respuesta de él la desconcertó.

-¿Cómo es eso?

-El nuevo esposo de mi madre no estará contento, no quiero terminar peor de lo que estoy.

-¿Es muy estricto? -no se imaginaba que Yamato, el adolescente más egocéntrico y atrevido del instituto, pudiera temerle a alguien.

-Podríamos decir que sí. Intento no aparecer ante su vista mientras me quedo en casa de mi madre, ya he tenido muchas diferencias con él y no nos llevamos bien. No quisiera volver a tener problemas.

El humor socarrón y desenfadado que era usual en él se había esfumado. Sora creyó percibir miedo en aquellos ojos azules que ahora se enfocaban en el suelo.

Se acercó sin pensarlo.

-Puedo quedarme contigo hasta que esos tipos se vayan. Y estos días estoy sola en el piso de mi familia, mis padres están en Kioto esta semana, puedes darte un baño allí, lavar tu camisa y puedo acompañarte al doctor para que llegues en mejores condiciones a casa de tu madre. Podrás decir que estuvimos estudiando para que su esposo no te regañe.

-Eres muy considerada. Nunca me habían invitado a pasar la noche de manera tan educada.

Ella se sonrojó, pero de ira.

-Eres un idiota y malagradecido.

-¡!Solo bromeaba, solo bromeaba!! – dijo él rápidamente mientras reía divertido.

No podía evitarlo, ella era realmente muy amable, recordó que su mejor amigo, Taichi, estaba enamorado de ella. Le ponían nervioso las atenciones genuinas y desinteresadas, estaba acostumbrado a la adulación y la superficialidad.

Una chica así jamás estaría a su alcance, no con alguien vacío y tonto como él.

-No tienes que preocuparte así, solo es una riña callejera.

-En serio, eres demasiado orgulloso – ella le dio la espalda nuevamente para observar a través de la ventana - ¿En serio te has metido con la novia de uno de esos idiotas?

-Oye, fue información que esa chica omitió. No es mi culpa.

Sora se volvió hacia él.

-Ya no están. Vayámonos de aquí.

Él asintió, se incorporó con brusquedad y tomó su bolsa. Ella hizo los mismo, colgó sus pertenencias en el hombro y tomó la delantera. Se sentía un poco desorientada, no le agradaba la cercanía que habían tenido unos momentos atrás.

Yamato no era un tipo para fiarse.

Le habían llegado varios rumores de actividades ilícitas de su parte, como el consumo problemático de drogas, no sabría como ayudar a alguien así. Igualmente se había sentido mal por él cuando vio su mirada atemorizada ante la sola mención de su madre. Quizás eran estrictos y ya había tenido demasiados problemas.

"Necesita límites, no podrá hacer el tonto por el resto de su vida" pensó Sora mientras se acercaba a la puerta.

Una intensa brisa caliente los envolvió la salir de la sala en la que habían estado.

Yamato caminaba detrás de ella, y saliendo de la enfermería, la vio detenerse brevemente.

-¿Takenouchi?

-Hace demasiado calor, ya no soporto este clima, no me siento muy b….

La vio desplomarse ante él, y rápidamente reaccionó lanzándose hacia adelante para atraparla a tiempo antes de que se golpeara contra el piso.

Se dejó caer sobre sus rodillas mientras sostenía el cuerpo inerte de la delegada.

-Takenouchi, S… Sora -la vio increíblemente pálida - ¡A… alguien ayúdeme! -gritó en el pasillo.

Silencio.

No sabía qué hacer.

Recordó que ella se había estado abanicando luego de realizarle la curación, había mencionado que el calor la debilitaba.

Se decidió a dejarla tendida en el suelo y colocar las piernas de ella sobre las bolsas de ambos para que la sangre volviera a circular en su cabeza. Tomó entre sus pertenencias una pequeña botella y se dirigió apresuradamente al baño, allí abrió el grifo con todas sus fuerzas.

Llenó el recipiente que llevaba encima y volvió al lugar donde se encontraba la joven.

Allí volcó algo de agua en el rostro de la chica y le dio unos suaves golpecitos en las mejillas para hacerla reaccionar.

-Por favor, Takenouchi, reacciona. Sora, por favor.

-¿Ishida?

La voz de la joven que apareció lo sobresaltó, pero de inmediato suspiró aliviado.

-Tachikawa, tu amiga se ha desmayado.

La joven de cabellos rosas se apresuró a acercarse a la escena, bastante nerviosa. Apenas reparó en Yamato, y solo lo observó de lado con desagrado.

-¿Qué te pasó en la cara, Ishida? ¿Sora te golpeó?

-Tuve otro problema. Ayúdame con Takenouchi por favor.

La joven se ubicó al lado del rubio y se inclinó sobre su mejor amiga, hablando molesta.

-Hoy se sintió mal todo el día, le dije que ya limpiaría yo en su lugar luego de mi clase de arte, pero no, como siempre ha hecho lo que se le ha dado la gana -rezongaba Tachikawa desde las profundidades de su cabello teñido de rosa.

Sora abrió los ojos con lentitud, el color volvía a su rostro y sus ojos intentaban enfocarse mientras iban de Yamato a su mejor amiga, Mimi.

-Cariño, te dije que te marcharas a tu casa. Tu presión hoy era muy baja en el receso del almuerzo. – le habló con dulzura la recién llegada a la pelirroja.

La chica se incorporó, aún confundida.

-Es que no quería que lo hicieras sola cuando era mi turno. -dijo, mientras observaba avergonzada a sus dos interlocutores y se cercioraba de que su uniforme estuviera presentable. Fijó sus ojos castaños en la mancha de sangre de su camisa y dirigió la mirada al rostro de Yamato, viendo el vendaje improvisado y la sangre seca en algunos cabellos rubios.

-No digas tonterías, siempre terminas haciéndolo todo sola cuando este tonto no se presenta como debería – Mimi habló sin tapujos y malhumorada en dirección a Yamato, logrando que su aturdida mejor amiga centrara su atención en la realidad -aprende, Ishida, el mundo no tiene que perdonarte tus irresponsabilidades. No vuelvas a dejarla sola. Espero que no se haya aprovechado de ti, Sora – le dijo a su amiga, ignorando al chico de lleno.

-No seas descortés, Mimi. Sin él, me hubiera hecho daño.

-Ya estamos a mano -dijo Yamato, ignorando por completo las palabras de la amiga de Sora – te agradezco la curación que me hiciste, y tu amable ofrecimiento para que no tenga problemas en casa, descuida, estaré bien. Espero te sientas mejor pronto, y por favor, recuérdame la próxima vez que sea mi turno de quedarme a limpiar contigo.

Se puso de pie y ayudó a que la pelirroja se incorporara, la chica se dejó guiar cuidadosamente por el pasillo junto a Mimi.

Se despidieron.

Yamato jamás cumplió con la promesa de quedarse a limpiar.

Y Sora no quiso reclamarle nada.

Tampoco supo que aquella noche, cuando el joven Ishida llegó a casa de su madre, fue recibido por su padrastro. Y que esa noche, su compañero de clase quedó internado en observación en el hospital.

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Yamato se sentía tan enfermo que por momentos perdía el hilo de lo que sucedía a su alrededor, casi al borde del delirio, le parecía escuchar muy a lo lejos las voces de Sora y del productor de los shows de la ciudad en la que se encontraban actualmente.

Se entremezclaban en medio de la discusión. Apenas podía distinguir algunas palabras de inglés fluido y por otro lado sentía los pasos de Akira y Hayato caminando nerviosos tras la puerta de la habitación en la que se encontraba, los imaginaba en el pequeño pasillo junto a la puerta del cuarto de baño, a pasos de la sala principal dentro del pequeño piso que compartían.

No supo cuanto tiempo pasó, pero los gritos que provenían del exterior cesaron y creyó escuchar un portazo, seguido de las voces de sus colegas de la banda y la representante.

-Yo haré la entrevista, Sora. -la decidida voz de Akira llegó a sus oídos.

-Iré con él -agregó Hayato -ya has tenido bastante con ese idiota, quédate cuidando a Yamato y déjanos el resto a nosotros, que estás exhausta.

Hubo unos minutos de silencio y escuchó a los chicos saliendo del departamento.

De inmediato se abrió la puerta de la pequeña habitación en la que él yacía recostado y vio aparecer a Sora ante sus ojos. Se la veía cansada.

-Sora… -murmuró en voz baja.

-¡Yamato! No sabía que seguías despierto. ¿Cómo te sientes? ¿Qué puedo hacer por ti? -preguntó visiblemente preocupada.

-Agua… por favor.

La vio retirarse y escuchó a lo lejos los sonidos provenientes desde la diminuta cocina del piso.

Poco después volvió a ingresar al lugar donde él estaba con un vaso con agua y un comprimido de algún analgésico. Depositó los objetos en la pequeña repisa que había junto a la cama y se inclinó hacia él, apoyando una de sus manos en la frente de Yamato.

-Estás hirviendo, será mejor que tomes esta medicación para bajar la temperatura - se apresuró a ayudar al joven a incorporarse de modo que pudiera estar sentado y poder ingerir el comprimido y tragar una buena cantidad de agua.

Yamato obedeció dócilmente cada una de las órdenes de Sora, aun desconcertado y alternando entre estados de consciencia con dolor y momentos de completo delirio.

-Ahora recuéstate, que podrás dormirte y descansar.

-¿Qué ha pasado con el show de mañana? -él continuaba preocupado.

-Lo hemos reprogramado para unos seis días más adelante, le costó mucho a este idiota darse cuenta de que eres un ser humano y necesitas poder recuperarte. Descansa, Yamato.

-Lamento entorpecer todo, he arruinado tu itinerario.

-No digas eso, no es cierto. Lo importante es que debemos quedarnos aquí hasta que puedas recuperarte para este último show. Luego seguiremos el camino. – aguardó a su lado esperando a que él se bebiera toda el agua del vaso – Además siempre hay que contemplar la posibilidad de que alguien caiga enfermo, por eso no he marcado los shows muy seguidos, por suerte podemos permitírnoslo, hay bandas más pequeñas que deben aprovechar cada noche.

Sora volvió a colocar una de sus manos en la frente de él, comprobando su estado. Él suspiró un poco más relajado al percibir la temperatura menor con respecto a su cabeza.

-Te traeré un pañuelo con agua fría -se apresuró a asegurar ella, sin darle mucho tiempo a quejarse, por lo que el músico aguardó unos instantes hasta volver a verla aparecer ante sus ojos.

Sintió un alivio instantáneo en la frente cuando ella colocó el paño húmedo en aquel lugar, los ojos se le cerraban, se sentía mejor, no sabía si era la frescura sobre la piel o el hecho de que la presencia de Sora lo tranquilizara, pero comenzaba a sentir que podría dormirse.

Los párpados empezaban a cerrarse.

Percibió a Sora apoyando una de sus manos en una de sus mejillas, y antes de quedarse profundamente dormido, le pareció adentrarse en un sueño confuso.

-Lamento haberte dejado sin habitación, quería que tuvieras privacidad, Sora - susurró en voz baja. Deseando que ella lo escuchara.

Y así fue. Ella lo acompañó hasta verle dormirse, se aseguraría de dejar una botella con agua cerca de la cama para que él bebiera si lo necesitara.

Hacía días que no compartían tanto tiempo a solas.

Desde que habían aterrizado en el norte, y luego de la conversación seria que habían mantenido en el avión, llevaban bastante tiempo distanciándose.

Habían llegado a ignorarse con el simple propósito de que sus ansias por estar juntos no avanzaran.

Agradeció que los otros miembros de la banda se hubieran marchado para permitirle tener ese rato de leve intimidad.

Aquella era la última ciudad de esa etapa de la gira, y Yamato, que estaba con una gripe muy fuerte desde hacía dos noches, parecía no poder quedarse tranquilo con el hecho de que ella no tuviera su propio espacio.

Habían rentado durante una semana un pequeño piso para la banda y la representante, y aunque habían pensado en su comodidad y privacidad, ahora el vocalista ocupaba el lugar de ella.

Sora no tenía problema en dormir en una de las camas simples de la pequeña salita principal cerca de Hayato y Akira, había dormido en peores condiciones. Ahora le preocupaba que el rubio se recuperara.

Contaban con un bonito coche a disposición para desplazarse por la zona, el piso estaba bien acondicionado para cumplir con los requisitos de descanso y calma básicos para la gira.

Había sido un arreglo momentáneo, solo durante tres semanas para viajar por Finlandia y Suecia, recorrían la distancia entre las ciudades y se instalaban rentando pequeños departamentos como aquel.

Afortunadamente esa parte del tour estaba casi finalizada cuando él había caído enfermo.

Pronto comenzarían sus shows en Francia, volverían a los hoteles de lujo.

Y a los gimnasios.

Se ruborizó con solo recordarlo. Tenía que dejar de comportarse así.

Era muy difícil sostener eso. Pero el tratamiento seguía avanzando y Yamato comenzaba a experimentar un poco más de libertad.

La última conversación seria, sumada a la terapia con la psicóloga de él, parecían haber dado sus frutos.

El músico estaba más receptivo a las palabras y las necesidades del resto, era más atento y procuraba no estorbar a Sora, ella sabía que le había afectado enormemente la reprimenda sobre su impulsividad.

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Transcurridos tres días de la peor condición de Yamato, este comenzaba a mostrar notorias mejoras en su salud. Aunque el equipo médico que le había asistido había sugerido más días, él quería dar ese show y así dejar atrás aquella zona.

Se había cuidado al máximo.

Aquella mañana se había levantado más animado, su palidez había desaparecido y comenzó a deambular por el pasillo hacia la salita principal, hasta dirigirse a la parte en la que la comenzaba la pequeña cocina integrada que tenía el ambiente. Husmeó entre los diferentes compartimentos en busca de algo para desayunar.

Su apetito se sentía muy voraz. Encontró un interesante paquete con galletas de avena y manzana.

Buscó con la mirada a sus compañeros, pero no parecían estar allí. Abrió la pequeña nevera que había a pocos pasos y encontró lo que parecía ser un jugo de frutas.

Comenzó a deambular dentro del lugar hasta ubicarse cómodamente en un asiento acolchonado junto a una de las enormes ventanas. La mañana estaba particularmente clara, el verano estaba en todo su esplendor afuera y la temperatura parecía ser agradable.

Abrió el envoltorio y comenzó a comer con entusiasmo. También bebió de la caja del jugo con avidez.

Qué mal le había sentado aquella gripe, se sentía increíblemente débil.

Escuchó sonidos.

Se preguntó de donde provenían. Se levantó de su asiento con curiosidad.

Y mientras vagaba por el diminuto pasillo que conducía a la pequeña recámara del fondo, en la que había pasado sus días enfermo, la puerta del baño se abrió ante él.

Sora apareció frente a sus ojos con una toalla alrededor de su cuerpo y el cabello húmedo.

Se quedaron congelados y el rubor subió violentamente por el rostro del chico.

Tardaron en reaccionar, él se limitó a girarse y cubrirse la vista, pero la imagen se quedaría grabada por siempre en su retina.

-Sora, lo siento, no sabía que estabas…

-Pensé que dormías y aun no serías capaz de levantarte. - dijo ella.

-No vi a los chicos, no imaginé que tú…

-Fueron a hacer unas compras cerca de aquí. Me dijeron que tardarían una hora y aproveché para darme un baño.

Yamato se volvió a ella procurando evitar mirarla, solo para extender su dedo hacia la habitación del fondo.

-Puedes vestirte allí, yo solo estaba desayunando.

-Está bien -ella rio, le parecía adorable verlo tan avergonzado -de todos modos no iba a ser tan tonta como para salir desnuda y exponerme a que alguien me viera.

Ante la mirada horrorizada de él, se quitó cuidadosamente la toalla.

Debajo llevaba unos pantalones cortos y una blusa ajustada sin mangas.

-Era más cómodo salir con las manos más vacías – se excusó ella, al parecer muy divertida.

Había rodeado su torso con la toalla para sostener más cómoda sus elementos de higiene personal.

-Me has hecho pasar un momento muy incómodo -reprochó él - ¿Estabas poniéndome a prueba?

-¿No escuchaste la ducha? -interrumpió ella antes de que subieran los colores por su rostro, lo cierto es que había sido una interesante sugerencia de parte de Yamato.

-No realmente, estaba concentrado en desayunar.

Ella se rio y pasó por su lado, rozando con su hombro uno de los brazos de él y se dirigió a la salita.

Habiendo llegado a su cama, se puso en cuclillas, buscando algo entre sus pertenencias.

Yamato la seguía de cerca, aún nervioso.

-Me asustaste, Sora.

-No seas exagerado - se burló ella, terminó de ordenar su bolsa con la mirada fija en su mochila - ¿Cómo sientes tu voz? En dos noches estarás dando el último show de esta zona. Tengo hasta el mediodía para confirmar que podrás hacerlo.

Se puso de pie y se giró, para encontrarse muy cerca de él.

-Deja de ponerme a prueba – protestó el músico en voz baja, se sintió nervioso. Su primer impulso fue inclinarse levemente hacia ella, y quería acercarse más, además la joven no parecía muy dispuesta a moverse. Estaban tan cerca.

Un paso más, como el de la otra vez en el hotel, y sería suya. Lo veía en sus ojos castaños.

Sora sentía el pulso aumentando de manera alarmante. Tuvo muy presente la cercanía y percibía el olor del perfume de él, potente y delicioso. Una mano de Yamato se apoyó en su cintura, sintió una agradable sensación y se echó un poco hacia atrás, entreabriendo los labios con ansias.

Yamato salió del trance rápidamente y se alejó, había estado a punto de inclinarse hacia adelante para besarla.

Ruborizado y nervioso, se retiró hacia la parte opuesta de la sala y se acercó al sitio en el que el resto de su desayuno le aguardaba.

Agradeció no haber actuado. Por el rabillo del ojo vio a Sora alejarse de su vista.

Tomó asiento junto a la ventana nuevamente, abrumado.

Y escuchó las voces de sus amigos acercándose.

Eso era, necesitaba poder despejarse.

Cuando les vio ingresar al pequeño piso, les recibió con una sonrisa sincera.

-Qué bueno que te sientas mejor, Yamato – dijo Akira de buen talante -¿Dónde está Sora?

-No lo sé -dijo el rubio, mientras bebía un trago del jugo -pero yo tenía mucha hambre.

Sora se encontraba en el baño, otra vez. Tenía la puerta abierta, simplemente se había refugiado allí, bastante avergonzada por el camino que habrían tomado las cosas si ellos se hubiera dejado llevar. Yamato había mostrado un gran temple y se había retirado a tiempo, antes de que llegaran a más.

¿Qué le había pasado? ¿Por qué no había podido frenarse?

Su reflejo le devolvía la mirada agitada y turbada.

Tenía que perder el control así justo ahora.

¿Cómo se iba a enfrentar a él otra vez? ¿Cómo iba a mirarlo a la cara luego de aquello?

Llevaba tantos días fingiendo frialdad y manteniendo la distancia.

Ahora quien tenía problemas con los impulsos era ella. Había sentido la descarga en todo el cuerpo cuando él se inclinó hacia ella al principio, pero luego, afortunadamente para ambos, él había entrado en razón a tiempo, habiendo estado peligrosamente cerca de incumplir con esa maldita cláusula del contrato.

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