Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Solo nos pertenecen los OC.
La Pirata de los Cielos
17: El Espejo de Oesed.
Se acercaba la Navidad. Una mañana de mediados de diciembre Hogwarts se descubrió cubierto por dos metros de nieve. El lago estaba sólidamente congelado y los gemelos Weasley fueron castigados por hechizar varias bolas de nieve para que siguieran a Quirrell y lo golpearan en la parte de atrás de su turbante.
Las pocas lechuzas que habían podido llegar a través del cielo tormentoso para dejar el correo tuvieron que quedar al cuidado de Hagrid hasta recuperarse, antes de volar otra vez. Todos estaban impacientes de que empezaran las vacaciones. Mientras que la sala común de Gryffindor y el Gran Comedor tenían las chimeneas encendidas, los pasillos, llenos de corrientes de aire, se habían vuelto helados, y un viento cruel golpeaba las ventanas de las aulas.
Después del partido de Quidditch, ante la derrota de Slytherin, Malfoy se había vuelto más desagradable que nunca. Disgustado por la derrota de su casa, había tratado de hacer que todos se rieran diciendo que un sapo con una gran boca podía reemplazar a cualquier Gryffindor como buscador; desde entonces, recibía calvazos por parte de Céline, quien lo reñía y regañaba repetidamente, con un tono maternal (pero para nada cariñoso) diciéndole que: — (...) Estas avergonzando a todos los Slytherin, al crearte enemigos de otras casas, en lugar de hacer aliados. Longbottom es un ejemplo: Una Casa Antigua, fundadora del Wizengamot ¿y aun así te burlas de su heredero, solo porque no es el mejor en clases?
— ¡Es tan torpe que seguramente es un Squib! —argumentó débilmente Draco, quien no podía quitarse aquel sentimiento. Ese estúpido tono maternal, que Potter solía usar con él, para confundirlo y humillarlo de esa forma.
Solo fue peor, ante la mirada exasperada, el fruncido de ceño y ver a Potter llevarse las manos a la cintura, un segundo antes de darle otro calvazo, haciéndolo gritar. —Si fuera un Squib, jamás hubiera recibido una carta de Hogwarts, Draco. Solo lo llamas Squib, por no ser bueno en la mayoría de clases; pero tampoco es que seas el mejor en Historia de la Magia, Herbología, Transformaciones y eres pésimo en DCAO. —Draco se sonrojó enfadado, ante las palabras —Lo haces bien en Pociones y Astronomía, pero fracasas en esas otras cuatro clases.
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El Trio de Oro: Alex, Ron y Hermione, habían estado buscando el nombre de Flamel desde que a Hagrid se le escapó, porque ¿de qué otra manera podían averiguar lo que quería robar Snape? El problema era la dificultad de buscar; sin saber qué podía haber hecho Flamel para figurar en un libro. No estaba en Grandes Magos del Siglo XX, ni en Notables Nombres de la Magia de Nuestro Tiempo; tampoco figuraba en Importantes Descubrimientos en la Magia Moderna ni en Un Estudio del Reciente Desarrollo de la Hechicería. Y, además, por supuesto, estaba el tamaño de la biblioteca, miles y miles de libros, miles de estantes, cientos de estrechas filas... Hermione sacó una lista de títulos y temas que había decidido investigar; mientras Ron se paseaba entre una fila de libros y los sacaba al azar. Alex se acercó a la Sección Prohibida. Se había preguntado si Flamel no estaría allí. Pero por desgracia, hacía falta un permiso especial, firmado por un profesor, para mirar alguno de los libros de aquella sección, y sabía que no iba a conseguirlo. Allí estaban los libros con la poderosa Magia del Lado Oscuro, que nunca se enseñaba en Hogwarts y que sólo leían los alumnos mayores, que estudiaban cursos avanzados de Defensa Contra las Artes Oscuras.
— ¿Qué estás buscando, muchacho?
—Nada —respondió Alex.
La señora Pince, la bibliotecaria, empuñó un plumero ante su cara. —Entonces, mejor que te vayas. ¡Vamos, fuera! —Alex salió de la biblioteca, deseando haber sido más rápido en inventarse algo.
Un par de mesas más allá, estaban Céline, Daphne y Tracey, estaban haciendo la tarea, cuando la princesa, escuchó a su hermano y la Sra. Prince. Pero Ron Weasley, habló más alto de lo esperado por Céline, al pronunciar el nombre, que ya ellos estaban buscando.
La princesa no les dijo a sus amigas, solo se aseguró de terminar su tarea, responder a las preguntas de sus amigas y luego, sabiendo que concretarían por sí solas su tarea, se levantó para mirar los libros, en la sección de historia de la magia. — "Quizás tú seas, lo que estoy buscando" —susurró para sí misma, al leer el título: Descubrimientos mágicos, que cambiaron el mundo.
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Él, Ron y Hermione se habían puesto de acuerdo en que era mejor no consultar a la señora Pince sobre Flamel. Estaban seguros de que ella podría decírselo, pero no podían arriesgarse a que Snape se enterara de lo que estaban buscando. Alex los esperó en el pasillo, para ver si los otros habían encontrado algo, pero no tenía muchas esperanzas. Después de todo, buscaban sólo desde hacía quince días y en los pocos momentos libres, así que no era raro que no encontraran nada. Lo que realmente necesitaban era una buena investigación, sin la señora Pince pegada a sus nucas.
Cinco minutos más tarde, Ron y Hermione aparecieron negando con la cabeza. Se marcharon a almorzar. —Van a seguir buscando cuando yo no esté, ¿verdad? —dijo Hermione—. Si encuentran algo, enviadme una lechuza.
—Y tú podrás preguntar a tus padres si saben quién es Flamel —dijo Ron—. Preguntarles a ellos no tendrá riesgos.
—Ningún riesgo, ya que ambos son dentistas —respondió Hermione. Eso los desanimó.
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Cuando comenzaron las vacaciones, Ron y Alex tuvieron mucho tiempo para pensar en Flamel. Dumbledore había enviado una sonda mental, un par de veces y sonreía, al saber que Alex estaba en el castillo, para encontrar información. Estaba feliz de que el chico pudiera quedarse en Hogwarts por navidad, James y Lily fueron fáciles de convencer.
Sin embargo, estaba enfadado cuando James y Lily, (más James, que Lily en realidad), le pidieron la Capa de Invisibilidad. Y aún más, al saber a quién iban a entregársela.
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Recuerdo
—Sé que a Alex le gustará quedarse en el colegio, quedándose con tan pocos alumnos. —dijo Dumbledore, con los ojos brillantes de felicidad, ante la aceptación de los padres Potter —Con tantos secretos por ser descubiertos. Estoy seguro de que tendrá grandes historias para ustedes, James. —dijo esto, sabiendo muy bien, sobre los Merodeadores.
—Gracias, Albus —dijo James sonriente —ahora: si pudieras por favor, devolverme la Capa. La entregaré yo mismo.
Albus se congeló por un instante. Es cierto que iba a entregársela a Alex, tal y como James estaría pensándolo. Pero los encantamientos de seguimiento y los otros, como el de Compulsión, que guiarían a Alex hacía la habitación en dónde estaba oculto el Espejo de Oesed. Él estaría allí mismo, para ver con la Legeremancia, lo que vería Alex y así acercarse a él, dejándolo irse, sin peligro alguno. —No hay necesidad de eso, James, ¿no sería mejor, entregársela a Alex, en la mañana del Samhain?
James y Lily lo miraron impactados, pero pronto todo se normalizó a sus ojos y Lily tomó la palabra, con una pequeña risilla. —Disculpa Albus, ¿dijiste "entregársela a Alex"?
—Sí Lily, eso dije —fue la respuesta de Dumbledore, quien frunció ligeramente el ceño. Había algo extraño aquí. Su instinto le decía, que no le gustaría. — ¿Por qué lo preguntas?
—Creo que has olvidado, Albus —habló James lentamente, causando que Dumbledore frunciera el ceño, ante el tono tan similar al del querido Severus —que la capa va de heredero primogénito en heredero primogénito. Y esa es Céline. —Dumbledore se mostró impactado por esto. No él no podía permitir que Céline Volkova, se quedara con la Capa. Pero antes de poder pensarlo, James se levantó de su silla, sacó su varita y se paró ante la caja fuerte, bajando las protecciones de Albus, recuperando la Capa y en cuestión de segundos, se deshizo de las Compulsiones y Encantamientos de seguimiento y de guía, por los cuales Albus tuvo que renunciar a cosas tan valiosas sentimentalmente, para que personas mejores que él, algunos hechizos.
Fin del Recuerdo
Los vio salir con la Capa de Invisibilidad y su ira, causó que destruyera su oficina, en un caso de Magia Accidental, muchísimo más típico en niños menores de diez años de edad. —Maldita sea. Malditos sean, James y Lily, ¿Por qué Tom no pudo completar su estúpido trabajo y matarlos a ambos? Bueno... —suspiró, sacó su varita con un Reparo no-verbal, todo quedó en su lugar —quizás pueda pedirle a Hagrid que... esculpa una flauta y se la mande a Alex.
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Cuando Alex Potter despertó a la mañana siguiente, lo primero que vio fue unos cuantos paquetes a los pies de su cama. — ¡Feliz Navidad! —lo saludó medio dormido Ron, mientras Alex saltaba de la cama y se ponía la bata.
—Para ti también —contestó Alex sonriente, mientras se colocaba sus lentes.
Alex cogió el paquete que estaba más arriba. Estaba envuelto en papel de embalar y tenía escrito: «Para Alex de Hagrid». Contenía una flauta de madera, toscamente trabajada. Era evidente que Hagrid la había hecho. Alex sopló y la flauta emitió un sonido parecido al canto de la lechuza.
—Creo que sé de quién es ése —dijo Ron, algo sonrojado y señalando un paquete deforme—. Mi madre. Le dije que éramos amigos, te ha hecho un jersey Weasley. Alex abrió el paquete y encontró un jersey tejido a mano, grueso y color blanco con detalles rojos y dorados y una letra A, y una gran caja de pastel de chocolate casero. —Cada año nos teje un jersey —dijo Ron, desenvolviendo su paquete— y el mío siempre es rojo oscuro.
—Es muy amable de parte de su madre —dijo Alex probando el pastel, que era delicioso.
El siguiente regalo también tenía golosinas, una gran caja de ranas de chocolate, de parte de Hermione.
El último era de su padre, quien le mandaba un collar que había pertenecido a su abuelo, (al padre de James) una esfera de cristal con un rubí. Se puso el jersey de la Sra. Weasley y el collar, antes de decidir bajar a desayunar.
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Cuando Alex bajó al Gran Comedor, se asombró de ver a sus padres. Corrió hacía ellos y mientras su padre lo abrazaba, le entregó a Céline un paquete. —Feliz Sanhaim, Céline. Esto es para ti, pero no lo abras aquí, sino en la Sala Común —le dijo su padre sonriente.
—Entendido —dijo ella con una sonrisa enorme en su rostro. —Gracias por el collar —y lo levantó. Alex frunció el ceño, al ver el jade dentro del collar, así que él no era tan especial o quizás fuera de su abuela Euphemia.
Dumbledore vio esto e intentó ingresar en la mente de James, mediante Legeremancia, pero James era un Auror y no podías serlo, si no eras un Oclumante, así que el anciano manipulador, se estrelló contra los escudos de James, lo cual lo dejó rumiando de ira. — ¿Cómo puedo hacer que Alex Potter se vea en el Espejo de Oesed? —se preguntó enfadado por tantos obstáculos en el camino.
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Cuando Alex volvió a su habitación, ya a las horas del atardecer, después de la cena, encontró una pequeña cajita, envuelta en papel regalo brillante, con una nota: «Cuando descubrí lo que hacía este anillo, decidí que te lo quedaras tú, sé que serás un gran mago y muy responsable». Abrió la cajita y encontró un anillo, extrañado se lo colocó, dándose cuenta de que era Invisible, al mirarse en el espejo. Tenía que probarlo. Se deslizó fuera de la cama y se envolvió en la capa. Miró hacia abajo y vio sólo la luz de la luna y las sombras. Era una sensación muy curiosa. «muy responsable». De pronto, Alex se sintió muy despierto. Con aquel anillo, todo Hogwarts estaba abierto para él. Mientras estaba allí, en la oscuridad y el silencio, la excitación se apoderó de él. Podía ir a cualquier lado con ella, a cualquier lado, y Filch nunca lo sabría. Ron gruñó entre sueños. ¿Debía despertarlo? Algo lo detuvo. Sintió que aquella vez (la primera vez) quería utilizarlo solo. Salió cautelosamente del dormitorio, bajó la escalera, cruzó la sala común y pasó por el agujero del retrato. — ¿Quién está ahí? —chilló la Dama Gorda. Alex no dijo nada. Anduvo rápidamente por el pasillo. ¿Adónde iría? De pronto se detuvo, con el corazón palpitante, y pensó. Y entonces lo supo. La Sección Prohibida de la biblioteca.
Iba a poder leer todo lo que quisiera, para descubrir quién era Flamel. Se ajustó la capa y se dirigió hacia allí. La biblioteca estaba oscura y fantasmal. Alex encendió una lámpara para ver la fila de libros. La lámpara parecía flotar sola en el aire y hasta el mismo Alex, que sentía su brazo llevándola, tenía miedo. La Sección Prohibida estaba justo en el fondo de la biblioteca. Pasando con cuidado sobre la soga que separaba aquellos libros de los demás, Alex levantó la lámpara para leer los títulos. No le decían mucho. Las letras doradas formaban palabras en lenguajes que Alex no conocía. Algunos no tenían títulos. Un libro tenía una mancha negra que parecía sangre. A Alex se le erizaron los pelos de la nuca. Tal vez se lo estaba imaginando, tal vez no, pero le pareció que un murmullo salía de los libros, como si supieran que había alguien que no debía estar allí.
Tenía que empezar por algún lado. Dejó la lámpara con cuidado en el suelo y miró en una estantería buscando un libro de aspecto interesante. Le llamó la atención un volumen grande, negro y plateado. Lo sacó con dificultad, porque era muy pesado y, balanceándolo sobre sus rodillas, lo abrió. Un grito desgarrador; espantoso, cortó el silencio... ¡El libro gritaba! Alex lo cerró de golpe, pero el aullido continuaba, en una nota aguda, ininterrumpida. Retrocedió y chocó con la lámpara, que se apagó de inmediato. Aterrado, oyó pasos que se acercaban por el pasillo, metió el volumen en el estante y salió corriendo. Pasó al lado de Filch casi en la puerta, y los ojos del celador; muy abiertos, miraron a través de Alex. El chico se agachó, pasó por debajo del brazo de Filch y siguió por el pasillo, con los aullidos del libro resonando en sus oídos. Se detuvo de pronto frente a unas armaduras. Había estado tan ocupado en escapar de la biblioteca que no había prestado atención al camino. Tal vez era porque estaba oscuro, pero no reconoció el lugar donde estaba. Había armaduras cerca de la cocina, eso lo sabía, pero debía de estar cinco pisos más arriba. —Usted me pidió que le avisara directamente, profesor, si alguien andaba dando vueltas durante la noche, y alguien estuvo en la biblioteca, en la Sección Prohibida. Alex sintió que se le iba la sangre de la cara. Filch debía de conocer un atajo para llegar a donde él estaba, porque el murmullo de su voz se acercaba cada vez más y, para su horror, el que le contestaba era Snape.
— ¿La Sección Prohibida? Bueno, no pueden estar lejos, ya los atraparemos. —Alex se quedó petrificado, mientras Filch y Snape se acercaban. No podían verlo, por supuesto, pero el pasillo era estrecho y, si se acercaban mucho, iban a chocar contra él. La capa no lo volvía inmaterial. Retrocedió lo más silenciosamente que pudo. A la izquierda había una puerta entreabierta. Era su única esperanza. Se deslizó, conteniendo la respiración y tratando de no hacer ruido. Para su alivio, entró en la habitación sin que lo notaran. Pasaron por delante de él y Alex se apoyó contra la pared, respirando profundamente, mientras escuchaba los pasos que se alejaban.
Habían estado cerca, muy cerca.
Transcurrieron unos pocos segundos antes de que se fijara en la habitación que lo había ocultado. Parecía un aula en desuso.
No notó que alguien más, estuviera allí.
Las sombras de sillas y pupitres amontonados contra las paredes, una papelera invertida y apoyada contra la pared de enfrente... Había algo que parecía no pertenecer allí, como si lo hubieran dejado para quitarlo de en medio. Era un espejo magnífico, alto hasta el techo, con un marco dorado muy trabajado, apoyado en unos soportes que eran como garras.
Tenía una inscripción grabada en la parte superior: Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse.
Ya no oía ni a Filch ni a Snape, y Alex no tenía tanto miedo. Se acercó al espejo, deseando mirar para no encontrar su imagen reflejada. Se detuvo frente a él. Tuvo que llevarse las manos a la boca para no gritar. Giró en redondo. El corazón le latía más furiosamente que cuando el libro había gritado... Porque no sólo se había visto en el espejo, sino que había mucha gente detrás de él.
Sus padres, su hermana, sus abuelos y muchas otras personas en el espejo.
Pero al girarse en redondo, allí no había nadie.
Absolutamente nadie (o eso creía), pues Céline estaba allí con la Capa Invisible, mientras que él usaba el Anillo de la Invisibilidad (un obsequio y creación de Dumbledore, debido a la frustración de Dumbledore de que su niño dorado, no pudiera usar la legendaria Capa de Ignotus Peverell).
Al mirarse en el espejo, ambos vieron lo mismo: Su familia.
Alex se vio junto a James y Lily, frunció el ceño cuando vio a Céline también en el cuadro. Entonces, una sonrisa se instaló en su rostro. Una chica a quien él juraba no conocer, lo besaba en la mejilla.
Céline vio a sus madres: Aleksandra y Susanna; vio a sus abuelos: Fleamont y Euphemia Potter, vio a sus abuelos adoptivos: Anton y Ann Laine. Vio a James, Lily, Alex y a Daphne. Pero Daphne agarraba su mano. Tracey apareció en el espejo y la abrazaba por encima del hombro. Ella veía más de lo que podría ver Alex o incluso Dumbledore, gracias al ojo draconiano en su cuenca derecha.
Alex no supo cuánto tiempo estuvo allí. Los reflejos no se desvanecían y Alex miraba y miraba, hasta que un ruido lejano lo hizo volver a la realidad. No podía quedarse allí, tenía que encontrar el camino hacia el dormitorio. Apartó los ojos de los de su madre y susurró: — "Volveré". —Salió apresuradamente de la habitación.
Céline frunció el ceño. —Este espejo es un puto peligro, para cualquier mocoso que lo encuentre —gruñó. —Tengo la suerte de poder mantener mis emociones a raya con la Oclumancia, pero otras personas, especialmente mocosos de once años, carecen de esa posibilidad. A saber, cuántos ya no han sido consumidos por estas visiones. Sin embargo: Encerrar en este espejo, la Piedra Filosofal, ha sido inteligente —Se concentró y abrió un portal, era su magia natural: Magia interdimensional. Metió la mano dentro y agarró una de sus espadas, la desenfundó y se quedó quieta, al darse cuenta de las implicaciones de su plan de abrir un portal y mandar el espejo a través de él. —Cualquiera en Koasefold podría ser atrapado por su hechizo. —gruñendo, envió tanta magia de viento como pudo sobre la espada y luego lo cortó, como mantequilla. Pero no solo una, sino hasta cuatro veces. — ¡Vihan tornado! (Tornado de la Ira) —gruñó furiosa con Dumbledore, por colocar ese espejo allí, mientras lo escuchaba siendo triturado. Desde el vidrio, hasta la madera del marco, todo se estaba volviendo trizas. Se concentró y colocó más magia en el espejo o los restos o lo que fuera que quedara de él. Cuando se cansó, lo dejó caer y solo quedaba polvo y... Extrañada, alargó la mano, hacía aquello que brillaba en el medio, brillando en rojo. Agarró la piedra color rojo sangre y una sonrisa apareció en su rostro, ante lo que veía con su ojo draconiano. —La Piedra Filosofal —su sonrisa se borró, una vez que cayó en la cuenta de algo importante y elemental, que solo hasta ahora, lograba ver. —Espera: Si solo Nicholas Flamel, podría haberla creado, ¿entonces cómo es que está aquí? —era verdad que no encontró información vital sobre Nicholas, pero... — ¿Por qué Dumbledore la tendría? Solo él es lo bastante famoso y/o poderoso, como llegar a apoderarse de esto. Lo mejor será devolverla —salió de allí, antes de que alguien la encontrara.
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Dumbledore seguía despierto en su oficina, preguntándose sobre cómo podría dirigir a Alex hacía el espejo, solo para que una alarma sonara en su oficina: Había preparado que la alarma sonara, si dos personas ingresaban en el salón del Espejo y pronto, luego de esperar, la alarma de magia negra no se encendió. Entonces, el anciano director frunció el ceño. — ¿Por qué no se ha encendido la alarma de magia negra?, ¿es que acaso? —Un escalofrío recorrió su espalda, ante una posibilidad totalmente inconcebible, pero igualmente, posible. — ¿Algún alumno, distinto a Alex ha encontrado el espejo?, ¿dos de ellos si es posible? —salió corriendo en busca del espejo, al llegar al salón, se Desilusionó, se hizo invisible e ingresó, esperando su reunión con Alex Potter o con Céline Volkova, primero les preguntaría que era lo que veían y si era lo que él suponía, entonces tenía un discurso listo. Pero su concentración falló y dejó caer el hechizo, al ver el espejo destruido. — ¡NO! —Gritó furioso, para entonces enviar un hechizo, frunció el ceño cuando no funcionó. Envió otro, pero allí, en esa sala, no había rastro alguno de la Piedra Filosofal. Volvió a su oficina y gritó y pataleó todo lo que quiso, destruyéndola.
Sus planes se estaban desmoronando, uno tras otro, ante sus propios ojos y apretó los puños, al darse cuenta de que era su culpa. Él directamente, transformó a Céline Volkova en una ficha desconocida y desconcertante para él, por partes iguales. —De haberla dejado con los Potter, nada de esto hubiera ocurrido. Podría incluso manipularla, decirle que ella es La-Niña-Que-Vivió y ponerla de mi lado, pues conocería sus gustos, deseos y sueños para el futuro. Pero ahora mismo, esa mocosa, no es más que un obstáculo en el camino, que necesito conocer a fondo. Pero su Oclumancia es poderosa, demasiado poderosa, ¿Qué otra cosa, puedo hacer? —golpeó con fuerza la pared, pensando en qué hacer, en cómo convencer a Céline de aliarse con él, para derrotar a Voldemort, cuando llegara el momento.
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18: La Mujer de la Máscara.
