Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.

La Pirata de los Cielos

22: Cuando algo no sale como quieres que salga.

Siendo tan viejo y experimentado como lo era, Dumbledore sabía cuándo ser paciente. Y ahora mismo, lo mejor era vigilar los pasos de Quirinus y Tom, para saber en qué momento, manipular a Céline Volkova y enviarla tras la trampilla. Entrecruzó los dedos de sus manos y comenzó a pensar: —Tom necesita sangre de unicornio, para que el cuerpo de Quirinus no se pudra y su mejor opción, es ir tras la Piedra Filosofal. —apretó los puños —Pero la piedra fue robada, entonces no existe problema alguno. Céline ha demostrado ser más eficiente en sus clases, como lo demuestra, el hecho de estar por encima de sus compañeros de clase. Pero es... demasiado lista, para una alumna de primer año. Así que evidentemente, fue entrenada en ese reino suyo. Se ha convertido en el rostro público de Slytherin de su generación... —entonces, un peso fantasmal se instaló en sus hombros: la preocupación y el temor; sus manos comenzaron a sudar— ¿Será conveniente, confiar en ella? No sé nada sobre su vida, sus aspiraciones, sus deseos, ¿Cómo puedo convencerla de que lucha de mi lado?, ¿Cómo puedo convencerla de que me escuche, por el Bien Común?, es... ella debería de haber sido tan conocedora de la magia, como cualquier otro Criado por Muggles, pero aparece en un reino mágico, llega y toma el trono de primer año de Slytherin y humilla constantemente a los hijos de los Mortífagos, sin que estos puedan hacer nada, para rebatir sus palabras. Así que ha tenido clases sobre cómo dar un discurso. Si decide entrar en la esfera política y si aquellos que NO SON hijos de Mortífagos, la siguen, entonces el Wizengamot recibirá un poderoso golpe, porque ni el lado luminoso, ni el oscuro del Wizengamot, tendrán el poder, sino el lado neutral. —entonces, decidió mirar el otro lado de la moneda y apretó las manos, con enfado —Alex... Alex no se ha estado comportando, como yo esperaba que lo hiciera. Como si... como si creyera que la fama de haber sido El-Niño-Que-Vivió, lo protegerá de cualquier mal. Está más centrado en divertirse que en aprender... —extrajo entonces, los informes sobre Alex y apretó los dientes, furioso. El mocoso holgazán y bueno para nada. Entre los peores, no solo del primer año de 1991, SINO EN GENERAL DE TODA HOGWARTS. Y estar junto a Ron Weasley, quien era igual que él, no servía.

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En las dos semanas siguientes, vinieron los exámenes.

Tal vez porque ellos no tenían cicatrices ardientes en la frente, Ron y Hermione no parecían tan preocupados por la Piedra como Alex. La idea de Voldemort los atemorizaba, desde luego, pero no los visitaba en sueños y estaban tan ocupados repasando que no les quedaba tiempo para inquietarse por lo que Snape o algún otro estuvieran tramando. El último examen era Historia de la Magia. Una hora respondiendo preguntas sobre viejos magos chiflados que habían inventado calderos que revolvían su contenido.

Y entonces, estarían libres, libres durante toda una maravillosa semana, hasta que recibieran los resultados de los exámenes. Cuando el fantasma del profesor Binns les dijo que dejaran sus plumas y enrollaran sus pergaminos, Alex no pudo dejar de alegrarse con el resto.

—Esto ha sido mucho más fácil de lo que pensé —dijo Hermione, cuando se reunieron con los demás en el parque soleado—. No necesitaba haber estudiado el Código de Conducta de los Hombres Lobo de 1637 o el levantamiento de Elfrico el Vehemente. —A Hermione siempre le gustaba volver a repetir los exámenes, pero Ron dijo que iba a ponerse malo, así que se fueron hacia el lago y se dejaron caer bajo un árbol. Los gemelos Weasley y Lee Jordan se dedicaban a pinchar los tentáculos de un calamar gigante que tomaba el sol en la orilla.

—Basta de repasos —suspiró aliviado Ron, estirándose en la hierba—. Puedes alegrarte un poco, Alex, aún falta una semana para que sepamos lo mal que nos fue, no hace falta preocuparse ahora.

Alex se frotaba la frente. — ¡Me gustaría saber qué significa esto! —estalló enfadado—. Mi cicatriz sigue doliéndome. Me ha sucedido antes, pero nunca tanto tiempo seguido como ahora.

—Ve a ver a la señora Pomfrey —sugirió Hermione.

—No estoy enfermo —dijo Alex, frunciendo el ceño, pero ahora hacía Hermione—. Creo que es un aviso... significa que se acerca el peligro...

Ron no podía agitarse, hacía demasiado calor. —Alex, relájate, Hermione tiene razón, la Piedra está segura mientras Dumbledore esté aquí. De todos modos, nunca hemos tenido pruebas de que Snape encontrara la forma de burlar a Fluffy. Casi le arrancó la pierna una vez, no va a intentarlo de nuevo. Y Neville jugará al Quidditch en el equipo de Inglaterra antes de que Hagrid traicione a Dumbledore.

Alex asintió, pero no pudo evitar la furtiva sensación de que se había olvidado de hacer algo, algo importante. Cuando trató de explicarlo, Hermione dijo: —Eso son los exámenes. Yo me desperté anoche y estuve a punto de mirar mis apuntes de Transformación, cuando me acordé de que ya habíamos hecho ese examen. —Pero Alex estaba seguro de que aquella sensación inquietante nada tenía que ver con los exámenes. Vio una lechuza que volaba hacia el colegio, por el brillante cielo azul, con una nota en el pico. Hagrid era el único que le había enviado cartas. Hagrid nunca traicionaría a Dumbledore. Hagrid nunca le diría a nadie cómo pasar ante Fluffy... nunca... Pero... Alex, súbitamente, se puso de pie de un salto.

—¿Adónde vas? —preguntó Ron con aire soñoliento.

—Acabo de pensar en algo —dijo Alex. Se había puesto pálido—. Tenemos que ir a ver a Hagrid ahora.

—¿Por qué? —suspiró Hermione, levantándose.

— ¿No les parece un poco raro —dijo Alex, subiendo por la colina cubierta de hierba— que lo que más deseara Hagrid fuera un dragón, y que de pronto aparezca un desconocido que casualmente tiene un huevo en el bolsillo? ¿Cuánta gente anda por ahí con huevos de dragón, que están prohibidos por las leyes de los magos? Qué suerte tuvo al encontrar a Hagrid, ¿verdad? ¿Por qué no se me ocurrió antes?

— ¿En qué estás pensando? —preguntó Ron, pero Alex echó a correr por los terrenos que iban hacia el bosque, sin contestarle.

Hagrid estaba sentado en un sillón, fuera de la casa, con los pantalones y las mangas de la camisa arremangados, y desgranaba guisantes en un gran recipiente. —Hola —dijo sonriente—. ¿Habéis terminado los exámenes? ¿Tenéis tiempo para beber algo?

—Sí, por favor —dijo Ron, pero Alex lo interrumpió.

—No, tenemos prisa, Hagrid, pero tengo que preguntarte algo ¿Te acuerdas de la noche en que ganaste a Norberto? ¿Cómo era el desconocido con el que jugaste a las cartas?

—No lo sé —dijo Hagrid sin darle importancia—. No se quitó la capa. —Vio que los tres chicos lo miraban asombrados y levantó las cejas. —No es tan inusual, hay mucha gente rara en el Cabeza de Puerco, el bar de la aldea. Podría ser un traficante de dragones, ¿no? No llegué a verle la cara porque no se quitó la capucha. Alex se dejó caer cerca del recipiente de los guisantes.

— ¿De qué hablaste con él, Hagrid? ¿Mencionaste Hogwarts?

—Puede ser —dijo Hagrid, con rostro ceñudo, tratando de recordar—. Sí... Me preguntó qué hacía y le dije que era guardabosques aquí... Me preguntó de qué tipo de animales me ocupaba... se lo expliqué... y le conté que siempre había querido tener un dragón... y luego... no puedo recordarlo bien, porque me invitó a muchas copas. Déjame ver... ah sí, me dijo que tenía el huevo de dragón y que podía jugarlo a las cartas si yo quería... pero que tenía que estar seguro de que iba a poder con él, no quería dejarlo en cualquier lado... Así que le dije que, después de Fluffy, un dragón era algo fácil.

— ¿Y él... pareció interesado en Fluffy? —preguntó Alex, tratando de conservar la calma.

—Bueno... sí... es normal. ¿Cuántos perros con tres cabezas has visto? Entonces le dije que Fluffy era buenísimo si uno sabía calmarlo: tocando música se dormía en seguida... De pronto Hagrid pareció horrorizado. — ¡No debí decir eso! —estalló—. ¡Olviden que lo dije! Eh... ¿adónde vais? Alex, Ron y Hermione no se hablaron hasta llegar al vestíbulo de entrada, que parecía frío y sombrío, después de haber estado en el parque.

—Tenemos que ir a ver a Dumbledore —dijo Alex—. Hagrid le dijo al desconocido cómo pasar ante Fluffy, y sólo podía ser Snape o Voldemort, debajo de la capa... No fue difícil, después de emborrachar a Hagrid. Sólo espero que Dumbledore nos crea. ¿Dónde está el despacho de Dumbledore? —Miraron alrededor, como si esperaran que alguna señal se lo indicara. Nunca les habían dicho dónde vivía Dumbledore, ni conocían a nadie a quien hubieran enviado a verlo. —Tendremos que... —empezó a decir Alex, pero súbitamente una voz cruzó el vestíbulo.

— ¿Qué estáis haciendo los tres aquí dentro? —Era la profesora McGonagall, que llevaba muchos libros.

—Queremos ver al profesor Dumbledore —dijo Hermione con valentía, según les pareció a Ron y Alex.

— ¿Ver al profesor Dumbledore? —repitió la profesora, como si pensara que era algo inverosímil—. ¿Por qué?

Alex tragó: «¿Y ahora qué?». —Es algo secreto —dijo, pero de inmediato deseó no haberlo hecho, porque la profesora McGonagall se enfadó.

—El profesor Dumbledore se fue hace diez minutos —dijo con frialdad—. Recibió una lechuza urgente del ministro de Magia y salió volando para Londres de inmediato.

— ¿Se fue? —preguntó Alex con aire desesperado—. ¿Ahora?

—El profesor Dumbledore es un gran mago, Potter, y tiene muchos compromisos...

—Pero esto es importante.

— ¿Algo que tú tienes que decir es más importante que el ministro de Magia, Potter?

—Mire —dijo Alex dejando de lado toda precaución—, profesora, se trata de la Piedra Filosofal...

Fue evidente que la profesora McGonagall no esperaba aquello. Los libros que llevaba se deslizaron al suelo y no se molestó en recogerlos. —¿Cómo es que sabes...? —farfulló.

—Profesora, creo... sé... que Sna... que alguien va a tratar de robar la Piedra. Tengo que hablar con el profesor Dumbledore. La profesora lo miró entre impresionada y suspicaz.

—El profesor Dumbledore regresará mañana —dijo finalmente—. No sé cómo habéis descubierto lo de la Piedra, pero quédense tranquilos. Nadie puede robarla, está demasiado bien protegida.

—Pero profesora...

—Alex sé de lo que estoy hablando —dijo en tono cortante. Se inclinó y recogió sus libros—. Os sugiero que salgáis y disfrutéis del sol. Pero no lo hicieron.

—Será esta noche —dijo Alex una vez que se aseguraron de que la profesora McGonagall no podía oírlos—. Snape pasará por la trampilla esta noche. Ya ha descubierto todo lo que necesitaba saber y ahora ha conseguido quitar de en medio a Dumbledore. Él envió esa nota, seguro que el ministro de Magia tendrá una verdadera sorpresa cuando aparezca Dumbledore.

—Pero ¿qué podemos...? —Hermione tosió. Alex y Ron se volvieron. Snape estaba allí.

—Buenas tardes —dijo amablemente. Lo miraron sin decir nada. —No deberíais estar dentro en un día así —dijo con una rara sonrisa torcida.

—Nosotros... —comenzó Alex, sin idea de lo que diría.

—Deben ser más cuidadosos —dijo Snape—. Si los ven andando por aquí, pueden pensar que vais a hacer alguna cosa mala. Y Gryffindor no puede perder más puntos, ¿no es cierto? —Alex se ruborizó. Se dieron media vuelta para irse, pero Snape los llamó. —Ten cuidado, Potter, otra noche de vagabundeos y yo personalmente me encargaré de que te expulsen. Que pases un buen día. —Se alejó en dirección a la sala de profesores.

Una vez fuera, en la escalera de piedra, Alex se volvió hacia sus amigos. — "Bueno, esto es lo que tenemos que hacer: —susurró con prisa— Uno de nosotros tiene que vigilar a Snape, esperar fuera de la sala de profesores y seguirlo si sale. Hermione, mejor que eso lo hagas tú."

— ¿Por qué yo?

—Es obvio —intervino Ron—. Puedes fingir que estás esperando al profesor Flitwick, ya sabes cómo —la imitó con voz aguda—: «Oh, profesor Flitwick, estoy tan preocupada, creo que tengo mal la pregunta catorce b.…».

—Oh, cállate —dijo Hermione, pero estuvo de acuerdo en ir a vigilar a Snape.

—Y nosotros iremos a vigilar el pasillo del tercer piso —dijo Alex a Ron—. Vamos.

Pero aquella parte del plan no funcionó. Tan pronto como llegaron a la puerta que separaba a Fluffy del resto del colegio, la profesora McGonagall apareció otra vez, salvo que ya había perdido la paciencia. —Supongo que ustedes piensan que son los mejores para vencer todos los encantamientos —dijo con rabia—. ¡Ya son suficientes tonterías! Si me entero de que han vuelto por aquí, les quitaré otros cincuenta puntos para Gryffindor. ¡Sí, Weasley, de mi propia casa! —Alex y Ron regresaron a la sala común. Justo cuando Alex acababa de decir: «Al menos Hermione está detrás de Snape», el retrato de la Dama Gorda se abrió y apareció la muchacha.

— ¡Lo siento, Alex! —se quejó Hermione—. Snape apareció y me preguntó qué estaba haciendo, así que le dije que esperaba al profesor Flitwick. Snape fue a buscarlo, yo tuve que irme y no sé adónde habrá ido Snape.

—Bueno, no queda otro remedio, ¿verdad? —Los otros dos lo miraron asombrados. Estaba pálido y los ojos le brillaban. —Iré esta noche y trataré de llegar antes y conseguir la Piedra.

— ¡Estás loco! —dijo Ron.

— ¡No puedes! —dijo Hermione—. ¿Después de todo lo que han dicho Snape y McGonagall? ¡Te van a expulsar!

— ¡¿Y QUÉ?! —gritó Alex—. ¡¿NO COMPRENDEN?! ¡SI SNAPE CONSIGUE LA PIEDRA, ES EL REGRESO DE VOLDEMORT! ¿NO HABÉIS OÍDO CÓMO ERAN LAS COSAS CUANDO ÉL TRATABA DE APODERARSE DE TODO? ¡YA NO HABRÁ NINGÚN COLEGIO PARA QUE NOS EXPULSEN! ¡LO DESTRUIRÁ O LO CONVERTIRÁ EN UN COLEGIO PARA LAS ARTES OSCURAS! ¡¿NO SE DAN CUENTA DE QUE PERDER PUNTOS YA NO IMPORTA?! ¡¿CREEN QUE ÉL DEJARÁ QUE VOSOTROS Y VUESTRAS FAMILIAS ESTÉIS TRANQUILOS, SI GRYFFINDOR GANA LA COPA DE LA CASA?! Si me atrapan antes de que consiga la Piedra, bueno, tendré que volver a casa y esperar a que Voldemort me encuentre allí. Será sólo morir un poquito más tarde de lo que debería haber muerto, porque nunca me pasaré al lado tenebroso. Voy a entrar por esa trampilla, esta noche, y nada de lo que digáis me detendrá.

—Oh, vamos, ¿no pensarás que te vamos a dejar ir solo? —Preguntó Ron, frunciendo el ceño.

—Por supuesto que no —dijo Hermione con voz enérgica—. ¿Cómo crees que vas a conseguir la Piedra sin nosotros? Será mejor que vaya a buscar en mis libros, tiene que haber algo que nos sirva...

—Pero si nos atrapan, también los expulsarán a ustedes.

—No, si yo puedo evitarlo —dijo Hermione con severidad—. Flitwick me dijo en secreto que en su examen tengo ciento doce sobre cien. No me van a expulsar después de eso.

Tras la cena, los tres se sentaron en la sala común, lejos de todos. Nadie los molestó. Hermione revisaba sus apuntes, confiando en encontrar algunos de los encantamientos que deberían conjurar. Alex y Ron no hablaban mucho.

Ambos pensaban en lo que harían. Poco a poco, la sala se fue vaciando y todos se fueron a acostar. —Será mejor que vayas a buscar la capa —murmuró Ron, mientras Lee Jordan finalmente se iba, bostezando y desperezándose.

Alex corrió por las escaleras hasta su dormitorio oscuro. Sacó el anillo y entonces su mirada se fijó en la flauta que Hagrid le había regalado para Navidad. La guardó para utilizarla con Fluffy: no tenía muchas ganas de cantar... Regresó a la sala común. —Es mejor que yo me ponga el anillo, ustedes toquen mis hombros y nos aseguremos de que nos cubra a los tres... si Filch descubre a uno de nuestros pies andando solo por ahí...

Salieron de la Sala Común, mientras pasaban con cuidado al lado de la gata, ésta volvió la cabeza con sus ojos como linternas, pero no los vio. No se encontraron con nadie más, hasta que llegaron a la escalera que iba al tercer piso. Peeves estaba flotando a mitad de camino, aflojando la alfombra para que la gente tropezara. —¿Quién anda por ahí? —dijo súbitamente, mientras subían hacia él. Entornó sus malignos ojos negros—. Sé que estáis aquí, aunque no pueda veros. ¿Aparecidos, fantasmas o estudiantillos detestables? Se elevó en el aire y flotó, mirándolos de soslayo. —Llamaré a Filch, debo hacerlo, si algo anda por ahí y es invisible. —Alex tuvo súbitamente una idea.

— "Peeves, —dijo en un ronco susurró— el Barón Sanguinario tiene sus propias razones para ser invisible."

Peeves casi se cayó del aire de la impresión. Se sostuvo a tiempo y quedó a unos centímetros de la escalera. —Lo siento mucho, sanguinaria señoría —dijo en tono meloso—. Fue por mi culpa, ha sido una equivocación... no lo vi... por supuesto que no, usted es invisible, por favor: perdone al viejo Peeves por su broma, señor.

—Tengo asuntos aquí, Peeves —gruñó Alex—. Mantente lejos de este lugar esta noche.

—Lo haré, señoría, desde luego que lo haré —dijo Peeves, elevándose otra vez en el aire—. Espero que los asuntos del señor Barón salgan a pedir de boca, yo no lo molestaré. —Y desapareció.

— "¡Genial, Alex!" —susurró Ron.

Unos pocos segundos más tarde estaban allí, en el pasillo del tercer piso. La puerta ya estaba entreabierta. —Bueno, ya lo veis —dijo Alex con calma—. Snape ya ha pasado ante Fluffy. Ver la puerta abierta les hizo tomar plena conciencia de aquello a lo que tenían que enfrentarse. Por debajo de la capa, Alex se volvió hacia los otros dos. — "Si queréis regresar, no os lo reprocharé —dijo— pueden llevarse la capa, no la voy a necesitar."

—No seas estúpido —dijo Ron.

—Vamos contigo —dijo Hermione. Alex empujó la puerta.

Sin embargo, mejor que un simple anillo encantado por un anciano maestro de Transformaciones y maestro en otras veinte profesiones... es una Capa Invisible, otorgada por la mismísima Muerte al hermano menor de los Peverell. Céline, Daphne y Tracy, seguían al trio de Gryffindor, ingresando en la habitación, encontrándose con un Cerbero, el cual estaba dormido, gracias a un arpa encantada.

Las chicas sacaron sus varitas y dejaron inconscientes a los tres leones, con el hechizo Desmaius, los tres cayeron inconscientes, los sacaron de la habitación, volvieron a entrar y usar un Desmaius triple, contra Fluffy.

Convocaron cuerdas, para descender hasta unas plantas mullidas, que resultaron ser Lazo del Diablo, para lo cual, usaron Lumos Máxima, descendieron e ingresaron en un muy largo pasillo, llegaron hasta el final del mismo y vieron ante ellas una habitación brillantemente iluminada, con el techo curvándose sobre ellos. Estaba llena de pajaritos brillantes que volaban por toda la habitación. En el lado opuesto, había una pesada puerta de madera.

— ¿Crees que nos atacarán si cruzamos la habitación? —preguntó Tracy.

—Es probable —contestó Céline—. No parecen muy malos, pero supongo que si se tiran todos juntos... Bueno, no hay nada que hacer... voy a correr. —Respiró profundamente, se cubrió la cara con los brazos y cruzó corriendo la habitación. Esperaba sentir picos agudos y garras desgarrando su cuerpo, pero no sucedió nada. Alcanzó la puerta sin que lo tocaran. Movió la manija, pero estaba cerrada con llave.

Las otras dos lo imitaron. Tiraron y empujaron, pero la puerta no se movía, ni siquiera cuando Daphne probó con su hechizo de Alohomora.

— ¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Tracey. —Esos pájaros... no pueden estar sólo por decoración —Observaron los pájaros, que volaban sobre sus cabezas, brillando... ¿Brillando?

—¡No son pájaros! —dijo de pronto Céline—. ¡Son llaves! Llaves aladas, mirad bien. Entonces eso debe significar... —Miró alrededor de la habitación, mientras los otros observaban la bandada de llaves—. Sí... miren ahí. ¡Escobas! ¡Esperan que consigamos la llave de la puerta! Pero no tenemos tiempo... —desenfundó sus espadas y con un par de cortes, destrozó la puerta.

La habitación siguiente estaba tan oscura que no pudieron ver nada. Pero cuando estuvieron dentro la luz súbitamente inundó el lugar, para revelar un espectáculo asombroso. Estaban en el borde de un enorme tablero de ajedrez, detrás de las piezas negras, que eran todas tan altas como ellos y construidas en lo que parecía piedra. Una sonrisa, iluminó el rostro de Daphne, quien apuntó al rey blanco del otro lado. — ¡BOMBARDA! —La maldición le destrozó la cabeza y cruzaron. —Jaque Mate.

Céline empujó y abrió. Un tufo desagradable los invadió, haciendo que se taparan la nariz con la túnica. Con ojos que lagrimeaban debido al olor, vieron, aplastado en el suelo frente a ellos, un trol más grande que el que habían derribado, inconsciente y con un bulto sangrante en la cabeza. — "Me alegro de que no tengamos que pelear con éste" —susurró Tracey, mientras pasaban con cuidado sobre una de las enormes piernas. Abrió la próxima puerta, los dos casi sin atreverse a ver lo que seguía... Pero no había nada terrorífico allí, Sólo una mesa con siete botellas de diferente tamaño puestas en fila.

—Snape —dijeron las tres chicas, mientras se burlaban un poco.

Pasaron el umbral y de inmediato un fuego se encendió detrás de ellos. No era un fuego común, era púrpura. Al mismo tiempo, llamas negras se encendieron delante. Estaban atrapados. —¡Mira! —Daphne cogió un rollo de papel, que estaba cerca de las botellas. Céline miró por encima de su hombro para leerlo:

"El peligro yace ante ti,

mientras la seguridad está detrás,

dos queremos ayudarte,

cualquiera que encuentres,

una entre nosotras siete te dejará adelantarte,

otra llevará al que lo beba para atrás,

dos contienen sólo vino de ortiga,

tres son mortales,

esperando escondidos en la fila.

Elige, a menos que quieras quedarte para siempre,

para ayudarte en tu elección, te damos cuatro claves:

Primera, por más astucia que tenga el veneno para ocultarse siempre encontrarás alguno al lado izquierdo del vino de ortiga;

Segunda, son diferentes las que están en los extremos, pero si quieres moverte hacia delante, ninguna es tu amiga;

Tercera, como claramente ves, todas tenemos tamaños diferentes: Ni el enano ni el gigante guardan la muerte en su interior;

Cuarta, la segunda a la izquierda y la segunda a la derecha son gemelas una vez que las pruebes, aunque a primera vista sean diferentes."

Daphne dejó escapar un gran suspiro y Céline, le devolvió una sonrisa, lo último que había esperado que hiciera. —Muy bueno —dijo Daphne—. Esto no es magia... es lógica... es un acertijo. Muchos de los más grandes magos no han tenido una gota de lógica y se quedarían aquí para siempre. —Lo único que necesitamos está en este papel. Siete botellas: tres con veneno, dos con vino, una nos llevará a salvo a través del fuego negro y la otra hacia atrás, por el fuego púrpura.

—Dame un minuto. —Pidió Céline, retirando el parche de su ojo, causando que sus amigas, dieran un paso atrás, al ver el ojo draconiano. Se acercó y agarró la botella más pequeña, caminó hacía el otro lado de la habitación, —La más pequeña nos llevará por el fuego negro, hacia la Piedra. —agarró otra botella redonda del extremo derecho de la fila. Levantó la más pequeña —con esta, cruzaremos las llamas del otro lado y con esta redonda, esas llamas. —Salmoneó algo, que no se entendió y la poción que evadía el fuego negro, se volvió más grande y más líquido apareció. —Un sorbo bastará para las llamas negras. —la entregó a Daphne y la otra a Tracy. —Beban y déjenla de este lado. Tengo que ocuparme de algo más. —Cuando ambas se fueron, ella enfundó sus sables, desenfundó sus pistolas. — ¡ORQUESTA DE LAS BALAS! —disparó solo una vez, desde cada pistola, pero, aun así, seis esferas de viento endurecido y comprimido, salieron de cada cañón. Céline sonreía, mientras seguía con la mirada y con una sonrisa, algo invisible, que era perseguido por sus balas, hasta ver como dos balas desaparecían, sangre caía al suelo y escuchaba algo que también caía al suelo. Allí estaba: larga barba canosa, cabello largo, lentes de medialuna caídos, ojos azules, piel arrugada y vestido con una túnica azul y plateada. —Hola, profesor Dumbledore.

—Ah, Céline —dijo Dumbledore, poniéndose de pie, malherido —un hechizo interesante.

—Algo de mi propia invención —dijo ella sonriente —de mi... legado pirata. Pero eso podemos dejarlo para después, ya que hay algo, que usted claramente quiere saber. ¿O me equivoco?

—Quirrell, está siendo...

—Controlado por Voldemort, lo sé —interrumpió ella. Dumbledore abrió los ojos. —Va tras la Piedra Filosofal. Tropecé con la habitación del espejo accidentalmente, descubrí la piedra, destruí el espejo y la devolví a sus dueños. —Céline mostró una pequeña sonrisa, cuando pensó que sí le revelaba más secretos al anciano, le ocasionaría un paro cardiaco o sus ojos escaparían de las cuencas. —Pero claramente usted, no está aquí para detener a Quirrell. No. Usted está aquí, para poner a prueba a su querido Niño-Que-Vivió. Todo esto, ha sido para poner a prueba a mi hermano y debo de preguntarme: ¿Por qué?

—Antes de que Neville Longbottom, tu hermano y tú nacieran, la profesora de Adivinación, hizo una profecía, sobre la persona que podría detener a Voldemort...

—Tom Ryddle —le interrumpió ella. —Su nombre es Tom Sorvolo Ryddle Gaunt. Hijo de Tom Ryddle y Merope Gaunt.

Dumbledore apretó los puños. Era lógico que ya no se temiera a algo que sabían, era un simple alias. — (...), Cuando descubrí que era sobre ti de quien trataba la Profecía y te trajimos a Hogwarts... Ya era TARDE Y Vol... Tom, ya estaba controlando a Quirrell.

—Tenías la Piedra Filosofal y él... está aquí para robarla, ¿verdad? —preguntó Céline, algo aburrida, por esta historia.

— ¡¿FUISTE TÚ QUIEN ROBÓ LA PIEDRA?! —Preguntó en un grito, que resonó.

—No. Solo destruí ese espejo, en cuanto vi lo que se encontraba detrás de él... —un hombre calvo, Quirrell, salió volando del espejo y se dirigió hacía Céline. La chica levantó su pistola y los ojos de Quirrell se abrieron. — ¡Orquesta de las Balas: Grito de Ehius, lamento de Misva! —Una única bala fue disparada, una bala con forma de una esfera de fuego, que alcanzó a Quirrell y Voldemort, haciéndolos gritar de dolor, hasta que solo quedó su cadáver. Del cadáver, surgió, como hecho de humo, el rostro de Voldemort. Céline extendió su brazo y usó un hechizo, enviándole una poderosa ráfaga de viento contra Dumbledore, empujándolo, cayendo ante Céline, el anciano se puso de pie, solo para ser golpeado por Dumbledore.

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Cuando Dumbledore despertó, supo lo que había ocurrido. Supo lo que había hecho la maldita mocosa. Pero claro: Los Slytherin pasarían por encima de quien hiciera falta, con tal de lograr sus metas. —Maldita mocosa Slytherin —gruñó. Céline Potter, lo había literalmente atraído enfrente de ella, con tal de que el espectro de Tom, lo golpeara.

Cuando pudo salir de la enfermería, volvió justamente el día en el cual se acabó el año. Los adornos verdes y plateados, estaban ondeando en todo su esplendor; fragmentos de papeles verdes y plateados, caían del techo, celebrando que Slytherin tenía todavía, la Copa de las Casas; para gran enfado de Dumbledore y McGonagall. Mientras que Pomona y Filius, daban ánimos a sus alumnos, para el próximo año, pues los puntos de Ravenclaw y Hufflepuff, habían sido bastante elevados en esta ocasión a diferencia de otras ocasiones, mientras que Gryffindor terminó en lo más profundo (especialmente, por la forma de ser de Alex Potter y Ron Weasley).

Dumbledore estaba a punto de volar la parte superior de su cuerpo, ante esto. Mientras veía a todos los Slytherin abrazarle y alabar a Céline Potter.

La-Niña-Que-Vivió en Slytherin, quién parecía odiarlos a Voldemort y a él por igual, ¡QUE DESASTRE!