Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Solo nos pertenecen los OC.
La Pirata de los Cielos
26: La voz que mi hermano escucha.
Durante los días siguientes, Céline y Daphne pasaron bastante tiempo esquivando a Gilderoy Lockhart cada vez que lo veía acercarse por un corredor.
Pero más difícil aún era evitar a Colin Creevey, que parecía saberse de memoria el horario de Alex. Nada le hacía tan feliz como preguntar «¿Va todo bien, Alex?» seis o siete veces al día, y oír «Hola, Colin» en respuesta, a pesar de que la voz de Alex en tales ocasiones sonaba irritada.
Y la varita de Ron, que todavía no funcionaba correctamente, se superó a sí misma el viernes por la mañana al escaparse de la mano de Ron en la clase de Encantamientos y dispararse contra el profesor Flitwick, que era viejo y bajito, y golpearle directamente entre los ojos, produciéndole un gran divieso verde y doloroso en el lugar del impacto.
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Así que, entre unas cosas y otras, Céline se alegró muchísimo cuando llegó el fin de semana, especialmente Daphne, Tracey y Draco.
Daphne y Tracey, porque podrían practicar magia desconocida para su dimensión, gracias a Céline, quien comenzaba las lecciones de magia elemental, siendo hechizos protectores y hechizos de contraataque.
En medio de la clase, Céline les contó enfadada, sobre que su hermano se equivocó en un hechizo y quemó unos documentos de valor histórico de un maestro. Sabía que era algo verdadero y no un rumor, por el rostro que tenía Alex, en estos días.
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Y Draco estaba feliz, porque después de intentar meter en problemas a Alex y Ron en Encantamientos, fue descubierto y al volver a la Sala Común, Céline lo mandó a volar, hasta la otra pared, con su súper fuerza.
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Cuando terminaron el desayuno del domingo, mientras Ron Weasley y Alex Potter, hablaban sobre los Chudley Cannons, la veloz labia de Alex, se detuvo cuando una delicada, pero pesada mano, se posó en su hombro, causándole un extraño escalofrío. Ambos miraron a la dueña de la mano.
— "Alex —susurró la rubia suavemente —escuché rumores, de que has estado oyendo una voz que parece provenir de ningún lugar y que solo tú puedes oír, ¿algo que decir en tu defensa?"
— ¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO EN LA MESA DE GRYFFINDOR?! —Chilló Ron Weasley, causándole daño auditivo a más de uno.
—Hablando con mi hermano, por si todavía no te das cuenta —gruñó Céline, causando que Ron saltara en su silla.
Alex se levantó del lugar en el que estaba sentado, con la espalda muy recta. Esto extraño a Céline. El pelirrojo de ojos avellana, comenzó a caminar hacia afuera y le hizo un gesto con la cabeza a la rubia, para que le siguiera. Pero no solo fueron ellos dos, también fueron Hermione, Ron, Daphne, Tracy y Draco. La mayor de los Potter, siguió a su hermano menor, subiendo escaleras y subiéndolas aún más, hasta el cuarto piso; para Céline fue estúpido y vio que los seguían. Cuando ingresaron en la habitación, Alex buscó donde sentarse, Céline miró la puerta. —Entonces... quemé accidentalmente unos documentos de Binns y primera vez que lo veo recordar un nombre y apellido... —se detuvo y vio a Céline haciéndole algo a la puerta. — ¡¿ME ESTÁS ESCUCHANDO NO?!
—Lo hago —dijo la rubia tranquila, dejado la puerta y asombrando a Alex de que sujetara un cuchillo y que hubiera tallado la puerta. Había surcos indescifrables sobre la puerta, ahora arruinada.
— ¡¿Por qué hiciste eso a la puerta?! —preguntó asombrado, con sus ojos avellana. Céline Volkova-Potter, no era de las que se metía en problemas.
—Luego utilizaré un simple Reparo y listo, problema resuelto —dijo la rubia de ojo verde oscuro y ojos draconiano parchado, sin molestarse por la puerta.
— ¿Qué son? —preguntó Alex, mirando la talla de su hermana en la puerta, bastante nervioso de que se fuera a ganar un castigo por eso.
—Runas —explicó, mientras se sentaba. —Runas mágicas. De esta dimensión, por si te queda duda.
Alex se mordió el labio inferior. —Mamá... ella quiere que tome Runas Antiguas, el año que viene, pero... no sé si soy lo suficientemente inteligente. —entonces agitó su cabeza, para recordar el por qué estaban allí. —Estábamos en clase de Historia de la Magia y estaba tan aburrido, que comencé a jugar con la varita, se me salió un incendio...
La sonrisa en los labios de su hermana, lo asustó. — ¿Un incendio no verbal?
Sonrojado, Alex asintió y su sonrojo aumentó, ante el beso en su mejilla y el abrazo inesperado. —Bueno entonces... agité la varita, una bola de fuego salió volando, quemé accidentalmente unos documentos de Binns, que tenía desde el siglo XV, conseguido de un tal príncipe Raul y.… y primera vez que lo veo recordar un nombre y apellido... Me quitó 30 puntos, fui castigado, ayudando a Lockhart a contestar a cartas de sus seguidoras —Céline gimió y Alex asintió —y estábamos en eso, y pasaron más de tres horas —los ojos de la rubia se abrieron, con sorpresa e incredulidad, ¿tres horas firmando cartas, junto a ese inútil? Se encogió un poco, ante la mirada de "no me jodas" de su hermana y decidió aclararse —él firmaba fotos y yo firmaba el sobre de la carta.
— ¿Y eso era un castigo, por quemar documentos de valor histórico invaluable? —Gruñó Céline, su hermano asintió.
—Y.… me estaba quedando dormido. Entonces, escuché una voz. Una voz... extraña y.… aterradora. ¡MUY aterradora!
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Recuerdo
— ¡Aquí está el pillo! —dijo Lockhart sonriente—. Vamos, Alex, entra. —Dentro había un sinfín de fotografías enmarcadas de Lockhart, que relucían en los muros a la luz de las velas. Algunas estaban incluso firmadas. Tenía otro montón grande en la mesa.
— ¡Tú puedes poner las direcciones en los sobres! —dijo Lockhart a Alex, como si se tratara de un placer irresistible—. El primero es para la adorable Gladys Gudgeon, gran admiradora mía.
Los minutos pasaron tan despacio como si fueran horas. Alex dejó que Lockhart hablara sin hacerle ningún caso, diciendo de cuando en cuando «mmm» o «ya» o «vaya». Algunas veces captaba frases del tipo «La fama es una amiga veleidosa, Alex» o «Serás célebre si te comportas como alguien célebre, que no se te olvide».
Las velas se fueron consumiendo y la agonizante luz desdibujaba las múltiples caras que ponía Lockhart ante Alex. Éste pasaba su dolorida mano sobre lo que le parecía que tenía que ser el milésimo sobre y anotaba en él la dirección de Verónica Smethley. —Debe de ser casi hora de acabar —pensó Alex, derrotado. —Por favor, que falte poco...
Y en aquel momento oyó algo, algo que no tenía nada que ver con el chisporroteo de las mortecinas velas ni con la cháchara de Lockhart sobre sus admiradoras. Era una voz, una voz capaz de helar la sangre en las venas, una voz ponzoñosa que dejaba sin aliento, fría como el hielo: «Ven..., ven a mí... Deja que te desgarre... Deja que te despedace... Déjame matarte...»
Alex dio un salto, y un manchón grande de color lila apareció sobre el nombre de la calle de Verónica Smethley. — ¡¿Qué?! —gritó.
—Pues eso —dijo Lockhart—: ¡Seis meses enteros encabezando la lista de los más vendidos! ¡Batí todos los récords!
—¡No! —dijo Alex asustado—. ¡La voz!
— ¿Cómo dices? —preguntó Lockhart, extrañado—. ¿Qué voz?
—La... la voz que ha dicho... ¿No la ha oído?
Lockhart miró a Alex desconcertado. — ¿De qué hablas, Alex? ¿No te estarías quedando dormido? ¡Por Dios, mira la hora que es! ¡Llevamos con esto casi cuatro horas! Ni lo imaginaba... El tiempo vuela, ¿verdad?
Alex no respondió. Aguzaba el oído tratando de captar de nuevo la voz, pero no oyó otra cosa que a Lockhart diciéndole que otra vez que lo castigaran, no tendría tanta suerte como aquélla.
Alex, salió aturdido.
Era tan tarde que la sala común de Gryffindor estaba prácticamente vacía y Alex se fue derecho al dormitorio. Ron no había regresado todavía.
Se puso el pijama y se echó en la cama a esperar. Media hora después llegó Ron, con el brazo derecho dolorido y llevando con él un fuerte olor a limpiametales. —Tengo todos los músculos agarrotados —se quejó, echándose en la cama—. Me ha hecho sacarle brillo catorce veces a una copa de Quidditch antes de darle el visto bueno. Y vomité otra tanda de babosas sobre el Premio Especial por los Servicios al Colegio. Me llevó un siglo quitar las babas. Bueno, ¿y tú qué tal con Lockhart? —En voz baja, para no despertar a Neville, Dean y Seamus, Alex le contó a Ron con toda exactitud lo que había oído. — "¿Y Lockhart dijo que no había oído nada? —preguntó Ron. A la luz de la luna, Alex podía verle fruncir el entrecejo—. ¿Piensas que mentía? Pero no lo entiendo... Aunque fuera alguien invisible, tendría que haber abierto la puerta."
— "Lo sé—dijo Alex, recostándose en la cama y contemplando el dosel— yo tampoco lo entiendo."
Fin del Recuerdo
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—Y Lockhart no escuchó nada. —repitió Céline, mientras le pedía a su hermano, repetir (dos veces), lo que dijo la persona misteriosa. Al escucharlo por segunda ocasión, Céline comprobó las runas en la puerta, comprobó que solo ellos dos, estuvieran en esa habitación. Entonces, lentamente se puso de pie, caminó tranquilamente, hacía su hermano, levantó los brazos y los colocaba en los brazos de su hermano menor. —Cuando dijiste lo que dijo esta... persona desconocida... —se inclinó hacía su hermano, para hablarle al oído — "hablaste en Pársel"
— ¿Pársel? —Preguntó Alex confundido. Pero Céline le obligó mantenerse en silencio.
— "Es un idioma mágico, el idioma de las serpientes." —susurró Céline— "Es conocido como un idioma de la magia oscura, porque personas como Salazar Slytherin, Paracelso o el propio Voldemort" —Alex palideció. —No debes de hablar sobre esto CON NADIE. Llama a Mamá, cuéntale todo y pídele ayuda. Tiene una muy mala fama y podrían tomarte como un Mago Oscuro. Llama a Mamá de inmediato. —Alex asintió, Céline retiró las Runas y al abrir la puerta, allí estaban sus amigos, pero no escucharon nada y comenzaron a preguntarles sobre la conversación, pero Alex no flaqueó.
El pelirrojo habló con su madre, a través del Espejo de Comunicación y ella le dijo que no había nada de malo, en un idioma mágico, solo que era demasiado extraño que él pudiera hablarlo y que tenía una muy mala fama. Para evitar hablarlo por accidente, cada mañana, al salir el sol, Alex comenzó a meditar, con su madre a través del Espejo.
