Cualquier dato o personaje que reconozcas pertenece a JK Rowling.

Casada con los dos

Capítulo 1: Una vida normal

Volvió a darle al encendido pero el molesto ruido del fracaso llegó a sus oídos ¿era una broma, verdad?

Suspiré dándose ánimos, ya debería estar acostumbrada, después de todo no era la primera vez que le pasaba. De hecho no sería un lunes normal si no tuviera que lidiar con el escarabajo de su muy antiguo auto, tal vez no debería ser tan mala llamándolo así, ella entendía que fuera bastante viejo y usado pero ¿no podía seguir funcionando correctamente para que ella no? ¿Podría retrasarse el primer día de la semana y despertarse un lunes por la mañana e irse al trabajo en su auto como una persona normal, en un comienzo de semana normal de una vida normal? Ok, debía respirar. A cualquiera le podía pasar justo lo que a ella le estaba pasando, eso era normal. Era lo que la gente llamaba a no estar de suerte.

Se bajó del destartalado auto después de sacar las llaves y retirar un mechón de cabello de su rostro. Se alisó la ropa y con un suspiro se paró recta para enfrentar el día que se avecinaba y únicamente consiguió que su valor flaqueara cuando de repente un viento helado le golpeara el rostro justo antes de ver como el cielo se tornaba gris con increíble prisa quitándole al día los colores vivaces y cálidos con los que había iniciado aquella mañana. No podía creer que justo eso pasara ahora.

Vio como una densa cortina de nubes grises ocultaban el brillante azul del fondo acompañada de ráfagas de aire congelado por el que el paso de los transeúntes se volvía frenético. Decidió imitarlos, así que tomó su bolsa del asiento del copiloto y se sintió agradecida de encontrar su sombrilla, afortunadamente la cargaba para todos los lados y sin más, se alejó del pequeño Austin Mini.

No pasó mucho antes de que las primeras gotas cayeran y se fueran contra su piel pálida, así que apenas le dio tiempo para abrir su sombrilla. Ya medio protegido del agua, se unió al mar de cuerpos bamboleantes de la calle, tendría que darse prisa si quería llegar a tiempo. Las gotas se hicieron más veloces a cada momento y para cuando llegó a la primera intersección, el diluvio que caía parecía prometer inundar todo Londres... O quizás Inglaterra entera. Las calles, literalmente, estaban vueltas ríos así que los autos no pasaban con gran velocidad y los peatones se refugiaban en los diversos locales sabiendo muy bien que no podrían transitar por ellas. Ella también lo sabía y le daba coraje ¿es que los días no podían ser normales?

Decepcionada y sintiendo las fuertes corrientes de aire a su alrededor, decidió hacer lo mismo que los demás, pero antes de lo previsto se vio halada hacia atrás con ímpetu. Evidentemente, su sombrilla quería volar de paseo y al parecer llevársela a ella en el proceso. Luchó con fuerza y aún así, el viento la hizo retroceder unos cuantos metros. Enseguida las cosas se invirtieron y se encontró jalando la bendita sombrilla hacia atrás sin demasiado éxito al volver ser arrastrada por la furia del aire. Se sintió tan perdida y furiosa por su horrenda situación que ni se entró del espectáculo que dio para los refugiados de los locales que a través de los ventanales y vitrinas la veían bailar desastrosamente hacia adelante y atrás repetidamente como si buscara el equilibrio en la cuerda floja. con paraguas en mano y todo, e incluso un niño la señaló desde adentro soltando risas que se multiplicaban en el local. A Lily le gustaba hacer reír a los niños pero si hubiera estado consciente de lo que pasaba, definitivamente no le gustaría hacerlos reír con su pésima situación, o suerte.

Finalmente todos los espectadores soltaron su última carcajada cuando la brisa cesó de repente y ella, la pelirroja medio empapada, quedó en paz sobre la acera sonriendo con satisfacción como si hubiera ganado la batalla, para luego caminar con altanería sin darse cuenta del verdadero desastre que ahora era lo que antaño fue la famosa sombrilla. Todo fue como una caricatura. Rápido, cómico y desnudo.

Primero la veías batallar por su sombrilla adelante, atrás, adelante, atrás, adelante, atrás con muecas y todo, y luego cuando creía que su sufrimiento había acabado, la veías medio empapada e ignorante a su verdadero problema.

Cuando creyó que ya no se mojaría más, ya que la fuerte lluvia parecía marcharse tan de repente como llegó, se dio cuenta de que ya no le servía aquel deforme objeto que solía ser un paraguas, así que devuelta al ojo quiso tirarlo sin percatarse del auto que venía cruzando veloz por la carretera y que desparramó el agua que había en un charco frente a ella hasta que sintió las gotitas de agua en una dirección distinta a la del cielo. Afortunadamente solo fueron unas cuantas gotas, ya que no estaba lo suficientemente cerca pero hubiera preferido que su día no incluyera aviones mojados contra ella.

¡Por Dios! ¿Qué había hecho para merecer aquello?

Para cuando sus súplicas cesaron, el día ya estaba completamente despejado, los colores volvieron a tomar fuerza, las personas empezaron a salir de sus cálidos refugios y las calles se drenaron quedando casi secas, el tráfico continuó como si nada hubiera ocurrido y Lily ahí, empapada y con frío entre gente seca y sonriente que la miraba como si fuera un mono malabarista de circo. Realmente eso la molestó, así que haciendo un puchero muy dramático digno de caricatura que a muchos divirtió, se alejó con prisa.

Definitivamente debía considerar mudarse al extranjero, el clima bipolar de Londres no le agradaba en lo absoluto.

...

La dulzura y la suavidad de los algodones de azúcar acariciaban su subconsciente mientras éste se deslizaba perezosamente por las lejanías del sueño, en donde la quietud era la que reinaba.

Al menos hasta que un chirriante pitido empezó a martillarle los oídos.

-¡Maldita mar!- exclamó adormilado. No había nada que lo enfureciera más que lo despertaran tan temprano.

No entendía la manía que tenía la gente de comenzar el día madrugando, aun sabiendo que habían más horas por delante. Por eso odiaba esos artilugios del mal que le interrumpían sus vitales horas de sueño, justo como lo hacía aquel bendito despertador en ese momento. Su incesante chirrido no hacía más que fastidiar...

Entonces recordó que él no había colocado ninguna alarma, y mucho menos a tan poco de haber llegado. ¿Cuánto había pasado? ¿Un par de horas, quizás?

Abrio un ojo con pesar.

No pudo distinguir nada de inmediato pero eso no impidió que dirigiera su mirada hacia la mesa de noche en donde reposaba el dichoso aparato. Aunque su visión aún seguía difusa pudo distinguir una silueta familiar.

-¡Argos, calla a la maldita cosa!- gruñó poniéndose la almohada en la cabeza en un intento de amortiguar el espantoso pitido. Sin embargo, luego de unos segundos sin dejar de escuchar el molesto sonido, el ojigris volvió a mirar. Sabía que su amiguito no lo apagaría, así que decidió tomar acción él mismo y patear al objeto en cuestión, el cual cayó al suelo con un golpe seco que pareció llamar de una buena vez por todo aquel sonido de tortura.

Escuchó a Argos quejarse pero no le dio importancia a otra cosa que no fuera el dulce silencio de la habitación. El hombre se acomodó nuevamente, permitiéndole a la luz que se filtraba por las cortinas, acariciar la piel de su ancha espalda.

Suspenso. ¡Aquello era vida!

...

Un cuarto de hora más tarde, la pelirroja estuvo frente a una estructura de una planta rodeada por una cerca y precedida por unos pocos escalones, testigos de llantos desesperados y rabietas incontrolables. Los subieron y una vez dentro, avanzó por los pasillos mirando la hora en su reloj de muñeca para darse cuenta de que todavía tenía unos pocos minutos antes de que llegaran todos, los suficientes como para intentar ponerse presentable después de haber pasado por semejante situación. Se sintió aún más enojada con su vida al recordarlo. Dobló en la siguiente esquina y abrió la primera puerta que estaba a la vista.

Apenas y se había quitado el abrigo cuando la puerta se abrió.

-Lily ¿pero qué ha pasado contigo? ¿Te caíste del puente otra vez?- interrogó su más fiel compañera. No tenía que darme cuenta de la vuelta para verla con una sonrisa burlona.

-Si, por supuesto ¿qué día sería si no me cayera de un puente?- comentó nada divertida mientras rebuscada en su escritorio algo para intentar secarse- sí, porque mi vida es como uno de esos pésimos shows de televisión titulado "Los días normales de Lily Evans"-

-O "La patética vida de la pelirroja que siempre termina empapada"- sugirió la otra mujer detrás de ella.

Lily se giró -Oh, muchas gracias. De seguro que ese está mejor- le dijo con cara de pocos amigos.

La mujer le molesta como si de verdad la estuviera ayudando. Estaba vestida como siempre, vestido sin mangas ceñido al cuerpo y zapatillas a juego. Su cabello siempre inmaculado en algún recogido que dejaba ver la blanca piel de su cuello y sus pestañas embatucadas con rímel. Después de todo, no se podía esperar menos de Cecil Richarson.

La mujer tuvo la intención de decirle algo mientras se desafiaban con la mirada pero antes de que tuviera la oportunidad, los primeros niños empezaron a llegar y lo sabían porque se escuchaban sus finas voces, sus pequeños y desiguales pasos por los pasillos y alguno que otro. lloriqueo.

Una vez que la intrusa salió del lugar, Lily se apresuró a alizar su falda color lila y su simple blusa blanca, además de pasar sus manos por el cabello en un intento de peinarlo y agradecer al cielo que ella no usaba maquillaje porque sino parecería un mapache en esos momentos. En cuanto lo hizo, la enseñanza tuvo a sus primeros alumnos en la puerta. Se acercó y espabilándose un poco, abrió la puerta luciendo su más brillante sonrisa.

Y es que el efecto inmediato fue porque no era una sonrisa fingida, todo lo contrario, era tan genuina como cada vez que veía aquellas caritas regordetas y traviesas. La Sra. Flint la observó algo extrañada pero no comentó algo al respecto.

-Buenos días, Señorita Evans- saludó y miró a su lado para que el niño al que le tomaba la mano hiciera lo mismo pero éste no miraba a su madre -discúlpelo, es que hoy no se ha despertado de buena gana-

-Buenos días, Sra. Pedernal. Está bien, no se preocupe- le dijo una serena pelirroja. No era la primera vez que un niño no estuviera de ganas.

Al pequeño Flint, le siguió una serie de niños y niñas diferentes, todos de distinto humor, como siempre. Sin embargo a todos los recibieron con la misma radiante sonrisa. Cuando creyó que ya estaban todos, se dispuso a cerrar la puerta justo antes de que un par de niños con matas de pelo rojo la atravesaran corriendo.

-Niños, ¡no, corran!- escuchó desde el pasillo. Y ¡vaya que reconoció esa voz!

Salió a recibir a la cálida mujer que se acercaba por el pasillo. Ésta al verla, sonriendo y alcanzándola, la abrazó.

-¡Vaya! ¡Que preciosa estás querida!- le dijo cuando se hubo apartado para verla -definitivamente las vacaciones te sentaron bien-

Lily agradeció en serio su comentario pero no pudo evitar afligirse un poco al escuchar "vacaciones" -creo que son solo ideas tuyas, Molly- contestó con una sonrisa tratando de no hacer evidente su caída.

-No son ideas mías, ya verás cómo conseguirás marido en estos días. Estoy seguro de que este año es el tuyo.

La pelirroja menor se echó a reír con ese comentario. Aunque luego no supo si preocuparse porque recordó que Molly no era la única que había alegado aquello, su vecina Bertha -una señora a la que le agradaba el espiritismo y esas cosas- también le había afirmado que su aura estaba difusa y que eso se debía a que se presentarían cambios en su vida y que no sería cualquier cambio, sino que su alma iba a reencontrarse con su mitad y que se completarían.

No había entendido mucho que quería decir con esas cosas pero algo le decía que hablaba de conseguir pareja.

-Te daré el beneficio de la duda, pero no creo- "Claro, como si eso fuera a pasar" pensó -¿qué me dices de ti? ¿y los gemelos?-

-Bueno, están en casa con papá y Percy. Hoy no tiene que entrar tan temprano y yo no quería despertar a los niños, así que Arthur se ha quedado con ellos mientras traía a Charlie a la escuela y para dividir un poco la presión, me he traído a Bill-

-Ya veo- comentó Lily mientras se asomaba al salón para reconocer a los únicos pelirrojos en él.

-¡Sí! Discúlpalos, ya sabes cómo son los niños-

-Descuida, no pasa nada- la tranquilizó aun mirando a los niños.

-¿Sabes? Todavía puedo imaginarme aquí- comentando la pelirroja mayor mirando la estructura con tal nostalgia que a Lily casi se le aguan los ojos. Ella también. De hecho se había imaginado los días con una Molly de compañera y no esa Cecil. Llegarían juntas cada mañana después de encontrarse en la parada de autobús o cuando la pasara buscando, se pondrían a charlar un rato antes de que llegaran los niños mientras se bebían sus cafés y luego se irían a almorzar al aula de la otra para seguir charlando lo que había quedado pendiente en la mañana después de las clases. Era fácil imaginárselo pero de allí a hacerlo realidad... Había un buen tramo.

Estaba seguro de que la mujer ante ella sería la mejor de las maestras de kinder, incluso mejor que ella misma pero por injusticias de la vida Molly había tenido que dejar la universidad y en su lugar, Richarson estaba en la escuela. No le echaba la culpa al pobre de Bill pero definitivamente la vida le debió haber dado más tiempo.

-Bueno, ya me tengo que ir. No quiero que Arthur llegue tarde al trabajo. Después seguimos hablando, querida-

Ambas se despidieron y cuando Lily entró al salón para llamar a los pelirrojos no se sorprendió de ver a todos los demás niños aglomerados alrededor de Bill. Ella le había dado clases a los dos pelirrojos Weasley que se encontraban en su salón así que los conocía muy bien como para saber que Bill siempre había sido un niño con mucho potencial, era un líder por naturaleza. Ahora se encontraba siendo el centro de atención, mostrándoles a todos los niños un truco de magia. Cada uno, incluido su hermano, estaban atentos al ágil movimiento que sus pequeñas manos le daban a los naipes, lo que hizo enternecer a ambas mujeres.

Cuando el truco hubo terminado con el as en las manos de una niña, todos exclamaron con mucha sorpresa un largo "Wao".

La sonrisa de las mujeres alcanzó su máximo punto pero luego Molly decidió interrumpir llamando a sus hijos.

-¡Bill, Charlie! ¡Vamos!- los niños miraron algo confusos a su madre pero aún así obedecieron -Despídanse, traviesos- ordenó la mujer.

-Mami, pero si yo me voy a quedar en la escuela- dijo el pequeño mirándola sin entender.

-Así es, cariño. Pero esta vez verás clases con otra maestra- contestó su madre algo afligida.

-Oh-oh. Bruja a la vista- soltó Bill triste por su hermano. La Sra. Weasley lo miró con reproche. Y sí, ahí estaba recibiendo a un par de niños adormilados a los que despertó sin remordimientos, así de cruel era la maestra Richarson. Ésta los miró muy seria antes de recibir a las siguientes víctimas.

Charlie se giró a ver a su madre -¡No, mamá! Yo no quiero a esa bruja- le dijo con sus ojitos temerosos. Luego se aferró a las piernas de Lily -yo no quiero ir con ella, no quiero otra maestra-

Ambas mujeres estaban de acuerdo pero no podían hacer nada, después de todo, el último curso del kinder lo daba Richarson. Bill también se mostró algo reacio a la idea cuando le tocó pero lo supo manejar muy bien. A Charlie seguramente se le haría un poco más difícil, ya que él era el aventurero y definitivamente, Richarson era de las que te cortaba las alas.

No pudo evitar sentirse entristecida al ver a aquellos pelirrojos alejarse. Ver a Molly ya sus hijos siempre era... Ni siquiera podía describirlo. Los Weasley eran maravillosos y muy serviciales y verlos le alegraba el día, aunque ahora se afligía de solo pensar que no podría compartir el tiempo que le hubiera gustado con ellos.

Tratando de alejar su melancolía, tomó un largo respiro antes de cruzar la puerta a su espalda donde la esperaba un salón repleto de niños.

...

Un día más marcaba el calendario y un no muy feliz Sirius esperaba a que lo dejaran pasar.

-Buenos días, joven Black- saludó el justiciero amablemente al reconocerlo. Él apenas y asintió en respuesta antes de volver a subir la ventanilla del auto y esperar a que el hombre subiera la barricada. Estacionó su deportivo amarillo en el estacionamiento y suspendió conteniendo las ganas de salir de allí como lo hacía siempre.

Todos los días era la misma batalla, al menos los días de semana. Quién trabajaba todos los días sentado detrás de un escritorio como si su trasero estuviera pegado a la silla. Bueno, era evidente que mucha gente, lo cual era horrible.

Al llegar a su piso, saludar a su secretaría y que ésta le entregara "sus deberes" del día como si se tratara de un colegial, se dirigió a su grandiosa oficina. Ya instalado allí se llevó una sorpresa.

Se abrió la puerta mostrando a una mujer de piernas largas que llevaba puesto un vestidito negro y corto.

-Pero ¿Cómo…?-

-Shhh- le indicó que hiciera silencio llevándose un dedo a los sensuales labios –No me vieron. Tu secretaria se acaba de ir- sonoramente pícara –Es el momento perfecto para salir de aquí- Sirius sabía lo que significaba aquello. Problemas. Así que era perfecto.

Tomó sus llaves y abandonó aquel lugar de la cintura de la sexy mujer sin preocuparse por el momento en el que su secretaria notara que otra vez se había fugado.

~Continuará...~›

¡Hola! Aquí estoy de nuevo. Éste ha sido el primer capítulo que abarca un poco la vida de Lily y Sirius antes de todo el rollo del matrimonio. Como ven, ella es maestra de kínder, algo inusual ya sé, al menos que yo sepa, y él trabaja para el negocio familiar o eso intenta, aunque no es lo único que hace, ya verán adelante más a qué me refiero.

Bueno, aunque sea obvio voy a aclarar que éste es un long-fic, el primer fic que decidió publicar en esta plataforma, bueno, después de intentarlo una vez hace algunos años. Otra cosa que quiero aclarar es que se trata de una historia sobre la pareja de Lily/James y Sirius ha sido el medio por el que se relacionan. Si buscan leer sobre un triángulo amoroso o que los protagonistas se enamoran en el tercer capítulo, éste no es el fic que buscan.

Agradezco inmensamente a los interesados ¡me llenan de felicidad!

Te mando muchas ranas de chocolate.

Vane.