Recapitulando:
La increíble comodidad me hace desear dormir para siempre.
Todo es caos, toda esta destrucción es indirectamente culpa mía. Al final, todo lo que hago parece llevar a la muerte.
Quizás ese sea mi destino, pero no dejaré de luchar.
Cuando me doy cuenta, siento unas manos pequeñas en mi pecho y a alguien sostiene mi mano con fuerza. Esas pequeñas manos parecen temblar. El flujo de magia excesiva no debe ser algo sin importancia.
El miasma ha invadido mi puerta debido a la falta de maná. Como un veneno letal, está destruyendo todo en su interior.
De las manos de Beatrice siento una sensación cálida mientras ella canaliza su mana con todas sus fuerzas. Escucho las últimas palabras de este día.
— No mueras, porque si mueres... estaré sola de nuevo.
Prologo.
Una mañana llena de sentimientos.
El despertar de mi conciencia me sumerge en un escenario desolador. La fría y húmeda mañana se cierne sobre mí, impregnando cada fibra de mi ser con su gélida presencia. El sonido implacable de la lluvia que cae sin piedad se entrelaza con mis pensamientos, recordándome la crueldad de este fatídico día.
Cada vez estuve al borde de la muerte, enfrentando innumerables peligros. No es que me falte la capacidad de rehacerlo, pero la idea en sí es aterradora. Volver a pasar por todo esto no solo aumentaría la dificultad, sino que también pondría en riesgo la detección de mis engaños por parte de Puck. Ya que conozco mucho más sobre este mundo.
Me vería obligado a abandonar mis ambiciones y asumir el papel de un simple trabajador, resignándome a la impotencia de presenciar los acontecimientos sin poder intervenir. No quiero seguir el mismo papel que el protagonista de la novela.
Aunque, por otro lado, para el protagonista esto no sucedió.
La sensación abrumadora de impotencia ante la masacre, el sufrimiento y la pérdida que presencié no será más que una carga agobiante que cargaré sobre mis hombros.
Entonces recuerdo el rostro de aquella madre.
Entonces recuerdo los cadáveres de las personas.
Los que no pude salvar.
Los que dejaré morir.
El peso de la responsabilidad y la inevitabilidad de las tragedias se convierten en una carga insoportable sobre mis hombros, amenazando con aplastar mi espíritu. Siento nauseas, todo lo que hice al comienzo fue por triunfar, sí, pero hacerlo acosta de la vida de inocentes.
En medio de esta tormenta interna, una pregunta emerge con fuerza: ¿Qué camino debo elegir? ¿Aceptar la repetición, renunciar a mis ambiciones y someterme a la impotencia, o trascender los límites y encontrar una manera de cambiar el destino impuesto? En este punto crítico de mi historia, mi decisión será el faro que guíe mi camino, aunque los peligros y la oscuridad acechen a cada paso que dé.
El miasma de la bruja, esa fuerza tenebrosa y asfixiante, parece haber alcanzado su límite en su avance. Un atisbo de alivio se apodera de mí al notar que mi puerta, ese umbral sigue en pie, exhalo un suspiro de serenidad.
Parece que, al menos por ahora, puedo respirar con mayor calma.
Al sentarme en la cama, mi mirada se posa sobre Rem, que reposa en una silla cercana. Su cabello celeste, normalmente radiante como el cielo despejado, parece perder su brillo bajo la lluvia implacable que cae hoy. La expresión en su rostro delata un decaimiento evidente, sus ojos hinchados y su semblante apagado.
Me gustaría convertir este momento en un oasis de serenidad, llenarlo de instantes encantadores que borren las penas y devuelvan la sonrisa a su rostro.
Pero a quien miento, ella intentó matarme. No puedo hacerlo, además.
La responsabilidad que cargo pesa sobre mis hombros, recordándome que el tiempo apremia y que cada instante de pereza o distracción puede ser pagado con un alto precio.
Es difícil aceptarlo, pero he aprendido a la fuerza que ignorar las advertencias y sumergirme en la negación solo conduce a la muerte y al sufrimiento de aquellos que me rodean. Cada vez que desvié la mirada de la cruda realidad, las consecuencias fueron devastadoras. Ahora, enfrento la dura realidad de que nuevamente estoy atrapado en un ciclo nefasto.
Condenado a revivir tragedias pasadas.
Es momento de tomar acción, de confrontar la verdad y de luchar contra el destino que amenaza con repetirse. El tiempo apremia y no puedo permitirme otro error.
Comenzando con el pueblo.
Roswall lo hizo para que yo ganara su confianza, quizás, por no haber interactuado con ellos anteriormente.
Dejo suavemente la mano de Rem, liberándola de mi agarre, y me pongo de pie con determinación. Me doy cuenta de que todavía estoy vestido con una bata, una imagen que ya no refleja mi verdadero yo. No seré más un simple sirviente, un títere en las manos de aquellos que se aprovechan de la inocencia y la ignorancia.
La realidad me golpea con una fuerza abrumadora. ¿Cómo pude ser tan estúpido? ¿Cómo pude anhelar sumergirme en este mundo, a pesar de conocer la vileza que lo habita? Me quito la bata con gestos decididos y, en silencio, me visto con mi ropa habitual. Afortunadamente, he mantenido mi vestimenta limpia y en orden.
Aunque, si lo analizo detenidamente, me doy cuenta de que Roswall también ha causado la destrucción de sus propias generaciones, condenándolas a un ciclo de cambio de almas depravado y macabro. Su repulsiva sed de poder y control ha arrasado con todo a su paso, dejando un rastro de destrucción y desesperación.
La sensación de repugnancia se adueña de mi ser, llenando cada fibra de mi ser con un desprecio profundo hacia este ser abominable que se esconde bajo una fachada de amabilidad. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras el mal se perpetúa y las vidas son sacrificadas en aras de su siniestra ambición.
La idea de que Roswall podría encontrar redención es una ilusión absurda. Un ser psicópata como él carece de la capacidad de comprender la maldad de sus acciones. En su retorcida mente, todos sus actos están justificados y no importa cuántos cadáveres se amontonen a su paso.
No puedo permitir que continúe existiendo. Su muerte se ha convertido en una necesidad imperante. Esperaré el momento oportuno, cuando ya no pueda servir a sus propósitos egoístas, para acabar con su vida.
Lo mataré, lo mataré cuando deje de ser útil.
Lo mataré.
Cuando estoy por salir de mi habitación Rem reacciona, abriendo los ojos. Al ver que no estoy en la cama dirige su mirada a la puerta.
La mirada entre Rem y yo se encuentra en un momento de profunda conexión. Sus ojos, ahora vidriosos, revelan el torrente de emociones que atraviesan su ser. Una solitaria lágrima se desliza por su rostro, pero su sonrisa persiste, aunque cargada de tristeza. En este instante, su expresión es un espejo de mi propio estado interior: desequilibrado, atormentado por la rabia y las náuseas que me consume.
Respiro profundamente, tratando de encontrar la calma que tanto necesito en este momento caótico. Debo ser racional, poner mis pensamientos en orden. La frustración que siento por las acciones de Roswall amenaza con nublar mi juicio, pero sé que no puedo permitir que eso suceda.
Cada decisión que tome ahora tiene que ser calculada, estratégica.
Intento expulsar la ira de mi cuerpo con un suspiro largo y profundo. Solo así podré encontrar la claridad mental que necesito para enfrentar los desafíos que se avecinan.
Aunque la culpa me consume por ser en parte responsable de las acciones de Roswall, sé que dejarme llevar por la emotividad solo empeoraría las cosas. La frialdad y la objetividad deben ser mis aliadas en este momento crítico.
— Buenos días. — Mi sonrisa hacia Rem es cálida y reconfortante, tratando de transmitirle confianza y tranquilidad en medio de la angustia que nos rodea.
Rem me mira a los ojos, entonces se seca las lágrimas y asiente diciendo:
— Si, buenos días Marco.
Su respuesta, aunque cargada de tristeza, indica que he logrado ganarme su confianza. Es un pequeño consuelo en medio del caos que nos rodea, un rayo de esperanza en este oscuro camino que hemos recorrido juntos.
Regreso a la cama y me siento, preparándome para dar el siguiente paso en esta situación incierta. Siento la responsabilidad de actuar, de hacer algo por Rem, quien me ha salvado en dos ocasiones. Es un acto de gratitud y también de reciprocidad, una forma de demostrar que valoro su ayuda y protección.
Si, solo por haberme salvado dos veces.
— Entonces…
Antes de que pueda articular mis pensamientos en palabras, Rem me interrumpe. Su voz suena quebrada, llena de remordimiento y pesar. Toma mis manos con fuerza, desviando la mirada hacia el suelo. Sus lágrimas caen sobre nuestras manos entrelazadas, y siento el peso de su culpa en el aire.
— Perdón, perdóname Marco. Si yo no hubiese actuado así, si hubiese ayudado desde el comienzo.— Afirmando el agarre de su mano, ella impone sus emociones sobre mi.— Si tan solo yo hubiese actuado mejor.
Sus palabras se detienen, esperando tal vez que la condene o la insulte por su supuesta responsabilidad en la tragedia. Sin embargo, mi voz se mantiene serena y desprovista de emoción cuando respondo a su confesión.
— Si eso no hubiese pasado, quizás más personas se habría salvado. — No hay reproche en mis palabras, solo una aceptación de la realidad que nos ha tocado vivir.
Reconozco que, de haber tomado decisiones distintas, quizás más vidas se hubieran salvado. Pero en este momento, señalar culpas no nos llevará a ninguna parte.
La reacción de Rem ante mi respuesta es comprensible. Espera que la culpe, que la insulte por su supuesta negligencia. Pero en lugar de eso, trato de mantener la calma y la objetividad en mis palabras.
— Pero ya no lo hiciste. Ya lo hecho, hecho está. — Alzo la mirada hacia Rem, tratando de controlar mis propias emociones.
Mi rostro puede reflejar una mezcla de frustración y contención, pero mi objetivo principal es transmitir calma y estabilidad en este momento de incertidumbre.
— No podemos retroceder en el tiempo y alterar lo que ya ha sucedido. Es una verdad difícil de aceptar, pero necesaria para avanzar.— En el momento que lo digo, esas palabras se clavan en mi interior, intentando quebrar el caparazón que tengo en mi corazón.
Rem levanta su mirada hacia mí, quizás buscando en mi expresión alguna señal de cómo reaccionaré ante sus palabras. Sabe que no puedo negar la realidad, que mis palabras llevan una carga de verdad que debe enfrentar.
Hay cosas que no tienen solución.
Mi odio hacia ella.
Mi odio hacia Roswall.
Con determinación, trato de calmar el tumulto emocional que nos rodea. Rem, al verme, sacude su cabeza negando con fuerza, su delicado cabello se sacude junto a ella, permitiéndome ver ambos ojos, completamente apagados y destrozados.
Sus labios tiemblan mientras las lágrimas no paran su camino. Ella desvía su mirada nueva mente, ojeando hacia el pueblo por la ventana de mi habitación, sin embargo, solo se puede ver la gran lluvia cayendo. Rem, entonces, con una voz apagada y entre sollozos dice:
— Eso no es cierto, si yo hubiera…
En contraste, yo, sin ninguna vacilación en mi voz, le respondo.
— Él hubiera no existe.
Es una forma de recordarnos a ambos que debemos centrarnos en el presente y en los pasos que daremos hacia adelante. Es una forma de decirme que lo que estoy haciendo tiene un propósito.
Esas palabras cierran la boca de Rem, quizás porque reconoce la verdad que hay en ellas.
— Rem, él hubiera no existe. No hay espacio para las lamentaciones o las fantasías de cómo podrían haber sido las cosas. Lo que hiciste no va a cambiar, las vidas ya están perdidas y si te culpas por ello entonces solo queda aceptar la realidad, y buscar la manera de enfrentarla de la mejor manera posible.
Mi intención es ser un punto de apoyo para Rem en este momento difícil. Aunque mi odio hacia ella y hacia Roswall arde en mi interior, sé que debo controlarlo y canalizarlo hacia acciones constructivas. Debo pensar con claridad y tomar decisiones fundamentadas para proteger a aquellos que aún están en peligro y evitar que más vidas se pierdan en esta vorágine de tragedia.
Rem despeja su mirada de la ventana y me fulmina con una furia espontánea. Sus emociones explotan y ella me mira, no con rabia hacia mí. Ella desea ser el objetivo, desea que el odio que siente por sí misma lo sientan los demás hacia ella.
Abriendo los labios con fuerza intenta decir algo, sin embargo yo no se lo permito.
— No, no he terminado.— La tensión en la habitación aumenta a medida que continúo hablando con Rem. — ¿Buscas perdón? ¿Buscas que las personas te perdonen para entonces tu poder perdonarte?
No estoy dispuesto a dejar que evada la realidad y se sumerja en su propio dolor y culpa.
— Las vidas perdidas ya no se pueden traer de vuelta, y por mucho que desees cambiar el pasado, eso es imposible.
Rem, con lágrimas en los ojos, baja la cabeza, sintiendo el peso de sus acciones y el alcance de las consecuencias. Pero no la dejo escapar tan fácilmente. Suelto su mano y subo su mentón nuevamente, obligándola a enfrentar la realidad de frente.
Por primera vez, cambio el tono de mi voz, mostrando firmeza y molestia.
— Mírame cuando te hablo.
Rem me mira sorprendida, forzosamente intenta mirar a otro lado pero luego su mirada se fija en mí. Todo su semblante fuerte con el que me acosó se ha perdido, solo dejando un manojo de tristeza y melancolía.
— Te quedas en el pasado, deseando poder cambiarlo pero como no es posible, vives tu vida soñando. ¿Cierto?
Rem cierra sus ojos, ladeando su cabeza con energía. Ella niega todo, intentando no aceptar la realidad de su ser.
— Las palabras de consuelo y el perdón no traen de vuelta a los seres queridos perdidos, ni los sueños cumplen los deseos sin esfuerzo y determinación.— Suelto su mentón para dirigirme a sus hombros, sosteniéndolos con firmeza. — Quiero que comprendas que debes enfrentarse a tus propias expectativas y deseos, tu vida no debe girar únicamente en torno a complacer a los demás. La fortaleza y la dirección deben provenir de tu interior.
Rem intenta liberarse de mi agarre, pero aplico más fuerza, mostrando mi determinación de que escuche y asimile mis palabras. No estoy dispuesto a dejarla huir de esta confrontación necesaria.
— Si quieres pagar por tus pecados tienes que seguir adelante, si quieres hacer algo por las familias que sientes que dañaste. Si quieres hacer algo por las personas que crees que lastimaste, entonces tienes que seguir viviendo.
Es importante que comprenda que necesita tomar responsabilidad por sus acciones y decisiones, y dejar de vivir en la sombra de las expectativas de los demás.
En estos momentos pude decirle lo que quería oír, simplemente decirle que no merece lo que está sucediendo y que es una gran persona, que se aprecie a sí misma y esas basuras.
Esas no son cosas que se dicen porque si, son cosas que tienes que creer por ti mismo.
Soltando sus hombros, me levanto y tomo un poco de distancia, viendo a Rem, que aún sentada intenta contener su lamento.
— Tu eres quien crees que eres, si quieres seguir fracasando entonces sigue viviendo en tu pasado. — Entonces extiendo mi mano, en señal de un nuevo inicio. — Pero si quieres avanzar, cumplir tus metas, pagar por tus pecados y seguir adelante buscando tu propia felicidad toma mi mano.
La habitación se llena de un silencio incómodo mientras Rem procesa mis palabras. No le he dado la respuesta que esperaba, no le he ofrecido un consuelo fácil y vacío. En cambio, le he recordado que la responsabilidad de su vida y su felicidad recae en ella misma.
La verdad duele, pero ese dolor es el que te hace más fuerte. Hacerla vivir una mentira, hacerla vivir a costa de una obsesión.
Me parece algo irresponsable.
Rem entonces intenta levantar su mano, temblorosamente esta se mueve por el aire, en dirección hacia la mía. A punto de hacer contacto, ella se detiene usando su otro brazo.
— De verdad… ¿Yo lo merezco? — La mirada de Rem se clava en mi boca, esperando escuchar las palabras que confirman su valía y merecimiento.
A pesar de sus lágrimas y su deseo de dejar atrás su estado actual, Rem sigue aferrada a su pasado y a sus propias inseguridades.
"Si, lo mereces." Debo decir ahora, tal como decir que voy a estar con ella y demás. Ese es el camino que me lleva a su muerte.
Por eso, en su lugar le digo:
— Eso no lo decido yo. — Aun con mi mano levantada, hago una sonrisa sin dejar de verla a los ojos. — Eso lo decides tú. Si quieres merecerlo, si quieres seguir adelante, si quieres ser feliz. Esas no son cosas que yo pueda decidir por ti, merecer algo no es algo que se otorgue externamente, sino que es algo que tu misma debes creer y buscar.
Sigo extendiendo mi mano hacia ella, ofreciéndole apoyo y compañía en su camino hacia la redención y la felicidad. Pero es ella quien debe dar el primer paso, quien debe tomar la decisión de merecerlo y luchar por su propia transformación.
Rem me mira con incredulidad, sorprendida por la respuesta que acabo de darle. El ambiente está cargado de emociones, y la lluvia que cae afuera parece reflejar la intensidad de nuestra conversación.
No hay una respuesta fácil ni una solución inmediata, pero es importante que Rem comprenda que su destino está en sus propias manos y que solo ella puede decidir si merece y busca la felicidad.
La decisión final recae en Rem, y ahora depende de ella si quiere seguir viviendo en el pasado o dar los pasos necesarios para cambiar y encontrar su propio valor y felicidad.
— Yo… ¿Lo merezco? — Rem intenta articular las palabras, pero su voz se quiebra en un susurro angustiado. Frustrada consigo misma, aprieta los puños y se golpea suavemente el rostro. El impacto, aunque leve, deja una marca roja en su mejilla. — Entiendo. — Un cambio se refleja en la mirada de Rem. Sus ojos vidriosos parecen haber vislumbrado algo, mientras sus manos temblorosas y su semblante decaído luchan por encontrar una fuerza interior. — Aunque en este momento no lo crea, sé que anhelo la felicidad como cualquier otra persona.
Rem se levanta de su silla, erguida y firme, clavando su mirada en la mía.
— Pagar por mis pecados no implica ser miserable, ¿verdad? — Pregunta con determinación, buscando confirmación en mis ojos.
— Puedes pagar por tus pecados y aun así encontrar la felicidad. Lo que mereces o no mereces se vuelve irrelevante cuando te enfocas en perseguir tu propia felicidad —Respondo, transmitiendo serenidad y confianza.
— Pero ¿aún si nadie me aprecia.?
Rem intenta seguir hablando, pero la interrumpo.
— Te equivocas en algo. Hay personas que te quieren, o al menos te aprecian. No sé con cuántas personas has hablado, pero al menos Emilia tiene una buena opinión de ti. No sé qué piense Roswall u otras personas en tu vida. Pero entre todos ellos, hay una persona que te ama incondicionalmente desde que está a tu lado, ¿verdad?
En ese preciso momento, Ram abre la puerta con una sincronización perfecta. Rem se queda boquiabierta al ver a su hermana, quien le sonríe con ternura.
— Tengo que estar de acuerdo contigo. No hay nada en el mundo que ame más que a mi querida hermanita.
— ¡Pero yo! ¡Lo que te he hecho! — Rem se siente abrumada por la culpa y el remordimiento.
Ram salta hacia ella y la abraza con fuerza, como si hubiera esperado este momento durante mucho tiempo. Quién sabe cuánto ha anhelado ver a Rem liberarse finalmente por su propia voluntad.
— Lo sé, lo es todo. — Afirma Ram con convicción, dejando en claro que sus palabras están desprovistas de reproche.
Rem abre los ojos al escuchar las palabras de Ram. Esas palabras que ha escuchado dos veces antes, palabras que no buscan reprocharle nada. Un destello de esperanza se enciende en sus ojos mientras se separa de su hermana por un instante.
— Hermana... Yo... lo siento tanto por todo lo que te he hecho pasar. No merezco tu amor y comprensión después de todo lo que he hecho.
Ram la mira con ternura y le acaricia el rostro, con una voz cálida, esta intenta hacer llegar su amor a Rem.
— Rem, hermanita, nadie es perfecto y todos cometemos errores. Pero eso no significa que no merezcas ser amada y perdonada. A pesar de todo, siempre te he amado y te seguiré amando. Estoy aquí para ti, pase lo que pase.
Las lágrimas vuelven a brotar en los ojos de Rem, pero esta vez son lágrimas de alivio y gratitud. Por primera vez en mucho tiempo, siente que hay esperanza y que no está sola en su lucha.
Las hermanas se abrazan nuevamente, dejando atrás el peso del pasado y abriendo paso a un nuevo comienzo. Aunque el camino hacia la felicidad y la redención no será fácil, juntas enfrentarán los desafíos que les esperan y se apoyarán mutuamente en su búsqueda de una vida plena. En ese instante, se separa brevemente de su hermana.
Mientras Rem se acerca a mí, vuelvo a extender mi mano, mostrando mi compromiso hacia ella. Con determinación en sus ojos, Rem toma mi mano con firmeza.
— Habrá muchos obstáculos en el camino, momentos de tristeza y alegría. No puedo prometerte que estaré presente en todos, pero mientras esté aquí, te apoyaré, y espero que tú también me apoyes de la misma manera.
— Sí, por mí misma — Responde Rem con convicción. — Porque merezco ser feliz, ¿verdad?
Una sonrisa ilumina su rostro mientras inclina ligeramente la cabeza, mostrando sus ojos llenos de determinación. A diferencia de mí, ella ha encontrado una firmeza en vivir en este mundo.
Sin embargo, siento una sensación de distanciamiento, una soledad que no puedo evitar. A pesar de ello, sonrío hacia Rem, tomo su mano con fuerza y concluyo con estas palabras:
— Siempre que desees ser feliz, lo serás incluso en medio de las mayores catástrofes.
Suelto su mano y les doy espacio a ambas para que hablen. Me quedo fuera de la habitación, pero entonces noto que una pequeña figura se acerca hacia mí.
Cierro la puerta y nuestros ojos se encuentran. Beatrice también me salvó, tomó la iniciativa de hacerlo. Aunque los motivos no importan realmente.
— Gracias por curarme, me alegra ver que estás bien. — Me aproximo hacia Beatrice con una sonrisa.
Ella no sonríe ni reacciona, en cambio, decide darme la espalda.
— Si ya estás bien, supongo que no tengo nada más que decir supongo. — Murmura Beatrice, dando unos pocos pasos antes de detenerse. Aprieta sus manos con fuerza. — No vuelvas a arriesgarte así, esta vez fue por una apuesta pero no volverá a suceder de hecho.
Beatrice se aleja rápidamente, desapareciendo de mi vista, probablemente dirigiéndose a la biblioteca. Al final, supongo que le hice daño. Tendré que hacer algo para animarla. Tal vez pueda pasar tiempo con ella esta noche.
Después de unos minutos Ram sale del cuarto, ella sale con una sonrisa pero al verme se inclina en señal de agradecimiento.
— Gracias. No sé qué hiciste, pero gracias por darme la oportunidad de volver a hablar con ella. Hace mucho tiempo que me rendí, pero ahora veo que ella muestra una mirada diferente.
Por primera vez, Ram parece mostrar respeto genuino.
Por primera vez, Ram parece mostrar un respeto genuino hacia mí. Se levanta con una sonrisa, pero rápidamente su expresión cambia a seriedad. Ella sabe que no estoy para este tipo de cosas en este momento, mientras la gente del pueblo está sufriendo.
¿Por qué me importan tanto? Ni siquiera los conozco. Cuando fui allí, solo intercambié saludos habituales, no interactué realmente con ellos.
Supongo que también me siento culpable.
— No he hecho un recuento total de los heridos, pero sé que han muerto más de diez personas — Ram mira por la ventana, su rostro reflejando preocupación. — Incluyendo a uno de los niños que rescataron.
¿?
— ¿Cómo es eso posible? Los niños estaban bien. Si estaban malditos, Beatrice los debería haber curado. — Digo, confundido. Recuerdo claramente que los niños estaban inconscientes, sin heridas graves, solo algunas mordeduras leves. Beatrice pudo haberlos curado.
Mientras divago, mi mente regresa a ese niño con la mirada perdida, que parecía estar vivo pero al mismo tiempo no.
Ram interrumpe mis pensamientos.
— Uno de los niños que Rem trajo consigo. Cuando nos dimos cuenta, el niño se había perdido de nuevo. Algunos lugareños fueron a buscarlo, pero cuando lo encontraron, ya era demasiado tarde. — Ram voltea hacia mí y me mira directamente a los ojos, sin inmutarse por lo que está diciendo. — El niño había perdido a sus padres en esa dirección. Vio cómo los Wolgarms se los llevaban. Fue en esa dirección y.… Bueno, ya sabes lo que sucedió.
Más de diez muertos. Si no fuera por Emilia y Beatrice, esa cifra habría aumentado aún más. Tengo que ser fuerte. La vida y la muerte están a la orden de la esquina.
Tengo que ser fuerte y seguir adelante.
— Tenemos que hacer un recuento de las víctimas, evaluar todos los daños antes de que Roswall regrese. Si estás aquí sin él, significa que aún no ha vuelto, ¿verdad?
— Si, el señor Roswall aún no ha regresado.
— Entonces no hay tiempo que perder. Vamos tú y yo. Rem se unirá cuando esté lista.
Doy media vuelta y camino hacia la salida de la mansión. Pero antes de que pueda dar unos pocos pasos, Ram me detiene sujetando mi chaqueta.
— Primero, debes hablar con la señorita Emilia. Hay algo que debes saber...
Ram me empieza a contar algo que desconocía.
Resulta que Emilia se encargó de curar a la mayoría de las personas heridas. Según Ram, hizo un trabajo notable, especialmente considerando que las heridas no eran complicadas. Mientras Emilia se ocupaba de la curación, también defendía junto a Ram a las personas de los Wolgarms; que son las mabestias tipo perro. Sin embargo, hubo un momento en el que Beatrice tuvo las manos ocupadas y llegó alguien gravemente herido de entre las personas que rescatamos.
Emilia se vio obligada a abandonar a los demás y centrarse en salvar a esa persona, cuyas heridas eran mortales.
— Supongo que fuiste tu quien hizo esa especie de auxilio, por eso habrá sobrevivido hasta entonces.
Esas palabras me hicieron entender dónde va la cosa.
Al parecer, fui yo quien realizó una especie de primeros auxilios en esa situación, lo cual explica por qué sobrevivió hasta ese momento. Hice presión en el estómago para detener el sangrado y evitar que los órganos se salieran. Es posible que haya surgido una complicación durante el traslado.
Emilia estuvo más de dos horas intentándolo curar. Beatrice dijo que se encontraba muy lejos de la mansión, por lo cual no pudo seguir curando a causa del poco maná que tenía. Ella decidió devolverse, no sin antes darle unos pequeños consejos a Emilia.
De verdad tengo que darle las gracias a Beatrice.
Rem no utilizó magia de sanación en ellos por alguna razón, así que no había mucho más que hacer en ese momento. También, como de devolvió al bosque, la única persona capaz de curar fue Emilia.
— Emilia al parecer se equivocó, su maná se descontroló por un instante y la persona murió.
La magia de sanación requiere sincronizar tu maná con el de la persona herida, y cuando se trata de heridas complejas, el usuario debe aportar su propio maná. Emilia, con su maná tan poderoso, necesita un control excepcional sobre él.
Parece que perdió la concentración, lo que causó una sobrecarga de maná en la persona, literalmente "quemando" sus circuitos de maná. Las venas, el corazón y los órganos sufrieron presiones intensas.
— No fue una muerte sin dolor. La persona se retorció y gritó durante unos minutos antes de morir — Añade Ram.
La magia de sanación no es algo que se deba tomar a la ligera. Parece ser más peligrosa de lo que pensaba.
— ¿Y qué pasó con Emilia? — Pregunto preocupado. Si la gente la juzga por esto, dudo que pueda soportarlo.
Si las personas la juzgan por ello, entonces no creo lo vaya a soportar.
— La señorita Emilia se desmayó por el shock — Responde Ram.
Es comprensible. Someterla a tanta presión en un entorno en el que no está acostumbrada, con personas que probablemente han sido racistas hacia ella, y teniendo que salvar sus vidas a pesar de las miradas de los demás.
Además, su edad mental sigue siendo la de una niña.
— Es comprensible que haya tenido ese shock — Admito.
— La llevé a su habitación, pero desde entonces no ha salido. Intenté tocar y abrir la puerta, pero ella la cerró.
— Supongo que debo ir a hablar con ella. Al fin y al cabo, fue mi propuesta venir aquí, así que es mi deber enfrentar las consecuencias.
Mientras camino a su habitación, intento pensar en mi situación actual. Mi cabeza late y tengo náuseas, pero no puedo detenerme aquí. Aunque me siento fatal, debo seguir adelante. Como adulto, es mi deber estar allí para apoyar a los demás, o esto se repetirá en el futuro.
Estoy dispuesto a asumir el peso de sus sentimientos.
Al subir los escalones, siento que mi cuerpo, débil por la batalla de anoche se resiente. Cuando llego a la puerta de la habitación de Emilia, puedo ver que el pomo está cubierto de vapor.
"Lo congeló del otro lado", pienso para mí mismo.
Reunir maná para descongelar la puerta puede parecer absurdo, pero si no lo intento, ella no abrirá. Bueno, al menos podría intentarlo.
Doy unos toques suaves a la puerta, lo suficientemente fuertes como para que no se pierdan en el ruido de la lluvia. Espero pacientemente una respuesta de Emilia.
— Emilia, ¿puedes abrir la puerta? — Le llamo una vez más, esperando una respuesta. Pero, una vez más, el silencio es la única respuesta que obtengo. Siento una mezcla de frustración y preocupación. No quiero tener que forzar la puerta, pero tampoco puedo dejarla encerrada.
Decido intentarlo una vez más, pero esta vez me acerco a la puerta y coloco mi mano sobre el pomo. Cierro los ojos y trato de reunir maná lentamente, concentrándome en controlarlo para descongelar la cerradura. Sin embargo, en lugar de tener éxito, una descarga violenta de energía surge de mi mano, calentando rápidamente el pomo hasta que se vuelve completamente rojo.
— ¡Ahg! — Exclamo, cayendo de rodillas y colocando una mano en mi pecho para intentar calmar mi acelerado ritmo cardíaco. La repentina activación de mi maná ha sido abrumadora. Mis ojos comienzan a nublarse y siento que estoy a punto de desmayarme, pero no puedo permitirme hacerlo.
Me esfuerzo al máximo para recuperar el equilibrio y levantarme nuevamente. Ha sido una mañana terrible esta.
Espero pacientemente a que el pomo recupere su color normal, consciente de que tengo que usar mi maná para controlar la temperatura y evitar que mi mano se queme. Cuando finalmente parece seguro tocarlo, no pierdo tiempo y entro en la habitación de Emilia. Es la primera vez que pongo un pie en su cuarto.
Al entrar en el cuarto de Emilia, me sorprende la diferencia evidente con respecto a las habitaciones anteriores. Es un espacio amplio y lujoso, como el cuarto de alguien adinerado. Hay una cama grande con cortinas a ambos lados, un tocador junto a la mesa de noche, un armario espacioso y lo que parece ser un baño interno.
Mientras observo la habitación, noto una presencia debajo de las sábanas de la cama. Un pequeño espíritu emerge de ellas, revelándose como Puck. Su mirada se encuentra con la mía y encoge los hombros, indicando que no pudo hacer nada para calmar a Emilia en mi ausencia. Luego de eso, desaparece nuevamente.
Me acerco a la cama de Emilia, sin estar seguro de cómo debo abordar la situación. No sé si debo mostrarme enojado o comprensivo, ya que honestamente no sé qué siento en este momento. Sin embargo, una cosa está clara: no puedo permitir que esta situación se quede estancada. Debo intentar ayudar a Emilia de alguna manera.
Mientras me siento en una parte libre de la cama, le hablo a Emilia con un tono condescendiente.
— Emilia.
Sin embargo, su respuesta me sorprende. Ella solloza y me responde con un tono quebrado.
— No te enseñaron a no meterte en la habitación de una dama sin su permiso.
Es difícil encontrar las palabras adecuadas en este momento. Si bien es cierto que lo sucedido fue en parte su culpa por cometer un error, sus intenciones eran nobles. No había nadie más que pudiera salvar a ese hombre, y si ella no hubiera actuado, habría muerto de todas formas. Al menos, ella intentó hacer algo.
Sin embargo, sé que ella no aceptará esa respuesta. Es similar a cuando un médico comete un error y un paciente fallece como consecuencia. Al final del día, se considera un acto de negligencia y un asesinato involuntario.
Enfrentando la situación, le digo a Emilia:
— También me enseñaron que tengo que romper las reglas cuando haga falta.
Suavemente, tomo la punta de las sábanas que la cubren y comienzo a descubrir su cuerpo. Primero sus pies, luego sus piernas, hasta llegar a su torso. Emilia sostiene su rostro con las manos, como si tratara de ocultarlo.
Ella me pregunta directamente:
— Ya sabes lo que pasó ¿Cierto.?
— Si.
Cuando digo eso Emilia deja de hacer fuerza para retener las sábanas, dejándome ver su rostro.
Al ver su rostro despeinado, sus ojos hinchados y llenos de lágrimas, puedo percibir el profundo dolor que Emilia ha estado experimentando durante toda la noche. Intento suavizar mi voz para no parecer enojado, consciente de que necesito ser comprensivo en este momento.
— Emilia, tienes que…
Sin embargo, antes de que pueda decir algo, Emilia se levanta de repente, contorsionando su rostro mientras me mira a los ojos y declara con desesperación:
— ¡Lo maté! ¡Yo lo maté.! — Sus palabras se vuelven más débiles a medida que habla— "Yo puedo" me dije a mi misma, ya había salvado a muchas personas. Cuando Beatrice no pudo hacer nada, quise intentarlo.
Emilia baja la cabeza, inhalando y exhalando fuertemente mientras sigue llorando. La culpa la está consumiendo por dentro, y sé que soportar algo así no es fácil, especialmente porque nunca podrá olvidarlo.
A diferencia de Ram, a quien no le importa, o incluso de Rem, que puede preocuparse pero no se dejará afectar tanto, Emilia se culpa a sí misma.
Lo que duele no es solo que la persona esté muerta, sino que sea culpa de uno mismo. Después de todo, los seres humanos somos egoístas por naturaleza.
— ¿Qué pasó?
Entre sollozos y tratando de calmar su respiración, Emilia responde:
— Cuando lo estaba curando, no me di cuenta de lo cansada que estaba. Normalmente uso magia, pero la curación requiere concentración constante. — Con su voz entrecortada continúa. — Cuando me di cuenta, impuse mi maná congelante en él. Congelé parte de sus órganos e intenté repararlos, pero luego el hombre comenzó a vomitar sangre y expulsarla por todos sus poros
Una sobrecarga de maná, tal como Ram había mencionado.
— Si Beatrice no estaba entonces solo quedabas tu curando. Si al menos no lo intentabas él hubiese fallecido de todas formas.
Intento tomar la mano de Emilia para consolarla, pero ella me lanza una almohada con fuerza. Por suerte, logro esquivarla y la almohada impacta contra el techo, provocando una explosión de plumas que se esparcen por toda la habitación.
Es evidente que la fuerza de Emilia no debe subestimarse.
Mientras Emilia me mira con furia, exclama:
— ¡Eso no importa! ¡Lo maté! Si hubiera esperado a que llegara Rem, tal vez, solo tal vez las cosas habrían terminado de manera diferente. Si ambas nos hubiéramos unido para curar a esa persona, tal vez habría funcionado.
No sé qué tan efectiva sería la magia de curación conjunta
Si ambas juntan fuerzas para curar a alguien, entonces podría funcionar. Lo que no se es que tan efectivo sería la magia de curación conjunta.
Parece que, al igual que Rem, Emilia busca que le recriminen y le digan que es culpable. Por alguna razón, algunas personas creen que recibir reproches de los demás refuerza su propia culpa.
— ¿Qué quieres que haga? ¿Quieres que te culpe y te abandone? ¿Quieres que te haga sentir mal sin motivo?
Emilia queda conmocionada por un momento, sin poder responder de inmediato. Cambia su tono de voz y baja la mirada hacia el suelo, incapaz de levantar el rostro.
— Yo… No. Yo solo quería ayudar. — Emilia cambia su tono de voz, esta mira hacia el suelo sin poder levantar el rostro.
Continúo diciendo con firmeza:
— Sé muy bien que solo querías ayudar. Sé que para ti es difícil enfrentarte a estas situaciones, pero aun así fuiste valiente y salvaste muchas vidas. — Tomo sus manos con delicadeza, intentando evitar que dejen de temblar.
Emilia, sin embargo, insiste:
— ¡Eso no importa.!
Aprieto sus manos con todas mis fuerzas, a pesar del dolor de cabeza, la fatiga en mi cuerpo y el caos en mi mente. Estoy aquí, haciendo lo que debo hacer.
— ¡Si importa.! — Grito con vehemencia, dejando que mi voz resuene en la habitación. Emilia, al escucharlo, levanta la mirada y trata de decir algo, pero no le doy la oportunidad. — Cuando las personas estaban heridas, tú las salvaste. No minimices lo que has hecho.
Ella intenta apartar su mirada, pero finalmente se rinde y me mira fijamente mientras solloza.
— Los salvaste, y eso nadie te lo puede quitar. Si dices que no importa, es como si estuvieras subestimando el valor de la vida. El hombre que murió fue una pérdida, sí.
— ¡Entonces...! — Emilia vuelve a cambiar su expresión.
Yo le sonrío levemente, tampoco tengo muchas energías y para ser sincero me cuesta sonreír.
— Pero no puedes quedarte aquí para siempre. No puedes simplemente cargar con la culpa y ya. Sigues siendo la persona que salvó la vida de los pobladores, y eso nadie te lo puede quitar. — Digo, mientras pongo mi mano en la mejilla de Emilia. Ella intenta apartarla, pero al final no lo hace. — Eres la heroína del pueblo, pero al final eres un ser pensante. Todos cometemos errores.
— Le arrebaté todas sus oportunidades... es una vida. — Murmura Emilia, mientras toma mi mano que aún está en su mejilla. Sus lágrimas caen sobre mi mano y luego se deslizan por sus piernas. — Yo no puedo soportarlo.
Me acerco a ella, retiro suavemente mi mano y la abrazo, colocándola en mi pecho. Emilia coloca sus manos en mi pecho y, finalmente, corresponde mi abrazo, apretándome con fuerza.
— No puedo soportar este sentimiento. — Susurra Emilia mientras presiona su rostro contra mi pecho, dejando escapar sus sollozos y liberando todas sus emociones. — Tienes razón, Marco. Al final, sigo siendo una niña que no conoce nada de la vida.
— Ser adulto no te hace insensible ante estas situaciones. — Le respondo con suavidad.
Emilia levanta su rostro, mirándome fijamente, buscando consuelo y comprensión en mis ojos.
— Pero tú, pareces tan calmado. Yo no pude contenerme en ese momento, me desmayé, abandoné mis responsabilidades y me puse a llorar como una niña. — Murmura Emilia, con la voz entrecortada por el llanto.
Supongo que mis comentarios le han afectado. Fue un error por mi parte.
— Mira, ser un adulto no te hace insensible. — Digo mientras limpio sus lágrimas con suavidad. — Si algo he aprendido, es que hay un momento para todo.
— ¿Para todo?
— Sí, hay un momento para reír, para enfadarse, para estar triste, para tener miedo, para estar ansioso, para llorar. Todo tiene su momento, y a medida que experimentas esas emociones, más capacidad tienes para controlarlas en el futuro.
Desplazo lentamente mi rostro hacia el suyo, procurando no sobresaltarla, y coloco mi frente contra la suya con delicadeza.
Emilia se queda quieta, sintiendo mi respiración sobre su piel y cerrando los ojos. Los sollozos van disminuyendo poco a poco, dejando espacio a un silencio reconfortante. Las lágrimas se detienen y finalmente abre los ojos, mirándome a los ojos con un brillo diferente, como si hubiera encontrado algo que buscaba.
— ¿Y cuál es el momento para esto? — Pregunta Emilia con un susurro, sin apartar su mirada de la mía.
— El momento para esto es ahora. — Le respondo con sinceridad, acariciando suavemente su mejilla con mi pulgar. — El momento para estar aquí contigo, para apoyarte y hacerte sentir mejor. Ese es el momento que estamos viviendo ahora.
Emilia sonríe levemente, asintiendo en silencio. No hace falta decir nada más, solo estamos allí, abrazados y sintiendo la cercanía del otro. El tiempo se detiene por un momento, y solo existe el presente. Las emociones intensas que hemos experimentado se van disipando poco a poco.
— Yo no estoy tranquilo, en el fondo, me siento igual que tú. — Confieso
Aunque nunca he llorado. Con un tono calmado, continuo:
— El problema es que si me detengo ahora, si dejo de avanzar en este momento, mucha gente va a sufrir. No puedo permitirme seguir cometiendo errores, ¿verdad?
Emilia abre sus ojos con fuerza.
— ¡Esa no es mi intención.! — Exclama con angustia.
— Lo sé. Sé que lo que has vivido ha sido muy duro para ti, pero también sé que puedes ser más fuerte. Si no sabes por quién, entonces te recordaré la razón. — Digo mientras sostengo su rostro entre mis manos. Nuestros rostros están muy cerca, pero ambos nos mantenemos serenos. — Tienes que ser fuerte por los que aún viven.
Emilia parece comprender algo, ya que sus sollozos se detienen y me mira con sorpresa.
— Los muertos ya no pueden recibir nada, pero los vivos aún sufren su pérdida. Si ese hombre tenía familia, entonces es tu responsabilidad hacer algo por ellos.
— Pero yo no puedo, fui yo quien les hizo tanto daño. — Susurra Emilia con tristeza.
— Es precisamente por eso. Lo que hiciste no puede ser compensado, pero al menos podrás brindar apoyo a su familia. Para que ellos también tengan el derecho de lamentar su pérdida.
La abrazo con fuerza. Ahora no es momento de ser fuerte con ella. Es importante que sepa lo que tiene que hacer, que entienda que tiene el derecho de sufrir de esta manera.
— Cuando te levantes, debes hacerlo por tu gente. Debes ganarte su apoyo y seguir persiguiendo tus sueños.
— Yo….
— Es por eso, porque sé que te vas a levantar, que te escucharé ahora. Cuéntame todo, todas esas emociones que has guardado, esos miedos que no has dejado salir. Dime todo.
Las palabras fueron suficientes para desatar una tormenta emocional en Emilia. En un torrente de lágrimas, comenzó a desahogarse y a expresar todo lo que había estado guardando. Habló de las miradas de desprecio que recibía en la calle, de cómo tenía que ocultar su rostro tras una capucha, del miedo que la gente sentía hacia ella a pesar de haberles salvado.
Mencionó el odio puro que la excluía de todo, su profunda soledad y el anhelo de tener a alguien a su lado. Habló de sus sueños que se desvanecían lentamente y de la abrumadora sensación de estar separada del mundo.
Emilia continuó desahogándose, llorando y balbuceando hasta que finalmente cayó dormida. Todo lo que había contenido en su interior, todas esas emociones que esperaban salir, finalmente se liberaron. Ahora su rostro lucía sereno. Con sumo cuidado, la acuesto en la cama y me pongo de pie.
La habitación estaba en silencio, excepto por el suave sonido de la respiración de Emilia en la cama. Me senté en una silla cercana, observándola con detenimiento. Su rostro estaba tranquilo, como si estuviera en paz después de la tormenta emocional que había experimentado.
Pero yo sabía mejor que nadie que la batalla de Emilia estaba lejos de terminar. Aún tenía que enfrentar a sus miedos y luchar contra la exclusión que sufría en una sociedad que no la comprende. Pero al menos ahora estaba un poco más preparada para hacerlo.
Mientras pensaba en todo esto, mi mente comenzó a vagar, y recordé una frase que había leído una vez: "No hay nada más poderoso que una persona que ha encontrado su camino". Esta frase resonó en mi mente, y supe que era lo que Emilia necesitaba. Ella tenía que encontrar su camino, su propósito, su lugar en el mundo.
Y yo, tengo que seguir el mío.
— Puck. — Mis primeros pasos me llevan directamente hacia él. Puck emerge lentamente del cuerpo de Emilia, mirándome con una sonrisa que se extiende de oreja a oreja.
— Gracias, Marco. Lia siempre ha mantenido esto dentro, incluso conmigo. Le gusta aparentar fortaleza, pero en su interior sigue siendo una niña que desea ser comprendida. — Dice Puck con un tono sincero.
— A veces es más fácil confiar en un desconocido que en personas cercanas. — Comento mientras niego con la cabeza.
Puck niega con la cabeza, contradiciendo mis palabras.
— No eres un desconocido. Aunque hayamos tenido poco tiempo, sé que Emilia te aprecia mucho. — Puck cambia su expresión a una más seria. — Pero sé que no viniste a hablar de eso.
Decido salir de la habitación junto a Puck para no perturbar el descanso de Emilia. Además, así puedo estar atento a cualquier presencia cercana y asegurarme de que nadie nos escuche.
— Puck, lo repito. No soy un enemigo, quiero lo mejor para nosotros y sinceramente no busco hacerle daño a Emilia, todo lo contrario. — Recalco.
Puck asiente, reconociendo mi intención.
— Lo sé, lo has demostrado.
— Entonces, no tengo cómo explicarte cómo lo sé, pero te pido que confíes en mí. — Le solicito, encogiéndome de hombros.
Aunque no estoy seguro de la veracidad de mis sospechas, todas las señales apuntan a Roswall. Si él sabía que esto iba a suceder o incluso si él fue el responsable, entonces es inherentemente su culpa. Si él pudo haberlo detenido desde un principio, claramente es culpable.
Al igual que yo.
— Entiendo.
Al ver que Puck no parece poner resistencia continuo:
— Tengo motivos para pensar que Roswall fue el causante del ataque.
Puck guarda silencio, su expresión muestra incredulidad ante mis palabras.
— Sé que no tiene sentido, pero lo que sé es que si el libro de la sabiduría le dicta algo, él actuará de acuerdo con ello, ¿verdad.? — Le pregunto a Puck, esperando que comprenda mis palabras. Sin embargo, Puck parece confundido, buscando en su memoria sin encontrar ninguna respuesta.
— Ese libro del que hablas... — Dice Puck, tratando de recordar algo. — No tengo ningún conocimiento sobre eso.
¿De verdad no lo recuerda? ¿Cómo se encontró entonces con Emilia? ¿Cómo sabe sobre Satella? Me pregunto qué experiencias ha vivido Puck para tener tantas lagunas en su memoria.
— No importa por ahora. — Le digo, tratando de seguir adelante. — Solo quiero que consideres que Roswall no es quien creemos. No sé si confías en él o no, pero te pido que lo vigiles para proteger a Emilia.
Puck responde con determinación en su voz:
— No te preocupes, si intenta hacerle algo a Lia, lo congelaré y lo destrozaré en mil pedazos.
Puck desaparece después de pronunciar esas palabras. Por alguna razón, parece que Puck ha perdido recuerdos de su pasado con Echidna. Me hubiera sido de gran ayuda tener su ayuda y no tener que correr tantos riesgos.
No sé cuánto sabe Roswall, pero tendré que poner a prueba si realmente posee el libro de la sabiduría, aunque eso signifique poner en peligro mi propia vida.
Capítulo 1.
Todo cambio requiere de una chispa.
Avanzo por los pasillos de la imponente mansión hasta llegar a la sala principal, donde me espera Ram con un cuaderno en mano. Sus ojos reflejan alegría, pero sé que para ella lo sucedido no es tan relevante como ver a su hermana en esa situación. Comprendo su perspectiva, pero no puedo evitar sentir empatía por las personas del pueblo.
A pesar de todo, sigo siendo humano, con todas las cargas y remordimientos que ello implica. He arrebatado vidas, presenciado la muerte de amigos y familiares, pero no puedo permitir que eso me paralice.
Los próximos desafíos que enfrentaremos no se comparan en absoluto con lo que hemos vivido hasta ahora. Por eso, debo poner mi plan en marcha. En cuanto lleguen los materiales necesarios, hablaré con Roswall sobre mis intenciones. Necesito una fuerza capaz de enfrentarse a todo y a todos, sin que ello signifique una pérdida de poder para mí. Si quiero que Emilia gobierne con éxito, necesito que esos logros sean genuinamente suyos, no puedo simplemente contratar a alguien, debo construir mi propia fuerza.
Al acercarme a Ram, ella me habla con una expresión de disgusto en su rostro.
— Tienes una expresión bastante desagradable. — Dice Ram, su ligero enojo se refleja en sus palabras. — Además, ¿por qué estás vestido así?
— No tengo ganas de vestirme como un sirviente hoy, no importa lo que pase. — Le digo a Ram mientras giro mi cabeza hacia un lado. Ella comprende que hay asuntos más importantes de los que ocuparnos en este momento.
— Vamos. — Responde ella.
Salimos juntos de la mansión, usamos paraguas de cuero para evitar la lluvia. El sonido de la lluvia y nuestros pasos chapoteando en los charcos es lo único que se escucha. Ha estado lloviendo toda la mañana y el mediodía se acerca rápidamente, así que debemos apresurarnos a tomar decisiones. Tenemos que arreglar las vidas de las personas cuyos hogares fueron destruidos, aquellos que perdieron a sus familiares.
Quizás, solo quizás, todavía haya una oportunidad de comenzar de nuevo.
Tras unos minutos, llegamos al lugar de los hechos. La vista es desoladora. Desde la entrada, puedo ver que el ataque fue mucho peor de lo esperado. Algunas casas han quedado reducidas a escombros, otras carecen de techo o partes de su estructura. El problema no fue solo el ataque de los lobos, sino también el incendio que se generó.
La lluvia ha limpiado la sangre, mezclándola con barro y lodo. Caminamos y vemos que algunas casas han logrado sobrevivir. Nos acercamos a una de ellas y tocamos la puerta.
— Somos los sirvientes del marqués Roswall L. Mathers. — Anuncio en voz alta para asegurarme de ser escuchado.
Después de unos segundos, la puerta se abre y una mujer de cabello rojo anaranjado, tez pálida y apariencia mayor aparece frente a nosotros. Al vernos, la mujer se inclina en señal de respeto.
— ¡Muchas gracias por salvarnos anoche.! — Exclama mientras lágrimas de agradecimiento surcan su rostro.
Dentro de la vivienda, hay varias personas, probablemente aldeanos que han sido afectados y encuentran refugio allí. Observo a mi alrededor y comprendo por qué no vi a nadie en las calles. Al menos la gente de este lugar tiene corazón.
La señora nos invita a entrar y ambos aceptamos. A medida que nos ven, la gente se acerca para agradecernos.
— Señor Marco, de verdad, si no fuera por usted, muchas más personas habrían muerto. — Dice un hombre mientras aprieta fuertemente mi mano.
Este hombre tiene un semblante firme, su cabello rubio y su cuerpo fornido lo hacen parecer un estadounidense. Sin embargo, lo que más destaca es su aura de seriedad.
Algo en él me intriga...
Una idea loca se apodera de mi mente.
Limpio mis pensamientos y respondo el agradecimiento de todos con determinación:
— Hice todo lo que pude, como sirviente y como ser humano. No puedo permitir que sucedan cosas así si hay algo que pueda hacer al respecto. — Sonrío hacia todos. — Es un placer ver que aún hay personas que están bien.
Después de recibir los agradecimientos, las personas nos invitan a sentarnos. Ram simplemente obedece, pero no muestra intenciones de hablar. Supongo que solo vino a ver los daños. Por mi parte, debo descubrir que fue lo que sucedió.
Entonces empiezan a contar lo sucedido.
Casi al anochecer, cuando la oscuridad comenzaba a envolver la aldea, la tragedia se desató de forma inesperada. Varios niños desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Los aldeanos, sobrecogidos por la situación, decidieron emprender una investigación desesperada. Sin embargo, antes de que pudieran tomar acción, una horda de criaturas monstruosas se abalanzó sobre ellos.
El caos se apoderó del lugar. En un intento desesperado por protegerse, la gente buscó refugio, pero las mabestias ya habían comenzado a atacar. Por suerte, algunas de estas bestias no devoraban a sus presas de inmediato. En cambio, las maldicen para aprovechar su energía vital.
Minutos después del ataque, una de las casas se convirtió en un inferno de llamas, y el fuego se propagó rápidamente, consumiendo otras viviendas. La casa en llamas pertenecía al herrero, quien se encontraba trabajando en ese preciso momento.
— Lamentablemente, no logró sobrevivir. Cuando todo terminó, encontramos su cuerpo dentro de los escombros. — Confiesa con tristeza uno de los aldeanos.
Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar la noticia. Si el herrero ha fallecido, significa que más vidas se perdieron de lo que esperaba. La comunidad se mantuvo en sus hogares resistiendo, esperando desesperadamente nuestra llegada.
— Por cierto, la chica que vino con ustedes…. — Dice el hombre con temor en su voz, sin atreverse a mencionar su nombre.
— ¿Emilia.? — Pregunto, tratando de confirmar sus sospechas.
Observo a mi alrededor. Cuando menciono el nombre de Emilia, veo cómo los rostros de las personas se transforman en una mezcla de miedo y preocupación. Sin embargo, hay un hombre de cabello rojo que permanece impasible, escuchando la conversación sin mostrar signos de afectación.
— Sí, ella. Esa dama fue nuestra principal salvadora. Exterminó a todas las mabestias y, además, comenzó a curar a la gente herida.
— Fue ella quien se adelantó, quien corrió hacia el peligro. Gracias a su valentía llegamos a tiempo. — Les digo a todos, intentando calmar sus temores. — Sé que hay problemas con su apariencia, entiendo que no es fácil de aceptar, pero les aseguro que Emilia no es lo que creen.
La gente se mira entre sí, dejando que mis palabras se asienten en sus corazones. Después de todo, fue ella quien los salvó antes, quien puso todo su esfuerzo hasta el punto de desmayarse frente a todos.
— Lo sabemos, pero es difícil aceptar algo así. — Comenta un anciano, cuyo rostro arrugado refleja décadas de tristeza y desesperanza.
— Les pido que intenten dejar atrás sus prejuicios. — Respondo, con voz firme y determinada. — Emilia no es tan mayor como aparenta. Toda su vida ha sido marcada por el trato injusto que ha recibido simplemente por haber nacido diferente. Pero ella solo desea el bien para aquellos que la rodean.
Mis palabras no parecen suficientes para aplacar sus dudas y temores. En ese momento, Ram interviene.
— Además, debemos abordar los daños causados por el ataque. Necesitamos información sobre los afectados y los daños materiales. — Agrega, buscando orientar la conversación hacia lo que originalmente vinimos a investigar.
El anciano se acerca lentamente y comienza a relatar los sucesos. Al no haber obtenido información suficiente de las personas presentes, tendré que esperar a que otros sepan algo más. La impotencia me embarga mientras escucho los detalles.
Treinta y dos vidas perdidas, con cuatro personas desaparecidas. Esa es la cifra total de la tragedia. En un pueblo que cuenta aproximadamente con más de cien habitantes, aunque sin un censo oficial, estas pérdidas son significativas. Entre los fallecidos se encuentra el herrero, cuyo trabajo era vital para proveer materiales a los agricultores y a los demás artesanos.
También ha fallecido la anciana, la sabia mujer que se encargaba de los partos en el pueblo. Aunque pueda parecer un rol insignificante, su ausencia deja un vacío profundo. El resto de las víctimas puede que no tuvieran roles destacados, pero el desequilibrio y la pérdida son evidentes.
Tendré que reunirme con Roswall y tomar medidas en cuanto llegue. Es crucial abordar esta situación con prontitud y sabiduría. Además, necesito conocer el número exacto de personas que quedan en el pueblo, así que iré de casa en casa junto a Ram para recopilar información durante las próximas horas.
El tiempo pasa lento mientras recorremos las calles y entramos en cada hogar, sumergiéndonos en el dolor y la tristeza que embarga a la comunidad. Cuatro horas se convierten en un peregrinaje doloroso por los rincones destrozados de esta aldea desolada.
El recuento de muertos, por suerte, no ha cambiado. Sin embargo, de las setenta y dos casas que conforman este pueblo, la mitad ha sido devorada por las llamas que, avivadas por la densa vegetación circundante, se han extendido despiadadamente. El pueblo, dividido por dos carreteras, ha visto cómo el lado izquierdo, desde la majestuosa mansión, ha sido víctima del desastre.
El fuego, en su implacable avance, ha cruzado al otro lado de la carretera, amenazando con arrasar todo a su paso. Pero, afortunadamente, hemos llegado a tiempo para combatir las llamas y salvar lo que queda. Aun así, el número de casas afectadas se eleva a cuarenta y cinco, treinta y seis de ellas completamente reducidas a cenizas y las restantes gravemente dañadas.
No ha sido un evento trivial. Sin embargo, paradójicamente, el fuego había logrado ahuyentar a las mabestias, creando zonas de relativa seguridad. En mi recorrido por el pueblo, he contado a ciento setenta y cuatro personas que aún sobreviven en este oscuro panorama. Aproximadamente el doce por ciento de la población ha perecido en esta catástrofe.
— El problema radica en que han fallecido personas más o menos relevantes. — Comenta Ram, sin mostrar el menor atisbo de empatía.
— Una cosa es pensarlo y otra muy distinta es decirlo en voz alta. Si alguien nos escucha, desencadenaremos una serie de problemas. — Advierto, mientras ella resopla y me da la espalda.
Decidimos convocar a todos los supervivientes al atardecer. Necesitamos deliberar cuidadosamente sobre los pasos a seguir, ya que muchas personas han perdido sus hogares y las casas restantes no son suficientes para albergarlos a todos. Además, la pérdida de alimentos y suministros es inimaginable, lo que nos plantea un problema adicional.
— Es una verdadera catástrofe lo que ha sucedido. — Murmuro, sin tener claro cómo esto nos va a ayudar en última instancia.
— Entonces, tenemos treinta y seis muertos y debemos tener en cuenta a quienes han desaparecido también. Eso nos da un total de doce niños, quince hombres y nueve mujeres. ¿Qué deberíamos hacer.? — Cuestiono, buscando alguna pista, alguna guía en medio de este caos.
— Nuestra tarea es simplemente recopilar información y esperar la llegada del señor Roswall. — Responde Ram, recordándome nuestro papel limitado en esta tragedia.
Los cuerpos de las víctimas yacen aún afuera, abandonados como si fueran insignificantes. Algunos han sido reducidos a cenizas por el fuego despiadado, pero al menos deberíamos asegurarnos de brindarles un entierro digno a aquellos que han perdido la vida.
— ¿Qué crees.? — Coloco mi mano en el hombro de Ram, buscando su apoyo en medio de esta abrumadora situación. — Vas a tener que ayudarme.
— ¿Por qué debería ayudarte? Es más, ¿por qué debería ayudarte a ti.? — Ram aparta mi mano de su hombro con un golpe ligero pero firme.
— Porque no sabemos cuándo vendrá Roswall, dejar los cuerpos allí afuera solo provocará su putrefacción, y eso puede desencadenar infecciones. Eso afectará tanto a las personas que alimentan a Roswall como a ti misma. Así que, presta atención y comienza a talar árboles.
Ram resopla en un estallido de furia. Al final, se rinde y me ayuda, junto a otros aldeanos, a fabricar ataúdes para las víctimas. Para mi sorpresa, descubro que esta práctica no es común en este lugar. Simplemente entierran a las personas en fosas comunes, sin honor ni gloria.
— Esto es solo algo para los nobles. — Comenta un hombre mientras coloca las tablas en el suelo.
Desde mi perspectiva, no hay motivo para no hacerlo. La población es lo suficientemente grande como para tener un cementerio propio. Los cuerpos, sin duda, afectarán la productividad de la tierra, por lo que es crucial evitar una contaminación directa, especialmente si se entierran cerca de fuentes de agua.
Los productos químicos liberados por un cadáver pueden aumentar la acidez del suelo e incluso contaminar el agua. Esto podría desencadenar enfermedades y otros problemas graves.
Aprovechamos un terreno baldío y todos los que ya habían sanado se unieron para cavar las tumbas. Al principio éramos pocos, pero rápidamente se sumaron todos, sintiéndose conectados con aquellos que pronto serán sus vecinos, amigos y familiares en el último descanso.
Cerca del atardecer, habíamos terminado, gracias a la ayuda de algunos magos con habilidades en el viento y la tierra. El trabajo resultó más sencillo gracias a sus dones mágicos. Siempre me ha intrigado conocer los diversos elementos mágicos que poseen las personas. Quizás no sean poderosos, pero tener conocimiento sobre sus capacidades me ayudará a planificar para el futuro.
Una vez cavadas las tumbas, cada uno de los familiares inicia el doloroso proceso de bajar los cuerpos a los ataúdes. El ambiente se llena de llantos y sollozos, los únicos sonidos que resuenan en el aire. Es una sensación abrumadora para mí, ya que nunca tuve la oportunidad de despedirme y enterrar a mis seres queridos.
Espero que puedan perdonarme por no haberlo hecho.
Dirijo mi mirada hacia el cielo, buscando alguna respuesta, consciente de que la magia y lo sobrenatural existen en este mundo. Si existe la remota posibilidad de que mis padres estén observándome desde algún lugar, si mi padre ha partido hacia un mejor destino y me está cuidando en espíritu... Cierro los ojos con fuerza y aprieto los puños. No es momento de lamentarse.
Con un tono profundo y resonante, pronuncio con determinación:
— En este día sombrío, nos congregamos para rendir homenaje a las almas valientes que han sido arrebatadas en medio de la tragedia y la desolación. Sus vidas fueron cruelmente segadas por un ataque implacable de mabestias y el abrazo voraz del fuego.
Las personas, conmovidas, entrelazan sus manos, algunos se abrazan en un intento de encontrar consuelo, mientras otros simplemente alzan la mirada hacia el cielo.
— Hoy, con el corazón cargado de pesar y lágrimas que empañan nuestros ojos, recordamos a aquellos que sucumbieron en este acto de brutalidad. Eran nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros seres queridos, cuyos corazones latían en sincronía con los latidos de esta aldea. Eran almas nobles, cuyas risas y sonrisas iluminaban nuestros días, y cuyo amor y bondad nutrían nuestra comunidad.
No los conocí personalmente, pero puedo sentir en mi ser que no eran personas malvadas. En este pueblo, todos parecían cuidarse y amarse mutuamente.
Ram me mira con asombro ante mis palabras. Sin darle tiempo a reaccionar, tomo su mano, uniéndonos a todos en un gesto de solidaridad. Ella me observa, consciente de que no es el momento para protagonismos.
— Que sus espíritus descansen en paz, mientras nosotros, los sobrevivientes, nos unimos en solidaridad, abrazando la memoria de aquellos a quienes amamos y jurando que nunca permitiremos que el fuego de la tragedia consuma nuestra determinación y amor por esta aldea.
Varias personas caen de rodillas, sus llantos se vuelven frenéticos y desesperados. Los hombres arrojan los últimos puñados de tierra, alejando a esas familias de su ser más preciado.
— Rendimos honor a los caídos. Lloramos su pérdida. Y nos comprometemos a mantener viva su llama en nuestros corazones, prometiendo construir un futuro mejor en su honor. — Suelto la mano de Ram, simbolizando el final del tributo. — Que su recuerdo sea eterno.
El atardecer se cierne sobre nosotros, tiñendo el entorno con tonalidades anaranjadas. A pesar de la lluvia que acompañó la mañana, la tarde se muestra cálida. Aun en medio de lo ocurrido, todos debemos seguir adelante, todos debemos tomar acción por el simple hecho de que aún estamos vivos.
Pasado un tiempo, un llamado resonó en todos los rincones del pueblo, instamos a todos a reunirse en la plaza principal. Allí, tomaríamos decisiones sobre nuestro futuro mientras esperábamos la llegada de Roswall.
A mi parecer, su demora se me hace inquietante.
Casi la totalidad de los habitantes se congregaron en la plaza, salvo aquellos que yacía recuperándose. Es evidente que el lugar estaba abarrotado de personas. Una pequeña tarima de madera se alza en el centro, mientras todos esperan ansiosos por lo que estaba por acontecer, desesperados por conocer el destino que les aguardaba.
Los sentimientos se agolpaban en el ambiente, otorgándole una pesadez opresiva. En los rostros se podía percibir la desesperación, la tristeza, la rabia y el miedo, todo mezclado en un torbellino emocional. Las personas anhelaban que su marqués llegara para salvarlos, pero en su lugar se desencadenó este caos.
Ram me insta a subir a la tarima y hablar, argumentando que fui yo quien rescató personalmente a varias personas y que esto generaría confianza en mí. Sin embargo, sé que no fui yo quien los salvó. Fue Emilia, con sus poderes, quien evitó que decenas de personas encontraran la muerte.
Ella es la verdadera heroína de esta historia, yo solo actué según mi deber.
Avanzo hacia la tarima, observo a todos aquellos rostros que no apartan la mirada de mí. Siento la tensión en el aire, pero no puedo permitir que las personas sigan esperando indefinidamente. La noche se acerca rápidamente y muchas de ellas ni siquiera tienen un lugar donde descansar.
Aclaro mi garganta, dispuesto a alzar la voz, pero justo en ese momento diviso a lo lejos una figura que se aproxima corriendo a toda velocidad. Vestida con su traje blanco ondeando al viento, Emilia se abre paso entre la multitud desesperadamente, tratando de llegar hasta aquí.
Ella se coloca frente a mí, desde el suelo mientras yo la observo desde la tarima. Aunque está arreglada como siempre, con su peinado característico y su ropa impecable, percibo un cambio. Sus ojos. Sus ojos ya no reflejan una creciente melancolía.
Las personas se sorprenden al verla, creando una tensión aún mayor en el ambiente. Quizás piensan que, de alguna manera indirecta, ella es responsable de esta tragedia. Muchos perdieron la vida, pero a ella no le ocurrió nada.
Sin embargo, la mirada de Emilia parece estar ajena a esos juicios. Sus ojos están fijos en algo más, algo que ni siquiera yo puedo comprender. Con la espalda erguida, me lanza una mirada decidida, desentendiéndose de las expectativas a su alrededor. Entonces con un tono lleno de emoción y expectativa. Pregunta Emilia:
— ¿Puedo subir? —Emilia me regala una leve sonrisa, transmitiéndome la certeza de que no hay nada de qué preocuparse. Algo ha ocurrido, algo ha cambiado en ella. No sé si fueron mis palabras, mis acciones o un giro del destino, pero puedo percibir una transformación en su ser.
— Son tu gente, al final del día, eres tú quien toma la decisión. — Respondo en un tono sereno y reflexivo. Me dirijo hacia los escalones de la tarima y ella los asciende a su vez. En ese instante, nuestras manos se encuentran y nuestras miradas se entrelazan, llenas de complicidad. Sonreímos el uno por el otro.
Contemplarla de esta manera me hace creer que no todo ha sido en vano, que si puedo ayudar, entonces cada esfuerzo ha valido la pena.
— Me alegra que hayas llegado. — Le digo sinceramente. La presencia de Emilia aquí demuestra que también desea avanzar, que desea superar la adversidad.
— Sí, aunque aún estoy triste, aunque sienta ganas de llorar sin cesar. Debo hacerlo por las personas que quiero proteger, ¿verdad.? — Emilia me sonríe con determinación, mostrando su fuerza interior.
— Sí. — Respondo con firmeza.
Emilia sube a la tarima y me entrega su espada, preparándose para enfrentar su primer gran desafío. Aunque ha cometido errores y ha pagado un alto precio por ellos, ahora está aquí, enfrentándose a sí misma y buscando la redención.
Desde mi posición, puedo observar cómo sus piernas tiemblan, cómo su cuerpo se tensa, anhelando huir. Sin embargo, se mantiene firme, sin retroceder. En ese preciso momento, Puck aparece de la nada y se posa en mi hombro, acompañándome en esta trascendental escena.
— Le advertí que lo tomara con calma. — Comenta Puck con un tono de complicidad.
— Por el contrario, creo que esto es exactamente lo que ella debe hacer. — Respondo mientras dirijo mi mirada hacia Emilia, quien ha girado su cabeza para observarnos.
Emilia nos contempla a ambos con una expresión ligeramente temerosa. Puck y yo nos miramos entre sí antes de sonreír y, con un impulso compartido, gritamos al unísono, dejando escapar nuestras voces llenas de aliento y apoyo.
— ¡Tú puedes! — exclamamos con una voz llena de fervor y determinación. Emilia, al escuchar nuestras palabras, ilumina su rostro con una sonrisa radiante y gira la cabeza hacia la multitud expectante del pueblo.
Todos aguardan con ansias sus palabras, una mezcla de molestia y gratitud palpita en el ambiente. No sé si fue lo que les dije o lo que expresé anteriormente, pero hasta ahora no han actuado de forma precipitada. Emilia, entonces, se dispone a hablar, su voz resonando con fuerza y convicción.
— Yo provengo del bosque de Elior. He permanecido atrapada bajo el hielo durante incontables años, sobreviviendo a duras penas en solitario. Todo mi pueblo quedó congelado en el hielo, y así me encontré, completamente sola. — Declara Emilia, deteniendo su discurso para girar hacia mí.
— Lo siento, Marco, no te lo había contado. — Me susurra con complicidad, guiñándome el ojo y dibujando una sonrisa en sus labios.
Vuelve su mirada al pueblo y continúa con su relato.
— Después de sobrevivir durante tanto tiempo, me di cuenta de que mi mera apariencia aterrorizaba a los lugareños de esa zona. — Prosigue Emilia con voz entrecortada, inclinando su cabeza por un instante. — No importaba lo que hiciera, siempre me miraban con terror.
El público se identifica de inmediato con sus palabras, aunque en este momento no se vislumbra el miedo en sus rostros. Es como si algo hubiera cambiado.
— Cuando descubrí por qué, renegué de todo lo que soy. Mi propia apariencia se convirtió en una maldición. — Declara con vehemencia. — Pero yo no soy ese monstruo, nadie ha visto su rostro, aunque saben que comparte mis características. ¿Es así como todos me odian?
La gente baja la cabeza, sumida en una mezcla de sentimientos encontrados. Emilia, al notar su reacción, comienza a derramar lágrimas de sus ojos, intentando en vano contenerlas. Puck intenta acercarse a ella, pero lo detengo con un gesto.
— Déjala estar, observa cómo tu hija comienza a forjar su propio camino. — Susurro a Puck. Él no dice nada, simplemente se queda allí, mirando fijamente a Emilia.
— Yo... yo no pedí nacer así. — Pronuncia Emilia mientras seca sus lágrimas con la manga. — Créanme, es extremadamente difícil ser juzgada por los prejuicios de un monstruo. Lo he sufrido innumerables veces.
La gente aprieta los puños, sus rostros reflejan una compleja amalgama de emociones. No sé qué estarán pensando, ni si sienten culpa en lo más profundo de sus corazones, pero una cosa es segura: Emilia está exponiendo sus emociones con total sinceridad.
Si los prejuicios se imponen sobre los sentimientos de empatía hacia Emilia, entonces sufrirá un golpe irremediable.
— Sin embargo, no vine aquí solo a hablar de mí. — Proclama Emilia con voz entrecortada, inclinándose ligeramente en señal de disculpa. La tensión en el aire se vuelve palpable, la gente se prepara para escuchar lo que está por decir. — El ataque sucedió porque no verificamos adecuadamente el funcionamiento de los cristales. Además, fue mi culpa que esa última persona perdiera la vida.
La multitud queda conmocionada. Normalmente, habrían reaccionado con ira y acusaciones, pero al ver el arrepentimiento genuino en los ojos de Emilia, su actitud cambia. Se dan cuenta de que la culpa no recae exclusivamente sobre ella, sino que también compartían la responsabilidad por no prestar atención a su propia seguridad.
— No puedo devolver la vida a los muertos. — Continúa Emilia con una voz firme, extendiendo su mano hacia ellos. — No sé si confían en mí, pero por favor, permítanme ayudarles. Si tienen aunque sea un ápice de confianza en mí, déjenme estar a su lado.
Las personas comienzan a mirarse unas a otras, susurran entre sí y comparten impresiones en voz baja. Mientras tanto, Emilia permanece inmóvil, sin apartar la mirada de aquellos rostros expectantes. El silencio se prolonga durante unos minutos cargados de tensión.
Finalmente, un anciano de mirada cansada se acerca vacilante a Emilia. Evita cruzar su mirada directamente y dirige sus palabras al suelo.
— Disculpe, señorita, si puede bajar su vista. Para un anciano como yo, levantarla resulta un esfuerzo considerable.
Emilia asiente comprensiva y, con un salto grácil, desciende para ponerse frente al anciano, quien toma su mano temblorosa.
— Nos resulta complicado aceptarte por completo. — Confiesa el anciano con voz entrecortada. — No podemos evitar pensar que todo esto fue culpa suya.
Emilia simplemente asiente, sin decir una palabra más. Sus orejas, poco a poco, se inclinan hacia abajo, mostrando su resignación. El anciano prosigue, mirando al horizonte.
— Sin embargo, si no hubiera sido por ti, muchas más personas habrían perdido la vida. No solo nos curaste, sino que lo hiciste hasta desmayarte. Cometiste un error, sí, pero al mismo tiempo, salvaste innumerables vidas. Todo eso mientras luchabas por proteger a aquellos que no dejaban de mostrarte repudio.
Varias personas se acercan lentamente hacia Emilia, buscando compartir un momento junto a ella, expresando su gratitud sincera.
— Gracias por compartir tu historia con nosotros. Al conocer todo lo que has tenido que soportar, nos hace reflexionar sobre nuestra propia maldad. — Dice con emoción aquella mujer que había visto en la primera casa, la madre de Petra.
Emilia, con los ojos nuevamente humedecidos, deja escapar pequeñas lágrimas. Sin embargo, estas no son lágrimas de tristeza, estoy seguro de ello.
— ¡Gracias por curar a mi papá.! — Exclama un niño mientras le entrega a Emilia un ramo de flores.
Varias personas abruman a Emilia con su gratitud, en una avalancha de emociones que se plasman en expresiones de agradecimiento por haberles protegido sin pensar en sí misma. Es la nobleza que emana de Emilia lo que la ha llevado a actuar, y ahora está cosechando los frutos de esa virtud.
Mientras tanto, mi mirada se encuentra con la de Puck, compartiendo una felicidad indescriptible en nuestros rostros.
— Te lo dije, mira cómo comienza tu hija con orgullo. — Le digo a Puck, alzando mi mano en forma de puño.
Puck choca su puño con el mío al instante, contagiado por la emoción.
— No podría estar más orgulloso de mi hija. — Responde Puck, sus ojos llenos de felicidad se dirigen hacia Emilia.
La creencia de que las personas cambian con el tiempo es una vil mentira que las historias nos venden. Las personalidades son espontáneas, no esperan a que pase el tiempo para manifestarse. Aquellos que dejan de ser como eran lo hacen por un momento de reflexión, por una situación determinada.
A veces, todos necesitamos ese pequeño empujón. No importa quién sea, siempre y cuando sea sacado de su estado actual. Es una verdad inmutable: todos anhelamos estar bien, pero a veces es más fácil seguir fracasando que esforzarse por mejorar.
Mientras buscamos el camino entre un sinfín de posibilidades, solo cuando seguimos una pequeña luz somos capaces de vislumbrar algo más, algo que alguien nos muestra desde otra perspectiva.
La gente continúa expresando su agradecimiento a Emilia, hasta que finalmente todos al unísono se inclinan ante ella.
Emilia no puede evitar cubrir su boca con las manos, sorprendida por lo que está presenciando. Bajo del estrado y coloco mi mano en su hombro, tratando de transmitirle seguridad.
— Ves, todos cometemos errores. La diferencia está en cómo los enfrentamos. — Le susurro a Emilia.
Emilia dirige su mirada hacia la multitud, y todos comienzan a sonreírle. Aunque las lágrimas de felicidad siguen surcando su rostro, ella las ignora, enfocada en el amor y la gratitud que se despliegan ante ella.
— ¡Muchas gracias! ¡De verdad.! — Exclama Emilia, intentando hacer que el anciano cambie su posición. — Prometo que me esforzaré el doble por ustedes, de verdad. ¡Muchas gracias!
Un momento sin duda conmovedor. La gente del pueblo aún tiene sus dudas, pero a pesar de todo pudieron guardar todas sus emociones y ayudar a esa pequeña niña que les salvo.
Son gente que de verdad vale la pena cuidar.
Después de un momento, Emilia vuelve a subir a la tarima. Esta vez no tiene miedo, esta vez su sonrisa es incontrolable. Destellante como si el día volviese a salir.
La oscuridad de la noche envuelve el pueblo de Irlam, pero la sonrisa radiante de Emilia se erige como la luz más resplandeciente en este momento.
— Gente del pueblo Irlam. Puedo sentir vuestra pena, sé que han ocurrido muchas desgracias, pero también entiendo que hay mucho por hacer. — Dice Emilia, mientras coloca su mano sobre su pecho, dejando que su voz resuene en el silencio de la noche. — A todas las personas que han perdido sus hogares, los acogeremos en la mansión. A los familiares del hombre que murió por mi culpa, les cederé mi habitación y les daré el dinero necesario para sobrellevar su pérdida.
En ese instante, Ram interrumpe.
— Las palabras de la señorita Emilia son las mismas que las de nuestro señor Roswall. — Declara Ram solemnemente.
Emilia asiente en dirección a Ram y prosigue.
— Por eso, mientras trabajamos en la solución de todos los problemas, les pido la colaboración de todos ustedes. Donen prendas que ya no usen para aquellos que las necesiten, y brinden ayuda a los demás para que puedan subsistir. — Extiende su mano con la palma hacia el cielo, como si estuviera invocando el espíritu de la solidaridad. — Mi nombre es Emilia, soy una semi elfo proveniente del bosque de Elior. Ahora que me conocen mejor, les pido que confíen en mí. Permítanme mostrarles la diferencia entre yo y aquel monstruo del que nadie quiere hablar.
Con esas palabras, Emilia concluye su discurso, y un torbellino de aplausos irrumpe, lloviendo sobre ella. Las personas del pueblo se sienten conmovidas por la sinceridad y determinación de Emilia. Aunque su presencia haya generado más trabajo para todos, no puedo reprochárselo. Después de todo, es exactamente lo que yo tenía planeado hacer.
Una vez que todo ha terminado, Ram, Emilia y yo nos ocupamos de recibir las solicitudes de las personas afectadas. Utilizando las carrozas, comenzamos a transportar a la gente hacia la mansión. Algunos deciden quedarse en las casas de sus familiares, brindando así la oportunidad a otras personas. Todos colaboran entre sí para superar esta crisis, una prueba palpable de la bondad inherente en el corazón humano.
Debido a la llegada de la noche, acomodamos a las familias con niños en habitaciones del primer y segundo piso. La mansión se llena hasta los rincones con personas en busca de refugio y consuelo.
Cuando Rem nos ve, nos vemos en la obligación de explicarle detalladamente la situación.
— ¿Emilia hizo todo esto.? — Pregunta Rem, sorprendida por la magnitud de los actos de Emilia.
— Hablas como si fuera algo imposible para ella. — Respondo.
Rem niega con la cabeza, entendiendo que subestimar a Emilia sería un error imperdonable.
— No, no. Es solo que nunca la vi como esa clase de persona, fue desde que llegaste — dice Rem, entrelazando tímidamente sus manos y sonriendo. — Sí, desde que llegaste...
— Fue solo un pequeño empujón, a veces todos lo necesitamos. — Le respondo a Rem mientras saco un gran caldero delante de nosotros.
Los cuartos de la mansión se llenaron rápidamente, acogiendo a las ochenta y siete personas desplazadas. Un total de veintidós habitaciones fueron ocupadas, dejando el primer y segundo piso repletos, pero logramos dar refugio a todos.
Maldita sea, esta mansión es realmente gigantesca; hospedar a medio pueblo no supuso un problema.
Rem y yo empezamos a sentirnos abrumados al preparar tanta comida, pero afortunadamente fuimos salvados por un grupo de madres compasivas que se ofrecieron a ayudarnos en la cocina. Las lágrimas amenazaban con brotar de nuestros ojos, conmovidos por su bondad y por la velocidad a la que comenzaron a cocinar. Pasado un tiempo, la noche ya estaba avanzada y decidimos postergar hasta el día siguiente las conversaciones detalladas sobre los daños sufridos por cada individuo, ya sea en sus negocios o granjas. Es crucial saber cómo se verá afectada la economía del pueblo.
Por suerte, tengo un plan clave para generar ingresos. Solo necesito esperar la llegada de Roswall.
Dado que el tiempo fue escaso, Emilia y yo no tuvimos oportunidad de hablar en profundidad. Nos despedimos con una mirada significativa.
— Hasta mañana. Que la bendición de los espíritus te acompañe. — Dice Emilia con una sonrisa.
— Tu sonrisa es mi mayor bendición. — Le digo a Emilia, buscando ver su reacción, pero su respuesta realmente me sorprende.
— Cuando haya una mejor oportunidad, hablemos a solas los dos. — Responde Emilia subiendo las escaleras.
Yo, por mi parte, me dirijo hacia mi propia habitación. Al llegar, me detengo frente a la puerta sin entrar.
— Beatrice, con tanta gente aquí se ha vuelto muy incómodo. Si es posible, por favor, permíteme entrar. — Murmuro mientras abro la puerta lentamente, sin saber qué me deparará al cruzar el umbral.
El dulce aroma a libros impregna mis sentidos, indicando que estoy a punto de adentrarme en la biblioteca. Al cruzar sus puertas, mis ojos se posan en la niña que una vez tomó mi mano, quien ahora me fija una mirada intensa desde su cama. Me quedo observándola por unos instantes, sin pronunciar palabra, lo cual la irrita al instante.
— Si vas a entrar, al menos di algo, supongo. — Comenta con un tono de molestia.
La mirada de Beatrice contradice sus palabras. A simple vista, su expresión muestra serenidad y calidez al encontrarme. Sin embargo, tras esa fachada se esconde una profunda tristeza.
Me acerco a ella. Los papeles siguen revoloteando a su alrededor y parece estar absorta en el diseño de la máquina de vapor. Supongo que sigue intentando perfeccionarlo.
— Gracias por salvarme. — Le expreso con sinceridad.
En respuesta, Beatrice hace una mueca, gira la cabeza y frunce el ceño.
— ¡Hmpf! Fue una apuesta después de todo, supongo.
Intentando mantener una postura firme, Beatrice no espera lo que estoy a punto de decirle.
— Pero nunca dije que gané, así que todavía siento que te debo mi gratitud. — Me recuesto de espaldas en su cama.
Beatrice da un pequeño salto, me da la espalda y murmura:
— Eso es porque casi te mueres, de hecho. — Aprieta sus manos contra sus piernas —. No es que me importe, supongo, pero trajiste esto y dijiste que me darías más, de hecho.
Mientras observo el magnífico techo de esta vasta biblioteca y trato de comprender los cuatrocientos años de soledad que tuvo que pagar, se siente atrapada, sin conocer el rumbo de su futuro y sin saber qué desea lograr en esta vida.
Encarcelada por un contrato hecho por tu propia madre.
Me pregunto, que tendrá Beatrice en su cabeza en estos momentos.
— Lo siento, supongo que te hice preocupar. — Me disculpo, sintiendo la necesidad de aclarar mis sentimientos.
Beatrice se voltea hacia mí, arrodillada en su cama mientras yo estoy acostado, cerca uno del otro pero en posturas diferentes. Con un gesto enfadado, Beatrice me señala con el dedo.
— ¡No te creas tanto, de hecho! Eres solo un humano, para mí, no eres nadie.
Ignoro sus palabras y planteo una pregunta.
— ¿Crees que sea posible volver a mi mundo? He estado ocupado y he pasado por muchas cosas. Sin embargo, todavía no logro adaptarme, como si todo lo que me rodea fuera una ilusión.
Alzo mi mano, señalando el techo.
— Siento una gran sensación de soledad, como si el mundo me estuviera excluyendo.
Beatrice baja la mano, su expresión se vuelve difícil de describir. Claramente, mis palabras la han impactado, pero hay algo más. Entonces, ella dice:
— La única forma de que vuelvas es a través del ser que te trajo.
La bruja de la envidia, supongo. Pero dudo que quiera devolverme. Además, realmente no quiero volver. Regresar a un lugar donde debo esconderme, sin saber si podré comer al día siguiente, desconfiando de todos y viendo cómo todo lo que me importa muere.
— No importa, de todas formas. Ese mundo ya no me acepta. — Dirijo mi mirada hacia Beatrice —. Beatrice, si tuvieras la oportunidad de elegir irte a otro mundo, sin ninguna consecuencia, dejando todo atrás, ¿lo harías?
Es una pregunta compleja de responder. Después de todo, está relacionada con su situación. Encarcelada por su voluntad y responsabilidad. Al final, es su decisión estar atrapada en este lugar.
No es algo realmente malo, el problema radica en que ella está aquí a pesar de no quererlo.
Beatrice se toma unos segundos antes de hablar.
— No quiero hablar de eso, supongo. — Murmura en un tono bajo.
Una negativa rotunda. Afortunadamente, ya esperaba este tipo de respuestas. Aún no nos conocemos lo suficiente, dejar que estos momentos fluyan hará que piense más en ello.
— No importa, mejor hablemos de la apuesta.
Lo dejo pasar casualmente, como si no tuviera importancia alguna.
— Nunca dijiste la respuesta, de hecho. — Beatrice intenta cambiar su tono, pero su tristeza aún se hace evidente.
Parece que soy un experto en hacer sentir mal a los demás. Tal vez debería dejar de pensar tanto y actuar de manera más extrovertida y alegre. Al fin y al cabo, en las novelas todos parecían estar felices a su manera.
En este punto, el protagonista estaría disfrutando de una vida plena, trabajando y conversando con todos.
Sin embargo, yo tengo que lidiar con numerosos problemas, además de asegurar mi propia supervivencia, debo llevar a Emilia al trono, aunque no recuerdo que ese fuera el tema principal en la novela.
Sería fácil seguir la misma ruta si no fuera porque todo está cambiando a un ritmo absurdo.
— Casi lo lograste. — Digo a Beatrice. — Efectivamente, es una máquina capaz de generar fuerza, pero no descifraste cómo lo hace.
En ese momento, el rostro de Beatrice se ilumina como si le hubieras dado un dulce a un niño. Se acerca más a mí, poniéndose a mi lado. Es extraño ver unos ojos con forma de mariposa. De hecho, al observar de cerca, hay ciertos aspectos que no parecen humanos.
Su piel parece perfecta, sin poros ni imperfecciones, sus ojos son más grandes de lo normal y la forma de sus pupilas es sin duda lo más extraño. Su cabello tampoco parece tan real como se podría esperar, se ve fijo y estático desde cerca.
Quizás sea la magia.
Me pregunto si es posible.
Con un movimiento rápido, dirijo mi mano hacia su cabeza. Mi objetivo es el listón de su coleta derecha, pero justo cuando estoy a punto de alcanzarlo, me detengo. Por suerte, logro frenarme a tiempo y evitar un desenlace fatal.
Mi mano cae por la sorpresa de lo que casi hago inconscientemente, y toco suavemente su cabeza.
— Bien hecho, a pesar de no tener idea y de mis respuestas vagas. Eres realmente increíble, Beatrice.
En un instante, Beatrice aparta mi mano de su cabeza.
— ¡Qué crees que haces mientras dices eso, de hecho! — Beatrice se queja, pero se mantiene firme en su posición.
— Una recompensa, supongo — Respondo con calma, sintiendo cómo mi paciencia se desgasta.
— ¿Qué clase de recompensa basura es esa, supongo?
Ya me estoy acostumbrando al patrón de sus muletillas repetitivas.
— Oh, entonces dime qué desea el gran espíritu.
Miro a Beatrice con curiosidad, aunque en mi interior ya puedo anticipar una respuesta como "Lárgate de mi habitación y no vuelvas", pero solo si la situación lo ameritara.
— Te concedo cualquier deseo a mi disposición. — Afirmo con solemnidad.
— ¿Qué podría querer un gran espíritu de un fracasado como tú?
En ese instante, me levanto abruptamente de la cama. Sin decir una palabra, me encamino hacia la salida, decidido a marcharme.
— Entonces no hay nada más que hacer — abro la puerta e intento marcharme, pero Beatrice grita.
— ¡Espera!
Giro rápidamente para mirarla. Su expresión refleja sorpresa ante mi actitud enérgica. No sé si es parte de su diseño de personalidad o si está genuinamente sorprendida, pero no estoy dispuesto a permitir que me trate así constantemente. Sobre todo ahora, cuando mi mente está plagada de tantas preocupaciones.
— Ya lo has dicho, ¿no? Si tú no quieres nada, entonces mejor me acuesto a dormir. Si no te interesa a ti, ¿por qué debería interesarme a mí? Después de todo, quien se beneficia aquí eres tú.
Beatrice parece impactada por mis últimas palabras. Desde su perspectiva, la gente suele aprovecharse de ella, acudiendo a ella para buscar ayuda y esperando que cumpla sus deseos. Incluso el protagonista en la novela acude a ella para hablar y desahogarse.
Sin embargo, yo nunca he hecho eso. Hasta ahora, nuestras conversaciones han sido informales, centradas en temas como la máquina a vapor y anécdotas cotidianas. He excluido cuidadosamente todos mis problemas y preocupaciones.
Es lo normal, no voy a revelar mis problemas a un desconocido. Aunque esté dispuesto a ayudar y escuchar en la medida de lo posible, eso no implica que deba hacer lo mismo en reciprocidad.
Mis problemas son solo míos, no tengo por qué molestar a los demás con ellos.
Beatrice, sin moverse de su cama y en un tono apenas audible, susurra:
— Dime... Mundo.
Incapaz de comprender sus palabras, me acerco lentamente a ella. Se ve arrepentida por lo que ha dicho, pero no logra expresar con claridad lo que desea.
— Dilo fuerte y claro. Después de todo, esto es por ti y para ti.
Mis palabras parecen hacer que Beatrice se remueva ligeramente. Su mirada, entre enfadada y triste, revela lo difícil que le resulta expresar sus verdaderos deseos. Parece como si hubiera grilletes en su boca, impidiéndole hablar con libertad.
¿Acaso todas las personas en este lugar llevan consigo traumas tan profundos? Emilia, Rem, Roswall, Beatrice. A excepción de Ram, todos parecen cargar con traumas que han moldeado su personalidad.
Es algo inquietante.
— Quiero que me hables más sobre tu mundo. — Logra decir Beatrice finalmente, sacando las palabras de su interior con esfuerzo.
Me acerco a ella y coloco intencionalmente mi mano en su cabeza, acariciándola con suavidad. Ella no rechaza mi gesto, lo que me indica que no le desagrada.
— Me alegra que me lo hayas dicho. Con gusto te hablaré sobre mi mundo.
La cargo en mis brazos, sorprendiéndola. Ella intenta liberarse de mi agarre, pero no le doy tiempo y nos arrojó a la cama juntos. Beatrice cae en un extremo y yo caigo a su lado.
— ¿¡Qué crees que haces, de hecho.!? — Exclama Beatrice, sorprendida por la inesperada caída.
— Acomodándonos para hablar. — Respondo entre risas.
A partir de ese momento, comienzo a contarle cosas sobre mi mundo. El tiempo pasa mientras debatimos y discutimos acaloradamente sobre la máquina de vapor, mientras le explico su funcionamiento.
— El vapor a altas presiones puede convertirse en un mecanismo para generar una respuesta. El aprovechamiento de la velocidad que genera y su transformación en fuerza es lo que convierte a la máquina de vapor en una herramienta versátil para todo tipo de situaciones.
Después de todo, fue el primer motor.
Le hablo sobre descubrimientos científicos, anécdotas casuales y momentos históricos. Le cuento sobre el arte y la música, sobre la arquitectura e ingeniería, sobre la vida misma y los cambios que han ocurrido en mi mundo.
Sin darme cuenta, el cansancio de la jornada empieza a apoderarse de mí y me quedo adormecido mientras continúo hablando.
Poco a poco, el murmullo de mis palabras se desvanece en la habitación, dejando espacio para el silencio y los sueños.
— Descubrir la felicidad no es tarea sencilla para nadie, pero aquellos pocos que lo logran encuentran la dicha en las cosas más simples de la vida.
Digo antes de caer dormido.
Capítulo 2.
Una decisión apresurada.
Mis párpados se sienten pesados, cargados de la carga de los recuerdos recientes, un torrente caótico que amenaza con arrastrarme. Mi deseo de encontrar la felicidad desencadenó una serie de acontecimientos trágicos, llevando consigo la pérdida de innumerables vidas. A diferencia de mí, Emilia y Rem parecen haber logrado superar parte de su dolor, aunque quizás no en su totalidad. Las veo transformadas de alguna manera, marcados por la experiencia pero también portando una chispa de renovación.
De alguna forma, siento un gran peso sobre mi espalda.
Me encuentro en un puente que se alza sobre un lago enigmático, envuelto en una bruma violeta que envuelve todo a su paso. No hay nada más a mi alrededor, solo la quietud y el silencio inquietante. El puente, hecho de madera antigua, emite un quejido siniestro con cada paso que doy. Mi mirada se dirige hacia el agua, pero no encuentro ningún reflejo, solo una oscuridad profunda y sin fin.
No experimento ninguna emoción en este lugar extraño. Ni miedo, ni ira, ni siquiera alegría. Lo único que siento es esa pesadez persistente en mi espalda, como si llevara una carga invisible destinada a ser arrojada al abismo del lago.
Sin embargo, en el momento en que doy el segundo paso, un latido fuerte y retumbante estremece mi pecho, apretándome con ferocidad.
— ¡Ahg! — Un quejido de dolor escapa de mis labios mientras me aferró con fuerza el pecho, tratando de recuperar el aliento.
Cada zancada que doy es rápida y contundente, un intento desesperado de llenar mis pulmones con aire fresco y revitalizante. Cuando finalmente logro aquietar mi agitada respiración, me doy cuenta de que aún me encuentro en la biblioteca prohibida. Los estantes llenos de innumerables libros me rodean, creando un paisaje imponente. En ese instante, una sensación de calma serena y reconfortante me envuelve, como si mis venas se deslizaran con mayor fluidez, llevando consigo una sensación de bienestar y tranquilidad.
En especial.
Dirijo mi mirada hacia un lado y descubro que Beatrice está acostada junto a mí, su semblante tranquilo revela que ha encontrado el sosiego en un sueño reparador. Aunque, sinceramente, desconozco qué significa dormir para un espíritu como ella.
La noche pasada fue un momento especial, y pude percibir la auténtica felicidad en el rostro de Beatrice mientras compartía cada detalle. Evité ahondar en los horrores de la guerra y demás adversidades para no empañar aquel instante mágico. Al menos, logré que se llevara consigo todo lo bueno y hermoso de nuestra conversación. Anhelo repetir esa experiencia, una y otra vez.
Jamás imaginé que Beatrice me permitiría dormir a su lado. Observo el reloj y constato que aún es madrugada, lo que significa que debería levantarme a la misma hora de siempre. Lamentablemente, mi descanso ha sido reducido a tan solo dos o cuatro horas. La única excepción fue después de ser herido, cuando pude dormir un poco más.
No podré hacer nada hasta que Roswall llegue. Sin su presencia, es imposible revitalizar el pueblo y llevar a cabo los planes que tengo en mente. Además, debo verificar cómo se encuentra la gente del pueblo y analizar cuidadosamente qué estrategia seguir para que la economía local no se vea perjudicada.
Es una pena, pero supongo que tendré que despertar a Beatrice.
Agito sus hombros con delicadeza, lo que provoca que ella comience a abrir los ojos lentamente. Utilizando su brazo, se sienta en la cama y se frota los ojos adormilados. La observo con una sonrisa, esperando impaciente para ver cómo reaccionará.
Su reacción es encantadora y abriga mi corazón. Beatrice se sonroja y baja la cabeza avergonzada. Sin embargo, pasados unos segundos, levanta la cabeza rápidamente y me señala con el dedo acusadoramente.
— ¡No me quedé dormida a propósito, de hecho.! — Exclama mientras se levanta de la cama. — Solo estaba curando la puerta que tenías lastimada.
Recordando la verdad en sus palabras, me doy cuenta de que mi puerta está en mejor estado ahora. Mi flujo de maná se ve más sereno. Aquella afluencia abrumadora probablemente fue causada por mi mente descontrolada y el miasma en mi interior.
Agradecido, me acerco para abrazar a Beatrice, pero ella evita mi gesto, esquivándome con destreza.
— ¿¡Qué crees que estás haciendo, supongo.!? — Beatrice me mira con furia en sus ojos.
— Solo quería agradecerte, pero está bien. Tengo muchas cosas que hacer. — Camino hacia la puerta. — Supongo que nos veremos luego.
Beatrice no reacciona, pero puedo percibir un gesto apenas perceptible con sus manos.
— ¡Hmpf! No necesito que vengas, por mí no lo hagas. — Beatrice gira la cabeza.
Abro la puerta y estoy a punto de salir, pero antes de hacerlo, debo informarle sobre los resultados de la apuesta. Necesito a Beatrice para trabajar en este proyecto, así que me alegra haber ganado dicha apuesta.
— Como perdiste la apuesta, vendrás a ayudarme con la construcción de la máquina a vapor. — Le guiño un ojo y comienzo a cerrar la puerta.
Beatrice muestra sorpresa y, al reaccionar, intenta acercarse, pero cierro la puerta antes de que me alcance.
Una vez fuera, me encuentro en mi habitación. Debido a que mi ropa está sucia, opto por tomar una camisa blanca de sirviente, de manga larga para mayor comodidad. El chaleco resulta innecesario, así que decido prescindir de él y me quedo únicamente con la camisa blanca.
«Necesito comprar ropa nueva», pienso para mí mismo, lamentando no tener prendas más adecuadas y cómodas.
Ahora que lo pienso, no tuve la oportunidad de hablar con Emilia después de su emotivo discurso. Sus palabras cautivaron a la gente del pueblo, y aunque aún puedan tener prejuicios, seguramente no los expresarán frente a ella.
Abro la puerta de mi habitación y me encuentro con Rem parada justo frente a ella. Sus ojos brillan con una luz renovada, como si todo el caos que la atormentaba se hubiera disipado. Se inclina hacia mí y me saluda con un tono cálido.
— ¡Buenos días, Marco.! — Rem sonríe después de inclinarse.
Es sorprendente el cambio tan drástico que ha experimentado. Evité decirle muchas cosas, evité compartir detalles sobre mí mismo.
— Buenos días, Rem. Veo que te levantaste temprano.
— Sí, descansé bastante anoche, así que hoy debo trabajar duro.
Me encontraba reflexionando sobre la importancia de tener a Rem a mi lado en esta situación, aunque esperaba que su comportamiento no se asemejara al de la novela. Encomendé a Rem la tarea de cuidar a la gente de la mansión, estar atenta a las necesidades de cada persona y vigilar para evitar que accedieran al cuarto piso por razones de seguridad.
Mientras ella y Ram se ocupaban de eso, decidí adentrarme más en el pueblo para demostrar que era útil y ganarme su confianza. Aunque Roswall aún no había llegado, sabía que debía tener paciencia.
Dirigí mis pasos hacia el pueblo en busca del alcalde, Oldgart, un hombre admirable que había seguido ayudando a los demás a pesar de haber perdido a su amante, su persona más importante. Al encontrarme con él, mostré respeto al inclinarme levemente y él me saludó cortésmente.
— Es un placer verte hoy, jovencito. — Dijo Oldgart con amabilidad.
— El placer es mío. — Respondí, inclinándome en señal de respeto. — Señor, soy consciente de los graves daños estructurales que ha sufrido el pueblo. Me preguntaba si usted tiene alguna documentación sobre las cuentas del pueblo.
Sabía que era crucial mantener la economía del pueblo en estas circunstancias, ya que estábamos enfrentando una crisis tanto humana como estructural. Necesitaba obtener información precisa para presentar una propuesta a Roswall con el fin de mejorar la situación. La construcción y venta de la máquina a vapor serían de gran utilidad, pero debía asegurarme de que nadie pudiera copiarla.
Oldgart me entregó varios libros, organizados según los diferentes comercios.
— Los tengo divididos por categorías: producción ganadera, agrícola, herrería y otros. — Explicó amablemente.
Tomé los libros con gratitud, consciente de que me proporcionarían los datos necesarios para comprender la situación económica del pueblo y planificar nuestra propuesta de manera efectiva.
Después de revisar detalladamente la documentación proporcionada por Oldgart, me sorprendo gratamente al encontrar un nivel de organización admirable. Cada venta está meticulosamente registrada con el nombre del vendedor y la cantidad correspondiente. Con estos datos y las pérdidas reportadas por Ram, puedo calcular con precisión el déficit futuro y estimar cuánto dinero se irá perdiendo estadísticamente. Esto me brinda una oportunidad única para implementar cambios significativos en el pueblo.
Me dirijo rápidamente a mi habitación y, con todos los datos en mano, comienzo a realizar los cálculos de las pérdidas y el plan de acción necesario. Si lo analizo detenidamente, esta situación se presenta como una oportunidad para transformar las cosas de una vez por todas en el pueblo.
Continúo dedicando tiempo y esfuerzo a realizar los cálculos totales. Las pérdidas son significativas, especialmente en el sector agrícola y de metalistería. La herrería ha sufrido un gran golpe y el único herrero ha fallecido. Esto implica que no se podrán reparar las herramientas existentes ni fabricar nuevas para las personas. Debo informar a Roswall que necesitamos contratar a más personas para abordar este problema.
Por otro lado, en las anotaciones de Ram se encuentran las habilidades mágicas de cada persona, lo que me permite identificar a las personas más adecuadas para diferentes tareas. Si asigno correctamente las labores a cada individuo, mejoraremos la eficiencia general.
Afortunadamente, no tendré que pagar de mi bolsillo por todo esto, ya que haré que Roswall invierta una cantidad considerable de dinero.
Cuando miro por la ventana, me doy cuenta de que el día ha llegado a su fin. Me he pasado prácticamente todo el día inmerso en estas tareas. Sin embargo, ya tengo un plan trazado gracias a la magia, la construcción de las casas no será un problema. Si todos colaboran, podremos tener todo listo lo más pronto posible.
Decido hablar personalmente con las personas en la mansión, uno por uno, para averiguar qué pueden hacer con su magia, qué conocimientos poseen en literatura y qué habilidades destacan. Al terminar, solo con las personas de la mansión, tengo los siguientes datos:
El 26% de las personas tiene habilidades mágicas relacionadas con el agua.
El 46% de las personas tiene habilidades mágicas relacionadas con la tierra.
Solo el 14% de las personas tiene habilidades mágicas relacionadas con el viento y el fuego.
Sin embargo, hay un caso excepcional que me sorprende: una niña llamada Petra tiene compatibilidad con la magia Yang. Decido ocultar esta información por el momento y le pido a la niña que no lo revele a nadie. La magia Yang confiere un estatus especial a quien la posee y, si se revela en esta etapa, es posible que la gente la trate de manera diferente y su desarrollo se vea afectado.
De alguna manera, esta niña con un talento tan extraordinario ha terminado en este lugar. Debo encontrar un buen maestro para ella, ya que estoy seguro de que será de gran ayuda en el futuro.
La suerte del protagonista en la novela al hacerse aliado de las personas más fuertes es verdaderamente envidiable. Sin embargo, supongo que puedo aprovechar su buena fortuna para aprender a establecer alianzas importantes por mi cuenta.
El día ha transcurrido sin incidentes, ya que hemos estado ocupados atendiendo nuestras responsabilidades. No he tenido la oportunidad de hablar con Emilia, y apenas he mantenido una breve conversación con Rem. Hay tantas tareas pendientes que no tenemos tiempo ni siquiera para pensar.
Cierro mis ojos expectante del día siguiente.
Con mi corazón ardiendo.
Despierto con una sensación de frío, abro los ojos rápidamente y me doy cuenta de que mi cuerpo estaba empapado en sudor. Mi corazón se agitó rápidamente, como era de esperar.
Es una rutina a la que estoy empezando a acostumbrarme.
Las pesadillas eran tan realistas que resultaban realmente molestas. Tomo un vaso de agua para refrescarme y procedo a continuar con mis labores. Cocino algo para Rem y Ram antes de que llegaran las demás personas a cocinar para el resto. Pasaron unas pocas horas hasta que finalmente escuché una señal.
Rem vino corriendo hacia mí, su rostro irradiaba una sonrisa radiante, llena de esperanza.
— ¡El señor Roswall ha llegado.! — Exclamó emocionada.
Dejo todo lo que estaba haciendo y corro hacia la entrada de la mansión. Habían pasado tres días desde que se había ido, tres días en los que parecía no importarle nada.
¿O acaso lo desconocía?
Al llegar a la entrada, me encuentro con una escena indescriptible. Roswall desciende de los cielos con una expresión seria y molesta. Es la primera vez que lo veo adoptar tal semblante, pero si no lo conociera, pensaría que está conmocionado por el caos que debe haber presenciado. Sin embargo, estoy casi seguro de que Roswall sabía que esto iba a suceder.
Ram corre hacia él con una sonrisa en el rostro, ignorando por completo la gravedad del ambiente.
—Es un placer tenerlo de vuelta, Señor Roswall. —Dice Ram mientras se inclina ante él.
Roswall posa su mano en el hombro de Ram y le devuelve la sonrisa.
—Perdona la tardanza. —Dice antes de dirigir su mirada hacia mí.
Puedo leer en su mirada que quiere una explicación de lo sucedido. Quiero desahogarme y contarle todo lo que sé, pero ahora no es el momento adecuado. Lo más importante es sentar las bases. Inhalo profundamente y exhalo rápidamente para tranquilizarme. Sosteniendo la mirada de Roswall sin mostrar vacilación ni emoción alguna, comienzo a relatarle los detalles desde el principio. Le cuento todo, desde la llegada del misterioso hombre hasta el rescate de los demás. Por supuesto, tendremos que profundizar en la conversación más adelante, pero por ahora, esto es lo primordial.
Roswall parece comprender lo ocurrido.
—Sí, Emilia desempeñó un papel importante. Sin duda, se está ganando el corazón de los habitantes del pueblo. —Añado. Busco su reacción, pero Roswall permanece impasible. Sin embargo, unos segundos después, su rostro se ilumina con una sonrisa orgullosa.
— Veo que la has ayudado mucho, no solo ayudaste a salvar vidas que no te afectaban, si no que estas ayudando a todos en este lugar. — Roswall se inclina levemente.— Sin duda, eres una gran ficha para nosotros.
Entender la mente de Roswall me está costando mucho esmero, sus acciones no evocan las emociones que evocarían normalmente. Todo eso me hace querer concebir los conocimientos del libro de la sabiduría que está en su posesión. Necesito saber pistas sobre su contenido, aún si el retorno por muerte tiene que ser utilizado, de otra forma.
Será mucho más complicado vivir.
—Te proporcionaré un informe completo sobre los daños y la solución que tengo en mente. Ahora, sin tiempo que perder, utilizaremos lo que has traído para construir las casas. —Le digo a Roswall, mostrando determinación.
La cantidad de material es abrumadora, y al contemplar las numerosas carrosas, siento cómo mi cuerpo se tensa. Mi sangre hierve ante la magnitud de todo esto.
—¿Por qué trajiste tanto.? —Pregunto, intentando desconcertarlo. Pero como si estuviera siguiendo un guion, Roswall responde sin inmutarse.
—Si iba a invertir en ti, lo haría a lo grande. Todo este material que trajiste, según lo que me explicaste, servirá para reconstruir las viviendas. Es una situación verdaderamente afortunada.
Roswall se acerca a mí y pone su mano en mi hombro.
—A partir de ahora, ya no eres solo un sirviente. Te confiaré la reconstrucción del pueblo, y puedes hacerme solicitudes de lo que necesites. Estaré encantado de apoyarte. —Dice, mientras Rem escucha con alegría, pareciendo orgullosa de esas palabras.
Para mí, esto no es un simple juego. Sí, desde el principio buscaba el apoyo de Roswall, pero no de esta manera. La muerte de personas no era necesaria. Es cruel, extremadamente cruel, que alguien sea capaz de cometer actos tan viles.
Es como en mi propio mundo.
—No te decepcionaré. Seré quien cambie el rumbo de la batalla por el trono. —Le digo a Roswall, intentando forzar una sonrisa.
Roswall entra a la mansión, donde es recibido por un gran número de personas que la habitan. Sin mostrar molestias, se inclina en señal de disculpa.
—Ofrezco mis más sinceras disculpas por lo ocurrido. —Dice. En lugar de quejas y protestas, las personas comienzan a hablar sobre cómo él asumirá la responsabilidad y proporcionará apoyo para reconstruir el pueblo.
—Mi socio, Marco Luz, se encargará de la reconstrucción de las viviendas con su ayuda. Además, me encargaré de ofrecer ayuda económica y productos para que los afectados puedan trabajar. No puedo devolverles la vida a los que han fallecido, y ese pecado me acompañará siempre. Por eso, les pido mis más sinceras disculpas y envío mis condolencias a aquellos que ya no están con nosotros. — De una forma sofisticada, Roswall evita que las personas se alteren. Su actuación es impecable, casi como si de verdad lo sintiera.
Rem se acerca y se inclina de nuevo hacia mí.
—Me complace que haya logrado su objetivo, señor Marco. La sirvienta Rem estará a su disposición siempre que lo necesite. —Dice. Ram frunce el ceño en desaprobación y se va con Roswall. Parece que ella está contenta con el cambio, pero la actitud de Rem hacia mí ha sido demasiado afectuosa recientemente.
Afortunadamente, he tratado de enfocarme en su bienestar y evitar que haga cosas extravagantes, como entrar a mi habitación. Bueno, también he colocado una silla trabando la puerta. No puedo imaginarme despertando con ella a mi lado.
Realmente me daría un infarto.
No es molesto de eso, debido a todo lo que está sucediendo. Además, lo que le dije no fue para que me viera como su salvador, sino para que ella misma se viera como su salvadora.
Espero que lo haya entendido.
—Jajaja, no estoy acostumbrado a esto. Mientras no haya desconocidos, puedes actuar de manera normal. —Le digo. Está bien mostrarse amigable, pero delante de los demás, hay un estatus que debo mantener.
Es importante, y estoy seguro de que Rem lo entiende.
Esto no es un juego. La batalla por el trono comenzó hace mucho tiempo y estamos retrasados.
Después de eso, le pido a varias personas que me ayuden a hacer el hormigón. Primero, a través de prueba y error, me aseguro de conocer las proporciones y el proceso de curado eficientes. Según lo original, el hormigón tarda aproximadamente veintisiete días en curarse por completo, pero con magia debería ser posible acelerar el proceso.
Lo que haré es crear múltiples bloques de hormigón para construir los cimientos de las casas como primera etapa. Todo esto gracias a una pequeña ayuda que será útil en el futuro.
Una vez que todo el material está en el suelo, comienzo a llamar a diferentes personas para que me ayuden con la prueba. Solo haremos una parte de prueba.
El cemento se produce triturando y mezclando piedra caliza, arcilla y arena. Luego, esta mezcla se calienta a altas temperaturas en un horno, lo que crea clínker de cemento. El clínker se muele finamente para obtener el cemento en polvo que se utiliza en la construcción.
Todos los hombres nos ponemos manos a la obra. Trituramos con mazos de la forma más rudimentaria, utilizamos magia de fuego para calentar, y para el clínker volvemos a usar los mazos.
Todo el proceso nos lleva casi todo el día.
Finalmente, hacemos la prueba. Con un poco de cemento, pegamos dos piedras y utilizamos magia de fuego y viento para acelerar el secado. Cuando se seca, la gente queda impresionada.
El comentario de los hombres sobre la rapidez con la que nos unimos me impresiona. Rem y Emilia se acercan para presenciar la prueba, mientras Roswall y Ram están ocupados revisando los informes que les entregué.
—La construcción de murallas lleva tiempo, especialmente en términos de dinero, ya que se necesitan cristales de piedra para fortalecerlas y el maná de magos de tierra. —Explico. En este mundo, la magia nos permite realizar funciones similares o más fáciles, pero ninguna tiene la versatilidad de esto. Por eso es importante contar con la máquina de vapor, tuvimos que reunir a todos los hombres del pueblo. Si seguimos así, probablemente podremos construir todo en un mes.
—Este será un mes infernal. —Murmuro, mirando a todos los hombres—. Tendremos que trabajar duro hasta poder construir todas las casas.
Los hombres tragan saliva, la mayoría está cansada y pocos pueden seguir adelante. Se miran el uno al otro, mostrando señales de querer rendirse.
—Obviamente, todo este trabajo será bien remunerado. —Agrego—. Sería desalmado hacerlos trabajar tanto sin una compensación adecuada, aunque sea un acto caritativo.
De sirviente a socio y de socio a obrero. No sé si esto es un progreso o un retroceso. Supongo que es una inversión a futuro. Sin trabajo duro, no hay beneficios.
Varias mujeres comienzan a repartir vasos de agua a todos los hombres. Por mi parte, me dirijo hacia la sala donde está Roswall. Ahora que sé que puedo producir cemento, estoy seguro de que no tendré problemas con el hormigón.
Sin embargo, ahora tengo que enfrentarme a Roswall.
Confrontarlo podría llevarme a la muerte, pero aun así debo hacerlo. No sé cómo funcionan los reinicios todavía, pero el protagonista siempre fue llevado a un punto anterior a los problemas.
Además, se le da cierto margen de actuación.
Mientras camino, comienzo a recordar. No fui dejado en los mismos puntos que el protagonista. Si vuelvo antes de las bestias...
Frente a la puerta, mis manos comienzan a temblar, pero me insto a ser fuerte.
Necesito enfrentarme a Roswall y descubrir qué sabe sobre mí y cuáles son sus planes para el futuro. Este sacrificio es necesario para poder seguir adelante. Con determinación, pongo mis manos en la manilla y abro la puerta con firmeza.
Roswall levanta la cabeza y me saluda con alegría.
— Vaaaaya parece que los experimeeeentos fueron fructuoooosos.
Me hace señas para que me siente, pero rechazo su gesto y camino hacia él, manteniendo una expresión seria. Lo señalo, no a él, sino a su traje.
—Sabes por qué vine. —Le digo, sin rodeos. — Quiero hablar a solas contigo.
Roswall continúa sonriendo, pero sus ojos me advierten que tenga cuidado con lo que digo. Ram muestra sorpresa y trata de decir algo, pero Roswall la detiene.
—Vaaaaya, pensé que venías a hablar sobre cómo íbaaaaamos a reconstruuuuir el pueblo. —Responde Roswall, su sonrisa arrogante intacta.
No voy a bailar en sus manos, cueste lo que me cueste, tengo que obtener esa información. Aunque me cueste la vida, necesito saber cuáles son las verdaderas aspiraciones de Roswall. Ram interrumpe, poniendo su mano en el pecho y dando un paso adelante.
—Jamás dejaría solo al señor Roswall. Deja de actuar como un energúmeno, Marco.
Pero ignoro sus palabras. Me dirijo directamente a Roswall.
—El libro de la sabiduría.
Con solo esas palabras, el ambiente cambia drásticamente. La sala se vuelve sombría y la expresión arrogante de Roswall desaparece. Siento una presión abrumadora sobre mí, deseando arrodillarme y tomar aire, pero me fuerzo a mantenerme de pie.
Ram mira sorprendida a Roswall, pero luego me lanza una mirada llena de furia. Ambos parecen querer atacarme, pero no me detendré.
—¿Me contaste sobre eso.? —Pregunta Roswall, sin sus habituales muletillas. Luego se levanta, da unos pasos y se acerca a la ventana.
—Sí, lo contaste. —Respondo, mintiendo. Necesito saber qué información tiene Roswall sobre mí y mi poder.
Roswall se queda en silencio, mirando por la ventana. Ram, por otro lado, se acerca a él con la intención de calmar su ira.
— Señor Roswall, Marco es un estúpido el de seguro se equí… .
En un arco ascendente, como si lanzaras una baratija al aire, la cabeza de Ram se separa de su cuerpo y se eleva en una parábola perfecta. Mi asombro es palpable al establecer un contacto visual con sus ojos, que parecen sorprendidos, pero luego una sonrisa se dibuja en su rostro. Aceptando resignada los hechos, la cabeza de Ram choca con el suelo y rueda hasta detenerse junto a una pared.
La sangre salpica el cuerpo de Roswall mientras el cuerpo decapitado de Ram cae al suelo. Sin previo aviso y sin ninguna necesidad aparente, Roswall ha asesinado a Ram a sangre fría.
— Innecesario. — Exclamo, dirigiéndome al monstruo que tengo frente a mí.
Roswall da media vuelta, introduce su mano en el traje y saca de él un libro blanco, con pequeñas inscripciones y una apariencia de enciclopedia. Abre el libro y lo ojea rápidamente.
— No entiendo. — Roswall cierra el libro con fuerza. — ¿Cómo lo sabes?
Avanza hacia mí, ejerciendo una presión con su maná que me impide escapar. Intento reaccionar y utilizar mi propio maná en su contra, pero Roswall no es alguien con quien pueda enfrentarme en este momento.
A duras penas logro respirar, mi cuerpo me insta a rendirme, pero aún no es el momento adecuado.
— ¿No te lo revela el amado libro de tu querida? Tu preciosa bruja.
Una vez más, sin previo aviso, recibo un golpe en el estómago. Roswall clava su puño con fuerza, causando que escupa con violencia. Siento un intenso ardor en mi abdomen, pero no permito que el dolor se refleje en mi rostro.
No me mostraré débil ante él.
— Te lo dije antes, fuiste tú quien me lo reveló. ¿Cómo más sabría que tu única amada es Echidna, la bruja de la codicia? Los tres tenían aventuras y lo pasaban de maravilla hasta que Héctor atacó.
Es probable que ella también esté escuchando.
— Tú... Esas son cosas que jamás diría. — Roswall rechaza mis palabras, extendiendo su brazo en un arco horizontal. — No importa, nunca diría algo así en esta etapa, después de que superaras todo.
Arrogantemente sonrío y lo miró fijamente a los ojos, sin un atisbo de temor o dolor.
— Entonces, si esta etapa no debía suceder... ¿Por qué?
Roswall intenta golpearme de nuevo, esta vez con un gancho derecho dirigido a mi rostro, pero lo detengo con mi mano. Un golpe seco resuena cuando utilizo toda mi fuerza para detener el golpe.
— Esto debía suceder. Quizás... ¿En la tumba de Echidna?
Los ojos de Roswall se abren en sorpresa ante mi conocimiento de la existencia de la tumba.
— ¿La tumba? ¿Cómo sabes de su existencia? — Roswall retrocede, cruzando los brazos. — La única forma de saberlo es que yo te lo haya contado.
— Sí, porque así fue. — Respondo con firmeza.
Roswall queda pensativo, frunce el ceño y reflexiona, pero antes de que ninguno de nosotros se dé cuenta, la puerta se abre de golpe.
— ¡Ram! — Rem grita desesperadamente por su hermana. Ella nos mira a ambos y luego dirige su mirada hacia el horizonte, su rostro pierde todo color. Rem se acerca lentamente al cuerpo de Ram. Roswall cierra la puerta con magia y espera a que Rem se acerque.
Rem se arrodilla, toma el cuerpo de su hermana y comienza a sollozar.
— ¿Por qué? ¿Por qué? Todo iba tan bien. — Murmura entre lágrimas, apretando el cuerpo sin vida de su hermana, bañándose en su sangre. Roswall parece mostrar poco interés en su sufrimiento.
De repente, Rem deja el cuerpo de su hermana en el suelo y, por instinto, activa su cuerno y dirige su mirada hacia Roswall. Sin embargo, es demasiado tarde.
— ¡El fura!
Una ráfaga de viento cortante se dirige a toda velocidad hacia Rem. Cuando intenta reaccionar, es demasiado tarde. La hoja de viento la alcanza de lleno, partiéndola en dos verticalmente. Ambas, Rem y Ram, son derrotadas por la misma persona que en su momento les brindó ayuda.
Y yo, en ese momento, no hice nada para detenerlo.
— Bastardo psicópata. — Lo miro con asco, intentando contener mi repugnancia.
Junto al cuerpo de Ram cae Rem, completamente partida por el corte vertical, sus entrañas bañan a la ya fallecida Ram. Sin oportunidad de luchar, ambas fueron derrotadas por la misma persona que una vez les ofreció ayuda.
Y yo tampoco hice nada para detenerlo.
— ¿Bastardo? ¿Yo? — Roswall lanza otro gancho hacia mí.
Me inclino ligeramente para esquivar el golpe de Roswall y lanzo un puñetazo directo a su rostro. Su labio se rompe y empieza a sangrar por el impacto. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, Roswall me sujeta del cuello con fuerza, impidiendo que pueda liberarme.
Desesperadamente, intento luchar para liberarme, pero mis esfuerzos son en vano. En un último intento desesperado, utilizo magia de viento para impulsar mi brazo en un golpe directo hacia su nariz, haciéndola quebrar y logrando que suelte su agarre. Roswall retrocede unos pasos, mirándome con odio mientras sopla con fuerza su nariz sangrante, expulsando toda la sangre acumulada.
Trato de crear una bola de fuego, pero Roswall intenta patearme. Logro esquivar su patada e intento taclearlo, pero en ese momento soy enviado a volar por un golpe de viento. Choco violentamente contra la pared, el impacto me aturde de inmediato, mi cabeza empieza a dar vueltas y siento el sabor metálico de la sangre en mi boca.
Con gran dificultad, me levanto, jadeando para recuperar el aliento.
— Eres el responsable de todo esto. Lo peor es que ni siquiera te importa. — Dice, mientras sigo tratando de recuperar la compostura.
— Solo tengo una semana y pocos días con estas personas, he vivido demasiada mierda en mi vida. En cambio, tú, vives con la esperanza de poder cumplir tu meta de matar al dragón para vengar y tener así la posibilidad de ver a tu gran amor.
Roswall se arremete contra mí, intentando patearme, pero logro esquivarlo. Lanzo un gancho ascendente hacia él, pero recibo un fuerte puñetazo en el rostro.
— Tú no puedes ser la persona que necesito. No debería ser así. — Roswall mira hacia el techo. — Entonces, todo esto ya estaba arruinado desde el principio.
Roswall se mueve rápidamente, agarra mi brazo y con su otra mano me arranca el brazo. Un dolor indescriptible recorre cada centímetro de mi cuerpo y la sangre comienza a brotar de la herida. En el momento en que intento gritar, Roswall me patea en la cara.
— Si hubiera sabido esto antes, te habría matado hace mucho tiempo. — Roswall crea otra hoja de viento y la lanza hacia mí.
Con una sonrisa en mi rostro, miro hacia él, esperando mi final.
Sin embargo.
A pesar de todo, una voz familiar resuena en la habitación, interrumpiendo el tenso silencio.
— ¡No te dejaré! — Exclama una niña con una determinación inquebrantable.
De repente, Beatrice aparece frente a nosotros y bloquea el ataque de Roswall, haciendo que este caiga al abismo, desvaneciéndose en la oscuridad.
— Parece que te has encariñado con esta persona. — Comenta Roswall, clavando su mirada en Beatrice. — ¿Es a quien tanto buscas?
Las lágrimas fluyen por el rostro de Beatrice mientras ignora por completo a Roswall y se enfoca en curar mi brazo, deteniendo la hemorragia con su magia. Sus acciones hablan más que las palabras.
Soy yo quien rompe el pesado silencio que nos rodea.
— ¿Lo escuchaste?
— Sí... — Responde Beatrice entre sollozos, aferrándose a la esperanza que mis palabras le brindan.
Beatrice continúa sanando mis heridas, sumida en su propio mundo de magia y cuidado. Roswall nos observa impasible, mostrando un ápice de respeto hacia ella.
— Yo lo sé, conozco todo el sufrimiento que has padecido. — Le susurro a Beatrice.
— Sí, supongo... — Dice Beatrice, su voz quebrada por la tristeza.
— Entonces... ¿Por qué?
La aparición de Beatrice en este momento es inesperada para mí. Para ella, aún no debería significar mucho. Quizás solo una esperanza, si es que eso.
Me arrodillo frente a ella, nuestros rostros quedan a escasos centímetros de distancia. Verla llorar me hiere profundamente. Junto a Emilia, Beatrice ha sido la única persona que me ha mostrado apoyo incondicional. La única que ha permanecido a mi lado sin causarme más problemas.
— Tú... — Beatrice posa sus cálidas manos en mis mejillas. — Eres mi esperanza, supongo... — Sus lágrimas fluyen desconsoladas, su rostro refleja el dolor de un pasado olvidado. — Viniste y lo cambiaste todo, con tu actitud me hiciste creer que...
— ¿Soy él?
Estas palabras hacen que Beatrice detenga su llanto por unos instantes. Su mirada refleja sorpresa, pero también una sonrisa se dibuja en sus labios, una sonrisa que irradia gratitud y esperanza.
— Sé todo sobre ti, conozco cada capítulo de tu historia y entiendo que has estado atrapada durante cuatrocientos años. — Con mi brazo izquierdo, la abrazo con ternura y determinación. — Todo lo que quiero es verte feliz, nada más.
Ella me corresponde el abrazo, sus brazos se aferran a mí con fuerza, como si temiera que pudiera escapar. En medio de sus lágrimas, encuentro consuelo y siento cómo el amor y la compasión fluyen entre nosotros.
Mientras Beatrice llora en mi pecho, desvío mi mirada hacia Roswall, quien se acerca lentamente hacia nosotros. Beatrice parece no darse cuenta de su presencia o tal vez decide ignorarlo
El rostro de Roswall refleja una mezcla de emociones indescriptibles, lejos de la ira que lo consumía anteriormente y la alegría que solía mostrar. Ahora, su mirada muestra aceptación y resignación.
Él sabe que este mundo está condenado y solo queda una opción.
— No sé qué está sucediendo, pero sí de alguna forma sabes tanto, entonces... — Murmura Roswall, interrumpido por un acto de traición.
Mientras aún sostengo a Beatrice en un abrazo, siento cómo algo atraviesa mi vientre, pero ella no me suelta. Contengo mi voz, el dolor y todo lo que hay dentro de mí.
— Nunca podrás cumplir tus sueños. Eres un monstruo, Roswall, has sacrificado generaciones enteras por tu obsesión. Eso no es amor, eres un maldito monstruo que debe ser eliminado. — Afirmo con convicción, dirigido a Roswall, mientras Beatrice intenta usar su magia para escapar.
Sin embargo, es demasiado tarde.
— Lo siento, Beatrice. Parece que aquí llegamos. — Acepto con tristeza.
Beatrice se suelta de mi pecho y me mira directamente a los ojos, una mezcla de melancolía y resignación se refleja en su rostro.
— Fue una semana divertida, más que esos miserables cuatrocientos años, de hecho. — Sus palabras resuenan en el aire, casi en un tono coordinado.
En ese momento, pierdo toda sensación en mi cuerpo y caigo al suelo, observando los pies de Roswall desvaneciéndose en una amalgama de partículas blancas. Beatrice se ha ido y yo estoy a punto de morir. Todo esto, todo este sufrimiento, solo por obtener la información necesaria.
Puedo deshacerlo todo. Solo tengo que soportarlo, mientras no pierda la cordura. A medida que mi visión se desvanece por completo, escucho un grito desesperado de Emilia.
— ¡Marco!
Ella corre hacia mí, sin decir una palabra más. Pero ya es demasiado tarde. No quería que me viera en este estado.
— No entiendo cómo funciona. — Susurra Roswall, pronunciando sus últimas palabras antes de que la oscuridad me envuelva por completo.
Fin.
Capítulo 3
La melancólica soledad.
Mi consciencia vuelve en ese mismo instante y todo el dolor que había guardado me atraviesa como miles de espadas clavándose en mí. Caigo al suelo, jadeando por el dolor.
— ¡Marco! — Ram corre hacia mí para ayudarme. — Debes ser un idiota si no sabes contener tu cuerpo.
Ella me ayuda a levantar. En estos días, Ram ha sido mucho más amable conmigo. Sin embargo, aún puedo recordar su cabeza volando. Es difícil de creer que esté enamorada de alguien como él. Ram tiene muy mala suerte.
He sido devuelto justo al momento antes de decir algo a Roswall. Lo sé porque aún está sonriendo.
— Gracias, Ram. Estuve trabajando en el proyecto y no me di cuenta de lo cansado que estaba. — Le sonrío, pero ella refunfuña.
— ¡Hmpf! Es porque eres un inútil. — Ram camina hacia donde está Roswall nuevamente.
El trato de Ram no es algo que me guste, pero al menos es solo verbal. Estoy seguro de que no es lo que realmente piensa, así que no me molesta en particular.
— Si, señorita patatas al vapor. — Murmuro al aire, provocando que ella desvíe la mirada.
Casi como un deja vu, Roswall se ríe un poco. Ram muestra un poco de vergüenza y aleja su rostro de ambos para que no veamos que se está sonrojando. Sería un momento lindo, quizás, si no hubiera vuelto de la muerte a causa de este bastardo.
Roswall no tiene salvación. Si quiero seguir aquí, tengo que robarle todo lo que tiene. Solo entonces, podré matarlo.
— Siéntate, creo que teneeeemos que hablar muuuy, muuuy bien. — Roswall me guiña el ojo y, con su brazo derecho, me señala el sofá.
Camino hacia el sofá, repitiendo esa escena en mi mente una y otra vez. Miro hacia la ventana, donde recuerdo la horrible muerte de Rem. Inmediatamente, mi cuerpo reacciona con náuseas y un dolor de cabeza. Intento usar maná para calmar la reacción, pero no logro tranquilizarme. Tomo una gran bocanada de aire y exhalo lentamente.
Miro a Roswall, quien no muestra ningún cambio en su expresión.
— Hay varios factores, sin embargo, me gustaría solicitar varias cosas para poder seguir con la reconstrucción.
— Pensé que con esos mateeeeriales sería suficiente. — Responde Roswall.
— Sí, son suficientes para la reconstrucción del pueblo, pero hay más cosas en las que trabajar. — Me levanto, mientras ambos me observan, y camino lentamente hacia la ventana.
No puedo dejarme afectar por eso. Aunque haya sucedido en el pasado, ya no existe. No necesito sentir miedo. Tengo que ser fuerte.
— Necesitamos herreros. Con la muerte del herrero, necesitamos traer a otros. Además, me gustaría solicitar hierro, ya que mi plan es construir una máquina que nos hará ganar mucho dinero.
La sonrisa de Roswall se ensancha.
— Ya veo, sin duuuuda es una gran pena lo que sucedió.
— Sí, por eso necesito eso para continuar con la siguiente fase
En ese momento, Ram interrumpe.
— ¿La siguiente fase? Solo es construir el pueblo y vender el mismo producto, ¿no?
Miro a ambos, tratando de mostrar una sonrisa confiada. Aunque todavía tengo miedo, no es momento de ceder ante él.
— No, si queremos igualar a los demás candidatos, necesitamos tener nuestra propia fuerza. — Señalo hacia el pueblo. — Entrenaremos a los aldeanos interesados para convertirlos en soldados expertos.
Un silencio cae sobre la habitación, hasta que Ram comienza a reír a carcajadas.
— ¿A esos pobres aldeanos? Entrenar a personas no es una tarea sencilla. Necesitaríamos un maestro de esgrima y eso lleva años para formar caballeros.
Entonces, niego con la cabeza.
— No voy a convertirlos en caballeros. Por eso dije que necesito construir esa máquina. Solo con ella podré crear un nuevo tipo de arma.
Sí, eso es lo que he estado guardando desde el principio. En mi celular, tengo muchos diseños de armas. Logré rescatar algunos planos y he estado trabajando en ellos.
Si logro traer armas a este mundo, tendría una ventaja significativa en términos de fuerza combinada. Después de todo, es más fácil producir soldados que formar caballeros.
— Será costoso, pero creo que valdrá la pena. Si traemos esas armas de mi mundo, ningún caballero común podrá hacer frente a lo que tú llamas un simple campesino. —Digo con convicción.
Roswall entrelaza las manos y reflexiona.
— Tienes razón, Marco. Si quereeeemos tener presencia, necesitamos contar con un gruuuupo a nuestra disposición. Entiendo tu deeeeseo de invertir en el pueblo.
— Sí, mi intención es convertir al pueblo en nuestra propia fuerza. Desde ahí, podremos producir cualquier cosa que se me ocurra, y estoy seguro de que atraeremos a más personas al pueblo. —Miro a Roswall con determinación—. Es una apuesta arriesgada, pero estoy seguro de que tienes los recursos para ello.
Roswall parece pensar durante unos segundos. Mientras lo observo en silencio, no puedo evitar sentir nervios. Si salgo del guion, si mis acciones no siguen su plan, él podría matarme.
Afortunadamente, él no sabe todo lo que sé. Además, parece que no puede ver más allá de ciertos días. De lo contrario, habría sospechado cuando le dije: "Fuiste tú quien me lo dijo". No pudo aceptarlo porque salió de la mansión. También, parece que no sabe que irá a la tumba de Echidna. No sabe quién soy realmente y desconoce por completo el futuro lejano. Esto significa que, si lo planeo bien, puedo tenderle una trampa.
Mis pensamientos son interrumpidos por Roswall.
— Interesaaante, vamos a hacer lo que di~ices. —Dice mientras comienza a escribir en una hoja—. Si realmente logras hacer eso, serás nombraaado alcalde del pue~eblo. Además, tu forma de llevar las cuentas es bastante eficiente. Me gustaría trabajar más contigo en eso, así que en otro momento haremos cuentas.
Roswall me sonríe, dándome luz verde para continuar con mi plan. Todo esto ha sido por esto. Si Roswall mismo ha dicho eso, entonces estoy en el camino correcto. Por supuesto, esto no es lo único que tengo en mente.
Irlam, en el futuro, estoy ansioso por ver en qué se convertirá.
Salgo de la habitación con una sonrisa, tratando de dejar atrás lo sucedido, aunque resulta increíblemente extraño lo fácil que es olvidar. Casi como si mi cuerpo se esforzara por evitar enloquecer ante las circunstancias.
A medida que el sol se despide en el horizonte, las estrellas comienzan a hacer su aparición, iluminando el camino hacia mi habitación. En ese trayecto, reflexiono sobre mi regreso, lamentando la falta de tiempo para pensar adecuadamente en las situaciones que enfrento. Si tan solo tuviera un margen de acción más amplio, sería capaz de tomar decisiones más acertadas. Pero, lamentablemente, la realidad es molesta y se impone a mis deseos.
En mi descenso por las escaleras, me encuentro con Emilia, quien se encontraba subiendo. Nos detenemos por unos segundos, intercambiando miradas, antes de que una sonrisa se dibuje en nuestros rostros.
— Buenas noches, Emilia. — La miro directamente a los ojos, buscando transmitir complicidad.
Emilia responde con una sonrisa y me guiña un ojo, demostrando complicidad.
— Buenas noches, profesor. O quizás debería decir... socio. — Una pequeña risa escapa de sus labios.
— Sí, supongo que por esta vez puedo aceptar ese título. — Me acerco a ella y poso mi mano en su cabeza, transmitiendo cercanía y confianza. — ¿Te gustaría hablar un rato? Hemos estado ocupados desde entonces.
Emilia asiente con la cabeza, mostrando interés en la propuesta.
— Sí, me encantaría. Podemos ir a mi nueva habitación. — Sugiere Emilia.
Sin embargo, niego con la cabeza, sintiendo la necesidad de liberar toda esta tensión fuera de las paredes de la mansión.
— Creo que sería mejor salir de la mansión. El patio está en un caos debido a la creación de hormigo, pero al menos dejamos la parte exterior limpia para que no se vea mal.
Emilia suelta una risita, colocando rápidamente su mano sobre su boca para no hacer mucho ruido.
— Jeje, cuando Rem lo vio, su rostro se tronó pálido. — Comenta divertida.
Ugh, aunque me aseguré de no dañar las plantas durante nuestras acciones, el proceso implicado ha generado más polvo de lo habitual. Aun así, decidimos alejarnos hacia la parte más alejada del patio para no dañar nada.
Mientras caminamos juntos y descendemos los escalones con calma, considero que sería mejor trasladar todo el caos al pueblo.
— Supongo que sería más conveniente trasladar todas estas actividades al pueblo. — Comento en voz baja, a medida que avanzamos.
En momentos de paz como estos, aprecio enormemente la tranquilidad. Aunque soy consciente de que fui yo quien provocó a Roswall para que actuara de esa manera, asumo la culpa teóricamente hablando. Sin embargo, eso no cambia la intensidad del dolor que sentí en ese momento. En particular, recuerdo el cálido abrazo de Beatrice, que reveló la profunda soledad que ella experimenta,
A pesar de lo que pueda pensar. Instintivamente, Beatrice anhela la felicidad y solo debo continuar incentivando ese deseo. Aunque sufre de una gran depresión, todavía hay partes en ella que desean más.
El verdadero dolor no reside simplemente en la sensación de soledad, sino en la devastadora pérdida de toda esperanza. Cuando uno se encuentra solo, es posible encontrar consuelo en la introspección, en la búsqueda de uno mismo y en la posibilidad de un futuro diferente. Sin embargo, cuando se pierde toda esperanza, se desvanece la luz que guía nuestros pasos y se sumerge el corazón en una oscuridad desoladora.
— Ahora que lo pienso... — Mi mirada se encuentra con la de Emilia, buscando un momento de conexión. — Puck, no lo he visto últimamente.
Después de lo que le dije, el tiempo no me ha permitido hablar con él. Solíamos reunirnos antes de que su hora concluyera, para sumergirnos en conversaciones sobre magia y otros asuntos. Además, era el momento en el que me brindaba su ayuda para controlar mi puerta.
Emilia, con un gesto de puchero, baja el último escalón y rápidamente se adelanta a mí con una pequeña carrera.
— Parece que has estado tan ocupado que ni siquiera has tenido tiempo para mí. Puck dice que ya te estás olvidando de él. — Comenta Emilia, dejando entrever un dejo de tristeza en su voz.
— Una vez que las cosas se estabilicen, volveremos a nuestra rutina. Puck es mi maestro, nunca podría olvidarme de él. — Le aseguro con dulzura, tratando de transmitirle tranquilidad y seguridad.
Juntos, abandonamos la mansión, y cada vez que levanto la vista hacia el cielo, no puedo evitar sentir una profunda admiración. Aquí, libre de la contaminación, puedo deleitarme con una vista celestial de una belleza indescriptible. Además, el hecho de que nos encontremos en una región libre de actividad volcánica permite que el firmamento se muestre en todo su esplendor.
Sin embargo, no logro identificar las constelaciones; en realidad, no tengo mucho conocimiento al respecto. A pesar de mis intentos por encontrar las típicas como el cinturón de Orión, no logro distinguirlas en el cielo nocturno. Esto solo me hace recordar cuán ajeno me siento a mi propio mundo y sus maravillas.
— Sabes, en mi mundo solemos asignar nombres a todas las estrellas que pueblan el firmamento. — Comparto con Emilia mientras caminamos hacia un campo abierto, donde decidimos sentarnos juntos.
— ¿En serio? Pero ¿con qué propósito? — Emilia desvía su mirada hacia el cielo, deleitándose en su magnificencia a mi lado.
Excluyendo los objetivos científicos o de supervivencia, dudo que exista un propósito concreto. Más bien, creo que es una forma de dotar de romanticismo a aquello que apreciamos. Quizás sea una manera de sentir que estas estrellas nos pertenecen, de alguna manera.
— Al darles nombres a lo que forma parte de nuestra vida, incluso a esas estrellas que se encuentran tan distantes, logramos sentir que están intrínsecamente ligadas a nosotros. — Explico mientras extiendo mi mano, señalando el firmamento estrellado. — Así, cuando las apreciamos y las contemplamos, podemos experimentar una sensación de acogimiento y pertenencia, como si estuvieran ahí para acompañarnos.
— Ehh, así que, ponerles nombres para sentir que son parte de ti. — Comenta Emilia con suavidad, su voz totalmente calmada.
— ¿Quieres intentarlo.? — Le pregunto.
— ¡Sí.! — Responde emocionada.
Olvidando por qué estábamos allí, ambos comenzamos a buscar figuras en el firmamento. Para mí resulta complicado, ya que solo intento encontrar las que conozco y no logro distinguir ninguna figura o algo que represente un significado.
Después de unos minutos, nos acostamos en el césped, observando el cielo con atención y buscando una conexión, casi como si fuera una competencia.
En este momento, no puedo evitar sentir una calma profunda. Unas simples palabras fueron suficientes para provocar la muerte de casi todos, unas palabras dirigidas a un psicópata. La idea es simplemente insoportable. Me aterra pensar en qué hacer o qué decir, temo salirme de su guion y tener que repetir todo nuevamente.
Sé que él no sabe del futuro, pero sí sabe del presente. Si quiero acabar con él, tengo que ir a la tumba. Sin embargo, todavía no estoy listo para eso.
— ¡Encontré algo.! — Exclama Emilia emocionada, alzando su mano e intentando señalarme algo.
Por otro lado, Emilia es capaz de mantener su actitud genuina, y admiro eso en ella.
— ¿Dónde.? — Me acerco a ella para intentar acomodarme y ver lo que señala.
— ¡Mira, mira!... Tiene la forma del cristal donde se encuentra Puck. — Señala Emilia con emoción, pero lamentablemente no soy capaz de verlo.
— Espera, si me le señalas así es difícil. — Me ruedo más, justo a su lado, para poder tener su perspectiva.
Emilia se sorprende, y sus mejillas se tiñen de un suave rubor bajo la tenue luz de la luna. Intenta disimular su vergüenza, apartando rápidamente la mirada hacia el cielo estrellado.
— Todavía no puedo verlo claramente. — digo con voz suave, mientras su timidez se hace evidente.
Puede que esté excediéndome al prestar tanta atención a los detalles, pero desde que hemos empezado a trabajar juntos, hemos desarrollado una confianza especial. Aunque no me atrevo a afirmar que confío plenamente en ella, sé que no tiene malas intenciones hacia mí. Al menos, sé que le importo genuinamente.
No. Hay otra persona, una niña, que en su soledad decidió ayudarme incluso a costa de su propia vida.
Ambos nos encontramos tumbados en el suave césped, nuestras cabezas juntas, mientras contemplamos el firmamento estrellado. En ese momento de paz compartido, la atmósfera se llena de una dulce complicidad.
— Mira…. — Susurra Emilia, tratando de ocultar su vergüenza.
Debe ser difícil para ella expresar sus emociones abiertamente, pero estas interacciones poco a poco la van acostumbrando. Cada experiencia nueva es un paso hacia su crecimiento personal, y me alegra ser testigo de ello.
Con su mano temblorosa, Emilia señala una estrella que brilla con destellos azules intermitentes.
— Desde ahí comienza, ¿lo ves.? — Su voz titubeante denota su timidez.
— Sí. — Respondo suavemente, intentando transmitirle calma y complicidad.
Emilia baja su mano lentamente, y yo la observo fascinado. Estrella por estrella, su gesto delicado va trazando la figura de un rombo en el cielo estrellado. En cada punta del rombo, una estrella destaca con un resplandor amarillo opaco, como si estuviera a punto de desvanecerse.
— Para mí, Puck es lo más importante que existe. Ha sido mi apoyo incondicional todo este tiempo. — Susurra Emilia, su voz apenas audible debido a su timidez —. Lo quiero mucho, así que le daré su nombre.
Mis ojos se iluminan con admiración y asombro. En ese instante, la percepción de Emilia va más allá de lo tangible y se adentra en el amor puro de un familiar. Es un amor profundo y puro, que trasciende todas las barreras.
— La Constelación Puck. Eso es realmente hermoso, Emilia. — Murmuro, conmovido por su gesto de amor.
La vergüenza se refleja en el rostro de Emilia mientras baja tímidamente la mirada. Es una expresión encantadora que añade un toque de vulnerabilidad a la escena.
— Sí, es una lástima que no pueda verlo. — Confiesa con voz suave, como si estuviera compartiendo un secreto íntimo. En ese momento, no puedo evitar sonreír ante la dulzura de Emilia. Es en esos pequeños detalles donde se esconde la verdadera belleza del amor que siente ella por Puck.
— Puedo tomarle una foto con mi celular. — Propongo.
A veces, no está mal hacer algo aunque no obtengas beneficio personal. Me gustaría ver la reacción de Puck al verlo. Para un espíritu, puede parecer algo estúpido y banal, pero estoy seguro de que él lo comprenderá al ver a Emilia feliz.
Emilia gira la cabeza hacia mí, y mientras yo observo el cielo, ella exclama con alegría:
— ¿En serio? ¿Es posible.? — Emilia se muestra emocionada, sin prestar atención a nuestra cercanía.
— Sí, mañana traeré mi celular y le tomaremos una foto. Quiero ver qué dice Puck cuando la vea. — Afirmo, con entusiasmo por su reacción.
— ¡Sí! — Emilia vuelve a dirigir su mirada al cielo, y puedo notar que se siente feliz por lo que le dije.
— Ahora que lo pienso, el cristal representa eso, pero el punto en el centro. — Comento.
Emilia guarda silencio por un momento, y luego habla, con un tono más apagado.
— No te lo diré. — Dice, provocando mi curiosidad.
— No me parece. — Respondo, intrigado por su respuesta.
Continuamos observando el firmamento, intentando encontrar más conexiones entre las estrellas. Sin embargo, después de un tiempo, Emilia comienza a hablar.
— Es difícil. — Su tono se vuelve más apagado —. Ha sido una experiencia realmente horrible tener que contenerlo todo y seguir adelante.
Emilia hace una pausa y coloca su brazo sobre sus ojos, como si quisiera ocultar sus emociones.
— ¿Es eso lo que significa ser un adulto.? — Suspira, intentando contener las lágrimas.
Sé que no son cosas fáciles de afrontar. Es fácil culpar y decirle a alguien que sea fuerte, es fácil juzgar cuando uno mismo se siente débil, porque son cosas que nos decimos a nosotros mismos en momentos así. Lo difícil es ser solidario en medio del dolor.
No todos reaccionan de la misma manera ni viven las mismas circunstancias. No puedo encontrar palabras que le brinden el apoyo que Emilia necesita en este momento.
Ser adulto va más allá de la edad. Es una etapa de la vida en la que aprendes a controlarte a ti mismo, a no actuar impulsivamente como lo harías en la adolescencia.
— Llorar está bien. — Digo mientras tomo la mano izquierda de Emilia, que descansa sobre su vientre —. Llorar es parte de la vida, incluso yo, a veces, envidio a las personas capaces de llorar.
Emilia aprieta su agarre, temblando ligeramente.
— Las personas siempre esperarán que seas perfecta. Querrán ver resultados, que triunfes en todo.
Las personas son egoístas por naturaleza, y la única forma de enseñarles a ser solidarias es que pasen por las mismas experiencias. Es fácil criticar, pero es difícil comprender.
Emilia es solo una niña, una niña que se ha visto obligada a crecer demasiado rápido.
Crecer en un entorno desfavorable, rodeada de personas que la odian por su apariencia, sin haber tenido la oportunidad de socializar adecuadamente, con recuerdos felices de su familia que le fueron arrebatados para evitar que enfrentara el trauma de su muerte.
Culpar a Emilia por llorar, culparla por querer rendirse, me parece una hipocresía en todos los sentidos. Esperar que alguien sea fuerte simplemente porque sí es solo un deseo interno de ver reflejados nuestros propios deseos.
— No te dejes controlar por esos pensamientos. Sé que la presión sobre ti es fuerte, pero también eres una persona, y no siempre tienes que ser fuerte.
Emilia gira su cuerpo, quedando de medio lado y me mira fijamente.
— Pero todo esto sucedió porque no pude proteger a todos. — Sus lágrimas caen lentamente, tocando el césped —. Si esto va a seguir ocurriendo, entonces prefiero dejarlo todo.
— No seas arrogante, Emilia.
Mis palabras la sorprenden y ella abre los ojos de par en par mientras las lágrimas siguen cayendo.
— Sé que te lo he dicho antes, y sé que es complicado debido a todo lo que ha sucedido. De hecho, ver que todavía lo piensas me muestra el gran corazón que tienes.
A diferencia de los demás, no todos somos capaces sentirlo igual. Sea las experiencias que te lleva a eso, o sea porque simplemente no te importa. Cada uno vive el duelo de forma diferente.
— Es cierto, esto puede volver a suceder. Después de todo, no somos perfectos. Creer que podemos hacerlo todo es solo un deseo fantasioso. Aunque el protagonista de una novela logre salvar a todos, eso solo ocurre en la ficción. La realidad nunca es tan hermosa.
— ¿Y eso es justo.? — Pregunta Emilia con voz entrecortada.
— No lo sé. — Respondo mientras la rodeo con mi brazo derecho, acercándola más a mí —. Lo único que sé es que debemos ser fuertes.
Emilia no me rechaza, se queda junto a mí, sollozando suavemente en mi pecho. Ha sido fuerte todo este tiempo, ha estado pendiente de todo, no ha dejado de estudiar y recientemente ha estado practicando sus habilidades espirituales, intentando controlar mejor su maná para evitar que algo así vuelva a suceder.
Se ha esforzado como nunca, pero también sé lo agotador que puede ser.
— Sí, tengo que ser fuerte. — Dice Emilia sin separarse de mí.
— Pero, cuando lo necesites. — La abrazo con mi brazo izquierdo —. Puedes venir y llorar siempre que quieras.
Emilia comienza a llorar nuevamente, pero esta vez no es un llanto desesperado. Simplemente llora, sin decir nada, liberando toda la presión que ha estado acumulando en estos días.
— Solo prométeme que serás fuerte cuando necesites serlo. — Le digo.
Emilia sigue llorando, pero asiente con la cabeza. ¿Qué tan difícil debe ser para ella? Sentir esa soledad, a pesar de tener a Puck a su lado, seguramente desearía estar con alguien más. Reír como lo hacen las personas normales y disfrutar de una vida tranquila.
Deslizo mi mano por su cabeza, acariciándola suavemente.
Llorar no es fácil. No creo que el verdadero llanto sea algo sencillo. Hay personas que lloran por cualquier cosa, es cierto, pero no sabemos qué hay dentro de sus cabezas para que eso suceda.
Puedo sentir el peso de las lágrimas de Emilia.
Aunque nos conozcamos desde hace poco, puedo sentir empatía por su situación. También reconozco su esfuerzo.
Permanezco junto a ella mientras libera su vulnerabilidad, mientras drena su dolor. Tal vez en el futuro podamos ser buenos amigos, confiando el uno en el otro. Esta es una Emilia que nunca había visto, lejos de ser presentada como una princesa o una heroína que necesita ser rescatada por el protagonista.
Miro hacia el horizonte mientras la suave brisa acaricia nuestro cuerpo bajo el resplandor de la luna. En medio de ese momento especial, Emilia y yo fortalecemos nuestra determinación, anhelando un futuro mejor. Sus palabras resonaron en el aire, llenas de gratitud y afecto.
— Gracias, Marco. Gracias por estar aquí. —Dice Emilia, liberándose de mis brazos y levantándose con prisa. Ella se apresura a limpiar el polvo de su vestido y me extiende la mano.
Sonrío al ver su persistente sonrisa, a pesar de tener los ojos ligeramente hinchados. Tomo su mano y me pongo de pie, consciente de que aún hay mucho trabajo por hacer.
— Sí, hay mucho trabajo que nos espera. —Respondo, compartiendo su entusiasmo.
Nos despedimos, y yo decido regresar a mi modesta habitación de sirviente, que se encuentra cerca de la cocina. Sin embargo, no tengo intención de quedarme allí por mucho tiempo. Después de darme un baño y cambiar de ropa, me encuentro de pie frente a la puerta de Beatrice.
Con un latido acelerado en el corazón, abro la puerta desde adentro. El aroma que antes resultaba desagradable ha sido reemplazado por una impaciencia expectante. Y allí está ella, sentada, absorta en la lectura de un libro, como suele hacerlo.
Sin voltear hacia mí, Beatrice suelta un suspiro de desdén y dice:
— ¡Hmpf! Pareces desesperado por ver a Betty, pero Betty no quiere verte.
Sus palabras cortantes causan una pequeña punzada en mi interior. No puedo olvidar las palabras que pronunció antes de su muerte, y no puedo permitir que se quede atrapada en su soledad.
— ¿Enserio? Pensaba que al menos tú te divertías conmigo.
— ¿Quién te crees que eres, de hecho.? —Me lanza una mirada fulminante.
Mantengo la mirada firme, decidido a no dejarla escapar de nuevo.
— Tal vez debería dejar de venir, entonces. —Le respondo, desafiante.
El ambiente se carga con una tensión palpable, mientras nos enfrentamos en ese encuentro lleno de emociones.
— Sí, esa una genial idea supongo. —Responde.
Yo reconozco la dificultad que implica aceptar a alguien cuando se ha sentido el peso del aprovechamiento y la soledad. Aunque he mencionado antes la soledad de los cuatrocientos años, mi deseo de ayudar a Beatrice surge desde lo más profundo de mi ser. Tal vez haya alguna conexión inexplicable entre nosotros.
— Entonces, no podré traerte más planos ni compartir más historias contigo. —Comento, notando cómo Beatrice baja la cabeza y hace unos suaves pucheros.
— No dije eso, de hecho. —Responde, desviando la mirada.
— No te preocupes, aunque lo niegues, no puedes engañarte a ti misma. —Le guiño un ojo—. Aunque te moleste que te lo diga, espero que algún día puedas sonreír sinceramente.
Ella aparta la mirada y deja en claro que no quiere hablar de eso. Yo tampoco vine con la intención de discutirlo, por lo que no tengo problema alguno.
— ¿Hay alguna forma en la que pueda percibir el miasma.? —Pregunto, necesitando comprenderlo.
Aunque sé que hay algo descontrolado en mi cuerpo, no logro identificar si se trata de miasma ni cómo controlarlo. Se que es miasma porque Puck me lo dijo, esa sensación ominosa en mi cuerpo. Hasta ahora, solo puedo usar mi maná y activarlo para que vaya eliminando lentamente el miasma. Si pudiera identificarlo claramente, sería de gran ayuda.
— Hay un libro que habla sobre ello. Si lo que buscas es información, puedes leerlo —Responde Beatrice, utilizando su magia gravitacional para lanzarme un libro. Lo cojo y observo su portada: "Maldiciones".
— Gracias. Me quedaré aquí a tu lado leyendo, mi querida compañera de lectura. —Expreso, aprovechando el conocimiento de esta biblioteca.
Aunque mi tiempo es limitado, debo comenzar a leer poco a poco todo lo que se encuentre aquí. Cuanto más conocimiento adquiera, más posibilidades tendré de obtener más poder.
Después de un tiempo leyendo, empiezo a comprender un poco más sobre el miasma. Como era de esperar, el miasma es una fuerza opuesta al maná. Se originó en el mismo momento, pero se manifiesta de manera diferente.
No se nace con miasma, sino que uno se infecta si entra en contacto con otro ser que lo posea. Es como un virus, en esencia. El miasma es capaz de alimentarse de emociones negativas y alterar las reglas mismas del maná, desencadenando habilidades que pueden parecerse a lo que se conoce como bendiciones divinas.
El problema radica en que si no eres compatible con el miasma, te sumerges en la locura.
— Los genes, por otro lado, tienen raíces antiguas y son llevados por las brujas de antaño. —Explica Beatrice—. Los genes son manifestaciones de habilidades. Mientras que el miasma te otorga cierta resistencia y poder simplemente por poseerlo, los genes son habilidades que se adaptan a los deseos más profundos del portador y afectan su mente. Si no eres compatible con los genes, tus propios deseos tomarán el control de ti, convirtiéndote en una simple máquina que cumple tus anhelos.
No hay una forma práctica de percibir el miasma, pero aquí menciona que la bruma no es la única forma en que se manifiesta. Hay personas capaces de crear la habilidad de detectarlo, especialmente los espíritus, quienes pueden percibirlo sin falta. Aquellos que desarrollan esta habilidad suelen hacerlo debido a traumas relacionados con el efecto del miasma, por lo que no es algo fácil de crear.
Eso explica por qué Rem es capaz de sentirlo. Supongo que tendré que preguntarle a Rem sobre esto, ya que aquí no recibiré más ayuda. Beatrice, como espíritu, simplemente es capaz de hacerlo, pero no creo que pueda ayudarme más en ese aspecto.
— Ahora que tienes la información, sería mejor que te vayas supongo. —Dice Beatrice, cerrando su libro y señalando la puerta con su mano.
— No vine aquí para leer eso, vine para verte a ti. —Le digo, ignorando su señal—. Quiero hablar contigo, así que ven, no te amargues más la vida.
Pongo mi mano sobre su cabeza, causando una reacción enérgica en ella. Después de unos segundos, deja de resistirse y me pregunta:
— ¿Por qué tengo que ser yo? Afuera está la media elfa, y además, la sirvienta siempre te ha estado esperando frente a la puerta de hecho.
— Porque me siento cómodo contigo.
— No me uses para tu comodidad, eso es desagradable, supongo. —Dice con molestia.
Sabía que esas palabras la harían pensar así.
— Sentirme cómodo contigo no significa que te use. Sentirme cómodo contigo significa que quiero estar contigo. —Respondo mientras camino hacia un lado de su silla y me arrodillo—. No quiero hacer nada más que verte feliz.
— ¿Por qué? Apenas llevas aquí poco más de una semana. Es extraño que quieras hacer eso por alguien de hecho.
— El tiempo es irrelevante, Beatrice. Lo importante no es cuánto tiempo pasas con alguien, sino cómo lo pasas con esa persona. Disfruto más la buena compañía de un día que una regular durante años.
Beatrice contrae sus labios, intentando contener su rabia. Para ella, el tiempo se ha convertido en una dolorosa tortura que amenaza con aplastar su espíritu. En ese momento, nuestros ojos se encuentran, y siento una chispa de conexión que va más allá de las palabras.
— El pasado se queda en lo que fue, eso es algo que nunca va a cambiar. — Susurra con una voz cargada de amargura.
— Así es, por eso. No tengo derecho a entrar en tu vida, pero solo si tú misma me lo dices. — Respondo, tomando su mano con suavidad, tratando de transmitirle una sensación reconfortante.
La miro fijamente a los ojos, mientras mis palabras fluyen con sinceridad.
— No sé qué experiencias has vivido, pero es mejor disfrutar del presente que permitir que el pasado te arrastre hacia abajo. Nunca es tarde para encontrar la felicidad, Beatrice. Aunque puedas sentir que todo está perdido, aún hay posibilidades infinitas esperando por ti.
Sus ojos se desvían, como si aceptar mis palabras fuera una tarea demasiado difícil para ella. La tristeza y la desesperanza parecen haberse enraizado profundamente en su ser.
— No nos conocemos, es verdad, pero eso no significa que no podamos cambiarlo. — Le digo, con una nota de esperanza en mi voz.
Beatrice levanta la mirada, como si estuviera a punto de decir algo, pero sus labios permanecen cerrados. Sin embargo, en ese breve instante, puedo ver un destello de curiosidad en sus ojos, un indicio de que tal vez haya una rendija por donde la luz pueda filtrarse.
— Si hay aunque sea un ápice de esperanza en ti, déjame guiarte hacia un nuevo camino. Permíteme mostrarte que todavía puedes encontrar la felicidad. — Le digo, cerrando los ojos momentáneamente y esbozando una sonrisa llena de confianza.
Un silencio tenso se instala entre nosotros. Beatrice parece sin palabras, incapaz de responder. Por otro lado, mi corazón se agita ante la incertidumbre de la situación. Sé que no es el momento adecuado para decirle esto, sé que aún no hemos construido la suficiente confianza, pero el deseo de verla liberarse de sus cadenas y experimentar la plenitud de la vida es abrumador.
— Conóceme más, Beatrice. Permíteme adentrarme en tu mundo, y cuando confíes en mí lo suficiente, podrás contarme sobre ti. Te prometo que no me alejaré, que estaré a tu lado, incondicionalmente. — Digo, colocando con determinación mi mano en su cabeza.
Un destello de duda cruza por su rostro, pero finalmente, se rinde ante la intensidad de nuestras emociones compartidas.
— Haz lo que quieras, supongo. — Murmura Beatrice mientras saca de la nada su cama y se levanta con determinación —. Ya me voy a dormir. Agradecería que te marcharas también.
Con una sonrisa cargada de comprensión, camino lentamente hacia la salida. Sin embargo, antes de partir, mis ojos se encuentran con los suyos una vez más, buscando una promesa silenciosa.
— Mañana volveré, Beatrice. — Le susurro suavemente, transmitiéndole mi compromiso inquebrantable.
Mientras salgo de la habitación, no puedo evitar sentir que el mundo está lleno de posibilidades. Esta situación se entrelaza con la esperanza de que, con el tiempo, podremos sanar juntos y descubrir la belleza de la vida y la alegría compartida.
Me dejo caer en la cama con suavidad, sintiendo cómo mi cuerpo se hunde en el colchón acogedor. El cansancio acumulado del día pesa sobre mí, pero también hay una chispa de emoción que arde en mi interior. Mañana es un nuevo día, lleno de posibilidades y oportunidades para construir un futuro mejor.
La habitación se sume en la penumbra, y cierro los ojos lentamente, permitiendo que el sueño me envuelva como un abrazo reconfortante. Mi mente se llena de imágenes y sueños, mientras me dejo llevar por la promesa de un mañana brillante.
En ese instante, la cama parece absorber mi ser, acogiendo no solo mi cansancio físico, sino también mis esperanzas y anhelos. Me entrego a ella sin reservas, confiando en que al despertar, estaré renovado y listo para enfrentar lo que el destino me depara.
Después de todo, el siguiente paso es el inicio formal de las elecciones, y… El ataque del culto.
