Recapitulando:
Me dejo caer en la cama con suavidad, sintiendo cómo mi cuerpo se hunde en el colchón acogedor. El cansancio acumulado del día pesa sobre mí, pero también hay una chispa de emoción que arde en mi interior. Mañana es un nuevo día, lleno de posibilidades y oportunidades para construir un futuro mejor.
La habitación se sume en la penumbra, y cierro los ojos lentamente, permitiendo que el sueño me envuelva como un abrazo reconfortante. Mi mente se llena de imágenes y sueños, mientras me dejo llevar por la promesa de un mañana brillante.
En ese instante, la cama parece absorber mi ser, acogiendo no solo mi cansancio físico, sino también mis esperanzas y anhelos. Me entrego a ella sin reservas, confiando en que al despertar, estaré renovado y listo para enfrentar lo que el destino me depara.
Después de todo, el siguiente paso es el inicio formal de las elecciones, y… El ataque del culto.
Monologo de Rem.
Aquel Gran Mentiroso.
Me levanté como cualquier otro día, recordando las dulces palabras que me susurró aquel a quien anhelo con fervor. Suave y cálida fue su mano, lo que hizo que mi corazón saltara de alegría. Pero poco a poco, algo se desvaneció entre nosotros; algo que en realidad nunca existió, arrasando con cada fragmento de mi mundo.
Es tan cruel el destino que me ha sido asignado, jugando con mis ilusiones y rompiendo mi corazón en pedazos.
Le rogué perdón, pero en el fondo, era una disculpa vacía, una máscara para ocultar el profundo dolor que sentía. Él se ha convertido en un pilar que calienta mi ser, sumergiéndome en colores que jamás había contemplado. Estoy agradecida, pero también me embarga un temor desgarrador, porque sé que mi presencia solo le causa sufrimiento.
Me acerco al espejo y mi mano temblorosa se posa en mi mentón, donde él me hizo enfrentar la cruda realidad. Sus palabras resuenan en mi mente como un eco doloroso: "Te aferras al pasado, deseando poder cambiarlo pero como eso no es posible, vives tu vida soñando". ¿Es incorrecto vivir en el pasado? Es tan difícil el ahora y, aunque él me tendió su mano, ahora siento su tacto tan frío como el hielo, como si ya no pudiera alcanzarme, como si ya no le importara.
Gracias a él, volví a sentir la calidez de mi hermana. Sus palabras fueron como una magia curativa en mi interior, pero también me recordaron cuánto he lastimado a los demás. Quiero agradecerle a mi hermana por perdonarme, aunque aún no sé cuándo podré hacerlo. También, sé que las acciones terribles que cometí tienen consecuencias irreparables.
— ¿Cómo podría esperar que piense bien de alguien que intentó asesinarlo? — Susurro mientras acaricio mis hombros, que él apretó con fuerza en el pasado.
En él encontré otro camino, pero ahora me siento abandonada por él. Anhelo merecer su perdón, deseo desesperadamente merecer una sonrisa genuina de sus labios, aunque sea por un breve instante. Al igual que la que dedica a la señorita Emilia, quien, gracias a él, ha logrado avanzar tanto. Antes la juzgaba de la misma manera que a mí, atrapada en una máscara de esfuerzo fingido.
Pero incluso ella ha empezado a moverse. El pueblo, la gente, todos parecen hacer su mayor esfuerzo y encontrar la felicidad en ello, mientras yo me sumerjo en un abismo de autodestrucción. Coloco mi mano temblorosa en la ventana, sintiendo el frío helado en la palma de mis manos, una metáfora de la soledad y el vacío que consumen mi ser.
Y yo, que me esfuerzo tanto día tras día, me pregunto por qué no merezco una sonrisa suya. Lo sé, sé que lo lastimé profundamente y que mis acciones han dejado cicatrices imborrables. Sé que no tengo oportunidad alguna, que todo lo que me ofrece lo hace por mera cortesía y deber.
Pero entonces, ¿por qué me sacaste de la oscuridad para dejarme a mi suerte? No merezco tu amor, eso lo sé, pero quiero merecer tu perdón, quiero ser parte de ti, aunque solo sea en una amistad. Soy más feliz ahora que en el pasado, he cambiado, lo sé.
Sin embargo, deseaba poder mostrarte esos cambios con orgullo y sentirme aceptada por ti.
— Solo quiero darte un pedazo de mí y que encuentres la felicidad en ello —susurro con voz quebrada por el miedo y la incertidumbre que me atormentan.
Tengo tanto miedo, miedo de perderlo por completo, miedo de no ser suficiente para él.
Mi vista se nubla sin que pueda controlarlo. Las lágrimas amenazan con desbordarse, pero las contengo, guardando mi dolor en lo más profundo de mi ser.
«Aquí vienen», pienso con angustia mientras levanto la mirada hacia el horizonte, tratando de contener el torrente de emociones que amenaza con ahogarme. Conteniendo el miedo, la decepción y mi pasión desenfrenada.
Miro mi reflejo en el espejo y susurro con voz entrecortada:
— Mentiroso. Me arrancaste de la oscuridad para abandonarme en la soledad. Prometiste estar ahí, pero ahora te siento tan distante que ni siquiera puedo verte. Me has engañado con falsas promesas y me has dejado a merced de mi propia desesperación.
Mis ojos se posan en mi antiguo uniforme de sirvienta, evocando recuerdos de tiempos más simples. Han pasado pocas semanas desde que dejé de usarlo, desde que Marco insistió en que me desprendiera de ese rol, asegurando que ya no era mi deber. Creí que eso significaría estar más cerca de él, pero en cambio, siento que cada día me alejo más de su corazón.
Salgo de mi habitación con mi cuaderno de cuentas en mano, el cual ha sido testigo de mi arduo trabajo y esfuerzo incansable. Hoy, después de tanto sacrificio, nos preparamos para iniciar la fase dos del plan de reconstrucción. Camino detrás de él mientras conversa animadamente con Roswall sobre los próximos pasos, pero mi atención se centra en su espalda, inalcanzable y distante.
Había depositado tantas esperanzas en este momento, pero ahora solo puedo ofrecer una sonrisa falsa, ocultando mi angustia para no preocupar a nadie.
Mi hermana me aconsejó que si me siento agotada, debo tomar un descanso, pero no puedo permitirme eso. No después de ver cuánto se esfuerza él y cuánto dolor soporta en silencio. Así que, como en todos estos días, guardo mis penas en lo más profundo de mí, sonrío ante la vida y me pregunto por qué me mentiste.
Eres un gran mentiroso, Marco. Me has traído a la luz y me has dejado sola a merced de la oscuridad.
Prologo
El Comienzo de Algo Grande.
Ante el resplandor del amanecer, los obreros se congregan a mi alrededor, sus rostros reflejando determinación y expectativa ante lo que les depara el futuro. Ha sido una jornada agotadora, en la que cada uno de nosotros ha entregado lo mejor de sí para cumplir con las metas establecidas.
Hemos logrado completar la fabricación de todo el hormigón necesario para construir el primer lote de casas, sentando así las bases del porvenir de este pueblo. Pero no se trata solo de eso. Mi visión trasciende más allá al mostrarle a Roswall los ambiciosos planos de transformación que he concebido para esta comunidad.
Le presenté mis ideas, apuntando a una recompensa futura. Y Roswall, sin vacilar, aceptó cada una de ellas. Ahora, aquí estamos después de un mes en el que me he dedicado exclusivamente a la producción de hormigón. Disponemos de los materiales necesarios para construir un conjunto habitacional, una inversión que resultaría impagable si no fuera por la inmensa fortuna de Roswall.
Y, claro está, la ventaja adicional de que los materiales resultaron ser sorprendentemente económicos, ya que nadie ha descubierto su verdadero potencial. Lo más costoso fue la arena, que debimos recolectar de una zona más distante. Pero todo ha salido tal y como estaba planeado.
Ahora nos encontramos preparados para afrontar la fase más crucial: el uso del hormigón en la construcción de todas las viviendas. Dirijo mi mirada hacia el grupo de hombres que me han acompañado en esta ardua tarea desde el principio. Hemos mejorado nuestra organización, dado que los campos de cultivo de la zona izquierda quedaron devastados por el fuego. Decidimos destinar solo una porción para la agricultura, y con la ayuda de Roswall, hemos ampliado el área para hacerla viable.
Ahora, toda la zona que fue azotada por las llamas se dedicará exclusivamente a la construcción de viviendas. Los hombres, que ahora trabajan incansablemente, me miran con orgullo y exclaman al unísono:
— ¡Listos, señor!
Junto a los obreros, se encuentran los constructores que hemos contratado, y a partir de hoy, finalmente comienza su labor. Afortunadamente, en este mundo la arquitectura se sustenta en ciertas bases, aunque principalmente se apoya en la magia para evitar el colapso de las estructuras. Si nos referimos a los arquitectos que construyen para la gente común, encontraremos que algunos utilizan cálculos sencillos y teorías sobre cómo llevar a cabo su trabajo.
En el caso de los constructores provenientes de la mansión Miload, se estableció contacto con un grupo de Kararagi que se encontraba trabajando en los barrios bajos de una ciudad. Les transmitimos nuestras expectativas y, ante la generosa remuneración ofrecida, aceptaron trabajar permanentemente en nuestro proyecto. Son veinte personas en total, todos ellos poseen los conocimientos básicos necesarios, destacando especialmente el líder del grupo, alguien de notable inteligencia.
Desde su llegada a este lugar, he asesorado a los constructores en mi tiempo libre, compartiendo con ellos los conceptos teóricos que sustentan las construcciones que llevaremos a cabo. Por supuesto, he omitido por el momento ciertos aspectos más complejos que resultarían difíciles de comprender. Para mi sorpresa y fortuna, el sistema métrico es utilizado en este mundo, aunque con algunas diferencias en los nombres de las unidades de medida. El verdadero desafío ha sido lidiar con la falta de herramientas de medición precisas, por lo que me he ingeniado utilizando numerosas cuerdas con distancias predeterminadas.
Dirigiendo mi mirada hacia los nuevos constructores, tomo los planos de las casas que Rem me entrega y anuncio solemnemente:
—A nuestros nuevos constructores, quienes serán responsables de guiar a nuestros trabajadores en la construcción de todas estas viviendas.
Mientras pronuncio estas palabras, cambio mi tono de voz, volviéndolo más profundo y añado:
—Todos somos parte de esto, pero les recuerdo que existen condiciones estipuladas en el contrato. Si cualquier información relacionada con nuestro proyecto se divulga de alguna manera...
Hago una pausa significativa, dejando que mis palabras se asienten en sus mentes.
—...no les irá bien —añado con firmeza.
Los constructores me miran con cierto temor. Después de todo, en la cláusula de su contrato se incluye un juramento de lealtad al dragón para mantener en secreto lo que realmente se encuentra en este pueblo. El objetivo es llevar a cabo las construcciones y dejar todo listo para que más personas puedan venir a establecerse aquí.
En ese momento, el jefe del grupo se acerca a mí. Su nombre es Oscar, un hombre de cuarenta años con una imponente presencia. Lo he designado como líder del equipo de construcción, y él también guiará a los obreros que han estado trabajando junto a mí.
Oscar posee una apariencia imponente. Su cabello largo, recogido en un elegante moño, le otorga un aire distinguido. Además, su frondosa barba acentúa su aspecto rudo, aunque se muestra formal y serio en todo momento.
El hombre me mira, extendiendo la mano para que le entregue los planos, planos que ya ha visto pero hasta ahora se los entrego para que trabajen.
—Espero mucho de ti, Oscar —le digo, fijando mi mirada en él con expectación—. Como alguien familiarizado con la magia, confío en que serás capaz de cumplir con los plazos establecidos.
Es una tarea desafiante, lo sé, pero espero que en tan solo un mes podamos tener terminadas al menos cuarenta de las sesenta casas en total. Al principio pensé que sería imposible, pero gracias al visto bueno de Oscar, todo ha cambiado.
—Tenemos el espacio listo para construir y además hemos realizado pruebas preliminares —explica Oscar, extendiendo su mano para formalizar el inicio del trabajo—. Si todo sale bien, lograremos alcanzar nuestras metas.
Sí, hay un detalle clave en este proyecto: el uso de la magia. En circunstancias normales, tendríamos que esperar a que el proceso de curado del hormigón se completara, lo que implicaría construir las casas en etapas, uniendo los pisos primero y luego avanzando hacia arriba.
Pero aquí, en este mundo, el enfoque principal es aprovechar la magia de la tierra. Toman montañas de piedra y, utilizando magia de tierra, les dan forma y las unen. El desafío radica en el traslado de estos bloques, que requieren mucho maná para construirse, por lo que el proceso se divide en varias fases. Aunque es más rápido que en mi mundo, sigue siendo un trabajo tedioso.
Al tener un material "líquido" que puede transformarse en sólido, nos encontramos con que el proceso de solidificación es más sencillo. Los constructores ya han trabajado con arcilla antes, creando pequeñas casas, por lo que están familiarizados con el proceso.
Por lo tanto, en colaboración con los magos de tierra, viento, agua y fuego, crearemos un sistema perfecto de secado para la construcción. Utilizaremos el grupo de carpinteros contratados para fabricar moldes de madera, donde verteremos el hormigón en polvo. Luego, con la ayuda de los magos de viento y agua, mezclaremos los ingredientes a la perfección.
Esto nos permitirá crear bloques de hormigón ya secados, que posteriormente serán curados utilizando agua y fuego. Además, los magos de tierra acelerarán el proceso y nos ayudarán a obtener bloques más resistentes y rápidos de producir.
—Sí, estaré atento —le respondo a Oscar mientras observo cómo reparte los planos entre su grupo de constructores. Ahora depende de ellos hacer bien su trabajo. Si todo sale según lo planeado, este será un nuevo comienzo para todos nosotros.
Para lograrlo, debo seguir trabajando arduamente. No puedo permitirme descuidar ningún detalle.
Capítulo 1.
Una batalla de pretensiones.
Roswall, con su sonrisa calmada pero cargada de arrogancia, me observa detenidamente mientras planteo la cuestión sobre las elecciones. Hemos trabajado codo a codo, y he desplegado todas mis habilidades para gestionar la economía de la mansión, optimizando procesos y buscando eficiencia en cada rincón. Afortunadamente, no se puede subestimar el poder y la influencia de Roswall, pues su inmenso capital y amplias conexiones nos han permitido acceder a información privilegiada.
—Hasta que no aparezca la quinta candidata, los movimientos serán escasos —responde Roswall, sacando una carta de la manga con elegancia—. Sin embargo, corren rumores de que finalmente han encontrado a la quinta candidata.
Felt. Está claro que se trata de ella. El inicio de las elecciones coincide en tiempo con el del culto, lo que me otorga cierto margen para actuar. Además, es crucial preparar a Emilia para su discurso, pues marcará el comienzo de su ascenso y debe ser un discurso elocuente y coherente.
—Cuando se confirme, avísame de inmediato. Necesitamos poner manos a la obra en la preparación del discurso de Emilia —digo mientras hojeo la carta entre mis manos, tratando de descifrar su contenido.
Me siento adentrándome en un mundo completamente diferente, más allá de lo que arrastraba la novela original. He experimentado una multitud de eventos y situaciones diversas, cuya profundidad es difícil de comprender en su totalidad.
Roswall y Ram se retiran, dejándome a solas con Rem. No es nada extraordinario, pues Ram sigue siendo la exclusiva sirvienta de Roswall, mientras que Rem permanece a mi lado para brindarme su ayuda. En lo personal, habría preferido que Frederica asumiera el papel de secretaria o, en su defecto, cualquier otra persona con habilidades básicas en el área. El problema radica en la escasez de personas de confianza, y aunque me cueste admitirlo, Rem se ha ganado mi confianza.
Sin embargo, aún no puedo perdonarla por completo, por lo que he mantenido cierta distancia en nuestra relación, sin dejar de reconocer su valía en las tareas que desempeña a mi lado.
Me siento mal, pues fui yo quien impulsó a Rem a seguir adelante, pero al mismo tiempo, ella debe comprender la gravedad de sus acciones. Sumirme en la amargura diaria no me hace bien, pero a pesar de mis esfuerzos, no logro encontrar una solución adecuada para lidiar con ella.
Quizás debí dejarla atrapada en su propia desesperación. Aunque sea irresponsable, considero que es peor no brindarle ayuda. Contemplo el cielo, buscando una respuesta sobre cómo perdonar a alguien que intentó acabar con mi vida.
¿Será que ahora es una persona diferente? Antes estaba cegado por la ira y dudaba de todo. Sin embargo, ahora pongo en tela de juicio esa perspectiva. Rem no ha cambiado en esencia, solo ha modificado su actitud hacia mí y los demás. Estoy seguro de que actuaría de la misma manera si ve a alguien afectado por el miasma. Pero, claro, conmigo las cosas ya no son así.
—Vamos, tenemos que ir a la herrería —digo, rompiendo el silencio que nos envuelve.
—Sí, señor Marco —responde Rem, caminando a mi lado sin intercambiar una sola palabra más.
Avanzamos juntos mientras proceso los pasos a seguir. Con la construcción de la máquina a vapor en el horizonte, debo asegurarme de completarla antes de que Crusch llegue. Dado que su propiedad alberga diversas minas, es crucial venderle la máquina a vapor. De esta manera, podremos obtener derechos de extracción o dinero en el peor de los casos. Necesito expandir la industria a toda costa, ya que es la clave para generar ingresos.
Hay tantas tareas por hacer: continuar escribiendo la novela, estudiar los libros de la biblioteca, practicar magia, crear la máquina a vapor, gestionar las cuentas, iniciar el diseñó de nuevas tecnologías. A veces, deseo desfallecer para no tener que hacer todo esto. No obstante, gracias a la magia curativa, he logrado sobrevivir con pocas horas de sueño.
Antes de llegar a nuestro destino, observo a Rem, quien mantiene su sonrisa característica.
—Rem, respecto a trabajar en la confección de los trajes, ¿estás dispuesta a hacerlo? —le pregunto, sin intención de obligarla a realizar tareas adicionales a su trabajo actual. Si no está interesada, puedo contratar a personas especializadas. Simplemente le planteo la opción para que deje de desempeñarse como mi secretaria por un tiempo y se dedique a algo que realmente le guste.
Rem me mira con la misma sonrisa y un tono entusiasta.
—¡Sí! Vi tus diseños y creo que puedo hacerlo —exclama Rem, apretando los puños con determinación—. He estado esperando una oportunidad para trabajar en ello.
Observo cómo Rem ha estado explorando diferentes vestimentas últimamente. Al igual que yo, decidió adquirir varias prendas durante nuestro pequeño viaje a la capital. Personalmente, compré cosas más convencionales, no demasiado ostentosas, principalmente ropa formal y algunas prendas casuales. Algunas de las ropas de los nobles no son en especial bonitas, pero igualmente elegí algunas.
Me encantaría que Rem desarrolle su talento en la confección de prendas para que pueda encargarse de ello. Además, con la máquina a vapor, hay otro campo en el que puedo incursionar. Si creo un telar mecánico, podré producir telas para vender al por mayor sin necesidad de mucho personal.
—Perfecto, entonces, cuando comience la fase tres, tendrás que trabajar arduamente —le digo a Rem, quien asiente mientras mira hacia adelante, donde ya se vislumbra la herrería.
Al igual que con los trabajadores, hemos contratado a un grupo de herreros recomendados por Clind, el sirviente de Roswall. Les pagamos el triple de su salario habitual debido a su importancia. Estas personas son claramente el comienzo de la revolución industrial y espero mucho de ellas en el futuro. Sin embargo, asignarles tareas tan relevantes también implica un riesgo. Si ellos filtraran información, nos meteríamos en problemas.
Es por eso por lo que tuve que tomar precauciones. Utilicé a Puck para evaluar el tipo de personas que eran y así evitar problemas mayores. El grupo inicial era de cuarenta y tres personas, pero se redujo a veintidós después del proceso de selección. Al principio, algunos se quejaron, pero luego logré hacerles comprender mis planes.
No necesito personas que no puedan guardar secretos, que no sean serias o que mezclen su vida personal con el trabajo. Los seleccionamos a todos y retuvimos a los mejores.
—Rem —miro en su dirección.
Rem comprende y se dirige a tocar la puerta. Ella ha estado a cargo de la contabilidad con ellos, mientras que yo me he encargado de entrenarlos en la creación de los moldes. No tengo ni idea de metalurgia, por lo que es una debilidad que hemos tenido que superar.
La herrería no fue reconstruida, ya que esa zona se designó como área residencial. Nos hemos trasladado a una zona apartada, donde no hay cultivo, y solo se encuentras escasas viviendas. Será allí donde comience nuestra zona industrial.
Compramos las viviendas de la zona, que eran alrededor de cuatro, ya que estaban alejadas de todo y pertenecían a personas que se dedicaban a la tala de árboles y venta de madera. Les ofrecimos trabajar junto a los carpinteros y también les ofrecimos la posibilidad de adquirir nuevas casas a un buen precio. Arrendamos habitaciones para ellos en la mansión y actualmente están trabajando en ello.
Una vez que las zonas residenciales estén terminadas, demoleremos todo y construiremos las primeras fábricas. Sin embargo, el espacio es limitado, por lo que tuvimos que solicitar la ayuda de Roswall para expandir la zona. No quiero depender siempre de él, pero al principio es lo que tenemos que hacer. Además, estamos rodeados de mabestias, por lo que cada expansión implica matar a un gran número de ellas y colocar los cristales piroxeno en el perímetro.
Poco a poco, la apariencia del área irá transformándose en un pueblo más organizado. También planeo demoler y remodelar la parte derecha, agregando más zonas residenciales y distribuyendo terrenos para la agricultura. Estoy apuntando a las aldeas cercanas para que se muden a Irlam y nos cedan su territorio. De esta manera, a medida que nos expandamos, podremos unir todas las aldeas y formar una ciudad.
Mientras pienso en grande, me doy cuenta de que me había quedado absorto en mis pensamientos.
—¿Señor Marco? —dice Rem, mirándome con preocupación.
Reaccionando con calma, le devuelvo una mirada tranquila y digo:
—Lo siento, estoy bien.
En frente de mí se encuentra el jefe de los herreros, Baltazar. Es un hombre bajo y fornido, lo más cliché que podrías imaginar de un herrero. Al principio me pareció un poco cómico, pero después de ver sus habilidades quedé sorprendido.
—Baltazar, es un placer verte hoy —sonrío cordialmente.
—Por fin te dignas a aparecer, estaba esperando como una damisela JAJAJA —Baltazar ríe por un momento antes de invitarnos a entrar—. Pasen, el tiempo apremia.
Ambos entramos con sonrisas incómodas. Aunque su actitud me agrada, he tenido que esforzarme por aprender las costumbres de este lugar. Aprendí a hablar como un noble y a actuar como alguien que se hace respetar. Obviamente, no soy despiadado y sé cuándo es necesario actuar de esa manera, pero también tengo que separar mi trabajo de lo social. Por eso, ver a alguien como él me hace sentir cómodo.
Todos los herreros trabajan arduamente. Acondicionamos la casa para que se asemeje lo más posible a una herrería, pero hemos agregado más ventilación para evitar problemas de contaminación pulmonar y otros riesgos.
Gracias a Roswall, los herreros no suelen usar carbón, sino cristales lamicta de fuego, que calientan todo el lugar. Eso es algo bueno, sin embargo, ha aumentado considerablemente los costos, por lo que solo lo utilizamos para trabajos importantes, mientras que para el resto volvemos al carbón.
—No he hecho espadas en casi un mes, siento que me estoy quedando sin manos —comenta Baltazar mientras nos guía hacia el área de entrega.
Por mi parte, no necesito espadas. Los herreros se han dividido para trabajar en proyectos según sus habilidades. Algunos se dedican a fabricar varillas para la construcción, mazas y otros elementos básicos, mientras que otros se encargan de crear engranajes, barras y herramientas más complejas.
—Tuve que hacer moldes de arcilla para poder hacer esos tornillos tan pequeños —se queja Baltazar con molestia.
—Los tornillos son fundamentales, y me da tranquilidad saber que los hiciste tú —le respondo.
Para los tornillos, como no teníamos una muesca de guía, Beatrice y yo tuvimos que cambiar el diseño y tallamos con madera varios palos hasta obtener uno que funcionara correctamente. Fueron horas de esfuerzo, pero ha valido la pena si Baltazar pudo utilizarlos.
«Esto sería mucho más fácil si tuviéramos un torno», suspiro interiormente.
—Entonces, ¿ya están listos los materiales para la máquina a vapor? —pregunto a Baltazar.
Baltazar sonríe de manera arrogante, orgulloso de todo el trabajo que han realizado.
—¿Por quién me tomas? —Baltazar se señala con el pulgar, en una pose de suficiencia y orgullo—. Fue una tarea sencilla. Por el pago que nos diste, tendré que gastarlo pronto en una buena bebida.
Baltazar comienza a reír, y los otros trabajadores parecen estar de acuerdo con él, ya que todos sonríen ante sus palabras.
Observo varias de las piezas que formarán la máquina a vapor, desde el diseño de la caldera hasta los engranajes y el pistón que servirá como guía.
Obviamente, la máquina a vapor tiene muchos usos y tendremos que adaptarla a cada uno. Su creación implica que en el futuro surgirán cientos de aplicaciones. Planeo venderla para su uso en la mina, pero también tengo la intención de monopolizar la industria en otros campos.
¿Quién se quejaría de un buen monopolio en este mundo?
Cansado por el calor, salgo del lugar junto a Rem. Con los brazos cruzados, cambio mi expresión hacia Baltazar, mostrando una seriedad penetrante en lugar de amabilidad.
—Entonces, ¿cuánto tienes lista la versión simplificada de la máquina a vapor?
Sí, he decidido crear dos versiones: venderé la máquina a vapor convencional mientras que yo me quedaré con la versión mejorada, desarrollada por mí y Beatrice, que es capaz de integrar la magia para su funcionamiento.
Baltazar tiene los planos y conoce exactamente qué piezas deben colocarse en cada lugar. Como herrero, sabe la importancia del cuidado en la construcción.
—Si todo va bien, tendremos los materiales listos para la siguiente semana, por lo que estará lista en dos semanas —Baltazar me mira preocupado y pregunta—: ¿Estás seguro de llevarte los materiales y construirla tú?
Entiendo su preocupación, pero es algo que Beatrice y yo nos hemos prometido. La primera máquina a vapor mejorada será construida y utilizada por nosotros. La dejaremos como un tributo en la mansión, recubierta de cristal para protegerla.
Será un recordatorio del comienzo de todo.
—Sí, no te preocupes por eso. Ya he construido máquinas similares —sonrío con arrogancia.
Recuerdos vagos vienen a mi mente, sobre cuando realizaba mis proyectos en la universidad. Construir un torno, una maquinaria más compleja que una simple máquina a vapor.
—Por cierto... —lanzo una mirada fulminante a Baltazar—. No olvides el contrato.
Baltazar cambia su expresión satisfecha a una seria. Después de todo lo que le mencioné, no es un asunto trivial.
—Claro, no quiero poner en riesgo mi vida.
Supongo que tiene algo de razón. El contrato con los herreros fue más riguroso que con los constructores. Para los herreros, establecí más condiciones en el contrato, excluyendo la cláusula de tener que jurar mensualmente que no han traicionado a nadie, pero agregué una cláusula que indica que si alguno lo hace, atentaremos contra su vida.
Aunque sería ilegal en mi mundo, aquí es legal, pero solo porque no los estamos obligando. Aunque exista la esclavitud, no quiero convertirme en un monstruo como Roswall. Es una advertencia, ya que ellos son el corazón de la industria.
—Lo único que no entiendo es por qué las mujeres también deben firmar el mismo contrato.
Baltazar ha estado trabajando en conjunto con la siguiente producción, que se ha estado formando gradualmente.
—Has visto lo que puede hacer la pólvora. Si ellas revelan el método de producción, nada de esto funcionaría.
Al principio, quise crear la pólvora por mí mismo, ya que no quería compartir la producción con nadie. Sin embargo, se volvió demasiado abrumador en términos de tiempo, así que tuve que contratar a mujeres desempleadas que estuvieran dispuestas a recibir un pago generoso para producir la pólvora.
He sido meticuloso en todos los aspectos relacionados con la producción de pólvora. Las mujeres a cargo de esta tarea no están al tanto de los materiales utilizados ni de las proporciones exactas necesarias.
Para garantizar la precisión y delicadeza requeridas, he optado por confiar en la destreza manual de las mujeres, ya que son conocidas por su habilidad en la concentración multitarea y su cuidado en diversos aspectos.
Esta reflexión me trae a la mente recuerdos de aquellos tiempos pasados.
Yo, junto a Emilia, Roswall, Rem y Ram, nos encontramos frente a un grupo de dieciséis mujeres. Sus miradas rebosan alegría, pues el tiempo que pasaron en la mansión ha sido completamente desperdiciado para ellas hasta ahora. Pero finalmente ha llegado la oportunidad de trabajar, y todas están emocionadas.
Y yo también lo estoy, porque este proyecto nos abrirá las puertas para obtener nuestra propia fuerza, nuestro propio poder.
—Buenos días a todas las damas presentes —me inclino en señal de respeto—. Como sabrán, han sido convocadas por su arduo sentido de la responsabilidad, un sentido del cual hemos tomado conocimiento —coloco mi mano en el pecho.
» —Hoy les presentamos una oportunidad que nos llena de orgullo, una oportunidad sumamente importante en la cual cada una de ustedes jugará un papel relevante en el desarrollo de nuestro pueblo —saco de mi bolsillo una pequeña bolsa de tela—. Hoy vamos a construir el futuro de esta comunidad, y serán ustedes las encargadas de crear un material fundamental para lograr este propósito.
Coloco un poco de pólvora en el suelo y, sobre ella, una bola de hierro. Con la ayuda de Beatrice, he creado una pequeña muestra de pólvora mediante moldes que mantienen las proporciones exactas de cada material.
—Esto se llama pólvora, es un nuevo material creado por nuestra gente, desarrollado aquí y que será producido exclusivamente en Irlam.
Una pequeña chispa provoca una reacción, haciendo que la pólvora comience a expulsar chispas en todas direcciones, generando una pequeña explosión que deja una marca en el suelo de piedra. Rápidamente, una bola de hierro sale disparada hacia el techo a una velocidad increíble, dejando una marca a su paso antes de caer al suelo.
El ambiente se carga de anticipación mientras observamos el resultado de este experimento. Las mujeres contemplan maravilladas lo que acaban de presenciar, conscientes de que han sido testigos de un avance revolucionario en la historia de nuestro pueblo.
El futuro se vislumbra prometedor, lleno de posibilidades y logros que solo podrán materializarse gracias al esfuerzo y dedicación de cada una de ellas.
El impacto de lo que acaban de presenciar deja a Roswall y al resto de las personas en estado de asombro. Solo Rem parece estar acostumbrada a estos acontecimientos, ya que estaba al tanto de lo que se avecinaba.
—Con esto defenderemos a nuestro pueblo, más rápido y letal que una flecha. Es el comienzo de una nueva era que nos protegerá de los peligros futuros —levanto mi puño, mostrando mi determinación y convicción.
Dirijo mi mirada hacia Rem, quien de inmediato comienza a repartir el contrato a todos los presentes. Estas personas son de confianza, individuos que han permanecido en nuestra comunidad durante mucho tiempo y que se vieron afectados por el reciente ataque. Hemos tomado todas las precauciones necesarias, por lo que ahora depende de ellas.
A medida que las mujeres leen el contenido del contrato, sus rostros se vuelven pálidos, revelando su preocupación. Comienzan a susurrar entre sí, inquietas por lo que encuentran en sus páginas. Después de todo, se incluye una cláusula sobre "atentar contra su vida".
—Sé que están preocupadas, pero esa cláusula solo se aplica a aquellos traidores que abandonaron a su pueblo por ganancias personales —coloco mi mano en el pecho—. Yo, Marco Luz, les prometo un trato digno y humano. Les juro por el dragón que protege estas tierras que ninguna de ustedes sufrirá daño mientras mantengan su lealtad. Las protegeremos y les daremos la remuneración que merecen. Su salario actual es temporal, pero una vez que mejoremos nuestra situación, aumentaremos sus ingresos para que puedan vivir sus sueños y trabajar según sus deseos.
Por supuesto, esto es solo hasta que pueda reemplazar todo con máquinas a vapor, por lo que necesito compensarlas generosamente para que puedan iniciar sus propios negocios y jubilarse rápidamente.
Las mujeres parecen estar más convencidas con estas palabras.
—Usted ha sacrificado su vida para protegernos, por lo que confío en que actuará con honestidad —dice la madre de Petra, quien fue la primera persona a la que le ofrecí esta oportunidad.
En un efecto dominó, todas las mujeres comienzan a aceptar y se forman en fila para firmar el contrato. Lo siguiente será enseñarles las tareas que deben realizar y los cuidados necesarios para llevar a cabo su trabajo.
El primer paso para traer armamento a este mundo está completo.
—Fue lo justo, su salario es casi igual al de ustedes. Además, he estado yendo personalmente a preguntar por su bienestar y cuidándolas junto a la señorita Emilia —comento mientras miro hacia la fábrica, que consiste en dos casas unidas y adaptadas para ese propósito—.
—Un hombre duro, ¿verdad chica? —Baltazar vuelve a soltar una carcajada.
Dirijo mi mirada hacia Rem, quien ha terminado de tomar nota de toda la información recolectada.
—Rem, te encargo que envíes los materiales a la mansión. Si es posible, colócalos en la parte trasera de esta —le indico.
—Sí, señor Marco —responde Rem, inclinándose ante mí antes de dirigirse hacia la herrería junto a Baltazar.
Ahora que todo está en marcha, siento cómo mi cuerpo se relaja por unos segundos, tambaleándome débilmente. Llevo tres días sin dormir, ya que he estado corrigiendo los planos de las armas y coordinando todo lo que se realizará hoy. Aunque el papeleo administrativo puede ser engorroso, supongo que es necesario.
Inicio mi caminata de regreso hacia la mansión. Tenemos dos carruajes que se mueven constantemente entre el pueblo y la mansión, ya que las personas que están allí necesitan trasladarse hacia el pueblo y viceversa. Yo prefiero caminar para despejar un poco mi mente. Mientras avanzo por el bosque, pensando en todas las tareas que me esperan, me encuentro con Emilia, quien también ha decidido caminar hacia el pueblo hoy por algún motivo.
Emilia intenta detenerme, avergonzada por mi gesto, pero luego se rinde. Para mí también es incómodo, pero mientras estemos en público no puedo permitir que se vea poco formal. Es algo que debo hacer.
—Todavía no me acostumbro —Emilia hace un puchero hacia mí—, además no hay nadie aquí.
—Las carrosas pasan por aquí. Te dije lo importante que es mantener el estatus. Eres alguien importante y debes recibir el respeto acorde a ello. Hay cosas que no puedo cambiar de un día para otro, debo actuar de acuerdo con las costumbres de este lugar —explico.
—¡Hmpf! —Emilia se cruza de brazos, rechazando mis palabras.
—¿Vas al pueblo a ayudar? —pregunto, cambiando de tema.
Emilia ha estado yendo al pueblo constantemente para ofrecer sus servicios y curar el cansancio de las personas. Al principio, todos se sentían incómodos, pero ahora hacen fila para que ella los cure. Emilia ha trabajado arduamente y se ha superado a sí misma.
—¡Sí! —responde Emilia con una sonrisa feliz—. También voy a hacer la tarea que me diste.
Le pedí a Emilia que pregunte a cada persona cuáles son los problemas que han surgido a raíz de los cambios en el sistema del pueblo. Normalmente, habría asignado esa tarea a Rem, pero como ella ha estado ocupada, aproveché la oportunidad para que Emilia la hiciera. Quiero saber, desde sus perspectivas, qué cosas se pueden mejorar, especialmente en el campo de los cultivos, del cual no tengo mucha información.
—Me alegra verte. Ahora estaré un poco más desocupado. Creo que llegaré para estar contigo y Puck por la tarde.
En ese momento, Puck sale del cuerpo de Emilia.
—¡Buenos días, Marco! —Puck se acerca a mí con su típica sonrisa—. Pensé que te habías olvidado de mí.
—He estado trabajando como nunca. Cuando tenía un momento libre, ya era de noche —lamento, ya que disfrutaba los momentos de práctica de magia.
—Tengo mucho maná acumulándose. Pronto voy a necesitar tu ayuda —comenta Puck, mientras Emilia intenta hacer que deje de hablar, pero él continúa—. Cada cierto tiempo, necesito liberar el maná que acumulo. Últimamente siento que ha llegado el momento, por lo que necesito encontrar un lugar o una forma de liberarlo por completo.
Emilia se rinde, suspirando derrotada ante los persistentes comentarios de Puck.
—Lo siento, Marco. Sé que has estado ocupado, por eso no te lo había mencionado antes —Emilia baja la cabeza—.
Es cierto, casi me había olvidado de este problema. Creo que hubo una película o algo por el estilo que lo abordó. Tendré que pensar en una alternativa, no puedo permitir que el pueblo se vea afectado, ya que podría arruinar el curado del hormigón. Es otro dolor de cabeza para la lista.
Puck saca la cabeza y se ríe antes de volver al cuerpo de Emilia.
—No te preocupes, de todas formas es importante saberlo. Hoy nos reuniremos en la tarde con Beatrice para encontrar una solución a este problema —digo mientras miro hacia la mansión—. No puedo permitir que Puck libere su magia allí; seguramente congelaría todo el lugar.
—Sí, pensándolo bien, es algo más serio de lo que pensé —responde Emilia reflexivamente.
—Los cultivos se verían afectados así como el ciclo de vida de los animales, el maná de Puck es grande así que no es algo que pueda suceder tan espontaneo, toca planear bien la trayectoria a seguir para evitar daños —digo mientras pongo mi mano en su cabeza, sonriendo—. No te preocupes, todo saldrá bien.
Decidimos dejar ese asunto para después y continuamos nuestro camino. Hablamos de otros temas, como el progreso del pueblo y nuestros planes para el futuro. A medida que caminamos, siento que la tensión de los últimos días comienza a disiparse, al menos por un momento.
Emilia, en un instante, toma mis manos sin decir una palabra y comienza a utilizar magia de sanación en mí. Observo cómo cierra los ojos y concentra su energía en mis manos.
—Has estado durmiendo muy poco, estoy preocupada por ti, Marco. La magia puede aliviar el cansancio, pero tu mente seguirá desgastándose —dice ella, preocupada.
Con el objetivo de avanzar, he reducido mis horas de sueño a solo una o dos horas al día. Puedo conciliar el sueño rápidamente, pero dormir de manera adecuada es otra cuestión. He tenido que hacerlo, ya que la batería de mi teléfono no es infinita y aún tengo mucho que transcribir. Todas las noches dedico tiempo a transcribir todos mis archivos, y gracias a la ayuda de Beatrice, he avanzado mucho. El problema es que llevo tres días sin dormir y, con la llegada de la fase dos, es crucial que todo funcione sin problemas. He leído varios libros de la biblioteca con el fin de comprender mejor este mundo y utilizar la magia de la mejor manera posible.
La magia de sanación puede restaurar mi energía, pero el problema es que mi mente también necesita descansar.
—Tomaré un descanso cuando todo termine —digo con una sonrisa—, lo prometo.
Emilia asiente, pero luego su expresión se vuelve seria. Antes de que pueda decir algo, comienza a hablar.
—Marco, sé que no te gusta hablar de esto —Emilia agarra mi mano con fuerza—, pero tengo que hablarte sobre Rem.
Me mira directamente a los ojos, mostrando determinación para abordar el tema. Yo, por mi parte, no quiero hablar de eso. No la he tratado mal, simplemente mantenemos una relación laboral.
—¿Podrías ser más amable con ella? —Emilia me mira con preocupación—. Sé que al principio fue dura contigo y cuando me lo contaste, me enfadé con ella. Pero después de ver su cambio y escuchar lo que pasó, no pude evitar alegrarme por ella.
Esta conversación ya la habíamos tenido antes, pero decidí compartir el motivo de mi actitud con Emilia, ya que ella me lo mencionó previamente. Por supuesto, no mencioné el intento de Rem de dejarme morir, pero sí compartí cómo fue esa semana para mí. Por eso, para Emilia es fácil decirlo.
—Se ha esforzado mucho por ti, pero últimamente la veo decaída, como antes —observo cómo las orejas de Emilia se bajan un poco—. No he tenido muchas oportunidades de hablar con ella debido a nuestras ocupaciones, pero he notado que ha pasado de ser radiante y llena de energía a mostrarse preocupada.
—El estrés puede ser una causa —añado tratando de encontrar una explicación.
Emilia niega con la cabeza y me mira directamente a los ojos.
—Una vez estaba en el primer piso, ya era bastante tarde por la noche, cuando escuché un ruido extraño proveniente del patio —el tono de Emilia baja, mostrando tristeza—. Me acerqué sigilosamente y vi a Rem sollozando a través de una ventana.
Ugh, aunque no me sorprende tanto, me molesta ser la causa de su dolor. Después de todo, ella me ha salvado la vida en dos ocasiones, incluso cuando casi me mataron, fue ella quien intervino al final. Tal vez he sido demasiado duro con ella. Pero en mi interior, no puedo evitar sentirme así.
Mis emociones fluctúan y se vuelven más difíciles de controlar. No sé si es a causa del miasma o de alguna otra razón, pero hay ciertos sentimientos que se vuelven intensos. Quizás esa sea la razón por la cual el protagonista en la novela actúa de forma inexplicable en ocasiones, aferrándose a ideas y características de su personalidad.
—¿Estás segura de eso? —pregunto, buscando confirmación.
—Sí, sé que no te agrada, pero no me gusta verlos a ambos así. Después de todo, ¿no sería mejor hacer las paces? —me responde Emilia con sinceridad.
También he considerado esa posibilidad. Rem es alguien con quien podría llevarme bien, pero es esa sensación en mi corazón lo que me ha impedido hacerlo hasta ahora.
Emilia me ha revelado algo que desconocía. Sé que está fingiendo una sonrisa, soy experto en reconocer eso después de todo. Pero llegados a este punto, supongo que debo hacer algo por ella.
—Está bien —sonrío finalmente—, hablaré con ella y haremos las paces. A mí tampoco me gusta verla así.
Supongo que es mejor dejar de amargarme tanto. Además, tanto trabajo no me ha permitido pensar en las personas que me rodean. Ahora que Emilia me ha revelado esto, puedo aprovechar la oportunidad para hablar con Rem en profundidad. Le prometí a Emilia que la ayudaría y la dejé en espera.
—¡Sí! —Emilia sonríe y comienza a caminar hacia el pueblo, levantando la mano en señal de despedida—. ¡Nos vemos por la tarde, no faltes!
Sin decir una palabra, me inclino en señal de despedida y continúo mi camino hacia la imponente mansión. A medida que la fase dos se pone en marcha, mis responsabilidades en el pueblo se reducirán, permitiéndome enfocarme en dos aspectos clave: la mejora de la máquina a vapor y las clases intensivas con Emilia antes de la llegada de Crusch, tal como está establecido en la novela.
Sin embargo, hay un problema importante que debo abordar: Puck. Necesito encontrar una manera de aprovechar su energía a nuestro favor sin causar daños al delicado equilibrio del ecosistema y al bienestar de los habitantes. En la serie, todo parecía idílico, pero sé que en realidad los cultivos se perdieron y la fauna sufrió debido al brusco cambio de temperatura. Miro al cielo y sonrío con cierta ironía, recordando que eso es solo una historia, mientras que aquí, en la cruda realidad, las consecuencias pueden ser devastadoras.
Si no logro fortalecer el pueblo y consolidar una fuerza sólida, me veré obligado a seguir los mismos pasos que se describen en la novela. Afortunadamente, tengo más recursos y estrategias a mi disposición en este momento, gracias a toda la preparación que he realizado. Confío en que el esfuerzo que he invertido hasta ahora dará frutos valiosos en el futuro. Por eso, estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario, incluso si eso significa que mi cuerpo se vea afectado.
Finalmente, llego a la majestuosa mansión y soy recibido por dos sirvientas y dos sirvientes, quienes son personas del pueblo que se postularon para trabajar aquí. Al principio, Roswall parecía escéptico acerca de esta idea, pero finalmente entendió que, al tener a los humanos en lugar de semihumanos, se requiere más personal para mantener en funcionamiento esta imponente residencia.
—Bienvenido de vuelta, señor Marco —expresan con reverencia mientras se inclinan ante mi presencia.
No puedo evitar sentirme incómodo con estas formalidades, considerándolas una trivialidad, pero lamentablemente, así es como funcionan las cosas y debo adaptarme, aunque me pese.
—Agradezco su amable recibimiento. Es un verdadero placer regresar a la mansión cuando cuento con trabajadores tan dedicados y serviciales como ustedes —respondo cortésmente.
Sin perder tiempo, inicio mi búsqueda en busca de Roswall, ya que aún tenemos pendiente discutir sobre los posibles compradores para la futura máquina a vapor. Aunque Roswall posee un vasto conocimiento en magia, en términos de física es similar a cualquier otra persona. En este momento, Beatrice probablemente sea la más experta en ese campo, por lo que considero necesario contar con su ayuda.
Una vez dentro de la oficina, Roswall me recibe con una sonrisa en su rostro, acompañado de Ram, quien se mantiene en silencio pero con una expresión atenta.
—Qué agradable sorpresa tener tu visita —exclama Roswall mientras deja una carpeta sobre su escritorio, listo para comenzar nuestra conversación.
Caminé hacia un sofá y me senté, observando el techo mientras organizaba mis ideas. Finalmente, decidí comenzar a hablar, consciente de la importancia de la fase dos de nuestro plan.
—La fase dos implica la comercialización de la máquina a vapor —anuncié, mientras mis palabras resonaban en la habitación.
Roswall, con su característica sonrisa en el rostro, respondió con entusiasmo:
—Hay muchas persoooonas que se interesaaarían en ello, sin duda.
En ese momento, Ram se acercó a mí y me entregó unos documentos. Les eché un vistazo, revelando una lista de diferentes propietarios de minas, que eran mi objetivo principal.
—Nuestro objetivo es monopolizar la industria por completo, por lo que necesitamos asegurarnos de tener suficientes recursos para la producción —expliqué con determinación.
En realidad, el trato principal de la máquina a vapor no sería por dinero, sino por una participación en su producción. Tomaríamos un porcentaje de acuerdo con los beneficios obtenidos, utilizando esos fondos para expandirnos gradualmente.
Los propietarios de las minas nos proporcionarían las materias primas necesarias, y nosotros les entregaríamos los productos manufacturados. Dada nuestra posición como los únicos fabricantes, estarían obligados a colaborar con nosotros.
Reflexioné brevemente sobre las similitudes de este modelo de negocio con el de un país que pregonaba la paz. Sin embargo, me centré en nuestros objetivos.
—Para consolidar nuestra posición, necesitamos obtener recursos de diferentes lugares. Actualmente, contamos con una abundancia de piedras lamicta en el bosque de Elior, un material de alto valor. Sin embargo, nos enfrentamos a la escasez de hierro y otros materiales que no producimos.
Consciente de la necesidad de formar un equipo de investigación, añadí:
—En Lugunica, la familia Karsten es conocida por ser los principales exportadores de hierro —agregó Ram, brindando información valiosa.
Me percaté de que tenía que profundizar mis conocimientos sobre Crusch, la dueña de la Casa Karsten y candidata al trono. Había tantos problemas que resolver.
—De ser así, sería pertinente establecer contacto con ellos, lograr un acuerdo para la producción a gran escala de las máquinas a vapor —decidí en voz alta mientras me levantaba de mi asiento—. Te encargo esa tarea, llevaré esta carpeta para leerla en detalle. En este momento, es crucial que te comuniques con los proveedores de los materiales que necesitamos, como el hierro, el carbón, los materiales para la producción de pólvora y, sobre todo, los materiales de construcción.
Roswall asintió, otorgándome permiso para marcharme. Salí de la habitación y comencé a caminar, pero fui detenido por un tirón en mi espalda.
—Marco, necesito hablar contigo —dice Ram en tono serio y con una mirada intensa.
Me volteo hacia ella, encontrando su mirada directamente. Le sugiero que busquemos un lugar más privado, así que ambos entramos en mi despacho, donde he estado trabajando.
—¿Qué quieres decirme? —le pregunto a Ram, sorprendido por su cambio de actitud repentino.
Ram se acerca a mí y me sujeta firmemente del traje, ejerciendo presión sobre mí. Retrocedo ligeramente, pero hago fuerza para mantenerme firme.
Rem me observa con enojo, y puedo sentir su ira palpable. Sé hacia dónde se dirige esto, aunque con Ram la situación se vuelve más complicada. Ella sabe cuáles eran las intenciones de Rem y, sin embargo, la defiende.
Bueno, son hermanas, y para Ram, yo no soy relevante en la ecuación.
—Te lo advertí, te dije que si volvía a ver a mi hermana así —dice Ram, afirmando su agarre—, no prestaría atención a las consecuencias.
Claro, ¿soy yo quien debe postrarse ante el maltrato que he sufrido? Nunca traté mal a nadie, nunca fui irrespetuoso, pero parece que todos esperan que mantenga una fachada de felicidad para hacer sonreír a los demás.
¡Qué estupidez!
Tomo sus brazos con fuerza, ejerciendo presión sobre ellos. No soy tan débil como antes, he entrenado y he adquirido un mayor entendimiento de la magia.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué me arrodille y te suplique que aceptes mi perdón por lo que casi me hace, que te diga que te perdono por esperar a que casi me mataran literalmente?
—Sabes que hubo circunstancias especiales —responde Ram sin importarle lo que suceda—. ¡Ahora que mi hermana está empezando a estar bien!
Aprieto con más fuerza sus muñecas, logrando que suelte su agarre. La gente cree que es fácil perdonar, que es tan simple como purificar el alma. Pero para mí no lo es, no puedo perdonar a nadie.
Cuando lo hice, lo lamenté con sangre.
—Sus circunstancias no justifican sus acciones. Yo no la obligué a ser mi secretaria, no la forcé a seguirme ni mucho menos a soportar mi actitud —le respondo, golpeando su pecho con mi dedo— ¡Fuiste tú! Te dije que no quería trabajar con ella, pero tú insististe.
Ram me mira con furia, apretando sus puños con fuerza, y parece estar al borde de hacer algo. Utilizo mi mana, canalizando la habilidad que Beatrice me enseñó, para transmitirle mi ira.
Ella no retrocede; Ram no es de los que se amilanan. Me mira con aún más furia.
—No somos enemigos, Ram. Es absurdo querer pelear.
Mentalmente, preparo mi hechizo de viento para contrarrestar sus hojas. No puedo crear barreras ni hacer cosas similares, así que mi única opción es esquivar. Mi magia está limitada por las leyes físicas, pero aun así poseo magias mucho más letales.
Ram es mucho más fuerte que yo, no tengo ninguna oportunidad de enfrentarla en una lucha a muerte. Afortunadamente, sé que ella no desea matarme, por lo que quizás tenga alguna oportunidad.
—Lo único que quiero es ver a mi hermana bien —dice, preparándose para atacar.
—Una relación basada en la hipocresía no es lo mío —respondo.
Ram se aproxima impulsada por el viento, lanzando un gancho en dirección a mi rostro, pero anticipándolo, piso el suelo y provoco que todas las hojas y objetos del lugar salgan volando violentamente en una ráfaga de viento.
Deteniendo su ataque, intento sujetarla de los brazos para inmovilizarla, pero a pesar de poner todo mi esfuerzo, la fuerza de Ram es mucho mayor que la mía y no logro derribarla.
Aprovechando que la tengo sujetada de los brazos, Ram lanza un rodillazo a mi estómago, haciéndome retroceder.
—No te creas tan importante, Marco. Solo porque las cosas estén yendo bien no te da el derecho de pisotear los sentimientos de mi hermana.
Claro, yo soy el villano en esta historia.
—¿Pisotear los sentimientos de tu hermana? —aprieto mis puños con fuerza— ¿Acaso escuchaste lo absurdo que acabas de decir?
Ram reacciona de inmediato y acerca su puño hacia mí, impulsándose con magia de viento y golpeándome en la cara.
El golpe me hace retroceder y siento como si hubiera sido golpeado por una bola de metal. Mi labio comienza a sangrar, pero me contengo. No puedo permitir que salga a la luz lo que hay en mi interior. Siento como si mi mandíbula estuviera a punto de desprenderse, todo debido a un simple golpe que causó tanto daño.
Debo mantenerme resistente.
—Eres un estúpido, Marco. Un sinvergüenza que cree estar haciendo lo correcto —dice Ram.
«Cálmate, Marco», me digo a mí mismo. Después de todo, ella no sabe nada de lo que va a suceder. Tengo muchas cosas que hacer y no debo perder el tiempo.
—Si, si eso es lo que quieres creer, está bien por ti —escupo sangre al suelo, intentando calmarme.
Ella simplemente desconoce el futuro. No es su culpa. Desconoce que es esa retorcida muestra de afecto de Rem lo que la llevará a sacrificarse en el futuro. Porque nadie puso un alto pensando que era una forma de amor.
«Cálmate».
—No haces más que causar problemas a todos desde que llegaste —Ram me lanza una onda de viento que me envía chocando con la pared—. Eres un irresponsable.
«Cálmate, solo cálmate».
Ella no tiene la culpa.
Me levanto y miro a Ram a los ojos.
—Ahora tienes una expresión de cansancio. Eres un estúpido. Crees que asumir toda la carga será suficiente.
Ella no me ha lastimado de verdad. Si realmente lo deseara, ya me habría roto varios huesos o incluso asesinado. Después de todo, sigue siendo mitad ogro.
—Ram, hay cosas que no entiendes.
Ella tiene solo diecisiete años. No puedo obligarla a comprender. A esa edad, tener tanta fuerza, incluso sin su cuerno, es realmente asombroso. Sin duda, puedo entender por qué se le teme.
—¿Cómo te atreves a decirme que no me preocupe? Mi hermana ha llorado por eso. No puedo perdonarte por hacerlo.
Ram se acerca rápidamente hacia mí. Su velocidad es formidable y se nota que su entrenamiento ha dado sus frutos. Sin embargo, el cuerpo humano es frágil y hay zonas que no puedes defender.
En el instante en que ella lanza su puño, pongo mi brazo para atrapar el golpe. Un dolor indescriptible recorre mi cuerpo, pero no me detengo ahí. Con un golpe en su plexo solar, le saco el aire y Ram retrocede, ya que es algo que no importa cuán fuerte seas, te afecta.
—Escucha, entiendo que me he equivocado. Tratar así a una niña, sé que está mal.
Aprovecho la distracción para tumbarla al suelo. Probablemente, lo permite ella misma. Si quisiera, podría convertirme en una masa de carne. Ram no opone resistencia, simplemente se queda quieta. Por un instante, mis palabras parecen haberle llegado.
Ram entonces grita:
—¡Entonces, ¿por qué le dijiste eso?!
El grito de Ram resuena en mi conciencia. Después de todo, lo que está sucediendo es exclusivamente culpa mía.
—Te crees tan maduro, pero haces cosas tan estúpidas.
Ram comienza a usar su mana. Ella lanza un golpe de viento que me manda volando contra una pared. Al chocar, protejo mi cabeza con mi otro brazo, reduciendo el efecto del golpe.
—Crees que por ser mayor tienes que soportar toda la carga. Eres un arrogante, Marco. No sabes cuánto se preocupa la señorita Emilia cada vez que te ve.
—Ya lo sé, aun así, hay cosas que se deben hacer —suelto mi agarre y me levanto—. Esto no ha hecho más que empezar.
Limpio mi labio, que ya ha cerrado su herida. Intento hacer fuerza en mi brazo izquierdo, pero un dolor punzante lo recorre. Contengo las ganas de gritar, las ganas de caer arrodillado por el dolor.
—Tu hermana debe entender, incluso si es una niña, incluso si ha sufrido mucho —me acerco hacia Ram y extiendo mi mano para ayudarla a levantarse, pero ella la golpea.
—Mi hermana merece ser feliz —dice Ram, quien por primera vez parece mostrar un tono de lamento.
"Felicidad", dice. Esa felicidad la lleva a caer en coma en el futuro. La lleva a sacrificar su vida estúpidamente en innumerables bucles. Su idea retorcida de lo que es el amor la lleva a cometer esos actos. La lleva a tratarse a sí misma como una esclava y a descuidar su propio bienestar.
Así es el amor, dirían muchas personas. Es estúpido que una idea de amor te lleve a desestimar tu propio amor propio. Es repugnante.
Una cosa es amar y otra cosa es obsesionarse. El amor no es una forma de obsesión. Amar implica deseo, sí. Cuando controlas ese deseo, cuando no te excedes, cuando amas de verdad, quieres estar con esa persona, quieres sentirte bien a su lado, pero también entiendes que es por tu bienestar. Comprendes que aunque esa persona se vaya, tu vida continúa.
Yo he amado, y por eso sé lo que implica amar. También sé lo que es una obsesión.
—Sí, entiendo eso, por eso pondré fin a esto —digo a Ram, quien parece no comprender mis palabras.
Voy a hablar con ella, haré que me cuente todo y pondré fin a esto de una vez por todas. Es lo que debí hacer desde el principio.
—Tu hermana debe entender. Ella está superponiendo su visión sobre mí, pensando que su bienestar depende de cómo la trate.
Lo sé, lo sé porque lo he visto. No es simplemente que ella se sienta bien conmigo. Sé que Rem, aunque lo niegue, no ha hecho nada por sí misma.
—¿¡Sabes siquiera por qué!? —dice Ram, mirándome con furia.
—Sí, lo sé —aprieto mi puño—. Eso es algo que no debería suceder.
Ram me mira, su mirada parece haber comprendido lo que quiero decir.
—Sería más irresponsable darle algo que nunca va a obtener. Por eso, tengo que hacerle entender.
Ram mira hacia el suelo, que está totalmente desordenado de papeles. Su vista recorre el caos que hemos causado. Ram es inteligente, así que entiende lo que quiero decirle. Ella sabe que es por el bien de su hermana, aunque eso la haga sufrir.
Ram intenta acercarse a mí, pero luego sale de la habitación sin decir nada.
Ambas tuvieron que esforzarse por mantener un estado mental fuerte. Incluso Ram, que siempre aparenta ser tan firme, pierde el control cuando se trata de su hermana.
Capítulo 2.
Entonces, una vez más…
Mi mirada se eleva hacia el techo, pero en lugar de encontrarme con ese vacío, mis ojos se ven rodeados de estanterías repletas de libros.
En un instante, he sido transportado a la biblioteca, un lugar en el que suelo pasar tiempo junto a Beatrice. Con esfuerzo, contengo mis emociones y observo mi entorno, buscando a esa pequeña niña que fue abandonada en este recinto.
Giro mi cuerpo lentamente hasta que mis ojos se posan en el escritorio donde Beatrice se encuentra inmersa en la revisión de los planos de la versión mejorada de la máquina de vapor que he traído para trabajar. Este espacio, rodeado de libros, se ha convertido en mi verdadera oficina, el lugar donde guardo mis pertenencias y puedo concentrarme en mis labores.
Beatrice, ajena a mi presencia, continúa examinando los planos sin dejar de mirarlos, a pesar de saber que estoy aquí. De pronto, su voz rompe el silencio y resuena en el aire con un tono burlón y mordaz.
—Eres un estúpido, de hecho —dice mientras señala mi asiento junto a ella.
Suspiro y una sonrisa se dibuja en mis labios. Es la primera vez que nos encontramos en esta situación y su primera palabra dirigida a mí es precisamente esa. Camino hacia mi asiento, un escritorio imponente situado en medio de la biblioteca, donde antes se encontraba su silla. Ahora, el espacio está repleto de libros, creando un ambiente de conocimiento y sabiduría.
Al principio, Beatrice se negó a compartir este espacio, pero con el tiempo aceptó a regañadientes. La biblioteca es un lugar en constante movimiento y organización, y en eso ella ha demostrado ser experta. Posee el don de la magia yin a niveles increíbles, capaz de controlar el peso de los objetos a su voluntad.
Me siento a su lado, ocupando mi lugar a la derecha mientras ella se acomoda a la izquierda, como siempre lo hacemos. Nuestra relación es sin duda la más gratificante de todas. Trabajamos juntos, compartimos conversaciones triviales y, en ocasiones, nos molestamos mutuamente. El orgullo de un espíritu siempre ha sido una barrera difícil de superar, pero siento que poco a poco Beatrice comienza a cambiar.
Dirijo mi mirada hacia ella, pero en lugar de recibir una respuesta, aparta su rostro, desviando su atención hacia otro lado. En ese instante, me doy cuenta de que he cometido un error. Lamento haber causado esta reacción y sin perder tiempo, me levanto rápidamente de la silla, rodándola con velocidad.
—¡Lo siento! —exclamo, sintiendo el dolor punzante recorrer mi cuerpo mientras me arrodillo, intentando contener los gemidos de dolor.
Beatrice finalmente se gira hacia mí, sus ojos se encuentran con los míos y una sonrisa divertida se dibuja en su rostro, como si encontrara gracia en la situación.
—Siempre necesitas de Betty, supongo —afirma Beatrice mientras se levanta y toma mi brazo, utilizando su magia para sanarlo—. Fuiste descuidado, ella no te iba a golpear y aun así ofreciste tu brazo, y así es como terminaste lastimado.
Aunque sus palabras me golpean, reconozco que era necesario enfrentar la realidad de alguna manera.
—Quería que usaras tu magia de sanación en mí. Solo así puedo disfrutar de tu tacto —confieso, provocando una reacción brusca por parte de Beatrice, quien me grita al instante.
—¡¿Qué estás diciendo mientras te estoy curando supongo?! —exclama indignada.
No puedo evitar reír un poco ante su reacción, mientras ella continúa sanando mi brazo. Después de unos minutos, ella finaliza el proceso y se da la vuelta, mostrando claramente su enojo.
—Aún no te he perdonado, de hecho —dice Beatrice cruzando los brazos, demostrando su indignación.
Entonces, tomo la decisión de arrodillarme, como lo haría un príncipe, colocando una rodilla en el suelo mientras mantengo el otro pie firme. Casi como si estuviera a punto de pedirle matrimonio, coloco mi brazo en el pecho y me inclino.
—¡Lo siento! Desde lo más profundo de mi corazón, ruego por su perdón, princesa Beatrice.
Conozco muy bien una de las historias que más le gusta a Beatrice, aquellas en las que una princesa es rescatada por su príncipe, especialmente si se encuentran atrapadas en una torre o han sido secuestradas. Por eso, siempre intento jugar con ella, a pesar de que ella diga que no le gusta, sé que en el fondo lo disfruta.
—Debí saludarle al despertar. Por eso, te pido perdón sinceramente, desde el fondo de mi corazón.
Cada día, antes de que amanezca y el sol se eleve en el cielo, vengo a saludar a Beatrice. Incluso si solo he dormido una hora o ni siquiera he dormido, siempre la saludo. Ella dice que, como espíritu, no necesita dormir, pero lo hace por costumbre. Así que, mientras ella duerme, aprovecho para escribir la novela en mi habitación. Sin embargo, sé que Beatrice puede ver la situación en todas partes, así que no puedo arriesgarme a que descubra esto.
Beatrice se gira, con la cabeza gacha y un leve rubor en sus mejillas, mostrando su vergüenza por lo que le estoy diciendo.
—Te dije que no me llamaras así —murmura Beatrice haciendo pucheros, intentando contener su pena.
—Pero, mi señorita, he cometido un gran pecado —digo, bajando la cabeza en señal de arrepentimiento—. Debo pagar por ello.
Beatrice coloca sus manos sobre mi cabeza, impidiendo que la levante y pueda ver su rostro. Ella entonces habla con calma:
—Entonces, tendrás que hacer más de ese helado que hiciste la otra vez, pero hazlo en abundancia de hecho.
—¡Muchas gracias por su perdón! —exclamo, agradecido.
Sonrío mientras ella retira sus manos y miro hacia ella, esperando su reacción. Sin embargo, su expresión sigue siendo seria.
—Eres un estúpido, supongo —dice Beatrice con su típico tono.
Me pongo de pie, consciente de que Beatrice ha usado su magia para eliminar mi fatiga también. Controlo mis ansias de abrazarla y me dirijo hacia la salida.
—Mañana trabajaremos en la máquina a vapor —anuncio.
En el momento en que lo digo, los ojos de Beatrice se iluminan. Al igual que yo, ella ha estado ansiosa por construir la máquina en la que hemos puesto tanto esfuerzo. Se acerca a mí, pero se detiene y me da la espalda.
—Supongo que así será —murmura, sin mirarme.
Satisfecho con su reacción, doy media vuelta y camino hacia la puerta. Sin embargo, en ese instante, unos brazos se posan en mi espalda. Beatrice apoya su rostro en mi espalda, utilizando su magia para flotar y llegar rápidamente a mí. Durante unos segundos, no dice nada, pero luego habla con un tono apagado.
—No te esfuerces tanto. Sé que tienes algo que no puedes contarle a Betty, pero Betty también se preocupa por ti de hecho.
—Beatrice... —comienzo a decir, pero en ese momento soy empujado y sacado de la biblioteca, dejándome en el vestíbulo frente a mi oficina.
¿Quizás estoy exagerando?
Miro hacia el suelo y veo unas pequeñas gotas. Me agacho, toco las gotas y comienzo a reflexionar. Tomé este camino para evitar perder a más personas. Sé que no puedo arriesgar mi vida de la misma manera que el protagonista, no lo soportaría. Por eso, debo ser más fuerte, debo pensar más y llevar todo al límite.
Suicidarme para salvar a alguien, casi morir a manos de monstruos, ver morir a personas que me importan.
Estoy cansado.
Me siento abrumado por la fatiga y la desesperación mientras reflexiono sobre las duras decisiones que se avecinan. Mis dedos siguen tocando las gotas, reconociendo su presencia como una metáfora de las dificultades que me rodean. "Es tan difícil", susurro para mí, convencido de que no tengo otra opción. Estoy cansado, agotado de luchar. He tenido momentos de alegría y paz.
Si tomo el rumbo fijo, si en ese entonces mis decisiones hubiesen sido las mismas. Si yo no habría decidido cambiar la historia, encontrar otro camino en el que no tenga que morir.
«No —niego en mi mente.»
Las cosas ya no siguen el curso previsto. Mis acciones han cambiado el rumbo de este mundo, como si las páginas de la novela dejaran de seguir el guion establecido. La incertidumbre me abraza, y temo que si llego a un punto en el que no pueda encontrar soluciones, si permito que el agotamiento se interponga en mi camino, perderé la oportunidad y me volveré loco.
Regreso a mi oficina y paso el tiempo organizando papeles. Mis párpados pesan, pero sé que debo seguir adelante mientras mi mente siga funcionando con lógica. No necesito dormir si aún puedo pensar con claridad. Pero a veces me pregunto si el conocimiento de un posible futuro se ha convertido en mi mayor maldición.
Una vez termino, voy hacía la sala de estudios de Emilia. Abro la puerta y me encuentro con la sonrisa radiante de Emilia. Ella me mira y me saluda como cualquier otro día.
—¡Buenas tardes, profesor! —exclama Emilia, soltando una pequeña risa.
—Tan animada como siempre. Supongo que estás lista para nuestra primera clase en mucho tiempo —digo, sacando mi cuaderno de apuntes—. A partir de ahora, trabajaremos en política y prepararemos tu discurso basándonos en los estudios que hemos realizado.
Debe ser perfecto para poder tener alguna ventaja. O al menos, igualarnos al resto.
—¡Sí! —responde Emilia, sacando también sus apuntes, donde ha plasmado su trabajo.
Comenzamos a discutir, y Emilia comparte conmigo los problemas y beneficios que ha observado en el pueblo. También ha indagado sobre las posturas políticas de las personas y qué tipo de gobernante les gustaría tener.
—La mejor forma de empezar es dirigirnos a las minorías —añado—. Si abordamos temas como el racismo y otros asuntos relevantes, tendremos la oportunidad de ganar una ventaja.
Eso es bastante usado en mi mundo, los políticos manipulan minorías intentando mostrarles un futuro utópico, que les atrae a pensar en una mejor vida. Claro, a diferencia de ellos nosotros si queremos lograrlo.
La incertidumbre y la necesidad de encontrar una estrategia efectiva se entrelazan en nuestra conversación. Juntos, trabajamos incansablemente para forjar un camino en este complicado escenario político.
—Sí, incluir a los semi humanos en el pueblo es parte de nuestro objetivo. Emilia entiende que en la capital las razas conviven juntas, aunque hay divisiones y tensiones entre ellas. Es lamentable cómo las divisiones entre diferentes razas a lo largo de la historia han creado conflictos innecesarios, como cuando se separaba a españoles de latinos, blancos de negros. La guerra con los semi humanos solo ha exacerbado esas divisiones, por lo que las personas están constantemente sensibles respecto a este tema.
Continuamos nuestras discusiones hasta que el atardecer comienza a hacerse presente, momento en el que Emilia debe partir para hablar con los espíritus, siguiendo el contrato que tiene con Puck. Nos dirigimos hacia el patio trasero, donde se encuentran varios carruajes que probablemente formen parte de la máquina a vapor.
—¿Esos carruajes? —pregunta Emilia, mirándolos con curiosidad.
—Sí, son para la máquina que Beatrice y yo construiremos —le respondo mientras caminamos juntos.
Emilia no se detiene a mirar los carruajes, sino que va directamente hacia el quiosco. Yo me siento en el césped, observándola mientras mantengo la calma.
—¡Y pum! —siento un coletazo en la parte trasera de mi cabeza. Sorprendido, me levanto y miro hacia atrás, donde veo a Puck flotando y riendo. Aparentemente, se había posicionado detrás de mí en algún momento para darme ese golpe.
—Todavía tienes que entrenar más tu sensibilidad. Salí mientras hablabas con Lia —me dice Puck, divertido.
Derrotado, no puedo hacer más que encogerme de hombros. La sensibilidad del maná es una habilidad innata que solo se desarrolla a través del entrenamiento o como talento de nacimiento. A medida que la entrenas, puedes hacer cosas como reconocer fuentes de maldición y otros aspectos relacionados. Además, tengo la teoría de que, si la practicas lo suficiente, podrías incluso ver el miasma. Así que he estado dedicándole tiempo desde que Beatrice me habló de su existencia.
—Sí, sí, lo haré cuando todo esto termine —respondo mientras me vuelvo a sentar en el césped.
Puck se posa frente a mí, mostrando su habitual curiosidad.
—Ahora que lo pienso, siempre dices eso... ¿Qué estás esperando? —me pregunta.
Ugh, no debería haberme explayado tanto. Puck puede percibir los cambios en mis latidos, y no tengo control sobre ello. Necesito idear algo rápidamente.
—Cuando finalicen las fases, podremos descansar —imagino cada etapa, desde la construcción hasta la batalla contra el culto; debo aprovechar eso a mí favor.
—Ehh, ¿es realmente tan importante? —pregunta Puck acercándose más a mí, con una mirada que parece cuestionar mis palabras. Sin embargo, mantengo mi postura. Pasados unos segundos, Puck sonríe de nuevo.
—Bueno, supongo que no me importa —dice Puck antes de soltar una carcajada—. Cuando vi a Emilia en ese estado, pensé que le sería difícil superarlo, pero ahora veo lo mucho que ha crecido.
—Ha cambiado bastante, al menos ya no habla como una persona de hace muchos años —comento. El vocabulario de Emilia era limitado y anticuado, por lo que trabajamos arduamente para cambiar eso. Sin embargo, ahora ha experimentado una gran transformación; esta nueva Emilia parece ser una persona completamente diferente.
—Aunque sigue siendo ella misma, sin duda se ha vuelto más fuerte —añado.
Puck mira hacia Emilia, su expresión se torna compleja. Sostiene su mirada como si estuviera recordando algo importante.
—Marco —dice Puck con tono profundo pero tranquilo—, si tuvieras la posibilidad de olvidar un suceso traumático, ¿lo harías?
La pregunta tiene una profundidad inesperada. En el fondo de mi corazón, desearía poder borrar un evento traumático. Sin embargo...
—No, mi vida me pertenece. Soy el resultado de todas las experiencias que he tenido, sean buenas o malas, desgarradoras o románticas —miro a Puck fijamente—. Incluso si se me ofreciera esa opción, elegiría recordar.
Puck suspira y encoge los hombros.
—¿Cierto? Así debería ser.
Intento preguntarle a Puck el motivo de su pregunta, pero justo en ese momento, Emilia termina de hablar con los espíritus, interrumpiendo nuestra conversación. Ella nos ve y se acerca hacia nosotros. Puck, sin mirarme, me dice:
—Si en algún momento ocurriera algo, te ruego que protejas a Lia —Puck sonríe, preparándose para jugar con Emilia.
—Lo haré, te lo prometo, Maestro —respondo con determinación, devolviéndole la sonrisa.
Puck asiente, sin su tono juguetón, simplemente asiente y se dirige hacia Emilia. Entonces, Emilia y yo compartimos un rato de conversación, intercambiando anécdotas divertidas que ocurrieron en la herrería. Desde situaciones cómicas hasta el día en que Emilia ingeniosamente improvisó una rueda de hielo para un carruaje varado, debido a la falta de repuestos.
Antes de que la noche se apodere del ambiente, decidimos revelarle a Puck la sorpresa que tenemos preparada.
—¡Mira! —exclamo emocionado, mostrando la pantalla de mi celular, en la cual se encuentra una fotografía de la constelación a la que Emilia le dio nombre.
Puck se acerca, su curiosidad despierta ante la imagen.
—Esa es... ¡la constelación Puck! —exclama Emilia con una sonrisa radiante.
Aprovecho para explicarle a Puck las costumbres y peculiaridades de mi mundo, incluyendo el hecho de que esta foto es una expresión de cariño. Puck se acerca a Emilia, ella lo sujeta de los brazos y, por encima de su cabeza, Puck estalla en risas.
Es un momento hermoso y decido capturarlo en una fotografía, un instante que quedará grabado en el tiempo.
Mientras miro la imagen en mi celular, mi sonrisa se desvanece al percatarme de que mi batería tiene un sesenta por ciento de carga. Ese porcentaje me recuerda que debo esforzarme al máximo para administrarla correctamente. He tomado todas las precauciones humanamente posibles, como extraer la batería para evitar el sobrecalentamiento o el enfriamiento excesivo. Pero sé que no es una fuente inagotable de energía.
Cuando se agote, hasta que encuentre una forma de generar energía como la conocemos en mi mundo, perderé todos los archivos almacenados en mi celular, incluida esta valiosa fotografía.
Sin embargo, al levantar la cabeza, noto que tanto Emilia como Puck me están observando mientras sigo absorto en mi dispositivo. Decido cambiar mi expresión y les muestro una sonrisa nuevamente.
—Tomé una foto maravillosa —anuncio con entusiasmo, girando el celular para que puedan apreciar la imagen.
En ese instante, Puck se sorprende y rápidamente cubre los ojos de Emilia. Su semblante adquiere seriedad y preocupación.
—¡Marco! —exclama Puck, acercándose rápidamente para ocultar el contenido de la pantalla—. Emilia no puede verse en espejos ni reflejos.
Emilia comienza a reír, sin inmutarse por la reacción de Puck. Él parece no comprender su risa, pero intervengo para aclarar el asunto.
—Este dispositivo no muestra un reflejo, puedes considerarlo como un dibujo ultra realista. Captura un instante en el tiempo, creo que ya te había explicado antes.
Puck suspira, admitiendo la derrota, y se posa en la cabeza de Emilia mientras cruza los brazos.
—Me has sorprendido —admite Puck, esbozando una sonrisa llena de complicidad.
—Lo siento, Puck, era una sorpresa para ti —dice Emilia, acariciando la cabeza de Puck.
Puck observa la foto durante unos segundos sin decir nada, simplemente se contempla a sí mismo junto a Emilia. A mi parecer, es una hermosa imagen que muestra el fuerte vínculo entre los dos.
Luego, Puck cierra los ojos con fuerza y, en un abrir y cerrar de ojos, coloca su pata en mi frente.
—Gracias, Marco —dice Puck, antes de que Emilia lo interrumpa.
—¿Solo a Marco? —protesta Emilia, haciendo un puchero.
Puck se ríe y se lanza hacia el rostro de Emilia, provocando que ella lo acaricie con cariño
—Ya no es tan difícil, aunque odio mi apariencia, sin duda puedo soportarlo —comenta Emilia, mirando la foto con una mezcla de emociones.
—Con lo hermosa que eres —acomodo su cabello con delicadeza—, es un desperdicio que no lo veas tú misma. Eres hermosa Emilia, ese es tu único pecado.
Emilia se sonroja, sus orejas adquieren un tono escarlata encantador. Desvía la mirada, tratando de ocultar su rostro de ambos.
Puck y yo nos miramos, guiñándonos el ojo al mismo tiempo para elogiar a Emilia.
—Tan tierna —decimos al unísono.
—¡Tontos! —exclama Emilia, girándose con energía.
Emilia intenta atraparnos, pero ambos escapamos de su alcance. Los tres comenzamos a reír juntos, hasta que llega el momento en que Puck debe irse. Se despide de nosotros, ya que su tiempo ha terminado, y decidimos seguir cada uno con nuestras tareas.
Antes de despedirnos, Emilia, con un tono alegre, dice:
—Así como yo confío en ti, espero que algún día puedas confiar en mí —Emilia sonríe mientras entrelaza sus manos, antes de correr hacia el interior de la mansión, sin darme la oportunidad de responder.
Me encuentro sorprendido por las palabras de Emilia y me quedo pensativo mientras las estrellas comienzan a hacer su aparición en el cielo. Decido dirigirme a mi oficina para revisar la carpeta con los posibles socios, y me llaman la atención los datos de un posible socio en Pardochia, una ciudad en Gusteko. Anoto su nombre, Hermod, en mi libreta personal.
Hermod, un nombre curioso que significa "guerra divina" en la mitología nórdica. Esta conexión intrigante despierta mi curiosidad y me impulsa a investigar más sobre él en el futuro.
Sin embargo, mi mente vuelve a preocuparse por la ausencia de Rem y el hecho de que no haya llegado el informe que esperaba. Espero durante horas en mi oficina, pero no hay señales de ella. Mis sospechas se confirman, y decido dirigirme hacia su habitación.
Cuando llego, Ram me espera con una expresión molesta, recordándome nuestras palabras anteriores. Sin rodeos, ella me dice con firmeza:
—En el quiosco, no lo arruines.
Ram me lanza una mirada molesta y chasquea los labios antes de entrar a su habitación. Con calma, me dirijo hacia el quiosco, preparándome para lo que pueda estar por venir, consciente de que ese lugar es importante para Rem.
Desde lejos, la veo mirar el cielo y extender la mano hacia él. Me acerco en silencio, y ella está tan absorta en sus pensamientos que no me nota. Escucho sus palabras mientras susurra para sí misma con una mezcla de tristeza y anhelo:
—¿Por qué? Si me esfuerzo tanto, quiero decirlo, quiero pedirte perdón, pero entonces...
Rem coloca su mano en el pecho y solloza ligeramente. Sin darle tiempo para reaccionar, doy un paso firme que la hace voltearse sorprendida. Cuando nuestros ojos se encuentran, pronuncio con sinceridad:
—El perdón no cambia las cosas.
La sorpresa abruma a Rem y cae de rodillas. Sus lágrimas se vuelven más intensas y, desesperadamente, trata de contenerlas, pero al final se rinde. Ha pasado un mes desde que tuvimos esa conversación y ahora es el momento de ponerle fin a esta situación.
—¿Por qué dices eso? —Rem, me mira entre lágrimas— Yo solo, solo he intentado ayudar.
Me agacho, saco mi pañuelo e intento secar sus lágrimas, pero ella me golpea la mano con fuerza, manifestando su frustración y tristeza.
—¡Si me odias tanto! ¿¡Por qué!? —Rem me fulmina con la mirada, sosteniendo una carta con fuerza sobre su pecho.
Sin vacilar, respondo de inmediato:
—Rem, lo estás entendiendo mal
—¿¡Por qué!? —exclama, interrumpiéndome—. Si me ibas a dejar tirada, a merced de la oscuridad.
Ella golpea mi pecho una y otra vez, expresando su dolor con delicadeza, hasta que finalmente reposa su cabeza en él.
—¿Por qué me dijiste esas palabras? —Rem sigue golpeándome suavemente, revelando su angustia.
Lamento no haber sido más responsable, no haber dejado las cosas claras en lugar de dudar tanto. Miro al cielo, abrumado por todo lo que tengo que hacer, por todas estas situaciones irreales y este caos descontrolado.
—Es mi culpa que esto sucediera, por eso, me disculpo contigo
Rem reacciona enojada y toma mis hombros con desesperación.
—¡Soy yo quien tiene que disculparse! Tú no, solo yo —contorsiona su rostro, mirándome con tristeza.
Para ella, que se ve a sí misma como un trapo utilizable, ya sea bordado o no, es triste. Aunque parecía feliz, esa no era una forma saludable de serlo. Dependiendo exclusivamente de los demás para encontrar la felicidad, tarde o temprano te lleva por el mal camino.
—Te perdono —la envuelvo en mis brazos con fuerza—. Me disculpo por no habértelo dicho antes, de verdad.
Rem se sorprende y trata de alejarse, pero aumento la fuerza de mi abrazo.
Ella se rinde y posa sus brazos en mi pecho, abrazándome suavemente de frente mientras solloza. Continúo hablando en un tono calmado.
—Te perdono, pero no te perdono para que olvides lo que hiciste. Te perdono para que yo sienta paz.
Ella asiente, aceptando mis palabras y dejando que la paz empiece a invadir nuestros corazones.
—Por eso, debes perdonarte a ti misma, Rem. Tú mereces la redención que tanto anhelas. Lo mencioné antes, pero ahora lo digo con mayor convicción: solo tú puedes otorgártela —incliné mi cabeza, uniendo mi frente con la suya en un gesto íntimo y cargado de emociones.
—Yo, yo... —Rem, quien ha soportado en silencio durante tanto tiempo, una vez más parece buscar escapar de sus tormentos internos.
—No debes depender de los demás para encontrar la felicidad verdadera —dije, tomando con ternura sus hombros y forzando que nuestros ojos se encuentren—.
Rem, entre lágrimas y con voz quebrada, exclamó:
—¡No tengo más que eso!
Interrumpí sus palabras con una mirada intensa:
—Tu razón de ser y tu razón de perecer, ¿no es así?
La sorpresa se apoderó de Rem, sus ojos se abrieron como si hubiera descubierto un secreto oculto, y en ese preciso instante, algo en su interior pareció romperse.
—¿Cómo lo sabes? —Rem tembló, y en lugar de sorpresa, ahora me miraba con miedo y vulnerabilidad—.
—Tú...
—¡¿Cómo lo sabes?! —exclamó Rem, exigiendo respuestas— Siempre pareces tener el don de la omnisciencia, como si no pudiéramos ocultarte nuestros más profundos secretos.
Rem se liberó de mi suave agarre, se levantó y me miró con furia desbordante.
—¡Crees que puedes hacer lo que quieras! ¡Crees que es tan sencillo como eso! —Rem cubrió su rostro con las manos, ocultando el dolor que desbordaba de su ser—. Me has mostrado la luz y luego me has abandonado a merced de la oscuridad.
Me puse de pie, dejando atrás el quiosco, y mi mirada se elevó hacia el firmamento, evocando recuerdos llenos de nostalgia y cariño.
—Lo sé, porque en algún momento lejano me crucé con alguien similar a ti.
Rem pareció reaccionar, sus pasos lentos pero decididos se dirigieron hacia mí.
—Esa persona guardaba un parecido sorprendente contigo, Rem. Le complacía hacer felices a los demás, pero sufría en silencio, dependiendo emocionalmente de aquellos que la rodeaban, toda su vida se basó en complacer a los demás para complacerse a si misma —alcé mi mano hacia el cielo en busca de consuelo y sabiduría—. Cuando esa persona perdió algo de un valor incalculable, hizo algo que nadie creía posible.
Mi mano descendió, sin encontrar el consuelo esperado. Entonces, giré mi rostro hacia Rem, quien aún entre sollozos me miraba con una mezcla de asombro y esperanza.
—Tú me recuerdas a ella, por eso —mis dedos acariciaron su mejilla, trazando un suave sendero de comprensión en su piel. No puedo evitarlo, no quería aceptarlo. Sin embargo, tengo que seguir adelante.
»—Yo no puedo corresponder tus sentimientos —digo, mientras ella asiente—. Tienes que buscar lo que te hace ser tú, hasta que te des cuenta de que eres un individuo.
—Yo... —Las lágrimas de Rem recorren mi mano—. No es fácil, todos estos años he vivido odiándome a mí misma, he vivido fingiendo para que los demás sean felices, tratando de compensar el daño que he causado.
Muevo mi mano hacia su nuca, acercándola con cuidado a mi rostro. Agacho un poco la cabeza hasta posar mis labios en su frente. Rem se sonroja y, aunque entre lágrimas, parece sorprendida por mi acción.
—Por eso te pido que me perdones. Esta vez, no te dejaré sola. Quiero que encuentres lo que te hace ser tú misma, por eso, no debes amarme —La miro directamente a los ojos, siendo lo más serio posible—. Tú debes encontrarte a ti misma, y cuando lo hagas, verás que alguien como yo no vale la pena.
Con mi pañuelo, limpio sus lágrimas con extremo cuidado, procurando no lastimarla. Ella toma pequeñas bocanadas de aire, buscando calmarse.
—Siempre pareces sufrir tanto, incluso cuando sonríes —dice Rem, tomando mi mano.
Rem sonríe, y sus ojos son algo indescriptible. Ella me mira, como si intentara ver más allá, como si quisiera adentrarse en mi ser.
Ella coloca mi mano en su mejilla, sosteniéndola con firmeza.
—Eres capaz de decir estas cosas, de ser tan cálido, pero a la vez eres tan distante —Rem cierra los ojos, presionando más mi mano sobre ella—. Entiendo lo que quieres decir. Te prometo que trabajaré en mí misma, buscaré ser Rem, buscaré ser la Rem que yo misma pueda amar.
Una única lágrima, llena de sentimiento, recorre su rostro hasta topar con mi mano. Rem sonríe, pero no es una sonrisa para mí, es una sonrisa por sí misma.
Rem soltó mi mano y se alejó corriendo hacia la mansión, pero en su prisa, se volteó para mirarme una vez más.
—¡Gracias! ¡Gracias por venir a este mundo, Marco! —exclamó Rem con fervor—. Cuando pueda amarme a mí misma y sea radiante —Rem me sacó la lengua, sonriendo con determinación—, no vayas a enamorarte de mí.
Rem se adentró corriendo en la mansión, dejando un ambiente de silencio a su paso. Aunque trata de mostrarse fuerte, puedo ver a través de su fachada. Enfocó mi atención en ella, por eso fui tan firme con mi actitud.
Ahora, mientras miro hacia el cielo, elevo una plegaria para que ella encuentre un destino distinto al que ha vivido hasta ahora.
Camino hacia la mansión y, al entrar en mi habitación, me dirijo hacia la biblioteca perdida. Beatrice está allí, mirándome con disgusto.
—¡Te tardaste supongo! —me reprocha Beatrice, molesta.
—Soy un hombre muy solicitado, mis disculpas —le sonrío en tono de broma.
Ella hace un puchero y aparta la mirada. Desde su posición en la cama, mantiene su actitud altanera. Me acerco lentamente hacia ella.
Estoy exhausto, apenas puedo mantener los ojos abiertos. Siento que he liberado algo dentro de mí. Cuando estoy cerca, rodeo su cuerpo con mis brazos, atrayéndola hacia mí y presionándola contra mi pecho. Ella no me rechaza, en cambio, sostiene mis brazos con calidez.
Sin energías, me desplomo en la cama.
—Jeje, quien diría que serías tan considerada —con una voz suave y cansada, intento mantenerme firme—, todavía hay cosas por hacer, si puedes usar tu magia.
Beatrice no hace nada, simplemente se queda allí sosteniéndome con fuerza. Puedo sentir su calidez y, a medida que comienza a utilizar su magia en mí, en lugar de sentir más energía, experimento una calma adormecedora. Beatrice, con un tono cálido y lleno de ternura, dice:
—Eres un tonto, de hecho.
Esas son las últimas palabras que escucho antes de caer dormido. Después de un mes infernal, finalmente siento que podré conciliar el sueño y descansar en paz.
Capítulo 3.
Una nueva oportunidad.
Abro los ojos lentamente, envuelto en una sensación rejuvenecedora. La biblioteca está envuelta en penumbra, brindándome un lugar tranquilo para descansar. Solo una suave luz ilumina el espacio. Anoche, Beatrice me obligó a dormir en contra de mi voluntad. Aunque estoy un poco molesto, entiendo que lo hizo con buenas intenciones. Siento mi cuerpo en calma, como si por primera vez desde que llegué aquí, hubiera logrado conciliar el sueño de manera placentera. No tuve pesadillas, de hecho, no recuerdo haber soñado nada. Es sorprendente cómo una buena noche de sueño puede hacerme sentir tan bien.
Observo a mi alrededor y dirijo mi mirada hacia el peso que siento en mi pecho. Es un peso ligero, casi como un libro. Cuando me doy cuenta, mis brazos la están abrazando. Beatrice está descansando sobre mi pecho, mientras inconscientemente usa su magia de sanación en mí. Me siento un poco avergonzado de no haberla soltado durante todo este tiempo, pero al mismo tiempo, me alegra que ella no lo haya rechazado.
Saco mi reloj de bolsillo para comprobar que apenas es la primera hora de la mañana. No he dormido mucho tiempo, unas ocho horas, supongo que está bien mientras mi cuerpo se sienta descansado.
Con cuidado, agito ligeramente la espalda de Beatrice para despertarla. Ella ha estado usando su magia en mí todo este tiempo, debe ser agotador para ella. Me pregunto si, como un espíritu, ella puede soñar. La agito nuevamente y susurro:
—Princesa Beatrice, ya es de día. Debemos construir la máquina a vapor.
En el momento en que menciono la máquina a vapor, su mano reacciona con un pequeño tic. Ella se apoya en mi pecho para incorporarse ligeramente y me mira, pero sin mostrar dureza.
—Eres un tonto, supongo —responde Beatrice antes de dejarse caer nuevamente, abrazándome con delicadeza—. Estabas tan cansado que ni siquiera te diste cuenta de que dormiste un día entero.
¿Un día entero? Ni siquiera lo noté, todo este tiempo ella ha estado a mi lado. Sorprendido, no puedo hacer más que decir:
—Gracias, Beatrice —la abrazo nuevamente mientras me siento en la cama—. Necesitaba este descanso, estoy feliz de que me hayas permitido estar contigo.
Beatrice asiente, probablemente avergonzada. No puedo ver claramente debido a la oscuridad, pero ella parece estar en calma.
—No vuelvas a preocupar a Betty, o no te lo perdonará de hecho —dice Beatrice, sin soltarme del abrazo.
Me doy cuenta de lo mucho que la preocupé. Durante todo este tiempo, me enfoqué en fortalecer nuestra relación sin depender demasiado de ella, tratándola casi como una hermana menor. Algún día la sacaré de aquí, pero no la haré luchar, no me atrevo.
—No puedo prometerlo, pero lo intentaré.
En ese momento, la luz de la biblioteca vuelve a brillar intensamente, haciendo que mis ojos duelan al recibir los rayos de luz. Intento mover mis brazos, pero Beatrice los sujeta, impidiéndome hacerlo. Solo puedo cerrar los ojos y esperar a que mis ojos se acostumbren. Cuando finalmente me acostumbro a la luz, Beatrice se levanta y me mira con una mirada maliciosa.
—Esa es mi venganza por preocuparme. Si vuelves a hacerlo, seré más severa —dice Beatrice, guiñándome el ojo.
—Qué malvada… —respondo, en tono de broma.
Me levanto y salgo de la biblioteca, acordando encontrarnos una vez esté listo. Al salir, me doy cuenta de que estoy en el baño. Beatrice sabía lo que iba a hacer y me dejó solo. Después de arreglarme, salgo de mi habitación, que ha sido trasladada al tercer piso. Cuando me giro, veo a Emilia acercándose hacia mí. Nuestros ojos se encuentran y ella me regala una hermosa sonrisa que ilumina el día.
Ella corre hacia mí y me abraza con fuerza, pero no de tristeza. Puedo sentir su felicidad. Su impulso me hace girar con ella en el aire durante unos segundos antes de que ella se ponga de pie.
—Eres un tonto, Marco —dice Emilia.
—Ahora todos quieren llamarme tonto —sonrío al recibir las mismas palabras que me han dicho antes.
Ella se separa de mí, pone sus brazos detrás de su espalda y se inclina ligeramente.
—Me alegra ver que dormiste bien —dice Emilia con una sonrisa. Junto con los rayos del sol recién amanecido, su sonrisa se vuelve lo más radiante de esta mañana.
—Sí, dormí bien.
Después de desayunar, ambos seguimos caminos separados. Me dirijo al patio junto a Beatrice. Allí nos esperan tres carretas cargadas con los materiales necesarios para construir la máquina a vapor, incluyendo los cristales lamicta y todos los componentes mecánicos.
«No he visto a Rem en toda la mañana, supongo que ha decidido renunciar», pienso para mí mismo, respetando su elección.
—Beatrice, esto es demasiado pesado, así que te encargo que reduzcas el peso de los objetos —le digo mientras comenzamos a preparar todo.
La magia de Beatrice, lamentablemente, no tiene un efecto permanente. Si así fuera, podríamos aumentar aún más la eficiencia, reduciendo tamaños y acelerando el proceso. Justo cuando Beatrice está a punto de levantar los objetos, escucho un grito.
—¡Esperen! —se escucha a lo lejos, lo que nos hace voltear.
Cuando miro en esa dirección, veo a Rem corriendo hacia nosotros, luciendo su traje de sirvienta. En pocos segundos, se encuentra frente a nosotros con una sonrisa ligera
Esta vez, su expresión no parece falsa; sus ojos transmiten determinación y su alegría nos contagia
—Te busqué en tu habitación, pero como te adelantaste, vine corriendo —dice Rem, tomando mis manos—. Me alegra ver que hayas dormido bien. Ahora estoy lista para trabajar.
Rem sonríe, y su sonrisa no solo me mira a mí, sino que parece iluminar todo a su alrededor. Luego, dirige su mirada hacia su traje, ajustando cuidadosamente la falda
—No me lo había puesto en mucho tiempo.
—Pensé que no lo usarías de nuevo —comento, aceptando que siempre le queda bien ese traje.
Ella hace un ligero puchero, posando con coquetería.
—No voy a ensuciar mis preciosas prendas con grasa y tierra. Además, ¿se me ve mal? —pregunta Rem, inclinándose ligeramente y mirándome a los ojos.
No puedo evitar sentirme cautivado por su transformación. Es impresionante cómo una persona puede cambiar. Espero sinceramente que no sea solo una fachada y que siga progresando poco a poco. Coloco mi mano con cuidado sobre su cabeza y la acaricio suavemente.
—Te ves hermosa. De todas formas, cualquier cosa que te pongas te queda bien —sonrío, orgulloso por su evolución.
—Lo sé —responde ella acercándose a mí mientras inclina ligeramente su cuerpo—. Me dijiste que te lo dijera para aceptarlo, así que espero que no te moleste si soy un poco arrogante —muestra una mirada traviesa, buscando avergonzarme.
—Hay belleza en la arrogancia, siempre y cuando la equilibres con respeto. Está bien serlo —respondo. —Ser arrogante no es malo si sabes cómo manejarlo. Simplemente implica que, sin importar lo que piensen los demás, tú confías en tus propias cualidades. No importa si alguien es mejor que tú, tú aceptas que eres valiosa y que también tienes talento.
Justo en ese momento, Beatrice interrumpe molesta.
—Basta de tanta charla innecesaria. Tenemos trabajo por hacer y no podemos perder más tiempo. No quiero quedarme aquí toda la mañana esperando a que ustedes dos se halaguen mutuamente —dice Beatrice, cruzando los brazos con impaciencia.
Rem y yo nos miramos brevemente, conteniendo una risa. Beatrice siempre ha sido pragmática y directa, sin embargo, en el fondo sé que también aprecia estos momentos de camaradería.
—Tienes razón, Beatrice. Vamos a ponernos manos a la obra —respondo, liberando las manos de Rem y dirigiéndome hacia las carrosas cargadas de materiales—. Rem, te encargarás de la organización y distribución de los componentes. Asegúrate de que todo esté en orden y listo para su uso.
Rem asiente con determinación y se pone manos a la obra. Observo cómo toma el control, moviéndose con agilidad y eficiencia. Es evidente que está disfrutando de esta oportunidad de trabajar en algo distinto y se esfuerza por demostrar su valía.
Por mi parte, junto a Beatrice, comienzo a levantar los objetos más pesados y colocarlos en su lugar correspondiente. Aunque la magia de Beatrice no sea permanente, sigue siendo de gran ayuda para aligerar la carga y facilitar el proceso.
Mientras trabajamos en silencio, me invade una sensación de satisfacción. Ver a Rem tan entusiasta y segura de sí misma, y contar con la compañía y apoyo de Beatrice, me da la confianza para enfrentar los desafíos que nos esperan. Juntos, estamos construyendo algo extraordinario, algo que cambiará el curso de nuestras vidas y, tal vez, incluso del mundo.
El sol brilla sobre nosotros, iluminando el patio y dándonos energía. A medida que avanzamos en la construcción de la máquina a vapor, puedo sentir cómo nuestras esperanzas y sueños se entrelazan con cada pieza ensamblada. Estamos creando nuestro propio destino, superando obstáculos y forjando un futuro lleno de posibilidades.
No importa cuán arduo sea el camino, no importa cuántas veces nos veamos frustrados o cansados, seguimos adelante, impulsados por el deseo de alcanzar nuestras metas y dejar nuestra marca en el mundo.
Y así, entre el sonido de herramientas, el olor a metal y la determinación en nuestros corazones, continuamos construyendo nuestro sueño, paso a paso, juntos.
Día tras día, mi rutina de construir, dar clases y tomar notas en mi celular parecía no tener fin. Para construir la máquina, tuvimos que realizar numerosas pruebas, ya que los componentes mecánicos que reemplazamos podían interferir con los elementos mágicos. Para generar vapor, decidimos utilizar un lamicta de agua y otro de fuego para calentarlo.
Decidimos descartar la opción de utilizar viento, ya que no podemos controlar adecuadamente su intensidad y temperatura. Para llevar a cabo esta tarea, necesitaríamos construir un dispositivo específico, algo en lo que Beatrice y yo comenzamos a trabajar utilizando los libros de la biblioteca.
Echidna, al parecer, había construido numerosos dispositivos de este tipo. Sus notas detallaban los procesos de construcción, lo que nos proporcionó ideas más claras sobre cómo proceder.
Con respecto al exceso de maná de Puck, desarrollamos un hechizo destructivo que planeo utilizar contra el culto. Recuerdo los detalles de este hechizo con facilidad.
Continuaré trabajando arduamente en cada una de estas tareas, con la esperanza de que todo nuestro esfuerzo y planificación nos lleve al éxito en nuestra misión.
Mientras la máquina a vapor estaba en construcción, Puck y Emilia se concentraron en crear un nuevo arma. Con mi guía y la capacidad de Beatrice para absorber magia con sus maldiciones, pudimos hacer modificaciones al hechizo, volviéndolo más complejo y poderoso.
Puck generaba decenas de copias de sí mismo, mientras yo reía, casi como el villano de una película.
—¡JAJAJA! ¡Continúa! ¡Destruiremos el mundo!
Puck, con una sonrisa, se unía a mi juego, lo que causaba preocupación en Emilia.
—¡Congelaré todo!
Emilia intentaba detenernos, pero al no ser capaz de hacerlo, suspiraba y se rendía. Al final, Puck había creado ciento setenta y dos de esas armas, lo que nos proporcionaba una ventaja realmente significativa. Esto me tranquilizaba, ya que contar con un gran poder de fuego era algo que necesitábamos.
Con nuestras preparaciones en marcha y el equipo listo, estábamos más cerca de enfrentarnos al culto y poner fin a sus planes malignos. Ahora, debíamos actuar con cautela y determinación para asegurarnos de que nuestros esfuerzos dieran frutos.
Durante tres semanas, trabajamos incansablemente para construir la máquina a vapor. Aumentamos la presión y mejoramos su eficiencia en comparación con las máquinas convencionales. Utilizamos cristales de piroxeno para crear una especie de almacenamiento de maná, permitiendo que la máquina funcione activamente sin depender de un usuario, como una especie de batería mágica.
Finalmente, llegamos a la etapa final de construcción, donde realizaríamos las pruebas. Admirando el resultado, no puedo evitar contener las lágrimas de emoción.
—Es... hermoso —digo, mientras tomo la mano de Beatrice.
Ella asiente y comparte mi orgullo por nuestra creación. Es el fruto de nuestro arduo trabajo y lo que nos ha unido aún más. Con alegría, observamos juntos la primera máquina a vapor mágica que hemos construido.
Rem, sin embargo, parece un poco incómoda al presenciar nuestra reacción.
—Es asombroso ver lo coordinados que están en esto —comenta Rem, sonriendo ligeramente incómoda.
Rem nos ha ayudado en la construcción, aunque tal vez no comprenda completamente su funcionamiento, sé que también desea ver el resultado de su arduo trabajo.
—Rem, te otorgamos el honor de poner en marcha la máquina, solo necesitas inyectar un poco de maná —digo, con seriedad.
Ella asiente y se coloca en el punto de control, donde se encuentra el cristal de piroxeno. Rem infunde un poco de maná, lo que provoca que un cristal lamicta se ilumine, iniciando el proceso de calentamiento del agua.
Beatrice y yo apretamos nuestras manos con fuerza, llenos de expectativa ante el funcionamiento de nuestra creación.
Con sonidos metálicos, los engranajes comienzan a moverse, accionándose gradualmente en una reacción en cadena. El mecanismo principal es una manivela biela corredera, con una amplia gama de utilidades. La manivela se desplaza, activando un pistón en su extremo. Este se mueve en un único cuadrante, realizando un movimiento vertical hacia abajo. Su velocidad aumenta constantemente y podría utilizarse perfectamente para triturar piedras en la construcción.
Rem, impresionada por lo que presencia, no puede evitar quedarse boquiabierta.
—¡Rem! —exclamo emocionado— ¡Ve a buscar a Roswall y Ram! ¡Si ves a Emilia, dile que se una también!
Por la noche, celebraremos el éxito de la fase dos, tanto en el pueblo como en la mansión. Dado que es casi mediodía, todos deberían estar en la mansión en este momento.
—¡Sí! —responde Rem, corriendo hacia la mansión.
Tomando a Beatrice en mis brazos, la cargo en el acto. Su sorpresa inicial se transforma en una expresión avergonzada mientras me pide que la baje.
A pesar de los intentos de Beatrice por liberarse de mis brazos, la sostengo firmemente mientras la miro a los ojos. Río, porque finalmente puedo vislumbrar un verdadero progreso. Esta máquina será la base de todo lo que construiremos en el futuro, será mi fortaleza, y todo se lo debo a esta pequeña niña que tengo entre mis brazos.
—¡Bájame! —insiste Beatrice, agitando sus brazos y sintiéndose avergonzada por la situación.
De repente, la suelto, lo que la sorprende al ver que cae al suelo. Sin embargo, antes de que toque el suelo, la rodeo con mis brazos y la sostengo contra mí, expresando mi gratitud por todo lo que ha hecho por mí.
—Gracias, Beatrice, gracias por estar aquí —le digo sinceramente.
Beatrice, con un tono igualmente alegre, responde.
—¡Dices cosas repentinas, supongo! —acepta mi abrazo y me rodea con los suyos—: Tú también... Betty te lo agradece, de hecho
No digo nada, solo asiento con la cabeza y continúo abrazándola, feliz de poder compartir estos momentos de felicidad juntos. Lograr esto, lograr que el pueblo avance y que todo se forme.
Luego, bajo a Beatrice y me arrodillo frente a ella, colocándome a su altura. La miro mientras ella baja la cabeza avergonzada. Para mí, Beatrice es como un espíritu mal creado. Si consideramos a los espíritus como algo similar a inteligencias artificiales o simplemente programas capaces de simular una personalidad, deberían ser lo más cercanos posible a eso.
Los espíritus no cambian su personalidad de un momento a otro, y sus emociones son diferentes a las nuestras debido a su longevidad. Puedo ver a Puck, que siempre mantiene su fachada de buena onda sin importar qué. Lo único capaz de cambiar eso es Emilia, pero puedo sentir que Puck nos ve a todos como simples hormigas. No le importamos, y eso no cambiará por mucho que interactuemos con él. Mientras no esté relacionado con Emilia, a Puck no le importa. Si yo muriera, lo único que le afectaría sería la reacción de Emilia.
Pero en cambio...
Sobándole la mejilla con delicadeza, levanto su rostro para poder verla mejor. Esta niña, que oculta su personalidad debido a su trauma de abandono. Ella solo desea ser feliz siendo ella misma. Es capaz de sufrir por los demás y de formar vínculos emocionales que van más allá de su programación inicial.
Es un error que resultó en algo hermoso, supongo.
—Solo deseo que seas feliz —le digo, mientras ella me mira con sorpresa en los ojos.
Mientras Beatrice y yo nos encontramos en nuestro momento íntimo, y sus labios temblorosos buscan palabras no dichas, somos interrumpidos por la voz entusiasta de Roswall.
—¡Vaaaya! Se llevan muy bieeen —exclama Roswall, aplaudiendo con alegría.
Suspiro, mirando a Roswall con cierta molestia por haber interrumpido nuestro momento. Emilia, que está un poco más atrás, nos observa con sorpresa.
—¡Sí que se llevan bien los dos! —dice Emilia, sonriéndole tanto a Beatrice como a mí.
—Hmpf, es alguien un poquito interesante, nada más supongo —comenta Beatrice, girando su cabeza para ocultar su rostro.
—¿Solo un poquito? —pregunto, buscando provocarla.
Beatrice no responde con palabras, en cambio, me lanza una ráfaga de viento, a lo cual respondo con una ráfaga opuesta, tal como ella me enseñó.
En ese momento, Ram interviene diciendo con un tono severo:
—¿Y para qué nos trajiste aquí?
Mi relación con Ram se ha fracturado. No nos llevamos mal, pero ninguno de los dos desea hablar del tema. No la culpo, pero tampoco acepto lo que hizo. Aunque si se presenta la oportunidad, quizás intente hablar con ella.
—La razón por la que hemos trabajado tanto tiempo —señalo hacia la imponente máquina que funciona con potencia.
Las miradas de todos se dirigen hacia la ruidosa máquina a vapor, que continúa moviéndose sin cesar. Roswall la observa pensativo, lo que me pone nervioso.
«Si no es algo que deba ser creado ahora, si me he excedido», pienso, dudando de lo que Roswall tiene en mente.
—Esta máquina sirve para realizar todo tipo de tareas, desde romper cosas hasta llevar a cabo operaciones más complejas. La máquina se adapta a diferentes propósitos —sonrío con determinación—. Incluso podríamos utilizarla para mover carruajes sin necesidad de recurrir a los dragones. No se cansan y pueden alcanzar altas velocidades.
Emilia observa la máquina con alegría y sorpresa. Ella tiene un conocimiento básico de su funcionamiento, pero siempre ha deseado verla en acción. Puck sale del cuerpo de Emilia y se acerca a Beatrice, quien lo recibe con los brazos abiertos.
—Podemos utilizar estas máquinas para traer carros mineros. Pueden realizar el trabajo de más de cuarenta hombres sin descanso, por lo que serán de gran ayuda —miro a Roswall, intentando resaltar todos los beneficios—. Te lo dije antes, pero lo repito: esta máquina es el comienzo de una nueva era en la que podemos hacer las cosas de manera más eficiente, con mejor calidad y mayor rapidez.
Roswall sonríe, satisfecho con mi respuesta.
La emoción y el entusiasmo se apoderan del ambiente mientras Roswall y yo discutimos las posibilidades de modificar y utilizar la máquina para diferentes propósitos. Reconozco la visión empresarial de Roswall al comprender por qué quiero vender la versión simplificada.
—Esta máquina tiene muchas ventajas. Si vendemos la versión simplificada, podremos ofrecer una versión mejorada posteriormente a un precio más alto —admiro la belleza de la máquina en movimiento—. La modificaré para que pueda desempeñar diferentes roles, pero mantendremos el monopolio en la producción de minado y bombeo —sonrío hacia Roswall, mostrándole mi ambición.
—Estamos en el camino correcto. Vamos con tooodo, entonces, Ma~arco —responde Roswall con una sonrisa, mostrándose satisfecho.
Con las palabras de Roswall, comienza la fase final del plan de reinserción en el pueblo. Las casas están listas y la primera fase del proyecto se ha completado. Ahora, con las casas preparadas, todos pueden empezar a mudarse.
Oscar, el jefe de los obreros, ha dado su aprobación para la reinserción, indicando que el hormigón ha respondido excelentemente a la magia de tierra, solidificándose y adaptándose a las preferencias de la zona. Su resistencia ha sido aumentada y la construcción ha sido mucho más rápida de lo esperado. Sin su amplia experiencia, esto no habría sido posible.
Hemos asignado las viviendas a cada familia, ya que todas son iguales. Son construcciones sencillas de dos pisos, como las típicas casas adosadas, con patio y pequeña terraza. Es algo completamente diferente a lo que están acostumbrados, pero son diseños frescos y eficientes. La distribución de las habitaciones les permite utilizarlas según sus necesidades, además de contar con una cocina separada y un garaje para guardar o utilizar como deseen.
La elección de baldosas se consideró compleja y costosa, ya que la madera tenía muchas desventajas. Por lo tanto, optamos por suelos hidráulicos como alternativa. Estos se fabrican a partir de arena y cemento, pero sin necesidad de utilizar hornos.
Se prepara un molde del tamaño de la baldosa y se coloca el dibujo a formar con formas metálicas. Luego, se rellenan los huecos con colores y se retira la forma. Después, se aplica una capa de arena para evitar que los colores se muevan y finalmente se agrega una capa de arena con cemento o un producto similar. El molde se coloca en una prensa y, al salir, la baldosa está lista.
En este mundo, sorprendentemente, es más económico utilizar este método, por lo que resultó ser una excelente alternativa.
Hacer un sistema de tubería para el agua es innecesario, la magia funciona demasiado bien, no hay buenas fuentes de agua en este lugar. Hay un rio pero su caudal no es muy grande, por lo que usarlo dañaría la producción de cultivos y dañaría también la estética de todo el lugar.
A medida que avanzamos en la implementación del plan de reconstrucción, me doy cuenta de que, si tenemos los recursos financieros adecuados, podemos hacer posible este tipo de mejoras de manera eficiente. El uso de suelos hidráulicos en las viviendas demuestra ser una inversión duradera, ya que los cristales no se desgastan con el tiempo. Esto nos permite brindar ayuda de manera rápida y efectiva a las personas afectadas.
Mi objetivo es equipar todas las viviendas con estas mejoras. Aquellas que no cuenten con ellas serán más económicas, pero me aseguraré de que tengan acceso a servicios de agua adecuados. Además, me aseguro de que todas las viviendas estén completamente amuebladas, lo que les da un aspecto lujoso. A pesar de esto, el costo de estas viviendas es solo ligeramente superior al de una casa convencional. Aunque quizás no tengan la misma privacidad o cantidad de espacio que antes, están diseñadas para resistir diferentes condiciones climáticas.
Con el diseño de las carreteras y la disposición de las casas, el área comienza a parecer un nuevo barrio, organizado y cohesionado. Las carreteras son rectas y espaciosas, y se construyen aceras para que las personas puedan caminar cómodamente. Todo esto está pensado no solo para el presente, sino también para el futuro. Necesito considerar cómo será, no cómo es en este momento.
A medida que las personas se mudan a sus nuevos hogares, noto que están sorprendidas por la estética y las mejoras. Es posible que en el futuro se desarrollen casas con diseños más diversos, pero por ahora, esta novedad es algo inédito. Mientras camino junto a Rem, supervisando que todo se lleve a cabo de la mejor manera, veo a las personas sonreír felizmente ante esta nueva oportunidad. Algunos de ellos son los propios obreros que construyeron sus casas, mientras que otros son granjeros que finalmente tienen un hogar estable.
Además, los trabajadores de la herrería, carpintería y los líderes de los obreros también tienen sus hogares amueblados. Esto les permite traer a sus familias, y ninguno ha rechazado la oportunidad. Todos viajaron con alegría para reunir a sus seres queridos desde la capital y otros lugares. Todo está saliendo según lo planeado.
Lo más sorprendente es que las personas que aún conservaban sus viviendas nos ofrecieron vender sus terrenos con el objetivo de obtener una vivienda en el nuevo barrio. Este ha sido mi plan desde el principio: trasladar a esas personas a la mansión mientras demolimos y reconstruimos el área. Esta medida también nos permite sectorizar el espacio y crear zonas comerciales e industriales, donde las personas podrán trabajar.
Pero todo eso carece de importancia, ya que en frente mío está lo más importante. Una construcción que requirió de cristales lamicta de tierra para sostenerse, además de hacerlo un resguardo en casos de emergía.
—Una escuela, eh —dice Rem, mirando la magnificencia de la construcción.
Construimos una gran escuela en la zona, lo suficientemente grande como para albergar a todos los estudiantes. Contratamos a personas capacitadas para enseñar a leer y escribir, y personalmente impartiré clases de aritmética y otras asignaturas. Frederica expresó su deseo de encargarse de algunas clases de etiqueta e historia, así que acepté con gusto y la nombré directora del lugar. Confío plenamente en sus habilidades docentes debido a su experiencia previa.
Todo esto fue posible gracias a Roswall, quien ha estado financiando generosamente el proyecto. Sin embargo, nuestros recursos económicos están comenzando a agotarse, ya que aún no hemos vendido los lotes de cristales lamicta. Afortunadamente, pronto podremos aumentar la producción y tener acceso a más materias primas, lo que reducirá nuestra dependencia de las compras externas de materiales.
—Una escuela eh —dice Rem, sonriendo.
— Sí, si alguien quiere trabajar en la industria, será necesario que al menos sepa leer y escribir —comento .
Además, estoy seguro de que surgirán especializaciones académicas e investigativas. No quiero ser el único responsable de crear todo, sino que quiero brindarles a las personas de este lugar la oportunidad de avanzar por sí mismas.
Una vez que todas las personas se instalaron, la noche cayó y la iluminación en el pueblo fue proporcionada por los cristales de luz que producimos en nuestras minas, lo cual no fue un gasto significativo. Durante la noche, las farolas creadas por los herreros le dan al pueblo una estética mágica. Se puede apreciar claramente la diferencia entre lo que hemos construido y cómo era antes.
Las personas vendieron todas sus antiguas viviendas con la esperanza de unirse al cambio. Algunos fueron trasladados de inmediato a sus nuevas casas, dejando solo cinco viviendas vacías que se utilizarán para la venta a personas externas al pueblo. Nuestra idea es atraer a personas a que compren terrenos o casas ya construidas, de esta manera podremos expandirnos gradualmente.
Todos estaban reunidos, habíamos contratado música y cocineros para este día especial. Roswall no se opuso, ya que si estas personas votan por Emilia, eso nos dará una ventaja adicional. Emilia, Roswall y yo estábamos en el escenario.
Me coloco frente a ambos para oficializar la culminación de la fase dos y el inicio de la fase tres. Con la espalda recta y vistiendo un traje formal negro, observo cómo todos esperan con alegría lo que voy a decir. Aclaro mi garganta, saco determinación desde lo más profundo de mí y comienzo a hablar.
Mis disculpas por la confusión. A continuación, realizaré las correcciones y mejoras en el diálogo que me proporcionaste:
—Habitantes de Irlam, hoy es un día especial. Hemos sufrido pérdidas invaluables durante un cruel ataque —aprieto mis manos, rememorando el dolor de aquel momento—. Sin embargo, decidimos seguir adelante, no quedarnos rezagados y avanzamos. Gracias a ello, todos los habitantes tienen ahora una nueva oportunidad.
»—Tenemos la oportunidad de ser más grandes. Esto no se limita solo a la construcción de viviendas. Querido pueblo de Irlam, deseamos continuar creciendo, erigiendo nuevas fábricas, construcciones y anexando todos los pueblos aledaños —extiendo mi mano, mostrando mis ambiciones—. Hoy, en este grandioso día, me nombro como el nuevo alcalde del pueblo. Creceremos hasta convertirnos en rivales de la propia capital.
Una oleada de gritos estalla en el ambiente, manifestando la aceptación y el entusiasmo de los pobladores y trabajadores que tanto se han esforzado. Todos aclaman y vitorean hacia un futuro prometedor, anhelando seguir avanzando.
Emilia interrumpe entonces.
—Para lograrlo, necesitamos su ayuda. Con su apoyo, podemos crecer. Solo ustedes pueden decidir hasta dónde llegaremos —coloca su mano sobre su pecho—. Entonces, ¿qué dicen?
Dirijo mi mirada hacia el público, que continúa vitoreando y aplaudiendo hacia nosotros. Sin duda, es una sensación cálida. Todos desean seguir avanzando, olvidar las penas y crecer en grandeza.
—¡Permítanme mostrarles los nuevos cambios en el pueblo! —exclamo emocionado, señalando en dirección a la imponente escuela que destaca sobre el resto de las edificaciones, ubicada estratégicamente en el corazón del pueblo—. Ese lugar es una escuela, donde absolutamente todos tendrán la oportunidad de aprender a leer y escribir, y adquirir conocimientos a los que solo los nobles tienen acceso.
Las miradas de las personas se dirigen hacia la magnífica construcción de dos pisos, que se extiende a lo largo del espacio de varias casas convencionales. Con capacidad para albergar a doscientas personas, hemos logrado crear exitosamente la primera escuela.
—En este lugar, todos tienen oportunidades. Gracias al señor Roswall L. Mathers, hemos contratado personal altamente capacitado que los guiará. Sin conocimiento, no hay poder. Todos serán capaces de adquirir diferentes habilidades para nutrirse y cumplir sus más grandes deseos. En un futuro, surgirán nuevos empleos que requerirán de conocimientos. Por eso les pido a todos que dediquen parte de su tiempo al estudio.
—A aquellos que están trabajando se les brindará flexibilidad para que puedan estudiar. Además, contarán con diversos beneficios a medida que alcancen mayores niveles de conocimiento. Podrán trabajar como contadores en las nuevas fábricas, emprender sus propios negocios. Solo ustedes ponen sus límites —añade Emilia.
Las personas aclaman con mayor fuerza. Para ellos, esta es una oportunidad de oro. Es la apuesta más grande y depende exclusivamente de ellos. Por eso, necesito que sean inteligentes, que crezcan y formen sus propios negocios, que sean emprendedores y líderes en sus respectivos campos.
»—Además de la educación, también hemos construido nuevas fábricas y zonas comerciales para impulsar el crecimiento económico de nuestro pueblo. Estas fábricas generarán empleo y oportunidades para todos ustedes. Los invito a que se sumen a esta nueva etapa de prosperidad y formen parte de nuestro desarrollo industrial. Juntos, seremos capaces de superar cualquier obstáculo y convertirnos en una fuerza para tener en cuenta, incluso para la capital —proclamo con convicción.
La multitud continúa aplaudiendo y vitoreando, repleta de entusiasmo y esperanza. La visión de un futuro próspero ha calado en sus corazones y están dispuestos a luchar por ello. Las lágrimas de dolor y sufrimiento se han transformado en lágrimas de alegría y determinación.
Emilia, con su voz suave pero enérgica, agrega:
—No podemos olvidar nuestra esencia ni nuestra historia. A medida que avanzamos hacia un futuro brillante, debemos preservar nuestras tradiciones y nuestros valores. Cuidemos nuestra identidad, nuestras raíces, para que nunca perdamos nuestra esencia en este camino hacia el progreso.
El pueblo estalla en un clamor aún mayor, aplaudiendo y vitoreando con mayor fuerza. Están decididos a forjar un futuro mejor sin renunciar a su pasado.
—¡Hoy comienza una nueva era para Irlam! —exclamo con entusiasmo—. Juntos construiremos un pueblo próspero, un lugar donde todos puedan alcanzar sus sueños y donde la grandeza esté al alcance de cada uno de ustedes. ¡Avancemos juntos hacia un futuro brillante!
El estruendo de la multitud se extiende por todo el pueblo, envolviéndonos en un mar de esperanza y determinación. En ese momento, sé que estamos en el camino correcto y que Irlam se convertirá en un lugar donde los sueños se hacen realidad.
—Entonces, para todo esto necesitamos una fuerza capaz de defendernos. Es por eso por lo que decidimos formar nuestra propia fuerza. Confiaremos en nosotros mismos para defender lo que amamos.
Extiendo mi mano hacia Rem, quien me entrega el arma con cuidado.
—¡Nosotros no seremos simples caballeros! Somos defensores —proclamo con determinación, alzando el arma en alto. Conozco el arduo trabajo que los herreros han invertido en su creación.
El arma que sostengo en mis manos es la fuente de mi confianza, el inicio de un legado imparable. Con esto, no tengo por qué temer; puedo mejorar, aumentar su potencia y lograr una fuerza veloz y eficaz.
—¡Este es un rifle! Es el fruto de la labor conjunta entre los herreros y yo —anuncio con orgullo. El rifle Mosin-Nagant descansa en mi mano, un diseño de cerrojo que vio la luz a finales del siglo XIX y fue ampliamente utilizado en el ejército ruso y en otros países durante el siglo XX.
Adopto una posición firme mientras Rem coloca una armadura de metal convencional, similar a la que la mayoría de las personas utiliza. Solo los caballeros adinerados pueden permitirse aleaciones de acero, pero tengo la determinación de superarlos en el futuro cercano.
Con un movimiento fluido, abro el cerrojo del rifle alzando el mango y deslizándolo hacia atrás. Inserto un cartucho diseñado para contener un máximo de cinco balas antes de tener que cambiarlo.
El mayor desafío radica en que la pólvora negra es tremendamente ineficiente. Dado que no tengo acceso a pólvora sin humo en este momento, tuve que realizar modificaciones en el arma para asegurar el óptimo funcionamiento de las balas.
Las balas son del calibre 7,62x54mmR, lo cual me llevó a combinar la pólvora negra con pequeños compuestos de láminas de fuego. Normalmente, esto sería costoso, pero gracias a la cantidad minúscula requerida por unidad, no representa un problema.
Destruir el cristal en polvo disminuirá su potencia, pero no afectará al rifle. Mientras no dispongamos de pólvora sin humo, deberemos realizar un mantenimiento más frecuente del arma. No obstante, eso solo será temporal. Cuando tengamos más recursos, podremos invertir en la creación de armas superiores.
—¡Esto es solo una muestra de lo que los defensores serán capaces de hacer! —proclamo con vehemencia, apuntando hacia la armadura que ansía ser impactada. Tomo un leve suspiro y, con una determinación inquebrantable, jalo el gatillo del arma.
¡Bang!
Un estruendo ensordecedor hace eco en los oídos de todos los presentes, mientras del arma emerge un pequeño humo negro. Nadie comprende lo que acaba de suceder.
Varios se cubren los oídos, sorprendidos por el estruendo repentino. Nadie esperaba esto. Solo los herreros estaban al tanto de esta arma, ya que no la mostré ni a Emilia ni a ninguna otra persona aparte de Beatrice. Fue ella quien me ayudó con las modificaciones en las balas.
—¡Miren! —Señalo la armadura, que fue atravesada por el proyectil sin problema alguno.
Incluso Emilia abre la boca sorprendida, ella sintió una pequeña fluctuación de maná pero era tan minúscula que es casi imperceptible.
Todos se quedan en silencio, esperando por lo que voy a decir.
—¡Esta es un arma única! No usa magia para activarse, no necesitas ser un mago o un caballero con años de entrenamiento para usarla —La vuelvo a alzar, mirando a todos determinado—. Mañana se abren las postulaciones al nuevo ejército, donde todos los que participen tendrán grandes beneficios.
»—Las personas que decidan entrar, tendrán un salario similar al en un caballero que son veinte monedas de oro mensual, pero eso solo es inicialmente. A medida que avancemos su salario ira aumentando, mientras más alto sean sus logros más beneficios tendrán —pongo mi mano en mi pecho—. Es una labor peligrosa, por lo que también entendemos que se preocupan por sus familias, por eso, en caso de que alguien perezca haciendo su labor, ofreceremos a las familias alimento y dos monedas santas cada cinco meses, además de trabajo y beneficios más allá de dinero.
Las personas comienzan a murmurar entre sí, aparentemente preocupadas por su seguridad. Comprendo que no es una decisión fácil para ellos, pero también entiendo que no desean que una tragedia similar se repita. Contratar fuerzas externas podría generar problemas, por lo que les pido que si sienten en su corazón el deseo de proteger a sus seres queridos, den un paso adelante y se postulen para unirse al ejército de Irlam.
Varios hombres gritan emocionados, emocionados por la nueva oportunidad que se les presenta. Es así como la fase tres da comienzo, la etapa que nos mostrará un nuevo horizonte.
—¡Celebremos este gran comienzo! ¡Brindemos por Irlam y su gente! —exclamo con entusiasmo. El bullicio se hace presente, la música envuelve el ambiente y los instrumentos llenan el aire. Las bebidas alcohólicas se reparten entre los presentes y la gente comienza a bailar. Una celebración en honor a aquellos que han perecido y con la mirada puesta en el futuro.
En realidad, las festividades no son mi fuerte, incluso en la Tierra solía evitar las discotecas. Sin embargo, ver a todos tan felices me hace comprender que el sufrimiento no fue en vano.
En ese momento, Roswall se acerca y me dice:
—Ha sido una sorpresa gratificante, ese rifle posee más potencia que un arco convencional y es más rápido que los hechizos lanzados por magos de nivel normal.
Es evidente que, si hablamos de magos como Roswall, no es necesario mencionar más. Su nivel está muy por encima del mío en este momento.
—Cualquier persona puede usarlo, incluso los niños, siempre y cuando entren en su puntería. Por eso preferí no recurrir a fuerzas externas, ya que sería complicado entrenar a personas con conocimientos de caballería.
Los mercenarios no son de fiar y los caballeros son demasiado orgullosos, así que solo nos queda formar a nuestros propios defensores desde cero. El único problema es el poco tiempo que tenemos, solo una semana antes de la posible llegada de Crusch, donde no habrá lugar para esperas.
Pasada la medianoche, todos regresan a sus hogares. Nosotros, por otro lado, iniciamos una pequeña celebración en una habitación vacía de la mansión.
Con unas copas de vino, empezamos a conversar sobre estos días tan intensos.
—Señor Marco, ¿está usted seguro de darme ese puesto? —pregunta Frederica, visiblemente preocupada.
—No hay nadie mejor para ello. Podrás dejar de ser sirvienta y trabajar en algo diferente —le respondo con una sonrisa, admirando la belleza singular de Frederica.
Sus dientes son peculiares, para aquellos que no están acostumbrados podría parecer grotesco, pero una vez que te acostumbras, puedes ver la belleza en las cosas. Sin duda, Frederica es una mujer hermosa.
Doy un sorbo ligero al vino, sintiendo su frescura deliciosa, con un sabor profundo y un toque dulce. Puedo apreciar la calidad de esta selección.
—Está exquisito, se nota su calidad —comento a Roswall, quien está sentado disfrutando de la bebida.
—Es una gran reserva que guardé —responde con una sonrisa amplia.
Emilia y Rem parecen curiosas acerca de la bebida. Les pedí que no tomaran durante la celebración en el pueblo para mantener las apariencias, pero ahora están emocionadas por probar su primer sorbo.
Ambas inhalan el aroma del vino y, en sincronía, toman un sorbo abundante, frunciendo un poco el ceño por su amargura.
—¿Qué les parece? —les sonrío mientras doy otro sorbo al vino.
Ambas iluminan sus ojos y parecen transportadas a otro mundo por el sabor. Toman otro sorbo rápidamente, vaciando sus copas.
—No beban tan rápido, no saben cuánto pueden resistir —les advierto, preocupado de que tomen de más.
Roswall suelta una risita junto a Frederica, ambos riendo por la reacción de Rem y Emilia, quienes parecen haber descubierto un elixir desconocido.
Yo miro hacía Ram, esta me sonríe y se bebe su copa al instante. Su mirada parece
La tensión entre nosotros se intensifica cuando ella me reta, insinuando que no soy capaz de ganar. Aunque nuestras relaciones están tensas, decido seguirle el juego. Agarramos una botella cada uno y empezamos a beber lo más rápido posible. No sé qué tan resistente al alcohol pueda ser un demonio, pero no me quedaré atrás. No me dejaré vencer.
Ambos bebemos a toda prisa, Emilia me anima mientras Rem decide a quién apoyar. Ram y yo cruzamos los brazos, dejando nuestras diferencias de lado y sonriendo, ansiosos por ver quién gana.
—Si gano, tendrás que cocinarme durante un mes —propone.
—Eso es malvado —sonrío—. Si gano, tendrás que llamarme "amo Marco" durante un mes entonces.
Una vena se asoma en la cabeza de Ram, pero acepta el reto. Con esta nueva motivación, tengo que ganar a toda costa. Seguimos bebiendo y bebiendo hasta que acabamos con la tercera botella. Rem y Emilia están tumbadas en el suelo, rendidas por los efectos del alcohol.
—¿Acaso eres humano? —pregunta Frederica, sorprendida por mi resistencia.
—Es un bastardo, ¡hic! No sabía que aguantaba tanto —dice Ram.
A nuestro alrededor hay ya varias botellas, ni siquiera puedo recordar en que momento se amontonaron.
—No me vencerás —digo, colocando mi mano en la boca para contenerme.
Ambos miramos la última botella, es el final de esta batalla, quien aguante, gana. Volvemos a entrelazar los brazos y bebemos todo el vino de un solo sorbo. Roswall nos observa con la misma sonrisa, vigilando al ganador.
Ram y yo nos miramos, esperando a ver quién no puede aguantar más. Estoy haciendo todo lo posible para resistir. No esperaba que Ram tuviera tanto aguante con el alcohol, pero está claro que también está afectada.
—¡Ja! —exclamamos al unísono al ver que el otro tropieza.
Ram cae al suelo y yo la sigo, pero pongo mi mano para evitar caer encima de ella. Nos miramos mientras estamos tendidos, pero para ser sincero, no puedo enfocar bien su rostro.
—¿Gané? —pregunto, observando a Ram que se ve un poco roja por el alcohol.
—¡Empate! —responde, sin aceptar la derrota.
Aunque ella se ve que hubiese aguantada más, probablemente sienta pena por gastarle el licor a Roswall. A mi no me importa, así que solo tomé a muerte. Que buena suerte que se agotó el licor.
Sonrío, admitiendo que ha sido divertido. Me levanto y extiendo mi mano hacia Ram, ayudándola a levantarse. Entonces estrechamos nuestras manos, haciendo una nueva promesa.
—La próxima vez ganaré —decimos al unísono.
Frederica observa con preocupación la escena, pero en mi mente surge el recuerdo de alguien importante. Me dirijo hacia el balcón, donde una pequeña niña me observa fijamente. No puedo discernir qué expresión tiene en su rostro, pero le sonrío con la esperanza de que mi gesto le llegue. Me acerco a ella, pero la niña me habla con severidad, cruzando los brazos.
—Apestas a licor supongo —dice con tono desaprobador.
—Lo necesitaba, aunque no esperaba que Ram quisiera competir conmigo —respondo.
La noche se cierne sobre nosotros, el cielo estrellado nos envuelve en su manto oscuro. Estamos en un balcón, donde la delgada brisa del viento acaricia suavemente nuestros rostros. Las sombras danzan a nuestro alrededor, añadiendo un toque de misterio a este momento tan íntimo.
En ese preciso instante, un suspiro escapa de los labios de Beatrice mientras toma mi mano con suavidad, desplegando su don de sanación para aliviar los estragos del licor en mi cuerpo. Los efectos empiezan a disiparse lentamente, aunque antes de que pueda recobrarme por completo, retiro mis manos, evitando así que me cure por completo.
—Solo un poquito más —sonrío dulcemente, colocando mi mano sobre su cabeza con ternura.
No puedo evitar notar la expresión en los ojos de Beatrice, un profundo vacío que parece consumirla. Parece anhelar desvanecerse, escapar hacia algún lugar lejano. Por un fugaz instante, extiende su mano hacia el cielo, y puedo percibir como si estuviera a punto de desvanecerse entre las brumas del horizonte. Tal vez sea el efecto del alcohol, pero logro captar la intensa tristeza que yace en su interior.
—¡Beatrice! —exclamo con determinación, lanzándome hacia ella y envolviéndola en un abrazo apretado. El sonido del viento se mezcla con nuestras respiraciones entrelazadas, como si nuestros corazones latieran al unísono.
—¿Qué sucede, supongo? —responde sorprendida, buscando comprender mi arrebato emocional. Sus palabras se escapan suavemente, como suspiros cargados de incertidumbre.
La sostengo entre mis brazos, arrodillado ante ella, acercándola con delicadeza hacia mí. La abrazo con una fuerza desbordante, deseando fervientemente que no se desvanezca, que encuentre la felicidad y pueda sonreír, liberada de las cadenas de su propio sufrimiento. Mi pecho se infla con cada latido del corazón, como si quisiera transmitirle todo el amor y la pasión que albergo por ella.
Beatrice no rechaza mi gesto, aunque su semblante permanece sombrío, impregnado de una sensación de desesperanza. Sus ojos, tan profundos como el abismo, buscan respuestas en los míos, esperando encontrar una chispa de esperanza en medio de la oscuridad.
—Todos tienen conexiones en sus vidas, pero yo... —murmura Beatrice en un tono cargado de desaliento.
—¡Estoy aquí, Beatrice! —afirmo con voz firme, sosteniéndola con determinación para evitar que se escape de mi abrazo—. Siempre estaré a tu lado, dispuesto a ofrecerte mi apoyo incondicional.
—Vas a morir, tarde o temprano. Nuestro tiempo no se compara, de hecho... —responde Beatrice con una mezcla de tristeza y resignación.
La luna, majestuosa y radiante, se alza en lo alto del cielo estrellado mientras nos encontramos en el balcón, envueltos en una delicada brisa nocturna. Cada suspiro del viento parece llevar consigo el susurro de nuestros corazones entrelazados.
Las palabras de Beatrice llegan a mis oídos como un eco cargado de melancolía y resignación. Su voz, llena de tristeza, penetra en lo más profundo de mi ser, haciéndome comprender la fragilidad de nuestra existencia. En ese instante, el deseo de salvaguardar su corazón se agita en mi interior, como una llama que arde con una pasión indomable.
—Es cierto, tarde o temprano moriré —respondo con calma, permitiéndome admirar su rostro en la suave luz lunar.
Los ojos de Beatrice, cristalinos y llenos de lágrimas contenidas reflejan la sombría oscuridad que ha cargado a lo largo de su vida. Contemplo su gesto, cómo lucha por evitar que las lágrimas se derramen.
—¡Es cruel! —susurra con dolor, una lágrima solitaria deslizándose por su mejilla—. Es cruel hacerme creer que puedo ser feliz si solo eres un breve instante en mi vida.
Mis ojos se abren de par en par, sorprendido por la profundidad de los sentimientos ocultos en Beatrice. Nunca imaginé que nuestro vínculo fuera más que una simple distracción de nuestros problemas cotidianos. En ese preciso instante, entiendo la magnitud del anhelo que tengo de iluminar su existencia y ser su guía en la oscuridad.
Con una sonrisa que nace desde lo más profundo de mi corazón, deseo fervientemente su bienestar, su felicidad inquebrantable. Mis brazos se extienden hacia ella, invitándola a acercarse, a sentir mi amor y protección.
—Aunque mi carne pueda desvanecerse, siempre estaré contigo —declaro con voz firme, mis palabras cargadas de sentimientos profundos—. Viviré en ti cada vez que me recuerdes, cada vez que desees evocar con alegría que Marco Luz estuvo aquí, que vino de otro mundo para encontrarte y anheló con todas sus fuerzas verte feliz.
Beatrice me mira, sus ojos inundados de lágrimas que parecen reflejar un arcoíris de emociones. Sus labios tiemblan en un intento de sonreír, mientras lucha valientemente contra los miedos que la atormentan.
En un instante inesperado, Beatrice cambia su expresión y, de la nada, extrae un libro idéntico al de Roswall. Con ternura, presiona ese libro contra su pecho y su sonrisa se tiñe de cariño. Sin embargo, sus ojos revelan una tristeza profunda que la consume.
Con determinación, Beatrice me mira con fuerza, buscando en mis ojos una respuesta. Pero en lugar de reproche, encuentro en su mirada el deseo ardiente de ser amada. Sin alterarme, sonrío serenamente, agradecido de conocer la verdad, de saber que su corazón anhela ser salvado.
—No seas arrogante, humano —susurra, acariciando suavemente su mano mientras abre el libro y hojea sus páginas—. Este libro, un regalo de mi amada madre, me fue dado para tomar decisiones de un futuro, me muestra los camino que mi madre quiere que siga supongo.
,
Las lágrimas y la oscuridad inundan sus ojos, y en un grito desgarrador, Beatrice exclama:
—¡Todo lo que hice por ti! ¡Todo se basó en este libro, de hecho! —su voz se quiebra, perdida entre lágrimas y desesperación. Recorre las páginas del libro, esperando mi rechazo.
Sin embargo, mantengo mi calma. Conozco su anhelo, su necesidad de encontrar un propósito y de seguir el camino que su corazón anhela.
—Y bien, el hecho de que el libro te muestre el futuro no implica que no tengas consciencia, en realidad, significa que tomaste esas decisiones y el libro las muestra. Simplemente indica las decisiones que tomarás en un futuro, pero no estas obligada a seguirlo —prosigo con suavidad—. Todo lo que haces es porque así lo deseas. Ese libro es solo una guía de tus elecciones futuras.
La sorpresa se refleja en los ojos de Beatrice, quien queda sin palabras. Observa más páginas del libro, pero luego cae de rodillas, desanimada. Me acerco sin dudarlo, notando que las páginas del libro están en blanco, sin mostrar nada durante siglos.
—Desde hace cientos de años dejo de mostrarme un camino supongo, desde hace cientos de años no es más que mi profunda soledad, abandonada en un lugar del que no puedo salir de hecho —Beatrice aprieta fuerte el libro, dejando caer unas gotas de su tristeza en sus páginas—. Este libro dejó de guiarme hace mucho tiempo, así que no tengo propósito para seguir de hecho.
Pongo mi mano en su mejilla, compartiendo mi calor y mi ternura con ella.
—Hay innumerables futuros posibles, miles de decisiones por tomar. Ese libro solo muestra hasta dónde tu madre quiso que vieras. Tal vez te lo dio esperando que algún día comprendieras que debes ser dueña de tu propia vida, avanzar siguiendo los deseos de tu corazón —acaricio su mejilla con suavidad—. Desconozco qué sucedió con ella, pero por lo que dices, parece que ha fallecido hace mucho tiempo. Créeme, entiendo ese sentimiento.
Ella me mira a los ojos, con una expresión de tristeza mezclada con un anhelo por conocer la verdad.
—Yo también desearía volver a ver a mi madre, quien, por mi culpa... —Mi mirada se pierde en el cielo, mientras intento contener mi propia tristeza.
«Debo ser fuerte, por ella, Marco Luz».
—Hay tantas cosas que desearía decirle, oírla de nuevo, pero ya no es posible. Las personas cometemos errores, sin importar cuán perfectas parezcamos. Después de la muerte, no queda nada por hacer.
Sus labios tiemblan y lágrimas brotan de sus ojos. Con una expresión compleja, arquea sus cejas mientras llora.
—Has estado prisionera durante tanto tiempo, pero eso ya no importa —proclamo, extendiendo mis brazos hacia ella—. No importa cuánto tiempo haya transcurrido, lo verdaderamente importante es cómo vivimos cada instante juntos. Si el libro esta en blanco, entonces llenémoslo de momentos felices, hasta acabar con todas sus páginas.
El asombro brilla en los ojos de Beatrice ante mis últimas palabras. Aprieta los labios, rechazando inicialmente mis palabras, pero esta vez no aparta la mirada. En ese momento, puedo percibir cómo el amor empieza a abrirse paso en su corazón, disipando los temores que la atenazan.
—Los meses que hemos compartido han sido los más felices de mi vida —confieso, con una sonrisa cálida y sincera iluminando mi rostro—. Aunque mi pasado esté marcado por experiencias dolorosas y la pérdida de seres queridos, aunque esos recuerdos ataquen mi mente constantemente, siempre recordaré con alegría el tiempo que pasamos juntos. No entiendo cómo funciona el tiempo y la vida para un espíritu, pero puedo ofrecerte alegría en el presente. Hasta que llegue mi último aliento, me quedaré contigo para hacerte feliz, Beatrice.
Arrodillado en el balcón nocturno, la suave brisa acariciando mi rostro, extiendo mis brazos hacia Beatrice con una sonrisa cálida que ilumina mi rostro. En ese momento, el tiempo se detiene y solo existe ella y yo, envueltos en un amor que trasciende las palabras.
—Por favor, quédate conmigo. Cada latido de mi corazón clama por no perderte —susurro con una voz que tiembla de amor y anhelo—. Cada vez que tus ojos se cruzan con los míos, puedo sentir el anhelo que arde en tu interior, la desesperación por escapar de las sombras que te rodean. Pero déjame decirte que no estás sola, que siempre estaré a tu lado para ser tu apoyo, tu protector y tu refugio.
Beatrice baja la cabeza, lágrimas caen como estrellas fugaces al suelo mientras sus manos se aferran con fuerza al borde de su falda, luchando por contener la oleada de emociones que la embarga. Mi corazón se aprieta al verla sufrir de esa manera, deseando borrar cada tristeza y reemplazarla con un torrente de dicha y alegría.
—Desconozco las batallas que has librado en el pasado, pero permíteme ser el faro que disipe tus tinieblas, el abrazo que te envuelva en paz y consuelo. Quiero ser aquel que ilumine tu camino, la presencia constante que te haga sentir amada, valorada y protegida.
Al levantar su rostro, encuentro en sus ojos un brillo de sorpresa y esperanza. Es un momento de vulnerabilidad compartida, donde nuestras almas se encuentran en el abismo, buscando cobijo y tranquilidad en el otro.
—Provengo de un mundo desconocido, sin más que la determinación de encontrar algo de valor en mi existencia. Y cuando te encontré, comprendí que tú eres parte de lo que siempre he querido. En ti hallé la razón para luchar, para entregarme por completo y verte sonreír. Cada día agradezco al destino por haberme permitido cruzar nuestro camino, por tener la oportunidad de ser parte de tu vida.
El asentimiento de Beatrice, entre lágrimas, es una respuesta cargada de significado. Es el pacto silencioso que nos une en un propósito común: buscar la felicidad y superar juntos cualquier tormenta.
—Entonces, en un abrazo que nos envuelve con fuerza, permíteme ser la persona más importante en tu universo. Permíteme ingresar a tu vida y convertirme en el ancla que sostiene tus días más oscuros, en el refugio al que siempre puedas acudir en busca de amor, consuelo y apoyo incondicional —mis palabras emergen con una pasión arrolladora—. Deseo ser ese vínculo indestructible que une nuestros destinos, la melodía que armoniza cada latido de nuestros corazones, y el soplo de vida que te haga sentir completa y amada en cada instante.
Mantengo mis brazos extendidos, anhelando con toda mi alma que ella sienta en cada fibra de su ser mi amor incondicional y mi deseo inmenso de verla feliz.
—Lo único que anhelo en este vasto universo es contemplar a mi princesa sonreír, ser testigo de su dicha y sentir cómo corres hacia mí en busca de amor y ternura. Quiero ser el motivo de tus risas más hermosas, el reflejo de tu alegría más pura, el compañero que te haga sentir plena en cada momento de tu existencia.
En un instante mágico, su cabello ondea en el aire mientras Beatrice se aferra con fuerza a mi cuerpo, sus brazos envolviéndome como si temiera perderme en la vastedad del universo. Es un abrazo lleno de necesidad y anhelo, un encuentro que supera todas las palabras, trascendiendo los límites del tiempo y el espacio.
—¡Has tardado mucho! —exclama con una voz quebrada, mezclando tristeza y anhelo acumulados—. Betty ha estado esperando, sola, durante tanto tiempo, anhelando con todas sus fuerzas que alguien como tú apareciera en su vida.
—Sí, tardé en encontrarte —susurro mientras la sostengo con ternura, acariciando su cabeza con delicadeza—. Roswall me ha revelado el vínculo que te ata a un contrato que te impide abandonar la mansión. Y puedo imaginar que tu contratista es alguien a quien amas profundamente, alguien por quien has estado dispuesta a soportar esta soledad y tristeza.
Beatrice asiente, aún apoyada en mi hombro, y en ese momento supe que, unidos, podríamos enfrentar cualquier obstáculo. Tengo que encontrar las palabras correctas para liberarla de sus ataduras y construir un futuro rebosante de amor y felicidad.
—Sé que romper los lazos es una tarea desgarradora, pues son lo más valioso que poseemos. Sin embargo, el contrato no es lo que realmente te une a esa persona. Aunque no comprenda completamente cómo funciona para un espíritu, sé que lo que verdaderamente te conecta con ella es el amor que sientes, los recuerdos compartidos con ella. Romper el contrato no hará que esos lazos desaparezcan, porque siempre conservarás en tu corazón el tiempo preciado que han compartido juntos.
Beatrice incrementa la presión de su abrazo, rozando su cuerpo con el mío mientras solloza y me aferra con fuerza. En ese momento, todas sus emociones convergen hacia mí. Sin mencionar palabra alguna sobre Echidna, su rostro refleja la oscuridad que lleva dentro. Mientras siente mi intención, Beatrice finalmente habla:
—¿Te harás responsable? —pregunta, clavando sus ojos en los míos, anhelando una respuesta.
Con delicadeza, la libero de mi abrazo y la coloco frente a mí para que pueda verme claramente. Tomo su mano suavemente y, aún arrodillado, doy un suave beso a su mano y le digo:
—He venido a rescatarte, mi princesa —sonrío con ternura—. Estoy aquí para evitar que manches tus manos, para que en ti solo exista la felicidad. Por eso, me fortaleceré para protegerte de todo. ¿Te gustaría hacer un contrato conmigo?
Beatrice sonríe, como si finalmente pudiera verme. Su sonrisa, aun entre lágrimas, es radiante. Suelta mi mano y regresa a mis brazos, abrazándome con fuerza.
—No quiero que luches, no quiero que manches tus manos ni presencies cosas desagradables. Solo deseo tu felicidad. Juguemos, trabajemos y vivamos plenamente. Siempre te protegeré y me haré más fuerte que cualquier adversario. No necesito que luches por mí — la sostengo con firmeza —, te necesito para que ambos seamos felices juntos.
Una luz conmovedora nos envuelve mientras ella apoya sus manos sobre las mías y repite mi nombre con determinación. Ambos sonreímos el uno al otro, mientras la luminosidad nos envuelve, purificando cualquier negatividad que pueda haber en mí.
Experimento una tranquilidad reconfortante mientras la sostengo entre mis brazos. No deseo que ella luche, todo lo que quiero es que sea libre. No quiero mostrarle las sombras del mundo, solo deseo que ella perciba la belleza que existe en él. Sé que soy egoísta, pero es lo que anhelo desde lo más profundo de mi corazón.
Con nuestra luz eclipsando a las estrellas, formalizo un contrato con Beatrice, anhelando verla feliz.
—¡Marco! — exclama, mirándome directamente a los ojos.
Sorprendido, la observo mientras sonrojada, pero con una sonrisa que ilumina su rostro, se inclina ligeramente y deposita un cálido beso en mi mejilla.
Mi corazón late con fuerza, conmovido por su cariño. Nunca he tenido una hermana, pero ahora tengo una nueva familia. Alguien que estará a mi lado y a quien no tengo que temer.
—Sí, estoy aquí por ti.
Continuamos abrazados, ansiosos por lo que depara el futuro. Las reglas de nuestro contrato se van formando poco a poco.
—Tonto, eres un tonto de hecho —dice, sonriendo.
No aprovecharé su poder, no la haré luchar. Yo puedo valerme por mí mismo y seré más fuerte que cualquiera. Cuantas más adversidades enfrentemos en nuestro contrato, más poder podremos desatar, pero lo utilizaré para la creación, no para la destrucción.
Así, mientras establecemos las reglas, la noche avanza. Me sorprende la espontaneidad del mundo y, con una sonrisa, espero un futuro prometedor en el que me fortalezca para proteger a quienes quiero.
No importa lo que tenga que hacer, cumpliré mis ambiciones.
Capítulo 4.
Una noticia desalentadora.
Ha transcurrido una semana desde entonces, y finalmente es el momento de la llegada de Crusch. Durante todo este tiempo, he estado esperando ansiosamente, preparando mi estrategia y entrenando a los soldados. Un total de cuarenta y seis personas se postularon y de inmediato comenzamos a entrenarlos en técnicas que ya conocía. Realizamos ejercicios de resistencia, levantamiento de pesas y otras actividades para mejorar su condición física. Además, mientras se siguen fabricando armas, también hemos llevado a cabo clases de tiro, en las cuales personalmente me encargo de enseñarles.
Durante esta semana, estas personas han trabajado arduamente, más que nadie. Hemos seleccionado individuos con buen estado físico y estamos estudiando las habilidades de cada uno, ya que pronto se enfrentarán a una prueba. Rem ojea los perfiles de los reclutas y me hace una pregunta cargada de preocupación.
—¿Estaremos haciendo lo correcto al poner sus vidas en peligro? —dice ella, con la mirada fija en los perfiles.
—Sí, aunque sea peligroso, es la mejor manera de enseñarles —respondo convencido.
Llevaremos a cabo operaciones para erradicar a las mabestias, lo que significa que ellos se enfrentarán a peligros mortales. Roswall se ha ofrecido a supervisar y Emilia también está dispuesta a ayudar. Nadie perderá la vida mientras estemos vigilantes de cada uno de ellos. Necesito inculcarles la importancia de la disciplina, ya que solo así podrán sobrevivir en esta adversidad.
Rem levanta la pregunta sobre Beatrice, mostrando su curiosidad.
—¿Qué está haciendo la señorita Beatrice? —inquiere.
—Está trabajando en una nueva máquina, pero no puedo revelarte de qué se trata. Arruinaría la sorpresa —respondo con una sonrisa.
Rem sonríe también y dirige su mirada hacia la ventana. Nuestra relación ha evolucionado y ahora nos entendemos mucho mejor. Ya no depende tanto de mí como solía hacerlo, y podemos conversar sobre temas cotidianos sin ningún problema. Ella ha dedicado tiempo para confeccionar los trajes de los soldados, demostrando su arduo trabajo. Sin duda, esta versión de Rem brilla con una luz especial.
En particular, he notado que tiene un excelente sentido de la moda. Hoy, al mencionarle que vendrán invitados, ha preparado un vestido hermoso. Mientras la observo viendo a través de la ventana, no puedo evitar maravillarme con su belleza y encanto.
—Han llegado —dice, levantándose.
En el momento en que Rem anuncia la llegada, siento un cosquilleo recorrer mi cuerpo. Me levanto de mi asiento y me acerco rápidamente a la ventana para observar cómo el carruaje se acerca lentamente hacia la imponente mansión. La emoción se apodera de mí, pero me mantengo sereno, sabiendo que debo estar preparado para recibir a Crusch.
Ajusto mi corbata con determinación y me aseguro de que todo esté en orden. Luego, me encamino hacia la sala de reuniones, donde sé que Emilia también está esperando. Esta habitación, aunque más sencilla que el despacho de Roswall, es un lugar acogedor, con cómodos sofás dispuestos para entablar conversaciones importantes.
Al entrar en la sala, encuentro a Emilia mirándome con una mezcla de nerviosismo y expectativa. Le dedico una sonrisa tranquilizadora, tratando de transmitirle confianza en este momento crucial.
—No pasa nada Emilia, solo espera
Ella asiente, confiando en mis palabras, y juntos esperamos la llegada de Crusch.
Después de unos minutos de tensa espera, la puerta de la sala se abre lentamente, permitiendo la entrada de Crusch y su séquito. Es la primera vez que tengo la oportunidad de verla en persona, y mi mirada se encuentra con la suya, capturando la intensidad de ese encuentro.
En ese instante, el ambiente se impregna de una presencia magnética.
Su cabello largo y sedoso, con un color que evoca la exuberancia de un bosque verde en pleno esplendor, enmarca su rostro con suaves ondas que caen hasta su cintura. Cada hebra parece estar meticulosamente colocada, realzando su hermosa tez y acentuando sus rasgos delicados. Sus ojos, como dos topacios resplandecientes, irradian una profundidad cautivadora y una mirada intensa que transmite una combinación única de sabiduría y determinación.
El rostro de Crusch refleja una exquisita fusión de ternura y fuerza. Sus finos labios, ligeramente curvados en una expresión serena, añaden un toque de dulzura a su mirada penetrante. Los pómulos altos y definidos realzan aún más la estructura de su rostro, otorgándole un aire de nobleza y distinción
Su figura es esbelta y elegante, irradiando una gracia natural en cada movimiento. Cada paso que da revela una confianza innata y una presencia magnética. Su postura erguida y sus gestos precisos revelan una determinación firme, sin dejar lugar a dudas sobre su carácter imponente.
Mientras sus ojos exploran la habitación, nuestros miradas se encuentran brevemente. En ese instante, puedo percibir un aura de madurez y fortaleza que envuelve a Crusch, una presencia imponente que trasciende su belleza física.
—Bienvenida, señorita Crusch —se levanta Emilia, mirándola sin titubeos, rindiéndole tributo a su presencia.
Crusch se acerca a Emilia y estrecha su mano en un gesto elegante y decidido, correspondiendo al saludo.
—Agradezco sinceramente la hospitalidad que nos brindas —responde Crusch, mientras una sonrisa radiante ilumina su rostro, dejando en evidencia su fortaleza interior.
Contemplarla me lleva a un estado de asombro y admiración, pues la madurez y la fuerza que emana de Crusch se manifiestan en cada aspecto de su ser. Es un recordatorio tangible de que la verdadera belleza va más allá de lo superficial y se encuentra arraigada en el espíritu y la determinación de una persona.
—Disculpa que tenga que preguntar, pero ¿quién es el caballero que te acompaña? —Crusch me lanza otra mirada, buscando encontrar en mí alguna pista, pero mi sonrisa se mantiene imperturbable.
Aprovecho el momento para presentarme.
—Permíteme presentarme, mi nombre es Marco Luz —miro a Crusch, trasmitiendo mi fuerza y confianza—. Soy el alcaide del pueblo de Irlam y un socio de gran importancia para la representante al trono, Emilia.
Cada palabra que pronuncio está imbuida con un profundo respeto hacia la mujer que tengo frente a mí, reconocimiento a su belleza y a la fortaleza que emana de su ser.
Ella fija su mirada en mí, yo la miro de vuelta sin vacilación alguna. Ahora tengo que demostrar todo lo que puedo hacer.
Las invito a tomar asiento, pero noto que Crusch espera la llegada de alguien, probablemente Roswall. Sin embargo, tomo la iniciativa para explicar la ausencia de Roswall.
—Lamentablemente, el señor Roswall se encuentra ocupado con asuntos sumamente importantes y no podrá estar presente hoy. Me ha encomendado encarecidamente que me ocupe en su lugar, así que cuenten con mi total apoyo —digo, tratando de transmitir tranquilidad a Crusch.
Ella parece relajarse un poco al escuchar mis palabras y dirige su mirada hacia Emilia, comenzando a hablar.
—He venido expresamente para entregar esta carta —Félix extiende la carta hacia Emilia, quien parece reconocer su contenido.
«La invitación a las elecciones», pienso para mí mismo, sintiendo cómo el curso de los eventos continúa cambiando constantemente.
—El inicio formal de las elecciones se ha pospuesto un mes, debido a las alertas de movimiento del culto, se estima que los altos mandos han encontrado problema por lo que decidieron aplazarlo por temores a un ataque a cualquier candidato —dice, en un tono serio.
No solo hemos enfrentado ataques de las bestias, sino que ahora las elecciones también se ven afectadas. Todo esto carece de sentido. El rostro de Emilia se ensombrece ligeramente, probablemente pensando que ella es la causa de estos contratiempos.
—Por razones de seguridad, se ha eliminado la cláusula que prohibía la interacción entre los candidatos, por lo que a partir de ahora no habrá ningún problema al respecto —añade Crusch en tono serio.
Una vez más, los planes se ven alterados. Ahora, no podemos predecir cuándo ocurrirá el próximo ataque. Supongo que es debido a la candidatura de Emilia, lo cual me lleva a la conclusión de que es crucial aprovechar este mes para prepararnos adecuadamente.
Emilia dirige su mirada hacia Crusch y le responde con determinación:
—Entendido. Si llegamos a obtener cualquier información relevante, seremos los primeros en informarte de inmediato —afirma con decisión.
En medio de la incertidumbre y los desafíos que nos esperan, Emilia muestra una valentía inquebrantable y una determinación indomable para proteger a aquellos que están bajo su cuidado. Juntos, enfrentaremos cualquier obstáculo que se presente en nuestro camino.
—Sí, ese fue el primer motivo de mi llegada. Ahora —Crusch dirige su mirada hacia mí y luego se levanta, acercándose a la ventana.
Supongo que mi plan funcionó. Dejé la máquina a vapor afuera, la versión que no está mejorada con magia. La dejé allí para despertar la curiosidad de Crusch, y parece que ha funcionado, ya que la máquina está funcionando con normalidad y probablemente escuchó el ruido cuando bajó de su carruaje.
—Esa máquina —Crusch mira la máquina a vapor con curiosidad.
—¡Sí! Hace un ruido fuerte, pensé que era un hechizo mágico —dice Félix.
Sonrío, contento de que mi plan inicial haya funcionado
—Es una máquina capaz de ejercer la fuerza de treinta hombres juntos. Puede realizar cualquier tipo de trabajo pesado y solo necesita agua y fuego. No es un objeto mágico, utiliza vapor para moverse —explico.
Crusch voltea a verme y se sienta, mostrando interés en obtener más información.
—Puedes usarla para todo tipo de cosas. Por ejemplo, para remolcar carritos en las minas o romper minerales. Incluso puedes utilizarla para bombear agua desde un lago hasta donde desees llevarla.
Crusch toma la palabra.
—Dijiste que eras el alcalde del pueblo Irlam, así que supongo que eso también es obra tuya —afirma mientras observa en dirección al pueblo. Seguro vio las casas que se están construyendo y destruyendo como parte de la remodelación y organización del pueblo, una tarea que no se ha detenido.
—Sí, se trata de una remodelación del pueblo —digo, mirándola a los ojos—. La máquina que ves ahí también es una de mis creaciones.
Las cejas de Crusch se mueven ligeramente, mostrando sorpresa ante esta información. Es comprensible pensar que algo así podría ser adquirido por un grupo de herreros expertos, no por alguien que hasta ahora no tenía conocimientos en el tema.
—El Marqués Roswall me había mencionado algo al respecto, pero no sabía que eras el mismo socio de la facción —dice Crusch.
—No hay ningún problema, ya que soy el creador podemos hablar a gusto sobre él —me dirijo a la puerta— que mejor forma de hacerlo que verlo actuar en persona.
Ella asiente, y nos dirigimos inmediatamente hacia donde se encuentra la máquina a vapor. En el camino, Wilhelm se nos une. Este hombre aparenta ser un viejo realmente imponente, con su rostro severo y sus grandes cejas que le dan una apariencia intimidante.
Al llegar, se puede observar que la máquina está funcionando con fuerza, el pistón trabaja a pleno rendimiento. Crusch mira asombrada, rodeando la máquina en busca de cualquier indicio de magia, pero no encuentra nada.
—Mientras tenga combustible, podrá trabajar las veinticuatro horas del día —comento orgulloso—. Podemos adaptar la máquina para tareas específicas. Por ahora, la ofrecemos como una bomba de agua mágica, también como transportadora de carritos en las minas, y aunque sea más costosa, también como martillo en la herrería.
Crusch reflexiona mientras observa la máquina. Ella sabe que nada de lo que he dicho es mentira, por lo que tiene garantía de su funcionamiento.
—Si alguna mina se inunda, esto nos permitirá extraer el agua con facilidad —agrego. No es raro que una mina se inunde, por lo que es muy probable que tengan algunas en esas condiciones.
—Ya veo, desde esa perspectiva, es realmente revolucionario. Es una pena que ya estés trabajando aquí, de lo contrario, me gustaría ofrecerte tratos excepcionales —dice Crusch mientras me mira a los ojos.
—Lamentablemente, así es. Sin embargo, si llegamos a un acuerdo, puedo venderte las máquinas. Después de todo, se producen en el pueblo —respondo, esperando su respuesta.
Su mirada se vuelve seria, como si me estuviera diciendo que piense bien lo que voy a decir.
—Depende de lo que busques —añade con un tono severo.
—Sé que tienes minas a tu disposición, así que hagamos un trato. Estas máquinas aumentarán la eficiencia del trabajo minero en gran medida. Sea cual sea el uso que les des, serán superiores a la mano de obra humana —muestro mis manos, siendo honesto con ella—. Entonces, déjame quedarme con una parte de tu producción total. En lugar de pagarme en efectivo, me pagarás en material.
En mi opinión, es un buen trato, ya que si ella compra las máquinas de inmediato, podría evitar tener que darme material mensualmente. Sin embargo, los precios no siempre se mantienen estables. Es más seguro para ella proporcionarme una cantidad fija de material cada mes que gastar una gran suma de una vez.
Espero su respuesta, consciente de que esta propuesta podría ser de su interés.
Ella gana y yo gano.
Crusch pensó durante unos minutos, así que decidí llevarla al pueblo para mostrarle la bomba de agua a vapor. Esta máquina fue instalada especialmente para ser exhibida, por lo que al verla, Crusch pudo comprender mejor su capacidad.
Regresamos a la mansión y esta vez nos dirigimos a mi oficina, donde finalizaríamos el trato.
—Entonces, enviaremos cuatro máquinas a las minas de hierro, a cambio de una octava parte de la producción total —propuse.
Nosotros nos encargaríamos de la instalación y también capacitaríamos a los operarios que ella seleccionara, para que puedan utilizarlas eficientemente y mantenerlas en su poder.
—En otra ocasión vendremos a comprar más —añadió Crusch.
Estreché su mano, cerrando el trato con éxito. Con esto, obtendríamos no solo hierro, sino también cobre y piedra. Ahora que hemos asegurado ese suministro, tenemos una fuente de recursos asegurada. Si no necesitamos comprar hierro durante este tiempo, podremos ahorrar una buena cantidad de dinero.
—En el pueblo, también vendemos herramientas y equipamiento para la minería, la agricultura y la defensa a excelentes precios. Si visitan nuestra tienda especializada, podrán hablar con el encargado. Nosotros nos encargamos de la importación y el envío hacia donde se necesite —sonrío—. Producimos herramientas de forma rápida y económica. Podría decir que nuestros precios, con relación a la calidad, son los mejores en todo Lugunica.
Crusch me mira con curiosidad. Parece querer decir algo, pero lo omite. Luego, se levanta y estrecha mi mano, cerrando el trato.
—Daremos un vistazo antes de irnos —comenta, con una sonrisa.
Después de cerrar el trato con Crusch, me doy cuenta de que es crucial que comencemos a atraer más visitantes al pueblo para generar negocios. Si continúo ocupándome de todos los tratos personalmente, el pueblo se quedará sin vida y no podremos prosperar. Bajamos para despedir a Crusch y a Wilhelm, y discutimos durante un buen rato sobre nuestros planes y acuerdos.
Ahora que hemos completado la fase tres de nuestro plan y hemos incorporado las máquinas de vapor mejoradas en nuestras minas, nuestra eficiencia de producción ha aumentado significativamente. Estoy seguro de que en poco tiempo tendremos una buena cantidad de dinero para reinvertir en el crecimiento del pueblo.
Mientras observo cómo se alejan Crusch y Wilhelm, suspiro aliviado por haber realizado mi primer trato exitosamente. Estoy lleno de emoción y optimismo mientras visualizo el futuro y las oportunidades que nos esperan. Estoy decidido a llevar al pueblo de Irlam hacia una era de prosperidad y desarrollo.
Los días pasan rápidamente y el entrenamiento de los soldados se intensifica cada vez más. Con solo un mes de tiempo, debemos aprovecharlo al máximo. Estoy formando los escuadrones basándome en el desempeño de cada individuo y seleccionando a los capitanes y coroneles de cada grupo.
Dado que no tenemos muchas personas, no he sido demasiado exigente con los rangos. Los que no participarán en batallas son considerados cadetes, mientras que aquellos que completan su entrenamiento pasan a ser cabos. Dada nuestra situación inicial con poca población, tuve que organizar las jerarquías de manera eficiente.
Por ahora, contamos con una sección comandada por el coronel, seguida de un pelotón de diez personas con su propio capitán, y el resto son cabos. Esta estructura evolucionará a medida que la población crezca, pero es una medida rápida para establecer las jerarquías necesarias.
Con el regalo que le di a Rem por su cumpleaños, la confección de los trajes se completó rápidamente. Elegí un diseño que proporcionara movilidad y a la vez se viera imponente.
Han pasado dos semanas y media en un abrir y cerrar de ojos. En cuatro días, nos dirigiremos a la capital, y todo se ha estado organizando en función de ese evento. Ahora, todo está listo y debemos estar preparados para atacar con fuerza.
En mi oficina, mientras me miro en el espejo y acomodo mi traje, reflexiono sobre todo lo que hemos pasado hasta ahora. Han sido días intensos, pero estoy seguro de que hemos tomado las decisiones correctas y estamos en el camino hacia el éxito.
—Me queda bien ¿Verdad? —miro a Beatrice y a Emilia, que se encuentran en el sofá sentadas.
Sus miradas se encuentran fijas en mí, y puedo percibir un leve rubor en sus rostros mientras sus ojos recorren cada detalle de mi apariencia.
Ambas parecen admirarme, lo que me hace sentir un poco incómodo, y sus expresiones denotan un claro encantamiento. Sus labios apenas esbozan una sonrisa tímida, y puedo ver cómo intercambian miradas cómplices, como si estuvieran compartiendo un secreto en silencio.
Sus ojos brillan con admiración mientras sus miradas se entrelazan con la solidez de mi uniforme. Es evidente que mi presencia ha capturado su atención de una manera especial, despertando en ellas una mezcla de asombro y fascinación.
—¡Es obvio que te ves bien, de hecho! —expresa con timidez—. Mi contratista siempre tiene que lucir bien.`
Sus palabras me sacan una pequeña risa, ya que no esperaba tal comentario directo.
Emilia, quien ha estado observando la interacción con una sonrisa tímida en su rostro, asiente en acuerdo con Beatrice. Parece que la presencia de Beatrice se ha vuelto más sociable desde que nos conocimos, conservando su actitud orgullosa pero mostrándose más abierta al entablar conversaciones con Emilia y especialmente con Rem. Puck ha comentado que está feliz de verla así, ya que estaba preocupado por su bienestar.
Entonces, Emilia interviene, con un toque de inseguridad en su voz.
—Y yo, ¿qué tal me queda este traje que me hizo Rem? No estoy segura si luce bien en mí.
Sus palabras llaman mi atención y desvío mi mirada hacia ella. Emilia, con su característica modestia, duda de su propia apariencia, a pesar de que Rem ha confeccionado los trajes con su habilidad innata.
Las palabras fluyen de mis labios mientras mi mirada se posa en Emilia, sus ojos amatista, cabello plateado y piel blanca que emana una belleza sin igual. Observo con admiración cómo el nuevo traje militar, de color blanco con elegantes franjas moradas, se fusiona a la perfección con su figura. Cada detalle del diseño resalta su encanto y la hace lucir aún más imponente, sin perder en absoluto su innata hermosura.
—Emilia, es indudable que te ves deslumbrante. Este traje ha sido creado para ti, combina a la perfección con tu belleza única. Las franjas moradas resaltan tus ojos amatista, mientras que el blanco impoluto realza tu piel de porcelana. Te otorga una presencia majestuosa y al mismo tiempo conserva esa aura de serenidad y encanto que te caracteriza.
Mientras pronuncio mis palabras, no puedo evitar notar la mirada fija de Beatrice hacia mí. Señalo sutilmente a Beatrice, quien no puede apartar los ojos de mi figura, y añado con una sonrisa juguetona:
—Parece que a Beatrice le gusto mi traje —digo, provocando que Beatrice se sonroje y me golpee ligeramente, avergonzada por su evidente admiración.
El ambiente se llena de risas compartidas, contagiados por el buen ánimo de Beatrice, quien muestra una energía y vitalidad que superan cualquier otro momento en la mansión. En medio de estos instantes de relajación, siento que las cosas solo pueden mejorar y que estamos en el camino correcto hacia el éxito.
Hasta que la puerta se abre de golpe.
—General Marco —Un hombre de cabello rojo me saluda militarmente, y yo le devuelvo el saludo. Mientras tanto, noto la mirada preocupada de Rem.
—Coronel Alsten.
Alsten, a quien he designado coronel debido a su valentía y liderazgo, sostiene en sus brazos a una chica de cabello blanco, aparentando unos quince años. Su piel pálida denota buen cuidado, pero tiene manchas de tierra en su rostro.
Alsten la recuesta en el sofá, su ropa evidencia manchas de sangre seca.
—Mi general, encontramos a esta niña gritando en el pueblo, suplicando ayuda antes de desmayarse —informa Alsten manteniendo su postura militar—. El problema reside en la sangre que la cubre, y parece provenir de la misma dirección donde se encuentra un pueblo cercano.
—Beatrice, por favor, despiértala.
Beatrice asiente y utiliza su magia para despertar a la chica. Emilia observa con preocupación, mientras que la mirada de Rem parece desatar sentimientos de odio. Puedo percibir su sed de venganza desde aquí.
Rem permanece quieta, simplemente observando la situación. Intercambia miradas conmigo, confirmando nuestras sospechas.
Lentamente, la chica abre los ojos, revelando unos iris rojos como rubíes. Confundida, mira a su alrededor, pero al fijarse en Emilia y los demás, su rostro se llena de terror.
Entonces, grita con fuerza:
—¡El culto de la bruja se acerca!
SS Beatrice.
Una persona inesperada.
Hoy desperté con una sensación cálida, como si sus latidos hubieran sido la melodía que me arrulló en mi sueño. Aunque sea un espíritu, encuentro paz al dormir. No obstante, también soy presa de pesadillas constantes.
Él me sacude ligeramente, pero extrañamente, me siento bien en su presencia. Aunque no esté seguro si esta persona es realmente "él" o no, no puedo negar que algo en mí se ve atraído hacia él.
—Princesa Beatrice, ya amanece. Debemos construir la máquina a vapor —dice en voz baja.
Cuando menciona la máquina a vapor, mi mano se mueve instintivamente. Siento una furia surgir desde lo más profundo de mi ser por moverme, pero de alguna manera, este humano parece entenderme, como si quisiera evitar que esos pensamientos afloraran.
—Eres un tonto, supongo —respondo, a pesar del miedo que me invade. Esta persona se ha entrometido en mi vida. Antes de darme cuenta, estoy abrazándolo con delicadeza—. Estabas tan exhausto que ni siquiera te diste cuenta de que dormiste un día entero, de hecho.
No sé qué me está sucediendo. Siento que últimamente me dejo llevar sin control. Él apareció de la nada y desde entonces ha estado a mi lado. Siempre he deseado tener a alguien como Pucky tiene, pero aún siento temor hacia esta persona.
Temo que no sea "él".
Temo seguir viviendo.
Temo esta sensación de felicidad que intenta salir.
—Gracias, Beatrice —me dice, envolviéndome en un abrazo—. Necesitaba este descanso, estoy feliz de que me hayas permitido estar contigo.
Asiento sin poder articular palabra. En un abrir y cerrar de ojos, me encuentro diciendo cosas que nunca había expresado.
—No vuelvas a preocupar a Betty, o no te lo perdonará, de hecho —digo, sin soltarlo del abrazo.
«¿Por qué no puedo controlarme?» Muchas personas han intentado poseerme, mirándome con curiosidad y deseo.
Sin embargo, esta persona, desde el primer momento, ha intentado tenderme una trampa. Dudé de él, pero cuando vi esos planos, descubrí un mundo nuevo.
Caí en su trampa en un instante.
Pero desde entonces, esta persona no ha hecho más que buscar maneras de hacerme feliz.
Reposo mi cabeza en su espalda, esperando que deje de jugar conmigo, que venga y me libere de una vez por todas de este sufrimiento acabando con mi vida. Estoy dispuesta a darle todo de mí para que se aburra y me deje en paz.
SS Beatrice.
En caso de que no vivas para siempre.
En la suave oscuridad de la noche, me encuentro en el balcón, contemplando el cielo estrellado con un anhelo profundo. Deseo ser parte de él, desvanecerme y finalmente dejar atrás este sufrimiento. He sido feliz durante estos dos meses, pero también me invade el miedo, porque, al fin y al cabo, él es solo un humano.
Mientras mis ojos se pierden en el firmamento, soy sorprendida cuando sus brazos me atrapan, y su voz me suplica que no lo abandone.
«Ah, qué puedo hacer», pienso, ya que parece capaz de leerme como un libro abierto.
—Todos tienen conexiones en sus vidas, pero yo... —digo, intentando cortar el hilo que nos une.
Debo poner fin a esto, aunque algo en lo más profundo de mi ser grite que no quiero volver a sufrir como cuando perdí a madre y a Roswall. No quiero enfrentar la soledad nuevamente, no quiero.
—¡Estoy aquí, Beatrice! —exclama, mientras busca reconfortarme—. Siempre estaré a tu lado, dispuesto a ofrecerte mi apoyo incondicional.
«Detente».
—Vas a morir, tarde o temprano. Nuestro tiempo no se compara, de hecho... —digo, negando su existencia.
La luna, majestuosa y radiante, se alza en lo alto del cielo estrellado mientras nos encontramos en el balcón, envueltos en una delicada brisa nocturna. Cada suspiro del viento parece llevar consigo el susurro de nuestros corazones.
Pero yo, cortaré eso.
Él me mira con calma, como si mis palabras no tuvieran efecto en él. Es extraño cómo parece ver más allá de mí, como si no pudiera ocultarme de sus ojos.
—Es cierto, tarde o temprano moriré —responde con una calma intimidante.
Cuando me doy cuenta, mi visión se distorsiona, y una vez más, estoy diciendo cosas que no quiero decir.
—¡Es cruel! —susurro con dolor, y la primera lágrima se desliza por mi mejilla—. Es cruel hacerme creer que puedo ser feliz si solo eres un breve instante en mi vida.
Por primera vez, se ve sorprendido.
«Al fin, me va a abandonar», pienso, deseosa de ese destino.
Con una sonrisa hermosa, sus ojos cafés se iluminan mirándome solo a mí. Como si fuera a secuestrarme con su mirada.
—Aunque mi carne pueda desvanecerse, siempre estaré contigo —declara con voz firme—. Viviré en ti cada vez que me recuerdes, cada vez que desees evocar con alegría que Marco Luz estuvo aquí, que vino de otro mundo para encontrarte y anheló con todas sus fuerzas verte feliz.
«Detente».
Luego de haberle dicho todo, desde mis más profundas penas hasta inventarme cosas para lastimarlo, me rindo. Caigo al suelo derrotada, sin poder decir nada más.
Mis lágrimas no cesan y esa persona, en vez de asustarse, parece más determinada.
Desde que me contó su historia, me he sentido cautivada por los relatos de princesas. En ellas veo reflejada mi propia realidad, la profunda soledad que atraviesan y cómo anhelan que alguien venga a rescatarlas. Después de haberme dicho tantas cosas, de haber abierto su corazón y pronunciado las palabras más hermosas que siempre anhelé escuchar, él se acerca y me dice:
—Lo único que deseo en este vasto universo es contemplar la sonrisa de mi princesa, ser testigo de su dicha y sentir cómo corres hacia mí en busca de amor y ternura. Quiero ser el motivo de tus risas más hermosas, el reflejo de tu alegría más pura, el compañero que te haga sentir plena en cada instante de tu existencia.
En ese preciso instante, no pude más. La pequeña parte de mí que estaba sumida en la oscuridad, la Beatrice que había encerrado para protegerme de la soledad, la Beatrice que anhela ser feliz sin importar qué suceda en el futuro, todas esas preocupaciones se desvanecieron.
Ahora, nada más importa.
En un abrir y cerrar de ojos, me encuentro entre sus brazos, derramando lágrimas por su tardía llegada. En ese momento, solo puedo pensar, sin atreverme a decirlo por la vergüenza que me embarga:
«En caso de que no vivas eternamente, te recordaré por siempre».
Y así es como mi príncipe ha llegado por mí, rescatándome de la oscuridad y ofreciéndome la promesa de un amor que trascenderá el tiempo.
