Capítulo 3
Conexiones.
—Comprendo ese sentimiento, espero que tengamos la oportunidad de enfrentarnos nuevamente en el futuro —responde Julius con una sonrisa sincera.
Julius extiende su mano hacia mí, un gesto para sellar nuestra batalla y mostrar respeto mutuo.
No dudo en aceptar su mano extendida.
—Sí, la próxima vez seré aún más fuerte —afirmo con determinación mientras nuestros apretones de manos son acompañados por un aumento en las ovaciones del público.
Incluso algunos parecen haber olvidado el verdadero motivo detrás de nuestro combate amistoso.
De repente, una luz azulada irrumpe dentro de mi cuerpo, sanando mis heridas casi al instante. Siento cómo la vitalidad regresa gradualmente a cada fibra de mi ser. Intento expresar mi gratitud hacia Julius por este acto inesperado, pero antes de que pueda hacerlo, soy embestido por alguien pequeño y caigo al suelo.
Es Beatrice quien me abraza con fuerza desbordante. Correspondiendo a su abrazo protector, acaricio su cabeza delicadamente para calmarla. Sé que debe estar pensando que todo esto ocurrió debido a ella; quizás cree que no pudo controlarse durante el proceso de selección y eso provocó esta situación.
—No te preocupes, Betty —susurro tranquilizadoramente mientras ella utiliza sus habilidades curativas para sanar mis heridas bajo la mirada sorprendida de Julius—. Él y yo luchamos como amigos; es alguien muy fuerte y experimentado, así que realmente no causó tanto daño como parece.
La sorpresa se refleja claramente en los ojos de Julius mientras observa nuestra interacción.
—Incluso entre los espíritus, es raro ver una conexión tan profunda como la que tienes con ella —comenta Julius en tono reflexivo—. Debes tener una gran compatibilidad juntos.
La sorpresa y el asombro se entremezclan en sus palabras, revelando un aspecto desconocido hasta ahora para mí.
Mi propia compatibilidad con Beatrice es algo que nunca he considerado detenidamente; lo más importante para mí siempre ha sido asegurarme de su bienestar y protegerla a toda costa.
En este momento, mientras Beatrice continúa sanando mis heridas y me aferra con ternura, comprendo que nuestra relación trasciende los límites establecidos entre humano y espíritu.
Ella es parte de mi vida, mi familia.
Sonrío internamente al saber que no importa cuán poderoso sea mi oponente o qué obstáculos encuentre en mi camino; siempre tendré a Beatrice a mi lado, brindándome apoyo incondicional e inspiración constante para alcanzar nuevas alturas.
—Indudablemente, ya sea espíritu o no, para mí lo más importante es nuestra conexión —respondo con convicción, reflejando mi profundo entendimiento de la importancia de Beatrice en mi vida.
Julius suspira y sonríe, apreciando mis palabras y encontrando alegría en el hecho de que alguien comprenda su perspectiva.
—Es sorprendente descubrir que tengo algo en común con alguien que no sigue el camino del caballero. La vida ciertamente nos reserva muchas sorpresas —comenta Julius mientras reflexiona sobre nuestras similitudes inesperadas.
Puedo ver cómo Julius está cegado por su propio camino, limitándose a sí mismo al no reconocer otras formas de vivir ni otras formas de luchar. Su devoción hacia su propósito le impide ver todo lo que le rodea y rechaza cualquier otra posibilidad.
Mientras me levanto del suelo con Beatrice aún aferrada a mi brazo izquierdo, continúo compartiendo mis pensamientos:
—Concentrarse completamente en una meta puede cegarte ante muchas cosas importantes. A veces, para avanzar en tu propio camino, debes apartar la mirada del horizonte y observar a tu alrededor. Te darás cuenta de que hay numerosos caminos que te llevan al mismo objetivo final; solo tienes que elegir aquel que te haga más feliz sin llevar una existencia vacía.
Los ojos de Julius se abren ante mis palabras; parece sorprendido, pero luego adopta una expresión formal y respetuosa.
—Ha sido un honor luchar contigo. Como caballero imperial, quiero disculparme por el comportamiento mostrado por mis compañeros. No todos los caballeros comparten su actitud —afirma Julius, asumiendo la responsabilidad en nombre de sus colegas.
La gratitud me inunda al ver que Julius se disculpa sinceramente por las acciones de aquellos a quienes representa. Extiendo mi mano derecha hacia él, mostrando confianza y aceptación.
—El placer ha sido mío. Espero que podamos encontrarnos nuevamente en el futuro, tal vez bajo circunstancias más amigables —respondo mientras nuestros dedos se entrelazan en un apretón firme y respetuoso.
Julius toma mi mano con gratitud, aceptando mis palabras y el gesto de amistad.
Las personas como Julius suelen brillar en la superficie, pero esconden dentro de sí una profunda soledad al alejarse del resto. Caminar por un sendero solitario puede ser doloroso, creando un vacío que no se puede llenar solo con logros y reconocimientos.
Por eso busca desesperadamente cualquier emoción que pueda colmar ese vacío.
—Sí, amigo —responde Julius con sinceridad.
Espero que esto calme un poco a los nobles.
Ahora tengo que concentrarme en nuestro próximo objetivo: la aparición de la ballena. Tengo decisiones importantes por tomar; esta situación cambiará el rumbo de nuestra historia.
Dejar morir a Crusch o luchar junto a ella... Necesito reflexionarlo detenidamente.
Mientras acaricio suavemente la cabeza de Beatrice mientras caminamos, siento cómo me cura usando sus habilidades mágicas restantes para transferir maná hacia mí.
Cada vez me vuelvo más resistente al dolor gracias a sus cuidados constantes; supongo que algo bueno surge incluso en medio del caos.
Salimos del coliseo y observo atentamente a las personas que nos rodean: algunos nos miran con desprecio mientras otros parecen querer comunicarme algo importante.
Ahora que los nobles están aparentemente bajo control, es momento para dar el siguiente paso estratégico.
Si hubiera utilizado magias más peligrosas o voladoras podría haber causado aún más daño durante la pelea, pero en este momento mostrar todas mis cartas al enemigo sería peligroso.
Sin embargo, eso no significa que Julius también no se haya contenido durante el combate; sé que debo esforzarme por volverse más fuerte. El siguiente paso es entrenar arduamente y perfeccionar mis habilidades mágicas.
Puck posee la capacidad de alterar los hechizos a nivel molecular, creando fórmulas mágicas con efectos diferentes. Beatrice tiene un talento similar, aunque hasta ahora no le había prestado mucha atención debido a mi limitado conocimiento en química.
Es hora de expandir esos límites y explorar las posibilidades infinitas que se abren ante mí. La alquimia y la magia pueden fusionarse para crear resultados asombrosos si logro dominarlas correctamente.
Es tiempo de sumergirme en el estudio exhaustivo y dedicarme a desarrollar nuevos hechizos que me permitan enfrentar cualquier desafío con mayor eficacia.
Con determinación brillando en mis ojos, acelero el paso hacia lo desconocido mientras una brisa fría acaricia mi rostro. A partir de ahora, cada movimiento será estratégico y cada decisión estará guiada por la búsqueda incansable del poder necesario para proteger todo.
Si Leo estuviera aquí, tal vez sería un hechicero mucho más habilidoso.
Su ausencia se hace evidente en momentos como estos, donde la necesidad de su experiencia y conocimiento se vuelve palpable.
Emilia corre hacia mí con una expresión preocupada dibujada en su rostro. Esquivando a las personas que se interponen en su camino, se coloca frente a mí. Debe haber sido sorprendente verme involucrado en una pelea tan arriesgada, especialmente al enfrentarme a uno de los caballeros más poderosos en todo el reino.
—¡Marco! —exclama Emilia mientras me escudriña de pies a cabeza, buscando cualquier indicio de daño o lesiones. Mi atuendo negro no puede ocultar el rastro carmesí que adorna la manga izquierda debido a la herida causada por Julius.
Ya sanó, así que no hay problema alguno.
Una vez satisfecha al comprobar que estoy ileso, suspira aliviada. La presión sobre los hombros de Emilia debe ser abrumadora después de todo lo ocurrido; sin embargo, es reconfortante ver cómo se preocupa por mi bienestar.
—Tendrás que explicarme muchas cosas —me dice Emilia con cierta seriedad reflejada en sus ojos.
Parece haber algo importante pendiente entre nosotros; quizás ella mencionó algo por el comunicador durante mi combate.
—Lo mejor será cuando estemos solos —respondo cauteloso— por ahora quiero ir hacia la capital para observar las reacciones del pueblo ante las elecciones.
Los rumores sobre lo ocurrido seguramente ya están comenzando a extenderse rápidamente. Además, también tengo asuntos pendientes con el gremio de herreros, pero eso puede esperar para otra ocasión.
No sé cuántos días faltan antes del ataque de la ballena. En la novela se mencionaban tres días, pero en mi caso no estoy seguro si seguirá el mismo patrón.
—Esa fue una batalla interesante —escucho una voz familiar entre las personas que nos rodean.
Es Crusch, radiante como siempre. Su cabello verde danza elegantemente con cada paso que da, demostrando una madurez y elegancia que es difícil encontrar en las otras candidatas.
Crusch me mira directamente a los ojos con una sonrisa satisfecha en sus labios, como si estuviera complacida con mi actuación durante el combate. Existe un vínculo entre nosotros dos; uno lleno de complicidad y entendimiento mutuo.
La presencia de Emilia y Crusch a mi lado me reconforta en cierta medida mientras continuamos nuestro camino hacia la capital. Aunque hay muchos desafíos por enfrentar y decisiones difíciles por tomar, sé que no estoy solo en esta lucha.
La determinación arde dentro de mí mientras avanzo hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades infinitas.
Me inclino ligeramente, procurando no incomodar a Beatrice que descansa en mis brazos.
—Es un placer verla, señorita Crusch. Su discurso fue realmente impresionante —le digo con cortesía mientras nos cruzamos miradas fugaces.
Aunque hemos mantenido conversaciones desde nuestro primer encuentro, debo ser cauteloso y mantener las apariencias.
Necesito obtener información sobre la ballena y eso implica ir sí o sí a la mansión Karsten. El problema es que en la novela el protagonista termina herido cuando visita ese lugar.
Sin embargo, considerando los contratos que he establecido hasta ahora, no debería ser tan difícil lograrlo.
—Pensé que vendrías, pero no esperaba presenciar tal espectáculo —comenta Crusch con una mezcla de curiosidad y sorpresa en su voz.
Nunca mencioné mis habilidades de combate durante nuestras conversaciones anteriores ni revelé detalles sobre mi contrato con Beatrice, por lo que es comprensible que ella desconociera estos aspectos.
Además, el hecho de sacar a la luz la existencia de los rifles también fue algo inesperado para ella al igual que mi victoria contra un arzobispo del culto.
—Había escuchado rumores sobre cómo unas personas detuvieron el avance del culto en los dominios Mathers, así que ya tenía mis sospechas —continúa Crusch revelando parte de su conocimiento previo—. No me sorprende saberlo... Lo que realmente desconozco es si saben cuál fue exactamente la razón detrás del ataque inicialmente planeado...
Las palabras de Crusch me sumergen en un mar de reflexiones.
¿Acaso ella ya sabía sobre la fuga de información que desencadenó el ataque?
¿Estaba al tanto desde el principio?
Si lo sabe y no hizo nada, entonces…
No, no puedo permitir que mis decisiones estén basadas en emociones. La vida o muerte de Crusch depende enteramente de lo que decida hacer. La ballena está protegida por una poderosa magia, por lo que creo que los cañones convencionales podrán ser suficientes para enfrentarla.
O al menos eso quiero creer.
—La señorita Emilia y yo luchamos juntos para derrotarlo —confieso finalmente, sin ocultar ningún detalle— Al final, utilicé artes espirituales para eliminar su alma completamente de este mundo.
No tiene sentido mentirle a Crusch; incluso sin la protección mágica de ella, habría revelado la verdad igualmente. Ella coloca su mano bajo su barbilla y parece estar inmersa en sus pensamientos. Emilia y yo intercambiamos miradas expectantes mientras esperamos a ver qué va a decirnos.
Crusch finalmente rompe el silencio con una propuesta intrigante:
—Me gustaría hablar con ambos, pero deberíamos hacerlo en privado —su mirada se pierde en el horizonte antes de añadir—. Les invito cordialmente a visitar mi mansión mañana por la tarde.
Enviaré una carroza para recogerlos si están dispuestos.
Emilia y yo nos volvemos a mirar y asentimos simultáneamente, aceptando su invitación sin dudarlo. Sin lugar a duda, Crusch nos solicitará ayuda para enfrentar a la ballena o tal vez intentará obtener más información de nosotros.
De todas formas, vine preparado para cualquier eventualidad.
—Será un placer visitar su mansión, señorita Crusch —responde Emilia con alegría mientras una sonrisa complacida se dibuja en el rostro de Crusch.
Con amabilidad y elegancia, ella se despide y los soldados comienzan a acercarse hacia nosotros.
—Fue una magnífica pelea, mi general —admite Lucas mientras me entrega mi rifle con reverencia.
—Siempre supe que el general era fuerte, pero ahora veo que está en un nivel completamente diferente —añade Lessed con una sonrisa llena de admiración mientras aprieta sus puños en gesto de reconocimiento.
Al observarlos, me doy cuenta de que no les importa mi derrota. Después de todo, el nombre Julius es conocido en todos los rincones y es evidente la fuerza que posee.
Emilia me toma del hombro con una expresión seria en su rostro, transmitiéndome la seriedad de la situación.
—Uno de los sabios desea hablar contigo —me informa sin rodeos.
Un escalofrío recorre mi espalda.
¿Podría ser sobre la noticia que recibí del arzobispo?
No, eso es algo que aún se debe verificar y no tiene cabida en este momento. Sin duda, hay algo más importante en juego.
En ese preciso instante, Roswaal hace su entrada triunfal junto a Ram por una de las entradas del castillo. Su sonrisa arrogante parece indicar un nivel extremo de complacencia consigo mismo.
Su atuendo de payaso solo logra arruinar cualquier ocasión con su mera presencia.
—Escuché que tuuuviste un pequeño enfrentamiento —comenta Roswaal extendiendo sus brazos como si estuviera sorprendido— Lamentaaablemente, estaba ocupado y no pude presenciarlo personaaaalmente.
Ram se burla abiertamente mientras me mira con una sonrisa pícara, consciente seguramente de mi derrota ante Julius.
—¡Ja! Eres todo un fanfarrón. Supongo que esta señorita debería enseñarte unas cuantas lecciones —dice Ram mirándome fijamente antes de ofrecerme esa sonrisa maliciosa tan característica suya.
Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que entrenamos juntos bajo su tutela.
La verdad es que cuando se trata de magia, preferiría evitar repetir esa experiencia; explicarle a alguien algo que para ella es natural resultaría complicado y difícil.
Pero cuando se trata de entrenamiento físico, Ram es insuperable. La única vez que logré golpearla fue porque ya había entrenado con ella y comprendía un poco su estilo de combate.
Sin embargo, debido a las responsabilidades del pueblo, tuve que abandonar esos entrenamientos. Supongo que ha llegado el momento de retomarlos.
—Parece que estás ansiosa por entrenar conmigo —respondo con una sonrisa irónica— Pero recuerda que tus ansias solo reflejan tus ganas de desquitarte por hacerme trabajar tanto
Ambos sabemos bien cuál es la verdadera motivación detrás de sus deseos de partirme la cara a golpes durante nuestras sesiones de entrenamiento.
Aunque lo hace de forma voluntaria, le dije que podía vivir a su antojo. Su obsesión o amor por Roswaal probablemente supera su deseo de descansar.
—Sí, entrenemos hasta agotarnos —responde Ram con una sonrisa maliciosa mientras golpea su puño contra la palma de la mano.
Ram lo dice en tono de broma, pero estoy seguro de que intentará darme una paliza durante nuestro entrenamiento. Mientras tanto, Roswaal se acerca a mí y me susurra al oído.
—Volveré a la mansión. La información que poseo debe ser verificada con los últimos hallazgos. Algo importante está ocurriendo en el castillo —dice con seriedad antes de levantarse y despedirse.
Emilia pregunta curiosa sobre el motivo repentino de su partida, pero él simplemente menciona asuntos pendientes en la mansión y se disculpa por tener que marcharse. Ram lo sigue rápidamente y ambos se alejan dejándome solo con mis pensamientos abrumadores.
Nunca confiaré plenamente en Roswaal; sin embargo, puedo percibir por las reacciones del sabio que no mintió respecto a la filtración de información. Confiar ciegamente en él es como entregar mi vida a un cocodrilo: nunca sabes cuándo atacará.
Las intenciones ocultas de Roswaal podrían llevarme por un camino peligroso e incierto. No sé qué hay escrito en sus planes maquiavélicos; no soy como el protagonista típico de una novela donde todo parece predecible y sencillo para ganarme la confianza de los demás.
Si llegara a formar una alianza con él...
No, eso es imposible.
Él no tiene reparos en matar a alguien, aunque lo haga sabiendo que puede darle el manto a otro Roswaal.
A el no le importan las vidas de un bucle perdido.
Recuerdo el "te quiero" de Beatrice, que penetra en mi como espadas clavándose en tu corazón.
—Igual que yo —susurro para mí mismo mientras Emilia me mira sorprendida por mis palabras.
—¿Igual que tú? —me pregunta con curiosidad en sus ojos.
—No me hagas caso, solo estaba divagando —digo mientras despierto de mis pensamientos.
Beatrice duerme plácidamente en mis brazos mientras esperamos la llegada del intermediario que nos llevará ante el sabio. Emilia observa a Beatrice con ternura y acaricia su cabeza de vez en cuando.
—Parece que le tienes mucho cariño a Beatrice —comento, contagiado por la dulzura del momento.
—¡Sí! Es tan adorable y tiene un corazón muy tierno —responde Emilia con una sonrisa.
Los soldados conversan entre ellos mientras nosotros esperamos en silencio, evitando mencionar lo ocurrido durante la selección. Deseo tener más privacidad para estar junto a Emilia, pero aquí debo mantener una actitud seria. Cuando estemos solos podremos hablar sin restricciones. Afortunadamente, ella comprende esto y tampoco ha tocado el tema.
—¿Qué crees que quiera Crusch? —pregunta Emilia acariciando suavemente a Beatrice.
Debe haber una razón importante para querer reunirse con nosotros ahora que las elecciones han comenzado oficialmente. Necesito hablar también con Anastasia, pero no puedo agitar las cosas demasiado pronto.
Ella maneja uno de los gremios comerciales más grandes; tarde o temprano entraremos en competencia tanto por el trono como por el monopolio comercial. Quiero saber qué es capaz de hacer.
La información que tengo sobre Anastasia no es suficiente; necesito verla cara a cara y juzgarla con mis propios ojos para conocer realmente qué tipo de persona es.
—Probablemente tenga algún motivo secreto o quizás sea un asunto de negocios —respondo reflexionando.
Si se trata de algo relacionado con el comercio, bastaría mi presencia. Solo quiero observar si Emilia es capaz de llegar a sus propias conclusiones sin influencias externas.
Ella parece estar sumida en sus pensamientos; ha estado cerca de las situaciones del pueblo tiempo y también ha compartido momentos conmigo mientras estudiamos cómo administrar junto a Roswaal.
Poco a poco, la experiencia va moldeándola y formándola como líder.
Gobernar no se trata solo de estudiar, también implica pensar, actuar y aprender de los errores para saber cómo enfrentarlos. En la novela, este aspecto parece olvidado, pero para lograr mis objetivos, Emilia debe crecer como nunca.
La madurez es un avance importante, pero sin habilidades y experiencia, no será suficiente en esta situación.
Cada uno tiene sus propios dilemas internos y conflictos por resolver. Sin embargo, siento que aún no he disfrutado plenamente de este mundo como debería. Aunque he tenido momentos relajantes aquí y allá, desearía tener más ratos de paz para mí mismo.
—Debe ser algo secreto ¿verdad? —me pregunta Emilia con una sonrisa expectante en su rostro inocente.
No puedo evitar soltar unas pequeñas risas ante su expresión ansiosa mientras trato de hacerlo lo más silencioso posible para no despertar a Beatrice. Emilia hace pucheros y me golpea delicadamente en el costado mostrando su disgusto por mi reacción.
Me alegra ver que a pesar de todo lo que ha pasado últimamente, Emilia sigue siendo ella misma.
En ese sentido, ella me supera ampliamente.
—Lo siento... Pero sí, estoy seguro de que será algo importante —respondo convencido.
Mis palabras hacen que Emilia ponga una mano sobre su pecho mientras me mira con una sonrisa llena de determinación en sus ojos fijos en los míos.
—Han ocurrido muchas cosas últimamente... Y créeme cuando te digo que ha sido muuuy abrumador —dice Emilia mientras toma mi mano libre, sin importarle la presencia de los demás— Pero cuando estoy contigo, siento que puedo darlo todo. Sé que juntos podemos apoyarnos y seguir adelante.
Emilia hace una expresión en su rostro que no logro reconocer del todo, pero sus palabras me dejan sorprendido y conmovido al mismo tiempo.
En ese momento, Beatrice se mueve por primera vez desde que está durmiendo. Gira su cabeza hacia Emilia y la mira con pequeños pucheros en su rostro adorable. Beatrice baja un poco su cara y con ternura le pregunta:
—¿Y yo?
Emocionada, Emilia sonríe ampliamente y toma a Beatrice en sus brazos. La sorpresa invade el rostro de Beatrice ante este gesto inesperado, pero no puedo evitar quedarme atrapado en la hermosa sonrisa radiante de Emilia.
Es fascinante observar cómo alguien puede transformarse tan profundamente cuando supera por completo nuestras expectativas. No hay mejor sensación que presenciar el crecimiento de las personas a nuestro lado.
Miro a Emilia y Beatrice con una sonrisa, guardando este momento en mi memoria.
Emilia levanta a Beatrice en sus brazos y responde con una sonrisa:
—Estaremos juntos, los tres nos apoyaremos mutuamente y me aseguraré de hacer feliz a Betty —Emilia arquea las cejas antes de agregar—. Cuando Puck regrese, los cuatro estaremos reunidos nuevamente.
Beatrice sonríe, pareciendo haber formado un vínculo especial con Emilia. Aunque Emilia no pueda verlo, puedo percibir algo detrás de esa sonrisa.
Siento que Beatrice me está ocultando algo.
—¡Sí! Cuando Pucky regrese, debemos contarle todo lo que hemos hecho supongo —exclama Beatrice emocionada.
Emilia abraza cariñosamente a Beatrice y esta corresponde su gesto afectuosamente. Incluso los soldados nos miran con admiración.
—La señorita Emilia es sin duda una persona excepcional —admite Bert.
Los soldados asienten en acuerdo ante su afirmación y yo no puedo evitar sumarme al coro de elogios para Emilia.
A pesar de todo, sigue siendo vulnerable ante la adulación.
De repente se escuchan ruidos metálicos provenientes del pasillo cercano, capturando la atención de todos presentes. Desde la entrada del castillo aparece Gildark; su imponente figura y aura mágica revelan su poderío físico.
Normalmente, no es necesario mantener tu energía mágica fluctuando constantemente, pero hay quienes lo hacen como parte de su entrenamiento para controlar y fortalecer su flujo de poder.
Gildark se acerca a nosotros con expresión seria, nunca he visto otra expresión en él. Aunque Roswaal afirmó que era una buena persona.
Bueno, tampoco estoy seguro de qué considera Roswaal como "buena persona". Después de todo, se enamoró de Echidna.
Gildark nos mira a Emilia y a mí antes de inclinarse en señal de respeto.
—Señorita Emilia, señor Marco, necesito que me acompañen —nos dice Gildark mientras observa detenidamente nuestros rostros. Sabe que Emilia ya ha sido advertida previamente sobre la situación.
El hecho de no mencionar quien nos solicita es solo una forma sutil de indicar que hay ojos y oídos alrededor.
Aunque me hago una idea.
Le indico a mis soldados que esperen en la carreta; esto no tomará mucho tiempo. Ellos asienten y se retiran obedientes.
Emilia carga a Beatrice en brazos mientras seguimos detrás del imponente Gildark. No sé nada sobre esgrima, pero puedo sentir la presencia abrumadora emanada por este hombre.
Incluso si quisiera enfrentarlo en combate cuerpo a cuerpo sería imposible derrotarlo... por ahora.
Por supuesto, la fuerza bruta no lo es todo; un disparo certero puede acabar con cualquiera sin importar cuán poderoso sea. Desconozco si esta persona tiene habilidades para desviar tales ataques, pero si es el líder de todos los caballeros es porque como mínimo es más fuerte que Julius.
Con las armas de fuego en su estado actual, probablemente no sería suficiente. Pero cuando logre mejorar la pólvora y las armas, podré crear balas más rápidas e imposibles de esquivar.
Avanzamos por los pasillos hasta llegar a uno menos iluminado. Gildark no ha pronunciado una sola palabra durante todo el trayecto; camina con paso pausado y calmado.
Con una voz profunda y seria, Gildark habla por primera vez:
—Escuché que en el pueblo del cual usted es alcalde reclutan a personas de cualquier raza y también buscan dar trabajo y techo a aquellos sin hogar.
Un silencio abrumador se apodera de nosotros mientras avanzamos; su pregunta me toma por completo desprevenido, e incluso Emilia parece consternada. Gildark gira la cabeza para observarnos, percibiendo nuestra sorpresa ante su interrogante.
—Tengo una organización llamada "La Hermandad" que se encarga de ayudar a las personas más necesitadas —responde con calma—. Sin embargo, resulta difícil brindar empleo y asistencia a todos los solicitantes.
Finalmente comprendo lo que está insinuando. Emilia mira fijamente a Gildark con ojos iluminados por la emoción mientras se acerca sigilosamente hacia él.
—¡Es maravilloso! ¡Una labor tan noble y hermosa! —exclama entusiasmada.
Gildark no responde ante las adulaciones de Emilia, pero ella continúa expresando su alegría por sus palabras.
No puedo evitar manifestar mi perplejidad frente al hecho de que alguien perteneciente a la nobleza muestre tanto interés por los menos privilegiados.
—Nuestras intenciones son precisas; sin embargo, estamos siendo selectivos en cuanto a quienes ingresan —explico, mientras Gildark asiente comprensivamente ante mis palabras—. Filtramos cuidadosamente según actitudes y comportamientos para asegurarnos de aceptar solo aquellos dignos de nuestra ayuda.
Gildark detiene abruptamente nuestros pasos y gira hacia mí, extendiendo su mano en señal de camaradería.
Es evidente que esta persona posee un corazón noble, a pesar de su personalidad severa e intimidante.
Yo sonrío y estrecho su mano con firmeza.
—Es un verdadero placer conversar con usted tanto como caballero como jefe de la Hermandad —lo miro confiado—. Me complace ver a alguien tan noble como usted ocupando una posición tan alta. Por lo tanto, quiero asegurarle que nuestra campamento siempre tendrá las puertas abiertas para cualquier necesidad o solicitud, ya sea bajo el título de caballero, jefe o Marcos Gildark; por supuesto, si mi señora está de acuerdo.
Emilia sonríe radiante mientras dirige su mirada llena de alegría hacia Gildark.
—Sus palabras refuerzan mis intenciones —expresa emocionada—. Es gratificante encontrar a alguien como usted liderando los caballeros.
Gildark nos observa fijamente con la misma expresión inmutable en sus rasgos faciales; parece estar suspendido en el tiempo. Sus músculos entrenados y poderosos le otorgan una imponente figura, mientras sus ojos permanecen vigilantes sin cesar.
En ese momento, Gildark se inclina profundamente ante nosotros mostrando gran respeto y arrepentimiento.
Emilia se sorprende por este gesto repentino e instintivamente toca el brazo del guerrero para que detenga esa muestra excesiva de reverencia.
—Existe diversidad en todos los ámbitos —comienza Emilia mientras endereza lentamente su cuerpo—. He aprendido que uno debe comprender y hacerse respetar. Mi objetivo es construir un mundo en el que todos sean valorados, donde los principios fundamentales se arraiguen en la sociedad sin importar raza, capacidad económica o habilidades individuales. Esto apenas está comenzando. Creo firmemente en el respeto mutuo, ya que cada persona posee el potencial para superarse a sí misma. Esta es la filosofía con la cual estamos forjando Irlam.
Las palabras de Emilia reverberan en mi mente mientras observo a Gildark asentir con admiración hacia él. En este hombre de apariencia imponente y fortaleza sobrehumana yace una visión audaz e inspiradora para transformar su pueblo y cambiar las vidas de aquellos menos privilegiados.
La nobleza del corazón no siempre se encuentra entre quienes ostentan títulos nobiliarios; puede surgir incluso desde las profundidades más inesperadas del alma humana.
Palabras perfectas para culminar, Gildark debió escuchar las noticas de Irlam sin embargo debe haber estado desconfiado de si las noticias eran ciertas.
En especial que no podía ir a investigar por ser la propiedad de alguien que esta con una candidata.
Gildark abre los ojos en sorpresa ante las palabras de Emilia, sus pupilas dilatándose como el reflejo del sol en un lago oscuro. Por primera vez, veo un pequeño cambio de expresión en su rostro imperturbable.
Extiende su mano con la elegancia de un caballero antiguo y Emilia corresponde al gesto con una gracia inigualable.
—Debido a mi cargo —dice Gildark con voz profunda y resonante—, debo mostrar neutralidad ante cualquier candidata. Sin embargo, le deseo el mayor de los éxitos en su noble objetivo como gobernante, señorita Emilia.
Sus palabras flotan en el aire como notas melódicas suspendidas por encima del abismo que separa sus posiciones políticas.
Aunque serio y reservado por naturaleza, Gildark revela una faceta más noble y benevolente de sí mismo. Ha dedicado gran parte de su vida a forjar una organización meramente comunitaria sin ánimo de lucro; un acto altruista que demuestra la grandeza oculta tras su fachada impenetrable.
Girándose hacia otra dirección con movimientos precisos pero fluidos, Gildark se detiene junto a una puerta grandiosa cuya madera parece haber sido tallada por manos divinas.
Una presión mágica palpita intensamente desde el otro lado; es evidente que está diseñada para evitar intrusiones no deseadas e indiscretas orejas curiosas.
Es entonces cuando Gildark abre la puerta majestuosa y entra en la habitación contigua, revelando finalmente quien era aquel sabio misterioso que nos citó: Miklotov McMahon.
Líder de los sabios y la primera persona en mostrar consideración con Emilia.
La apariencia del anciano es impresionante a simple vista. Su cabello largo y blanco, como hilos plateados tejidos por una diosa antigua, le otorga un aspecto distintivo y llamativo. Cae sobre sus hombros encorvados como cascadas de nieve etérea, revelando una sabiduría interior profunda e insondable.
El bigote de Miklotov es igualmente frondoso, pero bien cuidado; cada vello parece haber sido moldeado con precisión quirúrgica para denotar experiencia, comparándose con la nitidez de una hoja recién afilada.
En su rostro arrugado, se puede ver el reflejo de años llenos de intensidad vivida y conocimientos acumulados durante décadas.
Su atuendo no pasa desapercibido: lleva una túnica morada que muestra claramente su pertenencia al consejo de sabios. Los bordajes dorados resplandecen a la luz tenue del lugar como estrellas incandescentes en el firmamento nocturno. Un pequeño gorro morado descansa sobre su cabeza canosa, agregando un toque peculiar a su figura imponente y majestuosa.
Pero lo más destacable es la insignia que adorna su pecho: un símbolo meticulosamente tallado que representa el reino de Lugunica en todo su esplendor ancestral.
La joya reluce con destellos dorados bajo las luces titilantes del salón sagrado, recordándonos la importancia de su papel como líder y guardián del conocimiento.
Miklotov McMahon, un ser envuelto en misterio y sabiduría. Un hombre cuyo aspecto exterior refleja la complejidad de su interior, una amalgama de experiencia, intensidad y erudición.
Emilia no puede evitar sentirse abrumada por la presencia imponente del anciano sabio mientras espera ansiosamente las palabras que revelarán el destino que le aguarda en su búsqueda por el poder.
Emilia se inclina formalmente, yo le sigo y ambos ofrecemos respeto a la persona que tenemos en frente.
El motivo detrás de esta reunión no podía ser otro que mostrar algún tipo de apoyo político. Los sabios buscaban establecer alianzas y respaldar a la candidata adecuada para asegurar su posición en el futuro.
Es una competencia sutil, una danza en la que cada paso podía marcar la diferencia.
—No se preocupen por formalidades, tomen asiento —agrega con calma mientras nos acomodamos. Beatrice, fiel a su naturaleza vigilante, se instala en mis piernas, alerta ante cualquier señal de peligro.
La razón detrás de nuestra citación a esta reunión no puede ser otra que buscar algún tipo de apoyo político. Los sabios, al igual que los políticos, están interesados en establecer alianzas y asegurar su posición de liderazgo. Es una competición constante por el poder.
—Hay algo que me gustaría comentar antes, Marco —dice Miklotov, el líder sabio, fijando sus ojos en mí, como si quisiera leer en lo más profundo de mi ser. Tras un breve silencio, continúa—. Sé que has tenido un enfrentamiento con uno de los caballeros imperiales y que has luchado contra el caballero real, Julius Juukulius. ¿Hay alguna razón por la cual decidiste pelear?
Las palabras de Miklotov me llevan a reflexionar sobre mis acciones y emociones en ese momento. El hombre parece interesado en comprender mi verdadero ser. Durante la selección para el enfrentamiento, me mostré formal y orgulloso, buscando impresionar a los presentes. Sin embargo, durante la pelea, mis emociones estallaron y mi arrogancia se hizo evidente.
La mirada penetrante de Miklotov es como un vórtice que pretende absorber todas mis respuestas. No sé mucho acerca de él, solo rumores sobre su uso misterioso de la magia Yang y su impresionante inteligencia.
—Cuando el hombre me insultó, inicialmente tenía la intención de retarlo yo. No obstante, la aparición de Julius en la escena me obligó a cambiar mis planes —respondo con sinceridad, consciente de que no puedo ocultar nada frente a aquel hombre sabio.
Es mejor ser retado a retar cuando se trata de un combate desproporcionado.
Emilia me mira desconcertada, sin comprender completamente el trasfondo de mi respuesta, pero mantiene silencio para no interrumpir la conversación. Gildark, por su parte, permanece imperturbable junto a la puerta, como un centinela silente.
—¿Eso está vinculado al motivo por el cual lo retaste a él? —cuestiona Miklotov, demostrando que sus deducciones son precisas y perspicaces.
He dado en el clavo. Miklotov es, sin duda, un hombre sabio, capaz de conectar los hilos de los eventos con facilidad. Roswaal debió de tener alguna participación en todo esto, pero aún no logro vislumbrar su verdadera intención.
Al principio, pensé que su objetivo era ver a Emilia fracasar, pero mi enfrentamiento con Julius no siguió ese rumbo. Parece más satisfecho con el progreso que Emilia está haciendo. Esto implica que hay algo más en juego, algo que se relaciona estrechamente con la situación actual.
—Julius es el caballero de la señorita Anastasia Hoshin, candidata al trono. En ese momento, él intervino para evitar que los caballeros causaran problemas —explico, dirigiendo mi mirada hacia Gildark para recordarle lo que había ocurrido antes—. Los caballeros intentaron intimidarnos, y aunque atacar a uno de ellos fue injustificado, confié en algo... algo que es muy importante.
La atmósfera se volvió más densa, como si el destino estuviera tejiendo un entramado complejo en el que estábamos atrapados. Miklotov analizaba cada palabra, cada gesto, y en sus ojos brillaba la chispa de la inteligencia.
Había una razón oculta detrás de esta reunión, y estaba decidido a descubrirla, sin importar cuán profundo tuviera que excavar.
—Tu posible estatus como aquel que puso fin a la vida de un arzobispo —dice Miklotov, con tono sombrío y penetrante.
Ha dado en el clavo. Mi ataque al caballero se percibe como un acto de traición, pero la situación exige una investigación más profunda, ya que los caballeros actuaban en connivencia con varios nobles.
Además, no causé ningún daño real.
—Mi estatus dependía de mi forma de actuar —respondo con calma—. Si me hubiera mantenido callado, ustedes no habrían confirmado la veracidad de mi información.
Emilia nos mira confundida mientras intenta comprender las complejidades del asunto. Sé que su inteligencia es variada, pero por ahora parece estar abrumada por el caos reinante.
Miklotov parece entender perfectamente mis motivaciones. No importa si durante la batalla fui arrogante o impredecible; lo importante es el impacto que esas acciones tienen sobre nuestros adversarios.
—Ya sabías que ese caballero no era rival para ti —afirma Miklotov con admiración genuina.
—Lo supe cuando mi magia lo afectó —respondo modestamente.
En realidad, tomé al caballero por sorpresa utilizando mi habilidad mejorada en control gravitatorio sin necesidad de hacer uso excesivo de mi fuerza interna.
Curioso por conocer más detalles sobre este desafiante caballero derrotado, dirijo mi atención hacia Gildark y le pregunto:
—¿Cuál es el rango del Caballero Kus Sidmuth? Señor Gildark...
Gildark observa a Miklotov antes de responder rápidamente, sin tomarse el tiempo para reflexionar demasiado.
—El Caballero Kus Sidmuth ocupa el puesto cincuenta y tres en la lista de los caballeros —declara con una mezcla de admiración y sorpresa en su voz.
La mayoría de los caballeros son indudablemente poderosos, pero ninguno normal se compara al formidable Julius. Existe una brecha abismal entre los primeros puestos y el resto, como si fueran dos mundos distintos.
—Y tú lo derrotaste fácilmente —afirma Gildark asombrado por mi hazaña.
Levanto mi rifle lentamente, haciendo énfasis en que esta arma fue fundamental para alcanzar la victoria sobre este formidable oponente
—Mi creación jugó un papel crucial; sin ella habría tenido que replantear mi estrategia por completo y tal vez no hubiera obtenido una victoria tan contundente —concluyo con humildad.
El sabio contempla mi rifle durante unos segundos antes de cerrar los ojos, como si no estuviera realmente interesado en él o quizás quisiera evitar que Gildark escuchara nuestras palabras.
—Entonces, utilizaste a esa persona para infundir temor —afirma con voz serena y profunda.
Asiento lentamente, consciente de que para inspirar miedo es necesario mostrar una victoria impecable. Aquella persona nunca tuvo oportunidad alguna. Perdió porque no estaba preparada para enfrentarse al poder destructivo de mi arma y su actitud arrogante e irracional solo aceleró su derrota.
Con su caída, los caballeros y varios nobles temerán no solo a mí, sino también a cualquiera que porte un arma similar. Por eso hice hincapié en que todos mis soldados la poseen.
—Sí, era la única forma de demostrar que mis soldados pudieron derrotar a los cultistas —explico con determinación—. Los rumores se propagarán y cada vez tendrán más cautela cuando se encuentren frente a un artefacto como este... o al menos lo pensarán dos veces.
Una misteriosa arma capaz de segar vidas en un abrir y cerrar de ojos. Un instrumento cuyo estruendo anuncia una muerte inminente. Cuanto menos información tengan sobre ella, más variadas serán las especulaciones que surgirán; aunque sea un arma de doble filo, lo importante es sembrar dudas en sus mentes.
—El resto de mis acciones fueron impulsadas por mi orgullo y el deseo de desahogarme ante el trato injusto recibido —confieso sin ocultar mi verdadero sentir.
No es del todo mentira. La verdad es que el resto fue simplemente para causar temor.
El sabio asiente, comprendiendo la complejidad de mis motivaciones.
—Sin embargo, elegir a Julius como oponente tiene un significado especial —continúa el sabio misteriosamente.
Si, pero eso no es algo que él deba saber. Si puede descubrirlo por sí mismo o no dependerá de su capacidad de observación y discernimiento.
—Dada su participación en esta situación, pensé que sería una buena elección enfrentarse a Julius —explico con calma—. Sin embargo, resultó ser un adversario formidable.
Una chispa traviesa ilumina mi mirada mientras contemplo las implicaciones más profundas de mi estrategia.
Entorpecer el juicio de Anastasia.
Solo así tendré la oportunidad de continuar mi crecimiento.
Una elección que parece ilógica en el marco de la lógica convencional.
Sin embargo, cuando uno contempla detenidamente los beneficios que esta opción conlleva, se revela como la más razonable y sensata.
Un gran dilema ha surgido en mi camino, pero hasta ahora parece haber dado buenos frutos. Desconozco cuáles sean las intenciones ocultas de Anastasia, pero sé con certeza que su primer paso será investigar mis antecedentes. Esto implica enviar a sus subordinados a Irlam para hacer preguntas y obtener información sobre mí.
Anastasia descubrirá detalles acerca del inicio de mis contratos con las máquinas a vapor y también escuchará rumores sobre el enfrentamiento contra esas temibles mabestias.
Todo esto envolverá el asunto en un aura misteriosa e intrigante. Sin embargo, a medida que mi poderío continúa creciendo imparablemente, ella mantendrá una cautela prudente hacia mí.
Y eso es precisamente lo que necesito para seguir avanzando sin obstáculos ni interferencias.
—Aun así —interviene Miklotov dirigiéndose a Gildark con mirada inquisitiva— has logrado alcanzar tu objetivo al mostrar tu poderío ante todos nosotros. Ahora bien, si debieras clasificar a Marco dentro del rango de los caballeros ¿en qué posición lo situarías considerando únicamente lo mostrado hasta ahora?
Gildark detiene su mente por unos breves instantes mientras Beatrice toma mi mano entre las suyas y comienza a jugar con ella, moviéndola de un lado a otro como si fuera un juguete.
Su tacto suave y delicado despierta en mí una mezcla de emociones sutiles pero intensas. Emilia, por su parte, se mantiene observando la conversación en silencio.
Espero sinceramente que esté prestando atención y reflexionando profundamente sobre lo que estamos hablando, porque no deseo tener que repetirlo todo nuevamente. Emilia posee una inteligencia innata en ciertos aspectos, pero sus extremos pueden ser perjudiciales.
Sin embargo, veo cómo una semilla recién plantada comienza a germinar dentro de ella y crecer en la dirección que solo sabe el tiempo.
—Si tuviera que clasificarlo junto con esa arma desconocida —responde Gildark tras unos momentos de profunda reflexión— no tendría más opción que ubicarlo entre los primeros quince puestos del escalafón caballeresco. Marco parece controlar varios elementos con destreza notable e incluso el caballero Julius afirmó haber detectado compatibilidad mágica en él para dos elementos específicos, los cuales domina magistralmente bien. Por ello, lo situaría en un rango cercano a esos guerreros excepcionales. No obstante, es posible que se encuentre con obstáculos al intentar superar el séptimo puesto; aunque esa última forma de magia resulta ser mucho más mortífera de lo aparenta superficialmente
Miklotov fija su mirada en Gildark, como si le pidiera una explicación más detallada.
—Mis ojos me otorgan la capacidad de detectar las fluctuaciones mágicas con gran precisión —explica Gildark, mientras señala el suelo y el techo con gesto enfático—. La forma en que Marco manipula la magia es fina y controlada, ejecutando hechizos específicos. Sin embargo, cuando utilizó ese último conjuro pude percibir varias afluencias de maná dispersas por todo el entorno. Sus ataques combinados fueron mucho más que simples improvisaciones; parecían haber sido meticulosamente planeados con anticipación.
La revelación sobre los poderes visuales de Gildark es algo que desconocía hasta ahora. Ahora solo me queda preguntarme si también puede ver el ominoso miasma asociado al culto de la bruja.
Si eso fuera posible, significaría que Gildark también está corrompido por las maquinaciones del culto... Y eso sería una verdadera lástima. Tal vez pueda indagar un poco más en este asunto.
—Permíteme preguntarte algo —intervengo cautelosamente— ¿Eres capaz de ver el miasma proveniente de la bruja?
Gildark dirige su mirada hacia mí y durante unos segundos me observa con expresión severa antes de negar lentamente con la cabeza.
—No tengo esa capacidad para ver el miasma —responde finalmente— Pero cuando he luchado contra algunos seguidores del culto puedo sentir una presencia oscura en el ambiente circundante.
Estas palabras implican que él tiene formas de discernir quiénes poseen el miasma y quiénes no. Afortunadamente, en este momento mi propio miasma está controlado dentro de mí.
Si llegara a revelarse o pronunciar algo indebido, Gildark se daría cuenta al instante y todo acabaría para siempre.
—Ya veo —comento con una sonrisa sutil— Sin duda, esos ojos tuyos parecen ser una gran bendición. Permíteme decirles que he recibido un entrenamiento intensivo por parte de dos poderosos espíritus en el arte de la magia. Aunque solo haya sido durante dos meses, no deben subestimar las habilidades que me han transmitido estos seres etéreos.
Mientras hablo, deslizo mis manos suavemente sobre la cabeza de Beatrice, acariciándola con delicadeza mientras disfruto del contacto reconfortante entre sus cabellos sedosos.
Una mentira a medias se escapa de mis labios, pues, aunque mi progreso en la magia se acelera gracias a mis conocimientos científicos e ingenieriles, no puedo negar que la guía inestimable de Puck y Beatrice ha contribuido enormemente a mi habilidad para manipular los hechizos.
—No obstante, controlar múltiples elementos no es una tarea fácil —dice Miklotov con brillo intenso en sus ojos—. Formar una puerta apenas hace dos meses te convierte sin duda alguna en un prodigio, algo que no se ha visto en décadas.
Miklotov persiste en su afán por ahondar en este tema. Parece estar buscando algo específico en mí, pero aún no logro comprender qué es exactamente lo que persigue descubrir.
Con una serenidad imperturbable, respondo con evasivita:
—Aunque si hablamos de poderío mágico, reconozco que estoy lejos de destacarme. Sin embargo, poseo un buen control sobre las artes mágicas.
Mi respuesta resulta cerrada y breve. No revelo más detalles hasta haber desentrañado cuál es su verdadero propósito al realizar estas aparentemente inocentes preguntas.
De repente, Gildark cambia abruptamente el rumbo de la conversación hacia la señorita Emilia. Es evidente que trata de desviar nuestra atención hacia otro ámbito distinto al anteriormente explorado.
No obstante, lo primordial radica ahora en descubrir sus auténticas intenciones ocultas tras esa sonrisa amistosa y sus expresiones naturales cargadas con un dolor profundo. Su voz, sabia y anciana, se despliega con una cadencia que parece invitar a la confidencia.
—El discurso pronunciado por la señorita Emilia fue un auténtico prodigio de elocuencia —admite Gildark repentinamente.
Emilia, sorprendida ante este inesperado cambio en el tema de conversación, responde sin tardanza y con sinceridad:
—Dedicamos incansables horas de práctica para perfeccionarlo. Marco y yo creamos un discurso magistral que refleja mis más profundas intenciones —responde Emilia con una sonrisa radiante mientras habla en tono calmado y sereno.
Miklotov inclina ligeramente su figura hacia adelante, lo cual provoca que Emilia también adopte una posición similar en un intento fútil de detenerlo. Sin embargo, debido a la distancia existente entre ambos, sus esfuerzos resultan infructuosos.
—Me disculpo humildemente por no hacer nada durante el altercado, señorita Emilia...
Emilia niega con la cabeza, su expresión denota determinación en lugar de tristeza.
—Si usted hubiera intervenido, probablemente no habría sido capaz de enfrentarme a todos. De alguna manera, sus palabras me ayudaron a comprender lo que realmente deseaba hacer —declara Emilia inclinándose en señal de gratitud—. Gracias a usted, logré dar un paso crucial que me había costado mucho tomar.
Miklotov ríe complacido ante la iniciativa y valentía mostrada por Emilia. Para él debe ser como presenciar el comienzo del viaje hacia la madurez de una joven.
Emilia está destinada a crecer y desarrollarse durante los tres años que durarán las elecciones; por eso es fundamental aprovechar todas las oportunidades presentadas.
—Ha sido un placer haber podido ayudarte —responde Miklotov con satisfacción—. Sin duda alguna, todas las candidatas son excepcionales en su propia forma.
Internamente, pienso cuán peligroso resulta seleccionar a alguien únicamente basándose en lo que dicta una piedra mágica. Es absurdo confiar ciegamente en ella sin considerar otros aspectos importantes.
Ahora se trata de descubrir quién será capaz de cumplir las expectativas tanto propias como del pueblo...
—Disculpe mi falta de cortesía, pero tengo una pregunta —le digo mientras le observo directamente a los ojos y luego desvío mi mirada hacia Gildark tratando así de señalarlo discretamente— ¿Qué ocurrió exactamente durante el ataque al culto?
Los labios tensos de Miklotov revelan cierta incomodidad. Él mira a Gildark y, comprendiendo la situación, decide abandonar la habitación.
Emilia parece sorprendida por su partida, pero mantiene su calma. Ella también es consciente de que resulta extraño que los Caballeros Imperiales no hayan enviado ninguna ayuda en ningún momento.
—Un gobierno debería al menos haber brindado asistencia —comento mientras entrelazo mis manos y reflexiono sobre cómo abordaré este tema delicado—. Múltiples pueblos fueron masacrados tanto dentro como fuera de los dominios de Roswaal.
Gildark medita unos instantes antes de responder, probablemente pensando cuidadosamente en sus palabras.
Ha llegado el momento de atacar; necesito encontrar alguna vulnerabilidad entre estos sabios hombres.
—Como mencioné anteriormente... ¿Podría tratarse tal vez de una fuga de información? —sugiero con audacia ante la mirada sorprendida de Emilia.
—Pero me pregunto: ¿Información acerca de qué exactamente?
Justo cuando Emilia termina de hablar, sus ojos se abren de par en par, finalmente comprendiendo la cruda realidad del ataque.
Su semblante se desvanece y parece sumirse en una profunda tristeza. Sin embargo, yo tomo su mano con firmeza, tratando de infundirle fuerzas y apoyo.
—La lista de los candidatos —responde Emilia con voz entrecortada.
Ante esa revelación, Miklotov, quien hasta ahora ha permanecido en silencio observando la escena, se levanta y entrega una carta a Emilia. Ella toma el papel entre sus manos temblorosas y lo presiona con fuerza contra su pecho.
A medida que continúa leyendo el contenido de la carta, su rostro adquiere un aire sombrío y preocupado.
Sin decir palabra alguna, Emilia me pasa la carta para que también pueda leerla. Los caracteres escritos están en ro-glifos; esto demuestra el nivel de conocimiento requerido por aquellos que han enviado esta misiva amenazadora.
«Habrá consecuencias si no eliminan a la medio demonio como candidata al trono», reza el mensaje inicialmente.
Al leer estas palabras ya puedo intuir qué fue lo que realmente ocurrió durante ese fatídico ataque: fue indirectamente provocado por las acciones e influencia de Emilia tal como habíamos sospechado previamente.
Continúo leyendo mientras siento cómo aumenta aún más la tensión en el ambiente:
«La medio demonio debe morir; solo así podremos traer paz a este mundo».
El tono del mensaje cambia drásticamente; si hubiera sido escrito por cultistas, lo usual sería que exigieran que Emilia se sometiera a pruebas o algo similar. Sin embargo, este mensaje va más allá.
A medida que avanzo en la lectura de la carta, su contenido se vuelve cada vez más inquietante:
«Su existencia causará la destrucción del mundo».
Y para culminar con un escalofrío recorriendo mi espina dorsal, encuentro un último y amenazador ultimátum:
«La llegada de la bruja de la envidia».
El mensaje comienza solicitando el destierro de Emilia como candidata al trono y luego evoluciona hasta exigir su muerte. Sin embargo, hay algo extraño e intrigante en todo esto; el autor del mensaje parece desviarse ligeramente de su intención original como simple cultista fanático...
Petelgeuse mencionó sus intenciones de obligar a Emilia a completar las pruebas.
¿Las pruebas de Echidna?
Si es así, solo puedo imaginar que el objetivo final es hacer que la mente de Emilia se quiebre en mil pedazos para invocar a Satella.
Otra posibilidad sería... la Puerta del Sello.
Según Beatrice, Satella fue encerrada con un poderoso hechizo en otra dimensión utilizando un Shamack masivo.
Sin embargo, incluso estando sellada, ella logró interferir en nuestro mundo.
—No necesariamente debemos creer todo lo que dice esta carta; podría ser simplemente un intento de disuadirnos —comento con cautela.
Miklotov arquea ligeramente los labios y asiente mientras sonríe.
—El verdadero problema radica en que desconocemos qué grupo está detrás de todo esto —afirma Miklotov—. Por razones xenofóbicas, decidieron revelar información sobre la candidata al culto para luego intentar asesinarla.
Pero sigue siendo extraño... ¿por qué alguien desearía acabar con su vida?
Miklotov parece entender perfectamente las conclusiones a las que he llegado. Coloco mi mano reconfortante sobre el hombro tembloroso de Emilia; ella parece perdida entre sus pensamientos y no puedo juzgarla por ello.
Después de todo, sé muy bien que Emilia es una persona bondadosa hasta la médula.
—Tu existencia no es la causa de estas muertes. El problema reside en los psicópatas que carecen de razón —respondo con voz suave y reconfortante.
Emilia asiente, aunque puedo ver el peso del remordimiento clavado en lo más profundo de su corazón.
No importa cuánto sepa la verdad, esa culpa siempre estará presente. No es fácil para alguien con un corazón noble cargar con la responsabilidad de la muerte de cientos de personas.
Pero desde mi perspectiva, eso no está mal; lo importante es cómo enfrentamos esos sentimientos.
—Mi destitución como candidata no va a detener esto, incluso si las cosas empeoran mucho —dice Emilia con una voz entrecortada— ¿verdad? Probablemente piense que renunciar al trono evitará más pérdidas humanas.
Ambos asentimos en silencio, conscientes de que el ataque solo se dirigirá hacia otra persona si ella deja su puesto. Probablemente Felt sea el próximo objetivo o utilizarán esta situación para incitar odio contra todos los semihumanos.
Descubrir las intenciones reales detrás de este grupo se convierte en nuestra principal misión.
Si Roswaal está involucrado en todo esto... entonces nuestras opciones son limitadas.
Sostengo firmemente la mano temblorosa de Emilia. Beatrice también se une a nosotros y toma lugar sobre las piernas de Emilia, sosteniendo su mano junto a mí.
—Has demostrado ser una persona amada y noble —afirma Miklotov mientras se levanta y extiende su mano hacia Emilia— Por eso quiero brindarles mi apoyo durante esta selección, aunque lamento decir que mis movimientos están restringidos.
Están tratando de silenciarlo. Sin duda, si Miklotov está haciendo su trabajo como corresponde, el resto de los sabios deben estar conspirando en su contra.
—El verdadero culpable no fue quien se señaló —añade Miklotov con una mirada sombría— El chivo expiatorio elegido fue mi nieto, Mikael McMahon.
Ahora revela el verdadero motivo por el cual nos convocó. Emilia dirige su mirada hacia Miklotov y parece querer disculparse, pero yo aprieto su mano con fuerza para transmitirle mi apoyo.
Miklotov comprende nuestra situación y niega con la cabeza en señal de entendimiento.
—No fue tu culpa, señorita. Esto habría sucedido con o sin tu presencia. La muerte de mi nieto es solo una prueba de mis malas decisiones —Miklotov se culpa a sí mismo mientras intenta consolar la tristeza de Emilia.
Sin embargo, el motivo por el cual nos brinda su apoyo es la venganza. La venganza es su motor para luchar junto a nosotros, y yo debo alimentar ese motor.
No, no puedo pensar así.
No puedo continuar de esta manera; todo terminará como antes si lo hago.
No hay nada que pueda hacer para traer a quien perdió Miklotov, pero si él quiere unirse a nosotros, significa que es alguien importante. Miklotov se arrodilla ante Emilia y toma su mano con determinación.
—Yo, Miklotov McMahon, otorgaré todo mi apoyo a la candidata al trono Emilia.
Tener a Miklotov como nuestro aliado sería maravilloso; sería un gran impulso si revelamos públicamente este respaldo. Atraeríamos mucha atención hacia Irlam y podríamos obtener mejores contratos e información más precisa.
Pero eso no estaría bien; si hago público el apoyo de Miklotov, volverán tras él nuevamente. La persona que Miklotov debe respaldar debe mantenerse neutral y no hacer ningún esfuerzo adicional.
—Apoya a Priscilla Barielle —digo en voz baja ante la mirada sorprendida tanto de Emilia como de Miklotov.
Este niega con la cabeza.
—Mi nieto era lo único que me quedaba; ahora el crecimiento de Emilia como candidata es lo más importante.
Miklotov estaba dispuesto a sacrificarse para iniciar una conmoción, sabiendo que tarde o temprano lo matarían. Pero no iba a dejarse caer sin luchar. Si Miklotov se declaraba nuestro principal apoyo, su muerte sería el detonante que movería a todos.
Sí, porque alguna candidata sería culpada por ello.
—Entonces, ¿qué? Si mueres, nada cambiará. Te necesitamos vivo —dirijo mi mirada hacia Emilia con una sonrisa— Y estoy seguro de que Emilia tampoco te permitirá sacrificar tu vida, pase lo que pase ¿verdad?
Emilia observa con cierta ira a Miklotov mientras comprende su verdadera intención. Toma las manos de Miklotov y le mira directamente a los ojos.
—No voy a permitirte hacer eso. Sé que debes estar pasando por un momento desgarrador y triste, pero eso no significa que tu vida haya llegado a su fin. Tu nieto no querría eso para ti.
—Señorita... —murmura Miklotov.
Emilia sonríe, irradiando tranquilidad.
—Incluso si dejas de ser sabio, te aceptaremos con los brazos abiertos para que puedas disfrutar de una vida tranquila.
Los ojos de Miklotov se abren desmesuradamente; parece ser más sentimental de lo que había imaginado. Sin embargo, no ha derramado ni una sola lágrima. Bueno, no sé qué haría yo en su lugar.
La venganza... Viví casi hasta morir por ella. Derrotar al estado... Supongo que tenemos algo en común.
—Sin duda alguna, no me arrepiento de mi decisión —afirma Miklotov con determinación.
Miklotov parece decidido y Emilia también parece comprender sus intenciones. Emilia ha manejado la situación admirablemente bien; probablemente ni siquiera pensó en utilizarlo para sus propios fines y aun así logró ganarse su confianza sin ningún problema.
Emilia y el protagonista de esta historia se parecen mucho entre sí. Supongo que por eso se amaban mutuamente.
Y luego está alguien como yo...
Miklotov se levanta y saca otro papel del bolsillo; me lo entrega gentilmente mientras habla sobre un premio otorgado a quien derrotó a un arzobispo, así como un reconocimiento al pueblo en general.
—El comité acordó otorgar un premio, pero lamentablemente no pude aumentar las recompensas —explica Miklotov frunciendo el ceño— La primera recompensa consiste en una jugosa suma monetaria: quinientas monedas santas.
—Normalmente se otorgan dos mil —añade con pesar—, pero debido a muchos problemas y la falta de un gobernante en Lugunica, el país no está pasando por su mejor momento.
Quinientas monedas santas siguen siendo una cantidad asombrosa. Te permitirían vivir lujosamente y sin preocupaciones durante toda tu vida. Aunque bueno, ese dinero no será para mí...
Los soldados insistieron en que fuera entregado a las familias de los fallecidos. Sin embargo, otorgarles tal suma causaría más problemas en sus vidas. Es difícil cuando no saben cómo administrar semejantes cantidades de dinero... Supongo que tendré que pensar cuidadosamente qué hacer al respecto
El siguiente premio es un reconocimiento al lugar que resistió y eliminó la amenaza.
—Dada su escasa población —continúa Miklotov— hemos decidido realizar un cambio: este pueblo se convertirá en un pueblo honorario de Lugunica.
El problema radica en la condición que han añadido —continúa Miklotov con voz sombría—. Los caballeros imperiales y los nobles se encargarán de gobernar el pueblo como un estado honorario.
Era de suponerse. Convertir a Irlam en un estado honorario sería una oportunidad sin precedentes para su avance, por lo que han ideado esta estrategia para controlar el pueblo y obtener tanto las armas como la máquina a vapor.
Beatrice frunce el ceño y refunfuña con indignación ante sus palabras.
Miklotov no puede hacer nada al respecto; dejar el pueblo solo sería equivalente a "no proteger el honor de Lugunica".
La siguiente recompensa me sorprende.
—Se otorgará al llamado "ejército de Irlam" el estatus de fuerza aliada —anuncia Miklotov solemnemente.
El estatus de fuerza aliada implica que no somos caballeros, pero sí aliados en las intenciones del Reino de Lugunica. Esto significa que nos apoyarán en decisiones militares y monetarias, así como también nos exigirá brindar ayuda cuando haya guerra o cuando nuestra fuerza sea necesaria.
—Estas recompensas parecen más bien una soga atada al cuello —comenta Miklotov entre risitas avergonzadas.
—Es obvio que estas condiciones son simplemente formas de atarnos al reino para arrebatarnos todo lo nuestro.
Si aceptamos convertirnos en fuerza aliada, nos robarán los planos del rifle bajo la excusa del deber hacia el reino para aumentar su poderío militar. En este mundo, claramente no existen las patentes, por lo que ocultar el método de creación es algo común.
La última recompensa tampoco es mejor.
—Se otorgará a Marco Luz el título de caballero real del Reino de Lugunica —anuncia Miklotov con amargura—. Normalmente no harían algo así, pero los logros del arzobispo no pueden ser atribuidos a un plebeyo y mucho menos a alguien que no contó con el apoyo del reino.
«El caballero Marco Luz derrotó a un arzobispo»... Suena mucho mejor en la mente de todos, ya que se asocia automáticamente a los caballeros con figuras honorables.
Esto implica que estoy obligado a cumplir las normas del reino, sus peticiones y estar atado a sus reglas de honor.
—Sin duda es sorprendente, y supongo que me veo obligado a aceptar todas estas condiciones o quedarme sin nada —murmuro con resignación.
Miklotov asiente en silencio, su expresión reflejando la frustración de sus intentos fallidos por cambiar la situación.
—No te desilusiones completamente, hay algo más que pude lograr —dice Miklotov mientras me entrega otra carta, esta vez adornada con mayor pompa.
Al verla, una sonrisa se dibuja en mis labios.
—Se le otorga a Marco Luz el estatus de barón. Fue lo máximo que pude conseguir hasta ahora —explica Miklotov.
El estatus de nobleza, aunque sea baja nobleza, garantiza el poder para administrar un pequeño feudo. Esto significa que podré tener tierras bajo mi nombre si soy capaz de adquirirlas.
Seré capaz de comprar terrenos alrededor del dominio de Roswaal sin necesitar utilizar su nombre para ello.
Además, ser un noble ya me convierte en parte del reino y abre la posibilidad de ascender dentro de esos términos. Me brinda cierto estatus aparte de mis propias posesiones.
Una gran puerta se ha abierto ante mí, incluso si es solo como miembro inferior de la nobleza. Aunque no sea equivalente a ser un caballero real debido a las implicaciones inherentes al título nobiliario...
—Entonces rechazo las otras opciones y me quedaré con esto —anuncio decidido. Miklotov asiente solemnemente antes de levantarse y dirigirse hacia nosotros dos.
Nos ponemos en pie y estrechamos la mano extendida por Miklotov. Ahora que esta inesperada alianza ha sido formada, solo nos queda esperar y hacer todo lo posible por llevarla a cabo de manera exitosa
Antes de partir, meto la mano en el bolsillo de mi chaqueta y saco el dispositivo de comunicación. Se lo entrego a Miklotov y le explico rápidamente su funcionamiento y las precauciones para tener en cuenta.
—Lo utilizaremos para compartir información, evitando así cualquier filtración o interceptación indeseada —explico con determinación.
—Es un aparato sumamente versátil. Es desgarrador pensar que los seguidores del culto posean algo tan avanzado —comenta Miklotov mientras examina el dispositivo con asombro.
Un comunicador de este tipo es extremadamente raro, por lo que son pocas las personas que tienen uno en su posesión. Y mucho menos se puede clonarlo fácilmente; es necesario crearlo desde cero.
Pero estoy seguro de que podré lograrlo junto a Beatrice una vez comprenda completamente la magia Yin.
Salimos los tres con calma y nos encontramos con Gildark, quien parece haber sido sacado debido a la naturaleza de nuestra conversación. Sin embargo, puedo percibir cierta confianza en él por parte de Miklotov, aunque también noto su cautela. Y eso no me desagrada en absoluto
—Señor Marco, señorita Emilia, permítanme acompañarlos —pide Gildark con voz profunda y seria.
Asentimos y comenzamos a caminar juntos. A medida que avanzamos, puedo sentir las miradas penetrantes de algunos nobles y caballeros hacia nosotros. Son solo miradas... nada más. No dicen ni murmuran palabra alguna porque saben muy bien lo ocurrido al otro noble.
Sonrío satisfecho mientras disfruto del desconcierto en sus rostros. Beatrice y Emilia parecen apreciar el lugar mientras yo me divierto viendo cómo los nobles sufren en silencio ante nuestra presencia.
Supongo que incluso lo malo tiene su lado bueno...
Sin embargo, no hemos obtenido el dinero ni el reconocimiento que esperaba. Mi plan dependía precisamente de ser reconocidos como algo importante para este reino.
—Es un poco decepcionante —comento con resignación mientras dirijo mi mirada hacia el techo del pasillo donde nos encontramos ahora mismo.
Mi mente vuela pensando si debería haber tomado otro camino. Quizás, aceptar el premio y luego apuñalarlos por la espalda... El problema es cuándo llevar a cabo tal acción.
Mi fuerza reside en las armas e industria, perder eso sería caer en un abismo.
Es como en mi mundo: si entregas todo lo que tienes, te lanzan al pozo de la oscuridad. Pero si no lo entregas, buscarán obtenerlo de otras formas.
La seguridad de Irlam necesita ser reforzada urgentemente, sobre todo desarrollando mejores técnicas para fabricar armamento. Actualmente, la mejor versión se encuentra en un regalo que preparé previamente. Sin embargo, el metía es sin duda una necesidad imperante.
Me preocupa profundamente el hecho de que exista magia de clonación del elemento tierra y que haya lugares donde esta práctica sea común... Es algo inquietante y desconocido para mí hasta ahora.
Si logran clonar la pólvora, será un gran impedimento para nuestros planes. Es por eso por lo que hemos añadido hechizos a las balas, aunque su efectividad no es del todo satisfactoria.
Lo mejor que he logrado hacer hasta ahora es incorporar los hechizos al cargador mismo. De esta manera, la protección se activa si alguien intenta sacar las balas del arma, pero si son las propias balas las que están dentro del arma no hay problema alguno.
Mientras divago sobre todas las cosas que debo hacer y mejorar en este aspecto, me doy cuenta de que finalmente hemos llegado a nuestro destino. El camino ha sido largo y extenuante, pero pronto estaremos dejando atrás este lugar.
Es realmente asombroso cómo han ocurrido todos estos acontecimientos y sobre todo maravilloso el aliado con el cual nos hemos encontrado.
No puedo olvidar tampoco la pequeña conexión que establecí con ese noble... Parece ser una pieza importante en todo esto.
Los soldados realizan un saludo militar y nos incitan a subir a unas carrozas preparadas especialmente para nosotros: una para nosotros mismos y otra para los soldados.
—Caballero Gildark —le digo mientras le entregó una carta— Si deseas contactarnos en algún momento, envía una carta directamente a Irlam; una vez que el mensajero llegue allá, enviaré una carta de respuesta.
Gildark asiente en señal de comprensión antes de retirarse discretamente. En estos momentos delicados no conviene llamar demasiado la atención hacia él ni permitir sospechas innecesarias.
Estamos bajo constante vigilancia tanto de los nobles como de los cultistas, por lo que la precaución es nuestra mejor aliada. Afortunadamente, Gildark parece entenderlo y confío en que hará bien las cosas.
Subimos a la carroza y nos dirigimos hacia la mansión de Roswaal en Lugunica, donde pasaremos la noche antes de continuar con nuestras tareas pendientes. Después iremos a visitar la mansión de Crusch.
Mañana mismo se me otorgará el título de barón sin más dilación. Lamentablemente, no habrá celebraciones ni festejos en esta ocasión, lo cual es una pena considerando que las festividades son excelentes oportunidades para establecer nuevas conexiones sociales y políticas.
Sin embargo, Miklotov ha apresurado todo debido a la naturaleza urgente de nuestra situación actual. Es mejor recibir mi merecida recompensa cuanto antes para evitar cualquier intento posterior por parte de otros nobles por robarse el crédito.
No cabe duda de que rápidamente se correrá la noticia: "La persona que derrotó a un arzobispo ahora se convierte en barón". Este hecho seguramente será conocido en todos los rincones del reino.
Emilia, quien está sentada al otro lado de la carroza, se acerca a mí y toma mi mano con una dulce sonrisa en sus labios.
—Siempre he deseado tener un caballero a mi lado —dice Emilia mientras mira por la ventana con una chispa juguetona en sus ojos— El caballero de Emilia, Marco Luz. Jejeje...
Sus palabras provocan risas en ella misma mientras me observa con ternura. En ese momento, Beatrice también sujeta mi mano y exclama orgullosamente:
—¡Hmpf! Marco ya es un verdadero caballero —Beatrice coloca su otra mano sobre su pecho, inflándolo con orgullo— ¡Marco es el caballero de Betty de hecho!
Emilia sonríe inclinándose hacia adelante para apreciar la expresión sorprendida de Beatrice. Con tono burlón añade:
—Así es... Marco es el caballero de Emilia.
Estas palabras hacen que los ojos de Beatrice se abran completamente y me abrace con fuerza, presionando su cabeza contra mi pecho mientras lanza una mirada afilada hacia Emilia.
—Eso no es cierto en absoluto de hecho —afirma Beatrice apretando aún más el abrazo— ¡Marco es el caballero de Betty!
A pesar de tener más de cuatrocientos años, Beatrice ha estado comportándose como una niña desde que comenzó esta nueva etapa en nuestra vida juntos. Y aunque pueda parecer extraño para alguien tan antiguo actuar así, encuentro gratificante verla siendo ella misma y haciendo lo que le complace.
¿Quién soy yo para impedirlo?
Emilia hace un mohín mientras observa a Beatrice. Luego, se agacha y toma suavemente una de las mejillas de Beatrice entre sus dedos.
—No seas egoísta, eso no está bien —le dice Emilia en tono regañón— No te comportes como una niña malcriada.
Beatrice ignora los intentos de reprimenda de Emilia, así que me toca actuar a mí. La siento en mis piernas y la miro directamente a los ojos.
—Betty debe ser una buena niña —le digo con voz suave pero firme— Me sentiría muy decepcionado si mi princesa fuera tan egoísta.
Mis palabras parecen resonar en el interior de Beatrice mientras ella considera lo que le he dicho. A medida que nuestras miradas se encuentran, puedo ver cómo reflexiona sobre sus acciones y emociones. Es importante para mí guiarla hacia un camino más compasivo y generoso.
La dulzura del momento nos envuelve mientras continuamos nuestro viaje hacia la mansión de Roswaal en Lugunica. Las complicidades entre nosotros crecen cada día más fuertes, formando un vínculo profundo e indestructible.
Los ojos de Beatrice se abren en sorpresa, y su mirada se llena de tristeza mientras baja la cabeza. En un tono suave y apesadumbrado, ella argumenta:
—Marco es mi caballero de hecho... Me da miedo que se aleje de Betty supongo.
Sus palabras me hacen comprender que Beatrice aun teme perderme, siente el peso de la inseguridad en su corazón. Y aunque ahora sea cierto que soy una parte importante de su vida, no puedo prever qué nos depara el destino.
Ante de poder responderle a Beatrice, Emilia interviene con dulzura.
—Marco nunca se alejará de ti por estar cerca de otras personas —dice Emilia asegurándole con ternura— Él te quiere muuuchísimo.
Beatrice asiente con una expresión desanimada, como si hubiera imaginado futuros donde quedaba abandonada y sola. La veo aferrarse a mí cada vez más, lo cual me preocupa profundamente.
No quiero generar dependencia malsana en ella; deseo que tenga oportunidad de conocer a otras personas y disfrutar plenamente del mundo que le rodea.
No digo esto porque no quiera ser amado por ella; simplemente anhelo que ese amor sea saludable y equilibrado.
Algún día partiré al encuentro final con la muerte, dejando atrás este mundo. Sin embargo, me reconfortaría saber que Emilia continuará acompañando a Beatrice durante mucho tiempo más.
Este pensamiento refuerza aún más mi convicción: una relación romántica entre Emilia y yo sería cruel e injusta para ella.
Yo moriré como un simple mortal mientras ella seguirá viviendo como una elegante elfa. Aunque eso no signifique que su vida terminará, estoy seguro de que encontrará a alguien más en el futuro.
Es la naturaleza de la vida, después de todo
Pero, aun así, no puedo evitar pensar en lo injusto que es para Beatrice.
Beatrice asiente con gracia y sus ojos se posan en Emilia, cuya apariencia parece haber mejorado. Pero es en el tono suave y tierno de Beatrice donde encuentro la verdadera esencia de su alma.
—Lo siento, de hecho. Betty no pretendía decir eso en absoluto supongo —susurra Beatrice mientras toma la mano de Emilia con delicadeza, como si fuera una joya frágil que teme romper.
La ternura que emana de Beatrice se intensifica a medida que los segundos transcurren; sus labios forman pequeños pucheros mientras lucha por encontrar las palabras adecuadas.
Mi corazón amenaza con desfallecer ante tanta dulzura desbordante. Beatrice ha sido, sin duda alguna, la bendición más extraordinaria que haya recibido jamás; ella ha logrado transformar mi vida por completo.
—Betty puede compartirle si eso te hace feliz —murmura Beatrice— pero siempre serás el número uno en su corazón, eso puedes estar segura.
Las palabras de Beatrice empalagan mi corazón hasta rebosar. Una sonrisa ilumina el rostro radiante de Emilia cuando coloca su mano sobre la cabeza de Betty.
—Será nuestro caballero ¿verdad? —dice Emilia mientras me observa con un brillo travieso en los ojos.
Beatrice asiente antes de que Emilia nos abrace a ambos repentinamente; sus brazos envuelven nuestros cuerpos como un escudo protector contra cualquier adversidad del mundo exterior.
En ese íntimo abrazo tridimensional, nuestras cabezas se inclinan hacia el centro fusionándose en perfecta armonía.
El tiempo parece detenerse mientras permanecemos así, inmersos en un silencio que habla más que mil palabras. Y entonces, tras unos segundos eternos y preciosos, Emilia se separa de nosotros con una sonrisa radiante en sus labios.
—Jeje... Supongo que al final sí podré tener a mi caballero —afirma Emilia mientras me mira con ternura infinita; sus dedos entrelazados revelan la complicidad de nuestros destinos entrelazados.
Un paralelismo sobrecogedor surge ante mí como una ola embravecida: el recuerdo vívido de aquella vez en la que viajaba por este mundo lleno de deseos e incertidumbres, cuando había decidido consumirlo todo a mi paso; aquel día fatídico en el que arriesgué sin vacilar mi propia vida para salvarla.
Fue el día en el que conocí a Emilia y todo comenzó...
Y ahora estamos aquí, envueltos en esta atmósfera mágica donde nuestras vidas convergen.
Sin pensarlo dos veces, poso mi mano temblorosa sobre la mejilla suave y cálida de Emilia, sorprendiéndola ligeramente, pero encontrando un refugio seguro dentro de su mirada asombrada.
Mientras siento cómo las emociones se agolpan dentro de mí como olas tumultuosas contra los acantilados rocosos del destino compartido entre estas dos Emilias tan dispares pero conectadas por hilos invisibles... Me sumerjo profundamente en mis pensamientos sobre todo lo ocurrido hasta ahora.
Si ambas Emilias, la creada en la novela literaria y esta Emilia tuviesen la oportunidad de encontrarse cara a cara... ¿Qué tipo de interacciones surgirían entre ellas?
Es una pregunta que provoca escalofríos en mi ser y despierta un anhelo desconocido dentro de mí.
Poso mi mano en su mejilla con delicadeza, y una sonrisa se dibuja en los labios de Emilia. Lentamente, nuestros rostros se acercan, y puedo percibir un tímido rubor que tiñe sus mejillas. Sus ojos revelan un anhelo profundo mientras comienzan a cerrarse lentamente.
Sin apartar la mirada de la suya, coloco mi frente contra la suya en un gesto íntimo y sincero.
Nuestras narices se rozan en un beso esquimal cargado de significado.
—Esto me lo enseñaron las chicas del pueblo; es una muestra de afecto y cercanía... —explica Emilia con cierta vacilación.
En la novela resulta más que evidente que ella está perdidamente enamorada del protagonista, pero desconoce por completo el significado verdadero de ese sentimiento porque lo ha concebido como algo abstracto e inalcanzable.
Aunque personalmente me gusta ver al amor como algo mucho más trascendental que meras palabras.
Intrigado por saber qué efectos ha tenido este gesto tan sencillo sobre ella, le pregunto sin perder la calma:
—¿Has sentido algo?
Emilia desvía momentáneamente su mirada antes de responder con firmeza mientras encoge ligeramente los hombros:
—¡Eso no te lo diré!
Una sonrisa traviesa ilumina el rostro radiante de Emilia después de pronunciar esas palabras provocativas. Observando cómo Beatrice queda sorprendida ante esta insinuación audaz.
—Coqueteando descaradamente frente a mí supongo—dice Beatrice, lanzando una mirada fulminante hacia Emilia. Sin embargo, esta última se limita a sonreír enigmáticamente sin pronunciar palabra alguna.
Sorprendiendo a Beatrice, Emilia se lanza hacia ella y la carga en sus brazos con una fuerza inesperada. La sostiene con delicadeza mientras ambas comparten un beso esquimal, provocando que el rostro de Beatrice muestre asombro y desconcierto.
Las puertas de la carroza se abren repentinamente, y los sirvientes curiosos asoman la cabeza para presenciar este inusual espectáculo.
—Mira, también contigo —afirma Emilia con una sonrisa pícara.
—¿¡Que...!
Beatrice apenas tiene tiempo para articular palabra antes de encontrarse en la misma posición que yo momentos atrás. Es evidente que esta situación habría sido desfavorable si hubiese ocurrido durante mi encuentro con Emilia.
El simple rumor de una relación romántica entre nosotros podría generar conflictos indeseables. Después de todo, la reina es el epicentro del poder y su pareja debe estar a su altura en cuanto a estatus social.
Aunque quizás cuando Emilia sea finalmente coronada como reina podrá permitirse hacer lo que le plazca sin preocuparse por las opiniones ajenas.
Me pregunto qué tipo de persona elegirá o hacia quién caerá enamorada. Supongo que le gustarán hombres similares al protagonista de la novela: joviales, cariñosos e inmaduros. De alguna manera, ese tipo de personalidad fue lo que ayudó a transformarla en alguien diferente dentro del relato literario, ya que se adapta completamente a sus ideales mentales, aun sí realmente no es un avance.
Descendemos del carruaje justo cuando el sol comienza a ocultarse en el horizonte dorado; las primeras estrellas hacen su aparición tímida mientras la temperatura comienza a descender gradualmente.
La noche se encuentra en sus primeras etapas, y me parece una buena oportunidad para dar un paseo. Después de un día tan largo y estresante, no vendría mal disfrutar de una cerveza refrescante para despejar la mente.
O quizás podría aprovechar la ocasión para "adquirir prestado" el vino que Roswaal guarda celosamente en este lugar; eso sería mucho más gratificante.
Decido salir a caminar, buscando así liberar tensiones acumuladas durante esta jornada agotadora. Tras un breve descanso y haber hecho uso del baño, todos parecen estar listos para partir nuevamente.
Observo a mis soldados con determinación mientras estos mantienen su mirada firme y sus cuerpos erguidos como verdaderos guardianes de nuestra causa común.
—La noche es un momento peligroso, pues nunca se sabe qué clase de ladrones o individuos podríamos encontrarnos en nuestro camino. Debemos mantenernos alerta en todo momento y proteger a la señorita Emilia con todas nuestras fuerzas —advierto con voz firme.
Los soldados responden al instante, realizando un saludo militar impecable mientras vociferan al unísono:
—¡Como ordene mi general!
Cada vez más, estos hombres se asemejan verdaderamente a auténticos soldados. Y la razón detrás de su habilidad y destreza radica en el riguroso entrenamiento al que han sido sometidos.
Las barridas del bosque: ese es el nombre que recibe su arduo adiestramiento.
Consiste en expandir sus límites trabajando con cristales protectores instalados estratégicamente en las profundidades del frondoso bosque. Esta tarea les proporciona coerción y disciplina, ya que deben enfrentarse a hordas de mabestias salvajes para poner a prueba su valía.
Incluso han llegado a enfrentarse cara a cara con los líderes de estas manadas feroces. Las mabestias gigantes, cuya derrota solía ser una hazaña casi imposible, ahora son consideradas la última prueba para los soldados; una oportunidad para demostrar su astucia y coordinación táctica.
El caso del capitán Bert es, por ejemplo, un evento destacado: durante aquel combate crucial contra las bestias menores, él ideó una estrategia audaz. Mientras sus compañeros luchaban contra las criaturas inferiores, él tomaría personalmente la responsabilidad de enfrentarse al líder.
Fue en el preciso instante en que la mabestia rugió y avanzó amenazante hacia él. Con su increíble habilidad de puntería, logró disparar directamente a través de la boca del monstruo hasta alcanzar su cerebro desprotegido. Esa era una zona vulnerable debido a una capa más débil que no estaba fortificada como las demás.
Este acto valiente y certero le otorgó al capitán Bert un título honroso: el tiempo récord para derrotar a un líder de manada entre todos los soldados.
Pero no solo sus proezas individuales son notables; es fundamental destacar que, en situaciones donde cada vida está en juego, tanto la disciplina como la coordinación son cruciales para sobrevivir. Y ahí radica el motivo por el cual estos hombres aprenden con tanta rapidez.
El entrenamiento al que han sido sometidos puede ser descrito como infernal, pero ha dado resultados aceptables hasta ahora.
Después de cada sesión extenuante, Emilia cuida meticulosamente de las heridas de aquellos soldados que resultaron lastimados y también brinda apoyo energético incluso a aquellos cuyos cuerpos están indemnes.
Su presencia es una adición invaluable para acelerar su recuperación muscular.
Así pues, mientras nos preparamos para emprender nuestro camino nocturno bajo este oscuro cielo estrellado, sé que puedo confiar plenamente en mis hombres y en nuestra futura reina Emilia para superar cualquier obstáculo o peligro inesperado que podamos encontrar durante nuestra pequeña travesía.
En un futuro próximo, tengo planeado desarrollar cámaras de maná como parte del entrenamiento para prepararnos ante la eventualidad de enfrentar a magos poderosos.
Emilia sale hacia el patio, donde nosotros la esperamos ansiosos. Viste un elegante traje blanco casual y lleva puesta un buzo que le permite pasar desapercibida entre la multitud.
—Prefiero caminar tranquilamente sin llamar la atención. Necesito relajarme por un momento —afirma Emilia mientras toma la mano de Beatrice con ternura.
Sin duda alguna, es comprensible su deseo en esta situación. Si estuviera en su lugar, haría exactamente lo mismo.
Pero aquí no estamos en Irlam; cualquier negocio o establecimiento que tenga conocimiento de quién es Emilia se verá tentado a rechazarla debido a los prejuicios arraigados.
Hasta que logremos más hazañas y cambiemos las percepciones de las personas, Emilia será vista como "la semidemonio". Pero estoy seguro de que en un futuro cercano será reconocida bajo otro título:
Emilia, la prometedora candidata al trono. Tal como ella misma declaró durante el proceso selectivo.
Beatrice me extiende su otra mano para tomarla y así comenzamos nuestra caminata juntos. Como entregué mi metía (dispositivo mágico) comunicador a Miklotov antes de salir, ahora he tomado prestada el dispositivo personal de Emilia para mantener informados tanto a Rem como a Alsten sobre nuestra situación general.
En estos momentos debemos permanecer alerta y vigilantes dentro del pueblo ante cualquier posible amenaza o individuo malintencionado que pueda intentar hacernos daño.
Alsten, como siempre, se pone en marcha sin vacilar ante mis instrucciones. Es un hombre leal y diligente.
Creo que sería pertinente considerar la instalación de mallas metálicas alrededor de Irlam para asegurar su protección. Colocar muros resultaría ineficiente y costoso, especialmente teniendo en cuenta nuestros recursos limitados.
Pero con el buen suministro de hierro del que disponemos, podríamos construir una sólida red de trampas ocultas dentro de las mallas para disuadir a posibles intrusos.
Además, necesito desarrollar metías capaces no solo de proteger estas mallas, sino también de alertarnos ante cualquier intento de entrada forzada o presencia indeseable en nuestra área segura.
La seguridad es una prioridad absoluta en estos momentos cruciales. Será lo primero que atienda al regresar, pero mientras tanto, dependeré del arduo trabajo de los soldados asignados a proteger el pueblo.
Ellos laboran incansablemente, conscientes de su deber como guardianes.
Estoy seguro de que Alsten organizará los turnos y las tareas de manera eficiente y efectiva. Confío plenamente en su habilidad para mantener la seguridad del lugar.
La ciudad adquiere un encanto diferente cuando cae la noche. Las tabernas y restaurantes abren sus puertas, atrayendo a clientes con sus luces cálidas y prometedoras.
Nosotros caminamos por las calles observando todo con tranquilidad, disfrutando de este momento apacible para despejar nuestras mentes.
—Marco, mira —exclama Emilia señalando hacia un puesto de comida cercano. A simple vista parecía ser un restaurante común y corriente, pero algo ha llamado su atención y ahora también captura mi curiosidad— ¿no es eso lo que preparaste una vez? ¡Hamburguesas!
Mis ojos se abren sorprendidos ante tal descubrimiento inesperado. Nunca imaginé encontrar hamburguesas aquí; aunque bien pensado no debería ser tan extraño después de todo.
Sin embargo, resulta fascinante ver cómo estas delicias han encontrado su camino hasta esta tierra lejana.
Emilia y Beatrice deciden entrar sin dudarlo ni un instante tras esa revelación culinaria irresistible.
Al cruzar la entrada del establecimiento, nos envuelve una atmósfera acogedora propia de un restaurante familiar donde se comparten momentos de alegría y satisfacción.
La suave iluminación y los murmullos animados de los comensales crean un ambiente reconfortante.
Una amable mesera nos guía hasta nuestra mesa, mientras el escuadrón de seguridad ocupa un rincón más discreto para evitar llamar la atención y desorientar a posibles individuos indeseables que pudieran ingresar con intenciones maliciosas.
Beatrice y Emilia se sientan cómodamente en su asiento mientras la mesera entrega las cartas. En un papel grande y grueso aparecen listados los diferentes platillos ofrecidos por el restaurante.
El plato estrella, sin lugar a duda, es la hamburguesa; pero también hay variantes intrigantes en sus preparaciones.
Mi atención es capturada principalmente por el papel utilizado para imprimir el menú. Me viene a la mente mi idea de crear una imprenta utilizando una máquina a vapor para llevar esta forma avanzada de impresión al siguiente nivel.
Aunque bien sé que no necesariamente se requiere una máquina a vapor para ello.
Resultaría mucho más práctico y eficiente hacerlo así.
Tengo en mente hacer un periódico local y contratar personas dedicadas a recopilar noticias interesantes sobre Lugunica y más allá.
Sería algo distintivo que aún no se ha realizado aquí.
Emilia y Beatrice optan por pedir hamburguesas preparadas tradicionalmente, sin arriesgarse demasiado con sabores nuevos.
Por mi parte, decido probar una opción diferente: una hamburguesa con salsa especial acompañada de pollo. Sin embargo, no reconozco los nombres utilizados para describir la salsa en el menú.
Le pregunto a Emilia si tiene alguna idea, pero ella también desconoce su significado.
Así que tendré que esperar y descubrirlo por mí mismo.
Preguntarles a los meseros no es una cuestión, pierde la magia de la sorpresa.
Antes de que la mesera se retire, le pido un favor amablemente.
—¿Podría hablar con su encargado? —le solicito.
La chica parece un tanto nerviosa ante mi petición, por lo que rápidamente le explico que no es para presentar una queja sino para tratar asuntos comerciales. Ella asiente y en cuestión de minutos regresa acompañada del encargado.
El proceso de fabricación del papel resulta relativamente sencillo; sin embargo, lo que realmente deseo aprender es el método específico utilizado aquí ya que me resulta desconocido.
Un hombre delgado hace su aparición frente a nosotros: tiene orejas doradas semejantes a las de un gato y una sonrisa codiciosa adornando sus labios. Viste una túnica blanca con bordes dorados perfectamente combinada con su cabello.
—¿En qué puedo ayudarlo? —pregunta el encargado expectante mientras nos observa atentamente.
Su tono de voz es sereno y seguro, lo que me deja con una buena impresión inicial. Le explico la situación y de dónde vengo, esperando obtener información sobre el papel utilizado en el restaurante.
Al principio, parece reticente a compartir muchos detalles al respecto; sin embargo, su expresión cambia por completo cuando le entrego una moneda de oro.
—El papel es obtenido por la dueña del establecimiento en Kararagi —responde finalmente.
Al escuchar sus palabras, un mal presentimiento se apodera de mí y siento como si el destino jugara conmigo. En ese preciso instante, oigo una voz familiar resonar en mis oídos.
—Vaya, quién diría que nos encontraríamos tan pronto otra vez...
Anastasia entra en el restaurante acompañada de Julius y sus mercenarios, incluyendo a los adorables pequeños que siempre los acompañan. Mimi se acerca emocionada a Julius mientras jala su traje.
—¡Hey! ¡Hey! ¿Fue él a quien pateaste el trasero? —pregunta Mimi con alegría desbordante.
Julius tose ligeramente ante las palabras de Mimi e intenta mantener la compostura respondiendo:
—Fue una gran batalla...
Anastasia se acerca hacia mí sin prestar atención a todo lo que ocurre a su alrededor.
Camina decidida mientras los demás toman asiento.
—Es realmente curioso encontrarnos nuevamente aquí ¿No crees? —me dice Anastasia con un brillo misterioso en sus ojos.
¿Acaso estuvo siguiéndome desde lejos?
No tiene sentido... no podría haber llegado hasta aquí tan rápido.
La única explicación posible es que se trata de una simple coincidencia fortuita.
—Sí, sin duda alguna, una gran coincidencia... —respondo con cautela mientras intento descifrar el verdadero propósito de su presencia.
Ella sonríe y dirige su mirada hacia el encargado, quien de inmediato se apresura a explicar la situación y detallar mi pedido.
Lidiar con Anastasia siempre resulta complicado; desde mi perspectiva, ella es como un astuto zorro que engaña primero para luego morder sin piedad.
Así es cómo funciona el mundo del comercio.
—El papel eh, lamentablemente, no puedo revelarte el método de creación, ya que se trata de un producto novedoso desarrollado por mi grupo mercante —afirma el encargado.
Invito a Anastasia a tomar asiento mientras los meseros conectan dos mesas para unir la nuestra con la suya. Por un breve instante, Anastasia dirige su mirada hacia Emilia; sin embargo, debido a que lleva puesta una capa, no puede saber quién es en realidad.
Si aún no ha quitado su capa es porque desea ocultar su verdadera identidad.
—Es una amiga que conocí hace aproximadamente un mes —explico cordialmente al presentar a Emilia ante Anastasia y los demás comensales.
Sin embargo, decido mantener en secreto el nombre de Mimi para sembrar desinformación y hacerla sentir más confiada. Dirijo mi mirada a ella, como si pidiese que se presente.
—¡Soy Mimi! ¡Y soy muy fuerte! Jajaja —exclama Mimi con una amplia sonrisa mientras extiende su báculo frente a todos.
El otro acompañante es un niño con monóculo cuyo nombre no recuerdo claramente.
—Soy Tivey Pearlbaton. Me disculpo por la descortesía de mi hermana —se inclina respetuosamente Tivey.
Mimi ríe a carcajadas ante la disculpa de Tivey, mientras Julius parece estar soportando con gran esfuerzo las travesuras de Mimi.
—Forman un dúo interesante —comento observando su dinámica peculiar.
—¡Somos un trío! Aún falta Hetaro —interviene Mimi emocionada por completar el grupo.
Mimi pide hamburguesas emocionada, para mi sorpresa ella también las pide con la salsa especial.
Quiero preguntar, pero mejor me quedo con la sorpresa cuando llegue.
Anastasia no deja de fijar su mirada en mí, como si estuviera tratando de escudriñar mis reacciones y comportamiento.
Pero no permitiré que vea lo que busca.
—Entiendo la situación entonces, supongo que, aunque no puedas revelarme el método de creación, sí puedes venderme el papel —digo con determinación.
Es perfecto para mi propósito y debo obtenerlo sin dudarlo.
—Me gustaría saber cuál es tu motivo para desear este papel. Como comerciante, siempre resulta interesante escuchar las historias detrás de cada compra —comenta Anastasia dirigiendo su mirada hacia Emilia y Beatrice, quienes conversan tranquilamente.
Emilia parece actuar un tanto nerviosa, pero mantiene la calma y utiliza una forma de hablar tosca, como si intentara ocultar su verdadera identidad.
Anastasia parece sospechar algo así que decido distraerla.
—Bueno, hoy mismo la señorita Emilia me comentó su intención de añadir carteles al pueblo. Lo habitual sería utilizar papel delgado pero este nuevo tipo es mucho más resistente. Las condiciones adversas a menudo dañan los carteles rápidamente y se requiere reemplazarlos con frecuencia. Un papel más duradero implicaría una mayor eficiencia en ese sentido —explico detalladamente mientras observo cómo Anastasia desvía su mirada hacia Emilia en busca de alguna reacción ante mis palabras.
Emilia permanece imperturbable.
—Ya veo, parece que ella ha estado trabajando duro; puedo darme cuenta de su valor, pero sin duda tu fuiste un gran factor en su discurso —afirma Anastasia cambiando nuevamente la dirección de su mirada hacia mí sin alterar ni un ápice su expresión.
Para distraerla aún más, Emilia actúa emocionada, mientras mira a Beatrice con interés.
—Beatrice, Beatrice, cuéntame sobre cómo era el castillo —dice Emilia con naturalidad.
Beatrice comprende de inmediato y comienza a seguirle la corriente. Una conversación común y esperada ya que el castillo es algo que un plebeyo o ciudadano común no puede ver.
Una excelente coartada para desviar cualquier sospecha.
—Bueno, he estado al servicio de Emilia desde hace poco más de dos meses. Ella me acogió bajo su protección y desde entonces trabajo a su lado —respondo sin titubear mientras Anastasia me mira nuevamente con una sonrisa enigmática sin alterar ni un ápice su expresión.
—¿Tú le enseñaste? Eres muy elocuente para alguien de baja extracción social. Durante la selección también te mantuviste acorde a la situación —comenta Anastasia intrigada por mi desenvoltura verbal.
Respondo a la sonrisa de Anastasia con una sonrisa propia, pero en mi interior suspiro cansado.
Tendré que seguir el juego por ahora.
—Eres muy perceptiva, señorita Anastasia. Su inteligencia es evidente —comento, reconociendo su agudeza mental. Ella se siente gratificada al saber que he notado su perspicacia.
—Yo fui parte de su proceso, pero fue ella quien escribió su discurso. Supongo que también será así en su caso —añado misterio a mi trasfondo para mantenerla intrigada y evitar subestimaciones por parte de Anastasia.
Es natural que desee conocer qué tipo de persona soy: si soy confiado o si hablo demasiado, si soy cauteloso o si soy alguien descuidado.
Ella no va a subestimar mi actuar, puesto que sobre mi yacen mis logros, el solo hecho de ser creador de la maquina a vapor, así como manejar las cosas durante la selección indican que no soy alguien normal.
Por eso, me dedico a tejer un velo de enigma alrededor de mí mismo mientras revelo sutilmente aspectos clave sobre mí mismo. Así ella será cautelosa y se tomará tiempo para investigar antes de sacar conclusiones precipitadas.
Anastasia asiente sin burlarse ni mencionar nada sobre Emilia.
—Debo admitir que estoy sumamente interesada en ti, Marco Luz —dice Anastasia mientras intenta ponerme nervioso con una mirada intensa y unos ojos celestes penetrantes que buscan adentrarse en mi mente para obtener más respuestas acerca de quién soy realmente.
Abro los ojos fingiendo sorpresa y realizo un movimiento ligero con la mano mientras rasco rápidamente mi cabeza con la otra mano.
—¿Qué… puede desear una candidata como usted con alguien como yo? —pregunto con timidez, mostrando una respuesta adecuada a sus insinuaciones.
Julius permanece en silencio, observando nuestra pequeña confrontación detenidamente sin intervenir por el momento.
—Eres el creador de la famosa máquina a vapor y además diseñaste métodos para evitar su desmontaje —continúa Anastasia, revelando su conocimiento sobre mis habilidades técnicas.
Después de haber creado esos métodos, personalmente los instalé en las pocas máquinas a vapor que había vendido en aquel entonces. Para mí, lo más importante es evitar cualquier situación desfavorable.
Respondo con orgullo y rapidez entre palabras entrecortadas:
—Debo proteger lo que me pertenece. Ese método fue obtenido... quiero decir, creado por mí —afirmo con convicción, aunque pareciera increíble la verdad que encierra esa afirmación.
Una verdad que parece mentira.
Anastasia cierra los ojos con satisfacción ante mi respuesta.
Si ella logra ver a través de mi actuación, sabrá que soy el verdadero inventor del mecanismo de protección. Pero si no lo descubre, creerá que hay alguien más detrás de todo esto y se encontrará con un muro en sus investigaciones.
Dejaré impresión de ser meticuloso, lo cual dificultará la cooperación, pero generará aún más interés.
—He escuchado que tu mayor comprador es nada menos que Crusch Karsten —afirma Anastasia sin sutilezas, buscando ponerme a prueba para saber si mi acto es fingido o genuino.
Con una sonrisa enigmática en mis labios respondo:
—Lamentablemente no suelo hablar sobre ese tipo de asuntos, por lo tanto, no puedo confirmar ni negar esa información.
Es evidente que ella ya está al tanto del hecho, pero prefiero mantenerlo como una incógnita en lugar de mentir descaradamente.
Las personas siempre buscan tener razón o sentirse superiores y cuanto más habilidades tenga alguien, más fácil será manipularlo aprovechando su narcisismo. Sin embargo, cuando una persona comprende bien sus fortalezas y debilidades se vuelve mucho más difícil manipularla.
Anastasia posee esa astucia propia del zorro cazador; una vez ha catalogado a su presa resulta casi imposible hacerle ver qué es exactamente lo que está persiguiendo.
—Esa es una gran cualidad para un negociante... bastante interesante —comenta mientras entrelaza sus brazos y apoya su mentón pensativamente.
Manteniendo nuestra mirada fija entre nosotros, ella sonríe con malicia. Es evidente que quiere llevarme a un terreno más personal.
—He oído decir que muchas carrozas se reúnen en su territorio; sin duda, parece que está muy ocupada —señala provocativamente.
Encogiéndome de hombros ante su insinuación, decido mantener mi posición y no revelar demasiado.
—Quizás, como no pudo celebrar antes, ahora está planeando hacer algo —respondo con cautela.
El recuerdo del bochornoso acto de Crusch se cierne en el aire y Anastasia suelta una pequeña risa.
—Tienes razón, podría ser eso —admite ella mientras sus cejas se mueven ligeramente antes de volver a esbozar una sonrisa.
—¿Careces de una puerta mágica? —pregunto a Anastasia, quien se ve sorprendida por la nueva dirección que ha tomado nuestra conversación.
Me levanto inmediatamente y me inclino en señal de disculpa.
—Mis más sinceras disculpas por el comportamiento imprudente de mi espíritu. Para alguien incapaz de manipular maná exponerse a tal presión podría resultar peligroso. Si la señorita Emilia no hubiera estado allí, habría sido realmente problemático.
Los ojos de Anastasia se abren con sorpresa al escuchar mis palabras.
—Vaya, eres mucho más cuidadoso de lo que pensaba —comenta ella admirada mientras yo niego con la cabeza y vuelvo a tomar asiento.
—Siempre trato considerar el bienestar de los demás; por eso puedo llegar a ser un tanto impulsivo —explico contrariándome un poco antes soltar una pequeña analogía para ilustrarlo mejor.
Anastasia parece haber entrado en confianza ya que su rostro muestra cierta calma. Cuando forzamos una sonrisa, lo normal es que sea lo más ideal posible, pero cuando sonreímos o reímos de verdad, es difícil ocultar nuestra verdadera expresión.
Se puede distinguir entre una sonrisa sincera y una falsa.
En ese momento llega la comida y el ambiente se calma. A simple vista mi hamburguesa parece normal, sin embargo, puedo notar cómo una salsa verdosa asoma tímidamente deslizándose por encima de ella.
No tengo idea del sabor que tendrá esa salsa en particular, pero probarla individualmente ahora sería hacer trampa.
Tomando la hamburguesa con mis manos y sintiendo cómo se hunde ligeramente en el suave pan, me acerco con cuidado y doy un mordisco inicial para comenzar a saborearla.
Al principio no logro percibir el sabor de la salsa; sin embargo, poco a poco surge un regusto dulce seguido de una sensación acaramelada que se va expandiendo en mi boca...
—Esto...
La interrupción de Mimi me deja perplejo por un momento, pero rápidamente comprendo que quiere compartir su entusiasmo por la deliciosa salsa especial de este lugar.
—La salsa es realmente exquisita. A Mimi le encanta comerla —explica Anastasia con una sonrisa mientras observo cómo Mimi disfruta cada bocado como si fuera una entrada al mismísimo paraíso.
—¡Esh muy ricah! —exclama Mimi emocionada, con trozos de comida aún en su boca.
Termino mi hamburguesa y dirijo mi mirada hacia Anastasia, quien también ha terminado la suya.
—No te preocupes por las hamburguesas, yo invito. Después de todo, ya me has pagado con tu valiosa información —dice ella, por lo que le agradezco sin molestarme.
Hacer un espectáculo sería contrario a mis intenciones.
Sé que no puedo permitir que ella subestime mi inteligencia tan fácilmente; mostrar demasiada estupidez solo dificultaría el éxito de nuestra farsa.
—¿Qué tal si hacemos un trato? —propongo abruptamente antes de darle oportunidad para responder.
Anastasia inclina ligeramente la cabeza, curiosa ante mi petición.
Sin dejarla hablar mucho más comento:
—Soy inventor y estoy seguro de poder mejorar la producción del papel. Solo necesitaría una parte de tu producción. Si gustas, puedes verificarlo tú misma en Irlam.
Mi intención es mostrarle algo complejo sin explicar demasiado para causar cierta impresión temerosa en ella. Cuando vea la eficiencia con la que trabajo seguramente querrá formar una alianza comercial de inmediato para evitar que se forme un monopolio
O, tal vez desee robarme.
Aunque preferiría la primera opción, ya que así podría expandirme más fácilmente y el nombre de Irlam crecería junto conmigo. Además, estoy seguro de que ella también está interesada en los rifles, pues ha echado varias miradas furtivas a mi lado donde descansa uno.
Anastasia sonríe como si eso fuera precisamente lo que buscaba desde un principio.
—Será un placer. Después de todo, la máquina a vapor también está dentro de mis intereses —responde mientras ella se levanta y el resto del grupo le sigue.
Nos levantamos de la mesa y salimos del restaurante. Anastasia anuncia que se dirige a su mansión, visiblemente satisfecha por el día que ha tenido.
—Ha sido un día largo —sonríe—. Deseo volver a encontrarnos, en Irlam.
Asiento y me despido de ella, así como de Julius y el resto de las personas presentes. Parece que Julius quiere hablar sobre algo, pero al tener que acompañar a Anastasia decide evitarlo.
—¿A dónde vamos ahora? —pregunta Emilia con cierto tono melancólico— Estuviste hablando mucho con Anastasia. Incluso Betty está triste.
Beatrice toma la mano de Emilia y cuando intento verla, ella gira su rostro para evitarme.
—Qué tal si buscamos un bar? Preferiblemente uno que no tenga tan mala apariencia —sugiero.
Emilia asiente, deseando probar alcohol nuevamente. Partimos inmediatamente hacia un bar mientras observamos todos los lugares en busca del más tranquilo.
En Irlam solo hay una posada y uno que otro restaurante/bar que decidí abrir para los trabajadores; generalmente la posada no recibe muchos visitantes ya que la mayoría viene por negocios y pocos se quedan para disfrutar del estilo de vida local.
Debo crear más lugares de entretenimiento: bares, discotecas, teatros... El entretenimiento siempre genera grandes ganancias económicas.
Justo mientras caminamos alguien nos grita desde atrás.
—¡Hermanito! —Felt exclama emocionada mientras se acerca rápidamente hacia nosotros.
Al girarme veo que Reinhard también viene detrás sonriente; parece estar contento de vernos ya que se acerca saludándonos casualmente.
Felt viste de manera más informal, luciendo un hermoso vestido largo amarillo que contrasta con su anterior atuendo de ladrona. Aunque menos ostentoso, este nuevo vestido le sienta muy bien.
—Buenas noches a todos —saluda Reinhard cortésmente.
—Buenas noches a ambos —respondo sinceramente, al igual que Emilia quien también los saluda.
Felt se acerca a Emilia, quien se bajó su capucha, y le levanta el pulgar en señal de aprobación.
—¡Estuviste increíble durante la selección! —exclama Felt con una sonrisa genuina. Seguramente se había contenido de decirlo en el coliseo.
—¿Están buscando un lugar donde entrar?
Asentimos y Reinhard nos guía hacia un bar. Es más lujoso que otros bares, pero sin llegar a ser extravagante. Su construcción de piedra con bordes de madera crea una atmósfera cálida. La música suave escapa por las grietas de los muros.
—Aquí podemos tener habitaciones privadas si no les molesta —anuncia Reinhard en consideración a la situación.
Entramos sin dudarlo y me doy cuenta de que es diferente a lo que esperaba. Las mesas son simples y hechas de madera, pero las personas presentes visten prendas sofisticadas, indicando que este no es un bar para cualquiera.
En el fondo hay una tarima donde alguien toca el arpa mientras otro acompaña con una viola de rueda.
Pensé que la música sería más folclórica, pero esta elección también me agrada. Emilia parece feliz mientras observa cómo todas las personas charlan animadamente.
Creo que disfrutaríamos más si estuviéramos entre el público, aunque eso llamaría demasiado la atención... Además, estoy seguro de que Emilia desea quitarse su capucha.
Reinhard va adelante y rápidamente somos guiados por uno de los camareros hasta nuestra mesa reservada en el segundo piso.
La habitación cuenta con varios sofás dispuestos de forma perfecta alrededor de una mesa central, donde podemos colocar lo que pidamos.
—¿Ya han comido? —pregunta Felt, a lo que asentimos.
Rápidamente reviso el menú. El papel es más delgado y muestra pequeñas arrugas en comparación al lujoso restaurante de Anastasia. Probablemente planchan con calor o cambian los menús diariamente.
La variedad en el menú es amplia: pasteles desde monedas de plata hasta monedas de oro, opciones vegetarianas y platos elaborados con carne. En cuanto a las bebidas, ofrecen jugos, cervezas, vinos e hidromieles.
Emilia está a mi lado, por lo que le señalo las hidromieles.
—Son bebidas deliciosas, deberías probarlas. —le sugiero, animándola a explorar el apartado de bebidas.
Emilia asiente de inmediato y escoge una hidromiel llamada melomel, la cual contiene una mezcla exquisita de frutas. No sé qué tan fuerte será, pero espero que tenga un bajo contenido alcohólico. El precio es elevado, lo que me hace preguntarme qué esperar de ella.
Los soldados, por otro lado, optan por jugos debido a su servicio militar que les prohíbe consumir alcohol. Es algo triste, pero al menos tienen buenos salarios. Quizás les compre unas bebidas para llevar a Irlam o incluso les dé el día libre en plena mañana para que disfruten comprando lo que deseen.
Felt observa con ansias el menú mientras Reinhard parece distante y apagado. Me pregunto qué estará pasando por su mente. Felt sonríe al camarero y realiza su pedido a todo pulmón.
—¡Dame una botella del mejor vino! —exclama Felt sin preocuparse por las miradas reprobatorias de Reinhard.
Este último se sorprende ante la petición audaz de Felt y la mira desaprobadoramente; sin embargo, ella decide ignorarlo.
—Soy adulta y tengo derecho a tomar mis propias decisiones —afirma con seguridad.
En mi opinión no es adecuado beber alcohol tan temprano en la vida ya que puede conducir a problemas futuros. Pero aquí hay maná; las personas son capaces de vivir hasta los ochenta o setenta años sin mayores dificultades, aunque carezcan de higiene y elementos sanitarios.
—No obstante, no es apropiado hacerlo frente a otra candidata —comenta Reinhard, provocando una reacción en Emilia como si también estuviera dirigiéndose a ella.
—Somos todos amigos aquí. Olvidemos nuestras diferencias por hoy y seamos simplemente amigos reunidos —intervengo, tratando de calmar la tensión.
No somos más que eso.
Mis palabras logran que Felt sonría ampliamente. Ella me señala con alegría mientras exclama:
—¡Exacto! Lo que dice Marco es cierto ¿Acaso no nos ves cómo amigos?
Estas palabras afectan precisamente el punto débil de Reinhard. Nos mira a ambos con sorpresa antes de suspirar derrotado.
Quién diría que el caballero más fuerte del mundo sería vencido por una niña de catorce años.
—Tiene razón, mis disculpas a ambos y también a usted, señorita Felt. —Reinhard se disculpa mientras Felt le propina una patada sorpresiva que incluso asusta al camarero, quien probablemente piensa que vamos a causar problemas, obviamente, Reinhard la detiene sin problema.
Emilia se muestra feliz y ríe ante la actuación de Felt. Mientras tanto, Beatrice ignora al resto y de repente se teletransporta junto al mesero, creyendo que no la he visto. Ella lo mira fijamente y susurra:
—Quiero lo mismo, una melomel de hecho.
El mesero se ve atemorizado por la presencia inesperada de Beatrice junto a él. Sus ojos recorren el lugar hasta hacer contacto visual conmigo. Dudo mucho que un espíritu pueda embriagarse en realidad. Probablemente solo quiera probarla sin más complicaciones, así que decido no decir nada.
Si Emilia nota su presencia seguramente la regañará, pero puedo permitirme ser un poco indulgente ya que Beatrice carece de órganos físicos susceptibles de daño.
Después de informarles que pueden pedir cualquier plato sin alcohol, todos solicitan exquisitos manjares culinarios. El dinero no es realmente un problema en este sentido; Roswaal nos dejó suficiente dinero además del que yo traje personalmente para cubrir los gastos extravagantes si fuera necesario.
Yo también ordeno una entrada para mantener mi estómago satisfecho mientras disfruto de mi bebida. Reinhard finalmente cede ante las insistencias de Felt y pide el vino más costoso disponible por treinta monedas de oro. Bueno, dudo que a la familia Astrea le falte dinero.
Reinhard y yo solicitamos cervezas, de hecho, él pide exactamente la misma cerveza con mezcla de especias y esencias que pedí anteriormente. Además, solicito al mesero un plato con sal y limones, así como vasos adicionales y una jarra para servir la cerveza.
El mesero parece intrigado por mi pedido poco convencional pero no se muestra molesto. Asiente cortésmente y se retira diciendo que tocará antes de volver a entrar en el local.
Emilia se quita la capucha del abrigo mientras Felt extiende su mano hacia ella en un gesto amistoso.
—Déjame ver... —Emilia le entrega la capucha a Felt, quien se la coloca.
Al hacerlo, el rostro de Felt queda oculto por una sombra misteriosa que afecta mi percepción, pero no me hace sentir incómodo. Es como si fuera lo más natural del mundo.
Es un efecto extraño y fascinante. Le pregunté a Roswaal cómo lo hizo, pero solo mencionó que se apoyó en uno de los libros antiguos de su biblioteca. Según él, fue un proceso complejo y costoso, aunque debido a la pérdida de los libros ya no recuerda todos los pasos exactamente, según él, claro.
Ahora solo queda esta capucha y una copia adicional como respaldo.
—No noto nada inusual —comento mientras observo detenidamente a Emilia explicar el funcionamiento del hechizo ante nuestra curiosidad creciente. Incluso Reinhard muestra interés en el tema.
Después de varios minutos llega nuestro pedido y veo cómo sirven la cerveza en vasos de cristal transparente con gran cuidado. A Emilia y Beatrice les sirven sendas copas de hidromiel mientras alzan un corte generoso de carne para Felt junto con una jarra llena del preciado vino.
Los otros meseros entran para servir a los soldados presentes y luego se retiran dejándonos nuevamente solos en nuestra conversación animada.
Decido probar primero la cerveza tal cual viene, sin mezclarla con nada más. Un aroma embriagador impregna mis sentidos mientras contemplo cómo su espuma densa indica que no han logrado carbonatarla adecuadamente, probablemente sea mera fermentación la causa de la espuma. Debo investigar más sobre este tema en algún momento. Quizás incluso podría abrir mi propia fábrica de bebidas alcohólicas.
Al llevar el líquido amargo a mi garganta, siento cómo su fuerza se ve mitigada por las especias añadidas. Es una cerveza potente pero poco efervescente, lo que la hace un tanto desafiante de beber.
—Debería estar más fría —murmuro mientras congelo ligeramente la jarra con un toque de magia, haciendo que la escarcha brille bajo la luz tenue del lugar.
—Permíteme prepararla correctamente —agrego antes de tomar mi vaso y comenzar a mezclar los ingredientes para hacer micheladas y mejorar así su sabor.
Tras servirle una michelada a Reinhard, este me agradece y prueba su trago. Sin embargo, puedo notar en su expresión que su mente está divagando hacia otros pensamientos.
Felt observa atentamente a Reinhard y agrega con picardía:
—El fortachón no puede emborracharse —señala hacia Reinhard, quien mantiene la calma en todo momento.
Es sorprendente lo bien que Felt maneja esta situación. Aunque ha pasado poco tiempo desde que nos conocemos, dudo mucho que tenga el mismo nivel de comprensión sobre Emilia como Felt parece tener sobre Reinhard.
—Lamentablemente, mi cuerpo tiene la capacidad de suprimir cualquier tipo de veneno —confiesa con una pizca de tristeza en sus palabras.
Es como si estuviera destinado a ser el conductor designado perpetuo, incapaz de disfrutar los efectos embriagadores que acompañan a los encuentros sociales.
—Entiendo perfectamente, lo importante es pasar un buen rato junto a amigos, independientemente de si se bebe o no —respondo con calma.
Después de todo, la verdadera compañía y diversión residen en la conexión humana.
Emilia saborea su bebida lentamente antes de terminarla rápidamente en un solo sorbo.
Espero sinceramente que esta bebida frutal hecha especialmente para mujeres sea más suave al paladar que el fuerte licor proporcionado por Roswaal. Mi esperanza radica en encontrar algo más delicado y refrescante.
Felt comienza a relatar sus experiencias desde el momento en que llegó a la mansión Astrea: las peleas constantes con Reinhard debido a Rom y cómo incluso acogió bajo su protección a los tres ladrones que intentaron robarme aquel día. Entre bromas y risas, Emilia se adapta perfectamente al ambiente festivo mientras Beatrice muestra una expresión satisfecha.
Los soldados presentes también participan activamente en las conversaciones mientras disfrutan sus platos con entusiasmo. No puedo evitar notar cómo han sido agraciados con comidas mucho mejores que las mías durante todo el tiempo.
Reinhard también se involucra cada vez más mientras yo comparto historias sobre nuestras batallas contra el culto y cómo finalmente logramos derrotar a Petelgeuse.
No puedo evitar mencionar el invaluable apoyo de Beatrice y Emilia en aquellos momentos cruciales.
Mientras acaricio a Beatrice, quien se ha instalado cómodamente en mis piernas, me doy cuenta de que el alcohol no tiene ningún efecto sobre ella.
Por otro lado...
—Jejeje, luego Marco me consintió —Emilia añade con una risita juguetona mientras sus mejillas ya están coloreadas por los efectos del alcohol. Felt también sonríe maliciosamente, mostrando claramente los signos de la bebida comenzando a afectarla.
Ambas dirigen miradas llenas de picardía hacia mí, lo cual despierta mi curiosidad e intriga al instante.
—Mi hermanito es todo un seductor, inteligente y fuerte, además que su rostro no está nada mal. Seguramente tienes a varias chicas suspirando por ti —comenta Felt con una sonrisa juguetona, pero yo niego con la cabeza, tratando de evitar el tema incómodo.
Rem es la única que ha demostrado tener interés en mí hasta ahora.
Y en cuanto a Emilia... lo mejor sería que no se involucre de esa manera, al menos eso espero.
No me gustaría lastimar su corazón también.
—Marco siempre llama la atención en el pueblo —se queja Emilia con cierta molestia reflejada en su expresión— las mujeres del lugar siempre hablan de él, de que es lindo, si tiene esposa, además que el siempre está de amistoso con ellas por lo que es un tema candente entre las mujeres.
Una información desconocida llega a mis oídos y me toma por sorpresa.
Reinhard ríe ligeramente antes de volver a su expresión formal y seria mientras Beatrice aprieta mi mano con fuerza como si aquella información fuera algo vitalmente importante.
—Soy el alcalde, es normal que hablen de mí —explico sin darle mayor importancia al asunto.
Emilia parece no estar convencida por mi argumento y responde desafiante:
—¡Hmpf!
Reinhard dirige una mirada hacia ella antes de hablar:
—Parece que se llevan bien los dos —observa mientras Emilia descansa cómodamente sobre mi hombro.
Asiento lentamente mientras miro a Emilia, quien no ha dejado de sonreír desde hace un rato.
En este momento percibo su existencia como algo más parecido a una hermana menor para mí; alguien cercano y valioso como una hermana propia.
Debo fortalecerme aún más para poder proteger todo lo que considero importante, incluyendo mis propias ambiciones.
No importa cuán terrible sea el destino o las dificultades que enfrentemos, debo esforzarme por encontrar la belleza en medio del caos y no permitir que lo negativo opaque mi visión.
—Debo ser fuerte por ambas, ya que la vida no ha sido amable con ellas —murmuro para mí mismo mientras Felt se queda callada repentinamente y se duerme profundamente en el sofá, recostándose sobre las piernas de Reinhard.
—Es sorprendente cómo has crecido. Aunque careces del entrenamiento formal en esgrima, pude notar un estilo de pelea desconocido durante nuestros encuentros —comenta Reinhard admirando mi progreso con una mezcla de asombro y curiosidad.
—El Muay Thai y el boxeo son estilos de lucha que aprendí en mis tierras, pero actualmente soy el único aquí con conocimientos al respecto, también se un poco de combate con cuchillos, pero nada de esgrima —confieso a Reinhard en un susurro, intentando que solo él escuche— No vengo de este mundo, estoy seguro de que lo sabes.
No puedo permitirme mentirle, además confío lo suficiente en él como para compartir este secreto.
Reinhard no reacciona de inmediato, lo cual confirma una sospecha: puede leer mi mente o al menos comprender ciertas cosas sin necesidad de palabras.
—¿Ya lo sabías? ¿Qué sé sobre ti...? —pregunta con cautela, esperando mi respuesta.
Reinhard asiente lentamente, revelando su capacidad para acceder a los pensamientos ajenos.
Eso significa que sabe todo acerca de mis acciones pasadas y presentes, así como también sobre mis planes futuros.
No, su pregunta claramente indica que no tiene totalmente mis recuerdos, eso significa que su bendición divina no es tan poderosa como creí.
—Lo que puedo ver son las imágenes más marcadas en tu mente; es una especie de protección divina que me ha sido otorgada —explica Reinhard calmadamente.
Las imágenes más marcadas... En este momento sé cuál es la imagen predominante en mi mente: el momento en el que maté a Beatrice.
No hay duda alguna al respecto. Esto significa que Reinhard también está enterado del fenómeno del retorno por muerte.
Decido cambiar rápidamente el rumbo de la conversación antes de adentrarnos aún más en terrenos peligrosos:
—No hablemos más sobre eso; hay cosas mejor dejadas sin mencionar —sugiero con firmeza, deseando evitar cualquier conflicto innecesario entre nosotros— confío en que guardaras este secreto.
En realidad, no importa tanto. Después de todo, no es como si Reinhard pudiera evitar conocer mis pensamientos y acciones, supongo. Aunque tampoco estoy seguro de si lo hace a propósito.
—Veo que no te incomoda —comenta Reinhard con curiosidad.
Si esto fuera con cualquier otra persona, quizás me sentiría incómodo e invadido en mi privacidad mental. Sin embargo, dado que solo revelará aquellas cosas que más me afecten emocionalmente, puedo aceptarlo sin problema alguno si es por parte de él.
Confío en que Reinhard no utilizará esta información en mi contra a menos que yo haga algo para perjudicarle o tal vez... quién sabe, quizás tenga una opinión negativa sobre mí.
—Si lo hicieras a propósito, me molestaría —afirmo con seriedad, dejando en claro mis límites.
Reinhard niega con la cabeza como respuesta a mi preocupación.
—Puedo activar esa capacidad según mi voluntad, pero la protección se activa automáticamente bajo ciertas condiciones —explica seriamente.
—¿Cuándo las personas más desean hablar de ello? ¿Desahogarse o mostrar cosas peligrosas? —pregunto con curiosidad.
Reinhard reflexiona por un momento antes de responder:
—Depende de cada persona, pero generalmente sí. Además, también puedo ver pensamientos al azar.
Su mirada se dirige hacia su espada y puedo percibir una ligera tensión en el ambiente mientras habla.
—Incluso mientras camino, soy capaz de identificar pensamientos maliciosos o aquellos que buscan ayuda. Esto me permite saber cuándo alguien necesita asistencia o cuando hay una situación peligrosa en desarrollo —añade reflexivamente.
Bueno, al menos sé que utiliza esta habilidad para detectar amenazas potenciales. En ese caso, supongo que fui objeto de su observación para averiguar qué estaba ocurriendo anteriormente. Solo espero que no lo haga ahora mismo durante nuestra conversación...
Intentando restarle importancia al asunto y evitar cualquier incomodidad innecesaria entre nosotros, comento:
—Es útil entonces; te permite ayudar a los demás, aunque pueda resultar un tanto incómodo. Sin embargo, no hay necesidad de preocuparte por eso ahora mismo.
Observando cómo Reinhard ha sido amable y generoso durante nuestro encuentro hasta ahora, decido expresarlo sinceramente:
—Hoy pago yo. Si quieres devolverme el favor, puedes hacerlo la próxima vez que salgamos a comer juntos. De esta manera, tendrás la seguridad de poder acompañarnos nuevamente sin preocupaciones.
Deseo aliviar cualquier carga adicional que pueda estar llevando Reinhard en su corazón y demostrarle mi gratitud por su compañía y apoyo hasta ahora.
Reinhard sonríe, captando claramente mis intenciones.
—Sí, amigo mío —responde con gratitud y complicidad.
Cargando a Emilia en mis brazos, abandonamos el lugar. Parece que la mansión Astrea se encuentra en una dirección diferente a la nuestra. Me sorprende darme cuenta de que no todos los lugares nobles están concentrados en un solo sector, como había imaginado.
Mientras tanto, Reinhard sostiene tiernamente a Felt en sus brazos mientras ella descansa plácidamente sobre su pecho. Observo cómo duerme con una serena sonrisa dibujada en su rostro.
—Si llegara a despertarse, se llevaría una gran sorpresa —comento a Reinhard con calma y ternura hacia Felt.
Mi mirada se cruza con la de Reinhard mientras reflexiona sobre mi:
—Lo mismo digo yo... Si la señorita Emilia despierta, sin duda quedará asombrada por todo lo que está ocurriendo —afirma Reinhard tranquilamente.
Sin embargo, no puedo evitar preocuparme por el posible escenario si Emilia llegase a asustarse y me golpease accidentalmente. En ese caso, mi vida estaría seriamente amenazada ante su fuerza sobrenatural.
A medida que nos preparamos para despedirnos y seguir nuestros caminos separados temporalmente, siento la necesidad de expresar unas últimas palabras antes de dejarlo atrás:
—No sé cómo es sentirse tan fuerte como tú; probablemente nunca podré comprenderlo del todo —observo fijamente su espalda mientras hablo desde el corazón—: Ser el más fuerte... Ser aquel en quien todos confían y esperan que supere cualquier obstáculo... Ser aquel que nunca muestra debilidad ni tristeza...
Hago una pausa, permitiendo que mis palabras se asienten en el aire antes de continuar:
—Pero para mí, eso no importa. No me importa tu fuerza o tus habilidades, Reinhard. Lo que realmente valoro es tu inmenso corazón —mi mirada se desvía hacia Emilia, quien también posee un corazón noble y generoso.
Sé por experiencia propia que las personas con un gran corazón son a menudo las más afectadas por los desafíos y las heridas emocionales de la vida. Es algo inevitable cuando uno entrega tanto amor y compasión al mundo. Con estas palabras sinceras flotando entre nosotros, nos preparamos para seguir nuestros caminos separados momentáneamente.
—Para mí eres un ser humano igual que cualquiera —le digo con firmeza—. No importa lo que te digan o cómo te vas a ti mismo, si alguna vez te sientes solo, si quieres pasar el rato en compañía, hablar de tus problemas o necesitas un consejo, no dudes en pedírmelo.
La soledad que debe cargar Reinhard es sin duda abrumadora. Ser testigo del peso de su fuerza y poder exterior me hace reflexionar sobre la carga mental y emocional que también lleva consigo.
—Somos amigos después de todo —añado con convicción—. Entre amigos, el estatus no importa; así que no me importa cuán fuerte seas físicamente, siempre puedes acudir a mí en busca de ayuda.
Ser fuerte físicamente es una cosa completamente diferente a serlo mentalmente.
Intentar imaginarme viviendo en sus zapatos se vuelve una tarea imposible para mi mente limitada por mi propia fuerza. Sin embargo, aunque pueda parecer insignificante desde mi perspectiva terrenal mientras él vive en lo más alto del escalafón, puedo ofrecerle mi apoyo desde aquí abajo.
—Gracias... Marco —responde Reinhard con gratitud genuina—. Aprecio tus palabras y sé que puedo contar contigo.
Reinhard sigue su camino, sosteniendo a Felt en sus brazos mientras nosotros nos dirigimos hacia la majestuosa mansión de Roswaal. En el aire se respira una atmósfera de alegría y alivio. Beatrice parece contenta, mis soldados también están llenos de júbilo.
Después de todo el estrés durante la selección y los desafíos enfrentados, un descanso es más que merecido. Hace tiempo desde que he tenido uno adecuado; uno sin problemas ni preocupaciones acechantes. Hoy, siento que la capital de Lugunica está envuelta en una tranquilidad casi sobrenatural, superando incluso a mi natal Irlam.
Un fugaz pensamiento cruza por mi mente: quizás debería haber tomado el camino del protagonista para evitar tantas dificultades y responsabilidades abrumadoras.
Pero inmediatamente niego con vehemencia esa idea absurda; si la lista secreta hubiera sido filtrada inevitablemente, al no tener como protegerme, eso habría sellado mi destino antes incluso de empezar.
Roswaal nunca lo permitiría. Su presencia siempre es un faro guía, aunque me pese, nuestros objetivos son de alguna forma afines, pero no quiero seguir siendo controlado por él.
Roswaal debe morir, a como dé lugar.
Es estúpido mantenerlo con vida, pero lastimosamente en necesario en este momento. El no va a abandonar su objetivo, incluso si destruyo el libro de la sabiduría, el debe tener planes a seguir para cumplir su meta.
Es tonto pensar que un psicópata va a redimirse después de tantos años de hacer atrocidades con su propia generación.
Es demasiado tonto.
El velo de la noche ya se ha extendido, pero algunos bares continúan iluminados y resonando con música animada. No puedo evitar pensar en lo complicado que debe ser para aquellos que viven cerca de estos lugares bulliciosos.
Sin embargo, mi determinación sigue intacta: espero poder transformar Irlam en una ciudad próspera y llena de armonía.
En medio del ambiente festivo, Beatrice me agarra discretamente el borde de mi chaqueta y me mira fijamente a los ojos. Sus gestos silenciosos parecen transmitir un mensaje oculto.
Sutilmente, observo a mi alrededor, percatándome rápidamente de algo fuera de lugar.
Detengo mis pasos bruscamente y una sensación incómoda se apodera de mí. Me acerco rápidamente a Lucas para entregarle temporalmente a Emilia.
Hay un código para cada situación, ahora, debo actuar acorde.
—Necesito ir al baño con urgencia —le digo apresuradamente—. Por favor, sostenla por un momento mientras tanto.
Le entrego cuidadosamente a Emilia a Lucas y solicito la compañía de dos soldados para acompañarme al baño. Con Beatrice junto a Lucas, estoy seguro de que nadie osaría atacarles en su presencia protectora.
Lessed me sigue fielmente mientras nos adentramos en un callejón oscuro. Allí mismo comienzo a utilizar magia del agua con un movimiento sutil del dedo índice, fingiendo estar orinando contra la pared cercana.
—Bebí demasiadas cervezas —digo casualmente intentando disipar cualquier sospecha sobre nuestras verdaderas intenciones.
Lessed se mantiene distraído, aparentemente ajeno a cualquier peligro acechante, mientras yo continúo con mi actuación. Sin embargo, en un instante fugaz que escapa a mi percepción, siento una presencia amenazadora acercándose sigilosamente por detrás.
Reacciono rápidamente y agarro el rifle justo en el momento en que intentan arrebatármelo. Mis reflejos agudos me permiten reafirmar mi control sobre la situación. En ese preciso instante, invoco magia del viento con un grito desgarrador:
—¡Fura!
La figura desconocida sale volando violentamente ante mi magia. Aunque logré evitar ser desarmado por completo, siento cómo un cuchillo rasga ligeramente mi mejilla antes de que pueda esquivarlo por completo.
Apunto rápidamente con el rifle hacia la persona que sostiene a Lessed del cuello y exijo firmemente:
—Suelten las armas. No importa cuán fuerte creas ser; tu osadía no impedirá que tu magia me alcance a tiempo —su voz resuena con determinación para tratar de intimidarme.
Sin embargo, en medio de la tensión que se ha apoderado del ambiente, soy plenamente consciente de que no tengo ninguna magia inmediata para responder al ataque.
Siguiendo el protocolo establecido, solo me queda esperar y confiar en que nuestras palabras sean suficientes para distraer al adversario.
La atmósfera se carga con una energía palpable mientras aguardamos ansiosos si lograremos evitar un enfrentamiento directo o si nos veremos obligados a luchar sin tregua. En ese momento crucial, mis manos se deslizan lentamente hacia el interior de mi chaqueta, aprovechando la escasa visibilidad para pasar desapercibido ante los demás presentes.
—Te lo entregaré —digo con voz temblorosa pero determinada—. Pero prométeme que no le harás daño a él ni a ninguno de nosotros. Podrás llevarte tu compañero ileso.
El hombre mantiene su agarre firme sobre Lessed, mientras el otro parece haber quedado inconsciente tras el impacto inicial. Comprendo ahora cuál es su objetivo: los rifles.
La procedencia de estos atacantes comienza a descifrarse ante mí.
Con rapidez y sigilo abro mi comunicador personal y establezco conexión inmediata con Lucas. Este sigue las instrucciones previamente acordadas y permanece en silencio absoluto del otro lado de la línea telepática.
—Suelten al hombre —proclamo con una mezcla nerviosa de valentía—. Tomen el arma y márchense pacíficamente antes de que esto termine mal para todos nosotros.
Mantengo una postura decidida mientras espero impaciente alguna respuesta por parte del atacante.
El destino de esta situación delicada pende de un hilo, pero se que solo queda esperar, no es más que esperar el momento adecuado.
Uno de los encapuchados, confiado y arrogante, se acerca lentamente hacia mí mientras su risa retumba en el aire.
Parece que ya conocen el alcance de mis habilidades, al menos lo han estimado a partir de lo que presenciaron en el coliseo, o lo que les informaron.
Podría acercarme y matar al que sostiene a Lessed, sin embargo, soy consciente de que existe un pequeño retraso entre la ejecución del hechizo y la manifestación del viento.
Pero no importa. Sé que estos ladrones están condenados desde el momento en que pusieron un pie en este callejón sombrío.
La muerte acecha sus pasos sin piedad y duda.
La capucha oculta sus rostros por completo, impidiéndome ver más allá de su mirada desafiante. Justo cuando uno de ellos está a punto de tomar posesión del arma que les entregaría como parte del trato...
¡Bang!
Dos disparos rompen la tensión en el aire provenientes de la entrada del callejón oscuro. El hombre que sostiene a Lessed como rehén cae al suelo junto con su cómplice frente a mí.
Desde mi posición puedo ver claramente cómo Bert se erige majestuosamente fuera del callejón, siendo él quien ha realizado esos dos disparos perfectamente certeros. Arne entra rápidamente tras él mientras yo ilumino nuestro entorno con una bola mágica de fuego.
En medio del caos momentáneo, aprovecho para limpiar una mancha insignificante en mi mejilla; no quiero ensuciar mi uniforme militar.
Luego me agacho junto al cuerpo inerte y retiro audazmente la máscara de uno de los perpetradores.
El rostro desconocido ante mis ojos despierta mi curiosidad y agudizo mi investigación al quitarle también su chaqueta en busca de alguna pista que pueda revelar su identidad.
Sin embargo, no encuentro nada más que aumente el misterio en torno a estos individuos.
Solo puedo concebir una posibilidad para explicar cómo supieron de nuestra presencia aquí. El dueño del restaurante debe haber alertado a alguien, pero superar la barrera defensiva que supone Reinhard... eso parece imposible.
No hay forma de burlar sus protecciones sin que él se percate.
Mientras examino detenidamente el cuerpo ahora inerte frente a mí, noto que su complexión es delgada y descuidada. Estos hombres parecen ser meros ladrones contratados para llevar a cabo esta intrusión mortífera.
¿Una advertencia?
Las palabras resuenan en mi mente mientras reflexiono sobre la posible motivación detrás de este ataque sorpresivo e inexplicable.
¿Acaso hay un mensaje a través de este ataque?
Solo el tiempo y nuestras propias investigaciones podrán desvelar la verdad oculta tras esta emboscada nocturna.
No creo que estos ladrones fuesen lo suficientemente estúpidos como para intentar algo tan descabellado. Lessed también realizó una búsqueda exhaustiva, pero sacude la cabeza en señal de negación, indicando que no ha encontrado nada relevante.
Afortunadamente, contamos con un rehén en este momento crítico.
Dirigiéndome a Lessed con autoridad, le ordeno que cargue al individuo inconsciente mientras observo cómo Arne se encarga de reunir los dos cadáveres cercanos.
El meticuloso trabajo de Arne en el comité de limpieza ha sido clave para esta operación clandestina; es una de las razones por las cuales decidí contar con él además de su profundo sentido del deber. Él será nuestra cobertura y la persona encargada de ocultar los vestigios mortales dejados por estos perpetradores.
—Espera un momento, soldado —indico señalando hacia los cuerpos sin vida mediante el uso hábil y controlado de mi maná mágica. Pronuncio una palabra—: Goa.
Al instante, una llamarada ardiente se dirige directamente hacia los cadáveres inertes y al tocarlos comienza a consumir sus cuerpos hasta dejarlos irreconocibles. Después de unos minutos intensos, solo quedan sus cuerpos y prendas carbonizadas; todo rastro de su identificación ha sido borrado, por lo que no tendrán forma de culparnos.
Arne rápidamente utiliza su habilidad mágica para crear un hueco en el suelo utilizando magia de tierra e instantáneamente desplaza las piedras haciendo un hueco. Juntos, arrojamos los cadáveres en la fosa recién creada.
Sin embargo, por precaución y para evitar cualquier identificación futura, le pido a Arne que destruya sus cráneos con una roca.
Sin titubear ni un instante, Arne obedece mi petición y procede a destrozar los cráneos carbonizados hasta convertirlos en fragmentos irreconocibles.
Aunque ya están quemados, esta acción adicional asegurará que ninguna evidencia pueda ser recuperada o relacionada con estos individuos nefastos en el futuro cercano.
La sangre se amontona en aquel sombrío agujero, pero con destreza y celeridad Arne lo reemplaza con magia de tierra, ocultando así la escena del crimen.
La razón de este ataque fue el robo de nuestras valiosas armas; sin embargo, subestimarnos a tal grado es una verdadera afrenta que me perturba más que el simple intento de arrebatar los rifles.
Aun así, si hubieran logrado llevarse las armas, su codicia habría sido su perdición.
Las balas estarían ahora incrustadas en la sólida pared trasera, testigos mudos del poder destructivo contenido en ellas.
Con paso firme me acerco para recoger esos proyectiles. Los diminutos orificios dejados en las paredes son huellas indelebles del estruendo ensordecedor y la potencia que las balas son capaces.
Consciente de dejar cualquier detalle que nos pueda causar problema es peligroso, solicito a Arne cubrir meticulosamente cada uno de esos pequeños huecos con magia de tierra para borrar cualquier indicio remanente.
Incluso si llegaran a descubrir los desfigurados cadáveres abandonados a su triste suerte, no encontrarán ninguna conexión directa con nosotros ya que sus cabezas han sido destrozadas, mientras que recogimos las balas y casquillos comprometedores.
—Vámonos rápidamente —advirtiendo ante el inminente peligro— No sabemos si los caballeros estarán patrullando en busca de intrusos o simplemente se permiten el lujo de cometer tales atrocidades.
Es lamentable pensar cómo Reinhard y Julius, con su inquebrantable fe en su desempeño como guardianes, han sido víctimas de esta ilusión.
Incluso Gildark ha caído bajo este engaño.
Pero ahora no es momento para reflexiones melancólicas sobre la fragilidad humana ante las tentaciones corruptoras del poder.
Al abandonar el lugar, Beatrice me insta a agacharme mientras posa su delicada mano en mi mejilla herida. Sus habilidades curativas sanan instantáneamente el leve rasguño que adquirí durante el enfrentamiento.
Aunque insignificante, aprecio profundamente su preocupación por mi bienestar.
—Un pequeño desliz —comento con serenidad mientras acaricio tiernamente su cabeza dorada— Menos mal que tengo a mi princesa junto a mí.
Lucas observa atentamente la situación desde lejos y nota cómo Lessed lleva consigo al ladrón derrotado hacia nosotros.
Sin mediar palabra, me entrega a Emilia entre mis brazos y yo acepto complacido esta nueva responsabilidad mientras comenzamos nuestra retirada precipitada del lugar.
Beatrice avanza decididamente hacia el ladrón capturado y utiliza sus prodigiosas habilidades mágicas para drenar sin piedad lo poco que queda del maná dentro de él; un acto tanto cruel como necesario para obtener información valiosa sobre este enigmático individuo.
Cuando Beatrice regresa a mi lado, su semblante revela una profunda comprensión de lo que ha descubierto:
—Este individuo es un mago especializado en el dominio del viento de hecho —comienza con voz serena pero cargada de conocimiento— Sin embargo, su capacidad para manipular el maná es sorprendentemente deficiente supongo. Apenas pude percibir la tenue presencia de su energía vital dentro de él de hecho.
Supongo que eso explica tanto su fragilidad física evidente como la delicada situación en la que se encuentra; ya sea porque estuvo involucrado recientemente en un conflicto o simplemente debido a una constitución débil desde el principio.
Beatrice, con su mirada penetrante y aguda, concluye que no hay rastro de miasma en el ladrón capturado.
Esto descarta la posibilidad de un ataque perpetrado por el culto.
Además, al examinar detenidamente al ladrón, no encuentro ninguna deformación visible ni signos distintivos asociados con el culto de la bruja.
Una vez llegamos a la mansión, dirijo mi atención hacia los soldados reunidos frente a nosotros.
—Llévenlo al sótano —ordeno con voz firme pero fría—. Corten los tendones de sus manos y pies para asegurar su inmovilidad absoluta. Utilicen cables de metal resistente para esposarlo y sigan meticulosamente el resto del protocolo establecido.
Los soldados obedecen rápidamente mi mandato con un saludo militar disciplinado y son guiados por uno de nuestros sirvientes hacia el sótano; allí se llevará a cabo el interrogatorio necesario para extraer cualquier información útil que este individuo pueda poseer.
Observando la escena con seriedad imperturbable, me dirijo nuevamente a Beatrice:
—Betty, te encargo que lo cures ligeramente para acelerar su proceso de recuperación consciente —digo mientras asiento con solemnidad ante ella.
Beatrice asiente comprensivamente mientras se acerca cautelosamente al ladrón. Con una delicadeza sorprendente, canaliza su energía curativa hacia él, acelerando así el despertar de su conciencia y asegurando que pueda enfrentar el interrogatorio.
El protocolo establecido es siempre el mismo: sumergir al prisionero en un estado de ansiedad extrema.
A través de este método, me aseguro de obtener información valiosa e incitar confesiones sinceras, aunque depende mucho de la situación, suele ser efectivo.
Se despertará en algún momento, sin maná, sin poder mover un solo miembro de su cuerpo, amarrado con metal mientras a su vista se dejan elementos de tortura como un picahielo, cuchillos y más.
No tendrá maná suficiente para suicidarse si conoce la forma de hacerlo, así que no le quedará de otra que esperar despierto nuestra llegada.
La ansiedad del prisionero estará en su punto máximo, y estoy seguro de que sucumbirá a la necesidad de hablar.
Sin embargo, mientras esperamos el momento propicio para extraer información valiosa de él, mi mente divaga hacia otros pensamientos.
«Ojalá Puck estuviese aquí», susurro en mi interior.
Su presencia sería útil en esta situación. Habría sido un complemento perfecto para nuestros esfuerzos actuales.
Mientras reflexiono sobre esto, cargo a Emilia por los pasillos de la mansión que nos alberga.
Mi objetivo es llevarla a su habitación para descansar después de haber bebido demasiado durante la reunión anterior. Pero antes de llegar allí, detecto una urgencia apremiante: Emilia necesita utilizar el baño.
Después se despertará en medio de la noche y se lo molesto que es eso.
Cambio rápidamente mi rumbo y decido pasar por alto momentáneamente su dormitorio.
—Uhm... —murmura ella somnolienta mientras empieza a despertarse lentamente, abriendo apenas los ojos ante la confusión repentina.
Con cuidado y ternura infinita, sostengo firmemente a Emilia entre mis brazos mientras avanzamos hacia nuestro destino designado: el baño principal del castillo.
—¿Mar… co? —susurra Emilia con una voz adormilada, frotándose los ojos con delicadeza mientras intenta asimilar la situación inusual en la que se encuentra. Sin embargo, su expresión se ilumina de alegría y sus brazos rodean mi cuello en un gesto de confianza y afecto
—Me cargas como una princesa jejeje —ríe tiernamente Emilia, sin apartar sus ojos de mí, irradiando gratitud por el cuidado que le brindo.
—Bueno, es lo mínimo que puedo hacer —afirmo con solemnidad mientras me detengo al llegar a nuestro destino.
Dejo escapar un suspiro lleno de preocupación ante la resistencia de Emilia para abandonar mis brazos. Su agarre firme demuestra su profunda alegría por la situación.
«No puedo permitirle beber más hidromiel», reflexiono internamente mientras contemplo las consecuencias que podrían derivarse si no la controlo.
Con determinación resuelta pero gentilmente persuasiva, trato de bajar a Emilia del abrazo en el cual insiste aferrarse tenazmente.
Aunque me alegra que Emilia haya disfrutado de la inesperada reunión, sé que probablemente sufrirá una resaca mañana.
Sin embargo, sus habilidades mágicas curativas aliviarán cualquier malestar que pueda experimentar.
—¿Quieres que use magia supongo, para retirar los efectos en Emilia de hecho?
Ante la sugerencia de Beatrice de utilizar magia para eliminar los efectos del exceso en Emilia, niego con la cabeza.
—Déjala ser —respondo con calma—. Ella fue el centro de atención este día y es mejor que termine así.
Consentirla un poco no está mal; se ha esforzado mucho y se lo merece.
Sin embargo, antes de retirarnos a descansar, le recuerdo a Emilia sobre su necesidad inminente de utilizar el baño. Le ofrezco esperarla pacientemente mientras ella cumple con esa tarea básica.
Emilia me mira con expresión ligeramente contrariada y hace pucheros infantiles. Desvía la mirada hacia otro lado mientras habla con un tono lleno de reproche:
—No iré hasta que no me digas "princesa". Siempre solían llamarme princesa en el bosque Elior...
Sus palabras evocan recuerdos tiernos e íntimos de su infancia perdida entre las sombras del tiempo. Mi mirada busca la aprobación silenciosa en Beatrice, buscando permiso para compartir este vínculo Emilia y yo.
Fue ella por quien lo inicie, así que es justo preguntarle.
Al principio, percibo cierto disgusto momentáneo reflejado en los ojos penetrantes de Beatrice; sin embargo, después asiente comprensivamente como si entendiera la importancia emocional detrás del gesto.
—Si es ella, no detengo problema supongo.
Con extremo cuidado bajo a Emilia al suelo, observándola detenidamente mientras ella se pone de pie con cierta inestabilidad.
—Princesa Emilia... —susurro en un tono suave y lleno de cariño, cumpliendo su deseo y honrando esa conexión especial.
Emilia me mira fijamente, sus ojos brillan con gratitud y afecto. Aunque todavía muestra un poco de tambaleo debido a los efectos del exceso anterior.
Con delicadeza, retiro la capucha que cubre el rostro de Emilia para asegurarme de que pueda ir al baño con comodidad. Sus ojos aún reflejan una leve expresión de anhelo mientras espera ansiosa mis palabras. Aprovecho este momento para acomodar su cabello y fijar mi mirada en sus ojos cautivadores.
—Tu caballero siempre estará a tu lado, princesa Emilia —susurro con ternura, consciente de lo significativo que puede ser este juego tonto pero cargado de emociones para Emilia.
Evoco los recuerdos ocultos en su infancia, cuando fue tratada como una princesa, pero vivía encerrada en las limitaciones impuestas por otros.
¿Cuántos años habrá llevado consigo dentro de ese lugar?
Si incluso bajo los efectos del alcohol sus pensamientos se dirigen hacia ese deseo antiguo, es porque ha sido algo arraigado profundamente desde entonces.
Emilia no suele mostrar un cariño excesivo hacia los demás, aunque posee una energía vital contagiosa y un espíritu animado. Sin embargo, hay momentos en los cuales deja entrever afecto especial hacia aquellos que están pasando por dificultades o preocupaciones.
Esta faceta suya ha ido cambiando gradualmente con el tiempo, pero sé que le resultará difícil expresar estas emociones abiertamente debido al temor a ser juzgada como infantil o ser juzgada por su apariencia.
Sin embargo, ante mis palabras reconfortantes y llenas de promesas implícitas, ella sonríe radiante mientras Beatrice sostiene su mano amablemente. Es mejor dejarlas ir juntas al baño para evitar cualquier percance mayor mientras yo las espero con paciencia.
—Jeje, siempre quise tener un caballero —declara Emilia entre risas, revelando su deseo profundo y arraigado de encontrar a alguien con quien estar.
Una vez que Emilia sale del baño, extiende sus brazos hacia mí con una sonrisa juguetona iluminando su rostro. La mirada en sus ojos invita a la complicidad y al juego.
—Cárgame hasta mi habitación —me pide de manera traviesa.
Quizás debería haberle pedido a Beatrice que utilizara su magia para quitarle su estado de embriaguez, pero no puedo resistirme a cumplir los deseos de Emilia, solo por ahora.
Acepto el desafío con gusto y respondo:
—Como usted ordene, señorita Emilia.
Coloco mis manos cuidadosamente en sus piernas y espalda, sosteniéndola como si fuera una princesa. Ella me observa mientras rodea sus brazos alrededor de mi cuello, estableciendo un vínculo íntimo entre nosotros.
—¡Tengo un caballero! —exclama Emilia entonando melodías desafinadas con gracia mientras patalea el aire alegre— ¡Marco mi caballero! ¡Marco! Jejeje.
Definitivamente le gastaré alguna broma cuando se despierte como pequeña venganza por hacerme escuchar su canto tan desafinado.
Su voz es dulce, pero carece del don para la afinación; aunque cabe destacar que ha practicado mucho para dar discursos públicos, aún le falta dominar los ritmos melódicos adecuadamente.
Beatrice se ríe junto a nosotros, aunque ella tampoco tiene habilidades vocales excepcionales.
No soy experto ni bueno en el canto, pero al menos sé mantener el compás musical.
Finalmente llegamos a la habitación de Emilia: un espacio más modesto comparado con las grandiosas estancias de la mansión principal.
Una cama de tres cuerpos, como era de esperar, aunque esta no cuenta con un baño interno. Quizás fue adquirida en lugar de ser diseñada a medida, pero sinceramente no me importa demasiado.
Un escritorio se encuentra ubicado frente a la ventana, adornado con cortinas blancas que permiten el paso suave de la luz natural. Un ropero modesto exhibe delicadas decoraciones talladas en su madera. Aunque el cuarto es espacioso, los elementos y muebles son escasos.
Mientras avanzamos hacia la cama, Emilia me detiene repentinamente.
—Marco —susurra cerca de mi oído mientras se inclina utilizando sus brazos para apoyarse— acuéstate conmigo, mi caballero.
Supongo que el alcohol ha comenzado a afectarla verdaderamente.
No estoy seguro de si ella se refiere a lo que tengo en mente, pero tampoco es algo que desearía hacer.
Aprovecharse de alguien bajo los efectos del alcohol es simplemente indigno, incluso si esa persona te lo pide.
Si no hubo una intención previa, no sería apropiado actuar sobre ello. De todas formas, estamos hablando de Emilia y está claro que se refiere a dormir juntos.
Beatrice me tira suavemente de la chaqueta, lanzándome una mirada fulminante. Yo sonrío porque seguramente también ha malinterpretado las palabras de Emilia. Es increíble pensar que podría tener pensamientos tan impuros; mi niña tiene una imaginación muy retorcida.
—Emilia, aquí no estamos en la mansión principal y eso sería sospechoso —le respondo con amabilidad—. Una cosa es cargarla hasta la cama, pero quedarme a dormir con usted levantaría muchas sospechas.
Sin embargo, hay algo más que puedo hacer para complacer sus deseos. Ella continúa aferrada a mí mientras sus labios rozan ocasionalmente mi oreja.
—Eres travieso —susurra Emilia mordiendo ligeramente mi oreja, tomando por sorpresa mis sentidos—. Eres malo, aun cuando me he esforzado tanto.
Ella ríe y patalea con las piernas como muestra su descontento infantil.
—Solo quiero que duermas conmigo ¿Es mucho pedir? No quiero pasar la noche sola —Emilia dirige su mirada hacia Beatrice—. También quiero dormir con Betty... los tres juntos. ¿Sí?
Suspiro resignado ante sus intenciones. Mañana tendremos mucho por hacer y debemos prepararnos para el ataque de la ballena. Ser un poco indulgente no está mal, además también estoy algo afectado por el alcohol, así que simplemente me dejaré llevar.
—Muy bien, si eso es lo que usted desea, solo puedo obedecer —le respondo con una sonrisa rendida.
Mientras sostengo a Emilia en mis brazos, ella se inclina una vez más y deposita besos continuos en mi mejilla, seguidos de pequeñas risitas infantiles. Su alegría es desbordante, como si nunca hubiera experimentado la compañía afectiva.
Aunque se que fortuna se la otorgaba.
—Jejeje, nunca había tenido un caballero así —admite con una voz dulce cargada de felicidad.
Está peor que cuando bebimos en la mansión; parece que la hidromiel es peligrosa para ella.
O tal vez Emilia simplemente tiene poca resistencia al alcohol.
—Me haces feliz, Marco. Para alguien que estuvo encerrada tanto tiempo, siempre estuve sola y tenerte es... —Emilia me da un último beso lleno de emociones profundas.
Con cuidado, deposito a Emilia en la cama mientras continúa sonriendo. Sé que mañana despertará avergonzada si recuerda lo ocurrido.
Beatrice parece molesta, me hace agacharme para tomar la iniciativa y besar mi otra mejilla.
—¡Hmpf! Mi caballero resultó ser todo un mujeriego de hecho —dice Beatrice mientras se lanza sobre la cama rechazando cualquier acción mía.
Decido quitarme mi chaqueta y camisa para no dormir incómodo. Tengo una camisa delgada guardada por aquí cerca. Me dirijo rápidamente a mi habitación y me cambio antes de volver al cuarto donde está Emilia.
—¿Dónde estás? ¡Marco! —Emilia mira a su alrededor buscándome mientras intenta levantarse con dificultad.
La lección del día es clara: no darle alcohol a Emilia.
Estoy seguro de que nunca olvidaré este episodio y estableceré una regla para que todos los ciudadanos eviten ofrecerle bebidas alcohólicas.
Emilia me mira coquetamente desde la cama, extendiendo sus brazos hacia mí. Su mirada entrecerrada parece revelar un anhelo profundo mientras sus labios se vuelven más notorios bajo la tenue luz de la luna que ilumina su sedoso cabello plateado.
Con voz tierna y serena, ella me pide:
—Ven, déjame dormir contigo.
Me inclino lentamente sobre la cama, apoyando mi mano como soporte mientras ella envuelve sus brazos alrededor de mi espalda y ejerce una leve presión para acercarme a ella.
Emilia sonríe con complicidad mientras lentamente y con cuidado me deposita en su pecho, sorprendiéndome. Ella se inclina dándome un beso en mi cabeza, cargado de emociones.
Una sensación de calidez recorre todo mi cuerpo, pero también puedo sentir el calor intenso emanando de los sentimientos profundos que Emilia guarda en su interior.
—Marco, sé que te hago trabajar muuucho, pero también quiero que sepas cuánto te quiero. Muuucho, muuuchísimo —sus palabras se aferran a mí mientras su voz tiembla ligeramente—. Por eso deseo estar siempre contigo, para trabajar juntos.
Ella afloja un poco su abrazo y me acomodo en la cama mientras ella se recuesta en mi brazo izquierdo, abrazándome con fuerza.
Coloco mi brazo alrededor de su espalda y la abrazo delicadamente mientras ella me utiliza como almohada. Sonríe y extiende su otro brazo libre rodeando mi torso para envolverme en sus caricias.
—Jeje, eres tan cómodo… —afirma Emilia antes de caer rendida en el sueño.
Beatrice se acurruca junto a mi brazo derecho dejándome completamente aprisionado por ellas dos.
—El Marco de Betty es perfecto para dormir, sin duda alguna de hecho —Beatrice me mira con ternura—. Betty también te quiere mucho supongo.
Si alguien presenciara esta escena o si esto fuera una historia escrita estoy seguro de que despertaría la envidia de muchos.
Cuando estamos bajo los efectos del alcohol nos volvemos vulnerables y actuamos sin inhibiciones; por eso no culpo a Emilia por su comportamiento.
Después de todo, fui yo quien sugirió beber y esperaba alguna reacción inusual por parte de ella.
Pero nunca imaginé que llegaría a sentirse tan cercana a mí.
Ojalá sea otra clase de emoción lo que late dentro de ella.
Las suaves respiraciones de ambas me arrullan lentamente hacia el sueño. Ha sido un día agotador, pero a pesar del estrés logré alcanzar mis objetivos y trazar nuevos caminos.
Lo que nos espera ahora es el enfrentamiento con la ballena.
Todo debe ser perfecto; los cañones harán gran parte del trabajo y tengo bastantes posibilidades de atacarla si utilizo magia voladora. Estoy seguro de que puedo vencer a esa criatura sin lugar a duda.
Aunque deseo fervientemente que esta paz que siento en este momento perdure para siempre, sé en mi interior que tarde o temprano las circunstancias se tornarán caóticas.
Es una realidad inevitable.
Por eso debo ser fuerte.
Por eso no puedo permitirme tener debilidades evidentes.
No puedo permitirme enamorarme, no en medio de todo esto que está sucediendo.
Incluso si mi corazón se rindiera ante alguien, deberé matar esa emoción al instante.
Debo controlar mi corazón y mis emociones lo máximo posible.
El peso de todo recae sobre mí, así que lo mejor es mantenerme alerta en todo momento.
No tengo derecho a flaquear; yo mismo me despojé de ese privilegio aquel día fatídico.
Cuando apreté el gatillo...
Capítulo 4
Preparativos.
Me despierto lentamente al sentir el movimiento de Emilia en mis brazos.
Ambas parecen estar sumidas en un sueño tranquilo, mientras la luz del sol comienza a filtrarse tímidamente por las rendijas de la habitación.
Ellas utilizan mi cuerpo como escudo contra los primeros rayos matutinos.
A pesar de que la batalla se acerca cada vez más, sé que debo aprovechar la mañana para tratar con los herreros. Necesito contratarlos para iniciar otros proyectos importantes.
La fábrica de hierro forjado debe ser construida, pero los herreros están ocupados fabricando balas.
Tantas responsabilidades me abruman, pero es mi deber enfrentarlas y cumplir con ellas sin vacilar.
Aunque mi brazo izquierdo esté ligeramente adormecido por sostener a Emilia no me quejo, por otro lado, con Beatrice no pasa eso, su peso es insignificante; podría cargarla con un solo dedo si quisiera.
Es realmente gratificante tenerlas así dormidas junto a mí.
Me pregunto qué dirá Emilia cuando despierte y descubra lo que hemos compartido esta noche... Pero esos pensamientos deben esperar.
No es momento para distracciones o trivialidades; tengo interrogatorios pendientes y contratos por firmar antes de reunirme con Crusch.
Hasta que no haya asegurado todos estos asuntos importantes, es mejor mantenerme alerta y concentrado en mis tareas inmediatas.
Desearía poder descansar un poco más, pero sé que eso no está permitido para alguien como yo.
Supongo que puedo ir solo; no hay necesidad de llevar a ambas conmigo hacia ese camino. Tengo una misión importante por delante y debo enfrentarla en solitario.
Emilia sigue sonriendo plácidamente mientras duerme, aferrándose a mí con una fuerza que me impide separarme sin despertarla.
Mis dos brazos están aprisionados entre sus abrazos, dejándome atrapado en sus dulces presencias.
No hay forma de escapar sin perturbar su sueño
Decido mover mi brazo derecho, sabiendo que esto inevitablemente despertará a Beatrice. Sus párpados comienzan a temblar ligeramente, como si rechazara la idea de abandonar el mundo de los sueños.
Me libero de su agarre y ella abre lentamente sus ojos.
—¿Mar.… co? —pregunta Beatrice con voz somnolienta mientras me mira fijamente.
Al verme, una sonrisa se dibuja en sus labios y se lanza hacia mí para abrazarme efusivamente. Parece estar genuinamente feliz; al menos me alegra saber que ha olvidado lo ocurrido durante la selección. Ella frota su rostro contra mi pecho mientras se acerca más a mí.
—Buenos días supongo... —dice Beatrice antes de besarme cariñosamente en la mejilla y luego sentarse en la cama.
Sonrío al notar el cambio positivo que ha experimentado desde entonces.
—Buenos días, Betty —le respondo cariñosamente mientras observo cómo Emilia continúa aferrada a mí con firmeza, sosteniéndome por el torso con uno de sus brazos e inmovilizándome con una pierna entrelazada sobre las mías. Incapaz de liberarme debido a la fuerza sobrehumana de Emilia, le suplico a Beatrice con la mirada que haga algo al respecto.
Por ahora, es mejor no despertarla. Necesito aprovechar el tiempo y retirarme sin perturbar su sueño.
Beatrice comprende mi gesto silencioso y comienza a entonar un hechizo mágico.
—Debes pagar un precio por haberme despertado —dice Beatrice con una sonrisa juguetona mientras termina de lanzar el conjuro.
En un instante, mis ojos reciben nueva información y me encuentro observando el techo desde una perspectiva completamente distinta.
En cuestión de segundos, caigo pesadamente al suelo.
Beatrice posee la habilidad de utilizar magia Yin sobre mí, pero lamentablemente nuestra compatibilidad en este aspecto es bastante reducida debido a mi comprensión avanzada de la magia.
A diferencia de las personas en este mundo, cuyo entendimiento de la magia es superficial y limitado por su imaginación, yo estoy comprendiendo profundamente sus fundamentos.
Pero eso implica limites a la forma en la que puedo usar la magia.
Por lo tanto, aquellos que son naturalmente compatibles con ciertos tipos de magia simplemente siguen una teoría preestablecida para su funcionamiento.
Beatrice me dice que nuestra compatibilidad es forzada y que el uso de su magia Yin consume más energía mental por mi parte.
Sin embargo, ella asegura que si continúo entrenando podré disminuir estos efectos negativos. Es por eso por lo que cada vez que utilizo mi carta de ataque más poderosa, la magia Yin, siento cómo mi corazón amenaza con explotar y me fatigo rápidamente a nivel mental.
Esta es también la razón por la cual no soporto usar "El Murak".
Aun tendido en el suelo tras haber caído abruptamente, Beatrice se acerca caminando hacia mí con una maliciosa sonrisa dibujada en sus labios.
—Mi princesa es tan vengativa —susurro a Beatrice mientras sonríe como si estuviera halagándole.
—Tendrás que compensármelo —añade inclinándose para presionar delicadamente su dedo contra mi frente.
Me levanto rápidamente y dirijo mi mirada hacia Emilia, quien parece seguir profundamente dormida e inconsciente del alboroto a nuestro alrededor. Le pido a Beatrice amablemente que utilice su magia para transportarme a mi habitación contigua a la de Emilia.
Aunque esto implicará un gasto innecesario de maná, es mejor prevenir que lamentar. Desconozco qué tipo de personas sean los sirvientes en este lugar y prefiero tomar precauciones adicionales. Beatrice asiente con comprensión y justo cuando está por llevar a cabo el hechizo, escucho un murmullo suave.
—No te vayas... —susurra Emilia en un tono dulce cargado de anhelo.
No deseaba que Emilia se despertara, pues tenía asuntos pendientes y, siendo sincero, no la necesitaba en ninguno de ellos.
Considero que sería mejor que descanse.
Me acerco a su cama solo para encontrarla mirándome con los ojos entrecerrados. Ella intenta tomar mi mano, pero rápidamente me libero de su agarre y coloco mi mano sobre su cabeza.
—Duerme un poco más; tengo algunos recados que hacer antes de encontrarme con Crusch —le digo mientras ella asiente somnolienta y vuelve a caer rendida en la cama.
Suspiro aliviado sabiendo que ahora puedo llevar a cabo mis tareas sin preocupaciones adicionales. Sí, necesito obtener información.
Soy transportado a mi habitación y siento cómo mi ritmo cardíaco se acelera ligeramente.
—Supongo que he utilizado ese poder demasiadas veces seguidas; tú aún no estás acostumbrada —comenta Beatrice mientras se deja caer sobre la cama a la vez que yo decido tomar un baño.
Por primera vez, Beatrice decide acompañarme durante el baño. Para ser honesto, no me importa mucho tenerla allí presente, una vez en el baño, ella me ayuda a lavar la espalda mientras continúo reflexionando sobre nuestra situación.
—Preocuparte no cambiará las cosas, supongo —afirma Beatrice al colocarse frente a mí.
Es una verdad irrefutable e indudablemente cierta.
—Lamentablemente soy humano y no puedo evitarlo —acaricio su cabeza antes de permitirle sumergirse en esa enorme tina del baño.
Roswaal es alguien excesivamente extravagante al tener un baño idéntico al de la mansión principal. Supongo que esto le hace sentir cómodo y como en casa. Beatrice me incita a entrar, así que me sumerjo con cuidado, sintiendo cómo el agua caliente acaricia mi cuerpo.
Admito que resulta más relajante, aunque el agua fría me despierta aún más. Hoy complaceré a Beatrice, ya que ella no disfruta del agua fría.
—Jeje, es la primera vez que nos bañamos juntos —Beatrice me mira con ternura mientras lo dice.
Ya le había sugerido esto antes, pero ella siempre me rechazaba diciendo que era un pervertido u otras cosas por el estilo. Bañarse en compañía es algo que experimenté en Japón con Kenichi, en aquel pequeño pueblo.
Es una experiencia interesante; de alguna manera, uno se siente más conectado con la persona involucrada.
Por supuesto, solo lo haré con Beatrice; Emilia está completamente fuera de discusión por respeto hacia ella, aunque no vea nada malo en ello, aunque ahora esa opinión debe cambiar.
No aprovecharé su inocencia, aunque no estoy seguro si eso todavía aplica.
Como le he enseñado medicina, me vi obligado a impartirle clases de educación sexual también. Sin embargo, resultaron ser clases realmente complicadas para ella y fue difícil para que comprendiera todo. Además, fueron incómodas y casi muero durante el proceso.
Esto hizo que en ese entonces ella se sintiera aún más avergonzada ante cualquier tipo de contacto físico. Pero al parecer ahora se va acostumbrando poco a poco.
—Estás pensando en Emilia supongo... —Beatrice me mira desaprobatoriamente mientras se acerca hacia mí.
Parece conocerme demasiado bien; por un momento creí que podía leer mi mente.
—Bueno...es mi inversión —respondo—. Sí, necesito asegurarme de obtener beneficios a futuro y estar atento a todos los detalles.
Ella hace unos pucheros mientras aparta la mirada hacia otro lado.
—Si tú lo dices...
Supongo que está malinterpretando mi actitud. Emilia necesita experimentar todo tipo de situaciones y si ahora mismo rechazo su afecto hará que se cierre nuevamente, que vea el cariño como algo negativo.
Debo ser firme con ella, pero también mostrarle afecto para evitar que se sienta mal.
Su apego hacia mí ha aumentado considerablemente, pero en el momento en que vea límites peligrosos tendré que tomar medidas.
—La única princesa a la que amo es tú —acaricio su cabello con delicadeza mientras ella sonríe con los ojos cerrados.
Ella deja caer su cabello y parece crear un efecto mágico bajo el agua, aunque solo sea una ilusión.
La he visto de vez en cuando probar diferentes peinados e incluso experimentar con las prendas que Rem confecciona, a pesar de que ella podría cambiar su apariencia con magia.
Sin embargo, al final no ha alterado su vestimenta ni estilo por respeto hacia Echidna.
Salgo del baño y me dirijo a mi habitación, donde me encuentro con una sirvienta: una semihumana gato cuya cola revolotea mientras se inclina ante mí.
—Sus compañeros le esperan en el sótano —la sirvienta me mira seriamente, lo cual indica que el hombre ya está despierto.
Le sonrío agradecido antes de asentir y entrar a la habitación. Una vez dentro, comienzo a cambiarme. Había preparado ropa para estar tres días como máximo, pero supongo que necesitaré más tiempo.
O tal vez no...
Una vez termino de vestirme, abro la puerta y veo a Beatrice preocupada.
—Beatrice, voy a necesitar tu ayuda —le digo—. No quiero que presencies estas cosas; aunque sea necesario.
Quizás estoy dándole demasiada importancia... Quién sabe qué le habrá mostrado Echidna.
Ella me mira confundida pero rápidamente parece entender lo que quiero decir. Su rostro se vuelve serio mientras caminamos juntos por el pasillo.
—Mi madre me obligó a hacer cosas horribles —responde ella con voz monótona y despojada de emociones—, aunque si ella volviera a pedírmelo ahora mismo... no lo haría nuevamente.
Las palabras de Beatrice revelan que las cosas que hizo bajo la influencia de su madre fueron realmente impactantes. El simple hecho de decir que se arrepiente tiene un gran significado.
—Te compensaré por ello más adelante. Lo siento —le digo, sin profundizar en el tema—. Supongo que solo me queda compensarte en el futuro.
Finalmente llegamos a la entrada del sótano, donde Bert y Lessed están de guardia. Ambos nos ven y realizan un saludo militar al instante.
—Mi general, señorita Beatrice, ¡buenos días! —exclaman ambos al unísono, con la deferencia y el respeto que merecemos.
—Buenos días —respondo cortésmente, apreciando su trabajo diligente mientras ingreso al sótano.
Beatrice me sigue de cerca, pero decido detenerla en seco.
—Quédate aquí arriba por unos minutos, te llamaré cuando te necesite ¿De acuerdo? —le pido con firmeza.
Aunque noto cierta molestia en sus ojos, Beatrice asiente y se da media vuelta obedeciendo mi solicitud.
No deseo que ella sea testigo de esta faceta oscura de mi personalidad.
Desciendo hacia el sótano donde Lucas y Arne observan impotentes cómo el ladrón sonríe burlonamente mientras intenta abrir una salida desesperadamente.
Este individuo carece del poder mágico para acabar con su propia vida o tal vez teme hacerlo.
En medio del caos a mi alrededor, las cajas perfectamente ordenadas y la presencia de polvo evidencian que este ladrón no ha utilizado magia alguna. Sin embargo, sin sus brazos ni piernas para canalizar el maná, puedo afirmar audazmente que no posee habilidades mágicas significativas.
Me acerco con calma hacía ellos, sin mostrar perturbación alguna; Lucas y Arne voltean sorprendidos ante mi presencia.
Mientras tanto, aquel ladrón dirige una mirada cargada de desprecio hacia mí antes de escupir con desdén sobre el sucio suelo húmedo.
Manteniendo la calma, me acerco a él con paso decidido. Observo que luce cansado y adormilado, su cuerpo no ha perdido mucha sangre, pero sin duda intentó escapar durante la noche.
Lamentablemente para él, sus esfuerzos se vieron frustrados por mi intervención providencial.
Me agacho frente a él y antes de que pueda lanzarme otro escupitajo en señal de insolencia, desato un poderoso hechizo de agua sobre su rostro malicioso. La sorpresa se refleja en sus ojos atónitos mientras busca frenéticamente una salida en vano.
—Bien —susurro serenamente—, tengo múltiples métodos para hacer que hables; sin embargo, prefiero resolver esto pacíficamente.
Con audacia y solemnidad saco tres monedas santas del bolsillo interior de mi chaqueta.
Solo una sola moneda santa puede asegurar una vida cómoda durante muchos años; pero ofrecerle tres garantiza al miserable hombre frente a mí no solo evitar el trabajo duro por el resto de su existencia sino también vivir rodeado de excentricidades excelsas.
Sus ojos destellan codicia al contemplar las brillantes monedas sagradas; sus labios tiemblan bajo el frío implacable del sótano oscuro.
Sin embargo, esos mismos labios se aprietan con determinación ante mi propuesta tentadora.
—Si tus contratistas te han entregado algo valioso… si te han confiado algún secreto… ahora es tu oportunidad de hablar —le digo pausadamente con voz autoritaria mientras le ofrezco una última oportunidad para redimirse.
El ladrón niega con la cabeza, desconcertándome con su inesperada cooperación. Su expresión de desprecio se transforma en una mezcla sincera de preocupación y angustia.
Sonrío impasible, sin permitir que su desesperación me afecte emocionalmente.
—Muy bien —concluyo fríamente—, si así lo deseas, te irás tan fácil como hablarlo.
El ladrón abre los ojos con sorpresa, desviando su mirada hacia otro lado durante varios segundos. Puedo observar cómo tensa y relaja repetidamente los músculos de sus brazos, mientras sus piernas se convulsionan involuntariamente debido a su incapacidad para moverlas.
—Debo dar noticia antes de que sea tarde ¡Te lo diré todo cuando regrese!
Su actitud es intrigante; si estuviera en una situación similar, contratado como ladrón y enfrentándome a la oferta de valiosas monedas santas junto con la promesa de un buen trato, solo dos motivos podrían explicarlo.
El primero sería el temor de que todo sea una mentira. Sin embargo, descarto esta posibilidad por las palabras iniciales del hombre: mencionó que debía dar noticias importantes
La segunda opción es aún más plausible: alguien lo está amenazando.
En medio de su agitación frenética, el individuo intenta liberarse con fuerza mientras su expresión preocupada da paso a un destello iracundo pero desesperado.
—¡Déjame salir! —exclama con vehemencia mientras forcejea para utilizar sus piernas e intentar moverse, al mismo tiempo que agita sus brazos impotentes.
Aunque no puede erguirse ni emplear sus manos en este estado lamentable, al menos conserva cierta funcionalidad en sus extremidades inferiores.
Para calmarlo y hacerle entrar en razón sin ejercer demasiada fuerza sobre él, agarro bruscamente su cabeza entre mis manos y la hago chocar con la pared cercana. Una vez logrado esto, puedo apreciar cómo recupera momentáneamente la compostura.
—¿Estás siendo amenazado? —pregunto directamente, mirándolo con sorpresa y determinación— ¿Han tomado como rehén a algún ser querido tuyo?
En respuesta, el hombre aprieta los labios con una fuerza tal que la sangre brota de ellos. Me observa temeroso y después de un suspiro profundo asiente con la cabeza para luego expresar su odio más profundo.
—Tienen a mi hija —murmura en voz baja pero cargada de desesperación.
Y así se revela una razón desagradable, proveniente de cualquier fuente que sea. Las palabras del hombre sorprenden a Lucas, quien se acerca a él.
Yo permanezco en silencio, pero mi mirada insta al hombre a continuar su relato.
—No tengo tiempo que perder, si amanece entonces... —comienza a decir el ladrón antes de ser interrumpido por la visualización del reloj en mis manos, señalándole que ya es mañana y que no hay nada más por hacer.
En ese preciso instante, toda resistencia cesa. El hombre dirige su mirada hacia el suelo mientras una luz abandona sus ojos y palidece visiblemente. De repente, con un impulso desesperado hacia atrás intenta poner fin a su propia vida.
Con destreza y rapidez logro evitarlo al agarrarlo firmemente entre mis brazos antes de que pueda llevar a cabo tal acto desesperado. Aunque forcejea para liberarse, lo mantengo firme sin ceder ante sus esfuerzos.
—Dime la información y yo me encargaré de vengarle —le digo con determinación mientras lo observo fijamente.
El hombre me escruta con odio, pero finalmente empieza a hablar con renuencia mientras las lágrimas brotan de sus ojos e intenta forzar las palabras entre sollozos entrecortados.
—Fui contratado por la candidata Anastasia Hoshin... Ella me ordenó robar tu arma y entregársela —susurra mientras dirige la mirada hacia el techo— Mi hija fue tomada como moneda de cambio... Es algo que ella ha estado haciendo en secreto. En Kararagi, es algo común.
La mención de Kararagi y su práctica legalizada de la esclavitud me llena de indignación, pero el hombre rápidamente aclara que esto va más allá de la simple esclavitud.
—¿Anastasia Hoshin? Dudo que ella se involucre en algo sin obtener beneficios a cambio —expreso con incredulidad— Además, dudo mucho que Julius lo permita y tampoco creo que esté dispuesto a arriesgar tanto.
El hombre me mira con determinación entre lágrimas mientras susurra firmemente:
—A ella solo le importa obtener tu poder... Hará cualquier cosa para lograrlo mientras pueda beneficiarse.
Cansado de esta farsa despreciable, coloco mi mano sobre su pierna lentamente aumentando la temperatura. Aunque aún no tengo un control total sobre este poder, hay momentos en los que fluctúa desde un calor intenso hasta uno abrasador.
El hombre me mira con sorpresa ante esta manifestación sobrenatural.
—¡Es verdad lo que digo! —exclama el hombre mientras una mueca de dolor se dibuja en su rostro, y yo continúo aumentando la intensidad del calor— Anastasia no es lo que crees. Ella actuó a espaldas de su caballero, estoy seguro de ello, porque fue ella quien me reveló tu ubicación.
Poco a poco, todo comienza a tener sentido en mi mente.
—Ella me ordenó seguirte y esperar por una oportunidad para actuar... Solo así liberaría a mi hija. —el hombre sonríe con una expresión macabra.
En este momento solo quedan dos sospechosos principales.
—Gracias por la información —le respondo mientras me levanto y hago señas a Lucas.
Él comprende inmediatamente y se acerca hacia el ladrón. En un último grito desesperado, intenta hacer algo, pero pronto queda sumido en un absoluto silencio.
Supongo que ya no necesitaré los servicios de Beatrice...
—Deshazte del cuerpo. Yo saldré hacia la capital; esperen en la mansión hasta nuevo aviso —ordeno sin titubear mientras subo las escaleras rumbo al exterior.
A medida que reflexiono sobre los hechos, solo puedo vislumbrar dos posibles culpables, pero uno destaca claramente entre todos ellos: Roswaal.
Su conocimiento tan preciso de nuestra ruta y circunstancias no puede ser mera coincidencia. Es cierto que podría haber investigado minuciosamente cada aspecto relacionado con nosotros, pero hay un detalle crucial:
Nadie puede actuar de esa manera si Reinhard está presente. El mismo ha afirmado tener la capacidad de leer mentes en ciertas situaciones, especialmente cuando se trata de intenciones maliciosas o un sufrimiento extremo. Si alguien hubiera tenido malas intenciones hacia nosotros, Reinhard lo habría detectado y habría intervenido.
Esto solo puede significar dos cosas: existe una forma de eludir los poderes de Reinhard o ya conocían nuestra ruta desde el principio.
No puedo permitir que el ladrón nuble mi juicio con sus mentiras.
Si lo dejo hablar, podría tomar una decisión equivocada.
Lo más importante son las intenciones detrás de todo esto, y el hecho de involucrar a Anastasia solo puede significar una cosa: alguien desea sembrar conflicto entre ella y yo.
Anastasia no es ese tipo de persona, según la información de la novela claro, pero no es la principal sospechosa sin duda alguna.
Además, ella no tendría porque contratar gente tan débil, conociendo mi fuerza.
El ataque fue premeditado para que los matase y descubriese que fue de parte de Anastasia.
Esto me hace pensar en los sabios; es algo que no le convendría o no debería importarle a Roswaal.
Con Roswaal, aunque me pese no es tan así, esto no debe ser parte de él. Aunque Anastasia sea una adversaria formidable, no habría necesidad de enfrentarse a ella de forma tan contundente.
Por lo tanto, solo quedan los sabios como posibles culpables.
Beatrice me mira sorprendida ante mi resolución, pero le sonrío y tomo su mano.
—Vamos hacia la capital —le digo decidido.
Salimos solos sin tomar ninguna carroza ni transporte adicional. No conozco muy bien el camino hacia nuestro destino, pero ya preguntaré. Beatrice parece estar emocionada; observa todo a su alrededor siendo la primera vez que visita este lugar.
Últimamente ha estado mucho más animada e incluso se comporta como una niña en ocasiones, lo cual resulta un tanto incómodo considerando que nunca he tratado así con niños.
Supongo que con el tiempo me acostumbraré.
Al final del día, soy yo quien le insto a actuar así, por lo que en parte es culpa mía esta situación incómoda.
La capital está repleta de movimiento gracias a las elecciones; es probable que muchas personas estén realizando inversiones y estableciendo contactos para apoyar a alguna candidata política.
Lamentablemente dudo mucho que Emilia cuente con un gran número de seguidores.
Una vez llegamos, dirijo mi mirada hacia la fuente que se encuentra en el centro de la plaza. Es justo aquí donde aparecí por primera vez en este mundo.
—¿Fue aquí? —pregunta Beatrice, curiosa mientras observa a su alrededor.
Han pasado meses desde aquel momento y dudo mucho que pueda sentir algo especial ahora.
Como era de esperar, Beatrice niega con la cabeza, indicando que no experimenta ninguna sensación sobrenatural. Continuamos nuestro camino hasta llegar a un puesto de manzanas en una esquina cercana a las herrerías. El vendedor me observa detenidamente antes de expresar su desaprobación.
—Antes no te vi con ninguna niña y resulta que ahora tienes una —dice el hombre mientras dirige su mirada hacia Beatrice, quien mantiene una sonrisa radiante.
—Bueno, las cosas cambian... Ella es mi hija adoptiva —respondo sin titubear mientras Beatrice continúa sonriendo con fuerza y apretando firmemente mi mano.
Extraigo una moneda de oro del bolsillo oculto en mi manga y se la entregó al vendedor sin falta alguna.
—Si no fuera por ti, habría terminado en problemas —admito con gratitud.
La intervención de este hombre fue crucial para que Reinhard pudiera adentrarse en los barrios bajos. Si no hubiera sido por él, todo habría salido según lo planeado y nos habríamos enfrentado a dificultades innecesarias.
—Lo llame por precaución —explica el hombre mientras contempla la moneda de oro con alegría. A continuación, le entrega una manzana a Beatrice—. Es la mejor que he recolectado hoy, disfrútala.
Beatrice asiente y da un mordisco a la jugosa fruta, mostrando su satisfacción. Nos despedimos del amable vendedor y nos dirigimos hacia el gremio de herrería.
Baltazar mencionó que podríamos contratarlos debido a la situación en la que se encuentran aquí.
El gremio más influyente de Lugunica ha logrado suplantar a todos los demás gremios presentes en la capital; contratan gente o les pagan para abandonar sus negocios.
Aquellos que decidieron marcharse no tuvieron mayores problemas posteriores, pero aquellos valientes emprendedores que optaron por quedarse fueron amenazados y poco a poco vieron cómo sus negocios eran destrozados sin piedad.
Así es como funciona el mundo...
—Aquí estamos —anuncio cuando llegamos al callejón desolado donde se encuentra el taller clandestino.
El trasiego de personas es escaso por esta zona y una entrada sospechosa cubierta con tablones de madera llama mi atención. Varias inscripciones advierten sobre la presencia de pandillas, aunque su disposición desordenada permite vislumbrar lo que hay detrás.
Las palabras "no entrar" y "peligro" se entremezclan en las tablas, formando un escenario que indica claramente la difícil situación en la que se encuentran los habitantes de este lugar.
Observo a nuestro alrededor con cautela, pero no parece haber nadie prestando atención...
No se escucha ni un susurro proveniente de aquel lugar sombrío, pero si la información proporcionada por Baltazar resulta ser verídica, entonces estamos en el sitio correcto.
Saco una moneda de plata y la arrojo a través de los tablones que obstruyen la entrada, provocando un eco fugaz antes de que el sonido se desvanezca rápidamente. Si lo que me dijo Baltazar es cierto, entonces ahora debo anunciar mi llegada en su nombre.
—Baltazar me confió su información; vengo con una propuesta —anuncio en voz alta.
Pasados unos segundos sin respuesta, puedo percibir movimiento desde el fondo del recinto. Un hombre corpulento y robusto emerge entre las sombras, recordándome a Rom, aunque más joven. Sus poderosos brazos parecen haber sido forjados para tareas pesadas mientras me observa con molestia desde su posición.
—La segunda entrada a tu derecha; toca cinco veces seguidas —indica el hombre antes de desaparecer nuevamente en las sombras.
Siguiendo al pie de la letra sus instrucciones, nos dirigimos hacia dicha entrada y repito los pasos indicados: toc, toc, toc, toc, toc.
Casi inmediatamente después, la puerta se abre revelando a un individuo musculoso con cabello blanco y ojos púrpura que reflejan una profunda experiencia vivida.
Este hombre nos examina detenidamente a mí y a Beatrice antes de concedernos acceso sin titubear. Adentrarnos implica sentir cómo aumenta súbitamente la temperatura ambiente.
El exterior resultaba ser tan solo una fachada engañosa, pues una vez dentro de la casa se desvela un amplio pasillo de piedra que nos conduce hacia lo desconocido.
Caminamos en silencio siguiendo al hombre, quien ejerce el papel de nuestro guía.
—Tuvimos que huir; Baltazar sacrificó a su grupo para que pudiéramos quedarnos. Ahora vivimos en las sombras —dice el hombre con ira y decepción impregnados en su voz.
El ambiente está cargado con un olor desagradable, una mezcla nauseabunda de sudor, metal y carbón.
A mi alrededor se acumulan montones de piezas metálicas, cuchillas afiladas, espadas relucientes y cajas repletas de armas junto a desperdicios abandonados.
Sin embargo, esto no es lo que me interesa verdaderamente...
—El gremio de herreros de Lugunica ha logrado monopolizar la capital, estableciendo sucursales en todos los rincones y explotando a sus trabajadores sin piedad para cumplir con los pedidos —el hombre se voltea hacia mí, extendiendo su mano en un gesto firme.
Dudo por un instante, pero sin más opción que aceptar el saludo, estrecho su mano. El apretón es vigoroso y trato de no quedarme atrás.
—Ya sabemos quién eres; Baltazar nos envió una carta, pero hemos decidido esperar noticias más alentadoras —el hombre me mira con ojos carentes de vida— Soy Brimar, un hombre despojado de sus triunfos pasados.
Él libera mi mano y abre la última puerta, revelando lo que parece ser un sótano. Descendemos por las escaleras y la temperatura se vuelve cada vez más intensa. Los golpes metálicos resuenan nítidamente a medida que avanzamos escalón tras escalón.
—Somos personas expulsadas por la burocracia; sin otra alternativa viable, decidimos dedicarnos a vender armas a ladrones mientras nos mantenemos ocultos en las sombras —explica Brimar.
Una vez llegamos al fondo del sótano, puedo ver claramente la escena ante mis ojos: nueve individuos están presentes junto al fornido hombre que me trajo hasta aquí, siendo diez. La sala está repleta de yunques y hornos ardientes que emanan un calor sofocante.
Vivir bajo estas condiciones debe ser agobiante.
—¿Tú eres aquel quien luchó contra los caballeros? —pregunta Brimar, fijando su mirada en mi rifle.
Las noticias se han propagado rápidamente; el hecho de que los sirvientes hayan presenciado mis enfrentamientos ha vuelto imposible mantener la discreción. Además, existe la posibilidad de que todo haya sido planeado para convertirme en un enemigo de estas personas.
Parece que estos hombres desprecian a los caballeros, lo cual podría ser una ventaja para mí.
—Sí, les di una lección —sonrío ligeramente, provocando que Brimar me observe con seriedad.
—¡JAJAJA! —exclama Brimar riendo con fuerza— Una vecina corrió la voz sobre eso; las personas no le creyeron al principio, pero parece ser cierto. Marco Luz, socio de la candidata medio elfa.
Brimar parece estar complacido por esta revelación y las demás personas dirigen sus miradas hacia mí mientras se levantan y se acercan sonriendo. Aunque todos ellos son adultos ya, su aspecto deja mucho que desear: sucios y malolientes hasta el punto de resultar nauseabundos incluso para Beatrice.
La forma en que las noticias se propagan asegurará que los rumores crezcan hasta llegar a un punto en el que, incluso si no les creen inicialmente, no les quedará más opción que difundirlos.
Será un golpe contundente al orgullo de los caballeros.
Todos hablan simultáneamente, impidiéndome cualquier intento de comprender sus palabras. Extiendo mis manos para detener su cacofonía y, en cuestión de segundos, todos caen en silencio.
—He venido aquí por una única razón —muestro mi rifle— he venido a ofrecerles la oportunidad de vengarse.
Apunto con mi arma hacia una pared y todos se apartan rápidamente. Un estruendo ensordecedor llena la habitación cuando disparo; las personas se cubren los oídos y experimentan un momento de temor.
Luego dirigen sus miradas hacia el origen del sonido mientras una leve estela de humo escapa del cañón del rifle. Sin embargo, señalo hacia la pared impactada.
No tengo tiempo que perder; pronto tendremos que dirigirnos hacia Crusch.
—Estoy construyendo mi propia ciudad; por ahora somos solo un pequeño pueblo —explico con determinación— Pero con esta arma diseñada por mí y construida por Baltazar hemos logrado exterminar al culto de la bruja, eliminando a uno de sus arzobispos.
Los herreros observan atentamente cómo me dirijo hacia la pared para ver cómo la bala atravieso todo antes de formar un pequeño cráter. Se llenan de temor al contemplarlo, pero rápidamente comprenden mis palabras.
—Les pagaré de manera justa; les proporcionaré comida y vivienda. Mejoraremos sus condiciones de trabajo y, sin duda alguna, mejorarán sus vidas —aprieto mi puño, mostrando mi determinación— Somos un pueblo en crecimiento. Esta es la única oportunidad que tendrán para progresar. Si desean vengarse, solo podrán hacerlo junto a nosotros.
Ellos deben saber ya que soy el creador de la máquina a vapor; ya conocen la existencia de Irlam. Supongo que solo necesitan un poco de motivación.
—Dejen atrás este lugar sombrío y adéntrense en la luz, donde trabajarán y serán reconocidos como verdaderos artesanos. Realizarán hazañas nunca vistas; mejoraremos y crearemos tantas cosas que el gremio de herreros de Lugunica se rendirá ante nuestros pies.
Aunque no dicen palabra alguna, sus rostros aún reflejan pesadumbre debido a una razón evidente.
El crecimiento desmesurado del gremio se debió a la monopolización de la producción de acero.
El hierro quedó relegado a labores simples, sin lugar en un mundo donde el acero era el protagonista indiscutible. Ese fue el punto clave que llevó al declive de todos los demás gremios.
Pero las cosas ya no son como solían ser.
—Sé cómo producir acero —dibujo una maliciosa sonrisa mientras ellos me miran con expresiones cargadas de sorpresa—. El gremio de Lugunica no es el único capaz de hacerlo, pero ese no es mi objetivo. Nuestro acero será superior al suyo, forjado con maestría y perfección.
Sí, cuando logre fabricar hierro forjado podré iniciar los procesos para obtener acero; a partir de ahí, solo será cuestión de reciclar y mantener la pureza del metal intacta.
No obstante, necesito personas capaces que guíen a los obreros en este proceso delicado.
Todos estos individuos fueron líderes en sus respectivos gremios; se vieron obligados a cerrar sus puertas, pero nunca desperdiciaron su tiempo ni dejaron marchitar sus habilidades.
—Baltazar los ha recomendado y aquí estoy yo por esa misma razón —continúo hablando mientras observo sus rostros mudos— Si desean tener la oportunidad de vengarse, deberán venir a Irlam. Solo allí encontrarán un nuevo comienzo bajo un nombre renovado.
Los hombres me miran sin pronunciar palabra alguna; solo se escucha el chisporroteo proveniente del calor abrasador emanando desde los hornos. Intercambian miradas cargadas de duda y temor.
—El arma que he diseñado es capaz de vencer a caballeros sin problemas; la máquina que creé mejora la eficiencia de cualquier proceso y permite realizar tareas semiautomáticas —entrego un saco a Brimar, revelando así mis intenciones— Dentro encontrarán diez monedas santas, veinte de plata y una de oro.
Ellos se apresuran a examinar el contenido del saco, confirmando su valioso tesoro.
—Pueden partir cuando lo deseen; solo traigan consigo aquello que más atesoren, el resto no es necesario —les doy la espalda mientras comienzo a subir las escaleras en dirección opuesta.
—Si desean venganza, si anhelan progresar, si sueñan con presenciar cómo los herreros nos observan desde abajo cuando hayamos alcanzado la grandeza... entonces les espero en Irlam con los brazos abiertos.
Sin decir una palabra más, nos alejamos del lugar. Beatrice parece sentirse más cómoda al respirar el aire puro y yo también.
La verdad es que no podría soportar ni un minuto más en ese ambiente sofocante y mal oliente.
—¿Por qué les diste tanto dinero? ¿No hubiera sido mejor enviar carruajes para llevarlos a Irlam? —Beatrice dirige su mirada hacia un puesto de comida y nos acercamos a él.
Compramos unas brochetas de fresa y varias frutas, caminemos de vuelta a la mansión, así podemos ir con calma.
Los herreros son personas orgullosas, pero también leales; fueron líderes abandonados por su gente y se mantuvieron fieles a sus principios hasta el final.
Brindarles una oportunidad es mejor que dejarlos sumidos en la miseria.
Ellos no tienen cómo empezar de nuevo con ese dinero en Lugunica; podrían marcharse, pero seguirían enfrentándose a dificultades.
El reconocimiento que estamos obteniendo es un factor clave: el discurso de Emilia, mi pelea personal contra el culto... Hoy me otorgaran el título de barón, lo cual permitirá que las noticias sobre nuestra victoria ante el culto se propaguen aún más.
Todo esto gracias al golpe explosivo; no pudieron ocultar la información debido al poderoso discurso de Emilia y al apoyo del sabio jefe Miklotov, quien hizo posible recibir un premio justo.
—Al darles dinero, ellos se sentirán en deuda con nosotros —concluyo mientras saboreo la última fresa— Si tienen lo necesario para tomar sus pertenencias y apostarlo todo por esta oportunidad, estaré orgulloso de recibirlos. Si no lo hacen, entonces simplemente no los necesito.
Esta es la mejor manera de filtrar a las personas; si verdaderamente anhelan venganza, harán todo lo que esté en su poder para obtenerla. Y si tienen el coraje suficiente para unirse a nosotros, harán cualquier cosa que les pida.
Beatrice parece entenderlo, pero su atención es capturada por una tienda donde un dibujo negro en forma de libro adorna el tablón de madera.
Sus ojos se iluminan con un destello de recuerdo, recordándome algo que prometí y se me había olvidado por completo.
Entramos a la tienda y una pequeña campanilla cuelga sobre la puerta, produciendo un sonido agradable. Una joven nos mira con sorpresa y realiza una reverencia mientras nuestros ojos exploran el lugar.
Los estantes están perfectamente ordenados y los libros parecen ser cuidados con esmero. Sin embargo, llama mi atención la gran cantidad de ejemplares presentes en el establecimiento.
Mientras Beatrice busca entre las estanterías, decido entablar conversación con la encargada.
La mejor manera de hacer negocios es involucrarse en los problemas de los demás. La capital es sin duda alguna una fuente inagotable de riqueza, pero también está plagada de una competencia feroz que hace que los negocios abran y cierren constantemente.
La chica me mira con una sonrisa forzada; su rostro pálido y sus ojeras indican claramente que ha estado sometida a altos niveles de estrés últimamente, lo cual ha afectado su sueño.
Sus cabellos azul celeste contrastan llamativamente con sus ropas desgastadas.
El mercado del libro siempre está repleto normalmente, lo cual implica que los precios fluctúen constantemente. Pero también significa que elegir bien el lugar para comprar puede ser crucial; un mercado frutal no resulta idóneo para adquirir libros ya que uno generalmente no va cargado hasta arriba cuando planea realizar tal compra literaria.
Además, esta zona no goza precisamente de prosperidad, por lo que no es de extrañar su falta de clientes.
—Me gustaría adquirir varios libros —sonrío, intentando ser cordial.
Los ojos de la chica se iluminan y ella inmediatamente endereza su postura mientras me observa con alegría.
—Entendido. Una vez los coloque en el mostrador, le daré el total, señor —explica con cierta desesperación mientras parece respirar con dificultad.
—¿No recibe mucha clientela? —inquiero curioso.
Ella rápidamente se da cuenta del exceso de emoción en su respuesta inicial y tose ligeramente para calmarse. Luego dirige una mirada decepcionada hacia la tienda antes de responder:
—Es una mala zona; alquilé este lugar debido a su precio conveniente, pero los clientes rara vez aparecen. Además, los libros son bastante antiguos. No obstante, quise crear esta biblioteca; fue la herencia que mi abuelo dejó y decidí ponerla a la venta para financiar mi vida mientras...
La joven se detiene abruptamente cuando percibe que está compartiendo detalles íntimos sobre su vida ante un desconocido. Se avergüenza rápidamente y guarda silencio.
—¿Hay algo más que deseas hacer? —pregunto con tono curioso.
Si ha confiado lo suficiente como para hablar así, supongo que está dispuesta a contarlo todo.
Justo cuando la chica está a punto de hablar, Beatrice aparece repentinamente.
—¡Marco! —exclama Beatrice corriendo hacia mí con un libro en sus manos. Su rostro iluminado revela que ha encontrado algo que le gusta— Mira, es como las historias que me cuentas.
Con entusiasmo, ella me entrega el libro titulado "Un amor de lamentos". A simple vista parece ser una historia melancólica y triste. Intrigado, abro el libro para explorarlo. En lugar de encontrar una sinopsis o cualquier otra información inicial, lo primero que se despliega ante mis ojos es el índice seguido del primer capítulo.
—Trata sobre una princesa que se enamora de un príncipe de una nación opuesta —explica la chica con un suspiro cargado de desmotivación.
—¿Has leído todos los libros en este lugar? —pregunto curioso.
Ella asiente con la cabeza mientras toma suavemente el libro de mis manos y avanza directamente hacia la última página donde solo aparecen los agradecimientos del autor: Helena Grandheart.
—¿Eres tú? —inquiero sin poder evitarlo.
No hay otra razón por la cual alguien enseñaría los agradecimientos tan abruptamente; empiezo a comprender lo que ocurre aquí.
Comienzo por explicarle a la joven mis pensamientos mientras conectamos las piezas del rompecabezas. Ella desarrolló un interés por la lectura gracias a su abuelo y probablemente enfrentó dificultades después de su fallecimiento, viéndose obligada finalmente a vender su colección personal. Tal vez aprovechó esa situación para aprender a escribir y comenzar una nueva vida basada en su pasión por las letras.
Es increíble la diversidad de mundos que existen entre las páginas de los libros.
La chica abre sus ojos con sorpresa, confirmando así mis sospechas.
—¿Nos conocemos? —pregunta temerosa mientras intenta analizarme detenidamente, buscando rastros familiares en mi rostro.
Yo niego su suposición, lo cual provoca que ella retroceda unos pasos con cautela.
—Bueno, digamos que he conocido a personas en situaciones similares a la tuya, por lo que fue fácil deducirlo —respondo con calma. A través de un análisis sencillo, puedo vislumbrar los detalles más obvios de su situación.
—Mi abuelo no ha fallecido, pero tus suposiciones son bastante acertadas —admite ella.
Explica que su abuelo está enfermo y necesita vender sus preciados libros para costear el tratamiento médico necesario. Al observar su rostro preocupado, comprendo que la situación no es nada favorable.
Dirijo mi mirada hacia Beatrice en busca de apoyo y complicidad
Ella asiente con una sonrisa enigmática como si ya hubiera decidido el camino a seguir.
—Tengo una propuesta para ti —anuncio sin rodeos.
Ahora que tengo frente a mí a alguien deseoso de dedicarse a escribir, puedo dar inicio a mis proyectos personales; sí, me refiero al periódico local.
Lo primero será conseguir papel adecuado para imprimir nuestras publicaciones y eso requerirá establecer negociaciones en Irlam con Anastasia. Sin embargo, mientras tanto podemos utilizar papel común; lo importante es comenzar la industria de impresión masiva.
La curiosidad brilla en los ojos de la joven ante mis palabras directas e intrigantes.
—Quiero ofrecerte trabajar para mí; así podrás hacer lo que amas y recibirás una remuneración adecuada por ello. Además, me comprometo personalmente a cubrir todos los gastos del tratamiento médico necesario para curar a tu abuelo.
Sé que la mejor manera de asegurar la lealtad de las personas es ofreciendo ayuda en momentos difíciles. Aunque existe el riesgo de traiciones, este se reduce considerablemente cuando alguien tiene una deuda pendiente con nosotros.
Dependerá de los límites que establezcas y de la confianza que deposites en mí —respondo, notando su desconfianza palpable.
—¿Quién eres tú? —me pregunta con cierto escepticismo.
—Soy Marco Luz, un placer conocerte —respondo con cortesía mientras realizo una leve reverencia—. Soy el alcalde de Irlam, un pueblo en pleno crecimiento.
La joven me mira con desconcierto, lo cual me hace comprender que no está al tanto de lo sucedido en nuestra comunidad.
—Permíteme ver a tu abuelo —solicito con amabilidad y empatía hacia su situación desesperada.
Ella accede confiada y abre el mostrador del local.
Supongo que se encuentra tan angustiada que está dispuesta a intentar cualquier oportunidad mínima para ayudar a su abuelo.
Subimos juntos las escaleras hasta llegar a una habitación donde se percibe un olor nauseabundo a podredumbre. Hago acopio de mi voluntad para contener las náuseas, pero Beatrice reacciona inmediatamente tapándose la nariz.
—Huele peor incluso que tú —afirma ella con expresión de repulsión.
El comentario me resulta doloroso e inesperado, es algo que no puedo evitar cuando el miasma sale de mí.
Me acerco al anciano, quien muestra signos evidentes del paso del tiempo en su rostro arrugado y cabello blanco y frágil. La chica se apresura en auxiliarlo rápidamente cuando descubro que ha tenido un accidente fisiológico repentino.
—Aun si logramos curarlo, dudo mucho que le quede mucho tiempo de vida —murmuro con pesar.
—Lamento que tengas que presenciar esto —se disculpa inclinándose en señal de respeto.
La tomo suavemente por los hombros y la levanto, buscando transmitirle consuelo en medio de la tristeza.
—No te disculpes, todos llegaremos a esa edad si la vida nos lo permite. Nunca juzgaré a los ancianos porque también llegaré a ser uno. Hay cosas que escapan a nuestro control y esta es una de ellas.
Salimos brevemente de la habitación para permitirle limpiar el desorden y abrir las ventanas para airear el ambiente viciado.
—Mi abuelo duerme durante horas, come, pero le cuesta mucho hacerlo —explica ella mientras regresamos al interior del cuarto.
A simple vista, no noto nada inusual o extraordinario en su estado físico.
Beatrice se acerca al anciano y coloca su mano sobre su cabeza, irradiando una pequeña luz azul tenue. Observo detenidamente sus arrugas profundas, su cabello blanco y frágil, así como las manchas en su rostro marcadas por el paso del tiempo.
Después de unos segundos, Beatrice me mira con gesto negativo al ladear la cabeza dos veces.
—En realidad no tiene ninguna enfermedad —afirma con convicción.
No sé hasta qué punto llegan los límites curativos de la magia poseída por Beatrice; quizás alguien como Félix sea capaz de obtener más información al respecto.
Pero por ahora no tengo acceso a él ni a sus habilidades especiales. Además, enfrentarse a esta situación sin solución aparente requeriría un esfuerzo considerable.
El semblante de Helena se desdibuja, y en sus ojos se vislumbra un rastro de incertidumbre mientras me escucha hablar. Siente la necesidad de comprender sus palabras, como si buscara respuestas en lo más profundo de su ser.
—Este hombre no padece ninguna enfermedad, sino que se encuentra en una edad avanzada —afirmo con calma, sintiendo cómo su mirada perdida se transforma en una lucha desesperada por no aceptar la cruel realidad que enfrenta.
Helena parece ser consciente de la situación, pero su corazón se resiste a aceptarla.
—¡No digas semejante cosa! ¡Eres un estafador! —exclama con vehemencia, sujetándome con fuerza de la chaqueta. Sus palabras, llenas de angustia, se desatan como un vendaval.
Pero yo mantengo mi serenidad, consciente de que debo ser firme en mis convicciones.
Las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos mientras golpea el suelo con impotencia. La fragilidad de su figura revela el impacto de la difícil situación económica que enfrenta, evidenciando su deterioro físico y emocional.
—Cada cuerpo emana una energía única y con la edad, esa energía se va diluyendo de hecho —explica Beatrice, buscando ofrecer una explicación a lo que está sucediendo.
Los espíritus ven el mundo de manera distinta a nosotros, la vida y la muerte, incluso, estoy convencido de que perciben el miasma, guardándolo en secreto. Al fin y al cabo, ellos están compuestos de maná, lo que le otorga una perspectiva diferente a la nuestra.
—El anciano ha vivido muchos años, pero pronto...
Helena intenta aproximarse a Beatrice, pero la detengo con suavidad, mirándola con compasión.
—Vive los últimos días con tu abuelo, toma —le ofrezco veinte monedas de oro, lo cual la sorprende.
Sus lágrimas continúan fluyendo mientras sostiene con fuerza las monedas. Es una pequeña inversión para cumplir con mis objetivos, después de todo, este dinero pertenece a Roswaal. No me duele gastarlo.
Así podrá comprobar con los curanderos que quiere, y ver que no hay más que hacer.
Le entrego una tarjeta de metal, un objeto que he diseñado para identificar a las personas que recomiendo. Esto facilitará su travesía, ya que los guardias no pondrán obstáculos en su camino.
—Gracias… —susurra Helena, agradecida.
Con Beatrice a mi lado, me dirijo hacia la puerta mientras ella permanece en el suelo, sosteniendo con devoción las monedas.
—Si dudas, puedes preguntar por ahí. Estoy seguro de que alguien sabrá sobre mí. Si lo que realmente deseas es cumplir tus sueños, entonces toma esa decisión por ti misma —aconsejo antes de partir.
La incertidumbre y el dolor marcan su rostro, pero sé que ha recibido una chispa de esperanza. La elección está en sus manos, y solo el tiempo dirá si tomará el camino que le ofrezco.
De todas formas, es de vital importancia que llegue con una determinación inquebrantable para superar cualquier adversidad. Solo el tiempo revelará qué acontecerá.
Antes de cerrar la puerta, añado un último comentario
—No obstante, te recomendaría no venir esta semana o al menos hasta recibir noticias importantes. Es solo por precaución.
Concluyo mi visita y salgo del lugar en compañía de Beatrice, quien sostiene entre sus manos un único libro.
—¿Te llevaste el libro que ella escribió? —pregunto sorprendido al ver que la portada es idéntica.
Beatrice asiente mientras acaricia el tomo con ternura.
—Se asemeja a las historias que me cuentas. Me pregunto cuál será su desenlace en realidad.
En verdad me intriga descubrirlo también; admito haber quedado perplejo ante ese giro inesperado. Me pregunto si tendremos la oportunidad de volverla a ver... Quizás con las monedas de oro pueda emprender otro rumbo.
Sin embargo, a veces resulta más acertado dejar esa decisión en manos de los demás: si alguien desea forjar un vínculo o entablar una conversación... Eso es lo mágico: cada persona encierra una historia aún no leída, como un libro oculto esperando ser descubierto.
Es apasionante cómo en cuestión de minutos hemos sido testigos de situaciones tan intensas y emotivas; verdaderamente hemos presenciado un amor puro como el que Helena siente por su abuelo...
Una vez llegamos a la mansión, veo que todos están listos y las carrozas esperan ansiosas para partir de una vez por todas. Aunque sea mediodía, supongo que podré disfrutar de un refrigerio en el camino.
Emilia me recibe al atravesar los portones principales. Sale corriendo hacia nosotros con su atuendo militar impecable. No puedo evitar admirar lo bien que le queda; sin embargo, se muestra avergonzada cuando nuestros ojos se encuentran... Parece haber recordado todo.
—Buenas tardes, princesa —le sonrío maliciosamente, burlándome gentilmente.
Ella se detiene en seco y cubre su boca mientras sus mejillas adquieren un tono carmesí intenso. Sus ojos buscan desesperadamente algún rincón donde esconderse. Pero no hay tiempo que perder.
Continúo caminando adelante, dejándola junto a Beatrice.
—Dejemos lo ocurrido atrás y sigamos adelante —comento con determinación.
Los soldados también salen preparados con sus maletas para acompañarnos a Crusch. Los sirvientes organizan el equipaje rápidamente y en cuestión de minutos estamos listos para iniciar nuestro viaje.
Lucas se coloca a mi lado y me mira seriamente.
—Hemos enterrado al último...
Finalmente he obtenido información valiosa que me permite vislumbrar dos posibles escenarios futuros: eso significa que debo investigar más para obtener pruebas contundentes... Para poder anticiparme al futuro creado por Roswaal...
—Buen trabajo —le respondo complacido.
Sin más dilación, subimos a las lujosas carrozas y emprendemos el viaje hacia la majestuosa mansión de Crusch. Emilia parece haber recobrado la calma, pues conversa tranquilamente con Beatrice.
Esta última muestra su libro con orgullo, lo que provoca una animada charla entre ambas.
Ahora que estamos aquí, debo asegurarme de hacer todo correctamente. Crusch posee un agudo discernimiento para detectar mentiras incluso mejor que Puck. No puedo permitirme ceder ante la presión; después de todo, ella es una candidata al trono y cada paso debe ser meditado cuidadosamente.
Ayudarla o no ayudarla... Permitir su muerte o luchar junto a ella... Al final, sé que Emilia elegirá brindarle apoyo, por lo que no tendré otra opción. Sin embargo, si fuera yo quien estuviera en esa situación, consideraría dejarla morir como la mejor opción.
Claro está que eso afectaría considerablemente mi economía personal; tendría que buscar nuevos proveedores mientras la familia Karsten se recupera del golpe sufrido. Pero eso no importa ahora mismo; manejar los asuntos relacionados con Crusch debe convertirse en mi principal prioridad.
Ya sea si vive o muere... Eso queda por verse.
Después de poco más de una hora llegamos a nuestro destino deseado: la mansión de Crusch. He realizado algunas modificaciones en el reloj personalizado dividido en veinticuatro horas; sin embargo, aún estoy evaluando qué tan bien funciona y es probable que realice algunos ajustes antes de comercializarlos oficialmente.
Es absurdo carecer de franjas horarias adecuadas; medir el tiempo en horas y minutos solo es posible si realizo las modificaciones adecuadas. Es una herramienta útil que necesito para mi trabajo
A partir de ahora, el tiempo se medirá siguiendo esta lógica renovada.
La carroza se detiene y unos sirvientes la abren desde afuera. Al descender, vislumbro una mansión descomunal que hace palidecer a la residencia de Roswaal. Emilia y yo observamos admirados mientras nuestros ojos recorren los cuatro pisos del edificio, un límite sin precedentes en cuanto a diseño arquitectónico.
Una enorme terraza con dos majestuosas fuentes adorna sus laterales; torres de vigilancia se alzan imponentes a lo lejos. Además, puedo distinguir varias carrozas estacionadas en la terraza: señal inequívoca de que efectivamente se están preparando para enfrentar a la ballena.
—La señorita Crusch está esperándolos en su despacho —anuncia una cortés sirvienta inclinándose ante nosotros mientras nos indica el camino hacia la entrada principal de la mansión.
Decido dejar a los soldados aguardando en la entrada, mientras Emilia, Beatrice y yo ascendemos hasta el cuarto piso, donde se encuentra el despacho de Crusch. La mansión presenta una decoración un tanto distinta; en lugar de ostentar lujo desmesurado, irradia un aura más militar.
Los colores neutros y formales dan testimonio de que pertenece a una noble familia sin caer en la ostentación.
La sirvienta toca delicadamente la puerta para anunciar nuestra llegada. Tras recibir permiso, abre las puertas y nos adentramos en el recinto. Emilia es la primera en entrar, seguida por Beatrice y finalmente mi persona.
Saludamos cortésmente a Crusch, quien luce radiante con su rostro fino y definido. Su piel pálida pero bien cuidada revela los rastros del cansancio que pueden ser eliminados mediante el uso de magia curativa; algo que ambos sabemos muy bien.
Finalmente nos invita a tomar asiento y da inicio a la conversación tan esperada.
—¿Tienen alguna idea sobre por qué les he convocado? —interroga Crusch mientras escruta detenidamente nuestras expresiones.
Su pregunta no tiene otro propósito más que analizar cómo reaccionaremos ante ella: si mentiremos o mostraremos nerviosismo o confianza excesiva.
Decir "La ballena blanca" podría ponerlos en aprietos, resultaría poco convincente ahora mismo.
La mejor forma de responder es sin duda...
—En nombre de mi señorita, comprendo que hemos sido convocados para enfrentar una batalla —respondo con seguridad
Crusch entrecierra sus ojos ligeramente, mientras que Wilhelm y Félix permanecen en silencio, convirtiendo este encuentro en un juego para ganar su confianza. Emilia se mantiene serena, observando atentamente la conversación.
—Anastasia me informó sobre tus actividades de recolección de carrozas hacia tu mansión, así que hice algunas conexiones a partir de tu solicitud —continúo hablando con sinceridad hasta el momento.
Todo lo que he dicho hasta ahora es cierto, por lo que no debería haber problema alguno con respecto a su detector. Ahora solo queda dar un paso más e inferir algo más profundo.
Ella parece interesada en escucharme seguir adelante, por lo tanto, prosigo:
—Al pedirnos venir a tu mansión mientras llevabas a cabo estas acciones, percibí en tu mirada algo distinto a una simple invitación. Eso indica claramente que se trata de algo importante.
Crusch arquea una ceja levemente y responde intentando tenderte una trampa:
—Mi rostro siempre muestra la misma expresión sin importar las circunstancias; no hay motivos para llegar a esa suposición —afirma ella firmemente.
Niego con la cabeza para indicarle amablemente que está equivocada.
Ella puede pensar que carece de expresiones faciales claras pero cualquier gesto forma parte de ello. Es como decir que Wilhelm no tiene expresiones faciales; eso sería una falacia. Nadie escapa al lenguaje del rostro, incluso yo mismo estoy sujeto a él.
—Antes de que comenzaran los discursos, mencionaste que eres una mujer ocupada, y aunque podría haber muchas razones detrás de ello, todo está conectado: tu solicitud, las carrozas que están llegando, los caballeros que se están formando y, lo más importante, la sorpresa que te ha llegado: la derrota del culto de la bruja a manos de nuestra fuerza desconocida para ti hasta ahora —añado, creando una pausa para captar toda la atención de Crusch, quien afila sus ojos expectante ante lo que tengo por decir.
Ella me mira con su rostro imperturbable, sus ojos penetrantes analizando cada una de mis palabras, sopesando la información que le brindo.
Es cierto que nuestra relación ha sido meramente comercial hasta el momento, dedicados a la producción y venta de maquinarias a vapor, aunque también rivales en otros aspectos, como la venta de materiales como espadas.
En mi enfoque, me he centrado en herramientas agrícolas y otros objetos de utilidad y alta demanda. Las espadas, por otro lado, requieren un esfuerzo considerable en su producción, ya que involucran múltiples procesos, haciéndolas menos eficientes desde mi perspectiva.
Por ello, llegamos a un acuerdo: Crusch se encargaría de fabricar sus espadas, armaduras y escudos de hierro, mientras yo me ocuparía de la producción de herramientas de minería y otros productos afines, dado que no tendría posibilidad de competir con los precios que puedo ofrecer.
Sin embargo, todo cambiará cuando tenga acceso al acero, lo que modificará por completo nuestra situación y requerirá una nueva discusión.
La familia Karsten es una de las aliadas más importantes de Lugunica, lo que me lleva a pensar sobre las posibles conexiones que tiene con los sabios y las personas que respaldan sus acciones.
Es crucial para mí conocer a fondo a esta mujer, determinar si será una aliada o una potencial amenaza en el futuro.
Inesperadamente, Crusch sonríe, lo que toma a Félix por sorpresa.
La intensidad de su mirada se desvanece momentáneamente, y en ese gesto, vislumbro una pizca de admiración y respeto.
Este será un encuentro crucial para el destino de nuestros negocios y alianzas, y me aseguraré de estar preparado para cada paso que demos juntos
—¡Nya! La ama Crusch está sonriendo —exclama Félix mientras se acerca para ver a Crusch, pero recibe una mirada amenazante a cambio.
Retrocede y se coloca en posición, como si ella hubiera pedido silencio o algo similar. Crusch recupera su expresión neutra y desliza una hoja hacia nosotros. Félix camina hacía y entrega me entrega la hoja.
—Tienes razón, esto son preparativos para una batalla —dice, mientras miro con extrañeza a Félix por haberme entregado la hoja.
—La líder de este campamento es la señorita Emilia, así que será mejor que ella la lea —admito, mirando a Félix con cierta molestia.
No logro comprender del todo a Félix, siempre parece feliz y optimista en su fachada, pero sus palabras y acciones revelan una personalidad más compleja, desagradable.
Espero equivocarme en mis impresiones claro está.
—Es cierto, siempre parece que Marco es quien da las órdenes, y la señorita Emilia, a diferencia de la señorita Crusch, no parece...
—¡Félix! —interrumpe Crusch, dejando a Félix un tanto agitado.
Félix mira a Crusch, pero ella parece molesta. Él intenta decir algo, pero Emilia habla primero.
—Félix, ¿podrías explicarme el motivo de tu comentario? —Emilia sonríe mientras observa a Félix detenidamente.
Sé que Emilia no tiene malas intenciones, pero el comentario de Félix fue grosero e innecesario. Ella debe estar buscando una respuesta honesta, pero la expresión que emplea puede darle un significado diferente.
—Fue solo un pequeño desliz, ¡lo siento! Nya —se disculpa Félix inclinándose brevemente antes de entregar la carta a Emilia y colocarse a la derecha de Crusch.
Crusch suspira para calmarse mientras mira a Emilia.
—Lamento la actitud de mi caballero. Debo disciplinarlo correctamente, parece que no ha comprendido las palabras de la señorita Emilia durante la selección.
Sus orejas se mueven, como si estuviera reflexionando. Es posible que la atención de Félix se haya desviado o, tal vez, simplemente la haya ignorado.
Félix no dice nada, solo mantiene su sonrisa culposa.
Emilia comienza a leer la hoja con calma, pero noto que su rostro se tensa un poco. El miedo empieza a apoderarse de ella mientras intenta mantener la calma.
—La ballena blanca... —murmura Emilia, y ante la confirmación de mis sospechas, abro los ojos intentando disimular la sorpresa.
Desconozco el alcance completo de su habilidad, pero al menos espero que no pueda percibir todas nuestras emociones.
Beatrice también reacciona, mirando sorprendida a Emilia.
—Tengo información de que la ballena blanca aparecerá dentro de poco. No tengo una fecha y hora exacta, pero se estima que será en dos días, aunque podría ser más o menos tiempo —prosigue Crusch.
La ventaja de información que tenía el protagonista es crucial, por lo que debo encontrar una forma de obtenerla yo también. Aunque no dispongo de la hora ni la confirmación exactas del día, no parece ser información verdaderamente relevante.
Al menos ya sé dónde estará.
—Hay algo que podría ser útil, pero primero hablemos de lo que viniste a pedir —agrego, enfocándome nuevamente en el motivo de nuestra reunión.
Ella me mira con seriedad mientras entrega una hoja a Félix, quien a su vez se la pasa a Emilia.
Sin perder tiempo, esta comienza a leerla en voz alta.
El contrato comienza hablando de la formación de una fuerza para lograr derrotar a la ballena blanca. Como participantes, estaremos presentes en el evento que se realizará en honor al evento, ya que es costumbre hacerlo tras grandes catástrofes.
A continuación, se detallan los requisitos para recibir reconocimiento.
Para ser nombrados parte activa de esta victoria, debemos contribuir significativamente y nuestras hazañas serán tenidas en cuenta al otorgar los créditos correspondientes.
Es probable que ella vea nuestra fuerza como un simple añadido, pero esta condición nos favorece.
De todas formas, sé que Crusch no es alguien que robaría el mérito ajeno.
En cuanto al desfile con la cabeza de la ballena blanca es algo que debemos hacer, luego las partes del monstruo serán repartidas entre aquellos que más hayan contribuido.
Por último, cualquier persona fallecida será asumida por su respectivo grupo; no habrá cargos monetarios ni responsabilidad si nuestros sanadores no pudieron hacer nada para salvarlos.
La batalla contra la ballena traerá consigo heridos y muertos inevitables.
Emilia termina de leer y dirige su mirada hacia Crusch con una sonrisa radiante.
—Si se trata de ayudar a eliminar uno de los males más grandes —dice Emilia firmemente— yo, Emilia y el ejército de Irlam estaremos allí para ayudar.
Emilia coloca el papel sobre la mesa, toma una pluma y firma sin la menor vacilación.
No me sorprende en absoluto; no esperaba un resultado diferente. De todas formas, lograr derrotar a la ballena confirmará las sospechas sobre nuestro poder y también disipará las sospechas de que pertenecemos al culto, también otorgará reconocimiento tanto al ejército de Irlam como a Emilia.
Crusch se levanta y ambas mujeres se estrechan las manos en señal de acuerdo.
—Hace unos meses no pude apreciarte como lo hago ahora —admite Crusch mientras observa con asombro a Emilia— tu discurso fue magnífico, me hizo reconocerte como una rival temible.
Emilia sonríe sin titubear ni un instante.
—Tengamos una lucha justa —proclama Emilia con determinación, sellando así su alianza inesperada.
Una pequeña pero poderosa coalición nacida de circunstancias imprevistas.
—La razón por la cual me he acercado a ustedes está ligada directamente a la demostración de la fuerza de Marco —Crusch me mira mientras señala mi rifle—. Lamentablemente, el alcance del arma no será suficiente contra un enemigo cuyo tamaño se estima como inmenso.
—Entonces... ¿por qué te has tomado la molestia? —interrogo a Crusch con escepticismo—. No hay motivo para hacer esto si desde el principio sabes que no podremos lograrlo.
Los motivos de Crusch son simples: utilizarme únicamente como una defensa más.
Pero yo ya he percibido sus intenciones y teme que reveles sus planes a otros como a Anastasia, aunque desconozco por completo que se trata de enfrentar a una ballena blanca.
Deje caer una pequeña pista al mencionar a Anastasia.
La batalla contra el trono es de quien tenga más aprobación general, eso significa que los logros son claves para tal propósito.
—Quería contratarlos para custodiar las afueras; mientras nosotros luchamos, ustedes resguardarían y bloquearían cualquier intento de avance —explico con calma.
Es lo más lógico para ella, así evitaríamos obtener el reconocimiento deseado y ella saldría ganando.
Sonrío confiado mientras clavo mis ojos en los suyos.
—Sin embargo, nunca dije que eso fuera todo lo que tenemos preparado —añado misteriosamente—. Naturalmente, poseemos otras formas de enfrentarnos a la ballena blanca.
Ahora es momento de ayudar un poco más...
Crusch arquea las cejas sorprendida cuando pronuncio esa palabra clave. Revisa algo entre sus notas y luego vuelve su mirada hacia mí expectante.
—Miren esto —anuncio triunfalmente.
Del bolsillo saco el metía y lo conecto con Rem, quien me mira con una sonrisa cómplice. Rápidamente la conexión se establece con Alsten, quien ya se encuentra en posición de artillería.
La demostración está lista para comenzar.
Una pila antigua de armaduras ha sido preparada previamente para mostrar el poderío de nuestro ataque. Camino hacia Crusch y le entrego el metía con calma.
—Este metía de comunicación lo obtuvimos del culto tras su derrota —explico con voz firme, mientras Crusch asiente en confirmación.
Luego dirijo mi mirada hacia Alsten, quien la saluda respetuosamente con un gesto militarizado.
—Esta será una prueba del modelo número uno de cañón —anuncio, y Alsten muestra el imponente cañón a Crusch. Un suspiro aliviado escapa de sus labios; seguramente había imaginado que se trataba de los cañones que llevan su nombre.
Ver que no era así resulta ser una buena noticia para ella.
—¡Atención! —exclama Alsten enérgicamente mientras señala el cañón y la pila de armaduras preparadas.
Crusch observa atentamente sin pronunciar palabra alguna. Wilhelm luce interesado, pero Félix me dedica breves miradas antes de dirigir su atención al metía.
—¡Disparen! —grito con determinación.
¡Boom!
Un estruendo ensordecedor irrumpe desde el metía y en ese mismo instante los ojos de los tres presentes se abren desmesuradamente por la sorpresa. Especialmente Wilhelm y Crusch parecen estar absolutamente asombrados por lo presenciado.
Tras una nube de polvo las armaduras yacen destruidas en su totalidad y repartidas por el suelo.
Después de unos minutos, Alsten se despide y cierra la transmisión. Tomo el metía entre mis manos y lo guardo cuidadosamente en mi bolsillo.
Crusch y Wilhelm parecen estar procesando toda esa nueva información recibida mientras Félix es el primero en romper el silencio.
—¿Tú fuiste quien creó eso, Marco? —Félix me mira con una sonrisa curiosa mientras se acerca a mí.
No permito que su actitud me intimide y respondo con seguridad.
—Sí, fui yo quien diseñó esos cañones —admito orgulloso—. Son un valioso añadido a nuestra estrategia de combate. Su alcance es impresionante y su velocidad de recarga es más o menos aceptable. Además, contamos también con el modelo dos; aunque este último tiene un alcance más corto, su poder destructivo es voraz.
—Los cañones prescinden del uso de la magia, lo cual les permite recargarse rápidamente y disparar varias veces sin problemas para infligir daño devastador enemigo tras enemigo —concluyo mi explicación con un tono lleno de convicción.
Crusch me observa con una mezcla de sorpresa y asombro.
Probablemente había esperado una gran revelación con los cañones mágicos, pero ahora debe comprender que, frente a un enemigo como la ballena blanca, esta tecnología resulta más efectiva.
Si mis cálculos no me fallan, el motivo por el cual su ataque en la novela no funcionó contra el monstruo es debido a su poderosa protección mágica.
Sin embargo, su defensa física es considerablemente baja, o por lo menos no tan alta.
Aunque admito haber tomado una decisión arriesgada al apostar por este nuevo método de combate, ya hemos sellado el contrato y no hay vuelta atrás.
—También tengo información sobre la ubicación más probable donde aparecerá la ballena blanca —afirmo solemnemente.
No dispongo de datos precisos; después de todo, esta realidad difiere de la novela original.
Pero es lo único en lo que puedo basarme para trazar nuestras estrategias.
Tomando desprevenidos incluso a Emilia y Beatrice, todas las miradas se dirigen hacia mí expectantes. Ahora llega el momento oportuno para aprovechar las ambigüedades entre lo que constituye una verdad y una mentira.
—Leí en un libro acerca del lugar donde suele manifestarse habitualmente... Lamentablemente dicho libro no está actualmente en mis manos —comento con semblante serio.
Es una afirmación veraz, ya que el libro al que me refiero se encuentra en mi habitación y no lo tengo a mano en este preciso instante.
La bendición divina de Crusch debería estar confirmando la verdad de mis palabras. Además, siento una confianza inquebrantable en lo que estoy diciendo, sin dejar lugar para sospechas o dudas.
Emilia me observa con seriedad. Aunque no dice nada, puedo percibir su escepticismo ante mis declaraciones.
—Lo que dices es cierto, pero de alguna manera —Crusch suspira visiblemente abrumada por la situación— pensé que tenía una gran estima hacia ti... Sin embargo, ahora incluso me quedo sin palabras. Nunca había cuestionado tanto los poderes de mi bendición divina como en este momento.
Ella sonríe resignadamente, rindiéndose ante las circunstancias actuales.
—Cuando nos conocimos por primera vez... ¿Ya tenías desarrolladas estas armas? —cuestiona Crusch mientras busca respuestas claras a sus interrogantes.
Niego con la cabeza sincero y admito que aquel proyecto aún estaba en proceso de creación cuando tuvimos nuestro primer encuentro. No era más que un plan sobre papel en ese entonces.
La pólvora es otro asunto distinto; uno del cual prefiero guardar silencio por ahora.
—Entonces en poco tiempo has creado estas dos armas letales, derrotado al culto de la bruja y ahora te enfrentas a la ballena blanca —Crusch parece haber comprendido su error al invitarnos.
Tenía planeado generar aún más confianza, pero parece que no será necesario. Me reservaré el hecho de que la ballena blanca es vulnerable a los ataques físicos. Al fin y al cabo, es una criatura como cualquier otra mabestia.
—Bueno, esta es una oportunidad para acabar con un gran mal. La desaparición de este temible ser mejorará el comercio y beneficiará a todos en general —comento con determinación.
A partir de ahí comienzo a compartir todo lo que sé sobre la ballena blanca: menciono su ubicación según aquel libro profético, así como las palabras escritas acerca de su posible aparición en el árbol de Flugel.
También describo sus habilidades, desde la niebla capaz de borrar existencias hasta su capacidad para influir en las mentes mediante sonidos poderosos. No olvidó mencionar su habilidad para crear clones y cómo podemos derrotarla.
Es un plan meticulosamente trazado por mí mismo para cumplir las metas que me he propuesto sin lugar a duda ni vacilación.
—Toda esta información proviene del libro del cual también obtuve detalles sobre el culto de la bruja —agrego lamentando no poder mostrarles dicho ejemplar.
Crusch comenzará a inferir que poseo un libro profético. Este temor aumentará aún más ante nuestras posibilidades y hará reflexionar sus acciones.
En este momento lo fundamental es enfrentarnos a la ballena blanca, por lo que no es necesario revelar más detalles. Además, la hora del ataque en la novela es a las tres de la tarde, aunque el día puede variar y he omitido esa información.
—Debes confiar en mí al proporcionarte esta información. Si tengo algo más que decir, lo haré en su debido momento. Por tanto, te pido que no me presiones y llevémonos bien —me levanto y me acerco a ella extendiendo mi mano— Soy un socio de la señorita Emilia, pero también tengo un nombre propio y no me gusta depender exclusivamente de ella para ganármelo. Si piensan que pertenezco al culto, niego rotundamente tal afirmación; tampoco soy un arzobispo ni alguien relacionado con ellos. En este momento no somos enemigos.
Crusch se queda pensativa ante mis palabras mientras estrechamos nuestras manos con firmeza.
Demostrar firmeza es la mejor manera de manejar esta situación. Si bien el contrato está firmado, eso no nos coloca en una posición inferior ante Crusch. No puedo permitir que mi propia luz se vea eclipsada.
Emilia y yo somos complementarios, funcionamos como un todo.
Poco a poco, ella irá aprendiendo de nuestras interacciones y crecerá a pasos agigantados.
—No puedo hacer otra cosa más que confiar en tu información —Crusch estrecha mi mano, aceptando mis palabras.
Pasamos varias horas estableciendo un plan meticuloso. Lo vamos moldeando con base en los caballeros confirmados como participantes y las tropas de infantería bajo mi mando.
Mis soldados serán responsables de vigilar la entrada inferior del árbol, mientras que algunos caballeros lo harán desde arriba. La inversión realizada por mí se refleja en mis soldados; por su parte, los recursos de Crusch servirán para su propio apoyo
Gracias a nuestros logros previos hemos conseguido esto sin depender de vender parte de nuestros ingresos, así que me siento bastante satisfecho con los resultados obtenidos.
Finalmente llegamos a la estrategia definitiva: Emilia se ofrece como escudo para amparar a los cañones. Crusch muestra sorpresa ante esta propuesta inesperada, pero explico que Emilia posee una fuerza mucho mayor de lo que puede percibirse superficialmente.
Emilia libera una pequeña ráfaga de maná como prueba y el hielo comienza a formarse alrededor suyo antes detenerse abruptamente.
—Eso es... —Crusch mira asombrada, aceptando la realidad— noté su gran maná durante la selección, tienen razón.
Todos subestimaron a Emilia. Quedaron atónitos por su actitud, pero su fuerza no tiene rival. Aunque carezca de habilidad con la espada debido a la falta de entrenamiento en esgrima, eso no impide que pueda luchar eficazmente.
Una batalla entre Emilia y Crusch sería algo digno de ver, pero de momento no tenemos la confianza para llevarlo a cabo, ya que sería perjudicial para el bando que pierda. Debería ser llevada a cabo en completo secreto.
—Además, si es posible, me encargaré de los heridos —declara Emilia con convicción.
—¡Nya! Pero esa tarea es mía —Félix mira sorprendido a Emilia, quien no dice nada en respuesta.
—Cuanto más curanderos tengamos, mejor. Emilia puede que no esté al nivel de Félix, pero es muy competente en esa área —añado rápidamente para evitar que Félix siga hablando.
Emilia sin duda no se compara con la habilidad natural de Félix; lo que ha logrado hasta ahora ha sido a base de esfuerzo y dedicación. Sin duda, ella es una carta valiosa en nuestro juego estratégico.
Beatrice también se ofrecerá como sanadora, lo cual sorprendió a todos y suscitó preguntas sobre el motivo. Pero expliqué que por ahora no puedo revelarlo, ya que es algo sumamente importante entre ella y yo.
—Aun así, su presencia debe ser tomada en cuenta; tenerla como curandera será... —comienzan a objetar.
Rechazo rotundamente esa idea.
—No hay otra opción posible —insisto firmemente.
A regañadientes aceptan mi decisión. Así pues, me quedaré junto a Crusch para organizar la estrategia del juego. Como comandante secundario tendré que tomar decisiones cruciales para guiar el curso de la batalla.
—¿Crees que los caballeros me aceptarán? —pregunto preocupado ante la posibilidad de un gran resentimiento hacia mí por parte de ellos.
—Tu desempeño durante las batallas te ha otorgado cierto estatus; dudo mucho que alguien diga algo al respecto. Y si lo hacen, siéntete libre de actuar según tus principios —responde Crusch con seguridad en sus palabras.
Si fuera por mí les daría una lección a todos esos caballeros llenos de odio hacia mí. Por alguna razón, comienzo a sentir una aversión hacia ellos.
Supongo que se debe a lo sucedido y a las revelaciones de los herreros.
Me pregunto si Crusch estará al tanto de todo esto.
Decidí dejar como último recurso el segundo modelo del cañón, asegurándoles que es un arma definitiva pero muy arriesgada debido a su corto alcance.
Con todas las decisiones tomadas, me doy cuenta de que aún no he almorzado. Sin embargo, tendré que aguantar hasta la cena según parece.
—Antes de retirarnos —llamo a Lucas, quien en pocos minutos toca la puerta.
Permito su entrada y Lucas entra con una caja de madera negra, meticulosamente lustrada y decorada con detalles lujosos. Se inclina respetuosamente antes de entregarla a Crusch, quien la recibe con expectación en sus ojos.
Emilia habla calmadamente.
—Nuestros objetivos son similares, lo pude percibir durante tu discurso. Ambos buscamos ver el potencial en las personas y desarrollarlo. Yo también comparto esa visión —Emilia sonríe llenando el aire de anticipación— Marco me enseñó muchas cosas a lo largo del tiempo que estuvimos juntos. Gracias a eso, he podido formular mi propio objetivo y veo similitudes entre él y tú.
Crusch abre la caja cautelosamente mientras los tres contemplan su contenido, abriendo los ojos sorprendidos ante lo que encuentran dentro. Ella toma su regalo delicadamente, observándolo con curiosidad palpable.
—Esto es... —susurra Crusch acariciando lentamente el obsequio, notando que guarda semejanza con nuestras armas.
Un rifle ornamental se presenta ante ellos: un arma tallada en madera negra adornada por líneas doradas que le confieren un aspecto opulento. En su empuñadura reposa un cristal rojo deslumbrante donde se encuentra grabado el nombre de Crusch.
—Es un rifle; así es como se llama el arma que he creado. Funciona mediante balas —comento serenamente intentando asimilar la información— Las balas son proyectiles destinados a causar daño; podríamos considerarlo como un cañón portátil, aunque, por supuesto, su poder destructivo es menor. Sin embargo, su velocidad de disparo es superior.
Sí, los rifles no son solo armas para infligir heridas.
—Es un arma que puede acabar instantáneamente con la vida de alguien; no está diseñada para causar dolor —añado enfáticamente.
Si bien es cierto que podría ocasionarlo, en tiempos de guerra el objetivo principal es matar. Por eso existen reglas destinadas a evitar el sufrimiento innecesario y otros horrores durante los enfrentamientos en mi mundo.
La meta final es eliminar al enemigo; cuantos más puedas aniquilar, mejor.
Crusch mira el rifle con asombro y después de unos minutos admirándolo lo vuelve a colocar dentro de la caja cuidadosamente.
—Un gesto de confianza —admite Crusch mientras lee una nota que se encuentra dentro del estuche.
Bueno, se podría interpretar así. Yo lo veo como un pequeño obsequio adicional: este nuevo rifle tiene un mecanismo especial que se activa cuando intentas desmontarlo por completo.
En cuanto alguien intente desarmarlo completamente, estallará gracias a una carga explosiva interna alimentada por tu propia energía mágica recolectada lentamente durante el proceso.
La pólvora utilizada en las balas contiene fragmentos de lamicta de fuego, lo que provoca la explosión al entrar en contacto con el ambiente. Es por eso por lo que el manejo de la pólvora es tan peligroso y requiere extremo cuidado, especialmente para las mujeres trabajadoras.
Sin embargo, a pesar de este mecanismo complejo, no se debe asumir que el arma no puede recibir mantenimiento.
De hecho, está intrínsecamente ligada a su portador. Esto es algo que leí en un documento creado por Beatrice: un método único en el cual el arma se une directamente al poseedor. Solo quien lleva consigo esta protección tiene la capacidad de desactivarla por completo.
Para lograrlo, solo basta con dejar caer una gota de sangre sobre ella y luego infundir mana durante aproximadamente dos minutos; así se eliminará temporalmente la protección. Para volver a sellarlo completamente, solo necesitas añadir otra gota de sangre.
Le expliqué detalladamente a Beatrice cómo funciona el ADN y le compartí todo mi conocimiento al respecto. El arma está vinculada al ADN del individuo portador; una secuencia única e intransferible en cada caso particular. Esta medida proporciona una contraseña sumamente segura ya que tanto el mana ingresado como la sangre deben coincidir perfectamente.
La adquisición de los cristales piroxeno adecuados nos costó cincuenta monedas santas y varias pruebas fallidas dañaron algunos ejemplares antes de alcanzar éxito finalmente. Fue sin duda una inversión considerable y espera incrementar los costes a medida que produzcamos más armas similares; pero considero necesario realizar esta inversión.
Después de leer la carta, Crusch parece comprender la seguridad que conlleva este mecanismo, aunque su opinión no cambia drásticamente al respecto.
—Estas precauciones están presentes en mi arma y en todas las armas —añado rápidamente, procurando no darle la sensación de que desconfiamos de ella.
—Entiendo. Sin duda es un regalo impresionante —Crusch cierra cuidadosamente la caja mientras me observa con una leve sonrisa— Nosotros no hemos preparado algo similar; sin embargo, esperaremos hasta después de completar nuestra misión para tomar cualquier decisión final.
Aunque ella no afirma formar una alianza directa, tampoco lo niega. Crusch tiene mayores posibilidades de ascender al trono por pertenecer a los Karsten.
El verdadero problema radica en el hecho de que estoy seguro de que los sabios elegirán a alguien fácilmente manipulable para asegurar sus propios intereses. Por tanto, será necesario evaluar cuánto confía realmente Crusch en esta burocracia corrupta.
Si los sabios la escogen, estoy seguro de que buscarán una forma de socavar nuestros tratos. Sin embargo, eso me permitirá identificar fácilmente a aquellos que intentan traicionarnos.
Crusch es indudablemente una mujer inteligente, pero desconozco hasta qué punto está al tanto de todo lo que está sucediendo.
Crusch nos invita a regresar a nuestras habitaciones mientras preparan la cena y menciona que deben estar guiando a los soldados en este momento.
Mañana se llevará a cabo un banquete para informar sobre las estrategias a seguir durante la batalla, así como para asignar cargos y establecer las normas del evento.
Emilia acompaña a Beatrice a su habitación ya que desean pasar el tiempo leyendo el libro recién adquirido. Por mi parte, decido salir y explorar la mansión por mi cuenta.
Emilia se ha desenvuelto admirablemente bien incluso frente al comportamiento hostil de Félix; poco a poco va mejorando y aprendiendo, aunque noto ciertas dificultades en expresarse con claridad en ocasiones.
Sin embargo, no espero ni pretendo que ella sea alguien distinta.
El nombre de Emilia irá conquistando todos los campos conforme logre más hazañas; comenzando con el enfrentamiento contra la ballena gigante.
Es gracias al mismo principio por el cual he conseguido mantenerme cerca de Crusch sin despertar sospechas excesivas y guardando celosamente mis secretos.
Cuando uno supera las expectativas impuestas por otros individuos, estos pierden el control sobre nosotros.
En ese momento fugaz en el cual tomé desprevenida a Crusch durante nuestra conversación anterior comprendí cómo había renunciado internamente ante mí, lo cual me permitió guiar el curso de nuestro diálogo.
Es algo similar a lo que hizo el protagonista en su encuentro con Anastasia; tan pronto ella apareció, perdió el dominio sobre la conversación y se vio abrumada por la situación.
Crusch es una mujer muy inteligente, pero precisamente debido a eso también es extremadamente leal a sus propias expectativas.
Desde mi posición en el tercer piso puedo observar cómo Crusch, Félix y Wilhelm caminan desde el patio hacia un pequeño quiosco que da paso a un campo abierto.
Una vez llego al lugar, quedo maravillado ante la belleza del campo de flores que se despliega ante mis ojos: rosas y diversas variedades florales se alzan majestuosamente.
En contraste, los jardines de la mansión Roswaal son más genéricos; un simple patio con escaso número de flores y predominancia de arbustos.
Me adentro en el campo y me maravillo ante la deslumbrante belleza que se alza frente a mis ojos. Mariposas de colores vibrantes revolotean entre las flores, buscando ávidamente el dulce néctar que estas ofrecen. A medida que avanzo y doy una vuelta, diviso un elegante quiosco erguido con gracia en medio del paisaje.
Me acerco cautelosamente, percatándome de la presencia de las personas en ese lugar maravilloso.
Con cada paso más cerca, puedo distinguir claramente a Félix, Wilhelm y Crusch; los tres parecen estar absortos en la contemplación del rifle ornamental. Félix sostiene una taza de té mientras Crusch y Wilhelm examinan minuciosamente el arma, palpando sus detalles y explorando su cargador.
—Según las indicaciones —explica Wilhelm con voz serena— debemos insertar el cargador en la ranura libre ubicada en la parte inferior del rifle.
Permanezco allí observándolos desde lejos, esperando pasar inadvertido por unos momentos más antes de revelar mi presencia.
Desafortunadamente carezco del conocimiento necesario para actuar sigilosamente como ellos lo hacen; así que continúo caminando lentamente hasta hacerme visible.
Crusch está a punto de insertar el cargador cuando siento cómo sus penetrantes ojos se fijan directamente en mí. En respuesta a su mirada inquisitiva, esbozo una sonrisa amable y agito ligeramente mi mano mientras me aproximo hacia ellos.
Wilhelm echa un vistazo rápido hacia mí mientras Félix exclama emocionado:
—¡Es Marco! ¡Nya! —se muestra radiante, saludándome con entusiasmo.
Wilhelm, por otro lado, inclina levemente su cabeza en señal de respeto. Es probable que esté agradecido por la información brindada acerca de la ballena blanca, aunque sé que esto no ha terminado aún; todavía hay mucho trabajo por hacer para garantizar nuestro éxito.
Me pregunto qué ocurriría si revelara ante Wilhelm que Pandora fue quien asesinó a su amada esposa.
¿Será posible ganarme su confianza y alinear sus intereses con los míos?
La muerte de ella durante el ataque de la ballena es una debilidad que podría aprovechar en el futuro...
Pero ahora no es momento para divagaciones mentales. Debemos actuar en el presente y concentrarnos en las tareas pendientes.
Decidí dar un paseo por los majestuosos pasillos de la mansión, explicando mi razón mientras Félix observa curiosamente a su alrededor. De repente, sin previo aviso, sus manos tocan mis brazos y los aprietan con entusiasmo.
—Para no ser un caballero, tienes unos músculos sorprendentemente bien definidos —afirma Félix en tono juguetón mientras se coloca sobre mi espalda.
Siento el contacto cálido de sus manos en mi piel y percibo cómo comienza a utilizar su magia.
Un escalofrío recorre mi columna vertebral ante la cercanía de su poder. Actuar enfadado ahora sería imprudente; después de todo, si así lo deseara, Félix podría hacer estragos en mis órganos vitales en un abrir y cerrar de ojos.
No tengo manera alguna de contrarrestarlo estando tan cerca. Además, sé que él es incapaz de percibir el miasma que me rodea.
—Tranquilícese, señorita Crusch —intervengo con un gesto calmante hacia ella para evitar más altercados.
Félix murmura entre dientes mientras su cola se agita frenéticamente por todas partes.
—Es extraño... Posees dos elementos, pero has sido capaz de utilizar artes espirituales sin estar cerca del espíritu correspondiente...
El uso de las artes espirituales requiere una proximidad muy cercana al espíritu relacionado; esa es la razón por la cual Julius no puede usar magia del Fuego si el espíritu está vinculado a otra persona.
No estoy diciendo que yo sea una excepción, sino más bien que mi puerta y la de Beatrice están unidas por un contrato. En otras palabras, Beatrice ya no utiliza su propia puerta; soy yo quien le proporciona maná a ella para que pueda realizar los hechizos.
El protagonista pudo utilizar el elemento Minya porque sostenía la mano de Beatrice en ese momento.
Este principio parecía inquebrantable hasta ahora, pero si Beatrice es capaz de usar magia, eso significa que lo contrario también podría ser posible.
La clave radica en el entendimiento del elemento mágico: construyes tu propia puerta y la vas perfeccionando y refinando a medida que utilizas diferentes tipos de magia.
Beatrice me enseñó la magia Yin e intentó explicármela basándose en conceptos de mi propio mundo. Pude encontrar conexiones lógicas entre ambos sistemas y gracias a ello puedo emplear magia gravitacional con cierto dominio.
Sin embargo, el hechizo Minya carece de sentido para mí. No comprendo la noción de detener el tiempo.
Mi magia está limitada a lo que puedo entender, pero eso no es necesariamente negativo; me abre las puertas para utilizar cosas diferentes a las que los magos actuales están acostumbrados.
Claro está, esto no significa que usar un elemento para el cual mi puerta no fue creada sea sin consecuencias.
Pero poco a poco se ha ido adaptando y ajustando.
—Solo tengo unos pocos meses de experiencia, por lo tanto, no puedo explicarte un motivo en particular —respondo evasivamente, tratando de evitar su pregunta directa.
La prueba de si el conocimiento es realmente clave se encuentra en manos de una pequeña niña que está siendo entrenada con miras a convertirse en una prodigiosa maga en el futuro.
Necesito poner a prueba si es posible o no, por lo que solo me queda esperar pacientemente hasta que su maestro le enseñe los fundamentos mientras ella asiste a sus clases regulares.
Su progreso resultará crucial ya que contar con un mago Yang llenaría ese vacío de poder tan necesario.
El único problema radica en su corta edad, pero bueno... tendré que idear alguna solución al respecto.
Félix me mira con curiosidad durante unos instantes antes de darme la espalda despreocupadamente.
—Bueno, supongo que al final tampoco me interesa mucho —murmura Félix sin darle mayor importancia al asunto.
Crusch observa con desaprobación la actitud de Félix hacia mí, aunque este último guarda silencio.
Parece tener algún tipo conflicto personal conmigo, aunque en realidad no recuerdo haber hecho nada que pudiera provocar su animosidad. Tal vez, en lugar de decírmelo directamente, ha transmitido su desagrado a través de Emilia y ahora intenta tenderme una trampa con sus palabras.
¿Será posible que Félix esté siendo controlado por los sabios?
Dudo mucho de esa posibilidad, pero si hay un caso remoto en el que esto sea cierto, me pregunto cómo reaccionaría Crusch frente a ello.
En cualquier caso, necesito descubrir la verdad por mí mismo. Solo hay una forma de alterar la actitud de Félix; solo una persona tiene ese poder sobre él.
Por lo tanto, tendré que poner manos a la obra sin demora.
Me acerco con confianza mientras saludo formalmente a Crusch y Wilhelm. Sin embargo, antes de poder avanzar demasiado, ella me detiene repentinamente.
—Puedes llamarme simplemente Crusch, Marco —me dice Crusch con seguridad en su mirada.
Sí... creo que esta es la mejor manera.
—Por supuesto, Crusch —me acerco a ella con delicadeza, tomando el rifle de sus manos con cuidado. Mientras tanto, Wilhelm permanece atento a cada uno de mis movimientos, por lo que será mejor esperar hasta que se calme un poco.
—Permítame enseñarle, señorita Crusch —digo mientras avanzamos hacia el campo abierto.
Los tres me siguen expectantes y curiosos por ver qué es lo que haré.
Una vez en medio del vasto campo, me giro para enfrentar a los tres individuos que han depositado su confianza en mí. Observan con atención cada uno de mis movimientos y palabras.
—Me entiendo perfectamente con ustedes porque compartimos la misma visión: todos somos capaces de avanzar; sin embargo, para lograrlo debemos mirar más allá del horizonte.
Este mundo está fuertemente arraigado en la magia y eso impide aprovechar al máximo todas las posibilidades disponibles.
Entrego el rifle nuevamente a Crusch y adopto una posición firme para apuntar. Ella comienza a imitarme lentamente y analizo detenidamente su postura.
—¿Me permites hacer algunas correcciones? —pregunto mientras identifico los errores presentes en su posición.
Crusch me mira extrañada ya que seguramente considera que la postura no importa demasiado dado que el arma funciona similar a una ballesta donde solo se debe presionar el gatillo.
Sin embargo, asiente ante mi solicitud y yo me acerco confiadamente hacia ella.
Observándola más de cerca puedo apreciar claramente las facciones perfectas de Crusch; su piel sin imperfecciones es lo que más llama mi atención. Su cabello, sedoso y brillante, sería la envidia de muchas mujeres. Incluso yo desearía poseer una cabellera tan exquisita como la suya, aunque para bien la mía es mucho más gruesa.
—La postura es de suma importancia para evitar lesiones, por lo tanto, te pido que coloques tus pies separados a la anchura de tus hombros —le indico con seriedad.
Crusch obedece sin titubear y yo me agacho ligeramente para hacer algunas correcciones. Toco sus tobillos y los muevo sutilmente, guiándola en cada movimiento.
—El retroceso puede hacerte caer; es como chocar con una espada. La mayor parte de la fuerza se dirige hacia el torso y las piernas —explico detalladamente mientras ella escucha atentamente.
No pronuncia palabra alguna, pero puedo percibir cierta tensión en el ambiente debido a nuestras circunstancias actuales.
—¡Nya! ¡Solo lo dijiste para aprovecharte de la señorita Crusch! —interviene Félix acercándose amenazante hacia mí, pero Wilhelm lo detiene rápidamente antes de que pueda causar algún problema adicional. Félix comienza a protestar en voz alta mientras yo continúo imperturbable con mi enseñanza.
—La razón por la cual nos caemos radica principalmente en una mala alineación de la columna durante las diferentes posturas que adoptamos. Ustedes, como espadachines expertos, conocen bien esta premisa. Yo también estoy familiarizado con las reacciones del arma que sostienen entre sus manos —comento calmadamente y silencio cualquier comentario innecesario antes de proseguir— No deseo ocasionar ningún daño a la señorita Crusch.
Félix parece quejarse por el contacto, pero no noto animosidad hacía mí, quizás solo estoy pensando demasiado.
Muestro mis intenciones abiertamente; Crusch podría vislumbrar mis mentiras entre líneas, pero no creo sea grave. Mi objetivo principal es mantener la calma y evitar que esta situación se descontrole.
—Debo admitir que eres sumamente cauteloso, incluso con tu actuación durante la selección real —observa Crusch detenidamente mientras acomodo cuidadosamente sus piernas.
No puedo negar que me sorprende la sensación de sus músculos bien formados; no esperaba encontrar tal contraste al tocarlos. Me posiciono detrás de ella, pensando en qué decir mientras me acerco lentamente.
En este momento, Crusch ya está comenzando a intuir mi forma de pensar y seguramente preparará algunas trampas para descubrir mi verdadera identidad.
—Discúlpame un segundo —susurro mientras coloco mis manos en sus caderas, sorprendiéndola incluso a ella misma— Por favor, sigue el movimiento de tus caderas con tu espalda.
Con delicadeza y precisión comienzo a guiarla en una serie de movimientos fluidos.
Por las palabras que ha dirigido hacia mí, puedo percibir un gran aprecio y estima. Sin embargo, nunca hemos conversado en términos de personalidad, por lo que Crusch ahora se encuentra en la búsqueda de descubrir quién soy realmente.
Ella espera algo de mí, al igual que yo espero algo de ella.
El protagonista ha logrado ganarse su aprecio y confianza al mostrarse optimista ante las adversidades y convertirse en una luz brillante entre tanta oscuridad.
La oscuridad que envuelve a Crusch, el motivo detrás de su deseo por romper el pacto con el dragón; incluso la vestimenta peculiar de Félix; todo tiene una relevancia importante que debo encontrar.
Para alguien tan imponente como ella, la mejor manera de ganar su admiración es demostrándole superioridad. Aunque no posea la misma fuerza física, tengo mis propias formas de luchar.
—La revelación del ataque al culto fue guardada para el discurso de la señorita Emilia —comento mientras me subo a sus hombros y coloco mi rifle en posición—. He estado trabajando arduamente junto a ella durante este tiempo. En aquel momento era necesario crear un contraste: una persona desconocida, pero con un trasfondo impresionante; insulté el orgullo de los sabios para lograrlo.
Crusch responde con calma mientras observa cómo empiezo a flexionar sus brazos.
—Entonces... ¿ya sabías que eso iba a ocurrir? —pregunta intrigada.
Asiento afirmativamente mientras analizo cuidadosamente su postura y veo que ya es perfecta.
—Todos somos conscientes de las dificultades por las que ha pasado la señorita Emilia. Para poder alcanzar a aquellos que dudan de ella, necesita superar las expectativas de todos —añado recordando el momento en el que hizo valer su nombre y se ganó el respeto al liberar su maná y demostrar su fuerza.
—Ahora, lo más importante es desviar ese odio —continúo diciendo mientras reflexiono sobre los motivos detrás del resentimiento hacia ella: ser una semi humana sin un trasfondo claro y, al mismo tiempo, tener una apariencia similar a Satella o al menos coincidir con las descripciones.
—¿Desviar ese odio? —me pregunta Crusch con curiosidad en sus ojos mientras le sonrío mostrándole algo que he comenzado a forjar.
—Sí, el objetivo es despertar un odio hacia Emilia no por su apariencia, sino por la sorpresa que sus acciones provocan. Sin embargo, debemos tener en cuenta que este plan no es infalible; al final, su aspecto siempre tendrá cierta influencia —explico con determinación.
Crusch se torna pensativa, mientras Félix y Wilhelm hace silencio, ambos parecen estar escuchando atentamente mis palabras, por lo que continuo:
—Emilia debe labrarse un nombre propio y para lograrlo, sus logros opacarán las acciones de los sabios y de aquellos caballeros envidiosos que desearían llevarse todo el crédito —agrego con firmeza.
Me incluyo entre aquellos que desean crear una fuerza contraria a ellos
La envidia de los caballeros y el resentimiento de los sabios por no poder reclamar la gloria hará que busquen cualquier oportunidad para desacreditar a Emilia a toda costa.
—Cuando el odio se arraiga y se hace visible ante todos, las acciones del odiado se vuelven predecibles. Por eso sabía que mencionar mi hazaña de asesinar al arzobispo brujo nos llevaría inevitablemente a una batalla. Quería demostrarles que estaban equivocados en sus suposiciones y mostrarles la existencia de una fuerza superior amenazante —reflexiono con seguridad.
Prestar atención a Emilia es crucial; así podremos identificar quiénes son nuestros verdaderos aliados y reducir las posibilidades de traición.
Pero también hay algo más que quiero lograr.
—Ya sabía que podía derrotar a ese caballero, por eso decidí enfrentarlo —me coloco nuevamente detrás de Crusch, pegando mi cuerpo al suyo y deslizando mi mano para sostener la suya.
Interrumpir la conversación desviará su atención y evitará que piensen en el motivo hasta que yo lo revele o, al menos, impedirá que lo mencionen en voz alta.
Dirijo su mano hacia el gatillo y guío uno de sus dedos directamente hacia él.
La belleza de Crusch es innegable; incluso en esta situación tensa se mantiene calmada. Ha comprendido mis intenciones y eso me reconforta.
Establecer este tipo de comunicación profunda es gratificante; tal vez si sobrevive, intentaré llevarme mejor con ella.
Ella parece sorprendida por el cambio repentino en mi actitud, pero mantengo la calma y serenidad aparentes como si no me importara el contacto físico.
—Eres muy audaz al hacer esto con una candidata al trono —comenta Crusch sin mirarme ya que le he indicado mantener la vista fija en el rifle.
—Si no fuera audaz, quién sabe dónde estaría hoy día —respondo enfático.
Si me hubiera rendido, quién sabe qué habría sido de mí.
—Exhala lentamente y sostén la respiración, prepárate para el impacto en tu hombro —susurro con determinación.
Crusch vuelve a inhalar profundamente y mientras ella exhala, escucho atentamente su respiración hasta que se detiene por un instante. En ese mismo instante, presiono firmemente su dedo.
¡Bang!
El sonido del disparo retumba con fuerza en el aire, haciendo que Félix se cubra los oídos. La bala surca el espacio antes de chocar con un árbol cercano, dejando una marca profunda en su corteza.
Crusch abre sus hermosos ojos ámbar con sorpresa y comprensión al mismo tiempo.
Ahora entiende lo que presenció durante mi ardua batalla de mejor manera.
—Entonces eso fue lo que ocurrió —murmura Crusch mientras camina hacia el árbol dañado para examinar las consecuencias del disparo.
—¿Tus soldados también poseen armas similares? —pregunta Wilhelm intrigado por todo lo acontecido.
Asiento afirmativamente mientras explico que puedo producir tales armas a gran escala siempre y cuando tenga los materiales necesarios. Empiezo a describir cómo es un entrenamiento sencillo: solo se requiere puntería y dispondrán de esa arma letalmente precisa a su disposición.
—En tan solo unos pocos meses entrenaste a tus soldados y lograron derrotar al culto —comenta Wilhelm asombrado ante tal proeza.
Obviamente la razón detrás de esto fue la falta de inteligencia en el ataque del culto.
No estaban preparados ni sabían a qué se enfrentaban. Si hubiera sido contra caballeros, la situación habría sido un tanto más compleja debido a las armaduras de acero que portan y que nuestras balas actuales no pueden perforar.
—La verdadera fuerza reside en el conocimiento, pero mantener ese conocimiento sin llevarlo a la práctica es, para mí, un pecado —afirmo con convicción.
Wilhelm parece comprender mis palabras y le entrego mi rifle. En un instante, él adopta la postura correcta sin necesidad de mucha instrucción por mi parte. Acomodo ligeramente sus hombros y le indico que repita el proceso de respiración profunda.
Wilhelm dispara y la bala impacta en otro árbol cercano mientras una ligera bruma sale del cañón del rifle.
Necesito nitroglicerina...
—Esta es solo una primera versión. Haré armas aún mejores, más rápidas, más poderosas y con mayor capacidad —sonrío con confianza.
Una nueva era está por comenzar y seré yo quien la forje.
Mostrar mis ambiciones podría hacer que me vean como un problema potencial, pero sé que no jugarán sucio. Al menos puedo ver en Crusch suficiente nobleza como para confiar en ella.
Sería diferente contarle todo esto a Anastasia...
Mis palabras no son meras promesas vacías; las respaldo con pruebas tangibles y considero importante compartirlas frente a Crusch. Quiero intimidarla ligeramente, sacarla de su zona de confort, pero eso no es lo único relevante.
—Si estas armas estuvieran disponibles en todas partes, dudo que los caballeros sigan siendo necesarios —afirma Wilhelm
Por supuesto, si hablamos de habilidades con la espada gracias a la magia, solo los más fuertes podrían mantenerse firmes. Pero si nos referimos al número de combatientes... incluso Julius tendría dificultades para sobrevivir.
—Igualmente, los caballeros más fuertes podrían desviar una bala —prosigo— Por supuesto usted lo sabe bien porque fue capaz de ver el movimiento de la bala ¿no es así?
Gracias a la magia ese tipo de hazañas son posibles y eso me da fe de que algún día podré superar esa barrera mediante mejoras o incluso añadiendo elementos mágicos.
—Es muy observador señor Marco —admite Wilhelm entregándome mi rifle— Aunque sé que puedo desviarla reconozco que pocos caballeros serían capaces de lograrlo —ofrece hacer una demostración—. Si gusta, puedo mostrárselo.
—Sería un placer presenciarlo —responde Crusch, aprobando la propuesta de Wilhelm.
Me preparo rápidamente, apunto con destreza y utilizo algo de vita para mantenerme firme en el suelo y disminuir el retroceso del rifle.
—Dispara cuando estés listo —Wilhelm se coloca en posición sosteniendo su espada.
Aprieto el gatillo y la bala sale disparada a gran velocidad. En un abrir y cerrar de ojos, Wilhelm desenvaina su espada y realiza un corte transversal preciso que divide la bala en dos fragmentos. Una onda de viento se expande desde él mientras guarda nuevamente su arma en la vaina.
Sin duda alguna, asesinar a Wilhelm sería posible...
Puede que yo solo no pueda, pero si los cuarenta de nosotros disparamos balas en todas las direcciones, incluso si él reacciona a un disparo, la ráfaga continua debería impedirle esquivar todos.
Una flecha o una ballesta tienen un retraso de segundos entre disparos, mientras que un rifle tiene un retraso de milisegundos.
—Fue una demostración impresionante —aplaudo sorprendido—. Sin duda alguna usted posee una gran destreza.
Wilhelm me mira con expresión extraña; aunque muestro mi admiración genuina, es probable que pueda ver a través de mí.
—Nunca he sido entrenado y hasta hace poco tiempo nunca había visto a alguien tan habilidoso con la espada, además de Julius. Por eso realmente me asombra —admito ligeramente decepcionado.
Quizás si hubiera practicado intensamente la esgrima no habría podido enfrentarme mejor a Julius. Aunque si en mi mundo hubiese practicado arduamente sería otra cuestión.
Es obvio que la esgrima en mi mundo es superior por siglos de desarrollo que lleva.
—Cuando lo mencionaste me sorprendí porque tu cuerpo se ve robusto y bien entrenado —Crusch se coloca junto a mí analizándome detenidamente.
—Solo hago ejercicio para mantenerme en forma; mi puerta fue creada recientemente así que toda mi vida dependí únicamente de mi fuerza para crecer, sin contar con la magia.
Camino lentamente hacia la entrada del jardín para retirarme.
—Voy a verificar qué está haciendo la señorita Emilia —anuncio mientras doy media vuelta para marcharme—. Ha sido un placer compartir este tiempo con todos ustedes.
Crusch me sostiene por detrás. No sé en qué momento se acercó, pero no me sorprende. Giro para enfrentarla y noto que me mira intensamente.
—Tú... —Crusch me mira directamente a los ojos, parece haberse dejado llevar, lo cual me resulta extraño—. ¿Quién eres?
Ella se da cuenta de lo que ha dicho e intenta girarse y fingir que no ha sucedido, pero yo sonrío y la detengo tomando su hombro para hacerla volver.
—Soy Marco Luz. Si deseas saber más de mí, entonces no apartes tus ojos de mí.
Me alejo caminando hacia la habitación de Emilia para pasar tiempo con ambas. Después de cenar, deciden regresar a la habitación ya que están completamente cautivadas por la historia.
—Es sumamente interesante, además de que Betty lee con gran belleza —Emilia sonríe mientras es halada por Beatrice.
Ambas lucen radiantes y estoy contento de haber ido a esa librería. Espero que Helena también esté bien; es lo mínimo que puedo hacer por ella.
Me dirijo a mi habitación con la intención de descansar, pero antes de bajar las escaleras soy detenido.
—Marco —llama Crusch, haciendo que me gire hacia ella.
Ella luce un vestido negro femenino con partes transparentes que realzan su belleza. Un contraste perfecto para su cabello verde suelto. Es una forma de mostrar confianza, aunque incluso si yo quisiera, dudo poder hacerle algo en este momento
—¿Te importaría acompañarme a charlar un rato? —Crusch sonríe cordialmente invitándome.
Asiento sin dudarlo y la sigo hasta un balcón donde hay una pequeña mesa decorada con una botella de vino y dos copas.
—¿Te gustaría tomar un poco? —pregunta Crusch mientras sirve el vino en una copa.
—Es todo un honor ser servido por alguien como usted —sonrío aceptando la copa.
Aprecio el aroma del vino, percibiendo su dulzura mientras muevo levemente la copa para analizar su consistencia.
—Este vino es propio de la familia Karsten —Crusch me mira mientras observa nuestra copas— Es mi favorito.
Inclina ligeramente el brazo que sostiene su copa e incita a hacer lo mismo.
Choco mi copa contra la suya mientras mantengo mi sonrisa.
—Brindemos por las acciones que nos han permitido conocernos —tomo un leve sorbo, quedando maravillado por el dulce sabor del vino. Realmente es de una calidad exquisita.
—Es curioso cómo llamas al destino —Crusch toma otro sorbo, disfrutando tranquilamente de su bebida.
Niego con la cabeza en desacuerdo.
—Algo como el destino no existe; fueron nuestras acciones, las acciones de cada persona en este mundo las que han construido nuestro encuentro —la miro directamente a los ojos mientras sonrío—. Fue la voluntad de todos y cada uno de los seres en este vasto mundo lo que ha hecho posible nuestro primer encuentro, y por supuesto, esta conversación aquí y ahora.
Tomo otro sorbo del vino mientras contemplo la luna, radiante en el cielo nocturno, bañándonos con su cálida luz.
—En mi opinión, es una hermosa manera de verlo. Mucho más significativa que simplemente atribuirlo al destino.
Mis palabras hacen que Crusch se detenga por un momento. Ella me mira durante unos segundos antes de sonreír y suspirar levemente.
—El esfuerzo conjunto... —Crusch cierra los ojos brevemente— Ya veo... sin duda alguna, esa perspectiva resulta mucho más gratificante.
Asiento, asimilando sus palabras mientras tomo otro sorbo del vino.
—¿Hay alguna razón específica por la cual quisiste compartir este momento conmigo? —pregunto mientras observo cómo ella contempla su copa detenidamente.
Ella me mira a los ojos fijamente sin apartar su intensa mirada.
—Lo dijiste tú mismo —Crusch responde con seguridad—. Quiero conocerte mejor.
Sus ojos afilados pero hermosos me cautivan por un instante. La belleza de Crusch es innegable, especialmente por su aura madura e inteligente. De alguna manera, siento una conexión con ella, aunque eso no sea realmente importante para mí.
Ganar su confianza y obtener información relevante es lo que verdaderamente importa en este momento. Necesito saber cuánto sabe sobre la historia de Lugunica; al ser un Karsten, debe estar enterada de los secretos ocultos tras el contrato con el dragón. Seguramente hay una razón más profunda detrás de su deseo egoísta de romper ese pacto.
—Entiendo... supongo que esta ocasión es propicia antes de enfrentarnos a una gran bestia —suspiro mientras sonrío y tomo otro sorbo del vino.
Crusch sonríe como si mi pequeña broma realista le hubiera agradado profundamente.
—Incluso en los momentos más oscuros se puede disfrutar de un buen vino —responde, su mirada perdida en la luna. Por un instante, percibo una pizca de nostalgia en ella. Crusch se gira hacia mí y me observa como si estuviera viendo algo más allá de mi presencia. Intento romper el silencio, pero parece que Crusch está atrapada en sus pensamientos.
—Crusch —la llamo para devolverla a la realidad.
—Disculpa, estaba sumida en mis propios pensamientos —ella responde, volviendo a tomar otro sorbo mientras contempla la botella de vino.
—¿Sucede algo? —pregunto con curiosidad.
—Simplemente recordé a alguien que se te asemeja; no exactamente igual, pero sí en tu forma de expresarte —dice Crusch sin dar demasiados detalles.
No tengo mucha información sobre ella ya que nunca profundicé mucho al respecto durante mis investigaciones sobre la novela. No sé exactamente a quién o qué se refiere.
Crusch continúa hablando después de un breve momento.
—Marco, eres alguien peculiar —afirma mientras me mira fijamente.
—Vaya... eso es una extraña manera de conocer a alguien —comento con una sonrisa irónica. Ella también sonríe brevemente antes de volver su expresión seria nuevamente.
—Permaneces tranquilo incluso ante las situaciones más precarias; piensas tan estratégicamente como para manipular las intenciones de los sabios y has logrado enfrentar a uno de los caballeros más fuertes del reino —observa detenidamente cada palabra que pronuncia.
—Bueno, Julius se contuvo bastante —respondo con modestia.
Si Julius hubiera ido a matarme, seguramente habría perecido sin remedio. Quién sabe cuántas vidas me llevaría derrotarlo.
—Eso no es lo importante; tu objetivo era mostrar tu fuerza para atemorizar a tus enemigos —afirma Crusch con seguridad.
Ha dado en el clavo, pero no me sorprende en absoluto.
—Has creado la máquina de vapor, el rifle y los cañones, también eres un comerciante excepcional con conocimientos vastos en una amplia gama de temas —continúa Crusch enumerando mis logros con admiración—. Eres elocuente y tranquilo, tu talento mágico es innegable. Posees un gran espíritu como tu contratista, Irlam también, que ha florecido bajo tu liderazgo. Además, has creado ese material revolucionario para construcción y has forjado un ejército formidable que ha luchado contra el culto de la bruja.
Me quedo boquiabierto ante la impresionante lista de logros que ella menciona ahora. Tantas cosas sobre mí que desconozco cómo responder adecuadamente a sus palabras.
Crusch prosigue sin detenerse:
—Derrotaste a un arzobispo y a varios miembros de su séquito; tus habilidades estratégicas son notables según lo que he observado. Puedes mantener conversaciones fluidas sin caer presa del nerviosismo. Eres perspicaz e incluso posees una apariencia física atrayente —sus ojos siguen penetrando profundamente los míos mientras habla— Si fueras tú quien se postulará al trono... sin duda...
Mis ojos se abren sorprendidos por la avalancha de palabras que escapan de sus labios.
Me encuentro atónito ante las numerosas cualidades que destaca en este momento. Son tantas cosas que me quedo sin saber qué decir.
Sin embargo, entiendo perfectamente su intención subyacente tras esa pregunta anterior en el jardín: A los ojos de Crusch, represento una amenaza latente que requiere extrema precaución.
—Afortunadamente, siento que ambos podríamos llevarnos bien —sonrío, tratando de aliviar la tensión en el ambiente—. Puedo tener mis ambiciones, pero también soy capaz de reconocer lo que me rodea, y eso es precisamente lo que me ha permitido lograr tantas cosas.
Miro a mi alrededor y reconozco las piedras aún sin pulir. Si Crusch y yo formáramos un dúo en busca del trono, estoy seguro de que podríamos conquistar mucho más que Lugunica.
—Ser rey no implica gobernar en solitario —explico con calma—. El Consejo de Sabios tiene un poder inmenso cuando se trata de tomar decisiones políticas.
Este mundo es más intrincado y político de lo que parece; aunque el rey tome decisiones, estas pueden ser fácilmente desestimadas por los sabios.
Continúo argumentando:
—Si llegáramos al trono juntos, puedo asegurarte de que ambos podríamos sacar provecho para cumplir tus objetivos. Sería como un renacimiento político: un reina y una vice reina tomando decisiones conjuntas.
Las decisiones de la reina mantendrían su importancia sobre las demás, pero a su vez no se subestimarían las opiniones del otro. Esto dificultaría la manipulación por parte del Consejo.
Al explicarle mis pensamientos a Crusch, ella queda sumida en profunda reflexión durante unos segundos.
—Al decirlo así, suena como si ya hubieras considerado esta posibilidad —comenta mientras sus ojos escudriñan los míos con mayor intensidad.
Sonrío, confirmando sus sospechas.
Sí, aunque yo pueda salirme de tus expectativas, eso no significa nada peligroso para mí.
Después de todo
Tu no has escapado de las mías.
—Cada uno tiene su manera de abordar las cosas. Decidí formar una alianza contigo porque compartimos el mismo objetivo —termino mi copa y nos sirvo vino a ambos—. En mi opinión, esta alianza nos brindará la facilidad de alcanzar lo que deseamos.
La unión de Emilia y Crusch, dos mujeres con ideales similares, puede dar lugar a una fuerza indomable.
Sin duda alguna, veo que es posible.
—Hablaremos más sobre esto después de enfrentarnos a la Ballena Blanca —dice Crusch con una sonrisa coqueta mientras me mira directamente a los ojos—. Si eso significa poder tenerte a mi lado...
—Sería un honor sin igual —respondo sinceramente.
Seguimos bebiendo y conversando sobre las máquinas de vapor y el desarrollo industrial. Omití mencionarle el proceso de producción del acero, pero sí le hablé sobre el hierro forjado, capturando su atención por completo.
Llegamos a un acuerdo para enviar todo el hierro extraído en sus minas hacia nuestra fábrica para ser convertido en lingotes si se comprueba la calidad del hierro forjado. De ser así, absorberemos toda su producción y les dejaremos encargados exclusivamente de fabricar armas, bajo la condición de incluir el nombre "Irlam" en sus marcas distintivas.
Después de terminar la noche, me retiro a mi habitación para descansar plenamente mientras Beatrice y Emilia se quedan leyendo tranquilamente.
La mañana siguiente transcurre sin incidentes destacables hasta llegar al momento esperado: el banquete que precede al ataque, que se celebrará esta noche. Los invitados, todos ellos caballeros en busca de gloria o venganza por sus seres queridos, están a punto de llegar.
Visto mi uniforme militar y me encuentro frente a mis soldados, quienes esperan órdenes con disciplina y determinación.
—Soldados, espero que den lo mejor de sí mismos. Manténganse calmados en todo momento y no olviden demostrar su valía —les digo con firmeza.
—¡Sí, mi general! —exclaman al unísono mientras realizan un saludo militar.
Pasados unos minutos, las majestuosas puertas del recinto se abrieron para dar paso a una multitud de personas, ancianos caballeros ataviados en imponentes armaduras. Todos permanecen serios, mientras el lugar sigue llenándose con la presencia de los presentes. Durante varios minutos, analizo a cada individuo, sintiendo ciertas miradas de desprecio que, en ocasiones, se entrelazan con desaprobación y murmuros al verme.
Sin embargo, yo conservo mi sonrisa, aguardando pacientemente a que Crusch tome la palabra.
Crusch se alza en una tarima, captando la atención de todos los presentes. Tras una breve presentación, comienza a describir la estrategia, mencionando las habilidades de la ballena blanca y los riesgos que enfrentamos.
—La ballena blanca es un oponente formidable, pero gracias a la información obtenida por la campaña de la candidata Emilia, hemos logrado establecer una estrategia —explica Crusch, provocando sorpresa y susurros entre los presentes, algunos mostrando su desacuerdo con sus palabras.
Parece que Crusch quiere dejar las cosas bien claras; pensé que tomaría una ruta más apacible.
—Ahora será el segundo comandante, el general del ejército de Irlam, Marco Luz, quien dirija la estrategia —proclama Crusch con firmeza, señalándome y haciendo que todas las miradas se posen sobre mí.
La tensión en el ambiente es palpable, pero yo me mantengo seguro de mis capacidades. Ignoro a todos los demás mientras sonrío y subo a la tarima. Crusch y yo intercambiamos breves miradas, comprendiendo el mensaje implícito en ellas.
Debo demostrar que soy capaz de liderarlos.
Erguido frente a todos, dirijo mi mirada hacia los caballeros. Los ancianos observan con calma, mientras los más jóvenes parecen aborrecer la idea de verme aquí.
Probablemente, es simplemente envidia lo que motiva su reacción.
Por ello, necesito tomarlos por sorpresa.
Concentro maná en mi garganta y, con fuerza y determinación, exclamo:
—¡Atención!
Los murmullos y comentarios cesan de inmediato, y todas las miradas se posan sobre mí, aturdidas por mi llamado. Algunos miran con molestia, impotentes ante mi posición.
Beatrice sube a la tarima y toma mi mano, marcando así el inicio de mi discurso. Comienzo a explicar la estrategia, y a medida que avanzo, puedo notar cómo las expresiones de los presentes empiezan a cambiar.
Ante mis planes, se vislumbran varias contramedidas que no pueden ser ignoradas.
La neblina densa que nos rodeará dificultará enormemente cualquier intento de comunicación entre nosotros, por lo tanto, será crucial tomar precauciones adecuadas para garantizar nuestra supervivencia.
Expliqué los efectos que tendrían sus habilidades y dejé en claro que, en caso de no poder soportar la situación, debían obedecer las órdenes que les fueran impartidas.
—Mi objetivo es reducir las bajas al mínimo, por lo que todos deben seguir mis instrucciones, así como las de la señorita Crusch. Si alguno tiene alguna objeción...
Algunos caballeros se acercaron, exigiendo una razón por la cual debería ser yo quien los comandara.
—Es cierto que derrotaste a una arzobispo, pero eso no es suficiente para liderar a nosotros, los caballeros —afirmaron con orgullo, aunque también se notaba cierto temor en ellos.
Los caballeros más ancianos observaron con molestia la situación, mientras que otros parecían estar satisfechos conmigo como su comandante, lo cual me reconfortó
Los cinco caballeros continuaron con sus comentarios, proclamando que ellos eran la verdadera raíz de todo y que tenían el derecho de elegir a su propio comandante. Pero llegó un momento en el que dejé de prestarles atención, agotado por sus palabras sin sentido.
—Betty —llamé a Beatrice por su apodo, y ella liberó mi maná, que llenó la estancia con fuerza.
Los caballeros que se habían acercado fueron los primeros en sentirlo, tocándose el pecho y arrodillándose al instante.
Los ancianos se mantuvieron de pie, demostrando su entereza, mientras que el resto se debatía entre el temor y la resistencia.
Concentré mi rabia hacia los jóvenes frente a mí, buscando eliminar cualquier indicio de problema.
—Como comandante, no toleraré faltas de respeto —advertí, señalando con mi rifle a uno de ellos, lo que le hizo mirarme con terror.
Tal vez, habían estado presentes durante mi combate, lo cual hacía las cosas aún más interesantes.
—Quedan destituidos como fuerza para el ataque. Su misión será proteger las fronteras. Es una orden —les indiqué con firmeza.
Intentaron articular alguna respuesta, pero ejercí aún más presión sobre ellos. Liberé mi fuerza y la dirigí hacia ellos, utilizando el maná para crear una zona de presión que los mantuviera arrodillados.
Este es el último recurso para mantener el orden, y aunque prefería no recurrir a la fuerza, era necesario demostrar mi firmeza como comandante para asegurar la cohesión del grupo y proteger a todos bajo mi liderazgo.
Gracias a Beatrice a mi lado, controlo la situación.
—Esto no es un juego. Todos debemos colaborar entre nosotros; tener individuos así solo nos hará más débiles —les libero, permitiéndoles tomar aire desesperadamente.
Con un solo brazo, apunto hacia un estante donde reposa una armadura de hierro, el peto que constituía el uniforme habitual de los caballeros.
Son pocos los que poseen armaduras de acero debido a los altos costos que implica, reservado en su mayoría para los caballeros reales que cuentan con armaduras completas de acero, o familias prominentes como hay ahora.
¡Bang!
El rifle atravesó la armadura al instante, haciendo que esos cinco jóvenes abandonaran el lugar bajo las miradas acusadoras de los demás.
—Tenemos nuestra propia forma de luchar, combinando nuestras mejores habilidades y planificando las estrategias más efectivas —les recuerdo, tratando de tranquilizarles.
Sí, ahora era el momento de comenzar.
—¡Mientras esté con vida, prometo traer la cabeza de esa ballena! —grité, alzando mi rifle y mirando a todos con determinación—. ¡Vámonos de caza! ¡Honor a nuestra batalla!
Los presentes me observaron con asombro, pero rápidamente sentí la determinación resonar en cada uno de ellos. Dirigí una mirada a Emilia, quien me sonrió con aprobación mientras Crusch se mantenía a su lado.
Seguiré avanzando, seguiré mejorando, mientras conserve fuerzas seré imparable. Devoraré este mundo, y nadie podrá hacer nada para detenerme.
—¡Matemos a la ballena blanca! —proclamo con fervor, sintiendo cómo el espíritu de lucha se enciende en todos los corazones presentes.
SS—Anastasia
Un peligro latente.
Aprobé su batalla, ansiosa por obtener información sobre él, pero en el instante que lo vi, supe que algo problemático ocurriría.
Rara vez me equivoco al juzgar a la gente; aunque algunos pueden cambiar, jamás llegan a sorprenderme por completo.
Mientras luchan, no puedo evitar pensar en su actitud.
Es capaz de enfrentarse a los nobles con elocuencia y llevar adelante una discusión con tanta confianza en sus ojos y, sobre todo, en su sonrisa. Al principio, pensé que estaba loco, pero después de verlo actuar, me di cuenta de que tenía cada paso planeado meticulosamente.
Fue en ese momento que mi interés comenzó a florecer
La máquina a vapor llegó a través de mis fuentes de información, pero no era el momento adecuado.
Necesitaba ver con quién me enfrentaría.
Cada vez más productos salían de Irlam: baratos y eficaces.
Esto me preocupó por el cambio en la demanda y me planteó preguntas sobre cómo planeaban llevar el mercado. Parecían estar buscando un monopolio, pero no lograba obtener información sobre su situación interna, así que decidí intervenir y contribuir con mi propio esfuerzo.
Tras demostrar su fuerza al silenciar a todos respecto al culto, pude sentir algo diferente en el ambiente.
Reconozco el peligro; como comerciante, es una de mis habilidades más valiosas.
Mi caballero está frente a mí, tras haber tenido una batalla amistosa con Marco. Sin embargo, no parece estar del todo contento. Al preguntarle el motivo, descubrí lo sucedido.
Los pies de mi caballero se vieron lastimados por el impacto del golpe. Aunque él dice haberlo reparado al instante, esa hazaña destaca la increíble potencia de ese ataque.
—Aún potenciado, pudo dañar mi cuerpo, y solo ha pasado poco más de dos meses desde que forjó su puerta —comenta Julius, decidido a no decir más al respecto.
Se mantiene en silencio mientras busco un lugar para comer, decidiendo que iré a mi restaurante favorito, donde Mimi también podrá disfrutar a gusto.
Inesperadamente, lo vi de nuevo.
Observé cómo interactuaba con una desconocida y comencé a sospechar. Aunque no logré ver el rostro de la mujer, de alguna forma intuí lo que estaba sucediendo.
Pero eso no era lo que más me importaba.
Mientras sosteníamos una conversación, me di cuenta de que había perdido el control del ritmo, dejándome dirigir por él.
Fue entonces cuando decidí poner fin a esa situación y sorprenderlo.
—Eres el creador de la famosa máquina a vapor y también diseñaste medidas para evitar que fueran desmontadas —lo miré con una sonrisa, intentando intimidarlo.
Desde que obtuve información sobre la máquina a vapor, mi primer impulso fue buscarla para comprar una y poder recrearla. Sin embargo, descubrí que las personas a las que la había vendido eran todas cercanas y leales al marqués, a excepción de la familia Karsten, quienes, por contrato, no podían exhibirla.
Cuando una de las máquinas llegó a Kararagi, me apresuré a comprarla, pero entonces me enteré de que tenía un mecanismo que explotaría si era desarmada.
Aun así, la compré sin dudar y la envié a mi grupo para encontrar una forma de romper esa protección. Después de semanas de trabajo, pensaron haberlo conseguido, pero la máquina explotó, causando estragos significativos. Crear un mecanismo así no es una tarea sencilla.
Por eso, necesito saber más, necesito tenerlo todo. Si logro que sus negocios fracasen y lo domino, entonces me pertenecerá.
Lo convertiré en mi peón para que me ayude a dominar todo. Alguien como el no debe estar sin control.
O se comerá todo cuanto menos lo esperes.
Como un dragón que está por despertar.
Habiendo alcanzado mi objetivo, me despedí con una sonrisa satisfecha.
—Ha sido un día largo —sonrío—. Deseo volver a encontrarnos, en Irlam.
Al salir, pude sentirlo; la forma en que habla sin dudar no es mera arrogancia, sus ojos transmiten una confianza peligrosa. Pareciera que ya supiera todo sobre mí, sobre todos, como si pudiera leer mis pensamientos y mis intenciones.
Es una existencia enigmática.
Marco Luz… es un hombre peligroso.
SS—Crusch
Un hombre extraño.
Inserto el cargador del arma con cuidado, ya que desconozco cuán delicada es esta nueva adquisición.
Es hermosamente confeccionada; a simple vista parece una ballesta, pero su forma es totalmente diferente. Observo las pequeñas piezas de metal en el cargador, que, según la nota que lo acompañaba, son proyectiles.
Mientras examino la caja en busca de más detalles, mi atención es rápidamente captada por sus ojos, que se encuentran con los míos.
Su mirada me toma por sorpresa, pero él sonríe y me saluda amablemente.
Correspondiendo el gesto, observo cómo Félix se acerca a él con alegría, aunque últimamente he notado cierta extrañeza en él.
Después de la batalla, Félix explica las heridas causadas en el caballero con el que luchó. Estaba al borde de la muerte, pero en mi opinión, fue una batalla justa y una gran sorpresa.
La emoción de lo desconocido me embarga mientras me preparo para descubrir más sobre esta arma.
—¡Es Marco! ¡Nya! —Félix sonríe alegre mientras saluda con entusiasmo.
Wilhelm, por otro lado, se inclina levemente.
Parece querer hablar con Marco, pero se contiene por algún motivo. Su información sobre la ballena es precisa y detallada, como si la hubiese visto con sus propios ojos.
Si mis suposiciones son correctas, debe tener alguna forma de visión del futuro.
—Quise dar un paseo por la mansión —explica, uniéndose a nosotros.
Entonces empieza a guiarme la postura a usar, lo que me sorprende, ya que es solo un arma de disparo por gatillo.
De manera audaz y sin temor alguno, Marco toca mi cuerpo, un gesto que he experimentado poco, incluyendo el contacto con Félix. Al principio, me siento incómoda, pero intento disimularlo y le hago una pregunta para conocer más sobre él.
Sin embargo, me sorprendo cuando siento su firme agarre en mi cintura.
La proximidad de su mano me genera una extraña mezcla de nerviosismo y curiosidad. Intento mantener la calma y seguir la conversación, pero mi mente está ocupada tratando de comprender sus habilidades y su tranquilidad en medio de esta situación.
Marco sigue hablando como si nada estuviese sucediendo, y puedo percibir honestidad en sus intenciones gracias a la bendición del viento, que me permite ver los sentimientos más profundos de las personas.
En ese momento, lo único que puedo percibir en él es una gran calma, ni felicidad, ni molestia, solo tranquilidad.
Continúa explicándome su forma de pensar, los planes que llevó a cabo durante la selección y cómo utilizó la revelación del ataque al culto para crear un contraste y poner a prueba el orgullo de los sabios.
Mi asombro no disminuye al descubrir que todo fue parte de un elaborado plan.
Sin embargo, también siento una cierta vergüenza por haber actuado de manera impulsiva y prejuiciosa. Como gobernante, entiendo la importancia de darme a conocer y comprender las intenciones de los demás.
—Todos somos conscientes de las dificultades por las que ha pasado la señorita Emilia. Para poder alcanzar a aquellos que dudan de ella, necesita superar las expectativas de todos —añade, recordando el momento en el que hizo valer su nombre y se ganó el respeto al liberar su maná y demostrar su fuerza.
En ese momento, me siento un poco humillada ante su forma de pensar. Como gobernante, aprender a desviar el odio y las adversidades es una habilidad invaluable. Aunque me siento abrumada por todo lo que he descubierto, también siento una determinación renovada para enfrentar los desafíos que se presenten y alcanzar mi objetivo.
Las palabras y acciones de Marco me hacen darme cuenta de Marco, más que un simple socio, esconde un misterio aún más profundo y fascinante de lo que había imaginado. En mi camino hacia el dominio que ansío, sé que contar con aliados como él será esencial para enfrentar cualquier adversidad que se presente en el camino.
Su respuesta me sorprende, por lo que no me puedo evitar preguntar:
—¿Desviar su odio?
Entonces, él comenzó a explicar todo, desde el momento en que llegó hasta el enfrentamiento con el caballero, detallando su plan meticulosamente de principio a fin y compartiendo su perspectiva sobre los acontecimientos.
Marco es más de lo que creí, sin lugar a duda él es alguien que posee el pensamiento de un gobernante.
El plan había sido meticulosamente trazado desde sus cimientos más profundos hasta su culminación gloriosa. Era un rompecabezas estratégico intrincado, donde cada pieza tenía un propósito preciso y vital. Cada detalle había sido considerado con minuciosidad obsesiva, anticipando los movimientos del enemigo y preparándonos para cualquier eventualidad.
Con confianza, toma mis manos, y al sentir su sinceridad y buenas intenciones, decidí aceptar su gesto sin reservas. Darme a conocer de forma negativa en este momento sería imprudente e inmaduro, ya que él siempre se ha dirigido a mí con amabilidad y cortesía.
Sus manos son firmes y seguras, sin embargo, carecían de callos perceptibles a simple vista. Sus músculos están bien definidos. Su apariencia es exótica y llamativa, alejada de los estándares convencionales de elegancia aristocrática a los que estoy acostumbrada a ver en otros hombres nobles.
De alguna manera inexplicable pero innegablemente cierta, encontraba placer estético al observarlo detenidamente. Su presencia irradiaba una fuerza imponente y magnética, con un optimismo y una visión detallada de las cosas.
—Eres muy audaz al hacer esto con una candidata al trono —comento sin mirarle ya que mantengo la vista fija en el rifle.
Intento hacerlo sorprender, o al menos sentirlo intimidado.
—Si no fuera audaz, quién sabe dónde estaría hoy día —responde enfático.
De alguna forma, es algo inquietante.
La destreza intelectual de Marco ha sido un rasgo que he podido apreciar a lo largo de nuestras interacciones previas. Su aguda mente, afilada como una espada bien templada, no solo se ha destacado en el ámbito comercial, sino que ahora puedo vislumbrar su brillantez abarcando diversos campos sin esfuerzo aparente.
Exhalo lentamente y contengo mi respiración mientras me preparo para recibir el golpe en el hombro. Concentrada y siguiendo cada uno de sus pasos meticulosos, percibo cómo su mano presiona la mía y guía mi dedo hacia el gatillo del arma.
¡Bang!
El estruendo retumba en mis oídos mientras siento un impacto contundente en mi hombro. Sin embargo, gracias a la posición estratégica adoptada por Marco, mi cuerpo logra absorber gran parte del retroceso provocado por la descarga explosiva.
A partir de ese momento, mis ojos se mantienen fijos en Marco con un asombro renovado y una incredulidad que permea todo mi ser.
Su destreza innata es algo que no puedo ignorar.
Reconozco que contar con alguien como él a mi lado sería una adición invaluable para mis futuros propósitos. Sin embargo, lamento profundamente no haber podido brindarle ayuda antes de que su camino se cruzara con el de Emilia.
Ahora, mientras reflexiono sobre las posibilidades de forjar una alianza sólida entre nosotros dos, resulta evidente la perspicacia excepcional que posee Marco.
Ha evitado discutir ciertos temas delicados durante nuestras conversaciones previas, lo cual me lleva a inferir que precisamente esos temas son los que le otorgan su importancia y singularidad.
—Voy a verificar qué está haciendo la señorita Emilia —anuncia Marco mientras da media vuelta para marcharse—. Ha sido un placer compartir este tiempo con todos ustedes.
Su figura se aleja lentamente, pero su presencia parece volverse cada vez más fuerte y enigmática. De alguna manera inexplicable, ha aparecido en nuestras vidas para cambiarlo todo por completo. Las demostraciones convincentes de sus capacidades alimentan mi confianza en sus palabras; sin embargo, mi sentido del peligro sigue alertándome constantemente.
En ese momento, Wilhelm susurra cauteloso al oído:
—Si me permites dar mi opinión... Creo sinceramente que dejar a un hombre como él con total libertad de acción es más peligroso que mantenerlo como aliado. Marco es un individuo problemático, ha identificado a sus enemigos de forma intencionada y ha tomado medidas para futuros enfrentamientos.
Incluso Wilhelm Van Astrea parece tener altas expectativas puestas en él.
Sin darme cuenta, me encuentro sosteniendo el traje de Marco, impidiendo que se aleje por completo. Lo miro con seriedad y él se vuelve hacia mí, encontrando mi mirada sin temor alguno.
Las palabras brotan de mis labios antes de poder contenerlas:
—Tú... —mi voz titubea por un instante mientras lo observo detenidamente— ¿Quién eres?
Al percatarme del error cometido al pronunciar aquella pregunta tan directa, doy media vuelta e intento apartarme; sin embargo, Marco sujeta mi hombro con firmeza y logra volver a capturar mi atención.
—Soy Marco Luz —responde tranquilamente—. Si deseas saber más de mí, entonces no apartes tus ojos de mí.
Sus palabras me envuelven sorpresivamente, evocando un recuerdo fugaz en las profundidades de mi mente: una reminiscencia vaga pero familiar donde escuché exactamente esas mismas palabras antes.
Aprieto mis puños con fuerza para sofocar ese recuerdo efímero y hacerlo desvanecerse entre la niebla del olvido.
Su optimismo contagioso y su habilidad para explicar las situaciones crean una sensación arrolladora de seguridad dentro uno mismo. El plan meticulosamente trazado para derrotar a la ballena blanca muestra una coherencia y solidez impresionantes.
No obstante, hay algo más en él que va más allá de sus estrategias magistrales.
Hay algo que destaca aún más sobre él: está dispuesto a tomar los mayores riesgos sin titubear ni ampararse tras comandar ejércitos desde lejos como otros lo hacen.
¿Será posible confiar plenamente en alguien como él? ¿Hasta dónde llegará su influencia sobre nosotros? Estas interrogantes persisten en mi mente mientras sigo observando a Marco con mezcla de temor y fascinación, consciente de que, de no formar una alianza, tendré que enfrentarme a él.
Después de presenciar todo lo que ha logrado y al conectar todos los cabos sueltos, solo puedo afirmar con certeza abrumadora:
Marco Luz… es un hombre peligroso.
