Recapitulando:

Gracias a Beatrice a mi lado, controlo la situación.

—Esto no es un juego. Todos debemos colaborar entre nosotros; tener individuos así solo nos hará más débiles —les libero, permitiéndoles tomar aire desesperadamente.

Con un solo brazo, apunto hacia un estante donde reposa una armadura de hierro, el peto que constituía el uniforme habitual de los caballeros.

Son pocos los que poseen armaduras de acero debido a los altos costos que implica, reservado en su mayoría para los caballeros reales que cuentan con armaduras completas de acero, o familias prominentes como hay ahora.

¡Bang!

El rifle atravesó la armadura al instante, haciendo que esos cinco jóvenes abandonaran el lugar bajo las miradas acusadoras de los demás.

—Tenemos nuestra propia forma de luchar, combinando nuestras mejores habilidades y planificando las estrategias más efectivas —les recuerdo, tratando de tranquilizarles.

Sí, ahora era el momento de comenzar.

—¡Mientras esté con vida, prometo traer la cabeza de esa ballena! —grité, alzando mi rifle y mirando a todos con determinación—. ¡Vámonos de caza! ¡Honor a nuestra batalla!

Los presentes me observaron con asombro, pero rápidamente sentí la determinación resonar en cada uno de ellos. Dirigí una mirada a Emilia, quien me sonrió con aprobación mientras Crusch se mantenía a su lado.

Seguiré avanzando, seguiré mejorando, mientras conserve fuerzas seré imparable. Devoraré este mundo, y nadie podrá hacer nada para detenerme.

—¡Matemos a la ballena blanca! —proclamo con fervor, sintiendo cómo el espíritu de lucha se enciende en todos los corazones presentes.


Monologo de Crusch

Seré Reina.

El ardor de la decisión se encendió en mi interior cuando fui bendecida por la insignia divina del dragón. Un cambio radical se apoderó de mi vida, una metamorfosis de mi ser, forjando con ferocidad la determinación que me guiaría. No soy como las mujeres corrientes, nunca me atrajo la fragancia del romance, siempre me mantuve arraigada en mi autenticidad y en mi propio sendero.

"El Rey León", una figura que ha dejado una huella incandescente en los más profundo de mi corazón, un ideal personificado, una voz que ruge en lo más profundo de mi ser. Su Alteza, el elegido para ocupar ese trono, un destino inquebrantable.

Sí, solo él llevaba la corona de mi atención. Criado y forjado para un único propósito: restablecer el pacto con el dragón. Así lo percibían aquellos a su alrededor.

El fuego de la determinación arde en mis manos, las emociones rugen como un torbellino interior. Los recuerdos fluyen, y con ellos, las conversaciones compartidas con él, junto a Félix. Palabras que han sido como antorchas en mi camino, iluminando mi verdadero ser. Fueron las chispas que encendieron mi resolución, por lo que cuando lo perdí, mi corazón amenazaba con romperse, pero no me rendí ante el abismo del sufrimiento.

Me mantengo fiel a mí misma, una llama que consume todas las distracciones. Los objetivos, las metas, los propósitos son como estrellas guías que se materializan en mi horizonte, y no permitiré que las sombras de otros oscurezcan mi sendero. Aun cuando contradiga las expectativas puestas por él, avanzaré incansablemente.

El anhelo de ser reina, no, la certeza de serlo me envuelve como un incendio desatado. Nada ni nadie me arrebatará este destino, continuaré avanzando, abrasando obstáculos hasta que esa corona adorne mi frente. El discurso de Marco me llega como una ráfaga de viento avivando el fuego de mis recuerdos con Fourier.

Su imagen, su esencia, se entrelaza con cada pensamiento, como un recordatorio incendiario de mi deber.

El dragón, un ladrón de poder, un carcelero que ha sofocado el crecimiento de nuestra nación. Mi propósito, mi llama interior, exige que ascienda al trono sin titubeos.

La competencia, feroz y vibrante como una tormenta, ha revelado a dos adversarios formidables: Emilia y Marco. Han superado todas las expectativas y se han ganado mi respeto.

Una alianza podría ser el camino ideal, pero los pasillos burocráticos se retuercen en una madeja de engaños y secretos.

Una maraña de intrigas que he comenzado a desenredar poco a poco.

El ataque a la facción de Emilia, meticulosamente planeado, un secreto siniestro oculto a la vista de todos, incluso a mí. No bastará con mantenerme fiel a mí misma; es tiempo de cambiar el juego, de gobernar con mano firme, de transformar este panorama incierto.

Seré reina. Mis pasos resonarán con autoridad, mis decisiones serán como un martillo forjando un destino indomable.

El fuego de mi determinación consumirá la duda y abrirá paso hacia un futuro que será escrito con letras de fuego en el libro de la historia.


Prologo

Una Noche llena de determinación.

Las miradas de todos convergen sobre mí, cargadas de una emoción intensa que palpita en el aire. Los gritos, un coro ensordecedor de coraje y determinación, reverberan a lo largo y ancho del lugar, sacudiendo sus cimientos. Espadas, hachas, mazos y un arsenal diverso de armas se alzan hacia el techo, punteando este como estrellas de acero forjado. En ese gesto, sus almas funden sus voluntades, obteniendo una fuerza que se derrama en cada rincón.

Desciendo de la tarima, y las mesas comienzan a llenarse con la festividad y la ansiedad del porvenir.

La planificación meticulosa de ayer tomó toda mi noche, una coreografía calculada incluso para trasladar los prodigiosos cañones mágicos, el emblema de la genialidad de Crusch.

Cada aspecto ha sido minuciosamente dispuesto, cada detalle meticulosamente trazado. La lista de carruajes y sus pasajeros se alinea como un mapa de posibilidades, anticipando cada eventualidad.

La eficiencia se convierte en un imperativo, cada engranaje girando con precisión.

Un vistazo a Crusch y su sonrisa complacida se cruza con la mía, una aprobación silente, un entendimiento tácito. Desciendo junto a Beatrice de la tarima, marcando así el comienzo del banquete, un breve respiro antes del enfrentamiento. Será un sueño breve, un preludio al alba, cuando nos pondremos en pie, mentes afiladas como aceros templados, listos para el asalto.

En previsión, he asegurado un acuerdo de suministros con Irlam, nosotros suministraremos provisiones, una salvaguarda contra la espera prolongada, además un refugio para el posible atentado del culto.

Aunque la opción del retorno por muerte se despliega ante mí, es una elección absurda, una tentación que no debo ceder.

Cada vez que muero, el miasma se espesa en mí, un residuo siniestro que se acumula y me corrompe. La magia que fluye en mis venas no responde a mi control, y ocasiona que mis estrategias tengan que cambiar.

Por eso debo evitar la muerte, siempre que sea posible.

Quizás, debería cambiar mi perspectiva, dejar de contemplar la muerte como una pieza de un juego, una carta en el mazo. Pero, en mi interior, sé que es un cambio que no llegará, una sombra inquebrantable en mi mente.

Es el destino, la fuente de mi desesperanza.

Emilia y Crusch se acercan con una sonrisa complacida en sus rostros. En un parpadeo, me encuentro rodeado por un escuadrón de caballeros, Beatrice a mi lado, inconmovible ante la sorpresa. Las miradas de todos convergen en mí, cargadas de emoción, la gratitud brotando como un torrente en sus ojos.

Uno de ellos, un anciano con el cabello corto y el rostro tallado por el tiempo, una armadura robusta y una espada larga a su lado, posa su mano arrugada en mi hombro. Su voz, profunda y llena de historia, rompe el silencio:

—Escuché murmullos sobre tu enfrentamiento. Aunque no tuve la oportunidad de presenciarlo, tu poder mágico es digno de admiración —su mirada, en un instante, cambia, adoptando un matiz más austero, las cejas fruncidas en un atisbo de melancolía. Con voz suave, agrega—: Gracias. Gracias por brindarme la oportunidad de vengar a mi esposa.

La chispa de agradecimiento se propaga como un incendio, cada caballero añadiendo su eco personal. Sus manos encuentran sus corazones, una ofrenda sincera que rebosa de aprecio.

Más allá de mi pasado, lo que verdaderamente valoran es la puerta que he abierto para ellos. Caballeros en el sentido más auténtico de la palabra.

Una sonrisa cálida se despliega en mis labios, una conexión compartida, un entendimiento mutuo. Mi mano se posa sobre la del anciano, mis ojos se clavan en los suyos.

—Están aquí para perseguir sus deseos, y para mí es un privilegio presenciar la existencia de individuos tan notables. Deben sentirse orgullosos por estar aquí, encaminándose hacia sus metas —elevo mi mano con determinación—. Regresen con vida, deseo poder brindarles un brindis a todos ustedes.

Los hombres observan con sorpresa, no hay rastro de condescendencia ante sus pérdidas en mi expresión y palabras. Mostrarse afectado solo socavaría la moral. Cambiar la melancolía por un brote de esperanza es esencial.

Sus sonrisas emergen, acompañadas de pequeñas lágrimas que danzan en sus ojos, comprendiendo las palabras que les comparto.

Beatrice también curva sus labios en una sonrisa, un gesto que nos conecta de algún modo. Más allá de los objetivos individuales, la clave es que todos sientan un vínculo de compañerismo. En esa unión radica la confianza necesaria para ejecutar cualquier estrategia con certeza.

Ser líder implica precisamente eso: el manejo de las emociones de todos, el abordaje de inquietudes y la orquestación de habilidades para extraer la máxima eficiencia.

Las voces se esparcen y las conversaciones llenan el espacio mientras me dirijo hacia Crusch y Emilia. Ambas me reciben con expresiones complacidas, y yo avanzo con seguridad en cada paso.

—¿Quién hubiera pensado que se acercarían por su propia voluntad? —murmuro, con una sonrisa dibujada en mis labios mientras noto la figura de Wilhelm detrás de Crusch.

—Son hombres que han sufrido la pérdida de sus seres queridos bajo la cruel opresión de la ballena. Cada uno de ellos busca venganza —expone Wilhelm, su voz resonando con un matiz de desánimo, a la vez que una furia interna.

Wilhelm aún parece reacio a confiar plenamente en mí, manteniendo su pasado cuidadosamente resguardado. Quizás esté esperando el momento oportuno para compartirlo.

Reconozco que todo tiene su tiempo y lugar, y no hay más que aceptar esa realidad.

—Indudablemente, representa una oportunidad para ellos. El plan debe llevarse a cabo, solo espero que…

Existe una inquietud que me carcome, un detalle que parece escapar a mi control.

Emilia y Crusch captan mi preocupación al instante, un tema que hemos debatido en profundidad.

—El Culto de la Bruja —añaden ambas, sus voces teñidas de aprensión.

Es, sin duda, la amenaza más ominosa, eclipsando incluso a la misma ballena. Gula y Orgullo podrían surgir, lo que nos lleva a mantener una ruta conocida por todos, una fachada que desviaremos al concluir. Esperaremos unos días en Irlam antes de volver a partir.

Sin embargo, el dilema persiste: la incertidumbre en torno al posible ataque.

Petelgeuse ya atacó en el pasado basándose en información sobre el campamento de Emilia. Y sé que esa información fue transmitida hacía él. No obstante, la novela revela algo crucial. La aparición de la gula y la avaricia surge tras la derrota de la ballena. Además, es poco convincente alegar que estén siguiendo a Emilia.

Algo más se oculta detrás de su aparición.

La información recopilada por Petelgeuse, el propósito de gula, la manifestación de avaricia.

Existe un propósito subyacente...

—Esperemos que no tengamos que enfrentarles, pero si llegaran a manifestarse, debemos estar preparados para afrontarlas —declaro con seriedad, con mis ojos alternando entre Emilia y Crusch.

Un asentimiento conjunto sella nuestra comprensión mutua. A medida que el evento llega a su fin, la mayoría de los presentes se retira a sus tiendas para descansar. La logística ya está en marcha, pues aquellos que no lucharán concluyen los preparativos.

Con el fin de minimizar las bajas, propuse la formación de un grupo de rescate. Individuos que recorrerán el campo de batalla a lomos de dragones, extrayendo a los heridos en medio de la lucha.

La distribución meticulosa de roles es esencial para asegurar que los planes se desenvuelvan con precisión.

Antes de descansar, emprendo hacia la oficina de Crusch. Aunque nos instó a reposar, estoy seguro de que no se dormirá esta noche, no cuando mañana tiene una importancia tan crucial.

Debajo de la puerta se filtra una tenue luz, confirmando mis sospechas. Me acerco con cautela, buscando detectar cualquier sonido relevante que pueda escapar. Sin embargo, reina un silencio total. Emito dos golpecitos en la puerta y, tras un breve instante, Crusch me invita a entrar con un gesto.

Nuestros ojos se encuentran y su sonrisa serena me da la bienvenida a su despacho, que mantiene un aura relajante.

—¿La inquietud no te deja descansar? —pregunta, su voz con un toque de complicidad.

—Necesito concluir los acuerdos con Irlam. El equipo de artillería está listo para actuar tan pronto como sea necesario.

Sacando mi metía, establezco contacto con Rem y Alsten. Sus saludos me llenan de familiaridad mientras me ponen al tanto, con Crusch atenta desde su asiento, mientras yo me acomodo en el sofá.

—Hemos obtenido la aprobación de herrería. Tendremos cuatro cañones, y uno de ellos será ensamblado al amanecer —detalla Rem con una ligera sonrisa—. En total, contaremos con cinco cañones operativos, además de nuestra versión especial que ya está preparada. Hemos reciclado proyectiles de la batalla contra el culto para aumentar nuestro arsenal.

La ventaja de reutilizar proyectiles más grandes se hace evidente, ya que apenas requieren mantenimiento o reforzamiento. Con cinco cañones en juego, nuestras perspectivas son prometedoras.

—Emilia se encargará de proteger al campamento. Con ella en ese puesto, su seguridad estará garantizada —admito, obteniendo asentimientos sinceros de mis compañeros.

—Así es. Durante estos dos días, hemos trabajado arduamente para maximizar la producción de balas. La implementación de las máquinas a vapor ha aumentado la eficiencia tal como previmos. Hemos acelerado el proceso de transferencia de recursos, y todo marcha según lo planeado.

Mis preocupaciones quedan atenuadas, ya que la etapa inicial de la fábrica de balas está a punto de concluir. Mientras la pólvora fluye en abundancia, junto a Baltazar hemos desarrollado un proceso para fabricar balas.

Las planchas se moldean con rapidez, y los moldes se ajustan con destreza por parte de Baltazar. Aunque nuestras cantidades iniciales no son abundantes, están trabajando incansablemente, priorizando la producción en pequeñas tandas.

—Asegúrate de recompensar su esfuerzo de manera justa. Una vez que todo esté en orden, les daremos un merecido descanso —subrayo con determinación, mirando a Crusch con seriedad.

Cada individuo merece recibir reconocimiento acorde a su dedicación y relevancia. Si han trabajado sin tregua, merecen una recompensa excepcional, mucho más allá de lo ordinario, pues su esfuerzo va más allá de lo estipulado en sus contratos.

Si bien son conscientes de que su labor beneficia a Irlam, recae sobre mis hombros la responsabilidad de liderar con excelencia y retribuir sus logros.

—De acuerdo, entonces, los contactaré mañana por la mañana —digo con una sonrisa, mientras Rem y Alsten asienten y se despiden.

Empiezo a cerrar el metía y noto a Otto en segundo plano antes de cerrarlo por completo.

El gesto de Rem y Alsten es sincero, y agradezco su partida antes de girar mi atención hacia Crusch. Ella parece complacida con nuestra interacción, y sus palabras revelan su admiración por la versatilidad del metía.

—Es cierto, un metía como este podría revolucionar la comunicación de manera significativa —responde Crusch, lamentando no tener la posibilidad de duplicar tal dispositivo.

Sin duda, marcaría el fin de las cartas y los mensajes breves, dando paso a una nueva era. He estado intentando replicar algo similar con Beatrice, pero está claro que no será una tarea sencilla.

—Mi enfoque actual es transmitir voz, aunque estoy en las etapas iniciales de aprender magia, por lo que me llevará tiempo comprender todas sus complejidades... Mi destreza no radica en la magia, sino en la física.

Crusch muestra curiosidad en su mirada, interrumpe su escritura y se aproxima. Se sienta frente a mí en silencio, un instante en el que nuestras miradas se entrelazan y evaluamos al otro. Este vínculo especial que compartimos no se teje desde un lugar de romance, sino de comprensión mutua.

Nuestros hombros soportan cargas significativas, y nuestras ambiciones personales nos impulsan.

Como individuo, Crusch me agrada en términos personales, pero no necesariamente la considero alguien en quien confiar ciegamente.

—¿Física? No estoy familiarizada con tal concepto.

No es sorprendente, la comprensión matemática en este mundo es rudimentaria, y la física como ciencia independiente es un concepto ajeno. Aunque existen nociones matemáticas en este mundo, la idea de la física como una disciplina separada es desconocida.

Su pregunta busca explorar más allá del concepto, busca entender mi perspectiva personal.

—La física es el estudio que nos permite comprender las leyes fundamentales que gobiernan el universo y cómo la materia y la energía interactúan en todas sus manifestaciones.

—¿Materia y energía? —inquiere, buscando indagar más profundamente.

Asiento ante su pregunta. En este momento, no hay problema con responderle. Ella, con su astucia, entiende que no voy a abordar ciertos temas por respeto. Comprende que no revelaré esos detalles y seguramente buscará otras formas de obtener la información que busca.

—La materia, en esencia, es todo lo que ocupa un espacio físico, como tú, yo, la tierra y el aire que nos rodea. Por otro lado, la energía es como una "fuerza" invisible que impulsa el movimiento de las cosas, la razón detrás de los cambios que experimentamos, como la luz que nos ilumina y el calor que sentimos —explico, tratando de simplificar conceptos complejos para que los comprenda.

Observo que intenta asimilar mi explicación mientras busco transmitir la esencia de manera concisa.

—Piensa en la energía como un "poder" sutil y omnipresente que está detrás de todo lo que ocurre en el mundo. Es esa fuerza misteriosa que mantiene nuestros pies en el suelo y da vida a las cosas —añado, tratando de evocar una imagen clara en su mente.

Para ilustrar mi punto, realizo una demostración práctica. Utilizo Murak, manipulando la fuerza de la gravedad sobre la mesa hasta que logro hacerla levitar, una exhibición de control sobre la energía.

—A través del dominio de esta energía, puedo realizar hazañas más allá de la simple magia. Mi conocimiento en estas áreas me permite utilizar la magia de manera fluida y eficiente —comento, destacando la importancia de mi formación en la interacción entre la materia y la energía.

Reconozco que, gracias a mis amplios conocimientos, la magia se convierte en un vasto terreno de posibilidades que debo explorar plenamente. La magia y la comprensión de estos conceptos no son entidades aisladas, sino más bien están entrelazadas en una sinfonía cósmica.

—En Irlam, se abordan estos fundamentos desde sus raíces en las academias. Nuestro objetivo es forjar una nueva generación de magos, académicos y ciudadanos que tengan la capacidad de avanzar sin restricciones —le dedico una sonrisa confiada, transmitiéndole mi determinación en esta empresa—. Ya hemos comenzado a dar pasos en esa dirección, moldeando una población que se apoya en su ingenio y talento, sin depender de nadie más que de sí mismos.

Al notar cómo sus ojos se abren con intriga, sé que ha captado mi mensaje. Sin embargo, he sido deliberadamente cauteloso al exponer todos los detalles. Quiero sembrar dudas en su mente, que se cuestione más, que busque más allá de las palabras que le he compartido. Quiero que comprenda que mi habilidad en la magia es un reflejo de mi compromiso con el aprendizaje, pero también quiero que perciba que no estoy guardando ningún conocimiento exclusivamente para mí.

Mis conocimientos son un faro que ilumina un camino para todos, aunque difieran en profundidad y alcance. Mi deseo es que todos tengan la oportunidad de emprender ese camino y explorar sus propias fronteras.

No daré todas mis cartas, ya que revelar cada detalle podría convertirse en un arma de doble filo. Por ello, para acceder a conocimientos avanzados, se exige a cualquier individuo que firme un contrato, comprometiéndose a utilizar ese saber en beneficio de Irlam y su comunidad.

Además, reservamos los derechos sobre dichos conocimientos.

Pronto, emitiré las primeras patentes en Irlam, permitiendo que las personas presenten y aseguren sus proyectos exclusivamente en nuestra comunidad. La idea es que este concepto se difunda y arraigue, mientras nosotros ejercemos un control total sobre el campo de las patentes.

Este enfoque promete ser una fuente sustancial de ingresos, sin lugar a duda.

—Irlam... Es realmente sorprendente cómo has logrado transformar un simple pueblo en algo tan excepcional, Marco —admite Crusch, su tono reflejando un asombro genuino—. Tu visión y ambición son ciertamente fascinantes.

Sus ojos me examinan con una mirada que nunca había presenciado. A diferencia de las expresiones serias y penetrantes de antes, ahora parece tener un aire de curiosidad infantil.

Parece querer adentrarse más en lo que he logrado y lo que planeo.

Sin darme cuenta, me permito relajarme un poco. Mi semblante se despeja, pero una sonrisa persistente se mantiene en mis labios. A veces, es fácil olvidar cómo mi rostro puede dar pistas de lo que siento, especialmente cuando estoy inmerso en la conversación.

—Bueno, siempre hay alguien dispuesto a cambiar el rumbo de las cosas. Mi entrada en el mundo debía ser impactante, dejar una huella duradera en la historia —respondo con seguridad, mi voz resonando con convicción.

No pasará mucho tiempo antes de que las palabras corran de boca en boca, afirmando que la intervención del campamento de Emilia desempeñó un papel crucial en la derrota de la temible ballena.

Nuestra conversación se sostiene en un delicado equilibrio, cada uno explorando los rincones de las palabras del otro en busca de significados ocultos. En este juego de intrigas y ambiciones, queda claro que la mente de Crusch está en constante movimiento, evaluando cada respuesta que ofrezco mientras yo también hago lo mismo.

Es un baile cauteloso en el que ambos participamos, tejiendo una red de comprensión y sospechas. Ninguno de nosotros está dispuesto a mostrar todas nuestras cartas, pero a medida que la conversación avanza, puedo sentir que una conexión más profunda se está formando entre nosotros.

Y a pesar de todas las incertidumbres, estoy intrigado por descubrir hasta dónde nos llevará este camino.

Seguimos hablando, cada uno diciendo sus logros en algún campo cualquiera, uno tras otro, como piezas de un rompecabezas que poco a poco van formando un cuadro de éxito. El título de barón es uno de esos logros, pero he optado por no revelárselo aún a Crusch.

Sé que pronto se enterará, pero los documentos aún no están en mi poder; han sido enviados a Irlam, no a la mansión, sino a mi oficina en el edificio militar.

Crusch deja escapar un suspiro ante mis palabras, encogiéndose de hombros con resignación.

—Siempre supe que eras alguien inteligente. Esa expresión fatigada en tu rostro lo decía todo, mostraba el arduo trabajo que realizabas. Tus tácticas comerciales son impresionantes, has mejorado notablemente la eficiencia y ambos hemos cosechado beneficios gracias a ello —comenta mientras se levanta y se acomoda a mi lado—. Aun así, tengo dudas sobre si lograremos concretar la alianza por completo. Me sorprende que no te invada el nerviosismo ante la inminente batalla contra ese gran monstruo.

Mantengo la calma, una cualidad que he cultivado a lo largo de mis experiencias. Nuestro plan está meticulosamente elaborado, y en teoría, la ballena no representa un peligro insuperable.

Los ataques de Gula y Codicia podrían resultar más amenazantes, pero incluso esos elementos son inciertos.

—No siento nerviosismo, ni puedo permitirme experimentarlo. Si yo mostrara inseguridad, eso se reflejaría en los demás —me reclino sobre el sofá, observando el techo mientras reflexiono—. Un líder debe ser capaz de guiar e inspirar a su equipo.

Con cada paso, siento que me alejo más de mi verdadero ser.

El miasma está provocando cambios en mí, transformaciones que no deseo ni controlo del todo.

—Entiendo. Es innegable que has cambiado el rumbo de las circunstancias —responde Crusch, su voz reflejando una comprensión profunda.

Nuestra conversación avanza como un juego de ajedrez, donde cada palabra y movimiento llevan consigo significados ocultos y estrategias más grandes. En esta danza cautelosa, ambos exploramos los límites de nuestra relación y ambiciones. Por mi parte, siento que estamos entrelazados en un camino que podría llevarnos hacia un futuro prometedor o a un abismo desconocido.

—Bueno, yo también tengo mis ambiciones —le digo, sosteniendo su mirada mientras coloco mi mano sobre su hombro—. Sin embargo, para mí, la verdadera esencia radica en encontrar la felicidad.

Crusch, quien hasta ahora había mantenido su mirada firme en sus objetivos, parece sorprendida por mis palabras, y su expresión se suaviza ante la reflexión.

—Ser feliz… —murmura, como si estuviera procesando una idea nueva.

—Sí, lo más importante es llevar a cabo nuestras acciones con alegría y satisfacción. De lo contrario, la vida carece de sentido.

No me toma mucho esfuerzo expresar esta creencia arraigada en mí.

A veces, sí, es necesario afrontar situaciones que nos generan infelicidad en pos de un objetivo mayor, pero eso no significa que debamos vivir sumidos en la tristeza. Lo crucial es encontrar momentos de felicidad en cada día, momentos que nos recarguen y nos permitan centrarnos en nosotros mismos.

—Si no eres capaz de afirmar que has experimentado la felicidad al menos una vez al día, entonces algo está fallando —añado, manteniendo la premisa que guía mi enfoque.

A pesar de no aplicarla en todo momento, esta idea permanece como un faro en mi interior. Las personas verdaderamente felices son aquellas capaces de hallar momentos de alegría incluso en medio de sus desafíos más grandes.

—Afrontar las dificultades con una sonrisa —proclamo con confianza, y veo cómo Crusch parece encontrar un significado profundo en mis palabras. Un silencio elocuente sigue mis afirmaciones, hasta que finalmente ella sonríe y responde:

—Eres un hombre extraordinario, Marco Luz.

—Hago lo que puedo por ser mejor cada día —respondo modestamente.

Después de esta breve pero intensa conversación, nos sumergimos en el trabajo que nos aguarda. Los informes de logística son presentados por el equipo, Crusch y yo nos dedicamos a revisar y analizar cada detalle minuciosamente. Félix y Wilhelm, por su parte, hacen su contribución al compilar la información esencial que necesitamos

La noche se desvaneció sin que durmiéramos, dejando a su paso el resplandor del amanecer. Cada detalle había sido meticulosamente planeado, y la mañana avanzaba sin obstáculos.

Junto a Crusch, avanzo mientras ella me guía para elegir un dragón, una elección crucial para movernos con la máxima velocidad posible.

Aunque he montado caballos en el pasado, la perspectiva de montar un dragón es una experiencia completamente nueva para mí. Me preparo mentalmente para lo que está por venir, aunque en el fondo espero que la experiencia sea algo similar a montar un caballo. Pero claro, en un nivel mucho más épico y majestuoso.

—Escoge uno, considera esto como un gesto de amistad —me dice Crusch, su tono seguro y su mirada desafiante.

Con su sugerencia en mente, comienzo a explorar las diversas opciones a mi alrededor. Ignoro las historias y prejuicios que rodean a ciertos dragones y me concentro en encontrar uno que me llame la atención. Patrashe, el dragón que he conocido previamente se cruza en mi camino, pero parece incómoda con mi cercanía y se aleja sutilmente.

Finalmente, llego a un dragón de color rojo carmesí intenso, con escamas gruesas y afiladas que emanan una sensación de intimidación. Su mirada parece portar una intención asesina que se suma a su aura amenazante. A pesar de su apariencia imponente, me acerco con determinación.

—Mantengo a este dragón por gusto propio, pero ten en cuenta que es extremadamente hostil hacia los recién llegados. No te hagas muchas expectativas. —Las palabras de Crusch advierten sobre la naturaleza del dragón mientras yo observo sus musculosas patas y siento su calor cercano.

—¿Cuál es su nombre? —pregunto, acercándome con confianza, aunque el dragón intenta morderme, pero retraigo mi mano a tiempo.

—Grímnir. Así lo nombró su antiguo dueño, quien falleció hace algunos años. Desde entonces, ha mantenido esta actitud. —la respuesta de Crusch me da una visión breve de la historia detrás de este dragón, pero opto por no profundizar ni cuestionar más al respecto.

El nombre Grímnir reverbera en mi mente, evocando una sensación de antigüedad y misterio. Mientras sostengo la mirada desafiante del dragón, una conexión parece establecerse, una especie de reconocimiento mutuo entre dos seres destinados a unirse en esta misión.

La elección se hace clara en mi mente mientras me preparo para lo que viene a continuación.

—Ese nombre…

La historia de Grímnir parece tener un tono mitológico, aunque no tengo recuerdos precisos de un relato similar en mi conocimiento. Su indomabilidad sugiere que nadie ha logrado someterlo hasta ahora. Sin embargo, sé que la violencia no es la respuesta adecuada, y tampoco tengo certeza de si el amor puede prevalecer en esta situación.

La furia en los ojos de Grímnir es evidente mientras me acerco a su costado. Observo su intento de embestirme con la cabeza, pero lo detengo utilizando mis habilidades en la magia. Al tocar su cuerpo, canalizo maná y aumento su masa, ejerciendo una presión que comienza a dominarla. A pesar de su resistencia, no cedo y mantengo mi determinación.

—Eres una dragona con orgullo y valentía. No sé qué dueño tuviste, pero yo también tengo mi orgullo —le hablo con una sonrisa, mientras Grímnir gruñe con más intensidad—. Seré tu dueño, pero respetaré tu orgullo. A partir de ahora, seremos aliados.

Continúo canalizando maná, haciendo que Grímnir se arrodille sobre sus patas traseras. Siento el calor de sus escamas mientras mantiene su actitud desafiante.

—Observa mi lucha, y lucha a mi lado. No tengo intención de morir pronto, me fortaleceré cada día —le digo con determinación.

Libero el maná acumulado, generando una presión palpable en el ambiente. Aunque no soy tan hábil como Beatrice, logro inquietar a los demás animales cercanos, incluido Grímnir.

—¡Roar! —Grímnir responde con un gruñido, levantándose y mostrando una mezcla de nerviosismo y enojo.

—Exacto, seremos invencibles.

Siento una conexión con Grímnir similar a la que el protagonista pudo haber experimentado. Parece como si ambos estuviéramos destinados a unirnos. Su aceptación de mi influencia mágica me sorprende, pero también siento que Grímnir entendió esa conexión inherente entre nosotros.

—Es asombroso que te haya aceptado. Es como si supiera que eras la elección correcta —comenta Crusch, aparentemente captando parte de la situación, aunque hay detalles que solo Grímnir y yo compartimos.

Después de este pequeño episodio, nos dirigimos hacia el Árbol Flugel. Para el viaje, decidimos llevar a todos los dragones en carrozas separadas, considerando la posible fatiga durante el trayecto. Nuestro objetivo es estar en las mejores condiciones posibles, ya que cualquier detalle puede ser crucial.

Una vez todo está preparado, comenzamos a abordar las carrozas. Mis soldados, Emilia y yo viajamos en una carroza aparte, mientras que Crusch y su grupo ocupan otra. La marcha comienza, y el camino hacia nuestro destino se desarrolla ante nosotros, lleno de incertidumbre y anticipación.

Emilia muestra un ligero nerviosismo, aunque trata de mantenerse fuerte. Es algo que percibo debido a mi cercanía con ella. Los soldados, en cambio, lucen firmes pero un tanto decaídos. Es evidente que las batallas y entrenamientos han dejado su marca en ellos.

Su función en esta batalla es de protección externa, mientras que artillería será la encargada de enfrentarse a la amenaza directamente.

Beatrice, por otro lado, parece estar disfrutando del momento. Su alegría es palpable, y pienso en la posibilidad de pasar tiempo con ella en la capital para ir de compras, quizás en un futuro, solo nosotros dos o incluso con Emilia. Ambas guardan silencio, y respeto su espacio mientras mis pensamientos se centran en lo que está por venir.

La prioridad es evitar morir. Mi vida es crucial para enfrentar la amenaza de la ballena y aprovechar la información que he obtenido. Sin la habilidad de utilizar magia correctamente, enfrentar a la ballena será un desafío aún mayor.

Mi objetivo es alcanzar una victoria lo más perfecta posible.

Aunque el retorno por muerte me brinda la capacidad de planificar, siento que dependo demasiado de la suerte en ese proceso. La idea de abusar de esta habilidad no me convence.

Además, el miasma es una energía en la que no confío plenamente. Temo que, al utilizarla, perderé algo irremplazable en mi mente y mi ser.

El retorno por muerte es un recurso del que prefiero no depender en exceso. Aunque no he experimentado la muerte con frecuencia, cada vez que lo hago, siento cómo mi conexión con la realidad se desvanece.

Lo único que queda es mi propósito, y eso me preocupa profundamente.

La posibilidad de morir y revivir me inquieta. Siempre estaré vivo, como en un juego donde puedes regresar desde el punto de guardado. Sin embargo, no quiero morir, no por la muerte en sí, sino por la extraña sensación que queda después.

Siento que podría enloquecer ante esa experiencia repetida y desorientadora.

A medida que nos acercamos al enfrentamiento con la ballena, mis pensamientos se centran en mantenerme con vida y en el desafío que nos espera. El futuro es incierto, pero mi determinación es firme.

No permitiré que la muerte y el retorno por muerte definan mi existencia, lucharé para mantener mi cordura y mi identidad intactas.

Mi último recurso en caso de que todos los demás planes fallen es recurrir a la estrategia utilizada por el protagonista en situaciones similares. Sin embargo, estoy confiado en que mi teoría funcionará y no será necesario llegar a ese extremo.

—Ganaremos —afirmo, captando la atención de todos los presentes, quienes me miran con cierta sorpresa.

Después de unos breves segundos de asombro, las sonrisas empiezan a aparecer en los rostros de mis compañeros, y todos se unen a mí con entusiasmo.

—¡Sí! —exclaman en un coro unido, reforzando la confianza en nuestra victoria.


Capítulo 1

La Ballena Blanca.

Después de una hora de viaje, finalmente diviso el imponente gran árbol que se alzaba majestuosamente, alcanzando las alturas de las nubes. Sus dimensiones son tan colosales que resulta asombroso, sin importar cuanto lo vea, me dejo llevar por la maravilla que representa. Es evidente que este árbol ha sido nutrido y alimentado con maná de manera excepcional, lo que ha permitido su sorprendente crecimiento.

El sabio Flugel, un enigma intrigante en la historia... Se insinuaba que él era el mismo protagonista, aunque eso me lleva a preguntarme:

¿Seré yo realmente ese protagonista?

Existe una forma de verificarlo, ya que se mencionaba en la novela que en el árbol se dejó un mensaje. Si puedo comprobar la existencia de ese mensaje, podría aclarar la incógnita de si fui yo quien dejó esas palabras.

Jamás consideraría tallar un árbol para escribir tonterías sin sentido. Además, si el propio sabio plantó este árbol y logró hacerlo crecer en tan poco tiempo, lo suficiente como para dejar un mensaje, eso sería un hecho memorable que no se habría olvidado fácilmente.

Nuestros carruajes finalmente se detienen, rompiendo mi cadena de pensamientos. Salimos rápidamente y el aire fresco me llena los pulmones. La imponente vista del árbol ante mis ojos me obliga a levantar la cabeza hasta que mi cuello protesta por el esfuerzo.

—Majestuoso —comenta Lucas, impresionado por la magnificencia del árbol—. Siempre lo vi a lo lejos hasta hace poco, pero nunca imaginé que fuera tan imponente... Me gustaría traer a mi esposa y mi hija para que lo vean.

La altura del árbol probablemente supera los tres kilómetros o más, haciéndolo verdaderamente monumental.

—Cuando todo esto termine, tendrás unas merecidas vacaciones para poder cumplir ese deseo. No te preocupes por el dinero, sabes que no te falta —afirmo, y una sonrisa orgullosa se dibuja en su rostro.

Crusch inicia la organización del montaje de los cañones mágicos, mientras que los dragones son cuidadosamente desembarcados de sus improvisadas carretillas. Cada uno de nosotros se enfrasca en diversas tareas, desde organizar provisiones hasta establecer el campamento de heridos.

La importancia del orden es innegable en momentos como este.

Sin embargo, Beatrice interrumpe nuestras tareas y toma mi mano, cuestionando si podemos dar un paseo con una expresion cálida y sonriente.

—Claro que sí —le respondo, asintiendo con una sonrisa. Mientras Emilia se mantiene ocupada, Beatrice y yo nos alejamos un poco del grupo.

Caminamos alrededor del imponente árbol en silencio, yo mismo absorto en mis reflexiones. Pero Beatrice me interrumpe, halándome del brazo y señalando hacia un campo de flores.

—Eso es... —murmuro, captando la importancia del lugar.

Ese campo es donde Wilhelm cree que terminó Thearesia.

Wilhelm Van Astrea. Aunque no he percibido ninguna intención maliciosa de su parte, su historia se mantiene en secreto. Supongo que lo más sensato es mantenerme atento y esperar a que él mismo decida compartirlo conmigo.

No quiero dar la impresión de que ya lo sé todo; si llega el momento, confiaré en que me lo dirá, aunque, por otro lado, es una historia que se ha recorrido por todo el mundo, así que puede que solo sea un malentendido de mi parte.

Llegamos al campo de flores, y Beatrice se lanza con gracia entre los pétalos, sus movimientos son un poema en sí mismos. El vestido ondea al viento, creando una danza en armonía con los caprichosos giros de las flores. Su felicidad es más que evidente, se contagia en cada sonrisa y risa que brota de sus labios, iluminando todo a su alrededor.

Sus ojos brillan con una ternura y belleza que iluminan el paisaje tanto como el sol que acaricia la escena. El viento agita su cabello dorado mientras ríe, sumergiéndose en su propio mundo de diversión. Verla así, completamente entregada a la alegría del momento, llena mi corazón de una calidez que solo experimento con ella.

No puedo lamentar ni por un instante haberla acompañado y sacado de su rutina. Cada segundo que paso a su lado se convierte en un tesoro invaluable, y si eso se traduce en ver su sonrisa radiante, entonces cada esfuerzo vale la pena.

Al mirar la felicidad y el amor sincero que reflejan sus ojos, mi determinación de protegerla y ser la causa de esa sonrisa se fortalece aún más. Ella corre hacia mí con una chispa de entusiasmo en su mirada, rodeándome con sus brazos con una fuerza que oculta su rostro en mi pecho.

Su cabello se mece en la brisa, creando una sinfonía suave y perfumada que solo aumenta el encanto del momento. Alza la mirada, y en sus ojos veo esa cálida sonrisa que me hace sentir como si el mundo entero se iluminara.

—Este árbol... Mi maestra lo entregó a alguien en el pasado, como si fuera un regalo de profundo significado. No tengo los detalles ni el nombre de esa persona en mi memoria, nunca me preocupé por retenerlos. Pero contemplar ahora su majestuosidad, su crecimiento a lo largo del tiempo, me llena de un sentimiento profundo —dice Beatrice, su voz es un susurro melodioso, como si compartiera un secreto con el viento.

Las palabras de Beatrice me hacen comprender que quizás nunca sabremos a quién fue destinado este regalo, pero eso es algo que deberé confirmar del dueño de la semilla. Una incertidumbre que me impulsa a esperar el momento adecuado, cuando todo haya terminado y pueda descifrar este enigma con calma.

Echidna, sin lugar a duda, tendrá las respuestas que necesito.

Aun con esa sonrisa radiante en su rostro, Beatrice toma mi mano y mira hacia arriba, como si intentara alcanzar las alturas del árbol que se alza majestuoso. En su intento, su delicadeza se convierte en gracia, y de repente, cae al suelo con una risa melodiosa. Pero en lugar de inmutarse, me atrae hacia ella, utilizando vita para recostarme a su lado. Los pétalos del suelo se elevan en el aire, rodeándonos como confeti en una celebración natural. Su cabello cae sobre las delicadas flores, entrelazándose con ellas y esparciendo su fragancia en el ambiente.

A pesar de la caída, su sonrisa persiste, irradiando una luz que no puede ser empañada por nada. Y mientras observo su rostro, noto que unas lágrimas de pura felicidad resbalan por sus mejillas.

—Sé que una batalla se avecina, pero... no puedo evitarlo, ¿sabes? —dice Beatrice con ternura en su voz, su mirada fija en mí—. Cuando estoy contigo, todo parece encajar en su lugar, y la felicidad me inunda de manera indescriptible de hecho.

Sus palabras son como un cálido abrazo que envuelve mi corazón, llenándolo de amor y gratitud. Una sonrisa se forma en mis labios ante la dulzura de sus sentimientos. Tomo su mano con la delicadeza que merece, mirándola con cariño profundo.

—Te amo —confieso, permitiendo que mis sentimientos fluyan sin restricciones, dejando que las palabras expresen lo que mi corazón siente.

Beatrice sigue sonriendo, emitiendo risitas que parecen música en el aire. Cierra los ojos con esa sonrisa que ilumina mi mundo, y aunque ríe, unas pocas lágrimas de dicha escapan de sus ojos.

—Jejeje, Betty también te ama muchísimo, de hecho —dice, revelando con cada palabra el profundo afecto que alberga en su corazón.

Sostengo su mano con suavidad, como si fuera la posesión más preciada que jamás tendré. Simplemente la miro, absorbiendo su belleza interior y exterior, y la felicidad que irradia.

—Eres increíble, Betty —le digo, asombrado por la maravilla de persona que ha llegado a ser—. Mi vida ha cobrado un significado más profundo desde que entraste en ella. Tener a alguien como tú a mi lado en esta batalla y en cada paso de la vida es un regalo que valoro más de lo que puedo expresar.

Eres la luz que disipa mis sombras y mi fuente de fortaleza inquebrantable.

Ella sonríe aún más ampliamente, y en este momento, somos más que dos almas, más que dos seres; somos dos corazones que laten en unísono, que se entrelazan en una danza única y eterna.

Juntos, nos quedamos allí, rodeados por la serenidad y la paz que nos brinda el entorno natural que nos rodea. A pesar de la inminente batalla que nos aguarda, solo queremos apreciar este instante de amor puro y complicidad, en el que nuestros corazones laten al ritmo del otro en una danza de felicidad inigualable.

En ese fugaz instante de calma, un oasis de serenidad en medio de la inminente tormenta de batalla, me encuentro perdiéndome en la encantadora sonrisa de Beatrice. A pesar de la incertidumbre que se cierne sobre nosotros, no puedo evitar entregarme completamente a su sonrisa, como si fuera un faro de esperanza en la oscuridad que nos rodea.

Sí, estoy completamente inmerso en su aura, en ese mundo mágico que solo ella es capaz de crear a mi alrededor. En este momento, nada más importa, solo somos nosotros dos, compartiendo este instante de paz y conexión profunda.

«Una hija...» pienso para mí mismo, dejando que la idea se filtre en mi conciencia.

Me pregunto cómo se sentirá ser padre. Si lo que siento ahora, este profundo y sincero amor por Beatrice, es apenas una pequeña muestra de lo que significa ser un verdadero padre, entonces puedo entender por qué el amor de un padre es tan intenso y trascendental, superando cualquier obstáculo que se imponga en el camino.

En este momento, me doy cuenta de que estoy dispuesto a enfrentar cualquier desafío, a superar cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino, si eso significa que podremos construir un futuro juntos, uno donde podamos ser una familia feliz, un padre y una hija que viven en paz.

Sin importar si ella es un espíritu, no puedo evitar verla como una hija para mí.

Mis pensamientos se detienen cuando escucho pasos tranquilos acercándose. Volteo para ver a Wilhelm, quien camina hacia nosotros con calma y serenidad. Su rostro muestra una mezcla de emociones, y aunque los ancianos a menudo tienen expresiones más rígidas, su mirada profunda y su aura revelan que hay mucho más en su interior.

Wilhelm se inclina ante nosotros en un gesto de respeto y saludo.

—Señor Marco, señorita Beatrice, discúlpenme por interrumpir este momento —dice Wilhelm, enderezándose con energía— El escuadrón de artillería acaba de llegar y la señorita Crusch me pidió venir a buscarlos.

Asiento agradecido, mi mirada se cruza con la de Beatrice, quien hace pucheros mientras ignora nuestra conversación. Me pongo de pie y encaro a Wilhelm con determinación.

—Encontré este increíble campo de flores, así que no pudimos resistir la tentación de venir a verlo —afirmo con un tono lleno de entusiasmo, girando mi cuerpo para contemplar el esplendoroso paisaje.

Wilhelm parece sumido en sus pensamientos por unos instantes, su mirada profunda se encuentra con la mía, y su voz resuena con una melancolía ardiente mientras dice:

—¿Le gustan las flores? —Wilhelm me observa fijamente, como si mi respuesta fuera clave. Mantenemos un contacto visual intenso mientras reflexiono sobre qué responder.

Sé que debo impresionar a Wilhelm en este momento. La mejor manera es mostrar empatía y profundidad. Él posee una gran sabiduría y experiencia, y me gustaría tener una conversación franca sobre la guerra semihumana, un conflicto que él vivió en carne propia. Y quién sabe, tal vez pueda aprender algo de él en términos de habilidades marciales.

Con una idea clara en mente, le contesto con determinación:

—Las flores son solo flores, eso es innegable. Pueden ser bellas o feas a simple vista, y eso es lo básico —dirijo mi mirada hacia el impresionante campo—. Pero, para mí, su auténtica belleza emana del significado que les atribuyes.

La belleza, al igual que en la vida misma, es subjetiva y surge de las percepciones, los sentimientos y los recuerdos que las acompañan. La fealdad y la belleza pueden someterse a estadísticas, pero siempre habrá excepciones igual de validas.

A veces, lo que es hermoso para algunos puede ser insulso para otros.

Los gustos varían, y es crucial comprender todas las perspectivas. Aunque puedas explicarte, si alguien no te comprende, es porque sus puntos de vista difieren de los tuyos, y eso no necesariamente significa que está mal.

Aunque esto solo es en términos de gustos y opiniones, algo apartado de la ciencia, o bueno… Deseo pensar eso.

Las flores comparten esta característica.

—Para mí, las flores se asemejan a las personas: algunas son hermosas pero peligrosas, otras pueden carecer de atractivo, pero resultar sumamente útiles, algunas desprenden un aura sensual mientras que otras son más formales, algunas son fuertes y otras frágiles… Puede que haya especies que evocan emociones específicas. Incluso las flores pueden ser extrovertidas y mantenerse abiertas, o introvertidas y cerrarse en presencia de alguien para protegerse.

Las flores no son más que flores.

Lo que verdaderamente importa es la forma en que decides percibirlas.

—No obstante, al final del día, son simplemente flores —concluyo, respondiendo a su pregunta—. Me gustan, pero me atrae aún más cómo las interpreto, más allá de su apariencia.

La respuesta parece haber dejado a Wilhelm un tanto reflexivo, lo que indica que tal vez haya escuchado respuestas similares en el pasado. No es extraño que las personas compartan este tipo de perspectivas acerca de las flores.

—Ya veo... tienes razón. Las flores siempre serán simplemente flores, sin importar la percepción que tengas de ellas. Es una respuesta válida —Wilhelm asiente con aprobación y extiende su mano hacia mí—. Cuando todo esto termine, me gustaría tener una conversación contigo.

Estrecho su mano con firmeza, transmitiéndole mi compromiso:

—Será un honor para mí. Puedes estar seguro de que saldremos victoriosos de esto.

Aunque los labios de Wilhelm parecen intentar formar una sonrisa, rápidamente desvía su mirada. Beatrice sujeta mi mano y, a lo lejos, observo cómo Alsten está ocupado dirigiendo a los soldados de artillería en la tarea de bajar los cañones.

La escena es una muestra de organización y eficiencia, con el equipo de Crusch trabajando coordinadamente para desplegar las piezas de los cañones mágicos. Estos cañones tienen un aspecto peculiar, que combina elementos medievales con toques modernos, destacando por sus detalles luminosos en rojo y su apariencia que roza lo futurista.

En contraste, mis cañones son de mayor tamaño y quizás no tan elegantes como los cañones mágicos de Crusch, pero nuestros cañones militares no se quedan atrás. Quizás carecen de ciertos detalles estéticos, pero lo más importante es su potencia explosiva.

Mientras nos acercamos a Alsten, él realiza un saludo militar con una expresión seria.

—¡Mi general! El transporte ha sido un éxito, cinco cañones y la versión especial están listos para su uso.

Mis ojos se posan en los tres dragones que acompañan los carruajes. Son imponentes criaturas de cuatro patas, adaptadas para cargar con grandes cargas. Los carruajes, completamente modificados con ruedas y bases metálicas para soportar el peso, evidencian que el proceso fue laborioso. Los soldados se adelantaron mucho antes que nosotros, saliendo a altas horas de la mañana, pero está claro que todo ha funcionado de manera eficiente y efectiva.

—Esos carruajes... —Wilhelm dirige su mirada hacia los carruajes con cierta sorpresa, y después de unos momentos de análisis, añade—: tres dragones es la elección adecuada.

—La madera no aguantaría el peso —continúo explicándole—, por eso fue necesario desmontarlos en su caso. Pero lamentablemente, no podemos hacerlo con tanta facilidad en estos momentos.

Desmontar los cañones los volvería prácticamente inutilizables durante un tiempo, lo que hace que el mantenimiento sea excepcionalmente complicado. La mejor solución fue la que tomamos, adaptando los carruajes con estructuras metálicas y añadiendo más dragones para distribuir la carga. Por ahora, es lo más práctico.

Quizás en el futuro, con avances como la máquina a vapor más compacta y ligera, podremos replantearlo.

El tiempo avanza y procedemos a montar todo en posición. Los cañones mágicos son estratégicamente ubicados para evitar cualquier interferencia con los cañones convencionales.

Ahora todo está listo, solo nos queda aguardar.

Los sanadores han establecido su campamento, y veo a Emilia junto a Beatrice y Félix. Crusch y yo nos encontramos en nuestros respectivos dragones, preparados y expectantes.

La tensión es palpable mientras aguardamos.

Dirijo mi mirada hacia Crusch, y en silencio me sumerjo en mis pensamientos. No sé si la confrontación ocurrirá hoy, ni qué desenlace tendrá. Pero hay cosas que no se pueden evitar y que, sin importar lo que deseemos, deben acontecer.

Los caballeros están formados detrás de nosotros, manteniendo la distancia adecuada. Todos estamos erguidos, listos para la acción.

La ballena es un enemigo formidable, y el plan que tenemos es arriesgado.

La introducción de la pólvora ha sido un elemento valioso, pero si no fuera por la combinación con los cristales lamicta de fuego, su utilidad sería limitada.

En este mundo, existen individuos capaces de superar la velocidad del sonido.

Monstruos como la ballena pueden resistir explosiones de proporciones gigantescas. Aunque el árbol gigante logró abatir a la ballena, esta no es necesariamente la única forma de eliminarla.

Hay una táctica más práctica para derrotarla, aunque no involucra únicamente la pólvora. La ballena es vulnerable al daño físico, a fin de cuentas, sigue siendo una criatura viva. Los daños internos son más devastadores que los externos, lo que sugiere que proyectiles con cristales lamicta de fuego en su interior podrían resultar eficaces.

Los mismos cristales utilizados en los cañones de Crusch pueden ser aprovechados para esta estrategia, cristales de fuego de gran tamaño capaces de liberar una ráfaga intensa de maná.

El desafío principal reside en la precisión necesaria para alcanzar el punto vulnerable de la ballena.

Desde mi punto de vista, los ataques llevados a cabo en la novela no parecen haber afectado a la ballena de manera significativa, debido a la secuencia en la que se realizaron.

El mayor daño logrado fue cuando Wilhelm logró infligir heridas internas, permitiendo que saliera del interior de la bestia, o cuando arrancaron su ojo.

La fuerza de Wilhelm es indudablemente excepcional, pero difícilmente superará la potencia explosiva de varios kilogramos de estos proyectiles. Incluso en tierra, es un desafío abrumador, tomando en cuenta el alcance de la explosión. Por supuesto, no entraré en detalle sobre bombas modernas, y mucho menos mencionaré dispositivos nucleares o superiores.

No tengo la intención de llevar a cabo una batalla prolongada; es fundamental acabar con la ballena a través de un plan meticuloso. Sería imprudente enfrentarla de otro modo.

De hecho, tengo planes de contingencia en mente. Mi percepción cambió tras la evasión de ese disparo por parte de Wilhelm. Es evidente que necesito ajustar varios aspectos de la pólvora actual.

Ahora, en vista de la confrontación inminente con la ballena, esta necesidad se vuelve aún más urgente. Mantener armas que no estén a la altura de las circunstancias es un error.

Estancarme en los recursos tecnológicos de mi propio mundo resulta insensato. Muchos individuos en este mundo tienen la capacidad de esquivar ciertos tipos de proyectiles. La velocidad promedio del sonido es de 344 metros por segundo, mientras que una bala de 9 mm de una pistola común puede alcanzar los 360 metros por segundo.

Si bien no son muchos quienes pueden superar esa velocidad, ello implica que hay personas capaces de hacerlo, ya sea a través de bendiciones divinas o habilidades físicas excepcionales. Esto no significa necesariamente que una bala sea ineficaz contra estas personas.

Un disparo preciso en la cabeza puede ser definitivo.

La epidermis sigue siendo más delgada que la energía liberada por una bala, al menos en el caso de los humanos. No puedo afirmar con certeza respecto a los semihumanos, pero en el caso de los humanos, eso parece improbable.

Incluso si alguien sobreviviera a un impacto en el corazón, la ausencia de actividad cerebral resultaría fatal.

Sin duda, moverse a velocidades tan elevadas no hace que esquivar sea una tarea imposible, pero ciertamente representa un reto significativo. En un combate cuerpo a cuerpo, sería indudablemente difícil enfrentar a alguien capaz de desplazarse a grandes velocidades, tal como Wilhelm.

Los cañones pueden volverse inútiles si uno tiene la capacidad de detectarlos, pero eso no necesariamente anula la eficacia de las armas en su totalidad.

Como ingeniero, mejorar y adaptar objetos con base en el conocimiento es parte intrínseca de mi enfoque.

La magia, sin duda, puede subvertir la eficacia de objetos físicos, pero al combinar ambos enfoques se pueden compensar las limitaciones.

El nuevo prototipo de pólvora es un ejemplo de este proceso; mediante los cristales lamicta, logro acceder a niveles de potencia de fuego que la pólvora negra convencional no puede proporcionar. Mi búsqueda de obtener acero es un componente clave de esta estrategia, ya que el refuerzo de las armas me permitiría fabricar calibres más avanzados y balas aún más veloces que los rifles de mi mundo, sin sacrificar eficiencia energética.

Según mis recuerdos, la bala más rápida propulsada por pólvora en mi mundo alcanza velocidades cercanas a los 1000 metros por segundo. Esto pone de manifiesto que la pólvora sigue siendo un factor limitante, a pesar de mejoras en su formulación.

Los rieles magnéticos son una posibilidad para superar esta barrera, pero por el momento, esa es una opción inalcanzable.

Estoy seguro de que en este mundo existen individuos capaces de superar el Match 4. La magia permite eliminar la fricción del aire, lo que hace plausible superar incluso un Match 5, donde la resistencia del aire se convierte en un obstáculo significativo.

En comparación, mis balas están actualmente por debajo de Match 1, ya que el hierro, evidentemente, no soporta la alta concentración de lamicta de fuego. Por eso, el desarrollo de armas más avanzadas, capaces de resistir tal potencia, resulta crucial.

Si lo logro, podría tener balas capaces de enfrentar incluso a oponentes como Wilhelm. O al menos eso es lo que espero lograr.

La batalla se presenta como un desafío monumental, y estoy plenamente consciente de la importancia de superarlo. No hay espacio para dudas en mi mente; el éxito de este plan es vital para la vida de tantas personas, y una sola incertidumbre podría desencadenar una serie de eventos desastrosos.

El peso que llevamos Crusch y yo sobre nuestros hombros es abrumador, pero extrañamente me reconforta el hecho de que ella comparta esta carga conmigo.

Con ella a mi lado, sé que entiende mi situación y mis emociones.

Una sonrisa se forma en mi rostro, captando su atención. A medida que hablo, su mirada se dirige hacia mí.

—Si el plan no funciona, siempre hay un plan de respaldo que nunca falla. Si la situación lo demanda, simplemente lo ejecutamos.

Ella sonríe, pero suspira con un dejo de preocupación.

—Es una locura, destruir un monumento histórico.

—Mejor eso que permitir que un enemigo histórico siga viviendo.

Esta experiencia en la capital me ha revelado muchas verdades. Hay una serie de tareas que debo abordar, y aunque la carga es grande, tengo la confianza necesaria para enfrentarla.

Mi confianza también radica en la posibilidad de contar con Crusch a mi lado a futuro; su participación facilitaría enormemente el desarrollo del plan.

Si la tenemos de nuestro lado, podríamos acceder a información interna, conocer las dinámicas que se juegan en el trasfondo. Incluso si llegamos a perder la batalla, la alianza que podríamos formar podría darnos oportunidades para liderar en otros aspectos: económicos, militares, políticos.

La idea de finalmente vivir una vida tranquila, después de tantos momentos oscuros, me motiva profundamente.

Sin embargo, un silencio inquietante comienza a cernirse sobre nosotros, acompañado de una sensación extraña en mi pecho. Poco a poco, notamos cómo las nubes comienzan a cubrir el cielo que antes estaba despejado. El cambio de un ambiente soleado a una atmósfera cargada de lluvia se vuelve palpable.

—La lluvia sería un problema —confieso, mientras Crusch parece mostrar cierta preocupación en su rostro.

La niebla mágica de la ballena es algo que solo conocía por representaciones animadas, por lo que no puedo compararla directamente con lo que estoy presenciando. La altura en la que nos encontramos dificulta sentir el maná de manera precisa.

—La niebla es el maná de la ballena. Si estas nubes son su origen, eso implica que… —Crusch no logra terminar su frase antes de que un grito interrumpa nuestro diálogo.

Un sonido extraño, similar al que he escuchado a través de mis auriculares, resuena en el aire. Es un rugido profundo que penetra en los corazones de todos como una espada afilada. Sin previo aviso, nos damos cuenta de que estamos siendo observados.

El sonido, sin lugar a duda, es el característico llamado de una ballena.

Las miradas se dirigen expectantes hacia el cielo, y una niebla densa comienza a descender de las nubes, transformando el día que antes lucía hermoso en una oscuridad desesperanzadora. La tensión se apodera del aire y una orden se desliza entre mis labios.

—¡Preparen sus armas! —gritamos en un unísono, mis ojos clavados en el oscurecido cielo, consciente de que el enfrentamiento es inminente.

Nuestra formación consta de trece cañones mágicos y seis cañones físicos. Aunque tenemos un poderoso arsenal, la certeza es que nuestras armas no serán suficientes para causarle daño real.

Mi hipótesis sugiere que la razón detrás de la supervivencia de la ballena se debe a que el daño físico previo no fue lo suficientemente intenso como para complementar su vulnerabilidad mágica.

Por lo tanto, mi plan es que la combinación de pólvora y lamicta haga su trabajo, mientras que los proyectiles de Crusch infligirán un daño físico y mágico simultáneo.

La expectación es palpable, pero Grímnir, en su impaciencia, resopla y arranca un trozo de césped con su pata. Es obvio que ella también está lista para actuar. Sin embargo, en mi caso, he decidido reservar mi habilidad de vuelo.

Volar es un poder que no quiero revelar tan pronto.

Incluso en Irlam, esta capacidad está rodeada de secreto. Son muy pocos los que pueden volar, por lo que es esencial que mantenga este don en el anonimato. Mostré que puedo controlar el peso, pero no he dejado entrever mi capacidad de vuelo.

Dudo que muchas personas tengan conjeturas precisas al respecto, y eso es algo que prefiero mantener.

En medio de la tensión, un grito agudo despierta nuestra atención. Todos giramos instintivamente, nuestros ojos se clavan en la dirección señalada. Fue en ese instante que la vi por primera vez.

Un terror absoluto se apoderó de mi corazón, y por la expresión en el rostro de Crusch, sé que ella también está impactada por lo que estamos enfrentando.

La criatura se alza en el aire, realizando una danza aérea acompañada de chillidos ensordecedores que parecen cortar el aire con su intensidad. Nos quedamos atónitos, sin emitir una sola palabra, mientras el temor comienza a envolver el ambiente.

La ballena que enfrentamos supera en tamaño a cualquier otra que haya visto. Las ballenas grandes generalmente miden entre veinte y treinta metros, pero esta abominación parece sobrepasar los cincuenta metros.

Mi garganta se tensa y trago saliva mientras cierro los ojos por un momento, intentando asimilar la magnitud de la situación.

La dura verdad se me hace evidente: subestimé la amenaza. Esto no será en absoluto una tarea fácil. He cometido un grave error al pensar que podría enfrentarla sin consecuencias.

—¡Artillería! —mi voz se eleva en un grito, sacando a mis soldados de su estupor causado por el terror— ¡Preparen los malditos cañones!

Mi mirada feroz se clava en ellos, y actúan con urgencia.

Las manos me tiemblan y mi corazón late con una intensidad que parece querer escapar de mi pecho. Me aborrezco por haber sucumbido a la cobardía, por haber subestimado esta amenaza de manera tan flagrante.

Somos solo ciento diez personas en contra de esta monstruosidad. Es incluso posible que, en la historia, la ballena solo haya sido derrotada gracias a circunstancias creadas por el guion mismo.

Calcular la trayectoria precisa de una caída de árbol, infligir el daño necesario para que caiga en la dirección correcta, estos son cálculos casi imposibles de hacer en un momento como este.

Mi último recurso es un plan riesgoso, pero no está exento de fallas.

No tengo el peso del árbol, no puedo estimar la velocidad de su caída ni el ángulo adecuado para derribarla. La explosión provocada por el impacto del árbol también podría tener consecuencias catastróficas.

Este es mi último as en la manga contra ella, pero todavía tengo una preocupación latente: ¿y si ella es más fuerte de lo que imaginaba?

Maldición.

—¡Caballeros! —el rugido de Crusch resuena con determinación, su espada se alza en el aire— ¡Ataquemos!

Crusch carga su espada con maná, una luz azul rodea la hoja mientras adopta una posición de combate. La colosal ballena continúa en el aire, jugando con nosotros de alguna manera retorcida.

Crusch mira al cielo con ojos resueltos, y con un rápido movimiento de su espada, un chasquido agudo corta el aire. El golpe se desliza entre la densa niebla y en un parpadeo, la ballena emite un gemido de dolor.

Un torrente de sangre brota de su abdomen y la criatura se curva bajo el impacto poderoso. El enfrentamiento ha comenzado, y aunque estamos superados en tamaño y fuerza, la determinación de Crusch nos guía hacia adelante.

—Los ataques no van a causarle mucho daño, pero si queremos una oportunidad, necesitamos debilitarla lo suficiente para que descienda —dirijo mi mirada hacia Crusch, cuya expresión parece estar cargada de tensión.

Sus ojos están fijos en la ballena, y puedo sentir que está pensando en lo mismo que yo: enfrentar a una criatura de esta magnitud no es algo que se tome a la ligera.

—Sí, tenemos que superar esto —responde, su voz firme.

Los caballeros comienzan a gritar y avanzar mientras penetran en la niebla. Los preparativos se desarrollan tal como se planeó, con un grupo avanzando primero, dispuestos a sacrificar sus vidas si es necesario.

El plan debe funcionar.

A medida que la niebla se extiende, los magos utilizan cristales anti-maná para disiparla. Mis manos tiemblan. Hasta ahora, he luchado principalmente contra seres más o menos humanos, e incluso las bestias mágicas no se comparan con esta monstruosidad. La niebla envuelve el entorno, disminuyendo enormemente el campo de visión, todo esto mientras los magos trabajan arduamente para despejarla.

La matriz de cristales rodea artillería y el campo de sanación, es un punto que debe estar libre en todo momento, pero a pocos metros ya no se logra ver nada. Hacía arriba la niebla es menos densa, permitiendo ver a la ballena, pero desde abajo sería imposible.

Tengo que encontrar fuerza en mí mismo, no puedo permitirme mostrar debilidad en este momento crucial.

—Oye, Crusch —interrumpo su avance, atrayendo su atención hacia mí—. Si logramos salir con vida de esto, me gustaría celebrar con una buena borrachera contigo.

Es una promesa que le ofrezco, una manera de fortalecernos mutuamente.

Ella abre los ojos en sorpresa y luego sonríe de manera espontánea. Sabe que mi intención es reducir la tensión que nos rodea.

La vida de todos depende de nuestras acciones, así que debemos mantener la calma y la determinación en medio de la adversidad.

—Por supuesto, si salimos de esto, asegúrate de cumplir esa promesa —dice, extendiendo su mano en un puño determinado.

Con una sonrisa, choco mi puño con el suyo. En ese instante, tiro de las riendas de Grímnir, quien resopla con fuerza, lista para entrar en acción en el momento adecuado.

No me queda más opción que asumir un enfoque estratégico.

Puedo lanzar bolas de fuego o cristales de hielo, pero en su mayoría serían inútiles contra esta criatura. Prefiero reservar mi maná para conjuros más poderosos y letales.

Mi papel como comandante es precisamente eso, comandar; enfrentar a esta bestia está más allá de mis capacidades.

La ballena sigue en lo alto, generando más y más niebla. Parece que necesita altitud para crear esta densa cortina de niebla que desciende al suelo, cubriendo el campo en una espesa oscuridad, mientras que en las alturas se vuelve más tenue.

Esto le otorga la ventaja de ataques sorpresa, ya que puede ver con claridad desde lo alto.

El sol también juega un papel crucial, ya que gracias a la niebla hemos quedado sumidos en la oscuridad total.

Nuestro objetivo es resistir hasta que la visibilidad mejore, usando los cristales de luz.

El equipo de artillería comienza a hacer cálculos, enfrentándose a un enemigo móvil que parece no habernos detectado aún. La capitana Sofía inicia los preparativos mientras todos observamos cómo nuestros soldados mueven los cañones, colocándolos en posición en cuestión de segundos.

Los caballeros no pueden intervenir hasta que la ballena descienda, por lo que comenzamos a establecer posiciones estratégicas. Dividimos a nuestras fuerzas en escuadrones según el plan previamente trazado.

Aunque no contamos con la ventaja de una alianza con el gremio de Anastasia, ahora debemos hacer de este logro algo propio.

Sofía levanta su pulgar hacia Alsten, quien mira hacia la ballena y extiende su mano con determinación, gritando:

—¡Fuego! —su voz retumba, seguida por un ensordecedor estruendo cuando cinco cañones son disparados simultáneamente.

Los proyectiles avanzan a gran velocidad por el campo, atravesando la niebla densa. Todos observamos asombrados mientras siguen sus impresionantes trayectorias. En cuestión de segundos, los impactos resonaron, haciendo que la ballena comience a retorcerse ante los cuatro de los cinco proyectiles que impactaron.

La expectación se palpita en el aire mientras esperamos, y entonces...

¡BOOOM!

El estallido sacude el suelo y el aire, reverberando con una fuerza impresionante.

Las nubes de fuego se elevan en el aire, acompañadas por un agudo chillido de dolor que resuena por los cielos. Una onda expansiva sigue a la explosión, dispersando la niebla circundante y brindando a los magos una vista más clara de la ballena.

Crusch abre los ojos y sonríe, demostrando que lo que le he mostrado previamente era solo una parte de la verdad. Impone su presencia con autoridad, asumiendo su papel de comandante.

—¡Disparen! —exclama Crusch, provocando que los trece proyectiles mágicos sean lanzados al instante.

Una serie de explosiones ilumina todo el entorno, mientras varios magos activan sus proyectiles. Tras un breve lapso, los trece cañones emiten una descarga. Ráfagas de fuego atraviesan el aire a gran velocidad, con un retroceso casi imperceptible pero una potencia asombrosa.

¡BOOOOOOM!

Una onda de calor se propaga por nuestras figuras, una secuencia titánica que se supone ha infligido un daño considerable. Las nubes de fuego siguen elevándose mientras el humo empieza a teñir el ambiente.

Sin dar tregua, Alsten ordena una segunda ronda de disparos. Los proyectiles vuelan en la misma dirección, pero para nuestra sorpresa, atraviesan las nubes de fuego y caen hacia el suelo, detonando al impacto.

La ballena parece haber desaparecido de nuestra vista sin que nos demos cuenta.

—¡Prepárense para la siguiente fase! —grito, mirando hacia el campamento donde se encuentran Emilia y Beatrice.

Ellas se encargarán de proteger a la artillería junto con los otros magos. Aquí es donde se establece la división. Para tener alguna esperanza de éxito, es crucial seguir una estrategia bien definida. Si atacamos sin coordinación, la batalla podría prolongarse indefinidamente.

Todo debe ejecutarse sin margen de error.

—¡Entendido! —todos responden al unísono, desde los caballeros hasta los magos, el gremio de sanación y mis propios soldados.

Sin titubear, avanzamos hacia la niebla, donde pequeños cristales emiten una tenue luz. Pero iluminar el área podría no resultar tan útil como parece; usar cristales de luz en medio de la niebla podría causar reflejos inesperados y complicar aún más nuestra visión.

Cada acción tiene su momento, y en este momento, todo está en juego. Mientras avanzamos a gran velocidad, el viento no azota mi rostro con violencia gracias a la protección divina que me rodea mientras cabalgo un dragón.

El viento parece rozarme suavemente, como si su fuerza hubiera sido atenuada. Es como si el viento en sí mismo fuera una ilusión.

Agradezco internamente por esta bendición que me protege mientras estoy a lomos de Grímnir.

No sabemos con certeza cuán astuta es la ballena, pero es probable que haya detectado nuestra retirada y vea una oportunidad para eliminarnos, fuera del alcance de artillería.

Aunque desconocemos el alcance de los daños que hemos infligido, debido a la niebla y al fuego que hemos generado.

Dos escuadrones me siguen de cerca mientras exploramos en todas direcciones, buscando cualquier indicio de la ballena. La densidad de la niebla ha aumentado, formando una capa que se eleva a pocos metros de altura. Es imposible ver más arriba sin recurrir a la magia de viento. Ante esta situación, mi estrategia se simplifica.

Decidimos seguir un enfoque de ataque y huida. Mientras un grupo atrae la atención de la ballena, otro grupo la ataca. Vamos a ejecutar esta táctica de manera ordenada, con la esperanza de debilitarla gradualmente.

Los dragones son lo suficientemente rápidos como para permitirnos realizar este tipo de maniobras.

O al menos eso espero.

No estoy afrontando esta situación como una batalla común, sino más bien como un juego. Aunque esta mentalidad pueda parecer inmadura, me ayuda a planificar mi estrategia.

Mis patrones de ataque y movimiento están fundados en algún tipo de lógica, basada en mis conocimientos previos. Planeo cada movimiento como si fuera una jugada en un tablero de ajedrez, calculando posibilidades y riesgos.

La niebla que nos rodea parece estar compuesta de maná, pero sus efectos son físicos.

Siento como si algo estuviera oprimiendo mis pulmones, dificultándome la respiración. Los ataques de niebla que pueden borrar a las personas de la existencia son un problema potencial.

La incertidumbre y el peligro se ciernen sobre nosotros mientras nos preparamos para enfrentar esta amenaza. La narrativa de la novela apenas rasca la superficie de los detalles cruciales que necesitamos comprender en esta situación crítica.

Estoy decidido a desentrañar los misterios de esta realidad y aprovechar al máximo las circunstancias, por más desafiantes que puedan parecer.

Aunque pueda sonar cruel, entiendo que podríamos sufrir bajas en esta batalla. Sin embargo, estas pérdidas pueden ser cruciales para aprender y adaptarnos, estableciendo reglas y estrategias más efectivas para futuros enfrentamientos.

Estoy dispuesto a tomar decisiones difíciles si eso nos brinda una oportunidad de prevalecer y proteger a nuestro mundo.

Dos escuadrones de caballeros siguen mis pasos mientras nos dividimos en grupos de diez, distribuyéndonos por todo el campo. Esta táctica no solo nos permitirá llevar un recuento de los caídos en batalla, sino que también nos proporcionará información esencial para ajustar nuestra estrategia en tiempo real.

Cada grupo cuenta con magos de fuego que pueden enviar señales para informar sobre la ubicación de la amenaza.

Mantengo a todos alerta con un grito:

—¡Estén atentos a cualquier movimiento! —mi voz resuena, y puedo sentir el nerviosismo en el aire mientras la visibilidad se reduce a unos pocos metros debido a la espesa niebla.

Hago uso de mi magia de viento para dispersar la niebla, pero esta persiste en interferir, envolviéndonos en un velo de misterio cargado de maná.

Aunque en este momento no estoy suficientemente saturado de miasma como para atraer la atención de la ballena, sé que sería insensato convertirme en su objetivo.

La sola idea de enfrentar la muerte me llena de temor. No solo porque significaría perder mi poder y depender de los demás, sino también por la incertidumbre de lo que sucedería después.

No quiero dejar cabos sueltos y tener que depender de la suerte; he aprendido que prepararse es clave para enfrentar cualquier adversidad.

El control del miasma en mi miasma es una preocupación constante.

Aunque mi puerta ha mejorado gracias a los esfuerzos de Puck, el crecimiento del miasma sigue siendo un reto. Controlar sus efectos es complicado, y solo en lugares con una fuerte presencia de magia Yang puedo mitigar sus efectos

Mientras evalúo la situación, noto que Grímnir está alerta.

Los dragones poseen una sensibilidad especial hacia el maná, lo que nos brinda una ventaja en la percepción de los ataques enemigos. Observo cómo su mirada se torna intensa y sus movimientos se vuelven más agudos.

No es solo un simple dragón; su actitud revela que es algo más que eso.

Un rugido ensordecedor parte el aire, sacudiendo el suelo bajo nuestros pies. El sonido es abrumador, y sé que estamos en una situación crítica.

Un grito ensordecedor hace temblar el suelo, mi equipo se empieza a mover lentamente, preparándose para la carrera en cualquier momento.

Mis acciones desesperadas expulsan una gran cantidad de niebla con mi magia, proporcionando una frágil visión en medio de la densidad del vapor.

En un instante crucial, su cuerno emerge, anunciando su llegada con un grotesco espectáculo. La visión de su rostro me golpea con fuerza; es lo más aberrante que he presenciado desde que llegué a este mundo.

Sus aletas pectorales se extienden como guadañas letales, cortando la tierra sin esfuerzo mientras avanzan. Su piel, cubierta de pelos blancos, parece ser una defensa contra la magia enemiga.

Desde esta perspectiva real, sin la pantalla como intermediario, me enfrento a la aterradora realidad de este ser.

—¡Corran! —mi voz se lanza con todas mis fuerzas, un grito desesperado mientras insto a las tres personas a mi alrededor a alejarse.

Los caballeros responden al llamado y corren a toda velocidad, escapando del alcance del monstruo que devora todo a su paso. Su cuerpo masivo se estrella contra el suelo, rompiendo la tierra en su impacto y dificultando el avance de los caballeros restantes.

Un escuadrón se une al combate, uniéndose a la lucha con determinación mientras esquivan los fragmentos de tierra que vuelan a su alrededor. La velocidad de los dragones es asombrosa, y aunque este monstruo gigantesco también se mueve rápido, su trayectoria puede predecirse en cierta medida.

—¡Tiene una herida significativa en su costado izquierdo! ¡La estrategia está funcionando! —el grito de un caballero se pierde en el aire, pero sus palabras resonarán en mi mente.

Mi teoría sobre su vulnerabilidad al daño físico parece confirmarse. Su piel puede resistir magia, pero debajo de ella yace carne más frágil, más susceptible al daño mágico.

Es una situación similar a la capa de magia de Elsa, capaz de reflejar o resistir ataques mágicos.

Ahora, la clave es romper esa piel protectora y aprovechar su vulnerabilidad.

—¡Preparen los cristales lamicta! —mi voz resuena con urgencia mientras observo cómo la ballena comienza a abrir su boca. La oportunidad es clara y no podemos desperdiciarla.

Actuamos rápido, lanzando cristales lamicta directamente hacia su boca. Estos proyectiles, casi como granadas, estallan en un destello brillante al impactar dentro de su boca.

El resultado es una erupción de fuego y humo, pero la visión se desvanece rápidamente mientras la ballena avanza, opacando la neblina de llamas con su avance implacable. Nos acercamos valientemente, pero sin previo aviso, su cuerno dispara niebla a toda velocidad, una respuesta inesperada que nos enfrenta en un nuevo reto.

—¡No fue suficiente! —el grito angustiado de un caballero se pierde en el viento, justo antes de que sea devorado por la densa niebla que todo lo engulle.

Grímnir, con su agilidad de dragón, sortea con destreza los disparos que lanza la ballena. Por mi parte, alzo mi mano y convoco una llamarada de fuego ascendente, tratando de crear un muro de llamas para comunicar al resto nuestra ubicación.

Los otros caballeros también reaccionan, disminuyendo la velocidad y saliendo del rango de ataque, dejándonos a mí y a otro caballero en el frente.

La necesidad de tiempo y estrategia es apremiante. La situación exige un enfoque inteligente y calculado.

Enfrentamos a una bestia colosal, y atacarla directamente no es suficiente. Un lamicta en pequeñas cantidades parece inefectivo, lo que sugiere que el interior de su boca está fortificado para resistir esos proyectiles.

Dada su inmensidad, unos pocos cortes superficiales no serán suficientes para causar un daño significativo. Para dañarla de verdad, necesitamos recurrir a la artillería pesada o a una magia capaz de infligir daños internos.

Esquivo con destreza los ataques de la bestia mientras esperamos la llegada del resto de los combatientes. Estamos en desventaja y necesitamos reunir nuestras fuerzas y estrategias para tener alguna posibilidad de éxito.

—¡Ataquen! —el grito enérgico de Crusch resuena en el campo de batalla. Su brazo se extiende, generando una intensa luz que se condensa en un ataque poderoso.

En un movimiento horizontal, el aire se separa en un corte afilado dirigido hacia el cuerno de la ballena. El aire a su alrededor también parece distorsionarse, retrasando la niebla que la envuelve.

El objetivo es claro: cortar el cuerno de la bestia.

El cuerno es el centro de su manipulación de maná, y al destruirlo, buscamos privarla de su capacidad de recuperación y de su control sobre la niebla cargada de maná.

La hoja de viento resultante viaja con una velocidad asombrosa en dirección al cuerno de la bestia, mientras yo corro en paralelo, preparado para reaccionar ante cualquier movimiento hostil.

Un impacto ensordecedor sacude el aire, girando la masa gigantesca de la ballena por la fuerza del ataque.

El corte impacta directamente en el cuerno de la bestia con un golpe cargado de fuerza. La ballena se retuerce en respuesta al poderoso ataque, y su cuerpo gira abruptamente, dejándola prácticamente de costado.

Pero a pesar de la intensidad del golpe, algo no sale como esperábamos.

—¡No fue efectivo! —mi voz rebota en el aire mientras dirijo mi atención hacia la ballena.

En ese instante, utilizo Murak en Grímnir, aumentando la velocidad del dragón. Grímnir aprovecha el impulso para moverse con agilidad y evadir el alcance de la ballena. La velocidad de Grímnir es tal que se convierte en un destello que mis ojos apenas pueden seguir.

Justo cuando la ballena parece girar en dirección a Crusch, un grito rompe la tensión. El sonido de las palabras resuena en el campo de batalla:

—¡Jamás mires en dirección de mi señora! —Wilhelm se lanza desde su dragón, una figura imponente en su determinación.

En un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo cae con fuerza sobre la ballena. Un impacto contundente se produce cuando sus pies aterrizan sobre la bestia. El suelo tiembla bajo el impacto y la ballena se retuerce frenéticamente, como si sintiera la irritación de una picadura de insecto.

Los cortes provocan que se desgarren capas de su piel, dejando rastros de sangre en el aire. La bestia golpea el suelo repetidamente en un intento desesperado por aplastar a Wilhelm.

—¡Ataquen! —el grito de Crusch resuena una vez más, y su espada brilla con una energía intensa.

Dos cortes veloces son liberados, cada uno con una fuerza devastadora. Sin embargo, la ballena demuestra una agilidad sorprendente, moviéndose con rapidez para evadir los ataques. Los cortes cortan el aire, pero no logran encontrar su objetivo, dejando solo un rastro de viento en su lugar. La bestia toma impulso y se eleva en el cielo, desapareciendo en una densa nube de niebla.

Wilhelm se aleja junto a la bestia, y la situación se torna incierta. La necesidad de seguir su rastro nos impulsa a unir fuerzas. Los diferentes escuadrones convergen, cada uno desde una dirección distinta.

Cerca de cuarenta individuos corren en distintas direcciones, y en el frente, Crusch y yo lideramos la marcha.

—¡Atacó usando la neblina borradora! —Crusch confirma nuestras sospechas, su voz denotando un ligero estrés, aunque mantiene su calma para no alarmar a los demás—. Por ahora, no sabemos cuántas personas hemos perdido debido a nuestra dispersión. Pero un escuadrón está incompleto, faltan tres personas.

La niebla se cierne a nuestro alrededor, densa y amenazante, ocultando el destino de nuestra enemiga y los pasos a seguir.

La niebla espesa nos rodea, pero hemos establecido una regla crucial para mantenernos conectados en esta batalla caótica.

Los escuadrones se han dividido en grupos de diez personas, y si falta alguien en un escuadrón, sabremos que ha sido derrotado por la amenaza. Cabalgamos con urgencia a través de la niebla, nuestros dragones agitando el aire en su camino.

Mi mente trabaja a toda velocidad, considerando cada escenario posible, mientras mi corazón late con fuerza en mi pecho. A pesar del estrés, mantengo la serenidad necesaria para liderar.

—En mi escuadrón falta uno —informo a Crusch mientras avanzamos a toda velocidad en nuestros dragones—. Uno de los caballeros afirma haber visto un gran daño infligido por uno de los proyectiles. Necesitamos guiar a la ballena hacia la artillería y repetir ese proceso.

Por ahora, no podemos seguir nuestro plan original, así que debemos infligirle daño constantemente.

Los recursos no son abundantes, y financiar este enfrentamiento ha sido un desafío costoso. Sin la ayuda de Anastasia y Russel, hábiles comerciantes, tuvimos que trabajar arduamente para asegurarnos de tener suficientes materiales.

Los cristales lamicta de fuego provienen de Roswall, mientras que los de luz, que son raros y costosos, nos brindan solo un poco más de un kilo. Iluminar una zona tan grande requeriría mucho más.

La estrategia es clara: usar artillería para mantener una zona iluminada mientras nosotros avanzamos en la niebla.

La figura de Russel en la narrativa es como la de una víbora, y aunque no me he encontrado con él personalmente, desconfío de sus motivaciones. El sacrificio es inevitable, pero la necesidad de seguir adelante es mayor.

Ante mi iniciativa, Crusch me mira con seriedad, entendiendo la gravedad de la situación.

Atraer a la ballena requiere que sufra daño suficiente para que nos persiga.

—Primero debemos hacer algo con esta niebla, ya que no podemos ver con claridad la ubicación de la artillería —Crusch mira hacia adelante, enfrentando la densa niebla que nos rodea. Usando su magia de viento, intenta dispersarla, aunque solo logra abrir un pequeño espacio—. Los cristales anti-maná deberían estar funcionando, absorbiendo el maná poco a poco.

Hemos distribuido cristales anti-maná por el campo antes de nuestro primer ataque, lo que ha reducido el daño mágico causado por la ballena. Pero necesitamos una visibilidad adecuada.

—Nuestros suministros de cristales de luz fueron insuficientes —Crusch muerde su labio, preocupada—. Sin embargo, teníamos que atacar. Si esperábamos, los daños podrían haber sido peores.

—En nuestras tierras solo tenemos cristales de fuego y tierra. Los de luz se producen en otros lugares —lamento la situación mientras pienso en la complejidad de todo esto—. Aunque sea un monstruo, sigue siendo un ser vivo. Lo mataremos, sin importar el costo.

Con solo treinta minutos de luz, debemos aprovecharlos cuando la ballena se divida. Crusch empieza a expulsar ondas de viento para dispersar la niebla constantemente. Su maestría en la magia del viento es admirable, posiblemente gracias a su bendición divina.

Después de un tiempo, no vemos más que niebla a nuestro alrededor. Decidimos separarnos, entendiendo que la clave es causar suficiente daño para que la niebla se disipe.

—Si le causamos suficiente daño, la niebla podría disminuir. Podría ser una señal —respondo antes de comenzar a desviarme. Le dirijo una última mirada a Crusch, sonriéndole con confianza—. ¡Dos escuadrones, síganme!

Me separo de Crusch y su grupo, liderando a dos escuadrones en una formación triangular. Nos alejamos en grupos de tres, distanciados unos de otros para evitar daños innecesarios.

La incertidumbre prevalece, ya que no sabemos a quién atacará la ballena ni dónde se encuentra. Pero todos compartimos la determinación de poner fin a esta amenaza, incluso si eso significa sacrificarnos. La venganza nos impulsa y nos hace luchar juntos, listos para enfrentar cualquier obstáculo.

Navegamos a través del denso maná, confiando en Grímnir y en mis reflejos para mantenernos a salvo.

Los caballeros son poderosos, pero una sola embestida de la ballena sería suficiente para destrozar nuestros cuerpos sin oportunidad de defensa. Una opción se presenta en mi mente: usar el miasma.

Aunque podría atraer la atención de la ballena hacia mí, también podría ser una forma efectiva de atraerla hacia la artillería. Mientras pienso en ello, me doy cuenta de que necesito ver la situación actual antes de tomar una decisión.

Los cristales anti-maná están dispersos por el campo, generando pequeñas fuentes de luz al absorber la niebla. A medida que avanzamos, notamos una llamarada de fuego a lo lejos. Los caballeros y yo nos dirigimos hacia ella.

A medida que nos acercamos, los gritos se vuelven más audibles, y lo que parecían ser celebraciones se transforman en algo más.

—¿Festejos? —susurro mientras acelero el paso.

Una vez llegamos al lugar, la escena es más complicada de lo que parecía. Algunos caballeros están celebrando, pero rápidamente me doy cuenta de que el escuadrón de Crusch también está allí.

Ella está hablando con Wilhelm, pero algo en esta atmósfera contradictoria me indica que las cosas no están yendo bien.

Veo una de las aletas de la ballena, con una forma que se asemeja a una daga, clavada en el suelo. Es obvio que Wilhelm ha infligido ese daño. La sangre se ha acumulado alrededor, pero las expresiones en los rostros de Crusch y Wilhelm son lo que me alerta de que algo está mal.

Crusch me llama de inmediato al verme.

—¡Marco! Hay nueva información.

Wilhelm comienza a explicar la situación, y mi corazón comienza a hundirse a medida que escucho sus palabras.

—El daño infligido es menos de lo esperado. Parece que le cuesta moverse de ciertas formas, lo que ha aumentado su furia —Wilhelm sacude su espada, limpiando la sangre de ella—. Los proyectiles lograron perforarla, causando un sangrado constante en su cuerpo. Sin embargo, el tamaño de los proyectiles no es suficiente para considerarlo letal.

El fuego quemó una parte de su piel, lo que debería estar causando cierto daño debido al hierro que quedó dentro.

Entiendo que, a pesar de nuestros esfuerzos, enfrentamos un desafío monumental.

Cazar ballenas con pólvora era común en mi mundo, pero los daños letales solo ocurrían a cortas distancias. A esta altitud, la energía se dispersa mucho. La situación es clara: necesito encontrar una forma de derrotar a esta ballena de más de cincuenta metros.

«jajaja» —me rio de mí mismo, por ser tan optimista.

Los daños que le hemos causado no serán letales a menos que podamos dividirla en partes más pequeñas, donde su poder y resistencia disminuirán.

Queda más que claro que necesitamos debilitar más a la ballena para tener una oportunidad de dividirla en partes más débiles y vencerla.

La discusión se enfoca en sus puntos débiles, y Wilhelm menciona las bolas de hierro con lamicta que les entregué. Esas bolas tienen la capacidad de activarse ante el maná o el ambiente, lo que hace que su contenido de lamicta puro y pólvora sea explosivo.

Aunque solo unos pocos soldados experimentados tienen acceso a estas granadas de mano, parece que son una herramienta crucial en este momento.

Tenía pocos ejemplares que trajo Alsten, este parecía molesto porque se lo escondí, siendo algo que pudo ser usado durante la batalla contra el culto, pero es apenas un prototipo.

Los soldados no están formados en aprovechamiento de maná, por lo que usar lamictas es peligroso.

Tengo dos de estas granadas a mi disposición y los demás capitanes de escuadrón también están equipados con ellas. La estrategia es clara: causar daños internos en la ballena. Colocar una de estas granadas en su ojo o cerca de su cabeza podría ser suficiente para dañarla seriamente o incluso matarla en un caso muy milagroso.

Otra llamarada se alza, esta vez más nítida debido a los cristales anti-maná que están funcionando como deberían. Estos cristales son valiosos y costosos, y parece que Crusch ha invertido una gran fortuna en ellos.

Aunque son reciclables y podrían utilizarse en otros momentos, su efectividad es incuestionable. Sin embargo, incluso con este avance, la realidad es que Wilhelm solo logró infligir un daño significativo a uno de los huesos de la ballena, lo cual, aunque desestabiliza sus movimientos, no es suficiente para derrotarla.

Estamos enfrentando una situación difícil y desafiante, pero con el trabajo en equipo, la estrategia adecuada y la determinación de todos los involucrados, todavía hay esperanza de prevalecer.

La amenaza es inmensa, pero la valentía y la resolución de los caballeros que luchan junto a mí nos dan la fuerza para seguir adelante y enfrentarla.

—¡Adelante! —grito, mis palabras resonando con firmeza entre la niebla espesa que nos rodea.

Con un tirón en las riendas, tenso los músculos de mis brazos y presiono mis piernas contra el abdomen de Grímnir, quien emite un resoplido molesto antes de lanzarse adelante con potencia.

A una velocidad impresionante, nos desplazamos a través de la niebla, que ahora parece haberse adelgazado ligeramente.

La llama que habíamos avistado se detiene en un punto, lo que nos inquieta y acelera nuestro avance.

¡Boom!

Un estruendo retumba en nuestros oídos, y todos aceleramos aún más, preocupados por lo que acaba de ocurrir.

Pero solo yo comprendo lo que sucedió: una de las granadas ha explotado.

La tensión es palpable, la ansiedad se cierne sobre todos nosotros ante el tiempo que nos ha llevado infligir daño al monstruo. Continuamos avanzando sin detenernos, pero pronto los gritos de dolor y lamentos desesperados llenan el aire a nuestro alrededor. La situación se vuelve cada vez más caótica y difícil de controlar.

La ballena ha comenzado a cambiar sus patrones de ataque y comportamiento, adoptando actitudes que nunca había mostrado.

Su confianza inicial se ha vuelto cautela, quizás debido al constante daño que le hemos infligido con los proyectiles de hierro. Tal vez el hecho de que le hayamos infligido daño desde el inicio ha alterado su percepción y estrategia.

¿Es posible que esta bestia sea más inteligente de lo que imaginábamos?

Es un pensamiento que se filtra en mi mente, pero lo rechazo inmediatamente. No puedo permitir que dudas e inseguridades me paralicen en este momento crítico.

«Tranquilízate, Marco. No dejes que pensamientos negativos te dominen», me digo a mí mismo mientras continuamos avanzando a toda velocidad.

A medida que nos acercamos, noto que el suelo está salpicado de escombros, partes de dragones y cuerpos que emergen de la niebla. Grímnir gruñe, reflejando su incomodidad ante la situación, mientras que mi mirada se llena de pesar y determinación.

La tensión en el aire se vuelve casi tangible, y observo cómo el polvo se mezcla con la niebla, descendiendo lentamente a nuestro alrededor.

Los rostros de los presentes están llenos de horror y consternación, incapaces de apartar la mirada de la devastación que nos rodea. Avanzamos sin detenernos, moviéndonos hacia adelante a pesar de la sensación de impotencia que nos embarga.

La niebla, esa maldita niebla, ha dificultado enormemente nuestra capacidad para llevar a cabo nuestras tácticas.

La escasez de materiales nos ha impedido implementar las medidas necesarias de manera óptima. No es que careciéramos de habilidad, sino que los recursos no estaban disponibles en la cantidad requerida.

Si Crusch y yo lo hubiéramos decidido, podríamos haber adquirido cualquier material necesario. Sí, habría implicado un gasto significativo, pero no sería algo que no pudiéramos recuperar.

Sin embargo, el verdadero desafío radica en conseguir esos materiales en el corto tiempo que tenemos. Ninguno de nosotros tiene acceso a mercados o campamentos de comercio, y las oportunidades para adquirir estos recursos son limitadas.

Con excepción de Russel, Anastasia por sí sola podría haber proporcionado una ayuda invaluable.

Su habilidad para comerciar y obtener materiales la habría convertido en una aliada valiosa en esta lucha. Juntos, podríamos haber enfrentado a esta bestia de manera más eficiente.

La niebla no habría sido un impedimento insuperable.

Fue nuestra arrogancia la que nos cegó, nuestra creencia de que podíamos enfrentar esta amenaza sin considerar todas las variables. Y también fue la codicia, el deseo de lograrlo con nuestros propios recursos, lo que nos llevó a subestimar la importancia de una ayuda externa.

Ahora enfrentamos las consecuencias de nuestras decisiones.

Los cuerpos yacen dispersos a nuestro alrededor, recordatorios sombríos de las vidas perdidas debido a nuestras acciones. No puedo evitar sentir una opresión en el pecho al enfrentar el resultado de nuestra ambición desenfrenada. Las vidas segadas y los cuerpos destrozados son testigos de nuestra imprudencia.

Al superar una densa capa de niebla, nos encontramos con un cráter enorme que se extiende unos veinte metros.

Un mordisco gigante en el suelo, una prueba visible de la devastación que la ballena ha causado. Un escuadrón completo ha sido aniquilado, y los sobrevivientes se encuentran dispersos por el área.

Gritos de dolor resuenan mientras algunos luchan por ponerse en pie, mientras que otros yacen heridos y exhaustos entre los escombros.

Los pocos afortunados que han quedado ilesos se apresuran a ayudar a sus compañeros heridos, mientras los escuadrones que nos siguen bajan de sus dragones para sumarse a los esfuerzos de rescate.

La fatiga comienza a pesar sobre mí, el cansancio físico se une al agotamiento emocional que siento en mi interior.

Ojalá, pudiese descansar.


Capítulo 2.

Cada corazón es diferente.

Cierro mis ojos durante unos segundos, permitiendo que los pensamientos fluyan en mi mente.

¿Por qué me encuentro en esta situación?

¿Por qué debo enfrentar estos desafíos abrumadores?

El anhelo de la felicidad y la tranquilidad se debate con las circunstancias adversas que me rodean.

Nunca parece haber un momento de paz duradera...

Mis párpados se abren de nuevo y mi atención se centra en un caballero en particular. Entre la multitud, un hombre se acerca cojeando hacia nosotros. Nos aproximamos lo suficiente para escuchar sus palabras entre suspiros agotados.

—¡Lo mataron! ¡Han matado a Rort, nuestro líder de escuadrón! —sus ojos reflejan devastación mientras sus puños se aprietan con ira— La ballena atacó verticalmente, atrapó a Rort y a otros siete camaradas. Arrancó la tierra y los engulló...

Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar su relato.

El caballero menciona que Rort se sacrificó para infligir daño a la bestia y ser recordado en la historia. Un gesto desesperado y heroico que resuena en el aire como un eco triste.

La pérdida del líder del escuadrón ha dejado un vacío profundo en las filas de los caballeros. La moral ha sido golpeada duramente, y los ánimos se tambalean.

Quedan tres tiros con los cañones mágicos, y su capacidad para causar daño se vuelve crucial en este momento.

Sin Anastasia, la cantidad de magos disponibles es limitada, lo que nos deja dependiendo en gran medida de Emilia y sus reservas aparentemente inagotables de maná.

Yo también podría aportar, pero incluso los cañones físicos tienen un límite. Los proyectiles son escasos, y solo quedan suficientes para tres rondas adicionales, excluyendo la versión mejorada con un solo proyectil.

La niebla ha empezado a disiparse en grandes cantidades, lo que plantea preguntas inquietantes.

¿Los cristales anti-maná han funcionado eficazmente para absorberla?

¿O la ballena ha absorbido la niebla para recuperarse de alguna manera?

La incertidumbre en torno a la naturaleza de este monstruo y sus tácticas solo agrega a la sensación de peligro inminente.

Los caballeros, cuyas miradas oscilan entre la tristeza y la rabia, necesitan un motivo para seguir adelante. Crusch, con un gesto de culpabilidad en sus ojos, parece compartir el peso de la situación.

A pesar de no haber compartido muchas interacciones, siento que de alguna manera puedo comprenderla mejor a medida que el tiempo avanza. Un entendimiento mutuo parece surgir entre nosotros, basado en las experiencias compartidas y las cargas que llevamos.

En ese momento, una fuerza interior me impulsa a alzar mi voz. Junto maná en mis cuerdas vocales y, con una intensidad apasionada, exclamo:

—¡Son caballeros, cuyas vidas están entrelazadas con la muerte en cada esquina! —mi voz resuena con determinación— ¡Alcémonos! ¡Luchemos en honor a los caídos!

Las miradas de los presentes se dirigen hacia mí, pero es Crusch quien se une al llamado, su voz llena de firmeza:

—¡No podemos permitirnos rendirnos ahora! —aprieta su puño con determinación— ¡Debemos vengar a nuestros camaradas! ¡Regresemos con la cabeza de esa mabestia!

El efecto de nuestras palabras se propaga, inyectando un nuevo sentido de propósito en los corazones desgarrados de los caballeros. La sorpresa en sus rostros se transforma en determinación renovada. Aunque sé que nuestras palabras no afectarán a todos por igual, necesitamos despertar el espíritu de venganza y resistencia en esta hora oscura.

—¡Avancemos! —grita Crusch, señalando una dirección al azar, ya que no podemos ver a través de la niebla— Llevemos a los heridos hacia el campamento.

Inmediatamente, tomo medidas para coordinar la localización del campamento. Le pido a Alsten que se comunique con los magos para usar magia de fuego y encontrar la ubicación de los cañones.

A pesar de que la niebla se ha dispersado, la distancia que hemos recorrido es considerable, y necesitamos encontrar los cañones antes de que el enemigo vuelva a atacarnos.

La ballena está mostrando patrones de ataque sigilosos, lo que indica que se siente amenazada por nosotros de alguna manera. Su falta de acercamiento a la artillería puede indicar temor a esa zona en particular, o incluso la posibilidad de que esté absorbiendo la niebla para recuperarse.

Sea cual sea la situación, sabemos que necesitamos un cambio en la dinámica de esta batalla.

Continuamos avanzando, inspirando a los caballeros a nuestro alrededor con un nuevo propósito. En este momento, la venganza y la determinación son nuestros aliados más poderosos.

Ese ataque interno, aunque incierto en su efecto, al menos debería estar causando algún daño, o al menos eso espero. La ventaja de los hierros clavados en su carne es que continuarán infligiendo daño constante.

No estoy seguro de la morfología exacta de esta bestia, pero espero que sea similar a la de una ballena en ese aspecto.

¿Poseerá órganos internos?

Sería lo ideal, aunque en base a lo que he visto en la serie animada, no puedo afirmar si tiene órganos o no. Sin embargo, deseo estar equivocado.

—¡Lleven a los heridos! ¡Prepárense para partir! —mi voz resuena con autoridad, instando a todos a montarse en sus dragones.

En breve, una llamarada de fuego masiva se eleva en el aire, señal de que es hora de avanzar. Ordenamos a los caballeros restantes a avanzar con rapidez, y durante esa travesía, mi mente se ocupa de las razones detrás de la disminución de la niebla.

Es posible que la falta de generación de maná por parte de la bestia sea un indicativo de que nuestro plan está funcionando, aunque no debido al daño infligido, sino a la interrupción de su flujo.

Las heridas internas y el sangrado deben estar acumulándose, especialmente si esta criatura cuenta con órganos. Si posee una anatomía similar a la de un ser vivo considerable, entonces nuestro plan podría tener éxito.

De repente, un agudo silbido se corta en el aire, atrayendo nuestra atención hacia arriba.

No lo notamos mientras avanzábamos, pero un fuerte viento se precipita desde el cielo. Detenemos momentáneamente nuestra marcha, solo para presenciar el descenso veloz de la ballena hacia la ubicación de la artillería.

Al levantar la vista, me encuentro con la magnitud de su forma y las heridas que la marcan. La sangre empieza a gotear hacia el suelo mientras avanza, una imagen impactante y siniestra a partes iguales.

A pesar de nuestra aproximación, todavía estamos alrededor de un kilómetro de distancia, pero dado su avance rápido, tomará solo segundos para que llegue al lugar donde se encuentra artillería. La niebla se está despejando aún más, dejando al descubierto parte de nuestro alrededor.

—¡Tratemos de embestirle! —grita Wilhelm, cuya voz está cargada de una mezcla de irá y determinación.

—¡Salgamos de su alcance! ¡Estamos en la zona de tiro! —mi voz se alza con urgencia, dividiendo a nuestros hombres en dos grupos mientras tomamos distancia. Crusch se mantiene a mi lado mientras nos apartamos del peligro inminente, y Wilhelm toma el otro flanco.

La ballena parece ignorarnos por completo y continúa su curso hacia artillería. Aprovechamos esta oportunidad para alejarnos y ganar tiempo.

Sin embargo, observamos con inquietud mientras el colosal monstruo se acerca a su objetivo. La idea de que artillería sea alcanzado por su embestida es una posibilidad que no deseamos contemplar.

—¡Sube! —mi mano se extiende hacia Crusch, y mis ojos reflejan la seriedad de la situación—. ¡Rápido!

Ella se lanza hacia mí, tomando posición detrás de mí, y en respuesta a mi solicitud, uso murak para reducir la gravedad en un círculo a nuestro alrededor. Aunque usar murak de esta manera consume más maná, es necesario para nuestro próximo movimiento.

Grímnir responde al cambio de condiciones acelerando con una velocidad asombrosa. El viento se vuelve frío y penetrante mientras nuestra velocidad aumenta. Crusch, sorprendida por la súbita aceleración, se aferra con firmeza.

En cuestión de segundos, nos encontramos a la par de la gran ballena. Grímnir ha soportado el cambio sin perder el equilibrio, superando incluso mis expectativas.

La comparación entre nuestras dimensiones y la de la ballena es tan absurda como la de hormigas intentando morder a un gigante, pero es en ese pensamiento donde encuentro mi inspiración.

Las hormigas también tienen su forma de luchar.

Grímnir responde a mi comando y sigue avanzando, mientras yo libero aún más maná para mantener murak.

La aceleración del dragón se vuelve aún más impresionante, y el viento se vuelve aún más intenso a medida que nos acercamos. La ballena se mantiene a nuestro lado, su gran tamaño es intimidante, pero en lugar de desalentarme, me llena de determinación.

Crusch parece captar mi plan y toma medidas para prepararse. Ella se levanta ligeramente en el asiento, apoyándose mientras carga su ataque. El viento agita su cabello, pero sus ojos ardientes y concentrados reflejan su dedicación a este momento.

Juntos, nos preparamos para el próximo movimiento.

—¡Ten esto! —Crusch exclama mientras mueve su brazo, liberando una hoja de viento que impacta en el costado de la bestia. La hoja de viento detiene momentáneamente su avance y causa que la ballena tambalee ligeramente.

La criatura emite un grito de dolor y una profusa cantidad de sangre comienza a brotar, tiñendo el suelo con su presencia. Sin embargo, a pesar de su herida, la bestia persiste en su trayectoria, dejando tras de sí un rastro de sangre en su camino.

Sin poder más, pongo fin al efecto de murak para disminuir nuestra velocidad. Usar murak de esta manera, en áreas amplias, requiere un esfuerzo considerable y deja una sensación de debilidad en mi ser.

Estoy lejos de Beatrice y me cuesta mantener mi nivel de maná.

—La... niebla... —murmuro mientras observo cómo la niebla parece estar un poco menos densa. En ese momento, la ballena aprovecha la niebla circundante para sanar sus heridas y recargar su maná.

Mi mente se pone en alerta.

¿Está tratando de agotar nuestros recursos?

¿O está preparando un ataque final?

Continuamos siguiendo a la bestia, con el equipo de caballeros manteniendo una distancia segura detrás de nosotros. Wilhelm y su escuadrón deberían estar avanzando hacia el campamento según lo planeado. La velocidad de la ballena comienza a disminuir, lo que nos permite salir del rango de fuego de artillería.

En ese momento, el escuadrón de caballeros se une a nosotros, preparándose para enfrentar la inminente confrontación.

Protuberancias comenzaron a crecer en la piel de la ballena, y los huecos que se forman empiezan a girar. En un abrir y cerrar de ojos, la bestia se cubre con estas protuberancias, y de manera sorprendente, todos dejamos de atacar, desconcertados por esta extraña reacción.

Un silencio tenso llena el aire mientras esperamos la siguiente movida.

En ese momento, siento la necesidad de tomar medidas drásticas. Cargo mi voz con maná y, de manera impulsiva, giro mi cuerpo, colocando mis manos sobre los oídos de Crusch, tomándola por sorpresa.

—¡TÁPENSE LOS OIDOS! —grito con todas mis fuerzas, liberando el maná con todo el poder que puedo convocar.

IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

Un chillido penetrante se extiende por el ambiente, reverberando en la escasa niebla y haciendo vibrar el aire con su poder. El sonido es tan fuerte y desagradable que siento que mis tímpanos van a explotar, creando una sensación de vibración incluso en mi cuerpo. Sin embargo, no cedo ante el dolor y continúo liberando maná, aligerando los efectos del ruido mientras refuerzo mi cuerpo con magia para soportar la presión.

Los caballeros a mi alrededor obedecen mi orden y se cubren los oídos, soltando sus armas debido al impacto del ruido. Sin embargo, dada la proximidad a la fuente del ruido, su protección parece ineficaz.

Uso mi maná para intentar mitigar el efecto en Crusch, pero ella lucha con todas sus fuerzas para soportarlo.

—¡AAAAGGHGHGHAAA! —el grito de uno de los caballeros se une al coro de desesperación.

Los demás también empiezan a rendirse, incapaces de soportar el asalto auditivo. Los dragones se detienen en su paso, afectados por el sonido, lo que resulta en que varios caballeros sean arrojados de sus monturas mientras estas se precipitan hacia el suelo. Grímnir lucha valientemente por mantener la compostura, pero la fuerza del ruido es abrumadora.

Sin embargo, como era de esperar, no siento los efectos de esta habilidad sobre mí.

La razón detrás de esta inmunidad es incierta, pero se vuelve claro que las habilidades de los arzobispos no tienen ningún impacto en mí. Es un hecho que debería estudiar más adelante.

Si esta inmunidad se debe a que no soy de este mundo, entonces podría ser una pista valiosa. Sin embargo, también considero la posibilidad de que la bruja de la envidia sea la causa detrás de estas perturbaciones, lo que agrega una capa adicional de misterio a la situación.

La ballena continúa acelerando su marcha, expulsando más niebla mientras el ruido del chillido persiste, aunque de manera atenuada debido a la dispersión causada por la niebla circundante.

—¿No... te afecta? —Crusch pregunta con evidente mueca de dolor, aunque mantiene su posición firme. Su expresión revela su sufrimiento mientras lucha por mantenerse firme a pesar de la tortuosa resonancia.

Observo cómo Crusch se desvincula de mis manos y desciende del dragón para atender a los heridos.

—La magia utilizada afecta directamente la mente y el alma. Cuanta mayor fortaleza o control poseas sobre la magia, más resistente serás —explica Crusch mientras comienza a aplicar técnicas para incapacitar a los afectados.

Es evidente que varios de los caballeros caídos durante nuestra aproximación siguen necesitando ayuda urgente. No todos los dragones detuvieron su avance, por lo que es probable que haya más personas heridas a lo largo de la ruta que recorrimos. El escuadrón de caballeros en esta zona fue diezmado rápidamente, y desconozco la situación con Wilhelm y su grupo.

Los caballeros continúan en estado de histeria, gritando y autoinfligiéndose daño de manera descontrolada. Sus acciones parecen indicar que están sumidos en una frenética desesperación. Se rasgan el rostro y golpean cualquier cosa a su alcance, la sangre empieza a fluir de sus oídos y oídos, alimentando aún más la histeria colectiva.

La situación es caótica y alarmante.

Hay un equipo encargado para estas situaciones, pero la niebla es más espesa de lo pensado, ahora mismo necesitamos llevarlos a todos con el campamento de sanación, pero para ello deberán superar este obstáculo. Los magos sanadores son escasos y valiosos, por lo que es crucial protegerlos de cualquier amenaza.

La mirada preocupada de Crusch se encuentra con la mía mientras me llama.

—¡Marco! —exclama Crusch, con una mezcla de inquietud y duda en su voz— ¿Estarán bien allá?

Comprendo su preocupación, ya que ella no ha presenciado la verdadera magnitud del poder de Emilia. La impresión que Emilia da a menudo es subestimada debido a su apariencia y aura, que pueden parecer infantiles e inocentes. Sin embargo, esto es un grave error, porque es precisamente esta apariencia lo que la hace peligrosa.

Por mi parte, mantengo la calma y dirijo mi atención hacia la dirección en la que se encuentra la ballena. Aunque no puedo hacer mucho para sanar a las personas afectadas por el chillido, confío en que Emilia y artillería pronto entrarán en acción y tomarán el control de la situación.

Es posible que ella todavía no haya captado esa característica, esa especie de aura que inadvertidamente la lleva a ser subestimada por quienes la rodean. En diversas situaciones, esa peculiaridad resulta ser su mejor aliada.

Es en los momentos menos esperados cuando su verdadero potencial surge de las sombras y eclipsa a todos a su alrededor.

Su capacidad no tiene límites, y aunque pueda requerir un esfuerzo adicional, nunca se rinde ante las dificultades.

Una sonrisa de autosuficiencia se dibuja en mi rostro, una sonrisa que solo los que conocemos su destreza en Irlam entenderíamos. Observo cómo ella intenta comprender el motivo detrás de mi gesto, aunque en cuestión de segundos exhala con resignación, incapaz de articular palabras. Finalmente, el estruendo se apaga, brindándonos un breve instante de reposo.

Desde aquí, a una distancia prudente puedo ver perfectamente a artillería y al resto, así como el avance de la ballena que está cada vez más cerca de ellos.

La ballena ha penetrado en un rango peligroso, y su respuesta es la liberación de una densa niebla, acompañada del disparo de múltiples proyectiles y un aliento devastador que arrasa con todo.

—¡No! —el grito de Crusch retumba con autoridad, seguido de una mirada inquieta dirigida hacia mí.

Para Crusch, su recelo es una reacción comprensible; la confianza debe cimentarse con evidencia palpable.

— Marco, ¿estás absolutamente seguro de que...?

Nuestra relación de confianza está en pleno proceso de construcción.

Sé que confía en mí hasta cierto punto, pero requiere aún más para confiar plenamente en nuestra estrategia.

Mientras tanto, la ballena lanza más de una decena de bolas de niebla, distribuyéndolas en las ubicaciones donde se encuentra artillería.

—¡Si artillería no dispara, entonces...!

—La ballena está prevenida; incluso si disparan, estoy seguro de que las esquivará o encontrará una forma de contrarrestarlo. No se dejará engañar nuevamente por tácticas pasadas.

Incluso si lograran infligir heridas graves, no sería suficiente para aniquilarla. Esta podría ser la conclusión inminente. Por lo tanto, atacar desde esta perspectiva resulta ser nuestra peor elección estratégica.

Crusch es consciente de ello, pero su escepticismo la empuja a considerar escenarios fatídicos.

—No deberías subestimar a tu contrincante. En términos de poder de combate, ella no se queda atrás respecto a ti —mis labios se curvan en una sonrisa cargada de autosuficiencia, intrigado por lo que está por venir.

La ballena comienza a trazar un zigzag mientras continúa lanzando bolas de niebla. Antes de que estas puedan impactar, varios pilares de hielo emergen uno tras otro con una rapidez asombrosa, deteniendo las balas de niebla con una determinación feroz.

La expresión de sorpresa en el rostro de Crusch es palpable; la velocidad de los proyectiles no debe subestimarse, y la creación de tantos pilares a tal velocidad demanda un consumo considerable de maná. La ballena se aproxima cada vez más mientras sigue con su embestida.

Confío en su capacidad de reacción; confío en ella más allá de cualquier otra persona en este mundo.

—¡UL HUMA! —un grito resuena y reverbera en el ambiente, aunque estamos separados por casi doscientos metros, su intensidad y claridad son innegables.

Todos dirigimos nuestras miradas en la dirección de ese grito, reconociendo la voz de inmediato.

—Si... Observa detenidamente a tu adversaria —mi tono no admite dudas, cargado con una sutil advertencia.

Sin previo aviso, la ballena se propulsa hacia arriba con una fuerza abrumadora, sin detenerse debido a la inercia, sigue en su trayectoria ascendente. Pero un elemento excepcional capta nuestra atención: un pilar de hielo gigantesco se erige en el horizonte, fácilmente distinguible desde nuestra distancia, con una altura que fácilmente supera los treinta metros, su anchura lo convierte en un monumento visual.

—Eso... —Crusch observa con un aire de asombro, su expresión revela algo más que sorpresa, una sombra de aprehensión.

Moverla ligeramente o utilizar pilares de hielo para modificar su curso es una cosa, pero lo que Emilia acaba de ejecutar es distinto. Ha propulsado a la ballena, que ya es de por sí más pesada que cualquier otra, con tal intensidad que ha creado un pilar de hielo de dimensiones colosales. La mirada de Crusch es un testimonio de su asombro mezclado con un atisbo de temor.

Lo que acabo de presenciar solo puede atribuirse a Emilia. Ella posee un torrente de maná que supera a todos los demás. Su poder es excepcional, único en su especie.

—Ella es quien despierta mi mayor respeto y admiración —mi sonrisa es un tributo a la fuerza y el valor que Emilia ha demostrado. Junto a Grímnir, inicio un avance hacia la artillería, sintiendo el latido firme de mi corazón.

Grímnir avanza con un vigor implacable, como si la molestia por el estruendo causado por la ballena le impulsara. Necesito presenciar esto de cerca, sentirlo con mis propios sentidos.

La ballena lanza nuevamente su estridente grito, como si intentara detener lo inevitable. Sin embargo, continúa su trayectoria hasta detenerse a una altura modesta, como si requiriera un momento de quietud para activar su maniobra.

Grímnir no muestra intenciones de ceder. Sus ojos arden con una furia que refleja su descontento por el daño infligido por la ballena. Acelera a una velocidad vertiginosa, acercándome a artillería con una rapidez impresionante. El viento aullante me envuelve en un abrazo tangible.

—¡DISPAREN! —la voz de Emilia resuena en mi cuerpo, una orden que es recibida con obediencia inmediata.

¡BOOOOM!

Los cañones se disparan, sus proyectiles se lanzan como heraldos de destrucción hacia la ballena. El ataque impacta con contundencia en el momento en que la criatura intenta dar media vuelta. Los impactos provocan que la ballena emita un chillido de agonía, un lamento que parece expresar el dolor que sufre.

Los proyectiles explotan, seguidos por el fuego mágico que se desata en una danza destructiva. Una densa nube de fuego y humo se alza en el horizonte, y la onda expansiva del impacto se propaga por el campo, acariciándonos con su calor en un abrazo infernal.

Finalmente, llego al campamento. El ambiente está cargado de tensión, las marcas de los ataques previos de la ballena son evidentes. Observo el campo de heridos, donde ya se encuentran varios caballeros, seguramente de los primeros escuadrones que distribuyeron los cristales anti-maná.

Beatrice se encuentra en el campamento de los heridos, mientras Emilia se aproxima a pie hacia ellos. Nuestras miradas se cruzan en un instante cargado de entendimiento, una sonrisa compartida que trasciende las palabras, comunicando nuestra mutua comprensión y determinación.

La nube de fuego se eleva en el aire, acompañada por la dispersión de la niebla en la zona del impacto. La ballena ahora busca refugiarse, y esa herida debe haber sido monumental. A tan corta distancia, los cañones debieron haber perforado su cuerpo con una fuerza inquebrantable.

Lo que vendrá después…

—¡General! —la voz de Alsten me llama la atención. Su aspecto está marcado por heridas, manchas de sangre adornan sus orejas, un recordatorio tangible de la devastación que ha causado. El percibe mi observación y añade—: Mis tímpanos sufrieron daño en el ataque, lo cual mitigó el efecto en cierta medida. La señorita Emilia nos curó de inmediato para permitirnos atacar con eficacia. El gremio de sanadores está cuidando al resto sin problemas.

El escuadrón entero ejecuta un saludo militar, mientras Wilhelm se acerca junto a los demás caballeros. Los magos de artillería también se voltean, expectantes, todos buscando mi liderazgo. Ahora es el momento de demostrar mi capacidad como comandante.

—La siguiente fase del plan está en marcha. Los daños infligidos fueron significativos. A esa distancia, estoy seguro de que la ballena ha iniciado su última estrategia —señalo hacia el cielo, observando cómo la niebla empieza a descender—. Está utilizando todos sus recursos disponibles, lo que sugiere que se ha dividido en múltiples entidades.

Mis palabras dirigen las miradas hacia Alsten, quien representa la ejecución del próximo movimiento.

—Cuando él lo ordene, lancen los lamicta de luz y prepárense para la siguiente etapa según lo planeado previamente.

—¡A sus órdenes! —resuenan las voces en un coro unificado.

La ballena ha desaparecido de nuestra vista, pero la anticipación palpable llena el aire. La gente comprende lo que está por venir. Si la ballena se ha fragmentado, el escenario está listo para la fase final de la batalla.

Giro en mi lugar y junto a Wilhelm y un destacamento de caballeros, avanzamos hacia donde se encuentra Crusch. Necesitamos rescatar a los heridos y movilizar a aquellos que aún están en condiciones de luchar.

A pesar de su debilitamiento, la ballena sigue siendo una amenaza formidable.

Si ha decidido emplear sus duplicados, debemos encontrar la manera de neutralizarlos, ya que son apenas un poco menos poderosos que la propia criatura.

Sí, si el daño infligido ha sido suficiente, mis ojos deben estar fijos en el cielo. Avanzamos unos cien metros y logro divisar a los heridos junto a Crusch, quien parece haber retomado su posición montada en su dragón.

Wilhelm y yo avanzamos uno al lado del otro, nuestra impaciencia palpable mientras escudriñamos el entorno. La niebla empieza a espesar poco a poco, reduciendo la visibilidad una vez más.

A nuestro alrededor, solo existe el manto gris, lo que sugiere la posibilidad de ataques sorpresa.

Los clones, con su tamaño igual, serían capaces de arremeter con embestidas mortales. Nadie sobreviviría a ese embate, excepto aquellos de inquebrantable resistencia, y, aun así, sus fuerzas se verían agotadas y su capacidad para luchar comprometida.

Sin previo aviso, observo cómo Wilhelm extiende su mano en una señal de alarma mientras sus ojos se clavan con preocupación en la figura de Crusch.

—¡Señorita! —su voz estalla en un grito de urgencia, y se lanza hacia adelante con determinación.

Desde un costado, donde la niebla persiste densa, un cuerno emerge abruptamente, a pocos metros del grupo de heridos y Crusch.

Sin dar tiempo a ninguna reacción, la ballena se precipita hacia ellos a una velocidad vertiginosa. Su mandíbula se abre de par en par, y un torrente de niebla destructora escapa de su boca en un aliento letal.

Crusch, como un torbellino de determinación, carga hacia el ataque. Una resplandeciente luz azul irrumpe, seguida de un feroz corte vertical que desgarra la niebla en dos. El tajo prosigue, impactando la carne de la ballena, una profunda herida causada por el tajo vertical de Crusch. La boca del monstruo se parte en dos, liberando una cascada de sangre mientras sigue avanzando, ajena al dolor de sus heridas.

La embestida es implacable, pero Crusch salta con su dragón, un movimiento de valentía sobrehumana. Mientras asciende, prepara su próximo ataque para impactar desde las alturas. Sin embargo, una inquietante percepción se abre paso en mi mente.

—¡SON DOS! —mi voz resuena en un grito desesperado mientras avanzo hacia la escena a toda velocidad.

Crusch se voltea, tomando consciencia del error. Otra ballena se abalanza desde arriba, descendiendo velozmente hacia su posición. Una embestida inevitable, en el aire no tendría más opción que esquivar, pero eso significaría sacrificar a su dragón y detener su ataque, lo que resultaría en la muerte de todos los que están abajo.

La incertidumbre se cierne sobre el campo de batalla. No sé si su maniobra tendrá éxito.

—¡Señorita! —Wilhelm sigue avanzando, pero su velocidad no es suficiente para cubrir toda la distancia.

El tiempo parece ralentizarse a medida que avanzo hacia la escena.

Wilhelm no llegará a tiempo, y esta realidad se expande en mi mente como una sombra de angustia. Las preguntas se acumulan, atormentando mis pensamientos. ¿Debería dejarlo morir? ¿Es posible que desee su muerte, después de reconocer su valentía y valía? El debate interno se desata mientras mi mente lucha por encontrar una respuesta.

Me cuestiono a mí mismo, reflexionando sobre la esencia de quien soy.

¿Acaso sigo siendo el mismo hombre egoísta que era en mi mundo anterior? Las lecciones que aprendí de manera dolorosa, las que me enseñaron que sobrevivir a menudo requería insensibilidad, ¿son las únicas que valen la pena?

Los recuerdos fluyen, como ecos distantes en mi mente mientras navego entre las opciones. Aprieto los labios con fuerza, mi mirada fija en la impactante escena que se desarrolla ante mis ojos.

Crusch sigue cargando su ataque, y la ballena acelera en una embestida letal. La posibilidad de ser engullida por la ballena no significa necesariamente la muerte. Sin embargo, enfrentar una embestida de esta magnitud, multiplicada por la fuerza de la gravedad en un cuerpo de toneladas, es una perspectiva aterradora.

Mis ojos no pueden apartarse de la tragedia inminente. Wilhelm avanza con determinación, los otros caballeros luchan por escapar del ataque, algunos yacen en el suelo, incapaces de moverse. Grímnir se abre paso con sus gruñidos desafiantes hacia la ballena.

La desesperación me embarga.

Pero no es momento de pensar en estupideces.

—¡FU MURAK! —mi voz irrumpe, impulsada por la magia del viento. Me lanzo hacia adelante como una flecha liberada de su arco, sintiendo el frío viento abrazando mi cuerpo mientras canalizo más maná en mi magia.

Atravieso la densa niebla como un proyectil, en un instante alcanzo y supero la posición de Wilhelm con facilidad, dejando tras de mí una onda de viento que barre todo a su paso.

Mis ojos están clavados en la escena crucial. Crusch empuña su espada con firmeza, lanzando un poderoso tajo hacia abajo que impacta en la ballena, desviándola en un intento de salvar a los caballeros. La sangre brota de la herida, pero este no es el principal problema. Crusch mira hacia arriba, preparándose para otro ataque, pero la ballena, no dispuesta a ceder, desata una vorágine de niebla desde su cuerno, como un lanzallamas.

Con su mandíbula sellada, la ballena busca aniquilar a Crusch con un gran golpe. La lucha es frenética. Crusch se defiende, corta los ataques, pero la bestia se acerca lo suficiente como para asestar un golpe devastador.

—¡Crusch! —mi voz resuena en un grito cargado de urgencia mientras me precipito

La distancia entre nosotros se desvanece a una velocidad vertiginosa. Crusch gira su cabeza al escuchar mi voz, y nuestros ojos se encuentran en un instante cargado de significado.

En esa mirada, en ese intercambio fugaz, encuentro una determinación compartida. Algo me impulsa a no querer perderla, a no dejar que se desvanezca.

En cuestión de segundos, me encuentro frente a Crusch. Sin vacilar, utilizo otro impulso mágico para arremeter contra ella con firmeza, atrayéndola hacia mí y sacándola del rango mortal de la ballena.

El impacto resuena en un estruendo, el charco de sangre se eleva en el aire y la ballena se queda momentáneamente inmóvil, atravesada verticalmente en el suelo. Sus aletas se agitan frenéticamente mientras intenta elevarse.

El fracaso de su ataque la hace exhalar una nube de niebla y se intenta retirar a toda prisa. Sin embargo, su embestida anterior ha dispersado gran parte de la niebla que la rodeaba, permitiendo a Wilhelm y a tres escuadrones ir a darle caza. Otro grupo se dirige hacia los heridos, mientras yo sostengo a Crusch entre mis brazos, su cuerpo temblando ligeramente por el impacto emocional de la situación.

—¿Yo…? —Crusch me mira, sus ojos reflejando un cúmulo de emociones y asombro, mientras yo intento mantener una sonrisa a pesar del agotamiento que empieza a pesar sobre mí.

La magia "Fu Murak" es poderosa, pero usarla conlleva riesgos para mi salud. La carga ejercida sobre mi cuerpo al utilizar magia de un elemento que no es propio de mí es considerable. Además, aunque la magia de viento es mi especialidad, aún no me he recuperado por completo de la batalla contra Julius y Petelgeuse.

Aunque Puck ha ayudado a mitigar los efectos del miasma, necesito más tiempo para sanar.

Sin embargo, esta es la realidad en la que me encuentro.

Miro a Crusch mientras la sostengo en mis brazos, y su mirada se encuentra con la mía. A pesar de la situación en la que nos encontramos, no expresa enojo ni reproche. Su expresión es de completa sorpresa, y casi puedo sentir el peso de lo que acaba de pasar.

Estuvo a punto de perder la vida, eso es innegable.

A pesar de estar a varios metros en el aire, parece que Crusch aún no ha comprendido del todo la situación. En medio de su estado de shock, sus ojos se mueven de un lado a otro, buscando comprender lo que está sucediendo. Intento calmarla con mis palabras.

—Lo siento por ocultarlo, pero tenía mis razones —le digo, tratando de explicar mi habilidad de volar que acaba de descubrir.

Sin embargo, su asombro y confusión son palpables. Sus labios se abren temblando, pero las palabras parecen no salir con facilidad. Finalmente, pronuncia una pregunta llena de incredulidad:

—¿Tú...? —parece como si no pudiera creer lo que ve— ¿Puedes volar?

Su nerviosismo se incrementa a medida que observa el entorno desde las alturas. A pesar de que estamos a tan poca distancia del suelo, la niebla y la sensación de altura parecen haberla afectado.

Siento que algo no está bien cuando de repente, Crusch se aferra a mí con fuerza, abrazándome con un agarre apretado que se vuelve doloroso. Es una reacción desproporcionada y anormal ante la situación.

—¡Bá... bájame! —exclama, con una voz llena de angustia mientras sus brazos se tensan a mi alrededor.

Mi sorpresa aumenta al ver esta reacción tan intensa. No puedo evitar preguntarme si hay algo más profundo detrás de su miedo a las alturas.

Con sumo cuidado, empiezo a descender lentamente, alejándonos de los heridos y asegurándome de que Grímnir nos siga. Una vez en una ubicación más privada, termino de aterrizar suavemente.

Crusch mantiene los ojos cerrados con fuerza mientras su agarre afloja gradualmente.

Una vez en el suelo, Crusch se deja caer sentada, su respiración agitada y su expresión pálida reflejando un profundo temor. Parece tomar conciencia de que ya no estamos en el aire, y su miedo empieza a ceder un poco.

No tengo ningún recuerdo de haber visto una reacción tan intensa y descontrolada.

Acrofobia, miedo a las alturas. Un miedo irracional y debilitante que puede desencadenar respuestas extremas como la que acabo de presenciar. Estoy sorprendido y preocupado al darme cuenta de que alguien tan valiente como Crusch podría sufrir de una fobia tan profunda.

Trato de tranquilizarla, extendiendo mi mano hacia ella.

—¿Estás bien? —pregunto con genuina preocupación.

Ella examina su cuerpo, cerciorándose de que no ha sufrido daños en la caída, y luego toma mi mano con una mirada de cierta vergüenza en su rostro. Su piel enrojece levemente, como si la situación la incomodara. Lentamente se pone de pie, y un silencio incómodo se extiende entre nosotros. Rodeados por la niebla y la tenue luz que emiten los cristales anti-maná, el ambiente se vuelve más íntimo y quieto.

Es evidente que este es un momento delicado para ella.

Una debilidad que desconocía y que acabó siendo expuesta: una fobia a las alturas. Ahora soy consciente de esta vulnerabilidad que ella nunca hubiera deseado revelar, y me siento agradecido por haber actuado a tiempo para evitar que otros lo notaran.

Mientras Crusch y yo enfrentamos esta realidad juntos, la cuestión de mi capacidad para volar se convierte en algo secundario.

Crusch parece sentirse incómoda al expresar sus sentimientos y su vergüenza por su reacción. Entiendo que la situación fue intensa, y ahora se enfrenta a su propia fobia a las alturas en un momento en el que sus emociones ya están revueltas por el combate y su casi muerte.

Me aseguro de tranquilizarla y aliviar su preocupación.

—No tienes que disculparte. Todos tenemos cosas que nos avergüenzan y que no podemos controlar. No te preocupes —le digo con una sonrisa y un guiño cómplice—. Esto será algo entre tú y yo.

Quiero hacerle entender que no tiene por qué sentirse avergonzada por su fobia, y que estoy aquí para apoyarla en lo que necesite. Aunque no haya revelado mi capacidad de volar antes, eso será algo para hablar después.

Decido actuar rápidamente y comunicar con Alsten a través del dispositivo de comunicación. Una vez que los preparativos finales para la última fase de la batalla han sido iniciados, dirijo mi atención de nuevo hacia Crusch.

Aparentemente, su calma ha vuelto y ella parece estar más tranquila. En cierto sentido, me sorprende ver esta debilidad en ella, considerando que siempre la he percibido como una persona de gran fortaleza y determinación.

Es curioso cómo las apariencias pueden ser engañosas.

Mi mirada se cruza con la suya mientras ella sonríe ligeramente y extiende su mano hacia mí. Me agradece de una manera que denota comprensión por lo que he hecho.

—Gracias. Si pudiste hacerlo, seguro tenías tus motivos —me mira sin enojo, como si comprendiera las razones detrás de mis acciones—. Estoy agradecida contigo por salvarme, de verdad.

Respondiendo con una sonrisa sincera, tomo su mano suavemente.

—Hago lo que puedo —le aseguro con humildad—. Estamos en esto juntos, después de todo.

Sé que esta batalla es crucial y que las cosas podrían ponerse aún más difíciles, pero siento que hemos establecido un vínculo especial a través de estas experiencias compartidas. Mi conexión con Crusch va más allá de las habilidades mágicas y las estrategias en la batalla; es una conexión basada en la confianza mutua y el apoyo.

Ahora, más que nunca, necesitamos trabajar en equipo para superar los desafíos que aún nos esperan.


Capítulo 3.

El Significado de la Desesperanza

Continuamos con determinación en busca de la ballena original. Cinco caballeros llegan al lugar y reciben órdenes para cuidar y trasladar a los heridos al campamento. Una vez asegurado este aspecto, nosotros nos dirigimos a toda velocidad hacia el área de artillería.

—Si ha utilizado sus clones, es probable que esté intentando recuperarse. No podemos permitirle tiempo para hacerlo —afirmo, alzando la vista para buscar indicios de su presencia.

La niebla dificulta la visibilidad, pero el gran árbol es una fuente constante de maná. Es muy probable que esté escondida entre sus hojas, absorbiendo la energía necesaria para su recuperación. En ese momento, percibo una vibración en el metía, lo que me lleva a girarme junto a Crusch.

Una luz intensa comienza a irradiar desde lo más alto, atravesando la niebla y llenando el entorno de luminosidad. Siento incluso el calor que emana de esta radiación. Tomo la decisión de dar media vuelta junto a Crusch para no exponernos demasiado a la luz cegadora.

—Nos quedan treinta minutos —informo, mientras esperamos a que nuestros ojos se adapten a la súbita luminosidad después de estar en la oscuridad por tanto tiempo.

Poco a poco, el entorno se vuelve más visible y definido. Continuamos avanzando con cautela, vigilantes de cualquier posible amenaza. La artillería está preparada y Emilia está alerta para reaccionar ante cualquier ataque.

Sabemos que los clones de la ballena no tardarán en atacarnos, pero debemos ser estratégicos. Los cañones no deben desperdiciarse en los clones, por lo que he dispuesto que el escuadrón de caballeros restante se encargue de mantenerlos alejados y ocupados.

—No puedo verla arriba —comenta Crusch, evaluando la situación con atención. Es cierto, la niebla y la luminosidad hacen que sea difícil localizarla entre las hojas del gran árbol—. Debe estar escondida entre las ramas o en su copa.

Continuamos avanzando, cada paso que damos nos acerca más al enfrentamiento final con la ballena original. Nuestros corazones laten con determinación mientras nos preparamos para el desafío que nos aguarda.

En medio de la tensión, considero que usar el miasma podría ser nuestra única opción. Planeo volar hacia la ballena y, mientras la atraigo con el miasma, redirigirla hacia un punto específico.

Esto nos permitiría enfocar nuestros ataques y finalmente derrotarla. Sin embargo, me preocupa si podré controlar la magia de gravedad con plena eficacia utilizando el miasma.

La compatibilidad con el miasma es un problema para mí. Aunque puedo utilizarlo para impulsarme o lograr momentos de vuelo, cada vez que recurro al miasma, sus efectos en mi cuerpo se intensifican.

Mi naturaleza parece ser poco afín a este tipo de magia. A diferencia de los arzobispos, que pueden manejar el miasma sin dificultad aparente, yo enfrento retos considerables debido a mi naturaleza única, proveniente de otro mundo.

Mirando al cielo en busca de una solución, evalúo mis opciones con cuidado. Caer desde una gran altura sería letal, incluso si alguien intentara amortiguar el impacto o reducir la fuerza de la caída.

La magia de gravedad parece ser mi única salvación en esta situación.

Pese a los riesgos, llegamos hasta este punto gracias a mis habilidades mágicas. Si pierdo el acceso a mi magia, me volveré vulnerable, lo que no es una opción si queremos enfrentar a la ballena con éxito.

Continuamos avanzando, buscando cualquier señal de su presencia.

Crusch sigue detrás de mí, montando un dragón prestado por uno de los caballeros. Estos dragones son notoriamente celosos y solo aceptan a sus dueños o a aquellos a quienes el dueño haya autorizado. La situación no debe ser fácil para Crusch al tratar de ganarse la confianza de un dragón ajeno.

En ese momento, Grímnir gruñe y dirige su mirada hacia la izquierda. La amenaza se acerca a gran velocidad. Un cuerno gigante emerge, rodeado por la niebla que lo oculta por completo. La ballena ha logrado camuflarse entre la niebla, manteniendo su presencia oculta hasta el último momento.

En un abrir y cerrar de ojos, la ballena se desvela ante mí, su inmenso cuerpo ocupando todo mi campo de visión mientras se lanza en un intento desesperado de embestirme. Crusch responde lanzando un corte en su dirección, pero la ballena parece ignorar su ataque y continúa avanzando con determinación.

Sus ojos brillan en un intenso carmesí, llenos de furia y deseo de destrucción.

—¡Marco! —grita Crusch con urgencia.

En el mismo instante, empleo murak en el área, otorgándole a Grímnir un poderoso impulso que me aparta de la trayectoria de la embestida. Con un salto, logro ponerme en el aire, pero la ballena no se detiene. En un movimiento impresionante, se eleva desde el suelo y dirige su camino hacia arriba, directamente hacia mí.

Mis sospechas se confirman: la ballena está decidida a aniquilarme a toda costa. Aunque el miasma no fluye de mí como para hacer esto, parece que ha adquirido una especie de conexión con mi presencia.

Se desplaza a gran velocidad, con el único objetivo de empalarse en mi dirección. Utilizando murak con una carga adicional de maná, aligero mi peso lo suficiente para ser empujado por la presión del viento que genera su avance, esquivando su embestida por un pelo.

—¡Ve hacia la artillería! —grito, aferrándome al cuerno de la ballena con todas mis fuerzas.

La ballena asciende en los cielos, luchando frenéticamente por liberarse de mi agarre. Giro mi cabeza para examinar su cuerpo y veo un hueco masivo en su cráneo, resultado del devastador ataque que logramos infligirle anteriormente. Un golpe letal que ha dejado una herida de más de cinco metros de diámetro, rodeada por una piel chamuscada y destrozada debido a la explosión.

Observando más detenidamente, noto que sus ataques han sido más calculados y coordinados últimamente, como si estuviera siguiendo una estrategia. Su nivel de inteligencia es sorprendente y poco común para una bestia de su tamaño.

Todo esto se siente extraño, fuera de lo común.

Mientras la ballena sigue ascendiendo, el viento se agita en un intento desesperado de deshacerse de mí. Utilizando vita, mantengo mi firme agarre en su cuerno, incluso cuando alcanzamos altitudes más allá de las copas de los árboles.

Finalmente, emergemos de la niebla y subimos aún más, llegando incluso por encima del gran árbol que antes obstaculizaba nuestra visión.

Desde esta altura, puedo observar el panorama en su totalidad: la capital, partes de Gusteko y mucho más, como confirmación de que este mundo es plano, como había supuesto.

Esas heridas visibles en el cuerpo de la ballena tienen un significado claro: esta es la verdadera ballena, y eso significa que nuestro plan debe seguir adelante. No tengo tiempo que perder.

La ballena continúa moviéndose erráticamente, generando una densa niebla a su alrededor mientras intenta deshacerse de mí. Rápidamente, meto mi mano en el bolsillo y activo el metía.

Gracias a vita, el viento intenta luchar contra mi presencia, pero mis preparativos se completan en cuestión de segundos. Alsten, en su unidad de artillería, recibe la señal y observa la situación con sorpresa.

—¡Preparen los cañones hacia el oeste! —grito, rápidamente guardando el metía en mi bolsillo.

Una mezcla de determinación y exasperación se apodera de mí mientras observo a esta monstruosidad, la fuente de tantos problemas. Ya estoy considerando la idea de colgar su cuerno como un trofeo en algún lugar en Irlam.

—¡Púdrete! —suelto, utilizando murak para liberarme de su agarre. La fuerza del viento me lanza en otra dirección, mientras ella se gira para atacarme.

Proyecta varias balas de niebla en mi dirección, pero las esquivo hábilmente, esforzándome por acercarme. Dada su gran envergadura, los giros le cuestan y la ralentizan, lo que hace que esquivar sus ataques sea relativamente sencillo.

Reflexiono sobre mi temeridad.

Fui imprudente al subestimar la situación.

Aprovechando su movimiento, me impulso hacia su ojo. Con agilidad, despliego mi kukri y lo infundo con magia de fuego, calentando la hoja mientras me acerco con decisión.

A pesar de sus intentos por moverse, clavo la hoja de mi kukri en su ojo con fuerza, causando que este se hunda ante el impacto. El vapor comienza a escapar del ojo herido, mezclándose con el olor a carne quemada.

Usando la kukri, creo una abertura lo suficientemente amplia como para infligir un daño significativo.

Actuando con rapidez, extraigo una granada de mi bolsillo y la coloco en su ojo herido. Aprovechando la magia de viento, me impulso fuera del radio de explosión.

¡Boom!

La detonación provoca un grito de agonía de la ballena, quien se sacude violentamente en el aire. El humo carmesí y negro se desplaza desde su ojo izquierdo, y las llamas arden por un instante, consumiendo la herida.

Mi determinación se refuerza mientras trato de concentrarme al máximo. Necesito dominar mi puerta, controlar el miasma es la llave para desbloquear mi verdadero potencial.

—Sabes… —cierro los ojos, luchando por concentrarme, le saco el dedo con una sonrisa. Dirijo mi mirada hacia esa monstruosidad, y con una voz serena y firme, murmuro—: puedo volver de la...

De repente, el tiempo parece detenerse. El sol sigue iluminando el cielo, pero todo a mi alrededor está en un estado de pausa. Aunque no siento nada físicamente, una extraña sensación me envuelve.

Intento girar mi cabeza, pero no puedo moverme. Percibo que el miasma ha desaparecido por completo.

Unos brazos fríos envuelven mi cuello, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. La tensión se apodera de mí. Hago un esfuerzo por mover los ojos, pero la parálisis persiste.

Frente a mí, la ballena permanece inmóvil.

Un abrazo gélido, cargado de emociones que no logro comprender, me envuelve por un instante. Luego, mi mente empieza a procesar lo que ha sucedido. Siento que hay una figura femenina detrás de mí, y la incertidumbre y la desesperación aumentan mientras intento descubrir quién es esta persona.

No puede ser Satella, al menos eso quiero creer. Deseo hablar, pero las palabras no salen de mi boca.

—Te encontré… —una voz desconocida, madura y un poco grave, similar a la de Emilia, pero con una profundidad distinta.

El abrazo se mantiene por un tiempo, incapaz de entender lo que ocurre, me dejo llevar. Sin miasma, sin nada, la impotencia me embarga mientras intento comprender la situación.

—¡ROOOOAAAAR! —la ballena ruge ferozmente frente a mí.

Repentinamente, vuelvo a la realidad como si todo hubiera sido un sueño. Fijo la vista en ella, sintiendo cómo mi maná empieza a agitarse violentamente dentro de mí. La bestia gruñe furiosamente, su sed de sangre aumenta y sus mandíbulas se abren de par en par, listas para devorarme.

«No pienses en nada más.»

«Concéntrate, ¡Marco!»

Su ira es palpable, arremetiendo hacia mí a una velocidad impactante. Ignorando incluso su herida, la ballena se abalanza con una determinación despiadada. Protuberancias emergen de su cuerpo, aberturas repletas de filosos dientes que disparan balas de niebla.

Desciendo rápidamente mientras evado sus ataques con movimientos ágiles, pero no puedo mantenerme en el aire por mucho tiempo con el miasma en su punto máximo.

Esquivo de un lado a otro, moviéndome con destreza, pero cada vez que uso magia de viento, un dolor agudo me recorre el corazón y mis extremidades se entumecen gradualmente.

El maná está comprimiendo mis músculos, el descontrol en mi cuerpo es evidente.

Ingreso a la niebla usando vita, cayendo a gran velocidad para evitar ser alcanzado por un ataque sorpresa. Los cristales anti-maná generan una luz deslumbrante que me invade los ojos, indicando la ubicación de la artillería.

Traspaso la densa capa de niebla, observando a todos como pequeñas figuras en el suelo. Sin embargo, aún estoy a una altura peligrosa. Para ejecutar el plan correctamente, necesito descender aún más.

—¡Fu Vita! —incremento la potencia del hechizo, acelerando mi caída. La ballena me persigue con una ferocidad insaciable, su deseo de devorarme parece no tener límites.

El viento azota mi cuerpo, enfriando mi piel al punto del dolor. Sin embargo, no tengo frío; una intensa sensación de calor se propaga por mi interior, haciendo que todo mi ser arda. Aprieto los dientes con firmeza mientras un sabor metálico emerge desde mi garganta.

El tiempo apremia, y si el plan no funciona, sé que enfrentaré la muerte.

Cuando ya puedo distinguir claramente el terreno, desactivo el hechizo y uso murak para crear una onda de viento ascendente que reduce mi velocidad de caída.

Si giro en esta velocidad, la inercia me lanzará en cualquier dirección.

Cuando estoy suficientemente cerca del suelo, utilizo nuevamente Fu murak y una onda de viento para dirigirme hacia la artillería. Para que este plan tenga éxito, necesito que la ballena me persiga de cerca.

Vuelo a máxima velocidad, ignorando el dolor en mi cuerpo y la sequedad en mis ojos.

En un abrir y cerrar de ojos, atravieso la línea de artillería. Mis ojos, secos y nublados, apenas pueden captar una visión borrosa de las personas. Espero que estén preparados para lo que está por venir.

Reuniendo maná en mi garganta, incapaz de ver las miradas de los presentes, confío en que se han percatado de la situación.

—¡Preparen los cañones al oeste! —grito, sobrevolando sobre ellos mientras la ballena me sigue de cerca.

Ha llegado el momento de la verdad. Desciendo hacia el suelo a pocos metros de distancia, avanzando hasta alcanzar una distancia prudente. La ballena me sigue de cerca, ansiosa por devorarme.

Necesito crear una brecha, un intervalo suficiente para poder ejecutar el siguiente paso del plan. Si logro cruzar rápido hacia la derecha, tendré el espacio necesario para impulsarme.

—¡Fu murak! —mi grito se llena de intensidad, y mientras la pronuncio, una pequeña cantidad de sangre escapa de mi boca. En ese instante, un pequeño impulso surge, lanzándome hacia la izquierda.

La ballena cambia de dirección para seguirme, pero solo percibo destellos fugaces mientras mi mente se agita.

Mi cuerpo se sacude y la sangre fluye de mi nariz y boca. Continúo siendo arrastrado por el viento. El siguiente paso es impulsarme hacia la artillería, adelantándome lo suficiente durante el giro para permitir que la artillería pueda disparar y poner fin a esta monstruosidad.

—¡Fu murak! —grito nuevamente, luchando por mantener la determinación. Mi visión se tiñe de un rojo intenso y el calor se intensifica en cada fibra de mi ser. Intento concentrar el maná una vez más, pero mis esfuerzos se desmoronan.

No puedo permitirme fallar en este momento crítico.

—¡Buarh! —escupo una cantidad notable de sangre, sintiendo cómo mi cuerpo se contrae, como si mi corazón fuera aplastado.

La presión se vuelve abrumadora, y siento que floto en una especie de vacío. Mi corazón late con una intensidad desenfrenada y mi visión comienza a girar.

—¡ROOAAR! —un rugido atronador resuena en mis oídos.

Un impacto repentino me devuelve a la realidad. Instintivamente, levanto mis brazos y piernas para proteger mi cabeza y pecho, mientras mis piernas cubren el resto del torso. Ruedo por el suelo a una velocidad vertiginosa.

Uno, dos, tres, cuatro... Cada colisión con el suelo agita cada centímetro de mi cuerpo. Refuerzo mi cuerpo con magia para soportar el castigo.

Cada golpe parece romper mis brazos, y un dolor punzante me envuelve por completo. Mi mente se oscurece con cada impacto y retorna con el siguiente. Mi visión ya no es clara, todo es una nebulosa confusa. Solo siento el dolor ardiente en mis huesos con cada golpe implacable.

Mis húmeros están rotos, y cualquier defensa se ha vuelto inútil. Ni siquiera puedo sentir mis piernas. Mis brazos cuelgan de manera anómala en el aire. La situación es desconcertante y angustiante, el calor me invade y parece adormecerme mientras ruedo por el suelo en medio de la confusión.

Finalmente, dejo de rodar, y soy arrastrado por el suelo sin poder percibir con claridad lo que me rodea.

Mi capacidad de movimiento se ha desvanecido, y mis brazos cuelgan incontroladamente en direcciones inusuales. En medio de la desorientación, una sensación eléctrica atraviesa mi cabeza.

Intento gritar, pero mis fuerzas se agotan y el calor que me envuelve se mezcla con la sensación de pérdida de sangre. Mi cuerpo empieza a expulsar sangre, sintiendo como el frio empieza a invadir mi cuerpo a medida que baña el suelo.

Mi consciencia se desvanece gradualmente mientras luchaba por mover alguna parte de mi cuerpo. Mis piernas no responden adecuadamente, solo puedo sentir un ligero control sobre los muslos. Sin poder emitir ningún sonido, trato de forzar mis mejillas a estirarse, una expresión muda de angustia.

—¡ROOAAR!

El rugido de la bestia se acerca, retumbando como un eco en mis oídos.

Intento respirar, pero siento una presión opresiva en mi pecho, como si mis pulmones estuvieran llenos de líquido. Mis dientes se aprietan con fuerza en medio del dolor, y lucho por cualquier movimiento que mi cuerpo pueda hacer.

Sin embargo, solo experimento convulsiones pequeñas y descontroladas.

Llega el momento en que todo parece acabar.

—¡Qué hermoso! —una voz desconocida rompe el silencio, cargada de arrogancia y malicia, recordándome la voz de un niño— Quién habría pensado que te llevarías hasta este punto. Tal como le prometí, te encontré. Una semilla deliciosa, sí, comida, comer, comer... ¡Saciar mi hambre!

La voz se acerca y se mezcla con el creciente gruñido de la bestia. El dolor se intensifica, y mis pensamientos se desvanecen en medio de convulsiones cada vez más pequeñas.

Si la ballena no me mata, las heridas internas lo harán, y la oscuridad comienza a envolverme por completo.

Mi capacidad de gritar, de tomar decisiones extremas, incluso de poner fin a mi propia vida, está paralizada. Desde lo más profundo de mi ser, un líquido espeso asciende con una fuerza que no puedo controlar, y lo vomito con violencia al aire.

—¡Bluargh! —un torrente de sangre sale de mí en una arcada desgarradora, manchando el aire con gotas carmesí que vuelven hacia mí, casi como si intentaran volver a su origen.

La visión se nubla, y las gotas me hacen sentir como si me estuviera ahogando.

Busco desesperadamente el aire, pero mi capacidad de respirar se ha esfumado. La cabeza me pesa como si fuera una carga insostenible, y la percepción de mi propio cuerpo empieza a desvanecerse. Las costillas fracturadas han atravesado mis pulmones, y todo indica que no hay marcha atrás.

—JAJAJAJA —la risa infantil resuena, cargada de un deleite malicioso. La figura parece del tamaño de un niño, su cabello largo enmarca su rostro. Mis ojos apenas captan detalles mientras luchan por mantenerse abiertos.

Mi mundo se estrecha, y ya no percibo a la ballena en ninguna parte.

—Ve y crea un espectáculo —aquella voz infantil dicta—. Deja a los más fuertes para mí, ¡kekeke!

Un rugido de la ballena zumba en mis oídos, pero esta vez se aleja de mí. Mis extremidades no responden, mi voluntad parece inexistente.

El dolor ya no es una experiencia real, sino una sombra lejana. Una extraña paz me envuelve, acompañada de un frío reconfortante. La mente se aquieta gradualmente.

—¿Tienes problemas? —el niño se acerca, y finalmente capto quién es.

Con gran esfuerzo, intento forzar mi voz, con el poco aire que queda en mis pulmones pronuncio una sola palabra.

Escupo más sangre, y apenas logro decir:

—Cul…to.

A pesar de mi debilidad, intento moverme, pero mis hombros se niegan, y mis muslos solo tiemblan en respuesta. El daño infligido en mí es irreversible, lo sé.

El dolor ya no existe, solo experimento un frío tranquilizador que me abraza. Me sumerjo en la oscuridad que se apodera de mi visión.

La figura se inclina, sonríe con malicia, sus dientes puntiagudos a la vista. Sostiene una daga y rasga mi chaqueta, dejando mi pecho al descubierto.

La visión se desvanece, y mi mente es lo único que persiste.

—¡Así es! Arzobispo del pecado, representante de la gula… ¡Ley Batenkaitos!

La oscuridad avanza, el final parece inminente.

Deseo la muerte, anhelo que la liberación llegue pronto y ponga fin a mi agonía. Pero incluso en ese abismo de desesperación, me encuentro ante una realidad incierta. ¿Puede mi tormento llegar a ser completado por ser devorado por esta criatura, Ley Batenkaitos?

La pregunta queda flotando en mis pensamientos sin respuesta.

—No te preocupes, kekeke, comer y comer es mi gran camino, pero me gusta disfrutar de platillos bien preparados —Ley habla, su risa resuena en mis oídos. —Ahora, tú eres más que mi platillo, pero puedo cambiar de opinión si me ofreces algo delicioso.

Sus palabras destilan un tono macabro, pero mi mente está enredada en una confusión caótica.

¿Podrá realmente consumirme con su habilidad?

¿Habré dicho algo en voz alta?

¿Por qué todo esto es tan surrealista?

Estoy harto.

Mi visión se desvanece, y me adentro en un mundo de oscuridad y sonidos. A medida que el ruido de los cañones comienza a llenar mis oídos, la risa de Ley se mezcla con las explosiones a lo lejos.

—Parece que los subestimé, quizás puedan derrotarla, kekeke —comenta Ley, tocando mi pecho. El dolor regresa a mí con intensidad, y me veo forzado a abrir los ojos, sin embargo, ni siquiera puedo gritar—. No puedes ser devorado por mí en este momento

La visión vuelve a desaparecer, y me encuentro tosiendo débilmente, incapaz de entender lo que sucede. ¿Cómo supo que pensaba en eso? ¿Acaso lo expresé en voz alta? Cuestionamientos confusos se arremolinan en mi mente mientras me siento impotente, atrapado en un cuerpo inmovilizado.

Mi mente se desvía, divagando entre pensamientos que se desvanecen en la confusión. La risa de Ley persiste en mis oídos, un eco ominoso que resuena en mi cabeza mientras maldigo el haberme perdido en pensamientos irrelevantes.

Soy un espectador silencioso, incapaz de moverme o de usar mi magia.

En un instante, me siento como un cadáver en vida.

—Un arzobispo te ha salvado la vida. Deberías sentirte honrado. Normalmente no haría esto y devoraría todo de ti, ya que la comida es algo muy importante: comer, devorar, tragar, saciar —las palabras de Ley suenan cerca. De repente, siento un dolor punzante en mi pecho. Algo penetra mi carne y atraviesa mi esternón.

No puedo evitar un gemido de dolor que se ahoga en mi garganta.

A pesar de mi inmovilidad, siento como si algo dentro de mí se hubiera activado. Una sensación fría, como si una pieza de rompecabezas hubiera encajado en su lugar. Sin embargo, una sensación eléctrica recorre todo mi cuerpo en un instante y el mundo se desdibuja a mi alrededor.

En un abrir y cerrar de ojos, mi consciencia se reanima y mis ojos se abren nuevamente. Desconcertado y aún aturdido, observo a mi alrededor mientras intento comprender lo que ha sucedido.

Ley está ahí, sonriendo de manera siniestra, como si estuviera disfrutando del espectáculo de mi agonía.

—No hagas nada, te estoy haciendo un favor —Ley se burla, su sonrisa es como la de un depredador mientras continúa hablando—. Tienes un gran miasma, tanto que pensé que eras uno de los nuestros, kekeke. Comerte sería delicioso, pero no hay nada más delicioso que consumir un platillo que he estado esperando.

Mis ojos bajan, y veo lo que ha clavado en mi pecho. Un cristal negro, rodeado por una bruma violeta similar al miasma. Es una visión perturbadora, y una punzada de pánico me recorre. La punta del cristal es blanca y parece moverse hacia abajo.

—¡AGGGHHH! —grito con todas mis fuerzas, sacudiéndome en un intento desesperado de librarme del cristal que me perfora. Mi cuerpo se tensa con una fuerza que nunca había sentido, como si una descarga eléctrica hubiera recorrido cada músculo y nervio en mi ser. Cada parte de mi cuerpo se tensa y se siente como los músculos empiezan a desgarrarse, pero una sensación extraña parece emanar de donde el cristal está clavado.

...

El dolor es asfixiante, opresivo y envolvente.

Puedo sentir cada pequeña parte de mi cuerpo, cada fibra, cada rincón de mi ser mientras se calienta y se estira. Mi visión se desvanece y regresa en ráfagas, como si estuviera atrapado en un sueño febril.

Mis intentos de moverme, de cambiar de posición, solo intensifican el dolor. Siento cómo mis huesos se desplazan en direcciones imposibles, cómo mi carne se estira y se retuerce en formas inhumanas. El sonido de mis propios gritos se mezcla con las risas macabras de Ley, y la línea entre el dolor físico y mental se desdibuja en un torbellino infernal.

—¡YAAAA! —grito una vez más, mi voz cruza el umbral del dolor. Caigo en la inconsciencia una vez más, atrapado en un torbellino de sufrimiento que parece interminable.

La sensación es de agonía y confusión, entre la lucha por moverme y el deseo de que todo termine. Intento mantener mi mente centrada, buscar un atisbo de claridad en medio del caos.

Pero el dolor es abrumador, mis pensamientos se desvanecen y regresan en fragmentos, y el mundo a mi alrededor se convierte en una mezcla de sonidos distorsionados y visiones fragmentadas. Mi maná parece estar bloqueado, inaccesible, y me siento atrapado en una trampa de sufrimiento que no tiene fin.

Mi mente es una mezcla turbulenta de dolor y confusión. La voz siniestra de Ley resuena en mis oídos, mezclándose con las sensaciones agonizantes que se desatan en mi cuerpo.

El cristal clavado en mi pecho parece estar liberando su contenido en mí, y cada vez que caigo en la inconsciencia, el tormento parece multiplicarse.

El tiempo pierde su significado, y estoy atrapado en un ciclo interminable de dolor, desvanecimiento y regreso. Intento buscar una forma de escapar de este tormento, de liberarme de las garras de Ley y su tortura implacable.

Mi mente intenta aferrarse a algún pensamiento coherente, pero el dolor lo distorsiona todo, y la realidad se desdibuja.

Un atisbo de esperanza parece aparecer cuando siento que mis hombros se mueven por sí solos, como si estuvieran encajando en su lugar. Pero la esperanza se desvanece rápidamente cuando descubro que no tengo control sobre mis extremidades. Mis dedos están doblados en formas incomprensibles, y cada intento de movimiento solo trae consigo más dolor y desesperación.

—¡PARA! —mi grito desgarrador se mezcla con la risa macabra de Ley. Mi voz suena débil y ahogada, como si estuviera luchando por emerger de las profundidades del tormento.

Pero mis palabras caen en oídos sordos, y el sufrimiento continúa sin piedad.

—JAJAJAJAJA —Ley ríe con una malicia aún mayor. Su voz se convierte en un eco distorsionado en mi mente, una risa que parece resonar en cada rincón de mi ser. —Te estoy haciendo un favor, mi querido platillo estrella. La recuperación duele un poco, pero pronto estarás más fuerte y jugoso.

Cada palabra de Ley es como un golpe más a mí ya maltrecho espíritu. Siento como si estuviera perdiendo la cordura, atrapado en un infierno de sufrimiento del que no hay escape.

Los choques eléctricos que recorren mi cuerpo son una tortura interminable, y el mundo a mi alrededor se desdibuja en una maraña de dolor y delirio. Mi carne se desgarra solo para volver a unirse, la sangre toma el olor solo para evaporarse.

Solo puedo aferrarme a la última chispa de consciencia que queda en mí, y esperar que este tormento llegue a su fin.

La tormenta de dolor y delirio continúa, y mi cuerpo parece estar fuera de mi control. Los movimientos erráticos y descontrolados de mis extremidades me recuerdan a marionetas manipuladas por cuerdas invisibles.

Cada intento de movimiento solo trae consigo más sufrimiento, y mi mente se tambalea al borde de la desesperación.

La voz burlona de Ley sigue resonando en mi cabeza, mezclándose con las sensaciones agonizantes que asolan mi cuerpo. Cada palabra que pronuncia es como un cuchillo que se clava más profundo en mi tormento. Sus comentarios sobre la comida y la preparación solo aumentan la sensación de que estoy siendo desgarrado y triturado en una pesadilla interminable.

La sensación de calor finalmente recorre mi cuerpo, y la sangre parece fluir de nuevo por mis venas. Pero esto trae consigo un nuevo y aterrador desarrollo: mis músculos comienzan a contraerse, como si estuvieran siendo exprimidos por una fuerza invisible. Cada fibra muscular se tensa hasta el punto de que siento que mis huesos podrían romperse más en cualquier momento.

El cristal en mi pecho ha llegado a la mitad de su contenido, y la parte visible de este se ha vuelto completamente blanca. No puedo entender qué está sucediendo, mi mente está enredada en una maraña de agonía y confusión.

El mundo a mi alrededor se desdibuja, y todo lo que queda es el dolor que parece envolverme como una oscura niebla.

La intensidad del tormento parece aumentar de manera exponencial. Siento que mi cabeza se contrae y expande de manera grotesca, y cada pulso de mi corazón parece traer consigo una oleada de sufrimiento.

—¡MATAMEEEEEEE! —grito con todas mis fuerzas, intentando que alguien es escuche— ¡YAAA!

Intento abrir mis ojos con fuerza, pero la visión está nublada por lágrimas y sangre. Mi boca se abre en un grito mudo mientras trato desesperadamente de liberar el dolor que me consume.

La línea entre la realidad y el delirio se desvanece por completo. Estoy atrapado en una pesadilla de sufrimiento inimaginable, incapaz de comprender lo que está sucediendo a mi alrededor.

La intensidad de la agonía parece alcanzar un punto insoportable, y mi mente se aferra a cada destello de consciencia que logra mantenerse a flote. La voz de Ley sigue retumbando en mi cabeza, sus palabras se mezclan con el dolor y la confusión, formando un caótico coro de tormento.

—ah… que desperdicio, si, si, es un desperdicioo total —Ley empieza a lamentar, mientras que empiezo a sentir como en mi puerta algo está entrando a la fuerza.

Cada instante se convierte en una lucha feroz por mantenerme en pie, incluso cuando mi cuerpo parece querer desmoronarse por completo, este se recupera para volver a romperse.

—¡AGGGGHHH! ¡QUITALO! —intento mover mis brazos, pero el solo intentarlo hizo que el dolor incremente al punto de desvanecerme nuevamente.

Una sensación nueva e incomprensible empieza a invadir mi puerta, una fuerza que se desgarraba y rompía en su camino. Mi mente apenas puede comprender lo que está sucediendo, pero es diferente de todo lo que he sentido antes. Mi instinto me lleva a apretar mis manos con fuerza, y siento que algo dentro de mí empieza a ceder.

Otra vez, abro los ojos con dificultad, y una nueva oleada de sufrimiento me golpea mientras intento inclinarme para liberar el cristal que está en mi pecho. Pero antes de que pueda hacerlo, un golpe brutal de Ley me alcanza en el rostro, rompiendo mi nariz y dejándome sin aliento mientras la sangre fluye sin control.

Mi cuerpo está en caos, y la lucha por mantenerme consciente se convierte en una batalla desesperada. Intento gritar, intento moverme, pero todo lo que hago parece aumentar el sufrimiento que siento. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, como si estuviera a punto de explotar, y una opresión se extiende por todo mi ser, haciéndome sentir como si estuviera a punto de despedazarme.

—¡Mátame de una vez! —grito, mientras intento mover mi cuerpo, logrando solo mover mis manos de forma desenfrenada.

—Si tan solo no hubiese venido a su nombre, pero al menos siempre me lleva deliciosos platillos, una comida, un postre, bebida cosas deliciosas que me hacen desear más y más.

El grito de mi desesperación se mezcla con las palabras de Ley, sus menciones de comida y placer se suman al caos en mi mente. Cada intento de movimiento se convierte en una lucha cuesta arriba, y el dolor es tan abrumador que siento que podría perder la razón en cualquier momento.

Mi cuerpo se retuerce, mis manos se agitan frenéticamente, y cada centímetro de mi ser parece estar al borde de un colapso total.

La desesperación y el sufrimiento siguen atormentándome, y parece que no hay escape de esta pesadilla. Las palabras de Ley resuenan en mi mente, mezclándose con la risa burlona que parece no tener fin.

No puedo encontrar una salida, no puedo encontrar un respiro. Mi mente lucha por mantener la cordura mientras cada intento de movimiento es respondido con más dolor y angustia.

El mundo se distorsiona a mi alrededor, todo parece estar en caos, y la sensación de estar atrapado en una espiral interminable de tormento me consume por completo. Anhelo la muerte, anhelo la liberación de este sufrimiento insoportable.

—Mátame… por favor —murmuro con dificulta, intentando hacerlo acabar con esto de una vez.

El deseo de la muerte se arraiga en mi mente, anhelando la liberación de este tormento insoportable. Pero incluso esa opción me es negada.

Sin fuerzas para resistir, me veo atrapado en un ciclo interminable de agonía y desvanecimiento. Cada vez que recupero la consciencia, imploro internamente que alguien acuda a matarme.

«Satella… por favor»

La risa siniestra de Ley aplastó cualquier esperanza que hubiera quedado en mí. Sentí que mi mente se tambaleaba al borde del abismo, incapaz de comprender lo que estaba sucediendo, atrapado en un ciclo de dolor y confusión.

Este mundo esta defectuoso.

Este mundo, que antes conocía y entendía, ahora parecía torcido y distorsionado. La realidad misma parecía haberse desvanecido, dejándome atrapado en un laberinto de sufrimiento del cual no había escape.

La idea de reiniciar, de volver atrás y evitar esta lucha, toma forma en mi mente.

¿Valdría la pena enfrentar de nuevo todos los desafíos para evitar este tormento?

La decisión se forma lentamente en mi mente: "Reiniciaré". Es una opción que ni siquiera debería existir, pero aquí estoy, enfrentando el abismo y contemplando la posibilidad de volver atrás en el tiempo.

Mi supervivencia se convierte en la prioridad absoluta. No soy un héroe destinado a luchar por los demás; soy un ser humano que busca la salvación propia.

Como si fuese acto de magia todo el dolor desaparece, sintiendo una refrescante sensación en mi cuerpo. Abro los ojos a un mundo donde la agonía ya no me consume. Pero mis manos tiemblan y mi mirada refleja el miedo arraigado en mi ser.

—Si me traes a alguien de daré un regalo mejor, deberías aprovecharlo mientras puedas —empieza a reír, mientras asoma su daga— para finalizar te enseñaré algo, como muestra de agradecimiento por el festín próximo.

Las palabras siniestras de mi captor resonaron en mis oídos, su risa maliciosa llenando el aire. Su mirada de predador y su daga amenazante hablaban de un peligro inminente. Me incliné, forzando mi cuerpo a reaccionar, observando la situación con una mezcla de temor y determinación.

Había algo dentro de mí que se negaba a dejarse vencer, a permitir que la oscuridad se apoderara por completo. Aunque todo parecía perdido, algo en mi interior seguía ardiendo, una chispa de resistencia que se negaba a extinguirse.

Este dolor, no, tengo que forzarme a seguir.

No estoy loco, no estoy loco.

O quizás, solo estoy demente.

Este alza su mirada con una sonrisa cargada de malicia, una sonrisa que hace que su sed de sangre resalte con un terror inquietante. Sus manos se tensan, preparadas para desatar el caos, mientras finalmente logro girar mi cabeza y observar la situación.

Me inclino, mi mirada fija en lo que está por acontecer.

Quién lo habría imaginado, que la persona que vendría a mi rescate sería ella. Entre todas, ¿quién hubiera pensado que sería ella?

—¡No lo toques! —grita Crusch, avanzando a lomos de Grímnir.

Su expresión de determinación es genuina, y abro los ojos con fuerza para captar cada detalle de su figura. Su cabello ondea en el viento mientras se acerca, su rostro refleja una mezcla de furia y preocupación, su presencia es imponente y majestuosa.

Mi corazón late, pero no es un latido de dolor, sino más bien de arrepentimiento.

Me prometí a mí mismo que no volvería a ser el mismo, pero ahora me doy cuenta de lo difícil que es cambiar.

No es pensar en cambiar, no es saber cómo cambiar, no es pensar que cambiaste, es cambiar lo que es difícil.

Me siento débil, lo sé.

No importa cuán inteligente sea, cuánto pueda resistir mentalmente o cuán maduro me considere. Si no soy capaz de cambiar después de cometer errores, entonces todo carece de sentido.

Ley estalla en risas, ejecuta un salto y lo único que logro ver es una cuchilla de viento que pasa zumbando. En un abrir y cerrar de ojos, se planta delante de Crusch.

Ella intenta defenderse con su espada, pero Ley aprovecha la inercia del salto para descargar una patada en su costado izquierdo, lanzándola desde Grímnir y haciéndola volar.

Crusch cae en pie, esta se arrastra usando su espada para mantener el equilibrio.

Grímnir galopa hacia mí, se acerca a una velocidad vertiginosa, y noto que en mi pecho ya no está el cristal. Ni siquiera queda una cicatriz que indique su presencia.

Como si todo hubiera sido una ilusión.

Mis ojos se dirigen hacia Crusch, quien parece entender la situación y confirma mis sospechas. Ella comprende que no es rival para Ley Batenkaitos.

—¡Marco! —exclama Crusch— Gracias por salvarme antes —sonríe, guiñando un ojo.

No necesitas agradecerme.

De hecho, no lo hagas…

—Eres formidable, sin duda fue un regalo maravilloso, una espadachina sobresaliente —Ley alza sus brazos, mostrando las dagas que sostiene—. Será suficiente para compensarme, un regalo valioso, una deliciosa comida, exquisita y maravillosa.

—Deja de hablar y retírate, cultista —declara Crusch con voz firme, identificando a la figura frente a ella—. Tendré que matarte si persistes.

Ley suelta una risa estruendosa y se lanza hacia Crusch a gran velocidad.

Con un aura misteriosa, emanando una atmósfera de peligro, estos líderes de culto son un recordatorio constante de la amenaza que representan.

Yo explique a Crusch y al resto la posible presencia de cultistas, así como la apariencia de los arzobispos.

—Una comida es deliciosa cuando se tiene más hambre, quizás deba moverme un poco para disfrutarlo más —declara Ley con un tono siniestro, mientras lanza sus afiladas dagas en dirección a Crusch.

Ella reacciona con agilidad, bloqueando los ataques con destreza antes de alejarse y utilizar sus hojas de viento como arma.

Los movimientos son frenéticos y fluidos, un intercambio mortal de ataques y defensas. Ley esquiva con agilidad cada hoja de viento, acercándose de nuevo con una oleada de apuñaladas dirigidas hacia Crusch.

Ella responde con velocidad, ejecutando movimientos precisos para repeler cada puñalada y corte que se dirige hacia ella.

Aunque Ley es de tamaño pequeño, su agilidad lo convierte en un oponente peligroso y rápido. Sus ataques llevan consigo una fuerza no despreciable, lo que complica la tarea de Crusch para mantenerse a la defensiva.

La confusión me embarga mientras observo la batalla.

No logro entender completamente la situación. Ley conocer mi conocimiento sobre ellos… y su cristal misterioso, no lo entiendo.

Sin embargo, ha logrado curar mis heridas, y extrañamente, siento una revitalización en mi cuerpo. A pesar de la complejidad de reunir maná, cada vez me resulta más natural y cómodo.

La incertidumbre me abruma, esta situación ya supera los límites de mi comprensión.

«Maldita sea…»

Creí que había llegado a una comprensión, pero nuevamente me veo sumido en la confusión. Es demasiado para mí.

Anhelo el descanso, el sueño reparador. Deseo olvidar por un mínimo de tiempo...

Quiero escapar, huir de este lugar y no regresar jamás.

La agonía de contener lo que sea que está ocurriendo me consume.

Con dificultad, me pongo en pie. Siento que mi cuerpo es distinto, mi ropa hecha jirones, manchada de sangre y despedazada, un olor nauseabundo impregna el aire. Intento canalizar mi maná, a pesar del malestar, buscando una chispa de energía.

A pesar de las circunstancias, una sensación revitalizante recorre mi ser, inyectando nueva determinación en mi ser. Sin embargo, junto a mi crecimiento en resolución, también persiste el deseo profundo de encontrar paz en medio de esta oscuridad implacable.

¿Seré víctima de alguna maldición?

Ni siquiera tuve la oportunidad de disfrutar mi adolescencia ni los primeros pasos en mi adultez.

Me vi forzado a madurar antes de tiempo, a cerrar puertas y aislarme de todos. Desarrollé una desconfianza instintiva hacia los demás.

La puerta responde a mi llamado, dejando que el agua refresque mi cuerpo. Me libero de la chaqueta y la camisa empapada, quedando solo con la camisilla de mangas y un pantalón desgarrado hasta la rodilla.

Una extraña sensación recorre mis huesos, reajustándolos en su lugar. Esto va más allá de la simple sanación, mi sangre parece más densa, mientras mi corazón late con mayor fuerza para compensar esa densidad.

¿Merezco acaso esta redención?

Debí haber cometido un pecado inmenso en vidas pasadas para tener que soportar este inferno presente.

Utilizo mi maná para generar calor y evaporar el agua que cubre mi cuerpo, dejándome seco.

Grímnir se posiciona delante de mí, su mirada refleja preocupación sincera.

Continuar es mi única opción, sin importar cuánto sufra, sin importar mis deseos de morir, mis emociones personales, el dolor que ha arrasado mi ser.

Mi mente se ha desvanecido en la penumbra.

Ahora, en este preciso instante, debo hacer lo que necesito hacer.


Capítulo 4.

La esperanza de la desesperanza.

A lo lejos, mi visión es limitada por la persistente niebla que sugiere que la ballena aún no ha sido derrotada. Crusch se enfrenta a esta adversidad con toda su determinación, empleando cada recurso a su disposición.

Si bien no hay duda de la fortaleza de Crusch, tampoco puedo subestimar a Ley, cuyo poder supera con creces el mío y el de Crusch juntos.

Nadie en este lugar parece capaz de enfrentar a Ley en igualdad de condiciones. La lucha continúa alejándose de donde me encuentro, y observo cómo Crusch emplea su habilidad en esgrima combinada con su magia para cortar el aire con precisión letal.

Sus movimientos son gráciles y milimétricos, cada golpe destinado a impactar en un punto vital de su enemigo.

—Eres verdaderamente asombrosa —comenta Ley, su sonrisa desafiante contrapuesta a su habilidad para evadir con facilidad los ataques de Crusch—, lamentablemente, este estilo no es en absoluto novedoso para mí, todo porque soy un gran comedor, y un chef exquisito.

—¡No soporto que me subestimen! —exclama Crusch, acumulando maná en su espada. Presiona su pie en el suelo y ejecuta un movimiento ascendente.

En ese mismo instante, una hoja de viento colosal surge desde el suelo, extendiéndose varios metros en el aire.

Con una velocidad impresionante, se dirige hacia Ley.

—¡Eso está bien, sí! ¡Muy bien! —Ley ríe, su expresión se ensancha al enfrentar el ataque de Crusch. Cuando la hoja de viento está a punto de cortar a Ley, su sonrisa se agranda aún más—. Leaper.

En un abrir y cerrar de ojos, Ley se desliza a través del ataque de Crusch y aparece frente a ella. Los ojos de Crusch se abren con sorpresa, pero reacciona de inmediato, ajustando su postura y lanzando un ataque con estocada.

Ley bloquea el ataque de Crusch utilizando sus dagas y se vale de su destreza para retroceder rápidamente.

—Maravilloso, una habilidad tan refinada, un festín delicioso... Una mujer fuerte y resuelta, una gran individua, pero sabes... —Ley recibe cada uno de los ataques de Crusch, desviándolos con habilidad, lo que provoca que chispas surjan con cada choque de sus armas—. Bueno, te lo diré más adelante. He sido educado para comer, comer y comer, me instruyeron minuciosamente. Llegué a comprender que no era un verdadero comedor.

Ley empieza a murmurar mientras su mirada se fija en Crusch con una sonrisa desafiante. Las chispas que se desprenden de sus choques de espada son la única luz en esta noche artificial.

—Debemos comer, pero para saborear algo verdaderamente exquisito, debemos cultivarlo con nuestras propias manos. Haré un esfuerzo contigo —Ley lame su daga, clavando sus ojos en Crusch con una arrogancia palpable.

Crusch adopta una postura de combate, su mirada fija en Ley. Conoce la identidad de su adversario, así como algunas habilidades que mencioné.

—Mi hambre no conoce límites, pero bajo su guía he logrado expandir mis horizontes —Ley comienza a acariciar su vientre, dejando en claro su insaciable apetito—. Tomaré mi aperitivo antes de retirarme, ya que me aguarda un festín delicioso en casa.

—¡No necesito escuchar tus insensateces! —Crusch se lanza contra Ley, sus gritos resonando mientras ataca con ferocidad.

Cada estocada es un despliegue de experiencia y potencia abrumadora, pero lamentablemente, no importa cuánto esfuerzo ponga, no cambiará el resultado. La experiencia es valiosa contra oponentes formidables, pero Ley no solo es más fuerte, sino también más experimentado que Crusch en el arte de la lucha.

Mientras observo a Crusch enfrentándose a Ley, siento la determinación ardiendo en mi interior. Aunque carezco de las habilidades en esgrima que poseen ambos contendientes, sé que las armas de Ley no son espadas tradicionales.

Debo pensar en algo que él no pueda prever, algo que agudice su apetito insaciable.

Sus habilidades, que en la serie eran tan desafiantes, no parecen afectarme del mismo modo. Tengo la impresión de que Ley es consciente de esta situación, pero no confío en que vaya a revelar la razón detrás de ello.

Pero... ¿puedo creer en lo que dice? En la serie, Ley era conocido por su locura, pero aquí, lo que veo no es simplemente locura.

Algo ha cambiado, algo está transformando todo a su alrededor.

Aprieto mi kukri con firmeza y comienzo a canalizar maná, concentrándome con todas mis fuerzas. Mi puerta parece más ligera, permitiendo que el maná fluya a través de mi cuerpo con mayor facilidad. A medida que reúno más maná, la opresión del miasma comienza a disminuir gradualmente, pero percibo una diferencia.

Siento algo dentro de mí.

Beatrice ya me habló de ello, pero solo ahora soy capaz de experimentarlo.

Crusch comienza a jadear debido a la prolongada batalla; mantener el ritmo le está costando un esfuerzo considerable. Por otro lado, Ley parece aburrido y desinteresado. El hecho de que Crusch no haya logrado forzar a Ley a usar sus habilidades demuestra la asombrosa fortaleza del arzobispo.

—¡Leaper! —En un instante, Ley se encuentra sobre Crusch, quien es atrapada por el cuello y arrojada con fuerza al suelo— kekeke, has sido un gran ejercicio, deliciosa, nutritiva y una gran semilla.

A pesar de su dolor, Crusch intenta utilizar su magia de viento, pero Ley clava su daga en su hombro, provocando un gemido de dolor. La situación es crítica y siento que algo ha cambiado en mi interior.

Debo intervenir.

—¡Fu murak! —Reúno rápidamente maná a mi alrededor, me concentro y asumo una posición de combate. Reduzco la presión en mi espalda y altero la gravedad a mi favor, generando un vacío momentáneo.

Con una poderosa onda de viento, doy un salto que me impulsa a gran velocidad hacia donde se encuentran Crusch y Ley.

La distancia se acorta en un abrir y cerrar de ojos, y deshago el hechizo justo antes de impactar. Intento apuñalar a Ley por sorpresa, pero este gira su mirada en mi dirección y desaparece de mi campo de visión, haciendo que pase de largo.

Sin embargo, me coloco frente a Crusch, determinado a protegerla.

Observo la herida en su hombro, donde Ley la apuñaló. La sangre fluye en abundancia y es densa, indicando que debe haber afectado vasos sanguíneos importantes. Carezco de habilidades de curación mágica, lo que significa que debo actuar rápidamente para controlar la hemorragia y llevar a Crusch a un lugar seguro.

—Muerde mi mano —coloco mi mano en la boca de Crusch, mirando su herida con seriedad.

Necesitamos detener el sangrado cuanto antes.

La mirada sorprendida de Crusch se transforma en comprensión cuando nota mi expresión. El tiempo apremia, por lo que actúo con decisión. La herida, de unos diez centímetros de largo, sigue sangrando profusamente, por lo que utilizo magia de agua para limpiarla y detener temporalmente la hemorragia.

La sangre espesa se acumula a un ritmo alarmante, y aunque no tengo un conocimiento profundo de anatomía, intuyo que la herida en la clavícula es peligrosa. Quito la parte superior de su traje con cuidado para acceder mejor a la herida y evaluar la extensión de los daños. La mirada preocupada de Crusch me recuerda que, en medio de todo esto, somos seres vulnerables, propensos a daños y a la muerte en cualquier momento.

Sin importar cuan fuerte seas.

Creo una esfera de agua que atrapa y absorbe la sangre, manteniéndola contenida. Retiro la esfera de agua, y vuelvo a colocar mi mano en la herida de Crusch, lo que provoca una expresión de intenso dolor en su rostro.

La herida en su clavícula parece grave; puedo observar la rotura de su hueso y el músculo desgarrado desde donde estoy.

Concentro mi magia en calentar mi mano, elevando rápidamente la temperatura hasta que empieza a salir humo. Crusch comienza a morder mi mano, su grito se mezcla con la mordida fuerte que me propina.

La sangre brota de su boca, proviniendo de mi mano. A pesar de las circunstancias, mantengo mi enfoque en detener la hemorragia. El fuego que uso cauteriza su herida, deteniendo el sangrado, aunque sé que esta es una solución temporal.

En medio de esta tensión, Ley comienza a reír, su risa arrogante nos rodea.

Mantengo mi determinación, aunque el dolor de la quemadura es agonizante. Sus nervios están siendo consumidos por el fuego, pero es necesario para evitar un daño mayor.

La magia curativa podrá lidiar con los daños causados por el fuego, pero en este momento, mi prioridad es salvar la vida de Crusch.

—Eres un servidor excepcional, sí, un gran ayudante para mantener mi festín —Ley continúa riendo, mientras yo mantengo mi enfoque en la quemadura— debería recompensarte, debería hacerlo, pero el hambre me consume... ¿Sabes? Hay una forma de comer que implica consumir a alguien por partes.

Una vez que la quemadura cumple su propósito, puedo ver la herida de Crusch sellada a través de la costra carbonizada. Sé que es una solución temporal y cualquier movimiento brusco podría empeorarla. Rápidamente rasgo mi camisa y utilizo un trozo de tela para cubrir la herida. Terminando con un torniquete, miro su rostro, consciente del dolor que está soportando.

La sangre en su boca es limpiada con magia para brindarle un poco de alivio.

No quiero pensar, no quiero recordar nada, debo aprovechar este momento para estar en blanco, solo hacer lo que debo hacer.

Si pienso, si recuerdo, no me pararé de nuevo.

—Vamos, necesitamos salir de aquí —levanto a Crusch con cuidado. Mi mente está centrada en una cosa: encontrar una oportunidad para derrotar a Ley— tenemos que encontrar la manera de vencerlo.

Crusch cambia su espada de brazo para compensar su lesión, ahora con su brazo derecho fuera de combate. Me posiciono a su derecha, mientras que Ley parece deleitado con nuestra presencia.

Una mueca siniestra cruza su rostro mientras saca su lengua en medio de sus risas.

—Existe una forma de "comer", especialmente a personas con futuro, debes dar un bocado primero —Ley lame su mano izquierda de forma macabra, mientras nosotros nos preparamos para enfrentarlo en un combate decisivo.

Crusch y yo no necesitamos decir nada, nuestras miradas se encuentran y compartimos una comprensión silenciosa sobre cómo abordar esta batalla conjunta. A pesar de que nunca hemos luchado juntos antes, sabemos que esta es nuestra oportunidad de trabajar como un equipo.

—¡Ley! —Ambos nos lanzamos a toda velocidad hacia Ley, quien nos mira con una sonrisa y se lanza hacia nosotros. Crusch convoca cortes de viento, pero para mi asombro, estos no solo se detienen en su camino, sino que son frenados a mitad de camino.

—Yo también puedo hacer eso, soy un buen "comedor", para mí, comer lo es todo —declara Ley, generando más hojas de viento que se acercan a nosotros. Salto en una dirección mientras Crusch lo hace en otra para esquivar los ataques. Ley se centra en mí y me ataca con una puñalada.

Rápidamente interpongo mi kukri para bloquear su ataque, pero Ley utiliza su otro brazo para intentar apuñalarme en el pecho. No puedo permitirlo.

—¡Goa! —Grito mientras lanzo múltiples bolas de fuego hacia él.

Ley se mueve con destreza, esquivando y cortando las bolas de fuego en el aire. En ese momento, Crusch aprovecha la oportunidad y se abalanza sobre Ley, atacándolo con determinación. Su grito denota su firmeza en ganar esta batalla. Comprendo que debo dar lo mejor de mí.

Si quiero evitar que el pasado se repita, debo ser mejor de lo que fui.


Miro hacia el oeste, donde sé que ambos deben estar luchando. Todos están dando lo mejor de sí para enfrentar esta difícil situación, especialmente él, quien arriesgó su vida para atraerla y dar una oportunidad a todos nosotros.

Betty parece comprender lo que sucedió, pero su contrato con Marco la ata y le impide luchar. Grité a Betty que trajera a Marco para ayudar, pero ella negó con tristeza, sus lágrimas cayendo sin control, tomo su cabeza, tapando sus oídos como si estuviese escuchando cosas horribles.

—Marco le ordenó a Betty que no fuera, de hecho —susurra entre sollozos desgarradores, que hacen que mi corazón se rompa a pedazos a la vez que arde con furia.

El vínculo entre Marco y Betty es profundo y complejo, compartiendo no solo poderes sino también emociones. Betty puede percibir las intenciones de Marco. No sé qué emociones inundaron a Marco en ese momento, pero las lágrimas de Betty me cuentan una historia de preocupación y dolor.

Cuando lo vea, definitivamente lo regañaré. No importa lo que haya sucedido, nada justifica hacer llorar a Betty.

Pero, por otro lado, debo admitir que esta situación es en parte mi culpa. Fui quien insistió en luchar, quien llevó a Marco a tomar esa peligrosa decisión de usar su cuerpo como carnada.

Miro mis manos, y en mi mente resuena la pregunta: ¿Morirá?

Rechazo con todas mis fuerzas la idea de perderlo.

No, él no morirá.

No puedo permitirlo.

Me obligo a apartar esos pensamientos y me concentro en la tarea a la mano. Observo a mi alrededor, los cañones están listos, pero la bestia parece haberse alejado de esta área. Los escuadrones se están agrupando gradualmente, aunque la situación sigue siendo crítica.

Marco confía en mí, me dijo que yo soy la única que puede hacer esto. Tengo que hacer honor a esa confianza y dar lo mejor de mí.

Necesitamos cambiar de estrategia. El plan de atraerla ha fracasado, por lo que debemos idear algo nuevo. Tengo que pensar, ¿qué haría Marco en esta situación?

—Señorita Emilia —la voz de Wilhelm me saca de mis pensamientos, y me giro para mirarlo.

Tiene sangre en su ropa y en su rostro, signos de la feroz lucha en la que ha estado involucrado. Sus ojos, profundos y experimentados, capturan mi atención. Parece haber pasado por mucho, y esa experiencia se refleja en su mirada.

—¿Señor Wilhelm? —respondo, sorprendida por su repentina aparición.

Él se inclina ante mí, mostrándome respeto. Observo a los demás a mi alrededor, impacientes y preocupados. La situación es complicada; muchas personas han desaparecido, pero la memoria de quiénes y cómo ha sido alterada. Solo queda un vago conocimiento de la falta de algunos escuadrones, pero nadie recuerda exactamente quiénes son ni cómo se han perdido.

Incluso yo estoy afectada por esta alteración de la memoria.

Wilhelm me proporciona más información sobre la situación. Los dos clones de la ballena han desaparecido tras el último ataque que hicimos, lo que indica que la ballena podría estar preparándose para un ataque masivo.

—Un ataque en conjunto… —musito, conectando los puntos.

La situación que tanto Marco como yo habíamos contemplado previamente parece estar desarrollándose ante nosotros. Ya habíamos discutido este escenario, pero Marco enfatizó que, si la ballena adopta esta táctica, solo hay una manera de derrotarla: atrapar al cuerpo principal y evitar que se mueva.

Atrapar su cuerpo principal.

La idea resuena en mi mente mientras observo el horizonte, donde deben estar luchando. Me doy cuenta de que ambos, con sus habilidades y estrategias meticulosas, son una combinación poderosa, capaz de planear y considerar innumerables posibilidades.

Pero también siento un leve apretón en mi pecho al admitirlo.

Quiero ser yo quien este con él, mi corazón quiere pedirlo a gritos, quería ir… Pero sé que tengo que cumplir mi deber primero.

De todas formas, está en manos confiables.

Wilhelm parece percibir mi conflicto interno y decide hablar.

—Señorita Emilia, si me lo permite, quisiera compartir una opinión —comienza, con su mirada dirigida hacia donde ambos luchan—. Si bien el señor Marco es indudablemente inteligente y sus planes han demostrado funcionar, este fallo puede deberse a factores que aún desconocemos por completo.

Asiento, agradecida por su comprensión. Betty no compartirá información que Marco no quiera que revele, por lo que siento que hay mucho más detrás de esta situación.

—Ambos son notables y similares en muchos aspectos, pero también tienen sus limitaciones —prosigue Wilhelm, cerrando los ojos brevemente—. El señor Marco puede ser excepcional, pero ningún ser humano es perfecto. Usted, señorita Emilia, es única.

Esas palabras me tocan de manera inesperada. Wilhelm inclina la cabeza ligeramente en mi dirección, y luego dirige su mirada al cielo.

—¿Yo?

¿Única?

Una pequeña risa interna suena desde el fondo de mi corazón.

—Usted me recuerda a alguien que conocí hace mucho tiempo. A mi esposa, Thearesia Van Astrea, quien fue la santa de la espada de una generación anterior. Ella murió a manos de esta misma bestia. Veo similitudes entre ustedes, pero también veo una diferencia significativa en su ser.

La mención de Thearesia Van Astrea me sorprende. Conozco la historia de esa santa de la espada, una luchadora valiente y heroica que, según se dice, murió enfrentando a la gran ballena. Su memoria es venerada en el reino, un recordatorio constante de su valentía y sacrificio.

—¿Me parezco a ella? —pregunto, sintiendo un nudo en la garganta.

Wilhelm asiente con una expresión reflexiva.

—Sí, pero a la vez es algo diferente. Thearesia era una mujer admirable, pero su historia es solo una parte de lo que usted tiene a futuro. Su presencia evoca tanto similitudes como un sentido de individualidad. Y eso es lo que la hace única en este momento.

Las palabras de Wilhelm me hacen reflexionar profundamente. Me doy cuenta de que, aunque puedo ser inspirada por figuras del pasado, también tengo mi propia voz y camino por recorrer.

—Si… creo que entiendo por qué el señor Marco siempre confía en usted… No es por su gran fuerza, sino por su gran talento. —expresa Wilhelm, observándome con determinación.

Sus palabras me tocan profundamente, y mi mirada se desvía hacia abajo, como si estuviera tratando de asimilar su elogio.

¿Un talento?

¿Yo?

Es difícil para mí concebirme como alguien dotada de un talento especial, pero las circunstancias actuales me exigen que asuma un papel más central.

—¿Yo? —pregunto, buscando una confirmación o una explicación más detallada.

Wilhelm sostiene mi mirada con resolución. Sus palabras, aunque misteriosas, parecen resonar con algo profundo en su experiencia. No entiendo completamente lo que está tratando de decir, pero su mirada y su tono de voz me instan a asumir este nuevo rol con confianza.

—Usted —responde con una sonrisa enigmática—. Señorita Emilia, usted es única en su forma de ser. Y eso es precisamente lo que necesitamos ahora.

Su declaración me hace sentir tanto presión como determinación. Debo tomar la iniciativa en esta situación crítica, incluso si no tengo todas las respuestas o habilidades de Marco y Betty.

Observo a todos los presentes, sintiendo sus miradas en mí, y comprendo que es el momento de dar un paso adelante. Wilhelm toma la iniciativa y proclama su lealtad a mí en voz alta, declarándome su comandante.

—¡Yo, Wilhelm Van Astrea, seguiré las órdenes de la comandante Emilia! —anuncia con voz firme y decidida.

Sus palabras resuenan en el aire, capturando la atención de todos los presentes.

Las miradas de todos se posan en mí. Siento un nudo en el estómago, pero también una sensación de empoderamiento. La presión aumenta sobre mis hombros, pero sé que no puedo dudar.

Tengo que asumir el liderazgo y guiar a todos a través de esta crisis.

La responsabilidad es grande, pero no puedo permitirme dudar. Betty toma mi mano, y aunque su sonrisa parece forzada, siento su apoyo en ese gesto.

Pongo mi otra mano en su cabeza y le transmito mis pensamientos con un simple contacto. Juntas enfrentaremos lo que venga después de esto.

Wilhelm, al igual que Marco, tiene una perspicacia impresionante. Habla de cómo Marco confía en mí, y en ese momento, siento un compromiso más profundo. Tengo que ser fuerte, no solo por mí misma, sino por todos aquellos que confían en mí.

—Cuando lleguemos a Irlam, confrontaremos a Marco juntas —le digo a Betty con determinación.

Ella cierra los ojos por un momento, y aunque su sonrisa desaparece al abrirlos, puedo sentir que estamos conectadas en esta decisión. El peso de lo que ha sucedido está en sus pensamientos, pero también está decidida a seguir adelante.

Los soldados del ejército, que antes parecían inseguros, proclaman su lealtad y confianza en mí.

—¡El ejército de Irlam seguirá a la comandante Emilia! —exclaman al unísono con determinación.

Su respuesta es abrumadora, y siento un nudo en la garganta. Han puesto su fe en mí, y no puedo defraudarlos.

La energía en el aire cambia. La motivación vuelve a encenderse en sus ojos, y puedo sentir cómo mi determinación influye en ellos. Pongo un poco de maná en mi garganta, preparándome para dirigirme a ellos. Es como si estuviera a punto de lanzar un hechizo, pero esta vez es mi voz y mi convicción lo que deseo transmitir.

—¡Caballeros! —exclamo, dejando que el maná fluya a través de mi voz.

Los copos de nieve comienzan a formarse a mi alrededor mientras todos se sorprenden por lo que está sucediendo. El efecto es mágico, pero lo que sigue es aún más importante.

—¡MIRENME A LOS OJOS! —grito con todas mis fuerzas, obligando a todos a centrar su atención en mí.

Un hechizo mágico, que siempre me trae a la luz.

Necesito ser su fuerza y su motivación, como Marco lo ha sido para mí en muchas ocasiones.

Las miradas vacilantes vuelven a centrarse en mí mientras intento transmitirles mi determinación.

—¡Vamos a ganar! —digo con una sonrisa, tratando de infundirles la misma confianza que Marco me ha dado en el pasado—. Ahora necesito que cada uno de ustedes siga mis pasos. Podemos ganar... ¡Yo haré que ganemos!

Sé que he dado un paso adelante en un nuevo papel, uno que puede ser abrumador y desafiante. Pero con la confianza de todos, y con mi propio compromiso, estoy dispuesta a liderar y luchar por un mañana mejor.

—Sigan mis pasos, yo traeré la victoria que tanto deseamos… Para poder volver con una sonrisa —proclamo con determinación, inspirando a los soldados y magos presentes. Sus rostros cambian de expresión, de dudas a confianza, y puedo sentir cómo están dispuestos a seguirme.

Es una sensación mágica, que nunca había experimentado.

El grupo de magos, liderados por Alsten temporalmente, también expresan su compromiso y respaldo a mi liderazgo.

—¡Seguiremos a la comandante Emilia! —exclaman los magos con fuerza.

Luego, los caballeros se unen al coro, demostrando que están dispuestos a seguir mis órdenes y luchar bajo mi liderazgo.

—¡Iremos a donde nos ordene! —afirman, poniendo sus manos en sus pechos en un gesto de lealtad y compromiso.

La atmósfera cambia por completo. Aunque la situación sigue siendo crítica, siento que hemos recuperado el control de la situación al establecer una dirección unificada y motivadora. Ahora es mi responsabilidad liderar y tomar decisiones sabias para guiar a todos a través de esta amenaza.

Observo a Wilhelm, cuyo rostro denota experiencia y sabiduría. Mi siguiente pregunta busca orientación en medio de la incertidumbre.

Tengo que pensar más como Marco, tengo que ser una gobernante, todo esto sin dejar de ser yo misma.

—Señor Wilhelm, ¿hay una manera de identificar a la original? —pregunto, consciente de que, si podemos localizar y neutralizar a la mabestia original, esto acabará.

Wilhelm frunce el ceño, como si estuviera pensando profundamente en mi pregunta. Luego, con una mirada determinada, responde:

—La herida en su cabeza debe verse a grandes distancias, pero para ello necesitas elevarte como lo hace el señor Marco.

Asiento, tomando nota de su consejo.

Mi cabeza empieza a sentirse en un fuego mientras pienso como vencer a este enemigo, creo que nunca había pensado tanto en mi vida.

—Gracias, señor Wilhelm. Vamos a coordinar nuestros esfuerzos para localizar y contener a la mabestia original —digo, mirándolo con gratitud por su sabiduría y apoyo.

El tiempo es crucial ahora. Tenemos que actuar con rapidez y eficiencia para evitar más daños y proteger a quienes están en peligro. Esta es mi prueba como líder, y estoy decidida a hacer todo lo posible para que todos puedan volver a casa con una sonrisa.

Sé que una de ellas tiene una gran herida en su boca, pero sobre la otra no tenemos información relevante. Wilhelm reflexiona por un momento y luego señala hacia su cabeza.

—Tiene un corte en su espalda, pero igualmente tendría que verlo a altas distancias.

La idea de estar en una gran altura me viene a la mente. Mi mirada se dirige hacia Betty, quien asiente confirmándome que está dispuesta a ayudar. Ahora solo necesitamos encontrar una manera de atraer la atención de la ballena.

—¡Miren! —grita un caballero con voz temblorosa, señalando hacia el oeste.

Giro mi cabeza en esa dirección y puedo verlo: dos de las imponentes mabestias. No, son tres. Los dos clones avanzan velozmente, mientras que el tercero se mantiene rezagado, protegiéndose. Su avance es rápido; aunque están lejos, su distancia se acorta a grandes zancadas, lo que dificulta el control, pero no es imposible.

—¡Soy Emilia! ¡Soy su comandante y traeré la victoria a cualquier costo! —grito, incitando a todos a tomar sus posiciones.

Betty comienza a elevarme lentamente, ganando altura para tener una mejor vista. Una vez que alcanzamos una posición adecuada, observo con determinación a las mabestias. Una de ellas muestra una herida en la boca, la otra parece estar menos dañada, pero exhibe un corte profundo en la parte superior.

¿Será esa la correcta?

No, me lo acaban de decir.

Rápidamente descarto esa idea al enfocar mi atención en la tercera. Definitivamente es la que está en la retaguardia; el hueco en su cráneo es consecuencia de los cañones.

Es la misma ballena que persiguió a Marco, la misma que causó la muerte de innumerables personas y forzó a Marco a arriesgar su vida.

No la perdonaré por eso, por robar la felicidad de los demás. Jamás le perdonaré.

Ahora lo crucial es centrar el ataque. Necesitamos detener el avance del cuerpo principal, y la única forma es con el cañón mágico, la bala que tanto esfuerzo nos costó crear, el último trabajo en el que colaboramos Puck y yo.

—¡Caballeros! Divídanse en dos flancos; en mi señal, avanzarán para enfrentar a los clones.

—¡A sus órdenes! —responden todos al unísono, siguiendo mis instrucciones.

Los caballeros se acomodan a mi lado, tres escuadrones en mi izquierda y tres en mi derecha. Wilhelm permanece debajo de mí, mientras los magos y soldados se preparan. Una de las mabestias tiene una debilidad física, mientras que la otra es más vulnerable al daño mágico.

Siguiendo las indicaciones de Marco, el orden de los ataques es crucial para lograr distraerlas de manera eficaz

—¡Magos! Ataquen a la mabestia de la izquierda; ¡Soldados de Irlam! ¡Aborden a la mabestia de la derecha! —ahora es el momento de preparar el cañón principal, el cual ya he cargado con mi magia— ¡Capitana Sofia! ¡Pon a punto el cañón mágico!

Los dos grupos comienzan a prepararse con premura; estamos bajo una cuenta regresiva implacable, pero todos se organizan rápidamente. La ballena está más cerca ahora, y su niebla empieza a enroscar su camino en nuestra dirección. Utilizo varios pilares de hielo para interceptar sus ataques, reuniendo maná a un ritmo acelerado.

Soy la responsable de llevar la victoria a nuestro lado, y eso es lo que haré.

—Señor Wilhelm, nos haremos cargo del cuerpo principal —dirijo mi mirada hacia él desde las alturas, y él asiente con una reverencia. Seguramente están enfrentando oponentes poderosos, de lo contrario ya estarían aquí.

Debo actuar con rapidez para unirme a su lucha.

Las tres mabestias avanzan, cada vez más cercanas. Sus formas masivas superan cualquier comparación, incluso la que sentí la primera vez que las vi. Pero no puedo permitirme sentir miedo ahora.

Debo ser más fuerte, si quiero ser reina, esto no es más que un escalón.

Por el bien de todos.

Espero el momento perfecto, aguardando hasta que las mabestias estén a una distancia crítica. Continúo acumulando maná y creo pilares de hielo para bloquear sus ataques de niebla.

Necesito ser superior a mi yo anterior, requerir más poder y concentración. Betty aprieta mi mano con determinación, infundiéndome la motivación para seguir adelante.

Cuando las dos mabestias están a la distancia adecuada, grito.

—¡Caballeros, adelante! —concentro mi maná, ajusto mi voz y grito con todas mis fuerzas—. ¡UL HUMA!

En su trayectoria de avance, genero dos estacas de hielo gigantes, golpeando a las dos mabestias diagonalmente y enviándolas en direcciones opuestas. La tercera sigue avanzando recto, pero todavía no lo suficiente.

—¡Fuego! —exclamo.

¡Booooom!

Los cañones impactan en ambas mabestias, creando una nube de fuego y polvo que se expande y ocupa el área. Los caballeros se lanzan al ataque mientras la tercera mabestia sigue empujando su avance.

Es el momento de mi magia personal, una creación propia que me permita detener a mis adversarios. Cierro los ojos durante unos segundos, visualizando la magia en mi mente.

No sé cuánto tiempo podré mantenerla, pero debo hacerlo correctamente.

El aliento helado escapa de mi boca en forma de vapor, la mabestia se acerca, a escasos metros de distancia.

—¡RAÍCES DE HIELO! —mi voz retumba alrededor, mi mano se extiende mientras doy vida a mi nueva magia.

Varias raíces de hielo emergen del suelo, avanzando hacia la colosal mabestia. A pesar de su embestida, destruye varias de ellas, pero no me rindo. Continúo creando más y más, raíces afiladas que se clavan y aferran con fuerza.

Cientos de raíces frenan su avance, obligándola a moverse y aletear en un intento desesperado por liberarse de mi hechizo. No cedo, sigo generando más y más raíces. Mi control sobre el hechizo es estable, pero algo en mi interior siente el frío, esto consume más maná del que creí.

Empiezo a jadear por usar una magia tan fuerte, mi corazón se siente frio, fuente del gran poder que es este hechizo.

Sin embargo, no tengo tiempo para preocuparme. Esto es solo el comienzo.

Los gritos de los caballeros llenan el aire, y los veo atacar con todo lo que tienen a las otras mabestias, deteniéndolas en su lugar. Ahora es el momento de utilizar nuestra arma secreta.

—¡AHORA! —mi voz resuena, mientras dirijo mi mirada hacia el cañón

Es la creación conjunta de Marco, Beatrice y Puck, un cañón mágico diseñado para disparar este hechizo.

¡BOOOOOOOOOM!

Un estruendo ensordecedor sacude el ambiente, haciendo que mi cuerpo vibre instantáneamente. La bala se lanza a gran velocidad, una esfera azul que ilumina su entorno a medida que avanza. A pesar del aliento que la mabestia lanza hacia ella, la bala continúa su trayectoria implacable. Genero más raíces, concentrándome en mantener el control perfecto.

La bala atraviesa la densa niebla, y la mabestia intenta frenarla con su aliento, pero la bala persiste, avanzando sin detenerse. En un instante crucial, grito con todas mis fuerzas:

—¡HUMA!

La explosión de las raíces es mi respuesta. El hechizo contenido en la bala se desencadena, y en un abrir y cerrar de ojos, el grito de la mabestia se silencia cuando múltiples estacas de hielo emergen de su cuerpo. Las estacas atraviesan su carne con violencia, y cada una de ellas genera más estacas asemejándose a las ramas de un árbol, asegurándose de que la mabestia quede atrapada en una prisión de hielo.

—¡Señor Wilhelm! —mi voz resuena, y él acude rápidamente, montando su dragón y dirigiéndose a toda velocidad hacia la mabestia atrapada en hielo.

Las estacas que la atraviesan comienzan a desmoronarse, fragmentándose en pedazos. Era un hechizo diseñado para destrucción total, y me sorprende que Marco hubiera creado algo así.

Un hechizo tan práctico y devastador a la vez.

En ese momento, Betty habla a mi lado.

—Marco guarda muchos secretos, pero lo hace por el bien de todos, supongo.

Asiento en silencio.

Sí, sé que Marco tiene razones para mantener ciertas cosas en secreto, pero algún día seré lo suficientemente fuerte para que él me revele todo. Seguiré adelante, me esforzaré para alcanzar ese nivel.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho, el orgullo y la determinación llenan mi ser. He logrado esto, he demostrado mi valía. Puedo seguir adelante y convertirme en una líder digna.

No, incluso más que eso, seré reina.

Imprimiré ese pensamiento en mi corazón.

Y cuando lo logre, lo haré hablar.

Haré que Marco me revele todos sus secretos.


La batalla ha llegado a un punto muerto. Mis heridas se multiplican, cada uno de sus golpes se siente como si un demonio me aplastara. Cada puñetazo es una explosión de dolor que sacude mi cuerpo.

Crusch también está al límite, sus heridas han empeorado y su fractura ha vuelto a abrirse. Ha sido el blanco de todos los ataques, mientras que Ley se concentra en atacarla con sus dagas. No comprendo por qué está sucediendo esto ni los motivos detrás de sus acciones. Pero lo que sé es que esto tiene que terminar.

No puedo permitir que Crusch sufra más. La adrenalina corre por mis venas mientras mi mente trabaja a toda velocidad. Necesito poner fin a esta pelea, a cualquier costo. Sin dudarlo, me impulsé hacia Ley con un grito:

—¡Fu Murak!

Ley sonríe anticipando mi movimiento, pero cuando estoy frente a él, salto y exclamo:

—¡Fu Vita!

Caigo en picado a gran velocidad, mi kukri se alza para golpearlo. En un movimiento vertical, Ley intenta defenderse, usando sus dagas para detener mi ataque. Con un grito de determinación, golpeo mi kukri contra sus dagas, rompiéndolas en pedazos. Una expresión de sorpresa cruza por el rostro de Ley, pero no tengo tiempo para detenerme.

Mi mente sigue trabajando sin descanso. Tengo que hacerlo, no puedo permitirme fallar ahora.

La oscuridad, una nube que absorbe toda la luz. Algo que neutralice todo. Caigo al suelo con una pierna quebrada, pero aprieto los dientes con fuerza para contener el dolor. Esto no es nada en comparación con lo que ya he soportado.

Mi determinación se fortalece mientras sostengo mi kukri en alto. Tengo que proteger a Crusch, no hay otra opción.

Esto tiene que funcionar.

Desato un hechizo básico, uno que no se rinde ante nadie.

—¡SHAMAAAACK! —mi grito resuena en el aire, y una nube negra surge de mi ser. Absorbe la luz a su alrededor, y mis sentidos se agudizan de manera intensa.

Pero no me detengo aquí. Algo dentro de mí me guía, me muestra su presencia. No puedo ver su rostro, pero eso no importa.

Mi enfoque está claro.

—¡EL MURAK! —me impulso con velocidad hacia esa sombra. Ley se desvanece de mi vista, pero no tengo dudas. Giro en un movimiento brusco y lanzo una patada con todas mis fuerzas. El golpe impacta y Ley es arrojado lejos, pero no estoy dispuesto a dejarlo escapar tan fácilmente.

—¡Goa! —disparo bolas de fuego en ráfagas, sin ver a dónde van, pero siento sus movimientos. Ley las esquiva ágilmente. Sin embargo, finalmente reacciona.

—¡Fura! —su grito hace que una onda de viento desvanezca mis hechizos en el aire. Ley me observa con una sonrisa, pero pronto gira bruscamente su mirada.

—¡Se acabó! —el grito de Crusch es la señal, y ella se lanza hacia Ley, su espada apuntando en una estocada mortal.

La estocada de Crusch es rápida y certera, atravesando el abdomen de Ley. Pero en un abrir y cerrar de ojos, Ley se teletransporta, alejándose de nosotros. Se sujeta la herida en su abdomen, mientras tanto, Crusch y yo nos colocamos uno al lado del otro, preparados para cualquier cosa.

—¡Maravilloso! —Ley observa su herida y lame su mano ensangrentada— ¡Los platos también pueden ser picantes! ¡Este dolor solo es un añadido!

En ese momento, una luz deslumbrante ilumina el cielo. Levanto la vista y observo cómo la niebla se disipa rápidamente. Los rayos del sol penetran el espacio vacío, llenándolo con su brillante luz. En cuestión de segundos, la niebla ha desaparecido por completo.

El entorno se transforma en un hermoso campo abierto, sin nubes que oculten la intensidad del sol.

Los gritos de victoria resuenan en la distancia, como un eco lejano que nos llama de vuelta.

Crusch habla con cansancio evidente:

—Tenemos que regresar.

Es obvio que Crusch está agotada. Es probable que no pueda moverse mucho más. Ley, por su parte, está herido, pero su actitud no muestra molestia ni temor. Su mirada se dirige al cielo, su sonrisa se hace aún más amplia.

—Esa persona es maravillosa —murmura hacia el aire antes de mirarnos—. Parece que no podré darte el regalo que prometí, mi exquisito platillo. Tendremos que esperar a otro momento para eso.

Ley nos observa a Crusch y a mí, pero no como si fuéramos seres humanos. Su deseo es consumirnos por completo.

—Cuando nos volvamos a encontrar, espero que tanto la entrada como el platillo principal estén preparados. Para comer, o, mejor dicho, para ser comidos —Ley estira sus brazos y se pone a reír con fuerza—. Un platillo preparado con sudor y sangre será verdaderamente delicioso, porque la comida lo es todo. Ahora tendré que continuar mi festín, alimentándome mientras mi ansia por este manjar crece.

Ley se desvanece en un abrir y cerrar de ojos. En un instante, ha desaparecido completamente. El bosque está a unos kilómetros de distancia, lo que significa que es capaz de moverse a una velocidad que nuestros ojos no pueden captar.

Suelto un suspiro de alivio, finalmente ha terminado.

—Ganamos —exclamo con un tono exhausto, dirigiendo mi mirada hacia Crusch. Pero cuando lo hago, me doy cuenta de que ella está cayendo al suelo.

Me apresuro a sostener a Crusch, depositándola con suavidad en el suelo. Sus heridas son graves, no hay tiempo que perder. Grímnir se acerca y se coloca a mi lado, atento a la situación.

La herida más severa es la de su clavícula. Rápidamente, me quito la camisa y la uso para aplicar presión sobre la herida, mientras sus otras lesiones continúan sangrando. La distancia que nos separa del campamento es de un kilómetro aproximadamente, y la urgencia es inminente. Murak parece ser nuestra mejor opción en este momento.

Levanto a Crusch, quien apenas muestra signos de respiración. Un pensamiento urgente se desliza por mi mente: «No puedes morir ahora.» Tengo una promesa que cumplir y una deuda de gratitud que saldar.

Justo cuando estoy a punto de avanzar, siento un temblor inusual en mi cuerpo. Retrocedo unos pasos, mi visión comienza a volverse borrosa. Mis piernas tiemblan, y mis brazos ceden sin mi control, dejando caer a Crusch al suelo.

—¡Mierda! —exclamo mientras caigo al suelo, mi mirada se posa en el césped. Mi corazón late con una rapidez desbordante. Intento concentrarme para reunir mana, pero algo dentro de mí estalla.

Mi cuerpo empieza a temblar intensamente, y al siguiente instante, siento como miles de agujas se clavan en mi piel. La respiración se hace difícil, y la capacidad para reunir mana desaparece

—¡Bluargh! —un sonido gutural escapa de mi garganta, seguido de una masa negra con un olor nauseabundo, acompañada de un humo violeta. Es una sustancia repulsiva, pero eso no es lo peor.

¿Qué está pasando?

¿Qué es esto?

Mis ojos se cierran sin control, y mi cuerpo cae al suelo en medio del caos. La confusión se mezcla con la angustia, la oscuridad se cierne a mi alrededor. La sensación de estar perdiendo la batalla contra algo invisible se hace más y más fuerte.

El pensamiento de que podría morir aquí, después de haber ganado la batalla, se apodera de mí. La oscuridad amenaza con consumirme por completo, y el último destello de conciencia se desvanece.


Capítulo 5

Y ahora, solo queda reírse.

La oscuridad me rodea, y por un momento, pierdo toda sensación en mi cuerpo.

Es como si estuviera flotando en un vacío, recordando la bruma y la sensación de ser transportado a este mundo en el pasado. Una luz brillante comienza a filtrarse a través de mis párpados cerrados, y gradualmente empiezo a sentir la presencia del suelo debajo de mí. Una suave brisa acaricia mi piel, que lleva consigo un delicado aroma floral.

Me doy cuenta de que no estoy en el mismo lugar que antes.

Abro mis ojos con lentitud, encontrándome frente a la entrada del jardín de Crusch. La realidad me golpea de repente, y una pregunta surge en mi mente:

¿He regresado?

Giro la mirada hacia atrás, observando la entrada de la mansión que se mantiene idéntica. Sin saber qué más hacer, doy media vuelta y entro al jardín. Las mariposas revolotean a mi alrededor mientras camino, y mi mente sigue en blanco.

—No…

No quiero pensar, no quiero enfrentar la realidad. He muerto, pero extrañamente mi conexión con el maná se siente normal, y mi cuerpo no parece estar herido.

Hago un intento para utilizar magia de viento, y fluye sin problema alguno. Sigo avanzando, cada paso se siente pesado y cansado. Una voz en mi mente murmura: «Ahora no puedes negarlo más...»

Comienzo por procesar lo que ha ocurrido. Sea lo que sea que Ley Batenkaitos haya hecho, me ha llevado de nuevo a este punto, esto no coordina con todos los regresos anteriores, que eran en un corto lapso. Siento que inevitablemente tendré que enfrentarlo nuevamente. Parece que poseen algún tipo de control sobre mí, y no puedo evitar pensar que hay algo que debo hacer para romper este ciclo.

Mis pensamientos dan vueltas en torno a la situación. ¿Por qué morí? El recuerdo del cristal y la masa negra se deslizan por mi mente. Parece que hay una conexión, pero aun no entiendo completamente su significado.

Ley Batenkaitos tiene el poder de controlar las mabestias, con eso, da a entender que el ataque estuvo de alguna forma premeditado, o eso quiero creer. Aunque esa sea una zona comercial, si Ley busca alimentarse no lo haría en un lugar así.

Hay algo más.

Me quedo perplejo, un nudo en mi garganta parece apretarse mientras doy un rápido giro hacia la derecha, buscando con la mirada a Crusch, Félix y Wilhelm. Sin embargo, en el instante en que mis ojos se posan en el pequeño quiosco que fue testigo de momentos compartidos, siento un estremecimiento en mis labios que empiezan a temblar.

—¿No están? —murmuro al aire, con un nudo en mi pecho, mientras inicio una carrera frenética hacia aquel lugar donde compartimos risas y confidencias.

Mis pasos se vuelven lentos, como si una fuerza invisible intentara detenerme, pero ignoro cualquier señal de duda que amenace mi avance. Finalmente, llego al quiosco, mis ojos escrutan cada rincón con desesperación, esperando encontrar algún rastro de ellos, algún indicio de su presencia.

¡Bang!

Un disparo corta el aire desde el campo abierto cercano, una explosión sonora que me sacude hasta la médula y me hace girar la cabeza en esa dirección. Mi atención se concentra en aquel campo, mi corazón latiendo con fuerza desbocada. La sensación de que algo está fuera de lugar se hace aún más profunda en mi pecho.

Esto no concuerda con mis recuerdos, algo ha cambiado, ha sido alterado en el tejido mismo de la realidad.

Mis pasos me llevan hacia el campo, como si alguna fuerza misteriosa tirara de mí. Pero lo que encuentro allí me deja sin palabras, mi mente aturdida por la visión frente a mí.

Una figura femenina, alta y de cabello blanco que cae hasta su cintura, se yergue en medio de aquel paisaje. El aura que la rodea es misteriosa y enigmática, como si estuviera tejida con hilos de magia antigua. Un rifle cae de sus manos, estrellándose en el suelo, mientras su mirada se mantiene fija en un punto distante del terreno.

Sus ojos, profundos y llenos de una historia que solo puedo intuir, parecen estar absortos en pensamientos que escapan a mi comprensión. Permanezco allí, una presencia insignificante en su mundo, mientras ella coloca su mano en la frente, como si estuviese ensimismada en sus pensamientos.

La extrañeza y el misterio se ciernen sobre este encuentro, y siento que el tiempo mismo se desvanece en el aire. No puedo evitar preguntarme quién es ella, qué secretos guarda y por qué su presencia en este lugar tan fuera de lugar.

Mi corazón late con temor, ya no creo en nada, ya no sé qué hacer, que pensar o desear.

Permanezco allí, inmóvil, mis ojos fijos en la figura enigmática ante mí. No puedo evitar sentir una extraña conexión, como si algún hilo invisible me uniera a ella. Una mezcla de emociones se agolpa en mi pecho, un cúmulo de sensaciones difíciles de definir.

En un intento por contener esos sentimientos, una lágrima silenciosa surca mi mejilla, como si mi propio ser reaccionara ante la presencia de esta misteriosa mujer.

Continúo caminando, como si estuviera siendo guiado por una fuerza más allá de mi control. La belleza de la mujer es deslumbrante, casi sobrenatural, y la atmósfera que la rodea me sumerge en una sensación mágica y agridulce.

La tristeza parece emerger de lo más profundo de mi ser, envolviéndome como una marea melancólica. Casi siento como si mis sentidos buscaran liberar esa tristeza en forma de lágrimas.

Una sola lágrima se desliza por mi mejilla, cayendo al suelo como una gota de rocío que se mezcla con la tierra.

La figura se vuelve hacia mí, como si mis pensamientos hubieran alcanzado sus oídos invisibles. Su presencia se hace aún más impactante al poder apreciarla de cerca. Una tez pálida, ojos azules profundos que parecen contener un océano de secretos, y un aura que parece emanar de un mundo de enigmas.

Mi corazón late con fuerza, como si intentara escapar de mi pecho para acercarse a ella. Sin embargo, a pesar de su belleza y magnetismo, no siento una atracción carnal o romántica.

Es como si su encanto trascendiera esos aspectos mundanos.

Mis pensamientos se vuelven más nítidos y me coloco en una postura defensiva, mi instinto alerta ante lo desconocido que representa esta figura.

—¿Quién eres? —mi voz brota con cierta tensión, un reflejo natural ante esta situación enigmática. Las palabras son pronunciadas con cautela, como si estuviera pisando en terreno desconocido, tratando de desentrañar el enigma que se despliega frente a mí.

Ella cierra los ojos y curva sus labios en una sonrisa misteriosa. Mi pulso se acelera ante su presencia, y siento que el aire se vuelve más denso a mi alrededor. La voz que emerge de sus labios me llega como un eco familiar, una voz que ya he escuchado antes en circunstancias que no puedo olvidar.

Reconozco al instante su tono, su cadencia, y un escalofrío recorre mi columna vertebral.

—Soy... —sus palabras fluyen con una facilidad que contradice la intensidad del momento— Arzobispo del pecado del culto de la bruja, representando la vanagloria.

La revelación cae sobre mí como una losa de plomo. El sudor frío empieza a perlar mi frente y mis manos comienzan a temblar de manera imperceptible. La tristeza que me había embargado instantes atrás es reemplazada por un temor profundo y penetrante que me paraliza.

—Pandora... —mi voz tiembla, apenas capaz de articular su nombre en medio de la turbulencia emocional que me embiste.

Doy un paso atrás, alejándome de ella como si su presencia fuera una maldición.

Intento procesar las palabras que ha pronunciado, pero la lucha por comprender es abrumadora.

La sonrisa en los labios de Pandora parece sugerir que disfruta de esta situación, que se deleita en mi desconcierto. Observo con desesperación a la mujer ante mí, intentando encontrar alguna pista, alguna explicación lógica para su presencia aquí.

Pero su apariencia es desconcertante, distinta a la imagen de Pandora que conocía por la novela.

—Tú... —balbuceo, mientras mi mente trata de buscar una explicación, pero las piezas no encajan. Mis pensamientos son un torbellino caótico que no puedo controlar.

El mundo parece haber perdido toda lógica y sentido.

Ella no es la misma Pandora de la novela, al menos, no físicamente.

Pandora sigue sonriendo, mientras mis pensamientos se atropellan unos a otros en busca de una razón, una respuesta que me eluda. Pero no puedo encontrar un motivo coherente.

Nada encaja, nada tiene sentido.

—Supongo que deseas entender cómo es que esto está ocurriendo, ¿verdad? —Pandora me mira con una intensidad que parece perforar mi alma. Lucho contra el miedo que amenaza con inundar mi corazón e intento mantener la calma y la compostura— Después de todo, has regresado de la muerte.

...

Mis ojos se abren de par en par, mis labios tiemblan incontrolablemente y mi mente se bloquea en un estado de conmoción. Intento inhalar aire profundamente, pero mi respiración es rápida y agitada.

Aprieto mis manos en puños, tratando de controlar el temblor que se ha apoderado de mi cuerpo. Mi mente se nubla y siento que el mundo a mi alrededor se desdibuja en una neblina confusa.

—Parece que hay algo... —Pandora se acerca, su mano se posa en mi mejilla con un contacto gélido que envía escalofríos por mi piel— algo que no puedes reprimir.

La pregunta resuena en mi mente como un eco incesante. ¿Cómo puede saber sobre el retorno por muerte? ¿Cómo ha logrado abrazarme, como aquella vez que mencioné este fenómeno? Mi cabeza está llena de preguntas sin respuesta, y mi corazón late con fuerza en mi pecho, como si intentara escapar de la trampa de confusión en la que me encuentro

Satella... el nombre resuena como una chispa de claridad en medio del caos. Recuerdo esa ocasión en que mencioné mi retorno por muerte y todo ocurrió con normalidad.

¿Qué ha cambiado?

Trato de forzar mi mente a construir una explicación, a hilvanar algún hilo de lógica en medio de esta confusión abrumadora. Sin embargo, todo es una oscuridad impenetrable, un vacío de respuestas que amenaza con engullirme por completo.

—Te preocupas más por descubrir qué ha ocurrido que por tu propio bienestar —su voz suena suave y enigmática—. Te han hecho tanto daño, sin duda…

Mi mirada se cruza con la suya, y sus ojos penetrantes parecen desentrañar los recovecos de mi ser. Intento mantener la calma, pero mi corazón late con una rapidez desbordante.

Las lágrimas emergen sin control, deslizándose por mis mejillas y cayendo en su mano tendida.

Es una sensación extraña, como si mis emociones estuvieran desconectadas de mí, como si alguien más estuviera llorando a través de mis ojos. Me siento vulnerable y expuesto ante su mirada, como si hubiera una parte de mí que no puedo controlar.

Estas lagrimas no son mías, pero quizás me pertenecen.

No sé qué decir, no hay palabras que puedan abordar esta situación. Pero su presencia, su aura, sigue envolviéndome, atrapándome en su influjo.

—¿Qué es lo que deseas? —mi voz brota, aunque suena más firme de lo que siento en realidad. Mis ojos la observan con una expresión seria, intentando contener el temblor que amenaza con traicionar mi apariencia de calma.

Pandora mantiene su sonrisa enigmática y se aleja lentamente, dirigiéndose hacia el rifle que yace en el suelo. Una sensación inquietante se apodera de mí mientras observo cada uno de sus movimientos.

—Es triste, tu destino. Inesperado y triste —sus palabras suenan sombrías, cargadas de significado oculto. De repente, el arma está en sus manos, y el sonido ensordecedor del disparo resuena en el aire.

¡Bang

La bala es liberada, pero no siento su impacto atravesándome. La confusión aumenta en mi mente mientras intento procesar lo que acaba de ocurrir. Ella parece decepcionada por el resultado, y el arma vuelve a caer al suelo, un reflejo de su frustración.

—Parece que fallé. Supongo que no soy buena en esto —suspira con decepción, y su mirada se posa nuevamente en mí—. Te pediría que me enseñaras, pero hay asuntos que demandan mi atención. Ahora soy una mujer muy ocupada.

Una pequeña risa escapa de sus labios mientras se acerca nuevamente a mí. Su presencia es abrumadora, un misterio que parece envolverme y atraparme.

—El retorno por muerte... —sus palabras retumban en el aire, cargadas de significado profundo.

Ella se acerca lentamente a mí, hasta estar enfrente mío.

— Un destino que te permite perder el miedo y el valor de la vida. Un destino cruel, si me permites decirlo —su brazo se mueve, su dedo índice se posa en mi pecho, como si quisiera tocar mi esencia— Perteneces a ese destino, a la desesperanza de la que no puedes escapar.

Volver de la muerte, un don que enmascara su propia maldición.

La vida, la muerte, todo pierde sentido en un ciclo interminable. No es el dolor por la muerte ajena lo que atormenta, sino la lucha por preservar la vida de los demás, el peso de saber que uno puede morir y resucitar, y la forma en que se enfrentó a esa muerte. Un abismo oscuro se abre en mi interior, y siento que podría enloquecer en cualquier momento

Mi mente empieza a llenarse de destellos luminosos, diminutas esferas de maná que me recuerdan lo que he hecho, a lo que he enfrentado. Siento que mi cordura flaquea, que empieza a desvanecerse entre los espacios interconectados de mis recuerdos.

Sí, estoy al borde de la locura.

Luces parpadean en mi mente, una danza caótica de destellos que parecen querer llevarme a un abismo desconocido.

Ella posa su mano en mi pecho, y sus ojos se cierran en una especie de concentración. Sus labios se mueven, murmurando algo que no alcanzo a escuchar. Luego, su mano se retira y sus ojos vuelven a encontrarse con los míos.

—Debo mostrarte mi bondad —su voz es un susurro suave, y su dedo comienza a generar una luz. Un resplandor azul nace de sus dedos, creciendo en intensidad. El mundo a mi alrededor empieza a desmoronarse, a desvanecerse en un torbellino de incertidumbre.

Intento hablar, intento entender, pero las palabras se niegan a salir de mi boca. Su sonrisa persiste, su mirada inquebrantable. La luz azul se transforma en un centro blanco y cegador, y todo a mi alrededor se sume en un abismo de blancura infinita.

La luz es lanzada hacia mí, un rayo de energía que atraviesa mi pecho como una flecha de incertidumbre. Palpito, siento cómo el mundo a mi alrededor se desvanece en ese mismo instante, dejándome suspendido en un oscuro vacío.

—Nos veremos de nuevo…

Unas ultimas palaras que no alcanzo a terminar de escuchar, ya que todo a mi alrededor volvió a desaparecer.

Intento moverme, desesperadamente tratando de encontrar un punto de apoyo en este abismo sin forma ni sustancia. Magia de fuego estalla en mis manos, pero no hay chispa, no hay luz que ilumine mi camino.

—RRRRR —el gruñido de Grímnir resuena, una llamada desde la oscuridad que me devuelve a un espacio tangible.

¿Grímnir?

Mi mente trata de dar sentido a la situación, de encontrar una conexión en medio de la confusión. Abro mis ojos con urgencia, solo para encontrarme con el rostro molesto de Grímnir, una figura real en contraste con el abismo anterior.

¿He vuelto?

La pregunta palpita en mi mente mientras me encuentro sosteniendo un pequeño peso en mis brazos. Bajo mi mirada y me doy cuenta de que Crusch sigue aquí, su frágil respiración confirma su presencia, su vida.

¿Volví de la muerte?

La realidad parece distorsionarse, las piezas de un rompecabezas que no encajan del todo. Una pregunta reverbera en mi mente: ¿qué significa esto?

El maná fluye a través de mi cuerpo, pero de manera distinta, una sensación nueva y desconocida. Una fuerza parece contener todo lo que normalmente se dispersaría en un caos de energía mágica.

Algo en mi interior se revuelve, revolotea en mi estómago, un sentimiento que confirma que estoy de vuelta, que mi existencia se ha restablecido.

Mi mente es un caos, un torbellino de pensamientos que chocan y se dispersan. La novela, la fuente de esperanza que alguna vez tuve, ahora parece inalcanzable, un eco lejano en medio de un presente incierto. Pandora, Ley, las acciones del culto, los sabios, Roswaal, todas convergen en un entrelazado de conspiraciones y secretos.

Todos parecen moverse en una danza de planes, mientras yo me veo arrastrado por un torrente de cambios. Monto a Grímnir con determinación, usando el poder de Murak para avanzar a toda velocidad. La magia fluye con estabilidad, pero sigo sintiendo algo diferente en mi interior.

Algo ha cambiado, pero no puedo comprenderlo del todo

Mis ojos escrutan el paisaje a toda velocidad, viendo los vestigios de la feroz batalla que ha tenido lugar. Cuerpos de personas y dragones yacen esparcidos por el suelo, pedazos de tierra arrancados y escombros esparcidos por doquier. La lucha ha sido dura, pero hemos prevalecido.

La Gran Ballena yace derrotada, su amenaza neutralizada.

Intento forzar una sonrisa en medio de la agitación emocional, buscando mantenerme firme frente a la adversidad.

Un hombre se acerca a la distancia hacía el campamento, montando un majestuoso dragón blanco. Su cabello largo ondea al viento, llamando mi atención, aunque no logro recordar quién es. La confusión se mezcla con la incertidumbre mientras avanzamos hacia él.

En un instante, la confusión se disipa cuando veo a Emilia y Beatrice corriendo hacia mí. Beatrice vuela, su pequeño cuerpo se aferra a mí con fuerza, y siento el temblor de su llanto. Sus respiraciones entrecortadas y las lágrimas que caen sobre mi espalda me conectan con su preocupación, con su alivio por encontrarme aquí.

—Betty pensó que te perdería —sus palabras, desprovistas de sus características muletillas, transmiten su angustia y su alivio. Acepto su abrazo, permitiéndole liberar sus emociones mientras sus lágrimas se mezclan con los latidos de mi corazón— ¡Eres un tonto! ¡Desalmado!

Las palabras temblorosas de Beatrice llenan el aire, expresando un cúmulo de emociones en cada sílaba.

Emilia, al avistar la crítica condición de Crusch, refrena sus palabras y sus ojos expresan sorpresa. Sin titubear, toma a Crusch con urgencia en sus brazos y, moviéndose con determinación, se encamina a toda velocidad.

—¡Iré a llevarla con Félix! —exclama Emilia, con su voz reflejando la urgencia de la situación, antes de correr hacia su destino con el objetivo de poner a Crusch en manos de Félix.

La confianza en su habilidad para curar prevalece; después de todo, es probable que él haga todo lo posible para restaurar a Crusch a su estado óptimo. La escena alrededor es un caos de emociones, con abrazos, gritos de alegría y el reconocimiento del éxito en la batalla.

Mientras sostengo con suavidad a Beatrice, permito que encuentre consuelo en mi abrazo. Juntos tratamos de apoyarnos, tranquilizándonos el uno al otro.

La figura de Wilhelm se aproxima a mí, con su expresión característicamente seria. Inclina ligeramente su cabeza en un saludo formal, algo que, aunque sorprendente, refleja su respeto y seriedad.

—Señor Marco, me gustaría hablar a solas con usted —declara Wilhelm, con su voz resonando con su típica formalidad y gravedad.

La solicitud me toma por sorpresa, pero asiento en acuerdo, recordando que hablamos de algo así antes de luchar. Nos alejamos del tumulto y nos refugiamos al otro lado del árbol. Beatrice, aún colgada entre mis brazos, sigue su labor de curación en mí, lo que hace que no estemos completamente a solas.

Mientras observo el entorno, noto una inscripción tallada en el árbol cercano. Sin embargo, mi sorpresa se incrementa al darme cuenta de que la inscripción ha sido totalmente rayada y desfigurada, haciéndola ilegible.

—Que alguien cometiera tal acto —Wilhelm comenta con una mirada de desaprobación, su voz cargada de indignación—. Quienquiera que haya hecho esto debe enfrentar las consecuencias de sus acciones.

Asiento con seriedad, concordando en que aquel responsable de tal vandalismo debe rendir cuentas por su falta de respeto hacia la naturaleza y la historia.

La vista de la inscripción dañada es una afrenta al sentido de la justicia.

Era mi única pista.

Wilhelm señala el campo de flores donde Beatrice y yo estuvimos anteriormente, desviando mi atención hacia esa dirección, invitándome a un nuevo capítulo de nuestra conversación.

—Mi esposa, la santa de la espada —el tono de Wilhelm se tiñe de melancolía, como si reviviera en su mente recuerdos dolorosos—. Ella amaba las flores, al igual que tú mencionaste, porque tenían un significado especial para ella.

Con un gesto solemne, Wilhelm desenvaina su espada y observa su reflejo en la hoja.

—La espada también la amaba a ella, aunque en contra de su voluntad, la obligó a empuñarla para enfrentar a sus enemigos —nos dirigimos hacia el campo de flores amarillas, con el inicio del atardecer derramando su luz sobre nosotros—. Yo le quité la espada y, en un giro irónico, ella se convirtió en mi esposa.

Wilhelm planta la espada en medio de las flores, y con una ligera brisa, estas se alborotan y danzan a su alrededor.

—No había visitado su tumba desde entonces —su mirada se aferra a la espada y su voz se llena de pesar—. Gracias a tu información y estrategia, pude asestar el golpe final, pude vengarla.

Una sola lágrima cae desde su rostro y brilla brevemente antes de tocar una de las flores.

—Ahora, gracias a ti, a la señorita Emilia y al señor Frey, podré ir a su tumba por primera vez—Wilhelm toma mi mano con firmeza, su apretón denota la sinceridad de sus palabras—. Te estoy profundamente agradecido. Gracias de verdad.

Las palabras de Wilhelm me dejan perplejo. Intento procesar lo que ha dicho, pero mi mente se sume en un torbellino de pensamientos, incapaz de comprender completamente su significado.

Hemos estado aquí por veinte minutos, y durante este tiempo, Wilhelm compartió fragmentos de su historia conmigo y algunos detalles de los otros caballeros. Sin embargo, mi atención está distraída, y mi cabeza divaga, obsesionada con el enigma de sus palabras anteriores.

—¿Frey? —mi voz sale, ligeramente temblorosa, mientras lo miro con curiosidad.

—El nombre de quien sirvo, Frey Karsten, sin él es probable que me hubiese lanzado por mi cuenta —responde Wilhelm, pero sus palabras me golpean como un relámpago.

Mis ojos se abren desmesuradamente y mi visión se nubla por un momento. Instintivamente, comienzo a correr en dirección opuesta, desesperado por encontrar respuestas.

Mi mente está en un caos, mis pensamientos desordenados y sin sentido. Corro con fuerza, como si el acto físico pudiera despejar la confusión en mi mente. Un torbellino de pensamientos y emociones me invade.

Mi voz interior, la que había estado silente por tanto tiempo, comienza a resonar con claridad.

«¡Te quedan tres!» grita, juvenil pero definitiva, una voz desconocida en mi cabeza. El desconcierto me embarga, pero cierro los ojos y rechazo esa voz, esa realidad.

Mi mente se nubla por la incertidumbre, mi corazón late acelerado en mi pecho. La ansiedad me consume como si no existiese algo más.

Llego al campamento de los heridos, observo a mi alrededor. Crusch está allí, recostada en el suelo, y Félix se encuentra a su lado, absorto en sus anotaciones.

Observo cómo Félix atendió a Crusch, y un alivio momentáneo me embarga. Ha hecho todo lo posible por ella, demostrando la importancia que le atribuye.

Intento tocar su rostro, pero su reacción inmediata indica que está plenamente consciente. Los ojos de Crusch se abren con lentitud, y un sentimiento de profunda satisfacción me invade al notar su recuperación. Un vínculo se ha forjado entre nosotros, uno que va más allá de las palabras. Nuestros esfuerzos conjuntos nos han salvado mutuamente.

—¿Yo… sobreviví? —Crusch alza sus manos y las observa con detenimiento antes de posar su mirada en mí. Nuestros ojos se encuentran, y en ese instante comprendemos la importancia de nuestra lucha compartida.

Un nexo que trasciende palabras se forma entre nosotros.

Sonrío con suavidad, tratando de calmar sus preocupaciones.

—Te lo dije, ahora es momento de celebrar —comento con un tono ligero mientras tomo su mano, apreciando el cálido contacto.

En ese momento, la voz burlona de Félix se hace presente, rompiendo el momento. Su presencia al lado de Crusch es un recordatorio constante de su peculiar personalidad.

—Engañando a la señorita Emilia, señor Marco —comenta Félix con su característico sarcasmo, pero algo en él llama mi atención.

Observo más detenidamente a Félix y me doy cuenta de la transformación que ha ocurrido. Viste un traje similar a uno de oficina, su apariencia ha cambiado considerablemente. Aunque su rostro sigue reflejando rasgos femeninos, su aura emana formalidad y seriedad.

Crusch también nota la diferencia y lo mira sorprendida.

—¿Por qué llevas esas ropas? —Crusch pregunta con genuina curiosidad, extendiendo su mano hacia él—. Félix, ¿qué ha ocurrido?

En ese instante, una conclusión inevitable llega a mi mente, y mi corazón se estruja en dolorosa comprensión. La verdad se revela de manera irrefutable, y observo cómo la situación se desenvuelve frente a mí.

—Disculpe... —su voz, apenas un susurro, sale de su labios mientras intento asimilar lo que está ocurriendo— ¿Quién es usted? —Félix se dirige a Crusch con confusión y curiosidad, buscando entender la situación que ha surgido.

Y en ese momento, no puedo evitarlo.

Una risa amarga escapa de mi garganta.

—jaja.

SS-Beatrice.

No es justo.

Me encuentro ocupada curando a los heridos que han llegado, sus cuerpos golpeados y lacerados son una muestra del duro combate que han enfrentado. Las bestias creadas por la Bruja de la Gula, especialmente esta última, han demostrado una fuerza formidable.

Le rogué a Marco que me permitiera quedarme a su lado, pero él siempre me rechaza, argumentando que no es necesario. Aunque no puedo participar directamente en la lucha, aún puedo apoyarlo al menos en su escape si la situación se vuelve crítica.

He notado que su dominio de la magia Yin ha mejorado desde su último enfrentamiento con aquel caballero poderoso, pero aún persiste el problema del miasma que lo aqueja.

Cada batalla le pasa factura debido a esa maldición en él.

No solo físicamente, el problema es su mente.

Aunque Pucky lo ha ayudado a aliviar en parte este problema, el factor de la Pereza en él se está activando. No entiendo cómo es que puede controlar un factor del Pecado, pero nunca me ha compartido detalles al respecto, así que prefiero no insistir.

Hay un dolor profundo que él oculta, una carga que lleva sobre sus hombros, un dolor que me hace llorar todas las mañanas en solitud.

Pero no quiero que él me vea llorar así, por eso me esfuerzo en aparentar estar bien cada mañana.

Sé que él lucha por mantenerse fuerte, por dibujar una sonrisa en mi rostro, por brindarme felicidad. Es por eso por lo que decidí llorar por él, liberar un poco del peso que siento que carga solo.

Siento que su corazón es un campo de batalla para sus propias emociones y dolor.

Por eso solo quiero aligerar su carga así sea un poco.

Después de terminar de sanar a uno de los heridos, me incorporo, pero un grito en lo más profundo de mi ser hace eco en mi mente.

—¡Marco! —exclamo con urgencia, mi mirada se dirige al horizonte en busca de él.

Me preparo para volar hacia él, pero algo invisible me retiene. Una fuerza incomprensible toma mis brazos y me impide avanzar. Nuestro contrato es tan fuerte que puedo sentir sus sensaciones y pensamientos cuando son muy fuertes y profundos. Mis lágrimas empiezan a caer mientras sujeto mi cabeza con desesperación, tapo mis oídos intentando no escuchar nada.

¿Qué está sucediendo allá?

Marco… Marco.

Déjame ir, te pido que me dejes ir a ayudarte, te lo ruego, déjame hacer algo por ti.

No tienes que sufrir esto solo.

—Por favor... —susurro entre sollozos, tratando de bloquear las emociones que me están invadiendo. Sin embargo, no puedo evitarlo.

Emociones intensas y caóticas fluyen hacia mí, abrumándome. Las lágrimas caen sin cesar mientras lucho por contener el torbellino que amenaza con consumirme. Esta experiencia es abrumadora, diferente a cualquier cosa que haya sentido antes.

No puedo pensar con claridad, estoy inundada por su sufrimiento

Las lágrimas empapan mis mejillas mientras intento frenar la marea emocional, pero es una lucha perdida. Siento que estoy perdiendo mi propia identidad en medio de este flujo abrumador.

—¡Betty! —Emilia corre hacia mí y me envuelve en un abrazo, tratando de consolarme, pero mi aflicción es incontenible.

Entre sollozos, logro mirar a los ojos de Emilia, intentando comunicar lo que está sucediendo. Mi voz está rota por el llanto mientras trato de formar palabras.

—Emilia... —intento verla, mientras trato de pronunciar siquiera unas palabras— Marco...

Mis lágrimas siguen fluyendo, mientras mi corazón duele por la angustia que Marco debe estar experimentando en este mismo instante.

¿Por qué tienes que pasar por esto solo?

Si estoy yo para ti siempre que me necesites.


SS-Crusch

La Dualidad del Destino.

Una vez en tierra, me encuentro en una de las conversaciones más incómodas que he tenido en mi vida. Este hombre acaba de presenciar una faceta mía que he mantenido oculta ante los demás.

Para mi sorpresa, él posee la habilidad de volar, un hecho que descubro después de verlo elevarse por los aires para enfrentar a una de las temibles bestias y salvarme.

Antes de elevarse de nuevo por los aires este me dice que vaya al campamento. Me pregunto por qué mantuvo esta habilidad en secreto, pero entiendo que este no es el momento adecuado para abordar ese tema.

Él está dispuesto a exponerse para atraer la atención de la bestia, tal como nos había advertido.

Su destreza en el lomo del dragón es impresionante; la montura se dirige hacia artillería, lo que revela un vínculo sólido entre ambos. Lo observo alejarse, atrayendo la ira de la gran bestia y esquivando sus ataques.

No puedo evitar sentir admiración y respeto por su valentía y determinación.

Él es…

Giro mi cabeza, concentrándome en lo que debo hacer.

Él intervino y salvó mi vida en un momento en el que pensaba que todo estaba bajo control, pero me encontré al borde de la muerte. Yo, Crusch Karsten, siempre en constante entrenamiento, también candidata al trono.

Sin embargo, en esta situación, ese título no importa.

Cometí un error en el campo de batalla, uno que no pude prever.

Pero ahora, lo primordial es enfrentar y derrotar a esta feroz bestia. Después de varios minutos, lo vemos regresar a través de la densa niebla. Su figura es momentáneamente bañada por la luz del sol, un símbolo de esperanza en medio de la oscuridad.

Las personas a su alrededor lo miran con asombro y gritan emocionadas. Aunque algunos murmuran sobre su naturaleza, la urgencia de la situación impide que profundicen en la discusión.

Él da instrucciones para preparar los cañones al oeste, mientras la bestia lo persigue enfurecida. Su audacia es asombrosa. Ahora comprendo por qué mantuvo su habilidad oculta; al revelarla en este momento crítico, garantiza que se le tome en serio y que otros se atrevan a enfrentar al enemigo.

Mis pensamientos quedan en pausa mientras lo contemplo, impresionada por su presencia y valentía.

Me has dejado sin palabras, Marco Luz.

Tras varios minutos la situación se vuelve tensa, no hay señal de Marco y de la ballena, por lo que realmente empiezo a sentir esa ansiedad en mi corazón.

—¡Betty! —la voz de Emilia me saca de mi ensimismamiento y volteo para ver lo que está ocurriendo.

El espíritu de Marco sostiene su cabeza con desesperación, llorando intensamente mientras Emilia intenta consolarlo. Entre sollozos, el espíritu articula algunas palabras.

—Emilia —sus palabras están cargadas de dolor y se dirigen a Emilia— Marco...

Al escuchar esto, mi mirada se dirige al oeste. La bestia ha desaparecido de nuestra vista. Un nudo de ansiedad se forma en mi pecho. Algo no está bien; la bestia se está moviendo de manera anormalmente rápida. No debería tomar tanto tiempo para que vuelva a aparecer.

No permitiré que algo le pase.

—¡Voy a buscarlo! —exclamo, corriendo hacia el dragón que me han proporcionado para alcanzarlo. Sin embargo, el dragón de Marco se interpone en mi camino, gruñendo con determinación. Parece estar igualmente preocupado.

Ha ganado su confianza y lealtad de manera innegable.

—¡Vamos! —avanzo a toda velocidad, deseando encontrarlo a salvo— No permitas que algo malo le ocurra ahora, Marco Luz. Tenemos una promesa que cumplir.