Recapitulando:
Observo más detenidamente a Félix y me doy cuenta de la transformación que ha ocurrido. Viste un traje similar a uno de oficina, su apariencia ha cambiado considerablemente. Aunque su rostro sigue reflejando rasgos femeninos, su aura emana formalidad y seriedad.
Crusch también nota la diferencia y lo mira sorprendida.
—¿Por qué llevas esas ropas? —Crusch pregunta con genuina curiosidad, extendiendo su mano hacia él—. Félix, ¿qué ha ocurrido?
En ese instante, una conclusión inevitable llega a mi mente, y mi corazón se estruja en dolorosa comprensión. La verdad se revela de manera irrefutable, y observo cómo la situación se desenvuelve frente a mí.
—Disculpe... —su voz, apenas un susurro, sale de su labios mientras intento asimilar lo que está ocurriendo— ¿Quién es usted? —Félix se dirige a Crusch con confusión y curiosidad, buscando entender la situación que ha surgido.
Y en ese momento, no puedo evitarlo.
Una risa amarga escapa de mi garganta.
—jaja.
Monologo de Beatrice
Lo que escondes dentro de ti.
Mi vida dio un giro inesperado cuando te encontré. Eras la pieza que había buscado incansablemente.
Cuatrocientos años de espera, ya no importan.
Las tramas que mi madre tejía perdieron relevancia en el momento en que entraste en mi vida. Antes, veía un solo color, ahora, un caleidoscopio de tonos se despliega ante mí, creando un mundo reluciente y armonioso.
Sin embargo, en esta transformación también han surgido dolores ineludibles.
He aprendido a valorar cada detalle, a convertir la creación en una pasión. Lo que una vez odié, aquello que con mi madre me lastimaba, ha cobrado nuevo significado. No creamos para destruir ni para experimentar. Aunque nuestras máquinas puedan ser armas, las forjamos para proteger, no para segar vidas.
La máquina a vapor y sus infinitas formas me llenan de asombro cada día. Es sorprendente cómo una sola invención puede dar vida a incontables manifestaciones. Una frontera ilimitada se dibuja ante mí, y no puedo sino sentir gratitud.
Mi felicidad es genuina, incluso entre mis lágrimas matutinas, porque lloro con un propósito: buscar la alegría. Mi caballero ha traído una luz que ha hecho que el mínimo tributo sea derramar lágrimas en su nombre. Las sensaciones de nuestro pacto reducen el dolor en mi pecho, pero no logran disipar el vacío, el temor, las ganas de huir que persisten.
Tú escondes secretos, sombras que temes revelar. Pero eso no importa; solo deseo aliviar tu sufrimiento. Anhelo que veas el mundo con los colores verdaderos, que te sientas encajar, que dejes atrás esa tristeza profunda.
No puedes ocultarlo de mí.
Afirmas amarme, mas no confías tus penas.
Dices amarme, más niegas mi capacidad para compartir tu carga.
Mi vida cambió por ti, y ahora, quiero cambiarte por mí. Mi mayor felicidad sería ver, al fin, tu sonrisa pura, llena de amor y dicha. Tú escuchaste mis pesares, mis lamentos, y aun así me amaste. Las sombras en tu interior las intuyo, pero temes que al revelarlas, nos alejaremos.
No, Marco, no será así.
Aunque me cueste, romperé el estado actual. Te amaré en tu vulnerabilidad, en tu quebranto. Te ayudaré a ver la luz, aunque cambies, te amaré en todas tus formas.
Por ello, te pido perdón en silencio, sin palabras.
Prologo
¿Quién eres?
La risa que resonaba en el ambiente se desvanece en un silencio inquietante. Los ojos de Crusch me miran, revelando una comprensión instantánea de la tragedia que acaba de ocurrir, la peor de las calamidades.
Su expresión, generalmente imponente y firme, se quiebra. Con una decisión palpable, se levanta y se acerca a Félix, agarrándolo por los hombros. El rostro de Félix muestra sorpresa genuina, lo que me asegura que esto no es una de sus bromas habituales.
Ha cambiado.
Ahora luce más serio, más formal, irradiando un aura que no tiene parangón con su antigua versión.
Mientras Crusch sostiene a Félix en silencio, bajo mi mirada hacia mis propias manos. El aire se siente denso, cargado de tensión. La situación es claramente incómoda, y aunque la postura de Crusch tiene un matiz protector, también puedo percibir el dolor no expresado que la embarga.
—Disculpa, me estás lastimando —musita Félix, sus palabras resuenan incómodamente en medio de la atmósfera tensa que se ha formado.
Mis ojos se deslizan entre sus cabellos, captando el agarre firme de Crusch, y noto cómo sus labios se aprietan en una línea tensa mientras sostiene la mirada con determinación.
—¡Félix Argyle! —exclama Crusch con desesperación, su voz resuena con una mezcla de emociones, desde la angustia hasta la determinación— Eres Félix Argyle, te rescaté de los abusos de tu padre, Biehn Argyle.
Un detalle desconocido emerge frente a mí. El semblante de Félix se vuelve más serio, un matiz que confirma la veracidad de las palabras de Crusch.
—¿Cómo...?
—¡Fourier! —interrumpe Crusch, soltando los hombros de Félix y desenvainando su espada, el mango esculpido en forma de un león majestuoso— Fuimos nosotros quienes decidimos luchar por él, los tres juntos, siempre unidos y...
—¿Cómo sabes eso? —Félix interrumpe con seriedad, su mirada clavada en Crusch— Esa es una información que solo el señor Frey y yo compartíamos en profundidad.
Félix adopta una postura defensiva, mientras que Crusch mantiene su mirada intensa y firme. Los gestos se convierten en un baile tenso de emociones y secretos enterrados.
Félix, con un gesto cauteloso y sin mostrar vacilación, se acerca a Crusch, sus manos se mueven en el aire con una cierta autoridad.
—No voy a quedarme callado. No sé cómo has obtenido esta información, pero necesito saberlo —declara Félix, su tono firme y sin temor alguno.
En ese momento, intervengo, tomando su mano para detener cualquier desarrollo que empeore la situación. Mi intervención separa a los dos, y siento la mirada irritada de Félix clavada en mí.
—No vas a tomar ninguna medida ahora —digo con calma, intentando mantener el control de la situación—. Es posible que alguien cercano a ambos esté atrapado en los efectos de Gula.
Félix reflexiona durante unos instantes, y luego se inclina en una especie de disculpa forzada.
—Lamento mi actitud. Necesitamos hablar con el señor Frey sobre esto —dice Félix, dándose la vuelta y alejándose en busca de alguien que aún no logro reconocer.
Las piernas de Crusch ceden bajo la carga de sus emociones y cae al suelo. Observo su figura derrotada, y la impotencia se apodera de mí. Ha perdido más que cualquier otra cosa en este momento: su identidad, sus logros, todo ha sido usurpado.
Sé que es en parte mi culpa.
Ella se vio envuelta en todo esto por intentar salvarme.
Aprieto los puños, una mezcla de sentimientos se agita dentro de mí. La tentación de usar el punto de control para deshacer esta situación es fuerte, pero algo en mi interior me advierte que no es la solución.
Un temor inusual se arraiga en mi mente, un temor a lo desconocido.
Mientras las celebraciones resuenan a mi alrededor y el ocaso pinta el escenario con tonos dorados, todos festejan la victoria. Los rescatistas atienden a los heridos, los magos celebran su magia y los soldados de Irlam organizan la retirada de los cañones.
Desde mi posición, puedo ver cómo el cadáver de la ballena se cristaliza con el tiempo. Está perforado en todas partes, su cabeza separada del cuerpo. Aunque se toman precauciones, no puedo evitar preguntarme cuál es el plan ahora que Crusch ya no existe.
Aunque se espera que el mundo llene el vacío dejado por sus acciones, alguien tan influyente y significativo no puede ser reemplazado con facilidad.
—Lo siento —susurro al viento, observando los eventos con una sensación abrumadora.
Beatrice se acerca a mi lado, su presencia reconfortante. Sus ojos me miran con preocupación, pero en este torbellino de pensamientos, no puedo encontrar respuestas claras: Pandora, el culto, los sabios, Irlam y ahora esto.
¿Qué debería hacer?
Crusch, perdida en sus pensamientos, examina sus propias manos. No sé en qué está pensando, pero sospecho que se culpa por haberme rescatado.
Luego de unos momentos, alguien capta mi atención.
Se acerca, caminando junto a Emilia. Es un hombre de cabello verde largo, con un mechón que cubre su ojo derecho. Su figura delgada contrasta con la definición de sus brazos. Empuña una espada con un mango esculpido en forma de león, y su presencia irradia un aire majestuoso.
Cada detalle en él parece hablar de elegancia y belleza. Su piel pálida y tersa, sus rasgos simétricos, todo en él es una muestra de belleza y encanto. Pero hay algo más allá en su mirada, algo que me dice que es más que solo una apariencia.
Se acerca, acompañado por Félix. Emilia no parece sorprendida por su presencia, incluso parece reconocerlo. Al llegar, antes de que las palabras fluyan, Crusch levanta la mirada y sus ojos se llenan de sorpresa y reconocimiento.
—Tú... —susurra Crusch, su voz llena de emoción contenida. Crusch, normalmente tan imperturbable, parece haber perdido su compostura. Su piel palidece y su respiración se agita.
El hombre, Frey Karsten, la mira con curiosidad, pero no muestra sorpresa ante su reacción.
—Eres idéntica a mi madre, no cabe duda. Algo extraño está ocurriendo —comenta con tranquilidad, cruzando sus brazos sobre el pecho.
Esta es la primera vez que escucho su voz, una voz profunda y rica en matices. Crusch aprieta los puños, su mirada fija en él con una determinación inquebrantable.
—¿Quién eres? —cuestiona con firmeza, sin dejar de sostener su mirada intensa— No sé qué planeas, pero no permitiré que me arrebates mi identidad.
Frey mantiene la calma, cruzando sus brazos con una expresión serena.
—¿Mi nombre? —dice con un tono que refleja su seguridad— Soy Frey Karsten. Si no me conoces, es probable que no tengas relación con este campamento. Pero no es momento de centrarnos en eso.
Frey Karsten. Ahora, una presencia ha emergido en lugar de Crusch. No es solo que haya sido olvidada, sino que el mundo ha encontrado un sustituto para sus acciones. No logro vislumbrar a esta figura enigmática, pero estoy seguro de que algo inusual se cierne en la sombra.
Si intento unir los fragmentos dispersos...
La única silueta que se forma en mi mente es...
—Soy Crusch Karsten, hija de Helena Karsten y Meckart Karsten —Crusch sostiene su temple sin permitir que la intimidación se refleje, guardando su expresión mientras oculta sus sentimientos en lo más profundo de sí.
—Aprovechar el olvido para asumir la identidad ajena es un delito de alta envergadura, tu similitud con mi madre, Helena Karsten... —el tono de Frey se hace más fuerte, entreviendo cierta molestia.
Crusch refuerza su postura, aferrando la indumentaria de Frey con frustración y resolución. Aun cuando sus uñas rasguñan su propia piel, ello parece no inmutarla.
Emilia entra en el diálogo en un gesto de empatía hacia Crusch. Wilhelm se adelanta, deteniendo el arrebato de Crusch en medio de su angustia. Una cadena de reacciones que desvela la intrincada naturaleza del momento.
—¿Wilhem? ¡Wilhelm! ¡Soy yo! —Crusch se esfuerza por liberarse, pero él mantiene su semblante sereno e imperturbable.
Crusch se debate entre resistirse y ser restringida por Wilhelm. Ahora, ella ha sido olvidad por completo gracias a Gula.
—Tendré que detenerte. No puedo permitir la descortesía hacia el señor Frey —responde Wilhelm, sin destellos de reconocimiento en sus ojos
Emilia se intercala inmediatamente, observando a Crusch con inquietud.
—Señor Wilhelm, parece estar aturdida por la situación. Recién ha recobrado el conocimiento, así que probablemente está confundida —expone Emilia con gravedad, lanzándome una mirada apenas perceptible.
Al notar la iniciativa de Emilia, Wilhelm suelta a Crusch, quien se aparta velozmente de su agarre. Su mirada viaja de Frey a Félix, de Wilhelm a Emilia y, finalmente, se encuentra con la mía.
No tengo el menor indicio de cómo socorrerla. A diferencia de antes, no existe un vacío discernible.
El hueco ha sido rellenado, tornando su existencia en algo trivial en este instante.
Ella cierra los párpados y se aparta en silencio, ofrendándonos su espalda.
Intento aproximarme a ella, más Frey me detiene.
—¿La conoces? —interroga, su rostro impregnado de perplejidad y una intriga profunda.
Permanezco observándolo durante unos instantes, comprendiendo que este no es el momento para un espectáculo, sino para proceder con cautela. Quién es esta figura aún es un enigma para mí, desconozco cómo llegó hasta aquí, pero la prudencia debe guiar mis acciones.
—Sí, luchó contra Gula junto a mí, pero ha eliminado su identidad —respondo con una medida franqueza.
No estoy seguro de si las bendiciones divinas pueden transferirse al portador, o si residen como un atributo inherente del alma. Los contratos con espíritus pueden perderse, pero el funcionamiento de las bendiciones divinas sigue siendo un misterio para mí.
—Ya veo, pero hay algo raro —Frey cruza los brazos, su expresión serena parece capaz de atravesar cualquier fachada—. Su parecido con mi madre es mucho más que una coincidencia, debería llevarla conmigo para investigar.
No puedo permitir que se la lleve, algo en mi interior se rebela.
—Antes de proseguir, permíteme hacer una pregunta —dirijo mi mirada hacia Emilia, tratando de encontrar una respuesta ante la enigmática identidad de esta persona.
El asiente con calma, como si ya supiese que voy a preguntar.
—¿Eres un candidato al trono? —inquiero, buscando en sus ojos una chispa de verdad que arroje luz sobre esta situación.
El reemplazo de Crusch contradice la profecía de la piedra, que hablaba de cinco mujeres jóvenes elegidas. La sucesión de Crusch debería ser protagonizada por una mujer, por lo que un hombre no puede ocupar su lugar.
—¿Sigues confundido por la lucha? —Frey introduce la mano en su bolsillo con gesto reflexivo. Un objeto emerge lentamente entre sus dedos, una luz carmesí se cierne sobre nosotros en la postrera iluminación del sol.
Mi corazón late con fuerza ante la inusual escena que tengo ante mis ojos. Reconozco la insignia que sostiene en su mano, no hay duda alguna: es el emblema del dragón.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal, la emoción y la incertidumbre se entremezclan. Mis pensamientos se vuelven turbios, la aprobación otorgada por el dragón a esta persona es innegable.
¿Acaso me equivoqué en lo que oí?
No, la reunión dejó claro este hecho enunciado.
En un susurro apenas perceptible, balbuceo:
—Cinco mujeres jóvenes...
Sin embargo, en lugar de asentir a mi afirmación, Frey esboza una sonrisa intrigante que me llena de perplejidad.
—Pareces confundido, y es comprensible después de haber luchado solo contra el arzobispo de la Gula. Sin duda, debes estar exhausto —responde con una calma que parece emanar de la profundidad de su ser. Emilia se acerca a mí con preocupación evidente, brindándome apoyo mientras me sostiene.
Mi mirada se posa en Frey, quien todavía sujeta la insignia en su mano, el símbolo del dragón resplandece ante mí.
—Soy un candidato seleccionado por el dragón. La interpretación de las señales del dragón cambió hace años, cuando tomé la decisión de seguir el camino trazado por mi gran amigo Fourier —expone con una tranquilidad que sugiere que esto ha sido urdido con premeditación.
Una sonrisa leve aflora en mis labios.
—Mis disculpas, hemos ganado esta batalla, y aquí estoy formulando preguntas triviales —mis palabras se entrelazan con un ligero atisbo de cansancio— La práctica de la magia es algo en lo que apenas incursiono, y mis reservas de maná son limitadas en este momento, así que mi cuerpo necesita descansar.
Frey estalla en risas amistosas, guarda la insignia con un gesto firme y luego extiende su mano hacia mí. Nuestros ojos se encuentran, su mirada inquebrantable me genera cierta inquietud. De alguna manera, percibo que ante mí se encuentra una amenaza más imponente que Ley y Petelgeuse.
—Partamos hacia la capital, allí debemos celebrar. Parece que el culto se ha replegado por ahora —su sonrisa se amplía, contagiando también a Wilhelm y Félix, cuyos semblantes reflejan el asombro y la emoción de este encuentro—. A pesar de nuestra competencia, estoy seguro de que podemos forjar una poderosa alianza.
Capítulo 1
¿Qué quieres hacer?
Firmando un pacto silencioso de camaradería, estrecho la mano de Frey, y en su rostro vislumbro una complicidad que trasciende las palabras. Emilia, a mi lado, también sonríe, irradiando el alivio compartido.
—Será un honor brindar por esta victoria. Después de todo, hemos triunfado sobre una de las mayores adversidades —mis labios se curvan en una sonrisa, ocultando la urgencia que late en mi interior.
La sugerencia de Frey de que descanse llega como un bálsamo a mi fatigado cuerpo. Agradezco su oferta y me retiro con Emilia y Beatrice. Con su magia, Emilia evita que agote aún más mí ya mermada reserva de maná. A pesar de las energías consumidas, su aspecto revela una vitalidad sorprendente; Emilia es, indudablemente, una maga poderosa.
—Gracias... —expreso, mi mirada reflejando un aprecio genuino hacia Emilia. Ella es una de las pocas personas en las que puedo confiar plenamente. Aunque no puedo compartir los acontecimientos actuales con ella, sé que su apoyo es inquebrantable.
—¡Hmpf! Siempre te pones en peligro de hecho —escucho la murmuración airada de Beatrice, seguida de un gesto enérgico que posa su mano en mi pecho—. Deberías cuidarte más supongo. No quiero ni pensar en la posibilidad de que un día no regreses de hecho.
La gravedad de sus palabras me llega. Nuestros rostros, tensos por la preocupación, se encuentran. Comprendo lo que debo hacer. Con delicadeza, tomo la mano de Emilia con mi izquierda y coloco mi mano derecha sobre la cabeza de Beatrice.
—Lo siento, sé que las preocupé. Pero ahora todo está bien... —las palabras, afirmativas, se convierten en un mantra que resuena en mi mente—. Sí, todo está bien...
Un intento de sonrisa se dibuja en mis labios, y antes de que pueda reaccionar, ambas me envuelven en un abrazo reconfortante. Siento su alivio palpable, su aliento contenido por la ansiedad que las asedió. Sé que Beatrice experimentó un eco de lo que sentí en el campo de batalla, un vínculo que conectó nuestros corazones en el fragor del combate.
Deberé aprender a mentirles. De alguna manera, debo mantener en secreto la verdad de lo que está ocurriendo.
Sin embargo, es un enigma que ni siquiera yo puedo resolver.
—Me has preocupado supongo —murmura Beatrice, sus palabras teñidas de reproche, mientras se aferra a mí con determinación—. Eres un tonto, eso es seguro de hecho.
Un atisbo de humor se entrelaza con mi respuesta.
—El deber de un caballero es proteger a su princesa, a ambas princesas —mis palabras son como un voto, un compromiso que sello con mis emociones—. Y eso es lo que haré, sin importar los desafíos que surjan.
La negación se manifiesta en sus gestos y miradas, aunque sus cabezas se sacuden en rechazo sincero.
—Si eso implica que tendrás seguir arriesgando tu vida, preferiría que no siguieras siendo nuestro caballero —Emilia suspira, un velo de tristeza en sus ojos—. Siempre llevando esa expresión...
Mi mirada se desvía, mis pensamientos encajando con sus palabras.
¿Expresión?
Suspiro, resignado ante la verdad de sus emociones.
Mi compromiso con ellas es un lazo que trasciende el tiempo y el espacio. Estoy dispuesto a afrontar el abismo si eso significa protegerlas, aunque ello suponga enfrentar la oscuridad de mi propio corazón.
—No voy a morir, se los aseguro. Solo dejaré este mundo después de haber compartido una vida plena juntos... ¿Entienden? —mi respuesta brota con un ímpetu resuelto, mi intención es infundirles certeza y calma en un momento turbulento.
Las cabezas de ambas asienten en sincronía, y nuestros gestos provocan sonrisas en algunos caballeros cercanos. Observo el afecto y la comprensión en sus ojos, pero no puedo evitar sentir que esto es solo un acto momentáneo. Me disculpo internamente por mis pensamientos, por la falta de conexión emocional en un instante que debería ser emotivo.
Luego de unos minutos, Emilia y Beatrice se deslizan suavemente de mis brazos.
—Voy a atender a los heridos. ¿Vienes, Betty? —Emilia toma la mano de Beatrice, sorprendiéndola con el apodo.
Un guiño cómplice de Emilia confirma que ella ha captado mis intenciones. Sí, hay alguien que ha perdido todo y que está sumida en la soledad.
Camino en busca de esa figura, dando vueltas alrededor del árbol. La culpa y el remordimiento pesan con cada paso. Si tan solo hubiera sopesado las decisiones con más cautela, tal vez esta situación no hubiera ocurrido.
Aunque, en un rincón de mi mente, me susurra que incluso una elección diferente podría haber tenido consecuencias igualmente devastadoras.
Frente a mí se extiende el mismo campo de flores en el que compartí conversaciones cruciales en el pasado. En ese lugar, la figura de ella se destaca: su cabello verde ondea con la brisa nocturna, y su silueta se ilumina con la tenue luz de la luna.
Sin embargo, esta vez, el entorno parece haber experimentado una transformación; su belleza ahora está teñida de un matiz frío y desolado.
Mientras a mi alrededor, el bullicio de los caballeros que manejan los asuntos victoriosos contrasta con esta escena, creando una dualidad entre la celebración del triunfo y la sombra de una pérdida desgarradora
Me acerco con pasos lentos, cada uno más pesado que el anterior.
La necesidad de consolarla me embarga, pero me siento desamparado ante la magnitud de su dolor. No tengo respuestas ni consuelo que ofrecer, ya que ni siquiera entiendo completamente lo que está sucediendo.
Mi mente busca desesperadamente a la única persona que tal vez pueda arrojar algo de luz sobre esta oscuridad: Pandora. Desde el encuentro en el quiosco, su misteriosa habilidad ha sido un enigma.
Si tiene el poder de alterar la realidad, ¿podría haber influido en esta tragedia?
Cuando estoy a pocos pasos de Crusch, ella voltea su rostro hacia mí, su sonrisa apagada, pero con un dejo de aceptación. Un suspiro prolongado, cargado de arrepentimiento y tristeza, parece arrastrar su alma consigo.
—He luchado, luché con todas mis fuerzas y ahora... —Crusch alza la mirada al cielo estrellado, su mano extendida hacia lo alto.
Un peso aplastante cae sobre mi corazón. De alguna manera, esto es culpa mía. Mi mera existencia ha desencadenado esta tragedia. Me pregunto si el destino de Crusch es ahora mejor o peor que el que la novela le deparaba, donde caía en la trampa de la Sangre del Dragón, perdiendo sus recuerdos y su libertad.
Pero la verdad es que no tengo respuestas.
No sé.
—¿Cómo me recuerdas? —resuena su voz en un tono amargo y frustrado.
—Es una bendición divina —respondo, tratando de confirmar si su don todavía está activo, si puede percibir las mentiras y, de ser así, detectar cualquier peculiaridad en la habilidad de Ley.
—¡No trates de engañarme! —exclama Crusch con fuerza, su mirada acusa, sus ojos amenazan con derramar lágrimas que retiene con todas sus fuerzas—. Aunque nadie más me recuerde, aún puedo detectar mentiras.
—Lo siento, solo quería confirmarlo.
La sorpresa cruza sus ojos al ver mi sincera reacción. En este momento, estoy tan desorientado que ni siquiera sé qué expresión debería tener, ni qué expresión tengo. Me dejo llevar por la corriente del momento, exhausto de toda esta confusión.
Estoy cansado, profundamente exhausto de todo esto.
—Te explicaré todo cuando tengamos tiempo...
—Si prefieres no hablar, no lo hagas. Al final, ya no puedo hacer nada —sus ojos se desvían hacia el campo de flores, algunas de las cuales se cierran al llegar la noche, sus pétalos ocultos ante la oscuridad que se avecina.
No puedo hacer nada. No soy el tipo de persona noble que arriesga su vida por alguien con quien apenas ha entablado una conversación. Pero ¿no hice eso mismo por Emilia?
La duda me abruma mientras el viento nocturno susurra secretos inaudibles.
…
Es absurdo, completamente absurdo. Mi mente da vueltas en círculos, tratando de encontrar un camino claro, una idea, una respuesta. Pero todo está en un caos, sin sentido, sin rumbo.
¿Dónde está la solución?
¿Dónde está la luz que me guíe?
Todo lo que tengo es una carga pesada en mis hombros. Puedo soportar ese peso, pero si el puente que cruzo no aguanta, ¿entonces qué?
Suspiro, tratando de calmar el torbellino de emociones que me envuelve. Un miedo profundo, una sensación de desesperación. Me acerco a Crusch, coloco mi mano en su hombro en un intento de transmitirle algo de fuerza.
—Lo siento —murmuro, desviando la mirada hacia las flores—. Esto se ha salido de control.
El punto de guardado debe haber cambiado. Estoy en un lugar seguro, lo que significa que la batalla y lo que ocurrió está grabado en esta realidad. Estoy seguro de eso.
—No puedo salvarte.
Mis palabras caen como un martillo. Crusch empieza a temblar, se sienta en el suelo y me hace señas para que me una a ella. Lo hago, dejándome caer junto a ella.
Observo la luna que empieza a salir, preguntándome si debí tomar la mano de Emilia.
Quizás debí escapar después de ser derrotado por Puck.
Tal vez el protagonista siempre debió ser él, alguien capaz de mantener una sonrisa en todas las circunstancias. Quizás soy un error, alguien que no debería estar en este mundo.
Busco los rasgos característicos en la luna, pero no encuentro nada. No hay cráteres grandes ni ninguna señal de que sea un satélite natural. La observé con mi celular hace tiempo y parecía construida de manera artificial.
—Ese hombre, lo conozco —Crusch habla, su voz cargada de odio y rabia—. El hombre que ocupó mi lugar, él debería estar muerto.
Ella arranca trozos de tierra con sus manos, apretándolos con fuerza. Se muerde el labio, dejando que la sangre gotee al suelo.
—¿Lo conoces? —pregunto, tratando de descifrar quién podría ser. No recuerdo a alguien así, sé que la historia incluía personajes secundarios, pero nunca me interesé en leer sus historias.
—Sí, era una persona a la que valoraba mucho —Crusch murmura, su mirada llena de un dolor profundo—. Aunque haya cambiado mucho, lo reconocería al instante. Su aura, su forma de hablar, su tono de voz. Aunque haya modificado su cabello y sus ojos, puedo ver a través de eso.
Los ojos de Crusch se encuentran con los míos. En su mirada puedo ver la desesperación, la tristeza y el odio.
Un vacío parece tragar todo a su alrededor.
—Aquel que pensé que sería el rey, el que pudo haber tenido el título de Rey León —Crusch muestra la inscripción de león en su espada—. Fourier Lugunica.
Fourier Lugunica. Recuerdo ese nombre, era alguien de la familia real que murió a causa de una extraña enfermedad que afectó a toda la línea de sangre de los Lugunica. No sabía que ellos dos estaban tan conectados, pero si las palabras de Crusch son ciertas, entonces…
—¿Ha regresado de entre los muertos? —pregunto, intentando encajar todas las piezas.
Crusch niega con la cabeza.
—No lo sé. Fui a su funeral, vi cómo murió frente a mí —Crusch aprieta sus manos, pero con suavidad tomo una de ellas para evitar que se lastime— Él… no, él es alguien a quien respeto y aprecio profundamente, por eso…
No tengo una imagen clara de cómo era Fourier, pero en teoría, todos los miembros de la familia real deben tener una apariencia similar a Felt, para que Crusch lo reconozca de esta manera.
Y ahora esta persona ha vuelto de entre los muertos y ha tomado el lugar que Crusch debería haber ocupado en este mundo.
—Parece que no me recuerda, pero yo lo sé. Su manera de hablar, su forma de moverse, todo en él es idéntico.
—Reconocido por la insignia del dragón.
Mis palabras hacen que Crusch abra los ojos de par en par. Ella se inclina hacia mí, sorprendida. Siento un impulso y retrocedo un poco.
—¿Lo has visto? —sus labios tiemblan mientras aprieta mi mano, y con su otra mano busca en sus pertenencias, pero después de unos segundos no encuentra nada— No está... La insignia —utiliza ambas manos para buscar en su ropa, pero cuando no encuentra nada, me mira con incredulidad— No está.
—Levántate y revisa de nuevo.
Ella se pone de pie y busca frenéticamente durante unos minutos, pero finalmente se detiene.
—No está.
¿Es posible? Podría ser que su presencia haya sido reemplazada, pero eso no tendría sentido. ¿Podría estar relacionado con su importancia? Tal vez un objeto único como ese tendría que ser absorbido por el mundo de alguna manera.
—¿Y si te lo quitaron durante la batalla? —pregunto, tratando de encontrar alguna explicación.
Es improbable que se haya caído. Ella me mostró el bolsillo donde lo tenía guardado en su traje, un bolsillo interno cerca del costado izquierdo. Aunque el bolsillo está ligeramente rasgado, tendrías que atravesar la parte frontal del traje para que se rasgara por accidente.
—¿Crees que pudo haberlo robado Gula? —me pregunta ella con una expresión preocupada.
—No lo sé, es posible. Pero si eso fuera cierto, entonces la rasgadura en el bolsillo no tendría sentido.
Frey Karsten.
—Sangre real. Sin duda, la insignia resonó por la sangre en sus venas, confirmando que es Fourier Lugunica —afirmo, y Crusch asiente.
Eso explicaría el misterio detrás del cambio en la lectura del dragón. Al tener a Fourier vivo, sin importar...
—¿Cómo sabría el dragón que es Fourier? Si alguien ha tomado su cuerpo...
Ella niega con la cabeza.
—Es la sangre y su alma. Como te mencioné antes, no es que hayan tomado su cuerpo, sino que han traído a Fourier de vuelta a la vida.
Su alma, la mente del candidato más cercano al trono de Rey León. La piedra del dragón lo reconoció de inmediato como un candidato y cambió su profecía para acomodar al Rey León en el trono.
Felt posee la sangre necesaria para ser una candidata.
Pero si se trata del dragón, podría ser la figura del Rey León, alguien capaz de percibir el aura de un rey.
Por eso me sentí intimidado cuando lo vi, porque es alguien que puede penetrar en la esencia de los demás, alguien agudo de mente e inteligente. Si él está vinculado con el culto, si Pandora tiene alguna relación con todo esto...
—Marco —Crusch me saca de mi tren de pensamientos, dirigiéndome una mirada intensa—, ¿qué debería hacer?
Su pregunta me llena de tristeza. Nunca, ni en mis pensamientos más lejanos, imaginé que escucharía esa pregunta de alguien como Crusch. Siempre la idealicé, pero ahora comprendo su situación.
En este momento, Crusch no es más que una fuente de información, información que podría ser imprecisa y confusa. Si sus acciones han sido exactamente reemplazadas, no habría problema con la información que proporciona.
Sin embargo, si la persona llamada Frey Karsten ha introducido ligeros cambios, si la realidad que existía antes ha sido ligeramente alterada...
Por supuesto que ha cambiado. No peleé solo; las personas que perecieron han sido eliminadas. En este nuevo escenario, no tengo idea de qué esperar de ella, pero seguiré lo que mi intuición me dicta.
—¿Qué deseas hacer? —pregunto, empleando una respuesta en forma de pregunta, aunque sé que eso podría interpretarse como una falta de respeto. No obstante, en este momento, Crusch es más que una noble, más que una candidata al trono; es una persona en busca de su identidad y lugar en esta realidad, sus ojos, los reconozco.
—Yo... —murmura, su mirada fija en el suelo, como si tratara de encontrar respuestas en las baldosas bajo sus pies.
Supongo que un pequeño empujón podría ser lo que necesita.
—Crusch, te admiro. Tu manera de ser, tu forma de actuar, esa actitud desafiante que siempre me atrapa cuando estoy contigo —la observo con determinación—. Recuerda quién eres, recuerda tu propósito. Aunque te sientas perdida en este momento, mantén presente esto.
De rodillas, una pierna apoyada en el suelo para mantener el equilibrio, tomo su mano entre las mías. La miro a los ojos, tratando de calmar el revuelo en mi interior.
—Cuando te encuentres en un túnel, y ese túnel comience a derrumbarse, quedando solo oscuridad, mira con atención hacia adelante —coloco mi mano sobre su hombro y le ofrezco una sonrisa tranquilizadora—. Confía en la luz que llevas dentro de ti. Estoy seguro de que esa luz será tu guía, la que te sacará del túnel antes de que se desmorone por completo.
Me pongo de pie, dejándola sola para que pueda reflexionar sobre lo que quiere hacer.
En este momento no es momento de sufrir; me permitiré un descanso cuando llegue a Irlam. Sin embargo, ahora tengo que continuar, sin importar lo que me espere.
No puedo permitirme caer en este momento crucial; de hacerlo, todo se vendrá abajo.
Capítulo 2
Lo que Quiero.
La disposición de los cuerpos se ejecutó sin dificultad aparente; de los ciento diez hombres que partieron, tan solo setenta regresaron. A primera vista, podríamos tildar esto como una derrota, considerando que prácticamente la mitad de nuestros compañeros yacían sin vida.
Y eso sin mencionar a los que fueron abatidos por Gula en su frenesí.
Sin embargo, la verdadera tragedia radica en que solo un poco más de veinte individuos perdieron la vida de manera convencional, mientras que los otros han sido borrados de la existencia misma. Para el común de las personas, esos números simplemente serán cifras ausentes, un espacio vacío en sus recuerdos y corazones.
Solo aquellos más íntimamente conectados sentirán esa carencia sutil que resuena en lo profundo.
El dolor se desvanece con el tiempo, dejando únicamente ese pequeño hueco, pero en medio de la emoción del momento, ese vacío parece casi trivial.
Después de una hora de organización, todo está listo. El camino de vuelta tomará algo más de tres horas, pero llegaremos justo a tiempo para unirnos a las celebraciones.
Me encuentro frente a la monumental cabeza de la ballena, mi mirada cargada de un odio profundo mientras mi mente recorre los eventos pasados. Ignoramos cuánto tiempo pasará hasta que esta cabeza también se cristalice como el resto de los cuerpos, pero espero que podamos transportarla intacta hasta Lugunica.
Frey rompe el silencio con una pregunta, su voz llevando consigo un atisbo de curiosidad. Ambos observamos la imponente cabeza de la ballena que yace ante nosotros.
—¿Piensas quedarte con el cuerno? —inquiere, sus ojos reflejando el mismo asombro que siento yo ante la majestuosidad de la criatura abatida.
Dudo en cuanto a si los caminos soportarán el peso de esa colosal pieza, pero la determinación me guía en mi respuesta.
—Sí, deseo hacer algo con él.
La magnitud de este cuerno brinda oportunidades, tal vez para erigir una estatua en memoria, aunque aún no he decidido qué forma tomará ese homenaje.
—Por mi parte, está bien. Si no fuera por tu estrategia, esto habría sido inalcanzable —Frey posa su mano en mi hombro—. Además, salvaste mi vida. Te estoy sumamente agradecido. La alianza seguirá firme, pero determinaremos nuestro próximo paso después de que las elecciones concluyan.
Las conversaciones con Crusch nos guiaban hacia la adopción de la alianza, pero teníamos la intención de demorar la elección de nuestros próximos pasos, evitando posibles conflictos a largo plazo.
—Sería sabio abordar este asunto lo antes posible.
Frey sonríe, su mano acariciando la cabeza de la ballena.
—Bueno, he estado reflexionando sobre ello. No obstante, tomar una decisión apresurada suele augurar malos presagios —con un gesto, golpea el cuerpo de la ballena.
Gotas de sangre cristalizada empiezan a caer al suelo, brillando tenues bajo la luz de la luna.
—Marco Luz, te valoro como un valioso aliado y amigo. Mi respeto hacia ti es profundo y sincero. Reconozco tu agudeza mental y tu valía en diversos aspectos. Eres un activo invaluable para cualquier bando en el que te encuentres. Lamento que ya hayas comprometido tu lealtad a alguien más. También he sido impresionado por la gracia y la fuerza de la señorita Emilia. En su calidad de rival, le tengo respeto y cierto grado de temor, pero una alianza es algo complejo de llevar.
Sus palabras, una mezcla de halagos y verdades, parecen tejidas con la intención de enredarme. Desconoce que estoy al tanto de su historia, así que debo evitar a toda costa que se lleve a Crusch.
—Hago lo que puedo por mejorar día a día —le respondo con una sonrisa, extendiendo mi mano en señal de respeto—. La señorita Emilia es alguien que no debe ser subestimada. Le deseo la mejor de las suertes.
Si la alianza se reduce a simples intereses económicos, tampoco me preocupa. Mi preocupación radica en perder la protección que necesitamos. La familia Karsten es nuestro único escudo contra problemas mayores.
Si, ahora, van a ir por nuestros inventos.
Él lo sabe, puedo verlo en sus palabras, la mejor forma de destruirnos es que nuestros enemigos nos dejen en las últimas.
Si sobrevivimos hasta entonces, quizás, la alianza se concrete en iguales.
—La lucha contra el trono nos hace enemigos, pero yo, Frey Karsten mantendré una relación amistosa con ustedes, en especial —este me extiende la mano—, mantendré una favorabilidad hacía ti, sin importar que pertenezcamos a bandos opuestos.
Un pequeño fuego prende en mi estómago, una sensación inquietante que no logro comprender del todo.
No estoy seguro de si esto es un acto calculado o no, pero su actitud refleja una similitud sorprendente con Crusch. Sin embargo, hay una diferencia notable: su enfoque es más asertivo, sus palabras están teñidas de un veneno sutil pero poderoso.
Es como si estuviera vertiendo lentamente sus intenciones en cada una de sus frases.
Es una táctica que yo mismo empleo con frecuencia, explorando las debilidades de los demás y aprovechándolas. Las mismas debilidades que observo en Crusch Karsten, y en mí mismo también. En este hombre, veo una amalgama intrigante de las personalidades de Crusch, Anastasia y la mía.
En un solo movimiento, ha roto el pacto de amistad que habíamos planeado forjar, reemplazándolo con una relación que claramente busca beneficiar sus intereses. Pedir su ayuda es una opción, pero sin la alianza establecida, sabemos que deberemos ofrecer algo a cambio.
Y eso significa que si recurrimos a él, irá tomando de nosotros hasta dejarnos sin nada.
La alianza contra el Culto de la Bruja, concebida únicamente para combatir esa amenaza, no garantiza protección más allá de ese contexto.
Si quedamos en una situación desesperada, es muy posible que él intervenga, no para ayudarnos, sino para someternos y demostrar su propio valor.
Es irónico, ya que reconozco que es exactamente cómo suelo ver a aquellos que no me importan. Ahora me encuentro en una posición donde yo mismo podría convertirme en ese tipo de persona.
Mi intención original era asegurar una alianza completa que nos brindara seguridad ante las fuerzas poderosas, especialmente ahora que conocen la existencia de Irlam. Los poderes altos desearán obtenerlo, sin duda alguna.
Sin embargo, Roswaal es el único obstáculo que nos protege de perderlo todo. Pero también es alguien que solo actuará en línea con sus retorcidos planes.
Si somos atacados, si nos enfrentamos a un plan que se encuentra en su maldito libro, él se quedará al margen, observando cómo se desarrolla su agenda. Roswaal, en esencia, es completamente inútil para nosotros.
No tengo el poder suficiente para proteger en este momento, la industria está en sus inicios. Este hombre lo debe saber, si él es el remplazo a Crusch Karsten entonces lo debe saber.
Por eso desea que seamos nosotros que le pidamos ayuda, así podrá obtener ganancias, que es lo que no quería hacer.
Mierda.
Estrecho su mano en un apretón, sintiendo que no puedo hacer más por el momento.
—Por supuesto, podemos ser competidores y amigos al mismo tiempo, ¿verdad? Una competencia saludable, ¿no te parece? —le digo, intentando mantener una fachada de cordialidad.
Mientras él no me ataque, puedo lidiar con cualquier cosa que se presente. Pero la incertidumbre me atormenta. Alguien ha tomado el lugar de Crusch, y eso me desconcierta profundamente.
—Una competencia saludable es una excelente descripción —responde Frey con una sonrisa.
Con el acuerdo sellado, comenzamos a tomar decisiones concretas. La alianza se establece en términos de beneficio individual mientras estemos en competencia. Esto nos deja sin otra opción más que regresar a Irlam.
Una vez que los cañones y los cuerpos están en su lugar, nos preparamos para partir. Las personas heridas son llevadas en las carrozas, y un pequeño grupo de caballeros se queda junto a Frey. Él se coloca al frente, flanqueado por Wilhelm y Félix. Por mi parte, estoy con Emilia y el ejército.
Beatrice se ha refugiado en una de las carrozas sin decir una sola palabra.
—Nos dirigiremos a la capital. Aún tenemos tiempo para celebrar antes de que la cabeza de la ballena se cristalice. El maná que contiene la mantiene relativamente fresca, pero su vitalidad se agotará pronto —explica Frey con un tono cordial, su sonrisa nunca se desvanece—. Si preparamos un desfile adecuado, ambos lados saldremos beneficiados. Además, la señorita Emilia y tú serán el centro de atención, ya que fueron quienes más contribuyeron a su derrota. Nos adelantaremos un poco, ustedes pueden unirse una vez decidan quiénes viajarán a la capital.
Los caballeros nos miran a Emilia, al ejército y a mí con sonrisas y entusiasmo. Sus voces se unen en un coro de aclamaciones, proclamando que merecemos un grandioso desfile y un merecido descanso en nuestros hogares.
—Se que debes organizar la partida de tus soldados, así que iremos adelantándonos.
La idea de un desfile me parece excelente. Este evento podría comenzar a cambiar la percepción de Emilia, especialmente entre los demi humanos, quienes, a pesar de ser parte de su misma raza, la desconfían por su parecido con la bruja.
Si la gente ve que fue ella quien derrotó a la ballena, quizás logremos cambiar la opinión de algunos.
—Entonces, nos encontraremos en la capital —digo, estrechando la mano de Frey.
Wilhelm y Félix también se despiden, al igual que los otros caballeros que nos sonríen entre lágrimas y despedidas. El ambiente se llena de agradecimientos y emociones de felicidad.
Emilia se ve abrumada cuando cada uno de los caballeros se inclina ante ella y le agradece por haberlos curado, salvado y derrotado a la ballena. Saben que ella fue la que realizó la mayor parte del trabajo, por lo que expresan su gratitud de manera apropiada.
Emilia se retira al carruaje después de las despedidas, para hacerle compañía a Beatrice. Yo permanezco aquí, esperando a Crusch. Frey tampoco se marcha; parece estar esperando a que nos quedemos a solas para decirme algo.
Poco a poco, los carruajes están listos para partir. Frey me regala una sonrisa mientras juega con su cabello.
Antes de alejarse, se acerca a mí y murmura en un tono suave pero lleno de astucia:
—Por respeto hacia ti, pasaré por alto la situación de esa chica.
—Después de todo, somos amigos. Ella parece ser alguien muy importante para ti —Frey da la espalda, y yo contengo mi furia en silencio—. Como amigo, puedo pasar por alto algo así en esta ocasión.
Frey se inclina hacia el carruaje de Emilia y se retira sin pronunciar una palabra más.
Fourier Lugunica...
En mi mente solo hay una idea que se escapa de mis labios en un susurro apenas audible:
—Este hombre es peligroso...
Observo cómo se sube a su carruaje y parten de inmediato. Ahora solo quedo yo en este vasto campo; todos los cuerpos han sido llevados a la capital. Del ejército, ninguno resultó herido debido a la ubicación por la que ingresó Gula, así que todos se han subido a sus carruajes para regresar.
Mis manos tiemblan ligeramente, pero me mantengo de pie, permitiendo que el frío viento me abrace.
—¡Marco! —exclama Emilia, abriendo la puerta trasera de la carroza—. Llegaremos tarde si no salimos ahora. Nos están esperando.
Escaneo el entorno, pero no logro verla por ningún lado.
Crusch...
Si te has ido con ellos sin decir una palabra, sin despedirte.
—Lo siento —me doy media vuelta, avanzando hacia el carruaje.
Camino con lentitud, esperando escuchar sus pasos. No me atrevo a buscarla, pero algo en mí me insta a hacerlo, me dice que lamentaré no hacerlo.
Fui yo quien desató todo esto; mi llegada a este mundo desencadenó este caos. Aunque, si no hubiera llegado a este mundo, ella estaría sin sus recuerdos, desamparada.
Pero también estaría con las personas que la aman.
—Emilia —la miro a los ojos, y ella me devuelve una sonrisa cálida.
—No puedes evitarlo —suspira y luego me lanza una sonrisa acompañada de un guiño—. Ya imaginaba por qué estabas esperando. Esa chica... ¿es importante para ti?
Asiento, preparando mi corazón.
—Entonces, ve a buscarla. Si aún está aquí, probablemente esté esperando.
Doy media vuelta y corro hacia el campo de flores. Si está en algún lugar, debe ser allí. No sé qué espero ni por qué lo hago, pero siento que lamentaré no dar este paso.
—Crusch —susurro mientras avanzo, aprovechando la luz de la luna y las estrellas para ver mejor—. Espero que no te hayas ido.
Fui yo quien desencadenó todo esto.
Al menos quiero ser capaz de ayudarla, de alguna manera. No sé cómo, pero mientras pueda mantenerla de alguna forma, lo haré.
Comienzo a jadear suavemente; mi cuerpo está agotado por la batalla y ahora corro en el frío aire. Continúo corriendo hasta que llego al campo de flores, pero entonces empiezo a reducir mi velocidad.
—Crusch...
Contemplo el campo de flores con una profunda tristeza. Entre las espadas clavadas en el suelo, aparte de la de Wilhelm, yace la espada de Crusch en otra posición. Su traje azul está atravesado por la espada, como si el viento no le hubiera permitido escapar.
Me acerco cautelosamente, pero entonces...
—Te importo más de lo que pensé —dice Crusch.
Giro mi cabeza para encontrarme con su mirada, y puedo ver un golpe en su mejilla.
—¿Quién te hizo esto? —me acerco a ella, notando que la sangre se ha secado en sus labios.
—Era hora de que dejara de ser débil —sonríe, su expresión serena a pesar de todo.
Su camisa blanca, cubierta de escombros y desgarrada, es testigo de la feroz batalla. La sangre en su cuello, donde Ley la hirió mortalmente, es un recordatorio de su valentía.
Ella aparta su cabello suelto y contempla el cielo.
—Lo que quiero lograr —Crusch voltea su mirada hacia mí— ¿Por qué viniste?
Su pregunta me golpea con fuerza. Podría presentar múltiples razones para ganar su confianza, podría explicar mis sentimientos de arrepentimiento, pero solo hay una verdad.
—No lo sé —respondo con honestidad.
Ella sonríe, avanzando hacia mí hasta que está justo frente a mí, y luego coloca su puño en mi pecho.
—Si ser Crusch Karsten me condujo hasta aquí, entonces son las consecuencias de mis propias acciones —su mirada me asegura que no es mi culpa—. Mis objetivos deben cambiar ahora que él está vivo de alguna forma, pero sé que tú también tendrás que enfrentarlo.
Sí, yo también debo confrontar a ese enemigo, incluso, si llega a ser necesario...
Tendré que matarlo.
—Vamos, quiero ver el mundo desde otra perspectiva. Cuando recupere mi nombre, si eso es posible, habré adquirido nuevas experiencias —declara con determinación.
Si ella puede ser fuerte en este momento, yo también puedo hacerlo.
—Vamos, hay mucho por hacer.
Con esas palabras, nos dirigimos juntos hacia la carroza. Emilia y Beatrice están ocupadas en su mundo, sumidas en la lectura. Aunque Emilia parece algo fatigada, se encuentra cómoda en la compañía de Beatrice.
He enviado a los soldados de regreso a Irlam, quedando solo con un pequeño destacamento. Por si ocurre algo, es esencial que se lleven los cañones. Como llevará cierto tiempo llegar allí, es la mejor precaución que podemos tomar.
Llegaremos a Irlam al anochecer, por lo que la celebración deberá ser pospuesta.
En la otra parte de la carroza, Crusch y yo nos sentamos en silencio, contemplando el techo sin pronunciar palabra. Mis ojos amenazan con cerrarse; estoy agotado de maná, mi mente es un caos, mi corazón duele, mi mente duele...
Mi alma duele.
Estoy exhausto de todo, pero debo continuar.
Por mi propio bien, por el bien de todos.
Capítulo 3
Una Celebración Amarga.
Después de todo el arreglo y la preparación, finalmente llegamos a la capital. Al llegar a la entrada, nos encontramos con los demás, quienes parecen estar coordinando algo con los caballeros. Es evidente que están planeando un desfile que conducirá hasta la plaza principal.
Nobles y ciudadanos por igual tendrán la oportunidad de contemplar la cabeza de la ballena.
Consulto el reloj y estimo que son alrededor de las seis de la tarde. Aquí, la luna ya se asoma en el cielo mientras el sol se retira.
En el momento en que llegamos, Frey nos solicita cambiar de carroza. Ascendemos a un carruaje nuevo, lujosamente decorado con detalles dorados, pero esta vez está abierto al aire. La idea es que vayamos al frente, figurando como la pieza central. Frey también se unirá a nosotros, consciente de la importancia de centrar la atención en él.
Emilia parece un tanto nerviosa, mientras que Beatrice permanece en silencio, aparentemente despreocupada por lo que sucede a su alrededor. El escuadrón de artillería nos acompañará, marchando en el suelo junto con los caballeros que no resultaron heridos en la batalla.
Los heridos han sido enviados al campamento de Crusch, no… al campamento de Frey.
—Suban, esto será breve ya que tenemos muchas cosas que organizar, pero sin duda es un evento importante —Frey dirige una sonrisa a Emilia—. Tú serás el centro de atención, dado que fuiste quien más contribuyó.
Emilia asiente, mostrando cierta incomodidad y nerviosismo. La carroza cuenta con sillas acolchadas, pero la idea es que permanezcamos de pie. Sin embargo, me doy cuenta de que la gente no verá a Emilia con buenos ojos.
El anuncio de las candidatas aún está fresco, y el rechazo hacia ella será considerable, sin importar lo que haga. Mi presencia seguramente propagará rumores, pero el odio a menudo carece de lógica.
—Emilia, tendrás que aguantar —susurro a su oído.
—Sí, lo sé, no te preocupes, Marco —responde con una sonrisa, apretando sus puños—. Haré todo lo posible por no decepcionarlos.
Aún no he recuperado mi maná. Gracias al cristal, mi puerta mágica no está destrozada, pero usar maná sigue siendo doloroso. Tendré que descansar o recurrir a hechizos simples que no requieran mucho esfuerzo.
Utilizar el maná de Beatrice para apaciguar a la multitud sería imposible en este estado; eso dependerá por completo de Emilia. Aunque lo más sensato sería evitar recurrir a algo así.
Mientras avanzamos, veo cómo la gente se empieza a reunir. Todos miran asombrados mientras la cabeza de la ballena sigue detrás de nosotros y nosotros mantenemos nuestra compostura. Las miradas se centran en la ballena, pero al vernos puedo percibir cierta incredulidad y hostilidad en sus ojos.
La multitud se abre para dejar paso y el camino se despeja mientras todos nos observan. De repente, un hombre exclama desde la multitud
—¡Vencieron a la ballena!
Varios aplausos se unen al grito, y aunque mantenemos nuestras posturas, puedo notar cómo la gente empieza a interactuar y a reaccionar. Miro a Frey, quien sonríe complacido. Ahora entiendo su plan.
—¡La candidata Emilia derrotó a la ballena! —exclama un hombre semihumano, provocando que otros semihumanos se unan al coro.
Es un logro que no solo pertenece a los humanos. Los motivos de Frey para ayudarnos siguen siendo desconocidos para mí, pero ahora tengo claro lo que está sucediendo. Frey ha movilizado a personas para iniciar una ola de reacciones.
Al estar en público, es común que la mayoría intente imitar lo que hacen otros, es un comportamiento de seguridad instintiva.
Aprovechar este efecto en diferentes puntos para generar reacciones en cadena.
—¡El señor Frey también está aquí! —exclama un niño.
Aplausos y gritos se elevan, pero las miradas de la multitud son variadas y confusas. Hay una emoción creciente por la victoria sobre la ballena, pero también se perciben sentimientos encontrados.
Frey saluda a todos mientras Emilia observa con asombro todo lo que está ocurriendo. Beatrice sigue absorta en su libro, ignorando a los demás.
Al llegar a la plaza, la gente comienza a aglomerarse. La carroza se detiene junto a una fuente de agua. El espacio es amplio, claramente se trata de la plaza principal. La gente llega y se agrupa en diferentes sectores: semihumanos por un lado, humanos por otro, y se puede ver a los más elegantes alejándose del resto.
La cabeza de la ballena queda junto a nosotros, ocupando mucho espacio con su inmensidad, lo que obliga a algunas personas a retroceder.
—Yo, Frey Karsten, anuncio que hoy la lucha contra la ballena blanca —Frey coloca su mano en el pecho—, en la que participamos el grupo de la candidata al trono Emilia y mi grupo, ¡ha concluido con la derrota de la ballena blanca!
Los aplausos y los gritos aumentan a medida que las expectativas crecen. Las mismas personas que habían iniciado los gritos previamente vuelven a hacerlo. Una ola de aplausos y vítores llena el aire.
—¡La persona que hizo esto posible fue la candidata Emilia! ¡Su fuerza, su coraje, fueron los que llevaron a cabo este logro! —exclama Frey, haciendo que todos dirijan miradas de incredulidad hacia Emilia.
Aunque no presencié la pelea, sé por lo que me contaron que Emilia fue quien hizo la mayor parte del trabajo. La ballena ya estaba casi derrotada cuando Wilhelm asestó el golpe final.
Sin embargo, Wilhelm no quiso aceptar la responsabilidad de ese golpe, agradeció a Emilia y admitió que ella, junto con la artillería, fueron quienes realmente dieron el golpe final.
Emilia da un paso al frente, enfrentando todas las miradas y los susurros. Sus manos tiemblan ligeramente, pero toma una profunda bocanada de aire y luego exhala.
—¡La ballena blanca ya no representará una amenaza para nadie! —Emilia se dirige a todos con determinación—. Con esto, todos podrán viajar sin temor a su presencia.
Las miradas de las personas se entrecruzan, algunos comienzan a hablar, mientras que otros dejan escapar risas. Los semihumanos parecen divididos, en silencio, pero aparentemente cohibidos de expresar sus opiniones. Esta es la dura realidad para Emilia; su apariencia la perseguirá a donde quiera que vaya.
—¡A quién le importa cómo se ve! —grita alguien—. ¡Derrotó a la enorme ballena blanca!
Un comentario lanzado al aire desencadena una reacción en cadena entre los semihumanos. Comienzan a expresar palabras de apoyo que molestan a los humanos, quienes se mantienen renuentes a responder.
Frey ha previsto hasta este punto; en realidad, tenía planeado realizar algo similar, comenzando a difundir rumores pagando a personas para que compartieran información turbia sobre los altos mandos, con la intención de frenar su avance.
—¡Soy Emilia! —grita con determinación—. ¡Mi apariencia no es algo que haya elegido en mi vida! ¡Demostraré que soy digna de portar el trono!
Luego de las palabras de Emilia, su mirada se dirige hacia mí, instándome a hablar. Cuando estoy a punto de avanzar, Frey me detiene, sonríe y me pide que le permita decir algo.
—Gente de Lugunica, la persona que hizo posible toda esta estrategia, el individuo que ha trabajado incansablemente por un futuro mejor, aquel que surge como un nuevo héroe —Frey me señala—, aquel a quien el reino de Lugunica otorgó el título inicial de barón.
Mis ojos se abren de par en par ante sus palabras, Emilia me lanza una mirada mientras aprieto los puños. ¿Cómo pudo enterarse de esto? Jamás se lo revelé a Crusch, ni tomé acción alguna en esa dirección. Entonces…
¿Por qué?
Mi estómago se revuelve mientras mi corazón comienza a palpitar con fuerza. Nunca había hablado sobre esto con nadie. ¿Cómo puede él saberlo?
—Aquel que se convirtió en el enemigo principal del culto de la bruja —Frey continúa con una sonrisa, como si ya hubiera planeado esto—, el que derrotó al arzobispo de la Pereza, el creador de la ahora famosa máquina a vapor.
Las personas miran asombradas hacia mí. Me mantengo erguido, tratando de ocultar mi sorpresa y confusión. Beatrice toma mi mano y me mira fijamente.
—Mantén la calma de hecho —Beatrice comienza a utilizar magia en mí.
Revelar mi estatus públicamente era algo que ya había planeado, pero no de esta manera. Frey ha dado un giro inesperado a la situación.
—¡Soy Marco Luz! —intervengo, mirando con determinación a todos y alzando mi rifle—. Mi señora es la candidata Emilia, todos mis logros le pertenecen y también le pertenecerán mis logros futuros.
Los humanos empiezan a sonreír levemente, mientras que los semihumanos muestran asombro.
—¡Revolucionaremos este mundo! —grito, esforzándome por transmitir mi mensaje—. Lo haremos un lugar próspero para todas las razas. Sin importar el estatus, la raza o la etnia, todos merecemos respeto. En Irlam, eso ya es posible, y sé que podemos lograrlo en otros lugares también.
Lleno mi garganta con maná.
—¡Soy Marco Luz! ¡Recuerden ese nombre!
Me retiro y los gritos y aplausos se intensifican, enfocándose en mí. Los humanos muestran su apoyo gritando mi nombre, mientras que los semihumanos apoyan a Emilia.
Unir a ambas facciones es posible, y aunque las cosas pueden volverse difíciles, no desaprovecharé esta oportunidad.
Observo a Frey con una mirada decidida. Tengo que ser cauteloso; la eliminación de Crusch podría haber alterado los diálogos. Si en algún momento dije algo incorrecto, si él cree que estoy inafectado, entenderá que todo está en marcha.
Pero también debo tener cuidado, ya que podría ser una trampa.
Si no digo nada, será igualmente sospechoso.
—No esperaba que lo dijeras de esa manera —le comento a Frey seriamente—. Mencionar el título de esa forma fue sorprendente.
Al expresarlo de esta manera, me concentro en cómo utilizo mis palabras, tratando de mantenerme alerta y calculando cada movimiento.
Frey observa mi respuesta con interés, como si estuviera evaluando mi reacción. Su sonrisa parece más satisfecha ahora, como si hubiera logrado su objetivo. Sin embargo, sus palabras no indican que haya notado mi desconfianza o mis dudas.
—La ocasión ameritaba un reconocimiento adecuado —responde Frey con una expresión despreocupada—. Tu habilidad para mantener la atención de la gente es impresionante, Marco.
Asiento con seriedad, sin apartar mi mirada de él. Mi mente trabaja a toda velocidad, tratando de analizar cada palabra que dice y cada gesto que hace. No puedo subestimar su astucia ni su habilidad para manipular situaciones a su favor.
—Ahora, permíteme felicitarte personalmente —Frey extiende su mano hacia mí—. Una vez más, hemos demostrado que nuestra alianza es formidable y capaz de lograr grandes cosas
Tomo su mano en un apretón firme, tratando de mantener una expresión neutral mientras sopeso mis próximos movimientos.
—Gracias, Frey. Tu apoyo ha sido crucial en esta victoria —respondo de manera cortés pero cautelosa.
Mientras mantengo la conversación con Frey, sigo atento a cualquier indicio de sus intenciones reales. No puedo bajar la guardia ni permitir que sus palabras nublen mi juicio.
—El señor Marco no se encuentra en las mejores condiciones —afirma Félix, mientras me observa con curiosidad. Emilia y yo nos inclinamos en señal de respeto.
—Lamentamos la situación, pero debemos descansar. En Irlam nos esperan personas que requieren nuestra atención —al levantarnos, noto que los caballeros parecen un tanto abatidos—. Sin embargo, no se preocupen, celebren y cuando deseen visitar Irlam, serán recibidos con los brazos abiertos. Allí podrán hacer negocios, comprar una vivienda o lo que deseen.
Ellos asienten y empiezan a comentar que verificarán si lo que he dicho es cierto, lo que crea un ambiente ameno.
—Sobre el cuerno... —comienza Frey mientras se pone de pie—. Pueden llevárselo ya, el carruaje está preparado. Solo falta cortarlo.
Frey sale de la habitación y se dirige hacia la cabeza de la ballena.
—Aunque es una tarea difícil, ahora que su maná está desapareciendo...
El carruaje se coloca detrás del cuerno, un vehículo robusto y resistente.
Frey desenvaina su espada, lo cual me toma por sorpresa. Levanta su arma con fuerza y realiza un corte vertical que provoca un sonido similar al del viento siendo partido. Su espada se mueve como un látigo a lo largo del cuerno.
El corte es tan limpio que parece cortar la mantequilla, y el cuerno se desprende, cayendo en el interior del carruaje.
Todos los presentes observan con asombro lo sucedido. Miro con seriedad la escena, impresionado por la habilidad de Frey para cortar el cuerno sin ninguna dificultad. Su grosor y dureza no son cosas comunes, ya que incluso ha resistido impactos de cañones, algo que el acero normal no habría logrado.
El cuerno es depositado en la carroza por dos dragones de tierra que lo transportan con facilidad. Aunque aún no tengo claro qué tipo de estatua crear, sé que tendré que pensarlo con detenimiento más adelante.
Con todos los preparativos listos, nos encaminamos hacia la capital. Crusch optó por esperar en nuestro carruaje en las afueras de la ciudad, por lo que ha estado sola durante todo este tiempo.
Sin mayores contratiempos, emprendemos el viaje, anhelando el merecido descanso y la anticipación de presenciar el amanecer de un nuevo día.
Capítulo 4
Irlam
Observo a Beatrice, quien parece estar concentrada en su libro e ignorándome en gran medida. Sin embargo, de vez en cuando, noto que lanza furtivas miradas en mi dirección antes de volver a sumergirse en su lectura.
Emilia también muestra interés en el libro y comienza a comentar cosas al respecto con Beatrice, lo que provoca una sonrisa en esta última.
Me reconforta ver que ambas se llevan bien. En cierto sentido, Emilia vivirá más allá de mi vida. Es un pensamiento que me alegra, saber que no quedará sola cuando yo ya no esté.
Aunque, quizás estoy siendo un poco optimista al respecto.
—Pero no está mal soñar, ¿verdad? —murmuro, dirigiendo mi mirada hacia Beatrice.
Al escuchar mis palabras, ella aparta su mirada del libro y me observa por un instante. Le sonrío gentilmente, lo que la hace regresar su atención a su lectura.
Sé que ella está consciente de lo que está pasando. Es mi culpa en gran medida. Lo más probable es que todas las emociones que emanaron de mí la hayan afectado profundamente.
Mi tristeza, mi dolor, mi desesperación; para ella, todo eso es palpable. No puedo ocultarle nada, y eso es un poco desgarrador. Sé que si me esfuerzo, podría cortar ese vínculo emocional, hacer que ella no sienta lo que yo siento.
Pero cuando mis emociones son muy intensas, me resulta imposible ocultarlas.
No quiero verla triste. Por eso, debo fortalecerme, debo volcarme hacia la resiliencia para que cada vez que algo cambie en mi interior, la ansiedad no me abrume por completo.
Aunque no puedo evitar preguntarme si algún día encontraré una manera de liberarla de esta conexión emocional, permitiéndole vivir sin sentir el peso de mis emociones.
Suspiro, tomando mi rifle de la parte trasera de la carroza. Mis manos acarician el arma mientras noto que la velocidad comienza a disminuir y los sonidos de gritos y aplausos se vuelven más audibles. Trompetas y tambores resuenan con fuerza, tomando a todos por sorpresa, incluyéndome a mí. No esperaba este tipo de bienvenida.
Emilia y Beatrice voltean a mirar por la ventana, visiblemente curiosas por la conmoción. A medida que la luz del pueblo se filtra en la carroza, los aplausos y la música se intensifican.
Uno de los soldados abre la ventanilla delantera y se dirige a nosotros emocionado.
—¡General Marco! ¡Señoritas! —exclama con una sonrisa— ¡Por favor, suban al techo del carruaje!
Emilia y Beatrice asienten emocionadas, abriendo la puerta trasera de la carroza y subiendo al techo con entusiasmo. En el exterior, los aplausos y los gritos se vuelven aún más ensordecedores.
—¡VIVA LA CANDIDATA EMILIA! —gritan al unísono, llenando el ambiente de emoción mientras los tambores y las trompetas suenan con toda su potencia.
Sé que debo unirme a la celebración, pero al mismo tiempo, no quiero dejar a Crusch sola. Esta es una experiencia que debimos disfrutar juntos. Sin embargo, ella me da un manotazo en la espalda, interrumpiendo mis pensamientos.
—Yo tengo otro combate por delante. Ahora es tu momento de celebrar —dice Crusch con un tono decidido—. Ve, no sientas lástima por mí. Soy Crusch Kars…
Ella no logra terminar su frase. Evito su mirada y dirijo mi atención hacia otro lado, mientras el ambiente festivo se vuelve aún más emocionante.
—Crusch, no importa qué, te haré sonreír de nuevo —la miro directamente a los ojos—. Restauraré la normalidad en todo esto. Soy Marco Luz.
Apoyo mis manos en el techo y, con un salto, me sitúo en la parte superior del carruaje. Desde aquí puedo ver que estamos a punto de entrar al pueblo. Emilia, al notar mi presencia en el techo, sonríe ampliamente.
—¡Marco! ¡Mira! —exclama Emilia mientras alza sus brazos, saludando a la multitud mientras los gritos y la música resuenan con fuerza.
Una vez dentro del pueblo, veo que todos están reunidos para recibirnos. Incluso los niños se encuentran aquí, levantando sus manos y arrojando pétalos de flores en un gesto de alegría.
—¡Viva la candidata! ¡Viva el ejército! —gritan todos entusiasmados. El ambiente es cálido y familiar, lleno de rostros conocidos. Es la sensación de volver a un hogar, donde cada persona que te recibe valora cada aspecto de ti.
Al dirigir mi mirada hacia Emilia, noto que lágrimas de felicidad recorren sus mejillas.
—No imaginé que se sentiría tan bien… —dice Emilia mientras continúa saludando a la multitud. Se enjuga las lágrimas y, mirando a todos, infunde magia en su voz y exclama con fervor:
—¡Derrotamos a la gran ballena blanca!
—¡WOOO! —gritan todos emocionados, saltando y bailando mientras avanzamos hacia la plaza principal del pueblo.
El ambiente está lleno de alaridos de júbilo y entusiasmo, todos parecen conectados por nuestra victoria. De alguna manera, el ejército contribuyó a la derrota sin sufrir bajas, lo que convierte está en una gran hazaña.
Es gratificante ver a casi todos reunirse con sus seres queridos después del conflicto con el culto.
—¡Hoy celebraremos! ¡Mañana todos tendrán el día libre! —exclamo, provocando que las emociones se intensifiquen.
Un día de descanso para aquellos que han trabajado incansablemente. Dado que mañana es viernes y el fin de s emana sigue después, tendrán tres días para recuperarse. Aún no hemos sanado por completo de los estragos del ataque del culto, así que planeo aprovechar estos días para reorganizar las cosas.
—¡Viva Marco! ¡Viva Emilia! —los gritos continúan resonando, mientras todos emocionados se dirigen hacia la plaza. Es un hermoso contraste, el semblante apagado y fingido de todos ha dado paso a una creciente emoción y a los gritos de cada uno de los habitantes.
Detrás de nosotros se encuentra el cuerno de la ballena, debido a su considerable tamaño debemos ser cuidadosos al transitar las calles pavimentadas con piedra y hormigón.
Optamos por limpiar la sangre con magia de agua, lo que lo hace lucir aún más imponente.
Emilia es, sin duda, la más emocionada de todos. Su entrada como candidata ha sido todo un éxito: su discurso, la exhibición del progreso de la aldea, la demostración de poder, la eliminación de uno de los arzobispos y la ayuda en la derrota de una de las grandes bestias.
Esta celebración es el broche de oro para su inicio en esta nueva etapa.
Ha subido todos los escalones de golpe, sin que nadie pudiera esperarlo. Un inicio perfecto para ella.
—¡Marco! —Emilia toma mi mano y la levanta.
Su timidez acaba de desvanecerse por completo. Pensé que se sentiría incómoda, pero su risa, pura y llena de alegría, me envuelve. Pensar que podría presenciar algo así, su sonrisa casi tan brillante como las luces que iluminan todo el pueblo.
Varias decoraciones adornan el entorno: grandes pancartas de bienvenida, personas asomándose desde sus casas mientras sostienen lámparas de luz.
No habría imaginado ver algo así.
—¡Gracias, gente de Irlam! —exclama Emilia, riendo y sonriendo cada vez que la multitud estalla en gritos de alegría.
La más emocionada de todos es, sin duda, ella. Me pregunto qué estará pensando en este momento, pero me alegra que esto la haga tan feliz.
Ella se lo merece.
Emilia fue el centro de atención, sin permitir que nadie la opacara. Está brillando como la primera estrella en el firmamento.
Después de unos pocos minutos, llegamos a la plaza principal. La tarima, construida con hormigón, se alza en el centro. Tiene un techo espacioso que puede albergar cualquier tipo de evento. Reconstruí por completo este lugar, ya que aquí se llevarán a cabo los anuncios más importantes y eventos culturales en el futuro.
El suelo fue modificado para evitar que la tierra se acumule, y contratamos a un grupo de personas para mantenerlo limpio en todo momento. Aunque es sencillo, en mi opinión, es perfecto para estar en sintonía con el pueblo.
Los carruajes se detienen y descendemos mientras la multitud comienza a congregarse. Algunas personas incluso llegan con cajas de comida, bebidas y otros productos para vender, aprovechando la oportunidad para abastecerse.
Los soldados rápidamente abren paso para que podamos avanzar, pero la emoción de la multitud hace que se agrupen a nuestro alrededor.
Parece que todos han olvidado por completo la situación con Emilia.
Aunque el ejército haya presenciado su discurso, parece que la mayoría de la gente está aquí para escucharlo en persona.
Me intriga saber por qué están tan emocionados.
Los soldados forman una barrera detrás de la tarima, creando un espacio para que podamos hablar. Emilia no puede evitar reír emocionada mientras observa cómo la multitud se acomoda frente a la tarima. Rem y Otto también parecen contagiados por la alegría, acercándose a nosotros mientras Beatrice toma asiento en una silla para leer.
—¡Señor Marco! ¡Señorita Emilia! —ambos se inclinan emocionados—. Felicidades por su victoria en todos los aspectos.
A pesar de su entusiasmo, se nota que ambos están un poco agotados.
—¡Gracias! En verdad, es increíble que hayan organizado todo esto —Emilia les sonríe con gratitud a ambos.
Rem y Otto intercambian una breve mirada antes de esbozar sonrisas.
—Bueno, en primer lugar organizamos su postulación, pero el triunfo contra la ballena fue algo completamente espontáneo —añade Otto, mientras nos señala la tarima—. Señorita Emilia, es momento de su discurso.
Emilia asiente y se dirige hacia las escaleras que conducen a la tarima. Sin embargo, a pocos pasos de avanzar, se detiene en seco y retrocede. Luego, sorprendentemente, toma a Beatrice del brazo, quien se muestra perpleja mientras es arrastrada por Emilia.
—¡Espera! —exclama Beatrice, asombrada por la repentina acción de Emilia.
No puedo evitar sonreír al presenciar ese gesto entre las dos. Rem se coloca a mi lado y me entrega un informe. Se trata de los costos de los nuevos contratos reestructurados, un trabajo que he estado llevando a cabo pero que ha resultado ser desafiante.
—La documentación estará lista pronto, el proceso parece estar en su fase final. En cuanto eso suceda, procederemos con la documentación pública —explica Rem.
La implementación de tarjetas de identidad es un asunto crucial, especialmente si planeo establecer y mantener un censo de la población. Este decreto será obligatorio para todos aquellos que deseen residir en Irlam.
—Entonces, con esto firmado, podremos comenzar mañana —agrega Rem, aunque la interrumpo con una decisión.
—Mañana todos deben descansar. Retomaremos nuestras labores el lunes. Es una orden.
La miro con seriedad, pero en respuesta ella no parece desanimada, sino que muestra una amplia sonrisa. Por su parte, Otto parece haber visto a un ser supremo tras escuchar esas palabras.
—Un merecido descanso, finalmente —exclama Otto mientras cae de rodillas al suelo, exagerando el alivio.
—No hemos trabajado tanto, el señor Marco y yo hemos tenido jornadas más extensas —comenta Rem con cierta insatisfacción en su tono.
Sus palabras no son falsas, pero comprendo el sentimiento de Otto. Si bien sabemos que estamos bajo presión, en este momento brindarles un descanso contribuirá a incrementar la productividad.
Si sienten que han obtenido un merecido descanso después de un periodo de esfuerzo intenso, esa energía se verá reflejada en su trabajo
Es una perspectiva que nunca fue comprendida en mi mundo. Sin embargo, aquí tengo la oportunidad de hacer las cosas de manera diferente.
Emilia comienza a pronunciar su discurso, y a medida que su voz se impregna de maná para potenciar el sonido, el murmullo de la multitud comienza a disminuir.
Considero la posibilidad de adquirir el mismo instrumento de sonido que están utilizando en la capital, no solo para comprender su funcionamiento, sino también para tenerlo a disposición en el futuro.
A medida que Emilia expone sus propuestas y finalmente logra hablar sin interrupciones, su discurso culmina con un añadido emotivo.
—Habitantes de Irlam, sé que hemos atravesado momentos difíciles, y créanme que me duele profundamente lo que tuvimos que soportar —Emilia inclina su cabeza ligeramente—. Por eso, y porque sé que no pude hacerlo en ese momento, me gustaría que hagamos un minuto de silencio por aquellos que ya no están con nosotros.
La multitud obedece su solicitud, ya que es consciente de que aquellos individuos perdieron la vida defendiéndolos con valentía.
—Que la bendición de los espíritus los acompañe —concluye Emilia mientras levanta de nuevo su mirada.
Beatrice, en cambio, parece algo molesta por estar allí.
Sin embargo, Emilia mira hacia atrás y conecta su mirada con la mía, indicándome que suba a la tarima.
Intrigado, decido seguir su entusiasmo.
Parece ser algo contagioso.
Emilia toma mi mano de manera sorpresiva, y la multitud nos observa con expectación. Los músicos contratados parecen estar listos para subir a la tarima y comenzar a tocar. Emilia dirige su mirada al público con determinación.
—Hoy marca el inicio de mi carrera como candidata al trono. Por eso les pido a todos que nos esforcemos, que avancemos juntos —Emilia levanta mi brazo, implicándome en su discurso—. Junto con Marco, hemos logrado un cambio, pero esto solo ha sido posible gracias a todos ustedes.
Sonrío, jugando el papel que me corresponde. Agrego a su discurso con firmeza:
—A partir de hoy, celebraremos este día cada año como el día en que Irlam salió oficialmente a la luz —mi voz expresa convicción—. Nos convertiremos en una gran comunidad, y eso solo será posible si cada uno de ustedes anhela el crecimiento en su corazón.
Nuestras miradas se entrelazan en un gesto de unidad.
—¡Por Irlam y su gente! —exclamamos al unísono, desatando un estallido de vítores y aplausos en la multitud.
La banda se instala en la tarima y la música comienza a llenar el aire. Es una banda folclórica, el tipo de música que he escuchado en algunos videojuegos.
Tiene ese toque de melodía medieval clásica, pero al mismo tiempo es emocionante. De alguna manera, se siente familiar y reconfortante.
Emilia y yo descendemos la tarima, pero en ese momento un grupo de sirvientas rodea a Emilia y la lleva hacia algún lugar.
Extiende su mano hacia mí, buscando ayuda, pero pronto se pierde entre un torbellino de vestidos y palabras.
Observo mi propia ropa, contento de haberme cambiado antes de venir. El uniforme militar resulta práctico en situaciones formales como esta. Aunque no es la ropa más cómoda, definitivamente preferiría estar usando unos vaqueros, pero recrear ese tipo de prenda aquí sería increíblemente complicado.
Después de unos minutos de espera, mi mirada se posa en Beatrice, quien sigue absorta en su lectura con una expresión de melancolía. En este momento, no hay mucho que pueda hacer.
Nuestra oportunidad de hablar probablemente llegará cuando nos retiremos a descansar. Miro al cielo, reflexionando sobre qué debería hacer a continuación.
No estoy seguro de por dónde debería dirigirme.
La trama de la novela ya no es una guía fiable, más bien la veo como una fuente de información puntual. He repetido esto en mi mente varias veces, pero aún me cuesta aceptarlo por completo.
Abrazar la incertidumbre no es fácil.
Crusch, le pedí a unas sirvientas que la llevaran de regreso a la mansión para que descanse. Insistí en que la ubicaran en una habitación contigua a la mía, ya que al otro lado se encuentra Luan.
Me preocupo también por Luan. Me doy cuenta de que últimamente he estado mostrando un lado más sentimental de mí mismo.
Nunca imaginé que volvería a sentirme así de preocupado por las personas. Es una sensación extraña, pero...
—¡Marco! —la voz de Emilia me saca de mis pensamientos, dirijo mi atención hacia ella.
Capítulo 5
Déjate Llevar.
Mis ojos quedan atrapados en su imagen. No lleva un vestido lujoso ni exagerado. Es algo simple, sí, pero no por eso carece de importancia.
Se nota que es una creación de Rem, ya que tiene esos pequeños detalles en los bordes de la prenda que ella siempre añade.
Emilia me mira de manera coqueta mientras levanta un poco su capucha.
—Hoy hace un poco de frío, me iban a dar un vestido, pero Rem me preparó esto pensando en mí —Emilia sonríe, posando—. ¿Me veo linda?
Una pregunta que raramente Emilia formula, "linda", un término cuyo significado se ha inscrito en mi mente a través de mis ojos.
Sí, es algo simple, pero nada es más hermoso que la simplicidad.
Un sentimiento tranquilizador que cautiva por completo.
—Rem ayudó un poco —sonrío, guiñándole el ojo.
Ella hace un pequeño gesto de puchero, acercándose a mí.
—Tonto… —Emilia baja la mirada a sus prendas antes de volver a sonreír—. Si no puedo confiar en tus palabras, entonces tendré que confiar en las de Betty.
Pero antes de que ella pueda avanzar, la detengo.
—Emilia —la miro directamente a los ojos—. ¿Eres linda?
Quiero que lo diga, quiero que esas palabras salgan de sus labios. Es un capítulo que podría seguir, una evolución en el transcurso de estos meses. Mi trato hacia ella, el trato de los demás; al menos en Irlam, todos la aprecian y la quieren.
—Linda... —Emilia pronuncia la palabra, pero su mirada se eleva al cielo—. Bueno, viendo que tus ojos no dejan de observarme, no me queda más que creerlo. Supongo que puedo ser... —desvía la mirada hacia sus manos—, un poquito, si así lo ves.
Emilia me saca la lengua, avergonzada por haber dicho tal cosa. Una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro, y aunque está avergonzada por haber dicho eso, yo entiendo lo valiente que fue al expresarlo.
Fue un esfuerzo increíble
«Emilia», pienso mientras contemplo su nombre con gratitud.
—Marco, ¿qué tal si...? —Emilia dirige su atención hacia mi mano— ¿Bailamos un poco?
Suelto un suspiro ante su propuesta. Aunque se muestra avergonzada, aun así la lanzó esperando mi reacción.
—Por supuesto, señorita Emilia —me inclino, tomando su mano.
Recuerdo las lecciones de baile que Frederica nos brindó a ambos. Nunca me interesó, pero debo admitir que me sorprendió gratamente descubrir lo bien que se siente danzar cuando es con alguien con quien te sientes cómodo.
Una mirada de Beatrice captura mi atención. Su parpadeo apenas perceptible me hace comprender cuál es el problema exacto.
—Emilia, mira —señalo a Beatrice
Emilia sigue mi indicación y llama a Beatrice con entusiasmo.
—¡Vamos! —exclama Emilia.
Aunque Beatrice suspira con cierta resignación, se levanta de su asiento.
Indudablemente, Emilia se ha convertido en un pilar esencial en su vida. No obstante, tengo en mente cumplir con una obligación que me compete hacia ella.
A medida que Beatrice se acerca, sin que haya nada más que pueda hacer, la recibo en mis brazos, y en ese instante, nuestros ojos se encuentran como dos estrellas que se reflejan mutuamente.
—Te amo, mi dulce princesa —digo en un susurro, sintiendo la tristeza que la embarga—. Sé que estás atravesando un momento difícil —dejo un beso tierno en su mejilla—. Te prometo que tendremos esa conversación cuando sea el momento adecuado, pero ten la certeza de que no lo olvido.
Beatrice asiente, sus labios esbozan una sonrisa ruborizada mientras su mano acaricia suavemente su mejilla. Ella me abraza con una ternura que trae consuelo, permitiéndome sentir su cálido abrazo.
En ese instante, mi corazón recupera su ritmo habitual, encontrando un bálsamo de calma en medio de la turbulencia emocional.
—Betty también te ama de hecho —susurra ella en mi oído, sonrojada—. Pero, seguramente, tendrás que conversar con ella cuando todo esto termine.
Asiento comprensivamente, acariciando su cabello dorado con gentileza antes de tomarla entre mis brazos y depositarla sobre mis hombros con un gesto juguetón. Sus manos se apoyan en mi cabeza para mantener el equilibrio.
—¡¿Qué?! —Beatrice exclama con asombro—. ¡Marco!
No puedo evitar soltar una risa contagiosa, y Emilia se une al juego sin dudarlo.
—Vamos a bailar los tres juntos. Así que, Beatrice, únete a nosotros —afirma Emilia, tomando mi mano con una determinación encantadora.
Salimos con Beatrice a nuestro lado, encontrando un espacio que se abre en medio de la multitud. Los músicos hacen una pausa, y desde esta posición puedo apreciar la alegría que llena el ambiente.
Aunque hubiese deseado tener a Ram aquí, la ausencia de Roswaal llena mi alma de regocijo
Mi relación con Roswaal nunca ha sido cercana, ni tengo intenciones de que lo sea. Aunque quizás algunos se pregunten por su ausencia, su lugar en mi vida es insignificante; nunca ha demostrado interés en interactuar con nosotros.
La esposa de Lucas incita a su esposo a unirse al baile, mientras Petra se divierte con los niños. Cada uno de los presentes parece inmerso en la alegría del momento, unidos por un propósito común.
Decido apartar mis pensamientos racionales hoy; dejaré que mi corazón sea el guía de mis pasos.
Sí, esta noche abandonaré la lógica y me dejaré llevar por esta sensación, por el cálido roce de sus manos. Con Beatrice alegremente sentada en mis hombros, nos dirigimos al centro del círculo que se forma en la pista de baile.
La música comienza suavemente, con tonos graves y lentos. Una delicada guitarra medieval se entrelaza con los suaves matices de una flauta, y los tambores marcan un ritmo reposado, esperando su turno para tomar protagonismo cuando la flauta termine su melodía y modifique el tono.
Nuestros ojos se encuentran, y en este momento, ella sostiene mi mano mientras yo acerco mi mano a su cintura.
Los demás danzantes, con una gentileza contagiosa, crean un espacio para nosotros en el que podamos unirnos al compás. Siento a Emilia más cerca que nunca, o tal vez, por primera vez en esta intensidad.
...
Mis pasos sincronizados con los suyos, cada movimiento del baile parece destapar capas de emociones que habían estado latentes en mí. La cercanía, antes incómoda, ahora es como un abrazo cálido que envuelve mi corazón en una dulce agonía.
Pero es una sensación que no me atrevo a rechazar.
Es fascinante cómo estar aquí, frente a Emilia con Beatrice en mis hombros, logra que mis preocupaciones se vuelvan insignificantes, siempre y cuando pueda saborear este pequeño y efímero momento.
—Emilia.
Ella continúa sonriendo, pero sus ojos muestran cierta timidez al encontrarse con los míos.
—¿Sí? —su voz, dulce como una melodía, resuena en mi pecho, un eco de nuestras emociones compartidas. Siento su aliento en mi piel, cada mirada intercambiada como un lazo invisible que nos une.
El compás de la música se convierte en el latir sincronizado de nuestros corazones.
Solo por hoy, permitiré que mi corazón guíe cada paso de este baile. La contemplo con una intensidad que supera las palabras, permitiendo que el silencio sea el vínculo que nos une.
La miro directamente a los ojos, viendo cómo mi reflejo se mezcla con el suyo. Su piel, de una palidez etérea, carece de imperfecciones y me revela su perfección innata. Su cabello plateado, liso como el agua en calma, está lleno de vida y vitalidad.
La pequeña y sutil aura de frescura que la rodea se desvanece ante el calor de su sonrisa y el roce de su piel.
Nos desplazamos con suavidad, nuestros movimientos acompasados mientras otras parejas se unen a la danza que empieza a tomar forma a nuestro alrededor. La música adquiere una intensidad creciente, sus tonos se vuelven más audaces conforme más personas se suman a la coreografía.
Las trompetas se hacen presentes, sus sonidos triunfantes se entremezclan con el ritmo constante de los tambores que resuenan con fuerza.
El tono de la música va incrementando, inundando el aire con una energía contagiosa. Nuestra danza se torna más alegre y vibrante con cada compás que marca el tiempo.
Las risas y los murmullos de los demás danzantes se mezclan en un coro de celebración, y en medio de esta atmósfera, los latidos de mi corazón encuentran una armonía perfecta con la melodía que nos envuelve.
En este instante, en el cálido abrazo de la música y con Emilia a mi lado, todo parece posible. Las preocupaciones se disuelven, las dudas se desvanecen y solo queda el presente, el latir de mi corazón.
Nos movemos más cerca el uno del otro, nuestros cuerpos sincronizados con el compás de la música.
Nuestros ojos se encuentran en un entendimiento profundo mientras busco las palabras precisas que quiero pronunciar.
La melodía se intensifica, las trompetas se apoderan del ambiente, luchando por predominar sobre el resonar de los tambores. La guitarra queda a un lado, apoyando a ambos en esta lucha de poder.
Debo pensar, pensar lo que deseo decir.
Pero pensar en exceso sería desoír a mi corazón, y en este momento, mis emociones son la brújula que guía nuestros movimientos.
Un inesperado intruso se suma a la armonía: una flauta se une a la guitarra, creando una atmósfera suave que atrae a los cuerpos de los bailarines a estrecharse y sentir la cercanía en cada nota.
Emilia coloca una mano en mi espalda y yo la miro a los ojos, perdiéndome en su mirada. Aunque estamos tan cerca físicamente, siento que la conexión va más allá. La guitarra alcanza su cúspide y la flauta la sigue, ambos instrumentos entrelazándose en una danza musical que refleja la nuestra.
Tan y tan elevando que necesitan un descanso, por lo que hay un breve silencio, pero mi corazón no lo siente así.
—Eres hermosa, Emilia —mis palabras emergiendo como un susurro lleno de admiración y asombro. Mis ojos se encuentran con los suyos, y en ese instante, cada silencio entre las notas de la música es como una promesa compartida.
Pero algo inesperado pasa.
Las trompetas reaparecen, desafiando a los tambores, pero en esta ocasión, la armonía es perfecta. Cada instrumento se une a la danza, creando una sinfonía que acompaña nuestros pasos, nuestros giros y nuestra cercanía. La música y el movimiento se funden en una expresión de alegría compartida por todos los presentes.
Nos alejamos ligeramente, nuestros movimientos se vuelven más enérgicos y frenéticos. Nos aferramos con delicadeza, permitiendo que la música nos guíe en esta danza apasionada. La flauta y las trompetas juegan entre sí, mientras las guitarras y los tambores crean una base rítmica sólida.
—Jejeje —Emilia ríe con una mezcla de emoción y diversión, tomándome de la mano y acercándome hacia ella.
La música se suaviza, permitiendo que la flauta y las trompetas bajen su intensidad, y en ese momento, los cuatro elementos musicales convergen en perfecta sincronía que calma el alma de todos.
La voz del público se hace eco en vítores y exclamaciones emocionadas. Emilia se muestra sorprendida, como si no hubiera planeado lo que estaba haciendo. Pero al parecer, no soy el único que se ha dejado llevar por el espíritu de esta noche.
—¡Beso! ¡Beso! —algunas voces animan alrededor, mientras la música adquiere un tono suave y romántico, creando un ambiente de complicidad y expectación.
Nuestros ojos se encuentran en un entendimiento compartido, y aunque sabemos que este acto podría dar pie a rumores o malentendidos, decidimos ignorar cualquier murmullo externo. En este momento, no importa lo que piensen los demás.
Mi determinación y confianza crecen con cada latido de mi corazón.
Tomando suavemente su mejilla entre mis dedos, me acerco más a Emilia. La tensión del momento es palpable, y nuestros ojos están fijos en los del otro. Un calor interno surge desde lo más profundo de mí, envolviéndonos mientras nuestros cuerpos se acercan.
Beatrice, sin embargo, parece tener una opinión al respecto y agarra mi cabello con fuerza, recordándome que debo mantener el control. Ambos avanzamos hacia un beso, con Emilia sosteniendo mis hombros y yo sujetándola por la cintura.
La cercanía es inminente y, justo antes del encuentro de nuestros labios, detengo mi movimiento.
—No te dejes llevar, de hecho —Beatrice aprieta aún más mi cabello, como un recordatorio y un aviso.
La distancia entre nosotros se acorta, Emilia sostiene mi espalda mientras yo la tomo por la cintura.
Nuestros rostros están a escasos centímetros de distancia.
—Marco —su voz, cargada de emoción y anticipación, pronuncia mi nombre en un susurro.
Ella cierra los ojos en un gesto de espera, y en medio del silencio que nos rodea, siento la electricidad entre nosotros. Mis labios se depositan suavemente sobre su mejilla, y aunque no es un beso en el sentido tradicional, ese simple contacto genera un torbellino de emociones en mi interior.
Beatrice, por su parte, parece tener sentimientos encontrados y aprieta su agarre en mi cabello, transmitiendo sus pensamientos de manera elocuente.
El público estalla en vítores y aplausos, celebrando lo que acaba de suceder. La música recupera su poderío, llenando el espacio con una energía arrolladora, y Emilia y yo nos miramos entre risas.
Ella me regala una sonrisa radiante, llena de felicidad y emoción.
—¿Es correcto ser tan feliz? —pregunta, su voz reflejando el asombro que siente—. ¿Está bien si considero este día como uno de los más felices de mi vida?
Niego con una sonrisa tranquila, haciendo que sus ojos se abran en sorpresa.
La tomo de la mejilla y acerco a Beatrice para que ambas puedan escucharme.
Emilia a mi lado, y Beatrice en mis brazos, nuestras frentes se tocan en un gesto de unión que trasciende las palabras. La melodía nos envuelve en su abrazo y nuestras emociones danzan al compás de la música.
—Este es solo uno de los muchos días felices que vivirán a lo largo de sus vidas —mi voz rebosa de esperanza y seguridad—. Si en algún momento causé preocupación, les pido disculpas. Todo lo hice por el bien de ambas.
Tanto Beatrice como Emilia asienten con una comprensión profunda, lo que nos permite continuar bailando en completa armonía. En medio de nuestros movimientos, mi atención es captada por algo que me llena de sorpresa.
—Emilia, mira —señalo con suavidad, llevándola conmigo mientras nos desplazamos hacia donde se encuentra Frederica.
Ella luce un vestido negro que resalta sus rasgos de manera elegante y cautivadora. A su lado se encuentra un rostro familiar, el coronel del ejército.
—Alsten —Emilia susurra, conmocionada, mientras observa cómo Alsten se arrodilla frente a Frederica en un gesto de caballerosidad. Con una expresión llena de sorpresa y alegría, Frederica acepta su mano extendida.
—¡Lo logró! —exclamamos los tres en un arranque de entusiasmo compartido, pero pronto nos damos cuenta de que hemos sido un poco entrometidos en ese momento íntimo.
Nuestras risas suenan, liberando la tensión y dejando espacio para que todos sigamos bailando.
Continuamos nuestra danza en la esfera de las luces y la música, sintiendo cómo todos los presentes se convierten en una sola comunidad, estamos unidos como pétalos de una flor, cada uno con su propia textura y color, pero juntos formamos un conjunto hermoso y armonioso.
La música es como el rocío que nutre nuestras almas, y el baile es la danza de la vida misma.
En medio de esta noche repleta de alegría, surge una pregunta en mi mente:
¿Qué tipo de flor quiero ser en este mundo?
El baile nos une, nos conecta con los otros como las flores en un jardín, algunas alejadas, otras cercanas, cada una con su propio propósito y belleza única.
Soy el único que puedo elegirlo.
Mi vida se basa siempre en hacer lo que debo, pero hoy, mi corazón me han preguntado algo diferente:
¿Qué quiero hacer?
Emilia me mira con una sonrisa radiante, y en este instante, decido permitir que el destino me guíe, que los azares del momento me envuelvan en su abrazo. Nos sumamos al baile colectivo, todos moviéndonos al compás de la música y del latir del corazón.
El clamor se alza, un grito unificado que corta el aire, un eco de la emoción que se cierne sobre nosotros.
Las risas se convierten en risas profundas, y en medio de ellas, la música parece tomar un respiro, como si incluso las notas necesitaran un momento para capturar la magnitud de este instante.
—¡Viva Irlam! —nuestros vítores se unen a los de los demás, creando un coro lleno de energía y conexión. En este momento, somos más que individuos; somos una parte de algo más grande.
En el umbral de la incertidumbre, dejo que las preocupaciones se desvanezcan. Mi consciencia me guía y, por una noche, permito que el mundo me arrastre a donde debe.
Cierro los ojos por un instante, sintiendo la brisa nocturna en mi piel mientras el baile sigue su curso.
Las estrellas brillan sobre nosotros, testigos silenciosos de este momento único.
Y mientras sigamos danzando, seguiré dejándome llevar por la corriente de la vida, porque a veces, en el abrazo de la incertidumbre, encontramos nuestras mayores alegrías y descubrimientos.
Déjate llevar, porque el mundo te arrastrará de todas formas.
Capítulo 6
Hacía un Mañana más Brillante.
La noche avanza y la sensación de unidad persiste en el aire, como si todas las personas presentes fueran hilos entrelazados en un tapiz de celebración. Incluso aquellos que alguna vez miraron a Emilia con desdén ahora son parte de esta alegría compartida.
Las risas, los vítores y el vino fluyen mientras las celebraciones se suceden.
En medio del jolgorio, intento detener a Emilia, preocupado por su bienestar en medio de la euforia. Sin embargo, ella se libera de mi agarre con una determinación risueña.
—Mira lo que he creado —le comento a Rem, que está a mi lado, sosteniendo también una copa de vino. Otto se encuentra en medio de un intento de detener a Emilia, que parece estar decidida a aprovechar la fiesta al máximo.
—La señorita Emilia debe de haberse esforzado mucho, pero estará bien —responde Rem, tomando un sorbo de su copa. A pesar de mis preocupaciones, la emoción en el ambiente es palpable y contagiosa.
El transcurso de más de tres horas no ha hecho mella en la calidez y la energía del momento. A pesar de que mis pies empiezan a resentir los constantes bailes, no puedo evitar sonreír ante la alegre insistencia de las jóvenes y, sorprendentemente, también de las madres solteras, por compartir un baile conmigo.
Supongo que mi posición como alcalde de Irlam me ha vuelto un atractivo inesperado en esta celebración.
Rem, con su característica picardía, me lanza un golpe juguetón en el costado.
—Quién lo diría, ¿eh? Marco, el caballero que es tan solicitado por las jóvenes y las madres solteras. Tu fama está creciendo.
Sonrío con un toque de incomodidad, consciente de que esta situación es parte de mi posición y del ambiente festivo. Varias mujeres han pedido bailar conmigo, y para mantener el espíritu de la fiesta, he aceptado cada invitación sin importar quién sea.
Mi mirada se posa en Rem, apreciando el vestido que lleva. No puedo evitar notar lo elegante y hermoso que luce.
—¿Diseñaste ese vestido? —pregunto, intrigado por su habilidad para crear algo tan encantador.
Rem sonríe, una expresión que parece iluminar la noche.
—¿Te gusta? —responde, con una chispa traviesa en sus ojos, mientras me muestra su vestido con orgullo.
Rem es otra persona que ha cambiado mucho, pero no, cambiar no implica dejar de ser ella misma.
Lo que era no ha dejado de ser.
Cambiar no significa ser diferente, solo significa ser un poco más.
—A cualquier persona le encantaría ver a alguien tan hermosa como tú —le digo a Rem con una sonrisa, señalando discretamente a unos cuantos hombres que parecen estar deseosos de invitarla a bailar.
Ella responde con una risita, claramente divertida por mi comentario.
—Bueno, después de que me rechazaras, tengo que mejorar, ¿verdad? —me saca la lengua en un gesto juguetón— Pero, en realidad, me siento cómoda con quien soy ahora.
Me inclino ligeramente hacia ella, extendiendo mi mano con una sonrisa mientras la miro directamente a sus brillantes ojos. Su sorpresa es evidente, pero se recupera rápidamente y acepta mi mano.
—Sé que te rechacé en el pasado —digo, ahora decidido a dejarme llevar—. ¿Me concederías el honor de bailar contigo?
Los ojos de Rem se abren con asombro por un instante, pero luego recupera su compostura y toma mi mano con gracia.
—Rechazar a alguien como el alcalde podría tener consecuencias, eres un tramposo —responde con una sonrisa juguetona, mientras yo me pongo de pie
Nos miramos el uno al otro, compartiendo una complicidad silenciosa mientras nos acercamos. La música es suave y tranquila, un respiro bienvenido después de los ritmos más enérgicos que habíamos experimentado anteriormente. Nuestros cuerpos se ajustan naturalmente en el baile, pasos cortos que nos llevan a pequeñas vueltas
Siento su calor cercano, y cuando levanta la vista para encontrarse con mi mirada, la conexión entre nosotros se vuelve más profunda.
—Nunca imaginé que bailaríamos así juntos —comenta Rem con una sonrisa, mientras sus ojos se encuentran con los míos.
No hemos tenido una mala relación desde aquel episodio, y lo que dije entonces no fue para hacerle daño, sino más bien para que tomara distancia de ideas que no le hacían bien.
En este momento, cualquier persona que busque una relación conmigo estaría en peligro, y la presencia de Rem me recuerda dolorosamente a alguien a quien no quiero ver sufrir de nuevo.
—Bueno, somos amigos, así que está bien bailar —agrego con sinceridad, reconociendo que hemos logrado construir una amistad sólida.
Ella sonríe, y mi mirada se cruza con la de Otto, que me observa con una mirada penetrante.
—Otto, ¿Qué tal es? —pregunto, sonriéndole.
Mi naturaleza curiosa y chismosa sigue presente, nunca cambia.
Rem toma un momento para pensar mientras continuamos moviéndonos al ritmo de la música. El baile es una forma de sentir una conexión única con otra persona, una manera de comunicarnos sin necesidad de palabras.
Me doy cuenta de que Beatrice está dormida en una silla cercana, lo que me hace recordar mi infancia y las reuniones donde, inevitablemente, algún niño terminaba durmiendo en su asiento.
Incluso yo fui uno de ellos, al lado de los equipos de sonido.
De pronto, una risita escapa de mis labios sin previo aviso, llamando la atención de Rem.
—¿Marco? —pregunta ella cuando la canción llega a su fin, ofreciendo un breve descanso que, para mí, es más que suficiente.
Asiento con una sonrisa, consciente de que en este momento, dejarse llevar por la alegría y la camaradería es precisamente lo que necesitamos.
—Lo siento, ver a Beatrice en ese estado me trajo un pequeño recuerdo feliz de mi propio mundo —explico mientras observamos a Beatrice dormida en la silla.
—Ella ha cambiado mucho, es innegable la transformación que ha experimentado —responde Rem, ambos compartiendo una mirada significativa en dirección a Beatrice.
Sí, todos vamos evolucionando con el tiempo.
Me pregunto si también tengo derecho a cambiar.
O si ya he perdido esa oportunidad.
—Entonces... —retomo la conversación, buscando la opinión de Rem.
—Es alguien muy agradable e inteligente, irradia un poco de tu esencia, lo que hace que la gente sienta que puede confiarle sus problemas —comenta Rem, colocando su mano en mi pecho como si intentara captar algo más allá de las palabras—. Tu presencia es como la de alguien que ha pasado por mucho, pero también como la de alguien que disfruta ayudar.
Me quedo asombrado por su observación y no puedo evitar abrir los ojos con sorpresa al escucharla hablar de mi "aura". Observo la espalda de Rem mientras ella continúa hablando, reflexionando sobre la imagen que proyectamos hacia los demás.
—Inspiras confianza porque sabes escuchar, y eso es realmente importante. Aunque lo que dices también es valioso, el simple hecho de escuchar hace que el corazón se alivie un poco —concluye Rem, ofreciéndome una última mirada antes de dirigirse hacia Otto.
La observo alejarse, agradecido por sus palabras y por esa perspicaz percepción que tiene de mí. Levanto el pulgar en respuesta a la mirada de Otto antes de suspirar con una sonrisa, mientras mi mirada se pierde en el cielo.
—Sí, todos avanzamos en la vida, pero hay cosas que a veces debemos sacrificar —murmuro para mí mismo, reflexionando sobre los caminos que cada uno debe tomar.
La fiesta continúa con vitalidad, y cuando los niños son llevados a descansar, los adultos permanecen, conversando y disfrutando de la compañía.
Observo a Emilia, quien parece estar manteniendo su compostura, tratando de no dejar que la celebración la lleve a excesos. Aprecio su autocontrol y el hecho de que haya aprendido a moderarse, lo que me hace sentir aliviado.
Sin embargo, un pequeño pellizco de dolor atraviesa mi corazón.
Luan y Crusch no están aquí.
Aunque no conozco realmente a Luan, sospecho que tiene un trasfondo profundo y verla en su situación actual me motiva a querer ayudarla. Y Crusch, por supuesto, también se encuentra ausente.
Pero, no importa cuántas emociones puedan surgir, mi deber no cambiará.
La mañana llega, bañándonos en el cálido abrazo del sol. La mayoría de las personas se han ido, quedando unas diez en total, compartiendo conversaciones animadas. Emilia parece estar ya cansada, aunque sigue participando en las pláticas.
Rem se ha retirado junto a Otto, mientras que Alsten y Frederica continúan juntos. Lucas está con su esposa, el anciano también está presente, y Baltazar está acompañado por dos amigos.
La fiesta ha llegado a su fin, y es momento de dar una despedida. Subo al escenario, capturando la atención de todos los presentes.
Al contemplar el sol, mi mente viaja a otro tiempo, desenterrando recuerdos más antiguos de mi vida. El cálido abrazo de su resplandor me envuelve, y los recuerdos fluyen en mi mente con tal fuerza que no puedo evitar ser arrastrado por ellos.
Mi mente se sumerge en el pasado, me transporta a aquellos días en los que mi padre estaba presente, sentado conmigo en sus piernas. Puedo evocar su voz, su tono suave y amoroso.
Recuerdo su relato, tan vívido en mi memoria que mi corazón se contrae con nostalgia ante la frescura de aquel momento.
—Cuando el sol asoma su rostro dorado.
Su voz era tan dulce, y el aroma del café llenaba el aire, impregnando mis sentidos.
—Y la luz se vierte sobre el horizonte.
Recuerdo su mirada, fija en mí, mientras sostenía un libro de apuntes. Mi madre nos observaba con una sonrisa, irradiando amor y orgullo.
—Los cielos susurran una verdad inmutable.
Los lamentos se apoderan de mí. Los extraño a ambos, sin importar cuánto tiempo haya transcurrido.
Lamento no haberles mostrado mi éxito, no haber compartido con ellos mi triunfo y bienestar.
Lamento no haber visitado la tumba de mi madre, no haber acompañado a mi padre en su lucha en el hospital.
Sin embargo, en medio de mis lamentos, una sensación cálida me envuelve, un sentimiento que parece emanar del sol mismo. Sus rayos me acarician, como si quisieran abrazarme y traer a la superficie más recuerdos.
—Nace un nuevo día, un lienzo en blanco.
Las emociones que guardo en lo más profundo de mi corazón, las palabras no dichas y los gestos no expresados, parecen pesar cada vez más.
Sin embargo, sé que debo ser fuerte.
—En cada amanecer tienes la oportunidad de reinventarte.
Tengo que seguir adelante, tengo que avanzar.
—Y comenzar de nuevo —elevo mi voz, esforzándome por no dejarme llevar por el dolor—. No te estanques en el pasado.
Los extraño tanto…
Pero sé que no querrían que sufriera en su nombre. Dieron sus vidas por verme sonreír, por verme brillar. Hicieron todo lo posible para forjar en mí un hombre fuerte, feliz y capaz.
Su legado vive en mí, y es hora de recordarlo.
Una parte olvidada de aquel recuerdo emerge, una frase que resuena con significado en este momento.
—Por eso —cierro los ojos por un instante y, al abrirlos, mi mirada se encuentra con la de Emilia—, abre tus alas.
Nuestros ojos se encuentran, un intercambio silencioso de entendimiento y apoyo. Emilia sostiene su pecho, y su sonrisa irradia calidez.
—Hacia un mañana más brillante.
Capítulo 7
No es Suficiente.
La mañana emergió en su esplendor y los demás se despidieron. Emilia, Beatrice y yo paseamos juntos mientras compartíamos algunas palabras.
—Fue divertido~~ —Emilia bosteza ligeramente, interrumpiendo su frase con somnolencia.
—A pesar de no haber dormido mucho, en efecto, fue una experiencia divertida —admito, sintiendo la mano de Beatrice en la mía.
Podría tomar un descanso, pero para ser sincero, los recuerdos que afloraron ahuyentaron cualquier rastro de sueño, dejándome con una renovada energía
Al llegar a la mansión, los sirvientes nos reciben con felicitaciones y continúan trabajando incansablemente. Agradecemos sus esfuerzos y seguimos nuestro camino. Beatrice se frota los ojos, mientras Emilia lucha por mantenerse despierta.
—Vayan a descansar, aprovechen el laboratorio para dormir cómodamente sin ruidos molestos —les sugiero.
Beatrice asiente, y Emilia la sigue con pasos cansados.
—¿No piensas dormir? —Emilia pregunta con curiosidad.
—No tengo sueño en este momento, tengo la intención de darme un baño primero —respondo.
Ambas ingresan a la biblioteca olvidada. Después de relajarme en un baño, regreso a mi habitación y tomo mi celular para buscar información relevante. Lamentablemente, parece que los datos sobre Crusch están en volúmenes adicionales, volúmenes que nunca había examinado debido a mi falta de interés.
—Quién hubiera pensado que esto tendría tales consecuencias —suspiro, mientras abro los volúmenes cinco y seis.
Hasta ahora, solo he tomado notas hasta el cuarto volumen. Apenas comienzo con el quinto, pero se avecina una tarea que requerirá mucho tiempo para transcribir por completo. Indudablemente, es información crucial, pero parece improbable que pueda completarla antes de que la batería de mi dispositivo se agote.
Incluso con una maquina de escribir, tengo demasiadas cosas por hacer.
La carga de la batería está en un veinte por ciento.
Mi estrategia para evitar el deterioro de la batería fue extraerla, envolverla con cuidado y mantenerla en un ambiente seco para prevenir la formación de óxido, además de reducir su temperatura lo máximo posible.
Solo así logré que la batería no se desgaste más de lo necesario. Sin embargo, ahora enfrento la tarea de determinar mi siguiente paso.
Dado que la historia no está siguiendo el rumbo que debería, es sensato limitar mis anotaciones a datos esenciales. Me centraré en información relevante sobre los arzobispos que emergen, así como detalles cruciales sobre las pruebas de la torre.
Cada punto debe ser anotado sin excepción.
La mañana transcurre mientras me dedico por completo a esta labor, sin salir de mi habitación. No puedo evitar notar cómo la batería de mi dispositivo desciende peligrosamente hasta un desalentador once por ciento.
A pesar de la necesidad de conservar la carga, debo utilizarla para completar los documentos que tengo en curso.
La mayoría de mi espacio está ocupado por artículos científicos, investigaciones, libros y videos explicativos.
Al menos, fue algo bueno distraerme con este tipo de cosas en su tiempo.
Beatrice ha empleado mi celular para registrar los datos más críticos. Es por su dedicación que la batería ha sufrido tal desgaste.
Aunque esta situación me preocupa, la urgencia radica en encontrar una solución para recargarla.
Si tuviera el cargador a mi disposición, la solución sería más sencilla. Simplemente tendría que proporcionar electricidad, aun cuando ello acelere el deterioro del cargador y me ofrezca una o dos recargas adicionales.
Pero en esta circunstancia carezco del cargador, lo que aumenta el riesgo de dañar los componentes internos del dispositivo. No cuento con herramientas para medir voltaje y corriente, ni siquiera tengo conocimiento de cómo construir un medidor de voltaje.
Si la batería explota sería el fin.
A lo sumo, podría recurrir a la creación de compuertas para fabricar una calculadora elemental, pero eso requeriría la fabricación de las propias compuertas.
Afortunadamente, esta información ya existe en los libros de la biblioteca ya que Beatrice los escribió, aunque el verdadero reto es encontrar una fuente estable de electricidad.
Mi principal objetivo es aprovechar la magia para este propósito, pero aún no he logrado unir los conceptos de la teoría electromagnética para regular y utilizar la energía adecuadamente.
Una resistencia de maná se ha vuelto esencial; necesito un semiconductor de maná.
Una vez que he registrado la información fundamental, me alejo de mi escritorio. Mi plan es resguardar estos documentos en una caja fuerte que poseo. La caja solo puede abrirse mediante la manipulación de mi propio maná, utilizando el mismo principio que rige el funcionamiento de las armas.
Beatrice también podría abrirla, pero ella respetará mi espacio.
Eso espero.
Aunque podría considerar patentar esta invención y comercializarla, esta opción me plantea el riesgo de que pueda ser utilizada en mi contra.
Esta creación en particular es algo que jamás compartiré con nadie.
Avanzo hacia la oficina de Roswaal, donde lo encuentro con una expresión alegre y complacida.
Ante lo que se ha dicho en la capital, es solo cuestión de tiempo antes de que se entere de mi nuevo título de barón. Para evitar malentendidos y problemas futuros, es mejor que lo informe de inmediato.
—Buenos días —respondo, alzando mi mano en saludo mientras sonrío. A su lado derecho, como era de esperar, se encuentra Ram, quien parece estar aún medio adormilada.
Aunque podría considerarse normal, no puedo evitar notar lo tarde que es, el almuerzo ya está a punto de llegar.
Quizás pasaron una noche entretenida, pero en realidad, no es algo que me importe en este momento.
—¡Buenos día~~s! —saluda Roswaal con alegría.
Tomo asiento en el sofá, observando a Roswaal con atención. Siento que es momento de hacerle saber sobre mi nuevo estatus.
A medida que continúo mirando hacia él, Roswaal sonríe y dirige su mirada hacia su escritorio, donde coge unos documentos que luego entrega a Ram.
Ella camina hacia mí con su expresión adormilada, aunque este tipo de actitudes de Ram siempre me provocan cierta risa.
Lo que podría resultar menos divertido es que si la provoco en este momento, es probable que termine golpeándome en nuestro próximo entrenamiento.
Por lo tanto, es mejor abstenerme de cualquier comentario provocativo.
—Tengo un anuncio que hacer —afirmo, sabiendo que es momento de abordar el tema. Roswaal sonríe con curiosidad, ella me entrega los documentos y empiezo a leer.
Miro los documentos antes de hablar, centrando mi atención en la lista de nombres que se presenta primero, seguida del asunto principal: "Deseamos anexar nuestras comunidades con Irlam".
Los alcaldes de varios pueblos están solicitando la venta de sus territorios a cambio de unirse a Irlam. Esto se anuncia como una relación cooperativa, especialmente ahora que la amenaza del culto ha vuelto a aumentar.
Esto era algo que esperaba, considerando las noticias sobre nuestra victoria contra el culto. Era previsible que esta información se propagara antes del anuncio de Emilia.
Ahora, las personas desean unirse a Irlam en busca de protección y estabilidad económica.
—Podemos aceptarlos, pero será necesario emitir identificaciones antes de su incorporación —digo, planteando una cuestión práctica.
Considerando que se trata de nuevos miembros, necesitaríamos crear tarjetas de identidad, un proceso costoso y tedioso. Antes de permitir su integración, sería prudente implementarlo también entre los habitantes actuales de Irlam primero.
—Para el miércoles las placas deberían estar listas. Les daremos el visto bueno y anunciaremos que serán bienvenidos con los brazos abiertos en una semana —propongo, enfocándome en una solución.
Roswaal asiente, aceptando mi enfoque. Sin embargo, necesitaré examinar estos documentos con más detenimiento, particularmente para identificar si hay pueblos que poseen minas o se encuentran cerca de ellas.
En tal caso, aprovechar mi título de barón sería conveniente para efectuar compras estratégicas.
—Hablando de títulos, me otorgaron el de barón —comunico. Ram suelta una risa que llama nuestra atención. Ambos la miramos y es inevitable no reírse un poco ante su reacción.
Ella parece sentirse presionada por nuestra atención, aunque rápidamente lanza una mirada amenazante que me hace entender que no debería seguir bromeando.
—En cualquier caso, este título ampliará mis posibilidades de hacer negocios —reflexiono, observando a través de la ventana— Si bien se me otorgó como recompensa por vencer a la Pereza, desconozco cómo reaccionarán ahora que también participé en la derrota de la ballena.
Mis pensamientos se vuelven un tanto borrosos, recordándome que aún no me he recuperado completamente de todo lo acontecido.
Deberé asegurarme de que Beatrice realice un análisis minucioso de mi cuerpo, considerando el gen de la Pereza, el miasma, mi reserva de maná reducida y los daños que he sufrido.
Ya tengo un plan para aumentar mi fuerza, solo debo ponerlo en práctica.
En efecto, ganar músculo resulta más sencillo de lo que había anticipado. He descubierto una forma eficiente de abordar mi entrenamiento, lo que podría contribuir a mi bienestar general.
La fatiga muscular, un recordatorio palpable de que el cuerpo humano es una máquina compleja y frágil, se desencadena por la ruptura de las fibras musculares.
Estas fibras se desgarran y se inflaman, generando una sensación de dolor que se transforma en una señal para el cuerpo de que debe trabajar en la reparación y el fortalecimiento.
Aunque cuento con la bendición de la magia de sanación para mitigar ese dolor, descubrí que, paradójicamente, la eficacia de la curación se ve optimizada cuando las fibras musculares se inflaman en primer lugar.
Así, trazo mi camino hacia una ganancia de fuerza acelerada, un método que no requiere necesariamente un aumento excesivo en la masa muscular, evitando así convertirme en un físico culturista.
Esta nueva estrategia me permitirá fortalecer mis fibras musculares sin caer en los extremos de la estética, que también impediría mi movimiento.
Después de expresar mis intenciones, me dirijo a mi oficina en Irlam.
Sin la compañía de Rem, me sumerjo en la tarea de gestionar las cartas y asuntos que se acumulan. La falta de personal durante estos días de descanso deja en mis manos gran parte de las responsabilidades.
Los soldados también disfrutan de su merecido reposo, lo que reduce aún más el número de personas disponibles para mantener las operaciones.
A medida que examino las cartas entrantes, identifico diversos interesados en establecer negocios y acuerdos con Irlam.
Sin embargo, me embarga una preocupación constante: la selección adecuada de los socios potenciales.
La alta nobleza, con su influencia y recursos, probablemente intentará asegurarse un lugar en este nuevo entorno. Es probable que intenten adquirir o incluso apropiarse de la tecnología de las máquinas a vapor, lo que podría desencadenar un impacto impredecible en la dinámica local.
Aunque el "metía de Beatrice" se cierne como un escudo sobre la situación, aún no tengo un conocimiento profundo de este mundo y sus intricados mecanismos.
Apenas unos pocos meses han transcurrido desde que llegué aquí, y sin embargo, el tiempo parece haberse distorsionado, abriendo paso a una serie vertiginosa de acontecimientos.
—No es el tiempo en sí mismo lo que define nuestro camino, sino más bien cómo aprovechamos cada momento —susurro para mí.
Estas palabras resuenan en mi interior, una reflexión certera de mi situación actual.
Continúo con los procedimientos y trámites, ordenando mis pensamientos y prioridades. Si tengo la intención de guiar a Irlam como una ciudad conforme a los ideales de mi mundo, es imperativo que realice los ajustes cruciales.
Tomaré decisiones cruciales y designaré a individuos competentes como ministros, para que juntos tracemos el camino hacia un futuro próspero y armonioso.
Cada uno asumiendo la responsabilidad de un área crucial, esta estratégica división permitirá que organización y eficiencia prevalezcan en cada aspecto.
El mosaico de funciones se forma ante mí, y una sonrisa de satisfacción cruza mi rostro mientras contemplo el fruto de mi planificación.
El entorno de mi oficina, diseñado con la destreza de Beatrice, se convierte en un vasto almacén de maná, una fuente reconfortante de energía.
Entre los objetos en mi cajón, mi atención se posa en un cristal piroxeno, que enigmáticamente también parece absorber maná. Un pensamiento fugaz se forma en mi mente, sospechando que este artefacto podría estar vinculado a Beatrice.
Sin embargo, decido dejarlo de lado para el momento y centrarme en las cuestiones inmediatas.
La fatiga en mi cuerpo y la sombra de mis recuerdos me impiden rendirme al sueño, ya que temo que al cerrar los ojos, la pesadilla de lo vivido pueda retornar con fuerza avasalladora.
Apoyo mi cabeza en la madera del escritorio, una sensación de agobio y desesperación me inunda.
Las imágenes de aquel tormento pasado emergen en mi mente con un detalle casi cruel. El retorcimiento de mis huesos, el nauseabundo olor de la sangre, el dolor que se expandía por cada centímetro de mi ser, la visión distorsionada de Pandora y su crisol de sufrimiento.
El cristal que se hundió en mi carne, una imagen de terror que me persigue.
Un vistazo por la ventana revela que la noche ha descendido. Un nudo en mi garganta se aprieta, un deseo intenso de mantener a raya esos recuerdos se afianza en mi mente.
Intento contener el flujo de emociones abrumadoras, pero las lágrimas amenazan con escapar. Me doy cuenta de mi propia fragilidad, de la herida psicológica que persiste en mi alma.
Reacciono, consciente de que no he visto a Crusch durante todo el día.
Una preocupación se enciende en mi pecho y me impulsar a ponerme en movimiento. Abandono mi oficina y comienzo a atravesar las calles silenciosas de Irlam.
Observo las edificaciones en diversas fases de construcción, el progreso tangible que he impulsado en este mundo. Cada rincón tiene su significado, cada estructura un pedazo de la historia que estamos escribiendo.
Luego me encuentro con Luan, emergiendo de la academia. Nuestros pasos se sincronizan y caminamos juntos. Inicio una conversación, indagando sobre su día en la academia, pero rápidamente recuerdo que hoy no hay clases.
—¿Estuviste en clases hoy? —pregunto, con curiosidad legítima ante su presencia en la calle en un día de descanso.
Su cabeza se inclina levemente, una respuesta negativa que refleja sus motivaciones ocultas.
—Había algunos libros específicos que quería consultar. Estoy investigando sobre ciertos temas —responde, y en su semblante veo una ligera mejoría. Esa aura de ardor constante parece un poco más controlada, y su mirada ahora es más serena.
No puedo evitar abordar un tema que ha sido discutido anteriormente, aunque con ciertas reservas.
—¿Has reconsiderado tu decisión de unirte al ejército? —mi voz es cuidadosa, consciente de los riesgos y responsabilidades que esto conlleva para alguien de su posición.
Sus palabras salen con una mezcla de convicción y duda, mostrando una lucha interna que no puedo ignorar.
—Aún estoy decidida a hacerlo. He estado conversando con el señor Alsten, y él cree que podría tener talento como estratega... —sus palabras se interrumpen, como si hubiera dicho más de lo que tenía la intención.
Una respuesta inminente se encuentra en el aire, pero Luan parece contenerla. El conflicto entre su deseo personal y las preocupaciones externas es palpable en su actitud.
Observo a Luan con preocupación, intentando leer entre líneas la situación que llevó a Alsten mencionarla como estratega. Su relato y su mirada me hacen reflexionar sobre las circunstancias que rodearon su participación en los exámenes.
Sin embargo, mi preocupación no disminuye, más bien se acrecienta al imaginar qué tipo de planificación podría estar detrás de esta decisión.
—¿Fuiste a los exámenes? —La conversación prosigue con una seriedad palpable, mi tono reflejando la gravedad del tema.
Inmediatamente, Luan asiente en respuesta a mi pregunta sobre los exámenes. Sus palabras continúan, revelando que presentó su estrategia sin haber participado en combates previos.
Comprendo la táctica que busca, deseando que ella sea vista como un recurso valioso antes de que se exponga en situaciones peligrosas.
—Si no pasas ese examen solo habrá dos posibilidades, mueres en un error irreversible, o sobrevives para incorporarte.
El peso de la elección y las consecuencias se ciernen en el aire.
Nuestros ojos se encuentran, y puedo sentir la intensidad de sus emociones. Un calor ardiente se eleva de su figura, envolviéndome sutilmente y purificando los residuos más débiles de miasma en mi ser.
Mi mano se posa en su hombro, un gesto que busca transmitir apoyo y camaradería. Mi voz retoma, esta vez cargada de empatía:
—Si logras superar ese examen, te unirás a mi escuadrón. Te aseguro que recibirás un entrenamiento especializado y un crecimiento como nunca. Pero, Luan, te pido que no lo hagas por venganza. Tu motivación debe surgir desde lo más profundo de ti misma. Tu vida no ha llegado a su fin... No es lo que tus padres habrían deseado para ti.
Mis palabras parecen haber resonado en su interior, pues un destello de agitación se dibuja en su rostro.
—La vida de tus seres queridos se ha terminado, pero lo que ellos evocan en ti sigue presente —miro hacía el cielo, pensando en mis amados padres—. Cuando un ser amado muere, transita de estar contigo… a estar en ti.
Antes de que pueda decir algo más, Luan se adelanta rápidamente, entrando a la mansión sin añadir más palabras.
Me quedo unos instantes en el umbral, sintiendo la resonancia de nuestras conversaciones en el aire, deseando que las semillas de reflexión hayan sido plantadas en su corazón.
La noche avanza, y las estrellas se reflejan en mis ojos mientras observo la mansión.
Una sensación de incertidumbre y desesperanza se entrelaza, recordándome la complejidad de las vidas que he forjado en este mundo.
Miro mis manos, apretándolas con fuerza mientras los pensamientos se agolpan en mi mente.
No puedo evitar sentir que todo esto es injusto, especialmente para una adolescente como ella.
Hoy ha sido un día relativamente tranquilo, pero sé que mañana comienza la gestión de las tarjetas de identidad, la producción de acero y las fábricas.
También es el momento de considerar poner en marcha mis proyectos nuevos.
Los herreros deberían llegar mañana, y espero que la chica también venga, aunque sé que esa oportunidad podría ser efímera.
Cuando entro a la mansión Emilia me jala del brazo y me lleva al laboratorio, que antes era la biblioteca prohibida. Crusch está presente, y su saludo viene acompañado de cierta incomodidad.
Al ver a Emilia, empiezo a comprender lo que podría estar sucediendo.
—¿Crusch? —expreso con sorpresa, notando la mirada que ella me lanza. Al ver la expresión de Emilia, empiezo a unir las piezas del rompecabezas en mi mente.
Ganó su curiosidad y ahora quiere ayudar a Crusch. Emilia y el protagonista de la novela tienen muchas similitudes. Al observar más de cerca, noto varias actitudes que son idénticas entre ambos.
Tal vez eso fue lo que los hizo atraerse el uno al otro.
Sin embargo, Beatrice y Emilia me miran con expresiones fulminantes. Sus rostros parecen estar juzgándome mientras yo intento entender la situación en su totalidad.
—¿Qué hace ella aquí? —inquiero, tratando de conectar todos los cabos sueltos que flotan en el aire.
Emilia se me acerca, su mirada fija en mí como si estuviera resolviendo un enigma.
—¿Quién es ella? ¿Por qué parece que la conoces de antes? —cuestiona, dejando en claro que no está dispuesta a ignorar nada— se que hemos perdido la memoria de lo que fue, pero de alguna forma tu puedes recordarle. ¿Cómo la recuerdas?
Puedo mentir ahora, Crusch estará de mi lado en este momento.
Cuantas menos personas conozcan la situación de Frey, mejor. Después de todo, la memoria de todos fue modificada, algo que solo Crusch y yo sabemos.
El problema principal es la personita que está a mi lado.
No puedo evitar sentirme un tanto abatido cuando Beatrice me da la espalda en señal de desaprobación. Su reacción rompe un poco mi corazón.
Entiendo que esto se debe a mi falta de comunicación en el pasado, pero tampoco puedo evitar sentirme molesto.
Supongo que es una reacción comprensible por su parte.
Dirijo mi mirada hacia Crusch, buscando su aprobación. Puedo notar un matiz de temor en su mirada, como si algo hubiera sucedido que ahora no quiere volver a discutir.
Emilia y Beatrice son personas de confianza, pero si Crusch no quiere hablar del tema, debe haber una razón para ello.
—Ella es... —comienzo a decir mientras me acerco a Crusch— alguien que ustedes olvidaron debido a la batalla contra Gula, como ya saben.
Fijo mi mirada en Emilia y Beatrice, adoptando una expresión seria a medida que continúo.
Ellas me observan con seriedad, dejando claro que esperan que prosiga con la explicación.
—Ella es alguien sumamente importante cuyo nombre fue consumido por el culto —añado, colocando mi mano en el hombro de Crusch—. Para ser precisos, es mi novia.
Reconozco que suena absurdo, pero me parece incluso más absurdo que estén haciendo preguntas que no son pertinentes.
Les prometí que hablaría, pero todo a su debido tiempo.
Las reacciones de Beatrice y Emilia son de total sorpresa, sus ojos se abren de par en par, destilando una intensidad que no esperaba. Mientras tanto, Crusch fija su mirada en mí, pero elijo ignorarla por el momento, concentrándome en su lugar en las dos mujeres frente a mí.
Beatrice toma la palabra, su tono serio y cauteloso.
—Si no tienes la intención de decir la verdad, entonces sería más sabio que te abstuvieras de decir tonterías, supongo —Beatrice se cruza de brazos, mirándome con decepción.
Una sonrisa incontrolable escapa de mis labios en respuesta a su comentario.
—Anhelan respuestas, pero hay ciertas verdades que quizás es mejor dejar selladas —añado, reflexionando sobre la profundidad de lo que implica mantener algunas cuestiones ocultas, revelarlas, no llevarán a nada bueno—. Hay secretos que deben permanecer en la oscuridad, por el bienestar de todos.
Emilia da un paso al frente, irradiando determinación mientras capta mi mirada con firmeza. Sus palabras fluyen con empatía y un sincero deseo de apoyo.
—¡Aun así! Si puedo aliviar aunque sea un poco de tu carga, tanto Betty como yo estamos dispuestas a asistir en lo que podamos —Emilia toma mi mano en un gesto cargado de solidaridad y compasión—. No importa la circunstancia, yo, incluso si no lo siento ahora mismo, realmente deseo ser de utilidad para ti.
Sus palabras despiertan una ira interna en mí, lo cual se refleja cuando retiro abruptamente mi mano de su agarre, desconcertando a Emilia con mi reacción.
—No repitas esas palabras, ¿"útil"? —frunzo mis cejas con molestia, con un matiz molesto sostengo mi mirada en Emilia—. ¿En verdad piensas que no eres útil? Si ni tú misma lo crees, entonces ¿por qué debería hacerlo yo?
Mi expresión de irritación sorprende a Emilia, quien retrocede un paso en respuesta a mi reacción.
—Yo...
—¿Por qué te cuesta tanto reconocer tu propio valor? —mi voz comienza a elevarse, cargada de emociones—. Eres Emilia, has logrado innumerables triunfos, has cambiado vidas en el pueblo, has superado obstáculos y has salido adelante.
Dirijo mi mirada hacia ella, observando su sorpresa
—Si no fueras valiosa, ¿crees que soportaría todo este sufrimiento? ¿Crees que no me habría escapado hace tiempo? —cierno toda mi ira sobre ella.
La sorpresa en el rostro de Beatrice es evidente, y ella reacciona rápidamente acercándose a mí, rodeando mi pierna con un abrazo reconfortante.
—¡Marco! —exclama Beatrice, apretándome con firmeza.
Por un breve instante, me siento vulnerado, apartándome de mi usual tranquilidad. He soltado palabras que nunca deberían haber sido pronunciadas.
Emilia, quien buscaba aliviar mis penas, se encuentra ahora atrapada en la tormenta de mi reacción.
Sin demora, Emilia abandona la estancia precipitadamente, seguida de cerca por Beatrice, quienes me dejan solo en compañía de Crusch.
—Eso no es propio de ti —observa Crusch, su tono irradiando serenidad a pesar de la tensión palpable en el ambiente.
Inclino la cabeza ligeramente, sumergido en profunda reflexión sobre las razones detrás de mis palabras y mi reacción desproporcionada.
—Lo sé...
Crusch baja la mirada por un momento, y luego alza su mano en un gesto pausado, señalando con su dedo hacia el techo.
—Mi madre siempre dice algo que ya tengo muy grabado en mi alma —se pone de pie y coloca su mano en mi hombro—. No somos duros con aquellos que nos lastiman, sino con aquellos que nos aman.
Las palabras de Crusch me golpean como un balde de agua fría.
Sé que he estado causando preocupación, pero exponer lo que guardo en mi interior no llevará a nada constructivo. No hay necesidad de que conozcan mi dolor, no es imprescindible que lo sepan todo.
—Vayamos a refrescarnos un poco —sugiere Crusch, a lo que asiento en silencio.
Me dirijo a mi habitación, buscando algo que le había pedido a Rem que hiciera, un encargo que le tomó cuatro días completar, pero que cumplió exactamente como le solicité.
Extraigo una caja de madera, junto con una botella de vino, y me encamino con Crusch hacia el patio, a cierta distancia de la mansión.
En ese instante, quizás debería buscar a Emilia, pero siendo honesto, necesito tranquilizarme antes de volver a enfrentarla.
No quiero herirla de nuevo de la misma manera, no lo merece.
No puedo juzgarla por querer ayudar si yo mismo sigo ocultando información. La bondad innata de Emilia puede ser complicada de lidiar, pero no puedo culparla por ello.
No deseo hablar de lo que guardo en mi interior, porque sé que no sería beneficioso para nadie conocerlo.
Lo que carga mi alma debe permanecer allí.
Incluso si llega a consumirme en el proceso.
Capítulo 8
Lo que Ocultan los Corazones.
Nos acomodamos en el césped, nuestras miradas perdidas en el firmamento, mientras coloco la caja y la botella a un lado.
—¿Qué es eso? —indaga Crusch, claramente intrigada por el contenido de la caja.
A través de la magia, el proceso de curación de las hojas de tabaco es sumamente sencillo. Le expliqué a Rem los pasos necesarios y, con su destreza innata en la artesanía, logró completarlo a la perfección desde el primer intento.
—Es un cigarro —extraigo uno de la caja y se lo ofrezco.
Aunque sé que el sabor no será precisamente agradable ya que, un cigarro es, después de todo, un cigarro.
Pero para este momento, es exactamente lo que necesito.
—Se trata de una hoja que ayuda a relajarse, su sabor no es el más agradable, pero contribuye a apaciguar el corazón.
La forma es similar a la de un cigarrillo convencional, solo que está rodeado por las hojas compactadas; opté por no hacer un puro, ya que sería una cantidad mayor de tabaco, algo con lo que prefiero no lidiar.
Dentro de la caja reposan varios cigarros, alrededor veinte, pero planeo abordarlos con moderación. Su mirada curiosa parece querer conocer sobre lo que le digo.
—Primero debes encenderlo —desde mi pulgar genero una pequeña llama, coloco el cigarro en mi boca y lo enciendo, permitiendo que el humo penetre en mi cuerpo.
Poco a poco, una sensación de calidez empieza a extenderse por mis pulmones, contrarrestando el frío que siento.
Inmediatamente, una pequeña sensación de calma se apodera de mí; en realidad, no es tanto la nicotina lo que me tranquiliza, sino el efecto de llenar mis pulmones con el aire caliente.
Aunque, por supuesto, el efecto de la nicotina se hará notar después.
Expulso el humo de mi boca, observando cómo se dispersa en el aire hasta desvanecerse por completo.
—¿Te gustaría intentarlo? —dirijo mi mirada hacia Crusch, quien examina el cigarro con cautela.
Ella asiente, brindándome la oportunidad de instruirla con minuciosidad en el proceso.
—Dado que no estás habituada a esto, es probable que tosas la primera vez; no te preocupes, es completamente normal.
Los pulmones están reaccionando al aire perjudicial.
Es como si reconocieran un intruso en su interior.
Pediré a Beatrice que emplee su magia de sanación, aunque no estoy seguro de si podrá aliviar los efectos a este nivel. Después de todo, daño es daño.
Una vez encendido el cigarro, Crusch queda inmóvil durante unos segundos mientras el humo comienza a escapar por la parte superior. Cuando el extremo se ilumina y parece que está listo, Crusch comienza a toser.
—¡Cof, cof! —Tose durante unos instantes antes de mirar nuevamente el cigarro—. Sabe realmente mal.
A mi juicio, es preferible; el sabor reemplaza el deseo de hacerse daño, infligiéndote una molestia que distrae sin causar un sufrimiento excesivo.
—Bueno, inténtalo de nuevo.
En esta ocasión, Crusch lo logra, exhalando una pequeña nube de humo.
Me dejo caer al suelo y me quedo mirando las estrellas. La constelación de Puck, un mágico enjambre de estrellas adorna el oscuro lienzo del firmamento como delicados destellos de esperanza. He tenido que soportar mucho, me duele el pecho, me duele el corazón, me duele el alma.
No ha sido sencillo.
—Parece que llevas muchas cosas en tu interior —comenta Crusch, siguiendo mi ejemplo y acostándose a mi lado.
—No hablaré de eso, especialmente contigo. Imagino que ya tienes suficientes problemas en tu vida como para cargar con los míos —inhalo profundamente, dejando que el sabor del cigarro invada mis sentidos.
No sabe cómo un cigarrillo, más bien diría que es más suave y saludable que uno de mi mundo.
No obstante, sigue sabiendo mal.
—Si te cuento mis, ¿me contarás los tuyos? —interroga ella, provocando que dirija mi mirada hacia ella.
Crusch debe estar sintiendo una abrumadora desesperación, la sensación de perderlo todo, de ser forzada a abandonar lo que más amaba, de ser olvidada en contra de su voluntad.
Reemplazada, sin conocer las intenciones de ese hombre respecto a sus relaciones personales.
En este momento, está pasando por un gran tormento.
—Mis problemas no se comparan a los tuyos, estás en una situación crítica en este momento —comparto, comprendiendo la gravedad de su situación.
Ella inclina su cabeza ligeramente, un gesto que denota su reflexión.
—Tus problemas son tuyos, los míos son solo míos; no estamos compitiendo para ver quién sufre más —responde, dejando escapar un suspiro que se disuelve en el aire como una nube grisácea— entiendo por qué prefieres mantenerlo oculto, pero intenta ver el lado positivo: en medio de todas las personas que me han olvidado, tú me recuerdas.
Dirijo mi mirada al cielo, compartiendo el dolor que aflige a Crusch.
—Para mí, siempre serás Crusch; no permitiré que el olvido te consuma, sin importar lo que suceda.
Sí, mientras conserve el poder de la memoria inquebrantable, mientras mantenga su imagen intacta en mi mente, ella no desvanecerá por completo.
—¿Cómo logras recordar? —pregunta, trayendo a colación el tema que dejamos en el árbol.
—No lo sé con certeza, pero si tuviera que imaginar una razón, sería porque estoy maldito —respondo, sintiendo como el peso en mi pecho se incrementa.
Es la única explicación que se me ocurre; el miasma que reside en mí es una doble cara: una maldición avasalladora y, al mismo tiempo, la bendición más preciada. Si no fuera por esa habilidad, estaría irremediablemente perdido.
—¿Maldito? —cuestiona, con una curiosidad teñida de sorpresa.
—El miasma de la bruja —respondo sin rodeos.
Emilia es consciente de la conexión que tengo con el miasma de la bruja, pero ha optado por respetar mi espacio, evitando adentrarse en el tema.
—Poseo el miasma de la bruja en mí, como una maldición que nunca me abandonará.
Crusch se levanta, dejando caer el cigarro al suelo.
Con un gesto de magia de viento, lo apago y ella simplemente observa, a la espera de que continúe hablando.
Saco otro cigarro, lo coloco en su boca y lo enciendo.
—Desde el principio he afirmado que no soy un adepto del culto, no tengo la capacidad de explicarte por qué llevo esto en mí —mi vista se pierde en el vacío— si lo hiciera, solo veo dos posibilidades: morirías o yo resultaría herido.
—Miasma de la bruja… —Crusch no aparta sus ojos de mí, quizás tratando de establecer si el ataque del culto guarda relación con mi situación.
Tiene sentido para ella, especialmente porque no sufrí daños reales en el enfrentamiento con Ley.
—Existe un plan urdido por el culto, están utilizando algo en mí, pero desconozco el propósito —dirijo mi mirada a Crusch, luchando por mantener un tono neutral— lo siento, en parte por mi culpa has perdido tu nombre.
¡Slap!
Mi rostro gira debido al impacto y una sensación de ardor recorre mi mejilla.
—¡No repitas esas palabras! —Crusch me escruta con un aire molesto— lo que sucedió estaba fuera de tu control.
Sus palabras se clavan en mí, alimentando el remordimiento por mis acciones.
Lo lamento, Crusch.
—Estoy exhausto, agotado —destruyo mi cigarro con magia de viento al arrojarlo.
—Entonces, ¿por qué no compartes un poco de tu carga?
Suspiro, tratando de discernir el propósito de sus palabras. Claramente hay aspectos que no puedo revelar, pero tampoco comprendo del todo por qué los mantengo en secreto; simplemente no fluyen, por más que desee que lo hagan.
No quiero volver a confiar y luego ser apuñalado por la espalda.
Crusch también enfrenta una situación desastrosa, pero a pesar de todo, se muestra fuerte, mucho más que yo, quien ha quedado atrapado en mi propio mundo interior.
—No puedo, mi carga... es solo mía —musito, dejando entrever la pesadez de lo que llevo y que solo yo puedo cargar.
Con un golpe suave pero determinado, ella hace contacto con mi pecho. En su gesto, puedo vislumbrar una mezcla de determinación y anhelo palpable, como si estuviera exigiendo que cumpla una promesa silenciosa.
—Tú lo prometiste, dijiste que serías capaz de arrancarme una sonrisa —su mirada se torna intensamente seria—, pero el único Marco capaz de despertar ese rincón de alegría en mí es el Marco de la fortaleza, aquel que avanza con determinación sin importar los obstáculos, el mismo que en su momento me tendió una mano salvadora.
Es también el mismo Marco al que, en un rincón de su oscuro ser, te deseo la muerte.
Es el mismo Marco que te dejó a merced del peligro, como si tu vida no tuviera valor.
Cierro los ojos, en un intento por descifrar qué está ocurriendo en mi interior. Mis emociones se agitan y revuelven, como si la tormenta que ha arrasado mi vida hubiera desatado un vendaval emocional incontrolable.
Crusch parece captar la lucha interna que atravieso, aunque dudo en abrir mi corazón ante ella, quien ya carga con su propia carga de sufrimiento.
—Ese es el Marco que deseo mantener, pero estoy agotado… —mi confesión fluye con un suspiro, una bocanada liberadora que no puedo reprimir.
Es incontenible, después de todo lo vivido, siento que mi corazón está al límite, amenazando con estallar en cualquier momento.
A veces, anhelo la capacidad de aferrarme a alguien, soltar todas mis inseguridades y desahogarme sin restricciones. Pero la mera idea de mostrar debilidad me resulta tan incómoda, tan lacerante en mi orgullo.
No sé si estoy preparado para abrirme de esta manera, si estoy dispuesto a admitir que puedo romperme.
Dudo que pueda reunir los fragmentos rotos de mi ser y recomponerme.
En ciertos momentos, envidio al protagonista de la novela, ese ser que siempre ha tenido el don de derramar lágrimas a voluntad, de mostrar sus emociones y vulnerabilidades con una facilidad que me resulta asombrosa.
Al liberar sus sentimientos de esa forma, consigue evitar caer en el abismo oscuro, el pozo sin fondo de la desesperación.
El llanto, en su esencia, es un acto de sanación, pero la verdadera importancia radica en cómo gestionamos ese dolor.
Él, con valentía, se libera de las cadenas de la tristeza, encuentra en quienes le rodean un refugio seguro donde depositar sus pesares, y de esa manera, halla el camino hacia la luz.
Lo envidio sinceramente.
—Las dos parecen tenerte en alta estima —Crusch sostiene mi mano con gentileza—, y ahora comprendo por qué las inquietudes las agobiaban.
Un atisbo de sonrisa cruza su rostro.
Enciendo otro cigarro, mientras el cielo se tiñe de un tono gris pálido.
No debí haber pronunciado esas palabras, mi culpa se enreda en cada una de ellas. Debió haber sido mi deber buscarla.
Me siento como un completo idiota, ahogado en mis propias acciones equivocadas.
La mano de Crusch comienza a temblar, atrayendo mi atención hacia ella. Su cabello cae como un velo sobre su rostro, mientras su coleta se deshace en un torbellino de hebras rebeldes.
Un temblor sutil recorre su figura, y sus ojos se posan en el suelo, como si su mirada se viera atraída por un abismo de pensamientos turbulentos.
—Estoy invadida por nervios —su voz, cargada de ansiedad, tiembla en consonancia con su cuerpo—. He perdido todo, y más que eso, alguien a quien aprecio ha ocupado mi lugar.
Ella aferra mi mano con fuerza, sus dedos apretados como si buscaran anclarse a la realidad. Aunque no puedo ver su expresión con claridad, el hecho de que esté mostrando este desgarrador desasosiego insinúa lo que estaba ocultando, lo que había estado soportando en silencio.
—Sé que soy Crusch Karsten, pero incluso esa identidad se ha esfumado —sus ojos, velados por sus mechones de cabello, se posan en su otra mano—. Mi propósito como futura reina era desafiar el statu quo, pero esa oportunidad me ha sido arrebatada. La persona a la que tanto valoro ha resucitado de alguna manera y me ha despojado de todo.
Fourier Lugunica, ese enigma envuelto en misterio se cierne como una sombra que nos desafía a descifrarlo. Sin embargo, no debe suponerse que el camino será simple.
Ese hombre es astuto, su perspicacia y fortaleza podrían superar incluso los límites de mis conjeturas.
Crusch comienza a hilvanar los recuerdos de su pasado. Un tiempo en el que ella y Fourier establecieron un vínculo cercano, cultivando una amistad que trascendió barreras. Siendo hija de los Karsten, siempre estuvo ligada a las altas esferas de poder. El príncipe, su prometido, no fue una elección desfavorable, en parte gracias a la simpatía que sentía por Fourier y su percepción de él como una posible pareja.
—El Rey León —susurra Crusch con voz entrecortada—. Un individuo que no permite que su llama se extinga ante ningún obstáculo, un ser perspicaz capaz de sortear todas las adversidades.
Es una figura que Crusch admira y respeta. Ese atributo estaba incrustado en la personalidad de Fourier, y esa esencia regia fue lo que atrajo su atención.
Aunque la apariencia no fuera determinante, él irradiaba la majestuosidad de un monarca.
Lamentablemente, Fourier solo era considerado como un medio para renovar el contrato con el dragón, a pesar de portar esa presencia regia.
—Esa fue la razón principal por la que percibí la oscuridad del contrato —murmura con un deje amargo en sus palabras.
Crusch, entonces, narra su vida tras rescatar a Félix. Un torrente de experiencias diversas la arrastró a un camino donde se cruzó con Reinhard, Julius, Anastasia y otras almas singulares.
Cada uno de estos encuentros trajo consigo un desafío mental y emocional, una serie de pruebas que forjaron su carácter.
Y con el advenimiento de Fourier, su vida volvió a cambiar, de forma irónica, como si el destino se burlara de sus intentos de encauzarla.
Fourier Lugunica, ese título ahora adquiere un significado más profundo.
Me ha sostenido en la palma de su mano desde el principio.
—Ahora, lo único que perdura de mi antiguo ser, eres tú —sus palabras fluyen como un susurro, sus ojos reflejando una ligera humedad—. Si no fuera por ti, quién sabe qué habría sido de mí.
En verdad, si Frey la hubiera llevado consigo, el destino que le aguardaba sería incierto y tenebroso. Interrogatorios, seguidos por la implacable muerte, podrían haber sido su triste desenlace.
Desconozco si Frey identifica a Crusch, lo cual podría ser el eslabón perdido para descubrir una fisura en su armadura.
—Todavía te retengo en mi memoria, a pesar de que el mundo te haya arrancado de sus páginas, tú sigues impresa en mí. Ni el tiempo ni el olvido podrán quebrantar eso —me acerco a ella, el espacio entre nosotros parece evaporarse—. Eres y seguirás siendo Crusch Karsten en mi corazón.
Su cabeza se inclina ligeramente, sus ojos se cruzan con los míos, comunicando emociones que las palabras no pueden abarcar por completo.
—Mas ya no soy una Karsten, precisamente esa identidad me condujo a esta pérdida —su mirada se pierde en la vastedad celeste, sus manos se aprietan con determinación—. Mis padres, su cariño resuena en mí como un tesoro imperecedero. Jamás lamentaré ser una Karsten, pero si anhelo reunirme con ellos nuevamente, no puedo caminar los senderos ya caminados.
Ahora comprendo.
Crusch no me acusa por haber perdido su nombre. Mi suposición inicial se desmorona ante la verdad.
Ella culpa su propia fragilidad, se reprocha su propia esencia, lleva sobre sus hombros el peso de su responsabilidad.
—No me lamento por haber tomado ese rumbo —su mano todavía se aferra a la mía, anclando nuestros destinos—. Los sucesos se desencadenaron debido a mi debilidad, ahora, las consecuencias son lo que tengo que cargar.
Lo acontecido no fue un resultado directo de mi intervención, sino de mi incapacidad para enfrentar mi propia oscuridad. Su voz se entrecorta, y se vislumbra la tormenta de emociones que intenta contener.
Ella me envuelve en un abrazo, sus brazos ciñéndose a mi ser como si temiera que el mundo quisiera arrebatarme de sus manos.
Un nudo se forma en mi garganta, mi propia voz queda atrapada entre el vendaval de emociones que sus palabras han desatado.
—No es mi costumbre conceder este gesto, más si ya no soy quien fui, entonces puedo ser solo Crusch —una pausa, un instante donde la fragilidad del alma se entrelaza con la determinación.
Una lágrima resbala por mi mejilla, no es la mía, sino una que ella derrama.
¿Está llorando?
Crusch me abraza, y mis pies se afirman en el suelo. No estoy acostumbrado a esta clase de abrazos, no a este nivel de vulnerabilidad.
Lo que he hecho con Beatrice, lo que he hecho con Emilia. Esto se siente diferente, de algún motivo.
—Sí, para ser fuerte mañana, debo permitirme ser vulnerable hoy —el apretón de sus brazos es firme, decidido.
Esas palabras, esas palabras despiertan ecos en mi memoria.
Las pronuncié una vez a Emilia, la liberé para que encontrara fuerza en su vulnerabilidad, para que mañana pudiese ser más fuerte.
Sin embargo, al final soy yo quien sigue hablando sin llevar mis propias palabras a la acción.
Digo tanto, prometo tanto, pero a menudo son meras palabras sin sustancia.
¿Cómo puedo cambiar?
¿Cómo puedo transmutar esa retórica en acción?
Intento alzar la vista, pero Crusch suavemente niega con la cabeza. Desde esta posición, puedo percibir los latidos frenéticos de su corazón, siento su calidez, su pena.
En esta proximidad, ella está desnudando sus sentimientos, compartiendo sus temores.
¿Puedo yo también hacer lo mismo?
—Lo lamento... —las palabras fluyen de mis labios, un susurro que me retumba en el alma.
El nudo, tan atado y enredado, parece resistirse a deshacerse.
No puedo negar el impacto que la cercanía de Crusch ha tenido en mí, cómo ella ha sacado a la superficie lo que ha mantenido oculto por tanto tiempo. Nunca imaginé que Crusch daría un paso así, que me abrazaría con tal determinación, forzándome a enfrentar mis pensamientos más profundos.
—Lo siento... —mis palabras caen en el espacio que nos separa, mientras ella refuerza su abrazo, y por primera vez, siento que debo responder de alguna manera.
Mis brazos rodean su espalda con un instinto que va más allá de la razón.
Así quedamos, envueltos en el calor del otro, como dos almas rotas buscando encajar.
La brisa gélida es reemplazada por el calor que emana de nuestros cuerpos. Y en ese momento, entre el abrazo y el latido de corazones compartidos, comienza mi relato.
—Antes... —mi voz tiembla al inicio, pero persevero—. Debo decirte la verdad sobre lo que ha estado ocurriendo.
Omito el recuerdo de mis interacciones con Pandora, pero las revelaciones que han sacudido mi comprensión de mí mismo comienzan a fluir.
Le hablo del miasma, de cómo está entrelazado con mi ser, cómo reacciona ante situaciones intensas. Hablo de la situación crítica con los Sabios, de sus oscuros planes que amenazan con despojarnos de todo lo que apreciamos.
—La situación con los sabios es crítica, ellos parecen tener un plan macabro para quitarnos todo —suspiro, entrecortado mientras intento contener mi voz.
Mi respiración se agita, tratando de seguir el ritmo de mis palabras que amenazan con escapar de mí.
«Por favor, no digas más», pido en un susurro entrecortado, temiendo que si abro la compuerta, no podré cerrarla.
La desesperación se filtra en mi voz mientras continúo. Las responsabilidades que cargamos, los compromisos autoimpuestos, todo parece comprimirse sobre mí, aprisionándome, asfixiándome.
—Solo quiero ser feliz, ¿Es tan malo ese deseo?
«Detente.»
Mi voz se entrecorta y aprieto mis manos, sintiendo cómo mis dedos se tensan en busca de una salida para todo lo que se acumula en mi interior.
—Es mi culpa, lo reconozco —digo, mi voz mezcla de pesar y angustia—. Anhelé la felicidad, pero ahora esa búsqueda se ha convertido en un yugo que me sofoca. Las decisiones que tomé, los caminos que recorrí me llevaron hasta aquí.
«Debes parar de hablar, Marco Luz.»
Las palabras salen de mí como un torrente desordenado, sin estructura ni control.
Mi mente parece un laberinto sin fin, y cada pasaje desemboca en una emoción que ha estado oculta, en un pensamiento que ha sido reprimido
—Tengo que encontrar la fuerza, aunque la batalla no sea de mi agrado —mi mirada cae sobre mis manos, como si en ellas estuviera contenida la esencia de mis conflictos internos—. La sangre derramada, las vidas que he truncado por venganza y odio... no soy quien deseé ser cuando era joven.
«Ya…»
Un cúmulo de sentimientos y pensamientos chocan dentro de mí. La culpa, el remordimiento, el agotamiento, todo ello se amalgama en un torbellino que amenaza con arrastrarme.
—Mi vida parece carecer de sentido, lo perdí todo —mi voz se quiebra ligeramente, el peso de mis palabras golpeando con fuerza—. Arrojado a un abismo de dolor, estoy aquí, luchando por encontrar un propósito, por comprender el sentido de todo esto.
«Por favor, para.»
Las imágenes de la batalla contra la ballena resurgen en mi mente, el recuerdo de la sangre derramada, el dolor insidioso que me envolvió.
A pesar de los sufrimientos, aún no logro llorar, pero lo que digo, lo que saco a la luz, parece ser más importante que las lágrimas.
—Sufrí, sufrí como nunca. Caí y rodé por aquel campo de batalla, mientras la desesperanza se apoderaba de mí.
Ella sigue abrazándome, mientras que yo me sumerjo en esta marea de palabras que tanto tiempo he guardado en el rincón más oscuro de mi ser. El latido de su corazón parece marcar el ritmo de mi relato, guiándome en esta danza de confesiones.
Si ya he llegado a este punto, si ya he compartido tanto, si ya ha escuchado sobre el cristal y todo lo que conlleva, entonces debo continuar.
La razón detrás de mi curación, el dolor que acompañó a mi recuperación, todo sale a la luz mientras sigo hablando, mientras dejo que las palabras fluyan sin restricciones.
—He trabajado incansablemente, ignorando mi propio dolor —la retengo con fuerza, como si temiera que se desvanecerá si la suelto—. Es una lucha imposible, no soy tan fuerte como pretendo ser. Mi pasado me atormenta, cada error que cometo parece ser un eco de mis propias inseguridades.
—Tu mirada no miente, aunque antes pudiera pasar desapercibida. La última vez que llegaste, pude vislumbrar en tus ojos una desesperación oculta —interrumpe su abrazo, sacándome de su refugio momentáneo—. Siempre te mostraste fuerte, pero en algún rincón de tu semblante, aunque nadie más lo notara, yo lo vi claramente desde el primer instante.
Su mano reposa suavemente en mi mejilla, y su toque es como un bálsamo que calma mis tormentos internos.
—El dolor que guardas, la sombra que persigue tu pasado, todo lo que has soportado, es verdaderamente inimaginable —me observa, con una mirada tan penetrante que me siento completamente cautivado—. Yo no podría cargar con esas penas, estoy segura. Eres excepcionalmente fuerte.
Sacudo la cabeza en desacuerdo.
No soy fuerte, la verdadera fortaleza reside en aquellos capaces de avanzar con la cabeza en alto, de seguir adelante a pesar de las adversidades, de pasar página y reiniciar sus vidas.
Yo, en cambio, soy meramente resistente, endurecido por el dolor, habituado al sufrimiento.
—Mantengamos este momento entre nosotros dos —me observa directamente, su expresión cargada de serenidad—. Podemos guardarlo como un recuerdo único.
Puedo soportarlo, eso sé que puedo, pero dar vuelta a la página es algo que escapa a mi alcance.
—¿Qué te parece si bailamos? —pregunta de repente, su propuesta me toma por sorpresa, pero su sonrisa es tan cálida y refrescante que mi corazón late con una energía renovada.
—Yo también he enfrentado dificultades considerables —prosigue, su mano acariciando levemente mi mejilla—. Así que veámoslo desde otro ángulo: ambos estamos aquí, compartiendo nuestros cargos y preocupaciones. Vamos a bailar, vamos a bailar para ser más.
Asiento con gratitud, y en un gesto lleno de intención, nos alzamos de nuestros asientos, entrelazando nuestras manos como un lazo que conecta nuestras almas.
Un vistazo al cielo revela una carencia de música, lo que parece ser un pequeño impedimento en nuestro plan.
Sin embargo, no permito que ese detalle nos detenga. Con determinación en mi mirada, me alejo por un momento, buscando en mi habitación algo que pueda remediar la situación.
Regreso con rapidez, encontrando su mirada sorprendida.
—¿Por qué te fuiste? —pregunta, su curiosidad mezclada con una pizca de desconcierto.
En respuesta, extiendo mi mano sosteniendo mi celular.
La música es un lenguaje universal, es una forma de conectarnos con el alma de la otra persona, aquí hablan japones, así que es prudente buscar algo perfecto.
Una sonrisa se dibuja en mis labios mientras busco la canción adecuada para este momento.
—Dame un segundo.
Siento una vibración en el aire mientras la anticipación crece.
Finalmente, encuentro la melodía perfecta.
Una canción que encapsula la tormenta de emociones que luchan por ser liberadas. Mi elección es deliberada y llena de significado.
—Ese dispositivo… —interrumpo su pregunta con un gesto suave, colocando mi dedo sobre sus labios en un acto de misterio compartido.
Nuestros corazones laten al unísono, como las notas de una melodía que está a punto de florecer.
—Cuando termine la canción, te contaré. Pero por ahora, seremos tú y yo —mis palabras son un susurro cargado de complicidad, una promesa entre dos almas que han encontrado una conexión profunda.
Coloco mi teléfono en un lugar cercano, aumentando el volumen de la música. La voz cálida y emotiva de Miki Matsubara llenará el aire mientras la canción "Stay with me" comenzará a fluir.
—¿Cómo se baila esto? —su pregunta es una mezcla de curiosidad y anticipación, y yo no puedo evitar sonreír.
La verdad es que no tengo una respuesta definitiva.
Nunca he bailado esta canción antes, pero sé que no importa.
Dejaremos que nuestros sentimientos nos guíen, que la música nos envuelva y que el latido de nuestros corazones marque el compás.
—Solo deja que tu corazón te guíe —respondo, tomando su mano con suavidad.
La canción comienza a llenar el espacio con su energía y emotividad. Sonrío, imaginando el tipo de baile que la canción inspira. La melodía nos envuelve como una brisa suave, y visualizo cada nota como un paso en esta danza de emociones.
La voz del coro se desliza suavemente como un susurro en la brisa de una noche estrellada.
Cierro los ojos por un momento, permitiendo que la música penetre en lo más profundo de mi ser.
Ahora, solo miro a Crusch, manteniéndome centrado en sentirla.
Puede que no suene tan pulido como en un escenario, pero aquí, en este momento, donde las estrellas brillan con intensidad, somos las únicas dos personas en el mundo.
—Eso es… —Crusch mira hacia el celular por un instante, pero yo la halo suavemente, haciendo que su atención se enfoque en mí.
La melodía nos une, como dos corazones latiendo al unísono, compartiendo el mismo pulso de vida.
"Tú eres tú, yo soy yo"
La voz es el hilo conductor de la historia, llevando consigo la vulnerabilidad y la pasión que envuelven cada verso.
Como dos seres en un cuento, comenzamos a girar en esta pista imaginaria, nuestros movimientos llenos de significado.
Cada nota es como un escalofrío que recorre nuestras almas, desenterrando los secretos que habíamos ocultado.
—Mírame a los ojos —mi voz es un ruego suave mientras centro mi mirada en Crusch. Mi corazón late con una intensidad que apenas puedo contener, y mi cuerpo anhela expresar lo que las palabras no pueden.
Las cuerdas de la guitarra acústica son como el latido del corazón, un pulso constante que acompaña cada suspiro de la voz. Cada nota es un eco de nuestras emociones, una declaración silenciosa de la pasión que compartimos.
Sincronizando mi voz con la melodía, lo dejo escapar.
—Quédate conmigo —me muevo con energía, permitiendo que la música fluya a través de mí. Nuestros pasos se vuelven frenéticos, como un recordatorio tangible de la intensidad de la conexión que buscamos.
Crusch abre sus ojos con sorpresa, mientras la canción sigue sonando y ambos bailamos. No somos solo dos individuos, sino dos almas que se encuentran en esta danza de emociones.
Los límites se desvanecen y nuestros cuerpos se convierten en vehículos para la expresión pura.
A medida que la canción continúa, nuestros movimientos se vuelven una expresión de nuestras almas entrelazadas. Sin necesidad de estar pegados físicamente, puedo sentir su calor, su dolor.
Puedo sentirla como una extensión de mí mismo.
—Sufrí tanto, pero ahora, solo puedo verte a ti —mis palabras son un eco de la historia que compartimos, del dolor que queremos superar.
Crusch sonríe, y en ese momento, nuestras sonrisas se fusionan en una, como dos mitades que finalmente se han encontrado.
Ambos continuamos danzando, sin saber exactamente cómo, pero confiando en que nuestros corazones nos guiarán. Las teclas del piano parecen susurrar secretos compartidos, como si cada nota fuera una confesión de sentimientos y vulnerabilidad.
—¿Qué escondes? —Crusch parece sorprendida por la música inusual que fluye. Y aunque los instrumentos pueden ser extraños para ella, es como si la melodía hablara en un lenguaje que solo nosotros entendemos—. No importa, esto me ha tomado por sorpresa. Pensar que estaríamos aquí, bailando.
El piano se hace más presente, envolviéndonos en una sensación de intimidad. Cierro los ojos por un instante, dejando que las notas penetren en mi ser.
Un agujero se abre en mi corazón, liberando las piezas que he mantenido ocultas por tanto tiempo.
La mirada de Crusch me encuentra, y en sus ojos veo comprensión y aceptación.
Las cuerdas de los instrumentos entrelazan sus notas, creando un ambiente de dulce melancolía que nos envuelve. Cada acorde es un suspiro compartido, una expresión de los sentimientos que hemos reprimido durante mucho tiempo.
—Quédate conmigo, te prometo, seré el hombre del que no vas a poder apartar tus ojos —mis palabras son un compromiso, una promesa de ser alguien en quien ella pueda confiar plenamente. Mientras nos movemos al ritmo de la percusión, siento que mi corazón se aligera.
La percusión marca el ritmo de dos corazones que se sincronizan en su deseo de estar juntos. La música es un recordatorio constante de que somos más fuertes juntos, que nuestras almas pueden encontrar consuelo en la compañía del otro.
—Tocaste a mi puerta —sonrío, recordando cómo esta conexión comenzó de manera inesperada—. Y entraste sin pedir permiso.
Ahora lo comprendo, aunque nunca lo acepte.
Ella sonríe de vuelta, y en ese momento, nuestros corazones hablan un lenguaje que va más allá de las palabras. Nuestros cuerpos se mueven en armonía, cada movimiento un testimonio de nuestras emociones compartidas, de los dolores que hemos llevado en silencio.
La soledad me hace mal
Cada golpe que damos al suelo, cada ritmo de los instrumentos refuerza la intensidad emocional de este momento. Es como si la música estuviera bailando a través de nosotros, llevándonos a un lugar donde la vulnerabilidad es hermosa y liberadora.
La aguja de mi tocadiscos
—Mientras viva, nunca olvidaré de esto —dice Crusch, y su voz se sincroniza con la letra de la canción. Cierro los ojos y siento su voz vibrar en mi interior.
Es como si el tiempo se detuviera por un momento, y solo existimos en esta danza de sentimientos.
Los acordes se entrelazan con la melodía de manera delicada y sincera, como dos almas que se encuentran en un abrazo eterno. La música es una extensión de nuestro dolor y anhelo, envolviéndonos en su abrazo cálido y reconfortante.
—Quedémonos toda la noche, no te vayas —miro hacía ella, sintiendo la urgencia de retener este momento. Hay una serenidad en este abrazo, en esta danza de corazones que finalmente se han abierto el uno al otro.
Sigue tocando la misma melodía una y otra vez
Un momento de paz que he anhelado durante tanto tiempo. Un momento en el que mi corazón duele, pero duele de felicidad, al por fin liberarse de las cadenas que lo mantenían prisionero.
—Las estaciones irán cambiando —Crusch me atrae hacia ella con suavidad, y siento la seguridad de su abrazo—, pero este momento…
—Mientras viva, nunca olvidaré esto.
Nuestras palabras se sincronizan, como dos notas que forman un acorde perfecto.
En este instante, somos más que solo dos personas. Somos almas conectadas en un mar de incertidumbre, pero juntas, enfrentándola con valentía.
Es diferente ahora, ambos sabemos que esconderse detrás de una máscara de fortaleza ya no es necesario.
En este baile, en esta canción, estamos dejando salir el dolor que hemos guardado en nuestros corazones durante tanto tiempo. Somos vulnerables, pero también somos fuertes en nuestra vulnerabilidad.
Atrapado en el reflejo de sus ojos, sonrío mientras ambos nos miramos profundamente. Nuestras almas están desnudas, nuestros corazones latiendo al ritmo de la música que aún llena el aire.
—Gracias, Crusch —mi voz lleva una sinceridad profunda, expresando la gratitud por esta oportunidad de abrir mi corazón.
—Existe mucho más que una forma de amar —dice ella suavemente, mientras la canción va desvaneciéndose, indicando su dulce final—, tú las amas tanto que no quieres verlas sufrir, pero ellas te aman tanto que quieren sufrir por tu bien.
En este momento, nuestras almas están en completa armonía, entendiendo que el amor se expresa de muchas maneras, incluso a través del sufrimiento compartido.
Suspiro, mirando hacia el cielo estrellado, donde nuestras historias están escritas en cada destello luminoso. Mientras ambos tarareamos juntos, siento que esta melodía se convierte en nuestra canción, en nuestra forma de compartir el dolor que escondían nuestros corazones.
Vamos a mantener este momento solo nuestro, como un tesoro escondido en el cofre de nuestras memorias.
—Quien lo diría, que escondieras eso en tu corazón —miro hacia Crusch, notando la serenidad que la envuelve ahora.
—Fue una canción hermosa —su voz es suave como una caricia, resonando en perfecta armonía con la melodía que aún flota en el aire.
El silencio se extiende a nuestro alrededor con la música llegando a su final. La noche sigue brillando con la misma intensidad, pero algo ha cambiado en nuestra percepción.
Nosotros hemos cambiado, hemos crecido a través de esta experiencia compartida.
Mis ojos se encuentran con los suyos, y su belleza es como un reflejo de la esperanza que compartimos. Tomo su mejilla con suavidad, asegurando que solo me vea a mí en este momento de conexión profunda.
Cada parte de la canción, cada instrumento que ha resonado en el espacio entre nosotros, se une en una danza apasionada que habla directamente al corazón. Esta canción ha sido el puente que nos ha llevado a este lugar de intimidad emocional.
Nos quedamos en silencio, abrazados por la certeza de que este momento ha marcado un nuevo capítulo en nuestra historia.
—Gracias, Crusch —mi voz es un eco de todas las emociones que hemos compartido a través de esta canción. Mis ojos la contemplan con un sentimiento tan cálido que me hace querer saltar y salir volando.
Una amiga con la que comparto un mismo destino, sin duda, es extraño… Es extraño como es más fácil confiarme mis pesares a un desconocido.
Bueno, aunque ahora ambos nos conocemos el uno al otro.
Ahora, hay algo que va a hacer que comprenda todo.
—No vengo de este mundo —mi sonrisa llena de calor se cierne sobre los ojos sorprendidos de Crusch— te preguntarás por qué tu bendición divina no se activa, o si estoy loco y por eso puedo mentir, pero no… Es la verdad, mis conocimientos no vienen de este mundo. Vine aquí hace poco más de dos meses.
Ella parece en shock por mis palabras, pero mi mirada es firme y sincera, buscando su comprensión en medio de la sorpresa.
—Fui traído por una entidad poderosa, que me dejó a merced de la incertidumbre —sostengo sus manos con fuerza— pero ahora, tendré que abrazar este mundo, tendré que salir adelante. Me llamo Marco Luz, soy un ingeniero, y seré quien voltee todo patas arriba.
Sonrío con confianza, mientras ella procesa la revelación. Es una verdad inusual, pero en el contexto de lo que hemos compartido, parece encajar de alguna manera.
En este momento de revelación y aceptación mutua, nuestras almas se han encontrado en medio de la incertidumbre. Ya no estamos solos en nuestras luchas y misterios, sino que compartimos una conexión única y poderosa que trasciende las limitaciones de este mundo.
A pesar de los desafíos y la incertidumbre que nos aguardan, sabemos que estamos juntos en esto.
Juntos, enfrentaremos lo desconocido, exploraremos las posibilidades que esta unión inusual nos brinda y creceremos en conjunto.
La música que nos unió en esta danza de emociones sigue reverberando en nuestros corazones. Ahora, esa misma melodía se convierte en el himno de nuestra determinación compartida.
Las estrellas brillan más intensamente en el firmamento, como si estuvieran celebrando el encuentro y brillan en nuestros corazones.
La noche es testigo de nuestro acuerdo silencioso.
Ya no somos dos individuos separados por la oscuridad y el misterio, sino un equipo dispuesto a enfrentar el destino juntos.
—Diría que estás loco, pero tu existencia, el misterio de tu identidad y tu pasado, el motivo de tu aparición explosiva, ese dispositivo, esa música, tu presencia, tu inteligencia —ella me mira serena, la Crusch que todo lo soporta, la Crusch que todo lo puede está frente a mí—. Ahora lo veo. Entonces, como tú no eres de este mundo, y yo fui sacada de este.
Nuestros corazones se entrelazan, sabiendo exactamente qué palabras quiere decir Crusch. Con una sonrisa y la luna en su punto más alto, iluminándonos mientras brillamos con fuerza, la conexión entre nosotros se hace más profunda y significativa.
Lo que quiero decir es:
—Vamos a hacerlo nuestro.
Las palabras flotan en el aire como un pacto silencioso.
Devoraré este mundo.
Seré una fuerza imparable, que se levantará cuantas veces sea necesaria.
Capítulo 9
Yo, te quiero decir.
Despierto en mi habitación, solo en la calma matutina, mientras los rayos del sol se filtran a través de las cortinas entreabiertas.
La noche pasada, las pesadillas no osaron rivalizar con la intensidad de las emociones que se agitaban en mi interior.
Aunque mis mejillas no estén humedecidas por lágrimas, puedo sentir que algo ha cambiado en mí, una transformación sutil pero profunda.
Reflexiono sobre las decisiones que tomé en las últimas horas, sobre cómo subestimé el verdadero significado de Crusch en mi vida. Me enfrento a mi propia insensibilidad con la mirada cruda de la verdad.
¿Cómo pude haber considerado la posibilidad de abandonarla en un momento tan crítico?
Me siento como un insensible, como un ser que finalmente ha vislumbrado la luz después de vagar en la oscuridad.
—Entonces, esto es lo que se siente, ¿verdad? —susurro en voz baja, compartiendo mis pensamientos con el silencio que me rodea—. Rem...
Los recuerdos fluyen como corrientes en mi mente, trayendo a la superficie situaciones pasadas en las que enfrenté decisiones similares. Aunque logré rescatar a Crusch de las garras del destino, ahora puedo ver con claridad que podría haber hecho mucho más.
Mi vida, aunque no se desvanecerá con la muerte, no es lo mismo para los demás.
Mi mirada se desliza hacia la ventana, donde el sol se alza con determinación, llenando el mundo de luz y calor.
Contemplo el nuevo día con una sensación renovada de esperanza y posibilidad.
—Este es un nuevo amanecer, el que siempre anhelé presenciar —murmuro para mí mismo mientras abro la ventana, permitiendo que la brisa matinal acaricie mi piel—. Sí, esto marca un punto de partida, un "desde cero" para mí.
Mis ojos vagan por el panorama exterior, observando cómo el mundo cobra vida bajo los rayos dorados del sol ascendente.
Las palabras de mi padre, sus enseñanzas sobre cada día como una oportunidad para comenzar de nuevo, resuenan con un significado más profundo en este momento.
Cada día es como una página en blanco, una oportunidad para crear, para moldear nuestras acciones y emociones en el lienzo de la vida.
Siento la determinación crecer en mi interior, y tomo la decisión de visitar el laboratorio sin previo aviso.
Al cruzar la puerta, mis ojos se posan en Emilia y Beatrice, quienes se encuentran absortas en sus propias tareas de arreglo. Mi repentina aparición parece sorprenderlas, pero una sonrisa cálida y genuina se dibuja en mis labios, disipando cualquier inquietud que puedan haber sentido.
—No importa si se esconden, siempre las encontraré —afirmo, mi mirada firme se encuentra con las suyas, transmitiendo mi determinación—. Quiero hablar con ambas, aquí y ahora.
Ambas asienten en respuesta, se acomodan en la cama, y yo me mantengo erguido. Una extraña pero reconfortante sensación se agita dentro de mí, algo que no había experimentado en mucho tiempo.
—Marco —Beatrice capta mi atención al tocar su pecho y cerrar los ojos con una sonrisa enigmática—. ¿Puedes sentirlo?
Me quedo momentáneamente desconcertado, pero mi atención se centra en sus palabras y gesto. Mi mirada busca respuestas en su expresión, y antes de que pueda formular una pregunta, continúa.
—No sé cómo lo lograste, pero ahora…
Sus palabras quedan suspendidas en el aire, y antes de que pueda reaccionar, siento como un impulso interior me guía. Sin pensarlo, corro hacia ellas y las abrazo con fuerza.
Las sostengo en mi abrazo, sus expresiones de sorpresa se desvanecen en la calidez y la seguridad de mi gesto.
—Estaba perdido, estaba agotado —confieso en voz baja, manteniéndolas cerca, permitiendo que mi voz sea el puente que conecta nuestras emociones—. Anhelaba escapar, deseaba hallar descanso, pero me atemorizaba enfrentar mis propios tormentos nocturnos.
La cabeza de Emilia se posa en mi hombro, pero la alzo con suavidad, deseando mirarla directamente a los ojos.
—Mis disculpas, Emilia. Me equivoqué en mis palabras, en mis acciones.
Sus ojos se abren, revelando sorpresa y un rastro de tristeza en su mirada.
—Sí, sufrí por ti, y eso no cambiará.
Un nudo se forma en mi garganta, pero sigo adelante, deseando ser honesto, transparente.
Ambas mujeres son la razón por la que he persistido, por la que he luchado, por la que sigo avanzando.
Todo lo que he hecho, ha sido por ellas: por mi princesa y por Emilia.
Aunque claro, yo también entro en la ecuación.
—Pero al igual que yo, ustedes también han sufrido a causa de mí. Y por eso, quiero pedir disculpas.
Ambas sacuden la cabeza en negación, pero libero mi abrazo para poder mirarlas a los ojos, deseando transmitirles la sinceridad de mis palabras y la complejidad de mis emociones.
Ahora comprendo.
—Fui un insensato, pero sé que encontrarán el perdón en sus corazones.
Una sonrisa sincera se forma en mi rostro, sus miradas se cruzan con las mías, liberando los sentimientos que habían estado reteniendo.
En esta hermosa danza de emociones entrelazadas, ellas son una parte esencial de mí, una parte vital de mi anhelo.
—Pero ¿por qué haces esto? ¿Por qué te sacrificas de esta manera por nosotras? —Emilia me mira con ojos devastados, lágrimas brillando en sus ojos— se que amas a Betty, pero… ¿Lo que haces por mí? —su mirada, cargada de expectativa y anhelo.
—Dices que nos amas, pero también percibimos tu sufrimiento en silencio. Si estás dispuesto a soportar tal dolor por nosotras… —Beatrice desvía su mirada hacia mí, su expresión llena de pesar.
Coloco suavemente mi mano en sus mejillas, secando con ternura las lágrimas que adornan su piel.
Experimentar un sufrimiento profundo por el dolor ajeno es la manifestación más profunda del cariño que podemos ofrecer.
—Ambas se equivocan —digo mientras inclino la cabeza, una sonrisa de comprensión en mi rostro—. Mis acciones no se basan en lo que hago por ustedes, sino en lo que decido no hacer por nadie más.
El sufrimiento que he soportado, las luchas internas, el deseo de escapar, todo esto ha sido posible porque sé que ambas estarán a mi lado. Ambas representan mi ancla, mi apoyo constante en el que puedo confiar y por el que estoy dispuesto a pelear.
En su presencia, encuentro paz y fortaleza, una fortaleza que no creí posible.
—Es cierto, en ocasiones las lastimaré.
Mi voz resuena con una firmeza tranquila mientras reconozco mi humanidad en toda su complejidad.
—Y es igualmente cierto que ustedes también me lastimarán.
La verdadera esencia de esta relación radica en la aceptación mutua de nuestras imperfecciones y errores.
Solía pensar que debía recorrer mi camino en soledad, cargando con todo el peso del mundo sobre mis hombros, mientras los demás eran meras piezas en un juego de ajedrez.
Sin embargo, cuán equivocado estoy.
—Indudablemente, nos causaremos daño mutuo —proclamo, tomando sus manos y entrelazando nuestros destinos con un gesto significativo—. Pero eso es parte de la vida, parte de nuestra travesía.
Nuestros corazones laten en un ritmo unísono, conscientes de que el sufrimiento compartido nos brinda una fortaleza excepcional.
—La llegada de la primavera implica abrazar el riesgo del invierno; convertirse en presencia implica aceptar la posibilidad de ausencia.
Cada herida se convierte en una lección, cada caída en una oportunidad para alzarnos de nuevo.
No importa si el sufrimiento está en nuestro horizonte, porque lo que verdaderamente importa es que ese dolor se convertirá en una lección, en una experiencia de la que aprenderemos y que nos servirá para prepararnos para las estaciones futuras.
—Las dos son importantes para mí, y mi deseo es verlas sonreír y ser felices. Por eso, creí que debía reprimir todas mis emociones y cargar con el peso solo —cierro los ojos, sintiendo el calor de sus manos sobre las mías—. Deseaba hacer cualquier cosa para verlas felices, pero había algo que no comprendía.
Justo en ese momento, interrumpiéndome gentilmente, ambas entrelazan sus corazones, demostrando que estamos unidos en este sendero compartido.
Sus miradas se encuentran con las mías, reflejando mi propio ser en sus preciosos ojos.
—Para nosotras, parte de nuestra felicidad es verte a ti feliz —ambas sonríen, y sus palabras se posan sobre mí como un suave bálsamo.
Es verdad, en un principio pensé que había venido a este mundo para sufrir.
Sin embargo, soy el mismo individuo que me condujo a la derrota, al dolor, a esta lucha interior.
Aunque no he cambiado de manera fundamental, quizás ahora estoy en un punto en el que puedo comenzar a aceptarme de una forma más profunda y completa.
—Entonces, permitámonos enfrentar juntos los desafíos, permitamos que el sufrimiento nos una en este camino compartido —las rodeo nuevamente con mis brazos, y ambas sollozan suavemente mientras me aferran—. Las quiero, y es por eso por lo que me disculpo, sobre lo estoy a punto de compartir.
Siento la disposición de ser vulnerable, de abrir mi corazón y compartir mis luchas y temores más profundos.
Empiezo a relatar mis desafíos, cómo el trabajo me ha consumido hasta dejarme exhausto, cómo la presión de las expectativas me ha mantenido despierto durante las noches.
Comparto la responsabilidad que siento hacia los habitantes de Irlam.
Menciono el acontecimiento durante la batalla, cómo el miasma invadió mi cuerpo y el arzobispo clavó algo en mí, describo mis preocupaciones y mis miedos ante el futuro.
Emilia parece ser la que más se ve afectada por mis palabras.
Pero en este momento, no hay más opciones que ser honesto.
—Tengo miedo, pero no puedo permitirme caer en la desesperación —digo liberando un suspiro contenido—. Esa no es la forma en que deseo vivir.
Ellas permanecen cerca de mí, me rodean con su apoyo mientras compartimos la carga de mis pensamientos y emociones.
—No estás solo, Marco —responde Emilia, su voz suave pero llena de determinación.
Beatrice suavemente coloca sus manos en mis mejillas y con su dulce fuerza me hace enfrentarla.
Sus ojos, hermosos como iris en forma de mariposa, me miran con una intensidad sincera.
A pesar de su sonrisa, sus ojos transmiten una profunda comprensión y cariño.
—Hablar sobre tus problemas no te hace insensible, al contrario supongo —se acerca, acercando nuestras frentes hasta tocarse—. No debes esperar a estar al límite para compartir tus pensamientos y sentimientos de hecho. No importa cuánto puedas estar sufriendo, no importa cuánto pueda ser necesario que soporte supongo. Mientras Betty esté contigo, será feliz de hecho.
Sus palabras están cargadas de una emoción profunda, de un amor tan bello y valioso que solo puedo escuchar con admiración.
—La vida de Betty cambió desde que llegaste supongo, pero también eres la razón de mi felicidad de hecho —con un leve rubor en sus mejillas, deposita un beso en mi frente—. No tienes que ser excepcional para ser extraordinario. No necesitas ser fuerte para ser un caballero. Solo tienes que ser Marco Luz.
Abro los ojos con asombro mientras Beatrice me mantiene cautivado con su mirada.
—La persona a la que Betty ama es el Caballero Marco Luz. No hay otro —besa suavemente mi mejilla, dejando un rastro de amor en su gesto—. No importa si eres vulnerable, no importa si eres fuerte. Para Betty, Marco Luz es el único caballero capaz de traerle felicidad.
Mis ojos se llenan de gratitud mientras sostengo sus manos con firmeza.
—Por eso, permítele a Betty hacerte feliz.
Cierro los ojos, meditando en lo que acaba de decirme la persona que más quiero. Un sentimiento que creí perdido para siempre, un amor familiar que pensé que nunca volvería a experimentar.
—Existe una razón por la que estoy en este mundo —confieso, dejando que mi voz refleje mi compromiso—. Y voy a encontrarla.
Ambas me observan con admiración, un destello de comprensión en sus ojos.
—No importa los desafíos que enfrentemos, los afrontaremos juntos —proclamo, sintiendo cómo nuestras conexiones se fortalecen—. A partir de este punto, todo es un lienzo nuevo que pintaremos juntos.
Las lágrimas brillan en sus ojos y las abrazo con fuerza, sintiendo cómo nuestro vínculo se hace aún más fuerte. La vulnerabilidad que compartimos nos une en un nivel más profundo.
—Gracias a ambas por estar aquí conmigo —susurro, sintiendo el calor reconfortante de su presencia en cada fibra de mi ser—. Las quiero, las quiero desde lo más profundo de mi corazón
Mis pasos hacia adelante serán firmes, impulsados por el amor y la determinación de hacer lo correcto.
Nadie podrá detenerme ahora que tengo a Emilia y Beatrice a mi lado.
También, tengo mucho que agradecerle a Crusch.
Juntos, enfrentaremos cualquier desafío, sabiendo que el sufrimiento compartido solo nos hará más fuertes y que el aprecio mutuo es nuestro más grande respaldo en esta travesía constante llamada vida.
Luego de mis palabras, ambas finalizan sus preparativos y se cambian, mientras yo aprovecho para tomar un baño.
Una vez salgo, ya vestido con ropa militar, me encuentro con Crusch, quien se dirige hacia mi habitación.
—Buenos días —saludo, observando el reloj para confirmar que son aproximadamente las siete de la mañana.
Ella no parece tener una agenda particularmente ocupada, así que despertarse a esta hora podría indicar algún nuevo propósito.
—Buenos días, Marco —sonríe, extendiendo su mano hacia mí—. Un nuevo día, listo para comenzar nuestro trabajo.
Levanto una pregunta que he estado considerando desde antes, sabiendo que podría ser una idea interesante.
—¿Te has planteado unirte al ejército? —inquiero, notando la sorpresa en su mirada.
He estado reflexionando sobre esto por un tiempo. Creo que el ejército podría ser un lugar donde su habilidad con la magia del viento y su destreza podrían ser realmente útiles.
Aunque ya no posea su rifle ornamental, su magia de viento podría combinarse de manera impresionante con una bala.
Solo el concepto de eso me envía escalofríos. Una bala impulsada por su bendición del viento podría alcanzar velocidades increíbles.
—¿Yo? Pensé que querrías que te ayudara con la administración —comenta Crusch, cruzándose de brazos y mirándome con curiosidad.
Inclino la cabeza ligeramente, rechazando esa idea.
Crusch es una candidata ideal para entrenar a los soldados en habilidades cuerpo a cuerpo, una carencia que hemos tenido en el ejército.
Dado que tengo reservas en cuanto a quiénes permito acceder a los altos mandos, contar con alguien de su fortaleza y carácter sería beneficioso. Además, su habilidad para detectar mentiras podría resultar extremadamente útil.
—Tu fortaleza sería de gran utilidad para entrenar a los soldados en habilidades cuerpo a cuerpo, mejorando sus posibilidades de sobrevivir —observo el pueblo, ponderando cuál sería la mejor elección—. Serás parte de los altos mandos, lo que te otorgará más autoridad. Sin embargo, para lograrlo, debes someterte a un examen.
Una sonrisa se forma en sus labios, demostrando que entiende lo que estoy implicando.
—Un examen... no tengo problemas con eso.
Dentro del contexto de este mundo, Crusch es la candidata ideal para ser ascendida a un puesto importante en el ejército, quizás como subcomandante. Sin embargo, tal promoción deberá esperar un tiempo adecuado.
Si la elevo demasiado rápido, los soldados podrían dudar de la veracidad de mis palabras y pensar que todo es una artimaña.
El examen para el cuerpo de élite es una práctica común aquí. Cualquiera puede ser recomendado para someterse a él, y la decisión de participar o no está en manos del individuo.
Luan y Crusch, ambas realizarán el examen. Esto me permitirá asegurarme de que Luan enfrenta un desafío considerable. Si realmente es un talento excepcional, debe demostrar su valía enfrentando una dificultad importante.
No es mi intención aplastar su espíritu, sino ayudarlo a entender su verdadero potencial.
Aunque la idea de someter a alguien a dificultades no es algo que me agrade, es necesario. Luan proviene de una aldea que sufrió pérdidas irreversibles, y enfrentar dificultades en el ejército podría resultar abrumador.
Sin embargo, su crecimiento es esencial para nuestra causa.
Si hago que Crusch realice el examen primero y tiene un éxito contundente, podría desmotivar a Luan. Crusch será una figura crucial en nuestra estrategia, por lo que debo acelerar su ascenso para que participe en diferentes tareas.
Determinar la lealtad de alguien es esencial. La bendición de Crusch será valiosa para detectar cualquier intento de infiltración por parte de espías de Lugunica.
Aunque los métodos de detección funcionan en la mayoría de los casos, no son infalibles y hay situaciones en las que pueden fallar.
—Vamos, hay mucho trabajo por hacer —anuncio, instándola a moverse junto a mí.
Juntos, enfrentaremos los desafíos que se avecinan.
Capítulo 10
Un Nuevo Lienzo
Después de un intenso fin de semana abocado a la planificación de los futuros proyectos, una visión más optimista para Irlam comienza a tomar forma.
Los herreros, con la aceptación de estar bajo la dirección de Baltazar, finalmente han llegado. Con la semiautomatización de la forja de acero completada, solo resta llevar a cabo las pruebas y capacitaciones correspondientes para los hábiles herreros.
Al compartirles el método innovador que implementaremos para la producción de acero, noté cierta resistencia en su actitud inicial.
Baltazar, en su sabiduría, se tomó el tiempo de explicar detalladamente que, aunque el acero de este mundo sea ya de alta calidad, el método propuesto tiene el potencial de refinarlo aún más.
Logrando una pureza que superará incluso al aclamado acero de Lugunica.
El proceso se puso en marcha de manera auspiciosa, dejando solo la espera por los primeros resultados como siguiente paso.
En paralelo, Rem y Otto han estado desplegando su esfuerzo en coordinar la llegada de las identificaciones necesarias. Un impresionante número de más de cien placas han sido fabricadas, con la finalidad de acoger a los habitantes de Irlam y otorgarles su lugar dentro de esta nueva estructura.
El día de hoy es miércoles, señal de que nos encontramos en la mitad de la semana.
En mi oficina, en compañía de Emilia, quien ha estado colaborando incansablemente desde entonces en la gestión administrativa.
Aunque su adaptación ha sido gradual, se ha dedicado con firmeza a comprender mis métodos y aportar su perspicacia, fundamentada en las observaciones de los pobladores.
Su empeño por aligerar mi carga es innegable y profundamente apreciado.
—Has avanzado notablemente —comento mientras leo el informe que ha presentado acerca de la fábrica de pólvora, la cual ha sido revitalizada bajo su supervisión.
La inminente implementación de la semi automatización en la fábrica de pólvora está a punto de comenzar.
Para asegurar que no se pierdan empleos, hemos decidido reubicar a algunas personas en otras fábricas de pólvora que también serán establecidas.
En esta ocasión, nuestra intención es producir pólvora con concentraciones más elevadas de lamicta de fuego, buscando potenciar su efectividad.
En cuanto al acero, su llegada está próxima, aunque los preparativos y el proceso de forja serán más intrincados.
Optamos por adquirir diversos lingotes de acero provenientes del reino, los cuales serán utilizados en nuestro propio proceso de forja.
Este paso es crucial para elevar la calidad del acero resultante, ya que la utilización de acero en el proceso de fabricación contribuirá a un producto final de excelencia, superando sin duda al material previo.
—¿Los exámenes son para hoy? —interroga Emilia, a lo cual asiento con convicción.
En este miércoles, es el día en que Crusch y Luan serán sometidos a su examen.
Al principio, surgieron desafíos por parte de los soldados, pero lo sorprendente es que las quejas no se dirigieron hacia Luan, sino hacia Crusch.
Al parecer, en el corto tiempo que Luan ha estado con nosotros, ha ganado el respeto y aprecio de todos.
Por su parte, Crusch ha demostrado un talento excepcional en todos los ámbitos, lo que inevitablemente ha suscitado cierta envidia.
Un asombroso panorama, si me permites expresarlo así.
Crusch ingresó como una cadete común, pero tomó la decisión de no hacer uso de sus habilidades mágicas. Se propuso actuar como un soldado ordinario, demostrando su valía desde ese enfoque.
En lo personal, no tengo dudas sobre su capacidad, incluso podría vencer fácilmente a un jefe Wolgarm.
Se trata de Crusch Karsten, y carezco de cualquier temor en lo que a ella respecta.
Mañana, comenzaremos el proceso de documentación, pero hoy, oh, hoy es el día para presenciar un espectáculo.
Junto a Emilia y Beatrice, nos dirigimos al lugar donde se llevará a cabo el examen. Son aproximadamente las tres de la tarde. La ubicación del examen se encuentra en las áreas que no serán objeto de expansión.
Atraemos a una manada de bestias Wolgarm y observamos su comportamiento.
Dado su carácter territorial, tienden a permanecer en el mismo lugar. Les proporcionamos alimento de manera normal para asegurarnos de que no se alejen.
El examen en sí involucra a cinco soldados luchando en secuencia para derrotar a uno de estos Wolgarms, acompañados por unos pocos más de la manada.
Un desafío que evaluará tanto la destreza individual como la cooperación del grupo.
Crusch y Luan parecen estar preparadas, intercambiando palabras en un tono animado mientras los miembros del ejército comienzan a congregarse. A su lado se encuentra Alsten, acompañado por un grupo de diez soldados.
A medida que nos acercamos, Alsten nos nota y nos saluda con entusiasmo.
—Señorita Emilia, general Marco, señorita Beatrice —nos saluda Alsten con una sonrisa sutil en su rostro.
El espíritu del ejército se encuentra en su punto más alto después de todos los logros alcanzados. Emilia y los esfuerzos del ejército han dejado una huella notable, generando un sentimiento de orgullo entre todos los miembros.
Aunque nuestra fuerza es limitada, nos quedamos con poco más de veintinueve personas debido a las pérdidas sufridas durante el enfrentamiento contra el culto.
No obstante, estoy seguro de que pronto se unirán nuevos reclutas, lo que no me causa preocupación alguna.
Me posiciono frente a las dos valerosas candidatas y, con una expresión grave, anuncio:
—Daremos comienzo al examen de promoción.
La indumentaria militar luce impecable en Crusch, como siempre, pero Luan también destaca con su presencia. El contraste entre el blanco de su cabello y piel con el tono negro de su uniforme militar es notablemente elegante.
Ambas mantienen expresiones serenas, demostrando estar preparadas para cualquier desafío que se les presente. Si bien mi influencia en su elección puede haber limitado las opiniones de otros, estoy seguro de que demostrarán su valía.
—La prueba consistirá en enfrentarse a un jefe Wolgarm, además de unos veinte mabestias menores —les informo con seriedad a ambas.
Las batallas de élite requieren la habilidad tanto para liderar como para luchar. Aquellos designados como élite deben ser capaces de demostrar competencia en ambas áreas, lo que hace que la capacidad de mando sea crucial.
Eso si no crees tener la fuerza para afrontarlo por ti mismo.
En este contexto, Luan asumirá el liderazgo de un escuadrón compuesto por aquellos que no lograron superar el examen estándar.
Emilia, Beatrice y yo estaremos vigilantes, listos para intervenir si la situación lo requiere, evitando así que las cosas se descontrolen.
Por otro lado, Crusch optará por realizar el examen por sí misma, mostrando su poderío individual. Esta es una estrategia que empleo para aplacar cualquier posible queja o duda.
Aunque nadie la conozca en profundidad, eso cambiará pronto.
Según sus propias palabras, Crusch no empleará su espada ni su magia a menos que lo considere necesario. Portará una kukri y su rifle con bayoneta, herramientas que eligió de manera deliberada.
Esta elección me hace confiar en ella aún más.
Si bien no estoy completamente al tanto de sus habilidades, el potencial que el maná en su cuerpo representa podría brindarle ventajas significativas.
Estoy ansioso por presenciar sus acciones en el campo de batalla y descubrir cómo se desenvolverán. En un tono respetuoso, llamo su atención:
—Cadete Crusch.
Tal como ella lo solicitó, omito su apellido. Crusch ya no es solo Crusch Karsten; ha trascendido las etiquetas que la atan.
Su sueño no ha desaparecido, sino que ha evolucionado.
Nuestras miradas se cruzan, y en ese instante compartimos una comprensión mutua. Sus deseos son claros, y la determinación se refleja en sus ojos.
"Darle una paliza a esa bestia."
Exactamente eso.
Ante nosotros se extiende el bosque, su entrada resguardada por una avanzada matriz de cristales piroxeno que previene la aparición de mabestias.
La confección de estos cristales requiere magia Yang, y en ese aspecto, contamos con la ayuda de Roswaal.
Una vez creados, solo es necesario recargarlos con maná, como hace Emilia.
Sin embargo, su alcance efectivo es limitado, lo que justifica el uso de varios de estos cristales en conjunto.
Las mabestias han proliferado en el bosque como una plaga, agotando los recursos naturales y ocasionando daños significativos al ecosistema circundante. Recientemente, se ha registrado la aparición de un tipo de mabestia diferente, pero esta situación aún se encuentra en fase de investigación.
Nos movemos a lo largo de la extensión del terreno, con un escuadrón vigilante mientras mantengo a Crusch en el frente.
Emilia es una presencia constante en estos exámenes, asegurando que todo salga como debe y lista para resolver cualquier problema que pueda surgir.
Les expliqué a ambas la importancia de Crusch para mí, cómo perdió todo debido a Gula y cómo deben tratarla con amabilidad, confiando en que se adaptará rápidamente. Aparentemente, mis palabras surtieron efecto, ya que tanto Emilia como Crusch han establecido un vínculo amistoso.
En cuanto a Beatrice, aunque es cautelosa con los recién llegados, tengo confianza en que se acostumbrará con el tiempo.
—Cadete Crusch, avance hasta la zona asignada —indico.
Frente a la matriz de cristales, se extiende un campo abierto con aproximadamente diez metros de diámetro, pero no es simplemente un campo liso, sino que está lleno de obstáculos estratégicamente ubicados.
Trozos de troncos, áreas despejadas, escombros y otros elementos están dispuestos para crear un terreno variado y desafiante.
Crusch se coloca en su posición inicial, lista para comenzar la prueba.
Emito la orden:
—Saquen la carnada.
Las mabestias son atraídas por seres vivos que emiten maná de manera más intensa, lo que los convierte en un objetivo llamativo. Mantenemos al jefe Wolgarm cerca, pero es crucial llevar a cabo este paso para asegurarnos de que las mabestias se acerquen.
Utilizo mi magia Murak para lanzar al ciervo, ubicándolo a unos siete metros de Crusch.
—¿Permitirá que lo haga sola, general? —pregunta Alsten, mostrando preocupación.
Los soldados observan con una mezcla de anticipación y emoción. Somos solo una pequeña congregación, no más de diez personas, y el capitán Oslo también se encuentra presente.
Todos están ansiosos por presenciar la demostración de habilidades que está a punto de llevar a cabo Crusch.
—Ella estuvo luchando mano a mano conmigo. Si debo opinar, su fortaleza no es algo que se deba subestimar —comento, evitando mencionar que es más fuerte que yo, ya que eso sería contraproducente.
—Mira y aprende —añado, dejando claro que tengo plena confianza en su capacidad y que he preparado todo correctamente.
La carnada, un ciervo, comienza a emitir chillidos cuando es herido, atrayendo rápidamente a las mabestias.
Crusch se resguarda tras un tronco, aunque es evidente que no lo necesita para su estrategia. Salta el obstáculo con gracia y se lanza hacia las mabestias, dejando a todos atónitos.
A medida que las mabestias Wolgarm la detectan, comienzan a aullar, alertando a los demás en la zona. La agilidad y determinación de Crusch son impactantes; su destreza va más allá de lo común
¡Bang!
Un estruendo retumba en el aire.
Un disparo preciso viaja directo a la cabeza del Wolgarm que estaba aullando, silenciándolo de inmediato.
Crusch reduce la distancia rápidamente, enfrentando a dos de estas criaturas. Con una maniobra ágil, desenvaina su kukri y se lanza al ataque mientras los Wolgarm intentan morderla.
Crusch decapita a uno de ellos y, en un rápido movimiento, clava la bayoneta en la cabeza del otro, poniéndole fin.
—Eso es… —se oyen murmullos de asombro. Mientras todos expresan su sorpresa, yo sonrío, consciente de que esto apenas es una pequeña muestra de su capacidad.
Con un rápido movimiento, limpia las armas de la sangre de sus enemigos caídos. Permanece serena, en actitud paciente, mientras algo más retador se avecina.
Los gruñidos se multiplican, y en un abrir y cerrar de ojos, ojos rojos empiezan a resplandecer entre los arbustos. Las enormes patas de las mabestias Wolgarm emergen al mismo tiempo, rodeándola con facilidad.
El problema con los Wolgarm es su número. Uno por sí solo puede ser manejable, pero en cantidad se vuelven formidables.
Crusch tiene solo cuatro balas restantes, lo que significa que tendrá que administrar su munición con cuidado durante el enfrentamiento que se avecina.
Los Wolgarm demuestran astucia y comienzan a atacar en coordinación.
Forman un círculo a su alrededor, mientras otros trepan a los árboles en busca de oportunidades de ataque sorpresa.
En ese momento, Crusch elige una dirección y se lanza en esa dirección, aprovechando que algunos Wolgarm saltaron hacia ella.
Con agilidad, dispara a dos de ellos, y con una patada, aparta al que está más cerca. Se aleja del centro del ataque para tener espacio para reaccionar.
Rápidamente, con su kukri, ataca a uno de los Wolgarm, partiendo su cabeza por la mitad en un movimiento fluido. En cuestión de segundos, elimina a más de siete de estas criaturas, dejando a todos impresionados.
—¡Increíble! —exclama un soldado emocionado.
—¡Ella es asombrosa! —agrega otro.
En un instante, el ambiente cambia de envidia a emoción por Crusch. Sonrío con satisfacción, compartiendo el entusiasmo de los demás.
—Crusch… —Emilia parece sorprendida. A pesar de las conversaciones que han tenido, esta es la primera vez que ve a Crusch en acción.
Crusch agota sus últimas balas para abatir a tres mabestias que se le acercan. Al ver que están superadas, las mabestias retroceden. Con el tiempo, han aprendido tácticas de generación en generación, y aquellas que sobreviven transmiten su conocimiento a las siguientes.
La forma en que se reproducen es algo que aún no comprendemos completamente, difiere de los seres vivos comunes en muchos aspectos.
Crusch aprovecha un momento de respiro para recargar su arma. Se desplaza al centro del área, posicionándose sobre un tronco para obtener una mejor vista.
Sorprendentemente, no parece ni siquiera estar agitada.
—Ya debería de haber aparecido, ¿verdad? —comenta Alsten, indicando que esperan la aparición del jefe Wolgarm.
Aquellos que han sido testigos de estas pruebas ya están familiarizados con parte del comportamiento de las mabestias, aunque las circunstancias pueden variar, hay aspectos que permanecen constantes.
Desde el suelo, el tronco comienza a elevarse.
Crusch retrocede con un ágil salto, justo en el momento en que el tronco se parte en dos por un pilar de tierra.
El polvo se eleva en el aire y desde esa nube emerge una figura. Lo que normalmente sería una mascota inofensiva, mira a Crusch con profundo odio, gruñendo mientras sus ojos brillan en un intenso carmesí.
Un cachorro marrón, su aspecto normalmente tierno transformado en una mirada hostil.
Crusch apunta su arma, pero el perro utiliza el suelo para generar explosiones de tierra, desviando los disparos de Crusch. Las manadas de mabestias han aprendido, su capacidad de comunicación es superior a la de los animales comunes.
Es probable que utilicen sus cuernos como antenas para transmitir información.
He estado investigando esta peculiaridad, aunque los resultados no han sido concluyentes. Esto es en parte por lo que deseaba obtener el cuerno de la ballena.
Las mabestias Wolgarm comienzan a surgir en números crecientes. Normalmente forman manadas de veinte, pero esta cifra puede aumentar según las circunstancias.
Los cuerpos de los cultistas parecen ser un alimento preferido, lo que posiblemente haya incrementado su población. Más de quince de estas criaturas emergen de los arbustos, rodeándola.
Nuestra posición es su única zona segura.
Crusch observa a las mabestias, sin mostrar ningún indicio de movimiento. Los soldados observan en silencio, conscientes de que esta prueba ha resultado más desafiante de lo normal.
Más mabestias emergen, y Crusch permanece inmóvil. De repente, el sonido de un disparo rompe el aire.
¡Bang!
Crusch dispara a los Wolgarm más cercanos mientras avanzan hacia ella. Con agilidad, corre directamente hacia el líder de la manada.
A medida que los pilares de tierra emergen del suelo, Crusch se da cuenta de una leve deformación en el suelo antes de que cada pilar aparezca. Utiliza esta observación para esquivar hábilmente los pilares, incluso se posiciona sobre uno de ellos.
Agachándose en el momento preciso, aprovecha la elevación del pilar recién formado para remover la cobertura del líder Wolgarm, liberándolo de los obstáculos.
—¡Crusch esta! —asombrado, la veo elevarse unos pocos metros.
Apunta su arma y dispara justo antes de su caída.
¡Bang!
Sin embargo, el líder Wolgarm se transforma en un ser aún más imponente, absorbiendo el impacto del disparo con solo una herida menor. Los pilares a su alrededor se desvanecen y el líder avanza hacia Crusch, intentando morderla.
—¡Toma esto! —Crusch toma la kukri y la lanza directo al ojo de la mabestia.
Ante el ataque, Crusch lanza su kukri directamente al ojo de la bestia. Una explosión de sangre y un grito desgarrador siguen el impacto.
Crusch aterriza en el suelo y repele a otro Wolgarm con una patada. En un rápido movimiento, clava su kukri en el cuello de una bestia y lo arroja en dirección a la manada, obstruyendo su avance.
Los Wolgarm se agrupan en torno al líder, preparándose para un ataque coordinado.
Mi sonrisa se mantiene, pues comparar esta prueba con enfrentarse a una de las Tres Grandes Mabestias sería estúpido.
Crusch está demostrando su verdadera valía
Crusch se coloca frente a nosotros, alejándose de las mabestias. Con determinación, afirma.
—¡Soy Crusch! —posiciona su rifle— esto no es nada para mí.
El maná comienza a acumularse, una luz azul se forma alrededor de su rifle mientras las bestias la observan con hostilidad. Incluso la mabestia más grande parece un poco intimidada por la acumulación de poder, pero avanza sin temor.
Crusch sigue reuniendo maná mientras invoca vientos a su alrededor. Hojas de viento emergen y todo a su alrededor se alza, obligándonos a buscar refugio.
—¡Es una usuaria del viento! —exclaman, maravillados por lo que se está desarrollando.
Pero Crusch es más que eso. La acumulación de hojas de viento y la intensidad de la luz llegan a su punto máximo, y mientras la bestia y los Wolgarm avanzan, Crusch crea pilares en frente de ella para distraerla. Sin embargo, en este momento, nada parece capaz de detenerla.
—¡Se acabo! —grita, presionando el gatillo.
¡BANG!
Un retumbante disparo resuena, dejando su eco en los oídos y en los corazones de todos los presentes. Una esfera de hojas de viento se propaga por el campo, su avance puede ser algo lento, pero su potencia es indiscutible.
Al entrar en contacto con uno de los pilares de tierra, este se desintegra en cientos de fragmentos, permitiendo que la esfera siga su curso implacable.
La bestia desesperadamente erige más pilares para detenerla, pero es en vano. La bala alcanza su cabeza con precisión, causando una explosión carmesí y desintegrando su cráneo.
Una nube de sangre se eleva, seguida por el cuerpo de la bestia que cae al suelo, aplastando a los Wolgarm cercanos.
Solo queda parte de su cuello desgarrado, expulsando sangre.
Crusch, ni siquiera parece exhausta. Apenas suspira mientras observa cómo los restantes Wolgarm huyen en pánico al perder a su líder.
—¡El examen ha concluido! —proclamo con una sonrisa de satisfacción en mi rostro.
Los soldados están atónitos ante la hazaña de Crusch, y es comprensible. Sin embargo, eso no importa. Aunque su memoria haya sido alterada, la realidad es moldeable. Se puede reconstruir.
—Ella era parte de nuestras fuerzas, una teniente comandante —anuncio, captando la atención de todos— Luchó a mi lado contra el Arzobispo de la Gula, quien le arrebató su nombre y, por ende, su presencia en este mundo. Quedó aislada por completo, pero yo la recuerdo.
Fijo mi mirada en todos con determinación.
—La recuerdo porque soy el único capaz de eliminar a esos malditos del culto —declaro con un fervor cargado de odio—. Por eso les ruego que la acepten. Sus habilidades son más que suficientes, y su habilidad para liderar es excepcional.
Capítulo 11
Un Muestra de Voluntad.
Los soldados mantienen expresiones mezcladas de asombro y consideración por mi petición. Alsten es el primero en reaccionar, poniéndose firme y realizando un saludo militar.
—¡Como usted ordene, mi general!
Los demás le siguen, repitiendo las mismas palabras en un coro disciplinado.
La cantidad reducida de soldados se debe a que están disfrutando de unas merecidas vacaciones de una semana.
Además, no hay suficientes balas disponibles para las prácticas, y los modelos de rifles están a punto de cambiar, lo que hace innecesaria su presencia. Aquellos que no tienen familia han optado por quedarse y ocuparse de diversas tareas durante ese período.
Luan, en particular, parece sorprendida por algo, su mirada se dirige hacia Crusch con una mezcla de anhelo y una pizca de arrogancia. No estoy seguro de lo que está tramando.
Crusch se coloca frente a mí, su expresión es seria y yo mantengo la calma en respuesta.
—Felicidades, has superado el examen. Pronto se te otorgará tu rango —anuncio, abriendo la puerta a una conversación sobre el rango que le corresponderá a Crusch.
Sin embargo, ahora debemos ver qué planea hacer Luan.
Nos dirigimos al segundo campo de pruebas, ya que el primero quedó completamente inservible. El siguiente está un poco más cerca de donde se encontraban los cultistas, lo que podría hacerlo más desafiante.
Un equipo que ha perdido a su capitán y una joven que asegura llevarlos a la victoria.
—Podría resultar en una historia interesante —susurro, atrayendo la mirada inquisitiva de Emilia.
Una vez en el lugar, el escuadrón se prepara. Consta de cuatro hombres y una mujer. Luan toma el rifle y lo coloca sobre su hombro. Parece decidida, sin embargo, algo captura mi atención: las puntas de su cabello están teñidas de rojo, y parecen estar liberando maná constantemente.
Luan observa al resto del equipo con seriedad, comenzando a explicarles su estrategia. Parece que ya ha tenido conversaciones previas con ellos, ya que se percibe cierto nivel de familiaridad.
Me pregunto hasta qué punto habrá preparado todo en tan solo una semana. El hecho de que un equipo haya aceptado ser comandado por ella es sorprendente y lleno de expectativas.
Decido dar la orden:
—¡Escuadrón, al frente! —exclamo.
Todos se colocan en posición, con la mirada en alto y realizando un saludo militar.
—¡Avancen!
Nos encontramos en un bosque en medio de la tarde, donde los rayos dorados del sol se filtran entre las hojas que se entrelazan en lo alto, creando patrones luminosos.
Pero en lugar de la serenidad que uno podría esperar, los restos de árboles caídos y la materia en descomposición convierten el lugar en una imagen desagradable.
Quizás no es la ubicación ideal que habría elegido, pero las opciones para entrenamiento de élite son limitadas, y este terreno es lo que tenemos a nuestra disposición.
Tanto Emilia como Beatrice tapan sus narices debido al olor, y yo también me esfuerzo por mantener las apariencias.
El olor nauseabundo se impregna en el aire mientras mis ojos se posan en Luan, cuya miradas está fija en un solo punto.
Es la expresión de alguien que solo puede ver la victoria a la vista.
Una vez en el campo de entrenamiento, noto los rastros de sangre que manchan el terreno. Parece que las mabestias ya han tenido un festín con los cuerpos. Nos acomodamos detrás de los cristales de seguridad, y el escuadrón avanza hacia el frente.
El terreno es similar al anterior, pero esta vez hay restos de huesos y materia en descomposición, lo que hace que el lugar sea aún más repulsivo. Aunque no habría sido mi elección, parece ser la única opción para el entrenamiento de élite disponible.
Luan se coloca detrás de su escuadrón y observa con intensidad.
El aire se carga de tensión mientras las mabestias emergen de las sombras, atraídas por un instinto que las guía sin necesidad de carnada. Más de diez Wolgarm, con sus bocas salivantes y ojos hambrientos, aparecen delante de nosotros, fijando su mirada en el grupo.
La situación en el campo de batalla se tensa, y en un movimiento inesperado, Luan desenvaina su kukri, demostrando una determinación que contrasta con su apariencia juvenil y aparentemente falta de entrenamiento.
¿Va a atacar sin más?
¿Sin preparación?
La confusión se refleja en las miradas de todos nosotros, pero antes de que podamos reaccionar, Luan corta rápidamente la palma de su mano, dejando que la sangre comience a caer de su herida.
—¡Cadete Luan! —exclama Alsten, visiblemente sorprendido por la audaz acción...
El aroma fresco de la sangre actúa como un imán, atrayendo a las mabestias hacia su objetivo.
El maná contenido en su sangre provoca una reacción aterradora en las bestias, que retroceden momentáneamente, como si fueran hienas enfrentándose a una presa peligrosa...
—No es tan simple, supongo. Es una estrategia inteligente, de hecho —murmura Beatrice, entendiendo lo que está sucediendo.
En un acto desconcertante, Luan embadurna su sangre sobre su propio cuerpo y luego hace lo mismo con los soldados cercanos.
Mis ojos se abren de sorpresa mientras finalmente comprendo lo que está ocurriendo.
Ella se hirió mientras corría hacia Irlam; su sangre contiene grandes cantidades de maná y puede eliminar el miasma, lo que la mantuvo a salvo de los ataques de los Wolgarm.
Pero entonces, ¿cómo supo que podía usar su sangre de esa manera?
¿Lo intuyó mientras corría?
¿O ya conocía el potencial oculto en su sangre desde antes?
Una sonrisa involuntaria escapa de mis labios, maravillado por la astucia de su estrategia. En este momento, su acción no se trata simplemente de luchar a pesar de su herida, sino que hay algo más profundo en juego.
Va más allá de las convenciones normales y se convierte en una estrategia hábil y audaz que ha cobrado vida en su mente.
Aunque normalmente perdería puntos por estar herida en un examen, lo que Luan ha hecho trasciende esas reglas. Su plan es inteligente y valiente, y está dando resultados notables.
—¡Disparen! —ordena Luan, y el retumbar de los disparos atraviesa el aire del bosque.
A medida que la batalla se desarrolla, la temperatura parece aumentar, lo que indica la intensidad del maná contenido en la sangre de Luan.
¡Bang!
Las mabestias se lanzan hacia adelante, pero cuando están a unos tres metros de Luan, su avance se detiene en seco, como si hubieran chocado con una barrera invisible. La atmósfera se carga de tensión y las bestias, una vez feroces y hambrientas, quedan paralizadas frente a la presencia aterradora de Luan.
—Impresionante… —musita Crusch a mi lado, su voz llena de asombro.
—¿Sabes algo al respecto? —pregunto, buscando respuestas en sus ojos expertos.
—Nunca había oído hablar de una sangre con un maná tan poderoso, es sorprendente que provenga de un humano.
Parece que Crusch tiene algún conocimiento sobre este fenómeno, aunque no está claro hasta qué punto. Supongo que será mejor hablar de ello en detalle en la mansión más tarde.
Mientras Luan se envuelve la herida con las vendas proporcionadas, sus ojos se dirigen hacia los soldados que están recargando sus armas. Las mabestias se multiplican en número, y ahora parecen superar las veinte en total.
A pesar de sus intentos de avanzar, las mabestias se detienen una y otra vez a unos tres metros de distancia de Luan debido al efecto del maná.
Es un espectáculo impresionante ver cómo estas criaturas, una vez llenas de ferocidad, quedan paralizadas, como si sintieran un miedo primitivo y profundo.
La sorpresa y la intriga llenan las expresiones de todos los presentes.
¡Bang!
El eco de los disparos continúa, pero gradualmente un frío intenso se apodera del ambiente. La sangre parece haber agotado su efecto, cristalizándose en la herida de Luan.
Sin embargo, el sonido del viento es interrumpido por un retumbar profundo que sacude el suelo y reverbera en el aire. Un rugido ensordecedor se une al coro, anunciando la llegada del líder de los Wolgarm.
¡ROAAAAR!
De entre los restos de árboles caídos surge un jefe Wolgarm, normalmente de cuatro a cinco metros de altura, pero ahora se alza en una figura colosal de siete metros. Todos los presentes fijan su atención en esta imponente criatura, y la gravedad de la situación pesa sobre nosotros.
—¡General, debemos detener la prueba! —exclama Alsten con urgencia.
La lógica dictaría que detenga la prueba, pero la expresión en el rostro de Luan es la de alguien dispuesto a darlo todo, con una voluntad inquebrantable. Su mirada irradiante refleja valentía y eso infunde coraje en todos nosotros.
—¡YO PUEDO! —grita Luan con una determinación que parece llenar todo el claro del bosque— ¡Traeré la victoria, sin importar el costo!
La determinación de Luan es palpable, su postura es firme y su voz resuelta. Ella ha perdido mucho, al igual que muchos de nosotros aquí presentes. Ahora es su momento de demostrar que puede resistir, que puede superar cualquier adversidad.
Los misterios que la rodean no importan en este instante; puedo sentir su fuerza, su voluntad ardiente.
Miro a Emilia y Beatrice, quienes parecen estar listas para intervenir en cualquier momento. Un coraje impulsado por la incertidumbre y la confianza en Luan me llena.
—La prueba continúa —sonrío, aunque el sudor frío corre por mi frente.
Mi decisión genera miradas de indignación entre los soldados, pero las ignoro. Si la mabestia ataca, si amenaza con hacer daño, estamos aquí para protegernos. Este monstruo no es rival para Emilia, Beatrice o Crusch. Estamos preparados para enfrentarlo y asegurarnos de que nadie salga herido.
Luan corta de nuevo su palma, dejando que la sangre gotee en el suelo. La mabestia líder crea explosiones en los lugares donde los soldados están parados, forzándolos a dividirse para sobrevivir.
Este momento es crítico, una elección errada podría cambiar el rumbo de la batalla.
Tres soldados se refugian a la izquierda, detrás de un tronco, mientras Luan y otro soldado se quedan a la derecha. La estrategia de coordinación es notable: la retaguardia se mantiene firme mientras los de adelante protegen.
—¡Ataquen a las normales! —grita Luan, mientras parece estar llevando a cabo un plan más grande.
El cuerpo de Luan no puede generar sangre infinitamente, y hacerse heridas así le causará problemas a la larga. Parece estar preparando algo, pero no logro ver con claridad lo que es.
Los soldados disparan a las mabestias normales, mientras que detienen al jefe de estas disparando hacia su cabeza.
El cráneo de los Wolgarm líderes puede resistir balas, por lo que es crucial conocer su anatomía si se busca matarlos con un disparo. Esa es la clave para derrotarlos.
Los Wolgarm caen al suelo uno a uno, el grupo hace pausas para recargar en desincronización, permitiendo que algunos sigan disparando mientras otros se recargan.
La coordinación es excelente, todos parecen saber bien sus roles, y cuando todos necesitan recargar, se defienden con las bayonetas para ganar tiempo.
La mabestia líder finalmente se cansa de su acercamiento sigiloso y se abalanza hacia adelante con ferocidad.
—Emilia —advierto, sabiendo que debe estar preparada para crear una muralla de hielo si es necesario.
Emilia asiente, pero yo sigo mirando con firmeza. Aunque inicialmente traté de manipular la prueba para evitar que Luan peleara, esta situación me está haciendo cambiar de opinión. Luan ha demostrado más coraje y destreza de lo que esperaba.
Tiene un plan en mente, y quiero verlo desplegarse.
—¡Prepárense! —grita Luan, irradiando valentía y llenando a todos con su determinación.
La mabestia líder avanza a toda velocidad, sus pasos resonando como truenos. En un abrir y cerrar de ojos, está sobre nosotros. Grito a Emilia para que cree su muralla de hielo protectora, pero mi mirada queda atrapada en Luan.
Ella se lanza hacia la mabestia, en un movimiento que parece desafiar la lógica y la prudencia. Antes de que pueda reaccionar, veo que los otros soldados también se lanzan hacia el monstruo.
Parece que todos están involucrados en un plan coordinado.
Luan sostiene en su mano una tela que emite un maná tan intenso que puedo sentirlo desde aquí. Corre directamente hacia la bestia, atrayendo su atención, y mientras lo hace, lanza el trapo ensangrentado que tenía en su mano.
La venda que se había colocado en la mano no está, por lo que la sangre fluye rápidamente.
La mabestia abre sus fauces para engullir a Luan, pero ella da un salto y se arrastra por el suelo, escapando momentáneamente de una muerte segura. Emilia corre hacia adelante, pero la detengo con mi mano.
—¡Debemos detener esto! —exclama Emilia, con una mirada preocupada.
Miro hacia adelante y veo que la venda rodea la nariz de la bestia.
—¡Ahora! —grita Luan.
¡Bang! ¡Bang!
Los soldados comienzan a disparar mientras la mabestia empieza a actuar de manera extraña. Sin moverse del lugar, intenta patear y hacer algo, pero parece completamente desorientada. Sus movimientos son erráticos, como si estuviera cegada, y termina por lanzar un hechizo de tierra en sí misma.
¡Boom!
Una explosión de tierra destruye una de las patas de la bestia, y esta cae al suelo sin poder hacer nada. En ese momento, Luan corre hacia la mabestia con la intención de acabar con ella.
Pero noto algo extraño en el suelo, justo frente a Luan. El suelo tiembla y mi corazón se detiene por un instante.
—¡Luan! —grito usando Murak para correr hacia ella, pero es demasiado tarde.
¡Boom!
El suelo se rompe bajo sus pies y la enorme criatura ruge con fuerza. Su rugido ensordecedor llena el aire y la tierra se sacude violentamente. Luan es atrapada en el caos, incapaz de escapar del peligro que ahora enfrenta.
La explosión atraviesa todo el campo, los escombros vuelan y el estruendo ensordece. La mabestia gigante yace en el suelo, y una nube de polvo se levanta, ocultando lo que ocurre allí.
—¡Marco! —Emilia me mira con ojos llenos de furia, pero mi atención sigue en Luan.
Si cometí un error al permitir esta prueba, asumiré las consecuencias. Mientras el punto de guardado no se reinicie, estaré bien.
Puedo apagar las luces en un instante.
Los soldados nos observan, Alsten y Crusch aprietan los labios, expresando su arrepentimiento por no haber intervenido. Yo sigo mirando al frente, intentando darle mi confianza a ella.
Una nube de polvo se cierne donde la mabestia yace, pero algo atraviesa esa cortina de suciedad.
—¡Muere! —un grito lleno de poder sale de esa nube de polvo, la bayoneta corta todo el polvo y de este sale una chica de cabello blanco.
Las puntas de su cabello parecen arder en un tono rojo intenso, y sus ojos brillan con un carmesí ardiente. Luan se abalanza hacia el cuello de la mabestia derrotada, una expresión de determinación en su rostro.
Ella se abalanza contra el cuello de la mabestia, la cual gruñe con fuerza descontrolada en el suelo. Luan ha demostrado, en este momento, más de lo que jamás hubiera imaginado.
Su habilidad para planificar y ejecutar estrategias, su coraje y su voluntad inquebrantable, me dejan atónito. La miro fijamente, admirando su fuerza recién descubierta.
—Eso es… —Alsten y Emilia miran sorprendidos.
No hay otra manera de expresarlo.
—La fuerza del querer.
La voluntad indomable de superar todas las dificultades.
Luan hunde su bayoneta en la mandíbula de la mabestia, y un grito de poder escapa de sus labios. En un momento crucial, dispara su rifle.
¡Bang!
El sonido del disparo cortando el aire resuena en el ambiente. El proyectil atraviesa la base de la mandíbula y continúa su camino hasta el cerebro del monstruo. La mabestia deja de gruñir, queda inmóvil.
Crusch y Emilia intercambian una mirada de asombro y respeto. Los soldados también están sorprendidos, observando el resultado de la audaz estrategia de Luan.
Luan retira la bayoneta con destreza, su mirada fija en el rifle. Las bestias, al percibir la muerte de su líder, retroceden, llevando consigo el amargo sabor de la derrota en el aire.
Los soldados se acercan cautelosos a Luan, formando un círculo a su alrededor, sus rostros reflejando una mezcla de alegría y emoción contenida. La prueba ha sido superada, y con ello llega el merecido reconocimiento y las oportunidades de ascenso que aguardan a algunos de ellos.
—Soy Luan —sus palabras llegan hasta mí con una fuerza que parece desafiar al mismo viento, y sus ojos carmesí se clavan en los míos como dos llamas intensas que amenazan con consumir cualquier duda que pueda tener.
Su determinación y fuerza me golpean, haciéndome tragar las palabras de escepticismo que estaban a punto de salir de mi boca.
—¡Hemos completado la prueba! —su voz resuena con confianza y una chispa de triunfo, y en ese momento, esa sonrisa que se forma en sus labios es la primera que tengo el privilegio de presenciar.
Una sonrisa que parece iluminar su rostro y derretir las sombras que la rodean.
—¡WOO! —los soldados irrumpen en vítores, rodeándola con júbilo y cargándola en hombros mientras corean su nombre una y otra vez: ¡Luan! ¡Luan!
El escuadrón entero palpita con la felicidad de haber cruzado este umbral, sabiendo que ahora sus esfuerzos serán reconocidos, y que aquellos que se han distinguido tienen la posibilidad de alcanzar los puestos de honor, incluso el codiciado título de capitán.
—Impresionante —la voz de Crusch suena con admiración genuina mientras observa el cuerpo inerte de la bestia que yace en el suelo—. Su estrategia de combate es exquisitamente planificada.
Sus palabras resonando en el aire como un elogio que envuelve a Luan en un aura de logro.
Las miradas de todos convergen en Luan, y en ese momento, no solo vemos a una guerrera valiente, sino también a un enigma envuelto en misterio. El tono blanco de su cabello ha recuperado su normalidad, y en esa instantánea, puedo contemplarla con claridad, sin barreras.
Luan ha exhibido su fuerza con elegancia, su valentía con audacia y su habilidad con maestría, superando cualquier expectativa previa.
Esta experiencia ha revelado su potencial de una manera que supera los límites de mi imaginación.
Mientras los rayos del sol tiñen el bosque con su cálido resplandor, todos nosotros quedamos impregnados con la historia de esta batalla, una que se grabará en lo más profundo de nuestra memoria, recordándonos que incluso en la oscuridad más densa, la luz del coraje puede abrirse paso.
Capítulo 12
Oportunidades.
Después de la gran batalla, convocamos a una reunión extraordinaria, donde asigné rangos que reflejaban sus méritos a cada uno de los participantes.
Con Luan destacándose de manera excepcional, decidí conferirle el título de Capitana del Cuerpo de Élite del ejército.
Quedando solo por debajo de Lucas.
Su destreza sobresaliente la coloca como una líder natural, y en un escenario donde la disciplina y el orden son cruciales, su capacidad para comandar resulta esencial.
A Lucas, por su liderazgo, lo ascendí al rango de Coronel en el Cuerpo de Élite. Así, el equipo de élite queda conformado por cinco miembros, su núcleo ahora completo y listo para futuras misiones.
Tras los sucesos con Crusch, opté por compartir una versión ficticia de lo acontecido, una trama elaborada para asegurar su integración en el grupo sin causar desconfianzas.
Las palabras fluyeron con engañosa naturalidad, y aunque las mentiras adornaron mi relato, la perspectiva de un premio en conjunto con el adelanto de pago para todos mitigó cualquier asomo de resistencia.
Crusch, ahora en el rango de Teniente Militar, aceptó su posición en el nuevo orden con relativa facilidad.
En lo que respecta a Luan, su nombramiento fue una decisión impulsiva, basada en el entendimiento de su potencial. A pesar de sus diecisiete años, su habilidad y su valentía evidencian una capacidad excepcional.
Sin embargo, reconozco que todavía hay facetas de la vida que necesita experimentar para alcanzar su pleno desarrollo.
—Ahora, profundicemos en lo sucedido —anuncio en la quietud de la noche, convocándolos a reunirse bajo la luz de la luna en el quiosco del patio.
Aquí nos encontramos: Emilia, Beatrice, Crusch, Luan y yo, todos compartiendo un momento de serenidad mientras disfrutamos de una taza de té.
Los semblantes de Beatrice y Emilia reflejan satisfacción, mientras que Crusch fija una mirada penetrante en Luan, quien parece ligeramente incómoda bajo esa atención inquisitiva.
—Bien —continúo, desviando mi mirada hacia Luan—, ¿tenías conocimiento de que tu sangre tenía la capacidad de repeler a las mabestias?
Ella asiente con una serenidad que parece haber reemplazado la agitación previa. Sus ojos emanan una calma sosegada, su aura ardiente parece haberse aquietado, y el brillo en sus ojos también se ha atenuado ligeramente.
—Sí —asiente, su mirada barriendo a través de todos nosotros—, lo supe el día en que llegué a este lugar.
Mis sospechas se confirman; los cultistas desconocían la existencia de las mabestias. Esto implica que Luan se aventuró y sobrevivió en esa situación puramente gracias a la fortuna de su linaje sanguíneo.
Lo que a su vez sugiere que Roswaal no compartió detalles sobre nosotros con ellos.
—Su sangre sigue siendo un enigma de hecho—Beatrice se pone de pie y se acerca a Luan, quien reacciona con una mezcla de temor y una tímida resistencia.
Los ojos de Luan destellan levemente, mientras su calor interno parece manifestarse de manera contenida.
—Su cuerpo responde a sus emociones. Una sangre con esa capacidad es algo que solo he leído en un libro, aunque no lo recuerdo con claridad —Beatrice lamenta con sinceridad—. Tal vez podamos hallar información en las bibliotecas de Lugunica.
La biblioteca principal de Lugunica, donde se resguardan registros que datan desde la fundación del reino. Aunque la idea es tentadora, el acceso es extremadamente restringido, por no mencionar que no tenemos la autorización para ingresar.
—Leí algo similar en la mansión Karsten, sobre personas con habilidades como esta. Eran, al parecer, descendientes de una criatura, aunque el nombre se me escapa —Crusch comienza a cavilar, como si tratara de rescatar un recuerdo que se ha desvanecido con el tiempo.
"Un sentimiento de vacío", coinciden ambas en su búsqueda de respuestas.
Ante la falta de certezas, cambio el enfoque y empiezo a narrarles otros planes. Beatrice y yo nos encargaremos de adiestrar a Luan en el arte de la magia, mientras que Crusch se hará cargo de su formación en combate.
—Yo también quiero formar parte —declara Emilia con un gesto de puchero apenas perceptible.
—¿Qué te parece ser la compañera de entrenamiento? De hecho, podríamos realizar sesiones de práctica mutua entre todos nosotros —propongo, y mi sugerencia es acogida con asentimientos unánimes.
Necesito fortalecerme, pues si he de protegerlos y evitar repetir constantemente la muerte, debo tener un control más firme sobre mi destino.
—No puede haber un entrenamiento sin la presencia del personaje principal —Ram interviene desde mi espalda, sus palabras provocando un escalofrío que me recorre la espina dorsal.
Desde el fin de semana, retomé el entrenamiento con Ram. Dos horas de combate, además de mi rutina de ejercicios matutinos.
Debo admitir que más que entrenamiento, se siente como si Ram me estuviera proporcionando una serie de palizas. Su control sobre su cuerpo es asombroso, como si fuera un genio innato, capaz de mover cada músculo de manera precisa y eficiente.
Aunque su personalidad a menudo es mordaz y desafiante, uno puede aprender a apreciar su forma única de expresarse. Y, por supuesto, no me dejo intimidar; siempre busco la oportunidad de lanzarle mis propias puyas.
—Bien, consideremos esto una batalla contra el jefe final —sonrío, inclinándome hacia atrás para observarla—. Parece que te han liberado de tus ataduras. ¿No estarás tramando algo extraño?
Antes de que pueda reaccionar, un puño se dirige hacia mi rostro. Activo Murak y evado con destreza.
—Definitivamente necesitas más entrenamiento —Ram truena sus nudillos, lanzándome una mirada furiosa—. ¿No deberíamos estar entrenando ahora?
Parece que he conseguido enojar al demonio.
—Bueno, quizás hoy pueda brindarte una lección —menciono en tono ligero, consciente de que estoy desafiando sus habilidades.
Persistiré sin rendirme, mejorando a un ritmo constante aunque pausado. Estudio mis ataques, analizo mis movimientos. Beatrice me ha estado guiando en el uso de la magia Yin y en la mejora de mi control sobre el maná.
—Reunámonos en el patio todos los días para entrenar —propongo.
—¡Sí! —exclaman todos, sus ojos destilando determinación.
Estamos dispuestos a avanzar, pero sabemos que la preparación es clave. Solo al estar preparados podremos enfrentar los desafíos que la vida nos presenta, sin importar el mundo en el que nos encontremos.
La obtención de las identificaciones no resultó demasiado complicada.
Aunque no tuvimos acceso a la impresión de imágenes, logramos usar nuestros metías con la incorporación de tarjetas de identificación. En ellas, introdujimos una nueva característica.
—Medidor de maná.
Dado que las fluctuaciones de maná varían en cada individuo, el metía memoriza la huella de maná al momento de la activación.
Tener a Luan fue útil para calibrarlo.
Esto permite que el dispositivo inicie con la huella personal del usuario, apagándose automáticamente si se detiene el flujo de maná. Aunque su lógica es relativamente sencilla, resulta efectiva para la mayoría de las personas.
Si bien no son tan precisos como los medidores del ejército que usan la sangre, son más fáciles de usar y entender.
Aunque los costos fueron elevados, esta medida resultó esencial para acoger a los nuevos habitantes.
En mi despacho, me encuentro con Emilia, revisando los informes entregados por Alsten.
—Doscientas personas desean unirse al ejército —informa Alsten con una sonrisa—. Proceden de pueblos cercanos.
Lo que temía está ocurriendo ahora. Aceptar a estas personas no es un problema; el verdadero desafío radica en la posibilidad de infiltración de espías, dada la magnitud de la solicitud.
Pero lo que la mayoría no espera es que tenemos una Teniente General capaz de discernir mentiras.
—Hazle saber a la Teniente que es hora de poner en marcha el proceso.
Las construcciones en Irlam no han cesado desde el principio de todo. A pesar de que las viviendas permanecían vacías, tenía la certeza de que la gente llegaría.
Ahora, esa apuesta se ha cumplido.
Más de seiscientas personas desean ingresar a Irlam. La demanda abarca desde aquellos que han sobrevivido a ataques, pueblos aliados que ahora enfrentan dificultades económicas, hasta personas de las zonas más humildes enviadas por la Hermandad. Una diversidad de individuos busca refugio en nuestra tierra.
Por supuesto, no pretendo establecer un peaje por la entrada. Sin embargo, he implementado una regla para mantener el orden.
Solo después de vivir en Irlam durante al menos cuatro meses sin incidentes, se tiene el derecho de solicitar una tarjeta de identidad y acceder a los salarios propios de un habitante de Irlam.
Aquellos que son extranjeros trabajan por remuneraciones inferiores, pero se les ofrecen ayudas específicas según su situación.
He abierto varias tiendas, enfocándome en las habilidades y profesiones de las personas que llegan. Irlam se irá transformando gradualmente en una ciudad con el tiempo, avanzando hasta el punto en que pueda vislumbrar los primeros pasos de la era moderna. Es mi anhelo y lo que me propuse lograr.
—La joven está aquí —Rem abre la puerta, dando paso a mi próxima carta. Helena Grandheart, quien iniciará mi próximo gran proyecto.
No sé qué sucedió con su abuelo, pero su presencia aquí indica que decidió tomar su vida en sus propias manos. Ahora, mi responsabilidad es no decepcionarla.
Es momento de traer el periodismo a este mundo, uno que informe de manera veraz y educativa, llevando consigo la esencia de lo que debería ser.
—Señor Marco —Helena se inclina, y yo le ofrezco una caja que tenía preparada. Al abrirla, lo que encuentra es justo lo que había estado anhelando.
—Eso es… —Helena contempla la máquina, con sus pequeños botones inscritos con letras.
—Una máquina de escribir —digo mirándola, mientras su asombro inunda su rostro.
Tras explicarle el funcionamiento y las responsabilidades que conlleva, incluyendo la tarea de reunir a personas capaces de recopilar información y redactar documentos, ella parece un tanto abrumada, pero finalmente sonríe y toma mi mano con determinación.
—Me diste la oportunidad de pasar un buen tiempo con mi abuelo, ahora, como el mismo dijo —sonríe, mirándome a los ojos— yo Helena Grandheart, tengo un futuro por delante.
Envío a Helena en busca de información y contactos que serán vitales para establecer una red de informes y una organización de investigación. Después de conversar con ella, me dirijo hacia la herrería, donde me aguarda una sorpresa.
Baltazar me recibe con una sonrisa contagiosa.
—Viniste solo, ¿eh? Supongo que Rem debe estar buscándote por todos lados, ¡jajaja! —Baltazar entra al local, echando un vistazo a su equipo— Aunque, en mi opinión, sería Emilia quien te convendría más.
Solo él podría soltar un comentario así de manera espontánea. Luego, toma del hombro a uno de los nuevos herreros y lo examina con firmeza.
—¿Tú qué opinas? —Baltazar pregunta como si estuviera a punto de tomar una decisión de vida o muerte.
Después de unos segundos de nerviosismo, el pobre herrero es "rescatado" por un compañero. Baltazar por su parte me lleva hacia su oficina.
Aunque es el líder y tiene ciertas responsabilidades, parece que las cumple a su manera, sin descuidar su pasión, algo que en lo personal no me molesta en absoluto.
Al contrario.
—Llevaré esto a casa y lo haré. Mientras estoy aquí, solo quiero estar rodeado de metal —afirma, entregándome dos lingotes.
El proceso de forjar el hierro resultó ser más fluido de lo esperado, lo que nos permitió establecer tres fábricas: dos de hierro forjado y una de acero.
Después de hablar con Frey, él acordó dejar de vender hierro y nos proporciona los minerales, permitiéndonos producir el hierro forjado que luego le vendemos.
Parece que la magia juega un papel importante en este proceso, ya que aparentemente tienen una manera de infundir los metales para hacer armamentos magicos.
Aunque no logré descubrir el método, no me inquieta en absoluto.
—Se nota una diferencia notable —comento al observar el acero sin muchas imperfecciones. Su apariencia y brillo también son superiores; es evidente la distinción entre lo que hemos producido y lo de Lugunica.
—Sí, definitivamente causará asombro si esto se vuelve público.
Sus palabras llegan acompañadas de una advertencia.
Aún no es el momento de revelar este avance, las circunstancias son tensas y hacerlo antes de tiempo podría llevarnos a pérdidas.
Planeamos anunciarlo cuando estemos listos para enfrentarnos a cualquier desafío, cuando tengamos las nuevas armas y balas en nuestras manos.
Con el acero manufacturado, el tiempo empezó a fluir con mayor rapidez. Gracias a la máquina de escribir, el tiempo que invertía en la redacción de informes se redujo considerablemente.
Decidimos presentar la máquina de escribir como una novedad estratégica.
Gente de diversas regiones comenzó a acudir a Irlam con el propósito de adquirirla.
Optamos por no realizar envíos, ya que nuestro objetivo es dar a conocer Irlam y consolidar su reconocimiento, dificultando así cualquier intento de ataque.
Las semanas transcurrieron, marcadas por la repetición de la rutina de trabajo y entrenamiento. Mi relación con la gente aquí ha crecido significativamente, especialmente con Ram, Crusch y Emilia, con quienes tengo una conexión especial.
Por supuesto, Beatrice sigue siendo única en su trato y mi más grande apoyo.
Luan parece estar en una etapa de transición, pero ya se ha ido adaptando a la vida aquí, haciéndose cercana a Crusch sobre todo.
En este momento me encuentro sentado en una de las mesas, contemplando la belleza de la arquitectura parisina que me rodea. A mi lado hay un plato que presenta una creación culinaria que evoca la esencia de la cocina francesa: un homelet con queso.
—Esto es un homelet, pero su preparación es diferente —explico mientras Ram observa el plato.
Ella contempla un delicioso homelet francés con queso y tostadas de pan.
Crusch también está presente y parece apreciar la comida. El homelet está doblado con cuidado, revelando un interior suave y jugoso. La capa dorada y ligeramente crujiente del exterior contrasta con la textura aterciopelada del relleno.
El queso, con un aroma suave pero penetrante, se derrite lentamente en el centro, formando hilos que se estiran cuando parto un trozo con el tenedor.
—Luce absolutamente delicioso —comenta Crusch, y sonrío, complacido por la apreciación que muestra hacia la gastronomía.
Crusch nunca mostró mucho interés en preguntarme acerca de mi mundo. Supongo que no quiere incomodarme o espera que sea yo quien le cuente lo que desee compartir.
He proporcionado información puntual, evitando ponerla en duda.
Mi teléfono se descargó por completo hace unos dos meses, por lo cual no tengo forma de acceder a la información. Lo que tengo ahora es con lo que jugaré por un tiempo, la electricidad es mi objetivo principal desde entonces.
Por otro lado, Ram me ha convertido en el chef de la noche cada vez que pierdo ante ella.
Esta rutina nocturna se ha vuelto una costumbre, y en ocasiones se nos unen quienes no están ocupados. Dado que no tengo problemas con esto, me encargo de cocinar para más personas.
En verdad, encuentro esto relajante.
—Ves, Ram, ella sí sabe apreciar la comida, a diferencia de la señorita "patatas al vapor" —comento mientras pruebo el homelet.
El huevo, cocinado a la perfección, se deshace en mi boca, liberando su sabor cremoso y delicado. El queso, con su perfil salado y lácteo, se fusiona en armonía con el huevo.
Cada cucharada es una sinfonía de sensaciones: la suavidad del huevo y el queso, la textura crujiente del exterior que añade contraste, y el regusto sutilmente salado que despierta el paladar.
Debo admitir que soy un cocinero excepcional.
—Sí, está delicioso —afirmo con los ojos entrecerrados, apreciando el momento.
—Eso es lo único en lo que eres bueno —responde Ram, mientras devora el homelet.
La vida fluye y el tiempo no se detiene. Las interacciones van y vienen, pero la paz y la tranquilidad son parte de esta dinámica.
El proyecto continuó avanzando, y pude centrarme en algo que siempre quise hacer en mi mundo, una experiencia que siempre deseé experimentar. Con la ayuda de Beatrice y Rem, tomamos el trabajo.
Al principio, al explicárselo, no captaron mucha atención, pero a medida que trabajamos juntos, les fui mostrando cómo funcionaba todo, realizando pequeñas pruebas que demostraban su viabilidad.
Esto subió los ánimos y el trabajo va viento en popa.
Todos vamos moviéndonos, avanzando, escribiendo un lienzo nuevo que se teje en la felicidad y la vida de todos.
Quizas las cosas no saldrán como quiero, pero aquí estaré, dispuesto a enfrentarme a todos los que se me atraviesen.
Lo haré posible, yo lo haré.
Capítulo 13
La Emoción en la Incertidumbre.
La noche envuelve el patio mientras estoy parado junto a Ram, su mirada fija en mí. El viento suave trae consigo una brisa cálida. Estos seis meses han sido transformadores, llevándome por un camino diferente en mi vida, impulsándome a avanzar.
—Estos seis meses realmente te han cambiado —dice Ram con un deje de disgusto—. Ahora te ves apenas un poco más fuerte.
Estiro mis músculos, inclinándome y enderezándome mientras me preparo para lo que viene.
Alineo mis brazos y estiro mi cuello.
—Bueno, aunque no te haya vencido en estos seis meses, estoy seguro de que puedo darte problemas —le respondo con una sonrisa decidida, acumulando maná en mi ser.
En el fondo del patio, Crusch, Beatrice, Luan, Rem y Otto nos observan.
El entrenamiento de hoy es crucial; según mi suposición, no habrá más eventos importantes durante un año, lo que significa que tengo otro medio año para prepararme.
O tal vez, quién sabe, algo negativo esté en el horizonte.
—¡Tú puedes hacerlo! —exclama Emilia, ofreciéndome su apoyo.
—¡Aplica lo que te enseñé! —anima Crusch, con entusiasmo en su tono.
Con el tiempo, todos nos hemos vuelto cercanos, incluso Luan, quien al principio parecía distante. Poco a poco, ella también se dejó envolver por la intensidad de las emociones de Emilia. Emilia ha sido la fuerza que nos ha unido a todos, por lo que le debo mi gratitud.
—¿Qué tipo de comida prepararás para mí hoy? —pregunta Ram mientras saca su vara mágica.
—¡Hoy comeré patatas al vapor! —respondo con una sonrisa, jugando con ella—. ¡Fu Murak!
Me lanzo hacia Ram a toda velocidad, deslizándome por el césped mientras ella arroja una serie de cuchillas de viento.
Ram tiene la habilidad de hacer que sus ataques de viento causen más daño físico que cortante, así que no debería resultar en heridas graves.
Con destreza, comienzo a esquivar sus ataques moviendo mis pies con agilidad. Mi estilo de movimiento ha sido perfeccionado gracias a las enseñanzas de Crusch y las técnicas de Ram.
He logrado desarrollar mi propio enfoque combinando lo aprendido de ambas.
—¡Mo Vita! —invoco un Vita Móvil, una zona de aumento de gravedad justo frente a mí— ¡Goa!
Lanzo varias bolas de fuego que son succionadas por el campo gravitacional en el suelo. El humo intenta elevarse, pero el campo de gravedad lo mantiene contenido.
—¡Esa estrategia no funcionó la última vez! —Ram se lanza hacia mí, moviéndose con rapidez para posicionarse frente a mí y lanzarme un puñetazo al rostro.
Rápidamente desvío su puño con mi mano y trato de patearla en el estómago, pero ella esquiva el golpe y contraataca con una ráfaga de viento. Utilizo mi control sobre la gravedad para evitar ser lanzado por la ráfaga y me mantengo en el lugar.
—¡Shamack! —exclamo, creando una nube negra.
La nube envuelve la zona, absorbiendo la luz y los sonidos a su alrededor. Aunque la oscuridad es profunda, esta técnica no afecta a quien la invoca, permitiéndome ver en medio de la neblina azabache.
El calor liberado por el gas a presión colma el aire, haciendo que sea difícil hasta respirar.
Mi visión está un poco limitada debido a la oscuridad generada por la técnica, pero puedo seguir las siluetas en movimiento, incluida la de Ram. Ella intenta golpearme, pero logro clavar mi puño en su estómago.
Con una ráfaga de viento, ella despeja la nube de oscuridad y se separa de mí.
—¡Basura! —Ram cae al suelo cuando la tacleo, quedando encima de mí.
Intento mantenerla bajo control, pero ella me lanza un golpe al rostro. Luego, con un movimiento rápido, crea un remolino de viento que me envía volando.
Utilizando murak, me mantengo en el aire, lanzándole bolas de fuego mientras controlo mi posición.
—¡Vas a cocinar! ¡Floja! —continúo disparando bolas de fuego mientras ella arroja hojas de viento hacia mí.
Después de varios minutos intensos, la pelea se estanca y ambos nos encontramos en el suelo, mirándonos fijamente.
—Vamos a los puños si tienes tanto miedo —Ram me mira con molestia— has estado volando por todo el rato, gallina.
—Perdóneme usted por usar mis habilidades —trueno mis dedos, devolviéndole la mirada con arrogancia— entonces quedaremos a puños, el primero en tocar el suelo.
Dirijo mi mirada hacia nuestro público, que parece estar preocupado por la intensidad de nuestra pelea. Hoy he dado lo mejor de mí, una extraña sensación me recorre, como si quisiera liberar todas mis emociones.
Quizás es solo ansiedad.
—¿Qué vas a cocinar hoy? —pregunta Ram, preparándose para continuar.
—¡Patatas al vapor! —anuncio mientras corro hacia ella, lanzándome.
Intento golpearla con un gancho derecho dirigido a su mandíbula, pero ella logra bloquearlo con su brazo y trata de agarrarme. Con un movimiento brusco, retiro mi brazo con fuerza, tomando a Ram por sorpresa.
—El pequeño debilucho ahora tiene un poco de músculo —me mira con desprecio— tanto para que puedas retirar el brazo.
—Solo soy un humano, maldito demonio —respondo con determinación, realizando un giro y lanzando una patada hacia su cabeza.
Ram logra bloquear el golpe con sus manos, pero en ese mismo instante cambio mi posición.
Lanzo otra patada, esta vez recta hacia su estómago. Ella se coloca en posición defensiva y recibe el impacto, siendo empujada hacia atrás por la fuerza del golpe.
Jadeo exhausto, mientras que Ram parece estar menos fatigada, su jadeo parece más relacionado con la falta de maná que con el esfuerzo físico.
—¿La dama necesita que le recarguen el maná? —le digo a Ram, tocándome la frente— Tal vez podría ayudarte.
Antes de que pueda reaccionar, Ram ya está frente a mí y me golpea en el estómago con fuerza. Un ardor se propaga desde el centro de mi cuerpo mientras ella intenta arrojarme al suelo.
Aprovecho su movimiento y, en secreto, reduzco la gravedad a mi alrededor, lo que la sorprende y me permite derribarla junto a mí.
Ambos quedamos en el suelo, mirando el cielo estrellado y jadeando agotados.
—Tramposo —dice Ram, intentando agarrarme del cabello.
—Efectivamente, eso soy —río mientras intento incorporarme.
Es un empate, aunque logrado mediante trampa. Finalmente, he conseguido igualar a Ram en un enfrentamiento.
La lucha cuerpo a cuerpo con ella es una tarea difícil, y todavía siento que tengo mucho por mejorar en ese aspecto.
Por supuesto, entrenar constantemente con las personas más fuertes de Lugunica, excluyendo a Otto, quien ahora se une a mis rutinas de ejercicio matutinas, ha sido un factor determinante.
Emilia se acerca para curarnos, y más espíritus se reúnen a su alrededor.
—¿Has establecido contratos con más espíritus? —pregunto, y ella asiente.
—Sí, aunque no estoy segura de cómo reaccionarán cuando llegue Puck. Solo espero que no se asusten —Emilia sonríe mientras nos cura a ambos.
Sin la magia curativa de Emilia, estas intensas prácticas no serían posibles. A medida que le explico cómo funcionan las cosas, se da cuenta de que la magia puede tener una variedad ilimitada de usos, limitados solo por la imaginación del usuario.
—Jeje, me encantará ver su reacción cuando se entere
—Tonto Marco —Emilia hace un puchero mientras pellizca mi mejilla.
La oscuridad se cierne sobre nosotros como en todas las noches.
Decidí que, dado que fui el tramposo, sería yo quien preparara la comida, lo que nos permitió compartir una cena conjunta esta vez.
El último día del mes se avecina; el proyecto está completo y un día de gran importancia amanece mañana. Irlam, por su parte, se enfrentará a cambios de otra índole, cambios que posiblemente destaquen incluso más allá de los límites de Lugunica.
En la calidez del laboratorio, me encuentro con Beatrice.
Ella se arregla el cabello mientras reposo en la cama. Su belleza nunca deja de ser un dulce regalo para mis ojos, sin importar cuántas veces la contemple. Mi corazón halla serenidad en su presencia.
—¿Has considerado llevar el cabello corto? —pregunto, a lo que Beatrice responde con una sonrisa.
—Las princesas, supongo, deben llevar el cabello largo de hecho —responde ella, dando los últimos toques a su peinado.
Ella se acerca a la cama y se recuesta a mi lado, reposando sobre mi pecho mientras me abraza.
—Noto que ahora estás más musculoso, antes eras más... suave, de hecho —Beatrice me observa con una expresión mullida.
—Lo intenté, lo juro —me disculpo, acariciando su cabeza.
Inevitablemente, mis músculos han experimentado un crecimiento, tornándose más firmes. Mis fibras se han fortalecido sin exagerar, logrando que mi cuerpo sea compacto pero, al mismo tiempo, posea una gran potencia muscular.
El manejo del maná también ha cobrado relevancia, ya que poco a poco he logrado dominar la concentración conjunta con su uso.
—Marco —Beatrice me mira, una pizca de tristeza en su mirada—, ¿no te molestó que Betty no acudiera por ti en aquella ocasión?
Los recuerdos de lo acontecido seis meses atrás se agolpan en mi mente; Beatrice se mostraba extraña en aquel entonces. En ese momento me preguntaba por qué, pero esa inquietud se desvaneció con el tiempo.
—Para ser sincero, no me molestó en absoluto —la atraigo hacia mí, colocándola a mi lado para sentir su aliento y percibir las vibraciones de su voz—. ¿Hay algún motivo en particular?
Ella cierra los ojos y posa su brazo alrededor de mi cuello, abrazándome.
—Betty pensó que, en ese instante, solo alguien en quien no confiabas completamente podría rescatarte de allí —susurra, su confesión me sorprende, incitándome a reflexionar sobre la veracidad de sus palabras—. Por eso, Betty no fue en tu búsqueda, y me alegro sinceramente de haber tomado esa decisión.
Ella deposita un beso en mi mejilla y reduce la intensidad de la luz, sumiéndonos en la oscuridad absoluta.
—Aunque, de haber sabido que te volverías cariñoso con Crusch, lo hubiera pensado dos veces supongo —su abrazo se afianza en mí, lleno de intensidad—. Ama a quien quieras, pero siempre ama más a Betty de hecho.
—Mi amor por ti es distinto al amor romántico, te amo, te amo con locura —muevo mi cabeza y rozo su frente con un beso—. Llenas mi vida de felicidad, de calidez y ternura. No importa lo que suceda, siempre serás la fuente de mi amor más profundo. Cada mañana, mi corazón clama por ti, anhela tus besos y caricias, tus palabras cargadas de dulzura y tu sonrisa radiante.
Es un amor diferente, pero puro, cargado de esperanza y alegría.
El deseo de ver a tu hija crecer, de verla feliz, de sentir sus abrazos y besos, de sentir el amor que ella siente por ti, de dar le amor.
—Jejeje, Betty también te ama, eres el caballero de Betty, de hecho.
Suspiro, cerrando los ojos.
—Por la eternidad...
La oscuridad nos rodea y duermo en paz, aunque las pesadillas retornan, Beatrice usa su magia en mí para atenuar sus efectos. Son los fragmentos generados por el miasma, que poco a poco empieza a recobrar fuerza.
Su influencia es extraña, pero necesaria.
Abro los ojos y lo primero que noto es un mechón de cabello en mi rostro. Con un ligero movimiento, aparto el cabello, dejando a Beatrice en la cama. Siempre duerme un poco más, agotada por haber empleado magia en mí.
Le dejo un beso en la frente y me retiro sigilosamente a mi habitación para no hacer ruido.
Me observo en el espejo, reflexionando sobre todo el camino que he recorrido. Mi rostro se ha afinado y mis rasgos han mejorado. El influjo del maná también se ha extendido a la mejora de mi físico.
Pensar que tendría músculos tan definidos...
Me miro al espejo, notando mi cabello desordenado y largo.
Quizás debería pedirle a Rem que me haga un corte de cabello.
Salgo de mi habitación con ropa fresca y sigo mi rutina diaria. Los preparativos avanzan sin cesar y, cuando me doy cuenta, ya es hora de dirigirme a Irlam. Todos están listos para el evento de hoy; ahora es el momento de dar el siguiente paso.
Un nuevo capítulo se abre, y con Irlam en pleno auge, es el instante ideal para lanzarnos hacia un crecimiento explosivo.
El flujo de gente ha aumentado considerablemente después de las remodelaciones. Las operaciones de expansión son casi diarias ahora, ejerciendo una mayor demanda en nuestro ejército.
—¡General Marco! —Alsten y Lucas dan un saludo militar, mientras una hilera de soldados se despliega por el camino que conduce al pueblo.
Nuestras fuerzas ahora suman más de quinientos soldados, ya que muchos de los recién llegados a Irlam han decidido unirse a nosotros.
Nuestro ascenso vertiginoso ha sido impulsado por las campañas de publicidad del Ministerio de Prensa, que nos ha brindado exposición pública. Además, la recompensa que obtuvimos por derrotar a la ballena tuvo un impacto significativo.
Mi rango ha ascendido de barón a vizconde, y Emilia recibió una medalla conmemorativa por su participación en la derrota del culto y la ballena.
Esto potenció nuestra campaña publicitaria, y gracias a la labor de organización de Gildark y la Hermandad, hemos logrado atraer a más de trescientas personas de los barrios bajos, brindándoles una oportunidad de empezar de nuevo en una vida mejor.
La gente comenzó a llegar en masa, lo que nos llevó a reestructurar todo para mantener el orden público.
Las cosas están cambiando; Irlam se ha transformado en un floreciente pueblo que, pronto, alcanzará el tamaño de una pequeña ciudad. La población actual supera el millar de habitantes, y hoy estamos celebrando el mayor aumento de población hasta la fecha.
Los movimientos de los sabios se han detenido y una preocupación creciente se cierne sobre mí, pero no hay nada que pueda hacer al respecto.
—¡Avancemos! —nos dirigimos hacia la plaza, dirigiéndonos a la tarima donde habitualmente llevamos a cabo nuestros eventos culturales.
Finalmente, hoy se ha completado la estatua hecha a partir del cuerno de la ballena. Contratamos a un artista al que proporcionamos herramientas de acero imbuidas con maná por parte de Frey para que realice la labor.
La multitud comienza a congregarse; la afluencia es tan intensa que las calles deben ser cerradas para permitir el acceso al lugar. Se hace evidente la necesidad de expandir esta área.
Aunque no todos puedan participar dada la cantidad de gente, al menos estamos aquí.
Detrás de la tarima nos reunimos, estamos todos, el grupo de siempre.
—¡Preparad el tanque de propano! —exclamo, a lo que Rem y Beatrice se ponen manos a la obra mientras Crusch, Otto y Luan ayudan junto a otros sirvientes.
Sí, es el resultado de nuestro esfuerzo.
—¿Estás lista? —le pregunto a Emilia, que está a mi lado— Pareces preparada, estás a punto de conquistar corazones con tu belleza.
Mi intento de broma para animarla provoca que haga un puchero; me lanza una mirada buscando ayuda mientras avanza hacia la tarima.
—Tonto —responde, al final subiendo finalmente a la tarima.
Frente a ella se congregan fácilmente más de cuatrocientas personas, el número aproximado que cabe en la plaza. Todas esas miradas, sean ciudadanos reconocidos o no, están llenas de expectación.
Todos aguardan por las palabras de la candidata.
Ella se yergue con confianza, dirigiendo su mirada hacia todos, con una expectativa palpable en el aire.
—¡Habitantes de Irlam! ¡Buenas tardes! —exclama Emilia, haciendo uso del micrófono que nos proporcionó Anastasia—. ¡Hoy celebramos con orgullo que oficialmente hemos alcanzado una población de dos mil habitantes!
Los gritos y vítores resuenan, esta vez, sus aclamaciones traspasan las palabras, reverberando en nuestros cuerpos mientras la gente contempla a Emilia con orgullo y alegría. Aunque enfrentamos numerosos desafíos, todo lo que hemos hecho ha conducido a este momento.
La aceptación de Emilia ha crecido exponencialmente, y con la prohibición del racismo, tanto los semihumanos como los humanos no adheridos a esa ideología se han unido a nosotros, deseando convivir y compartir buenos momentos. Claro está que ha habido confrontaciones, pero ninguna que no pudiera ser resuelta.
—¡Viva la candidata Emilia! ¡Viva Irlam! —exclaman todos emocionados.
Las vidas de todos han dado un vuelco; lo que una vez fue un pequeño pueblo del que algunos deseaban escapar para rehacer sus vidas, ahora se ha convertido en el epicentro de su mayor riqueza.
Aquellos mismos trabajadores que antes se esforzaban bajo las órdenes de otros, ahora administran sus propios negocios, e incluso algunos dirigen las mismas fábricas.
Todos avanzan, y ahí reside la belleza de la vida.
—Sé que cada uno de ustedes ha trabajado duro. Siento su emoción y alegría, y ver que estamos edificando nuestro sueño me llena de mucha, mu~~cha felicidad —Emilia extiende sus brazos, dirigiendo su mirada a todos—. Hoy queremos hacer un anuncio, porque seremos los pioneros en esto.
La emoción se intensifica con la intriga, y un silencio expectante inunda el ambiente. Con todo en su lugar, subo a la barquilla y fijo mi mirada en Emilia, encendiendo rápidamente el gas con mi magia de fuego.
—Sin necesidad de un ser vivo, sin necesidad de emplear elementos que no sean propios del ingenio humano —Emilia eleva su voz—. ¡Hoy! ¡Irlam alcanzará los cielos!
Un globo de más de veinte metros se eleva con rapidez, el velo que lo ocultaba es retirado y la vista se revela ante todos. Yo asciendo rápidamente, contemplando la misma panorámica que suelo ver cada mañana cuando utilizo mi magia de vuelo.
El globo se eleva con fuerza, un globo aerostático que marca el inicio del campo aéreo.
Las miradas de todos se dirigen a mí, asombrados por lo que ven mientras me elevo. Con mi magia de fuego controlo la presión interna del globo, y con la magia del viento ajusto su dirección según lo requiera.
Alcanzo la altura de la tarima, observando a todos desde veinticuatro metros de elevación. Aunque esta no es la máxima altura que el globo puede alcanzar, me permite tener una vista panorámica de todos los habitantes.
—¡Miren! —exclaman todos, sus voces llenas de asombro.
Yo los observo a todos, elevado en el aire por primera vez sin hacer uso de la magia gravitacional. Un nuevo comienzo, un avance que cambiará el mundo. Con la magia, una forma de transporte completamente nueva acaba de nacer.
—¡Habitantes de Irlam! —grito, infundiendo mi voz con maná.
—¡Es el alcalde! ¡Alcalde Marco! —Los gritos de anticipación resuenan, todos parecen emocionados ante la situación.
Contemplo Irlam desde esta altura, su extensión, los caminos que se entrecruzan, las casas y tiendas que pueblan el paisaje, las fábricas que expulsan sus sutiles humos, las carrozas que desde la entrada siguen la vista hasta el globo.
Concentro más maná en mi voz, asegurándome de que todos en la ciudad puedan oírme.
—¡Hoy Irlam ha alcanzado los cielos! —dirijo mi mirada a todos, admirando la belleza del mundo—. ¡Hoy Irlam ha ascendido a la grandeza! ¡Continuamos nuestro camino y hemos crecido hasta alcanzar este punto!
Los gritos y vítores resuenan con fuerza incluso hasta aquí, un clamor en favor de Irlam, de Emilia y de mí.
—¡Somos grandes! ¡Seguiremos avanzando! —grito con una intensidad que me llena de determinación.
Mi dispositivo de comunicación empieza a vibrar, pero en este momento opto por ignorarlo.
—¡Creceremos hasta convertirnos en una ciudad reconocida! ¡Superaremos a todas las demás en Lugunica!
La multitud está visiblemente emocionada, y mientras sigo controlando el globo desde el aire, me siento lleno de energía.
—¡Yo soy Marco Luz! ¡El alcalde de Irlam! —cierro los ojos, apretando los puños.
Tras unos instantes, me sumerjo en la orgullosa luz del sol, extiendo los brazos y concluyo mi discurso con todas mis fuerzas, asegurándome de grabarlo en lo más profundo de mi ser.
—¡La candidata Emilia está con nosotros! ¡Gracias a ella! —abro los ojos, mirando hacia el cielo—. ¡Gracias a todos ustedes!
Inhalo una bocanada de aire con firmeza.
—¡Irlam crecerá sin límites!
Avanzaré, creceré.
Si este mundo intenta absorberme, tendrá que enfrentar las consecuencias.
Se han metido con la persona equivocada.
Soy Marco Luz, que eso no se te olvide.
SS-Crusch
¿Dónde Estabas?
Me encuentro sentada en un campo de flores de diversos colores, las mismas flores que resistieron la amarga lucha que enfrentamos. Su belleza contrasta con la sombra de las vidas perdidas, esas que la gente parece olvidar, esas que yo misma he olvidado.
Todo se ciñe sobre mí como un dolor inmenso que penetra mi alma.
Mis manos están apretadas con tal fuerza que estas empiezan a sangrar, una manifestación física de la tensión que llevo dentro.
He perdido, he perdido todo.
Cada logro que construí con esfuerzo, cada paso que demandó sacrificio, todo ha desaparecido. Cada relación que tejí, como hilos frágiles en el telar de mi vida, se ha roto.
Mis padres, Félix, Wilhelm...
Sus nombres retumban en mi mente, cada uno representando un lazo que ahora está roto, una conexión que ha sido arrancada.
Mi labio tiembla involuntariamente mientras busco alguna pista, alguna señal que me guíe en esta oscuridad incierta.
Pero no es solo la pérdida lo que me consume.
De alguna manera, él está aquí. Mi mente da vueltas en una danza caótica mientras mi corazón se divide entre la alegría y la desesperación más profunda.
Reconocería su presencia en cualquier lugar, en cualquier momento. Su aura es única, inconfundible. Sus palabras, sus gestos, todo en él me lo dice sin lugar a duda.
Aunque quizás necesite una prueba más sólida, una certeza que solo puede obtenerse de una forma.
Intento envolverme en mis pensamientos, intento buscar claridad, pero mi mente es un torbellino de emociones sin sentido.
Las lágrimas amenazan con caer, pero las contengo. No es el momento de quebrarme, no ahora. En este instante, debo continuar avanzando, a pesar del abismo en mi corazón.
Mi vida perdió su propósito, su razón de avanzar. Bajo la mirada hacia el suelo, consciente de que el único propósito que mantenía se ha vuelto inalcanzable.
—Todo porque soy débil —susurro, dejando escapar un fragmento de mi dolor, permitiéndome esa pequeña liberación.
Pero, como siempre, la vida no suele ser clemente con aquellos que lo han perdido todo.
—Sin duda, la debilidad puede ser un factor determinante —una voz que conozco bien resuena a mis espaldas.
Al girar mi cabeza, vuelvo a encontrarme con su mirada. Ahora, su cabello es largo y de un tono verde distintivo. Aunque su rostro y su figura permanecen inalterados, la gente a su alrededor parece incapaz de reconocerlo.
Es asombrosamente fácil, incomprensiblemente sencillo.
—Fourier… —susurro su nombre, sintiendo una amalgama extraña de emociones que se despliegan en mi interior.
Cuánto te he echado de menos, me gustaría confesarle.
¿Por qué sucedió esto? Quisiera inquirir, buscar respuestas en su mirada.
—Dime —su voz resuena con una sonrisa juguetona—. Ya sabía que serías la única en reconocerme, aunque en realidad no te conozco.
Se acerca a mí y me levanta, mientras mi mente lucha por comprender la realidad que se despliega ante mis ojos.
—¿Recuerdas, Fourier? —mi voz tiembla al articular las palabras, luchando por encontrar la claridad en medio de la confusión reinante.
Él sonríe, deleitándose con mi desconcierto.
—No sé quién eres, pero al parecer eres alguien de gran importancia. Es una lástima que tenga que utilizar tu identidad —acaricia su propia cabeza con fingido pesar—. Pero no te preocupes, aprovecharé tus conexiones de manera adecuada.
—¡Fourier! —mi voz se eleva con un intento impulsivo, desatando una ráfaga de magia que se convierte en un vendaval.
Sin embargo, en lugar de alcanzar mi objetivo, recibo un fuerte golpe en la mandíbula. Mi visión se nubla momentáneamente y mis ojos arden, pero resisto. Me mantengo en pie, fijando mi mirada en él.
A pesar del viento que agita su forma, logro discernir cada detalle de su presencia.
—Soy un individuo benevolente —se acerca, colocando su mano sobre mi pecho—. Estableceremos un contrato de alma. No causaré daño a tus seres queridos siempre y cuando te comprometas a no revelar mi identidad a nadie más, excepto a Marco, en caso de que ya lo hayas hecho. No puedes mencionar mi identidad a nadie más, salvo a Marco.
Asiento, sintiendo cómo mi cuerpo se desconecta lentamente, como si mi esencia estuviera siendo tejida en este acuerdo indeseado.
—¿Por qué? —mi voz brota en busca de respuestas, mis ojos siguen clavados en los suyos. Anhelo conocer el motivo detrás de sus acciones, necesito comprender qué impulsa su comportamiento.
Una sonrisa juega en sus labios mientras sostiene mi mirada, y en ese momento, el viento parece llevar consigo secretos que se niegan a revelar. Su ojo derecho, iluminando en un carmesí intenso mientras su leve sonrisa revela que todos sus planes se han cumplido.
—Fourier…
Oscuridad…
