Esta historia ya está terminada, así que habrá actualizaciones constantes para poder tener todos los capítulos de este fic por aquí.
Gracias por leer y nos veremos después
Existen hábitos y costumbres que extrañamente una persona adapta cuando inicia o lleva un relación amorosa. Muchos de estos hábitos se obtienen debido a nuestra pareja en cuestión.
Pueden ir desde dejar de fumar, tomar o ser un vago en casa. Hasta incluso disfrutar de un buen libro antes de dormir y ser más amable con quien nos rodea.
En el caso de Aomine Daiki y Sakurai Ryou estos hábitos y costumbres se han acentuado con el paso del tiempo y el crecimiento de ambos en su relación. Ahora, con 22 años Aomine era un reconocido basquetbolista profesional en Tokio dejando atrás su faceta en Teiko y luego Too. Siempre llevando con orgullo estos dos últimos. Contrario a su pareja, Sakurai estudiaba repostería en compañía de Murasakibara Atsushi, viejo amigo del moreno. El pequeño castaño siempre, sin importar nada, asistía a los entrenamientos de su novio pues le alegraba compartir con él la felicidad y satisfacción de seguir practicando el deporte que los dos amaban con gran pasión.
Amaba compartir con Daiki sus victorias así como derrotas, siempre juntos.
Así que para los compañeros de equipo del peli azul ver al adorable y bonito castaño -en ocasiones maquiavélico- metido en el gimnasio sentado en las gradas y viendo a su pareja desde lejos pues entendía que Aomine debía concentrarse no les parecía extraño a ninguno.
Solo que, jamás, nunca, iban a acostumbrarse era ver a su as y al novio de este con ese raro habito entre ambos.
El pitido del silbato final resonó por todo el gimnasio dado por terminado el partido práctico de esa mañana. El equipo del peli azul resulto vencedor por apenas diez puntos, el equipo en general era uno de alto rendimiento que buscaba solo lo mejor en el país. Aomine fue el único de la GoM que quiso ser reclutados por ellos, el resto decidió que por el momento el baloncesto pasaría a ser segundo plano luego de su carrera. Afortunadamente Kagami si había decidido seguir con el baloncesto, pero en Los Ángeles. Aomine estaba seguro que en algún momento de la vida lo volvería a ver.
Rápidamente Ryou bajo de las gradas y corrió a abrazar y felicitar a su novio quien luego de limpiar el sudor en su rostro con la toalla que tenía en el cuello extendió los brazos para recibir al pequeño castaño quien lo abrazo con fuerza tal coala y beso sus labios con cariño y amor.
Aomine dio un par de vueltas con su novio besándole y acariciando sus cabellos azules tal par de adolescentes enamorados. Para todos los presentes era normal ver ese tipo de escenas casi todos los días.
Sentían envidia, si, para que negarlo. Envidia de Aomine por sacarse la lotería con tan lindo y hermoso castaño que actualmente era el dueño de su corazón.
-¡Eso fue genial, Daiki-san!- exclamo el castaño abrazando a Aomine una vez sus labios fueron liberados. El moreno le tomo de la cintura y lo cargo con mayor fuerza pegando su cuerpo al contrario. El peli azul estaba súper motivado gracias a Ryou.
-Eres tan lindo, Ryou- acoto el moreno llevando sus grades manos hasta la retaguardia de Ryou quien se estremeció y avergonzó un poco por como Aomine le manoseaba -creo que merezco un premio por haber ganado el entrenamiento ¿no crees?- agrego mientras amasaba con injuria el firme trasero de Ryou quien gimió sobre su oído al sentir algo más rozando su entrada. Los dedos de Aomine estaban fregándose en su entrada aun sobre la ropa.
-Da-Daiki- gimió el castaño. Estaban frente a los compañeros de Aomine.
-Fui un buen niño, así que voy a cobrarme mi premio esta noche, Ryou- comento el peli azul nalgueando un par de veces al castaño. Sus manos abarcaban perfectamente los glúteos de Ryou los cuales eran suavecitos y firmes.
Definitivamente los viejos hábitos nunca mueren.
