Esta historia ya está terminada, así que habrá actualizaciones constantes para poder tener todos los capítulos de este fic por aquí.
Gracias por leer y nos veremos después.
Este drabble y posteriores que se publicaran con dicho titulo se desprenden de un fic que tengo inconcluso, no es necesario leer dicha historia pues estos se entienden perfectamente sin contexto de dicho fic.
Un pequeño reino escondido entre las montañas de Francia, 1700 D. C.
La fría y desolada lluvia caía sobre su cuerpo entumecido por el frío de la noche. Sus brazos y piernas estaban lastimados por rasguños y golpes que la gente que pasaba le daba sin compasión alguna.
Oculto entre basura, comida podrida y en el peor y oscuro y callejón de aquel horrible reino estaba Aomine Daiki, sus piernas estaban encogidas y buscaba desesperadamente desaparecer del mundo. De aquel cruel mundo que le toco vivir.
Una bestia oscura, sin luz en su cuerpo o aura no podía vivir junto a los seres de luz de aquel reino.
Todo el mundo se lo repetía, era un ser horrible, temible.
No tenía que existir.
Y la gente si no se lo recordada con frías y crueles palabras, se encargaban de hacerlo con golpes y heridas en su frágil cuerpo.
Nadie quería un monstruo en su vida.
-Oh, que hermoso eres- Aomine alzo el rostro y a pesar de tener sus mejillas llenas de lágrimas mostraba su ceño fruncido.
Ya no quería más dolor y rechazo.
-¡Aléjate de mí!- grito el chico con lágrimas en sus mejillas -todos huyen de mí, todo el mundo me odia ¡solo lárgate y deja al monstruo en paz!- grito lleno de rencor y miedo a ser tratado de la misma manera por aquel hombre que había dicho tan amables... y sinceras palabras a su persona.
-¿Monstruo? Yo no veo a ningún monstruo- Aomine chasqueo la lengua dispuesto a ahuyentar al hombre que le estaba hablando y trataba sin temor alguno. Fue entonces que noto algo significativo en ese hombre.
-Tu... acaso tu...-
Una suave risita salió de los labios de aquel atractivo castaño, sus ojos estaban cubiertos por un par de vendas blancas las cuales caían como si de listones se trataran atrás de su espalda.
-Soy ciego- respondió el mayor acercándose un poco más hasta donde estaba el adolescente quien cerró los ojos y apretó los dientes esperando un nuevo golpe o rasguño de parte de aquel adulto. Más nunca llego -tus orejas son suaves, puntiagudas y pequeñas. Me gustan- afirmo mientras acariciaba los cabellos ajenos haciendo que Aomine ronroneara de gusto.
-¿Quién eres?- preguntó el adolescente con interés y un suave sonrojo en sus mejillas.
-Me llamo Sakurai Ryou, tienes un adorable sonrojo en tus mejillas- Daiki se avergonzó. El castaño se estaba tomando demasiadas libertades con él.
-¿De dónde vienes Ryou? Nunca te he visto por aquí- pregunto Aomine mientras era arrastrado por el castaño por las calles de reino siendo víctimas de murmullos y susurros de la población.
-Soy un viajero, Daiki-san- se alegraba haber roto distanciamiento con el adolescente -soy de aquí y soy de allá. Nunca estoy donde se supone que debo estar- explico mientras se adentraba a un maltratado edificio con ventanas rotas y el piso podrido. Pero para Daiki todo aquel lugar le era tan acogedor y cálido que se preguntaba cómo alguien que vestía ropas finas y era ciego como Sakurai Ryou era capaz de vivir en un lugar como ese -pero... Normalmente soy de aquí arriba- señalando el techo -o donde se suponía debía estar el techo- y el oscuro y hermoso firmamento que era el cielo.
Aomine nunca se había puesto a pensar en lo bello que era ver el cielo en aquel pueblo.
-¿Para qué me trajiste aquí?-
El adulto volvió a reír con ganas -haces muchas preguntas, Daiki-san. Eso me agrada de los humanos y de las otras criaturas- el moreno no comprendió eso -he pasado la mayor parte de mi vida en soledad desde que quede ciego. De vez en cuando una criatura como yo necesita la compañía de alguien más. Te he observado y veo que eres alguien igual a mí, creí que no te importaría acompañarme en mis viajes- explicó mientras se sentaba en el gastado sofá de aquel edificio.
Daiki le vio desconfiado y de arriba abajo. Buscaba que le estuviera mintiendo pero eso no paso.
-¿Entonces sería algo así como tu compañero sexual?- el trago de vino que Sakurai tenía en los labios fue escupido al escuchar eso.
-N-no- tosió el castaño -por supuesto que no. Serias más un... ayudante. Un asistente, un compañero de trabajo. Hay cosas que un ciego como yo no puede hacer pero que alguien como tu si- explico.
-¿A qué te dedicas, Ryou?- pregunto con interés Daiki sentándose frente al castaño mientras su cola se mecía incesantemente y movía sus orejas curioso.
El castaño tardo un momento en responder, cosa que esperaba el moreno no fuera por su culpa -soy un entrenador de dragones, Daiki-san. Un guardián de ellos- Aomine no le creyó.
-¿Y si no te creo?-
-No es necesario que lo hagas- se alzó de hombros el castaño. Se levantó de su sitio y camino hacia las escaleras de la segunda planta, podía notar que ya era tarde y era hora de dormir -si aceptas mi oferta y quieres trabajar conmigo, te espero allá arriba. No tengo mucho con que pagarte pero a cambio puedo darte conocimientos, alimentos y abrigo no te faltara. Tú decides Daiki-san- luego de eso subió por las escaleras dejando a Aomine solo.
Las orejas de Aomine bajaron y se ocultaron en su cabello azulino. Estaba pensado seriamente aquella oferta pero...
¿Dragones? ¿Enserio?
Hasta donde sabe esas criaturas se extinguieron el siglo pasado. Es imposible que aun existan.
Pero...
Eso mismo decían de la propia existencia de Aomine y ahí estaba.
Se puso de pie y alzo los hombros.
Ya que, pensó el moreno mientras movía su cola y sus orejas se levantaban decididas.
No tenía nada que perder con el castaño.
