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El aire apenas llegaba a sus pulmones, difícilmente le seguía el ritmo, no entendía la actitud posesiva y dominante de Terry; pero aun así, ahí estaba ella con sus manos alrededor de su cuello acariciando su nuca, tratando de corresponder con la misma intensidad y pasión que su esposo.

-Ah… qué… qué fue eso? – pasó su dedo por sus labios para inmediatamente morder su labio inferior.

-Un beso. – sonrió de lado al ver el acto de su esposa.

-Un beso? – levantó su delgada ceja – ok… la pregunta correcta es: por qué me besaste de esa manera?

-Acaso puedo besar a mi mujer de la manera que tanto deseo? – rodeó su cintura para atraerla hacia él y besarla nuevamente. – no te gustó?

-Claro que puedes besarme como desees – puso sus manos en su pecho y lo alejó un poco – para ser sincera me gusta cuando me besas así pero… este beso lo sentí… no sé cómo decirlo.

-Fue uno que quería darte desde hace tiempo. – inconscientemente desvió la mirada hacia la puerta. – nada que no…

-Estás celoso de Albert? – lo interrumpió asombrada – por eso le dijiste todo aquello. No hablabas de Clint, sino de ti, cierto? – Terry solo la miró serio – me besaste de esa manera, para afirmar lo que sentía por ti?

-No me gusta cómo te mira ni cómo le sonríes. - se dio la vuelta y se alejó de ella.

-Es mi amigo. – lo siguió – Terry… no tienes que tener dudas de lo que siento por ti, creí que en todo este tiempo lo dejé claro y…

-No dudo de tus sentimientos - se giró para verla - ya te dije lo que me molesta, él te mira con cara de estúpido, deja claro que tú le interesas; pero lo que más me enfurece es que tú le sonríes porque sabes que es una buena persona y...

-Terry…

-Me recuerda que fui un estúpido al no valorarte desde el inicio, que él sí vio al instante lo que valías – se acercó a ella y tomó su rostro entre sus manos – no puedo dejar de pensar que, si seguía con aquella actitud de idiota, lastimándote, posiblemente ibas a enamorarte de él e ibas a cambiarme para quedarte a su lado porque él es mejor que...

-Ya basta! – con sus manos, cubrió la boca de su esposo – te amo… y eso es lo único que debe importarte. – no podía decirle sobre los planes de irse a América, al menos no en ese momento. – no quiero que tengas dudas sobre nosotros. Ahora sólo debe importarnos lo que sentimos, dejemos el pasado donde pertenece, en el pasado; vivamos el presente y pensemos en nuestro futuro.

-Aparte de ser tan hermosa y noble - rodeó nuevamente su cintura y posó su frente sobre la de ella – eres muy sabia, tengo que aprender mucho de ti mi amor.

-Pues harás bien, empieza a escucharme e imitarme. – dijo sonriendo. – aprenderás mucho.

-Pequeña arrogante.

Antes de contestar algo, sintió los labios de su esposo sobre los suyos; sin embargo, este beso no era como el anterior, arrebatado y violento; sino uno dulce, uno que espera ser correspondido, uno que transmite todos aquellos sentimientos que no pueden ser descritos con palabras, era uno que a su parecer transmitía anhelo.

-Candy… - dijo sobre los labios de su esposa. – cásate conmigo…

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Albert caminaba por la calle rumbo a su oficina, se reprochaba el haber sido tan imprudente, no supo de dónde sacó el coraje y osadía para contestarle de aquella manera a Terry, insinuar de un modo casi directo la atracción que sentía por su esposa, estando ella presente. Se sentía avergonzado con Candy.

-Si se dio cuenta que en realidad no hablaba de sus mascotas? Dios! Con qué cara la veré ahora. - Estaba en esos pensamientos cuando chocó con alguien. - Lo lamente mucho…!

-No… la culpa fue mía… - cuando la joven levantó la mirada se sorprendió de ver a Albert. – Lord Andley!

-Lady Mackenzie – ayudó a levantarse – disculpe mi torpeza.

-Oh! No se disculpe, yo venía distraída – sonrió al verlo – iba ir a buscarlo.

-A mí?

-Así es, hablé con mi abuela y me contó sobre la situación de los MacDonald.

-Permítame invitarla a comer, ahí puede contarme lo que averiguó.

-De acuerdo. – nerviosa tomó su brazo y se dirigieron a un restaurante cerca de su oficina.

Durante su viaje a Escocia los jóvenes habían estado conversando, Rosemary le contó todo lo que sabía de los que podrían llegar a ser su familia política; Albert estratégicamente le había pedido que averiguara todo lo referente al estado del clan MacDonald, que él podría ayudarla a librarse de aquel matrimonio si encontraban algo importante. Inmediatamente ella aceptó, pues sus planes no eran casarse sin amor y mucho menos con un hombre de pensamiento antiguo, ella conocía muy bien aquel círculo, donde pasaría a ser solamente la engendradora de herederos sin voz ni voto en su propio hogar.

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-Casarnos?

-Aceptas casarte conmigo mi amor?

-Terry… - dejó salir una risita – pero si ya estamos casados cariño. – sin perder la sonrisa, reposó su frente sobre la de su esposo. – estos anillos lo confirman. – acarició el dedo masculino, donde estaba aquel símbolo de su unión.

-Sí; pero esa ceremonia no cuenta; ni siquiera la escuchaste y para ser sincero, yo no le preste mucha atención, sólo deseaba que termine de una vez por todas. – se separó un poco para verla a los ojos – quiero que esta vez nos casemos porque así lo deseamos, porque quieres compartir tu vida conmigo, así como yo deseo estar junto a ti hasta el último de mis alientos. – la vio sonreír – entonces mi amor, te casarías conmigo?

-Sí – su sonrisa fue más amplia mientras una pequeña lágrima recorría su mejilla – si quiero casarme contigo, quiero pasar el resto de mi vida junto a ti; esta vez quiero ser consciente de mis juramentos ante Dios, de amarte y estar a tu lado para siempre.

Terry la besó apasionadamente, estaba feliz, en verdad quería casarse nuevamente con Candy, quería decir sus votos sintiéndolos realmente, no repetirlo de manera automática como lo había hecho aquella vez al verse obligado a hacerlo, sin sentir ninguna de las palabras o frases dichas.

-Entonces vamos a casarnos? – estaban recostado en el sofá que había en la oficina del castaño, ella apoyada en el pecho de su esposo.

-Ya me dio su palabra Marquesa, no puede echarse para atrás.

-No pienso hacerlo – levantó un poco la cabeza para mirarlo – será raro comunicárselo a nuestras familias.

-Eso déjamelo a mí amor, tú solo preocúpate de estar puntual en la iglesia.

-Estás insinuando que llegaría tarde a nuestra boda?

-No lo sé… últimamente tardas mucho en despertar y estar lista cuando salimos. – dijo riendo del puchero infantil de su esposa – tal vez ese día envíe a alguien una o dos horas antes por ti.

-No es necesario, te demostraré que soy muy puntual. Tal vez sea yo quien tenga que esperarte en la iglesia.

-Nada de eso, el más interesado en atarte a mí, soy yo. – mostró aquella sonrisa que lo caracterizaba y nuevamente se unieron en un beso; pero esta vez fue Candy quien lo inició.

Fue imposible para Terry volver a concentrarse en el trabajo, así que aprovechó lo que quedaba de aquella tarde para salir a pasear. Tomados de la mano, algo inusual para aquella época, la pareja caminaba por las calles adoquinadas de aquella ciudad escocesa.

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Casi dos semanas habían pasado desde que se encontró con Candy en la oficina de Terry. Ahora, estaba de camino a la villa de los Granchester para entregarle a la rubia la carta que Elisa le había enviado, sabía que Terry estaría presente en la reunión, pues era sábado, además de haber sido él quien extendiera la invitación de su esposa.

-Lord Andley. – fue recibido por el mayordomo. – Lady Granchester lo espera en el salón.

-Gracias. – siguió al hombre – Candy – la vio sentada en una mesita cerca de la ventana con un servicio de té cerca de ella.

-Albert! – se acercó para saludarlo. – ven, toma asiento.

-Gracias. - la vio feliz y sabía cuál era el motivo, hace una semana su tía Elroy había invitado a Candy a tomar el té. Ese día le había contado sobre la propuesta de matrimonio de su esposo y en un comentario casual la mayor se lo informó a él. – te traje la carta que llegó de América.

-Muchas gracias! – tomó el sobre – tengo que enviarle la invitación – dijo sonriente – quiero que esté presente ese día – emocionada Candy le confirmó la información que le había dado su tía.

-Supongo que tomará el primer barco de regreso a Europa cuando se entere.

-Sí – internamente así lo deseaba, pues sabía lo que su amiga pensaba de su esposo. – tú también estarás invitado, así que no hagas planes para dentro de tres meses.

-Será un gusto estar presente – le gustaba verla feliz, ya no con aquella mirada de desolación y tristeza.

-Ahora cuéntame, cómo te está yendo con Lady Mackenzie? - le guiñó un ojo en complicidad, sin saber que el corazón del rubio latió con rapidez por aquel acto.

El día que Terry y Candy salieron a caminar por la ciudad, vieron a Albert almorzando con Rosemary; luego, Elroy había comentado que su sobrino la visitaba con frecuencia.

-Eres una curiosa. – aún sentía algo por Candy; pero estaba decidido a cambiar ese sentimiento por uno de meramente amistad – voy con calma, quiero conocerla mejor.

-Me agrada la valentía que tiene. – Albert la miró sin comprender – Terry me contó que gracias a ella la señorita Campbell está en buenos términos con su familia.

La semana pasada Terry y Albert se habían reunido para tratar el asunto del clan MacDonald, quienes sólo querían recuperar sus tierras, aquellas que habían perdido años atrás e intentaban hacerlo por la unión matrimonial, afortunadamente no había conspiración contra la corona inglesa.

Con respecto a la hija de los Campbell, la joven al enterarse de quien sería su futuro esposo huyó con el hijo de un mercader, con quien mantenía una relación furtiva, los encontraron en el poblado de Gretna Green, donde habían contraído matrimonio. Rosemary, aprovechando ser amiga de la familia intervino cuando los Campbell intentaban encerrarla en un convento, ella entendía a la joven Campbell.

-Es bueno que hayan comprendido que iban a perder a su única hija por simples convencionalismos.

-Es cierto. – lo miró seria – espero que eso cambie pronto, son pensamientos retrogradas.

-Es posible que en unos cuantos años más, todo sea diferente.

-Terry me dijo lo mismo - sonrió al recordar la conversación con su esposo - que la sociedad está cambiando y que tal vez pronto tomaran en cuenta nuestra opinión.

Albert sonrió ante los ojos de ilusión de Candy, le gustó saber que Terry no era el tipo de hombres que callaban a las mujeres cuando daban su opinión, la rubia mostraba tanta seguridad al dar su punto de vista en algunos temas que ninguna mujer trataba, no hubiera sido justo callarla cuando tenía tanto que decir.

-Qué fue eso? – se sorprendió al escuchar un golpe en la puerta que daba al jardín.

-Es Miena – dijo sonriendo – quieres conocerla?

Se puso de pie para dirigirse hacia la puerta seguida por el rubio. Cuando abrió ésta se encontraron con Miena preparándose para otro golpe.

-Miena basta! – como si fuera un cachorrito, Miena se acercó a su dueña – ya sabes lo que dijo Terry, volverá a castigarte si te portas mal - se refería a cuando la sacó de la casa para que durmiera en su corral.

-Es preciosa – se agachó para acariciar su cabecita; pero solo recibió un golpe en la mano – creo que no confía en mí. – dijo riendo de la actitud del animalito, quien agachaba la cabeza para volver a embestir su mano.

-Es muy desconfiada. – dijo sonriendo – y traviesa, hizo tropezar a varios trabajadores, creo que sólo Terry se salvó de su golpe.

-A ti también!?

-Estábamos jugando y tropecé con ella cuando pasó frente a mí. – acarició a la pequeña – no fue su intención.

-Se ve que te quiere mucho - las observó – y dónde está Clint?

-Está con Terry, se apegó mucho a él. – le sorprendió escuchar eso, pues sabía lo arisco que era Clint.

-No sabía que estabas de visita – el rubio se giró al escuchar la voz de su amigo. – iba a ir a visitarte, pero Terry me dijo que ya debías estar aquí.

-Cuándo llegaste? – saludó a su amigo.

-Esta mañana y no tuve el mejor recibimiento.

-Qué pasó?

-Miena lo hizo caer – dijo Terry saliendo con Clint en el hombro.

-Me tomó desprevenido. – dijo molesto.

-Sí claro, cúlpala por tu torpeza - el castaño parecía de buen humor. - Buenos días Albert. – el rubio le había pedido que se tutearan, Terry había aceptado, pues al tratar un poco más con él, se dio cuenta que era una persona agradable y confiable, además Candy le había pedido que lo conociera, que no debía sentirse inseguro por algo que no pasaría ya que ella lo amaba a él y nadie cambiaría eso.

-Cómo está Terry? – se saludaron con un apretón de manos.

-Ahora qué hizo esta traviesa? - se acercó a su esposa.

-Nada, verdad Miena? – la mencionada se acercó a Terry, no por él, sino por Clint, quien saltó para correr al jardín seguido por Miena.

Los vieron corretear por el jardín, saltaban y se escondían entre los arbustos o flores que estaban cerca.

-Se ven muy felices – murmuró Albert mientras miraba a una pareja en particular.

-Los son. – respondió su amigo – se enamoran realmente - sabía que no se refería a las mascotas, sino a Candy y Terry, quienes estaban hablando con Mark en ese momento; el castaño no soltaba la mano de su esposa y en ocasiones ella apoyaba su cabeza en el brazo de su esposo mientras reía de algo que él le decía.

-Yo… - por primera vez, no supo que decir al ser descubierto por su amigo.

-Yo también caí ante el carisma de Candy - confesó, Albert lo miró sorprendido – por eso partí a Londres aquella vez. - los vieron regresar tomados de la mano – si Terry no se hubiera enamorado de ella, tal vez… - no fue necesario que completara aquella confesión, su amigo entendió claramente lo que hubiera hecho.

-Pediré que sirvan el almuerzo, te quedarás verdad? – se dirigió a Albert.

-Si no soy una molestia, acepto con gusto.

-Claro que no lo eres. – respondió la rubia – verdad que no? – miró a su esposo.

-Claro que no, es bienvenido Albert. – Candy sonrió ampliamente. Ella le había contado a su esposo que el rubio estaba cortejando a Rosemary, así que ya no tenía celos del rubio, bueno, no tanto.

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La estación había cambiado, hacia más frío de lo habitual, claro indicio de que el invierno estaba cada vez más cerca.

-Amor… - escuchó la voz de su esposo – Candy… ya me voy a la oficina cariño, no me esperes para cenar, llegaré un poco más tarde de lo usual.

-Mmm… por qué? – ni siquiera abrió los ojos y eso produjo una sonrisa en el rostro masculino.

-Porque debo adelantar trabajo si queremos ir a Londres este fin de semana.

-Para qué? – se arropó más a sus cobijas.

-Cómo que para qué? – sonrió más al oírla – ayer me rogabas ir cuanto antes para conocer a nuestra sobrina.

-Es cierto! – se sentó de golpe – tengo que preparar nuestro viaje, las maletas… el regalo que compramos… oh Terry ya quiero conocerla! – dijo emocionada.

El día anterior una llamada desde Londres les informó que Annie finalmente había dado a luz. Candy se había emocionado al saber que era una niña, en ese momento había sentido envidia de su hermana, pues ella también quería un hijo de Terry y ella.

-No te exijas mucho, tenemos dos días para preparar todo con calma, ellos saben que llegaremos el sábado en la mañana.

Con un asentimiento la rubia aceptó que Terry tenía razón, debía prepararse con calma para no olvidar todos los regalos que ya le había comprado a su sobrina. Más tarde, Anthony estaba acompañándola en el desayuno, ese día el rubio prefirió quedarse en casa y no acompañar a su hermano a la textilera.

-Debes estar emocionada – Anthony la miró sonriente, esperando una respuesta – es tu primera sobrina.

-Sí, estoy muy feliz. – sonrió; pero esa sonrisa no era tan radiante como pretendía – irás con nosotros a Londres?

-Si no molesto con mi presencia y no soy mal tercio, espero acompañarlos.

-Claro que no molestas, además Archie estará feliz de compartir esta alegría contigo y Terry.

-Sucede algo Candy?

-No, por qué?

-No te veo tan feliz como creí que estarías, acaso no quieres volver a Londres?

-No es eso… yo… - se puso nerviosa – es solo que me preocupa dejar a Clint y a Miena solos.

-No estarán solos, Dorothy y Mark los cuidaran por ti, además sólo será el fin de semana, no más.

-Terry te lo contó? – dijo riendo.

-De su advertencia? – correspondió a su humor – lo escuché planear muchas posibilidades para traerte de vuelta a Escocia si pensabas si quiera quedarte un día más en Londres sin él.

-Oh! – se cubrió la cara dejando salir una carcajada al recordar la amenaza de su esposo.

En un comentario, la rubia había dicho que podría quedarse unos días con su hermana, para ayudarla con la bebé; pero sin si quiera terminar lo que pretendía fuera una broma, Terry la amenazó con amarrarla si fuera necesario; pero que la traería de vuelta con él a Escocia, incluso había dicho que prefería traer a Annie y la bebé con ellos a que ella se quedará en Londres.

Aunque siguieron en ese tema y bromeaban de la actitud posesiva y algo infantil del castaño, Anthony se dio cuenta que a Candy le pasaba algo, ese día la observó más atentamente para descubrir qué opacaba la felicidad de la rubia.

Al inició creyó que tal vez se debía porque habitaban aquella pequeña casa, carente de lujos y servicio; también pensó que tal vez, su padre estaba probando la resistencia de su hermano o quizá lo había castigado por algo, obligándolo a vivir ahí por un tiempo. Pero no era eso, fue muy claro que la pareja estaba ahí por decisión propia, esa pequeña casa era realmente el hogar de la pareja. Por último creyó que tal vez habían discutido por algo y eso opacaba la alegría de su reciente estado de tía, ya hablaría con su hermano para ayudarlo a resolver el problema.

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Gracias por sus comentarios, saber que esperan la publicación de cada capítulo me hace pensar que lo estoy haciendo bien, muchas gracias por alzarme el ánimo.

Estamos cerca, cerquita del final! Uno o dos capítulos más y se termina la historia.

Tengan buena semana, se cuidan mucho.