Capítulo 6

La densa bomba de humo desorientó por completo a Ginny y Pansy. Cuando la humareda comenzó a disiparse, ambas auroras se encontraron en un lugar completamente desconocido. La atmósfera estaba cargada de misterio, ansiedad, y la confusión se reflejaba en sus rostros.

Ginny intentó orientarse, observando las colinas onduladas que se extendían ante ellas. La hierba alta y verde mecida por el viento era lo único que se alzaba en el horizonte. No había señales de Hogwarts, ni de los emisarios, ni de los enmascarados que habían aparecido en medio del Comité. Estaban solas en un lugar que no reconocían.

Pansy, con su habitual autoridad, se volvió hacia Ginny, su rostro reflejaba confusión y un atisbo de rabia.

- ¿Qué demonios acaba de suceder, Ginny? ¿Dónde estamos? -inquirió con voz tensa.

Ginny, aún desconcertada, parpadeó varias veces antes de responder.

- No lo sé, Pansy. Fue... como si nos hubieran transportado a algún lugar. Y esos enmascarados, eran... -se detuvo, tratando de entender la situación.

Pansy, irritada, la interrumpió.

- ¿Sabes algo de esto, Ginny? ¿Estás involucrada en esta locura? -sus ojos afilados miraron a Ginny con sospecha.

Ginny sintió una mezcla de ansiedad y sorpresa ante la acusación de Pansy. Habían entrado al cuerpo de aurores a la vez; realmente se odiaban al comenzar la instrucción, todos conocían el pasado de la familia Weasley, por ello nadie quería intimar con una traidora a la sangre. Pero sus habilidades hablaban por sí solas. Un día, Pansy, quien había tenido problemas con la lengeremancia, optó por pedir su consejo. Desde entonces, las dos chicas se habían acompañado en el camino hasta donde se encontraban hoy en día, persiguiendo el mismo objetivo: obtener la Marca Maldita.

La cuestión de Pansy enrojeció el rostro de Ginny. ¿Cómo podía dudar de ella después de salvarse la vida tantas veces?

- ¡Por supuesto que no! ¡Ni siquiera sabía que esto iba a suceder! -exclamó, con un tono de incredulidad en su voz-. ¿Por qué diablos estaría involucrada en un plan tan absurdo?

Pansy, sin embargo, no estaba dispuesta a creerla tan fácilmente. Su temperamento comenzó a emerger mientras miraba a Ginny con ceño fruncido.

- Tú y los gemelos Weasley tienen una historia. Y esos enmascarados... son de los tuyos, la Resistencia. -soltó Pansy, su varita aún en la mano, lista para la acción.

Ginny, ahora sintiendo el peso de la acusación, buscó en su mente una forma de explicar la situación. Finalmente, su temperamento salió como una explosión.

- ¡ESTÁS LOCA! -Ginny no se intimidó ante Pansy.

Ambas amigas se miraron retadoras. Ginny dio dos pasos al frente, a su vez, Pansy levantó la varita apuntando al pecho de la pelirroja, tocándola.

- Ni un paso, Weasley...

- Adelante. ¿De verdad crees que mis hermanos y yo echaríamos a perder la posibilidad de liberar a nuestros padres por unos inconscientes como Fred y George? ¿Te olvidaste de cómo pedían la muerte en Azkaban?

Pansy dudó, creando un tenso silencio. Su mente viajó al pasado, llevando el carro de alimentos junto a Ginny, pararon en una de tantas celdas. Abrió la ranura de la comida y cometió un error fatal: meter la mano para dejar los alimentos. El brazo de Pansy fue atrapado por una fuerte mano enorme que tiró de ella. La cabeza de la joven chocó con la puerta, aturdiéndola.

- Mátame... por favor -susurró entre sollozos una voz ronca.

Las dos auroras reconocieron la voz, perteneciente al ex guardián de las llaves y terrenos de Hogwarts, un semigigante bonachón que se encontraba en las celdas de ese horrible lugar.

Rubeus Hagrid, apresado en la batalla final en el colegio, desde entonces estaba preso en Azkaban. Su cuerpo lozano y rebosante de energía lucía falto de alimento, su rostro, demacrado, poseía grandes ojeras, y sus ropas harapientas despedían un olor nauseabundo. La mugre en su cuerpo era visible.

Las chicas quedaron en shock, pero Ginny fue la primera en reaccionar. Mintió al gigante, que soltó a Pansy. Jamás le contaron a nadie de esa experiencia ni la hablaron entre ellas; quedó como un oscuro y cruel recordatorio de lo que vivían los cabezas de familia Weasley.

Mientras Pansy se sumergió en aquel oscuro recuerdo, Ginny rememoró algo que le sucedió en la mañana.

- Espera un momento... -musitó Ginny, frunciendo el ceño mientras trataba de recordar-, vi a Ron esta mañana, apareció en casa, agitado. Me entregó algo antes de ir con urgencia al Departamento de Aurores. -Llevó una mano al bolsillo de su túnica y extrajo una pequeña carta, que había pasado desapercibida hasta ahora.

La carta estaba sellada con el sello de Artilugios Mágicos Weasley y otro más diminuto del Departamento de Aurores, que pertenecía a Ron exclusivamente, ya que trabajaba en la rama de Investigación de Artilugios Potencialmente Peligrosos. Ginny la abrió con manos temblorosas y comenzó a leer el mensaje de su hermano. Era una nota urgente, escrita en su característica letra desordenada.

"Querida Ginny,

No tengo tiempo para explicaciones largas. El objeto que trajiste el otro día a la tienda es una maravilla de artesanía mágica, que he modificado. Para hacértelo entender rápido, es un traslador instantáneo y sospecho que fue una puesta a punto de

los gemelos. Percy, como siempre, no me escucha y no comprende mis advertencias. Sé que sucederá algo en la visita a Hogwarts, estamos hablando de Hermione. ¿Quién conoce mejor que nadie ese colegio? Pues nuestros hermanos. Te recuerdo que jamás se encontró el mapa, y aunque dimos la información de su existencia, no nos creyeron. Ten cuidado, yo iré con urgencia al Ministerio para pedir una audiencia con el Ministro Grindelwald, pero ya sabes que estas cosas toman su tiempo. No permitiré que nuestros hermanos metan la pata. Hemos hecho demasiado para tratar de proteger a mamá y papá. Si ves a los gemelos, no dudes. Es la única forma de sacar a nuestros padres de Azkaban. Por favor, ten cuidado, y que Merlín te proteja.

Con cariño,

Ron."

Las palabras de su hermano la llenaron de un abrumador sentido de responsabilidad. Ahora entendía que Ron estaba tratando desesperadamente de salvar a sus padres. Se arrepintió de los reproches.

Pansy, al leer la carta, relajó un poco su postura defensiva, pero seguía mirando a Ginny con cautela.

- Esto explica algunas cosas, pero todavía no sabemos dónde diablos estamos y cómo llegamos aquí. -Pansy suspiró y guardó su varita, aunque permaneció alerta.

Ginny asintió con determinación.

- Cierto, Pansy. Pero Ron confía en mí para hacer lo correcto.Mantendremos la calma- Mientras tanto, junto a la carta, una tela ocultaba un artilugio que Ginny dejó a la vista- Confiaremos en Ron.

Un artilugio que ocupaba la palma de la mano de Ginny llamó la atención de Pansy. Era una estrella de seis puntas de cristal adornada con retorcidos de oro, y en su interior, un líquido contenido en una perla púrpura llamaba a girar las puntas de la estrella.

En el Ministerio, Ron se encontraba en una acalorada discusión con el secretario del Ministro Grindelwald, un hombre corpulento y serio de nombre Cornelius Pratchett. El secretario, con una expresión desdeñosa, le había negado el acceso a la información que Ron necesitaba para tratar de evitar un posible desastre en Hogwarts.

- Lo siento, señor Weasley, pero no puedo brindarle esa información sin la aprobación del Ministro Grindelwald. -Pratchett se cruzó de brazos y miró a Ron con desconfianza.

Ron, sin inmutarse, decidió tomar una medida drástica. Sabía que su posición en la rama de Investigación de Artilugios Potencialmente Peligrosos le otorgaba ciertas prerrogativas, y estaba dispuesto a usarlas.

- Mire, Pratchett, usted puede no apreciarme, pero soy el único auror cualificado en la I.A.P.P., creada bajo las órdenes directas del Ministro Grindelwald. Esto es una emergencia, y no podemos darnos el lujo de esperar. -Ron mantuvo su voz firme y decidida.

El secretario Pratchett lo miró con incredulidad, pero antes de que pudiera responder, la sala se llenó de una intensa presencia. Las puertas del despacho se abrieron de par en par, y allí, imponente y temible, apareció el mismísimo Ministro Gellert Grindelwald.

Grindelwald era un hombre alto y delgado, con una figura elegante y peligrosa. Tenía el cabello largo y blanco, que le caía hasta los hombros en ondas plateadas. Sus ojos eran de un azul intenso en el ojo derecho y de un blanco puro en el ojo izquierdo, lo que le daba un aspecto aterrador. Su piel era pálida y su rostro, anguloso y sinuoso. En su mirada, se percibía un poder abrumador y una determinación férrea.

Ron se quedó momentáneamente sin palabras ante la presencia del Ministro. Sabía que Grindelwald era un mago formidable, pero verlo en persona era algo completamente distinto. El silencio en la habitación era palpable mientras todos esperaban una reacción del Ministro ante la presencia de Ron y su solicitud urgente de información.

Grindelwald, con su imponente presencia, se sorprendió al ver a Ron en su despacho y se dirigió a él con una mirada intensa.

- Weasley, menuda sorpresa ¿Qué hace un exauror en funciones como tú en mi Ministerio? -inquirió Grindelwald, con una voz profunda y un tono que mezclaba el interés con la advertencia.

El secretario Pratchett intentó intervenir, pero un gesto de la mano de Grindelwald lo detuvo en seco. Grindelwald se interesó por la situación y preguntó directamente a Ron sobre lo que estaba ocurriendo.

-debe ser algo urgente, para que te dignes a pisar las puertas de mi despachó

Ron, sin rodeos, explicó la situación con determinación.

- Ministro Grindelwald, tengo serias sospechas de que algo importante va a suceder en Hogwarts. Aunque dudan de la creacion, del artilugio magico del que dimos parte mis hermanos y yo mismo, porque no hemos encontrado el Mapa del Merodeador, se de muy buena tinta que mis hermanos, Fred y George Weasley, como Hermione Granger conocen ese colegio a la perfección. Si algo va a ocurrir, será allí. He dado aviso al Departamento de Aurores, pero no me han tomado en serio debido a mi condición de exauror en funciones. -Ron miró fijamente al Ministro, esperando una respuesta.

Grindelwald incrédulo formuló algunas preguntas, indagando en la confianza de Ron en su teoría y cómo había llegado a esa conclusión.

- ¿como es posible que nadie mas suponga un ataque? ¿Que te hace pensar en Hogwarts como un posible lugar de incursion rebelde? ¿Qué es el mapa del merodiador? ¿Sabes las consecuencias de apartar a mis fuerzas del ministerio por una corazonada?

Ron respondió a cada pregunta con sinceridad, explicando que habían enviado recientemente un interesante Artilugio, después de descubrir sus cualidades lo había modificado para enviar a quien lo usará a las cocinas de Hogwarts, era un traslador instantáneo.

- Cambié el dispositivo a una estrella de seis puntas, Ministro. Tenía que asegurarme de que funcionara correctamente antes de alertar a las autoridades, le entregue el prototipo a mi hermana que es guarda de los emisarios. -Ron explicó su estrategia.

Sin embargo, Grindelwald parecía escéptico

-bien, hacte cargo, ve a Hogwarts, reúne a los Aurores que necesites

- No puedo permitirme correr ese riesgo, Ministro. Solo soy un investigador, no puedo arriesgar mi vida hasta que atrapemos a los gemelos Weasley. Nadie conoce sus secretos mejor que yo. -Ron se mantuvo firme en su negativa.

Grindelwald, tras un momento de silencio, tomó una decisión. Ya suponía la negativa pero tenía que intentarlo después de todo ansiaba tener de nuevo a Ron entre sus filas, había pensado darle un puesto como su guarda personal, si fuera necesario, para recuperarlo como Auror.

- Llamaré a alguien que pueda ayudarnos en esta situación. -Dijo Grindelwald antes de sacar su varita y realizar un hechizo extraño del que Ron solo pudo entender un nombre.

Un nombre resonó en la mente de Ron: Draco Malfoy. La elección del Ministro no pasó desapercibida, y Ron sabía que la llegada de Malfoy podría cambiar drásticamente el curso de los acontecimientos.

El llevar la Marca Maldita conllevaba una responsabilidad que, aunque ahora pertenecía al cuerpo de Aurores, seguía siendo una maldición. Todos los que la tenían y eran activos en el cuerpo de Aurores habían sido registrados en un libro mágico. Cuando eran convocados con un hechizo vinculado directamente al Ministro, debían presentarse en su despacho.

Los mortífagos que trabajaban para Voldemort habían tenido que someterse nuevamente al martirio de que grabaran la calavera con la serpiente en su piel. Lo habían hecho porque les proporcionaba un estatus, un trabajo y un propósito, pero la señal de que habían sido mandados a llamar por el Ministro Grindelwald no era para nada satisfactoria.

La Marca Maldita en el antebrazo de Draco Malfoy se retorció como una serpiente que despertaba de su letargo cuando el llamado del Ministro Grindelwald resonó en su cuerpo. La marca quemó con una intensidad familiar. A lo largo de los años, había aprendido a vivir con el ardor constante que la marca le causaba, pero cada vez que era convocado por el Ministro, sentía una mezcla de temor y resignación.

Se encontraba en su lujosa mansión en Wiltshire, inmerso en papeles propicios a su investigación. Los pensamientos oscuros resonaban mientras miraba por la ventana. La vista de su vasto jardín bien cuidado y el inmenso terreno de su propiedad no lograban calmar su intranquilidad. Draco había tratado inicialmente de declinar la oferta de servir. La muerte de Narcissa marcó un antes y un después en su vida, y quería alejarse de la oscuridad en la que había crecido por causas ajenas, pero parecía que esta siempre volvía para reclamarlo. Su padre lo convenció de ingresar al cuerpo de Aurores que poseían la Marca.

Con un suspiro, Draco se preparó para responder al llamado del Ministro. Con una expresión resignada, Draco levantó su varita y, en un movimiento fluido, tocó su Marca Maldita. La serpiente tatuada se estremeció y emitió un siseo, mientras la sensación de ardor se extendía por su brazo.

En cuestión de segundos, Draco se sintió desaparecer de su despacho y experimentó la desorientación característica de la Aparición forzada. Cuando su visión se estabilizó, se encontró en el despacho del Ministro Grindelwald.

El Ministro, con su mirada inquisitiva y poderosa, lo observaba atentamente. Draco inclinó la cabeza en señal de respeto y expectativa.

- Malfoy. -La voz fría y dominante de Grindelwald resonó en la habitación.

- Ministro Grindelwald, estoy a su disposición.

Grindelwald, con su mirada penetrante, escudriñó a Draco durante un momento antes de hablar.

- Malfoy, tengo una tarea importante para ti. Hay asuntos en Hogwarts que requieren tu atención inmediata. -Grindelwald no entró en detalles, pero su tono dejaba claro que era una orden que no podía ser discutida.

Draco asintió solemnemente.

- Entiendo, Ministro. Me dirigiré a Hogwarts de inmediato. ¿Hay algo más que deba saber?

Grindelwald meditó en silencio, su expresión indicaba que estaba preocupado por la situación en el colegio.

- Ve a Hogwarts, reúne un grupo rápido, infórmame sobre la situación de inmediato y, si es necesario, actúa según lo consideres adecuado. Si no eres necesario, asegúrate de que nadie se entere de tu presencia allí. -Las órdenes de Grindelwald eran claras y directas.

- Así lo haré, Ministro. -Draco sabía que no había margen para la desobediencia o la duda.

Tras despedirse de Grindelwald, Draco se preparó para su partida hacia Hogwarts. Sabía que algo sucedía en su antiguo colegio, un lugar que pensó jamás volvería a pisar. Ese endemoniado lugar poseía las peores vivencias, pero una vez más se veía arrastrado a ese sitio.

En Hogwarts, los emisarios se encontraban todos presentes y contemplaban con horror las prácticas que estaban teniendo lugar en la clase de Artes Oscuras. Los estudiantes de quinto año habían sido divididos en dos grupos: los que aprendían a lanzar maldiciones llevaban brazaletes verdes y azules, simbolizando su "pureza de sangre", mientras que los que se resistían a esas prácticas llevaban principalmente brazaletes rojos y, en menor medida, Azules. Aunque ninguno de los estudiantes estaba usando las tres Maldiciones Imperdonables, las maldiciones que se estaban enseñando eran inquietantes y perturbadoras.

Hermione Granger, conocedora del simbolismo detrás de los brazaletes rojos que marcaban a los hijos de muggles, no pudo resistirse más. Sin vacilar, hizo una señal a los gemelos Weasley, quienes actuaron de inmediato.

Fred y George intercambiaron una mirada cómplice y, con un gesto rápido, activaron unos ingenios mágicos preparados previamente. Una explosión de luces y humo llenó el aula, creando una distracción instantánea.

Mientras el humo se dispersaba y las luces parpadeaban, los estudiantes quedaron atónitos y desorientados. La profesora de Artes Ocuras, la Sra. Agnes Manhod, se tambaleó, intentando entender lo que sucedía.

Hermione, aprovechando el caos momentáneo, se adelantó hacia la profesora y le arrebató la varita con un movimiento preciso. La sorpresa en el rostro de la profesora era evidente mientras Hermione sostenía la varita con firmeza.

- ¡Suficiente! -exclamó Hermione con determinación-. No permitiremos que continúen enseñando estas artimañas . Las Artes Oscuras no tienen cabida en la verdadera educación de Hogwarts.

Los gemelos Weasley, entre el humo y la confusión, comenzaron a tranquilizar a los estudiantes y a guiarlos hacia la salida del aula.

-los que estén dispuestos a salir de este lugar que sigan los fuegos artificiales- anuncio Fredd a pleno pulmón lanzando un artilugio

Las risas regresaron a Hogwarts, el pasillo se llenó de colores chispeantes llamando a alumnos de clases contiguas, nadie podía comprender que sucedía solo se escuchaban entre risas el vitoreo de un conocido apellido por los pasillos, Weasley .