Hola lectores :D como están? No estoy muerto XD... Lamento haberme tardado tanto en actualizar :( pero ustedes saben, trabajo, tiempo y ese tipo de cosas me han tenido alejado de todo :( Espero ya no tardarme tanto en actualizar... Les mando un saludo y abrazo :D disfruten el capítulo.

PD: Quiero darle muchisimas gracias a FrostDan por haberme ayudado con este capítulo :D

Todos los personajes de Disney y Pixar que aparecen en esta historia, corresponden a sus respectivos creadores. El único fin de esta historia es el de entretener

Capitulo 6: ¿Preocuparme por ella?

Era una mañana bastante ocupada en el departamento de Anna. Era su cumpleaños y Olaf y Rapunzel le organizarían una fiesta sorpresa. Aunque está se había dado cuenta desde el principio de lo que tramaban sus compañeros de departamento, no quiso arruinarles la sorpresa así que no dijo nada. Olaf se había ofrecido a distraer a Anna, mientras Rapunzel, con ayuda de su novio Eugene y de Kriftoff, preparaban todo para la fiesta.

Sería una misión bastante complicada para Olaf, el distraer a su amiga no era una cosa sencilla de lograr. Anna no pondría mucha resistencia, así que se dejó consentir por su amigo. Tomaron sus cosas y salieron temprano del departamento. En cuanto estos abandonaron el lugar, Rapunzel comenzó a mover los hilos de todo. Bebidas, música, invitados; y para cerrar con broche de oro, un enorme pastel de chocolate, el favorito de la pelirroja. No importaba mucho si al día siguiente había clases, Anna tenía que pasar un excelente día y olvidarse de todo, al menos para esa ocasión.

―¿Quieres ir al centro comercial?― preguntó Olaf a su amiga.

―¿No es muy temprano para ir?― Anna soltó una leve risita, ante la sugerencia de su amigo.

―¿Pensé qué te gustaba ir?

―Si me gusta ir, Olaf, pero… ―Anna miró a Olaf y no pudo resistirse ante la mirada tierna de su amigo―. Sabes que no me puedo resistir a esa mirada, ¿verdad?

―Lo sé, por eso es que lo hago.

―Está bien, ¡vamos al centro comercial! ―exclamó la pelirroja con mucho entusiasmo.

Mientras tanto, en el centro comercial de Arendelle, una chica rubia platinada caminaba junto a su madre por los enormes pasillos. La señora Winter le había pedido a su hija que la acompañara, iba a comprar algo de ropa. Elsa no se opuso ante la idea. Aunque pasó la mayor parte de su vida encerrada en su casa, había raras ocasiones en las que ella y su mamá salían a algún lado, ya sea el centro comercial, un parque o simplemente caminar. Las dos mujeres se detenían en cada aparador para mirar la ropa que ahí se exhibía. A Elsa no le llamaba mucho la atención esa idea de "ir de compras", no es que no tuviera conocimiento sobre moda y esas cosas, lo tenía, pero era solo lo básico y eso gracias a internet. Lo mismo pasaba con el maquillaje, chismes sobre algunos artistas, música, etcétera. La mayoría de esas actividades las había aprendido a través de la red, cuando quizás, una persona "normal", las hubiera aprendido gracias a amigos o amigas.

Su madre había entrado a una tienda para probarse un vestido. Elsa decidió quedarse a fuera, antes de pasar una hora sentada esperando a que su madre tomara una decisión. Justo enfrente de aquella tienda, había una mas pequeña que vendía chocolates, lo supo porque hasta ahí llegaba ese olor tan embriagante y delicioso que tanto le fascinaba. Volteó a mirar a su madre, que se encontraba hablando con una de las chicas encargadas de la tienda. Supo que eso iba para largo, así que tenía tiempo de sobra para echarle un vistazo a aquella tienda.

"Solo será por un momento", pensó al estar frente a la puerta del pequeño comercio.

El olor dentro del establecimiento se hizo mucho más fuerte, penetrando todos sus sentidos. Elsa observó cada detalle del lugar; en su vida, jamás había visto tanto chocolate en un solo sitio. Había de todo tipo, formas, colores, olores, tamaños. Chocolate oscuro y blanco, con nueces o frutilla. Por un momento, Elsa se sintió en el paraíso, no le importaría perder su esbelta figura con tal de comerse todos los chocolates de la tienda. Mientras seguía revisando el lugar, el encargado salió para ofrecerle ayuda. Elsa dio un pequeño brinco de sorpresa cuando aquel hombre, que se veía bastante amable, le ofreció su servicio. Sólo pudo sonreír y decirle que solo miraba, ya que tal vez no compraría nada en especial. Sin embargo, a su mente llegó un raro pensamiento. Ese día era el cumpleaños de su vecina, Anna. La relación con ella no estaba mejorando mucho que digamos. Agregándole a eso de que mañana se vencía el plazo para dar la respuesta a su tío, el directo, sobre si las dos participarían o no en el proyecto de radio.

Mirando unos de los escaparates de la tienda, se encontró con unas enormes barras de chocolate. Se veían bastantes apetitosas, además de que parecían comprarse para obsequios. ¿Seria una mala idea regalarle algo así a Anna?

―Disculpe, señor ―preguntó Elsa al buen hombre―. Estas barras de chocolate…

―Oh sí esas se venden mucho ―dijo el hombre interrumpiendo a la rubia―. Generalmente son usadas como un regalo entre parejas o grandes amigos. Tiene una frase escrita sobre el chocolate, representa lo mucho que aprecias a esa persona.

―¿Se podrían utilizar para un regalo de cumpleaños?

―Por supuesto, señorita. ¿Alguna persona cercana que cumpla años?

―Sí… es decir, no exactamente ―Elsa hizo una pequeña pausa―. Quisiera una, por favor.

―Con gusto señorita.

El hombre le sonrió y procedió a entregarle aquella barra de chocolate. Elsa agradeció y salió del local para volver con su madre. Ahora solo tenía que regresar al departamento y entregarle su regalo a Anna. Y justo en ese momento ocurría lo impensable. Ese tipo de cosas que no sabes por qué ocurren, pero que simplemente pasan y no hay una explicación para ello. Justo a unos metros de distancia, Elsa logró distinguir la figura de una chica peculiar. Parpadeó por un por unos segundos, como tratando de analizar si verdaderamente era ella. Agudizó un poco su vista y, efectivamente, se trataba de Anna.

"¿Qué rayos hace ella aquí? ¿No se supone que hoy es su cumpleaños? Debería de estarlo celebrando".

Estaba nerviosa y no sabía por qué. Si lo pensaba mejor, posiblemente ella habría venido aquí a comprarse algo por su cumpleaños, era una simple coincidencia, pero de esas coincidencias que pasaban de una en un millón. Primero habían tenido esa pequeña "pelea" en la cafetería, pero ahora Elsa había decidió "hacer las paces", y de repente Anna aparecía. Era demasiado.

Elsa no sabía qué hacer en ese instante. Tenía dos opciones. Saludar a Anna amablemente, disculparse por lo ocurrido y entregarle su regalo de cumpleaños para terminar con todo eso de una buena vez o, bien, dar la vuelta, regresar con su madre y esperar hasta que Anna y Olaf se fueran del centro comercial, porque conociendo a su mamá, estarían ahí por un largo rato. Elsa no tuvo el tiempo suficiente para decidir qué hacer, ya que tanto Olaf como Anna comenzaron a caminar hacia donde estaba ella. Por unos instantes el cuerpo se le paralizó, tenía que pensar en algo rápido y lo único que se le pudo ocurrir fue volver a entrar a la tienda de chocolates.

―¿Olvidó algo señorita? ―preguntó el encargado de la tienda al verla entrar de nuevo.

―¿Qué? No yo… es solo que... ¿podría hacerme un favor? ―preguntó Elsa algo nerviosa.

―Con gusto señorita, ¿qué necesita?

―Verá, una chica pelirroja y un chico de cabello negro van a pasar justo en frente de su tienda… ellos son… bueno ella es…

―¿La cumpleañera? ―sonrió el amable hombre.

Elsa solo asintió levemente. Él comprendió la situación y le dijo que no se preocupara, que le avisaría cuando aquellos chicos pasaran de largo por la tienda.

No habían pasado ni dos minutos, cuando Elsa escuchó a la distancia la voz de Olaf y la de Anna, ésta última fue la primera que identificó. Con respiración algo agitada, solo esperaba a que el encargado del lugar le hiciera la señal de que ellos se habían ido, pero al parecer era todo lo contrario. El hombre le hizo saber que Anna y Olaf se habían detenido a mirar la tienda, claro, aun sin entrar a esta.

"No entres, no entres, por favor no entres Anna…."

Poco a poco su respiración se calmó cuando ya no pudo escuchar las voces de Olaf y de Anna. El simpático encargado le indicó que, efectivamente, aquellos chicos ya se habían ido. Elsa dejó escapar un gran suspiro de alivio al saberlo. ¿Por qué se había puesto tan nerviosa?

―Supongo que ella tiene que ser una persona muy especial para usted señorita.

―¿A qué se refiere? ―dijo Elsa ya más tranquila.

―Bueno, usted no ha querido que esa chica la viera, me imagino que no espera a que se entere de su regalo.

―Ella no… es decir yo… - Elsa sacudió su cabeza para aclarar sus ideas―. Muchas gracias por todo.

―Fue un placer.

Salió de la tienda, no sin antes cerciorarse de que Anna y Olaf de verdad se habían ido. Cuando vio que no había moros en la costa, decidió regresar con su madre. Comprar ese regalo había sido toda una experiencia.

XXXXXXX

La fiesta estaba en su mejor momento. Buen ambiente, buena música, pastel y mucho alcohol. El plan había resultado todo un éxito. Anna se la estaba pasando de maravilla; por un momento, todos los problemas de la escuela, el dinero y sus padres, se habían olvidado esa noche.

A la fiesta habían asistido compañeros y amigos de la universidad. Algunos de ellos solo conocían a Anna de vista o porque habían intercambiado unas cuantas palabras en la cafetería, pero eso era lo de menos. Anna era la reina de la noche y tenía que pasársela lo mejor posible. También había recibido algunos regalos por parte de los invitados. Rapunzel y Olaf por ejemplo, decidieron regarle lo que posiblemente era el mejor regalo para la pelirroja: una caja enorme de chocolates.

Su "amigo" Kristoff también aportó un regalo. Un pequeño peluche en forma de reno que llevaba un pequeño corazón que decía "Te quiero". Esos eran los detalles que él tenía, que hacía que Anna se interesara en él. A pesar de eso, aún no se atrevían a dar el siguiente paso.

Sin embargo, del otro lado del pasillo en el departamento 302, Elsa trataba de distraer su mente. La música estaba fuerte, pero eso no era lo que le molestaba, sino el hecho de que ella aún no entregaba aquel regalo que había comprado para Anna. Estaba segura de que si se atrevía a ir al departamento de la chica, ésta la obligaría a entrar y disfrutar de la fiesta. Cosa que ella se negaría. La otra opción era darle la barra de chocolate por la mañana en la escuela, pero eso también sería un problema, ya que era el día en el que ambas le darían la noticia a su tío, de que no participarían en el proyecto de radio. Y eso se podría malinterpretar, es decir: "No quiero ayudarte en tu situación y arréglatelas como puedas, pero aquí tienes tu regalo de cumpleaños", sí eso no se escuchaba nada bien.

Por otro lado, también estaba ese asunto de la fiesta. Elsa entendía que no había nada de malo en celebrar un cumpleaños, pero debido a la situación por la que Anna estaba pasando, no creía que fuera lo más sensato el hacerla. Era un mar de dudas, ¿por qué se preocupaba tanto por eso? ¿Qué tenía de especial esa chica? ¿Por qué simplemente no podía entregarle la barra y ya?

"Al diablo, voy hacerlo. Solo mantente tranquila y se educada", se dijo mientras daba vueltas por la sala.

Tomo la barra de chocolate, sus llaves y salió dispuesta a cumplir su misión. Había poca distancia entre los departamentos, pero Elsa sintió como si hubiera caminado un kilómetro. Y por fin ahí estaba, frente a la puerta, dispuesta a terminar con el asunto. La música sonaba más fuerte y por lo que podía escuchar, también había griteríos y gente feliz. Incluso le pareció haber escuchado la voz de Anna a lo lejos, riéndose de algo.

Inhaló profundamente. Tocó la puerta tres veces. Nada, no hubo respuesta. Lo hizo una vez más. La ignoraron. Al final optó por usar el timbre y esperar. Se estaba desesperando un poco, quizás era mejor idea entregárselo mañana, pero cuando se dio la vuelta para regresar a su departamento, la puerta se abrió.

―Hola nena, ¿qué tal? ―le saludó un chico alto, de cabello castaño y con una sonrisa algo socarrona―. ¿Vienes a la fiesta también?

―Yo no… ―Elsa no sabía que contestar.

―¿Quién es, Eugene? ―se escuchó una voz femenina al fondo―. Oh, Elsa eres tú.

―Ah sí… tú… Es decir… ―Elsa tartamudeó al no recordar el nombre de la rubia.

―Soy Rapunzel ―la chica rio al ver que su vecina no recordaba su nombre.

―Oh sí, Rapunzel.

―¿Tú fuiste la que tocó a la puerta?

―¿Qué?... ah sí, fui yo es que… solo venía a…

―¿Buscas a Anna? ―preguntó Rapunzel sin dejar de sonreírle.

―¿Qué? ¿Cómo es que…?

―Intuición, ahora voy por ella, espera un momento.

Cuando Rapunzel, en compañía de Eugene, se fueron en búsqueda de Anna, Elsa aprovechó para dar un vistazo al interior del departamento. Por lo que alcazaba a ver, había bastantes personas y podía reconocer a algunas, posiblemente de la escuela. El lugar lucía muy acogedor, a pesar de estar abarrotado de gente. En definitiva, no se parecía para nada al suyo. Agudizando más la vista, pudo notar que Anna se encontraba hablando con Kristoff, iba vestida muy diferente a como la había visto esa mañana y mucho mas guapa. Cuando Rapunzel llegó por fin con ella, la pelirroja volteó en dirección a la puerta y una expresión de alegría se instaló en su rostro.

Y tal como le había sucedido en la mañana, Anna se acercó hacia ella. Una vez más, se empezó a sentir nerviosa ante la presencia de la chica.

―¡Hey, Elsa! No imagine verte por aquí, bueno, es decir… Vives justo en frente de mí, no frente a frente como ahora lo estamos pero sí a pocos metros, que es algo raro ¿no? Porque casi ni nos vemos por aquí y…

―Anna…

―¿Qué? Oh perdón es que tú sabes, la fiesta, bebidas y wooh.

―Entiendo… Yo quería hablar contigo sobre…

―¿Es sobre la música? ¿Verdad? ¡Lo sabia! Sabía que esta estaba demasiado alta, le dije a Olaf que le bajara un poco, de hecho me sorprende que los demás vecinos no hayan llamado ya a la policía porque la última vez…

―No es por eso Anna, es por otra cosa.

―Oh… bueno. ¿Qué es?

Anna lucía sonriente. Parecía por un momento que se le había olvidado de todo por lo que estaba pasando y también por lo que había pasado entre ellas.

―Anna, quería decirte que… yo quería…

―¿Tú querías…?

―Creo que estás… creo que estas comportándote muy inmadura.

―Espera ¿qué? ―Anna no comprendía las palabras de Elsa―. ¿Inmadura? Pero si…

―Estas pasando por una situación delicada y lo mejor que se te ocurre es hacer una fiesta ―Elsa estaba cometiendo, seguramente, la mayor estupidez de su vida al decir eso.

―¿Disculpa? Hoy es mi cumpleaños y tengo todo el derecho de festejarlo. Además ¿qué sabes tú sobre mi vida? ―La sonrisa de que Anna traía, se borró en un segundo.

―Sé lo suficiente. Y no me parece que estés tomando cartas en el asunto.

―Pues… pues si tu hubieras aceptado a participar en el proyecto…

―¿Crees que ese dinero te ayudaría?

"¿Elsa qué rayos estás haciendo?"

―Eso tú no lo sabes.

―Esto fue una mala idea, me largo de aquí ―dijo Elsa dando media vuelta y dejando a Anna con la palabra en la boca.

Elsa comenzó a alejarse poco a poco. Anna tenia los puños cerrados y sentía un coraje tremendo. Esa chica era una reina de hielo. No podía dejar las cosas, ella también sabia jugar ese mismo juego.

―Parece que aun sigues aprisionada en tu casa ―dijo Anna. Elevando su voz, lo suficiente como para que Elsa la escuchara.

―¿Disculpa?

―Tú no tienes derecho a juzgarme ―dijo Anna a la distancia―. Tú haz estado encerrada 13 años, ¿qué puedes saber sobre mi situación?

―¿Cómo es que…? ¿Cómo sabes de…?

Elsa tenia la respiración agitada. Esa era la primera vez que alguien fuera de su familia le mencionaba ese tema. ¿Por qué Anna sabia eso? ¿Quién se lo había dicho?

Anna la miraba con ojos serios, también con la respiración agitada. Todo el coraje que estaba sintiendo en ese momento parecía desaparecer. Le había dicho palabras muy fuertes a Elsa y un sentimiento de culpa le empezó a recorrer el cuerpo. De la misma forma en la que Elsa no tenía derecho para hablarle así, ella tampoco. Había cometido un error.

―Elsa yo no quería… es que tú me… perdóname por favor ―pero no hubo respuesta alguna―. Elsa, espera podemos ha…

Una vez más, la había dejado hablando sola. Elsa se echó a correr, rumbo a la terraza del edificio, por más que Anna le gritó para que se detuviera, Elsa se había ido.

XXXXXXX

La noche era fresca. Había un cielo despejado. A lo lejos se podía escuchar el sonido de las olas del mar, así como también el sonido del claxon de los autos que pasaban por ahí. Elsa se encontraba sentada, mirando en dirección al océano, abrazando sus piernas, con su cabeza recargada en estas. Sus ojos le dolían y era normal, había estado llorando desde que llegó a la terraza, hacía mucho tiempo que no lloraba de esa manera.

Las palabras de Anna le habían pegado duro y más porque eran ciertas. Ella no tenia ningún derecho de haberle hablado así, en realidad, no sabía por qué le había dicho todo eso, simplemente salió. En cierta forma, podría entender el porque Anna le contestara de esa manera y hasta podría justificarlo pero… ¿Qué explicación podía darle a ella de sus palabras?

"Solo le iba a entregar el chocolate… ¿por qué tuvo que pasar todo esto?".

Fue en ese momento cuando sintió la presencia de alguien más. Al mirar sobre su hombro, supo inmediatamente de quién se trataba. Era Anna.

―Si vienes a disculparte por lo que paso… te agradecería que no fuera en este momento ―la voz de Elsa se escuchaba quebrada.

―Yo… ¿me puedo sentar? ―preguntó Anna con una sonrisa.

―Supongo que sí puedes… la terraza es libre. ―Aún con lo que pasaba, Elsa no cambiaba su actitud.

Anna no dijo nada y se sentó a su lado. Mirando el cielo nocturno por varios minutos, sin que ninguna se dirigiera la palabra, estaban ahí, en silencio. La pelirroja trataba de encontrar en su cabeza las palabras exactas para disculparse, pero cuanto más buscaba, más divagaba y terminaba por ser un desastre.

"Vamos Anna, no es tan difícil. Solo dile que lo sientes y ya".

―¿Cómo lo supiste? ―Anna no se esperaba que fuera ella quien hablara primero―. ¿Cómo te enteraste sobre lo de mi pasado?

―Yo… fue… ―Anna no sabía si decirle la verdad―. Fue tu tío, Elsa. Él fue quien me contó sobre lo de tu padre y sobre ti. No quería decirte nada de eso, simplemente reaccioné, fue un impulso. Yo no te diría algo así.

―¿Cómo puedes decir eso? No me conoces. ― Anna solo la miraba, sentía que Elsa estaba a punto de llorar―. Además, yo también te dije cosas y no tenía por qué decirlas.

―Sobre eso… creo que no me molestó tanto.

―¿Qué quieres decir?

―Es decir, sí me molestaron pero… se escucharon como si…

―¿Cómo si qué? ―Elsa no entendía a que se refería.

―Bueno sonaron… como si te preocuparas por mí.

¿Preocuparse por Anna? Eso no sonaba a Elsa. Ella solo se preocupaba por su familia y nadie más. Sería muy extraño que empezara a preocuparse por alguien a quien apenas había conocido.

Elsa de pronto sintió un aroma peculiar. Era el olor a cigarro. Anna había encendido un cigarrillo. Miró por un momento a la chica que exhalaba el humo, no sabía que fumaba, en realidad, ¿Elsa qué sabía sobre ella?

―No sabía que fumabas.

―Oh lo siento, ¿te molesta el humo? ―Elsa sonrió levemente y negó con la cabeza―. En realidad no suelo hacerlo muy seguido, solo en ratos. No le digas a Olaf y Rapunzel, ¿vale? Me matarían si se enteraran.

―Está bien.

―Bueno… supongo que me terminaré este cigarro y… te dejaré sola… no quiero incomodarte.

―Puedes quedarte… si quieres.

Anna volteó a mirar a la rubia platino. Sonrió de lado y optó por quedarse ahí, junto a ella. Simplemente mirando hacia el cielo, sin decir ninguna palabra. Ya no había nada qué decir.

―Por cierto ―dijo Elsa, sacando la barra de chocolate de su bolsillo―. Feliz cumpleaños, Anna.

―Oh esto es… – Anna tomó la barra, sintiendo por instante la piel de la chica―. Gra-gracias, Elsa.