Capitulo 13: Gusto culposo.

—¡Y con esto damos por terminada la ultima transmisión de "Frozen Voice" de este semestre!— dijo Anna muy emocionada—. La verdad es que quiero decirles a todos que muchas gracias por su apoyo. Este proyecto no es solo un pequeño segmento a la hora del descanso, créanme, es mucho más que eso.

—Tienes mucha razón, Anna— Ahora era Elsa quien tomaba la palabra—. Tengo que serles sincera… Cuando me ofrecieron participar en este proyecto, me negué a hacerlo, no le encontraba el sentido y la verdad es que no tenía ni el más mínimo interés en él. Pero una persona me hizo cambiar de opinión…— Los ojos de Elsa miraban fijamente a Anna, haciendo que sus mejillas subieran de tono.

—Yo… Espero poder seguir transmitiendo contigo, el semestre que viene.

—Te prometo que así será.

Anna no pudo evitar tomar de la mano a su compañera. En su interior quería que esa promesa no nomas se limitara al programa, si no en general, que las dos siempre estuvieran juntas.

—Recuerden, mi nombre es Anna Summers.

—Y yo soy Elsa Winter.

—Nos veremos en unos meses, hasta pronto.

—Y… ¡Están fuera!— dijo Marco dando por terminada la transmisión—. Vaya que si se lucieron esta vez chicas.

—Muchas gracias, Marco— dijo Elsa con voz dulce—. Marco, ¿puedo pedirte un favor?

—Claro, ¿qué necesitas?

—Podrías darnos un poco de privacidad a Anna y a mi. Hay algo muy importante que tengo que decirle.

El chico no comprendió muy bien de que se trataba todo esto. Generalmente al terminar una transmisiones, Elsa era la primera en salir de la cabina y de ahí irse a la cafetería. Que ella le pidiera un tiempo a solas con Anna, era prácticamente algo nuevo.

Marco optó por mirar a Anna para cerciorarse si esto no se trataba de una broma o algo parecido. La respuesta de la pelirroja, ante la mirada dudosa del joven operador, fue la de una gran sonrisa, indicándole de que todo estaba bien.

—Sí, por supuesto que sí, Elsa.

Elsa levantó su dedo pulgar en señal de agradecimiento y Marco respondió de la misma manera, dejando por fin a las dos chicas solas en la cabina.

Se podía sentir una ligera tensión en el ambiente, Anna ya podía imaginarse a donde iba todo esto. La pelirroja miraba a Elsa fijamente, pero la rubia solo mantenía su cabeza abajo, aún sin decir una sola palabra. La cabeza de Anna se llenaba de preguntas conforme los segundos avanzaban; ¿Qué había hecho cambiar a Elsa de opinión? ¿Por qué se había estado ausentando todo este tiempo? ¿Todo esto era un sueño?. Parecía que solo era cuestión de tiempo para saber las respuestas a esas y más preguntas.

—Elsa… ¿Hay algo que quieras decirme?— Anna por fin se atrevía a romper ese silencio.

Elsa respondió de una manera que Anna no esperaba. La rubia extendió su mano para entrelazar sus dedos con los de la pelirroja, pero aún sin voltear a ver directamente a los ojos.

—Yo… El día en que me preguntaste que si quería ser tu novia, la verdad es que quería contestarte en ese mismo momento, quería decirte que sí, pero mis nervios me traicionaron y mi mente me jugó una mala pasada— Anna podía sentir como Elsa sujetaba su mano con fuerza—. Jamás en mi vida había sentido esto por alguien, cómo se supone que tendría que reaccionar.

Fue en ese momento cuando Anna entendió todo. Elsa había pasado estos últimos días reflexionando y pensando sobre sus sentimientos al punto de no poder dormir de la preocupación, había motivos suficientes como para no hacerlo. Anna la había puesto contra la espada y la pared. Por un lado estaba esta lucha interna de no poder comprender al 100% lo que estaba ocurriendo, lo que estaba viviendo, tratando de encontrarle una explicación lógica a todo esto. Y por el otro lado, la necesidad de corresponder y de aceptar sus sentimientos por Anna.

—De pronto me vi frente a un callejón sin salida— continuo Elsa—. Pero luego recordé la razón por la cual decidí ayudarte con el proyecto, y ahí fue cuando por fin me di cuenta de que en verdad… Me gustas, Anna.

Anna podía sentir un nudo en la garganta. A pesar de la gran confianza que ahora ella le tenía a Elsa y viceversa, recordó que esta nunca le había revelado la verdadera razón por la cual ella había aceptado ayudarla. Elsa seguía manteniéndolo en secreto, hasta ahora.

—¿Quieres decir que siempre te he gustado?

—Sí… En cierta forma— Elsa por fin se atrevía a mirarla—. Me era difícil de asimilarlo, es decir, jamás en mi vida había hecho una amiga y mucho menos había sentido algo así por algún chico o una chica. Incluso sentía culpa por tener esta clase de sentimientos hacía una persona que no fuera de mi familia.

—¿Soy tu gusto culposo acaso?— Anna sonrió.

—Se podría decir que sí.

Y fue en ese momento, cuando una vez más, Anna volvía a atrapar los labios de Elsa en un fugaz beso. Pero este era muy diferente al que le había dado antes de que iniciara "Frozen Voice" o al primer beso que habían tenido tiempo atras. Elsa trataba de igualar el ritmo de su compañera al besarla, pero le era casi imposible, Anna estaba decida a robarle el aliento. A pesar de eso, ninguna quería ceder, no querían que ese momento se terminara. Se podía sentir como la temperatura subía cada vez más y más, y no solo la de la pequeña cabina, si no también la temperatura corporal de las chicas.

—¿Sucede algo?— dijo Anna entre jadeos, al ver que Elsa se había separado de ella repentinamente.

—Yo… No podía respirar.

—Oh… ¿Quieres que me detenga?

—Por favor no lo hagas…

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—¡Como adoro las vacaciones de verano! Sin duda son las mejores— dijo Anna estirando los brazos al cielo desde la terraza del edificio, sintiendo como una leve brisa la despeinaba—. ¿No lo crees así, Elsa?

—Sí ya lo creo— contestó Elsa despreocupada.

Al fin las vacaciones habían iniciado, Anna por fin podía descansar de la agobiante rutina de la universidad. La pelirroja había logrado avanzar al siguiente semestre de su carrera (con algunas complicaciones) gracias a su gran esfuerzo, al apoyo de sus amigos, y por supuesto, a la gran ayuda de Elsa. Anna podía darse el lujo y el derecho de disfrutar de sus merecida vacaciones de verano. Y no solo podía sentirse orgullosa de haber logrado superar un semestre complicado, si no que ahora también, podía presumirle al mundo de ser la novia de una de las chicas más hermosas de toda la universidad, aunque nunca estuvo en sus planes el serlo.

Hasta el momento, y por decisión de Elsa, solo Rapunzel y Olaf sabían sobre su noviazgo. A pesar de que las dos estaban muy contentas de iniciar una relación, había algunas ocasiones en las que Elsa no se sentía muy cómoda cuando Anna expresaba en publico sus sentimientos hacía ella.

—Hay mucho que hacer y tenemos poco tiempo— dijo Anna muy entusiasmada.

—Las vacaciones de verano van a durar un mes y medio, Anna. Creo que tenemos tiempo de sobra para planear que hacer.

—Pero Elsa, el tiempo vuelva cuando te diviertes, ¿no?. Hay que ir al cine, caminar por la playa, ir a cenar, tal vez podríamos ir acampar a las montañas pero creo que eso sería algo peligroso si vamos las dos solas, aunque también podemos…

—Anna todo eso suena genial… — Elsa por fin le ponía un alto a los divagues de la pelirroja—. Pero la verdad es que no me siento muy cómoda con esto. Y no me refiero al hecho se salir contigo y ser tu novia, si no que… Es decir no me agrada mucho el…

—El que yo exprese mi cariño por ti en publico. Eso es lo que me estás queriendo decir, ¿verdad?.

Elsa no quería decirlo de esa manera, pero era verdad. No estaba en contra de que Anna expresara sus sentimientos, siempre y cuando fuera en privado. Apenas llevaban una semana de noviazgo y ya habían salido un par de veces a tomar un café o simplemente a pasear a algún parque cercano y Anna aprovechaba cualquier ocasión para robarle un beso o simplemente para abrazarla tiernamente. Esos eran los momentos que hacían que Elsa perdiera un poco la cordura y le hicieran olvidar sus miedos y preocupaciones, al menos por ese instante.

—Elsa se que todo este asunto es nuevo para ti y créeme cuando te digo que también lo es para mi.

—Pero tú ya haz tenido una pareja con anterioridad, ¿cierto?.

—Sí, es verdad, pero también es la primera vez que salgo con una chica. Quiero decir, que tal vez para ti sea mucho más difícil "salir del closet" que para mi.

La expresión de sorpresa en el rostro de Elsa no se hizo esperar ante tal comentario. Anna se estaba volviendo una experta en decir cosas inoportunas en el momento adecuado.

"¿Acaso quieres que Elsa te odie, tonta?"

—¿Y yo cuándo estuve "dentro del closet"?— Anna soltó ligera risa ante el comentario de la rubia platino—. Creo que es solo cuestión de tiempo para que me "acostumbre" y después de eso, podemos gritarlo a los cuatro vientos si así prefieres.

Tiempo… Esa era la clave de todo esto, como dicen; "hay que darle tiempo al tiempo". Muy en el fondo, Anna sabía que este tipo de situaciones se podían llegar a dar y no solo por parte de Elsa, si no también de su parte. Obviamente no podía comparar su antigua relación con la actual, pero aún tenía esa espinita clavada en el pecho. El recordar lo inmadura, tonta e ingenua que fue, la hacía cuestionarse sobre si en verdad hizo lo correcto en el haberle confesado sus sentimientos, pero eso eran cosas del pasado, Elsa era muy diferente a Hans.

Por otra parte, Elsa también luchaba contra sus propios fantasmas. El problema no era su orientación sexual como tal, después de todo, ella jamás se había opuesto a la idea de sentir algo por una chica, simplemente no le daba importancia o en su debido caso, jamás se presentó la oportunidad. El verdadero problema radicaba en el simple hecho de que Elsa no sabía como expresar esos sentimientos, qué hacer, cómo actuar, qué decir, si ser discreta o no. Y tampoco podía dejar lado a sus padres, cómo tomarían toda esta situación.

—Me siento como una tonta— por fin Elsa rompía el silencio.

—No digas eso, no eres una tonta— dijo Anna con voz tierna—. No quiero presionarte a hacer cosas que no quieras, además, apenas estamos empezando.

—Creo que debo de dejar de ser tan mojigata y ser un poco más… Libre— Anna no pudo aguantar una risa al escuchar a Elsa llamarse de esa manera.

—Si lo prefieres, puedo expresar mi cariño por ti de una forma más… Como decirlo, intima.

Las mejillas de Elsa subieron de tono casi de inmediato cuando Anna terminó de hablar. Vaya que si esa pelirroja sabía exactamente como ponerla en una situación incomoda. Y aunque Elsa quería mantenerse serena, firme y con modales, no podía negar que no era una mala idea el "expresar su cariño" de manera un poco más privada.

—Supongo que no habría ningún problema con eso— dijo Elsa.

Ahora era Anna quien se sonrojaba por las palabras de su novia, le fascinaba escucharla decir esa clase cosas. Mientras que ella se esforzaba casi al máximo para hacer sentir a Elsa como una reina con sus tontos halagos, la rubia platino lo hacía de una manera muy natural.

—Es fascinante, ¿no lo crees?— dijo Anna.

—¿Qué es fascinante?— Elsa no entendia a que se referia.

—Todo esto— Elsa seguía sin comprender las palabras de la pelirroja— Quiero decir, mírate, ya no eres la misma persona que cuando te mudaste a este edificio.

—Sigo siendo la misma, Anna.

—Eso no es verdad. Ahora eres mi novia, haz hecho varios amigos, te haz vuelto más sociable, yo diría que ya eres una chica común de 22 años.

Vaya si Anna tenía razón, Elsa había cambiado bastante en tan poco tiempo, pero todo ese cambio tenía un común denominador y estaba justo frente a ella.

Algunos pueden decir que todo en esta vida pasa por una razón, que las casualidades no existen y que todo ya esta predestinado. Pero hay ocasiones en las que hay circunstancias extrañas que lo cambian todo y nunca se esta del todo preparado para afrontarlas. Lo único predecible de la vida, es que es impredecible y vaya que si Elsa lo había aprendido bien. Nunca se imagino que una simple mudanza le fuera a cambiar la vida. Fueron esas extrañas circunstancias las que ocasionaron que Anna y Elsa terminaran saliendo.

Por mucho tiempo, Elsa soñó con tener esta clase de vida, una donde tuviera amigos con los que pudiera salir, charlar y compartir grandes momentos. Pero su padre siempre se opuso a esa idea, haciéndole creer que ese tipo de cosas no importaban y que era él quien debía de decidir por ella.