Capítulo 15: Tarde fugaz.

El día por fin había llegado, el momento que Anna tanto había esperado desde hacía varios días; el viaje a su ciudad natal. No solo era la emoción de regresar, de volver a ver a sus padres y sorprenderlos con su visita, si no el hecho de que iría con sus mejores amigos y en especial, con esa chica tan peculiar. Todos los momentos estresantes del último semestre de clases se habían esfumado y todo gracias a la ayuda de Elsa o al menos Anna así lo creía.

Eran las ocho de la mañana y todos ya se encontraban listos en el estacionamiento del edificio, preparados para partir, todos con excepción claro de una persona; Elsa. Aunque al principio, había sido algo frustrante para Elsa el haber aceptado la invitación de Anna, ahora las cosas eran un poco diferentes. Ahora la idea de viajar con chicos de su edad y de conocer otra ciudad ya no se escuchaba tan mal y no por el hecho de que no haya conocido otras ciudades antes o viajado por carretera, pero definitivamente esta ocasión era muy diferente. Mientras todos esperaban en el estacionamiento dispuestos a marcharse, ella se aún se encontraba en el su departamento mirándose fijamente al espejo, con una expresión de incertidumbre en su rostro, como si aún no creyera todo lo que le estaba pasando, todo lo que había hecho Anna en ella. Hasta hace poco tiempo, ella era la persona más indiferente del mundo, que solo pensaba con cumplir las expectativas de su padre y tratar de sobrevivir a un mundo del cual conocía poco, pero en menos de seis meses, todo eso quedo atrás, todo por culpa de aquella pelirroja que había logrado derretir su helado corazón.

Un repentino mensaje sacó a Elsa de su pequeño trance, se trataba de Anna, preguntando si pasaba algo o por qué estaba demorando tanto en bajar. La rubia platino sacudió su cabeza, no había necesidad de responder, estaba lista para esta "aventura". Tomó sus cosas, una pequeña mochila con algunas cosas personales, las llaves de su departamento y una pequeña caja de chocolates para el camino y listo.

Luego de echarle una última mirada a su departamento, para por fin salir de este, Elsa bajó lo más rápido que pudo las escalares, solo para encontrarse con Anna justo a la mitad del camino, cosa que le sorprendió bastante.

—¿Qué haces aquí?— preguntó Elsa sorprendida.

—Iba a buscarte, pensé que tal vez necesitabas ayuda con algo— dijo Anna algo preocupada.

—Solo tenía una pequeña charla con mi reflejo en el espejo— esta no era precisamente la respuesta que Anna esperaba—. Perdón si los hice esperar, creo que solo tenía que hablar conmigo misma por un momento para aclarar cosas.

—Bueno… Eso es nuevo, ¿lo haces muy seguido?— dijo Anna algo confundida.

—El día de hoy… Creo que sí.

Anna solo respondió con una amplia sonrisa, para ella Elsa era la persona más cómica del mundo sin siquiera que ella tuviera que esforzarse por serlo. Las chicas terminaron de bajar las escaleras para encontrarse con Olaf y Rapunzel en el estacionamiento. Elsa guardo sus cosas en el maletero y listo, ya no faltaba nada más.

Los cuatro chicos terminaron por subir al auto; Rapunzel sería la encargada de manejar, Olaf sería el copiloto y Elsa y Anna irían juntas en la parte de atrás.

—Muy buenos días tengan todos y sean bienvenidas a aerolíneas "Copos de nieves"— dijo Rapunzel haciendo su mejor imitación de una sobrecargo—. Les habla su capitana para informarles que este será un viaje de aproximadamente de dos horas. No se permiten paradas innecesarias para ir al baño o alguna de esas cosas, con este me refiero a ti, Olaf.

El chico se sorprendió bastante al escuchar la advertencia de la "capitana" e inmediatamente se puso a protestar. Por su parte, Anna trataba de aguantarse la risa, sin mucho excito, las peleas entre esos dos siempre le sacaban una sonrisa. Elsa por otro lado, trataba de mantener la compostura y no echarse también a reír.

—Rapunzel, no creo que necesites ser tan formal para explicarnos el viaje— dijo Anna ya un poco más tranquila.

—Lo se, solo les advierto que si llegamos tarde, le pueden echar la culpa a nuestro querido amigo aquí presente. Olaf soltó un gran suspiro de resignación, asintiendo levemente con la cabeza.

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El viaje estaba resultando ser mucho mejor de lo que Anna había esperado. Una buena música, un hermoso paisaje, chocolates e historias divertidas estaban siendo la mejor combinación. Como ya era costumbre, Anna era el centro de atención de que casi todas las historias y no solo porque ella estuviera involucrada en todo, si no porque ella era la que más hablaba. Como era de esperarse, Elsa era la que menos hablaba, limitándose a decir algún que otro comentario o solo reírse en voz baja.

—¿Cuánto falta?— preguntó Olaf en un tono algo infantil.

—Olaf, te juro que si vuelves a preguntar eso de nuevo, me detendré, te sacaré del auto y te voy a enterrar en la nieve para que ahora si te conviertas en un muñeco— dijo Rapunzel algo molesto, aunque en el fondo esta solo estaba jugando.

Elsa aprovecho el breve momento en que los chicos empezaban otra de sus clásicas peleas para hablar con Anna.

—¿Ellos siempre son así?— preguntó Elsa en voz baja.

—La mayoría del tiempo, aunque nunca llegan a nada. Es muy divertido si lo piensas, siempre intento adivinar ahora cual será la siguiente causa por la que peleen.

—Ya veo…

—Falta poco para llegar. Te va a encantar Gjerstad, es una ciudad muy pequeña y no hay mucho que ver pero tiene su toque especial— dijo Anna en tono nostálgico.

Anna empezó a contarle un poco a Elsa de como era su vida antes de mudarse a Arendelle. La rubia volvía a sentir esa extraña sensación en su estómago al escuchar todo lo que la pelirroja le contaba. Más que envidia, era curiosidad por saber más sobre el mundo, más sobre que era realmente vivir fuera de los muros de un "castillo".

Pasaban los minutos y Anna no paraba de contarle a Elsa todo sobre su antigua vida hasta que, sin darse cuenta, ya habían llegado a su destino.

—¡Llegamos!— gritó Anna —. Rapunzel toma rumbo hacia el centro de la ciudad, quiero que Elsa conozca todo.

—Anna no es necesario que…

—¡A la orden capitán! — dijo Rapunzel muy entusiasmada, a ella también le agradaba volver.

—Tenemos toda la tarde para que conozca la ciudad, Anna. No tenemos que hacerlo ahora o ¿sí?

Elsa intentaba ser lo más imparcial posible, después de todo, no podía ser egoísta y hacer que todos cumplieran los caprichos de Anna, este viaje era para que todos pudieran disfrutar, pero a pesar de la petición de la rubia, Anna decidió ignorarla.

—"Zel", recuerdas el restaurante donde solíamos comer después de la escuela, ese donde preparaban esos ricos sándwiches.

—Claro, como olvidarlo, tú solías comerte dos de casi un bocado— Elsa soltó una ligera al imaginarse a Anna comer de esa manera —. No estaría mal el ir a comer a ahí, me muero de hambre — Anna aplaudió la idea de su amiga, lo mismo que Olaf.

Luego de unos minutos llegaron por fin al tan esperado restaurante. No era precisamente uno de cinco estrellas o algo parecido, pero se lucía bastante agradable. Rapunzel estaciono el auto y por fin todos pudieron estirar las piernas después de un largo viaje.

Olaf y Rapunzel se adelantaron a las chicas para buscar una buena mesa donde sentarse, mientras que Anna charlaba un momento con Elsa, que a pesar de que se encontraba feliz por todo este viaje, lucía algo nerviosa.

—¿Está todo bien, Elsa?

—Estoy nerviosa, que tal si alguien…

—Se lo que quieres decir y créeme, no pasa nada. Si esto te tranquiliza, aquí nadie te conoce, así que puedes hacer lo que quieras.

—Pero a ti sí te conocen.

—No me importa mucho que digamos y te lo voy a probar...

Anna atrapo el cuello de Elsa y la atrajo hacía para darle el beso más empalagoso que le había dado jamás. La rubia platino por un momento se quedó rígida ante tal acción, no le había dado tiempo para pensar en algo. Cuando Anna terminó de besarla, esta tenía una expresión de satisfacción en su rostro.

—¿Ves? No pasa nada.

"Vaya forma de demostrarlo" se dijo Elsa a si misma mientras saboreaba sus labios.

Teniendo ahora un poco más de seguridad, Elsa tomó de la mano a Anna y juntas caminaron hacía el restaurante. Las chicas entraron al lugar y se sorprendieron de encontrarlo casi vacío, en cierta forma Elsa agradecía esto. Rapunzel y Olaf ya las estaban esperando e incluso ya habían ordenado algo. La comida llegaría minutos después y tal y como Anna lo había dicho Anna, los sándwiches habían estaba deliciosos. Ahora Elsa comprendía porque su novia podía comerse dos de un solo bocado, quien no quisiera hacerlo con tal de probarlos.

—Muy bien, ¿qué quieren hacer a ahora?— preguntó Anna.

—Podríamos caminar por todo el centro, visitar el museo de la ciudad o ir a caminar por la costa.

Anna se puso a pensar un momento sobre cuál sería su siguiente actividad. De pronto, una idea llego a su cabeza, no era la mejor idea del mundo, pero estaba segura de que a todos les iba a encantar.

—Podríamos ir al antiguo mirador que está cerca de mi casa, después podríamos aprovechar para ver a mis padres.

La idea no sonaba nada mal. El viejo mirador no era precisamente eso, si no que se trataba de un pequeño desfiladero que muchas personas lo tomaban como un mirador. Todos estuvieron de acuerdo con la idea de Anna, incluso Elsa, que parecía estar un poco más relajada.

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El día se estaba esfumando rápidamente. Este viaje estaba resultando ser la mejor idea que Anna había tenido en mucho tiempo. Después de comer, los chicos decidieron caminar por el centro de la ciudad y visitar más lugares, teniendo a Anna como su guía turística para llevarlos por buen camino. Elsa estaba disfrutando la tarde como nunca antes en su vida, no era como si la ciudad ofreciera una atracción en cada esquina, si no por el hecho de ir tomada de la mano con Anna y no tener miedo de hacerlo, jamás había sentido tanta libertad.

El reloj ya marcaba las cuatro de la tarde, en unas horas empezaría a oscurecer y los chicos tendrían que regresar a Arendelle. Anna propuso que ya era momento para visitar el viejo mirador, cosa que todos estuvieron de acuerdo.

—Chicos tenemos un pequeño problema— dijo Rapunzel.

—¿Qué pasa? ¿No recuerdas donde dejaste el auto?— preguntó Anna algo preocupada.

—No, no es eso. Olvide decirles a mis padres que vendría a la ciudad, ahora mi madre dice que quiere verme — Anna se detuvo a pensar por un momento.

—No te preocupes, ve a casa de tus padres, Elsa y yo iremos por nuestra cuenta. Nos veremos a la siete en mi casa para regresarnos a Arendelle a tiempo.

Rapunzel asintió, de igual forma que Olaf, que este no quería ser el mal tercio en las cita de Anna. Elsa se mantuvo un poco aparte de la conversación, no podía decir que le disgustaba la idea de pasar el resto de la tarde a solas con Anna pero eso conllevaba el hecho de que tendría que conocer a sus padres. Olaf y Rapunzel se despidieron brevemente de las chicas y partieron camino rumbo a la casa de los padres de la rubia. Anna se quedó un momento pensando en cual sería ahora la manera más rápida de llegar a su casa.

—¿Por qué no tomamos un taxi? Sería una forma rápida de llegar— preguntó Elsa, deduciendo la razón de porque Anna no hablaba.

—No es mala idea. Quería caminar contigo, pero supongo que tenemos el tiempo encima y hay que aprovecharlo — dijo Anna muy emocionada —. ¡Vamos! No puedo esperar para que conozcas el mirador.

Una tierna sonrisa se dibujó en los labios de Elsa, no comprendía como Anna podía emocionarse por esa clase de cosas. Ella por mucho tiempo se abstuvo de expresar esa clase de emociones, o al menos no frente a su familia. Pero aquí no estaban ellos, en ese momento no había reglas ni nada que se le pareciera, solo se encontraba ella y Anna.

Anna extendió su mano para parar a un taxi que pasaba justo por ahí, vaya que si estaba de suerte. Las chicas subieron al vehículo y tomaron rumbo a la casa de la pelirroja.

No demoraron mucho tiempo en llegar, aunque la casa de Anna se encontraba algo lejos del centro de la ciudad, la zona era muy agradable. Al bajar del auto, Elsa se sorprendió al ver la vista que tenía desde ahí. La casa de Anna se encontraba sobre un pequeña colina, no era muy alta, pero si lo suficiente como para ver la carretera y el mar a lo lejos.

—Esta vista es muy bella— dijo Elsa que seguía admirando el lugar.

—Lo es y deberías de ver como se ve desde mi habitación, créeme, no hay nada que se le compare— dijo Anna muy orgullosa—. Bien, el mirador esta todavía más arriba así que espero que aún tengas fuerzas.

—Espera, ¿no quieres ver a tus padres primero?

La emoción de Anna se había esfumado casi al instante cuando Elsa pregunto por sus padres, recordando que no les había avisado aún que vendría de visita. Anna soltó un enorme suspiro y se giró para mirar su casa con más detalle, no quería entrar, no quería hablar con sus padres ya que ella sabía perfectamente de que se trataría su charla; dinero.

—No era mi intención acerté sentir incomoda, Anna. No sabía que no querías ver a tus padres.

—No tienes que disculparte, Elsa. Y no es que no quiera verlos, es solo que...

Anna no supo que decir, no quería ver a sus padres y tener la misma conversación de siempre y tampoco quería que Elsa estuviera ahí para escucharla. Elsa sabía perfectamente cuál era la situación económica de la familia de la pelirroja, pero no era un tema que se tocara muy a menudo.

—¿Qué es ese esplendido aroma qué hay en el aire?— dijo Elsa en un intento de cambiar el tema de la conversación—. ¡Chocolate!

Anna también se percató de aquel aroma. No era difícil adivinar de donde provenía ese olor; venía directamente desde su casa.

—Seguramente es mamá, debe de estar cocinando pastel de chocolate. Pero eso es raro, ella solo suele hacerlo para eventos especiales— dijo Anna algo confundida—. Bueno, supongo que no lo sabremos hasta que entremos, ¿verdad?

Elsa asintió levemente la decisión de su novia, aunque estaba sorprendida del repentino cambio actitud de esta. La dos chicas caminaron hacía la puerta de la casa, pero justo antes de entrar, ahora era Elsa quien se detenía en seco. A pesar de que confiaba en Anna plenamente, aún no se sentía con la confianza suficiente como para conocer a sus padres.

—Si hubiera sabido que iba a conocer a tus padres, me hubiera puesto lago más decenté —dijo Elsa tratando de arreglar su trenza francesa lo mejor que podía.

—No digas eso. Para mí luces genial y perfecta para conocer a mis padres.

—Anna no creo que unos Converse, unos jeens deslavados y una camisa a cuadros sea lo mejor.

Anna ignoró las palabras De su novia y decidió abrir la puerta de todas formas. Elsa tragó saliva, tomó un poco de aire y se preparó para entrar a la casa. Lo primero que la rubia platino notó al entrar, era que la casa era un lugar bastante pequeño, pero muy acogedorsentada que ver si la comparaba con la casa de sus padres. La sala de estar solo consistía en dos sillones grandes y una pequeña mesa de centro, al fondo, se encontraba un comedor que era solamente para cuatro personas, y justo a su izquierda, unas escaleras de madera que daban hacía el segundo piso de la casa. Por último, cerca de donde se encontraba el comedor, se hallaba una puerta que seguramente daba a la cocina. Elsa también se dio cuenta de que todo el lugar estaba decorado con fotografías de Anna y su familia.

—Hola, ¿hay alguien aquí?— preguntó Anna en voz alta.

La puerta del al lado del comedor se abrió lentamente y ella salió una mujer bastante parecida a Anna, pero obviamente, mucho mayor.

—¿Anna? ¿Eres tú?— preguntó la mujer algo nerviosa, al mismo tiempo que se acercaba lentamente a las chicas.

—Claro que soy yo, mamá. ¿Quién más podría ser?

—¡Anna!— exclamó la mujer—. Perdón, no te reconocí y es que no esperaba qué estuvieses aquí. ¿Por qué no avisaste que venías? Le hubiera dicho a tú padre que fuera por ti a la estación de autobuses, pero tú siempre andas en las nubes y nunca eres para llamar o algo parecido.

Elsa soltó una pequeña risita al escuchar cómo hablaba aquella mujer, ahora entendía a la perfección porque Anna hablaba también de esa manera tan singular.

—¡Mamá!— respondió Anna algo apenada—. No quise decirte nada, porque solo veníamos a pasar la tarde y ya. Pero los planes cambiaron y al final terminamos aquí.

—Ya veo, aún así siento que debiste de haber avisado, pero eso ya no importa, lo importante es que hayas venido a visitarnos aunque sea un momento— dijo la mujer con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Y supongo que tú debes de ser Elsa o me equivoco?

Elsa se sorprendió bastante al ser reconocida tan fácilmente por la madre de Anna. Que ella recordará, esta era la primera vez que la veía y viceversa. Ahora le tocaba a Anna reírse de la situación al notar la cara de asombro de Elsa.

—Lo siento, pero es que Anna me a contado tanto sobre ti, que me es muy fácil el reconocerte.

—No me diga...— Elsa le lanzó una mirada de pocos amigos a su novia, está solo se limitó a reír bajo sus dedos. En el fondo no podía enojarse con ella y menos por algo así.

—Quiero disculparme por todo este desorden, de haber sabido que vendrían les hubiera preparado algo para comer— dijo amablemente la mujer.

—¡Eso es una gran idea mamá!— dijo Anna muy apresurada—. Porqué no nos preparas unos sándwiches mientras llevó a Elsa a conocer mi habitación— Anna tomó a Elsa del brazo y rápidamente subieron las escalera hasta la segunda planta de la casa.

El movimiento fue tan rápido que no le dio tiempo a Elsa de despedirse de la madre de Anna como era debido. Esta última solo soltó un gran suspiro y levantó su pulgar en señal de que no había problema.

La segunda planta de la casa resultó ser solo un enorme pasillo, decorado con algunas fotografias y unos cuadros de paisajes, todo perfectamente ordenado. Las dos chicas caminaron hasta el final del mismo, hasta donde había una puerta con un pequeño letrero que decía "Anna". La pelirroja abrió la puerta e invitó a su novia a pasar, Elsa agradeció la caballerosidad con una cálida sonrisa.

—Por fin estamos a salvo— dijo Anna una vez que había entrado a la habitación.

—¿A salvo de quién?— preguntó Elsa. Aunque en el fondo se daba una idea de quién estaba hablando.

—De mamá. No me mal interpretes, ella es la mejor mamá del mundo pero a veces ella es muy... Digamos que no sabe cuándo parar— dijo Anna algo apenada.

Elsa solo sonrió, con una ligera risa de fondo y siguió "disfrutando" de la habilitación de la pelirroja. Está definitivamente era muy diferente a su recaramara, ya sea la del departamento 302 o la de casa de sus padres. Tenía ese aire de pertenecer a una chica "libre", de esas que no se preocupan por el futuro y disfrutan del día a día, que no tienen una responsabilidad mayor que de vivir la vida tal y como venía.

Anna se sentó en la orilla de su cama y observo atentamente como Elsa inspeccionaba su antigua habitación. La pelirroja también le estaba hechando un un vistazo a su antiguo cuarto, en especial a una pared que estaba decorada con varias fotografías de ella y sus amigos, boletos de cine, algunos de unos conciertos, cartas y demás. Era como una especie de mural que reprensentaba todo lo que era la esencia de Anna, Elsa no tardó mucho tiempo en "descubrir" y preguntar sobre ella.

—Es un lindo "collage", ¿tú lo hiciste?— preguntó Elsa sin quitar la vista de las fotografías.

—Sí, lo hice unos meses antes de salir de la preparatoria y por ende, antes de mudarme a Arendelle— respondió Anna con mucha nostalgia—. Solo faltas tú en esa pared.

—¿Yo? ¿Por que yo?

—Tú me has ayudado bastante, además de que eres mi primera novia, supongo que eso es más que suficiente como para pertenecer al mural.

Elsa no supo qué decir, más que mostrarle la sonrisa más tierna que le era posible. Sin duda Anna era la persona con el corazón más cálido que jamás había conocido y se sentía sumamente afortunada de que ella formará parte de su vida ahora.

La pelirroja se puso de pie y se acercó a su novia para depositarle un tierno beso en sus labios. Elsa reaccionó casi de manera natural y le correspondió el beso, pero está abrazo a Anna por la cintura para atraerla más hacía ella. El beso se prolongó más de lo esperado por la pelirroja que se tuve que separar para tomar un poco de aire y continuar con esta batalla que no quería perder. La rubia platino tampoco quería quedarse atrás y dejar que Anna tomará el control, así que se dejó llevar por sus instintos y empujó a su novia para que está callera sobre la cama. Anna no estaba dando crédito a lo que pasaba, está era una Elsa que ella no conocía pero que le agradaba el por fin conocer.

—Crees que voy a dejarte que me controles— dijo Anna una voz sensual, mientras se ponía de pie para ser ahora ella quien arrojaba a Elsa a la cama.

—Yo no quería... Es solo que...— Elsa pudo terminar de hablar ya que fue callada por un repentino beso de Anna.

Ahora la pelirroja se encontraba encima de Elsa, atacándola con besos cada vez más apasionados. Anna estaba llevando el control de las acciones y Elsa solo se dejaba llevar, había perdido esta batalla. Esta última se mordió el labio inferior al ver cómo Anna la miraba con ojos de lujuria, esto se estaba saliendo de control y más cuando la pelirroja empezó a trazar un camino con su dedo índice desde la barbilla hasta la comisura de los pechos de Elsa. Esta no pudo evitar soltar un ligero gemido al sentir el tacto de Anna, su respiración se agitaba cada vez más.

—Cariño aquí están los... —se escucho la voz de alguien entrando a la habitación.

Anna y Elsa voltearon enseguida, las dos con cara de susto. La madre de Anna también tenía esa cara aunque no tan roja como la tenían las chicas. La pelirroja se puso de pie y le reclamó a su madre de que toca antes de entrar. La mujer solo agacho la cabeza, con una sonrisa nerviosa dejo una enorme charola con unos sándwiches y salió de la habitación.

—Perdóname, es que mamá no tiene sentido de la privacidad y yo no le puse seguro a la puerta y... —Anna se estaba muriendo de la vergüenza, además de que ahora tenía que explicarle a su madre lo que había pasado.

Elsa solo asentio levemente mientras se arreglaba los mechones de su cabello. La verdad era que ella también se estaba muriendo de la vergüenza, además de tener un remolino de emociones en su cabeza por todo lo que había pasado. Anna se acercó a ella y le dio un tierno abrazo en señal de que no tenía que preocuparse, que ella se encargaría de su madre.

—Vaya forma de terminar el viaje, ¿no crees?— dijo Anna mientras acomodaba un mechón del cabello de su novia.

—Ya lo creo... Aunque no me molesto.

Anna se sorprendío al escuchar a Elsa decir esas palabras, aunque en el fondo le encantaba que su novia se comportara así, era como una extraña combinación de sensualidad con inocencia.

Las dos chicas volvieron a besarse pero claro con más tranquilidad, mientras los últimos rayos del sol entraban por la ventana de la habitación, dando señal a que ya era hora de regresar a Arendelle.