Capítulo 23: Falsa seguridad.
A veces las cosas no suelen ser lo que parecen. Todos en algún momento llegamos a crear una máscara para así poder ocultar nuestro verdadero yo, las razones pueden ser muchas, pero principalmente es para engañar a los demás o a nosotros mismos. Sea cual sea la razón, en muchas ocasiones eso funciona (al menos por un tiempo) ya que nos da una falsa seguridad y control sobre nuestro entorno cuando la realidad suele ser muy distinta. ¿Pero qué pasa cuando esa mascara realmente te ayuda a mejorar? ¿No es eso un cambio? ¿No es algo positivo? Pues… Esa era la respuesta que Elsa estaba buscando.
Muy en el fondo, Elsa sabía mejor que nadie que su repentino cambio de actitud con respecto a su relación con Anna era simplemente porque se había dejado llevar por la corriente, como si tratase de un pedazo de madera navegando por las aguas de un rio. Había dejado de luchar contra la corriente y eso la calmaba, la hacía sentir fuerte y sobre todo, le hacía ver que aquel corazón de hielo que juraba tener poco a poco se iba derritiendo. Y era ese sentimiento de tranquilidad lo que a veces la hacía ponerse nerviosa; ¿Cuánto tiempo le duraría? ¿Ese era realmente su verdadero yo? ¿Acaso Anna lo notaba? ¿Se merecía toda esa paz?
"No sientas… No lo sientas" eran las palabras que Elsa se repetía cada vez que llegaban estos pensamientos a su cabeza. No quería volver a ser como era antes y si para eso debía de fingir ser otra persona, pues que así fuera, porque realmente valía toda la pena del mundo. Ahora tenía un grupo de amigos que la veían como cualquier otra chica, una novia que la amaba casi incondicionalmente, esta vida la había visualizado tantas veces en sus momentos más privados… Una vida normal.
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Aquella tarde estaba resultando de los más agradable, Elsa había ido a visitar a sus padres y los tres disfrutaban de una comida en el jardín platicando de las cosas más banales; escuela, trabajo, el clima, la vida.
—Me da mucho gusto que te estés adaptando tan bien a tu nueva "vida", Elsa. La verdad pensaba que había sido un error grave el haberte dejado ir. — dijo el padre de Elsa con una sonrisa orgullosa.
—Gracias, papá— respondió Elsa.
—Por cierto, Elsa, ¿has oído hablar de la cena de beneficencia que se llevará a cabo en el centro comunitario la semana que viene?—preguntó su padre, con una mirada esperanzadora.
—Sí, lo he oído— respondió Elsa, tomando un sorbo de té. —¿Qué pasa con eso?
—Me encargaron la organización del evento este año— dijo su padre, orgulloso. —Se que no te gustan mucho esta clase de eventos pero me gustaría que asistieras. Sería una gran oportunidad para que puedas hacer algunas conexiones útiles para tu futuro.
Elsa frunció el ceño, no del todo entusiasmada por la idea. Elsa se sintió un poco intimidada ante la idea de conocer a personas tan importantes, pero no dejó que su nerviosismo se notara. En cambio, decidió preguntar lo que realmente estaba en su mente.
—¿Puedo invitar a alguien?—preguntó, con cautela.
Por supuesto, hija. ¿A quién quieres invitar? Si tienes algún amigo o compañero de clase que creas que sería una buena adición a la cena, por favor, invítalos.
Elsa sonrió, agradecida por la oferta. —Gracias, papá.
La rubia platino había sentido un ligero escalofrío al proponer la idea de invitar a Anna a la cena de beneficencia. ¿Qué pasaría si Anna no se llevaba bien con su familia? ¿Qué pasaría si no estuvieran a la altura de las expectativas de la cena? Estos pensamientos y más rondaban en su cabeza, haciendo que se sintiera incómoda. Sin embargo, había algo en Anna que la hacía querer compartir su vida con ella. Había algo en su risa y en su sonrisa que la hacía sentir cómoda y en paz. Elsa se había pasado años sintiéndose sola y aislada, pero Anna la había sacado de esa burbuja de soledad y le había mostrado que la vida podía ser más que solo una existencia solitaria.
Y así, a pesar de sus temores, Elsa decidió dar un paso adelante. ¿Por qué no invitar a Anna a la cena? Después de todo, ella era su novia y se merecía compartir momentos importantes con ella. Y si las cosas no resultaban bien, bueno, Elsa estaba dispuesta a hacer todo lo que estuviera en su poder para que Anna se sintiera cómoda y aceptada.
A medida que meditaba sobre sus pensamientos, Elsa se dio cuenta de que estaba cansada de ocultar su verdadero yo. Estaba cansada de usar esa máscara para encajar en un mundo que nunca la había aceptado. Si quería ser feliz con Anna, tendría que dejar de preocuparse tanto por las expectativas de los demás y aprender a ser fiel a sí misma.
Con una sonrisa en su rostro, Elsa decidió que era hora de dar un paso adelante y comenzar a vivir su vida de manera auténtica, sin temor al rechazo o al juicio. Y si Anna estaba dispuesta a acompañarla en ese viaje, entonces todo sería posible.
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Agnar y Idun se encontraban sentados en el sofá de la sala, sosteniendo sus respectivas tazas de té. Habían pasado ya varias semanas desde que notaron el cambio en la actitud de su hija Elsa, y aunque estaban felices por ella, también sentían una cierta inquietud.
—¿No te parece extraño que Elsa esté actuando de esta manera?— preguntó Agnar, mientras sostenía su taza de té con ambas manos.
—Sí, lo es— respondió Idun con una expresión preocupada en su rostro. —Pero al mismo tiempo, creo que es maravilloso verla tan feliz y segura de sí misma.
Agnar asintió. —Sí, tienes razón, pero no puedo evitar sentir que fallamos en alguna parte. Siempre pensé que mantenerla alejada del mundo exterior era lo mejor para ella, pero parece que me equivoqué.
—No te culpes, querido— dijo Idun, acercándose a su esposo y poniéndole una mano en el hombro. —Siempre has hecho lo que creías que era lo mejor para nuestra hija.
Agnar reflexionó por un momento, recordando los años en que mantuvo a Elsa en casa, alejada del mundo exterior. Siempre había creído que esa era la mejor opción para su hija, pero tal vez se había equivocado.
—Pero ahora me pregunto si la he privado de experiencias que son cruciales para su desarrollo como persona— reflexionó Agnar con tristeza.
—Quizás nunca lo sabremos, pero no podemos cambiar el pasado— dijo Idun con firmeza— Lo importante ahora es apoyar a Elsa en su nueva vida y asegurarnos de que esté feliz
Los padres de Elsa continuaron hablando sobre su hija, tratando de entender lo que estaba sucediendo en su vida. A pesar de sus dudas y preocupaciones, sabían que lo más importante era apoyar a su hija y estar allí para ella en todo momento.
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Era una tarde de verano tranquila y apacible en la ciudad. Elsa y Anna estaban sentadas en la terraza del edificio donde vivían, disfrutando de la vista del atardecer. Un ligero viento soplaba suavemente, moviendo los mechones de cabello de ambas chicas. Se oían los sonidos lejanos de la ciudad: los coches, los gritos de los niños jugando en la calle, los pájaros piando al fondo.
Elsa estaba observando el cielo, perdida en sus pensamientos. Anna, que la conocía lo suficiente para notar cuando algo le preocupaba, le preguntó: —¿Estás bien, Elsa? Te veo pensativa.
Elsa volteó a ver a Anna y le sonrió, intentando ocultar su preocupación. —Sí, estoy bien. Solo estaba pensando en la cena de beneficencia que tendremos en una semana.
—¿Cena de beneficencia?— preguntó Anna con curiosidad. —No me has hablado de eso antes.
—Sí, es un evento que organiza mi padre para recaudar fondos para una organización benéfica. Va a ser una cena formal, y he sido invitada a asistir. ¿Te… gustaría venir conmigo?— propuso Elsa tímidamente.
Anna se quedó unos segundos en silencio, procesando la invitación de Elsa. Por un momento, Elsa sintió que su corazón se detenía, preguntándose si había cometido un error al invitarla. Pero entonces, Anna rompió el silencio.
—¿De verdad me quieres llevar a la cena?—preguntó Anna, todavía sorprendida.
—Por supuesto que sí, Anna. Me encantaría que me acompañaras", respondió Elsa con una sonrisa.
Anna se quedó pensativa por unos segundos más antes de hablar de nuevo. —¿No crees que podría ser incómodo para ti si voy? No quiero ser una carga o un obstáculo para ti— dijo con preocupación.
Elsa negó con la cabeza. —No, no lo serás. De hecho, estoy deseando que vengas…
Anna sonrió tímidamente ante la respuesta de Elsa. —Está bien, acepto. Pero solo si prometes bailar conmigo— dijo con una sonrisa.
—Por supuesto… Que bailaré contigo. Aunque no soy muy buena que digamos— dijo Elsa, sintiendo una mezcla de nervios y emoción por la idea de bailar con Anna en la cena.
Las dos chicas se quedaron un rato más en la terraza, charlando sobre la cena y otros temas. Elsa se sentía muy feliz de poder compartir ese momento con Anna, pero al mismo tiempo sentía una especie de temor en el fondo de su corazón.
¿Qué pasaría si alguien descubría su relación? ¿Cómo reaccionarían los invitados? Elsa sabía que la cena era un evento muy importante para su familia, y no quería que nada arruinara esa noche. Pero por otro lado, no podía negar la emoción de tener a Anna a su lado, como su pareja oficial.
Finalmente, decidió que no dejaría que el miedo la detuviera. Tomaría esa noche como una oportunidad para demostrarle al mundo que estaba orgullosa de su relación con Anna, y que no tenía nada que ocultar.
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Elsa y Anna se encontraban en el estudio de radio de la universidad, terminando el programa "Frozen Voice". Habían discutido sobre varios temas interesantes y la química entre ellas se hacía evidente a través de las ondas de la radio.
—Muy bien, amigos, eso es todo por hoy en Frozen Voice, gracias por sintonizarnos— dijo Elsa mientras apagaba los micrófonos.
Anna se quitó los auriculares y suspiró, —Eso fue divertido, como siempre.
Elsa sonrió, —Sí, la verdad es que si es divertido.
Anna asintió, —Absolutamente, nunca pensé que tendría la oportunidad de hacer algo como esto.
—Mhm, pero tienes que admitir que tienes un talento natural para esto— dijo Elsa, poniendo un brazo alrededor de los hombros de Anna.
Anna se sonrojó ligeramente, —Oh, por favor, no exageres.
—No estoy exagerando, Anna. Tienes una voz increíble y eres muy buena conduciendo una conversación. dijo Elsa sinceramente.
Anna sonrió agradecida, —Gracias, Elsa. Significa mucho para mí que pienses eso.
Ambas se preparaban para salir de la cabina. Pero antes de que Elsa pudiera abrir la puerta, Anna la detuvo con una mano en su hombro. Elsa se giró hacia ella, sorprendida.
—¿Qué pasa?— Preguntó Elsa.
Anna parecía nerviosa, sus manos temblaban ligeramente. —Elsa, hay algo que quiero decirte— dijo con una voz suave.
—¿Qué es?— preguntó Elsa, preocupada. Su corazón empezó a latir más rápido, temiendo lo peor.
De repente, Anna tomó el rostro de Elsa entre sus manos y la besó. Fue un beso suave, lleno de amor y cariño. Elsa se sorprendió al principio, pero luego cerró los ojos y se dejó llevar por la pasión del momento. El beso terminó y ambas se miraron a los ojos, respirando agitadamente. Anna tomó la mano de Elsa y la llevó hacia su pecho, para que pudiera sentir su corazón latiendo fuerte.
—Te quiero, Elsa. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida— dijo Anna con voz temblorosa.
—Yo también te quiero, Anna. Eres mi todo— respondió Elsa con lágrimas en los ojos.
Ambas se abrazaron fuertemente, sintiendo la calidez del otro. La cabina de radio se había convertido en su lugar secreto, donde podían ser ellas mismas sin temor a ser juzgadas.
—¿Nos vamos?— por fin Anna rompió el silencio. Elsa solo asintió.
Elsa se quedó en la cabina de radio unos momentos después de que Anna saliera. Estaba sola con sus pensamientos, tratando de procesar lo que acababa de suceder. El beso de Anna había sido inesperado, pero no menos agradable. Había sido un recordatorio de lo mucho que amaba a Anna, y lo afortunada que se sentía de tenerla en su vida.
Pero al mismo tiempo, Elsa sentía un ligero nudo en el estómago, una pequeña voz en su cabeza que le decía que no se dejara llevar demasiado por el momento. Tenía miedo de volver a caer en su antiguo patrón, de dejar que la corriente la arrastrara y luego arrepentirse de ello después. Pero sabía que Anna era diferente, que ella la amaba por quien era en realidad, con sus fortalezas y debilidades.
Elsa tomó una respiración profunda y se dirigió hacia la puerta de la cabina. Sabía que debía dejar de preocuparse tanto por su propia seguridad y confiar en su relación con Anna. Después de todo, era eso lo que hacía que su vida fuera significativa, tener a alguien en quien confiar y amar. Y si eso significaba dejar caer su máscara y ser vulnerable de vez en cuando, entonces estaba dispuesta a hacerlo.
Elsa y Anna caminaron por los pasillos de la universidad, con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de amor. Sabían que se tenían el uno al otro y que nada podía separarlas. Era una sensación de plenitud que hacía que todo lo demás en el mundo desapareciera.
