Capítulo 1: Dangos.
XXXXX
Ningún ser humano está excentó de sufrimiento; dolor que calcina los huesos, llanto que enrojece la esclerótica, tormento que hace crujir dientes. Nadie puede renacer sin morir previamente.
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Aquí estaba él de nuevo; corriendo, huyendo de sus retractores, desplazándose a través de los pasadizos, callejones; saltando encima de los tejados, de las vallas, mostrando una agilidad que sería totalmente anormal para cualquier niño de su edad.
Pero él no era como los demás niños, él era especial, diferente. El trato que todos los demás tenían hacia él era diferente.
Los niños se alejaron de su presencia, cada vez que intentaba acercarse era ignorado, rechazado o repudiado sin razón alguna. Los shinobis susurraron, los aldeanos miraron encima del hombro con sentimientos de odio.
Claramente lo trataron de una forma distinta, lo más frustrante de la situación es que no tenía ni idea del por qué, todos siempre lo miraron como si supieran algo que él desconocía, todos parecían conocer un secreto que se le escapaba de las manos. Se esforzó para intentar resolver el misterio pero terminó fracasando rotundamente, su cerebro de tan solo ocho años aún no era capaz de conectar los puntos.
Escuchó a los aldeanos susurrar, lo llamaron monstruo, demonio, fenómeno. Algo en su interior le decía que esta era la pieza fundamental de todo el rompecabezas, todo giraba alrededor de ello, sin embargo aún no era capaz de comprender.
Había observado su reflejo innumerables veces; su cabellera rubia, sus ojos azul profundo, las marcas de bigote en sus mejillas, su cuerpo ahora desnutrido por incontables noches sin comer. Brazos y piernas delgadas, también era muy bajito... Demasiado pequeño en realidad; al final había llegado a la misma conclusión a la que llegaba siempre, no se parecía en lo más mínimo a lo que uno supondría que sería un demonio.
Se imaginaba que un demonio tendría garras, dientes afilados, cuernos y expulsaría fuego de sus fauces; él no tenía ninguno de esos razgos, en realidad lucía completamente normal, sin nada fuera de lugar.
En su mente él era solo otro niño más, no era un demonio, pero si eso era cierto, ¿Entonces por qué los aldeanos se aferraron tanto a esa idea? Si en verdad no existía nada malo en él ¿Por qué los cuidadores lo echaron del orfanato el año pasado? Ellos alegaron que era un peligro para los demás niños, que un demonio jamás debería tener un techo donde vivir, una recámara donde descansar o una mesa en donde comer.
Le gritaron que lo mejor que podía hacer por esta aldea era morir de hambre en algún callejón oscuro. Su sola existencia era un error, un demonio como él jamás tendría una familia; muchísimas cosas fueron dichas por la matrona en aquella noche.
"¡Será mejor que desaparescas!" Y eso hizo, se marchó sin protestar, ni siquiera intentó oponer resistencia, solamente se alejó sin medir palabra y aunque no lo demostró, algo se rompió en su interior ese día.
Desde ese entonces su nuevo hogar se había instalado en las calles. Durmió en los callejones, busco comida y ropa en los basureros; aprendió a como arreglarla cuando ésta se desgarraba o se empapaba demasiado. Ese era otro factor que resultó difícil de superar en su misión de supervivencia, la lluvia.
Algunas veces intentó refugiarse en los locales de los mercaderes, sin embargo se demostró que esa fue una muy mala idea cuando éstos lo echaron sin ningún tipo de reparos; no sin antes de expresar vocalmente, por no decir de forma muy grosera, su desagrado hacia él
Por esta razón, es que no tuvo ninguna otra alternativa más que refugiarse dentro de los contenedores de basura para evitar tanto la lluvia como el frío de la noche; lo que a su vez terminaba resultando en un desastre asqueroso cuando las ratas caminaron a su alrededor mientras dormía. Al principio fue difícil, pero después de repetir la actividad durante tantas veces, terminó acostumbrándose.
Lamentablemente su refugió no era infalible, a veces los propietarios de las tiendas salían en las noches para arrojar sus desperdicios, lo que desencadenaba en que terminara siendo atrapado.
La paliza que recibía cada vez que eso sucedía... Era despiadado por decir lo menos.
Utilizó los arroyos en los campos de entrenamiento cuando estos se encontraban vacíos para poder limpiar sus heridas, también le funcionó para lavar la pestilente que se impregnaba en su cuerpo por causa de la basura y la mugre.
Fue en una de estas sesiones de aseo en dónde se percató de un dato bastante interesante. A pesar de que muchas veces había terminado atrapado bajo la lluvia torrencial y que también dormía junto a ratas; él no se enfermó ni una sola vez, eso sumado a el hecho de que sus heridas parecían sanarse mucho más rápido de lo normal, provocaron que un solo pensamiento naciera en su cabeza.
Extraño, muy extraño.
Así fue como fueron pasando los días, luego las semanas, luegos los meses, para cuando se dio cuenta ya se había convertido en un verdadero superviviente.
Las calles, los distritos, las avenidas, todos los lugares de interés en la aldea estaban memorizados en su cabeza, aprendió como desplazarse por ellos de la manera más efectiva.
También aprendió como robar, los comerciantes ambulantes eran los más fáciles de burlar ya que estos al no contar con una tienda, dejaban sus productos en estanterías en medio de los caminos de la aldea; desprotegidos, completamente abiertos al público y propensos a sufrir ataques. Solo tenía que combinar las muchedumbres junto con su estatura relativamente pequeña para alcanzar a robar una o dos cosas.
Incluso llegó a ser capaz de robar la bolsa de herramientas de un ninja; sucedió en los campos de entrenamiento, un hombre vestido con spandex verde, el cual gritaba cosas extrañas acerca de las llamas de la juventud, abandonó sus armas en unos de los tocones mientras realizaba una rutina de entrenamientos.
Él provecho justo ese momento para alcanzar la bolsa de herramientas y luego huir del lugar de manera sigilosa, el tipo no se percató en lo más mínimo de su intrusión.
El bicho raro parecía más enfocado en alcanzar un número bastante descabellado de flexiones que en proteger sus pertenencias.
Y de esta manera fue que logró llegar a este punto en específico, gracias a su astucia, gracias a su perspicacia. Hoy se cumplía un año desde aquel día en el que la matrona lo arrojó fuera de las puertas del orfanato.
No pudo sentirse más satisfecho consigo mismo al saber que logró sobrevivir un año entero completamente solo con todas las circunstancias en su contra.
Durmiendo en la basura, recibiendo palizas, aguantando las noches frías sin ningún tipo de cobijo, resistiendo la tormentas sin resfriarse ni una sola vez, robando para poder mantener su sustento, tolerando las miradas de odio, soportando los susurros que decían 'demonio' con la frente en alto.
Todo esto lo realizó siendo nada más que un niño de ocho años.
Él logro sobrevivir.
En tu cara vieja bruja.
Todos esos estúpidos adultos podían irse al carajo junto a sus malditos susurros, todos esos estúpidos cuidadores del orfanato podían irse al infierno, no los necesitaba a ninguno de ellos ¡¿Quién necesitaba a los miserables adultos?! Ciertamente él no.
¡Qué se pudran todos esos niños del orfanato! Eran los pensamientos que tenía cierto rubio ¡No me importa que me ignoren, o que no quieran ser mis amigos! ¡Yo no necesito amigos! ¡¿A quién le importa tener amigos?!
¡No necesito una familia!
¡No necesito un abrazo cuando me siento triste! ¡Ni tampoco unos padres que me esperen en casa con un plato de comida caliente! ¡No necesito una maldita cama ni un techo donde dormir!
¡No necesito un maldito hogar! ¡Sobreviví completamente solo y seguiré adelante completamente solo! ¡No necesito a nadie más!
¡Yo puedo afrontar todo por mi mismo!
Estas eran las cavilaciones que vagaban por su mente durante esta fría noche de díez de octubre. Una convicción férrea, declaraciones bastante prominentes, por no decir imposibles para cualquier otra persona, pero ¿A caso podían juzgarlo? Él no era como las demás personas, no era como los demás niños, era totalmente diferente.
Él era, Uzumaki Naruto, y nada ni nadie podría derribarlo.
"¡ALLÍ ESTA!"
"¡ATRAPEN AL DEMONIO!"
"¡NO DEJEN QUE SE ESCAPÉ!" Casi lo había olvidado ¿Cómo podía ser tan descuidado? Hoy era díez de octubre, su cumpleaños.
Y los aldeanos planificaron una gran celebración... Pero no para él, sino para ellos.
Naruto hizo que sus piernas corrieran lo más rápido posible mientras intentaba escapar de la enorme masa de personas que se cernía a su espalda como una avalancha atronadora.
Todos ellos eran civiles; pudo identificar, civiles armados con palos, utensilios de cocina, herramientas de trabajó y piedras arrojadizas.
Lo persiguieron con ímpetu incansable, con miradas sedientas de sangre, sus intenciones eran más que claras. No querían causar daño, querían asesinarlo directamente.
Dobló en una esquina evitando por muy poco un cuchillo que fue arrojado por uno de sus atacantes. La única razón por la que aún no lo habían atrapado fue gracias al conocimiento que tenía sobre la aldea sumado a su amplio repertorio de atajos; su estatura diminuta también lo ayudo a escabullirse por lugares poco espaciosos en donde los adultos no podrían pasar.
Sintió ardor en sus ojos, algo fluía por sus mejillas, tardo algunos momentos para registrar que era esa sustancia líquida que brotaba de su rostro.
Eran lágrimas.
Se maldijo a si mismo por bajar la guardía, creyó que había vivido todo, creía que era un superviviente, creía que ya nada podría tomarlo por sorpresa, fue descuidado.
Pensó que su mala suerte no podía empeorar, que todo este sufrimiento por el que estaba pasando era imposible que se agravara.
Pero ahora, mientras huía por su vida, con las palabras auyando en su cabeza una y otra vez. "(¡No quiero morir! ¡No quiero morir!)" Uzumaki Naruto se dió cuenta de que su calvario apenas estaba iniciando.
"¡VAMOS A TERMINAR LO QUE INICIÓ EL CUARTO!"
"¡MATEREMOS AL DEMONIO!" Los gritos de la muchedumbre rugieron como la voz de un Dios embravecido que no tuvo reparos en maldecirlo.
Lo hizo sentirse insignificante.
Las lágrimas se multiplicaron al mismo tiempo que se preguntaba ¡¿Por qué me pasa esto a mí?! No podía parar de preguntarse qué era lo que había hecho mal para que lo castigaran de esta forma ¿Fue por qué se comportó como un mal chico?
Si eso era así, entonces deseaba con todas sus fuerzas que alguien le dijera cuál fue su error, que le señalaran en que se equivocó; si tan solo lo supiera, haría todo en su disposición para intentar corregirlo.
Se comportaría bien, no volvería a robar, no volvería a dormir en los basureros de los demás; sería un buen chico, no volvería a ser mal educado con los adultos, no sé quejaría de sus abusos nunca más, estaba dispuesto a hacer lo que sea con tal de detener esto.
Pero él lo sabía, no importaba cuanto se esforzara, no importa que tan duro trabajara, nunca sería capaz de cambiar absolutamente nada.
El odio hacia él nunca desaparecería, este dolor punzante en su pecho jamás se iría, su tormento jamás cedería, su condena era eterna.
Estaba destinado al sufrimiento
Estaba solo, completamente solo, eso lo aterraba. No existía nadie que viniera a salvarlo, no tenía una familia en donde refugiarse, no tenía amigos en los cuales apoyarse.
Tampoco era lo suficientemente fuerte para protegerse a si mismo.
Moriría solo.
Solo, y asesinado de una forma horrible.
"(¡¿Por qué a mí?!)" Deseó tener una explicación, un motivo, al menos una misera razón que le expusiera por qué tenía que ser sacrificado como un cerdo.
Era conciente de que nunca se la darían.
Su llanto se intensificó, una gota en medio de la tormenta. Solo quería que todo terminara, anhelaba tanto un momento de paz, quería un respiró, tomar un descanso ¿Acaso era eso mucho pedir? Claro que lo era, a un demonio nunca se le permitiría un previlegio como ese, su vida apestaba.
Tal vez si muriera, podría reencarnar y tener una vida mejor; quizás sería hijo de algún noble, tendría una casa lujosa, unos padres estrictos pero amorosos, una guardía personal que lo protegería de los malditos aldeanos.
¿O qué tal si reencarnaba como el miembro de un clan prestigioso? Podrían ser los Aburame, los Nara, los Akimichi o los Hyuga.
Tendría compañeros, compatriotas que se protegerían los unos a los otros ¿Quizás una hermana? Si él fuera el mayor, se aseguraría de sobreprotegerla, en cambio si fuera el menor... Bueno, estaba seguro de que sería el típico hermano menor súper molesto.
Pero todo eso no era importante, lo que en verdad importaba era que en su próxima vida ya no estaría solo.
Sería tan fácil acabar con todo, solo tendría que ordenarle a sus piernas que se detuvieran, todo terminaría en instantes.
Al final, no existía nada que lo atara a esta vida, en realidad ahora que lo pensaba; en toda su existencia, desde que tenía uso de razón, nunca había tenido ni un solo momento de felicidad.
Sería tan sencillo, así que... ¿Por qué sus piernas no se rindieron? ¿Por qué se sentía incapaz de detener su huida? Su cuerpo se aferraba a la idea de mantenerse con vida de una forma que parecía casi inhumana.
¿Por qué? No tenía ningún motivo para vivir, entonces ¿Por qué demonios seguía luchando tan desesperadamente?
No tenía ni idea de cuánto tiempo llevaba corriendo, tampoco tenía la menor idea de a dónde se dirigía. Pudo distinguir vagamente la figura de una reja de malla metálica delante de su campo de visión, estaba a solo unos metros de distancia.
No perdió tiempo en reducir el espacio que los separaba, trepó hasta la cima de la reja y luego aterrizó al otro lado. Evaluó brevemente el entorno que lo rodeaba, parecía ser una especie de bosque; uno muy grande, extremadamente frondoso, las copas de los árboles se elevaron por los cielos dándole una aspecto imponente, robusto.
Cada segundo que desperdiciaba era un segundo más en el cual podría terminar siendo atrapado, así que decidió reanudar su carrera adentrándose entre las profundidades del bosque; lanzó una breve mirada por encima del hombro para comprobar el estado de sus agresores.
Ellos no lo siguieron, se pararon al otro lado de la reja, sus rostros eran renuentes, no parecían tener ninguna intención de continuar persiguendolo.
Él no entendió por qué se detuvieron, pero tampoco le importaba, su mente estaba demasiado abrumada en este momento como para intentar hilar dos pensamientos coherentes.
Siguió adentrándose en el bosque, perdiendose poco a poco de la vista y siendo absorbido por la oscuridad que proyectaban los árboles.
Si tan solo hubiera sido un poco más conciente de su entorno, se habría percatado del letrero que colgaba entre las puertas de metal de la entrada.
Un letrero con la palabras escritas 'Bosque de la muerte'
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La helida brisa nocturna revolvió ligeramente algunos mechones de su cabello mientras sus pies se paseaban a través del suelo del bosque; sus botas creando distintos sonidos con el crujir de las ramas, el revolver de las hojas.
La adolescente que se aventuraba por los rincones oscuros de la arboleda no mostró signos de preocupación ante la idea de terminar extraviándose, ni ningún miedo ante la posibilidad de ser atacada por alguna de las bestias que habitaba en este lugar.
Era obvio que ella no lo tendría, conocía este bosque como si fuera la palma de su mano; cualquier otro ninja estaría temblando ante la idea de pasar una sola noche aquí, pero ella no.
Vivió en este lugar durante los últimos años, por esa razón es que podía decir que lo conocía perfectamente bien.
Este era su hogar después de todo.
Realizó tantas caminatas nocturnas por estos rincones que terminó perdiendo la cuenta, todas ellas con el único propósito de tratar de despejar su mente, aclarar un poco la bruma que cegaba sus ideas.
Era mucho más fácil venir y ocultarse aquí antes que tener que lidiar con los susurros, con los prejuicios de las demás personas. En este sitio no existían dedos acusadores, ni miradas de rechazó, ni shinobis que vigilaron tu espalda como si fueras una bomba de tiempo que en cualquier momento podría traicionarlos; tomar un kunai y asesinarlos cuando bajaran la guardía.
Todo esto por culpa de que su antiguo sensei, un maniático retorcido que había causado demasiado daño a demasiadas familias.
Ellos la rechazaron; podía entenderlo, debajo de ese manto de rencor se ocultaba un dolor punzante producto de la perdida de sus seres amados. Padres, hijos, hermanos...
Aún así, ella no tiene la culpa de todos esas atrosidades que fueron cometidas, era algo que se escapaba de sus manos, no tenía ningún tipo de control sobre ello. No sabía quién era su sensei ni lo que estaba tramando hasta que ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto.
Sabía que estaban sufriendo, pero esas personas no tenían el derecho de utilizarla como chivo expiatorio para desahogar sus penas. ¿O acaso pensaron que ella no sufría también? ¿No podían entender que estaba igual o incluso más efectada por todo lo sucedido?
Ella había depositado toda su confianza en él, solo para que ésta fuera pisoteada como si no fuera nada.
No debió haber bajado tanto sus defensas, su debilidad fue la que terminó condenandola.
Pero era obvio que al final su debilidad sería la que terminaría ganando ¿Cómo podrían juzgarla? Tantos años de soledad terminaron haciendo mella en su espíritu, tantos años anhelando poder pertenecer a alguna parte, tantos años ahnelando un hogar que fue incapaz de resistirse cuando ese hombre, con palabras dulces y una mano amiga, se acercó a ella ofreciendo ayuda.
Tantos entrenamientos, tantos momentos compartidos, elogios, palabras bonitas, palmaditas en la espalda, sonrisas aprobativas; todo eso solo fue una mentira, una cruel mentira en donde fue utilizada y luego arrojada a la basura como si fuera una herramienta rota.
Así que por esta razón es que ella prefería mil veces esconderse en el bosque antes que salir al mundo para afrontar la realidad, ocultó todo debajo de una máscara que la mantendría segura de los engaños de los demás. Actúo de forma rebelde y descarada como un mecanismo para mantener alejado a cualquiera que tuviera la intención de acercarse a ella.
No volvería a tropezar como lo hizo en el pasado. Podrían conocer a su yo más insolente, a su yo más irrespetuoso, a su forma más amenazante.
Pero a la verdadera Anko Mitarashi, la pequeña niña que solo anhelaba un hogar, no la conocerían nunca.
La adolescente repentinamente fue forzada a salir de sus cavilaciones cuando un extraño sonido de gorgeto llamo su atención. Escaneó los alrededores con sus sentidos, intentando identificar de donde provenía dicho sonido; siendo ya una kunoichi con algunos años de experiencia, no tardó en deducir que el ruido venida desde arriba, en las copas de los árboles.
Con habilidad practicada se lanzó sobre la superficie de un árbol, utilizando chakra en las plantas de sus pies para poder aderirarse a este, luego procedió a escalar hasta la cima.
Sintió que su curiodad crecía a medida que se iba acercando cada vez más y más al sonido, con cada paso que dada se volvía cada vez más nítido.
Sus ojos se llenaron de comprensión cuando su audición finalmente le indicó que era lo que producía ese gorgoteo que escuchó anteriormente.
Eran sollozos de una persona.
Una vez que alcanzó la cima del árbol; en una de las ramas más altas, allí fue cuando lo vió.
Era solo un niño, no debía ser mayor de diez años, ni menor a cinco. Estaba vestido con unos shorts naranja, una camiseta blanca con un remolino rojo en el centro y unas sandalias negras.
Estaba sentado en una de las ramas de los árboles con su rostro encondido entre sus rodillas, las cuales eran sostenidas por sus brazos mientras sus hombros se encorvaban hacia al frente.
El estado arapiento de su ropa, sumado a los sollozos ocasionales; provocaron que el corazón de Anko diera un vuelco al presenciar tal escena. El niño se veía tan maltratado, tan frágil, no se perdió de los moretones que cubrían su cuerpo.
Además, el chico estaba en una posición que imposibilitaba mucho la vista, eso quería decir que si ella se acercaba un poco muy probablemente podría deslumbrar más heridas que también cubrían su rostro.
Eso hizo que la rabia reverberara en su interior ¿Qué clase de monstruo sería capaz de hacer algo como esto a un simple niño?
Ahora bien; por lo general ella era bastante cosquillosa, por no decir violenta con las personas que entraban a su bosque. En este tipo de casos, ella acudiría a sus serpientes, y algunos tipos de veneno para dejarle muy en claro al individuo intruso que su visita no era para nada bienvenida y que lo mejor sería que abandonara la zona con urgencia.
Pero esto casualmente solo sucedía con shinobis; los civiles tenían al bosque de la muerte como si fuera una especie de tabú, nunca se acercaron, ninguno tuvo el valor para ir más allá de las puertas ¡Demonios! Incluso contaban leyendas antiguas a sus hijos antes de ir a dormir.
Por esta misma razón es que ella no estaba aturdida; no, ella estaba completamente estupefacta al ver que un niño, ¡Un simple niño! Se había adentrado en uno de los sectores más profundos del bosque de la muerte; que siguiera en una sola pieza solo lo hacía aún más impresionante.
También la hizo preguntarse en qué clase de situación desesperada se había visto envuelto para terminar recurriendo a una medida tan descabellada como lo era esconderse en este bosque maldito.
Se percató de otra cosa ¡¿Cómo demonios el niño logró trepar el árbol?! Los árboles de este lugar eran de los más grandes de toda Konoha ¡Estaban a casi veinte metros del suelo!
La mujer sacudió ligeramente la cabeza, se estaba desviando por las ramas, tenía que centrar su atención en el tema principal, su deber era buscar respuestas de lo ocurrido, la prioridad era comprobar el estado del niño y ponerlo a salvo.
La pelimorada dió un ligero saltó para aterrizar en la rama en la que se encontraba el rubio, su pequeño arrebató provocó que éste se alarmara cuando se percató de que ya no estaba solo.
Naruto permitió que su rostro abandonará su posición oculta entré sus piernas para observar a la niña que aterrizó frente a él; todo su cuerpo se estremeció cuando se dió cuenta de que era un shinobi, sus ojos se tornaron aterrorizados, todos sus sentidos le gritaron peligro.
Anko se mordió el labio mientras se maldecía internamente por ser tan tonta, era evidente que una entrada tan brusca como esa terminaría atemorizando al chico; ella era una simple desconocida después de todo. Nunca fue una persona de mucho tacto, era tan suave como una piedra en ese sentido, aún así era dolorosamente obvio que intentar acercarse de una manera tan repentina a una persona que fue agredida hace tan solo unos minutos, no era la decisión correcta.
Pero como si la mirada llena de pánico en los ojos de él no fuera suficiente, lo siguiente que hizo el chico la dejo verdaderamente en estado shock.
Vió como él movía una de sus manos rápidamente hacia la parte baja de su espalda, justo donde portaba una bolsa ninja, al minuto siguiente ella se encontró en el extremo receptor de un kunai que apuntaba a su cara.
Pero eso no fue lo que más la impactó, lo que verdaderamente la dejo atónita fueron sus ojos. Durante una fracción de segundo fue capaz de dislumbrar como un maremoto de emociones se desataba alrededor de esos profundos ojos azules.
Irá, tristeza, odio, soledad, pánico, aflicción, sufrimiento, dolor, rencor, angustia, miedo; ese mar embrebecido chocó contra ella dejándola sin palabras. Pudo sentir una vida entera pasar a través de esos ojos, una vida que hablaba de una carga demasiado pesada sobre sus hombros.
"¡Alejate de mi!" Naruto se arrastró hacia atrás de una forma bastante miserable mientras aún sostenía el kunai en su mano, el filo apuntando en la dirección de la chica.
Sentía miedo, miedo de que todos sus intentos al final resultaron ser en vano, por culpa de un descuido ahora iba a ser asesinado.
Pensó que la cima este árbol era demasiado alta, tanto que nadie sería capaz de seguirlo hasta aquí; que sus agresores lo encontrarán en este lugar sonaba como una utopía, pero se equivocó otra vez.
Se reprendió así mismo por no haber sido más inteligente. Con todas sus vivencias pasadas debió imaginar que ellos no se rendirían tan fácilmente, era obvio que incluso en este sitio su condena no dejaría de alcanzarlo.
Anko sintió que su estómago se revolvía, el aliento se le quedó atascado en la garganta ante tal exhibición de crueldad. Ella lo sabía, podía saberlo solo con una simple mirada, el niño tuvo que pasar por un infierno; su actitud, sus acciones, la forma en la que lucía lo retrataba, era un testimonio de todo el sufrimiento en el que se vió envuelto.
No pudo ni imaginarse que tipo de atrosidades debió de padecer para terminar en ese estado tan deplorable; se encontró encogiéndose en si misma al contemplar que su hipótesis anterior con respecto a las heridas del niño fue acertada.
Ahora que tenía una visión más clara de su rostro, pudo destinguir dos líneas de sangre que se deslizaban desde la frente del chico, las cuales mojaban su cara. La fuente del sangrado provenía de varios traumatismos en su cabeza causados por algún objeto contundente.
"(Quizás piedras)" Pensó.
Ella volvió a moverse, pero esta vez lo hizo más lentamente, no quería asustar a su acompañante más de lo que ya estaba; se agachó a su altura, luego levanto las manos vacías en el aire para demostrar que no era ningúna amenaza.
Contemplo que él se retorcía incómodamente ante sus avances, tampoco parecía menos alerta, pero se demostró que sus acciones estaban funcionando cuando el rubio dejó de retroceder; eso era algo bueno, significaba que las cosas se estaban pacificando.
"Tranquilo..." Las palabras salieron torpemente de su boca al mismo tiempo que su cerebro trabajaba horas extras para buscar una forma de apaciguar los temores del chico. Una idea simple pero efectiva nació en su mente, decidió que no perdía nada por intentar.
"¿Cuál es tu nombre?" La pregunta fue enfatizada con una sonrisa amigable que hizo que Naruto se sorprendiera en demasia, juraría que era la primera vez que alguien lo trataba con tanta amabilidad.
El kunai no se soltó, su desconfianza aún era muy clara; aun así, existía algo en la sonrisa de la niña que lo empujó a responder la pregunta.
"Naruto..." Salió como un susurro incómodo. "Naruto Uzumaki" Esta vez fue dicho con un poco más de fuerza y de hecho; sin que el mismo se diera cuenta, ese breve intercambio provocó que sus miedos disminuyeran considerablemente.
Por otro lado, Anko sintió que la comprensión la golpeaba con fuerza al reconocer el nombre, todos los engranajes en su mente giraron acoplandose adecuadamente, brindándole la solución a una gran parte del misterio
"(El jinchūriki del Kyubi)" Ella escuchó los susurros por parte de varios pueblerinos, también era un secreto a voces entre los ninjas. La bestia de nueve colas fue sellada en el cuerpo de un niño Uzumaki.
La curiosidad al final la venció, ella recurrió al Hokage para preguntar por el niño en varias ocasiones, pero sus respuestas siempre fueron realmente ambigüas, nunca soltó nada importante; lo único que el ancinano le dio a conocer era que el chico vivía en uno de los orfanatos de Konoha siendo criado por tutores responsables.
Al menos eso fue lo que le dijo, pero contemplando la situación actual en la que se encontraban, era bastante lógico decir que esa declaración no era muy acertada.
El cuidado que recibió terminó siendo muy inadecuado, por no decir ¡Desastroso!
Hizo una nota mental para tener una larga charla con ese estúpido mono una vez que solucionara este desastre. "Naruto Uzumaki, es un buen nombre" dió algunos pasos más, reduciendo la distancia que los separaba antes de volver a detenerse.
"Mi nombre es Anko, Anko Mitarashi"
Algo de curiosidad brilló en los ojos de Naruto al escuchar la presentación de la niña; sin embargo, un atisbo de desconfianza aún se cernía sobre su espíritu. Hecho que fue reafirmado cuando éste no bajo su arma en ningún momento mientras respondía.
"Mmm y-yo ¿U-un g-gusto?" Su torpeza para las interacciones sociales era más que evidente cuando sus palabras salieron más como un pregunta que como una respuesta.
Percatandose que tendría que esforzarce un poco más para ganarse su confianza, ella decidió traer a colación un tema en específico.
"Dime Naruto ¿Cómo es que terminaste aquí? Es un lugar muy peligroso para un niño"
Vió que él fruncía levemente el ceño, muy probablemente estaba buscando una forma de poner sus ideas en palabras.
"Yo no lo sé..." Eso hizo que su interés se encendiera. "Yo... Estaba corriendo por el bosque, estaba escapando... Y de repente apareció esta araña gigante intentando comerme, así que yo solo salté..."
Los rasgos del rubio parecían igual o incluso más desorientados que los de ella.
"¿Tú saltaste?" Pregunto de vuelta, acción que fue respondida con un asentamiento. "Si... Tenía mucho miedo así que yo solo salte y terminé aquí arriba... Algo así, no lo sé, no lo recuerdo muy bien"
Tenía que admitir que eso sonaba como algo totalmente imposible, sus cejas se arquearon levemente mientras procesaba la nueva información.
¿Cómo demonios podría llegar a la cima del árbol solo con un salto? ¿Acaso fue chakra? No, eso era algo totalmente utópico para un niño de su edad. La posibilidad de que él estuviera mintiendo paso levemente por su cabeza, pero fue descartada rápidamente.
No tenía ningún motivo para mentirle, tampoco detectaba ningún rastro de mentira en sus razgos, él estaba diciendo la verdad y eso hacía que todo fuera incluso más confuso.
Ahora que se daba cuenta, pudo notar que las sandalias que portaba el rubio parecían estar... ¿Quemadas?
Naruto estaba perdido en sus propias cavilaciones pero fue interrumpido cuando escucho la voz de la chica nuevamente.
"Ya veo, pero no me refería exactamente a eso, lo que en realidad quería preguntarte era, ¿Qué haces en este bosque? ¿Cómo es que terminaste aquí? ¿No deberías estar en el orfanato?"
El tono de preocupación que ella utilizó causó que un sentimiento extrañó creciera en su pecho.
Se sintió confundido, era extraño que alguien lo tratara con otra emoción que no fuera el odio o la repulsión. En realidad esta era la primera vez en su vida que una persona se le acercaba con una sonrisa amable.
La pelimorada no le gritó, no le ordenó, no lo miró con despreció ni tampoco parecía querer atacarlo, eso lo desconcertó.
"Yo... Estaba escapando, llegué aquí porqué estaba huyendo" Respondió con la cabeza ligeramente gacha.
"¿De quién estabas escapando?" Anko preguntó devuelta mientras temía lo peor, un pensamiento palpitante en su cerebro le dijo que ya conocía la respuesta.
"La gente del pueblo..." Naruto sintió que un escalofrío le recorría por la espalda cuando los recuerdos asaltaron su mente, casi podía escuchar los gritos de la muchedumbre, oler su sed de sangre.
"Ellos dijieron que querían matarme..." No se percató de la mirada asesina que pasó por delante de los ojos de la muchacha mientras contaba su historia.
"Tenían c-cuchillos, y palos... Tampoco paraban de decir que matarían al demonio, que su deber era terminar con lo que el cuarto Hokage había iniciado..."
Sintió que las lágrimas picaban en sus párpados una vez más así que hizo todo lo posible para tratar de hacerlas retroceder; sin embargo, el tono quebradizo que adquirido su voz le advirtió que estaba fracasando dolorosamente.
"Dijeron que sus familias murieron por mi culpa, que yo era el responsable de sus muertes, que por esa razón ahora ellos me asesinarían a mi"
Anko no pudo evitar que su corazón se estrujara al ver como el rubio se rompía en pedazos con cada sílaba que salía de su boca.
Lo que más la sorprendió es que incluso estando en esta situación, él estaba haciendo todo lo posible para reprimir sus emociones. Eso hizo que la rabia creciera en lo más profundo de su ser; sus pensamientos ahora fueron dirigidos no al niño, sino a sus agresores.
¡Esos malditos bastardos! Todo era culpa de ellos, habían llevado la mente del niño a sus límites, todas las torturas por las que tuvo que pasar de seguro terminaron dañando su psique, convirtiéndolo en una pobre alma frágil que tenía miedo de las demás personas.
Jamás creyó que un acto de brutalidad de tal magnitud como éste podía ser posible. Sintió que sus ojos se cristalizaban al precenciar el dolor encarnizado por el que él estaba pasando, pero se forzó así misma a mantener la compostura; ella tenía que ayudarlo.
"Bueno, ellos ya no están aquí..." Dando dos pasos más, ella redujo los últimos centímetros de distancia que quedaban entre ellos dos.
"No pueden hacerte daño, no volverán a lastimarte, me aseguraré de eso" Todo el cuerpo de Naruto se tensó cuándo observó que ella movía lentamente una mano con la intención de arrebatarle el Kunai; estaba a punto de destruir su última línea de defensa.
Sintió miedo, los espamos que recorrieron su cuerpo se encargaron de evidenciarlo. ¿Qué pasaba si todo era un engaño? ¿Y si al final todo era una elaborada estrategia para diesmarlo? ¿De verdad podía confiar en la niña?
Una voz en su cabeza le susurraba que no se dejará guiar por las apariencias, le decía que ya había vivido esto muchas veces en el pasado con la matrona del orfanato.
La mujer actuaría de forma amable para hacerlo sentir seguro, hacerlo sentir protegido y luego cuando sus defensas estuvieran en su punto más bajo, su personalidad daría un giro de ciento ochenta grados arrebatándole ese pequeño atisbo de esperanza, destruyendo todas sus ilusiones.
Entonces el dolor regresaría, los maltratos regresarían, las golpizas regresarían.
Pero otra voz en su cabeza, la que se encontraba cansada de tanto correr, de tanto llorar, de tanto luchar. Una parte de su ser le gritaba con desesperación; acaba con esta soledad.
Acaba con este dolor, ponle fin a este sufrimiento.
Nunca más quiero estar solo.
Pero él tenía miedo ¿Qué le garantizaba que cuando bajara su arma la chica no cambiaría? Le daba miedo de que esa sonrisa tan cálida se esfumara, que las miradas de rechazo regresaran; no quería que la preocupación en su voz desapareciera, quería seguir sintiéndose importante al menos solo unos segundos más.
Incluso si todo era una mentira.
"Naruto, mírame" Él lo hizo, dejó que su rostro se alzará, sus miradas se encontraron.
En ese momento fue cuando todo cambió.
Allí fue cuando la vió; sus ojos color chocolate lo miraron con una calidez que nunca experimentó en toda su vida. Sus mechones morados se agitaban levemente con el viento, su delicado rostro brillaba con la luz de la luna y su sonrisa... Esa sonrisa cautivó su corazón.
Todos sus miedos y incertidumbres fueron silenciados en un segundo, la bruma que inundaba su mente fue borrada sin dejar rastro, su pecho crepitaba con un fuego que no estaba allí antes, sintió como una llama se encendía en su interior.
No podía comprender que eran estos sentimientos que lo inundaban, pero de algo si estaba completamente seguro.
Ella era hermosa.
"No voy a hacerte daño..." Las manos de los dos se encontraron cuando ella finalmente alcanzó el kunai, ese solo contacto provocó que una sensación cálida; como nunca antes lo sintieron, creciera en el interior de ambos.
"Lo prometo" Naruto se sacudió de su estupor para responder con un asentamiento. La pelimorada aprovechó ese momento para tomar el kunai y guardarlo en su propia bolsa ninja.
Luego de eso, un breve silencio se acentuó entre ambas partes mientras permanecían allí sin estar muy seguros de que seguía a continuación. Él se sentó con las piernas cruzadas, con los hombros ligeramente encorvados hacia adelante; su mirada divagando en diferentes direcciones con evidente nerviosismo.
Anko se sintió bastante aliviada al contemplar que logró apaciguar sus temores, aún le quedaba mucho camino por delante para ganarse su confianza pero al menos se alegró al saber que él ya no la concideraba una amenaza.
El pánico desapareció de esos ojos azules, la parte más difícil fue solucionada pero el problema en cuestión aún se mantenía en pie.
Él lucía bastante retraído, incómodo, pero eso no era nada que la extrovertida Mitarashi Anko no pudiera resolver.
"Entonces..." Habló con una voz llena de jubiló mientras se movía para sentarse junto al niño, sus pies colgando de la rama del árbol. "¿De dónde sacaste eso?" Señaló la bolsa de herramientas ninja que el rubio tenía atada en la cadera.
Naruto en realidad sé encogió un poco ante la pregunta; no obtuvo esos objetos de una forma muy honrada, así que tenía miedo que ella se enojara por eso.
"Yo... La robe en uno de los campos de entrenamiento" Salió con algo de vergüenza, espero la reprimienda que sabía que vendría; muy seguramente sería regañado por cometer tales actos de vandalismo, sin embargó la respuesta de la niña lo tomó desprevenido.
Ella sonrió brillantemente al mismo tiempo que revolvía sus mechones rubios. "Chico listo" Sintió que sus mejillas se enrrojecían ligeramente al ser elogiado, estaba seguro que nunca antes recibió un cumplido como ese; le calentó el corazón.
A diferencia de lo que demostraba en el exterior, Anko estaba genuinamente sorprendida al sopesar la información; después de todo no todos los días escuchabas que un niño no mayor de siete años, que ni siquiera tenía ningún tipo de conocimiento ninja era capaz de robar una bolsa de herramientas shinobi.
Eso hablaba de que el rubio o era muy habilidoso, o el otro sujeto era demasiado estúpido.
Mientras ella continuaba perdida en sus pensamientos, Naruto aprovechó esa situación para analizarla más de cerca.
Pudo observar que su ropa consistía en una botas ninja que le llegaban hasta las pantorrillas, un short de color naranja oscuro el cual sostenía una funda para kunai en su pierna izquierda y su bolsa de herramientas ninja. También tenía una faja de color azul en su cintura y una blusa de malla metálica sin mangas que hacía juego con unos calentadores para brazos también hechos de rejilla; los cuales cubrían su antebrazo izquierdo y su codo derecho. Portaba un collar en su cuello, la banda ninja de Konoha en la frente, finalmente su vestimenta terminaba con un chaleco que portaba por encima de su blusa; el típico chaleco que utilizan los chūnin de la aldea.
Eso llamó bastante su atención, la chica no parecía demasiado mayor a él, aún así ella ya era portadora de un título bastante notable entre los ninjas como lo era el rango chūnin. Sintió que su curiodad despertaba.
"¿Cuántos años tienes?" Esa pregunta hizo que Anko perdiera el hilo de sus pensamientos, volteó para observar que él la miraba con la cabeza ligeramente inclinada a un costado, simulando la apariencia de un cachorro demasiado curioso.
Contuvo el impulso de reír, se vería lindo si no fuera por la sangré que aún manchaba su frente. Lo mejor sería solucionar eso
"Tengo catorce" Respondió, sus manos se movieron de manera experta hacia los bolsillos de su chaleco con el objetivo conseguir algunos artículos médicos; alcohol, algodón, vendas, tenía la clara intención de tratar las heridas del rubio.
"Pues pareces de doce... ¡Auch!" Naruto gimió de dolor cuando su exclamación le valió un algodón lleno de alcohol colisionandose contra su frente por cortesía de ella.
"¡Cállate, no seas un bebé!" La pelimorada sintió que una vena palpitaba en su frente mientras limpiaba sus heridas con facilidad.
Esas palabras definitivamente tocaron un nervio en su orgullo. ¡Demonios, ella aún estaba en desarrollo! ¿Por qué nadie podía entenderlo? Tenía que admitir que quizás su pecho era un poco plano, pero ellos eventualmente crecerían, o almenos eso esperaba.
"Muy bien chico listo..." Anko dió un asentimiento de aprobación hacia si misma cuando contempló que logró remover con éxito toda la sangre que se acumulaba en la frente del rubio.
"Quiero que me lo cuentes todo" Decidió que lo siguiente en la lista era utilizar una pomada para tratar sus moretones.
Naruto parpadeó un par de veces, demostrando que no comprendió a qué se refería. "No lo entiendo" Un jadeo de de dolor que escapó de sus labios cuando un moretón en su brazo fue presionado con un poco más de fuerza de la necesaria.
"Lo siento" Anko debió percatarse de su malestar ya que se apresuró a disculparse.
Se notaba que aún tenía mucho que aprender cuando se trataba del campo de la medicina; aunque él no iba a comenzar a quejarse, esta era la primera vez que alguien se encargaba de curarlo; eso ya fue más de lo que recibió nunca, no iba a arruinarlo con protestas estúpidas solo porque le dolía un poco.
Fue un sentimiento extraño, ser tratado con tanto cuidado, preocupación; nunca antes experimentó algo así, fue reconfortante.
"Y a lo que me refiero..." Anko tomó un rollo de vendaje con el propósito de cubrir sus heridas. "Es que quiero saber todo sobre ti, por qué no estás en el orfanato, cómo fue que terminaste con una multitud de idiotas persiguiendote y aún más importante..."
Él comenzó encogerse de nuevo cuando los recuerdos comenzaron a atormentarlo una vez más, amenazandolo con llevarlo a los profundidas. Pero un apretón en su mano por parte de la niña le ayudó a regresar a la realidad.
Reforzó su convicción, blindó su fortaleza, alejó sus miedos.
"Quiero saber todo por lo que has tenido que pasar, no tienes que guardarte nada conmigo" No era solo su voz, ni las palabras que utilizo, ni el brillo en sus ojos; simplemente existía algo en ella que espantó a sus demonios internos, los obligó a marcharse, lo hizo sentir que no tenía nada que temer.
Por esta razón, él hizo exactamente lo que ella le pidió; no se guardó absolutamente nada, le relató toda su historia. Le contó sobre su etapa en el orfanato, como fue su estadía allí, como solía ser golpeado por la matrona, como ésta lo dejaría sin comer cuando consideraba que realizó algún comportamiento inadecuado.
Le habló sobre el maltrato tanto físico como verbal que recibió de los demás niños; dicho abuso era alentado por sus cuidadores. También recordó las clases de educación en donde sería reprendido brutalmente por sus maestros si contestaba de forma incorrecta; fue como vivir en una prisión infernal. Pero entonces finalmente llegó el día de su cumpleaños, el día que fue echado del orfanato.
La siguiente etapa en su historia fue el año vivido en la calles. Desde comer las sobras en los basureros hasta recibir palizas por parte de los tienderos, los susurros, las miradas. Las noches sin dormir, el hambre, el frío.
Le habló sobre todo; el cómo se las había arreglado para sobrevivir, como aprendido a arreglar su propia ropa, como aprendió a sanarse a si mismo y también como aprendió a robar. Sobre los múltiples escondites que tenía en la aldea, la forma que utilizo para obtener sus herramientas ninja, su incapacidad para contraer enfermedades; incluso fue tan lejos como para confesarle que algunas veces recurrió a la maniobra desesperada de cazar ratas para alimentarse, una actividad que se vió forzado a realizar cuando llevaba demasiadas semanas sin comer.
Mientras más avanzaba en su historia, el horror de Anko crecía cada vez más, estaba en completo Shock al conocer el trato inhumano por el que tuvo que pasar. Ella estaba segura de que cualquier otro que no fuera él habría muerto en las primeras semanas.
En una nota mental, se dio cuenta de que muy probablemente el Kyubi tenía algo que ver en todo esto.
La resistencia exagerada del niño, su tendencia a no enfermarse incluso cuando se alimentaba de una forma muy poco saludable, su capacidad para salir de las palizas sin ningún tipo de daño mortal; muy posiblemente era el mismo chakra del zorro el que le brindó todas estas cualidades que lo mantuvieron con vida.
Era un giro casi cínico de la vida. La maldición que lo mantuvo cautivo era la misma que se encargó de su supervivencia.
Terminó de vendar la cabeza del niño a la vez que dejaba que sus pensamientos fluyeran. Se encontró imaginando si ella sería capaz de aguantar todo lo que él había soportado ¿Se habría mantenido cuerda en el proceso?
La respuesta claramente era un rotundo no.
No solo era porque ella no tenía al Kyubi para curarla, también estaba todo ese rechazo que él tuvo que cargar en su espalda, los abusos incontables en los que se vió envuelto; todo ese odio y repulsión deberían ser suficientes para someter a cualquiera a la locura.
Claro, ella también sabía lo que se sentía ser rechazada, ser vista como si fuera un cáncer, tuvo que vivir con eso después de la traición de su sensei.
Pero eso no tenía ningún punto de comparación con el rubio. Ella tuvo que soportar todo eso cuando tenía doce años, en ese tiempo ella ya era una ninja con un considerable repertorio de habilidades que la ayudaron a protegerse; eso sumado a un fuerte adiestramiento mental, fueron las razones por las que pudo sobrevivir en primer lugar.
Pero Naruto no tenía esos privilegios, el fue condenado con esa carga desde su nacimiento, no tenía a nadie que lo ayudara, no tenía a nadie que estuviera allí para protegerlo, tampoco contaba con la fuerza para protegerse por si solo. Lo único que pudo hacer fue aguantar, seguir avanzando mientras soportaba todo lo que la vida le arrojaraba.
Aún sabiendo esto, ella igualmente terminó comparando las similitudes que compartían entre ellos dos.
Ambos fueron juzgados por algo que no era su culpa, los dos conocían lo que era el rechazo, sabían lo que era no tener a nadie más en quién confiar más que en ellos mismos; ambos eran huérfanos de nacimiento, ninguno de ellos supo lo que era tener una familia, no conocían el amor ni el calor de un hogar, no pertenecían ni encajaban en ningún sitio.
Él estaba solo, al igual que ella.
Cuando Anko finalmente terminó de tratar las heridas del rubio, se percató de un dato en su historia que dejó pasar por alto, eso provocó que sus ojos se abrieran en sorpresa.
"Espera, dijiste que te echaron del orfanato el día de tu cumpleaños, un diez de octubre ¿Cierto?" Naruto respondió con asentamiento.
"Hoy es diez de octubre, eso quieres decir que hoy es tu cumpleaños" Ella tuvo que controlar el impulsó de palmearse la cara por no haberse dado cuenta de eso antes.
Naruto se encogió con algo de tristeza ante esa afirmación, pero asintió de nuevo de todas formas. "Si... Aunque mis cumpleaños nunca han sido muy buenos que digamos" No mentía, de hecho no recordaba ningún cumpleaños en dónde no fuera golpeado como una pulpa, por lo general sus cumpleaños casi siempre significaban cosas malas.
Ella tuvo que admitir con tristeza que él tenía razón, un intento de asesinato el día de tu cumpleaños hablaba mucho de su mala suerte.
Aún así, no estaba dispuesta a dar todo por perdido, quizás existía algo que pudiera realizar para subirle los ánimos. Así fue como una idea se instaló rápidamente en su cabeza, le dolió en el alma tan solo pensarlo, pero no podía actuar de forma egoísta, si esto era capaz de alegrarlo entonces tenía que intentarlo.
"Bueno, no puede existir un cumpleaños sin un ragalo, así que déjame darte algo" Un brillo pasó por delante de los ojos del rubio al escuchar esas palabras. ¿Un ragalo? No recordaba haber recibido uno antes.
Se animó al ver que la pelimorada sacaba un pergamino de sellado de su chaleco y lo extendía delante de ellos. Ella colocó su mano sobre el pergamino enviando un pulso de chakra que provocó que el objeto almacenado se diera a conocer en una nube de humo.
Era un plato con palitos de dango.
"¡Waoo! ¿Cómo hiciste eso?" Naruto pregunto inclinándose con su brazos hacia al frente, sus ojos brillaron con estrellas al presenciar que el objeto aparecía de la nada como por arte de magia.
"Eso muchachito, se llama pergamino de almacenamiento, es un instrumento ninja que sirve para guarda todo tipo de objetos dentro de el. Solo necesitas poner el objeto encima de este sello y utilizar tu chakra ya sea para guardar o sacar el objeto" Anko no pudo evitar sentirse orgullosa de si misma cuando él escuchó toda su explicación con una mirada llena de admiración y asombro.
"¿Y qué es esto?" Vio que él señalaba los palillos de dango con los ojos brillando de curiosidad. "Estos se llaman dangos..." Respondió a la vez que movía el plato para posicionarlo sobre el regazo del rubio, una brillante sonrisa presente en ella.
"Este es mi regalo para ti, de seguro debes tener hambre ¿No?" El estómago del rubio eligió ese preciso momento para dar a conocer su precencia con un gruñido, se sintió avergonzado cuando ese acto hizo que ella riera ligeramente.
"Anda pruébalo" Naruto decidió obedecer, tomó el primer palo de dango con una delicadeza que daba a entender que estaba sosteniendo un objeto de altísimo valor. Su mano tembló de anticipación, sus ojos brillaron como si sus manos cargaran el artefacto más preciado que había tenido en su vida.
Lo más triste es que eso era precisamente cierto; Anko sintió que su corazón se afligía al verlo. Lo más seguro es que este era el primer regalo que el niño recibía en su vida; la forma con la que se aferró a la varita de dango hizo que ella se compadeciera. Ojalá hubiera podido darle un mejor obsequio, pero a juzgar por su reacción eso no era algo que a él le importara, cualquier cosa lo hubiera hecho igual de felíz. No era el objeto, sino la intención, este era un momento muy importante para él
Finalmente, Naruto llevó el primer dango a su boca, dando el primer mordisco y permitiendo que el sabor fluyera por sus papilas gustativas.
El efecto fue inmediato.
La pelimorada precenció con creciente diversión como los ojos de Naruto se iluminaron con la misma intensidad de las estrellas cuando su paladar fue asaltado con el sabor magnífico del dango.
Literalmente, era como si su lengua alcanzara el paraíso.
Sin perder tiempo, devoró lo que quedaba en el palillo de dango para después tomar otro tras otro; sin que él se diera cuenta, ahora estaba avanzando a través de la comida con una velocidad que uno creería que no sería posible para ningún ser humano.
Una gota de sudor se deslizó por la frente de Anko al mismo tiempo que luchaba para que su mandíbula no callera al suelo, no podía creer que alguien fuera capaz de comer dangos a esa velocidad ¡Ni siquiera ella era capaz de eso! Y eso que ella amaba los dangos más que a nada en el mundo.
Negó ligeramente con la cabeza, tampoco es como si pudiera juzgar al niño por su estuciasmo, ella tuvo una reacción bastante similar la primer vez que probó los dangos, sin duda era la comida de los dioses.
"Parece que te gust..."
"¡Me encantan!" La pelimorada se sobresaltó un poco cuando fue abruptamente interrumpida por el rubio; él lucía una sonrisa radiante que entrañamente, se parecía mucho a la suya.
En realidad, ella estaba levemente atónita al contemplar lo similares que eran, fue como una copia al carbón.
Sin que el mismo Naruto lo supiera, un sentimiento que nunca antes había experimentado se abrió paso lentamente en su interior, dándole un brilló a su alma que podría asemejarse con los mismos rayos del sol.
Felicidad.
Nunca habría imaginado que unos palitos de dango serían capaces de cambiar su vida para siempre.
"¡Son deliciosos!" Anko no sabía si fue su sonrisa, o sus ojos que rebosaban con tanta vida. No supo si eran las marcas en sus mejillas, sus mechones dorados o su aspecto tan malditamente tierno.
Desconocía que parte de él fue la que causó esa sensación tan reconfortante y agradable que crecía en su pecho.
Tal vez fue porque eran tan similares, quizás fue porque juntó a él, ya no se sentía sola. No estaba segura de que lo provocó, pero estando sentada al lado de este pequeño rubio, ella pudo percibir que su espíritu se llenaba de una calidez que no había experimentado en años.
Se sintió verdaderamente feliz.
Como si todos sus problemas; su pasado, las pesadillas que la atormentaban, ya no existieran.
De repente sus raciones de dango desgastadas ya no le importaban tanto.
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Nota del autor: Hola, esperó que estés muy bien. No te quitaré mucho de tu tiempo, solo quiero hacer dos breves aclaraciones.
Uno: Esta historia está actualmente terminada, consta de trece capítulos y un epilogo. Actualizaré un episodio cada tres días para añadir algo de suspenso.
Dos: Para evitar cualquier tipo de confusión, esta historia difiere a la original en edades; Naruto tiene un año de más y Anko cuatro menos.
No te olvides de votar y dejar tu comentario.
Sin más que decir, gracias por leer. :')
