Este es un mundo alterno de la historia "el legado del dragón de fuego" que esta en el perfil de Kami inuzuka 120, la que también colaboramos July-hope y yo.

Surgió ante una pregunta que les hice a mis hermanas al estar tomando "¿si sus personajes fueran hombres quien seria su crush?" y eso desato una serie de ideas random que nos están divirtiendo mucho y merecen estar aquí publicadas

Los capítulos no tienen cronología y son capítulos que han sido escritos por cada una de nosotras

El siguiente es de July-hope, ella inicio con esto así que el primer capítulo publicado debía ser de ella.

Sinopsis: Haruki, recién nombrado teniente de la treceava división, va a visitar su comandante y mentor. En eso, conoce a la teniente de este. ¿surgirá algo tras este primer encuentro?

El día que se conocieron

Caminaba distraído por el Gotei, se había metido a la división uno con el firme propósito de hablar con Kyōraku lo antes posible, le habían asignado a la división trece esa mañana, no, más concretamente, le habían asignado como teniente de la división trece, y estaba seguro de que aquello seguramente haría muy feliz a su abuelo, pero en estos momentos eso era lo de menos.

Claro, aquel muchacho gallardo y dulce quería hacer sentir orgulloso al hombre que les había recibido en su casa luego de la muerte de sus padres y su hermana, pero ser nombrado teniente sin mayores explicaciones...

Ahora necesitaba hablar con Kyōraku.

Suspiró para serenarse, solía mantenerse serio, había aprendido bien de su abuelo y de algunos otros capitanes con los que había entrenado durante su adolescencia, así que mantener la calma durante la conversación no debería ser un problema.

No, el problema sería mantenerla mientas caminaba por los pasillos, rodeado de gente que conocía y gente que no. Y entonces la vio.

Ya la había visto antes, en alguna ocasión, rondando al capitán comandante para conseguir que cumpliera con sus deberes, así que el rostro de aquella joven no le era ajeno. Tampoco el hecho de que solía comportarse como una persona meditabunda y solitaria, seca, formal, distante. Tenía tantas palabras para tratar de describir a esa chica, pero la que más le gustaba al pensar en ella era "intrigante".

Negó con la cabeza, volviendo a su camino y concentrándose en sus pensamientos, tenía que hablar con Kyouraku. Además, no tenía ningún motivo para hablar con ella, no quería ser grosero o asustarla, hacerle pensar que la seguía o acosaba, así que le dedicó una última mirada antes de decidir volver a sus asuntos.

O lo habría hecho, de no ser por los ventarrones.

Los cerezos estaban en flor, la hojarasca le envolvía a su paso, y la chica podría haberse visto hermosa en medio de esa lluvia rosa pálido, pero llevaba las carpetas abiertas mientras revisaba con parsimonia los informes, así que algunas hojas salieron volando por todos lados, consiguiendo que la chica levantase la cabeza a los alrededores y compusiera una expresión de sorpresa.

Bueno, ahí estaba su excusa.

Corrió hacia ella, atrapando algunas hojas al vuelo antes de agacharse a toda velocidad y tratar de alcanzar algunas hojas que se escabullían entre sus dedos con los vientecillos que parecían estar burlándose de ellos.

Y habrían chocado de frente, pero él estaba al pendiente de la chica, no sólo de los documentos desperdigados, así que cuando ella avanzó hacia el frente a toda velocidad para atrapar otra de las hojas que se le habían escapado, él retrocedió tomándole una muñeca para detenerla y evitar que se golpeara también contra el cerezo más cercano.

Nanao levantó la mirada, sorprendida por aquello, percatándose del accidente del que se había librado, y contuvo el aliento al ver los ojos azul hielo de aquel muchacho alto que le sonreía con dulzura.

—Gracias —murmuró ella cuando el muchacho alcanzó otro de los papeles y los reunió todos, acomodándolos antes de entregarlos y levantarse en un movimiento ágil, tendiéndole la mano a la shinigami.

—Descuida —dijo con voz profunda y cadenciosa.

Nanao aceptó el apretón y sonrió tímidamente al sentir el tirón hacia arriba que el muchacho dio, un soporte firme disfrazado en un gesto suave.

—Perdón —continuó ella prestando atención por primera vez a sus facciones —, ¿Te conozco?

El muchacho sonrió de medio lado, no podía decir que lo conocía, pero sería un rostro difícil de olvidar. Alto, apenas más alto que ella por unos diez o quince centímetros, la piel clara, el rostro afilado, el mentón cuadrado, el cabello largo que caía por un costado de su rostro y por debajo de sus hombros, castaño en el nacimiento y degradándose hacia un azul cían en las puntas, partido al costado, trenzado del lado izquierdo.

Ahora Nanao se sentía como una tonta, claro que lo conocía, era el nieto de Yamamoto, el mayor de los hermanos, ¿Cómo era el nombre? Haogo, ¿Hideko?

—Me llamo Yamamoto Haruki —dijo antes de llevarse la mano de Nanao a la boca y depositar un beso suave en los nudillos, ocultando su propia sonrisa con aquel gesto. —Un placer.

—Nanao —dijo ella apretando la carpeta y las hojas desorganizadas contra su pecho, asintiendo una vez, recordándose a sí misma que aquel era el muchacho del que Kyouraku solía hablar. —Ise Nanao.

—Es un placer, Ise-san.

—Por favor —cortó ella recuperando su mano en un gesto amable. —Sólo Nanao.

Lo consideró un momento, sonriendo ante la posibilidad de rebasar esa línea de respeto, pero sabiendo que sólo lo haría por esa ocasión.

—Bueno, sólo Nanao —bromeó el muchacho sonriendo de medio lado, un gesto que en cualquier otro rostro se vería arrogante, pero que en sus facciones lucía tímido y encantador —, de verdad es un placer conocerte —miró las carpetas de la chica, todas las hojas desorganizadas y las que aún quedaban regadas por el jardín. —Debería...

—No, descuida —pidió la chica antes de agacharse en dirección a otra hoja, pisándola cuando el ventarrón amenazó con arrancarla de su alcance. —Me haré cargo de esto en cualquier momento.

—Tengo tiempo —dijo el muchacho con media sonrisa antes de salir corriendo a atrapar otra hoja. —Oto... el comandante me espera hasta dentro de veinte minutos —aseguró Haruki antes de entregar la hoja a Nanao y salir en dirección a la siguiente. —Supongo que no le molestará si demoro unos minutos, en especial si ayudé a su shinigami más querida y, la de más confianza.

Nanao se sonrojó ligeramente, no supo si fue por la aseveración del muchacho o por el hecho de que le sonrió todavía más al entregarle las hojas que faltaban.

—No quisiera demorarte.

—De todos modos trabajas en la oficina del comandante, será tedioso organizar esto tú sola... perdón —murmuró retrocediendo medio paso y desviando el rostro, apenado por su comportamiento. —No quiero molestarte, me retiraré de inmediato.

—No, espera —soltó la chica alzando una mano en su dirección, sorprendiéndolos a ambos cuando la chica se subió los lentes hacia el puente de la nariz, percatándose de que el muchacho llevaba los propios encajados en la cabeza, manteniendo algunos mechones más fuera de su rostro. —Me vendría bien un poco de ayuda —admitió al final, pensando en todas las cosas que ella tenía que hacer dado que su comandante no había terminado los papeleos de los nuevos ingresos. —Sólo no quisiera entretener al nuevo Teniente de la décimo tercera.

—Mi primer día oficial es hasta mañana. Como dije, tengo tiempo. Y será una buena excusa para pasar un rato más en compañía de una dama tan distinguida —añadió volviendo el rostro al costado, sorprendido por su propio atrevimiento, sin percatarse de la sonrisa que compuso la shinigami.

—Me encantará tu compañía —murmuró antes de mirar en dirección a la oficina.

Y el gesto siguiente sorprendió a la chica. Haruki le ofreció el brazo y sonrió dulcemente. Tal vez el más sorprendido fue el mayor de los Yamamoto cuando Nanao aceptó tomar el brazo de aquel desconocido antes de encaminarse a la oficina.

No, ninguno de los dos se habría imaginado jamás que Kyōraku les miraba oculto entre los cerezos, sonriendo divertido al ver a su teniente al lado del muchacho al que había criado como un hijo, sonriéndose el uno al otro mientras caminaban hacia la oficina, preguntándose hasta dónde los llevaría aquel primer encuentro fortuito, sabiendo que el muchacho ya le había mirado antes, que ya había puesto sus ojos en Nanao alguna vez, preguntándose si ella miraría alguna vez en dirección de un muchacho como él. Dulce, sí, tímido, divertido y espontaneo cuando estaba en confianza, inseguro el resto del tiempo.

Ya el tiempo diría.