Parte 1 : Espera | Capítulo 1
Mayo 1999
Draco no estuvo en la oscuridad por mucho tiempo. Aunque era casi imposible determinar la duración de su tormento, podía jurar que había sido bastante corto.
Fue trasladado a su celda permanente luego de unos pocos meses de su llegada a Azkaban. A diferencia de su celda anterior, consumida permanentemente por la oscuridad, esta tenía una pequeña ventana con vista al mar y una antorcha mágica constantemente prendida.
Todas las noches, una vez que los gritos de los otros prisioneros cesaban y se dormían de una vez, se sentaba contra la ventana para mirar la luz de la luna reflejada en el mar. Recordaba que su mamá le había enseñado hace tiempo que había una palabra para esto: mangata. Provenía del Marahi, un idioma Indio.
Podía recordar con claridad las noches que había pasado en su niñez mirando la luna reflejarse en el pequeño arroyo que corría junto a los campos de la mansión.
Aún así, los días eran lentos. Si bien sus condiciones de vida habían mejorado, Draco seguía sufriendo por su encarcelación. A menudo pensaba en que al menos no tenía que compartir su celda con dementores.
No tenía noticias de nadie cercano. Este era uno de los castigos sumados a su sentencia. No recibía cartas, ni periódicos ni revistas. El único contacto humano que tenía era con los guardias de Azkaban, o como le gustaba llamarlos, aurores reprimidos.
Draco era cuidadoso para no provocarlos, sabiendo que las palizas que podría recibir solo empeorarían su situación. No hacía falta ser un genio para darse cuenta por qué estos hombres habían sido designados a Azkaban; sus habilidades como aurores no estaban a la par con las de aquellos que trabajaban en el Ministerio. Esa era su venganza interna. Una forma de poner las cosas en perspectiva, quizás, para ayudar a resignarse y aceptar su condena: estos magos estaban siendo tan castigados como él.
Las comidas no habían cambiado, ni tampoco el hecho de que su celda estaba vacía. No había visto a ningún otro prisionero. Lo único que le permitía determinar que no estaba aislado eran los gritos que viajaban por las paredes de la cárcel, que rara vez se escuchaban durante el día, más fuertes y con mucha más frecuencia, durante la noche.
Ese día, era uno de esos. Tan pronto como volvió del despacho, escuchó un grito de dolor. Asustado, llevó sus manos a la cara para esconderse. Esperó por varios segundos en silencio, que fue interrumpido por la risa burlona del hombre que lo estaba escoltando a su celda.
"Vamos, imbécil," chasqueó el guardia mientras empujaba su varita entre los omóplatos de Draco.
Tragó saliva y siguió con su caminar, encorvado y temblando.
Era raro que los gritos de los otros prisioneros se escucharan durante sus salidas matutinas, y cada vez que pasaba, entraba en pánico.
El guardia lo empujó dentro de su celda y cerró la puerta de un golpe.
Estaba solo, de nuevo.
oOo.
Enero 2000
El Ministerio estaba vacío y sus pasillos mayormente oscuros, donde el silencio de la noche reinaba. Se podía distinguir a Blaise Zabini merodeando, mirando cada pasaje antes de adentrarse. No tenía derecho a estar allí, especialmente no a esas horas. Estaba arriesgando mucho.
Pansy lo colgaría si se enteraba de lo que estaba haciendo.
Caminó junto a la última pared que lo llevaba hacia su destino y comprobó por última vez que, efectivamente, estaba solo en el piso antes de tocar la puerta.
Se abrió al instante y entró apurado, cerrando la puerta detrás de él. Recién allí se permitió dar un respiro hondo, apoyando su espalda contra esta para calmar sus latidos.
"Estás siendo ridículo, Zabini."
Blaise miró a su interlocutor. Le decía lo mismo todas las veces que se veían, pero Blaise siempre lo ignoraba.
"Llegué lo más rápido que pude, Potter. Justo esta noche, retrasaron de nuevo el horario de cierre."
Harry puso los ojos en blanco, acomodado detrás de su pequeño escritorio. Había tenido la suerte de ser promovido a Auror tan pronto como terminaron los juicios - privilegio de ser El Elegido, no había dudas - y le dieron una oficina.
Si Blaise tenía que ser honesto, era más bien un armario guarda-escobas reacomodado.
Pero a Harry lo hacía feliz. Podía trabajar tranquilo, en silencio, y traer a sus amigos luego de media noche para hacer planes contra el Wizengamot. Era su pequeña victoria.
Blaise se sentó frente a él y sacó su paquete de cigarrillos, pasándoselo a su camarada - así le gustaba llamarlo. Este último negó con la cabeza, habiendo ya fumado demasiado en la última hora por estar a cargo del papeleo de ese día.
"¿Cuáles son las noticias?" preguntó Harry mientras se tiraba para atrás en su asiento.
"El proyecto con respecto a las visitas fue rechazado. El de leer publicaciones y cartas personales también, pero lograron aprobar aunque sea la que permite que los prisioneros tengan algo con qué escribir." Blaise estaba cansado, Harry podía escucharlo en su tono.
Después de haber estado luchando contra viento y marea por un año, estaba bastante cansado. Además de estudiar abogacía, pasaba el resto de su tiempo luchando por hacer justicia por los mortífagos más inocentes. Los miembros del Wizengamot no daban el brazo a torcer con su decisión, sin importar el prisionero en cuestión.
Aquellas personas que habían pensado que su estatus social - nacidos de Muggles, la mayoría; sangre mezclada en otros casos - o que sus testimonios a favor de la reducción de penas o de la libertad condicional, iban a beneficiar a los prisioneros, para que no fueran tan discriminados cómo lo habían sido durante el reinado de Voldemort, estaban muy equivocados.
En cambio, los nuevos miembros del Wizengamot, quienes la mayoría habían sido colocados en sus puestos por Kingsley Shacklebolt - ministro desde que la guerra terminó - estaban usando su puesto en el Ministerio sin piedad para vengarse de todos los mortífagos que seguían vivos. No había distinción, salvo por la clase de crímenes cometidos.
La sentencia mínima para cada individuo que había sido marcado era de quince años en prisión. Los años de condena eran acumulados según los crímenes cometidos por el individuo. Algunos terminarían sus días en prisión, mientras que otros serían liberados ya muy entrados en años.
Algunos creían que era una sentencia justa debido a su rol en la guerra. Tal era el odio hacia el ejército de Voldemort que ninguno de los sobrevivientes pudo ser persuadido.
Algunos miembros del Orden del Fénix, como Arthur Weasley, Kingsley Shacklebolt y Elphias Doge, quienes fueron parte de Wizengamot, habían intentado hacer algo al respecto. Querían que sus colegas escucharan racionalmente, para ajustar las sentencias, y castigar severamente solo a aquellos mortifagos que se habían adherido a la ideología de Voldemort, a diferencia de aquellos que fueron coaccionados o forzados siendo menores - para evitar cualquier injusticia. Tristemente, no habían logrado ningún resultado.
Que Kingsley sea el Ministro no había cambiado nada. Democracia, decía el Wizengamot.
La mayoría siempre estaba del lado de la venganza.
"¿Y tú? ¿Nada todavía?"
"Apliqué de nuevo, pero como sabrás, mientras Robards sea el líder y estando del lado de los que no perdonan… Además, dado mi rol en la guerra, nunca me van a aceptar como guardia ahí ," Harry suspiró, pasando una mano por su pelo.
"¿Ya no funciona usar la carta de "El Elegido"?"
"No, ya no. Le he dado al Wizengamot todo lo que tenía para lograr que sacaran de ahí a los dementores. Van a empezar a sospechar," respondió irónicamente.
Blaise asintió con seriedad. Sentía náuseas. No podía creer que las cosas hubieran salido de esta manera. ¿Cómo podía ser posible que víctimas de la guerra dieran un giro de 180º y que ahora victimizaran a sus victimarios? Ya no había moralidad.
Incluso aquellos que Blaise pensaba que tenían un poco de cordura resultaron estar envueltos por el odio hacia los eventos de los últimos cinco años.
"¿Noticias de Granger? ¿Todavía está decidida a quedarse en Francia?"
"Me temo que sí," Harry suspiró. "En su última carta, mencionó que compró una pequeña librería con sus ahorros, que quería renovar y ponerla en funcionamiento. No está en sus planes volver, dalo por sentado."
"¿Ni siquiera a testificar?"
"Dejó muy en claro que esta iba a ser la única vez," respondió, sacudiendo su cabeza. "Todavía se rehúsa a que la ayuden y cada vez envía menos cartas. Dudo que vuelva en un futuro cercano."
"Si es que alguna vez vuelve."
La tristeza en la mirada de Harry hizo que Blaise casi se arrepienta de decir esas pocas palabras. Sabía de la soledad que sentía desde que la guerra había terminado.
Con Granger fuera del mapa, los Weasleys de duelo - quienes se habían aislado, especialmente Ron, que se había vuelto alcohólico y rara vez salía de su apartamento - y el dolor de la mayoría de los sobrevivientes, Harry se había quedado sin nada.
Probablemente, la parte más dura era que el hombre que amaba estaba encerrado en Azkaban sentenciado a quince años de prisión. Blaise era muy consciente de lo mucho que eso había destruido a Harry. No había vuelto a ser el mismo desde ese entonces.
Theodore Nott, con quién Harry había estado saliendo en secreto desde finales del sexto año, había sido marcado a la fuerza por su padre pocos meses antes de la batalla final y terminó siendo encarcelado sin ninguna posibilidad de negociación.
Eso destruyó a Harry.
Luego de haber tenido que estar un año alejados mientras Harry buscaba horrocruxes,en el cual intercambiaban cartas ocultas y cifradas, ahora seguían separados, injustamente. Mucha gente había intentado que se alejara de Theo, de encantarlo para que se olvidara de él, pero nada había funcionado.
Le tomó meses a Harry aceptar la atención de Ginny, poco después de que le hubiera confesado que le atraían las mujeres. Fingieron su relación por varios meses, desde principios de ese año, hasta que estuvieron listos para decirles a sus seres queridos. En realidad, nunca había sido una pareja. Todo había sido una farsa, salvo por su amistad.
Harry había recorrido un largo camino para finalmente aceptar que podía amar a Theodore, y este último estuvo apoyándolo en cada paso que daba.
Hasta que lo encarcelaron. Y Harry quedó solo otra vez. Ginny intentó ayudarlo, pero ella también estaba viviendo su propio duelo.
"Estoy seguro de que va a volver," dijo Blaise, todavía arrepintiéndose de sus palabras. "Va a volver, Potter."
Una hora después, mientras salía de la pequeña oficina de Harry ligeramente ebrio, Blaise se prometió a sí mismo que haría todo lo posible para apoyar a su nuevo amigo. No importaba su pasado. Lo haría por Theo. Y si terminaba ayudando a Draco también, mejor aún.
oOo
Febrero 2000
Hermione cerró la puerta de su librería muggle tras ella y sacó su juego de llaves.
El local estaba como nuevo. Se pasó semanas limpiando, remodelando y decorando. El tono azul claro de la pintura que cubría el frente resaltaba por contraste con el de los otros negocios, que eran más rústicos. Estaba orgullosa de su logro, a pesar de todo lo que tuvo que atravesar para poder estar ahí.
Angustia. Falta de motivación. Crisis interminables.
Pero lo hizo. Su librería estaba funcionando, sin problemas y llenando sus días.
Mientras le ponía seguro a la puerta, se escucharon unos pasos detrás de ella.
Incapaz de evitarlo, se dio la vuelta de forma abrupta, aferrándose a su varita, que estaba en el bolsillo de su saco. Su pulso se había acelerado.
Alguien estaba cerca de ella. Alguien se le había acercado por la espalda. Sus viejos reflejos le decían que esto podía ser peligroso. Estar constantemente alerta seguía siendo su lema.
"Perdóneme, señorita Granger. ¡No quise asustarla!" dijo Roxanne, una niña del pueblo, en un grito ahogado.
Hermione la conocía bien, pues frecuentaba la librería, donde se pasaba horas leyendo y debatiendo acerca de literatura con ella. Roxanne era una de sus clientes más fieles, y estaría mintiendo si dijera que no le tenía cariño. La niña le recordaba mucho a sí misma a su edad: deseosa por leer y con una cabeza llena de conocimiento.
Una verdadera sabelotodo, pensaba a menudo con amargura.
Se relajó tan pronto la reconoció y soltó la varita en su bolsillo. A pesar de que sus manos estaban temblando y su corazón seguía palpitando muy rápido, se forzó a sonreír, antes de voltearse hacia la puerta de nuevo.
"No hay problema, Roxanne," dijo mientras intentaba poner la llave en la cerradura para cerrar con seguro la librería. "¿No deberías estar en casa a estas horas?"
"Mi mamá me permitió salir para tomar aire, disfrutar un poco del buen clima que hemos estado teniendo esta semana," respondió animadamente.
Hermione apenas asintió, escuchando a medias su respuesta. La llave no entraba. Sus manos estaban temblando demasiado.
Se estaba empezando a molestar. Apretó sus dientes y forzó la llave en la cerradura, sin éxito. Una bola de estrés empezó a formarse en su garganta. ¿Y si no lograba cerrar con llave la librería? ¿Y si alguien entraba durante la noche para robarle? ¿Y si la atacaban camino a casa?
Aquí vamos de nuevo, pensó por un momento antes de que su cerebro siguiera dando vueltas. No podía pensar en otra cosa. Sus manos seguían temblando y estaba acalorada. Terriblemente acalorada. A pesar de que febrero recién estaba empezando y la temperatura era cercana a los cero grados.
¿Y si alguien la encontraba? ¿Y si alguien irrumpía en su casa?
¡Y la llave seguía sin entrar!
"¿Le gustaría que la ayude, señorita Granger?"
La voz de la niña la sobresaltó de nuevo.
"¡No!" respondió bruscamente.
Roxanne retrocedió un paso, sorprendida ante su tono busco. No tenía forma de entender la agresión tan repentina.
Hermione se sintió mal y se volteó para disculparse de inmediato, pero antes de que tuviera la oportunidad, la niña había salido corriendo. Apoyó su frente contra el vidrio de la puerta, tratando de calmarse.
Está todo bien. Está todo bien. Estás sola, la calle está vacía. Estás a salvo, estás a salvo.
Se repetía ese mantra todos los días, todas las noches, todas las semanas. Cada vez que su corazón y su cerebro estaban acelerados. Algunas veces lograba calmarse. Otras, las cosas eran más complicadas.
Miró hacia la calle para fijarse que no había ningún muggle y sacó su varita con rapidez. Le tomó dos intentos poder cerrar la puerta usando magia. Si incluso los hechizos más simples se habían hecho complicados, se preguntó si alguna vez podría volver a recuperar sus viejas habilidades mágicas.
Cuando estuvo segura de que la puerta estaba cerrada con llave, desapareció. Esta vez, ni siquiera se tomó el tiempo de revisar si no había ningún muggle mirando. Era la última de sus preocupaciones.
Hermione apareció directamente en su habitación y se tuvo que apoyar en la pared para evitar caerse al piso. Respiró profundamente para recuperarse del viaje, antes de salir disparada hacia el baño.
Abrió bruscamente el gabinete ubicado encima del lavabo y empezó a buscar de forma desenfrenada. Cayeron unas botellas de los estantes, se estrellaron contra el piso, y ella ni lo notó. Estaba en trance. Con una necesidad en la mente.
Sintió el alivio en todo su cuerpo cuando finalmente encontró lo que estaba buscando. Abrió el frasco con apuro y se tragó todo su contenido.
Dejó que cayera en el suelo y caminó los pocos metros que la separaban de la cama. La poción ya comenzaba a hacer efecto.
El reloj mostraba las ocho en punto cuando se quedó dormida. Profundamente, sin soñar.
oOo
Agosto 2000
La luz de la mañana molestó los párpados cerrados de Theodore, causando que se moviera dormido. El frío de las paredes y el piso de su celda fue suficiente para despertarlo. Podía sentir que había llovido durante la noche.
El aire estaba más denso y húmedo de lo habitual. Su celda olía a moho, a pesar de que había una ventana exterior. El calor de agosto había vuelto, aunque la prisión estaba en mar abierto. Y Theodore ya lo estaba sufriendo bastante.
De repente, tocaron la puerta de hierro de su celda y una bandeja con comida fue deslizada por el piso. Solo ver sus contenidos fue suficiente para causarle náuseas. Era asqueroso.
Sin embargo, sabiendo que no tenía otra opción más que tragarlo si no quería que su salud se deteriorara, atrajo la bandeja hacia él, agarró el tenedor y tragó saliva fuertemente. El horror de todos los días empezaba.
Comía, y después pasaba toda la mañana ejercitando en su celda mugrosa. Más tarde, llegaría su segundo plato de comida del día, que comía mientras se tapaba la nariz, y pasaba el resto de la tarde viendo el cielo a través de las barras de su celda. Le servían la cena y luego de eso, finalmente podía dormir. Sus sueños eran atormentados por recuerdos de la guerra, se despertaba varias veces por llanto de otros prisioneros, pero volvía a dormirse hasta el día siguiente.
Todos los días era lo mismo. Sin excepción. No salía de su celda, a excepción de sus chequeos de rutina y sus duchas.
Theo estaba al borde de la locura.
Trataba de escapar con sus pensamientos, reviviendo en su mente los pocos momentos de felicidad que había experimentado en el transcurso de su vida.
Conocer a Harry, su primer beso, la primera vez que durmieron juntos, el día que le prometió que se casaría con él …
Su primera borrachera con Blaise, Pansy y Draco. El día que había robado Veritaserum de la despensa de Snape para un juego de tragos con los Slytherin. Su primer vuelo en escoba. El último. La primera poción que hizo. La última.
Estaba volviendo a vivir todos esos momentos. Uno por uno. Era su forma de pasar el tiempo y entretenerse. De escapar. De sentirse libre.
Algunas veces escribía versos o dibujaba con el lápiz de madera que le proveía la prisión. Era cuidadoso de no romperlo mientras le sacaba punta contra el suelo de piedra, pues sabía que, sin coerción, los guardias sólo le iban a otorgar uno nuevo hasta que ellos quisieran.
Escribía descripciones de su vida ideal, su hogar ideal, la familia que sabía que quería tener con Harry algún día. Algunas veces hasta los dibujaba juntos.
Le solían decir que tenía mucho talento para el arte.
Todo lo hacía hasta agotarse. Su cuerpo estaba sin energía y rara vez duraba más de cuatro horas despierto, pese a todo el ejercicio que hacía para mantenerse en forma. A veces sentía que eso lo cansaba más que cualquier otra actividad.
Había intentado contar los días. Estimaba que le quedaban diez años en presión. Diez años de pesadillas, locura y aburrimiento.
Gracias por leer! Se aprecia cualquier interacción ❤
Y gracias a Marian ser mi editora! ❣
