Noviembre 2000

Hermione había tomado la decisión hace dos semanas. Se motivó a sí misma e hizo un plan, que cambió cien veces en su cabeza, dándole todas las vueltas posibles. Era claro, conciso y preciso. No podía cometer ningún error.

Tan solo un paso en falso y podría perder todo su progreso. Era consciente de que fallar la hundiría de nuevo.

Hizo todo en orden:

Abrir la puerta delantera, salir, y luego cerrarla.

Checar que todas las puertas estén mágicamente cerradas.

Revisar todas las ventanas.

Conjurar más hechizos de protección para reforzar la cúpula protectora en la casa.

Una vez hecho lo anterior, se permitió respirar profundamente mientras se sentaba en el borde del muro de piedras que rodeaba la propiedad. Pasó una mano por su cara. Ya había tenido un buen avance.

Salir de su rutina diaria estaba siendo mucho más difícil de lo que ella había imaginado. Todos los días iba al trabajo, tomaba el mismo camino hacia el pueblo y abría su local, donde pasaba el resto del día.

Sin embargo, sabiendo que no estaba siguiendo su rutina habitual, las cosas eran distintas. Empezó a sentir como el pánico se formaba dentro de ella al darse cuenta que no iba a ir a la librería.

Todo el trabajo que había hecho para poder ir a su trabajo cada día se sentía inútil en ese momento. Era totalmente diferente, pero muy similar al mismo tiempo. Solamente estaba saliendo de su casa.

Una ráfaga de viento traspasó los rulos enredados de su cabellera, sacándola de sus pensamientos. Iba a llegar tarde. Le había tomado demasiado tiempo recuperarse de sus emociones.

Inhaló fuertemente y se levantó, decidiendo que no iba a dejar que el pánico la abrumara. Miró la cerca a la entrada de su casa una última vez y empezó su camino.

Tenía, exactamente, dieciocho minutos para caminar. Dieciocho minutos en los cuales iba a luchar para no darse la media vuelta.

Mientras caminaba, se forzó a recitar mentalmente la lista de los libros que debía encargar para los clientes que habían pedido libros que no tenía en stock, pero que podía recibir pronto. Clientes leales, sin duda.

Era una buena forma de mantenerse enfocada.

Era el trabajo perfecto, se decía muy seguido. Pocos clientes, por ende, pocas interacciones sociales. Podía pasar sus días leyendo en el local, asesorando a aquellos pocos que entraban a comprar algo, y luego retomar su lectura hasta la hora del cierre.

Era simple. Nunca había tenido un problema.

La gente era amable aunque ella cometiera errores con el francés, y los lugareños ya la conocían. La mayoría de ellos eran campesinos, algunos amablemente le ofrecían cestas con sus cosechas.

El tiempo que pasaba en la librería interactuando con la gente le era suficiente para mantener sus días ocupados y dejar el estrés atrás.

Fue sacada de sus pensamientos cuando distinguió el techo de su vecina lejana haciéndose más grande a medida que se acercaba. Era una edificación pequeña y sencilla, rodeada de jardines llenos de flores muy bien cuidadas. Quedaba a pocos kilómetros de la granja de Hermione, y a cinco del pueblo más cercano. Estaba prácticamente aislada del mundo exterior.

Pero a Hermione le gustaba la tranquilidad y la soledad del lugar.

Estar sola.

El pueblo era pacífico, la gente era muy amigable y los días eran serenos. No podía haber deseado nada mejor.

Y a pesar de eso, su ansiedad entorpecía todo.

Resurgía todas las noches y la hundía. Pero estaba aprendiendo a mantenerla callada.

Sintió su estómago torcerse cuando vio el techo de Madame Laroche, un peso cayó sobre sus hombros mientras se acercaba a la entrada de la pequeña casa.

¿Y si algo salía mal? ¿Y si Madame Laroche cambiaba de opinión?

Tuvo que sostenerse del portón para evitar tambalearse. Su respiración se volvió a acelerar.

De repente, la puerta del frente se abrió y Madame Laroche salió.

El pánico de Hermione se apaciguó cuando la señora mayor la recibió con una sonrisa.

"¡Señorita Granger! ¡Llegó temprano!" saludó la anciana.

Estaba vistiendo un amplio chal violeta sobre un vestido gris que a Hermione le parecía espantoso, pese a su poco sentido de la moda. Cada vez que se encontraba a Madame Laroche, en el pueblo, a la mañana por el camino, o en su librería, estaba acompañada por su perra Neige, una gran pirineo blanca que siempre parecía estar más cansada que el día anterior.

Neige reconfortaba la mente ansiosa de Hermione con su presencia cada vez que se cruzaban. Por supuesto, Madame Laroche se había dado cuenta de eso, cuidando con especial esmero a su joven vecina, la nieta de sus antiguos vecinos, los Granger-Landies.

Fue por eso que sugirió que Hermione adoptara al hijo de Neige, que todavía era muy joven. La perra había tenido su última camada hace dos años, y mientras que el resto de los cachorros ya habían sido vendidos, todavía quedaba uno sin ser elegido por nadie.

Madame Laroche le había explicado a Hermione que después de la muerte de su marido, ya no tenía la energía suficiente para cuidar de dos perros y que por eso estaba ofreciendo al último de la camada en adopción.

Hermione dudó por mucho tiempo, no sabiendo si era lo más sensato hacerse responsable de otra vida cuando apenas podía cuidarse a sí misma. Siguiendo su estilo, Hermione había hecho una lista de pros y contras - cuatro veces. Luego se enfocó en buscar información sobre la raza para saber qué esperar del crecimiento del perro.

Había hecho una gran investigación acerca de los Gran Pirineos. Buscó posibles nombres, ya que Madame Laroche nunca le había puesto uno. Anotó diecinueve en su lista antes de elegir.

Mientras más pensaba en la responsabilidad de tener un perro, más crecía su ansiedad. ¿Y si se lastimaba solo? ¿Y si no era capaz de cuidarlo? Sus miedos la consumían, causando que faltase un día a su trabajo para examinar la propuesta en su mente.

Eventualmente, aceptó. Y aquí estaba, cuatro días después, arrodillada frente a Neige, acariciando su suave pelo blanco.

"Estaba impaciente," mintió Hermione, sonriendo con timidez.

Había planeado salir temprano, para evitar llegar tarde en caso de que le agarrara un ataque de pánico.

"Espero no estar molestando, Madame Laroche," añadió mientras se enderezaba.

"¡Para nada, querida! ¡No te preocupes! Y llámame Marie, por favor," sonrió.

Hermione asintió avergonzada, sonriendo. Su vecina le venía diciendo que la llamara por su nombre de pila desde hace tiempo, pero nunca se atrevía a hacerlo.

"Sígueme, todavía está dormido en su cesta," dijo Marie mientras entraba de nuevo a su casa.

Hermione la acompañó sin pronunciar ninguna otra palabra, tirando de las mangas de su remera para liberar ansiedad. Neige siguió de cerca a su dueña, mirando ocasionalmente hacia atrás, asegurándose que Hermione los estuviera siguiendo. Desde que la conoció, Hermione supo darse cuenta que era un animal inteligente.

Con casi dos años, el cachorro de Neige medía casi cincuenta centímetros de largo y Hermione - habiendo buscando información - sabía que no faltaba mucho para que llegara a su tamaño adulto.

Debió haberlos escuchado, porque levantó su cabeza de la cesta y Hermione se encontró con su mirada. No había duda. Albert, el nombre que había escogido, iba a ser un gran compañero.

oOo

Enero 2001

Francia. A Harry le hubiera encantado vivir ahí.

Viajaba a Francia varias veces en el año, y cada vez que iba descubría nuevos y espléndidos paisajes: las montañas, los campos, los lagos y ríos, el mar y el océano. Era mucho más grande que Inglaterra, lugar donde había vivido toda su vida.

Cada vez que iba, optaba por el tren muggle. Era un viaje largo y atravesaba muchísimos campos. Sentía como si pudiera respirar nuevamente. La gente no lo miraba, no le hablaba ni lo molestaba.

Cuando iba, se sentía uno más. No era nadie.

Tomaba el tren que iba directo desde Londres y una vez que bajaba, continuaba con su viaje hasta la localidad de Pau. De ahí, tomaba un autobús que lo llevaba lo más cerca posible a la granja de su amiga y con una hora de caminata por delante, aprovechaba para disfrutar la hermosura de los Pirineos y sus pequeños caminos de montaña.

Y por primera vez en ese año, Harry fue a la casa de Hermione.

Le había enviado una lechuza hace dos semanas y había respondido apenas el día anterior. Esa misma noche, partió. Siempre se tomaba su tiempo para contestar, lo que Harry entendía más que nadie. Si pudiera dejar la pila de cartas que recibía a diario en el fondo de un cajón, sin tocar, lo haría sin dudarlo.

Estaba oscuro cuando Harry finalmente llegó a la granja de Hermione, que se encontraba al final del camino, iluminada por linternas pequeñas empotradas en las paredes exteriores.

La había renovado una vez más desde la última vez que visitó. Todavía recordaba el mal estado de la casa cuando Hermione tomó posesión de la propiedad. Harry la alcanzó a la semana siguiente para ayudarla a poner todo en orden. Se burló de su oposición a aceptar su ayuda, y le explicó que el trabajo que se tenía que hacer era gigantesco, y que iba a tomarle muchísimo tiempo. No quería que Hermione viviera entre el desorden por tantos meses. Para su alivio, eventualmente, aceptó.

Su granja consistía en tres construcciones.

La primera era la casa principal, particularmente grande y espaciosa. Tenía tres pisos, contando además con un pequeño ático y un sótano. Había cuatro habitaciones, tres baños - de los cuáles solo dos funcionaban-, un lavadero, una biblioteca grande, cuatro chimeneas, una despensa e incluso un garaje. Hermione no usaba ni la mitad de ese espacio, limitándose a estar solo en el patio, la sala de estar y su habitación.

El segundo edificio era un establo grande, que estaba separado en dos partes. La primera parte era un corral con espacio para dos caballos. En la segunda parte se podía tener un rebaño de ovejas, o vacas quizás. Hermione lo único que hizo fue limpiarlos, y regresaba solamente a eso.

El último edificio era un invernadero, con un gallinero y un cobertizo anexado. A pesar de la insistencia de Harry en limpiar el cobertizo y sacar algunas herramientas que consideraba peligrosas; dada la cantidad de óxido que habían acumulado con los años, ella se negó. Le explicó que esas herramientas habían pertenecido a sus abuelos y que se quedarían allí.

En cuanto al exterior, sabía que Hermione estaba muy contenta con su nuevo espacio. Tenía varias hectáreas a su disposición, suficiente como para tener sus propias plantas, cavar una piscina, incluso construir un campo de golf. Pero ella no quería nada de eso.

A pesar de la oscuridad, podía ver que había puesto una silla plegable en la esquina del jardín bajo los árboles. Conociendo a Hermione, seguramente ese era el lugar donde pasaba la mayor parte de su tiempo, leyendo. Mientras ojeaba el lugar, observó que nunca había cortado el pasto, ni las ramas de los árboles. Ni tampoco se había ocupado de las plantas, con excepción del jardín de vegetales exterior. No se sentía capacitada. Tal vez algún día, le repetía a Harry.

Desde su última visita, Hermione había repintado todo el frente de la casa. La cantería había sido limpiada, el techo renovado y parte de la maleza que rodeaba la casa había sido cortada para crear un camino hacia la calle.

Su última visita fue hace cuatro meses, lo que demostraba que su amiga no había estado inactiva.

Incluso había reparado la pequeña reja que unía el muro de piedras que rodeaba la propiedad.

Justo cuando la estaba abriendo, empezó a escuchar ladridos a unos metros. Se sobresaltó y soltó la reja mientras retrocedía. En la oscuridad de la noche, no podía ver de dónde provenía el sonido.

"¡Albert! Ven para acá," exclamó Hermione a la distancia.

Miró hacia la casa y la vio parada en la entrada, envuelta en una bata, o por lo menos eso era lo que podía distinguir.

En segundos, un perro blanco y largo fue iluminado por la luz de la casa, parándose al lado de Hermione, frotándose contra sus piernas. Harry frunció el ceño.

¿Cuándo había adoptado un perro?

Abrió la puerta titubeantemente, sin dejar de mirarlos. Fue caminando lentamente hacia la casa, con cuidado ya que no quería que el perro le saltara encima.

"¿Un perro? No sabía," sonrió suavemente mientras llegaba hasta donde ella estaba.

Hermione lo miró con una pequeña sonrisa formándose en sus labios.

"Mi vecina estaba buscando a alguien a quien dárselo y me lo ofreció. No me pude resistir," admitió, mordiéndose el labio.

"Es hermoso," dijo mientras se agachaba para apoyar una rodilla en el piso, extendiendo su mano para acariciar a Albert.

Todavía seguía pegado a su dueña, y miró la mano de Harry como si fuera una presa.

"Creo que le va a tomar más tiempo aceptarte," explicó mientras se inclinaba para acariciarlo. "Albert es un poco… hostil con los extraños."

"Bueno, son el uno para el otro entonces," bromeó mientras se enderezaba, sus ojos risueños.

Hermione le sacó la lengua en burla mientras se paraba y le hizo una seña para que entrara.

Extrañamente, Harry sintió que se había quitado un peso de encima. Hermione parecía más relajada, en paz, en comparación con la última vez que se vieron. Tal vez era el efecto de su reencuentro, pero le dio esperanza. Estaba empezando a superarlo. O por lo menos, eso esperaba.

oOo

Octubre 2001

Harry golpeó la puerta del apartamento de su mejor amigo. No hubo respuesta. Suspiró. Estaba acostumbrado.

Golpeó de nuevo, simplemente por formalidad, pero sabía perfectamente cómo pasarían las cosas.

Al seguir sin respuesta, tomó su varita y destrabó la puerta. Cuando entró, un fuerte olor a alcohol llegó a su nariz. Tragó saliva. Iba a tener que pasar una buena hora lidiando con esto, lo presentía.

Cerró la puerta detrás de él y encendió la punta de su varita ya que el apartamento estaba en absoluta oscuridad. Caminó lo mejor que pudo dentro de la pequeña sala de estar, con cautela para no patear ninguna botella de whisky ni pisar ninguna pizza comida a la mitad.

Con un movimiento de su varita, abrió las persianas y las ventanas para dejar que el aire frío de octubre entrara al cuarto. La tenue luz que entraba por las ventanas le mostraba lo que ya sabía: el apartamento era un desastre.

No lo sorprendía. Sucedía cada vez que pasaba mucho tiempo sin visitar a Ron. Le hacía sentir como si estuvieran retrocediendo, perdiendo todo el progreso que pensaba que habían logrado. Pero en realidad, ¿había mejorado realmente o era lo que se decía a sí mismo para sentirse mejor con respecto a la situación de su amigo?

Harry sabía que tendría que haberse tomado el tiempo para visitar a Ron, pero estuvo tan ocupado en las últimas semanas que no tuvo ni un día libre para visitar a su mejor amigo. Ron siempre ponía su mejor cara, para aparentar, en las reuniones familiares y no invitaba a nadie a su casa. Estaba muy avergonzado. El único que sabía era Harry. Y por eso, Harry no había querido enviar a ninguno de sus hermanos, ni siquiera a Ginny, sabiendo que Ron hacía todo lo posible para esconder su situación a su familia.

Con un amplio movimiento de su varita, empezó a limpiar la basura en el piso mientras el aire en el cuarto empezaba a renovarse.

Mientras la habitación empezaba a ordenarse mágicamente, decidió ir a buscar a su amigo. Primero se fijó en el inodoro. Vacío. Y también lo estaba el cuarto de baño.

¿Ron había decidido por fin dormir en su cama? Inusual.

Pero eso no fue lo que más lo sorprendió. Cuando Harry abrió la puerta de la habitación, descubrió no sólo que Ron estaba acurrucado en su cama, sino que, más importantemente, estaba acompañado.

Un bulto de pelo rubio rizado cubría la mitad de las almohadas, haciendo cucharita con Ron. No podía ver su cara.

La habitación no estaba en mejores condiciones que la sala de estar. Infestada del olor a alcohol y a cigarrillo, había ropa apilada en la esquina, restos de comida que se apilaban en el borde de la cama, el buró estaba atestado con ceniceros llenos de colillas de cigarrillo, una pila de diarios - mayormente El Profeta y varias revistas de Quidditch - tirados cerca de la ventana, había cenizas en el piso e incluso huellas de botas llenas de tierra…

La pieza era un desastre, mucho peor que el resto del apartamento. A Harry no le cabía duda.

Se quedó parado en la puerta, quieto, no sabiendo qué hacer. ¿Debería despertarlos? ¿La chica con quién estaba era una bruja? ¿Solamente estaban pasando el rato? Estaba perdido.

No quería tomar el riesgo de molestarlos en absoluto. Si Ron tenía compañía, no importaba quién estuviese en su casa, no debía interferir.

Al final, pasó una mano por su cara y decidió esperar en la sala hasta que su amigo se despertara. Aprovecharía la oportunidad para seguir limpiando.

El living ya estaba mucho mejor una vez que volvió. Estaba aireado y la mayoría de la basura había desaparecido mágicamente. Poco a poco, fue limpiando el resto. Limpió los pisos, las ventanas, la barra pequeña que había en la cocina, vació el refrigerador y las alacenas de toda la comida expirada, lavó los platos, limpió la chimenea, y también desinfectó los sillones.

Luego de más de una hora y media, pudo sentarse en un sillón. El apartamento estaba irreconocible. Contrario a lo que cualquiera hubiese pensado si entraba antes de que fuese limpiado y ordenado, el lugar era bonito y la decoración era agradable.

No pasó mucho tiempo luego de que Harry se hubiera sentado que oyó que la puerta de la habitación se abría, lo que hizo que se sobresaltara y se volteara rápidamente hacia el lugar de donde provenía el sonido. Ron salió, solamente en sus boxers y luciendo más aturdido que nunca.

Harry se dio cuenta que Ron estaba particularmente pálido y que su pelo rojo carmesí era un desastre. No hacía falta que mirara el pecho de Ron para saber que todavía tenía cicatrices gracias a los brillantes del Departamento de Misterios. Esas eran las únicas marcas que su amigo nunca fue capaz de remover. Harry sabía que esas cicatrices atormentaban a Ron todos los días.

Ron parecía estar particularmente sorprendido de que la sala estuviera limpia y abrió grandes sus ojos cuando se dio cuenta de que Harry estaba allí. Se congeló.

"¿Harry?"

"Perdón que no pude venir antes. El trabajo me demandó mucho."

Harry se sentía mal. Sabía que era el único apoyo que Ron tenía. Deseaba haber podido estar mucho más presente, pero, desafortunadamente, estaba en una situación complicada. ¿Qué podía hacer? ¿Apoyar a Ron a toda costa, o rendirse y dejar de ayudar a Ron, su mejor amigo, para poder liberar al hombre que amaba?

Ron frunció el ceño mientras escaneaba el cuarto.

"No era mi intención interrumpirte a ti y a…"

"Lavender," respondió Ron con la voz áspera.

Miró hacia otro lado al ver que Harry abría grandes los ojos. No esperaba que Ron se estuviera acostando con su ex-novia.

"No sabía que te estabas viendo con ella," sólo dijo eso mientras su amigo caminaba hacia la cafetera Muggle que Hermione le había dado antes de que se fuera.

"¿Qué haces aquí, Harry?" preguntó Ron bruscamente.

El hombre de pelo oscuro frunció el ceño. Había estado viniendo seguido - bueno, antes de que estuviera inundado de trabajo. No era algo nuevo. La pregunta lo tomó por sorpresa.

"Te vine a visitar," respondió, como si fuera obvio.

"Oh, o sea, ¿quiere decir que te acordaste de que existo?"

"Ron, ¿qué -"

"No importa. ¿Sabes qué, Harry? Creo que puedes irte a la mierda. Ya me cansé de tu lástima. Ya no me visitas nunca, solamente vienes a intentar salvarme para tener tu conciencia tranquila," Ron lo acusó mientras lo señalaba, sus orejas rojas del enojo. "¿Por qué estás aquí, eh? ¿Para venir y ver mi mierda? ¿A limpiar mi apartamento, asegurarte de que esté tomando mi medicina, para después irte y hacerlo de nuevo en un mes? ¿A eso llamas ser un amigo?"

"Ron, yo-"

"No, Harry. Ya es tarde para eso. No puedes hacer nada por mí y lo sabes," soltó una risa falsa, casi con tristeza. "Ahora tengo a Lavender. Ella sabe cómo apoyarme. No viene solamente cuando tiene tiempo."

"¿Entonces es serio lo de ustedes dos?" preguntó Harry, levantándose, con lágrimas en sus ojos.

"¿Me estás preguntando eso para poder ir a decirle a mi madre, o porque realmente te importa? Porque ya que estamos aquí, te lo digo, no he ido a ver a mis padres en casi tres semanas. También viniste para eso, ¿no? ¿Para sermonearme acerca de mis pobres padres, quienes la están pasando mal y lloran todas las noches en la tumba de Fred? ¡¿Piensas que no lo sé?! ¡¿Eh?!"

"Ron, cálmate, por fa-" El pelirrojo no lo dejó terminar. Ron tiró su taza de café en el piso, dejando que se rompiera en mil pedazos.

"¡Harry Potter, el héroe de las almas perdidas! ¡Mírate a tí mismo, hombre! No eres mejor. ¡No vives, sobrevives! Solo esperando a que tu estúpido novio salga de Azkaban. ¿Para qué? ¡Para que al final sea una sombra de lo que era! Estarías mejor buscándote otro hombre para tener sexo antes que seguir…"

"¡¿Cómo te atreves?!" Harry explotó, con lágrimas corriendo libremente por sus mejillas. "¿Cómo te atreves a hablar así de él? ¡No sabes cómo se siente!"

"¡¿Qué no sé cómo se siente?! ¡Repítelo y verás!" Ron gruñó mientras se arrojaba contra él, sus puños cerrados.

Fue ahí cuando Harry se dio cuenta que no estaba en sus cabales. Sus pupilas estaban totalmente dilatadas. Sus ojos, totalmente rojos. Había tomado algo. Algo fuerte.

Retrocedió varios pasos y negó con la cabeza. Le costaba creer lo que estaba pasando.

"Perdón," susurró antes de retroceder completamente, sus ojos llenos de lágrimas.

oOo

Febrero 2002

Hace dos días que Inglaterra venía sufriendo una nevada particularmente violenta, como nunca antes visto. El viento golpeaba contra las paredes de la mansión, sacudiendo las persianas, las vajillas e incluso haciendo que algunos marcos colgados en la pared se cayeran. Era aterrador.

Blaise estaba parado en medio del vestíbulo, con las manos en sus bolsillos, mirando los muebles que todavía estaban intactos, cuando de repente escucho unos pasos detrás de él. No hizo falta que se diera vuelta; reconocía el sonido de los tacones de su esposa.

Estaba empezando a tener frío. Era como si la mansión no hubiese sido habitada en años. Sin embargo, lo había estado, pero dudaba que fuese por alguien vivo. Suspiró.

Estaba perdido. No sabía qué hacer.

"La ceremonia está por empezar," suspiró Pansy, alcanzándolo y poniendo una mano en su brazo.

Podía escuchar la preocupación en su tono. Tenía razones para estar preocupada.

"Te acompaño," respondió gravemente.

No tenía ganas de ir.

La vio asentir desde el rabillo de ojo, y Pansy se puso de puntillas para besarlo en los labios. Los tacones se movieron de nuevo. Y se encontró solo.

Ni siquiera sabía cómo sentirse. ¿Enojado? ¿Triste? ¿Indiferente? ¿Cansado?

Estaba perdido. Hace años que venía luchando, sin resultados. Empezaba a preguntarse si todo su trabajo era necesario. Su conciencia le susurraba que había habido algunos logros, pero nunca le parecían suficientes. Le hubiese gustado luchar por todas las injusticias.

Un sueño infantil demasiado optimista, pensó con sarcasmo.

Ajustó su corbata, alisó los pliegues inexistentes de su chaqueta y miró por última vez el cuarto abandonado en el cual había estado parado por una hora.

Su primera observación fue que no había mucha gente. Cerca de doce personas estaban paradas afuera, con paraguas grandes y negros cubiertos de blanca nieve. La propiedad era igual de blanca. Un hermoso contraste, si uno se tomaba el tiempo para admirarlo.

El único que faltaba era él, aunque Blaise sospechaba que era el único al que le importaba la ceremonia. Los demás estaban por principios, por su imagen, y nada le daba más asco que la sociedad en la que vivía.

Caminó por la nieve sin hacer ningún esfuerzo para protegerse de ella, y se unió a su esposa bajo su paraguas. Ella agarró su mano y apoyó la cabeza en su hombro.

Ella era, tal vez, la otra persona a la cual realmente le importaba.

"Estamos aquí reunidos para despedirnos de la señora Narcissa Malfoy, quién dejó este mundo hace unos días." Encontrada en medio de la sala de estar, ahorcada, Blaise pensó irónicamente. "Por favor, acompañen mis palabras con sus oraciones y sus -"

Blaise dejó de escuchar y cerró fuertemente sus ojos. Pensar que su mejor amigo iba a enterarse de la muerte de su madre cuando fuese liberado. Apenas podía contener su enojo. Quería mandar a todos a la mierda. Quería gritarle al maestro de ceremonias que Narcissa Malfoy se merecía mucho más que una mísera reunión de diez personas en el día de su funeral.

Pero no dijo nada. Se mantuvo en silencio y dejó que las lágrimas cayeran de sus ojos cerrados.


Muchas gracias por leer :D

Tenemos un servidor de Discord con la autora en inglés, donde hay canales en español para que podamos hablar del fic o de Dramione en sí! Link en mi perfil :)

Nuevamente, gracias a Marian por ser mi beta.

Hasta la próxima!