Me gusta mucho éste episodio, disfruten y no olviden apoyar la historia con sus favs, comentarios y todo lo que puedan ;)
Pasen una bonita noche o bonito día~
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Disclaimer: Aclaro que ninguno de los personajes usados en esta historia son míos, excepto los que yo cree. En todo caso se dará debida nota. Riot Games tiene los derechos de los personajes usados.
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Nota: No al plagio por favor, copiar una historia que no es tuya y ponerla en otro sitio bajo tu nombre es plagio. Si ven mis obras en algún lado sin mi permiso ni mi nombre... avisen y/o denuncien al autor, gracias ^^
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El Baile del Cuervo
Por Clarisce
Capítulo 13: Somos Uno
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¿Qué era tal sonido? Elevó la mirada a los cielos, un ave, blanca como la nieve surcaba aquel espacio pleno y azul, no estaba sola, tenía compañía, más aves blancas en bandadas dirigiéndose a donde no había criatura que pudiera dañarlas. Irelia envidió sus alas y su libertad.
— Eres terrible —añadió una voz bajo una sombrilla.
Sentada frente a una mesita en su hermoso jardín, estaba la señora Swain, tenía varias mujeres a su alrededor, quienes le servían con mirada sombría, éstas sólo se limitaban a ver a su ama, pero al instante en que notaban que Irelia abría la boca, repentinamente cambiaban sus ojos hacia ella, era espeluznante.
— Madre —dijo y algo saltó en Emal, era un toque eléctrico al sentir ser familiar de esa joven e inexperta salvaje— ¿qué puedo hacer?
— Morir —reveló la mujer.
— ¿Cómo?
— Morir, nada sería mejor que eso, tú —la señaló con su dedo índice— con esos modales, esa ropa, ese estilo, ese dejo en tu hablar, esas uñas mal cuidadas, esos espantosos y desafiantes ojos… nada en ti es rescatable —guardó su dedo y tomó una taza de té que en su mesa se enfriaba con el ambiente.
— Está bromeando, ¿no? —dijo en su idioma nativo y Emal frunció el ceño de inmediato, tomó una vara larga y fina entre sus manos, se puso de pie y antes de que sus sirvientas pudieran detenerla, la levantó en contra de Irelia, ésta apretó los puños y los ojos con fuerza.
¡CLACK!
Sonó como golpeaban carne directamente. Cuando Irelia pudo abrir los ojos vio con asombro a su esposo, delante de ella, se cubría con un brazo pero había recibido el golpe con todo su cuerpo. La ama de esa casa simplemente levantó la barbilla, molesta, dio un paso atrás y miró a su hijo con frialdad.
— Ponte de pie —dijo con tono firme Jericho.
— Oh no… —dijo Irelia asustada, yendo hacia el peliblanco, se puso de su lado y sin evitarlo frunció el ceño.
— Ya basta —le dijo un poco más bajo mientras daba una reverencia hacia su madre y se giraba para ver a Irelia, la tomó del brazo y caminaron juntos alejándose del tumulto.
— Si ésta familia cae, será tu culpa, por no permitirme corregir a la salvaje de tu esposa.
— Cuide su salud, madre —se despidió.
A unos metros, cuando ya no eran visibles a la mirada prejuiciosa de la señora de esa casa, éste arrugó su rostro, denotando el dolor, Irelia se mantuvo a su lado y no lo dejó hasta llegar a su villa, fueron caminando en silencio por un largo tiempo.
— Yo…
— No aquí —dijo él.
La habitación se abrió porque Lille estaba ya presente, Swain pidió la caja de primeros auxilios, como si fuera algo habitual, se quitó la ropa y dejó ver su brazo, el cual había recibido el golpe, tenía muchas marcas, además de la reciente, que había dejado un surco bastante agrietado y con sangre.
La señora Emal tenía demasiada fuerza para su mala suerte, ni si quiera se podía imaginar lo que hubiera causado en un rostro tan fino como el de su joven esposa.
— ¡No puede ser! —dijo dejando salir su voz de preocupación, le quería tocar pero estaba asustada de sólo verlo.
— Cálmate, ahora vienen a curarme —dijo Jericho sentándose en la cama, la peliazul se sentó a su lado.
— No deberías hablar en tu lengua frente a mi madre, es una falta de respeto.
— No fue a propósito, es que… salió de mi boca, yo… lo siento, te lastimaron por mí… —decía con frases cortadas.
— Cuídate de ella, es estricta —mencionó con los ojos perdidos— aunque está igual o más nerviosa que todos en casa, éste es un gran acontecimiento, sabes… ni si quiera yo he podido ingresar a la primera planta —dijo volteando hacia su preocupada esposa— ¡¿qué te pasa?! —dijo al verla al borde del llanto, con los ojos muy mojados, conteniendo todo lo que sentía mientras lo veía con aquellas cejas arqueadas.
— De-Debiste… dejar que lo hiciera —dijo temblorosa, la voz se le quebraba.
— No —negó con la cabeza evitando mirarla— tu rostro ahora es más importante que cualquier herida —dijo viéndose a sí mismo.
— ¡Puedo aguantarlo! —explotó y se cubrió la boca.
— Aún no controlas tu carácter, ¿cierto? —levantó las cejas por un instante y luego se aplacó.
— ¡¿CÓMO PUEDO CALMARME SI ESTÁS HERIDO?! POR FAVOR, ESTO ES IMPOR-IMPORTANTE —su voz quebrada dejó fluir sus lágrimas y gemidos de cachorro.
El peliblanco suspiró y pasó su brazo por la espalda de su esposa, la atrajo hacia él y la abrazó mientras ella seguía llorando.
— Estaré bien, ya deja de llorar.
— Pero no es eso, mírate, mira, mi- -
— Son cosas antiguas —sabía a lo que se refería.
Ser estricta, no era sólo con Irelia, sino con él, fue muy dura, demasiado, al punto que el mismo Lille podía notar la malicia en sus correctivos, nada apropiados para un hijo natural de una pareja casada y unida, como hacían lucir en sus círculos sociales.
Así que Emal no era sólo una mujer dura, era cruel con el niño que juraba no tener sangre suya, al que despreciaba, al que, por más que creyó, fue siendo mejor que sus propios niños, nacidos de su vientre.
— Nunca pensé en verte así —decía sin emoción— llorando por mí, con esa cara tan seria y esos ojos tan fieros; esto sólo me provoca… —dijo viendo directo a la cara a Irelia.
— ¿Eh? —decía confundida mientras el rojo de sus mejillas inundaba su rostro— ¿qué? —dijo suave.
— ¡Señor ya traje el botiquín! —dijo Lille interrumpiendo abruptamente.
Los muchachos se alejaron de inmediato, la que no podía disimular era Irelia, estaba todavía completamente abochornada por haber sido descubierta.
— Me disculpo —dijo Lille recuperando la compostura.
— Trae eso —extendió su mano— ahora vete —ordenó.
— Estaré fuera, sólo avíseme.
Las puertas se cerraron nuevamente, fue cuando Irelia no pudo volver a mirar al peliblanco, se contuvo, estaba un poco encorvada.
— ¿Vas a ayudarme? —preguntó él.
— Es… que… no sé si sea buena, yo estoy apenada.
— Tú y yo, somos una misma persona, no somos dos, ven conmigo, necesitaré una mano.
— Lo intentaré —dijo ella.
Comenzaron a ayudarse mutuamente y mientras Irelia desinfectaba la herida, pasaba suaves algodones sobre la misma, sonreía al son de una conversación que no trataba de nada.
No había palabras para demostrar cuán arrepentida estaba de que sus errores cayeran en él como heridas, deseaba de corazón hacer que él le diera una sonrisa, una que confirmara que no estaba pensando en ellos como dos personajes en una historia de odio.
— …compré vestidos, quiero que los veas —dijo calmadamente.
En cualquier otro momento, él habría ignorado algo tan trivial como ver vestidos, pero había un extraño sentir de satisfacción al escucharla emocionada, verla saltar de alegría y luego de ira al recordar a la futura duquesa Diavil, aún trataba el tema con pinzas, quizás tenía razón, los Diavil no parecían bromear en cuanto a sus intenciones, tener a Jericho Swain en su familia podía ser beneficioso a la larga, pero más para Stelia, quien aún guardaba gratos recuerdos de una correa que jamás puso en su cuello.
— Puedes contestarle.
— ¿Qué? —preguntó curiosa de la nada.
— Digo que cuando ella se presente a ti, háblale sin problemas.
— Pero… es una falta de respeto, según las normas noxianas ella tiene más rango que tú y podría causarte problemas.
— ¿Recuerdas lo que te dije hace un momento? Somos una misma persona, no dos, te casaste conmigo y… —se levantó para pararse frente a su muy atenta esposa— si ella te castiga, tendrá que castigarme a mí, pero eso no pasará. Podría caminar por encima suyo y Stelia sólo pediría más.
— No quiero.
— Es atractiva la idea —mostró una sonrisa maliciosa— humillar a esa mujer de alto rango que se pasa intentando robarte al marido.
— ¿Por qué dices algo así?
Tomó sus manos y la haló hacia él, la abrazó por bastante tiempo mientras ella se dejaba, era justo como una muñeca.
— Es lo que quiere. Lastimarte, lastimarme, usarme, usarnos. Deberías aprovecharlo, hacer que pague todo lo que yo estoy atado de manos de hacer. Nadie juzgaría a mi esposa por explotar contra una dama tan atrevida.
Irelia se separó por la fuerza de aquel asfixiante abrazo y antes de darle una mirada alegre y satisfecha con la maldad propuesta, le dio una expresión con el ceño fruncido, luego levantó su mano y le palmeó la mejilla.
— Ouch —dijo despertando de lo que había dicho.
— Bésame —se adelantó a cualquier cosa que pudiera decirle él.
— ¿Eh? —dijo confundido.
— Bésame —pidió.
— ¿Ahora?
— ¡Sí! —dijo esta vez más decidida.
Él obedeció, en contra de todos sus instintos, dejó su rostro a la par del de su nueva y joven esposa, la cual parecía molesta. Sus labios se pegaron el uno al otro y cerrando los ojos, se dejó llevar por aquel sentimiento, para luego terminarlo al instante con ella sosteniendo su rostro con suavidad.
— Es suficiente, ¿si? —dijo ella terminando con aquella interacción.
— ¿Qué?
— Que es suficiente. Insultar a una mujer que te ama, usarme para lastimarla y hacer que todas las miradas se posen en mí por no poder controlar mi carácter al verte siendo seducido por todas las ventajas de una duquesa, no son… no es mi meta. Estás muy apegado a la historia de tu pasado, eres un heraldo de los espíritus, haces el bien al unir nuestros pueblos, ¿por qué perderías el tiempo con la maldad de tu otra vida?
— Pensé así, ¿verdad? —se dio cuenta.
— Gracias por volver —le dijo con voz serena la peliazul.
— ¿Qué estaba diciendo? —repitió confundido.
Se levantó y alejó un poco de Irelia, caminó en círculos dejando que sus ideas volvieran a su lugar, de repente todo lo que dijo fue como si alguien tomara control de su cuerpo, vio por un ventanal, recorrió las pesadas cortinas con todo su cuerpo para mirar fuera de la habitación, se quedó observando un hermoso cielo oscuro, opacado por nubes y una inminente noche.
— Olvida lo que dije.
— La audiencia es para mañana, ¿pensaste en algo?
— No puedes absorber toda la información de modales noxianos en un día, pero puedes hacer lo que mejor haces, enfrentarte a la situación con lo que tengas —afirmó sin mirarla.
A su mente regresaron los recuerdos de una osada niña, tan fuerte como para oponerse a un ejército, tan noble como para devolverle la esperanza a los suyos, tan digna como para hacer que gente sucia inclinara la cabeza y tan bella que hacía palidecer hasta a la mujer más dedicada en su feminidad en esa tierra.
— Si estás en peligro —volteó hacia ella— huye tan rápido como puedas, vuelve a casa, te ayudaré a escapar y jamás tendrás que vivir en ésta jaula otra vez.
Su voz no sonaba feliz de ninguna manera, estaba desconsolado, él también era un ave, sufría en silencio el maltrato y los vejámenes de su familia, pero debía aguantar, por su nación y la de los jonios que estaban llegando a formar parte de la misma, su razón de vivir era volver a sostener el poder que tuvo, esquivando su efectiva muerte.
— ¿Qué pasará contigo?
Se mantuvo viendo el firmamento con ambas manos atrás de él, pensativo, ¿qué pasaría con su vida? Le había prometido a Darius arreglar todo, pero ahora su promesa no valía ni pesaba más que la vida de Irelia. Sacrificarla podía poner la balanza de los espíritus a favor de Raum o quién sea que siga fuera de éste oscuro mundo, sosteniendo por el mango al mundo.
— Lo que tenga que suceder —volteó a verla.
A los ojos de su joven esposa, quien había visto lo mejor de éste mundo en Jonia, él resplandecía por sí mismo, su fortaleza, a pesar de ser tan joven, había enamorado el corazón de una mujer tan irreverente a las normas, así que algo nació, como una semilla germinando al instante, un deseo para él, Irelia, ella, deseaba protegerlo.
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Fin de Episodio 13
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