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Hasta pronto~

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Disclaimer: Aclaro que ninguno de los personajes usados en esta historia son míos, excepto los que yo cree. En todo caso se dará debida nota. Riot Games tiene los derechos de los personajes usados.

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Nota: No al plagio por favor, copiar una historia que no es tuya y ponerla en otro sitio bajo tu nombre es plagio. Si ven mis obras en algún lado sin mi permiso ni mi nombre... avisen y/o denuncien al autor, gracias ^^

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El Baile del Cuervo

Por Clarisce

Capítulo 14: Mi Cielo Ayer y Hoy

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La luna estaba borrosa ese día, como si simplemente no pudiera concentrarse en nada más, recordó cómo caminó por el bosque con una fiebre que sería capaz de matarlo, recordó a su hermano buscándolo y gritando a pesar de las fieras de un difuso bosque, pero lo más importante es que una vida que nunca pasó, arribó a sus sueños.

Draven había pasado más de tres días dormido por la fiebre, ¿no era normal que un niño pobre en una tierra mísera naciera para morir olvidado? Pero a pesar de sus deseos de padecer, él abrió los ojos, vio la regordeta y aniñada cara de Darius y notó como Quilletta, una de sus amigas, lloraba a su lado.

Pero él no era el mismo, no era un niño travieso que estuvo a punto de morir, no era el chico que les causaba problemas, no era el hermano que Darius cuidó, él era alguien más.

Lo que él vio, lo que regresó como unas memorias, fue su terrible vida al lado de su hermano, la muerte de su amiga Quiletta, su vida como ejecutor, el haberse enamorado de mujeres demacianas a las que odiaba y haber deseado a la mujer de su hermano, pero había algo más importante en todo, un bestial desprecio por quien hizo más notable su miseria.

— "La Rosa Negra, ¿eh?" —pensó un muy joven Draven.

Estaba sentado frente a una fogata, ya era muy tarde para que Darius regrese y no había nadie más, pasaron ¿cuántos? Un par de años luego de aquella fiebre que casi lo mata y ahora estaba solo, a la mitad de un terreno baldío, esperando a su única familia, Darius, y tal vez una oportunidad, ¿para qué? Sólo él lo sabía.

— "Si Le'Blanc aún no existe, la dejaremos para cuando veamos su cara otra vez, pero Swain… oh, Swain" —pensó con un agradable deseo—. "Vas a comerte a ti mismo con tal de huir de todo el dolor que va a apresarte y cenaremos en el infierno juntos antes de que cumpla mi mayoría de edad".

Sí, él recordaba todo.

Para cuando la mañana llegó, un dulce susurro entonado en su nombre la hizo abrir los ojos, Irelia sostuvo la mirada y tenía a su muy calmado esposo sobre ella, mirándola.

— Tenemos trabajo —dijo él.

— Cierto… —dijo desganada— lo siento, no dormí bien —tomó el rostro de Jericho con ambas manos y besó sus labios como algo natural, éste cerró sus ojos.

— Basta, ahora levántate —dijo separándose de ella.

— No puedo creer que ya estés completamente cambiado —dijo sentándose en cama mientras aquel peliblanco le traía una bandeja con su desayuno. Estaba impecable, ¿a qué hora habría despertado?

— Repasaremos las normas de corte real más importantes hasta medio día —le puso la comida frente a ella y la vio comer muy animada— después enviaré por algunos sirvientes y te prepararán por un par de horas, debes lucir lo mejor posible, ¿compraste vestidos formales?

— ¿Uhm? —gimió con la boca llena.

— No te preocupes —tomó una campanilla que tenía a un lado de su mesa de noche y la sonó.

— ¿Llamó mi señora? —entró alegre Emeri, en cuanto vio a Jericho perdió los colores y la sonrisa de inmediato.

— Necesitamos un vestido formal, busca uno.

— Cla-Claro que sí, amo —desapareció cerrando la puerta inmediatamente.

— ¿Qué le hiciste? —preguntó Irelia.

— Es una reacción normal, creo que pensó que estarías sola, es muy desatenta, te buscaré otra sirvienta.

— No, no —negó con la cabeza y con las manos en un panecillo con mantequilla— no la cambies, te lo pido, ella me agrada.

— ¿Crees que basta con que un sirviente te agrade? Necesitas alguien confiable y atento, esas sonrisas no te salvarán si algo sucede en mi ausencia.

— Jericho, deja de pensar en eso, nada sucederá. Soy… —dudó en decirle— soy algo fuerte, así que no me veas frágil.

Eso llamó su atención, ¿acaso Irelia era tan tímida en el pasado? Quizás porque no la conoció de esa manera; una mujer que lo había perdido todo, estaría en modo de supervivencia constante, era normal verla bañada en sangre, con el ceño fruncido y con furia, pero la figura de ahora, era una joven enérgica, con una mirada fiera y dulzura en su acción, ¿dulzura? ¿Acaso ella era así por él? Por un minuto se arrepintió, estaba desprogramando a la mujer que había enfrentado un ejército entero con la furia de sus navajas encantadas.

— ¿Qué te pasa? —preguntó ya de pie junto a él, con ese camisón transparente, a lo que Jericho volvió a girar su rostro.

Otra vez lo había sorprendido, ¿por qué diablos no usaba ropa más apropiada en la cama? Se preguntó, ésta vez con el corazón latiéndole a una mayor frecuencia. Tenía razón su primer instinto, ella lo estaba provocando.

— Iré por Emeri —reaccionó huyendo de la habitación.

En cuanto salió, puso su mano en su pecho, tratando de calmar su emoción, apoyó su espalda en la puerta y sin poder evitarlo sonrió divertido, su esposa era muy… diferente, esperaba que sobreviviera el día con ansias.

La mañana pasó y fue exhaustiva, irremediablemente terminaron cansados, para cuando concluyó su última instrucción, dada por el mismo Jericho, fueron a su pequeño espacio a comer algo antes de pasar a la siguiente etapa de su preparación, su aspecto.

— La cabeza… me da vueltas —dijo Irelia sentada frente a su esposo.

— No logramos terminar ni la mitad —exhaló cansado.

El jardín no era muy bonito, la hierba estaba seca, pero al menos tenía una sencilla mesa redonda, una gran sombrilla y el ambiente no era tan frío ese día.

— Traje un poco de fruta para empezar y en un momento viene la comida, ¿prefieren una bebida fría o caliente para acompañar? —preguntó Emeri parada a un lado de la mesa redonda.

— Dame algo caliente —dijo Swain.

— Yo sólo quiero agua, que no esté muy fría.

— En seguida —asintió y se marchó.

En cuanto se fue, llegó Lille con la comida, se quedó a un par de metros de sus amos y esperó mientras conversaban.

— ¿Por qué crees que el emperador quiere verme? —preguntó.

— Yo… honestamente no lo sé —respondió preocupado— nuestra boda ni si quiera fue importante, quiero decir, hay más nobles casados, gente de mayor rango a la que jamás han invitado al primer piso, quiero decir, ni si quiera soy relevante, soy sólo un trabajador más del imperio —decía pensativo.

— ¿Crees que sea sólo una excusa para hacerles daño? —se refería a la familia.

— Es cierto que somos los menos favorecidos en el reino debido a las decisiones de nuestros anteriores jefes de familia, pero eliminarnos así sería muy obvio.

— ¿Conoces al emperador? —preguntó en tono más bajo.

— En mi vida anterior, lo hice y no es alguien que haga cosas por impulso, por eso debes tener cuidado, tus acciones no podrían empeorar nuestra relación con él, pero si cometes un error seríamos castigados.

— ¿Por qué no puedes ir conmigo? —preguntó frunciendo el ceño la joven con aquellos ojos azules como el mismo cielo que los cobijaba.

— Es una falta a la norma, porque nadie, absolutamente nadie puede entrar al palacio del emperador sin su permiso. Así que no podría dar un paso dentro.

— Si algo pasa…

— Te sacaré viva —dijo fehaciente el peliblanco, había terminado de comer.

— Puedes… —sus ojos nerviosos hacían notar que estaba preocupada, pero no era como él pensaba, no le preocupaba morir, le preocupaba él— ¿puedes tomar mi mano y llamarme de una forma especial? —preguntó con un tono de voz más suave del habitual.

Swain levantó la mirada antes de si quiera pensar en beber algo, tenía la boca y garganta seca, tanto así que no podía responder a lo que su esposa le pedía, tal vez creía que sería su última vez juntos, estaba convencida de que haría algo mal, no tenía la seguridad necesaria en sus modales noxianos o su noxi base.

Mi cielo… —dijo él tomando su mano con amabilidad— ¿te gustaría que te dijera así? —preguntó.

Pronto sus ojos color cielo se humedecieron y dejaron llover sobre sus mejillas, sin si quiera mover un músculo de lo nerviosa que estaba.

— Sí, sí, me gusta mucho —afirmó con vehemencia— cielo…

¿Qué había hecho? Se preguntó Jericho, había despertado a un monstruo, la había llamado con un apodo y nunca le dejaría volver a llamarla por su nombre, estaba perdido.

Un sirviente llegó de repente, al tiempo que se acercaba a susurrarle algo a Lille. El mayordomo suspiró y caminó hacia la pareja, interrumpiendo su escena.

— Joven amo, arribaron un par de muchachos, dicen que usted los espera, ¿debo permitirles una audiencia?

— ¿Un par de muchachos? —se preguntó, no soltaba la mano de su esposa.

— Sí, por lo que me dicen, se ve que son humildes. Uno parece tener madera para ponerlo en la guardia y el otro necesita un poco de entrenamiento.

— Oh… —recordó su entrevista con Darius, iba a probar al hermano de éste— claro, envíalos a los establos, iré en un momento.

Lille se retiró mientras Emeri estaba de llegada, la misma traía consigo un par de jarras, una de agua y la otra de la bebida caliente que el peliblanco había pedido, las puso sobre la mesa y dio un par de pasos atrás.

— Dejaré eso por ahora —miró cómo la hermosa cabellera de Irelia caía por sus hombros mientras aquellos ojos llorosos no dejaban que él se moviera— tengo que irme, te veré más tarde, arréglate —le dijo mientras acercaba su otra mano y con el pulgar le limpiaba las lágrimas— no llores más, te dejaré con Emeri y elegirán un vestido para que vayas al palacio —se soltó de la mano de Irelia, se puso de pie y le dio la espalda, antes de dar otro paso, algo haló su manga.

— No le temo a la muerte —dijo ella bajando la mirada— no estoy así por eso, yo soy más fuerte de lo que crees, en serio, soy… suficientemente fuerte para soportar cualquier castigo, pero no —lo miró a los ojos— pero no quiero que tu familia vaya a desaparecer por mi culpa y…

Swain sonrió, ¿esa era la mujer que hizo arrodillar a sus más grandes generales? La que le cortó un brazo, aquella que hizo que él temblara por primera vez en medio de una cruenta guerra, la que se enfrentó a terribles bestias y criaturas por defender su tierra, la que… deseaba someter.

— Cielo —pronunció en un tono de voz que Emeri jamás había escuchado en su vida— esta familia desaparecerá de todos modos, no te culpes por eso, nosotros ya habíamos cavado esa zanja.

— ¡Eso no ayuda! —le gritó y giró a otro lado.

— Jaja —rió— coopera con Emeri, escucha a Lille y nos vemos más tarde —se fue.

Broma aparte, Irelia entendió lo que quería decir, ella sabía aquel cuento que Jericho había inventado, de esa vida pasada, una en la que los Swain habían sido ejecutados, así que no era una novedad. Sus acciones no harían que eso cambiara, según su esposo, pero ella no quería que nada se cumpliera como él recordaba, deseaba vivir bien, sin que nadie más tuviera que morir.

El peliblanco desapareció de la escena, dejando a una pensativa jonia, sentada a la mitad del jardín, con una bebida frente a ella, servida por su sirvienta principal.

— Ama, ¿está bien? —preguntó Emeri ocultando una sonrisa, estaba feliz por su ama, ella era muy favorecida, tanto que ni si quiera se daba cuenta.

— Todos están preocupados y yo sólo… no puedo hacer nada más.

— Disfrute el ahora —dijo resignada— quizás mañana seamos todos ejecutados.

— ¿Por qué creen que es una sentencia directa? ¿Podrías explicarme? —preguntó la peliazul.

— Hubo… ehm… —dudó— dos familias, con un rango superior al de nuestros señores, ellos eran comunes, no habían rechazado ni aceptado al emperador, su posición en el imperio era neutra, pero el emperador los citó, no juntos, separados por dos fechas, el mundo como lo conocíamos era muy tranquilo, hasta que la primera familia desapareció, en sólo una noche, la señora de esa casa tuvo una invitación imperial, era una mujer con buenos modales pero… su cabeza rodó como si nada y sus hijos fueron ejecutados públicamente por ofender a la realeza, la segunda familia fue casi un año después, se solicitó al heredero asistir al emperador con una comisión extranjera, él… falló, fue un error simple, el amo Jericho dijo que dejó caer un poco de tinta en un papel que el emperador iba a firmar, sólo fue un poco de tinta, no… —se quedó pensativa, sabiendo lo frágil que era la vida, incluso de alguien noble— no era para tanto. Para la noche, ese joven fue arrastrado por caballos hasta matarlo, su familia intentó huir, pero fueron apresados por la guardia real, les quitaron su rango y obligaron a todos a rendir lealtad al emperador como esclavos, pero aún así se negaron y desaparecieron, no se sabe qué les pasó, sólo desaparecieron.

— Eso es terrible —respondió.

— Dos familias más nobles que la nuestra, no pudieron evitar el poder del emperador, así que… nuestra posición también está en juego. La señora Swain ya está escribiendo cartas, creo que es una despedida.

— ¿Cartas?

— Sí, los señores siempre escriben cartas, de hecho nunca me han dicho a quiénes, sólo sé que lo hacen.

La concentración en las historias tenebrosas de un emperador loco, hicieron que temblara, tiritó mientras bebía un vaso de agua para calmar su nerviosismo, antes de reaccionar escuchó un arbusto moverse, tanto Irelia como Emeri vieron de inmediato hacia el ruido.

— ¿Qué es eso? —preguntó Emeri.

— No lo sé, pero… —se puso de pie, delante de la joven— ¿quién está ahí? —preguntó con voz firme.

De aquella maraña de hojas, una cabeza salió a la luz, no era un animal, era un… muchacho.

— ¡Hola! —gritó e Irelia le tiró el vaso de agua por inercia.

— ¡Ah! —Emeri cerró sus ojos pero de inmediato volvió en sí para presenciar la escena de su ama arrojando un vaso de agua a un extraño.

— ¡Ouch! —se quejó el niño sobándose la cabeza y secando su rostro con su ropa mientras salía del arbusto.

— ¿Quién eres? —preguntó ella.

— Wow, eres muy bonita, ¿cómo te llamas? —dijo en un muy corriente lenguaje.

— ¡No te permitiré que tutees a mi señora! —dijo Emeri poniéndose delante de Irelia y señalando al muchacho.

— ¿Tu señora? Luce muy joven, no tienes más edad que yo —decía aquel distinguido intruso de ojos verdes.

— ¡Respétala! —dijo muy enojada.

— Espera, ¿quién eres? —preguntó Irelia.

— Yo soy Draven, ¿quién eres tú?

— ¡Joven ama, aléjese de ese mocoso! —gritó Lille de lejos.

No era un chico normal, éste sacó una navaja de su zapatilla y la apuntó a Irelia para tomarla como una rehén, no era más que un pillo.

La reacción se dejó venir de inmediato, Emeri fue empujada por aquel ojiverde mientras Lille se detenía al instante que éste empuñó su arma en contra de la joven que debía proteger.

Antes de si quiera colocar su cuchilla en su cuello, Irelia golpeó con el dorso de su mano el cuchillo, haciéndolo volar muy lejos, luego usando su codo asestó un golpe en la cara del intruso haciéndolo caer al piso, todos los presentes que aún estaban conscientes vieron la acción sorprendidos.

— Sabe… pelear —dijo Lille.

— Oh… —dijo Irelia un poco arrepentida, notando el costado de su vestido roto por aquella acción— lo siento mucho, lo rompí…

Eso no era importante, pensaron al unísono casi como si se leyeran la mente, Emeri y Lille. Si Swain hubiera estado ahí, estaría orgulloso de que la Irelia que él conocía, estaba presente, fuerte y absoluta ante el peligro.

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Fin de Episodio 14
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