Y ya llegamos a terminar con la actualización en masa, gracias a todos los que se pasan por aquí y disfrutan de mi obra, no olviden dejar sus estrellitas, comentarios y favs, pasen una hermosa noche, hasta muy pronto ;)

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Disclaimer: Aclaro que ninguno de los personajes usados en esta historia son míos, excepto los que yo cree. En todo caso se dará debida nota. Riot Games tiene los derechos de los personajes usados.

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Nota: No al plagio por favor, copiar una historia que no es tuya y ponerla en otro sitio bajo tu nombre es plagio. Si ven mis obras en algún lado sin mi permiso ni mi nombre... avisen y/o denuncien al autor, gracias ^^

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El Baile del Cuervo

Por Clarisce

Capítulo 15: Vete Sin Mi

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Un suspiro de alivio, fue lo único que el mayordomo de esa casa pudo permitirse, sólo reaccionó y corrió hacia el intruso, lo apresó por las muñecas y alejó de la joven ojiazul.

— Perdóneme ama —decía levantando al golpeado muchacho.

— ¿Quién es él? —preguntó ella.

— Era un invitado del amo Jericho, evadió la seguridad y…

— ¡Me arrojó con un vaso de agua! —gritó molesto.

A lo lejos podía escucharse más gente ir hacia ellos, Irelia volteó y notó como su esposo la veía con ojos más atentos de lo habitual, éste parecía acompañado de un sirviente que no había visto antes, era grande, moreno y fornido, tal vez no era sólo un sirviente, tenía un aspecto criminalmente diferente al de cualquiera.

— ¿Estás bien? —preguntó Jericho tomando a Irelia por los brazos.

— Todo está bien, ¿quiénes son?

— Lo lamento tanto —se disculpó el muchacho moreno al lado de Jericho, aunque su rostro era bastante impasible.

— ¡Me arrojó con el puto vaso de agua! ¿Acaso no me escuchan? Podría hacer que te arresten, jonia bastarda —añadió sin el menor filtro.

En ese momento, algo se encendió en Swain, no era que hubiera escapado de ellos, que hubiera amenazado a Irelia o que quisiera robar en su casa, era que su estupidez lo había llevado a insultar a una mujer sin conocer su estatus.

— Darius —miró al gran muchacho— trabajarás como mi guardia personal, pero antes quiero que entrenes estrictamente a esa rata —señaló a Draven.

Se alejó de Irelia y fue al muchacho ojiverde, éste con el pelo mojado y el ceño fruncido escupió al suelo antes de ser tomado por la cabellera.

— ¿Te acuerdas de mí? Tal vez no, ¿o si? —decía esperando un cambio en su mirada.

— Ya cállate, estúpido, no me importa una mierda quién seas, pomposo señorito mimado.

— ¡Draven! —gritó Darius.

— Lo dije, eres pomposo, mimado, cara de mierda, perra, puta, bastarda casta de nobles vagos cagados en sus pantalones.

— Una semana sin comida en la carceleta lo hará reflexionar.

Jericho simplemente se dedicó a dar una orden y sus sirvientes llevaron al irrespetuoso muchacho lejos de su vista. Los Swain tenían cuartos de castigo, eran lugares con una sola ventana, una puertecilla por donde dejaban pasar la comida y nada más.

— ¿Estás de acuerdo con esto? —preguntó el peliblanco.

— Castígalo, se lo merece —dijo Darius.

— Cuando termine, llévalo a entrenar contigo, si no se ha compuesto, irá otra semana más ahí.

— ¿Lo viste? —preguntó Darius un poco más bajo y acercándose al cuervo.

— No respeta la autoridad, es grosero y mostró un igual desprecio a los nobles, si me odiara, su mirada habría sido distinta, creo, aunque… por un segundo creí que respondería si le decía "Ejecutor". Le di la oportunidad de matarme e hizo su elección, robar como un niño tonto.

— Lo es y no tiene modales.

— ¡Cof cof! —tosió Lille para llamar la atención de ambos.

— Oh… —se dio cuenta—. Quiero que conozcas a mi esposa.

— Joven señora Swain —pronunció un poco más calmado Darius— es un placer —dio una ligera reverencia.

— ¿Quién es? —preguntó dirigiéndose a Jericho.

— Es un nuevo escolta, lo dije —prefirió no decir toda la verdad todavía.

— ¡AAAGHHHH! DARIUS HAZ ALGO, DARIUS, DARIUUUS…

Los gritos de Draven podían resonar claramente en toda la villa, pero el moreno sólo veía con indiferencia la acción, realmente había pasado el límite, siendo que antes de ir le pidió comportarse, además… pudo pasar algo peor, como enfrentar a otro miembro de la familia, alguien que no tendría tanto aprecio por su existencia. Suspiró e intentó llevar el asunto con calma, sabía que Swain no mataría a su hermano, un castigo así de ligero le mostraría que la disciplina no es negociable; a partir de ahora las cosas iban a ser diferentes, porque ser comandante, ser parte de la trifarix, era un pasado, su ahora debía ser dirigido a volver a ver a su esposa y cooperar con Swain una vez más.

— Lille —llamó Jericho— lleva a Darius a los campos de entrenamiento, dale una espada y un uniforme, quiero que se encargue de mi seguridad y la de la villa.

— Pero joven amo, él acaba de llegar, es un campesino, no tiene modales y…

— No pedí tu opinión —respondió y cortó la conversación para volver al lado de Irelia— haz tu parte —dijo a Darius pero éste le dio una media sonrisa volteando mientras seguía a un descontento Lille.

Tomó del brazo a su esposa y se retiraron a la casa, fue demasiado pronto ese encuentro, ella no dijo nada, tan sólo vio algo preocupada la clase de personas que traía y más dándole a un desconocido su confianza para ser su seguridad.

— ¿Estás bien? —preguntó ya en otro tono el peliblanco.

— Debes irte y yo debería prepararme, ni si quiera pude beber mi agua.

— Fue mi culpa pero ¿qué fue todo eso?

— ¿E-Eso? —dijo nerviosa.

— Sí.

Entraron al salón, para acomodarse en un sofá, Irelia miraba bajo mientras él dirigía su vista al frente, era un esfuerzo por no enfrentarse.

— ¿A qué te refieres? —preguntó Irelia.

— Bueno, eres una dama, fue como se ordenó en Noxus que se te educara, pero vi una habilidad que no estaba prevista, ¿podrías iluminarme? —giró su rostro a ella, pero la joven no estaba lista.

— Mi familia no vino porque me dejaron a tu cuidado, Noxus envió una carta, especificando que la familia no debía estar en contacto por al menos dos años, entonces… mi abuela…

— ¿Ella?

— Mi abuela me contó un secreto, nuestra familia escondió en nuestro baile una forma de defendernos, estilo de pelea y me enseñó con mucho esfuerzo, así nadie me dañaría aquí, yo —giró a él de golpe— yo de verdad lo siento, no es que desconfiara, pero fui prácticamente obligada a aprender a pelear.

— ¿Cuándo ibas a decirlo? —preguntó esperando ver su reacción, pero la joven sólo estaba nerviosa.

— No esperaba usarlo, yo creía en ti, creo en ti —aquel nerviosismo, fue muy tierno, su voz suave, sus ojos grandes ahora brillaban— pero si me lastimaba, no podría presentarme en el palacio y si no hacía nada, no quería que lastimaran a Emeri.

Antes de decir otra cosa, Jericho volteó la mirada, no estaba molesto, sólo cuestionado, ¿acaso ella estaba destinada a la batalla? ¿Cuál era la razón de saber pelear? Debería ser lo mejor, defenderse, poder pelear, ¿pero por qué? Él no iba a permitir que volviera a sufrir, ni que pasara por el mismo destino que su otra yo. Su intención siempre fue tratarla como una dama, que viviera como tal y al final, ¿podría ser esto una señal?

— Me alegra que no te pasara nada —se levantó del sofá— llamaré a Emeri para que te prepare, deberás hacerlo con más prisa, esta conversación tomó mucho.

— Sí… —musitó algo triste.

Caminó fuera del salón sin despedirse, esa conversación debía quedar ahí, algo se estaba preparando fuera de todo lo que él previó. Siendo que las cosas habían cambiado, ella no debería saber pelear, no debería saber del escudo, estaba claro que su poder, en el pasado, surgió por la tragedia dada en su familia, pero ahora no tenía sentido.

Negaba desde el fondo de su ser que ella estuviera destinada a pelear, a sufrir, a volver por ese camino, si era así, entonces él estaría obligado a oponerse, ya que eran enemigos y podrían volver a serlo.

¿Estaba acaso preocupado por tenerla de enemiga? Su esposa, rió para sí mismo, ¿acaso pelearía con su propia esposa? Era una broma cruel que podría acabar muy mal.

Era tarde, el ocaso en el horizonte era naranja y el cielo nuevamente gris, todo el alboroto en la casa de los Swain fue enfriándose, aunque no podría decirse lo mismo de las habladurías, sobretodo de las damas de la señora Swain, quienes informaron todo lo sucedido a la mujer que lo controlaba todo.

— ¿Fue ella? —preguntó Emal Swain limando sus uñas, acostada cómodamente en un diván cercano a una ventana.

— Lille trató de ocultarlo, pero lo escuchamos, la joven esposa de su hijo menor utilizó técnicas de pelea desconocidas para defenderse. Desarmó al intruso con apenas dos movimientos imperceptibles.

— Una habilidad muy útil para una campesina jonia —añadió Emal.

— Tal vez su intención es dañar a la familia, después de todo los jonios no son criaturas domesticables, he oído que pueblos enteros han perecido al negar a sus hijas a nobles noxianos —intervino otra de sus damas.

— ¿Ah si? No sabía que había tanta oposición entre ellos.

— Dicen que somos hechiceros, practicantes de artes oscuras, capaces de enredar a hijas jonias a destinos crueles como nuestra tierra con demonios de cuestionables acciones —dijo una dama que yacía atrás de las que hablaron antes.

— Es ridículo —se rió ligeramente— pero no podría imaginar menos de ignorantes y supersticiosos.

— Mi señora, ¿qué hay del trabajo de hoy? ¿Vamos a dejar todo así?

— ¡Mañana estaremos muertos! ¿De qué me sirve trabajar ahora? Vamos a disfrutar, trae un vino, comida y tal vez más tarde me reúna con mi esposo.

— Pero no es una noche asignada —dijo otra.

— Hay que vivir nuestro último día, preparen lo que les dije y más tarde quiero ropa de noche, más vino y estar a solas con ese bastardo.

— Lo entendemos —afirmaron casi al unísono sus damas.

— Oh y tómense la noche libre, enviaré con Lille unas monedas de oro, por si deciden abandonar la casa Swain.

Sus damas se quedaron en silencio al escuchar esa última orden, como si no fuera suficiente el hecho de ver a su señora resignada y absorta en lo que era un destino inevitable a causa de una mera campesina. Algunas de ellas estaban dispuestas incluso a eliminar a Irelia, pero si no se presentaba ante el emperador, incluso sus familias serían perseguidas por no cumplir la orden real; era una desgracia estar atados de manos.

Para cuando la tarde iba extinguiéndose, la hora de reunión se acercaba, Irelia se quedó perpleja mientras veía a través del espejo su reflejo, quizás deseaba que sólo él la viera así, pero este arreglo en exceso era para alguien a quien ni si quiera conocía y que tal vez la eliminaría, había deseado… con todo su corazón convertir a Jericho en su esposo con todas las reglas antes de que cualquier tragedia sucediera, pero para eso debería contar con su permiso y él era un témpano.

— Mi ama, ¿puedo hacer algo más?

— Emeri, si quieres marcharte, hazlo, me dolería saber que podrías morir… a causa mía.

— No, para nada, mi deber es asistirla hasta el final.

— ¿Jericho volvió? Ya estoy lista —dijo volteando a ver a la joven.

La castaña negó con la cabeza, tomó la caja con la tiara que Irelia había usado el día de su boda y la acercó a su ama, no pudo sostenerla por demasiado tiempo y suspiró cuando la soltó en sus manos.

— ¿Por qué debería usarlo? —dijo al ver su regalo de bodas, odiaba pensar que todo lo que había hecho sagrado el día especial de su unión con Jericho iba a ser contaminado con una visita real.

— Es su mejor joya, mi ama, debe hacerlo, de hecho el amo Swain no le ha dado nada más, además es tradición usar lo mejor que se tiene y más cuando tendrá una reunión con el emperador.

— Entiendo —dijo dudosa colocándose la tiara como complemento final a su aspecto divino.

— Es hermosa… —sonrió la joven al verla.

— Quiero ver a Jericho —musitó como si estuviera a punto de hacer un berrinche.

— Me temo que… —evadió su mirada— ehm…

— ¿Qué pasa? —preguntó.

Tocaron la puerta en el momento en que iba a responder, Jericho salió al encuentro con su cabellera plateada sujeta a una coleta, mientras su mirada fija y tensa se volvía amigable al contacto de los ojos de Irelia.

— ¿Llegué a tiempo? —preguntó.

Sus labios se tensaron, mientras veía con una extraña sensibilidad al hombre que la hacía palidecer y temblar al sólo oír su voz.

Éste caminó hacia ella, pero no la abrazó, se inclinó ligeramente dándole su mano, como si la saludara solemnemente, Irelia ignoró todos los protocolos y se lanzó a sus brazos ignorando cualquier gesto anterior.

— Jericho… mi cielo.

Mi cielo —imitó él intentando ignorar ese pálpito en su corazón al sentirse acorralado.

— Vamos juntos, por favor, no quiero… no quiero.

— El carruaje real sólo es para invitados, no podré acompañarte, pero estaré pendiente —dijo y se soltó del abrazo— mírame —dijo expectante a la filosa respuesta de su esposa— nada malo te va a pasar si cumples la única regla que te daré.

— ¿Cuál?

— No hables nada en tu idioma. Nada.

— ¿Está prohibido? —preguntó.

— Hay reglas invisibles, pero la principal es ésa.

— Emeri —se dirigió a su sirvienta— ¿podrías dejarnos solos?

— Eh… si —dijo nerviosa— ama.

La puerta se cerró, la jonia miró a Swain como si quisiera que él supiera lo que debía hacer, mas aquel quería ignorar sus deseos mientras pudiera.

— ¿Qué? —intentó decir sin estar nervioso.

— Dame un beso y me iré —su coquetería y su belleza la hacían peligrosa, ¿era cierto? Jericho Swain había apartado la mirada por primera vez.

— Al volver —decía mientras daba un paso atrás.

— Vamos… sólo uno y ya.

— Hoy es un día importante, cielo, te pido que tomes el carruaje y te vayas —advirtió, lo tenía contra la pared.

— Mi-Be-So.

Estaba harto, todos los días, incluso en un momento tan crucial, tan importante, tan… definitivo, ella seguía con esos impulsos, como si exudara deseos, como si no fuera suficiente la explicación que él le dio. Jericho frunció el ceño mirándola. Odiaba ese deseo tan enfermo de consumación que tenía.

Irelia apretó su cuerpo contra el de su esposo mientras él tomaba en serio aquella provocación, puso sus manos sobre su cintura, entrecerraba los ojos y arrugaba ligeramente la nariz, viendo hacia aquel infinito azul en la mirada de su atractiva esposa.

— Te mataría aquí mismo —resolvió para luego atraerla con violencia hacia él, besar su boca y colmarla de aquella pasión que él juró nunca desatar en ella.

Sus labios, que antes habían sido tímidos en todos los anteriores besos, se dejaron ante un enérgico y más apasionado beso, por primera vez sus lenguas se tocaban. Las manos de Irelia pasearon por el cuello de su único objetivo, pero las de Swain, él estaba por alguna razón molesto, le apretaba la cintura al punto de hacerla sentir atrapada, no podía describir la situación.

Y en un punto, el más álgido, podría decirse, ella sintió algo abajo, algo que había esperado en otras ocasiones, no podía creerlo; tuvo que alejarse, porque su esposo, no era más él mismo, se había descarriado.

— ¡Lo siento! —dijo él al darse cuenta, estaba agitado, con la boca abierta y parte del labial de su esposa sobre su mejilla, labios y todo su rostro.

— Yo no —el rubor en sus mejillas la hizo apenarse por primera vez.

Entre tanto la puerta sonaba como golpeteos intermitentes.

— Joven amo, el carruaje ha llegado —decía la voz de Lille de lejos.

— Tienes que irte, aff… —se había alejado un par de pasos más para jadear— …

La joven jonia calmó su corazón, para luego mirar hacia el cuervo con anhelo.

— Si algo pasa, vete sin mí —dijo ella, hizo una pausa y le sonrió triste mientras abandonaba el lugar. Sólo el portón resonó en aquella habitación vacía.

— Si algo pasa, no podré regresar el mundo a como era —confesó Swain porque era la verdad.

Irelia podría estar destinada a morir, pero si así fuera, ese desquiciado mundo jamás cambiaría y Raum, el demonio del conocimiento, los alcanzaría con muerte y guerra, otra vez.

…...

…...

Fin de Episodio 15
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