Y ya estamos actualizados en todos lados, ¿qué tal? Espero estén disfrutando de la historia, de por sí me he extendido en muchas cosas, igual y me gusta hablar de personajes del lore y originales.

Bueno, les dejo el episodio, disfrútenlo, recuerden dejar sus favs, comentarios, follows para apoyar a la historia y que otros también se animen a leer. Hasta pronto~ ^^

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Disclaimer: Aclaro que ninguno de los personajes usados en esta historia son míos, excepto los que yo cree. En todo caso se dará debida nota. Riot Games tiene los derechos de los personajes usados.

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Nota: No al plagio por favor, copiar una historia que no es tuya y ponerla en otro sitio bajo tu nombre es plagio. Si ven mis obras en algún lado sin mi permiso ni mi nombre... avisen y/o denuncien al autor, gracias ^^

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El Baile del Cuervo

Por Clarisce

Capítulo 17: El Regalo del Emperador

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Sobrevivió. Su esposa yacía sobre su cama, la que compartían, respiraba todavía, había sido atacada, ¿quién? ¿Quién? ¡¿Quién?! Se preguntó Swain a sus pies, con la mirada fija, deseando poder respirar otra vez como si nada, el aire no era limpio, había algo que lo hacía corrupto, ¿era su propio ser? ¿Era su familia? ¿Eran los pecados que cargaba?

Pensó de inmediato en los culpables y los enumeró mientras se ponía de pie y tomaba la mano de su esposa, la acariciaba con el pulgar y esperaba que ella despertara. La primera y más obvia era su propia madre, ella pudo haber enviado gente para atacar a Irelia, impedir que viera al emperador con una excusa realmente loable.

Agitó su cabeza.

No, ella no podría desobedecer a la cabeza de la familia, Isain Swain podía ser todo lo neutral que quisiera, pero jamás lastimaría a la mujer a la cual entregó tal regalo como la corona del dannestion.

Su segunda opción eran los Diavil, siendo Stelia la autora directa, ella podía haber enviado una tropa de asesinos a eliminar a su esposa para quedarse finalmente con él. Ya había tenido un enfrentamiento con Irelia, claramente la odiaba sin ningún esfuerzo y tenerla muerta, haría que él cayese en sus manos, ¿verdad? Porque su única motivación, era controlar su vida, su cuerpo y afecto.

Finalmente, y como menos probable, estaba el emperador, quien podía usar de excusa el viaje en carrosa para matar a su esposa, pero aquí estaba la pregunta, ¿por qué? Irelia no era importante, su existencia era casi nula en esta historia actual, ella no representaba un peligro para nadie.

Demasiadas preguntas.

— Mi señor, ¿voy a bañar a la señora? —preguntó Emeri tímida.

Parecía haber salido de la nada, pero golpeó la puerta, como era indicado y entró porque su deber como sirvienta personal es servir con diligencia y un baño era imperativo en su estado.

— Ya ha pasado una semana —dijo en tono bajo Jericho— y no ha despertado, el médico dijo que era una opción el aseo, pasar un paño limpio muy cuidadosamente por todo su cuerpo y… cuidar que las heridas alrededor no infecten.

— Debo cambiar los vendajes también, mi señor.

Suspiró cansado, tenía que soltarla, pensó aún con su mano entre la suya.

— Hazlo bien —ordenó y soltó a Irelia para salir de la habitación.

Caminó por los pasillos de su abandonado hogar, estaba vacío sin ella corriendo descalza por ahí, riendo y bailando como si nadie la viera.

Voy a averiguarlo —sentenció para sí mismo— y voy a hacerlos pagar.

Nada puede suceder en sus dominios sin que él lo permita, no era un sirviente o un personaje secundario en ésta nueva historia, pero no había que confundirse, porque tampoco era el héroe. Era un villano, vestido de cordero blanco, alguien capaz de desenterrar la maraña de horror que condujo aquel atentado, los espíritus podían juzgarlo en el más allá, pero él haría un infierno para los que atentaron contra algo suyo.

Sí, Irelia era suya, no como persona, como una pequeña mascota que él debía cuidar hasta el final de su camino, alguien a quien marcaría de por vida para no perderla, ella…

— ¡Agh! —gimió adolorido y sostuvo su cabeza.

¿Qué es eso? Otra vez un pensamiento atravesó su cabeza, no era él, ¡no era él! Se dijo a sí mismo para sacar nuevamente al que tomó el control de su cuerpo, él no pensaba así de ella, claro que no, ella no era suya, alguien tan libre como el viento, tan fugaz como una estrella, tan hermosa como una melodía en una habitación, Irelia. él…

— Amo —dijo Lille viendo a Jericho actuar adolorido— ¿está bien? —se acercó para sostenerlo.

— Es un dolor de cabeza.

— ¿Es por la ama Irelia?

— Es por todo, odio no tener las respuestas.

— Despertará, no tiene que atormentarse más. Sufrió una hemorragia, pero el médico dijo que estará bien, además le tengo buenas noticias.

— ¿Qué es? —preguntó levantando la mirada.

— El emperador envió por un invitado especial a tierras desconocidas, llegará por la noche.

— Me negaré a atenderlo. Mi deber es con mi esposa —dijo el joven Jericho, ya cansado de sus tareas habituales de quedar bien ante todos para evitar catástrofes.

— Es un invitado especial, dicen que tiene poderes curativos, deberíamos atenderlo, joven amo.

— ¿Curativos dices?

Se quedó pensativo. No había dormido bien, era natural estar algo disociado de cualquier conversación que requiriera de atención.

— Sí, joven amo, parece un invitado realmente único. El mensajero del emperador señaló que era un regalo para la joven jonia.

— Bien —dijo resignado Swain—. Informa a mis padres de esto, reúne a todos los sirvientes que puedas, leales por supuesto, y haz que se preparen.

— Así será —pausó— pero… ¿se encuentra bien? —aún lo sostenía.

— Debo prepararme y después —se alejó para darle la espalda— puedes encontrarme de nuevo en mi habitación.

Él tampoco había dormido demasiado, tenía algunos días sin cerrar los ojos, atento a cualquier intento de asesinato, ya que si su madre era la autora, no pararía hasta cumplirlo. De todos modos, nadie esperaba que ella siguiera respirando.

Luego le fue informado sobre el atentado, una mujer jonia se enfrentó a varios hombres, asesinos, magos y salió de eso con gracia, toda una cuadrilla de seguridad hubiera tenido problemas para combatir eso, pero ella, ella era Xan Irelia. Nadie la conocía mejor que él.

Algunas horas después, ya arreglado y limpio, al igual que su esposa, permaneció a su lado para esperar la llegada del invitado, no miraba la hora, ni miraba a su alrededor, tenía las manos puestas en ella, esperando que su frialdad volviera a tener ese calor tan característico de su cuerpo.

Las campanas de aviso sonaron, Jericho soltó de nuevo a Irelia para dirigirse a la ventana, miró con atención y notó un carruaje, del mismo bajaba alguien bastante extraño, no era noxiano, claramente, pensó.

— Emeri —llamó sin subir demasiado el tono de su voz.

La puerta se abrió rápidamente y se asomó la graciosa cabeza de la sirvienta personal de su esposa, la cual miraba atenta.

— Ve con el invitado y condúcelo al recibidor, iré en un minuto.

— Claro, amo —respondió y desapareció cerrando la puerta.

Estaba seguro de que debía hablar con él, darle saludos y rendirle los honores que Boram seguramente estaría esperando, primero comprobaría que fuera realmente alguien útil para su situación y no un asesino enviado por el emperador para acabar finalmente con su esposa, porque conducirlo a lo incierto, podía ser un castigo muy eficaz antes de eliminar a los Swain.

— Bienvenido, nuestro joven amo se reunirá con usted en breves momentos… —carraspeó, Emeri estaba nerviosa.

— Nuestro emperador le manda saludos y… claro, esperaré a su amo.

El salón con luces tenues naranjas, lámparas iluminando los amplios techos, mientras una ligera música sonaba a través de una radio, ambientando a los presentes.

Aquel hombre, enviado por el emperador, traía una caja, la cual cómodamente puso sobre una mesita, era algo grande.

— Saludos —dijo Swain entrando al salón.

— Joven Swain —dijo el invitado, un hombre alto, corpulento y sin cabello, con ojos profundos y negros— le saludo en nombre del emperador.

— Tome asiento, por favor —señaló y ambos se sentaron frente a frente en sofás contrarios.

— Para no hacer tan larga mi visita —dijo sin sentarse— sólo dejaré esto en sus manos —levantó la caja que había traído y la extendió hacia Jericho— úselo prudentemente. Es un regalo de nuestro emperador, tome la gracia que ha sido concedida a usted, a causa de su esposa —parpadeó un par de veces antes de que el peliblanco pudiera recibir aquella caja.

El peso de la misma lo hizo tambalear ligeramente, pero no lo venció, se acostumbró al mismo. El hombre que le había entregado eso ahora se daba la vuelta y salía por la misma puerta por la que llegó.

Jericho entonces se preguntó, ¿por qué le dijeron que era alguien con poderes curativos? Frunció el ceño, sabía que había sido una mala idea. Un golpeteo en la caja lo distrajo pero volvió a su relativa molestia, ¿por qué le daban esa clase de esperanza ahora que más preocupado estaba por-?

Fue interrumpido por otro golpeteo, el cual hizo que se turbara de nuevo, entonces decidió averiguar el contenido de la caja que le había sido entregada, como si no quisiera hacerlo, la puso sobre el sofá, la abrió y dentro, en esa oscuridad, notó cómo algo saltaba hacia él.

Al otro lado, en la residencia principal, estaba Emal, cepillaban su cabellera, claro, estaba pensando en algo más mientras lo hacía, aquel invitado para su hijo era de parte del emperador, ¿finalmente habrían enviado veneno para toda su familia? Estaban conscientes del pésimo trabajo de Irelia como parte de ellos, tanto así que decidieron que los eliminarían más piadosamente.

— El emperador envió un mensajero —dijo una de sus damas.

— Sí, dijeron que trajo una caja enorme.

— ¿Saben del contenido? —preguntó Emal.

— No, mi señora, pero antes de terminar la noche haré que lo averigüen —dijo otra de sus damas.

— Déjalo, si es importante, lo sabremos. No hay nada que mi querido hijo pueda ocultar de mí.

— ¡SECUESTRADOR! —le gritó.

Le acababa de gritar, una… bola de pelos, un… un ¿gato?

— SUÉLTAME O TE RASGUÑARÉ LA CARA DE NUEVO —dijo aquella criatura nuevamente junto a una lámpara.

— ¿Eres un regalo del emperador?

— NO LE PERTENEZCO A NADIE.

— Bueno, no te enojes, creo que hay un malentendido, verás… tú me fuiste entregado como un regalo del emperador, yo… no lo sabía, no sabía que eras una criatura libre, te pido… perdón.

— ¡NO TE CREO! —bufó aún con los pelos de punta.

— También me dijeron que puedes curar a la gente, ¿verdad? —decía Jericho con el rostro amable, a pesar de tener un rasguño a la mitad de su cara.

— Sí… —decía con desconfianza la criatura.

— Yo te juro, por mi nombre que te liberaré, sólo quiero que veas a mi esposa, ella… necesita de alguien que pueda ayudarla a sanar, luego de eso abriré la…

— NO TE CREO —bufó de nuevo.

— Bueno…

Swain se puso firme y caminó hacia una de las ventanas, tragó saliva y la abrió.

— Puedes marcharte, gracias por considerar mi pedido —dijo con un tono triste.

Era su única esperanza, aquel gato, con matices grises y cejas doradas quien lo vio con desconfianza, aquel que se acercó a la ventana y salió de la misma sin ninguna razón.

Quería probarle que era diferente a los que la habían atrapado en esa caja, una que confinaba sus poderes mágicos para liberarse de alguna manera, debió ser realmente exhaustivo soportar todo el viaje desde donde fuera que la habían traído hasta el rincón más inhóspito de Noxus.

— Lille —dijo y su mayordomo entró por la puerta.

— Joven amo —asintió.

— Prepara algo para mí, cenaré en mi habitación con mi esposa —decía entristecido.

— ¿No eres muy joven para tener una esposa? He oído que los humanos…

Jericho volteó de inmediato hacia la ventana que había dejado abierta, su esperanza, su apuesta a la buena fe de esa criatura había rendido frutos.

— Sí, lo soy, estamos básicamente comprometidos y…

— Mi nombre es Yuumi —dijo el gracioso gato asomando su cabeza por la ventana sin moverse— ¿cuál es el tuyo y en qué puedo ayudarte?

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Fin de Episodio 17

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