Advertencia: Muerte de un personaje.
3. La última nota de un corazón.
En medio de la gran ciudad del norte, una impresionante fuente adornaba las calles del lugar, Shion sentado sobre el mármol observaba el ir y venir de juegos infantiles: las risas, las carreras y las miradas inocentes, absorbían toda la visión del elfo que estaba sumergido en sus propios pensamientos.
Pese a que había aceptado el mandato de los hombres no iba a negar que estaba inconforme con todo el asunto, y las palabras del pequeño Mu taladraban su cabeza. El niño tenía razón, los elfos eran una raza superior a los hombres. Pero ¿qué podían hacer ellos para cambiar las cosas? No eran sanguinarios y violentos como los vampiros, al menos sin una muy buena razón, y llevaban toda la vida sometidos a los caprichos de los humanos, además, debido a los collares sus habilidades no funcionaban al 100% y los niños desde su nacimiento eran obligados a usar esas cadenas, por lo que enseñarle a los más jóvenes como manejar sus habilidades era tedioso y casi imposible.
Los elfos no eran una raza de guerreros, pero cuando se trataba de su propia sobrevivencia, ¿se quedarían solo viendo como la vida de sus hijos les era arrebatada? ¿Era su sumisión tan fuerte que simplemente agacharían la cabeza? Los elfos surgieron de los humanos, y los humanos siempre hicieron lo indecible para garantizar su existencia. ¿Era el carácter de los elfos tan débil que no seguirían a sus creadores en su instinto más básico?
'Asesinar niños'. Solo a una raza involucionada se le ocurriría tal cosa. Los hombres no eran mejores que los elfos, y ni mucho menos que los vampiros. Hablaban de la crueldad y de lo peligrosos que podían ser los inmortales, pero parecía que nunca se hubieran visto así mismos. No estaban en esa posición de gratis, el humano mismo se había labrado su miserable destino. Durante muchos años, Shion aceptó el mandato humano, pero en esta ocasión no podía estar de acuerdo, mucho menos cuando al comunicar los nuevos lineamientos, vio como las caras confundidas de su gente, le reprochaban en silencio el no protegerlos.
Todos confiaban en él, pero estaba dejando que su raza fuera cruelmente masacrada.
—Qué problema.
Suspiró al darse cuenta de que nunca había pensado en alguna forma de librarse de los collares. En sus sueños más profundos estaba seguir las enseñanzas de antiguos sabios humanos, que consiguieron la libertad de su pueblo sin necesidad de derramar sangre. Creyó que los humanos le darían tiempo, se abofeteó por su propia ingenuidad.
Una estela brillante pasó por el frente de sus ojos rosáceos, al recordar la mirada retadora de sus iguales por aceptar tremenda locura. Sí, los elfos no tenían la necesidad de estarse relacionando íntimamente, pero sus familias eran preciadas, demasiado preciadas para ser consideradas por las pequeñas mentes humanas. Los niños elfos eran inocentes y muy fuertes también.
—Recuerdo que dijiste no estar preocupado por este tema —comentó una voz conocida, Shion suspiró profundamente antes de encarar a su interlocutor.
—Y sigo diciendo que no me preocupa, Dohko.
—Claro, y sentarte en la fuente con el ceño fruncido durante toda la mañana es lo más normal que haces en tu día de descanso. —Se burló tomando asiento—. Por primera vez, no estás de acuerdo con los hombres, yo tampoco lo estoy.
—¿Quieres guardar silencio? —Pidió Shion al otro elfo—. Además... no es que alguna vez haya estado de acuerdo, solo no había necesidad de expresarlo.
—¿Temes que los humanos escuchen nuestros verdaderos pensamientos? Tienen que estar muy asustados si quieren acabar con nuestro futuro.
—Amigo, ¿qué podemos hacer nosotros? Tal vez no nos veamos afectados.
Dohko únicamente levantó una ceja y lo miró escéptico.
—No nos han tratado muy bien que digamos. Nosotros somos los juguetes de los hombres. Shion, No somos los culpables de las afectaciones de los humanos y no merecemos esto.
—Ellos son vulnerables. Pero…
—Admite que no solo no estás de acuerdo con esto, sino que no has estado de acuerdo con muchas otras cosas.
—No. Pero pregunto nuevamente: ¿Qué podemos hacer nosotros?
Dohko miró el cielo azulado, respiró profundamente y dejó caer sus hombros derrotado, pero antes de darse por vencido, fijó su vista en la muralla que los separaban de los vampiros.
—¿Qué crees que estén pensando ellos? —preguntó Dohko, el peliverde observó confundido—. Los vampiros, ¿crees que ellos se quedarán quietos?
Shion observó al otro lado del campo, a esa hora los chupasangres dormían resguardados del sol en sus imponentes casas de mármol perfectamente construidas para evitar el paso de la luz del día.
—Ellos ya tienen que estar enterados —continuó Dohko—, sin embargo, no he visto ningún movimiento extraño. No creo que hayan aceptado, así como así esta orden.
—Tal vez sí. Tal vez no son tan salvajes como pensábamos. O seguramente ellos no aman a sus hijos y aquello los tiene sin cuidado, ¿cómo saberlo? Por ahora, solo sigamos nuestras vidas. —Finalizó poniéndose de pie.
—¿Y después? —susurró el otro—. ¿Qué sucederá cuando la vida de los niños no sea suficiente para calmar el temor de los humanos?
El peliverde observó a su compañero sintiendo un terrible nudo en su estómago al escuchar su temor más grande en la boca del otro.
X-X
Al llegar la noche, cuatro vampiros tomaron su lugar en la guardia a las afueras de las murallas como de costumbre, algunas veces, un elfo los acompañaba como medida de control, así los humanos evitaban que cualquier amenaza penetrara en las ciudades mientras dormían y demostraban que los elfos tenían un trato preferencial, aunque un grupo de humanos estaban al pendiente.
Shion salió en medio de la nada, apreciando el silencio de la noche. El frío calaba los huesos y los murmullos corrían con el viento, la sensación de incertidumbre quedaba penetrada en el aire, la ciudad, aunque pequeña, se mofaba de ser increíble. El humano se mantenía en pie, aun después de los múltiples peligros que amenazaron con acabarle. Shion recordaba haber leído en los libros de historia, sobre imperios y países desbastados por una y otra plaga, pero al final, el hombre siempre salía airoso y se hacía más fuerte.
En esta ocasión no estaba siendo diferente.
La larga cabellera del elfo se ondeó con vehemencia, Shion observó a los vampiros que le acompañaban esa noche y se sorprendió a ver a Hades entre el grupo, el líder vampírico, llevaba tiempo sin ser parte de las guardias, incluso salía de vez en cuando a las expediciones, por lo que su presencia no dejaba de ser atrayente. Únicamente Hades sabía la verdadera intención de sus actos, y eso solo aumentó el malestar del peliverde.
La noche transcurrió tranquilamente, los vampiros no dieron problema alguno y afuera no había ninguna amenaza. Shion suspiró pesadamente, había sido un día largo y su mente no le daba tregua, en el fondo de sus pensamientos, él seguía dividido entre su admiración por el hombre y el destino de su pueblo.
—¿Qué has meditado, elfo? —preguntó una voz sin emociones.
Hades se había acercado lo suficiente para ser escuchado, pero no tanto como para levantar sospechas de sus vigilantes externos, Shion miró por encima de su hombro, encontrándose con la espalda del pelinegro, quien parecía distraído observando algún punto en la distancia.
—¿De qué hablas? —interrogó el elfo tras un momento de reflexión regresando su mirada a su respectivo lado de la muralla.
—Sobre las nuevas reglas de los hombres —explicó Hades—: La que involucra a nuestros vástagos.
—Ellos... es un control temporal —expuso no muy convencido.
—Claro, durará solo hasta que nuestro futuro como especie se ponga en peligro.
—No necesariamente... solo... —Shion de pronto se quedó sin un argumento sólido.
—No estás de acuerdo —susurró el pelinegro—. Desde que los humanos te concedieron el liderazgo has aceptado y obedecido sus reglas, pero por primera vez no estás de acuerdo.
Shion solo se dignó a apretar los puños como respuesta.
—Todas las razas pensantes tenemos nuestro límite, maestro Shion, ¿es la amenaza a la vida de tus vástagos tu límite para buscar un cambio?
—¿Un cambio? —siseó molesto—. ¿Qué cambio se puede hacer cuando tenemos las manos atadas? Lo único que conseguiremos es un derramamiento innecesario de sangre.
—¿Entonces la vida de tus elfillos no vale el sacrificio, pero la lealtad a los hombres si lo hace? —expuso Hades, el peliverde apretó los dientes frustrado.
—Todos tenemos miedo a la muerte —se escuchó el susurro de Minos, quien se había apostado no muy lejos de ellos viendo hacia otro lado—. Todos sabemos que un movimiento en falso o, mejor dicho, un movimiento que incomode a los humanos significaría la muerte. Ni siquiera es necesario que seas realmente una amenaza, un humano te eliminaría simplemente con que le desagrades solo porque decidió que eras lo suficientemente perfecto para adornar su vista. ¿Cuántos de tus patrones no han envejecido y han envidiado la longevidad y belleza élfica de tu pueblo y solo por eso han decidido explotar los collares, por el simple hecho de que sus sirvientes siguen siendo hermosos y útiles mientras ellos se postran en una cama?
Shion nuevamente no los dignificó con una respuesta. ¡Lo sabía! ¿Cuántas veces no tuvo que acudir a recoger los cuerpos de algunas sirvientas de mujeres crueles? ¿O cuántas veces no ayudó a curar las heridas en la cara de algunas otras, porque su único pecado era el de ser hermosas? Y ahora...
—Dime Shion —esta vez fue Hades quien atrajo la atención del elfo—. ¿Estás dispuesto a esperar alguna otra barbaridad de una raza que no tienen consideración en masacrar inocentes para sobrevivir?
—Al menos espero no convertirme en lo mismo que desprecio de ellos —dijo con un tono de amargura el peliverde—. Si... si pudiera haber un cambio… —no pudo evitar atragantarse con sus palabras al admitir algo que no quería admitir— Si pudiera haber un cambio —dijo con más convicción— espero no convertirme en lo que deseo cambiar.
—Es bueno saber que ustedes también tienen un límite —susurró Hades después de un momento de silencio.
—¡Ustedes! —gritó un humano acercándose a ellos—. ¡Dejen de holgazanear y muévanse!
X-X
Después de aquella irritante conversación, Shion no pudo concentrarse en su guardia. No era estúpido, sospechaba que los vampiros tramaban algo, y si querían involucrar a los elfos, eso solo podía significar una cosa.
A la mañana siguiente ni siquiera se molestó en ir a descansar, buscó a Dohko y lo arrastró a un lugar apartado.
—Desde tu perspectiva —expuso el peliverde mirando directamente al otro—, ¿debemos seguir aceptando las reglas humanas?
—Conoces bien mi opinión —contestó el castaño sosteniendo la mirada de su líder—, las reglas humanas nunca han buscado apoyar una igualdad, las reglas humanas solo buscan socavarnos. Es cierto que tenemos mejor trato que los vampiros, pero eso se debe a que somos sirvientes que hacen las cosas que ellos no quieren hacer, y a pesar de que un sirviente puede ser valioso, es reemplazable cuando ya no te agrada. La peor parte es que no solo nos pueden despedir para que vayamos a casa, ellos pueden: 'eliminarnos' en el amplio sentido de la palabra, y lo hacen sin ningún remordimiento.
Shion guardó un largo silencio con un profundo pesar en su corazón, sabía que, si bien los humanos eran fascinantes, también eran innecesariamente crueles, y que por más que quisiera no podía seguir justificando sus acciones, ni ante sí mismo, ni mucho menos ante su pueblo.
—¿Por qué la pregunta? —interrogó el castaño.
—Los vampiros —susurró—, hablaron conmigo anoche, haciendo énfasis en lo mismo que tú acabas de mencionar, y eso solo puede significar una cosa, pero siento que si nos dejamos llevar por el resentimiento no encontraremos a ningún humano inocente, y sí eso nos sucede, solo imitaremos el comportamiento humano, sin ninguna superioridad como raza.
—¿De qué hablas?
—Sabemos que en cuestión física somos superiores a los hombres, pero ¿por qué limitarnos solo a la fuerza bruta? ¿Por qué no demostrar que podemos ser superiores al perdonar y tratar a los demás con el respeto que los humanos nos han negado? ¿Por qué dejar que lo correcto sea visto como una solución inválida? Creo... no, sé que lo correcto no es pisotear a otros para demostrar superioridad, pero... —Shion miró a algún punto en la pared— pero estoy aceptando que ser superiores tampoco es dejarse pisotear.
Dohko observó por un largo momento a Shion con cara de incredulidad, hasta que una sonrisa encantada dividió su rostro:
—Shion, amigo, ahora entiendo por qué demonios eres nuestro líder, resumes nuestros ideales en palabras tan simples. Aunque admito que tardaste mucho en saltar a la acción.
—Deja de burlarte Dohko, esto es serio —gruñó.
—Lo sé —respondió recuperando su semblante serio—, lo sé y sabes que estoy contigo incondicionalmente en cualquier acción que tomes.
—Bien, por ahora ayúdame a dividirnos en tres grupos: aquellos que protejan a los más vulnerables, aquellos que puedan pelear y un grupo de apoyo en caso de que algo salga mal. Mientras tanto, esperemos el siguiente movimiento de los vampiros, porque es claro que esto no podremos hacerlo solos, pero es necesario no fiarnos de ellos tampoco. Los vampiros no son la mejor versión de los hombres.
—Por supuesto gran maestro, lo que ordenes —agregó el castaño recuperando su enorme sonrisa.
X-X
El campo vampírico era lo suficientemente grande para albergar a todos los chupasangres. Rodeado por una reja de plata que impedía cualquier intento de fuga, sin embargo, ya sea por un exceso de trabajo o de confianza, algunas áreas fueron lo suficientemente descuidadas para crear puntos ciegos tanto en la cerca como en la cobertura de las cámaras, y Hades siempre tan persistente, encontró esos puntos sin mayor problema, y para su fortuna, los halló en el momento adecuado, ya que la atención de Shion fue atraída con demasiada facilidad después de esa primera charla, tanto así, que justo ahora, lo tenía al otro lado de la reja, acompañado por un joven elfo de ojos vivaces.
—Es bueno saber que el futuro de tu pueblo es importante. —Fue su escueto saludo.
—Los humanos han llegado demasiado lejos esta vez —dijo rápidamente Dohko—, así que vale la pena escuchar lo que tengan que decir, si sus palabras tienen una base real... hablaremos más a fondo.
—Pensé que los elfos solo tenían un líder, me disculpo por el error —habló el pelinegro preguntando después de analizar al elfo—: ¿Y tú eres?
—Es Dohko —cortó Shion—. En nuestro clan todos somos iguales, yo simplemente soy el vocero.
—Entiendo —expuso el vampiro—. Si quieres saber nuestros planes tendrán que cruzar, los llevaré con nuestro consejo.
Shion enarcó una ceja dudoso ante el peligro de la reja.
—Agradezcan que siempre estoy preparado —comentó Dohko con soberbia sacando unas pinzas de su bolsillo para cortar parte de la reja.
—¿Cómo lograste obtener eso? —susurró Shion mirando a su amigo.
—Lo tomé de la herrería en un descuido de Gregorio, debo devolverlo mañana muy temprano o tendré problemas. Es una suerte que esté tan viejo que ya no sabe ni lo que dice —aclaró terminando de cortar y doblando parte de la reja con ayuda de su túnica. A pesar del cuidado, aún lograron resultar heridos.
—Usen esto. —Los recibió Hades, extendiendo un par de túnicas rojas y violetas.
—¿Qué es esto? ¿Son de mujer? —interrogó el castaño mirando las prendas.
—De Perséfone y Astrea —contestó Hades—. No pudimos conseguir otra cosa, si se mueven rápido y en las sombras no llamarán atención innecesaria y ellas no saldrán de las cabañas hasta que ustedes estén de regreso.
X-X
El camino fue tranquilo y al llegar se encontraron con el famoso consejo y otro grupo de vampiros, entre ellos Aioros, quien pensó que tal vez Shion no aceptaría.
—Bienvenidos —saludó Asmita viendo llegar a los tres inmortales; Shion y Dohko asintieron con la cabeza.
—¿Cuál es el plan? —preguntó el peliverde
—Una rebelión —explicó Albafica caminando por el lugar—. Quitar a los humanos y tomar su lugar.
—Esos son solo deseos, no planes —señaló el líder elfo—. Si solo tienen eso, seremos masacrados junto con nuestros hijos.
—¿Y qué propones? —Quiso saber Hades caminando hacia una ventana para mirar a la oscuridad
—En primer lugar, ¿tienen un plan real para el problema de los collares o solo especulaciones?
Hades guardó silencio por un momento antes de agregar:
—Hay un plan que ya está en marcha.
—¿Cuál es el plan? —inquirió Shion.
—¿Por qué revelarlo a los sirvientes más leales de los hombres? —cuestionó Orfeo—. ¿Qué garantía tenemos de que esto no es una trampa y una vez revelada nuestra jugada no seremos asesinados?
Shion sostuvo la mirada de Orfeo antes de desviar sus ojos a Dohko y darle una señal, a lo que el otro sacó un rollo de papel de su túnica.
—Este es un mapa detallado de toda la ciudad del norte: fuentes de energía, de agua, almacenes de alimento, viviendas y demás. Es nuestra prueba de buena voluntad, así que, ¿cuál es el plan con los collares? —dijo Dohko jugando con el papel entre sus manos.
—¿De qué nos sirve ese pedazo de papel? —cuestionaron algunos vampiros.
—¡Usen la cabeza!
—¡Dohko! —llamó el peliverde—. Deben ser conscientes de que los collares son la principal medida de contención, pero no la única; los humanos, cuentan con varios arsenales hechos de plata en puntos específicos de la ciudad, además de luces ultravioleta y redes de plata, sin contar con la comunicación con las otras ciudades y fuertes ubicados en diferentes zonas; ahí también se encuentran grupos de los nuestros. ¿Han pensado que esos grupos son los más vulnerables y serán sacrificados si los humanos se enteran de esta rebelión? Así que, ¿cuál es el plan para eliminar los collares?
Los vampiros guardaron silencio ante la mirada penetrante del peliverde.
—Ahora entiendo porque te llaman gran maestro, tu talento y capacidad son indiscutibles. —Felicitó Hades—. Tanto que siento que mi propio plan es un juego de niños. Les explicaré: Uno de los científicos está... "interesado" en la hija de uno de nosotros. Aprovecharemos esa ventaja para liberarnos de los collares.
—Espera. —Interrumpió incrédulo Dohko—. ¿¡Estás poniendo el éxito de toda esta rebelión en la entrepierna de un hombre!? ¿Sabes qué? Lo peor es que podría funcionar —dijo después de analizar la situación.
—Si sacrificarás a una de las tuyas no puede ser solo para liberarnos de los collares, es necesario obtener más. —Agregó Shion.
—¿Qué hay de los humanos? —preguntó Aioros con una sensación de peligro ante las palabras del maestro.
—Deben ser eliminados —expuso Minos, obteniendo mucha aprobación.
—Las muertes son inevitables. —Estuvo de acuerdo el peliverde—. Pero no podemos darnos el lujo de rebajarnos al nivel de los hombres al masacrar inocentes.
—¿Te das cuenta de que eso será imposible? —Hades expuso con paciencia—. Han sido largos años de maltrato, incluso ustedes les guardan un profundo resentimiento.
—No lo negaré, pero tomar las vidas de los inocentes nos hará iguales, si vamos a hacer esto, tiene que ser para demostrar que somos superiores no solo por el aspecto físico.
—Tonterías. —Cortó Asmita—. Los humanos han sido una plaga desde hace tiempo, su desaparición sería una bendición para el mundo.
—¡No tomaremos vidas inocentes! —gruñó Shion—. Y es mi última palabra.
—Existen otras tres ciudades aparte de ésta. —Apuntó Aioros—. ¿Por qué no tomar una ciudad para cada raza y dejar que cada uno viva su vida en paz?
—¡Porque ellos no conocen la paz Aioros! —reclamó Asmita.
—Retomando la sugerencia del maestro Shion —Julián habló con solemnidad—, concentrémonos en el paso uno, antes de saltar al diez.
—Estoy de acuerdo —secundó Hades—, por ahora necesitamos un lugar seguro para nuestros niños y aquellos que no están en capacidad de pelear. Dégel, te encargarás con tu equipo de buscar refugio para ellos en tu próxima expedición.
—Entendido.
—Supongo que eso incluye a nuestros niños también —inquirió Shion observando a Hades.
—Solo sí están de acuerdo—respondió el aludido.
—¿Y cómo vamos a estar seguros de que sus niños no asesinarán a los nuestros? —interrogó no muy convencido Dohko.
—Tal vez porque son niños, y porque estarán en la misma situación —contestó el pelinegro—. Además, cada generación de vampiros es más tranquila que la anterior.
—Si no confían en nosotros, busquen su propio refugio —escupió Minos
—El refugio puede ser para ambas partes —concilió Hades—, desde luego, si el maestro está de acuerdo, pero confío que tener a todos en un solo lugar, facilitará su protección, además, debe haber elfos y vampiros capacitados vigilando y cuidando de ellos.
Shion y Dohko respiraron profundo.
—Dime Hades —habló claramente Dohko—. ¿Podemos confiar en ustedes? ¿Cómo sabremos que no nos traicionarán al final del día?
—Sí eso llegase a pasar —contestó el vampiro— yo mismo ofreceré mi vida como pago.
—Eso no es garantía de nada —escupió el castaño
—Les devuelvo la pregunta —apuntó Orfeo—. ¿Podemos confiar en ustedes? Durante mucho tiempo, ustedes han tenido mejores condiciones que nosotros, sin contar que hemos visto lo bien que se llevan con los hombres.
—Tienes mi palabra de que no los traicionaremos —respondió Shion solemnemente.
—Tu palabra tampoco es garantía de nada —comentó Albafica regresando el golpe con suavidad—. Sin embargo, si alguno de nuestros bandos traiciona al otro, será el pueblo del traidor quien pague las consecuencias.
—¿Es eso una amenaza? —enfrentó Dohko
—Estoy de acuerdo —aseveró el peliverde sosteniendo la mirada de Hades.
—Bien, dado que hay mucho que organizar, es mejor que nos pongamos en marcha —apuntó Orfeo extendiendo la mano hacia los planos que guardaba Dohko.
En un breve descanso de la reunión, Julián se acercó a Orfeo:
—¿Dónde está Ikki? Pensé que estaría emocionado por esta revuelta
Pero el aludido negó con la cabeza. Ninguno de los dos se percató de la mirada de Hades sobre ellos.
X-X
La reunión terminó poco antes de que la luna se ocultara, justo en la hora muerta de la guardia para que los elfos se marcharan, los cuales fueron seguidos muy de cerca por los ojos claros de un peliceleste, quien aspiró el dulce aroma de una rosa roja mientras descansaba en su lugar en la mesa del consejo.
—Demasiada arrogancia para el líder de un pueblo que se ha dedicado a lamer el piso de los humanos —escuchó decir.
—Arrogancia no lo creo, es más bien humildad, un concepto que ninguno de nosotros entiende —recalcó desviando sus hermosos ojos del camino recorrido por los elfos para posarlos en el peliplata que se sentó a su lado—. Minos, ¿correcto?
—La humildad es algo inútil —agregó con una sonrisa—. Minos, mano derecha del Señor Hades. Tú eres el Señor Albafica, ¿no es así?
—Mi identidad no es un secreto —suspiró dejando la rosa sobre la mesa—, e inútil no es una palabra que usaría para describir al líder elfo, sus ideas han dado claridad a este movimiento.
—Le das demasiado crédito a un simple elfo.
—Le doy el crédito que se merece. —cortó con una sonrisa.
—Innecesario.
—Si es innecesario o no, es mi decisión no tuya, así que dedícate a tus propios asuntos, Minos mano derecha de Hades. Hasta luego. —Se despidió poniéndose de pie sin dar la oportunidad de réplica.
X-X
Orfeo llegaba a su casa después de una larga charla con el consejo, aunque al principio estaba en contra de la guerra, y más por la pérdida de vidas inocentes, finalmente había logrado llegar a un acuerdo con todos, y como lo había expuesto Shion, evitarían tomar vidas que no fueran necesarias. Lo más importante era la caída de la ciudad del norte, especialmente la destrucción de la fundación Graude.
—Llegas tarde —comentó una hermosa rubia cerca del fuego, aunque no sentía frío, el pequeño en su vientre se tranquilizaba cuando ella estaba cerca de las llamas—. Definitivamente la sangre sintética es asquerosa —continuó mirando harta el contenido de su taza—. Tal vez en la revolución podamos hacernos de sangre real, estoy segura de que Shun lo agradecerá.
—Es un niño muy inquieto, Eurídice —agregó Orfeo mirando el enorme vientre de su esposa que en cualquier momento daría a luz—. Hablando de niños inquietos, ¿dónde está Ikki?
—Con Dégel entrenando.
—No, Dégel estaba con nosotros en el consejo planeando lo del refugio —contestó mirando detalladamente a su esposa.
—Él salió hace rato y me dijo que estaría con Dégel —corroboró enojada la vampira—. Ese chico, me molesta que mienta.
—Iré a buscarlo —ofreció él—. No quiero que se meta en problemas.
Al cerrar la puerta tras de sí, Orfeo suspiró con pesadez, ya que, en ocasiones, Ikki solía darle muchos problemas, y haberle mentido así a Eurídice, solo significaba que el chico no estaba haciendo nada bueno.
Caminó con paso firme por todo el campamento, buscando en los lugares que solía frecuentar Ikki, dándose por vencido cuando no lo encontró, y enfocándose a realizar un recorrido de rutina. No había avanzado demasiado por el área asignada al líder principal cuando vio a Ikki, su primogénito, saliendo de la choza de Hades.
Él más joven estaba completamente distraído y no se fijó cuando Orfeo lo arrojó con fuerza contra el mármol de una de las casas cercanas.
—¿Qué demonios? —dijo Ikki recuperándose tan rápido como pudo para encarar a su agresor—. ¿Padre?
—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó severamente Orfeo aprisionando a Ikki con fuerza—. ¿¡Qué crees que estás haciendo!? —gritó al no tener respuesta.
—No sé de qué me hablas.
—¡Idiota! —increpó dándole un fuerte puñetazo al más joven.
—¿Qué demonios pasa contigo? —Quiso saber sin entender la agresión, su labio partido poco a poco empezó a sanar, pero el dolor fue intenso.
—Deja de fingir —vociferó levantando a su hijo para arrojarlo nuevamente contra la pared—. Te vi, te vi saliendo de la casa de Hades, y sé muy bien que él no estaba allí. Te vi sonriéndole a Perséfone, y vi como ella te correspondía y no tengo que ser adivino para saber lo que ustedes dos estaban haciendo allí.
Ikki ladeo la cabeza molesto, no había vergüenza en su expresión, solo buscaba las palabras para explicarle a su padre lo que pasaba.
—¿¡Qué crees que estás haciendo!? —Volvió a bramar Orfeo sacudiendo a Ikki para que lo mirara.
—La amo —fue lo único que pudo decir, Orfeo dio un paso hacia atrás.
—¿Estás demente?
—Desde luego que no —le encaró—. La amo, desde hace mucho tiempo y no voy a permitir que ni tú ni nadie se entrometan…—un nuevo golpe lo acalló, éste a diferencia del anterior lo hizo jadear de dolor.
—¿Sabes lo que pasará si Hades se entera? —preguntó buscando la mirada de Ikki el cual antes de levantarse escupió un poco de sangre—. ¿Lo sabes? Él pedirá tu cabeza, y tendré que aceptar.
—¡Que lo haga! —retó mirando con desdén—. No tengo miedo.
—Quiero que te alejes de ella —Ikki quiso protestar, pero ante esto Orfeo lo arrojó nuevamente contra la pared—. No es tu decisión, me debes obediencia.
—¿Y si no obedezco qué?
—Si no obedeces —dijo lentamente mirando a los ojos del chico—, Hades pedirá tu cabeza y yo iré por la de Perséfone.
—Te matarán por eso —expresó preocupado.
—Así como a ti no te importa tu miserable vida, a mí no me debería preocuparme la mía.
—No lo harías.
—Lástima que no estarás ahí para verlo. Te buscaré en el infierno y te contaré como me fue.
—No serías capaz de dejar a mi madre y hermano solos.
—¿Tú crees? Hasta donde sé, tu madre está perfectamente capacitada para cuidarse sola, y tu hermano de seguro será más fuerte que tú y yo juntos, y si son libres ya no tendré por qué preocuparme por ellos. Escúchame bien Ikki: la única razón por la que apoyo esta rebelión es para salvar a tu hermano, y no estoy dispuesto a perderte a ti solo porque no puedes mantener los pantalones en su lugar. Si tú sigues adelante con esta aventura, me obligarás a seguir adelante con esta amenaza.
El peliazul respiró profundamente rehusando la mirada de su padre, alejándose a grandes zancadas tras un último empujón.
X-X
El fuerte portazo hizo brincar a Eurídice, quien abrumada miró a su esposo confundida, por su parte Orfeo, caminaba de lado a lado, pronunciando cosas intangibles.
—¿Qué sucede? —preguntó preocupada la vampira
—Descubrí a que se dedica nuestro hijo —respondió sin atreverse a mirarla—. Tiene… tiene, una aventura, una aventura prohibida —siseó apretando los dientes.
—¿A qué te refieres con aventura? —interrogó ella tomando a su esposo por el rostro—. ¿Con quién? —Pero no hizo falta una respuesta—. No —expuso alejándose para centrar su mirada en el suelo—. Lo matarán.
—No pasará. Ikki no seguirá adelante con esto, lo sé, sé que logré persuadirlo, lo pensará un rato, pero estoy seguro de que hará lo correcto.
—¿Qué te hace pensar que Hades ya no lo sabe? —Analizó sentándose en un sillón mientras se llevaba las manos a la boca.
—De saberlo ya hubiera hecho algo.
—¿Cómo estás tan seguro? ¿Qué tal si solo está esperando el momento adecuado?
Orfeo miró a detalle a su esposa, tenía que saber que tanto sabía Hades.
—¿A dónde vas? —Quiso saber Eurídice
—Debo hablar con Hades.
—Espera —llamó—, hablar con Hades de la nada podría alertarlo.
—No saber nos pondrá en desventaja.
—No si somos cuidadosos: Debemos esperar a la rebelión y estar atentos, concentrar nuestros esfuerzos en alejar a Ikki de esa mujer, volverlo indispensable en la guerra, tanto, que si algo se descubre no puedan ir en su contra.
—Eso llevará tiempo.
—Tenemos tiempo, y en el futuro tendremos tiempo —agregó abrazando a su marido, dejando que él apoyara su barbilla en su rostro tratando de confiar en su palabra.
X-X
Sage disfrutaba de los turnos nocturnos porque tenía acceso a Perséfone, aprovechando que solo le acompañaba un auxiliar, solía llamarla con el pretexto de hacerle exámenes de rutina, aunque lo único que él necesitaba era verla y tenerla cerca.
No sabía en qué momento la vampira lo cautivó, tal vez era su belleza o porque se parecía a un antiguo amor, pero le gustaba, pese a que era de una raza poco querida por los hombres, a él le gustaba, o tal vez, solo era su pene tomando el control de su cerebro como solía decir Hakurei. Era una suerte que su gemelo no estuviera enterado de esto, o lo enviaría a otra ciudad.
Perséfone levantó la mano con elegancia y esperó a que Sage introdujera una aguja mientras sonreía coquetamente estirando el cuello para dejar al descubierto el indicio de sus senos y aprovechando para darse cuenta como el auxiliar retiraba cuidadosamente un collar de plata del cadáver de un elfo en una recámara con paredes de vidrio, observando cada detalle del lugar.
—Hemos terminado —dijo Sage tomando un par de tubos y marcándolos para luego dejarlos en un soporte—. Llamaré a Hasgard para que venga por usted.
—¿Tan rápido? Que pena.—Ronroneó la vampira haciendo un hermoso puchero de decepción—. Me hubiera gustado quedarme un poco más. —Continuó recorriendo cuidadosamente los botones de la bata del gemelo mientras se lamía los labios.
—El tiempo es valioso y la distancia necesaria —habló con una sonrisa torcida—, por desgracia...
—Qué triste —acentuó su puchero—, porque su piel es tan... cálida —siguió en lo que deslizaba sus dedos por las manos del hombre—. Tengo curiosidad por el calor humano —expuso muy cerca del rostro del científico quien observó por encima de su hombro para asegurarse que el auxiliar no los estuviera viendo.
—Oh, ¿acaso pasa frío en su habitación señora? —comentó sin saber por qué
—Tal vez... un poco, ¿lo arreglará por mí? —preguntó alejándose del gemelo—. Tal vez… usted pueda arreglar todo para la próxima vez, no sé —soltó seductoramente—, tal vez el frío sea insoportable y usted tenga que verme a solas.
—Los vampiros no se enferman —contestó algo divertido
—Déjemelo a mí, solo esté muy pendiente de las pantallas.
X-X
—¿Tienes buenas noticias? —preguntó Hades viendo a su esposa entrar a la casa.
—Suficientes —explicó la pelirroja—, como imaginabas las manillas solo las usan cuando estamos cerca. En el laboratorio el único que la llevaba era Sage, eso lo pude ver perfectamente.
—Perséfone —llamó abrazándola con suavidad—. Cuando esto se lleve a cabo, ¿estás en las condiciones de hacerle frente a esos dos hombres?
—Estoy segura de que Sage se deshará del joven para estar conmigo a solas. Hoy corroboré que el hombre está perdidamente interesado en mí, por lo tanto, del único del que debo preocuparme es de él. Tú solo necesitas estar pendiente.
—Asqueroso humano —agregó apretando su agarre sobre la cintura de la pelirroja.
—Pudo ser peor —susurró ella acariciando el rostro de su compañero—, pudieron usarme para los experimentos de reproducción.
—Entonces ese humano ha servido de algo. —Hades instó a la mujer a descansar su rostro sobre su pecho para que él pudiera reposar su barbilla sobre su cabeza—. ¿Descubriste algo más?
—Existe una forma de retirar los collares manualmente: una pequeña llave que se coloca en la parte de atrás.
—¿Cómo estás tan segura?
—El auxiliar retiró el collar del cadáver de un elfo con esa llave.
—Un sistema manual. Innecesario teniendo en cuenta el control remoto —expuso analizando detenidamente toda la información—. Parece ser que no solo usan la tecnología para controlar estos artefactos, sino que también dependen de una forma manual.
—¿Eso podría ser un problema?
—Shion no estará satisfecho —tarareó—, se lo haré saber cuánto antes. —Sin embargo, no hizo ningún esfuerzo por moverse.
X-X
Varios días después, Aioros acompañó a los elfos hasta la reja luego de una larga reunión; cuando los vio atravesar, se dedicó a recorrer todo el perímetro sumido en sus propios pensamientos. Compartía la opinión de Shion, la guerra era necesaria, pero la masacre no, pero muchos de sus congéneres solo buscaban uno oportunidad para liberar toda su ira reprimida, y una vez que la primera gota de sangre se derramara, dudaba que pudieran controlar ese instinto. Tenía miedo de las consecuencias para los vampiros, para Shion y, sobre todo, para los humanos.
—¿Qué te preocupa, Aioros? —preguntó un agradable hombre al otro lado de la reja.
—Nada importante para ti, Sísifo.
—Si no me importara no preguntaría —expuso su lógica—, pero no soy entrometido, lo siento. —Cabizbajo, giró sobre sus talones para marcharse del lugar
—¿Alguna vez se han arrepentido? —llamó el otro—. ¿Se han arrepentido de tratarnos peor que animales y sacrificar a nuestros vástagos?
Sísifo soltó un profundo suspiro y no se atrevió a ver al otro.
—No puedo hablar de los que estuvieron antes que yo, solo puedo decir que se hizo lo necesario para sobrevivir.
—¿Crear dos razas tan diferentes a los humanos era obligatorio y tratarlas con crueldad es necesario? ¿O solo es su ego y falta de límites?
—No te daré explicaciones de nuestro proceder.
—¿No lo harás por qué no lo merezco o porque no hay una explicación lo suficientemente buena para toda esta injusticia? —Sísifo guardó un largo silencio sin estar seguro de que decir—. ¿Sabes que esto no durará para siempre?
—Lo sé —contestó—, pero quiero creer que antes de que eso suceda podamos llegar a un acuerdo que nos convenga a todos.
Aioros lo miró sorprendido por sus palabras.
—O eres muy ingenuo o un buen mentiroso. Matar al futuro de otro pueblo no es un acuerdo que convenga a todos los involucrados.
—Es solo un medio para un fin.
—¿Qué fin, Sísifo? ¿El suyo o el nuestro?
El humano guardó silencio asimilando la pregunta:
—No será nuestro fin Aioros, nunca será nuestro fin —respondió a la nada luego de una larga pausa.
X-X
La luz de la luna se filtraba con timidez entre los espacios de la persiana, una hermosa vampira de cabellos de fuego descansaba desnuda sobre el pecho bronceado de un apuesto vampiro, sus manos subían y bajaban por el dorso masculino, quien, a cambio, acariciaba sus cabellos. Llevaban horas encerrados en su juego de pasión, ninguno realmente cansado, pero disfrutando un momento la esencia del otro antes de decir adiós.
Ella se levantó con delicadeza, dejando caer sus largos cabellos sobre su espalda mientras el vampiro la seguía con los ojos, deseándola una vez más, por su parte, la pelirroja se alejó rápidamente y miró por la ventana abriendo un pequeño espacio en la persiana, para que nadie afuera pudiera verla.
—No podemos seguir haciendo esto, Ikki —comentó ella de forma tardía intentando olvidar—. Si nos descubren…
—No pasará —interrumpió poniéndose de pie para abrazarla por la espalda deslizando sus manos por el vientre plano de la vampira—. Además —continuó introduciendo sus dedos entre las piernas de la chica, quien sin chistar le permitió el paso—, no puedo estar lejos de ti.
—Van a asesinarnos —comentó en un jadeo sintiéndolo hurgar en su interior.
—Que lo intenten.
—No más —dijo a regañadientes, separándose del abrazo del peliazul completamente abrumada—. Nos van a descubrir, es mejor que te vayas —sugirió buscando su ropa.
—Vamos, sé que quieres más —apuntó Ikki besando a la mujer con violencia—. Me deseas tanto como yo te deseo a ti.
—Ikki —susurró—. Nos vemos mañana —expresó alejándose del impetuoso chico, no quería estar lejos de él, pero ya llevaban mucho tiempo allí escondidos—. En cualquier momento Hades llegará.
—A Hades le gusta recorrer el campamento toda la noche —comentó Ikki tomando su ropa—. Te deja aquí sola todo el tiempo, alguien debe cuidar de ti —expuso con cinismo.
—No podemos arriesgarnos, la última vez, casi no logras salir de la casa. Si Hades te hubiera descubierto, yo…
El peliazul no dijo nada y comenzó a vestirse, por un momento pensó en su padre y en la amenaza que él había hecho de seguir con esa aventura, pero inmediatamente desechó el recuerdo, no dispuesto a que le arruinara la noche.
—Si tanto te preocupa —acotó poniéndose los zapatos—, deberíamos aprovechar la revolución para escapar de todo esto.
—¿Y a dónde iremos? —preguntó retadoramente—. ¿Piensas que Hades nos dejará tranquilos? ¿Eres tan ingenuo para pensar que él dejará pasar esta afrenta?
—No le perteneces, Perséfone —agregó molesto—. Te casaste con él por un estúpido acuerdo entre tu padre y Hades.
—¿Y tienes idea del motivo de ese matrimonio? —resopló negando con la cabeza—. Claro que no, eres muy joven. Soy la esposa y señora del líder principal de la manada, tenemos una hija y esta aventura significa una sola cosa: 'traición', tanto de parte tuya como mía, y puede que él no pida mi cabeza, pero pedirá la tuya y el consejo la aceptará. No solo estamos ofendiendo a Hades, estamos ofendiendo a mi padre y todas las normas del consejo.
—¡Que se vayan todos al diablo! Moriré si es necesario, pero no desaprovecharé ni un minuto a tu lado, Perséfone —llamó tomándola de las manos—. Si vemos la mínima posibilidad de estar juntos, no deberíamos titubear.
—Esperemos a que la revolución finalice y hablamos al respecto. Por favor, debes irte ahora.
Ikki bajó la cabeza derrotado, con un último beso caminó por el pasillo directo a la salida, en el umbral, observó a Perséfone quien lo despidió con una cálida sonrisa, con un movimiento de su rostro emprendió el camino lejos de su amada, marchó tranquilamente ante una noche llena de estrellas, estaba lo suficientemente lejos de la casa de la pelirroja y suspiró recordando los intensos besos de la vampira.
X-X
Albafica observaba la luna fijamente, sumido en sus pensamientos, no podía evitar pensar en el futuro, en Agasha, en el bebé en camino y en una guerra que tenía tanto potencial de ganar como de perder, era un solo error lo que necesitaban de su parte, y todos estarían muertos, y lo peor, no había nadie que pudiera proteger a los suyos.
—Señor Albafica — interrumpió una fría voz no muy lejos de él.
—Minos, mano derecha de Hades, tan lejos de tu señor, ¿qué te trae por aquí? — se burló sin voltear a verlo.
—Has estado observando la luna por muchos días, tu mente preocupada por el futuro me parece inquietante.
—Aparte de ser la mano derecha de Hades, ¿también eres su espía?
—No vigilo a los miembros del consejo.
—¿Entonces debo sentirme ofendido o alagado por tu acoso constante? —dijo avanzando hacia su propia choza.
—No era mi intención molestarte —añadió siguiéndolo de cerca—, solo que la preocupación no le sienta bien a un rostro como el tuyo.
—¿Entonces debo evitar preocuparme por mi familia para no molestarte con mi expresión?
—¡No señor! Claro que no, solo...no tienes por qué preocuparte por el futuro, alguien tan hermoso como tú debe de tener todo lo que desea al alcance de su mano.
El aludido volteo furioso hacia el peliblanco.
—Mis preocupaciones son solo mías para meditar, no te he dado permiso de inmiscuirte en ellas, Minos mano derecha de Hades, así que mantén tu distancia.
—Me temo que no puedo aceptar tu petición señor Albafica, desde que lo vi no puedo dejar de pensar en ti y tu bienestar —dijo acercándose más hacia el peliceleste, quien solo atinó a retroceder hasta quedar acorralado contra una pared.
Albafica miró fijamente los ojos del peliplata, no disimulando su disgusto e incomodidad ante la posición, estaba acorralado y las sombras los ocultaban de miradas indiscretas, estaba a punto de atacar al atrevido Minos cuando una puerta a la distancia se abrió y la voz de Perséfone llegó a sus oídos seguida muy de cerca por otra voz masculina que en definitiva no era la de Hades.
Ambos vampiros guardaron silencio ante la entusiasta despedida.
—Vaya, Minos mano derecha de Hades, creo que debes dejar de preocuparte por mi bienestar y empezar a ocuparte del bienestar de tu señor. —Se burló empujando al vampiro lejos y alejándose inmediatamente.
El aludido solo se quedó parado unos segundos más mirando el lugar por donde el compañero de Perséfone había marchado antes de dar media vuelta.
X-X
Varios días después, Orfeo recorría el perímetro en revisión de rutina, le habían asignado para vigilar la muralla sur, una de las más alejadas del campamento y más cercano al asentamiento humano. Un nudo se formó en su estómago cuando encontró a Minos y Hades en esa misma zona, a pesar de que ninguno tenía guardia ese día. Ambos hablaban en voz baja, cuando lo vieron, hicieron un gesto de reconocimiento antes de dar la media vuelta y partir en dirección contraria. Ignorando la sugerencia de Eurídice, Orfeo caminó tras ellos.
—Hades —saludó.
—Orfeo, ¿todo bien en el recorrido? —preguntó haciendo una señal a Minos, quien solo asintió y se marchó sin mirar atrás.
—Sí hasta ahora, el número de vigilantes humanos no ha aumentado, he observado que, de las patrullas, solo tres de cada cinco manejan las mancuernillas, pero los otros dos cuentan con armas ocultas: armas de larga distancia. Puedo deducir que los que manejan las manillas lideran las muertes principales mientras los otros dos rematan a los sobrevivientes.
—Eso deja la duda abierta acerca de que tan efectivos son los collares si se necesita quien de un tiro de gracia.
—Tal vez, pero no podemos arriesgarnos.
—No, significaría perder la vida de los nuestros —agregó—, aunque hay algunas vidas que pueden ser prescindibles. —Soltó de último minuto con un dejo de amargura que nunca había usado, lo que erizó todo el cabello de Orfeo.
El peliceleste sonrió de medio lado, mirando de reojo a su compañero sin saber exactamente que decir para descubrir que tanto sabía.
—No podemos darnos el lujo de perder a nadie —dijo en lo que encontraba las palabras.
—Por desgracia no —comentó Hades mirando sobre el hombro a Orfeo mientras se alejaba—, pero eso no significa que cuando esto termine, no se exigirá castigo por los crímenes cometidos.
El peliceleste paró en seco.
—¿De qué hablas? —intentó parecer serio.
—No ofendas mi inteligencia Orfeo, ni ofendas tu perspicacia, sabes bien de lo que hablo —expuso girando sobre sus talones para acercarse y mirar de frente al otro—, es más, ya todo el asentamiento debe saber de qué hablo.
Orfeo respiró profundamente antes de hablar:
—Es muy joven para entender lo que ha hecho—explicó rehusando la mirada de su líder—. Ya he hablado con él y prometió mantener la distancia.
—¿La distancia con quién? ¿Contigo? Porque es obvio que no con Perséfone.
Orfeo solo apretó los puños con frustración:
—No dije que fuera inteligente, Hades, pero voy a controlarlo.
—¿Cómo? ¿Mandándolo a dormir sin cenar como lo hacen los humanos? —se burló—. Por su falta, lo mínimo que deberías ofrecerme es su cabeza en una bandeja.
Hades miró de arriba abajo a su igual, para luego dar dos pasos hacia adelante, en lo que Orfeo daba uno hacia atrás, pero de un destello de luna, le permitió al pelinegro ver gran determinación en los ojos del otro.
—Tanto Ikki como Perséfone cometieron una falta —explicó Orfeo mirando con furia—, a mi modo de ver, ambos son culpables. Sí mi hijo tiene que pagar por esa falta y si ese castigo es la muerte, pediré el mismo castigo para Perséfone.
Hades retrocedió por un momento, intentó decir algo, pero las palabras se le fueron, sus ojos iracundos demostraban su gran molestia y lo mucho que quería golpear a Orfeo y todo lo que tuviera por delante.
—Mi hijo —continuó—, es joven, y bien podría decir que fue tu esposa quien lo sedujo. Hades. ¿Qué me hace pensar que tú y tu esposa no organizaron esto para acabar con mi estirpe?
—¿Por qué querría yo hacer eso?
—No lo sé. Tal vez, porque entre las barracas se murmura que yo podría ser un mejor líder que tú.
—Esto no se trata de liderazgo. —Por un momento se sintió derrotado.
—No lo hace, pero puede volverse un asunto de liderazgo si la vida de mi hijo está en juego.
—Asmita no te apoyará.
—Puede que a Asmita no, pero el resto del consejo estará de acuerdo conmigo. Ikki no obligó a Perséfone a nada y ella es tan culpable como él y ambos deberían recibir el mismo castigo. Así que te propongo esto —comentó dando un par de pasos hacia Hades—: Olvidamos esto y todo el mundo contento. Yo te doy mi palabra de que Ikki no volverá acercarse a tu esposa si dejamos esto entre nosotros dos.
Hades no contestó, sin embargo, en sus ojos la furia se veía claramente, Orfeo notó que había ganado esa mano y que el camino de ahora en adelante sería peligroso si no lograba mantener a Ikki al margen, pero él, estaba dispuesto hacer lo que fuera por sus hijos y no dejaría que nadie les hiciera daño. Una mediana sonrisa se dibujó en su perfecto rostro al ver a su líder contrariado, con un gesto dio media vuelta para tomar el camino de regreso.
Pero el haberle dado la espalda a Hades fue el peor error que cometió en toda su vida y lo supo cuando sintió su corazón fuera de su cuerpo y vio el brazo de Hades traspasar su torso. Todo fue muy rápido, Orfeo no sintió dolor, solo vio la mano atravesando su pecho para luego desaparecer llevándose su corazón con ella. Se desplomó sin ningún pensamiento o expresión.
Hades vio el cuerpo de forma ausente apretando el corazón en su mano.
—Estás equivocado si crees que dejaré que te salgas con la tuya —explicó a nadie en particular—. Tu hijo se metió en mi casa y profanó lo que más amo, me la quitó en mis propias narices. Tú no me quitarás a la manada, no lo harás. Tu bastardo se puede quedar con Perséfone, pero la manada es mía y tú ya no podrás proteger a nadie más.
—Mi señor Hades...
El aludido se sobresaltó y se volvió para encontrar a Minos, quien desvió sus ojos al cadáver.
—Es una pena que tengamos que llegar a esto —murmuró el peliplata—: Orfeo fue arrinconado por un grupo de humanos que lo han visto cerca de los elfos. Le preguntaron por esa cercanía y que era demasiado sospechosa, en su defensa: Orfeo no dijo nada y por ello se lo han llevado. Yo solo pude ver y cuando intenté decir algo, la mirada de Orfeo me ordenó callar, por eso he venido a usted, señor Hades, a informarle de este terrible hecho.
El pelinegro miró fijamente a Minos, evaluando su mentira y las trampas que pudiera esconder en ella.
—Mi lealtad es para con el señor Hades, no importa si hay un mejor o peor líder, siempre lo seguiré a usted, no importa que —agregó sin apartar los ojos.
—Sí —susurró el pelinegro recuperando el control—. Sí, tienes razón, los humanos han sospechado algo, quizá han observado algo inusual o descubrieron a los elfos abandonando el campamento vampiro, no podemos estar seguros, pero han venido por Orfeo, porque era el único vampiro que le tocaba patrullar solo el día de hoy en una zona tan solitaria como ésta... tú... tú estabas aquí terminando tu propio recorrido y por ello pudiste verlo, pero para mérito de Orfeo, te has mantenido en silencio y él te ha ordenado avisarme de este contratiempo, eso, es lo que ha sucedido.
—Así es, en cuanto al cuerpo...
—Me cambiaré —expuso viendo sus vestimentas manchadas de sangre—, ¿puedes hacerte cargo y reunirte conmigo en dos horas para que llamemos al consejo?
—Delo por hecho señor.
—Tenemos que honrar el sacrificio de nuestro buen amigo Orfeo —añadió alejándose del lugar.
X-X
Eurídice observaba el crepitar de fuego cuando escuchó la puerta abrirse, se giró para encontrarse con su primogénito.
—Ikki —dijo tendiéndole la mano.
—Madre —el más joven tomó la mano ofrecida arrodillándose junto a ella y colocando su cabeza en su regazo.
—Mi hijo —sonrió acariciando sus cabellos—, has crecido tanto.
—¿Cómo está el bebé?
—Dispuesto a hibernar al calor del fuego, a este paso, sospecho que lo único que lo identificará como vampiro, seremos nosotros.
—Él será un vampiro muy fuerte.
—Tendrá un hermano muy fuerte al que imitar. —El peliazul no respondió al alago, solo cerró los ojos disfrutando de la compañía de su madre—. ¿Nos ayudarás a educarlo, Ikki?
—Mi padre y tú harán un gran trabajo, no seré un buen ejemplo.
—Tu padre y yo seremos sus padres, tú serás su hermano mayor, serás en quien más confíe y a quien más admire.
Ikki tragó saliva con un nudo en su garganta, quería ver a su hermano, verlo crecer y disfrutar de su familia, pero también quería a Perséfone, y, no podía tener ambas cosas. Su familia estaría a salvo y él tendría su propia familia, y tal vez, algún día volverían a verse.
—Madre
El fuerte golpe en la puerta cortó su oración.
X-X
En el consejo todos estaban reunidos, no solo los miembros de la orden, sino todo aquel vampiro que había sido escogido para pelear, entre ellos destacaba un preocupado Shion.
—¿Dices que los humanos vinieron directamente por Orfeo? Pero ¿por qué por él cuando pudieron ir por cualquiera?
—Orfeo es un vampiro de confianza, muy apreciado por nosotros —respondió Asmita—, si quieren información atraparían a quien podía dárselas y cuya muerte o tortura pondría un ejemplo.
—¿Cómo pudieron sospechar los humanos? Hemos sido cuidadosos —agregó Dohko.
—No puede tratarse de un traidor —comentó Julián—, ni elfos ni vampiros, no hay nadie de nosotros que gane con delatarnos. Pueden ser sus cámaras, la instalación de éstas no corre a cargo de ninguno de nosotros.
—Podría ser posible —suspiró Aioros—. Pero si sospechan y se llevaron a Orfeo para confirmar sus sospechas, eso nos pone la soga al cuello.
—No podemos esperar a que se muevan —declaró Hades—. Tenemos que movernos antes.
Shion apretó los puños:
—Es demasiado precipitado, si ellos sospechan, enviar a Perséfone será ponerla en peligro y darles otro rehén a los humanos.
—¡No podemos dejar a mi padre para ser torturado! —Protestó Ikki.
—Para prevenir más muertes debemos adelantarnos a los humanos —insistió Hades—, y para rescatar a Orfeo necesitamos entrar al edificio.
El pelinegro observó directamente a Perséfone antes de hablar:
—Eres la única que puede hacer esto —dijo caminando hasta su esposa y tomándola de los hombros—. ¿Estás dispuesta?
—Confía en mí, tendré éxito —contestó la vampira a Hades, pero aquellas palabras parecían ser más para Ikki que para él, cosa que no pasó desapercibida para líder vampiro.
—Bien, señora Perséfone —apoyó Shion—, confiamos en ti. Que el plan siga como antes. El Cid, lleva a los niños y a los demás al lugar seguro, yo iré a preparar a mi gente.
X-X
Eurídice observó la reunión y tendió su mano cuando Ikki se acercó a ella.
—Madre, traeré a mi padre de regreso o moriré en el intento.
—No hables de morir cuando te enfrentas a lo desconocido, habla de victoria, pero no descuides tus espaldas.
—No lo haré —prometió Ikki besando sus manos y saliendo junto con el resto.
La rubia observó atentamente a Hades, y su mente repitió la pregunta de Shion: '¿Por qué ir contra un simple peón cuando los humanos pudieron ir por el rey con solo desearlo? ¿Y por qué ese peón tenía que ser Orfeo cuando había otros de más prestigio?'
—Eurídice —llamó el pelinegro acercándose a ella.
—Hades.
—No deberías estar aquí en tu estado.
—¿Dónde más podría estar?
—Se hará lo necesario, puedes estar segura.
La mujer lo miró, buscando cualquier indicio, y algo retorcido en su mente la obligó a decir:
—Si la sangre de un inocente se derrama, las ofensas cometidas por los suyos deben ser perdonadas.
Hades le sostuvo la mirada, ambos evaluando la verdad del otro.
—El inicio de una guerra no da lugar para ventilar asuntos personales, cualquier deuda queda saldada ante algo más importante.
—Entiendo —dijo Eurídice después de un largo silencio—. Entiendo —susurró antes de dar la media vuelta e irse.
Por su parte, Perséfone salió de la cabaña y se dejó caer en el suelo en lo que parecía sentirse muy mal, angustiada observó hacia las cámaras, y en súplica dejó salir un ligero: 'por favor'.
X-X
En los laboratorios todo estaba muy tranquilo, a esa hora apenas solo un auxiliar y Sage se encontraban, el último trabajaba en los sueros de plata que servirían para reducir la población de los inmortales, mientras que el otro, soñoliento intentaba mantener la vista fija en los monitores.
—Señor —llamó el auxiliar muy preocupado viendo las pantallas—. Señor, parece que hay un problema.
Sage suspiró agotado, sin gana se levantó de su lugar y con paso lento llegó hasta donde el auxiliar le llamaba.
—¿Qué pasa? —preguntó mirando al joven.
—Mire, esa vampira parece estar enferma —contestó el chico.
Sage clavó su clara mirada en la imagen, Perséfone estaba sentada cerca de la reja y se le veía algo enferma y delicada.
—Esto no es bueno, ¿verdad, señor? —interrogó el muchacho—. Se supone que ellos no enferman. Señor, ¿y sí el virus ha empezado a afectarlos?
Sage quiso sonreír, pero se guardó sus comentarios y su alegría para no levantar sospechas.
—Pide que la escolten hasta aquí.
—Sí señor.
Tan pronto Sage dio la orden, Perséfone estaba delante de él, su sonrisa bella y ojos encantadores provocaron un corrientazo en el cuerpo del científico.
—Debo analizarla a detalle —le dijo al hombre que la escoltó—. Puedes irte —mandó en lo que su mirada ahora se clavaba en el auxiliar—. Nicolás. —El chico se puso rápidamente de pie—. Por favor déjanos solos.
—Pero señor —intentó protestar el joven.
—No, estaré bien —señaló la manilla—. Pero prefiero hacer esto solo, no quiero arriesgar a nadie con lo que esta chupasangre pueda tener. Regresa en una hora en lo que termino de realizarle las respectivas evaluaciones.
—Sí señor —aceptó el chico dejando al vampiro y al humano completamente solos.
—¿En qué puedo ayudarla señora? —comentó el hombre un tanto nervioso, recibiendo por respuesta un violento beso.
—Perdón, pero no pude esperar por mucho tiempo —dijo ella empujando al científico hacia uno de los escritorios—. Te necesito… oh, tu piel es tan cálida.
—Sí —comentó él recibiendo todas las caricias y rápidamente se giró para levantar a Perséfone y ponerla sobre un escritorio, pero ante este acto ella pareció asustada—. ¿Qué sucede?
—Esa manilla —explicó señalando su cuello—. Temo que un mal movimiento la active y me vuele la cabeza —continuó intentando tranquilizarse para luego mirar con inocencia al gemelo—. ¿Podemos prescindir de ella? —El hombre dudó ante esta petición—. Solo por hoy, te prometo no hacerte daño. —Tranquilizó besando delicadamente el cuello del científico.
—Esto no es correcto —expuso el hombre, pero la vampira ya tenía sus manos bajo el pantalón del humano—. Por favor.
—¿Por qué temes? Igual, aún sigo usando el collar, por lo cual no soy peligrosa. No podré darte lo que quieres, mientras esté pensando en esa cosa. —Aclaró señalando la manilla—. La verdad me da algo de miedo.
Con su miembro bien erguido, Sage ya no estaba pensando con claridad, así que tomando con cuidado la manilla la retiró de su muñeca y la dejó sobre la mesa muy cerca por si necesitaba de ella.
—Oh, mucho mejor —dijo la vampira sonriente—. Gracias —continuó apretando entre sus piernas al hombre que sonreía satisfecho.
Perséfone se aseguró de no correr ningún riesgo, el científico estaba tan distraído acariciando sus firmes senos, que no notó cuando ella empezó a empujar la manilla lejos de su alcance. La pelirroja sonrió triunfante cuando logró botar tras de la mesa la pulsera, y en un rápido movimiento aprisionó al hombre entre sus manos, y sin darle tiempo de reaccionar clavó sus afilados colmillos en la yugular de Sage.
El científico quedó completamente descolocado, sentía como su sangre era cruelmente absorbida por la vampira y como sus fuerzas le abandonaban con cada succión; quiso gritar, quiso pelear, alejarse de ella, pero ella lo superaba en fuerza y por más que quiso encontrar con sus manos la manilla, no logró hallarla, siendo incapaz de pedir auxilio o de quitarse encima a Perséfone.
Respirar le costaba cada vez más, mantenerse en pie estaba siendo un gran esfuerzo y mantener los ojos abiertos era imposible.
—No puedes morir aún —dijo Perséfone saboreando la sangre de su víctima—. Tienes que decirme como retirar los collares de todos los inmortales —expuso, arrastrando sin problema el cuerpo semiinconsciente de Sage hasta uno de los computadores—. Desactívalos.
El científico apenas podía moverse y con mano temblorosa difícilmente pudo teclear un botón.
—Vamos Sage —ordenó ella buscando la forma que el hombre reaccionara—. Desactiva los collares y te dejaré vivir. —Pero el hombre cada vez se veía más pálido—. Demonios, creo que se me pasó la mano —chistó recordando que en poco tiempo llegaría el auxiliar—. Ya no te necesito. —Finalizó haciendo crujir el cuello del hombre logrando poner su cabeza en una posición antinatural que le quitó el último rastro de vida.
X-X
Nicolás caminaba lentamente después de una pequeña merienda, esperaba que en ese momento Sage le permitiera el ingreso a los laboratorios y que los exámenes en la vampira hubieran finalizado. Sin mirar a su alrededor, se adentró en la gran habitación y antes de que pudiera reaccionar, Nicolás terminó contra la pared, bajo la fuerza dominante de Perséfone.
—No digas ni una sola palabra. —Le ordenó la pelirroja al chico desde atrás y con sus manos frías rodeó el cuello del muchacho.
—Te mataré —intentó aparentar el joven levantando con cuidado su mano derecha sin que se notara que bajo su manga no había nada.
—Tú no tienes manilla —dijo ella—, los he estado observando, la manilla solo la usan cuando salen a las expediciones, y aquí, únicamente la llevan los miembros principales, tú mi amor —continuó dándole un gélido beso al chico que lo hizo temblar—, eres un simple auxiliar y esa tecnología, aunque fascinante, no es para todos.
—Por favor, por favor, señora. —Suplicó casi en llanto
—No te haré nada, si haces algo por mí.
—Lo que sea, tengo un hijo recién nacido y me esperan en casa.
—Podrás ver a tu hijo si desactivas los collares de los vampiros y los elfos.
—Pero yo… —intentó protestar, pero Perséfone le jaló fuertemente el cabello haciendo que un par de lágrimas se derramaran por su rostro—. Por favor, haré lo que sea.
—Entonces hazlo —mandó llevándose al chico hasta el ordenador—. Sé leer, así que no hagas ninguna estupidez o te asesino.
—Sí señora —comentó el chico limpiándose las lágrimas mientras intentaba que los nervios no lo traicionaran y pudiera hacer lo que se le pedía.
—Ten cuidado niño —dijo al ver como el muchacho movía el cursor por toda la pantalla—. Hazlo despacio.
—Sí —contestó el chico entrando a las carpetas respectivas.
Perséfone estaba muy pendiente de lo que hacía Nicolás, y sonrió amenamente al leer en un mensaje, que decía: '¿Está seguro de querer desactivar los collares?'. Nicolás titubeo antes de aceptar, y no fue hasta que Perséfone le enseñó sus colmillos y su mirada siniestra que él dio clic a la opción respectiva.
Un rápido vistazo y una mirada cómplice de su esposo hacia las cámaras y el sonido de su propio collar al caer sobre la baldosa eran la prueba irrefutable de que Nicolás, había hecho como se le ordenó.
—Gracias, humano —susurró aterradoramente la vampira—, pero no puedo dejarte vivir.
El auxiliar bramó con fuerza al sentir los colmillos afilados de Perséfone atravesar su piel, sin embargo, no se dio por vencido y con la poca fuerza que le quedaba, logró oprimir el botón de la alarma, en lo que un estruendoso ruido se escuchaba por toda la ciudad.
—Impertinente —bramó Perséfone haciendo chillar aún más fuerte al muchacho.
Lo último que se escuchó en el laboratorio fue el impresionante y aterrador grito de Nicolás en las manos de Perséfone, quien le succionaba lentamente la vida, hasta dejarlo sin una gota de sangre.
Continuará
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Muchas gracias a todos los que nos están leyendo.
Nyan-mx, Ivonne Galvn, Natalita, Tsuki-Regulus, ShainaCobra, beuty-amazon y blossomchrysanthemum18; muchas gracias por su apoyo.
Nos estamos leyendo.
