6. Ciencia Siniestra
Julián pasó sus ojos azules por todo el terreno, elfos y humanos estaban atados de pies y manos junto a un arrollo donde otros vampiros se encontraban bebiendo como barbaros algunos chorros de sangre, el peliazul no evitó el gesto de repulsión y clavó su clara mirada en Sorrento en busca de una explicación.
—Un grupo que escapó —fue la simple respuesta que se asomó por la boca del vampiro de ojos rosas.
—De esto es de lo que me quiero apartar —expuso Julián en lo que revisaba por segunda vez el campo, hasta que sus ojos se encontraron con unos conocidos, un hombre de cabellos alborotados y mirada retadora se encontraba muy malherido, sin embargo, no perdía la osadía—. ¿Aspros?
—Deuteros —contestó irritado el humano, con el dorso ensangrentado y la vista fija en un solo punto—. Mi hermano fue masacrado por los tuyos.
—¿No es lo que pasa en las guerras? —inquirió Julián en un tono soez—. Cuando dos grupos se enfrentan eso es lo que sucede. Muerte.
—Me parece que ustedes no perdieron mucho —escupió.
—Eso crees —sin embargo, Julián no quiso desgastarse y caminando lentamente desató las manos de un elfo que lo observó con miedo.
—¿Señor, que hace? —se apresuró a decir Sorrento.
—Por esto es que me voy —explicó el peliazul señalando con su mano el improvisado campamento—. Estoy en contra de esta guerra, de tener rehenes, de asesinar por placer —continuó mirando a los otros quienes dejaron sus tasas de sangre a un lado—. No quiero ser la sombra de Hades, no seré como él. Quien quiera venir conmigo lo recibiré sin ninguna exclusividad —agregó en lo que desataba las manos de los otros—. Si se quieren ir, son libres de hacerlo, pero de ustedes depende su propia supervivencia, mientras estén conmigo nos protegeremos como grupo. Si se van no iré tras de ustedes, pero tampoco les prometo que estarán a salvo de los demás, y, si me atacan —Julián clavó sus ojos en Deuteros—. Los atacaré también.
—Es difícil creer en la palabra de un vampiro —dijo el aludido poniéndose de pie con algo de dificultad—, luego de ver todo lo que hicieron es…
—Ustedes participaron en esta masacre y destrucción tanto como nosotros —atacó Julián—. No te hagas el inocente. Ahora vete, si es lo que deseas. Ya lo dije, no iré tras de ti.
Deuteros lo pensó por un segundo, pero el fuerte corte en el costado lo obligó a no echarse encima de Julián, sus opciones eran limitadas por no decir completamente nulas.
—¿De verdad ya no estás con Hades? —interrogó el gemelo buscando algún rastro de engaño en los ojos del otro—. Porque te encantará saber lo que escuché durante la batalla.
Julián miró primero a Sorrento quien asintió levemente para luego fijar sus ojos en Deuteros quien pareció sonreír con cinismo.
—¿Qué tienes que decir?
—Es sobre el vampiro que asesinó a su propia gente, es sobre el asesino de Orfeo y su hijo Ikki.
X-X
Hades estaba sentado en una gran estancia sobre un reluciente sofá de cuero en lo que se llevaba una copa de sangre hasta su boca. Su cabello oscuro y alborotado caía delicadamente sobre sus hombros, mientras sus impresionantes ojos turquesa se fijaban en los movimientos de una pequeña niña de cabellos negros que jugaba inclinada en una cuna donde un regordete Shun la miraba entretenido dejando salir pequeños balbuceos.
—Es muy bonito, ¿verdad padre? —dijo la pequeña.
—Tan hermoso como cualquiera de los nuestros —contestó con delicadeza el pelinegro sin apartar los ojos de los niños.
—!Señor Hades! —interrumpió Minos entrando sin avisar.
—¿Olvidaste tus modales? —inquirió el líder vampiro con voz seca observando ahora al recién llegado.
—Lo siento mi señor, pero debo informarle algo muy importante.
—Te escucho.
Minos dio un rápido vistazo hacía la niña pelinegra.
—Makaira —llamó Hades—. Toma a Shun y llévalo con tus abuelos, en un momento estaré contigo.
—Sí padre —contestó la joven saliendo con el bebé entre sus brazos.
—Ya puedes hablar, Minos.
—El señor Julián y otros vampiros abandonaron el campamento. Ninguna de sus cosas están y aunque algunos se encontraban delicados de salud, aun así marcharon con él.
—Me sorprende que haya tardado tanto en irse —dijo más para sí—. Por ahora, debemos seguir enfocando nuestras energías en encontrar la guarida de los humanos, quiero a cada escuadrón buscando hasta en el último rincón. Sí Julián y su grupo aparecen por ahí, no duden en matarlos. No queremos insubordinados en la manada.
Minos bajó la cabeza como un acto de lealtad.
—Señor, los ánimos en el campamento no son los mejores, varios se quejan porque la recuperación entre los inmortales es muy lenta y algunos... El señor Amista y el señor Albafica han convocado una reunión de inmediato.
—Parece que la noche nunca acaba. Minos, ¿encontraste a ese hombre?
—No mi señor, pero los exploradores han salido en diferentes ocasión a revisar y vigilar el perímetro. Si él se encontraba por ahí, dudo que siga con vida. Además, usted mismo me indicó que el humano estaba muy mal herido.
—Así es. Espero que no tengamos ninguna dificultad al no encontrarlo. Si Deuteros habla con la persona equivocada no estaremos a salvo. Así que no dejes de buscar.
—Sí mi señor.
X-X
Milo suspiró cansado al llegar después de tanto tiempo y de tantos tropiezos al búnker, aunque había estado renuente a la idea, tanto él como los demás ciudadanos podían respirar tranquilos ante la esperanza de un nuevo y seguro refugio.
A la entrada del lugar, bajo lo que parecía un auténtico escondite, un par de guardias recibieron a los recién llegados. con amabilidad los guiaron por los largos túneles dónde al fondo de una húmeda caverna una impresionante puerta de metal esperaba su ingreso, no obstante, y bajo el miedo del virus, todos y cada uno de los lugareños tuvieron que pasar por un sistema de desinfección para salvaguardar la seguridad de los que se hallaban allí asentados, que pese a que no eran muchos, eran tan valiosos como cualquier miembro, especialmente por su intelecto y función dentro de la fundación Graude.
El búnker que Kido había dispuesto era absurdamente grande, muy bien construido bajo rocas demostrando que solo un grupo experto en construcción pudo hacerlo, lo que daba a entender también, que el trabajo no fue fácil y que requirió de mucho tiempo y precisión. Éste, estaba dividido en tres plantas ideales para las necesidades de los refugiados: las dos primeras contaban con un par de inmensas habitaciones que contenían grandes literas y las cuales a partir de ese momento se convertirían en la vivienda de los refugiados, viéndose en la obligación de compartir unos con otros en el mismo sitio; allí mismo una gran cafetería trataba de albergar a todos los miembros a la hora de la comida.
La última planta, la más baja y a la cual nadie, excepto personal autorizado podía ingresar, estaba destinada a la maravilla humana: los laboratorios, dónde Andreas y un eficiente equipo trabajaban día a día para eliminar el virus y desde luego, a las creaciones (vampiros y elfos) en caso de ser necesario. Y ahora, era necesario.
Así que el espacio estaba y tal vez, tal vez, también estaba la oportunidad y la única salvación de la humanidad: 'El proyecto Alfa'.
—Milo, hijo que alegría verte a salvo —dijo un hombre de cabellos castaños y largos. El aludido no contestó al saludo y se dio media vuelta para alejarse—. Pensé que estaría más alegre de verme —suspiró.
—Dale tiempo, aún es muy joven —consoló Kardia—. Fue un largo camino.
—Lamento mucho el cómo terminó todo, pero aún hay esperanza, Kardia. Te agradezco mucho por cuidar de mi hijo. Aquí estaremos a salvó.
—¿Seguro, Andreas? —No quiso parecer escéptico—. Tantas personas a metros bajo tierra sin muchas provisiones, no me parece adecuado hablar de estar a salvo.
—Entiendo tu miedo —consoló colocando su mano sobre el hombro del otro—. Pero hay suficiente espacio para 2000 personas y provisiones suficientes para 10 años o más si las administramos correctamente. Además, aún tenemos un as bajo la manga que de salir bien, podría liberarnos de la plaga. Aún faltan algunos estudios, pero podría ser nuestra salvación a todo esto.
—Espero que lo que dices en verdad nos ayude a recobrar nuestra vida.
Andreas intentó poner su mejor sonrisa, aunque existía un nuevo proyecto, uno que tal vez sería capaz de acabar con la amenaza, sabía que era muy voluble y que aún necesitaban varios meses, incluso años para que el suero en el que trabajaban con tanto ahincó fuera perfecto. Por ello no quiso decirle nada a Kardia, no quería que los ánimos bajaran aún más de lo que ya estaban. Apenas habían llegado y se veían todos tan cansados que el científico no quiso incomodar a nadie con sus preocupaciones.
X-X
Los ojos de Minos estaban atentos a la figura pálida de Albafica, el ceño fruncido del peliceleste era una clara muestra de su preocupación, y, lo mejor o peor de todo es que dentro del centro de reuniones del consejo vampiro todos lucían igual.
—A pesar del daño realizado a la estructura, la ciudad aún es habitable, será necesario la demolición de algunos edificios centrales, pero las habitaciones de los humanos reúnen las condiciones de seguridad que necesitamos —explicó Dégel.
—Esto no se trata de si la estructura es habitable o no —protestó enérgicamente Albafica—. Se trata de la dispersión de ese extraño gas rosa. Plantas y animales están muriendo.
—Hemos mudado a todos: elfos y vampiros lo más lejos posible de las zonas afectadas —volvió a indicar Dégel intentando tranquilizar al otro.
—No solo es cambiarse de lugar —agregó ahora Asmita—, si bien la nube rosa ya no es visible, no sucede lo mismo con el aroma, ese extraño olor dulce se ha esparcido por cada rincón de la ciudad.
—Eso no nos afecta en nada, somos inmunes —aclaró con gran desdén Manigoldo.
—No podemos estar seguros —intervino de nuevo el peliceleste—, muchos de los vampiros y elfos que regresaron de la batalla han presentado síntomas extraños como mareos, vómitos y debilidad.
—Eso es porque son tan débiles y patéticos que la idea de ser responsables de su destino los enferma.
—Debo coincidir con Albafica —habló de nuevo el rubio e ignorando las palabras de El Cid—, pero aquellos vampiros que presentaron heridas durante la batalla no han podido recuperarse, al contrario, se han puesto peor.
—¿Qué insinúas? ¿Qué los vampiros somos tan débiles que nos enfermamos por algo tan insignificante como un gas? ¡No nos insultes!
—No es cuestión de compararse, Manigoldo, los soldados humanos que nos atacaron traían máscaras completas, cuando alguno de ellos la perdía era cuestión de minutos para que perdiera toda precisión en el combate, incluso algunos comenzaron a vomitar sangre.
—Debió ser por algún golpe o herida provocado por nuestra gente. —dijo El Cid quien al igual que otros no quería entender las razones y las palabras de Asmita parecían impactar contra un muro.
—O una reacción más fuerte a ese extraño gas.
—¡Tonterías! —bramó Manigoldo.
—Señores, por favor, mantengan la calma —tomó por fin la palabra Hades—. Entiendo su preocupación, sin embargo, no tenemos pruebas concretas de que el gas sea el desencadenante de esos síntomas en nuestra gente, puede ser que los afectados hayan sufrido algún experimento antes de la rebelión y por ello reaccionan así, aunque —cortó antes de que el peliceleste abriera la boca—, sería tonto descartar sus preocupaciones. ¿Qué sugieren?
La mirada del gran líder se clavó sobre Albafica y Asmita, los aludidos se miraron el uno al otro siendo el rubio quien se atrevió hablar primero:
—Tenemos que movernos a un lugar donde la influencia del gas no llegue.
—¡Imposible señor! Somos demasiados, no podemos movernos por la noche sin la certeza de un lugar al que llegar, además, las tres ciudades restantes han sido evacuadas, los humanos corren como hormigas sin reina, ¡es el momento de exterminarlos!
—¡No vamos a lograr exterminar a nadie si continuamos debilitándonos, Minos!
—Albafica, por favor —susurró Hades—, entiendo que tu esposa ha enfermado y quieres llevarla a un lugar seguro, pero los humanos son seres peligrosos y mientras caminen libres todos estaremos en riesgo, ¿no es lo que han demostrado?
—Sí, pero aun si el gas no nos afecta, afecta nuestras fuentes de alimento y… —El vampiro cortó su discurso cuando la mano del rubio tomó su antebrazo.
—¿Por qué el grupo que buscaba otro refugio se replegó, Hades?
—Puse a todos los vampiros disponibles para buscar a los humanos con la única intención de no recibir un nuevo ataqué que merme aún más nuestras fuerzas —intentó calmar el pelinegro—. Escuchen, no quiero que piensen que haré oídos sordos a sus preocupaciones, visitaré los campamentos para comprobar lo que me han dicho, y cuando regrese el último grupo de exploradores que hemos enviado nos reuniremos para tomar nuestra decisión final, ¿de acuerdo?
Todos los presentes, incluido un molesto Albafica estuvieron de acuerdo.
X-X
—Tu rostro es un libro abierto. —Fue el saludo que recibió Albafica al llegar a su hogar.
—Un 'bienvenido a casa' sería un saludo más adecuado de mi esposa, en lugar de un reclamo —contestó acercándose hasta un cómodo sillón donde una mujer de largos cabellos castaños descansaba mostrando su pesado vientre.
—Bienvenido a casa, querido —sonrió la mujer tratando de levantarse, pero siendo detenida inmediatamente por el peliceleste—. Y te saludaría de la forma tradicional si no fuera por tu ceño fruncido y tu mirada distraída —dijo apretando la mano de su esposo mientras este se arrodillaba frente a ella—. ¿Qué es lo que te preocupa?
—La reunión fue un fracaso, el consejo está desintegrado, todos opinan que iniciar la caza de los humanos es más importante que buscar un lugar seguro lejos de esta pestilencia dejada por el gas, y ninguno está dispuesto a reconocer que estamos enfermando.
—Es porque no todos están enfermos, Albafica —señaló la vampira acariciando el rostro de su compañero—. Me temo que en eso estoy de acuerdo… solo los más débiles estamos presentando síntomas.
El vampiro miró a su esposa, su tez blanca iluminada por unos ojos castaños brillantes, largos cabellos cobrizos recogidos en una trenza que caía por su hombro derecho, nariz pequeña, cuerpo delgado, labios apenas con un tenue brillo rosa, nada en ella era destacable. Una vampira común cuya belleza simple no podía competir con la presencia de Perséfone o Eurídice, pero era todo el mundo de Albafica, y sus palabras, en su verdad tácita le carcomía el alma.
—No eres débil, Agasha, estás llevando a mi hijo en tu vientre, nuestro hijo.
—Sí, una pequeña cosa inquieta, definitivamente mi lado de la familia, solo espero que no sea tan remilgoso como tú, o tendremos un huracán remilgoso que levantara el polvo y se pondrá a llorar porque se manchó la mano —la vampira sonrió abiertamente ante su idea.
—Correrá de vuelta a tus brazos para que le limpies la mano y tal vez se enoje si le llamo la atención. —No pudo evitar completar la idea—. Solo levantara la nariz orgulloso y se irá como si nada hubiera pasado.
—Seguramente, pero esa actitud será completamente tu herencia —sentenció ampliando su sonrisa, con toda la felicidad que su pequeño cuerpo pudo reunir y sin perder su agradable gesto tomó el rostro de su esposo para mirarlo a los ojos—. Por ello querido, es indispensable, que pase lo que pase, te asegures de que el niño nazca con bien, sin importar el precio, ¿de acuerdo?
—Agasha yo…—titubeó.
—No querido, no hay excepción para esto, este niño es nuestro, tuyo y mío, a diferencia de muchos otros que solo son accidentes o compromisos, este niño es deseado, es amado, y por eso debe vivir, sin importar el precio, porque ni tú ni yo soportaremos estar en un mundo libre sin él.
—Pero…
—Guarda silencio —pidió con delicadeza—. No me estoy rindiendo, voy a pelear, y si crees que estar aquí me hace daño entonces le hablaré al abuelo para que me acompañe a las cuevas que fungieron como refugio, es una distancia decente en lo que de plantea la evacuación, pero aún así, necesito que le des prioridad a este bebé, por favor, por mí.
—Lo haré, lo prometo —contestó por fin después de un largo silencio.
—Perfecto, ahora comamos un poco y descansemos, y tal vez, debas ir a ver a Dohko el elfo, parece ansioso por hablar contigo.
—Lo haré, pero no hoy, hoy solo me quedaré contigo.
—Bien, Albafica, esta noche solo seremos los tres.
—Eso es perfecto, no necesito nada más.
X-X
El alba ya despuntaba sobre el horizonte cuando Albafica se dirigió al refugio élfico, la logística estaba siendo un dolor de cabeza, necesitaban a alguien que vigilara a los elfos durante el día pero dado que ellos tenían que ocultarse del sol, les daba un amplio margen donde podían hacer casi lo que quisieran, incluso buscar una manera de liberarse de los collares, tendrían que pensar en otra forma de tomar el control. Por ahora, las prioridades eran otras.
—Busco a tu nuevo líder —anunció a un joven elfo que hacía guardia frente a la puerta.
—El señor Dohko está cuidando a los enfermos en el ala este. —El chico no levantó la mirada, pero el vampiro sabía que era más para ocultar su odio que por respeto.
Albafica lo dejó pasar antes de rodear el edificio para llegar a una bodega mal ventilada. Al entrar la imagen de varias camillas improvisadas ocupadas por elfos lo recibió, curiosamente, era la misma imagen que los vampiros tenían en su propio campamento.
—Dohko —habló llamando la atención de una de las sombras que vigilaba las camillas. El aludido solo levantó la vista un segundo y murmuró algo al ocupante de la cama antes de levantarse para alcanzar al vampiro—. ¿Cómo están evolucionando?
—Se debilitan, nada de lo que hagamos marca una diferencia, y mantener sellada nuestra habilidad curativa no ayuda.
Albafica lo miró con indiferencia antes de volver sus ojos a los enfermos, otro de los problemas que enfrentaban los vampiros, estaban mal, pero su factor curativo permitía una mayor resistencia, pero al sellar el poder de los elfos parecía que también sellaban esa habilidad, lo que se reflejaba en un mayor número de muertos.
—Abandonaremos estas tierras.
—¿En serio? Pues les deseo suerte, porque a este paso, solo los vampiros serán capaces de moverse —contempló con sarcasmo el castaño.
—Los collares no serán liberados.
—¡No te estoy pidiendo que nos quiten los collares a todos! Solo a los enfermos, unas cuantas horas serán suficientes para que recuperen la energía necesaria para resistir lo que sea que nos esté afectando.
El peliceleste guardó silencio, otro problema, Dohko solicitaba liberar los collares para facilitar la recuperación de los enfermos, y eso era un no definitivo pero... sin pensarlo se acercó a una de las camillas para revisar a un elfo, tenía una herida en el hombro producto de una bala de plata, nada grave, pero su rostro tenía una tonalidad amarillenta y problemas para respirar, no era el único.
—¿Qué diablos es esto? —maldijo en voz baja apretando los puños.
—Shion dijo que era el gas de las armas que cayeron del cielo, creo que dijo que era una especie de veneno —susurró el elfo acercándose al otro.
—Eso es imposible, nuestro cuerpo lo resistiría.
—¿En serio lo haríamos? En realidad, ¿qué tanto sabemos de lo que han hecho los hombres? Este... veneno puede ser otra forma de control, además, el olor dulce no se disipa y las plantas también mueren. Ese aroma debe ser señal del veneno.
—¿Shion habló de un antídoto?
—Sí, por lo que he concluido, esa humana Sasha sabría dónde está.
—Shion ha perdido toda credibilidad entre los vampiros y en especial entre su gente.
—Lo ha hecho, además, si ignoras a los enfermos, nada garantiza que sea real —dijo con una sonrisa torcida mientras se cruzaba de brazos mirando al grupo de enfermos frente a él.
—Es una pena que los hechos no garanticen nada —Albafica respondió, acercando su mano al collar de uno de los elfos enfermos.
X-X
Asmita observaba la negra noche cuando unos pasos tras de sí llamaron su atención, Hades, caminaba tranquilamente hasta él.
—Felicitaciones —dijo el pelinegro—, tuviste un varón.
—Así es, su nombre es Shaka —contestó con voz ausente—, es una pena que no pueda conocer a su hermana.
—Perséfone...
—No sé cómo sentirme hacía ti, Hades —comentó dándole la espalda—. Cuando acordamos que te casarías con mi hija, prometiste que ella estaría a salvó, bueno, tan a salvo como se podría esperar dadas las circunstancias. —Asmita dio un rápido vistazo al cielo para luego mirar directamente a Hades antes de agregar—: Sin embargo, cuando llegaste a mi cabaña aquella noche con el deseo de rebelarse poniendo en peligro a mi hija, sabía que cualquier cosa que le pasara seria tu culpa.
—Asmita.
—Déjame terminar. No he hecho otra cosa que pensar que los hombres fueron directamente por mi hija por ese estúpido plan que tú mismo ideaste.
—Me temo que era la única forma de tomar el control de los collares.
—Lo sé —admitió el rubio después de un pesado silencio—. No lo hubiésemos logrado sin que ella interviniera, pero eso no disminuye mi actual odio hacia ti, y sin embargo... fue gracias a tu estúpido plan y al sacrificio de Perséfone que hoy mi hijo es libre. La ironía es que de una forma u otra, al final perdería a uno de mis hijos.
—Lo lamento, no cumplí con mi promesa de protegerla, pero de ahora en adelante las cosas serán muy diferentes y en nombre de Perséfone, tu familia y tú estarán a salvó.
—¿En serio lo estaremos Hades? ¿En serio podremos superar las nuevas calamidades por venir?
—Lo haremos —afirmó Hades, obteniendo un asentimiento descuidado por parte del rubio.
—¿Entonces por qué mi esposa convalece después de lo que debió ser un parto normal?
—Los partos siempre implican un riesgo.
—Solo si eres humano, pero como elfo, y en especial como vampiro esos riesgos son inexistentes, y aun así mi esposa languidece…
—Dime que necesitas y lo conseguiré, tengo una deuda con ustedes, no dudes que la pagaré.
Asmita clavó sus ojos en los de Hades evaluando antes de hablar:
—Todos necesitamos un nuevo lugar para empezar, no podemos quedarnos sobre las ruinas de una era caída.
Hades apretó los dientes tratando de controlar su ira, maldiciéndose interiormente por ser tan estúpido y apresurado en sus ofertas:
—Movernos en este momento implica un riesgo demasiado grande que no podemos tomar.
—Quedarnos implica un riesgo todavía más alto, Hades —cortó con una suavidad que no daba lugar a réplicas—. Solo un tonto no se daría cuenta que los hombres han envenenado el aire de este lugar, pero solo un verdadero idiota se negaría a aceptar esa verdad, y no eres ninguna de las dos cosas... ¿verdad que no lo eres, Hades?
El aludido sintió como la rabia se apoderaba de su cuerpo, un deseo insano de despedazar a Asmita nació en su interior pero sabía que no podía matarlo, Asmita era uno de los tres grandes señores que quedaban del antiguo consejo vampiro, pero aun, era el más influyente por encima de Albafica y él mismo, tuvo que hacer acopio de todo el autocontrol del que era capaz para no ceder a lo que se convertía en un estado de ira y frustración permanente, antes de agregar con voz dura:
—Tienes razón, me he dejado cegar por el odio hacia los humanos y he olvidado el bienestar de... nuestra gente, mandaré a Minos para que cambie el objetivo de buscar a los humanos para buscar un lugar seguro para nosotros, Albafica y tú pueden comenzar a organizar la evacuación de esta zona.
—Ya he organizado una caravana de viaje que nos aleje de esta zona de forma inmediata. —Asmita le entregó un pergamino al pelinegro—. Le explicaré a Albafica para que se encargue de los detalles y partamos mañana al anochecer —agregó comenzando a alejarse.
—¿Y a donde piensas ir?
—Por ahora necesitamos estar lejos de esta pestilencia, antes de que más inmortales sigan enfermando.
—Te entiendo, pero no podemos ir a ciegas por ahí —Hades observó a su compañero con algo de fingida preocupación—. Dos semana más —pidió—. Dos semana más. Encontraremos lo que necesitamos y podremos marchar en la caravana. —Asmita quiso protestar—. Escucha, bajo estas circunstancias y con la mitad de nuestra gente enferma no podemos marchar a un lugar incierto. Lo mejor que podemos hacer para salvaguardarnos es alejar a los enfermos de las zonas más afectadas. ¿Estás de acuerdo? No querrás marchar con tu esposa y tu hijo recién nacido sin un lugar a donde llegar.
Asmita resopló indignado apretando la mandíbula y los puños para observar a Hades.
—A las afueras de la ciudad, en la parte norte, el gas es menos fuerte —dijo finalmente el rubio para tranquilidad del gran líder—. Podemos trasladar a todos hasta allá para que estén seguros. Dos semana debe ser suficiente para encontrar un nuevo refugio, uno perfecto para todos.
—Lo será.
X-X
—¿Cómo hiciste para que mis heridas sanaran tan rápido? —preguntó Ikki a Esmeralda, mientras caminaban bajo la luna en medio de un espeso bosque—. Las heridas causadas por la plata toman tiempo en sanar y las quemaduras por el sol no son diferentes.
—Ya sabes que los elfos tenemos ciertas habilidades médicas.
—Lo sé —corroboró ante el tono que Esmeralda quiso imponer como de indiferencia—. Pero aún así. Lo que nos ayuda a sanar más rápido, es la sangre. Eso lo sabes, ¿cierto?
—Tal vez te di un poco de mi sangre —indicó pasándose la mano por el cabello. Ikki pareció tener un leve recuerdo.
—Pude haberte matado, en el estado en el que me encontraba, no era razonable.
—Me costó un poco de trabajo lograr que me soltaras, pero estabas tan débil que no te percataste cuando me teletransporte lejos de ti. Me asusté, sí, pero no iba a dejarte.
—Fuiste muy valiente e insensata.
—Creo que tú no eres el vampiro más sensato de tu clan. Algo me dice que no estás en esta situación porque sí.
Ikki frunció el ceño, sin embargo, no contestó lo que hizo que el resto del camino fuera silencioso.
—Aun me cuesta un poco de trabajo mantener el ritmo —dijo él después de un largo tiempo.
—No te daré más de mi sangre...
—Espera —pidió sosteniéndola por el brazo para detenerla—. Hay alguien ahí —señaló.
—¿Crees que nos hayan seguido?
—No lo sé, pero tal vez...
Ikki no pudo terminar de hablar porque una mano fría se cerró alrededor de su cuello.
—Pero mira a quien tenemos acá —dijo un extraño llegando a gran velocidad y tomando a ambos inmortales de sorpresa.
X-X
—Espero que lo entiendas, Aioros —Sasha intentaba ser lo más amable ahora que le pedían al vampiro volver a usar un collar de plata.
—Por lo menos este no explotará como los otros, ¿o sí?
—No Aioros, no explotará —consoló Sísifo—. Es un simple collar de plata que te mantendrá al margen. Es todo.
—Yo no les haré daño.
—Te creemos. —Sasha se adelantó a las palabras del hombre—. Pero para que puedas ir con nosotros a nuestro refugio dónde hay humanos que te temen, es mejor que lo lleves. Mi gente no estará tranquila si no te ven controlado por nosotros.
—Tienes razón —aceptó el vampiro—. Es lo mínimo que debería hacer.
X-X
Julián estaba sentado en medio de un espeso bosque junto a un puñado de vampiros y a la espera de que los exploradores llegaran de su recorrido, grande fue su sorpresa al ver los ojos de alguien que se suponía no debería estar ahí.
—Señor —llamó Sorrento—, encontré a estos dos no muy lejos de aquí.
—¿Ikki?
—¿Hades te envió a terminar su trabajo, Julián? —escupió el chico, siendo consciente que el otro vampiro no solo estaba acompañado de chupasangres, pero lo que más llamó su atención, fue algunos humanos a su lado—. ¿Son la cena?
—¿Ikki?
—¿Por qué pronuncias ni nombre como si fuera un fantasma?
—Porque se supone que estabas muerto.
—¿Eso les dijo Hades? ¿Y cuál fue su historia?
—Lo que haya dicho Hades, ya no importa, no estamos con él.
Ikki observó por un momento su entorno para luego fijar su vista en Julián.
—¿Que pretendes? ¿Por qué dejaste a tu señor?
—Debería preguntarte lo mismo. —Julián cruzó los brazos para luego mirar a Esmeralda—. ¿Por qué te ocultas en compañía de una elfa?
—Ella salvó mi vida. En este momento es la única en la que puedo confiar.
—Entiendo, puedes confiar en mí también. No estoy aquí por ti, estoy aquí por ellos y por mí —indicó señalando a los demás—. Después del ataque de los hombres —continuó en vista que Ikki necesitaba más información—, Shion escapó con varios humanos, lo que significó traición y la esclavitud de los elfos. No estuve de acuerdo con la decisión de Hades. La bomba que arrojaron los hombres contenía un veneno que incapacitó y mató a varios inmortales. Algunos testigos afirman que Shion habló de un antídoto y que por eso se marchó.
—¿Y existe tal antídoto? —Ikki observó al otro dando un par de pasos hacia adelante para verlo directamente a los ojos.
—No lo sabemos, puede que sí, como puede que no. Por ahora, ese es el menor de nuestros problemas. —Julián observó al chico con mayor intensidad—. Hades no nos quiere vivos, a ninguno. Ignoro si nos está buscando, por lo tanto estoy marcando tanta distancia como puedo de él.
—Huyes.
—Sobrevivo.
—Llámalo como quieras, Julián. Yo no voy a escapar de Hades —expuso girando sobre sus talones para marcharse—. Yo iré a matarlo.
—¿Matarlo? —Sorrento no pudo evitar reír.
—Sí —bramó Ikki enfurecido.
—¿Y qué ganarás con eso? —quiso saber Julián sosteniendo la mirada del más joven—. Asesinar a Hades no te devolverá a tu familia.
Ikki sintió un vacío en su pecho al escuchar que Julián dijo 'familia' lo que quería decir algo más importante.
—¿Mi madre?
—Murió —contestó Isaac quien hasta entonces estaba muy callado. Esmeralda acarició tiernamente el hombro de Ikki.
—¿Él la mató?
—¿Quien la iba a matar Ikki? Ella murió por las explosiones —respondió Julián intentando que su tono no lo delatara, no todavía.
—Ella estuvo en el centro de las explosiones. Vivió lo suficiente para...
—Para pedir por ti —interrumpió Julián a Sorrento, hablar sobre Shun no sería prudente en ese momento—. Estaba muy angustiada por ti, Astrea y Perséfone estuvieron con ella cuando murió.
Ikki tragó aire ante la información, si Perséfone estaba allí lo que decían ellos tenía que ser cierto. Suspiró llevándose las manos a la cara y caminando en círculos hasta golpear un árbol cercano, maldiciéndose internamente una y otra vez.
De haber estado con su madre ninguna de las dos hubiera muerto.
—Sé que no encontraré nada para mí, lo que más amaba ha muerto. —Ikki dejó caer sus brazos—. Pero aún así…
—Si logras llegar a Hades y matarlo, te felicitaré por tu proeza. —dijo una extraña voz—. Solo un loco le buscaría. Yo de ti, lo dejaría por la paz. Además, culpar a Hades por tu insensatez es absurdo.
—¿Quién eres? —Ikki se giró para encontrarse con una cara familiar.
—¿Te sorprende verme con vida? No te culpo, finalmente, tú me hiciste esta herida —señaló su costado izquierdo. Una venda ensangrentada y su torpe andar le hicieron comprender a Ikki que el hombre estaba delicado—. Tú traicionaste a tu líder y por ello pagó tu familia. ¿Y ahora quieres ir a asesinar al hombre al que llevaste a la locura?
—Debí haberte asesinado ese día, Deuteros. —Ikki mostró sus afilados dientes.
—Ikki —interfirió Julián—. Sé que cometiste una falta y Hades torció todo para dañarte. Él no es más que un narcisista que al igual que Kido, está perdido por el poder. Sí, por tu culpa tu familia se vio involucrada, pero no le des el placer de acabar contigo también. Aún puedes luchar, con calma y con cautela. Por eso —caminó hasta al otro para encararlo—, te pido que te unas a mí hasta el momento que podemos luchar.
—¿Crees que podemos coexistir: Humanos, vampiros y elfos?
—Sí —contestó sin titubear—. Así como tú sobreviviste ante el sol ardiente y te levantaste de entre las cenizas como el ave inmortal el fénix. Nosotros, podemos coexistir. Y lo que necesitamos es a seres como tú: para sobrevivir, luchar y liberar a todos los pueblos del yugo de Hades, e incluso del yugo de Kido. ¿Te unes a nosotros, Ikki el fénix, ave inmortal?
X-X
La mañana llegó con rapidez, la heredera Kido se puso de pie como un resorte y emprendió la marcha en compañía de Sísifo mientras esta dejaba una marca en el suelo para que Aioros pudiera seguirlos.
—Señorita, podríamos dejar a Aioros atrás. Sé que ese vampiro nos ha servido bien, pero llevarlo con nosotros al refugio me parece imprudente.
—A cuidado de nosotros en la noche —fue la simple contestación de la chica.
—Lo sé, y se lo agradezco, pero… —miró sobre su hombro a una prudente distancia estaba el vampiro dormitando bajo un tumulto de tierra.
—Viajar con Aioros no ha sido fácil. A veces siento que saltará sobre nosotros, pero creo en su nobleza. Pocos hombres son como él.
—Él no es un hombre.
—Sabes a que me refiero.
Un gran rugido hizo volar a las aves del lugar cuando Sísifo y Sasha se percataron tenían enfrente a un gran oso que como bestia sedienta se imponía delante del par de humanos.
—¿Tienes alguna idea? —preguntó la joven, Sísifo la tomó de la muñeca analizando que la navaja en su mano no haría el menor daño—. ¿La tienes?
—Correr no es una alternativa —respondió en lo que Sasha instintivamente miraba sobre su hombro, Aioros no los salvaría de eso, no durante un día tan soleado—. ¿Qué hacemos?
Pero antes de que el par de humanos pudieran hacer algo, el oso saltó sobre sus patas para caerles encima. Sasha cerró los ojos esperando su fin, pero lo único que escuchó fue un llanto lastimero y al fijar la vista pudo ver al gran animal correr despavorido.
—¿Se encuentra bien, señorita? —La voz delicada de Shion apaciguó el ferviente corazón de la chica.
—Sí.
—¿Shion, que haces acá? Te dábamos por muerto.
—Y así debería ser —dijo el elfo con voz ausente—. Abandoné a los míos. Ahora ellos de seguro son esclavos de Hades. Escapé con unos pocos, pero el gas nos debilitó y no pudimos ir muy lejos por lo que fuimos apresados por los Vampiros, nos dispersamos y he estado buscando al resto de mi grupo sin ningún éxito. Supongo que todos deben estar muertos ahora —suspiró agotado.
—Shion —tomó la palabra Sísifo—. ¿Cómo nos encontraste?
—Fue, simple coincidencia —contestó el inmortal—. Quería alejarme de los vampiros. Irme tan lejos como me fuera posible. Me teletransporté de un lado a otro sin estar seguro de mi camino. Finalmente, dejé de correr y empecé a deambular hasta que los encontré.
—Puedes venir con nosotros, si lo deseas —dijo Sasha con grata sonrisa en lo que Sísifo miraba inconforme.
—No querrás que un monstruo marche a tu lado, ¿o sí?
—No serias el único —contestó el humano al elfo mirando sobre su hombro—. Unos metros atrás bajo tierra se encuentra Aioros.
—Él nos ha traído hasta acá a salvo —expuso la joven—. Gracias a ti escapamos. Vamos, necesito tu ayuda para que mi gente sobreviva.
Shion miró al cielo azulado meditando las palabras de la joven, cualquier cosa era mejor que estar ahí afuera y tal vez con un poco de suerte podría liberar a los suyos más adelante.
X-X
Apenas eran la una de la mañana cuando Deuteros pudo abrir los ojos, se sentía tan agotado y sabía que tarde o temprano sucumbiría ante las heridas provocadas en la guerra. Julián había sido clemente, característica muy humana para un vampiro sediento de sangre, los elfos, con su habilidad extraordinaria para curar heridas habían logrado mantenerlo con vida, pero no era suficiente. Sonrió, miró el cielo oscuro para luego clavar su clara mirada en un joven muchacho de gesto enfurecido.
—Estoy realmente sorprendido —dijo el gemelo sentándose junto a Ikki—. Pensé que como el idiota que eres correrías tras Hades.
—Tal vez Julián tenga razón —apuntó el fénix ignorando deliberadamente las palabras de Deuteros.
—Sí, lo sé. Pero ¿qué harías con una oportunidad? —interrogó logrando captar la atención del vampiro.
—¿Oportunidad de qué?
—De asesinar a Hades —respondió con torcida sonrisa.
—¿Existe tal cosa?
—Claro que existe. —Deuteros se acomodó mejor en su puesto y dio un rápido vistazo asegurándose de estar a una buena distancia de los otros—. Dos ojivas de las que lanzamos no detonaron como esperábamos. Hay una posibilidad de detonarlas de forma manual. Tal vez si consigues llegar a ellas…
—Acabaré con todo —hizo ver Ikki no muy convencido.
—Como yo lo veo la perdida será mínima.
—Hablas de acabar con una raza entera. De dos razas… —razonó.
—Aún existen muchos vampiros y elfos por ahí. Por lo que me parece, que no quedaran extintos tan fácilmente.
—Mi intensión es asesinar a Hades. Los demás no tienen la culpa.
—¿Ah, no? —inquirió el humano y por un momento se vio más perverso que el mismo líder vampiro—. ¿Crees que Hades actuó solo? ¿Qué pudo hacer todo esto sin ninguna ayuda? No crees toda la sarta de mentiras que proliferó Julián, ¿o sí? Hades acabó con tu padre, con tu madre y con tu hermano no nacido, y estoy seguro que él apenas y blandió la espada. Alguien más hizo el trabajo sucio. Y a menos que sepas quien fue, puedes ir directamente por él o puedes ir directo por todos. Tal vez Hades se esconda tras sus lacayos para salvarse, tal vez ponga a otros delante de él para salvar su pellejo o tal vez te mate antes de llegar a él. Pero si detonas las ojivas… no solo destruirás su reino, lo destruirás a él.
Ikki apenas suspiró y miró para otro lado.
—Supongo que deberías saber esto —agregó el humano—. Un par de días antes de la revuelta me enteré que Perséfone estaba embarazada. —Ante aquella revelación el vampiro palideció—. No sé si era tuyo. Pero como te dije antes, debías saberlo.
Deuteros dejó las palabras flotando en el aire, no dijo más y se encaminó hacia el centro del campamento para buscar un poco de calor cerca de la fogata. Ikki por su parte reflexionó aquellas palabras. Una ira incontrolable se sembró en su pecho. Pero antes de vociferar la primera maldición, reflexionó: En el campamento ya no había nada para él, todo lo que amaba estaba muerto, y Hades lo había destruido. ¿Qué más daba pagarle con la misma moneda? Lo que más amaba Hades era el poder, y detonar esas ojivas como lo sugería Deuteros era la forma más rápida y sencilla de destruirlo, de arrebatarle todo al rey de los vampiros.
Lo haría.
X-X
Agasha estaba leyendo un pequeño libro que logró recuperar de los escombros cuando fue trasladada a una cabaña a la entrada de la ciudad del norte debido a su salud tan delicada. Albafica no la quería cerca de los vampiros que agonizaban por los efectos del gas y tampoco deseaba que estuviera tan cerca a donde cayeron las bombas arrojadas por los hombres, ni mucho menos la quería en las húmedas cuevas que sirvieron como refugio a los niños durante la revuelta, por eso, habían dispuesto una pequeña cabaña que estaba en toda la entrada donde anteriormente se ubicaban los vigías en la noche.
No era muy grande, pero tenía el suficiente espacio para ella y su esposo, quien había logrado colocar un pequeño catre y darle todas las comodidades posibles para que estuviera tranquila.
Agasha agradecía ser provista de tan maravilloso compañero, y mientras su pesado vientre le dificultaba sus movimientos, ella intentaba mantenerse activa ya que odiaba estar en cama pero su dolor en la espalda la había obligado a sentarse en un pequeño sofá lejos del catre y no teniendo nada más que hacer se aventuró a leer el único libro que tenía cerca.
—¿Señora, Agasha? —una voz se escuchó al otro lado de la puerta y la vampira no pudo disimular su desagrado por aquella inesperada visita—. ¿Señora, Agasha?
—Pase —dijo más por cortesía que por ganas—. ¿Qué quieres Minos, mano derecha de Hades? —El tono de voz de Agasha fue suave, sin embargo, un pequeño rastro de renuencia se sentía en sus palabras.
—Lamento incomodarla mi señora —se disculpó el peliplata observando detalladamente a la mujer— Quería saber cómo se encontraba, no es bueno que esté sola estando tan delicada de salud.
—Estoy bien y puedo cuidarme sola —ofreció ella mirando con desdén y dejando con fuerza el libro sobre la mesa para luego ponerse de pie, caminando con dificultada hasta la cama donde un fuerte mareo la hizo detenerse.
—¿Señora, Agasha? —Minos llegó con ella rápidamente pero esta lo manoteó para que no la tocase.
—¡Estoy bien! —agregó con tono firme y su semblante tranquilo se transformó en uno de rabia cuando vio la sonrisa socarrona de Minos—. ¿Qué te hace tanta gracia?
—Su ímpetu —contestó con amargura viendo como la vampira se acomodaba en la cama—. Aunque está sufriendo trata de mantenerse fuerte, entiendo porque el señor Albafica la ama con tanta locura —continuó mientras mojaba un paño del recipiente sobre la pequeña mesa que se encontraba junto a la cama—. Es temeraria, pero… sigue siendo débil.
Minos apretó el paño sobre la tinaja para quitar el exceso de agua y estando apenas húmedo lo puso en la frente de la vampira quien le tomó unos segundos reaccionar y apartar la mano del peliplata con violencia.
—No me toques. No tienes derecho a tocarme.
—Solo intento que esté más cómoda.
—Solo quieres que yo muera, esperas mi muerte como un viejo y asqueroso buitre. Crees que no me he dado cuenta de lo interesado que estás en mi esposo, harías cualquier cosa por tenerlo. ¿Sabes algo Minos? ¡Nunca será tuyo!
—Eso cree —comentó él con lúgubre mirada mientras mojaba el paño para a escurrirlo una y otra vez, una punzada hizo que Agasha bajara la guardia y el vampiro volvió a poner la tela húmeda sobre la frente de la chica quien intentó nuevamente apartarlo—. No sea grosera, ¿qué clase de modales son esos con alguien que intenta ayudarle?
—Largo, ¡lárgate de mi casa! —gritó furiosa.
—De acuerdo, no tiene que ser tan ruda. Ya me voy —aceptó caminando hasta la salida—. Que se recupere pronto, señora Agasha. —Finalizó con cínica sonrisa cerrando la puerta tras de sí.
—Maldito —dijo ella al encontrarse sola.
X-X
Kido llegó al búnker con demasiado afán, a diferencia de los otros al anciano le tomó un poco menos de tiempo llegar, no solo porque la primera noche hizo uso de los autos, sino porque diferente al grupo de Kardia, él no llevaba ni niños ni ancianos consigo.
Al ingresar al lugar, no sé molestó en observar si su gente ya estaba acomodada, simplemente, bajó con rapidez hasta la planta baja para hablar con Andreas.
—¿Ya es perfecto el suero? —preguntó sin siquiera saludar—. ¿Lo es? —Kido levantó la voz al no tener una respuesta inmediata
—Estamos avanzando —contestó escuetamente Andreas, el científico prefirió omitir el tono apresurado de su líder.
—¿Cómo salieron las pruebas en humanos?
—Un fracaso —bufó observando algunas muestras en un microscopio.
—¿Y en personas sanas?
Andreas levantó la vista para fijarla en Kido.
—¿Personas sanas? —inquirió asombrado, Kido no sé molestó en negarlo—. Nunca hemos probado el suero en personas sanas.
—Tal vez ese sea el error —dijo caminando por el lugar—. El virus puede ser un factor negativo para que el suero no funcione como requerimos. Es hora de probarlo en personas sanas.
—No. —Andreas golpeó la mesa con ambas manos—. El suero es voluble, inestable. Suministrarlo en personas sanas significaría la muerte para ellos. Primero deberíamos practicar en otras especies antes de pasar a las pruebas en humanos.
—Usar el suero en otras especies no servirá de nada —atacó enojado—. Lo sabes, ¿no? El suero se elaboró para fortalecer las habilidades humanas, para mejorar la fuerza y la resistencia de los humanos —recalcó dejando muy en claro que no permitiría una contradicción.
—Aún así… es arriesgado. Nuestros sujetos de prueba son personas infectadas por el virus. Saben que su único destino es la muerte, por lo que no les importa someterse al suero.
—Me dijiste que los sujetos presentaron una fuerza extraordinaria.
—Así es. —Andreas suspiró agotado—. Una fuerza nunca antes vista, pero los componentes del suero fueron tan severos que acabaron con el virus junto con su huésped en tan solo unos minutos.
—Me estás dando la razón —aclaró casi triunfante—. El portador adquiere gran fuerza. Sería capaz de enfrentarse a esas bestias, superándolas de inmediato. Si el sujeto no está contagiado con el virus, debería sobrevivir a los componentes.
—¡Eso es insensato! —Andreas no sé percató de que estaba levantando la voz—. Solo sabemos lo que le puede pasar a una persona infectada. No sabemos los efectos en alguien sano.
—¡Escucha Andreas! No sabes el infierno que hemos vivido en las últimas semanas. Esas bestias arrasaron con la ciudad del norte y nos hicieron abandonar las demás. Sí existe una sola forma de deshacernos de esas cosas no pienso desaprovecharla.
—Entonces use el suero en usted —dijo parándose frente al otro sin dejar de sostenerle la mirada. Kido no contestó—. Eso pensé. La única vida importante aquí es la suya, no le importa cuántas tenga que sacrificar para lograr sus propósitos. Si va hacer esto, no cuente conmigo.
Andreas no dijo más, dando media vuelta salió a grandes zancadas dejando a Kido solo. No había mucho que pensar, de no actuar pronto, tal vez sería el fin de todo.
X-X
Albafica entró a su cabaña con el ceño fruncido y el rostro más pálido de costumbre. Su querida esposa aguardaba en la cama en lo que veía el gesto afligido de su compañero.
—¿Malas noticias? —preguntó ella observando a su esposo quien le devolvió la mirada con dulzura.
—Perdimos a un par de vampiros, los ánimos… —Se interrumpió al ver que Agasha respiraba con dificultad—. ¿Estás bien?
—Sí, sí —contestó ella demasiado rápido intentando incorporarse pero Albafica no se lo permitió—. ¿Qué te parece, Afrodita? —El vampiro la miró confundido—. El nombre para el bebé.
—¿Afrodita? —Inquirió con una ligera sonrisa—. Sabemos muy bien que será un varón.
—Sí, lo sé —respondió con dificultad—, pero solo es un nombre, no tiene porque definir ni la personalidad ni el género de nadie.
—Tienes razón, ¿por qué Afrodita?
—Estaba leyendo ese libro —señaló un ejemplar de mitos y leyendas griegas a lo lejos—, antes de acostarme y olvidar que lo dejé a metros de mí —sonrió y él la imitó—, el hecho es que hablaban de la diosa de la belleza, la pasión y el amor, ¿no piensas que nuestro hijo es el origen de todo eso? ¿De la belleza de nuestra especie, de la pasión entre nosotros dos, del amor que tenemos para él? ¿No lo crees?
—Claro que lo creo, y pienso que es un nombre maravilloso y apropiado para todo lo que nuestro hijo representa.
—Que bueno —suspiró con dificultad y su rostro se transformó en un gesto de dolor.
—¿Agasha, estás bien? —preguntó él angustiado acercándose más a su esposa para verla mejor—. ¿Querida?
—Estoy bien —contestó ella tratando de regular su respiración—. Pero me temo que este pequeño está a punto de nacer.
—Eso es imposible, aún te faltan un par de semanas, nuestra raza jamás ha tenido a sus hijos fuera de tiempo, eso nos hace también especiales.
—Me temo que no soy tan especial como crees.
—No digas tonterías —intentó consolar, sin embargo, una nueva oleada de dolor hizo que la vampira se retorciera.
—Nacerá pronto —expuso con el rostro enrojecido.
—De acuerdo, espera un poco, iré por Astrea y Serafina.
X-X
Una hermosa vampira de sonrisa radiante observaba la noche estrellada desde la ventana de su pequeña cabaña. Sus pálidas manos acariciaban apenas su perceptible vientre, y su largo cabello platinado caía como cascadas en su espalda, tenía los ojos azules y rostro angelical y pese a sus años lucia mucho menor de lo que en realidad era.
—La situación sigue desmejorando en el campamento —dijo un apuesto vampiro entrando a la recámara, la hermosa mujer de sonrisa radiante observó al recién llegado con mirada traviesa.
—Dégel, ¿ese es tu saludo? ¿Ni siquiera un 'hola' me merezco?
El vampiro no dijo nada, no obstante, sus ojos fríos se clavaron con alevosía en la peliplata quien le sostuvo la mirada con la misma intensidad, siendo él, el que cediera primero, y dándose por vencido y poniendo su mejor gesto dijo:
—Hola, querida esposa, ¿cómo te encuentras en esta bella noche? —continuó llegando con ella para besarla con delicadeza.
—Bien, gracias por preguntar, pero este pequeño ha sido todo un problema desde temprano —señaló su diminuto vientre.
—¿Cómo sabes que será un niño? —interrogó mientras su esposa se sentaba en un sofá para estar más cómoda—. Apenas tienes un par de meses y con el último control no supimos nada de él; solo los humanos podían saber el sexo de los nonatos con sus máquinas y dudo mucho que alguno de nosotros sepa usar aquellos artefactos, claro, si es que existe alguno intacto todavía.
—He atendido muchos partos y he visto muchas vampiras embarazadas para saber el sexo de mi hijo, no necesito de máquinas ni mucho menos —sonrió, acto seguido acarició su vientre con dulzura luego de recibir una pequeña y casi perceptible patada desde su interior—. Además, golpea tan fuerte, que de seguro es un varón.
—¡Seraphina! —Albafica entró en la cabaña con tanta ímpetu que Dégel no pudo evitar fruncir el ceño, pero los ojos del peliceleste y sus labios temblando de angustia disuadieron cualquier reclamo—. ¡Agasha está a punto de dar a luz!
—Eso es imposible, aún le faltan un par de semanas —comentó la peliplata sin dar tregua a lo que escuchaba.
—Es cierto, está en labor en este preciso momento.
—De acuerdo —dijo Seraphina poniéndose de pie para caminar hasta la salida—. Dégel, busca a Astrea por favor, la necesito. Albafica ven conmigo.
Ambos vampiros acotaron la orden en lo que la hermosa vampira caminaba a grandes pasos para llegar con Agasha. No les tomó mucho tiempo y al entrar a la cabaña se encontraron con la castaña gimiendo de dolor.
—Ya estoy acá —consoló Seraphina retirando su pesado abrigo para tener más espacio—. Déjame revisarte.
Agasha no protestó acomodándose lo suficiente para ser atendida.
—Algo no anda bien —agregó la peliplata observando el rostro pálido de Albafica— ¿Dónde está Astreas?
—Aquí estoy —dijo la rubia entrando al lugar, aún se encontraba un poco delicada luego de dar a luz a su propio hijo.
—Sé que estabas en reposo, pero solo tú puedes ayudarme —ofreció Seraphina.
—Lo sé, ¿qué necesitas?
Pero la peliplata no contestó y al sacar las manos de debajo de la falda de Agasha las encontró llenas de sangre.
—Algo anda mal. Esto no puede ser.
Agasha volvió gemir con más fuerza retorciéndose por el dolor, en lo que Albafica intentaba inútilmente quitar los rastros de sudor del delicado rostro de su esposa.
—¿Qué pasa? —preguntó él angustiado al ver a su compañera sufrir y a las otras dos hablando en voz baja— ¡¿Qué pasa?! —reclamó con violencia.
—Tal vez necesitamos hacer una cesárea —contestó Seraphina.
—¿Una cesárea? —escupió el peliceleste mirando con alevosía a ambas vampiras—. Nuestros niños siempre han nacido de la forma natural, ¿esto es una broma?
—Desde luego que no —respondió Astrea—. No bromearíamos con algo tan delicado, pero hay algo mal con el niño, y me temo que no nacerá de la forma natural.
—¡Entonces hagan lo que tengan que hacer! —ordenó desesperado.
—Nosotras no sabemos hacer eso —agregó Seraphina con voz ausente—. Nuestros niños siempre han nacido de forma natural —repitió como si con eso lograra solucionar aquel complicado dilema.
—Los elfos —ofreció Astrea—. Ellos atendían los partos humanos. —Y dándose media vuelta caminó hasta la salida donde Dégel aguardaba— Busca a Rhea de inmediato.
—¿La elfa? —preguntó él sin estar seguro de haber escuchado bien.
—Sí, a ella —acotó y volvió a entrar a la cabaña, Dégel no se detuvo a preguntar y como le indicaran fue a buscar a Rhea.
X-X
—Hemos perdido dos más —comentó Dohko afligido lanzando un pedazo de tela ensangrentada al suelo—. ¡Maldición, ¿por qué los vampiros no nos hacen caso?! Si los dejaran recuperar sus fuerzas podrían salvarse, solamente necesitan un par de minutos.
—Te entiendo —dijo Rhea con voz tenue tratando de consolar al castaño.
Dohko la observó inquieto e intentó parecer tranquilo, pero no lo logró. Los ojos verdes de ella enmarcados por una pálida piel y cabellos lila largos, le miraron con consideración. Rhea era una elfa sabia, hermosa y su presencia destacaba sobre las otras ya que tenía un porte inmaculado de perfecta elegancia. Dohko agradecía contar con su apoyo, ya que, aunque la elfa había perdido a su esposo conservaba aún la entereza.
—¿Mamá, todo está bien? —preguntó un pequeño que había heredado la hermosa cabellera lila de su madre.
—Todo está bien, Mu —contestó la elfa inclinándose para quedar a la altura del más pequeño en lo que despeinaba sus cabellos—. Ve a jugar con tu primo.
El pelilila miró por encima de su hombro a su pariente y amigo, Lune le esperaba con ansias.
—Nada está bien, yo lo sé —dijo el niño, su voz parecía más a la de un adulto, un adulto herido y traicionado—. Todo esto es culpa de Shion.
—No culpes a Shion de esto —protestó Dohko, aunque su voz tembló un poco.
—Claro que lo es —replicó el más joven con firmeza—. Él prometió protegernos, ¿y dónde está ahora? Prefirió a los humanos sobre nosotros. Abandonó a su pueblo.
Ninguno de los dos adultos se atrevió a contradecir las palabras del infante.
—Ve con tu primo, Mu —ordenó Rhea en lo que el niño se marchaba con la mirada en alto.
—Me pregunto —comento el pequeño antes de marchar—. ¿Cuántos más tienen que morir para que lo entiendan?
Dohko quiso marchar tras de Mu quien había emprendido carrera para encontrarse con su primo, pero fue detenido por la pelilila.
—No puedes culparlo por decir en voz alta todo lo que nosotros queremos ignorar. Shion nos abandonó.
—Tenía sus razones —alegó el elfo con un dejo de tristeza.
—¿Cuáles? ¿Qué puede ser más importante que servir a su pueblo? Él nos traicionó, ahora todos pagamos las consecuencias.
—Escucha…
—Rhea —Dégel llegó con un aire de superioridad y algunos podían jurar que el vampiro dejaba un rastro gélido al andar.
—¿Qué desea? —Rhea intentó parecer sumisa pero su voz descarada la traicionó. Dégel lo dejó pasar.
—Necesito que vengas conmigo.
—¿Por qué? —protestó Dohko.
—Porque sí y ya —contestó el vampiro demostrando su predominio al dejar entrever sus afilados colmillos.
—Estaré bien —dijo la elfa, no quería una pelea entre su nuevo líder y el chupasangre.
X-X
Rhea entró a la improvisada cabaña que compartían Albafica y Agasha solo para encontrarse a un trío de vampiros apañados alrededor de la cama.
—¿Qué sucede? —preguntó sin entender nada.
—Necesitamos que hagas una cesárea —ordenó Seraphina sosteniendo la blanca mano de Agasha quien se retorcía de dolor.
—¿Una cesárea para una vampira? —preguntó la elfa aún cerca de la puerta.
—¡Sí! —contestó Astrea observando a la pelilila con desdén.
—Nunca hemos practicado cesáreas en los inmortales, jamás…
—Revísala tú y dime si no necesita una —aclaró la peliplata amenazando con la mirada a la elfa—. ¡Hazlo! Sabes cómo hacerlo, has ayudado a los humanos en esto durante muchos años.
—¿Por qué debería ayudarlos con esto, cuando ustedes asesinaron a mi esposo cruelmente delante de mi hijo?
—¡Escúchame bien maldita elfa! —apuntó con furia Albafica quedando frente a Rhea—. O haces esto o te juro que no dejaré ni una gota de sangre en tu interior y luego devoraré lentamente a tu pequeño bastardo.
Aunque Rhea quiso darle un fuerte puñetazo al vampiro se contuvo analizando sus opciones y lo mucho que tenía que perder frente a los chupasangres.
—Lo haré con una condición —demandó con mirada firme.
—No estás en posición de exigir nada, elfa —siseó Albafica cortando la distancia entre los dos, pero ella no se echó para atrás.
—Y tú no estás en posición de amenazar a mi familia, por lo que veo, no tienes muchas opciones —agregó Rhea dando un paso hacia el frente sin dejar de sostener la mirada del vampiro.
—Albafica, el bebé tiene que nacer, lo prometiste —le recordó suavemente Agasha.
—¿Qué quieres? —preguntó el vampiro a la elfa.
—Hay elfos agonizando debido a grandes heridas, quiten sus collares por un par de minutos para que puedan recuperarse, si me prometen que harán eso, ayudare a tu esposa.
Albafica lo pensó un rato pasando su mirada de Astrea a Seraphina y luego a Agasha, quien asintió levemente con la cabeza.
—Tienes mi palabra, elfa, ahora ayuda mi esposa.
—De acuerdo —aceptó Rhea llegando con rapidez ante Agasha—. Necesito algunos instrumentos —ante la solicitud Seraphina puso delante de ella una bandeja con elementos quirúrgicos.
—Fue todo lo que encontramos —dijo la peliplata.
—Sera suficiente. ¿Qué pasa? —quiso saber la elfa al examinar a Agasha—. ¿Por qué está sangrando tanto?
—No lo sabemos —contestó Astrea—, pero el bebé está en peligro, así que apresúrate.
Rhea no estaba acostumbrada a comportamientos tan hostiles mientras atendía un parto, sin embargo, hizo oídos sordos y continuó con su labor, pues si la vampira moría junto con el bebé de seguro ella y Mu pagarían las consecuencias.
—Necesito que la sujeten con fuerza —explicó la elfa sosteniendo el bisturí en su mano derecha—, no permitan que se mueva, debe ser un corte muy preciso sino queremos herirla a ella de gravedad o lastimar al bebé.
Los tres vampiros en la habitación hicieron como se les pidió, tomando de las extremidades a Agasha. Rhea dio un rápido vistazo por el lugar antes de atreverse a cortar.
—¿Qué pasa? —preguntó Albafica.
—Está muy débil —comentó la pelilila viendo el semblante blanquísimo de Agasha—. Necesitara medicina.
—Las medicinas no funcionan en nosotros —recalcó Seraphina.
—Pero la sangre sí —indicó Astrea poniéndose de pie con bastante rapidez—. Debe haber un poco de sangre fresca y limpia en las reservas, iré por ella.
—Apresúrate —ordenó Rhea tomando el bisturí con firmeza—. Sosténgala fuerte —demandó en lo que pasaba el filo sobre el vientre de Agasha—. ¡Maldición! Lo que imaginaba.
—¿Qué sucede? —interrogó un frustrado Albafica.
—Aunque es débil, su piel se regenera con bastante rapidez impidiéndome atravesar las capas, no llegaré al bebé mientras se siga recuperando.
—¿Qué necesitas? —Albafica no estaba dispuesto a darse por vencido.
—Plata —apuntó Rhea—. Es lo único que servirá, sus efectos evitaran que se regenere tan rápido.
—De acuerdo —aceptó él saliendo de la cabaña y volviendo con la misma diligencia—. Ten esto, está lo bastante afilado, lo tenían los hombres.
Rhea observó el cuchillo entregado por el vampiro, efectivamente estaba muy afilado y su hoja estaba bañada en plata.
—Perfecto —dijo ella preparándose para la incisión—. Deben sostenerla aún más fuerte, esto le dolerá bastante al estar hecho de plata.
—Lo sé, solo hazlo —suplicó Agasha—. ¡Hazlo!
—De acuerdo.
La castaña no pudo reprimir el grito de dolor que se escuchó con potencia por toda lo que quedaba de la ciudad del norte, el vientre de la vampira se abrió como una flor dejando un rastro de humo causado por las quemaduras de la plata, la sangre fluyó como un arrollo y las manos de Astrea y Albafica se cerraron con fuerza sobre el pequeño cuerpo de Agasha quien empezó a debilitarse, finalmente, Rhea llegó hasta el niño y de un jalón limpio lo extrajo del vientre de su madre.
El llanto del más pequeño hizo reaccionar a todos dentro de la habitación.
—Es un varón muy sano —aclaró la elfa cubriendo al niño con algunas mantas. Albafica no daba crédito a lo que veía—. Está en perfectas condiciones, no sufrió ninguna herida, ni complicación alguna, es tan fuerte como su madre. Toma, recibe a tu hijo, señor Albafica.
El vampiro tomó con gusto a su pequeño, bastante grande y regordete para haber salido del frágil y delicado cuerpo de su esposa.
—Mira es nuestro bebé —le dijo a Agasha quien apenas pudo verlo antes de perder la conciencia por completo—. ¿Qué pasa? —volvió a angustiarse Albafica viendo que la herida de su esposa no sanaba como pensaban—. ¿Qué pasa?
—Necesita sangre —agregó Seraphina mirando hacia la puerta—. ¿Dónde está Astrea?
Rhea remangó su camisa y cortando su muñeca con el cuchillo de plata acercó su mano hasta la boca de Agasha siendo detenida en el camino por Albafica, quien la sostuvo fuertemente del brazo.
—¿Quieres salvarla o no? —interrogó la pelilila con furia en sus ojos al ver que el vampiro no estaba dispuesto a ceder.
—Puedes estar contaminada, no sabemos qué hará tu sangre en ella.
—Estoy sana —refutó molesta—. Y mi sangre tiene componentes curativos y lo sabes, tal vez eso la salve.
—Podría funcionar —concilió Seraphina mirando al peliceleste quien suavizó el agarre en Rhea hasta soltarla, al verse liberada obligó a Agasha a beber—. Solo un poco.
La elfa se retiró con delicadeza y como esperaba el vientre de la castaña empezó a regenerarse, no con la rapidez que esperaban pero si con bastante agilidad para detener la hemorragia.
—Necesitara estar en cama durante un tiempo. Está muy débil —indicó Rhea caminando hasta la salida—. No olvides tu promesa, señor Albafica.
El peliceleste vio la silueta de la elfa desaparecer en la oscuridad para luego fijar sus ojos en Agasha quien aún no se recuperaba del todo, pero se veía de mejor semblante.
X-X
Una nueva inquietud estaba sobre la mesa y los vampiros discutían sobre cómo manejar a los elfos. Por el momento se habían visto sumisos gracias al apoyo constante de los collares, pero no sabían a ciencia cierta cuanto más aguantarían aquellas almas desdichadas bajo el yugo y si no encontrarían una forma de escapar de su destino.
Hubo una lluvia de ideas bastante sangrienta, todos los puntos se dirigían a un único objetivo: matarlos. Pero no todos estaban de acuerdo. Los elfos podrían significar una fuente de alimento eterna, en eso todos coincidían, pero lo eterno era demasiado y en algún periodo, igual que lo hicieran ellos podría existir una nueva rebelión, y solo los más tontos se atreverían a insinuar que eran superiores a los elfos, y hubo más de uno que lo aseguro pese a todo.
Tratar de doblegar a toda una raza estaba siendo una tarea mucho más complicada que la misma guerra contra los hombres, y, ahora estaba el hecho de que Albafica pedía la liberación de los collares para aquellos elfos que estaban delicados de salud y todo por la promesa hecha a Rhea.
—Solo tengan presente, que un acto de buena fe por parte de nosotros podría significar años de gratitud y tal vez no tengamos que ser tan severos.
El peliceleste miraba de uno en uno y era consciente de que se le acababan las ideas.
—Los necesitamos —apoyó después de largo tiempo Asmita, Albafica suspiró tranquilo al tener una mano amiga—. Nosotros viviremos por muchos años, pero no podemos alimentarnos entre nosotros, nuestra sangre es amarga y se podría decir que no sirve de nada. Pero los elfos son distintos, hasta cierto punto ignorábamos lo que podía hacer la sangre élfica, pero ahora sabemos que es beneficiosa. Los únicos que poseen una longevidad como la nuestra, son ellos, y si queremos sobrevivir los necesitamos. Dudo mucho que en un futuro volvamos a ver un humano en pie. La idea de Albafica no me parece descabellada.
—¿Y qué haremos cuando quieran escapar y pelear en nuestra contra? —interrogó Dégel, su tono gélido congeló la sala entera—. Quitar sus collares seria una sentencia.
—Hubo varios elfos que escaparon y aún no han atacado —refutó Albafica.
—Los pocos que escaparon ya fueron atrapados y asesinados —escupió Manigoldo—. No tenemos que preocuparnos por eso.
—Nunca supimos cuantos escaparon en realidad —sostuvo Asmita con mirada seria.
—Eso no importa. Los que siguen en nuestro campamento son los que nos interesan, si los queremos de nuestro lado deberíamos de vez en cuando atender a sus reclamos.
Nuevamente los ojos de Albafica se posaron en el consejo, quienes guardaron un poco de silencio, no por estar de acuerdo o estarlo analizando, sino porque todos estaban agotados pensando en qué hacer con todo.
—Deberíamos liberar los collares, pero no todos al tiempo —expuso Hades—. Aún tenemos el control y debemos aprovechar eso. Nos estamos exponiendo a una revuelta por parte de los elfos sanos si su gente continúa muriendo. Estoy de acuerdo con dejarlos un par de minutos libres para que se recuperen, desde luego con las debidas precauciones. Siempre tendremos a las crías para manipularlos.
—¿Hablas de seguir amenazando a sus hijos? —preguntó Asmita—. ¿No fue eso lo que nos puso en esta situación en primer lugar? ¿No nos rebelamos contra los hombres porque querían acabar con nuestros hijos?
—Entiendo tu punto —explicó débilmente Hades—, pero necesitamos todos los recursos para mantener el control. Porque de no hacerlo, serán ellos o nosotros. Dudo mucho que los elfos se liberen de los collares, no lo hicieron antes, no lo harán ahora. Para los que hemos vivido por más tiempo no es un secreto que al tratar de retirar los collares a la fuerza explotan por su mecanismo de defensa interno. Pero tengo un plan. Mi idea: separar a los grupos.
—¿A qué te refieres con separarlos? —Albafica estaba un poco más tranquilo, la salud de su esposa mejoraba lentamente, pero había mejoría, su hijo estaba sano y por lo que veía había logrado convencer a la camarilla de liberar por un pequeño periodo a los elfos.
—Familias, lo mejor que podemos hacer es separarlos en dos grupos —continuó Hades caminando por la habitación—. Nosotros también, pero eso lo decidiremos cuando encontremos un refugio. Pero, sí. Con las familias separadas podremos manipular a todos, y tal vez podemos formar un ejército con los más pequeños.
—Hades —la voz de Asmita sonó muy tranquila, apenas como un suave susurro, tan calmada y apacible que todos escucharon con demasiada atención—. Si entiendo bien, sugieres: que separemos a los niños de los adultos.
—Es la única forma. A los más pequeños los podemos moldear a nuestra manera —explicó el pelinegro casi con la misma calma con la que habló Asmita—. Mientras que a los adultos los podemos controlar teniendo a sus hijos lejos. No se atreverán a levantar un solo dedo si saben que sus niños están en riesgo.
—Es una jugada muy arriesgada —hizo ver Albafica—. Si algo sale mal…
—Creo que es el mejor plan que tenemos hasta ahora, si alguno tiene uno mejor, lo escucho.
Todos en la sala aguardaron a que alguno tomará la palabra, pero solo hubo un completo y largo silencio. La idea era arriesgada pero no era descabellada tampoco, con los elfos al margen podían seguir sus vidas o empezarla como lo habían planeado desde la revuelta.
X-X
Un par de días pasaron y en el bunker la situación no mejoraba debido a los constantes desacuerdos entre Andreas y Mitsumasa, gracias a la negativa del primero no se inició inmediatamente las pruebas en humanos sanos, por lo tanto fueron los ratones de laboratorio los que pagaron las consecuencias de un suero imperfecto, y aunque se seguía trabajando fuertemente para perfeccionar la disolución, Kido insistía que hasta no probarlos en los humanos no sabrían realmente si funcionaría o no la mezcla.
No había razones para Kido, estaba dispuesto a todo por acabar con los vampiros y elfos, recuperar su hogar y volver a obtener el control, incluso el mismo Andreas había sugerido el hecho de que el anciano había perdido la cordura, que llevaría a todo su pueblo a la muerte si seguía así. Y es que Mitsumasa no aceptaba el haber perdido, no aceptaba el haber tenido que escapar como un conejo asustado. La tierra era de los hombres, durante siglos, el humano había cultivado sus historias a través del tiempo, había superado todas las expectativas, había sobrevivido a todas las amenazas. Y ese no sería su fin. Un grupo de seres involucionados no les quitarían su lugar.
La última discusión le dejó una fuerte jaqueca a Andreas, que aunque temeroso de lo que podía encontrar afuera prefirió marchar con el equipo de exploradores para buscar algunos materiales y seguir trabajando en el suero, total, entre sus muchas profesiones también estaba la botánica y él requería de cierto tipo de plantas para la mezcla.
Sin embargo, Kido no estaba dispuesto a seguir escuchando las réplicas de un científico loco que no había tenido que vivir ni la mitad de los horrores por las que él y toda la comunidad de la ciudad de norte había pasado. Así que, ignorando las alertas y reclamos, Mitsumasa convocó a una reunión extraordinaria con todos los presentes.
No había forma de explicar las expresiones en los rostros de los ciudadanos que esperaban impacientemente por una solución o por una buena razón para recuperar sus vidas. La tercera planta estaba llena, la noticia de la llegada de Kido se había regado como agua y desde entonces todos mantenían la esperanza de que la fundación Graude los salvara como siempre lo había hecho desde inicios de la pandemia. Y aunque algunos habían perdido la esperanza, otros aún confiaban y aclamaban por la liberación y aniquilación de las bestias.
Kido se paseó en medio de su pueblo, justo hasta ubicarse en un punto central para ser escuchado. Tomó una gran bocanada de aire y con voz potente dijo:
—Estas últimas semanas han sido muy duras para todos, hemos perdido no solo nuestros hogares sino a personas amadas y valiosas.
Los sollozos cortaron por un momento el discurso del anciano, quien dio un pequeño espacio para aquellos que aún lloraban a sus muertos, para luego agregar:
—No todo está perdido. Aún podemos luchar y recuperar nuestras vidas como las conocíamos. Ciudadanos de la comunidad Rosa del viento. Hoy hago un llamado a todo aquel capaz de pelear: hombre o mujer. Les pido... Les pedimos dar una última pelea para liberarnos del miedo. Todo aquel que pueda y quiera, los esperamos en los laboratorios, aún tenemos una última arma y necesitamos de ustedes. Es nuestra única esperanza, no la desperdiciemos.
—¿Podemos confiar en usted? —cortó el largo silencio un anciano con voz firme—. Pensamos que tenían todo bajo control, eso nos hicieron pensar por mucho tiempo y ahora, henos aquí, lo perdimos todo en pocos días cuando ustedes prometieron protegernos.
Ante la afirmación los demás ciudadanos se unieron al reclamo.
—Entiendo que estén asustados —se hizo oír Kido—. Yo también lo estoy. Pero no podemos permitir que esta situación se nos salga de las manos. Debemos recuperar nuestras vidas.
—¿Y que perdió usted, señor Kido? —volvió a alegar el hombre—. Parece que solo le importara su prestigio, sin embargo, yo perdí a mi hijo y a mi nieto en esta guerra, usted...
—Perdí a mi hija —contestó con un dejo de tristeza—. Mi única familia. No hubo alguien a quien yo amara más que a mi hija, ella era noble, ustedes la conocieron y esos monstruos, los que asesinaron a su hijo, a mi hija y a los hijos de muchos, siguen ahí afuera esperando por más sangre. ¡¿Vamos a permitir eso?! ¡¿Vamos a permitir que acaben con cada uno de nosotros?! Sí, las cosas se salieron de control, pero no lograremos nada aquí lamentándonos, es hora de luchar antes de que nuestras familias enteras desaparezcan, se los debemos a todos aquellos que cayeron cruelmente en las manos de esos asesinos.
No hubo réplicas está vez, las palabras de Kido ahora taladraban las mentes de los humanos, pronto un número de hombres y mujeres se arriesgarían a intentar una vez más liberarse de los inmortales.
X-X
La condición de Agasha seguía siendo delicada, pero la esperanza crecía cada día en el afligido corazón de Albafica, quien había cumplido su promesa con los elfos, pero para evitar alguna revuelta, los separaron a todos y retiraron por diez minutos los collares de uno en uno. Algunos se recuperaron con rapidez, otros apenas y lo lograron.
—Me alegra mucho que tu esposa esté mejor —dijo Hades llegando con Albafica quien estaba acunando a su hijo sentado en una piedra en la cálida oscuridad.
—Aún se recupera —dijo con algo de amargura y rabia—. Pero está mucho mejor que antes.
—Me alegra mucho, insisto.
—¿Qué quieres Hades? ¿Por qué no nos hemos ido? Este ambiente pútrido enferma a Agasha.
—¿Crees que esté en condiciones de moverse? —preguntó, Albafica no contestó e hizo una mueca de disgusto—. Eso pensé —continuó ubicándose cerca del otro—. Igual, no hemos encontrado el refugio adecuado, pero lo haremos pronto.
—No estarás buscando a los humanos, ¿verdad? —La mirada de Albafica se clavó con firmeza en los ojos penetrantes de Hades.
—No, todos nuestros esfuerzos están concentrados en la búsqueda de un nuevo refugio. Ten en cuenta que debe estar lo bastante lejos para no ser sorprendidos por los hombres si deciden atacar otra vez.
—Esa pestilencia no se va, y los que estábamos sanos hemos presentado algunos síntomas.
—Lo sé, nos iremos de aquí pronto. —Hades se acomodó mejor mirando a la distancia—. Necesitamos un lugar donde puedan estar los elfos, son nuestra única fuente de alimento y ya vimos que sus facultades nos hacen bien.
—El sabor de su sangre no se compara con la humana, pero sus propiedades nos mantienen incluso más sanos que la de los hombres. Es mucho mejor —aceptó.
—Así es, bebí un poco hace unos días y hasta el momento no he tenido la necesidad de más alimento, creo que nos proveerán bien. Pero como dijiste, su sabor no se compara con la humana.
—La sangre humana sigue siendo deliciosa, lo sé —agregó mirando a su hijo—. Pero las provisiones se acaban, así que su sabor quedara en el olvido.
—No si encontramos más humanos por ahí.
Albafica refunfuñó.
—Si no atacan no tenemos porque atacarlos, ¿viste todo lo que ha pasado Hades?
—Solo digo que podríamos encontrar un par por el camino, tampoco podemos bajar la guardia.
En eso el pelinegro tenía razón.
—Cuando encontremos el nuevo refugio quiero que nos organicemos, que el consejo vuelva a tomar fuerza y espero que tú, Albafica sigas siendo parte de este.
—Debemos cambiar algunas cosas, ¿sí? —contestó el peliceleste poniéndose de pie—. El consejo no debería ser el único que debe opinar, debe haber otros por encima de este. Una última palabra. Yo tengo un plan que podría funcionar.
—Y estoy dispuesto a escucharlo mientras nos beneficie a todos —aclaró, ocultando sus verdaderas palabras: 'mientras me beneficie a mí'.
—Lo hará. Pero únicamente lo pondré sobre la mesa cuando toda la manada esté presente, así que sé paciente, Hades, te enteraras en su momento y todos tomaremos una decisión como debe ser.
Hades no contestó, aceptó de mala gana analizando el hecho de que no quería que Albafica dijera algo que pudiera poner al resto del grupo en su contra, no le gustaba ir a las reuniones sin saber que planeaban los otros, y Albafica y Asmita podían ser muy influyentes, solo el tiempo le diría si dejarlos a los dos con vida sería suficiente para él estar siempre a la cabeza.
—Por cierto, como se llama tu hijo.
—Afrodita.
—¿No es un nombre un poco femenino?
—No —contestó rotundamente y Hades entendió que Albafica no se dejaría amedrentar tan fácil—. Es un nombre y ya, solo un nombre.
—Tienes razón —acotó despidiéndose con una sonrisa hipócrita para desaparecer de la vista del peliceleste quien se quedó en el mismo lugar sin moverse un milímetro.
Hades estaba furioso, no sabía que planeaba Albafica y eso lo ponía de mal humor. Si Albafica ideaba algo en contra de él, Hades tenía todas las de perder. La manada no estaba conforme con los últimos eventos, varios habían muerto, otros se habían marchado. Hades podía sentir que poco a poco estaba perdiendo el control y que los actos desinteresados de Asmita y Albafica por mantener a todos a salvo y las pocas señales de un nuevo refugió les daba más fuerza a ellos que a él, ya su palabra no pesaba tanto como la de ellos, lo que lo ponía en una pésima posición, de seguir así las cosas él sería uno más dentro de la camarilla y no estaba dispuesto a permitirlo. Tenía que hacer algo cuanto antes, acabar con ambos o por lo menos quebrar a uno de ellos para recuperar su credibilidad.
¿Pero qué hacer exactamente? ¿Cómo acabar con ambos cuando todos, incluso los elfos parecían respetarlos? Asmita era un poco más tranquilo que Albafica, podía tener al margen al rubio por un buen tiempo más, sabía que la relación de ambos se había fracturado con el deceso de Perséfone, pero no era tan estúpido para pensar que ni Asmita ni Astrea desconocían los pecados cometidos por su propia hija. Si Asmita quería jugar una carta en su contra, Hades, tendría como contraatacar. Pero Albafica seguía siendo un tremendo dolor de cabeza, él iría por todo y pelearía hasta el final, igual que lo hubiese hecho Orfeo de habérselo permitido.
Se detuvo por un momento a pensar en sus opciones y pudo ver la sombra de Minos muy cerca a la pequeña bodega donde guardaban los suministros de sangre, como un león al acecho buscando el momento oportuno de atrapar a su presa. Hades no podía permitir que nadie le pasara por encima, así que, al observar a Minos intentando acercarse con disimulo al almacén se convenció de que siempre había alguna forma de salirse con la suya.
La obsesión de Minos por Albafica sería su as bajo la manga.
—¿Qué es lo que tanto buscas? —preguntó Hades llegando de sorpresa.
—Señor —divagó Minos—. Yo solo, yo solo…
—Esperas que ella muera. —Minos negó con entusiasmo pero no era una pregunta—. Esperas que ella muera —aclaró mirando hacia Astrea quien marchaba hasta la bodega con una bandeja que sostenía un par de vasos de cristal—. Solo haz tu jugada Minos —señaló un pequeño frasco que sobresalía del bolsillo del peliplata quien inmediatamente lo ocultó—, y deshazte de ella. Sé que eres muy hábil con las manos. Querida Astrea, ¿para dónde vas? —Hades caminó hasta la rubia la cual lo recibió con una mediana sonrisa.
—Necesito un poco de sangre para Agasha. Aún está débil —contestó ella en lo que Hades clavaba su mirada en los vasos—. Nos hemos visto en la obligación de darle todos los suministros de sangre humana que queda para que se recupere. Teniendo en cuenta que hasta los elfos que estaban sanos están enfermando.
—No digo lo contrario —especificó el pelinegro—. Necesitamos que Agasha recupere sus fuerzas para podernos ir de este mugroso sitio.
—Qué bueno que lo consideraste.
—Jamás dije lo contrario —explicó con su mejor sonrisa pero Astrea no pudo evitar mirarlo con rabia—. Sé que me odias por lo que pasó con Perséfone, pero te juro que no quería que las cosas…
—Perséfone, mi hija —recalcó la rubia sosteniendo la bandeja con rabia—. ¿De verdad la mataron los hombres? —La pregunta tomó a Hades por sorpresa, rehuyendo la mirada de Astrea asintió con demasiada rapidez, pues los ojos de la vampira parecían taladrarlo para encontrar realmente la verdad, sin embargo, un torpe Minos los distrajo.
—¿Qué te pasa? —preguntó Hades, sacudiendo al peliplata quien casi tumba la bandeja que sostenía Astrea.
—¡Ten cuidado! —señaló la rubia—. Mira por donde caminas.
—Lo siento, no me he sentido muy bien —fingió mirando con disimulo a su líder quien hizo lo mismo.
—Debo llevar esto a Agasha. Que tengan una linda noche.
Minos y Hades observaron el andar de la rubia quien era tan hermosa como cualquiera del campo, apenas la vieron desaparecer en la pequeña bodega se miraron el uno al otro en donde el peliplata asintió levemente para luego caminar contrario a su líder.
X-X
Kardia observó el consentimiento que tenía entre sus manos, para luego suspirar con fuerza.
—¿Te parece sensato? —le preguntó Tenma—. Con todo lo que está pasando, nos hacen firmar un consentimiento por las posibles afectaciones, claro que... ¿Y si nos convertimos en vampiros?
—Tienes la opción de no participar —contestó Kardia en un tono molesto.
—Es difícil decir que no —acordó el castaño—, y más cuando prometen beneficios tan favorables para nuestras familias.
—Entonces no te quejes —Kardia sentía una fuerte jaqueca.
—Me preocupa perder mi humanidad. No sabemos qué implicaciones tiene este suero.
—El señor Hakurei dijo que él riesgo será mínimo —tranquilizó no solo al chico sino a todos los presentes que escuchaban la conversación con atención—. Los sueros no alteran el ADN, solo es un suplemento que nos dará la fuerza y destreza para resistir el ataque de las bestias.
El silencio se apoderó de la sala y aunque a muchos la explicación pareció tranquilizarlos, el miedo a lo desconocido seguía latente.
—Por favor pasen —indicó un joven científico.
—¡Esperen! —gritó Milo llegando con el grupo—. Yo también quiero participar.
Kardia lo tomó por el brazo para alejarlo del resto.
—¿Qué crees que estás haciendo? Aún eres un niño. Vete.
—Pronto cumpliré 18. —Milo se cruzó de brazos—. No puedes decirme todo el tiempo que hacer, no eres mi padre.
—¿Que sucede, Kardia? —preguntó Hakurei llegando con ellos.
—Quiero participar en las pruebas. —Milo se adelantó a las palabras de su tío.
—Ya dije que no —refutó Kardia. Hakurei observó al chico con detenimiento, Milo era un muchacho joven y muy fuerte.
—Él tiene derecho —dijo el anciano—. Lo sabes, hemos llamado a todo aquel capaz de luchar y él cumple con las condiciones, puede ser joven pero en este momento lo que necesitamos son hombres para pelear.
—Es un niño —defendió irritado, Milo prefirió callar ante el cambio de su tío, aquella expresión significaba problemas—. No le permitiré hacer esto. Además, ¿dónde está Andreas? Quisiera saber que esto realmente es adecuado. Si él autoriza la participación de Milo no me opondré.
—¡Ni él ni tú pueden decirme que hacer! —Milo perdió los estribos al escuchar el nombre de su padre, padre que jamás había estado en la vida de él.
—Él sigue siendo tu padre.
—Todo hombre y mujer mayor de 14 años capaz de luchar, debería participar en este proyecto —recalcó Hakurei—. Milo está en su derecho.
—¿Y no debería de haber la autorización de un adulto para esto? Milo es menor de edad.
—En tiempos de guerra eso no importa, señor Kardia. Estamos reclutando y cualquier persona en las condiciones adecuadas puede y debe luchar. No necesitamos la autorización de nadie, solo la valía y la capacidad de marchar contra nuestros enemigos. Dé un rápido vistazo señor Kardia, él no es el único niño en estas filas. Además, el número de voluntarios es menor del que esperábamos. Necesitamos a todas las personas que estén dispuestas a ayudar y no tenemos tiempo que perder.
—Pero...
—¡Quiero pelear! —Volvió a hablar Milo—. No me quedaré aquí sentado mientras el resto muere frente a mis ojos. No me detendrás.
Kardia suspiró pesadamente, Milo era tan terco como su madre, que si no hubiera sido porque el virus se la llevó cruelmente ella estaría ahí participando en el proyecto junto con Milo.
—¿Hakurei, estaremos bien? —preguntó buscando rastros de duda en el rostro del científico.
—Desde luego que sí. Esta es nuestra única alternativa.
La discusión se acabó de inmediato, en realidad no había mucho que Kardia pudiera hacer para convencer a su sobrino, Hakurei no le dio importancia y después de que Milo firmara el documento los llevó con el resto del grupo donde ubicándolos en sillas se dispusieron a poner seguros en sus muñecas y tobillos.
—¿Para qué es esto? —Kardia se veía escéptico—. ¡¿Por qué nos atan?! —levantó la voz al no tener respuesta.
—Es simple precaución —contestó Kido tomando notas en su planilla.
—Dijeron que esto no alteraría nuestro ADN —anotó Kardia viendo como canalizaban a los otros y sin notarlo empezó a forcejear bajo las ataduras.
—Y no lo hará —respondió Kido—. Pero el suero los disocia de la realidad por un periodo corto y para evitar que se hagan daño utilizamos esto como precaución. Es mientras su cuerpo asimila los componentes del suero.
Kardia se tranquilizó por un momento, para luego fijar su vista en Milo, quien recibía sin importancia el suero en sus venas, cuando la suya fue introducida en su catéter Kardia perdió el conocimiento y la imagen de Milo se volvió borrosa.
X-X
Andreas regresó al bunker sin ningún rasguño y con su equipo completo, aunque tuvieron que pasar la noche a la intemperie, esa madrugada prometía estar todo bien, la planta que había encontrado y que llevaba mucho tiempo buscando descansaba cuidadosamente en una bolsa en su mano derecha. No le importó ser atacado por los inmortales o por alguna otra criatura, estaba feliz por su descubrimiento. La planta no serviría para perfeccionar el suero pero si podría funcionar para mejorar la vacuna y acabar con el virus que también los acechaba.
Un paso a la vez y algo menos de que preocuparse.
El interior del búnker estaba en completo silencio, las personas no hablaban entre ellas, algunos fueron lo suficientemente valientes para levantar la vista y observar a Andreas, otros rezaban en rincones de sus literas, mientras unos cuantos se abrazaban entre sí, y otros intentaban conciliar el sueño como si hubiesen pasado toda la noche en vela. Aquello no pareció extraño, después de todo lo que habían vivido los ciudadanos era normal comportarse y tener tanto miedo. Pero había algo raro, podría jurar que el número de habitantes era más grande, algo le decía que hacía falta gente en el refugio.
Pero tal vez eran suposiciones suyas, o tal vez los escuadrones ahora custodiaban los alrededores, aunque no se hubiera encontrado con ninguno al volver al búnker, pero debía de haber alguna razón para todo.
Realmente, no le dio mucha importancia, y se paseó por las habitaciones en busca de su hijo, lo mejor era hablar con él y de ser necesario también con Kardia para estar preparados en el caso de que Kido quisiera seguir adelante con su estúpida idea.
X-X
—¿Por qué no despiertan? —preguntó Kido viendo al otro lado de un enorme cristal—. Llevan más de una hora inconscientes.
—Sus signos vitales son normales —apuntó Hakurei observando los ordenadores—. No han muerto como lo hicieran los vampiros. Ni adquirieron su poder de inmediato como los elfos. Ni se han transformado como pasó con las ratas.
—Esto no me gusta, Hakurei.
—Un momento —indicó el científico, los pacientes empezaban a recuperar la consciencia—. Todo parece marchar correctamente.
Kido dejó escapar el aire de sus pulmones observando con detenimiento al grupo de individuos que se recuperaban de la inconsciencia con demasiada facilidad, un pequeño respingo lo hizo dar un par de pasos hacia atrás cuando uno de los sujetos se soltó sin problema de las cadenas que lo aprisionaban para ponerse de pie, el hombre se veía tranquilo, confundido por su repentina fuerza, pero tranquilo y no pasó mucho tiempo para que los demás lo imitaran.
—Me siento poderoso —dijo uno de los hombres dando un golpe en la pared y agrietándola en el acto—. ¿Vieron eso?
Los demás sonrieron impresionados.
—Fue un éxito mi señor —dijo Hakurei en lo que Kido le regalaba una triunfante sonrisa la cual fue borrada por el súbito ruido de los ordenadores—. ¿Qué está pasando?
—Señor —expuso un joven—. Los signos vitales de los sujetos se están alterando.
Y no solo era eso, poco a poco uno a uno de los sujetos de prueba empezó a caer al suelo contorsionándose.
Kardia observó por última vez a su sobrino, que al igual que él estaba sufriendo. Su boca se secó, su corazón latía con demasiada rapidez como si se fuera a salir de su cuerpo, su respiración se agitó y sus ojos se inyectaron de sangre y todo se volvió borroso.
X-X
—¿Sabes dónde está Milo o Kardia? —Quiso saber Andreas preguntándole a una mujer.
—Se presentaron a las pruebas que indicó el señor Kido.
—¿Que pruebas? —Andreas se sintió por un momento mareado.
—Nuestra única esperanza —contestó una anciana—. El señor Kido dijo que era nuestra alternativa más viable para liberarnos de las bestias.
No hicieron falta más explicaciones, Andreas sabía a qué se referían.
—¿Qué hiciste Kido? —dijo corriendo a toda prisa.
X-X
—¡Aseguren todo! —Ordenó Kido al ver a los sujetos de prueba adquirir una extraña apariencia—. ¿Qué está pasando?
—El suero está mutando —explicó Hakurei—. Es por el gen de los lobos, fue lo mismo que les pasó a las ratas, pero ellas murieron al momento exacto que inició la transformación.
—¡Maldita sea! —masculló observando como el cuerpo de los pacientes se transformaba violentamente—. ¿Qué es eso? Son como lobos pero aún son humanos, es...
—Antropomorfismo —completó el científico.
X-X
—¡Fafner! —llamó Andreas, el aludido no contestó su atención estaba fija en los monitores—. ¿Dónde está Kido? ¿Fafner? —No hubo respuesta alguna—. ¡¿Qué pasa?! —preguntó ofuscado viendo al monitor.
Andreas se llevó una mano a la boca cuando presenció lo que sería una metamorfosis por lo demás aterradora, cada paciente sometido a la prueba era ahora, una especie de licántropo con enormes y afilados dientes, uñas largas e impresionante figura, parecían humanos parados en sus patas traseras, pero sus ojos rojos les quitaban todo rastro de humanidad.
Andreas no podía creer lo que veía, el suero en los sujetos había mostrado una anomalía que hasta entonces no se presentó en otras especies. No tuvo tiempo para seguir analizando la situación viendo horrorizado cuando una de esas bestias rompía el vidrio con facilidad para caer encima de un aturdido Hakurei, Kido simplemente emprendió la huida.
—¡Cierra todo el ala este! —le ordenó Andreas a Fafner.
—Pero señor, nuestros hombres están ahí abajo con esas criaturas.
—No respondas y haz lo que te digo, si esas criaturas salen del ala este, acabaran con todos nosotros. ¡Hazlo de una vez! Y por nada del mundo abras esas puertas nuevamente.
Andreas corrió tan rápido como pudo, y antes de que las puertas se cerraran logró pasar al otro lado dónde un par de hombres apresurados se arrojaron sobre el metal suplicando por qué les abrieran. El científico sabía que todos estaban perdidos, que de no poder contener la amenaza dentro de ese búnker nadie se salvaría, pero tenía que saber si Milo estaba allí con ellos.
X-X
En pocos minutos todo el ala este era un completo caos, habían muchos gritos y sangre por doquier, no obstante, Kido no perdía la energía buscando donde esconderse, debía salir cuanto antes de los laboratorios, pero todas las salidas estaban cerradas. Quien hubiera dado la orden de sellar el ala, lo había condenado a muerte.
—¡Abran las puertas! —ordenó por un intercomunicador—. ¡Abran las puertas!
—Lo siento señor —le respondió la voz de Fafner—. Es peligroso, esas criaturas están por todos lados.
—¡Maldita sea! ¡Solo abran de una vez!
—Señor...
Pero la voz de Fafner se perdió en un murmullo cuando vio tras de Kido a uno de los lobos enfurecido. Mitsumasa no protestó más y antes de que la criatura se le arrojara encima arrancó a correr por los largos pasillos.
X-X
—¡Milo! —llamó Andreas llegando hasta la sala principal, en el lugar solo quedaban vidrios rotos y cadáveres de los científicos que monitoreaban el proyecto Alfa. Un quejido lo hizo mirar a la derecha—. Hakurei.
El anciano intentaba respirar, la vida se le iba con cada bocanada de aire y su pecho abierto se elevaba y bajaba con dificulta.
—Hakurei —intentó detener la hemorragia pero fue inútil la perforación era profunda y ancha—. Por favor dime, ¿Milo estaba aquí con ustedes?
Hakurei contestó con un movimiento de cabeza afirmando a la pregunta, y con mano temblorosa señaló hacia la habitación de experimentos dónde uno de los licántropos devoraba sin miramientos el cadáver de un auxiliar. Andreas dejó escapar un leve grito, no había reparado en la criatura.
—¿Milo? —Andreas se puso de pie para caminar hasta la bestia—. ¿Milo?
El hombre convertido en lobo dio una brusca vuelta dejando caer su bocadillo, con aspecto desafiante y aterrador gruñó hacía el sujeto que tenía enfrente.
—¿Milo, eres tú? Hijo. ¿Puedes escucharme?
La criatura pareció entender porque se detuvo bajando sutilmente la cabeza como un perro al que su amo le llama la atención.
—Milo, hijo. ¿Me entiendes? —Andreas dio un par de pasos hacia adelante—. ¿Hijo aún estás ahí?
No sabía lo que estaba haciendo y no sabía si en verdad estaba hablando con Milo pero esos ojos podía reconocerlos en cualquier parte. Eran los mismos ojos destellantes de su difunta esposa. Milo había copiado con exactitud ese brillo y color que por años cautivó al científico. Andreas dio un nuevo paso hasta que el ruido de un arma preparándose para disparar le detuvo.
—Espera —pidió al soldado que como otros intentaba contener a las bestias—. Milo, hijo. ¿Me recuerdas? —observó en lo que el licántropo empezaba a impacientarse—. Escúchame hijo, sé que estás ahí. Tienes que controlarte, no puedes permitir que esto te gane, lucha contra tu instinto y persevera.
Un fuerte gruñido hizo respingar a Andreas quien se echó hacia atrás, de su hijo ya no quedaba nada más que esos ojos azules que ahora sabía le iban a matar. El soldado por su lado hizo alarde de su posición y sin esperar una orden disparó hacía la criatura sin hacerle el menor daño. Milo, o lo que quedaba de él, se abalanzó con gran velocidad engullendo a su padre para luego arrojarse sobre el soldado que insistía en dispararle.
Por otro lado, Kido seguía corriendo, hasta entonces, había logrado escabullirse lo suficiente gracias a qué las criaturas encontraban un aperitivo por el camino, pero se le acababan los rincones y a ellos se les acababa la comida. Kido era de los pocos que aún significaba un alimento, por lo que los dos pares de ojos que lo observaban esta vez no lo dejarían ir, ni siquiera cuando se escondió en un armario.
Sus esfuerzos fueron inútiles, de un momento a otro, la puerta que lo separaba de los depredadores quedó hecha añicos, un grito desgarrador del anciano se extendió por cada pasillo al verse perforado en el pecho.
X-X
Una mano ensangrentada se coló sobre la mesa, con lo que le quedaba de fuerza, Andreas habló por el intercomunicador:
—Tienes que sellar todo, Fafner.
—Señor, pero aún hay hombres con vida —escuchó decir—. Puede que nuestros hombres logren contener la amenaza y...
—¡Hazlo! —volvió a decir con la fuerza que le quedaba—. Aquí, aquí ya no hay esperanza, sella todo... o todos van a morir.
Fafner suspiró pesadamente en lo que ponía con delicadeza su mano sobre el botón para sellar todo el complejo como le ordenaba Andreas.
—¡Hazlo!
Ante el grito de su superior Fafner apretó con fuerza el botón viendo por los monitores como una densa capa de humo blanco recorría cada pasillo debilitando a los pocos humanos que seguían con vida e impidiéndoles respirar, y aunque los licántropos resistieron un poco más, obtuvieron el mismo final que sus contrapartes. Fafner cerró los ojos con fuerza, aquellas imágenes estarían gravadas para siempre en su memoria.
X-X
Agasha empeoraba, la noche anterior había tenido una leve recuperación, pero esa tarde cuando el sol se ocultó y ella abrió los ojos, empezó a gritar de dolor y a vomitar sangre, en lo que todo su cuerpo parecía perder fuerza y desplomarse como un castillo de naipes.
—¿Qué está sucediendo? —quiso saber Albafica al ver a su esposa.
—No lo sé —contestó Astrea a su lado Seraphina hacía hasta lo imposible por mejorar el estado de salud de Agasha—. Anoche estaba bien, estaba de mejor semblante, no sé qué pasó.
Hades entró en la cabaña con gran preocupación por el estado de la vampira, la noticia se filtró con rapidez por todo el campamento:
—¿Qué está pasando, no se supone que estaba mejorando? —interrogó a Astrea.
—Eso creíamos, pero esta noche simplemente empeoró.
—Tenemos que hacer algo.
—¿Qué podemos hacer, Albafica? —preguntó Seraphina.
—¡Traigan a los elfos, ellos deberían poder hacer algo!
Minutos después, aunque Dohko y Rhea hicieron todo lo posible, finalmente y pese a las amenazas, Agasha falleció. Albafica quería desquitarse con los elfos, pero Hades sabiendo que no era culpa de ellos no se lo permitió y dejó que ambos inmortales se fueran sin un castigo.
Durante algunos días el peliceleste lamentó la muerte de su amada esposa quien fue incinerada como los otros para evitar que se propagara alguna infección y los esfuerzos por buscar un refugio se acrecentaron, siendo el mismo Asmita quien viajó esta vez en compañía del grupo de exploradores después de cumplirse el limite pactado con Hades.
—Lamento mucho tu pérdida, Albafica —dijo Hades consolando al pobre vampiro quien veía las últimas llamas arder—. Agasha era una vampira muy querida por todos nosotros, es como si el último ser inocente de nuestra manada se extinguiera con ella. Sé que estás muy triste, pero debemos reunir a todo la camarilla para hablar de lo que haremos cuando encontremos un nuevo refugio.
—Estoy plenamente seguro que Asmita encontrara el lugar adecuado esta vez —comentó con la voz tan firme que Hades llegó a pensar que el peliceleste no lamentaba la pérdida de su esposa, pero al observarlo bien, pudo ver el dolor en sus ojos— El consejo debe volver a formarse, es lo mejor para todos, necesitamos tener todo bajo control. Yo… yo ayudaré en lo que pueda.
—Me parece prudente. Pero aún necesitas tiempo para sanar, yo me haré cargo de todo. Tu hijo te necesita, te necesita estable y lúcido. Los sabes, ¿cierto? —Hades puso su mano sobre el hombro del otro quien desvió la mirada ante el gesto—. El consejo debe seguir, pero lo mejor, y por el bien de todos, es que yo siga a la cabeza de todo esto. ¿Estás de acuerdo?
Albafica asintió, no muy consciente de lo que estaba aceptando, sus ojos seguían clavados en lo que alguna vez fue su esposa y lo que ahora era nada más que un puñado de cenizas.
X-X
Una sombra atravesó con gran velocidad la ciudad del norte, Deuteros le había dicho a Ikki como proceder, y, aunque este sabía que las intenciones del gemelo no eran buenas y que lo único que buscaba ere el exterminio de los vampiros y elfos, Ikki no le dio trascendencia, ya que a él no le importaba nada, su odio estaba marcado con letras de fuego en su alma. Le quitaría Hades hasta el último aliento, hasta el último vestigio de poder, aunque eso significará perder su vida.
Tal vez y si era verdad que existe un dios y tenía piedad de él, podría reunirse en el más allá con su familia y con Perséfone.
La ciudad del norte estaba sumergida en un completo silencio y de no haber sido porque Ikki vio deambulando a un par de Vampiros vigilando los alrededores y un par de llamas a lo lejos, habría jurado que todos se habían marchado en búsqueda de un nuevo refugio. Pero el fénix conocía a su antiguo líder, y sabía que el mismo Hades dilataría tanto las cosas hasta salirse con la suya, y eso era, ver a cada humano destruido, y aún, había muchos humanos libres.
No le costó mayor esfuerzo llegar hasta la primera ojiva, como lo había mencionado Deuteros estaba intacta. Era de esperarse que al detonarla su vida acabaría ahí e inmediatamente, por lo que alcanzar la segunda ojiva que estaba unos metros fuera de su rango sería imposible, no era tan tonto para pensar que sobreviviría a la primera explosión. Por lo menos, tenía una ventaja: el viento soplaba a su favor, y este se encargaría de llevar consigo el gas venenoso que terminaría el trabajo que los humanos no pudieron hacer en su momento. Por suerte también, nadie custodiaba aquella zona. Todos temían estar tan cerca de aquella arma. Pero no él. Él no perdería la oportunidad de acabar con todo de una vez.
Su mano tembló un poco cuando se ubicó justo encima de la puertecilla donde debía simplemente ingresar un código para hacer estallar la ojiva, pero no permitió que su poca nobleza detuviera su desagravio y su venganza, y con firmeza abrió la pequeña puerta accediendo al panel de control. Suspiró un par de veces, pensó en su madre y en su padre, en su pequeño hermano a quien no llegó a conocer, pero luego se centró en Hades, en su perversa sonrisa y sus ojos enfurecidos y su puño atravesando el pecho de Perséfone. Perséfone quien esperaba un hijo, tal vez su hijo…
—No volverás a dañar a nadie, Hades —dijo, y notó que su corazón se desgarraba al ser el causante de una masacre. Seres inocentes se hallaban en el campo, pero tal vez los estaría salvando del yugo de aquel que se había nombrado así mismo como el dios del inframundo—. Adiós —agregó deteniéndose en el último segundo para ingresar el número que hacía falta.
—Espera un momento, no puedes hacerlo —suplicó una voz conocida a sus espaldas, Ikki apretó los puños pero no fue capaz de encarar a la mujer que pedía por la vida de otros—. Hay seres inocentes allí. Mi padre…
—Lo sé —contestó en la misma posición—. Y no querrás que los tuyos queden atrapados durante años al lado de Hades. No lo querrás, así que como yo lo veo, les estoy haciendo un favor.
—Ikki, por favor. Tú no eres así.
—¿Y que sabes de mí, Esmeralda? Nada. No sabes nada. No me conoces, no sabes quién soy, ni como soy. Les hago un favor a tu padre y a tu familia. Ahora vete, sino deseas terminar igual. No debiste seguirme.
—Ikki…
—No —la mano del vampiro no tembló en esa ocasión y con furia apretó el último botón…
X-X
Un fuerte golpe retumbó en todas las paredes que quedaban de pie, muchos esperaron ver fuego o edificios cayendo, pero contrario a eso, un olor dulce se diseminó por todo el lugar con tanta claridad que no hizo falta adivinar que era. Hades apretó sus manos mirando en la penumbra, esperando un nuevo ataque de los humanos, porque solo ellos se atreverían a tanto. Una gruesa capa de humo vició el aire, pero no llegó ningún ataque, todo permaneció en completa calma y en completa oscuridad.
—Tal vez las ojivas que estaban en el centro de la ciudad estallaron —analizó calmadamente Dégel ubicado junto a su líder y sin perder de vista su alrededor.
—Sí. Dije que ninguno debería acercarse a ese lugar.
—Nadie lo hizo —aclaró Manigoldo líder de las guardias—. Todos se mantuvieron lejos del perímetro.
—Si alguno hizo estallar esa ojiva, ya debe estar muerto.
—Debemos irnos Hades —demandó Albafica llegando con paso elegante hasta su líder—. Si nos estamos enfermando por culpa de las primeras detonaciones, imagínate lo que pasará con esta que parece esparcirse con mayor velocidad.
Hades apretó las manos furioso hasta el punto de hacerse sangrar.
—Los humanos hicieron esto —apuntó el pelinegro con la voz llena de furia—. Enviaron a uno o más de los suyos para detonar las ojivas. Nos quieren muertos. Debemos atacar…
—¡Debemos irnos! —la voz de Albafica retumbó con fuerza provocando que la fría mirada de Hades cayera sobre él, pero el peliceleste no se dejó amedrentar—. Si de verdad te importa tu gente, nos iremos ahora. No permitiré que nadie más muera… no… —la garganta de Albafica empezaba a carraspear y Hades fue consciente que él estaba igual y que le costaba respirar—. No podemos permitir… mañana podremos luchar…
—Tienes razón —aceptó con dificultad y de mala gana. Su garganta le dolía y sus ojos se abrieron enormemente al ver a Dégel y Manigoldo escupir algo de sangre—. Debemos irnos ahora… Asmita había preparado una caravana. Vamos a las cuevas.
—¡Sí¡ —contestaron en unisonó los otros tres.
X-X
Sasha se encontró con un panorama completamente apocalíptico al llegar al bunker. Había mucho desorden, personas heridas, comida esparcida por el piso, olía mal, las literas estaban dañadas, y algunos rincones estaban ennegrecidos por quemaduras que parecían había tomado tiempo en apagarse. Caras serias, sucias y sin esperanzas la recibieron con un aire de cinismo e indignación. La heredera Kido no era la persona favorita de los habitantes de la comunidad, quienes la miraron con desprecio e insultaron a verla llegar, tan aferrados estaban a sus reclamos que no repararon en la excéntrica compañía de la pelilila.
Sísifo al igual que ella no entendía nada, y como un fiel protector se interpuso entre la multitud y la joven, debido a que había algunos que tenían intenciones de golpearla. Nadie la escuchó a ella o él, y los dos inmortales prefirieron mantenerse al margen para no causar más revuelo, pero no sin dejar de proteger a Sasha de las cosas que arrojaba la gente enfurecida. Finalmente, y con gran habilidad, Sísifo logró escabullirse en compañía de la heredera. Necesitaban respuestas, ¿qué había pasado durante su ausencia? Pero las respuestas no llegaron tan rápido como querían, y los cuatro se vieron en la necesidad de esconderse en la primera planta en lo que se aligeraban las asperezas.
—¿Qué pasó? —preguntó Sasha un poco confundida y nerviosa.
—No lo sé —contestó aún más confundido Sísifo, era obvio que el no tenían idea de lo ocurrido en el interior del bunker.
—¿Cómo hicieron para entrar acá? —bramó una potente voz masculina, la cual se aligeró al reconocer a los recién llegados—. Señorita Sasha, señor Sísifo, bienvenidos.
—¿Bienvenidos? —Sísifo se salió de sus cabales y con paso largo encaró a quien los recibía—. ¿Te parece que esto sea una bienvenida, Fafner? ¿Qué está sucediendo aquí?
—Verá —comentó con voz ausente el científico en lo que los otros esperaban por una respuesta concreta—. Las cosas se salieron un poco de control aquí abajo.
—No me digas —comentó con cinismo Aioros, y por primera vez Fafner reparó en los invitados de los otros dos. Sin ocultar su miedo se echó para atrás.
—¿Qué hacen ellos aquí? —reclamó con tanta autoridad que no le importó que Sasha o Sísifo fueran sus superiores—. ¿Quiero una respuesta?
—Aioros y Shion son el menor de tus problemas —recalcó con los dientes apretados la heredera Kido quien con su mirada controló el tono altanero del científico—. ¿Ahora dinos que pasó en este lugar? ¿Dónde está mi padre?
—Lo siento mi señora —contestó el otro con semblante afligido.
—¡Habla! —Sasha ya no estaba de humor para seguir soportando las vacilaciones de Fafner.
—Dimos marcha el proyecto Alfa —explicó el científico haciendo uso de todas sus fuerzas para no quebrarse hasta contar su historia—. Fracasó. Algunos ciudadanos participaron en el proyecto y ahora todos están… Las personas de afuera clamaron por respuestas, no pudimos dárselas, así que se rebelaron contra nosotros. Tuvimos que encerrarnos en esta planta para preservar nuestras vidas. Pero la situación arriba no mejoró. Hubo saqueos y vandalismo en cada rincón, algunos se marcharon del lugar llevándose todo lo que encontraron a su paso, incluso vidas. No pudimos controlarnos. Nos vimos superados.
—¿Y mi padre? —Sasha escuchó con atención todo lo que el científico decía, seguía confundida, pero debía haber una buena razón para que Kido no hubiese frenado las protestas.
—Sígame, le enseñaré lo que pasó con el proyecto alfa. Pero debo advertirle que son imágenes muy fuertes y violentas.
—Quiero ver todo.
Después de unas horas Sísifo y Sasha fueron testigo del fracaso del proyecto. Presenciaron las muertes de sus camaradas y de los pocos y mejores científicos que hasta el momento quedaban. Sísifo decidió detener la grabación cuando los ojos de la chica se enfocaron en el cadáver de Mitsumasa.
—¡Suficiente! —ordenó él—. ¿Qué pasó después?
—El señor Andreas ordenó sellar toda el ala.
—¿Es seguro? —Sasha intentaba verse tranquila, sin embargo, no era capaz de levantar la mirada.
—Sí, señorita. Es todo lo que pudimos hacer.
—¿Hace cuanto pasó esto?
—Hace cuatro días mi señora —contestó Fafner.
Sasha respiró profundo y caminó por medio de la sala para caer sobre una pesada silla, su mente dibujaba miles de escenarios, pero parecía que ninguno funcionaria para calmar a las personas de afuera. Había perdido toda credibilidad y su reputación caía justo al caño. Los ciudadanos estaban hartos de perder, tenían miedo y la masa es estúpida cuando se enciende una pequeña chispa. Debido a la revuelta, las provisiones eran escasas al igual que su seguridad. La vida como la conocían se terminaba al igual que los últimos rastros de esperanza.
¿Qué hacer cuando habían fallado una y otra vez? ¿Qué hacer cuando no había podido proteger a su gente? Nada, no había nada…
X-X
Los inmortales marcharon con rapidez, aunque los elfos no querían obedecer sabían que quedarse allí tampoco era una garantía de supervivencia, no cuando los que estaban graves de salud empeoraron y los que aún estaban sanos empezaron a enfermar en cuestión de minutos. Las cuevas por ahora, eran su única alternativa, no había espacio suficiente para todos, pero por lo pronto los vampiros estarían a salvo, y para obligar a los elfos a participar de la guardia diurna tomaron a los elfillos y los encerraron junto a los chupasangres para evitar escapes o traiciones, de todas formas, los elfos, estaban en la misma situación precaria y era de suponerse que no llegarían muy lejos, no en esas condiciones. El nuevo gas, mezclado con lo que quedaba del anterior estaba siendo incluso más letal y certero.
—Tampoco podemos quedarnos mucho tiempo acá —contempló Albafica, y aunque era de día se mantenía alerta junto con otros en la oscuridad de la cueva—. Empieza a percibirse el aroma dulce hasta este lugar.
—Tal vez sea, sugestión —intentó tranquilizar Hades, y su gesto era genuino, él al igual que otros estaba preocupado, pues su pequeña hija se encontraba delicada—. Tal vez, Asmita vuelva con buenas noticias.
—Espero que sea pronto. No podemos quedarnos por ahí en medio de la nada cuando llegue el alba… —Dégel no se atrevió a terminar la oración, como lo veían tenían más que perder que de ganar, y necesitaban de toda la ayuda si querían sobrevivir, requerían un lugar a donde ir inmediatamente.
Aunque estaban lejos de la ciudad, lentamente el aroma dulce se lograba percibir, y no, no eran sugestiones de ninguno.
Los ánimos afuera de las cuevas tampoco eran los mejores, los elfos también lograban sentir el aroma y no pudieron evitar mirar sobre sus hombros, pensando en la posibilidad de entrar a las cuevas y escapar con los pequeños.
—Es una estúpida idea y lo saben —razonó Dohko mirando las caras de algunos que tenían claras intensiones.
—Tenemos ventaja —explicó un elfo joven—. Ellos están débiles, podemos entrar por los niños y marchar hacia las montañas. No creo que nos alcancen.
—¿Y qué hacemos con los collares, idiota? —aclaró otro chico mirando con desdén—. Ellos pueden hacerlos estallar cuando lo deseen.
—Dudo mucho que eso pase —replicó Rhea trazando líneas en la tierra con un palo de madera—. Los humanos tenían controles para hacer estallar los collares, no creo que los vampiros posean esa tecnología y que de tenerla aun funcione sin las torres de energía.
—¿Entonces por que seguimos aquí? —volvió a refutar el primer muchacho.
—Porque ellos tienen ventaja —tomó la palabra Rhea nuevamente antes que Dohko—. Nuestros hijos están allí adentro, los vampiros están en guardia, porque no son estúpidos. Además, tenemos gente enferma y muriendo en nuestro campamento, no podremos avanzar en la situación en la que nos encontramos, escapar solo significaría firmar nuestra sentencia de muerte.
—Es absurdo, nosotros somos rápidos. Solo debemos encontrar la forma de quitarnos estos aparatos.
—Suerte con eso, Yato —habló finalmente Dohko—. Si puedes retirar el collar sin perder la cabeza te ovacionaré de pie.
—¿Creen que podamos perder la cabeza si lo intentamos? —preguntó con voz tenue una linda rubia sentada a la distancia, sus ojos verdes brillaron bajo el sol, en lo que su largo cabello apenas y podía ser levantado por el viento—. ¿Lo crees Dohko?
—Sí, Yuzuriha —contestó con voz cansada mirando a lo lejano y recordando viejos y antiguos tiempos, los chicos insensatos aun era muy jóvenes y no sabían nada de lo pasado—. Alguna vez, lo intentamos. Pero estos artefactos —señaló su propio collar—. Estallaron cuando quisimos retirarlos. Tienen un mecanismo interno. Si se retira a la fuerza explota dejando varias partículas de plata en tu interior. Lo sé, porque yo mismo fui testigo de su alcance y daño. Los vampiros lo saben, por eso están tan tranquilos. Pueden que no tengan el control para detonarlos, pero tienen la ventaja al saber que de todas formas esto nos debilita y nos matara eventualmente. Como dijo Rhea, no podemos avanzar sin ponernos en riesgo. Pero quien quiera intentarlo que lo haga, no correré tras de nadie. Son libres de hacer lo que quieran.
Sin embargo, ningún elfo se atrevió a ponerse de pie, sus vidas eran preciadas y los elfos, siempre pensaban en el bien común, y sabían que el escape de uno solo pondría en riesgo a todos los demás, especialmente a los más pequeños y a los que estaban delicados de salud. Por ahora solo les quedaba esperar y especialmente aguantar, aguantar hasta donde sus fuerzas les permitieran.
X-X
Aioros y Shion no supieron cuantas horas estuvieron allí abajo viendo a Sísifo tratando de hacer reaccionar a Sasha quien ya había perdido toda la fe, pero intuían que por lo menos había pasado un día entero debido al cansancio que empezó sentir Aioros que seguro era porque ya era de día, tal vez empezaba a llegar la tarde. No es que tuviera por regla dormir al alba, pero como cualquier ser viviente necesitaba de un descanso y estar despierto durante el día era como pasar la noche en vela para cualquier humano y si no fuera porque los rayos del sol eran letales para los vampiros, ellos dormirían en la noche como el resto del mundo.
Sasha, se había anidado en un rincón y se negaba a probar alimento alguno. Arriba parecía todo haberse calmado, es más, había tanto silencio que parecía que estaban solos, sin embargo, ninguno se atrevía a dar el primer paso para investigar como continuaba todo.
Los otros científicos solo contemplaban a los inmortales, esperando el momento en que alguno saltará encima para asesinarlos. No pasó. Pero no perdían el miedo que con el pasar del tiempo las bestias los devoraran. No sabían donde corrían más peligro, allí abajo con los inmortales mientras se acababan los suministros y el apetito empezaba a ser mella en el vampiro o allá arriba con la gente enfurecida clamando por una respuesta.
No obstante, horas después, Sasha se puso de pie y contra todas las protesta se enfiló hasta la segunda planta donde ingresó su código para poder acceder, allí las personas estaban resignadas y ninguno levantó la cabeza cuando ella se presentó ante ellos. A Sasha le pareció que había mucha menos gente que la que vio al llegar y no se equivocaba. Apenas un puñado de personas continuaban dentro de aquel infértil lugar.
—Lamento mucho por como salieron las cosas —se hizo oír la heredera plantándose en todo el centro del lugar—. Pero es todo por lo que me voy a disculpar. —Un fuerte bufido se apreció, pero Sasha no permitió que eso la desanimara—. Sé que esperaban mucho de la fundación Graude, como siempre —continuó, sus palabras eran afiladas—. Nunca hicieron nada por sí mismos y siempre esperaron ahí sentados a que mi padre los salvara.
—Era su deber…
—¡No! —interrumpió la joven a un hombre de poblado bigote—. No era nuestro deber. Jamás lo fue. Nos comprometimos a tenerlos a salvo y así lo hicimos durante años, pero no era nuestro deber. Les dimos alimento, vivienda y la seguridad de las amenazas externas. Solo un idiota pensaría que eso nos duraría para siempre. Cometimos errores, como cualquiera y eso nos costó nuestras vidas. El proyecto alfa fue un completo fracaso, perdimos una vez más en busca de soluciones. Todos los que participaron en el experimento murieron, incluido mi padre. —Los sollozos no se hicieron esperar, aunque lo imaginaban la confirmación los desbastaba aún más—. Escuchen, de ustedes depende. De los pocos que seguimos aquí depende, de que continuemos o no. Pueden irse si lo desean. Las puertas están abiertas. Pero la fundación, mi padre y yo no los protegeremos de los peligros que aun están afuera. Sé que es tonto que confíen en mí, y tampoco les pediré que lo hagan. Pero si queremos sobrevivir, si queremos que nuestros hijos tengan un futuro, lo único que nos queda es trabajar duro, levantarnos y continuar como una sociedad para volver a ser lo que fuimos alguna vez.
—¿Y cuál es tu plan? —escupió una hermosa pelinegra, Sasha sonrió al reconocerla, pero no recibió lo mismo por parte de la otra—. ¿Cuál es tu plan? ¿Controlar a las masas? ¿Crear nuevos seres que nos destruyan a la primera oportunidad?
—No Pandora —respondió alegrándose internamente porque su prima no hubiese sido víctima de las agresiones de los ciudadanos, aunque por lo que podía deducir ella se había estado ocultando en algún sitio—. Les hablaré de un proyecto en el que estado trabajando durante años y que pensé sería necesario algún día: El proyecto Santuario. En un inicio seria otra comunidad, otra ciudad, pero creo que ahora debemos darle un propósito diferente.
—¿Cree que deberíamos salir de este lugar? —preguntó una anciana con voz afligida—. Afuera están las bestias y el virus.
—Lo sé, y no podremos salir hasta que no sea seguro. Pero —Sasha observó las caras derrotadas de todos—. Pero quedarnos aquí tampoco es una opción, no hay alimentos, y los generadores nos abastecerán por pocos años. Nos quedaremos sin aire, sin fuerza y moriremos aquí encerrados. Somos menos personas, pero eso no garantiza que lleguemos a final de año, ni siquiera a final de mes.
—¿Entonces debemos irnos? —preguntó otro hombre quien sostenía con fuerza a su pequeña hija de cabellos brillantes.
—No por ahora —se adelantó a decir Sísifo, Sasha no había reparado en su presencia pero era lógico que él había corrido tras de ella, al mirar sobre su hombro pudo notar a Shion y Aioros un poco más apartados—. Mientras racionemos bien los suministros que nos quedan, nos organicemos y nos respetemos como comunidad, podemos pasar un buen tiempo en este lugar en lo que construimos uno nuevo. Pero como les dice Sasha, necesitamos a todos de nuestro lado. Tenemos un solo enemigo y debemos unirnos en contra ellos y no pelear entre nosotros.
—¿De qué se trata, Sasha? —preguntó Pandora mirando a su prima, quien le sonrió con ligereza.
—Es un refugio —explicó ella mirando en su en rededor pero pudo deducir la cara de desaprobación de Aioros y Shion—. Un lugar que nos mantendrá lejos de los inmortales. Necesitamos a los mejores ingenieros en esta tarea —observó a Fafner, quien miraba desde muy lejos. Todavía existían profesionales en las otras alas—. El Santuario no solo será el lugar perfecto para escondernos. Será un campo de entrenamiento. Necesitamos guerreros: mujeres y hombres que sean capaces de defender el refugio a costa de todo. —Esta vez sus ojos se clavaron en el vampiro y en el elfo—. Saben muy bien que no podemos estarnos ocultando y que en algún momento debemos pelear contra futuras invasiones y peligros. Y esta vez nuestro ejército no vendrá de experimentos fallidos en un laboratorio. Esta vez será nuestra propia gente quien pelee. Cada miembro del Santuario debe saber combatir y debe adquirir entrenamiento militar desde su infancia. Tenemos que estar preparados y ser capaces de enfrentarnos a cualquier adversidad. Solo así, el Santuario se erguirá por encima de todas las especies y nosotros prevaleceremos.
—Todo eso suena maravilloso —refutó una hermosa rubia abrazando desde su cama a un par de pequeños—. Los inmortales pueden encontrarnos antes de poder levantar el primer ladrillo del Santuario.
Sísifo asintió sin darse cuenta, dándole la razón a las palabras de quien fuera la esposa de Deuteros. No quería parecer escéptico, pero tampoco quería que Sasha tomara el mismo camino ciego que Mitsumasa.
—Tenemos ventaja. El misil que desplegaron en la ciudad del sur, es un arma biológica capaz de acabar con todo —explicó Kido—. Tiene consecuencias, los vampiros y elfos son fuertes, pero la sustancia de misil contiene al virus en estado puro, más… algunos otros elementos que entran bajo la piel por medio del aire. Su aroma dulce es veneno, corroe, hasta la más fuerte de las criaturas durara apenas un par de semanas después de haber estado en contacto con el gas. Si los inmortales quieren sobrevivir tiene que alejarse lo suficiente de él, pero eso no garantizará su supervivencia, especialmente para aquellos que estén convalecientes, y entre más tiempo estén expuestos al gas, más se verán afectados. Sus expectativas son muy pocas.
—Señorita, Sasha —llamó el elfo dubitativo sobre su pregunta y temiendo a la respuesta, las personas al reparar en él bramaron de miedo—. ¿Existe… existe alguna cura contra los efectos? —continuó ignorando que los otros habían dado un par de pasos hacia atrás.
—No, Shion, no la hay. Era un arma biológica y lo único que causa es la muerte… nada más. Lamento haberte dado falsas esperanzas.
La voz de Sasha sonó tan melodiosa que por un momento el elfo sintió que estaba soñando. Temía a esa respuesta, la sabía pese a que habló de un posible antídoto, los humanos no querían salvar vidas, querían destruirlas. Alzó los ojos para encontrarse con los de la chica Kido, ella era tan diferente a todos, él aun seguía con vida, y era gracias a ella. Si todos los humanos fueran tan perversos, Aioros y Shion ya habrían pagado las consecuencias, pero no era así. Y ella ahora hablaba de un refugio aún en contra de todos los pronósticos.
—Así que ellos también… —Sísifo no terminó de hablar, tal vez tenían ventaja al saber que incluso el ejército de inmortales cargaba con su propia pena.
—Sí —dijo finalmente Shion quien estaba muy callado—. Yo mismo fui testigo de los daños ocasionados por el misil, las fuerzas élficas y vampiras se diezmaron con bastante rapidez, nuestras habilidades se vieron comprometidas por esos componentes, y ahora, solo un estúpido continuara buscándonos en ese estado, y no creo que Hades sea un estúpido.
—No sé cuánto tiempo tendremos, pero solo nos queda tener fe. —Sasha respiró profundo, observó a los sobrevivientes y con determinación continuó sus palabras—: Sísifo, quiero que te encargues de liderar a nuestros hombres, organizar nuestro refugio y entregar los suministros. Aioros, Shion, no les quitaré los collares, no por ahora, pero si quieren quedarse acá deben prometerme que entrenaran a los humanos de una forma nunca antes vista para que sean capaces de defenderse de los inmortales y de cualquier otra amenaza. Les prometo, que nadie pondrá un solo dedo sobre ustedes a menos que me traicionen. Por lo que les pido pelear a mi favor en el momento que sea necesario. Fafner reúne a los mejores ingenieros, la estructura del Santuario debe ser impecable.
—¿Piensa dejarnos a merced de estas cosas? —protestó una anciana, su voz aunque frágil sonó firme y molesta—. Estas cosas mataron a mi nieto.
—Lo sé —contestó la heredera—. Shion y Aioros se han rendido y nos trajeron hasta acá sin un rasguño. Traicionaron a su gente, porque pese a todo aun tienen algo de humanidad en sus corazones. No vinieron por nosotros. Vinieron a ayudar.
—¿Acaso está tan ciega como su padre? —volvió a protestar la anciana—. Mire a donde nos trajeron.
—Están sometidos —explicó Sísifo ya harto de todo—. Llevan esos collares que les impide atacarnos… y…
—Esos collares no explotarán, son simples cadenas de plata —reclamó el padre de la niña de cabellera brillante—. ¿Cómo nos protegerán de ellos?
—¡No vamos a protegerlos de nada! —recalcó Sasha y todos guardaron un terrorífico silencio—. Se los dije antes y se los digo ahora. De ustedes depende que continuemos adelante. Ya no haremos nada por ustedes. Ya no iremos a la batalla por ustedes. Cada uno tomara un lugar dentro de esta comunidad, servirá a ella y la protegerá a costa de todo. Shion y Aioros se quedaran aquí como parte del grupo, porque su fuerza y experiencia nos serán de mucha utilidad. Si no están de acuerdo, pueden irse, pero nadie marchará tras de ustedes, y no nos haremos responsables de lo que les pase cuando decidan irse. Aquí nos cuidaremos entre todos, en el Santuario igual. Pero si le dan la espalda a la comunidad, nosotros les daremos la espalda a los desertores.
—¿Eso incluye a los que ya se fueron? —preguntó una chica de cabellos rojos y largos.
—Sí —contestó la heredera Kido sin dudarlo—. Aquellos que se fueron y aquellos que se vayan ahora, no serán bienvenidos. Si nos abandonaron, no merecen nuestra consideración ni hospitalidad.
Ninguno de los presentes protestó, Sasha podía ser incluso más persuasiva que el mismo Mitsumasa. Sísifo sonrió con una pequeña mueca y se marchó con el par de inmortales para encerrarlos en lo que los ánimos se mejoraban dentro del campamento.
—Los mantendremos vigilados, estarán encerrados en lo que nos organizamos —expuso Sísifo—. Yo respondo por ellos.
No quería pasar por encima de las palabras de Sasha, pero sintió que un poco de orden con los inmortales les daría un tanto de tranquilidad a los que aun se encontraban en aquel bunker. La heredera no protestó, sabía que los actos de su amigo eran sensatos y muy en el fondo era consciente que lo que más necesitaban los humanos era seguridad.
—Señorita —dijo Fafner acercándose tímidamente a la heredera—. Durante mucho tiempo estuvimos buscando esta planta —le enseñó una pequeña urna que custodiaba con cuidado una impresionante flor de destellos violetas y pequeños puntos negros y grises—. Sabíamos que crecía cerca, pero florece pocas veces y se marchita con facilidad. Las expediciones para buscarla habían sido un completo fracaso, pero Andreas tuvo suerte esta vez y la encontró. Nosotros pensamos que esta planta puede ser el elemento faltante para perfeccionar el antídoto contra el virus.
—Es perfecto —contestó en baja voz mirando sobre su hombro para asegurarse que nadie estuviera escuchando—, y quiero que trabajes en él. En secreto.
—Pero mi señora, esto requerirá manos expertas.
—Lo sé —consoló colocando una mano sobre el hombro del científico—. Y sé que te tomará tiempo al trabajar tú solo, pero por ahora, no puedo darle falsas esperanzas a mi gente. Necesito que mi pueblo se mantenga en pie y la promesa de una cura fallida pudiera ocasionar otra revuelta y es un lujo que no nos podemos dar. Así que tómate tu tiempo. En su momento y si esta planta es efectiva, hablaremos de una cura.
—De acuerdo.
X-X
La noche llegó con rapidez, aunque para los que estaban en guardia fue una eternidad. Tanto los elfos como los vampiros estaban cansados, y parecía no haber mejoría en ningún grupo. Moverse no era una opción pero quedarse tampoco. No estaban seguros a donde marchar y las ideas se acababan lentamente.
—¡El señor Asmita, el señor Asmita volvió! —bramó la voz de un joven e inexperto vampiro quien hizo que todos se pusieran de pie con el mensaje.
—¿Dónde está? —preguntó Astrea con su pequeño hijo en brazos.
—Se acerca, ya un grupo fue avisarle que estamos acá.
Y así fue, no le tomó mucho tiempo al rubio llegar con su gente, intuía que algo andaba mal, especialmente porque el aroma dulzón se sentía con más intensidad. En realidad no hubo explicación alguna, nadie sabía a ciencia cierta que había sucedido: podían las ojivas haber detonado solas, como no se descartaba que alguna persona lo hubiese hecho, lo que fuera, los había obligado a salir de su comodidad para atrincherarse todos en aquellas húmedas y reducidas cuevas. Sin embargo, Asmita llegaba con buenas noticias, tenía el lugar perfecto, y si se marchaban en ese mismo instante dejando el peso muerto llegarían antes del amanecer.
—No podemos irnos dejando a nuestra gente en este lugar —protestó Seraphina, varios vampiros estaban delicados de salud y moverse a gran velocidad no era una opción para ellos, no en el estado en el que se encontraban.
—No podemos avanzar con ellos, necesitamos recuperarnos —explicó Manigoldo—. Tal vez cuando estemos mejor podamos volver por ellos.
—Eso significa dejarlos morir —expuso ahora Astrea, Asmita a su lado analizaba las posibilidades que tenían.
—Por favor, no pueden dejar a nuestra gente acá —la voz de Dohko sonó apagada, pero retumbó por el lugar, donde todos los vampiros se giraron para mirarlo.
—¿Qué haces aquí elfo? —protestó Dégel—. Deberías estar afuera.
—Lo sé, y lamento la interrupción —objetó el castaño—. Pero ustedes hablan de dejar a los heridos y enfermos atrás. De su grupo no son muchos, pero de los míos, son más de la mitad del pueblo. Dejarlos acá significaría su muerte.
—¡Calla elfo y vuelve a tu lugar! —amenazó con ira El Cid—. O tú serás el primero en morir.
—¿Qué propones Dohko? —preguntó con amabilidad Albafica haciendo que el impetuoso El Cid resoplara.
El peliceleste estaba agotado y solo quería irse de ahí cuanto antes, su deber era proteger a Afrodita a costa de todo y si el elfo tenía una buena idea no la desaprovecharía.
—Podemos marchar todos —sugirió Dohko—, será lento, pero podremos. Si ustedes prometen llevar a toda mi gente, yo les prometo que mi pueblo cuidara de ustedes en el día. Haremos lo posible por mantenerlos a salvo si ustedes hacen lo mismo por nosotros.
—¿Crees que nos expondremos por tu gente? —interrogó con mano firme Dégel.
—Si ellos nos ayudan, no tendremos que dejar a nadie atrás —reflexionó Seraphina mirando a su esposo con alerta.
—¿Confiar en la palabra de un elfo? —refutó un vampiro viejo y desecho—. Recuerden lo que hizo Shion, confiamos en él y como terminó… todo…
—Lo de Shion… —Dohko apretó los puños y bajo la cabeza—. No estamos con Shion… él nos dejó. No hagan lo mismo.
—No los vamos a dejar —gruño Manigoldo—. Necesitamos esclavos —sonrió.
—Lo sé, pero hay elfos enfermos que de quedarse, morirán.
—Elfo, con tu propuesta estamos arriesgando mucho —analizó Hades con la voz tan seria demostrando porque era el líder.
—Nosotros también nos exponemos. No podemos llegar muy lejos con los que están enfermos. ¿Para qué me molestaría en plantarme aquí con el miedo de que me maten para pedir por ellos? ¿Para dejarlos atrás cuando tenga la oportunidad? No, no lo haría. No dejaría a los míos atrás.
—Confiar es difícil, Dohko —expuso Hades nuevamente.
—Yo tengo una idea que puede funcionar —habló finalmente Asmita—. Hay un par de cuevas por el camino, si nos vamos ya, llegaremos antes del amanecer a ellas, aun con los enfermos. Estaremos lejos del gas —suspiró y buscó los ojos de Albafica y luego los de Hades—. Podemos quedarnos en esas cuevas los que estamos bien con los… elfillos, para que todos los demás marchen hasta el refugio que encontramos, así tendremos la garantía de que los elfos nos ayudarán y protegerán durante el día.
—Siguen usando a nuestros niños —refutó Dohko, su voz era apagada, cansada y algo resignada.
—Lo lamento, pero en nuestra circunstancia creo que ninguno está en condiciones de protestar —comentó Asmita mirando fijamente al elfo—. Si queremos llegar al refugio y sobrevivir, tenemos solo dos alternativas: Nos marchamos ahora; los que estamos sanos, o llevamos a todos: enfermos y heridos, elfos y vampiros, bajo nuestras reglas. Tú decides, Dohko. ¿Qué es lo más justo para tu pueblo?
—A mi me parece un trato justo —aceptó Hades con su gran porte en lo que los otros aceptaban también. Dohko observó de uno en uno y con la cabeza agacha asintió levemente.
—Perfecto, entonces vámonos ya —ordenó Asmita.
X-X
Ikki abrió lentamente los ojos, estaba sobre una cama improvisada, no estaba seguro de que estaba hecha, pero lograba percibir pequeños tumultos bajo su cuerpo, no sabía si era de noche o de día, adentro todo estaba oscuro, un olor a humedad y el agua cayendo a lo lejos le recordó el lugar donde despertó después de perder a Perséfone, y una imagen que cayó como un rayo lo hizo ponerse de pie, pero un fuerte mareo lo devolvió a su lugar.
—Es increíble que sigas con vida —comentó una voz a su lado—. ¿Sabes la idiotez que hiciste?
Ikki no contestó y con la misma insensatez que lo caracterizaba se giró para observar a su interlocutor.
—Salvé a todos, Julián —gruñó—. Maté a Hades y a sus secuaces y salvé a los elfos de un castigo peor que la muerte. Así que no me des un sermón.
—¿De verdad crees que acabaste con todo? ¿Te crees tan rompe pelotas que pudiste acabar con dos razas completas? No me hagas reír. Solo eres un niño insolente con las hormonas alborotadas y la cabeza hueca. Todos tus actos te llevaron aquí.
—Como el ave fénix inmortal —recalcó con sarcasmo—. Yo aun sigo con vida. Ellos están muertos.
—¿Eso crees? —Julián se dio una vuelta por el lugar—. El campamento estaba alejado de la ojiva. Puede que hayas diezmado sus fuerzas, pero dudo mucho que los hayas acabado.
—Deuteros me dijo lo dañino que es el gas. Si lograron escapar no duraran mucho tiempo con vida, los efectos del gas son corrosivos, morirán todos eventualmente.
—¡Maldita sea Ikki! —gritó con furia Julián arrojando una caneca que servía de mesa lejos—. ¿Esto es lo que querías? ¿Te enorgulleces? —señaló.
—No, pero era lo mejor para todos —contestó mirando con desdén e inclinándose un poco para observar fijamente a Julián—. Lo mejor.
—Debí decirte esto antes —aclaró bajando el tono y cambiando su semblante, obligándose a continuar—. Tu hermano sobrevivió, nació antes de que muriera Eurídice, y… quedó al cuidado de Hades… tú…
—Mi hermano… —Ikki sintió un nudo en la garganta, los vampiros no podían llorar pero el sentía que le ardía la sangre y el alma—. Mi hermano estaba con vida. Shun…
—Lo siento…
—¡¿Por qué no me lo dijiste, Julián?! —atacó intentando ponerse de pie para alcanzar al peliazul, pero cayó al suelo sobre su costado sin poderse mover demasiado—. ¿Por qué? —interrogó nuevamente apretando su frente contra el piso y golpeándolo con su puño—. ¿Por qué?
—Porque pensé que cometerías una locura. Aun estabas gravemente herido. Tú eres un vampiro extraordinario, en el momento adecuado, tu fuerza seria más que suficiente.
—¿Querías un guerrero para tu ejército? —indicó sentándose con dificultad—. Querías que yo luchara a tu favor. Eso querías. Ir a la guerra.
—No. Solo quiero alguien capaz de proteger a los otros. Quiero a alguien que salve vidas no que las arrebate.
—Ese no soy yo.
—Ya lo sé, no tienes porque decírmelo. Pero tal vez sea tu oportunidad de hacer las cosas bien esta vez, Ikki.
Julián no continuó con la conversación, dejó a Ikki solo, quien al verse sumergido en la completa oscuridad gritó con tanta fuerza que Julián y los otros dentro del refugio pudieron sentir el dolor genuino del fénix.
X-X
Los rayos del sol se manifestaron con alevosía. El mundo seguía su curso, el día venía con su luz brillante con su cielo azul y sus blancas nubes, al universo no le importaba las pérdidas, los muertos eran el problema de aquellos que aun recordaban. A millones de kilómetros a nadie le interesaba —si aún había alguien— la guerra entre inmortales y humanos. Nadie más se preocupaba por las pérdidas de la noche anterior, ni de la rebelión. Nadie llevaba las cuentas de los fallecidos y en un futuro la historia escribiría con sangre sobre la existencia de seres imbéciles que no pudieron mantenerse con vida.
El poder, la osadía, la soberbia y el individualismo llevaron a todos por el mismo camino. Si había algo que salvar, a él ya no le concernía.
Su pie descalzo era dubitativo e inestable. Las heridas estaban abiertas y se encontraba agotado, sentía frío, pese a que su especie no podía tener tal sentir, pero temblaba, los efectos del gas hacían mella en su sistema, y el dolor y la pérdida taladraban su afligido corazón. No había nada que pudiera hacer o ser, todo se había marchitado y el último vestigio de su bondad se atenuaba con los actos cometidos.
Fue un imbécil, él, asesinó a su propio padre, a su madre, a su querida Perséfone y ahora, había asesinado a su pequeño hermano que no le había hecho daño a nadie. Su mano se levantó con dificultad, el calor de la mañana hizo llagas en su palma mientras su cuerpo derruido continuaba oculto en las sombras.
—No duele tanto —dijo mirando su mano enrojecida y la piel quemada, pero lo que en verdad quería decir es que no dolía tanto como el ardor que tenía en el alma.
Un paso más y ya estaba. El color se extendió por todo su cuerpo y sintió una extraña sensación de bienestar. Ya no importaba nada.
—¡¿Estás loco?! —gritó una voz enfurecida tomándolo del cuello para arrojarlo con violencia al interior del edificio.
—¡Déjame! —Ikki no estaba para ser salvado por un idiota. Quería reunirse con los suyos y no permitiría que un imbécil de ojos brillantes se lo impidiera.
—¡Basta! —detuvo el otro de cabellos oscuros, alto, joven e imponente—. No es la forma de hacer las cosas.
—Un estúpido elfo no me dirá como hacer las cosas —alegó y nuevamente corrió hasta la salida, sin embargo, no llegó muy lejos gracias a una zancadilla provocada por el otro—. ¡No te metas en esto!
—No te dejaré hacerlo —refutó el elfo. Ikki se levantó con más rapidez de la que hubiera pensado y arrojó un golpe que fue fácilmente esquivado—. ¡Basta!
—No vas a detenerme —expuso y tuvo que contenerse un momento para escupir un poco de sangre, y nuevamente se arrojó contra el elfo que solo se hacía a un lado para evitar los golpes endebles del fénix—. ¡Bastardo! —exclamó cayendo al suelo agotado y adolorido.
—¿Te cansaste tan pronto?
—Déjame morir en paz. Nadie te pido que me salvaras.
—Esmeralda —comentó deslizándose por la pared para quedar a la altura del vampiro—. Ella…
—A ella nadie se lo pidió tampoco —replicó con la cabeza abajo y sudor en la frente—. Yo no le pedí nada.
—Pero Esmeralda es así —contestó el elfo con indiferencia—. Siempre fue noble, sensata y… aunque suene estúpido, muy humana. Ella nunca se ha preocupado por sí misma. Siempre se preocupa por otros. Su padre se quedó atrás, sacrificó su vida por ella porque sabía que ella haría lo mismo por él. Él no hubiese soportado ver morir la única razón de su vida. Sin embargo, ella, se expuso por ti. Corrió tras de ti y te sacó antes de que el gas acabará contigo, te protegió y ahora ese acto la está matando. Ella está allí tirada en una cama malherida por ti. Agoniza, Ikki, y tú solo quieres acabar con la vida que ella tanto defendió. Te salvó, Ikki, y no una sola vez. Le debes al menos eso.
—¿Puedo hacer algo por ella? ¿Para qué se mejore? —el semblante del vampiro cambió por completo y se recostó sobre la otra pared para buscar en medio de la oscuridad los ojos del elfo. Él no le pidió a Esmeralda nada, pero su nobleza no debía ser juzgada y machacada.
—Creo que solo nos queda esperar —contestó—. Los humanos no saben nada, nosotros tampoco.
—Pero debe haber algo, cualquier cosa. Algo que por lo menos la haga sentir mejor.
—Tal vez —dijo el elfo poniéndose de pie—. Hay una planta que podría aliviar un poco los síntomas.
—La traeré.
—No en el estado en el que estás y no a plena luz.
—Entonces iré en la noche. ¿Dónde puedo encontrarla?
—Había un cultivo enorme en la ciudad del norte, pero dudo que continúe en pie. Hay que buscar en otro lado. En el bosque, tal vez.
—De acuerdo, iré esta noche.
—Bien, yo iré contigo. No queremos más accidentes.
Ikki resopló indignado.
—¿Cuál es tu nombre, elfo?
—Aiacos.
X-X
—Señorita, Sasha —llamó un hombre de cabellos rojizos y abundante barba a la heredera Kido quien estaba sentada en una mesa revisando varios documentos esparcidos por doquier—. Uno de los nuestros acaba de llegar, dice que viene con noticias de Deuteros.
La joven de cabellos lilas se puso rápidamente de pie y en menos de un segundo llegó con un hombre de cabellos verdes y ojos del mismo tono. Se veía agotado y hambriento.
—Denle un poco de agua —ordenó ella, pero Sísifo ya llegaba con una charola de alimentos y bebida.
—Señorita, que bueno que está usted bien —dijo el chico devorando todo lo de la bandeja—. El señor Deuteros me envió.
—¿Dónde está él? —quiso saber ella, a su lado el guarda pelirrojo y Sísifo esperaban.
—Dudo mucho que lo volvamos a ver, mi señora —contestó el joven forastero—. Estaba muy mal herido cuando lo vi por última vez. De seguro murió esa misma noche en la que me marché.
—¿Dónde está? —esta vez fue Sísifo quien preguntó—. Iremos por él.
—No mi señor, me temó que es muy lejos, además, están con vampiros y elfos. Descuiden, no son malos, no por ahora. Solo buscan un refugio.
—Podemos ir por ellos —insistió Sasha.
—No mi señora, ellos ya deben estar lejos. O muertos, en el mejor de los casos. El señor Deuteros me ayudó a escabullirme para llegar hasta aquí. Me dio las coordenadas del búnker, me confió un mensaje para su esposa, una noticia de la ciudad del norte y un secreto sobre los vampiros.
—¿De qué secreto hablas?
—Prefiero decírselo en privado, señorita. Pero es sobre Orfeo.
—De acuerdo —suspiró Sasha recibiendo un asentimiento de Sísifo.
—¿Qué noticias traes sobre la ciudad del norte? —interrogó Sísifo.
—El señor Deuteros convenció a uno de los vampiros para que hiciera detonar una de las ojivas que quedaron intactas en la ciudad del norte. Ahora todos deben estar muertos.
—¿Sera cierto? —preguntó Sasha a Sísifo quien la miró sin estar muy convencido—. ¿Tenemos forma de averiguarlo?
—Tal vez —respondió el rubio—. Quédate con él —le ordenó al pelirrojo escoltando a Sasha hasta los laboratorios—. Fafner, ¿tenemos forma de saber si las demás ojivas estallaron?
—¿Del misil arrojado a la ciudad del norte? —preguntó el científico, recibiendo confirmación por parte de Sasha y Sísifo—. Sí, aun habían dos activas —continuó mirando un monitor—. Pero qué…
—¿Qué? —quiso saber Sasha.
—Una de las ojivas detonó —contestó Fafner—. Su daño de seguro causo más impacto que las anteriores. El gas junto con lo que quedaba del anterior es incluso más letal.
—¿Los vampiros y elfos que quedaban, están muertos?
—No sabría decírselo, señorita. Los inmortales pudieron haber evacuado la ciudad antes de la explosión. Pero si lo hicieron después no hay garantía de que no hayan sobrevivido. Sé que el misil era letal. —Fafner buscó con detenimiento los ojos de la joven—. Pero los inmortales son seres superiores a nosotros en todo. Las posibilidades de que sigan con vida son grandes. Si se vieron afectados sucumbirán, pero si son prudentes, puede que se levanten en un par de meses como si nada. No sabemos realmente cuánto daño haría la toxina en el sistema de ellos.
—Entiendo —dijo derrotada Sasha—. No podemos bajar la guardia. Debemos seguir con nuestros planes, mantenernos ocultos y alejarnos lo suficiente de las ciudades. Por ahora nuestra única preocupación es la construcción del Santuario. Ven, Sísifo, quiero que veas esto.
El hombre hizo una pequeña reverencia y con paso firme marchó tras la chica quien lo guio hacia un improvisado despacho que estaba lleno de documentos y mapas.
—Aquí —señaló ella un punto sobre la cordillera—. El santuario ira aquí.
—¿Entre las montañas?
—Sí, estaremos ocultos. Estaremos lejos. Nos tomará una semana llegar hasta allí en los autos, pero será una distancia prudente, y debemos movernos ahora. Si la ojiva que estalló hace poco hizo lo suyo, tenemos ventaja.
—Llevar a todos…
—No —se apresuró a decir ella en lo que sacaba algunas notas—. Solo necesito a la clase obrera para empezar con la construcción, cuando esté todo listo irán los demás. Necesitamos tantas manos como podamos para la construcción, pero también necesitó ojos aquí para proteger el refugio, algunas personas no pueden ni respirar por sí mismas, y ahí muchos niños también.
—¿Sasha, eres consciente que esto nos llevara años? —interrogó, ella no pudo evitar sonreír, de un tiempo para acá Sísifo había dejado de llamarla señorita.
—Lo sé —contestó ella cortando la distancia entre ambos—. Debemos ir con un grupo, buscar un lugar donde quedarnos y empezar con la construcción. Aun queda suficiente combustible para los vehículos. Podemos llevar todas las herramientas disponibles. Sísifo, sabes que quedarnos en este lugar no es una opción. No cuando se nos acabe el aire. Según mis cálculos los generadores funcionarán por diez años más y la reserva… bueno, no podemos depender de la reserva.
—Vaya —suspiró él al tenerla tan cerca—. Puedo poner miles de peros, pero tú tendrás una respuesta siempre. Eres obstinada.
—Sí —aceptó reduciendo el espacio entre ambos, Sísifo suspiró con más fuerza—. He estado estudiando la zona durante mucho tiempo. Debemos cavar mucho, pero podemos levantar una fortificación lo suficientemente estable y grande para todos. Ya lo aprobó Balder, dice que puede funcionar. Además, hay un río cerca y los molinos de agua y viento servirán para mantenernos bien abastecidos. La tierra es fértil y en el bunker tenemos miles de semillas para cultivar. Lo único que nos queda es intentarlo.
—De acuerdo —contestó con tranquilidad—. Sé que sabes lo que haces y te seguiré hasta el fin del mundo si es necesario.
—Gracias —agregó ella con una sonrisa para después besar delicadamente al hombre quien le correspondió con mayor intensidad.
X-X
Un inmenso castillo escondido entre la larga maleza se erguía magníficamente. A los ojos de los transeúntes parecía el hogar de las más diabólicas bestias, un refugio de fantasmas, del miedo, del terror. Cómo si en aquellas paredes las más crueles muertes hubieran tenido lugar.
Durante la búsqueda del sitio perfecto dirigido en su momento por Asmita, los vampiros arrasaron con todo lo que encontraron, humanos y elfos cayeron ante la fuerza destructiva de los chupasangres que se habían organizado con el único objetivo de encontrar un refugio que los mantuviera alejados de la peste, y aquellas almas desdichadas que tuvieron la desgracia de toparse con los vampiros en su camino fueron vilmente masacradas.
Ahora la promesa de un refugio perfecto se presentaba imponente delante de los ojos de los inmortales que apenas podían distinguir el impresionante castillo bajo la gruesa noche. Era el sitio perfecto para el grupo de vampiros, que veían en aquella fortaleza un nuevo hogar. Este tenía un estilo gótico, formado por tres diferentes secciones separadas por fosas y torres, tenía grandes salones, demasiadas habitaciones, con espacio suficiente hasta para 3000 personas, e incluso en la parte más baja existían algunas celdas, ideales para los esclavos, las murallas exteriores rodaban una superficie de 210.000 metros cuadrados. El castillo necesitaba algunos arreglos, pero tenían las manos obreras perfectas para esas reparaciones.
Hades sonrió con cinismo, una nueva era empezaba.
Continuará…
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Mil gracias por seguir acá, perdón por la demora. 8D, gracias por tu comentario, sí habrá más muertes jejeje espero sigas por estos lares, y bueno, el siguiente capítulo seguro también tomará tiempo.
Un abrazo y nos estamos leyendo.
