7. El Santuario
200 años después…
En un lugar bastante alejado, en la tierra de los seres olvidados el pueblo de Asgard fundado por grandes y nobles hombres, estaba en lo más profundo de la existencia. A sus habitantes les había costado años llegar a formar lo que hoy en día era aquella pequeña comunidad. No tenían muchas cosas, tampoco contaban con armería, apenas algunos elementos de caza. Sus casas eran diminutas, y su población mínima, sus soldados no eran tan poderosos, pero eran valientes. Habían sobrevivido por suerte, por bondad de los dioses o por una broma enferma del destino.
Cuando escaparon del bunker 200 años atrás, no imaginaron que al dejar a la Fundación Graude, dejaban también, toda una vida de comodidades y aunque les costó sudor, sangre y lágrimas, por fin estaban de pie. Sin embargo, por azares del destino, se habían topado con el Santuario, comunidad con la que llegaron a un acuerdo comercial, pero que al reconocer y saber de dónde se originaban les dieron la espalda para cualquier otra cosa. Tal era el legado de Sasha Kido.
Los días en Asgard eran pacíficos, tranquilos y pocas veces soleados. Las noches eran cálidas y abrigadoras. Pero esa noche era helada o por lo menos eso fue lo que percibió Hilda de Polaris, quien corría descalza por el suelo frío en lo que su ajustado vestido de seda celeste se enredaba entre sus piernas dificultándole el andar. Su rostro de porcelana estaba ensangrentado por una cortada en la frente y sus brillantes ojos azules buscaban fieramente entre los alrededores la silueta de su pequeña hermana. Estaba confundida y angustiada.
La líder y representante de Asgard, quien se hacía llamar Odín frente los extraños no se detenía pese a que sus pies sangraban. Los gritos y las súplicas a su alrededor eran insignificantes al lado de su angustia por hallar a su hermana. Flare era su nombre, después de la muerte de sus padres, Flare era lo único que le quedaba, una bella niña de cabellos dorados tan largos como hermosos y que de no encontrarla pronto, de seguro no volvería a verla.
Ellos, aquellos monstruos, llegaron en la noche en medio del silencio, como aves gigantescas atravesando el cielo. Hilda apenas recordaba un súbito ruido como alas salvajes cortando con mortal filo el firmamento. Recordaba el grito de su esposo sacándola de la cama y pidiéndole que escapara, indicándole que él iría por Flare. Pero al salir de su cabaña encontró fuego, sangre y algunas chozas destrozadas, la silueta de Siegfried se perdió en la nada desapareciendo en los aires y siendo engullido por la oscuridad. Por lo que Hilda entendió que solo quedaba Flare y que debía encontrarla.
Veinte minutos les tomaron aquellos demonios sedientos de sangre destruir todo Asgard, en veinte minutos destrozaron cada muralla, cada fortaleza, cada rincón.
Todo estaba perdido.
—¡Flare! —bramó Hilda de Polaris en medio de la plaza, viendo a su hermana ser arrastrada por un hombre de ojos rojos que la miró con demasiado desdén—. ¡Flare! —sin embargo, antes de poder acercarse a su familia fue halada hacia atrás con tanta fuerza que no fue consciente de lo que pasó después.
SANTUARIO
Cuentan las historias que durante mucho tiempo varios ojos curiosos fueron testigos de un milagro, algunos aseguraban haber visto un conjunto de templos alzándose hasta donde la vista alcanzaba, y que estos en medio de la tarde se esfumaban como un espejismo. Incluso, algunos, decían que aquellos templos estaban volando en el cielo. En realidad nadie estaba seguro de lo que veía, el rumor se extendió por muchos años, pero nunca se reveló el misterio detrás de aquella imagen.
Los que tenían mejor imaginación contaban a sus nietos, que aquel lugar parecía de en sueño, que gozaba de una arquitectura exquisita, como en la antigua Grecia, pero aquel lugar estaba tan sumergido entre las montañas que nadie podía asegurar si se trataba de algo real o no. A su alrededor se formaron miles de leyendas. Los ancianos hablaban de impresionantes guerreros con grandes habilidades que escapaban de la compresión humana. A decir verdad, algunos aseveraban haber sido salvados por poderosos caballeros que luchaban en nombre de Athena.
También se decía que muchos intentaron adueñarse de aquellas místicas tierras, adentrándose a las profundidades en busca de aquel lugar y que lo único que habían encontrado era la muerte. Pero todo, sin embargo, era una simple leyenda… o eso se creía. No obstante, y aunque algunos exageraban aquel sitio existía y era llamado por sus habitantes: El Santuario.
Construir el Santuario fue una tarea peligrosa y muchos sacrificaron todo para que, aquel lugar fuera el hogar de todas aquellas nuevas generaciones que hoy defendía a capa y espada su legado. El Santuario era espléndido, con grandes templos y tierra fértil para poder cultivar, con maravillosas esculturas y bellos paisajes.
Cualquiera que jurara que lo habían visto escondido entre las montañas podía dudar de su cordura, ya que la imaginación no daba para concebir la idea de un refugio como ese asentado entre las cordilleras, donde al dar un paso en falso se podía perder la vida. Así que, si una estructura como esa estaba allí de pie durante tantos años y con habitantes, es porque de seguro era obra de algún dios.
Sin embargo, el Santuario fue construido por hombres y mujeres que se jugaron la vida en ello y no cualquiera salía con vida de este o podía llegar hasta su entrada. Su cima era tan alta que era imposible adentrarse en su interior y solo los lugareños eran los únicos que podían cumplir tal hazaña, y andar entre los caminos sinuosos que llevaban a los templos del Santuario era como un juego de niños para aquellos que se hacían llamar atenienses. Cada miembro del Santuario: hombres y mujeres eran entrenados desde cuna por poderosos inmortales que brindaron su apoyo durante la revolución a los humanos —Aioros y Shion—, por lo tanto sus habilidades superaban a los de cualquier mortal existente.
Sasha fundadora del Santuario, falleció a los 88 años, no obstante, antes de morir pudo ver a su impresionante Santuario erguirse sobre la tierra y abrazar una nueva era, y sabiéndose satisfecha se dejó llevar por los brazos de la parca para encontrarse en el más allá con su querido esposo Sísifo quien pereció muchos años antes sin poder admirar la gran labor de su compañera. Su legado continuó latente, pasando su sabiduría y habilidad a cada generación y perpetuando el apellido Kido.
Durante muchos años no se supo de la existencia de vampiros o elfos; el único recuerdo de estos seres quedaba resguardado en Shion y Aioros que parecían realmente ser los últimos inmortales sobre la faz de la tierra, los humanos contemplaban la posibilidad de que aquellas bestias hubieran sido exterminadas por las armas usadas en el momento de la rebelión, pero el elfo y el vampiro no eran tan optimistas, no obstante, preferían no tocar el tema y mantener a los hombres lejos de cualquier peligro que implicara enfrentarse a las criaturas que alguna vez el hombre creo para protegerse.
El virus fue otro que desapareció levemente gracias a la inmunidad que fueron adquiriendo las nuevas generaciones y al arduo trabajo de Fafner que logró encontrar una cura definitiva a este mal y los humanos emergieron de las sombras con más fuerza que nunca, se mantuvieron unidos y fuertes por largos 200 años, y aunque la naturaleza hacía lo propio, cada generación fue más poderosa que la anterior.
Dentro de los confines del Santuario se obedecía a los Kido. Como heredera del legado y la mayor en ese momento de la familia, una hermosa jovencilla de apenas 22 años y de cabellos lila fungía como gobernador, su nombre era Saori Kido, más conocida como Athena, titulo y nombre clave ante los extraños. Su hermano menor Régulos Kido, era su mano derecha, un muchacho tan valiente y fuerte como su abuelo Sísifo, pero completamente inquieto y revoltoso para considerarse parte de la familia, y es que de no ser por el gran parecido físico, ninguno hubiera pensado que Régulos era descendiente de Sísifo o Sasha, o incluso hermano de Saori ya que ambos eran completamente opuestos.
Pandora, una hermosa joven de cabellos oscuros como la noche era la prima de ambos hermanos, y a su vez, solía trabajar como concejera de Athena, y aunque la morena en ocasiones estaba llena de buenas ideas, era la impetuosa heredera Kido la que siempre hacía lo que le parecía, por lo tanto Pandora en muchas ocasiones prefería no prestar atención a lo que hacían sus dos jóvenes primos, dejando en muchas ocasiones la carga de alguna decisión arrebatada en manos de Shion y Aioros, que aunque nobles y sabios ya no sabían cómo controlar a las nuevas generaciones. Y es por eso, que el ahora viejo Elfo, molesto y agotado caminaba firmemente hasta los aposentos de Athena.
—¿Puedo ayudarte en algo, Shion? —preguntó Saori Kido sentada frente a un gran número de documentos esparcidos por toda la mesa, su rostro de niña contrastaba maravillosamente con su imagen de guerrera, pues la joven lucia un enterizo de color blanco con espadas atadas a su cintura, y el que no la conociera podría jurar que era inofensiva. Nada más lejos de la realidad, la mujer en aquella oficina podía ser tan letal como cualquier guerrero del lugar.
—Señorita, ¿a dónde se dirige el escuadrón de búsqueda y ataque? —por respuesta el Elfo solo recibió una mirada, pero esto no lo hizo desistir de su labor.
—Esta madrugada, Kanon, divisó desde su puesto una señal proveniente del punto de intercambio, así que van a revisar de que se trata —contestó sin mucho afán, Shion suspiró profundo.
—¿No se supone que nuestros tratos con Asgard son limitados? —interrogó escaneando con la mirada la joven de cabellos lila—. Señorita —su voz fue suave pero autoritaria—. Cuando encontramos aquella comunidad hicimos un acuerdo. Únicamente usaríamos el punto de intercambio para lo que su nombre dicta… recuerde…
—Recuerdo todo con bastante claridad —constató como quien no quiere la cosa caminando despreocupada por la oficina para tomar un poco de tinta. Shion la observó interesado por lo que Saori resopló.
—El pueblo de Asgard es parte del grupo de personas que abandonaron a su tatarabuela Sasha cuando más lo necesitó.
—En realidad era mi pentabuela o hexabuela, creo, ya perdí la cuenta, y conozco los pormenores de esa historia y el cómo Sasha cerró sus puertas a todos los desertores. Pero durante 60 años el pueblo de Asgard nos ha servido bien.
—Nuestro acuerdo con Asgard es netamente comercial. Ellos tienen los ganados, nosotros los cultivos. Nos beneficiamos mutuamente, y parte de ese acuerdo, es que ellos nunca conocerán el Santuario y nosotros nunca conoceremos su asentamiento.
—Fue una señal de auxilio. Shion, no pretendas que nos hagamos de la vista gorda… y tal vez no sea nada grave.
—No me subestime, señorita, soy un elfo viejo, pero aun conservó mucha habilidad y vitalidad, mis ojos no me mienten y mi olfato tampoco, reconozco el aroma a sangre que se ha extendido con el viento, algo realmente malo sucedió días atrás y los asuntos de Asgard no deberían preocuparnos.
—¿Por qué, Shion? —volvió a interrogar pero esta vez se quedó seriamente mirando al elfo y aunque apenas era una niña sus ojos demostraban gran sabiduría y madurez—. Si nos atacaran a nosotros seguramente también buscaríamos su ayuda. Además, no sabemos qué pasó realmente, para eso el escuadrón ira al punto con la debida precaución.
—Pero señorita…
—Shion, hemos sobrevivió durante muchos años al estar aquí aislados. Encontramos Asgard por mera casualidad y tuvimos la fortuna de que era un pueblo tranquilo, pero tarde que temprano nos encontraremos con algo peor y lo que vamos a necesitar son personas luchando con nosotros. Este Santuario es impresionante, pero sabes muy bien que pronto no tendremos los suministros necesarios para seguir adelante. El mundo ya no es tan grande como antes, la mitad de la tierra está ahora bajo el agua, se nos agota el espacio y las ideas… por lo tanto deberíamos tener buenas relaciones con nuestros aliados en caso de ser necesario.
—¿Y si el pueblo de Asgard fue destruido? ¿Tenemos espacio para recibir a más personas? Me temo que no. No sabemos a ciencia cierta lo que pasó, y ellos tal vez quieran tomar el Santuario. ¿Ha pensado en eso?
—Claro que sí, por eso iré personalmente a averiguar lo sucedido —dijo con entusiasmo y mirada retadora—. Y no me detendrás.
—Señorita. —Shion no estaba seguro de que decir para persuadir a la joven—. Entiendo, pero tenga presente que si los asgardianos fueron atacados por… ¿y sí ese tal Odín le está tendiendo una trampa?
—¿Qué es lo que te preocupa exactamente? Dime la verdad —pero el elfo no contestó de inmediato.
—Iré con usted. Es peligroso.
—Sé cuidarme sola Shion, de todas formas, Saga, Kanon y mi hermano vendrán conmigo.
—¿Por qué no me lo había dicho antes?
—¿Acaso hubieses aceptado? —explicó ella—. Escucha, sé que estás preocupado y tienes razones para estarlo. Pero estaremos bien. El punto de intercambio no está muy lejos, hay vigías en cada punto y usaremos el vehículo para viajar más rápido. Nosotros iremos bien equipados. No nos pasará nada. Me voy, entre más tarde en salir, más tardaremos en regresar. Vigila el fuerte por mí.
—De acuerdo —aceptó de mala gana y viendo esa batalla perdida se alejó con una reverencia.
Saori se marchó junto con su grupo sin mirar atrás, Shion se situó en el punto más alto para poderla observar, a lo lejos la heredera Kido andaba sin pausa. El elfo estaba inseguro, tenía un mal presentimiento y como lo había dicho antes, había un olor a sangre en el aire que solo acrecentaba sus miedos.
X-X
—No vendrán —dijo un muchacho de cabellos azules mirando por una pequeña ventana, su nombre era Frodi uno de los guerreros de Asgard y uno de los voluntarios en los intercambios con el Santuario, por lo tanto conocía muy bien la zona—. Tal vez los del Santuario no conocen el código Morse —intentó bromear.
—Claro que lo conocen, pero debemos esperar —comentó Hilda de Polaris sentada en un rincón de una mugrosa choza que apenas tenían un par de paredes en pie, aunque todo estaba lleno de tierra a ella no le importó, su imagen actual era igual o peor que el estado de aquella cabaña.
—Hemos estado todo el día haciendo la señal. Tal vez no vengan —resopló un apuesto hombre de cabellos grises.
—No sabemos qué tan lejos está el Santuario, Siegfried —consoló la mujer mirando a los pocos que quedaban de su pueblo agazapados en un rincón con cara de frustración—. No teníamos acordado un intercambio hoy, por lo tanto los tomamos por sorpresa.
—No quiero parecer pesimista, princesa mía —expuso Siegfried con algo de dificulta debido a un golpe fuerte en su cabeza—. Pero el acuerdo con el Santuario es netamente comercial. Prometimos no involucrarnos en los asuntos del otro. Lo mejor que podemos hacer es seguir adelante y buscar otro refugio.
—Pero los necesitamos —suplicó la chica llegando con rostro afligido hasta el hombre—. Son nuestra única esperanza, estoy segura que Athena nos ayudara. Esas cosas tienen a mi hermana y…
—¡Algo se acerca! —alertó el vigía y todos se pusieron en guardia—. Es Kanon —aclaró Frodi y ante la información todos salieron a recibir al grupo proveniente del Santuario—. Gracias por venir.
—No es algo que acostumbremos a hacer —comentó quien respondía al nombre de Kanon, un hombre apuesto de cabellera alborotada, a su lado un muchacho idéntico a él los observaba con pesada mirada.
—Lo sé, y me disculpo por el agravio.
—Quisiera hablar con Athena si es posible —interrumpió Hilda, su presencia desaliñada dejaba mucho que decir.
—La están pasando mal por lo que veo —comentó un chico de cabellos castaños mirando a los asgardianos.
—¿Quién eres tú? —preguntó Frodi.
—Él es Régulos Kido, uno de nuestros líderes —acotó el gemelo de Kanon mirando con desdén al asgardiano—. Ten cuidado como te diriges a él.
—No te preocupes, Saga —tranquilizó el muchacho Kido soltando una bella sonrisa a Hilda—. Mi nombre es Régulos Kido, ¿en que la puedo ayudar?
—Soy Hilda de Polaris, líder del pueblo de Asgard —suspiró y miró a sus compañeros—. Soy Odín.
Régulos observó a la mujer de cabellos largos platinados, de figura elegante y hermoso rostro.
—¿Tú eres Odín? —bramó divertido—. Por el nombre pensé que se trataría de un hombre grande y de barba blanca y poblada. Tú en cambio estás muy bonita. Nada parecido a lo que me había imaginado. No me malentiendas.
—¿Puedo hablar con Athena? —pidió suplicante la representante de Asgard.
—¿Por qué quieres hablar con Athena exactamente? —preguntó Saori quien hasta entonces había permanecido detrás de los gemelos. Hilda clavó su clara mirada en ella.
—Precisamos de ayuda —comentó la peliplata—. Nos atacaron anoche y no tenemos a donde ir.
—Tendrán que arreglárselas solos —dijo la heredera—. Creo que dejamos muy claras nuestras normas.
—¿Entonces por que vinieron? —refutó Siegfried.
—Queríamos asegurarnos que el lugar aún era seguro —contestó Saori—. Y aunque es un terreno baldío debemos procurar que quien venga a los intercambios no se encuentre en peligro.
—¡Por favor, Athena, ayúdanos! —expuso Hilda logrando que todas las miradas recayeran sobre ella—. Eres Athena, ¿cierto? Lo sé por tu forma de hablar y por la manera en la que ellos sutilmente bajaron la cabeza cuando tomaste la palabra.
Saori carraspeó derrotada y caminando despreocupada se acercó a Hilda.
—Sí, soy Athena, mi nombre real es Saori Kido. Lidero al Santuario.
—Y no creo que la representante del Santuario haya venido nada más a ver si el lugar era seguro. ¿O me equivoco?
—Te equivocas, Hilda, si estás acostumbrada a que otros hagan tus tareas, es fácil equivocarse —refutó con soberbia, pero la representante de Asgard no se echó para atrás—. Como lo dije antes, deben arreglárselas solos. ¡Vámonos! —ordenó.
—Fuimos atacados por vampiros —contó Hilda haciendo que el andar de los otros se detuviera—. Nos atacaron en la noche, como aves negras surcando los cielos. No eran muchos, pero mataron a mi gente y se llevaron a otros consigo. No nos des asilo si no lo deseas, total, darnos asilo seria ir en contra de tu antepasada Sasha.
Saori giró para observar a Hilda.
—Sí, conozco la historia. No somos bien recibidos y eso puedo entenderlo. Pero… mi hermana y el resto de mi pueblo están en manos de esos asesinos. Te pido… que me ayudes a recuperarlos.
—Y poner en riesgo a los míos —soltó la pelilila mirando de uno en uno—. No lo creo.
—¿Y cuanto tiempo creen que estarán a salvo ustedes? —interrumpió una voz chillona, Saori vio una pequeña joven de cabellos turquesa dirigirse a ella sin nada de amabilidad—. Así como los vampiros nos encontraron a nosotros los hallaran a ustedes. ¿Piensa que podrán ocultarse toda la vida?
—Tu nombre —demandó Saori logrando que su mirada doblegara el ímpetu de la joven.
—Me llamo Lyfia —contestó con un poco de timidez.
—Si dejas que tu gente me hable de esta manera nunca llegaremos a un acuerdo, Hilda.
—Y si tu dejas que mi gente siga muriendo, te aseguro que haré lo posible por destruirte —amenazó la líder asgardiana harta de la altanería de Athena—. Vine humildemente ante ti y solo he recibido desprecio y humillación. He vivido y visto más amaneceres que tú, niña ingenua, y no tienes derecho a hablarme como lo has hecho hasta ahora.
—Calma señoras —se interpuso con demasiada habilidad Régulos en lo que parecía iba ser una pelea entre su hermana y la representante de Asgard—. No somos enemigos. Si los vampiros han llegado hasta esta zona lo que necesitamos es trabajar juntos.
—Recibiré a tu pueblo con la única condición de que peleen de nuestro lado de ser necesario. Pero no rescataré a los que se llevaron los vampiros, por lo que puedo deducir ya deben de estar muertos.
—No lo están —tomó la palabra Siegfried —. Se los aseguro.
—¿Cómo los sabes? —preguntó esta vez Saga.
—Yo logré escapar —explicó Siegfried con voz trémula—. Yo… no sé, ni como lo logré, pero lo hice. Y ellos hablaban de llevarnos al Inframundo para un festín.
—¿Al inframundo? Creo que sus palabras fueron concretas.
—No. No estaban hablando figurativamente —expuso nuevamente Siegfried casi desesperado—. Ellos hablaron de viajar al Inframundo con el resto de la camarilla. Dijeron que harían un festín con nosotros. Creo que su comunidad se llama el Inframundo.
—Te golpearon fuerte la cabeza —dijo Saori entregándole al hombre una cantimplora con agua.
—Sé lo que escuché.
—De acuerdo. —Saori observó a su hermano quien afirmó levemente—. Los llevaremos al Santuario, pero no prometo rescatar a nadie. —Hilda quiso protestar pero fue acallada por la mano levantada de la pelilila—. No obligaré a mi gente ir a una misión suicida. Pero si alguien se ofrece a ir, tampoco me opondré.
Para la representante de Asgard eso fue suficiente, tal vez había una forma de convencer a los guerreros de Athena de salvar a su hermana.
—Tendrán que ponerse estas vendas en los ojos —aclaró Kanon, los asgardianos guardaron silencio y esperaron la aprobación de Hilda quien asintió con timidez.
X-X
Aioros respiró calmado, observó la negra noche y se dispuso a organizarse para empezar con su rutina nocturna. Sus ropas eran muy informales, apenas un viejo pantalón y una camisa, un par de vendas en las manos y una cinta roja en la frente. A diferencia de Shion que siempre parecía más formal y que aún conservaba sus viejos hábitos, Aioros intentaba siempre estar lo más cómodo posible.
—Aioros, ¿puedo hablar contigo un minuto? —preguntó Shion llegando con el vampiro—. Es importante.
—¿De verdad es muy importante? —interrogó en tono divertido y es que algo que gustaba hacer era molestar a Shion, finalmente, había sido su compañía por más de 200 años—. Tengo entrenamiento con Seiya y ya sabes que es algo socarrón y descuidado.
—¿Acaso no percibes algo familiar en el ambiente? —Al notar que el semblante de Shion continuaba tan serio, Aioros prefirió prestar realmente atención a las palabras de su compañero.
—¿A qué te refieres?
—Aioros. —Shion buscó la mirada del otro y con seriedad le dijo—: El viento trae consigo un olor a sangre. A mucha sangre. Los asgardianos solicitaron ayuda esta mañana y la señorita Saori y el joven Régulos marcharon al punto de intercambio.
—¡No es posible! ¿Cómo pudiste dejarlos ir? Puede ser una trampa.
—Hice todo lo que pude, pero tú mejor que nadie sabes lo terca que es esa muchacha. Su hermano no se queda atrás.
—Tal vez no sea nada.
—¿Y ese aroma?
—No tengo un buen olfato como el tuyo. Pero el viento sopla diferente, algo en el cielo es turbio. Como si hubiese habido una gran masacre. Es igual que aquella noche cuando nos revelamos contra los hombres.
—Es igual. —Shion suspiró con fuerza y apretó las manos ansioso—. Hace 200 años que no tenía esta sensación tan amarga. —Frustrado golpeó una pared con fuerza.
—Tal vez no sea nada —tranquilizó—. Hemos vivido en completa calma durante todo este periodo que cualquier cambio nos parece abrumador. No nos apresuremos a sacar conclusiones.
—Puede que no sean los vampiros, como los dos pensamos y nos negamos a pronunciar en voz alta —bramó frustrado—, pero, si por el contrario los asgardianos quieren invadirnos.
—¿Por qué harían eso? Nosotros somos más fuertes.
—Eso es lo que creemos, sin embargo, no sabemos absolutamente nada de ellos.
—Yo sí —suspiró, Shion le regaló una mirada confundido.
—¿Qué dices?
—Los gemelos son tan desconfiados como talentosos. Saga, sugirió que lo mejor era seguir al pueblo de Asgard para estar seguro de su posición.
—¿Lo hicieron?
—Desde luego que sí. Viajamos ligero después de un intercambio. A ellos les tomó un par de días llegar hasta su ciudad. No son muchos, tienen pocas armas, viven prácticamente en el fin del mundo. Si no fuera por el mar que los rodea, un par de vacas, algunas gallinas, dos caballos y las provisiones del Santuario habrían perecido hace mucho. Sus guerreros son fuertes y nobles, pero no llegarían a los talones de los nuestros.
—Esa expedición que les llevó casi una semana completar —comentó al aire—. ¿Era eso lo que estaban haciendo?
—Lamento no habértelo dicho, pero con Saga comprendimos que era lo mejor para todos. Para estar tranquilos.
—Así que la señorita Saori no tiene nada que temer.
—A menos que hayan seguido a los asgardianos.
—Espero que no. —Shion dio una pequeña vuelta—. Pero si Asgard se vio comprometida, pienso que la señorita traerá a todos a este lugar y…
—Eso no es descabellado. La entiendo, Asgard ha servido bien al Santuario, y si debemos enfrentarnos a lo desconocido nos haría bien tener al pueblo de Odín a nuestro lado.
—Hablas igual a ella —recalcó. Aioros se alzó de hombros—. Ella no conoce la traición, ni el frío corazón de los hombres. Así como ella haría lo que fuera por su pueblo, no sabemos qué haría Odín por el suyo. Ese hombre…
—Es una mujer. —Aioros sonrió ante la mirada confundida de Shion—. La representante de Asgard y la cual se hace llamar Odín es una mujer.
—¡La señorita Saori y el señor Régulos han regresado! —informó un joven a los dos inmortales.
X-X
Un golpe seco desdibujó el rostro delicado de una guerrera cuando cayó contra el suelo, su maestro dejó escapar una risa cínica sabiendo que con ello incomodaría más a la chica, ella se puso rápidamente de pie y con mirada retadora invitó al hombre a que siguiera con el combate, desde luego, él no se hizo esperar y en un par de minutos aprisionó a la mujer contra el suelo en lo que la sostenía por el cuello con el dorso de su brazo.
—Libérate, puedes hacerlo —ordenó el maestro mientras la joven luchaba por un poco de airé—. ¡Libérate!
—Suficiente —pidió una voz femenina con autoridad, la chica que estaba en el suelo pudo respirar tranquila.
—Ya casi lo lograba —dijo el hombre mirando a la recién llegada, una mujer de extraordinaria belleza, cabello oscuro y ojos vivaces.
—¿Eso crees, Rhadamanthys? —preguntó la morena buscando la mirada despreocupada del otro—. Me parece que no estás haciendo un buen trabajo como maestro.
—Es mi culpa, señorita Pandora —dijo finalmente la joven guerrera tratando de incorporarse—. Fui muy lenta.
—Pero…
—Sí fue lenta y lo sabes —anotó otra mujer la cual tenía un sedoso cabello verde—. Seika debes mejorar. Si te hubiese atacado un inmortal habrías muerto miserablemente.
—¿Shaina, de verdad crees en los fantasmas? —interrogó la morena mirando a su compañera con desdén.
—¿Y tú no, Pandora? —sostuvo la peliverde retándola con la mirada.
—Los inmortales desaparecieron hace mucho tiempo —apoyó Rhadamanthys—. El único recuerdo de esas bestias son esos dos —señaló con rabia a un par de hombres apuestos que caminaban hacia el interior del templo principal, acto seguido la mirada de uno de ellos recayó sobre el hombre—. Parece que ese vampiro me escuchó. No me importa —escupió.
—Aioros y Shion son parte de nuestro pueblo, les debes respeto —ordenó Shaina.
Rhadamanthys quiso protestar, pero se contuvo cuando Pandora tomó la palabra:
—Parte de lo que somos hoy en día se lo debemos a ellos. Sus habilidades nos han mantenido a salvo.
—Creo que no tengo que recordarles, señoritas, que fue su gente la que destruyó a la nuestra. —Un apuesto hombre de cabellos azules y ojos cristalinos caminó con paso lento hasta los otros.
—No todos son iguales, General Kanon —anunció Shaina—. Shion y Aioros son prueba de ello.
—Hasta donde sabemos ellos se rindieron y con el pasar de los años se adaptaron a nuestras costumbres, pero todos los vampiros y elfos eran despiadados.
—Eran —recalcó Rhadamanthys dándole la razón al otro hombre—. Ya no existen.
—No te apresures tanto —hizo ver Kanon—. Puede que haya un par por ahí, no podemos bajar la guardia. Rhadamanthys, hoy lideraras al escuadrón de búsqueda. Necesitamos más suministros.
—¿Es por lo nuevos invitados? —inquirió Pandora preocupada—. ¿En que está pensando mi prima? Nunca había recibido a nadie en nuestras tierras.
—La señorita Athena, les dio asilo, es necesario —corroboró el gemelo.
—¿Por qué? —Esta vez fue Shaina quien cuestionó las palabras de su líder—. Las reglas siempre han sido claras, nadie entra nadie sale.
—Lo sé, pero por esta vez fue necesario, tuvimos que hacer algunas excepciones —explicó Kanon—. En un par de horas tendremos reunión, todas sus preguntas pueden ser aclaradas en esta.
—¿No será peligroso tener gente de otras comunidades en nuestras tierras? —quiso saber Shaina.
—Así es —explicó Pandora—. Pero mi querida prima es una insensata, ella impone las reglas para ser la primera en romperlas.
—Se supone que eres la consejera.
—Te extrañaría, Shaina, como mi prima hace caso a lo que le digo.
—Escuchen bien —tomó la palabra Kanon—. En realidad sé muy poco de esta nueva situación, por ahora hagan lo que les digo y mantengan esto en secreto, no queremos generar molestias en nuestra gente.
—Para nadie es un secreto nuestros nuevos invitados.
—Solo no digas nada más, ¿de acuerdo Pandora?
X-X
Hilda observó el despacho en el que se hallaba completamente asombrada. La oficina era enorme, había un gran escritorio delante de una maravillosa biblioteca, un par de sillas de cuero acomodadas a cada lado de la mesa, un sofá gigante en un costado y una pequeña mesilla con un poco de té se veía magnifica en medio de aquel elegante lugar. En una pared, un enorme retrato dibujaba a una hermosa joven de cabellos lila junto un apuesto hombre de melena castaña.
—Ellos son Sísifo y Sasha —comentó Saori tomando asiento e invitando a Hilda a hacer lo mismo—. Disculpa todas las molestias. Espero que esas ropas sean de tu agrado.
La representante Odín se miró rápidamente, llevaba puesto un pantalón azul una talla más grande y una camisa blanca holgada.
—Es de mi hermano. Soy más pequeña que tú así que asumí que la ropa de él te quedaría mejor.
—No era necesario, Saori.
—Creo que no estabas muy presentable y menos para hablar con mi pueblo.
—¿Me dejaras hablar con ellos? —preguntó entusiasmada en lo que Saori asentía—. Gracias.
—Pero quiero que respondas algunas de mis preguntas.
—De acuerdo —contestó derrotada en lo que Saori dejaba un mapa sobre la mesa.
—¿Hace cuánto los atacaron?
—Hace más de 60 horas aproximadamente —contestó intentando recordar—. Por lo general a los exploradores les toma día y medio llegar hasta el punto de intercambio. Pero en esta ocasión debido a los heridos y al miedo a viajar en la noche nos tomó más tiempo.
—¿Dónde está tu asentamiento?
—¿Por qué eso es relevante? Ya no existe, no quedó nada de él. Si no me crees te llevaré hasta allá para que lo veas con tus propios ojos.
—No te estoy atacando Hilda. Creo en tu palabra, pero necesito saber que tan lejos estaba Asgard de aquí, porque lo que los atacó pudo haberlos seguido.
—¿Lo que nos atacó? —interrogó molesta poniéndose de pie—. Eran vampiros, ¡vampiros!
—Disculpa mi escepticismo Hilda, pero hace muchos años que no vemos uno, y los registros sugieren que tal vez elfos y vampiros desaparecieron luego que la 'Comunidad Rosa de los Vientos' los atacara con el arma biológica. Supongo que conoces también esa historia.
—Entonces, según tú, ¿qué fue lo que nos atacó?
—Eso quisiera saber, Hilda.
La representante de Asgard observó frustrada a la heredera Kido, quien parecía empeñada en buscar su propia historia, y la forma en la que pronunciaba su nombre era pedante y molesta. Y mientras Saori dilataba la situación su hermana estaba siendo arrastrada por los chupasangres. Así que, lo mejor era contribuir y no poner más resistencia. Saori Kido era una mujer difícil de convencer.
—¿Dónde está el punto de intercambio? —preguntó tranquilamente.
—Aquí —señaló Saori un punto en lo que Hilda interpretaba el mapa.
—Nosotros estábamos aquí ubicados —indicó y Saori hizo una circunferencia en el lugar.
—¿Tienes alguna idea hacia donde marcharon los vampiros?
—Creo que hacia el sur —contestó buscando alguna señal en la joven Kido—. Dime que marcharon contrario al Santuario.
—Posiblemente, pero no podemos confiarnos. ¿Sabes cuantos eran?
—No fue mucho lo que vi. Pero mi esposo. Siegfried, dice que vio cuatro, pero posiblemente eran más.
—Eso no nos dice mucho. ¿Entiendes la situación?
—Lo sé —dijo agotada dejándose caer sobre el asiento—, pero estoy dispuesta hacer lo que sea por ayudar a mi hermana y al resto de mi gente.
—¿Sabes que ya pueden estar bastante lejos?
—Lo sé, ¿y tú sabes que cada minuto aquí contigo, es un minuto que ellos se alejan?
Saori razonó aquellas palabras, creía en la historia de Hilda, no pensaba que aquella bella mujer fuera capaz de clavarle el cuchillo por la espalda, pero también era consciente que no muchos ofrecerían su vida a cambio de perfectos desconocidos. Ser aliada de Hilda era provechoso para futuras invasiones, no eran muchos los guerreros que quedaban de Asgard, pero los pocos, eran un factor agregado, y si ella continuaba diezmando la paciencia de la peliplata lo perdería todo.
—Como te dije antes, no depende de mí. Si mi gente decide ayudarte, no me opondré, pero tampoco los obligaré a marchar por ti. ¿Te queda claro?
—Muy claro.
Un golpe en la puerta atrajo la atención de ambas mujeres quienes desviaron la vista hacia el umbral.
—Adelante —pidió Saori.
—Señorita, ¿podemos hablar un momento? —preguntó Shion en compañía de Aioros entrando al despacho, Hilda por su parte se puso rápidamente de pie.
—¿Estás con los vampiros? —le reclamó a la heredera.
—Ellos dos están con nosotros desde hace 200 años —explicó Kido tratando de calmar los nervios de Hilda—. Esa parte de la historia la desconoces porque tu pueblo dejó el bunker antes de que Sasha tomara el control nuevamente.
—Discúlpame que no me vea muy feliz después de esta sorpresa —dijo la representante de Asgard—. Pero ellos dos, pueden…
—Ellos dos se quedaran acá. Su compromiso es proteger al Santuario. Siempre lo ha sido y no cambiara. Shion, Aioros, los escucho.
—Señorita me temo que no puede ayudar a estas personas. —Saori observó seriamente a Aioros ante sus palabras—. Si los vampiros siguen vivos nos expondremos al tratar de ayudarles.
—¿Por qué nadie quiere escuchar? —protestó Hilda.
—Ya hemos hablando con Saga. Nos dijo lo sucedido y lo que pretenden hacer —acotó Shion sin apartar la mirada de la peliplata quien se dejó caer agotada en el sillón.
—Tal vez no sean muchos —comentó Saori mirando a los dos hombres delante de ella—. Los reportes dicen que después de que la ultima ojiva estalló, las expectativas de vida para los inmortales eran pocas. Hay posibilidades de que una buena parte de los vampiros y elfos hayan desaparecido. Creo que podemos con los que quedan.
—Señora, está siendo usted o muy optimista o muy ingenua.
—No soy ingenua y tampoco soy optimista, Shion, solo intento ver las cosas desde otro punto de vista. Le dije a Hilda que no enviaría a nadie a buscar a su gente, pero si alguno se ofrece no lo detendré tampoco.
Aioros y Shion se miraron fijamente, si todos dentro de la comunidad eran fieles a sus costumbres nadie marcharía por los asgardianos.
—Si los vampiros están por ahí, lo mejor es que estemos preparados —hizo ver Shion.
—Debemos reforzar la guardia y el sistema de seguridad —ordenó Saori.
—¿Sistema de seguridad? —preguntó Hilda asombrada.
—Sí querida, Hilda. Dile a los tuyos que no deambulen por ahí si no quieren terminar heridos.
Aioros asintió febrilmente y recordó por un escaso segundo como uno de los guardias perdió una mano por andar borracho por entre las cordilleras.
—¿Entonces el Santuario tiene como defenderse? Y ustedes dos tuvieron que haber entrenado a cada miembro de este lugar. Son… poderosos.
—Los humanos no tienen las mismas habilidades que nosotros, señora Hilda —intervino Aioros—. Sí, son fuertes, incluso más que la anterior generación a la que nos enfrentamos en la revolución, algunos tienen mucho talento, y no se dan por vencidos tan fácilmente, pero los vampiros y elfos siguen teniendo grandes ventajas: rapidez, fuerza e inmortalidad. Si hieres a un humano sus capacidades se verán reducidas, si hieres a un inmortal se recuperará y seguirá peleando como si nada. Señora, eso jamás lo podremos cambiar y ya no contamos con las armas que se tuvieron en el pasado.
—¿Qué sugieren? —quiso saber Hilda.
—Defender el Santuario en caso de que lleguen a atacar —ordenó Shion con seriedad.
—¿Dejaran a mi gente a merced de esas bestias?
—Lo siento, señorita.
—¡Saori, dijiste que podía dirigirme a tu pueblo. Déjame hablar con ellos!
—Señora. —Interrumpió Aioros—. No podemos arriesgarnos. Pueden estar ante nuestras puertas en este momento.
—La comunidad Asgard quedaba aquí —señaló la pelilila un punto en el mapa—. Nosotros estamos aquí. Quien quiera que venga, tardara días.
—Si no saben que estamos acá así es —explicó Aioros—. Pero recuerde que los vampiros son muy rápidos y los elfos se pueden teletransportar. A un vampiro le tomaría un par de horas llegar con nosotros mientras que a un elfo un par de minutos tal vez.
—Segundos realmente —dijo Shion—. Puede que los inmortales nunca nos encuentren. Pero lo mejor es que crean que no existen más humanos en el mundo.
—¿De qué te alimentas tú, Aioros? —inquirió Saori, el vampiro entendía por donde iba la heredera.
—Usted sabe que Shion me ha suministrado de su sangre todo este tiempo. Y sí, tal vez sea las cualidades curativas de los elfos que hacen que no se necesite tanto de la sangre pero eso no significa… mi señora, si los vampiros nos atacan será por venganza o en su defecto, por sangre humana. Debo ser sincero y el sabor de la sangre humana no se compara a la de ninguna otra especie. La sangre de los elfos nos da la fuerza suficiente para vivir hasta por una semana o más. Pero la de los humanos, es simplemente exquisita. Entienda que ustedes los humanos son un manjar para los vampiros.
—Entiendo —suspiró la chica, por donde quisiera verlo no había alternativa—. Hilda, te di mi palabra de hablar con mi pueblo. Acabas de escuchar mi opinión y la de mis consejeros. Espero que entiendas que puedes recibir una negativa igual de mi gente.
—Lo entiendo.
X-X
—Levántate Régulos, eres muy lento —expuso un apuesto hombre de cabellos largos y azules, su mirada era triste y esmeralda, pero su sonrisa era burlona y pintoresca, el muchacho en el suelo era el causante de esa mueca—. De haber sido el enemigo ya estarías muerto —sostuvo una espada cerca al mentón del más joven.
—Creo que él no necesita de enemigos. Se clavara la espada así mismo en medio de una batalla.
El hombre sonrió interesado ante las palabras en lo que el Régulos refunfuñaba por lo bajo.
—¿Y tú que sabes, querida hermana? —dijo el más joven poniéndose de pie para sacudir la tierra de su pantalón.
—Sabe bastante aunque no lo creas —prosiguió el peliazul con voz tranquila—. Nunca he logrado que tu hermana trague polvo como tú. Por lo general soy yo el que termina a sus pies.
—Es porque eres muy suave conmigo, Saga —dijo la chica con ternura en lo que su hermano movía la cabeza en negación.
—Le tienes mucha consideración a Saori, ¿no Saga? —refutó Régulos.
—Tú hermana es más fuerte de lo que parece. Yo no tengo consideración con ninguno de mis aprendices. Ustedes dos no son la excepción pese a que sean nuestros líderes.
—Y te agradecemos todo el esfuerzo, Saga —dijo Saori con amabilidad—. Y lamento interrumpir el entrenamiento, pero hay algo de lo que quisiera hablar con mi hermano, si no te importa.
—Claro que no. Me retiro. Vendré por ti después, Régulos.
—Sí, sí —contestó el chico con un movimiento de mano—. Te gusta Saga, ¿cierto, Saori?
—Claro que no. Él es un buen maestro y le agradezco todo el esfuerzo que hace por nosotros. Desde que nuestros padres murieron, Saga siempre ha estado ahí.
—Eso no quita que te guste —dijo con picardía.
—Eres un niño. ¿Qué sabe un niño de esas cosas?
—Tengo 16 años y sé muchas cosas al respecto. Muchas.
—Ah, ¿sí? ¿Qué tantas? ¿Y con quien las has aprendido? ¿Tal vez con Lyfia?
Régulos palideció y el agua que acababa de beber salió de su boca entreabierta.
—¿De qué hablas? ¿Estás loca?
—No me llames loca —protestó con amenaza, Régulos puso su mejor sonrisa—. Sé muy bien lo que vi. Parece que la señorita Lyfia y tú han estado jugueteando por ahí. ¿O me equivoco? ¿Desde cuándo se ven?
—Debo confesarte algo y te suplico que esto no salga de acá.
—Te escucho.
—La conocí en uno de los intercambios, y persuadí a Saga de seguirla. Luego me acerqué a ella y hemos estado saliendo desde entonces. Tal vez un mes.
—¿Saga aceptó hacer tal cosa? —Saori caminó molesta por el lugar.
—Le dije que sería bueno saber dónde estaba Asgard, y si podíamos confiar en ellos o no.
—Régulos, una de nuestras normas…
—Lo sé, lo sé, pero no le vi el problema. Yo sabría dónde encontrar al Lyfia y tu estarías tranquila con los asgardianos al saber que no son una amenaza.
—¿Y no lo son?
—No, hermana no lo son. Te aseguro que lo que está diciendo Hilda, es cierto.
—Ella tomará la palabra en un par de minutos para pedir por voluntarios que busquen a su hermana.
—¿Estás de acuerdo?
—Desde luego que no —suspiró—, pero tampoco puedo negárselo. Desconozco si habrá alguien que marche a esa misión. Pero si nadie va, tendré un problema. Hilda preferirá irse antes que luchar por nuestra causa si le damos la espalda.
—Yo iré —dijo con gran sonrisa.
—Desde luego que no. Tú te quedaras acá. Necesito defender el Santuario.
—¿Por qué estás tan segura que nos atacarán? Llevamos años aquí y nunca nos han encontrado.
—Lo sé. Pero… —Saori caminó hasta la ventana y allí dio un largo vistazo al exterior para luego agregar—: Llevamos muchos años aquí escondidos. Nuestros recursos se acaban y nuestro pueblo aumenta en número. Nuestro mayor miedo se hace presente, y pienso que la única forma de acabar con este es enfrentándolo. Debemos recuperar la tierra y volver a ser lo que alguna vez fuimos. Una potencia.
—¿Quieres luchar?
—Debemos luchar.
—De acuerdo —aceptó Régulos acercándose a su hermana—. ¿Crees que en los antiguos registros exista algo que podamos usar para acabar con los vampiros? Papá me confió algunos informes, pero la verdad me he matado buscando respuestas pero no logro encontrar nada. Es como si hiciera falta algo.
—De lo que he leído no sé nada. Además, puede que haya elfos con ellos, los registros dicen que los elfos fueron esclavizados. Lo que sea, el poder de los elfos, también es peligroso.
—Es verdad. Shion y Aioros solo me dijeron que el proyecto alfa había sido un fracaso y que lo único que hicimos fue escondernos de los inmortales, pero que nunca hubo un arma capaz de destruirlos en su totalidad.
—Es exactamente la misma versión de la historia que conozco. —Saori suspiró amargamente—. Necesitamos más información. Tal vez haya algo en el pasado que nos sirva en el presente. Algo que los científicos dejaron escapar. Si tan solo tuviéramos esos registros.
—Tal vez yo sé dónde conseguirlos, Saori.
—Shion y Aioros no nos dirán nada.
—No hablo de ellos —indicó con picardía en lo que Saori esperaba ansiosa por más información—. ¿Recuerdas la caja de Pandora? La verdadera razón por la que nuestra loca tía le puso ese nombre a nuestra prima.
—Ya han habido Pandoras en la familia.
—Sí, pero nuestra Pandora fue nombrada así, por esa caja. Te diré —apuntó en tono divertido—: Tal vez escuché hablar a nuestra tía de una leyenda.
—La caja de Pandora —recalcó Saori—. Cuenta la leyenda que Pandora dejó escapar todos los males del hombre, dejando únicamente la esperanza adentro de la caja.
—Exacto. Nosotros tenemos una caja de Pandora, la cual nuestra antepasada Pandora dejó dentro de la familia para ser custodiada en cada generación. En esta época nuestra querida prima cuida de dicha caja, y mi tía dijo que no conocía su contenido, pero que adentro estaba la esperanza de los hombres.
—Estoy un poco confundida.
—Entiéndelo Saori. Adentro de esa caja debe estar los verdaderos archivos de lo que pasó en el mundo oscuro, y debe estar realmente los apuntes del proyecto alfa, y por qué no, la salvación del mundo.
—Pandora ya me hubiese dicho algo.
—No porque la caja está sellada, y la llave la tienes tú —señalo un colgante en el cuello de la chica.
—¿Esto es una llave?
—Sí, nuestro padre me dijo que la verdad estaba en la caja de Pandora, que yo tenía parte del secreto, y que la única forma de descubrir todo era usando tu llave. Durante mucho tiempo las mujeres de la familia Kido han guardado la llave, mientras los hombres una parte de la verdad, y nuestra demás familia…
—La caja de Pandora.
—Así es, cada uno de nuestros antepasados ha protegido el misterio del mundo de esa forma. Quien resguarda la llave nunca la ha perdido de vista, quien protege esa parte de la verdad se ha mantenido en silencio durante mucho tiempo, y el guardián de la caja…
—Jamás la ha abierto. Régulos, ¿no piensas que la razón por la que todo se ha mantenido en secreto, es porque ese misterio no es nuestra salvación sino nuestra perdición?
—Puede ser, pero no perdemos nada con investigar.
—Bien, entonces necesitamos abrir esa caja, hermano.
—No creo que Pandora nos deje. De los tres, ella es la más leal a las reglas familiares.
—Lo sé, pero conozco a alguien que es muy bueno escabulléndose. —Saori observó a su hermano divertida—. A alguien que conoce todos los rincones del Santuario, a alguien a quien no se le escapa nada y que siempre va un paso delante de todos. Alguien que incluso supo la ubicación de Asgard, solamente porque se interesó en una chica.
—¿Quieres que le robé la caja a Pandora? —interrogó derrotado.
—Solo tú podrías hacerlo.
—De acuerdo.
—Perfecto. Ahora debemos reunir a nuestra gente. Hilda precisa ayuda.
X-X
La sala de reuniones en el templo principal del Santuario nunca había estado tan apagada. Aunque la comunidad ateniense aguardaba en el gran recinto todos permanecían cayados. Para nadie era un secreto que los herederos Kido habían dejado entrar a un grupo de extraños rompiendo así sus propias reglas.
—Sé que esto no estaba previsto —comentó Saori delante de todos, a su lado su hermano analizaba los gestos de los presentes—. Pero es algo que se nos salió de las manos. Nuestros invitados pertenecen al pueblo de Asgard quienes durante años nos han provisto de deliciosa comida y algunas herramientas. Sin embargo, su pueblo fue atacado por… vampiros…
Los murmullos no se hicieron esperar al igual que los sollozos y las protestas.
—Escuchen, no quiere decir que vendrán por nosotros —calmó Athena—, pero si lo hacen, estamos preparados y lo saben. Por ahora, Hilda, representante de Asgard nos hace un llamado para que la apoyemos recuperando a las personas que los vampiros salvajemente se llevaron.
—Las reglas son claras, señorita Kido, espero que no las haya olvidado.
Quien hablaba era Arles un hombre de cabellos cenizos y ojos claros, su figura inmaculada sobresalía sobre el resto, y aunque su hijo mayor no estuvo de acuerdo con su actitud altanera contra la heredera, el menor sonrió triunfante dándole la razón a su padre. Ambos hermanos aunque eran gemelos, disuadían mucho en su actitud. Algo de lo que parecía estar orgulloso Arles.
—Tengo muy claras las reglas —contestó Saori con mirada retadora, Arles sonrió de medio lado.
—¿Y por qué nos pide pelear una guerra que no nos corresponde? —continuó el hombre—. Asgard nos ha servido bien, lo reconozco, pero también han sacado provecho de nosotros. No hemos recibido nada gratis. Que Asgard se defienda solo, sus asuntos no deberían importarnos.
Un profundo silencio se extendió por toda la sala. Siegfried apretó los puños furioso al escuchar de los atenienses las mismas palabras pronunciadas por Athena. Hilda, sin embargo, no perdió el temple y con paso firme se plantó delante del pueblo:
—Entiendo muy bien su proceder. Yo misma tenía normas similares en mi nación. Entiendo sus miedos y su clara postura. Pero también entiéndanos a nosotros. Hemos perdido nuestras tierras, hemos sido masacrados, desplazados y violentados. Mi hermana junto con un grupo de habitantes de Asgard, fueron sacados a la fuerza de sus casas y ahora, son llevados a no sé donde, pero estoy segura que les espera un destino peor que la muerte. Si algo así le hubiese pasado al Santuario, también hubiesen buscado ayuda.
—¿Y usted nos hubiese ayudado, señorita, Hilda? —esta vez quien habló fue una hermosa pelirroja de nombre Marín. Su voz aunque suave tuvo el efecto suficiente para que todos observaran a la representante de Asgard.
—Seguramente no —respondió Hilda mirando a la muchacha—. Seguramente estaría dándoles el mismo discurso que me han dado a mí desde que pedí su ayuda. Seguramente dejaría que se fueran, y seguramente más adelante yo pagaría esas consecuencias.
—¿Nos amenaza? —un apuesto joven de cabellos rojos ubicado junto a Marín tomó la palabra—. ¿Es lo que trata de decir?
—¿Cuál es tu nombre? —pidió Hilda al joven.
—Touma.
—Touma. No los estoy amenazando. Pero cada acto tiene sus consecuencias. A nosotros nos atacaron los vampiros. No sé cómo dieron con Asgard, pero nos encontraron, tal vez mañana les pase a ustedes. Y tal vez cuando eso suceda requieran de nuestra ayuda.
—Tres guerreros más no nos servirán de nada —expuso Kanon junto a su hermano y padre—. Nosotros seguimos siendo más.
Siegfried sonrió cínicamente y ubicándose junto a su esposa tomó la palabra:
—Tenemos un material que será beneficioso para todos: Cobre.
—Nosotros también tenemos ese metal aquí —volvió a hablar Touma.
—¿En serio? — Siegfried pasó su clara mirada por toda la comunidad—. He visto que sus armas son antiguas. He visto que se han esmerado mucho por mantener este Santuario en pie y que han usado hasta el último recurso para ello. Nosotros no somos ignorantes, sabemos cómo se trabaja la plata y sabemos que el cobre es un metal de aleación por excelencia. Los lugares donde se hallaba el cobre, ahora están bajo el agua. Así que dudo que cuenten con el suficiente material. Sus armas, pueden ser certeras, pero estoy seguro que sucumbirán fácilmente ante la fuerza destructiva de los vampiros debido a su antigüedad. Si ustedes nos ayudan, nosotros les daremos el cobre.
—¿Y de dónde lo sacarán? —preguntó Arles mirando desafiante.
—Encontramos un yacimiento hace mucho —contestó Hilda—. Está en perfectas condiciones y hemos extraído cobre desde entonces. A diferencia de ustedes, no tenemos forma de manejar la plata y nuestros recursos son realmente limitados. Por lo que le hemos dado otros usos.
Esta vez no hubo silencio, pero tampoco hubo un voluntario, todos en la sala empezaron a hablar en voz baja con la persona que tenían al lado. Los del Santuario aún no estaban convencidos.
—Escuchen —llamó un hombre asgardiano con voz temblorosa—. Sé que están arriesgando mucho. Pero estamos desesperados. Mi hija apenas tiene 10 años, y no es la única niña que se llevaron. Mis manos tiemblan —señaló angustiado—. Mi cuerpo fallece por las heridas causadas. Yo daría cualquier cosa por mi pequeña… estamos aquí ante ustedes, pidiéndoles humildemente que nos ayuden. Que nos brinden su apoyo… yo…
—Tranquilo —pidió una mujer a su lado al ver al hombre quebrarse ante la súplica.
—Por favor. Ayuden a mi pequeña… yo…
—Yo iré —pronunció una bella chica de cabellos brillantes y verdes, sus ojos esmeraldas aguardaron pacientemente algún otro voluntario.
—¿Estás segura, Shaina? —preguntó delicadamente Saori.
—Sí. Soy ágil y rápida. Puedo hacerlo.
—Yo también voy —se ofreció un hombre de barba roja y abundante—. También soy padre y si mi pequeña estuviera en manos de esas bestias quisiera un poco de ayuda. Yo voy.
—Gracias, Saúl —murmuró la chica Kido.
—Yo voy —aceptó otro con las manos en los bolsillos—. Iré donde mi comandante vaya.
—Gracias, Nachi —comentó Shaina.
—Yo también voy —expuso un hombre grande de cabellos purpuras.
—No tienes que ir Geki. Para eso voy yo —bromeó Nachi.
—No podemos dejar a nuestra hermosa comandante a su suerte con esos vampiros —continuó el grandote—. Señorita, Shaina yo voy con usted.
—Y yo también voy con usted mi comandante —apoyó un muchacho con cara de brabucón, tan grande como Geki pero con el gesto más endurecido.
—¿Estás seguro, Cassios? —preguntó la peliverde.
—Sí, mi señora.
—Yo también voy —acotó una linda chica de cabellos dorados.
—Y yo…
Shaina sonrió agradecida, todo su equipo la acompañaba.
—De acuerdo —suspiró Saori observando a Hilda—, ahí tienes a tus voluntarios.
X-X
La reunión finalizó con algunas aflicciones en las mentes de los atenienses, porque aunque para Hilda fue una conclusión satisfactoria para otros fue una completa locura y una adversidad ante lo que durante tantos años todos habían construido. Arriesgar su vida por desconocidos, era simplemente, inconcebible.
Una hermosa mujer de cabellera verde y ojos esmeraldas se encontraba sentada cerca a los comedores ajustando su indumentaria, su piel de porcelana contrastaba con el atuendo ajustado de color negro que hacía parte de su vestimenta, aunque la ropa que llevaba no parecía suficiente para protegerla de un gran armamento, si era lo bastante gruesa para protegerla de las frías noches y evitaría que las heridas fueran mortales.
Shaina o la Cobra como solían llamarla en las mazmorras por su temperamento cortante, era una astuta guerrera descendiente de grandes y nobles ancestros y una de las mujeres más hermosas y más codiciadas en todo el Santuario, su belleza solo rivalizaba con su increíble habilidad para cortar cabezas. Shaina era impresionante, pero al mismo tiempo letal, con dos espadas en su cintura y un par de armas de fuego a su costado, infundía miedo y pobre de aquel que la retara a una pelea.
—¿Por qué te ofreciste? —preguntó una voz muy cerca, la cobra se levantó y apenas hizo un gesto.
—Tenemos que ayudar.
—Tú nunca te preocupas por nadie.
—No, eres tú la que nunca se preocupa por nadie, Geist, y no voy a empezar una discusión contigo.
—Es peligroso estar allí afuera. No sabíamos nada de vampiros y ahora resulta que siguen por ahí.
Shaina observó a su compañera y contrario a reaccionar de mala gana sonrió y le pidió la chica hablar con sinceridad.
—Te estás arriesgando por gente que no conocemos. No puedo creer que te hayas dejado convencer.
—¿Desconfías de mi habilidad, Geist? —preguntó con cínica sonrisa—. ¿Por qué no vas tú si eres mejor?
Geist hizo un ligero gesto, se cruzó de brazos y observó a la peliverde de arriba abajo.
—Sé que eres fuerte y hábil, pero esto no es como enfrentarte a Aioros o a bandidos. Estamos hablando de bestias salvajes, fuertes y rápidas.
—Aioros nos ha entrenado bien.
—Y ningún miembro del Santuario ha logrado superar su velocidad.
—Yo la igualo.
—¡Igualar no es lo mismo que superar! —protestó enérgica—. Te agotaras antes que ellos.
—Geist —intentó suavizar tomando a la otra de la mano y mirándola suplicante—. Estaré bien. Mi equipo me acompaña, y uno de los oficiales de Pandora, también está conmigo.
—¿Qué pueden hacer siete personas contra un ejército de vampiros?
—Tres guerreros asgardianos, también nos acompañan —contrastó como si eso fuera la gran cosa.
—Haz lo que quieras —constató dándose la vuelta.
—Si no regreso —dijo en lo que la otra la miraba alarmada—. Si no llego a regresar. Por favor no vayas a buscarme.
—¿Cómo me pides eso? —preguntó volviendo con Shaina para encararla.
—Solo promételo. Yo haré lo posible por volver. Lo que sea.
—Promételo.
—Te lo prometo. Tengo tu palabra también —la otra asintió cerrando el trato—. Cuida a mamá por mí.
—Tienes que regresar, hermana. Pase o lo que pase tienes que hacerlo.
Shaina sonrió con amplitud y haciendo un sutil gesto emprendió el camino para iniciar con la misión encomendada.
X-X
En el salón general el equipo de rescate estaba preparándose para salir a buscar a los vampiros. Shaina revisaba cuidadosamente los mapas, analizando la posible ruta tomada por los chupasangres.
—Lo más sensato es ir a Asgard, y seguir el rastro desde allá —sugirió Shaina. Siegfried suspiró profundo.
—No quiero ser pesimista —indicó el asgardiano—. Sé lo importante que es Flare para mi esposa. Y estamos desesperados por los últimos eventos. Pero tampoco soy estúpido. ¿Existe alguna posibilidad de que nuestra gente esté con vida?
—Sí —contestó Nachi con indiferencia—. Ustedes mismos afirmaron que los vampiros se llevaron a tu gente para un festín. Así que deben estar vivos.
—Sí. Eso dije —pronunció Siegfried con mirada baja—. Pero he leído que los vampiros son muy rápidos. ¿Podemos alcanzarlos?
—Ese es el riesgo que estamos corriendo —dijo Shaina mirando los documentos sobre la mesa—. Si el tal Inframundo quedaba cerca, sí, de seguro ya todos están muertos y nosotros no podremos hacer nada. Pero si su reino se encuentra lejos, aun tenemos tiempo de alcanzarlos.
—Ellos son rápidos —repitió Siegfried.
—Sí. Pero un humano no puede viajar a esa velocidad —explicó la comandante los asgardianos le miraron curiosos.
—La velocidad con la que se mueven los vampiros y elfos es letal para un humano —esta vez fue Geki quien habló—. Se les saldrían los ojos.
—Ustedes saben eso… ¿Por qué…?
—Porque lo hemos experimentado, sí —contestó una hermosa rubia de nombre Tina.
—Hace muchos años atrás —sostuvo Shaina cargando una semiautomática con municiones—. Por si había la posibilidad de avanzar más rápido. Se intentó, pero los humanos que se arriesgaron viajando con Aioros no vivieron para contarlo. Y los que viajaron con Shion describieron su sensación como una especie de despartimiento, luego murieron a los pocos minutos. Así que el experimento quedó prohibido.
—No sabía que aún quedaban armas en el mundo —comentó un asgardiano de cabellos rubios y largos.
—No muchas —contó Shaina entregándole la pistola al chico—. Hagen, ¿cierto? —. El muchacho afirmó—. Ahorra las municiones, no tenemos muchas. Bueno, debemos partir ya. Si encontramos a los vampiros, lo ideal sería atacarlos al amanecer.
Shaina caminó con paso elegante hasta la puerta donde fue seguida muy de cerca por todo el equipo de búsqueda y rescate, no obstante, Siegfried empezó a dudar de las buenas intenciones de los atenienses cuando fue nuevamente vendando, para luego ser escoltado por lo que pudo deducir eran unos estrechos túneles, quiso decir algo, pero prefirió esperar a lo que aguardaba del otro lado y no le tomó mucho tiempo averiguarlo. Al salir y quitarse la venda se halló a las faldas de una impresionante montaña bastante alta y, al levantar la vista y tenuemente iluminada por una luna tímida pudo observar una maravillosa y gigantesca estatua de Athena en toda la cima.
—¿Dónde estamos? —preguntó dubitativo.
—A las afueras del Santuario, en el lado noreste —explicó Shaina tranquilamente caminando sin pausa y sin esperar a nadie.
—¿Cómo llegamos tan pronto a este extremo? —preguntó el asgardiano marchando al lado de la comandante.
—Por el túnel —contestó escuetamente la peliverde.
—Sí, pero… —se calló cuando todo el escuadrón ateniense se detuvo delante de una caverna—. ¿Qué hay ahí?
—Haces muchas preguntas —indicó Shaina y con gesto dio la orden, no pasó mucho tiempo cuando una pequeña luz se proyectó en la oscuridad y un extraño artefacto enmudeció aún más a los asgardianos.
—¿Es… un auto? —se atrevió a preguntar Hagen mirando el vehículo de color gris, tal como había visto por ahí en un libro viejo, con ventanas en todos los extremos, cuatro ruedas, brillante y lujoso—. ¿Iremos todos ahí?
—El tiempo apremia, muchachos —hizo ver la Cobra y con una mano levantada dio indicaciones para que el resto de su equipo arrastrara una carreta la cual fue amarrada al auto—. Suban —ordenó—. No tiene mucha carga, andará por una hora más antes de que salga el sol.
—¿Es de energía solar? —interrogó Siegfried observando el techo que parecía una réplica exacta de un panel solar el cual rodeaba una buena parte del vehículo.
—Así es —contestó la cobra—. Ha sido un arduo trabajo de fabricación. Podemos ir cinco en el interior, los otros viajaran en la carreta. No iremos tan rápido debido al peso extra —señaló la carretilla—. Es una de sus limitaciones, además, de necesitar energía solar para poder moverse. Esperemos que sea un día soleado.
Siegfried, ahora entendía en que había sido transportado desde el punto de intercambio hasta el Santuario, de antemano, deducía que no se trataba de un caballo, ya que el movimiento era más delicado y no podía percibir el sonido de las herraduras contra el suelo, por lo que se podía imaginar cualquier cosa empujando la carreta debido a que sus ojos estaban vendados en ese momento, pero nunca se le pasó por la cabeza que se tratara de un auto.
X-X
Llegar a Asgard tomó la mitad del tiempo. Hagen recordaba que desde el punto de intercambio hasta su ciudad y andando sin detenerse a descansar, solía gastarse un poco menos de día y medio. No obstante, en el auto de los atenienses habían ahorrado mucho tiempo y energía física.
—Revisen el lado sur —ordenó Shaina a su equipo—. Revisen bien los alrededores, busquen huellas. Luego debemos encontrar un refugio seguro para ocultar el auto y poder descansar un poco antes de que anochezca. Aún tenemos un par de horas de luz.
—No podemos descansar, los vampiros se alejaran más —protestó Hagen.
—Tranquilo —pidió Siegfried.
—Escucha, chico —dijo Shaina tomando un sorbo de agua—. Tenemos ventaja en el día. Los vampiros tuvieron que buscar un refugio para esconderse de los rayos del sol.
—Se llevaron a Flare hace más de 72 horas —soltó frustrado el rubio—. Ellos nos llevan demasiada ventaja.
—Lo sé.
—¿Entonces como pretendes que los alcancemos si nos pides detenernos a descansar?
—Solo una hora —acotó la comandante—. Míralos a todos. Estuvimos mucho tiempo bajo el sol para llegar hasta acá. Si encontramos una buena pista marcharemos de inmediato, pero ten en cuenta que no hemos dormido mucho. Estamos agotados.
—¡Maldición! —murmuró el joven marchándose del lugar.
—Te ruego lo perdones. Flare y él, son muy cercanos.
—¿Novios? —preguntó la peliverde, Siegfried no afirmó ni negó nada.
—¡Señorita, Shaina! —llamó un hombre de alborotada cabellera negra que respondía al nombre de Iván—. Encontré un rastro.
—Perfecto. Recuperemos fuerzas, ocultemos el auto y continuemos.
El rastro encontrado por Iván los guió por el centro de un espeso bosque. El sol se escondía entre las ramas de los árboles y el grupo tuvo que detenerse debido a que las señales habían desaparecido.
—Se hartaron de arrastrarlos —suspiró Siegfried —. Tal vez los levantaron.
—Pero tampoco hay huellas de los vampiros —sostuvo Iván observando el terreno.
—Los mataron y continuaron su camino —comentó Tina angustiada.
—Hubiésemos encontrado mucha sangre. Como en Asgard —aclaró Shaina.
—Y la hay —indicó Nachi revisando un árbol donde un rastro de sangre manchaba el tronco.
—Es muy poco para asegurar que los asesinaron —comentó la Cobra.
—Es de Flare —expresó Hagen corriendo hacia el árbol.
—¿Cómo sabes? —preguntó Shaina en lo que el rubio sacaba una manilla de debajo de las hojas.
—Es de Flare —repitió mostrándole el objeto a la cobra.
—¿Crees que nos esté dejando pistas?
—Posiblemente.
—Perfecto. —Shaina observó a su grupo—. Revisen el perímetro, cualquier cosa fuera de lugar, nos puede estar llevando con los rehenes.
Casi al anochecer, el equipo de rescate se halló frente a un pequeño edificio completamente derruido, tenía un par de paredes intactas, medio techo y mucho desgaste. Su rastro los llevaba hasta ahí. Pero no había nada fuera lo normal que no hubiesen visto antes de ruinas y piedra sobre piedra.
—Maldita sea, los perdimos —bramó frustrado Siegfried—, hemos estado buscando por todo lado y no hemos hallado nada —continuó agotado y adolorido.
—Deben estar en alguna parte de este lugar, el rastro se pierde aquí —intentó controlar Shaina.
—¿Qué podemos hacer? El sol se está ocultando y estamos muy expuestos —indicó Geki.
—Escondámonos. Tal vez podamos seguirlos cuando salgan de su escondite —sugirió Shaina—. De esa forma les atacaremos en el día. Vamos.
X-X
—¡En marcha! —bramó una linda joven de cabellos negros y desordenados.
Ante su orden los demás, emprendieron camino arrastrando consigo a un grupo de humanos que forcejaban bajo el peso ejercido por los vampiros.
—Tenías razón, Makaira —llamó la atención un apuesto chico de cabellos verdes y ojos turquesa—. Nos han estado siguiendo.
—¿Dónde están? —quiso saber la morena caminando con paso elegante, en lo que su largo gabán negro alcanzaba a ondearse ante sus movimientos.
—En el punto anterior —contestó el peliverde—. Los humanos son insensatos —continuó mirando hacia el vacío de la noche en lo que sus ojos buscaban detalladamente algún movimiento. A diferencia de la vampira, el atuendo del chico era más sencillo, un pantalón y una camisa de seda negra.
—Estabas dejando migajas para tu grupo. —Makaira caminó con las manos en los bolsillos para observar fijamente a una aterrada rubia de cabellos muy largos—. Lo único que has hecho es traer a tu familia a una muerte segura.
—Por favor no les hagan daño —suplicó la joven.
—¿Cuántos eran en tu comunidad? —preguntó la pelinegra. La rubia quien estaba siendo apresada por un vampiro de cabellos rosas no contestó—. ¿Cuántos?
—No importa el número —interrumpió el chico de ojos turquesa—. No son un problema para nosotros. Pero debemos ir con cautela. Nos están esperando.
—¿Conoces a los Generales Marinos? —interrogó Makaria a la humana de cabellos dorados, quien negó sin entender nada—. ¿Y qué me dices del Santuario? —Ante la última pregunta la rubia desvió la mirada—. Si sabes de qué estoy hablando.
—¿Crees que los Generales Marinos, estén con ellos? Hace mucho tiempo que desaparecieron.
—Y pueden aparecer en cualquier momento otra vez, Shun. Así que no bajemos la guardia. Ataquemos a esos humanos por sorpresa. No podemos exponerlos, además, que podemos estarnos arriesgando para que nos sigan hasta el Inframundo. —Makaira dio un rápido vistazo a su grupo—. Alexer, Jamian, escondan a los rehenes y espérenos aquí. Los demás iremos por los humanos.
El grupo de vampiros aplaudió la idea, como lo indicara su joven líder se organizaron para atacar el campamento humano.
X-X
—No se alejen demasiado —ordenó Shaina a su equipo cuando por fin encontraron un lugar donde acampar en medio del bosque sin ser notados.
—¿Cuánto tiempo nos tomará? —quiso saber Iván.
—Debemos ser pacientes —indicó Shaina mirando en el espeso bosque—. No sabemos donde están los vampiros.
—¿Y qué haremos cuando aparezcan? —Saúl era el más callado pero hacia las preguntas precisas.
—Se los dije antes. Tratar de perseguirlos.
—Tal vez nos vean, comandante Shaina —comentó Siegfried—. Debemos ser cautelosos.
—Tratemos de no exponernos y seguirlos el tiempo suficiente sin ponernos en evidencia. —Shaina observó sus opciones—. De lo contrario, debemos estar ocultos hasta que se marchen y tratar de darles alcance en el día, no sabemos cuántos son o si estamos cerca de su asentamiento.
—Es arriesgado esperar hasta la mañana.
—Cualquier cosa que hagamos es arriesgada, Hagen —hizo ver Siegfried—. Esperemos y tomamos una decisión según como veamos las cosas.
Todos aguardaron silencio y se quedaron quietos en diferentes puntos para vigilar, sin embargo, el tiempo pasó y no tenían ningún rastro.
—Tal vez no están por aquí o ya hubiesen salido —sugirió Tina.
—Esperemos un poco más —contestó la peliverde flexionando sus rodillas.
—Llevamos cuatro horas esperando, ¿crees que aún sigan por acá? —Tina tenía un hermoso rostro joven, una bella sonrisa, su voz era muy suave pero eso no le impedía hablar con autoridad.
—No lo sé. Pero salir no es una opción, no podemos exponernos —dijo la Cobra mirando el mapa apenas iluminado por una pequeña linterna—. Si nos vamos mañana muy temprano podemos recuperar algunas horas.
—¿Y por qué no seguimos de una vez? —sugirió Hagen—. No podemos esperar a que sigan tomándonos ventaja. Van a escapar.
—Todo está muy oscuro y nuestras luces podrían atraerlos. No sabemos donde están. Pueden que se hayan marchado de este punto hace mucho, como pueden que aún estén por ahí.
—¡Maldita sea! —bramó un asgardiano de cabellos naranjas y rostro angelical—. ¿Por qué obedecemos a esta mujer?
—Si quieres irte Mime, puedes hacerlo —anunció Siegfried molesto—. Pero si te quedas, obedecerás a la comandante sin rechistar.
Los asgardianos hicieron una ligera mueca, pero ninguno se atrevió a replicar.
—Sabemos defendernos —hizo ver Saúl sus pequeños labios quedaban escondidos bajo su gruesa barba roja y entendía el sentir de los otros muchachos—. Hemos superado muchas adversidades, podemos con esto.
—Pero no en medio de la noche —determinó Shaina con voz autoritaria—. No nos vamos arriesgar. Pero como dijo, Siegfried, si alguien se quiere ir, que lo haga. Pero no arrastren al resto con ustedes.
No hubo más protestas.
—Partiremos mañana temprano —ordenó la Cobra mirando a su grupo—. Tal vez si dejaran de perder el tiempo con sus objeciones, iríamos más rápido.
—Está bien, está bien —aceptó Saúl—. Partiremos mañana. Por ahora, haré la primera guardia. No podemos pasar la noche en vela tampoco. No es una opción, ¿o sí? —miró a todos los presentes quienes asintieron ligeramente.
—Gracias —dijo Shaina colocando su maleta sobre el suelo donde se dispuso a descansar un poco.
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Shaina despertó abrumada, un pequeño ruido la hizo ponerse de pie como un resorte, pero lo único que halló a su alrededor fue una completa noche y la luz de varias luciérnagas a la distancia, el resto de su equipo estaba dormido, por lo que le atribuyó todo a un insignificante sueño, pero sin poder acomodarse nuevamente decidió dar un paseo y buscar a Saúl quien se encontraba haciendo guardia.
Avanzó un par de pasos, no muy lejos del campamento donde se suponía debería estar su compañero, pero no había nada.
—¿Saúl? —llamó suavemente, no quería despertar a los demás—. ¿Saúl, donde estás? —pero no hubo respuesta, sin embargo, un movimiento entre los arbusto la hizo ponerse en guardia y lentamente llevó su mano a la empuñadura de su espada—. ¿Saúl? —susurró caminando con sigilo en lo que su espada salía con cuidado de la funda—. ¿Saúl?
Shaina alcanzó a ver una pequeña sombra entre la maleza, rápidamente sacó su espada y dispuesta a acabar con la amenaza se detuvo a medio camino cuando se encontró de frente con los ojos y el rostro pálido de Saúl que de no haber sido lo suficientemente rápido tendría una gran cortada en la garganta.
—¡Maldita sea, Saúl, casi me matas del susto! —dijo ella viendo al hombre salir de entre los arbustos—. ¿Qué diablos hacías?
—Casi me matas —acotó él indignado—. Estaba en el baño y fui atacado por ti y tu espada. Por poco y me cortas la cabeza.
—Te llamé varias veces, pudiste haber contestado.
—No te escuché.
—¿Cómo que no me escuchaste?
—Realmente me distraje con un ruido del otro lado —señaló. Shaina miró hacia la dirección indicada—. Me pareció escuchar pasos.
—¿Pasos?
Pero Saúl no pudo contestar y Shaina fue testigo como un hombre de ojos rojos y muy grande levantaba a su compañero sin ningún problema y con sus afiladas uñas le cortaba la garganta.
—¡Saúl! —gritó y rápidamente todo el equipo se puso de pie—. ¡Maldito!
La cobra no se detuvo a analizar la situación, aquel individuo los había tomado de sorpresa y de no darse prisa todos terminarían como Saúl, el extraño sonrió con cinismo y se arrojó contra la chica quien en un vertiginoso movimiento se dio la vuelta únicamente para dejar aquel sujeto confundido por su velocidad. Shaina aprovechó la brecha, girando con rapidez para cortar de tajo la pierna de aquel hombre que dejó escapar un gemido tan tétrico como el de una bestia. La cobra sabía que no había tiempo que perder, y con mucha alevosía se lanzó contra la criatura notando con sorpresa que esta no venia sola y que ahora todo su equipo se estaba enfrentando a los vampiros.
El vampiro de ojos rojos observó a la peliverde con furia, sin embargo, ella fue más rápida y con habilidad rasgó la garganta del chupasangre quien impresionado cayó inerte al suelo. Shaina sonrió habiendo vencido al primer vampiro, suspiró emocionada al saber que aquellas criaturas no eran tan fuertes como lo habían mencionado los viejos libros, y con valentía llegó con el resto de su grupo para someter a las bestias. Después de vencerlos, bien podrían ir por los rehenes y volver al Santuario. Shaina fue resuelta, y con un ligero movimiento arrojó una daga clavándola en el pecho de uno de los chupasangres justo en el momento que este se disponía a devorar a Tina, pero cuando la Cobra quiso llegar con su compañera una cadena de acero se enredó en su tobillo y la arrastró con furia hasta el otro extremo.
Al levantar la vista observó a un apuesto joven de inimaginable belleza y mirada soberbia. Shaina sabía que no podía perder el tiempo admirando aquel muchacho y que ese hombre era un vampiro como los otros, así que haciendo lo propio se arrojó con su espada para atacar a la criatura, sin embargo, aquel joven de impresionante apariencia no se inmutó y sin problema detuvo el ataque de la cobra.
—Eres fuerte —dijo el vampiro casi en un susurro—, pero no eres más fuerte que yo —continuó arrojando a Shaina contra un árbol.
La peliverde se sintió mareada, el golpe había sido muy fuerte y ahora su cabeza sangraba, el vampiro de extraordinaria belleza tenía el cabello sobre los hombros y de un color verde oscuro, sus ojos eran brillantes y parecían chispas bajo el cielo estrellado, y sin que Shaina lo notara se movió con tanta velocidad que en un parpadeo se ubicó delante de la cobra. La humana no se permitió dudar y sacó un afilado cuchillo de su bota para cortar al vampiro quien se echó para atrás antes de ser alcanzado.
Alrededor de Shaina solo había sangre, sus compañeros empezaban a caer uno tras otro y los gritos de sus camaradas le helaban la sangre, ella sabía que tenía que jugarse el todo por el todo y que hasta no vencer aquel vampiro no podría salvar a los pocos que quedaban con vida. Se arrojó con violencia contra el peliverde, quien la esquivo con bastante facilidad, pero Shaina era rápida, por lo que con un giró logró cortar la pierna del otro quien furioso la arrastró contra otro árbol y allí se dispuso a morderla en la yugular.
—¿Qué es esto? —dijo el vampiro al no poder atravesar la tela de la ropa de Shaina y con más violencia enterró su colmillos logrando penetrar las gruesas capas de la licra.
—Espera, Shun, no la mates —pidió la más hermosa de las mujeres. Shaina no recordaba a ver visto a una persona tan bella y se preguntó si era producto de la adrenalina y ella era un espejismo.
—¿Por qué no, Makaira? —preguntó el peliverde molesto con los labios enrojecidos y sin dejar de sostener a Shaina quien empezaba a marearse por la fuerza ejercida.
—¿Acaso no lo ves? —dijo la morena buscando los ojos de la Cobra quien le sostuvo la mirada con intensidad—. Ella no es un ser humano normal, mató a dos de los nuestros con demasiada facilidad y su grupo asesinó a otro.
—Es porque esos tres eran débiles —contestó Shun sin soltar a su presa—. Esta mujer no tiene nada de especial.
—¿Seguro? ¿Crees que nuestro padre pensara lo mismo?
Shun se detuvo antes de volver a morder a Shaina y refunfuñó por lo bajo.
—Hace mucho tiempo que no veíamos a un humano —continuó Makaira—. Es curioso que después de tanto tiempo aparezca uno y con tanta habilidad para vencer a dos de los nuestros. Y aunque fuimos más rápidos, el resto de su equipo también nos hizo daño. No son como los asgardianos, sin embargo, al igual que ellos tienen armas peligrosas —aclaró caminando hasta Shun para mostrarle una cortada en la mano—. Plata —recalcó mientras su herida se cerraba lentamente—. Solo la comunidad que nos creo sabe que esto nos lastima —agregó mirando con seriedad a la cobra quien rápidamente desvió la mirada—. Hay que llevarla con nuestro padre. Parece que nuestros rehenes tienen mucho que decir.
—Como quieras. Que mala suerte tienes, humana —dijo Shun dándole un fuerte golpe a Shaina que la dejó inconsciente.
Continuará…
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Mil gracias a todos por su paciencia, y por seguir acá atentos a la historia.
8D: Yo jamás los abandonaría, puedo tardar años, pero termino mis fic jajajaja (a veces) jajaja… si estuvo un poco loco todo, unos más locos, más mensos y más malos que otros, pero sí jajaja… en este capítulo puedes ver los grupos que se formaron o por lo menos una idea de ellos, por ahora serán cuatro, o eran cuatro ahora que Asgard ya no está, quería formar más grupos, pero… me dio flojera jajaja… mil gracias por tomarte el tiempo para leer y para dejarme siempre tu apreciación. Un abrazo.
Nos estamos leyendo.
