El paseo de los muertos

Fue costoso volver al papel de maestra luego de tal declaración. No dejaba de pensar en que, para mi desgracia, seguro ella había escuchado los potentes latidos de mi corazón cuando puso la mano en mi pecho.

No había pasado mucho tiempo desde nuestro encuentro en el campo de flores, tampoco es como si nos conociéramos de toda la vida, por eso me preguntaba porqué el solo charlar con ella se sentía tan familiar.

Y ponía a mi corazón en conflicto.

Mientras ella daba unas vueltas en la bicicleta —muy concentrada—, yo me dedicaba a tratar de entenderme sin, realmente, muchas ganas de gastar la energía en ello. Me gustaba lo improvisada que estaba resultando esa noche, lo simpática que resultó ser Kikyō. El cuento de hadas donde estábamos metidas. Toda esa secuencia me hacía confirmar que, por mucho tiempo, tuve una idea errónea de ella. Solo bastaba hablar un poco más para encontrarme con una chica amable y de sonrisas hermosas.

Me acaloré.

«Ese pensamiento estuvo de más, ¡totalmente de más!»

Kikyō, por su lado, se cayó de nuevo. No pude evitar reírme con la boca tapada. Es que se cayó de costado y sin razón alguna. Solo fue así, de la nada.

Me acerqué con los brazos detrás de la espalda. Ella se levantaba con una mano en alto.

—Ni se te ocurra.

—No dije nada —contesté, aguantándome la risa. Kikyō enderezaba la bicicleta, lista para la revancha—. Esto es divertido.

—¿Disculpa? —inquirió, limpiándose la tierra del trasero.

—Descubrir lo torpe que eres. Es casi… lindo.

—¿Lindo? —Su ceja no dejaba de estar en alto— ¿Es eso un insulto?

—¿Dónde viste que "lindo" fuera un insulto? Es todo lo contrario, Kikyō. Me refiero a que es tierno. Tú… eres tierna.

Ella me sostenía la mirada con su mejor cara de póker. De pronto la corrió, como si hubiera perdido la capacidad de verme a los ojos.

—Tierna… dices.

Me acerqué a su rostro, curiosa de lo pensativo que se encontraba. Todo para pegarme el susto de mi vida. Kikyō lo irguió de golpe. Sus ojos se deslizaron rápido de izquierda a derecha, como si hubiera visto algo que yo no.

—Ya es hora. —dijo.

—¿De qué?

—¿No la sientes? —Señaló adelante—. La energía.

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza apenas dijo aquello. Me hizo darme cuenta de que, en efecto, hacía unos instantes que una energía pesada se estaba sintiendo en el ambiente. Pensé que era ella, enojada por seguir cayéndose de la bicicleta. Me equivoqué. Si me concentraba, la podía sentir. Esta era una energía rara, distinta a cualquier cosa que haya sentido. Pesada, muy pesada.

Tuve una teoría que callé porque no quería que se volviera realidad. Pero lo estaba haciendo. Lenta… esa realidad me tocaba los oídos.

Lloriqueos roncos empezaron a escucharse en el bosque.

El escalofrío se asentaba en la nuca mientras los escuchaba acercarse. Me hacían acordar a un zombie. Comencé a darme vuelta lentamente. Terminé con el corazón en la boca ante lo que vi.

—Eso es…

—Sí… —Kikyō los veía pasar con una expresión nostálgica—…, almas en pena.

Una fila de espíritus pasaba frente a nosotras. Caminaban despacio, arrastrando los pies por el suelo. Tenían forma humana, pero ya no eran humanos. Sus cuerpos eran totalmente blancos. Dos agujeros negros hacían de ojos. No tenían cabello y sus bocas se mantenían terroríficamente abiertas. De allí salían alaridos aún más terroríficos. Todos se dirigían al campo de flores.

Me pegué al hombro de Kikyō, asustada. Era la primera vez que veía a tantos espíritus de esa manera. Estaba más acostumbrada a los monstruos.

—Kikyō…, ¿qué es este lugar? —pregunté, agarrando la manga de su ropa.

Ella cerró los ojos.

—El paseo de los muertos. Por aquí pasan todas las almas en pena.

—¿Todas? También…—La miré disimuladamente. Ella sonrió despacio.

—Sí…, yo también. Por eso terminé aquí sin darme cuenta.

—¿Qué? Pero… —Volví la vista adelante. Los espíritus se detenían en el campo de flores. Sus bocas se cerraban al verlas, se agachaban para tomarlas. La energía oscura que los rodeaba se estaba dispersando—… parecen felices.

—Lo están. El polen que desprenden esas flores los tranquiliza, borra los sentimientos negativos. —Kikyō hablaba bajo, como si no quisiera molestarlos—. Este lugar existe con ese único propósito, para darles una vaga sensación felicidad antes de que sigan viaje.

—Ya veo… ¿Esto solo funciona con los muertos?

Asintió.

—¿Entonces por qué yo también lo siento? Esa paz… —Me refregué el pecho, desentendida.

Kikyō me observaba en silencio. Cierta tristeza había detrás de sus pupilas.

—¿De verdad no lo sabes?

La primera opción que pasó por mi mente fue la trágica: estaba muerta. Había muerto sin darme cuenta en algún lugar, en alguna batalla. Y Kikyō, como era la dueña original de mi alma, me había venido a buscar. Piadosa, me trajo a este lugar para seguir mi camino en paz y no intoxicada con el recuerdo de la, seguramente, traumática muerte que sufrí. Pero luego descarté esa teoría. Porque esa teoría me llevó a otra. Finalmente entendí.

Entendí que no era yo quién estaba muerta sino mi vida anterior.

—Tu alma es mi alma—murmuré, pasando la vista a ella—. Por eso puedo sentir lo mismo que tú. Estamos…

—Conectadas, sí. Siempre lo estuvimos, Kagome.

No pude soportar su sonrisa amable. Tuve que mirar para otro lado. Ahora, más que nunca, me costaba verla de frente sin inquietarme. Demasiada información de golpe. Terminé con la vista fija en el campo. Los espíritus yacían sentados en él, algunos miraban el cielo nocturno. Un cuadro triste que te rompía el corazón, pero de la forma más bella.

—Entonces esta sensación de paz… ¿es todo falso? —pregunté decepcionada—. Sentirnos así con la otra… Es decir, hoy hemos hablado más que otros días. Pensé que era raro, pero no que se debía a esto.

La idea de que todo fuera un espejismo me hacía sentir un nudo en la garganta. Por un momento fantaseé con un intento de amistad, con una tregua. Pensé que podríamos llevarnos bien, aprender de la otra. Pero ahora que lo pienso…, ¿por qué quería llevarme bien con ella?¿No fue ese deseo un efecto de las flores? Estaba actuando en una película y no me había enterado. Nunca supe cuándo obtuve ese papel.

Ya no sabía en qué creer.

—Kagome.

Kikyō tomó mis hombros con suavidad. Me volteó hacia ella. En su sonrisa veía la comprensión que necesitaba.

—Las flores solo tranquilizan a las almas en pena, no les imponen una felicidad falsa. Ellos se sienten felices justamente porque están calmados. Es como la vida misma. Mientras más en calma estés…

—Más verás la vida con claridad. —Terminé la frase por ella, haciéndole asentir—. Entonces lo que sentimos…

—Es muy real.

«¿O sea que el conflicto en mi corazón también? Estoy en problemas»

—Al despejar los malos pensamientos pudimos ver a la otra en su estado real. Lo único que hizo este lugar fue demostrarnos que tú y yo podemos conectar. —Kikyō se inclinó a mi oreja. Pasó los dedos por el borde, estremeciéndome—. Incluso aunque cierto hanyō esté en el medio molestando.

Yo solté una risita tímida. Su aroma me envolvía. Olía mejor que esas flores. Olía mejor que cualquier cosa que haya olido; suave, con una pizca de jazmines.

—Pero este sigue sin ser tu territorio —agregó con una mano en mi hombro, enderezándose. En su rostro, seriedad—. Se están dando cuenta de que no perteneces aquí.

—¿Eh?

Kikyō señaló a los espíritus. Los miré. El que estaba más cerca de nosotras giró el rostro hacia mí. Su boca volvió a abrirse junto a un aura oscura. Se derramaba por ella como sangre. Me agarré del brazo de Kikyō.

—O-Oye, no pensarán…

—Sí, vienen por ti.

Y como si ella los activara al decir aquello, los espíritus de repente perdieron la calma como si mi sola imagen les resultara irritante. Comenzaron a dirigirse hacia nosotras a paso rápido.

Me congelé.

Aunque lo intentaba, no podía moverme. Me había enfrentado a cosas peores, pero esa energía en masa tan pesada me estaba entumeciendo el cerebro, por no decir los huesos. Sentimientos negativos me invadían el corazón como si hubieran estado allí escondidos, esperando por salir. Era un efecto rebote de la paz antes sentida.

«Esto está mal…»

—¡Vamos! —Kikyō tomó mi mano, despertándome del trance— ¡Hay que salir de aquí!

Olvidando la bicicleta en el suelo, comenzó a arrastrarme con ella al bosque.

—¡Por qué simplemente no podemos llevarnos todos bien! —exclamé, pisando fuerte el pasto. Kikyō me obligaba a correr.

—De forma inconsciente buscan tu energía vital. Este no es un lugar que los vivos deban pisar.

—¿Y ahora me lo dices?, ¡¿por qué no me avisaste antes?! —dije, llevándome una rama puesta. El bosque no era un buen lugar para maratonear.

—Tú querías quedarte.

—¡Sí, pero…! —Me cayó una ficha—. Espera, ¿por eso te mantuviste conmigo hasta ahora? Para protegerme de ellos.

Kikyō corría con los ojos al frente.

—Por eso, y porque quise.

Sonreí, agitada por la maratón. Y aliviada de que esto no fuera un macabro plan para sacarme del camino.

—¿Y si los atacamos? —pregunté.

—Están muertos, nada los dañará.

—¿Exorcizarlos? —insistía, saltando las raíces levantadas de unos árboles. El bosque lucía condenadamente tenebroso de noche. Los espíritus gimoteando de fondo le daba el toque final. Estaba en una maldita película de terror.

—No nos corresponde. Nosotras somos las que invadimos su territorio, no ellos.

Los murmullos aterrorizantes se escuchaban cada vez más cerca. Yo no dejaba de sentir un molesto escalofrío por todo el cuerpo. Mientras más se acercaban los espíritus, más me sentía pesimista y rendida. Aquella pesada sensación viajaba hasta las piernas, entorpeciéndolas. Era como si me robaran las ganas de vivir. Solo quería desplomarme y dejar que me coman.

«Ah…, qué estoy pensando»

Kikyō captó mi estado reojo. Chasqueó la lengua.

—No hay tiempo.

Se detuvo frente a un árbol más grande que los demás. Era un sauce avejentado. Sus largas ramas parecían garras de las duras batallas que habrá tenido con los relámpagos. Carecía de melena, apenas tenía hojas y su corteza era muy oscura. Estaba en las últimas. Kikyō miró hacia atrás. Los espíritus estaban a nada de alcanzarnos. Con las manos en alto, aceleraban el paso.

—De acuerdo…

Yo abrí la boca para preguntarle si tenía un plan, porque siempre tenía alguno. No llegué a escucharlo. Kikyō puso un pie en el tronco y se impulsó hacia arriba. Me ofreció una mano ya desde el árbol.

—¡Sube!

La tomé apresurada. Ella jaló, ayudándome a subir. Quedamos agachadas en el centro del árbol, donde había un hueco muy deformado. Mi rostro palideció al ver cómo los espíritus trataban de subir por él.

—S-Sí que están enojados. —Me giré hacia Kikyō. Ella se sostenía con una mano del tronco—. No aguantaremos mucho aquí, lo mejor es que me vaya. Si te asocian conmigo tú también estarás en peligro. La bici no está lejos, aún puedo alcanzarla.

—Si sales de aquí te absorberán la energía vital hasta que no quede nada de ti. —Kikyō estiró los brazos hacia ellos—. Esto los retendrá hasta que se calmen.

De sus manos emanó una fuerte energía espiritual que, por un instante, me cegó. Un campo de energía iba derramándose sobre el árbol. Yo lo veía caer, abstraída. Era de un color blanco, puro. No sabía hacer eso. Pero si Kikyō podía, yo también debía poder.

Los espíritus se fueron hacia atrás al tocar la barrera, como si ésta les quemara. Retrocedieron varios pasos, pero no volvieron al campo de flores. Se quedaron merodeando por ahí, esperando a que tuviéramos un descuido para comernos. Bueno, comerme. Kikyō era una de ellos.

Suspiré, agotada de tanta adrenalina. No la esperaba. Ni el arco tenía encima, a ese nivel de descuido.

—En un rato se calmarán y te podrás ir, no te preocupes. Yo me quedaré vigilándolos.

Pasé la vista a Kikyō. Sentada en el huequito del árbol, respiraba fatigada. Yo me encontraba a su lado, pegada al tronco. Estaba muy incómoda por el escaso lugar, pero seguro no más incómoda que ella. Había utilizado mucha energía, y seguía utilizándola en la barrera.

—¿Te sientes bien? —le pregunté, pasando la mano por su espalda.

—Sí…, solo necesito un momento.

Volví los ojos adelante al oír un chillido agudo a lo lejos. No eran los muertos. Luces se acercaban flotando rápidas por el cielo nocturno. Las serpientes cazadoras de almas, con sus largas patas, las sostenían. Iluminaban el bosque con su presencia.

Me parecía un espectáculo hermoso.

Las serpientes traspasaron la barrera. Iban depositando almas en el pecho de Kikyō. Yo la observaba, pensativa.

—¿Esas también son almas en pena?

Kikyō se tomó su tiempo para responder. Suspiraba aliviada cada que una serpiente depositaba un alma en su pecho.

—Sí, pero solo de mujeres. Algunas de las que estaban en el campo han venido a mí por inercia.

—¿Las que nos estaban por matar?

—Te querían matar a ti, no a mí. Yo soy lo mismo que ellas.

—Oh…, cierto.

Solo los sonidos del bosque adornaban el ambiente mientras Kikyō terminaba de recibir las almas. Yo me mantenía al costado, tratando de no caerme. Me estaba clavando una puntita del tronco en el trasero.

—Auch… —Traté de acomodarme mejor, pero en el intento mi pie resbaló por el tronco. Torpe siempre— ¡Ah!

Kikyō tomó mi mano antes de que terminara devorada por los espíritus que, apenas me vieron, volvieron a acercarse. Chocaban estrepitosamente contra la barrera.

—L-Lo siento —dije, siendo ayudada por ella a subir. Me sostuve otra vez del tronco, bufando—. Estaba acostumbrada a un cuarto más grande.

Kikyō sonrió de lado.

—Entonces espero que no te moleste compartir cama.

No llegué a sonrojarme que ella jaló mi mano, dejándome de espaldas entre sus piernas. Sus manos sostenían delicadas mi cintura.

—Lo siento. —Se disculpó en mi oreja—. Pero si te caes será un problema para mí.

—S-Sí. Es decir, está bien.

Su cercanía me robó la capacidad de hablar. Menos mal, porque nada coherente saldría de mi boca. Ni siquiera podía levantar la cabeza de lo nerviosa que me encontraba entre sus brazos. Veía las manos finas de Kikyō sobre los bordes de mi cintura. Por momentos me apretaban. Tragué saliva. Era una noche fría, pero yo moría de calor. Y no ayudaba que mi corazón no dejara de latir con fuerza en aquel silencio que se había formado entre nosotras. Nunca había tenido un acercamiento de ese tipo con nadie, al menos no siendo tan consciente.

«No sé qué decir…»

La espié de reojo. Kikyō me miró de vuelta. Enseguida regresé la vista al frente.

—¿Qué sucede? —me preguntó, corriendo unos mechones revoltosos de mi rostro.

—¡N-Nada!

—¿Estás incómoda? —continuaba, impulsándome hacia atrás por el abdomen.

Tuve que aclararme la garganta cuando sentí sus pechos hundiéndose en mi espalda.

—E-Estoy más que cómoda. Tus pec- ¡tus piernas son acogedoras! —grité, haciéndole reír por lo bajo.

—Qué extraña eres.

—Sí…, me lo dicen mucho.

Me ardía la oreja por las vibraciones de su dulce risa, que parecía haber decidido vivir allí, en mis tímpanos. Me removí un poco entre sus piernas buscando poner al menos una mínima distancia entre las dos, de esa forma quizás le cortaría las alas a las mariposas que no paraban de revolotear en el estómago. En la travesía, le agarré el muslo sin querer.

—¡Ah, perdón! —Saqué la mano, histérica, solo para terminar golpeando uno de sus pechos. Lo sentí suave y blando… Y también quise morir de nuevo— ¡Oh dios, lo siento mucho! ¿Te dolió?

—Estoy bien. —Kikyō ya no sabía cómo ocultar la risa por el desastre de persona que era yo. La veía en sus labios arrugados, queriendo salir—. Te veo un poco inquieta.

—¿T-Tú crees? Debe ser porque una camada de espíritus quiere matarme. ¿Se le dice camada o acabo de hacer el ridículo? —Reía nerviosa, observando a sus manos en mi vientre. Descansaban allí entrelazadas, tranquilas. No como yo, que estaba a punto de tener un infarto.

«Maldición, ¿por qué no puedo calmarme? ¡No entiendo nada!»

Mi corazón latía tan rápido que, por ese mismo motivo, no noté un detalle importante. Era el único latiendo. El pecho de Kikyō se sentía frío en mi espalda, no había latido alguno.

«De verdad está muerta…»

Tomé sus manos con cuidado: heladas. Ella me admiraba desde arriba mientras yo hacía lo imposible para contener las lágrimas. Había pasado de los nervios absolutos a una angustia penetrante en menos de dos segundos. Me preguntaba si era el campo de flores el que me sensibilizaba tanto, porque no era una novedad la condición de Kikyō. Y sin embargo, hoy dolía pensar en eso.

Dolía mucho.

Aunque ella tuviera otra oportunidad de vivir, tenía que hacerlo con un cuerpo frío que todos los días le recordaba que su vida era una mentira. Tal vez no le molestaba, posiblemente había aceptado su destino y yo estaba dramatizando. Pero…, aún así, no podía dejar de sentirme triste por ella.

—Los espíritus han vuelto al campo de flores.

—¿Ah? —Me sacó de mis pensamientos. Cierto, los espíritus regresaban al campo a un paso moribundo. El aura oscura que los envolvía comenzaba a mutar por una blanca.

—Es ahora, debes volver antes de que se percaten de nuevo. —me dijo, quitando las manos de mi vientre. Las extrañé al instante.

—Pero…

—Inuyasha te debe estar buscando.

No supe porqué escuchar su nombre generó un inmediato fastidio en mí. No fueron celos, fue una especie de irritación. Estaba peleada con él, por eso me fui del campamento. Y, sinceramente, no lo extrañaba en lo más mínimo. Con Kikyō me sentía tranquila, segura. Era agradable hablar con ella, estar entre sus brazos más. De pronto entendí porqué Inuyasha se fijó en ella. Corrección, porqué cualquiera se fijaría. Era mucho más madura que yo, mucho más hermosa.

«Demasiado»

Mis cachetes hirvieron. Sentía que no podía controlar lo que estaba por decir, quería escapar urgente de mis labios aunque careciera de todo sentido.

—¿Kagome? Vamos, ve.

Kikyō me animó por el hombro. Yo me giré hacia ella entre sus piernas. Sus ojos lucían tan profundos como la noche, brillaban por el campo de energía, y también… ¿Era muy egocéntrico de mi parte el pensar que, al contrario de su boca, me pedían que no me fuera?

—No quiero verlo ahora. Quiero… Um… —Desvié la vista, avergonzada. Ah…, no podía sostener más lo que sentía—… Quedarme contigo un poco más.

Apoyé la cabeza en su pecho sintiéndome tan frágil como esas flores que ella antes arrancó.

—Si no es problema. —agregué por lo bajo.

La respuesta no llegaba. Sus ojos, que vi ligeramente sorprendidos por lo que dije, me hacían pensar que estaba a punto de ser rechazada. Por eso preferí dejar de verlos. De alguna manera, estaba esperando el rechazo. Sería el único acto coherente de esa noche. Una cachetada de realidad. Lo que le pedía era raro, por no decir que hasta podría malinterpretarse. Seguro ella estaba confundida, seguro yo estaba siendo molesta. Y por eso mismo estaba juntando valor en su pecho para levantar el rostro y ver en el suyo mi derrota.

«Soñé demasiado»

Comencé a incorporarme, pero entonces unos brazos largos me cubrieron entera, apretándome contra ella.

—Si no te molesta dormir así…

La escuché en un agradable murmullo. Por un instante fui presa de la conmoción. No esperaba una caricia al corazón sino una cachetada que me despertara de este extraño sueño. Sonreí suave dándome cuenta de que, en realidad, yo nunca quise despertar de ese sueño. Lo único que quería era alargarlo lo más que pudiese.

Me aferré a sus manos frías, que habían vuelto a mi abdomen con más confianza que antes.

—Gracias, Kikyō.

Kikyō reforzaba el abrazo, buscaba con su mejilla la mía. Dibujó una sonrisa allí.

—¿Por qué? —preguntó, llevándome un mechón detrás de la oreja.

—Por cumplirme el capricho.

—¿No eres tú quien me lo está cumpliendo?

Reí en un murmullo sobre su pecho, ella reía conmigo. Me daba tanta paz estar así con ella que el sueño comenzaba a llamarme. Doblé más las rodillas, acurrucándome contra su cuerpo. Kikyō me arrimó por el abdomen con aquella sonrisa que sentía en la mejilla.

—Pensé que los muertos no dormían —comenté, llevando una mano a su pecho. Ella la tomó con suavidad— ¿Sueñas?

Kikyō atenuó la sonrisa y susurró en mi oído.

—Los muertos también soñamos.

Continuará…


Dejo el capítulo tres por acá! Espero que les esté gustando la historia. A los que le hayan dado una oportunidad, muchas gracias! :)

Juds93: Amigaa, cómo andás? Espero que bien! Y sii, tuve una inspiración doble así que actualicé el otro fic y, de paso, escribí uno nuevo jajaj Es cualquier cosa lo mío, paso de la nada misma a todo xD Me alegra que te esté gustando la historia! Después nos hablamos por mp. Te mando un beso!

nadaoriginal: Hooli, todo bien? Muchas gracias por pasarteee! Siempre fiel con este ship vos, así me gusta ;) Me alegra que la historia te esté gustando! Me hiciste reír con el comentario que dejaste en el fic de Almas xDD Entendiste toodo! Por suerte, esta historia sí ya la tengo terminada, así que voy a ir subiéndola a lo largo de estos días. Solo me falta revisar unas cositas (tardaba un siglo en revisarlas) jajajaj no mentira. Espero que andes bien! Nos leémos en el próximo cap, un beso!