Brujas antes que magos Parte 4
El "homo-magi" miró a los hermanos Noceda con una amigable sonrisa al tiempo que reposaba la diestra por el pomo superior de la escalera.
—¡Es un mago!
Incomodo por el efusivo abrazo de mejillas, Luis miró de reojo a su hermana melliza y la apartó con algo de brusquedad. A Luz no pareció importarle, porque su sonrisa de oreja a oreja entre dientes y sus ojos brillosos no desaparecieron de su juvenil rostro. Luego miró nuevamente al mago, quién en ese momento bajaba las escaleras, y cruzado de brazos comentó:
—O un señor extraño en camisón.
—Estaba en mi observatorio buscando estrellas —El mago bajó los últimos tres escalones y señaló a los mellizos con el indice de su volteada diestra antes de frotarse la barba con la misma—. ¿Y quienes son ustedes...con esos ojos llenos de curiosidad?
—Ah...somos los... —intentó explicar Luz con las manos puestas en el pecho.
—Jovencitos... —la interrumpió el mago acercándose a toda prisa hacia ella y su hermano mellizo—. Me atrevo a decir... —Adoptó la misma pose que su retrato—. Que siento que... —Se inclinó tipo reverencia oriental—. Son especiales.
Luz se ruborizó ante las palabras del mago, mientras que Luis sintió nauseas.
—Especiales mis carnosos glúteos—susurró desdeñosamente, antes de recibir un pequeño codazo de parte de su hermana melliza.
—Esa boca, Luciano.
Luego, el viejo mago comenzó a retroceder al tiempo que dibujaba círculo mágicos blancos con sus dedos indices, dando como resultado la aparición de un par de elegantes sofás; uno blanco adornado de joyas como un par de collares y una corona al costado izquierdo junto con una funda granate de borde amarillo en él reposabrazos izquierdo, seguido de uno verde con un solo cojín del mismo color. Además de una redondeada mesa adornada con un mantel lavanda de raya blanca llena de bocadillos dulces (algunos en platos y otros sobre un mini estante plateado de dos pisos) y tres tazas celestes con blanco sobre platitos de los mismos colores llenas de té negro.
—Por favor —Se sentó el sofá blanco, cruzó la pierna derecha sobre la rodilla izquierda y juntó las yemas de sus dedos mirando a los mellizos—. ¿Les gustaría una taza de té?
Luz jadeó entusiasmada con las manos en las mejillas.
—Ok
Pero antes de que pudiese dar un paso, Luis le puso la surda en el hombro izquierdo, la atrajo hacia él y seriamente al oído, le susurró:
—Vámonos, ese viejo no me parece más que un charlatán con brillitos en los bolsillos —Señaló con el indice diestro al mago, quién en ese momento se "limpiaba" el bolsillo izquierdo de brillos, dejándolos caer al piso—. No confío en él.
Sin perder su entusiasmo, Luz se llevó la palma zurda a la boca y, mirándolo de reojo y también en un susurro, le dijo:
—Pero las estrellas en su ropa brillaban —Se inclinó un poco, amplió su sonrisa y elevó la voz con los puños cerca de las mejillas—. ¡Y mira! ¡Tiene un zorrito en su barba!
Luis vio como el pequeño vulpino de grandes ojos celestes, pelaje marrón y café de patitas color ceniza soltaba una tierna risita.
—Es precioso... —empezó a decir con las mejillas rojas y los ojos brillantes de ternura—. Encantador y adorable.
—Igual que tú~ —le dijo Luz, pestañeando.
El chico Noceda sacudió la cabeza, adoptó nuevamente una expresión seria, y esta vez dirigiendo la vista completamente hacia su hermana melliza, le dijo:
—Lucinda, eso no quiere decir que sea digno de confianza.—Entrecerró los ojos—. Los depredadores lo hacen todo el tiempo —Agravó la voz—. Aparentan ser lo que no son para atrapar fácilmente a sus presas.
Luz sonrió con astucia.
—Vamos hermano, puedo cuidarme sola —Señaló la mesa con el indice de su volteada surda—. Además hay comida sobre la mesa.
Luis la miró con reproche.
—¿Crees que vas a tentarme con eso?
—Noo... —Luz puso una cara como si faltase muy poco para su cumpleaños—. Pero sería una lastima desperdiciar esos exquisitos palos de Jacob que tanto te gustan.
A Luis se le hizo agua la boca al ver los pastelillos alargados cubiertos de chocolate negro y rellenos de nata en la parte superior del estante de bocadillos.
—De acuerdo —Se adelantó hacia la mesa donde tomó un palo de Jacob, que empezó a mojar en su taza de té después de tomar asiento—. Me vendría bien un postre.
Con una pequeña sonrisa de triunfo, Luz pronto cargó la bolsa sobre su hombro diestro y se unió a la fiesta de té.
—Nos encantaría un poco de té —le dijo al mago una vez dejado el objeto de cuero en el suelo. Luego, agarró su propia taza y se sentó a la izquierda de su hermano mellizo (quién en ese momento masticaba su dulce favorito y sonreía con los ojos cerrados a la vez), pero cuando iba a darle un sorbo a su bebida caliente, no pudo evitar dirigir la vista hacia un carrito de madera (cargado de botellas, un machacador y una vela semi-derretida que se encontraba a su izquierda)—. ¿Vende pociones, señor mago? —agregó curiosa.
—Por favor —empezó a decir el mago, levantado la palma diestra con los ojos cerrados—. Díganme Adegast —se señaló a sí mismo con la misma palma—. Sí, tengo un pequeño negocio.
—Debería invertir en el negocio de... ¿Me serviría más té, por favor?—dijo Luis, después de dar el ultimo sorbo a su té para pasarse el ultimo palo de Jacob que había estado comiendo.
—Ten el mio, mi príncipe —Luz acercó su taza aún llena a la boca de su hermano mellizo—. Y no desperdicies ni una gotita.
Luis lo aceptó a regañadientes; no le hacía ninguna gracia que su hermana melliza le diera de beber cual madre a su bebé, pero no se sintió con fuerzas para protestar.
—Me sorprende verlos aquí —señaló Adegast con un par de gestos con su palma diestra—. Tenía entendido que Eda entregaba sus paquetes.
Los mellizos dejaron sus tazas vacías sobre la mesa. Después, Luis miró al mago cruzado de brazos y con una expresión neutral, mientras que Luz sonrió nerviosa y, jugando con sus pulgares, explicó:
—Bueno, somos una especie de aprendices.
—Oh... —se fascinó Adegast, llevándose la diestra a la barbilla—. ¿Y que piensan de la experiencia hasta ahora?
La sonrisa de Luz se desvaneció y miró a su hermano mellizo, quién le devolvió la mirada para decirle:
—Seamos honestos, nutria.
Luz suspiró, y volvió a mirar al mago.
—Cuando mi hermano y yo decidimos quedarnos en este mágico mundo, pensamos...—Oyó un carraspeo proveniente de la garganta de Luis—. O más bien... Yo, pensé que era para algo especial, pero Eda quiere que hagamos sus recados —Miró nuevamente a su hermano mellizo, tomó su diestra y entrelazó sus dedos con los de él—. Creo que estamos en el lugar equivocado.
Adegast se levantó del sofá, caminó hacia los mellizos e inclinándose un poco hacia ellos con las yemas de los dedos juntas, empezó a decirles:
—Tengo una...
Luz se levantó entusiasta y con los puños levantados, lo interrumpió:
—¡Una misión! ¡Uuph!
Entre molesto y avergonzado, su hermano mellizo la regresó al sofá jalándola del brazo izquierdo.
—¡Compórtate Lucinda!—la regañó.
Adegast se aclaró la garganta.
—No me dejaste terminar —Hizo un par de gestos con su diestra mientras la siniestra la tenía detrás de su espalda—. Tengo una pregunta.
Luz bajó la cabeza decepcionada.
—Oh...
—¿Ves lo que pasa cuando...? —empezó a reprocharle Luis, pero...
El mago lo interrumpió, agitando las palmas en el aire mientras preguntaba:
—¿Quieren tener una misión?
Sin poder resistirse; la chica Noceda saltó al regazo de su hermano mellizo y lo abrazó efusivamente de mejilla sin despegar la vista del mago.
—¡Sí!/No —respondieron al unísono; Luz entusiasmada, y Luis con evidente frialdad.
Adegast se metió la diestra, y sacó una enrollada hoja de pergamino, atada con una cinta color crema y sellada con cera roja.
—Creo tener una.
Al desenrollarlo, los mellizos contemplaron en silencio que se trataba de un colorido mapa dibujado a mano que parecía indicar la ubicación exacta de algún objeto de gran valor. Luz puso la diestra sobre el mapa y recorrió las yemas de sus dedos por Felinia y la aldea de los Pixies, hasta detenerse en lo que parecía ser un lago donde se hallaba una joven y curvilínea mujer parada sobre un pedestal, con las manos juntas y los ojos cerrados como si rezara. Tenía un largo cabello rizado color crema, la piel blanca, unos cuernos de ciervo medianos marrón claro y una pequeña gema en forma de diamante de color azul cielo incrustada en el lugar donde debería estar el ombligo. Vestía nada más que una túnica helénica celeste claro con un agujero en forma de gota en el vientre.
—La profecía habla de dos jóvenes humanos a los que la diosa Elyon elegirá como sus campeones, y liberarán este mundo de un mal muy antiguo —Miró a los mellizos con una ceja levantada—. Quizás ustedes estén aquí, niños por una razón.
Luz bajó la diestra hacia el costado izquierdo del mapa. Luego, miró a su hermano mellizo (quién le devolvió la mirada de forma reprobatoria), y mientras le acariciaba el pelo con su mano libre, volvió a mirar el mapa, susurrando:
—Quizás lo estemos.
—Tengo mis dudas —agregó Luis indiferente, apartando con gentileza (lo más que pudo) a Luz de su regazo para dejarla sentada nuevamente a su lado.
Adegast le entregó el mapa a la chica Noceda antes de juntar las manos, dar media vuelta y empezar a caminar diciendo:
—Si creen que son dignos de una misión así.
—Somos dignos...—Luz sostuvo el mapa con ambas manos, y lo analizo por unos segundos antes de voltear hacia su hermano mellizo con una sonrisa optimista—. ¿Verdad, Lucho?
—Eh...
Pero antes que Luis pudiera dar su opinión, su hermana melliza se levantó y fue tras el mago sin despegar la vista del mapa en sus manos.
—Deben saber que el camino es oscuro y peligroso —explicaba Adegast entre gestos.
—Nos encanta el peligro —Luz, quién caminaba detrás del mago, despegó la vista del mapa para mirar a su hermano mellizo, quién seguía sentado en el sofá verde cruzado de brazos al tiempo que la miraba con cara de pocos amigos. Luego, ella le hizo un gesto con el pulgar diestro y él le sacó la lengua como respuesta, cosa que la hizo reír un poco antes de volver a mirar el mapa—. Somos fans del peligro.
Adegast levantó el indice diestro al aire y concluyó:
—Y solo a los elegidos se les permitirá acercarse a la diosa.
—Los elegidos —susurró Luz deteniéndose para mirar al mago.
—Interesante historia, señor —dijo Luis en tono serio, apareciendo detrás de su hermana melliza con el saco de cuero sobre su hombro siniestro—. Pero temo que se acabó la hora del té y nuestra visita.
—Sí, debemos irnos —afirmó Luz enrollando el mapa antes de cerrar los ojos, levantar los puños al aire y enérgicamente (para consternación de su hermano mellizo quién la miró con ganas de estrangularla) agregar—: ¡Y empacar para esta misión encantada! —Rodeó los hombros de Luis con su brazo izquierdo—. ¡La haremos!
Contento; el mago jugó con los dedos de sus juntadas manos.
—Maravilloso.
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Más tarde dentro de la habitación que compartían en la casa búho, los hermanos Noceda se encontraban sentados en el suelo de madera y entre un semi circulo de cosas (cuatro botellas de pociones, el libro de Azura, una abierta lonchera termica negra con un llavero de ovni celeste en el medallón y un trozo de queso junto con una hogaza de pan sobre una servilleta de tela) con las piernas en mariposa; Luz, entusiasmada, preparaba algunas cosas para la misión encomendada por el mago Adegast, y por su parte, a su izquierda se encontraba un malhumorado Luis, que estaba muy atento atornillando las ultimas piezas a la escopeta recortada de pletina corta que había estado armando como una "técnica de relajación" (la cual no parecía estar funcionado), ignorándola por completo.
Luz guardó la espada de juguete en su funda, tomó el enrollado mapa que estaba a su izquierda, y miró sonriendo a su hermano mellizo.
—Oye Lucho, ¿que clase de elegida debo ser? —le preguntó, llevándose las manos a las mejillas dejando caer el mapa en medio de sus piernas para después mirar de reojo hacia el techo por un instante.
Con una ardiente furia brotando en su interior, Luis dejó el destornillador en la lonchera térmica (donde había traído las piezas del arma) y se limitó a mirarla como si fuera un insecto.
—Debo estar llena de optimismo y bondad como la buena bruja Azura —continuó Luz, agarrando su libro favorito con ambas manos para sostenerlo al costado derecho de su cabeza, antes de pasarlo por su rostro hacia el otro lado (cambiando su expresión alegre por otra seria en el acto) y agregar—: O debo ser una elegida rebelde con uñas pintadas de negro y una actitud misteriosa —Comenzó a usar su libro como títere o muñeco ventrílocuo haciéndolo hablar con una seria y susurrante voz mientras lo abría y cerraba con ambas manos—. Finjo que nada me importa pero no es cierto —Volvió a sonreír—. Ya sabes... Al igual que Hécate. Una versión femenina del anti-brujo Zugo.
Con el aire de alguién listo para pelear, Luis soltó un gruñido, y mientras sacaba lo que parecía ser una correa de armas color verde musgo de su lonchera, le respondió:
—Lucinda, como un pedido de cordura, tengo dos cosas para decirte —Desvió la mirada hacia su arma de fuego (para instalarle la correa) antes de volver a mirar a su hermana melliza, cuya sonrisa iba desapareciendo a medida que él le hablaba—. Una: no estoy de humor para hablar de chicas buenas o malas contigo, y dos... —Su voz se hizo repentinamente precisa y retumbante—. ¡A VECES CREO QUE NECESITAS UNA CABEZA MÁS GRANDE!
Pero antes de que Luz pudiera reclamarle algo, una curiosa dama búho de sonrisa maliciosa se asomó por la derecha de la puerta.
—Oh, ¿tienen una pelea de hermanos? —preguntó para después entrar a la habitación (seguida de King, quién se subió de un salto a la enrollada colchoneta de Luz ubicada en forma vertical a la derecha de Luis en suelo) dándose golpecitos en la palma derecha con el siniestro brazo cortado de alguna criatura con garras blancas y piel azulada que sostenía del húmero en la surda—. Si piensan aniquilarse, vayan afuera —Se llevó el brazo cortado al hombro, y señaló hacia la puerta con el pulgar diestro—. No quiero barbaros en esta casa... ¡Aish! —Se pellizcó el puente de la nariz—. Soné igual que mi madre.
—¡Carnicería humana! —exclamó King con los bracitos levantados. Luego, miró a Eda con cara de entusiasmo, y añadió—: Oye Eda, ¿podemos hacer un pastel con ellos después?
Eda soltó una risita maligna y se relamió los labios.
—Mmm, pastel de niños humanos. Recuerdo que mi tía abuela Baba Yaga Clawthorne solía...
Las palabras de la dama búho cesaron en el momento en que se fijó en la cara de los mellizos.
—Ok ok lo siento, ¿que está pasando?
Un poco más calmado, pero todavía molesto; Luis señaló con el indice acusador diestro hacia su hermana melliza, y con desdén dijo:
—Eda, dile a esta loquilla lo tontos que son los magos.
—Aagh, esos son los peores —afirmó Eda desdeñosamente, llevándose la diestra a la cintura. Luego, blandió el brazo cortado cual espada casi acertando por poco a King, quién retrocedió y se agachó para esquivarlo—. No confíes en un hombre vestido de terciopelo —Entrelazó sus dedos diestros con los surdos de la mano del brazo cortado—. ¿Por qué?
—Uno de tus clientes nos dijo que eramos los "elegidos" —respondió Luis en tono frío, y señaló el enrollado papel de pergamino que seguía entre las piernas de Luz con su pulgar diestro—. Y hasta nos dio un mapa.
Hubo un sepulcral silencio por un instante hasta que...
—Esperen, esperen, ¿ustedes...? —empezó a decir Eda sonriendo de forma extraña mientras les apuntaba a los mellizos con su indice derecho.
Con la voz entrecortada y las patitas en la boca, King terminó la frase por ella.
—¿Los elegidos?
Y acto seguido, la dama búho (luego de hacer un sonido gutural) y el auto proclamado rey de los demonios se dejaron caer de espaldas y, abrazándose a sí mismos, comenzaron a patalear en el aire entre estruendosas carcajadas.
Rojos de la vergüenza, Luz y Luis reaccionaron de manera diferente; la primera escondió la cara detrás de su libro mientras miraba de reojo de derecha a izquierda, y el segundo cerró fuertemente los ojos, apretó los dientes y se hurgó furiosamente el bolsillo canguro con la mano diestra.
—Déjenme verlo —Eda dejó de reír y, luego de frotarse el costado derecho de la cabeza, se levantó para acercarse a los mellizos. Con la mano derecha y una expresión triste; Luz bajó el libro de Azura, tomó el rollo de pergamino de entre sus piernas y se la entregó. La dama búho lo desenrolló y examinó seriamente. Luego, al fijarse en la parte donde decía "Ídolo de Elyon", se llevó la diestra a la cadera y miró a los hermanos Noceda con una sonrisa de incredulidad—. No piensan que es real, ¿cierto?
—¿Qué? —preguntó Luz en tono triste, poniéndose de pie.
Luis, todavía sentado en el suelo, y en tono hostil, agregó:
—En absoluto.
—Este mapa es falso —afirmó Eda, dándole un golpecito a la hoja de pergamino con su volteada diestra—. No hay un lago con el ídolo de una diosa en las islas hirvientes.—Miró a su derecha con la palma diestra extendida por un instante—. La hubiera robado yo hace tiempo —Al ver a Luz bajar la cabeza, y a Luis, quién ahora se encontraba limpiando entre bramidos el cañón doble de su escopeta con un trapo amarillo, entregó el mapa nuevamente a la primera y en tono dulce, agregó—: Oh... No se preocupen. —Colocó la mano izquierda sobre la cabeza de Luz y le acarició el cabello—. Unos meses más aquí y ya no los engañarán.
Por un instante, Luz se quedó viendo el mapa con el ceño fruncido. Luego, apartando gentilmente la surda de Eda de su cabeza, pidió en un tono triste y decepcionado:
—¿Pueden dejarnos solos?
Eda se encogió de hombros, pero antes de irse, volteó hacia Luis y, con la surda en la cadera al tiempo que apuntaba el indice diestro hacia la escopeta, le empezó a preguntar:
—Por cierto niño, ¿esa cosa...?
Luis la miró con una pequeña sonrisa maliciosa sin dejar de pasarle el trapo a su arma de fuego.
—Tranquila —la interrumpió con una falsa amabilidad—. Es segura... —y en un nada audible susurro, agregó—: Aún.
Eda sonrió y le levantó el pulgar diestro.
—Ah, entonces está bien.
Y así, la bruja dio media vuelta y salió de la habitación, seguida de King, quién se bajó de la enrollada colchoneta de un salto.
Luz se quedó mirando el mapa con la puerta cerrándose delante de su hermano y ella, dejándolos en una leve oscuridad.
—Quizás sí necesito una cabeza más grande —dijo tristemente, luego de recorrer en semicírculo (de izquierda a derecha) la parte de arriba del "Idolo de Elyon" con la diestra y mientras volvía a sentarse junto a su hermano rozando la espalda contra la pared.
—Sí —Luis arrojó el trapo sobre la mesita de madera detrás de él entre la vela derretida y el florero con una planta cortada una vez terminado de limpiar su arma de fuego—. Para que entiendas mejor las cosas?
—¿Ah?
De pronto, cuando la chica Noceda fijó la mirada en la esquina derecha del mapa alumbrada por la luz solar que entraba por la ventana, vio que esta revelaba la palabra "Idos" en brillantes letras de color celeste.
—Lucho... Ven a ver esto.
Respondiendo al llamado de su hermana, Luis se acercó y, acto seguido, observó como Luz exponía el mapa a la claridad por completo, revelando un camino en forma de rayo que conducía a la diosa Elyon (que ahora tenía una especie de aureola en la cabeza) junto con un texto que decía:
—Solo los elegidos... —empezó a leer Luz.
—Verán el camino —terminó Luis la frase por ella.
Luz jadeó con sorpresa, se tocó la mejilla con la diestra y giró la cabeza hacia su hermano mellizo:
—Por eso Eda no puede ver el camino —le susurró.
Ya sin una pizca de enojo, Luis le devolvió la mirada.
—Ok pero... —empezó a dudar en tono susurrante—. ¿Seremos nosotros los supuestos elegidos?
Ni bien terminó de hablar, una fuerte brisa entró por la ventana que se abrió súbitamente. El mapa voló de las manos de Luz (quién se puso de pié junto con su hermano mellizo unos segundos después) y aterrizó al costado derecho del libro de Azura que se hojeó desde la página donde mostraba a la bruja buena y al anti-brujo junto con el mago que les encomendaría una misión, a la página donde mostraba a los hermanos sobre una pastosa colina (Azura de pie, levantando su bastón mágico hacia el sol y Zugo sentado a los pies de su hermana, leyendo una especie de grimonio de color negro con el símbolo de la trinidad en medio) rodeados de gente (incluyendo a la criaturita de aspecto canino y a la mentora de los jóvenes magos) quienes los miraban con orgullo y admiración.
Luz sonrió decida.
—No lo sabremos si no lo intentamos —dijo, levantando los puños.
—Me quitaste las palabras de la boca —le dijo Luis con una sonrisa parecida a la de su hermana, mientras cargaba su escopeta con un par de cartuchos de perdigones (que había sacado de su bolsillo canguro) de color rojo y amarillo cuyas partes inferiores parecían de oro—. Pero aún tengo mis dudas sobre todo esto.
Luz miró el arma de fuego entre una mezcla de sorpresa y extrañeza para después darle un golpecito al cañón con su indice derecho comprobando así su autenticidad.
—Creí que mamá se deshizo de tu colección de armas reales junto con las municiones y el horno de fusión que usaste para fabricarlas.
—Lo hizo —Luis se pasó la correa por el brazo derecho y llevó la escopeta a su espalda—. Pero me las arreglé para rescatar algunas piezas y unos cuantos cartuchos.
Súbitamente, Luz se llevó las manos a la boca.
—¿¡Ibas a llevarla al campamento!? —le preguntó pasmada.
—Por si alguien quiera pasarse de listo —le respondió Luis con naturalidad, escogiéndose de hombros.
Luz rió.
—Aaah Chinguenguencha~ —le dijo, golpeándolo juguetonamente en el brazo diestro con su codo surdo—. Con razón le gustas a Sasha Waybright~
Luis tragó saliva y frunció levemente el ceño.
—No vuelvas a mencionar a esa loca —le susurró en tono de advertencia.
—Oh, lo olvidé —se burlo Luz (sin mala intención), agachándose para recoger la espada de juguete—. Aún no superas a Marcy.
En cuanto lo hizo, se pasó la correa por el brazo surdo y se colocó dicha "arma blanca" en la espalda. Luego, caminó hacia la ventana y, colocando el pie derecho junto con ambas manos en el marco, continuó diciendo:
—Era una gran chica —Miró a su hermano mellizo sobre su hombro surdo, y soltó una risita cuando este se cruzó de brazos—. Y no merecía que la engañaras con Anne Boonchuy.
Luis suspiró, volvió a sonreír y negó con la cabeza.
—Con una hermana como tú, para que quiero una novia tóxica.
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En la sala, King se encontraba sentado en el gran sofá rojo, relajado y con los ojos cerrados. A su derecha se hallaba una criaturita que hacía suponer que era una hembra de su especie, pero con sus diferencias. Era más delgada, de pestañas largas, y de pelaje mayormente mostaza, aunque el del torso y de la punta de su perfectamente peinada cola estaban cubiertos de pelaje color crema claro. No llevaba un collar como King. Lo más destacado de su apariencia era un cráneo blanco parecido al de un perro con cuernos intactos y un poco más pequeños que los del auto proclamado "rey de los demonios". Sin mencionar que también tenía los ojos de esclerótica amarilla y pupilas rosas, tres dedos en las manos y dos dedos de los pies que (excluyendo los pulgares) parecían garras blancas.
—Uf, tanta risa puede ser agotador.
La criaturita se inclinó hacia el "rey de los demonios", y al hacerlo, se frotó cariñosamente contra este, al tiempo que con su adorable voz decía:
—Ñaañaa~
King le rodeó la cintura con su pata derecha.
—Tu lo has dicho, reina mía.
—Amigo —dijo Eda, apareciendo delante de la pareja y apoyando las manos en sus caderas, cuando un momento antes, posiblemente estaba en alguna otra parte de la casa búho—. Tenemos que hablar.
King soltó un gruñido, abrió los ojos y miró a la bruja con molestia.
—¿No puedes esperar? —Señaló a la criaturita con su pata izquierda, mientras esta seguía frotándose contra él—. La reina está aquí.
Sin pensarlo dos veces, Eda dibujó un circulo mágico en el aire con su indice derecho y, tras ser envuelta en un resplandor amarillo, la criaturita desapareció ante la mirada atónita del "rey de los demonios".
—Noo... —se lamentó arrodillado y con los bracitos al aire sobre el sofá—. ¿Por queee... Por qué lo hicisteeee?
—Créeme, fue lo mejor —le respondió Eda con seriedad—. Ahora deja de lloriquear o no tendrás golosinas por un mes.
King volvió a sentarse, se cruzó de brazos, y de mala gana dijo:
—Aargh ok.
—¿Oíste al niño humano decir que ese mago era uno de mis clientes? —le preguntó Eda a continuación.
King se acurrucó sobre la almohada verde musgo del sofá.
—Sí, ahora vete —le respondió cerrando los ojos—Tomaré una siesta.
—No lo conozco muy bien. —Pensativa, la dama búho dio media vuelta hacia la derecha con la mano diestra en el mentón, y se sentó en el sofá, haciendo rebotar al auto proclamado rey de los demonios en el acto.—. Y no confío en la curiosidad que despierta en esa niña humana.
—Menos charla, más sueño. —dijo King volviendo a cerrar los ojos.
Eda miró en dirección al cuarto de los mellizos y suspiró.
—Pero sí... —susurró para sí misma—. En las sospechas que levanta en su hermano.
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Un rato después...
—Oigan niños —Eda abrió la puerta y asomó la cabeza a la habitación de los mellizos—. Oh no.
Al no encontrar más que unos protectores para sacos de dormir en el suelo junto con unas cuantas almohadas cerca de la ventana abierta por donde entraba una suave brisa que movía su puerta y cortina violeta transparente, la dama búho corrió hacia esta y, al asomarse, vociferó:
—¡Hooty! ¿A donde fueron?
El "pajaro-gusano" se estiró desde su lugar en la puerta delantera hasta la ventana del segundo piso donde se encontraba la bruja mientras decía:
—Hoot Hoot Si la respuesta quieres saber, el enigma debes resolver ¡Auch!
Fastidiada por las tonterías que salían del pico de la casa viviente, Eda golpeó duramente una de sus paredes externas de con su puño diestro haciéndola temblar, agrietándola y causándole dolor físico al mismo tiempo.
—Ok ok —Hooty, entre molesto y adolorido, empezó a retroceder hacia su lugar en la puerta principal—. Fueron por el bosque hacia huesosburgo... Uuff...
—Aaagh —se limitó a quejarse Eda con los ojos cerrados y las manos apoyadas por el marco inferior de la ventana.
