Brujas antes que magos Parte 5

Luz estaba parada al borde de un precipicio. A su izquierda había un letrero de piedra cuyo parecido era notable con una lápida rodeado de un extraño "musgo granate de ojos verdes y colmillos" que decía: "Usted está dejando huesosburgo" y a su derecha, se encontraba Luis con los brazos cruzados y una expresión estoica.

Ella respiró hondo, sonrió decidida y le extendió la diestra a su hermano mellizo diciéndole:

—Nuestra primera misión mágica.

—Acabemos con esto —dijo él, aceptando la mano de ella.

Dieron un salto y bajaron deslizándose con los pies por la ladera hasta un tronco que evadieron de un salto. Luego, sin soltarse de las manos, caminaron hasta llegar a una zona brumosa del bosque de pinos.

—Ok... —empezó a decir Luz entre la neblina purpura—. Tenemos el mapa —Señaló con su palma izquierda dicho objeto que Luis acababa de sacar de su bolsillo canguro para revisarlo—. Tenemos nuestro joven optimismo —Miró hacia arriba con el puño surdo semi-levantado y una sonrisa decidida—. También tenemos nuestras armas fieles.

Desenvainó la espada de juguete, sonrió entre dientes y, levantándola al aire, apretó el botón del centro con su pulgar diestro.

—Por el poder de Skullgar. Derrotaré a mi batería ba... —dijo dicho objeto cuya voz se redujo gradualmente junto con las luces verdes de su hoja al final.

Al notar que su hermana comenzaba a desanimarse, Luis guardó nuevamente el mapa en su bolsillo y...

—Oye Nutria —Cerró los ojos y se llevó los dedos índice y corazón diestro a la sien—. Ahora estoy recibiendo un mensaje telepático de la guardiana de Skullgar —Miró a su hermana con una sonrisita divertida—. Dice que el reino de Longevia está siendo atacado por las fuerzas malignas de cabeza huesuda y necesita nuestra ayuda para salvarlo.

Luz sonrió divertida.

—Pues dile que estamos ocupados, y que mejor llame a la soberana del vigor.

Se miraron el uno al otro y rieron. Tardaron mucho en poder parar de reír.

«Ahora me pregunto si tomamos la decisión correcta al venir», pensaron los hermanos Noceda al mismo tiempo unos minutos después, evadiendo la rama de un árbol.

Pronto, tras cortar una liana con su espada de juguete, Luz soltó un jadeo cuando apareció ante Luis y ella el victoriano reino de Felinia. Era como salido de un cuento de hadas. Las casas hechas de madera y piedra eran de entre una mezcla de colores primarios y secundarios. A lo lejos se podía ver la torre de lo que parecía ser un castillo violeta con una bandera purpura triangular en lo más alto y a unas extrañas pero hermosas aves de cola larga volando.

En cuanto a los habitantes, estos no eran más que gatos antropomórficos de pelaje celeste, blanco y gris con ropa llamativa cual bufón, duende o brujo y cola cuya punta parecía ser un cascabel.

Luz regresó la espada de juguete a su funda y jaló de la mano a su hermano mellizo, quién hizo un gesto de incomodidad por un instante. Caminaron por la calle observando los alrededores con gran fascinación hasta llegar a la plaza y se detuvieron en el centro, donde había una fuente adornada con un par de "aves que escupían" del que, de entre sus cristalinas aguas, emergió un apuesto y fornido joven. Tenía el pelo verde botella, el bigote y la barba incipientes, y los ojos (o mejor dicho el ojo) marrón tawny. Llevaba un parche en el ojo izquierdo, una hombrera dorada en el hombro derecho conectada a la correa roja de la funda de su gran espada gris que tenía en su costado diestro, una camisa de cuello blanco sin manga cuyo color era la versión clara de su cabello, pantalones blancos sujetos por un cinturón del mismo color que la correa de su arma blanca con una hebilla circular dorada, unos mitones y un par de botas grises.

—Ya veo —dijo al apartar el cabello mojado de sus ojos llevándolo hacia atrás con ambas manos para mirar a los mellizos—. Ustedes son los elegidos —Subió al borde de la fuente y salió de ella—. La diosa Elyon debió elegirme a mí como su único campeón —Se señaló a sí mismo con el pulgar derecho para después cerrar los ojos y acariciarse el pelo con la diestra—. Nevareth Bladestrife, Príncipe de Angstmore.

—Sí —afirmó Luz, mirando al apuesto joven con una sonrisa Duchenne—. Sí fue la decisión correcta.

Luis miró primero a su hermana con una ceja levantada y después a Nevareth con ojos entrecerrados.

—Ya lo noté —dijo con frío sarcasmo, cruzándose de brazo.

.

.

.

Eda seguía a King que caminaba olfateando por el callejón, buscando rastros de los hermanos Noceda. De pronto, se detuvo, volteó hacia la dama búho y señaló hacia el cortinado umbral con la pata derecha.

—Sin duda ellos atravesaron esas colinas... —le informó antes de corregirse rápidamente—. Digo, esas cortinas.

Eda se acercó y apartó las cortinas con ambas manos.

—¡Wow! —King no pudo evitar soltar una exclamación de asombro. Allí se encontraba la residencia de Adegast. Pero no era la majestuosa alcázar que los mellizos habían visitado ese mismo día; este se veía abandonado y en ruinas—. Ni mi propio castillo se ve de esa manera.

—No me gusta —dijo Eda con seriedad, luego que un gran trozo de escombro cayera de la sima de la torre diestra del fortín.

Acto seguido, la dama búho y el auto proclamado "rey de los demonios" entraron al castillo y encontraron que la biblioteca era todo un caos. Había pergaminos rotos por todo el suelo, libreros cuyos estantes desprendidos estaban llenos de libros viejos desordenadamente apiñados y pinturas rotas en las agrietadas paredes y enormes escombros caídos del techo en toda la parte superior de la gran escalera.

Eda dio un par de pasos e hizo un gesto de sorpresa cuando oyó un crujido, como el producido al pisar una hoja seca. Bajó la mirada y vio que se trataba de unos pergaminos enrollados. Los recogió del suelo, los examinó y vio que en la parte superior de cada uno estaban escritas las palabras "Los elegidos" en letras luminosas celestes.

—Realmente no me gusta —volvió a decir en tono serio y susurrante, mientras alzaba la mirada y fruncía el ceño.

.

.

.

«¿Por qué a mí?», pensó Luis, con una mueca.

—Nevareth —decía Luz con las manos juntas antes de separarlas en palmas, mientras el apuesto Príncipe y ella caminaban uno al lado del otro, seguidos por Luis que los miraba con molestia (lo normal: un hermano celoso de su hermana o solo un chico que odia las escenitas cursis).—. Tu historia fabulosa es tan convincente.

—Y me encanta tu mascota —continuó Luz, mientras una tierna criaturita que parecía una mezcla entre una cebolla y un murciélago de ojos celestes, "cabello" amarillo y zapatitos verde agua se posaba sentado sobre su palma diestra luego de haber estado sobrevolándolos a ella y a su dueño.

—Mi pueblo fue destruido —dijo Nevareth, bajando un poco la mirada—. Así que ahora mi corazón busca venganza —agregó para luego detenerse dándole la espalda a la chica Noceda.

Apenada, Luz trató de consolar al Príncipe poniendo la diestra sobre su hombro derecho.

—Nevareth...

—Lady Luz —El Príncipe volteó y miró intensamente a la chica Noceda con la diestra volteada en garra y la surda en puño—. ¿Crees que puede haber amor en el campo de batalla?

Luz al principio se quedó perpleja, pero al momento siguiente se llevó las palmas a las mejillas y sonrió entre dientes con los ojos cerrados.

«Uuuuuy», pensó entusiasmada, «Esta misión se pone cada vez mejor»

—Lord Luis... —oyó de pronto decír a Nevareth con extrañeza—. ¿Que está...?

Cuando por fin abrió los ojos, como si hubiese visto un fantasma, la chica Noceda soltó un grito corto al ver a su hermano mellizo apuntando a la cabeza del Príncipe con su escopeta.

—No para los caídos, Alteza —La maliciosa voz y sonrisa de Luis pareció helar la sangre de Luz y esta sintió un escalofrío mientras reía nerviosa.

—Ejeje... Perdonalo... —Posó la diestra sobre el cañón del arma y la apartó bajándola lentamente—. Es un poquito celoso... jeje...

Los aventureros siguieron caminando por el bosque hasta llegar a un puente de madera. Mientras cruzaban dicho lugar, Luz, a la derecha de Nevareth, miraba de reojo a este con una sonrisa admirativa mientras movía los brazos, y Luis, por el lado contrario, prefería mirar con molestia y las manos en el bolsillo canguro al suelo.

«Esto es peor que...», sus pensamientos fueron interrumpidos por algo (o mejor dicho alguien) que salió repentinamente de debajo del puente por la izquierda, asustando un poco a Luz y Nevareth quienes exclamaron:

—¡Moah!

—Eo.

Luis analizó detedidamente a la criatura. Era un roñoso gato antropomórfico. Posiblemente de la misma especie que los gatos de Felinia o alguna sub especie debido a la falta del "cascabel" en la punta de la cola. Tenía el ojo derecho entrecerrado mientras que el izquierdo era grande, redondo como una pelota de tenis, de un azul vívido eléctrico y parecía falso. Un pelaje color lavanda grisácea con el torso blanco, tan solo un par de bigotes en cada lado de sus mejillas y tres puntiagudos dientes sobresaliéndole del hocico. Llevaba un sombrero de duende, mini poncho en cuyo lado derecho tenía un gafete rectangular con el nombre "Chris" grabado en el, unos guantes y unas botas de color marrón.

—Humpty dijo... —empezó a decir entre gestos ridículos con una voz irritante—. Para pasar el puente deben resolver mi acertijo.

—Yo esperaba una esfinge —dijo Luis con sarcasmo.

—Luciano, se amable —lo reprochó Luz, antes de señalar hacia el "gato-troll" con sus indices y, entusiasmada, agregar—: Continua pequeño felino.

El roñoso felino se puso a bailar, inclinándose, alzando los pies y moviendo los brazos de izquierda a derecha al tiempo que recitaba:

—Si pierden este juego su misión acabará —Se detuvo llevándose las manos a la espalda—. Así que díganme niños ¿Como me llamarán?

—Chris —se adelantó a responder Luis con indiferencia, antes de que su hermana melliza pudiese hacer o decir alguna cosa.

—Así es —ratificó Chris—. Pueden cruzar el puente —Miró al chico Noceda, sacó lo que parecía ser un anillo dorado de oro en forma de unas patas felinas que sostenían un tazón con una redonda gema azulada incrustada en el—. Y como has respondido primero, por favor toma esto elegido—le extendió dicho objeto que sostenía en la diestra—. Te ayudará en tu viaje.

Luis tomó el anillo y lo observo con algo de incertidumbre.

—¿Soy yo o todo esto parece...? —empezó, pero fue interrumpido por Luz, quién en ese momento se acercó a él y le palmeó la espalda, felicitándolo.

—Increíble ¿Cómo lo supiste?

—Lo adiviné.

Luz notó el sarcasmo en la voz de su hermano y el indice surdo de este señalando hacia el "gato trol"

—Oh —dijo en un tono decepcionado al fijarse en el gafete de dicha criatura.

Acto seguido; Luis suspiró y le extendió el anillo a su hermana.

—Ten.

—¿Que? —exclamó Luz, extrañada.

—Que lo tomes —repitió Luis—. Yo no lo quiero.

—Ok... —aceptó soltando una tierna risita—. Pero solo con una condición.

—¿Cual?

Con un ligero rubor en sus mejillas; Luz desvió la mirada, cerró los ojos y alzó su volteada palma surda.

—Pónmelo tu mismo.

Luis giró los ojos y le puso el anillo en el dedo indice.

—Wow, esto es asombroso —Luz estiró el brazo y observó el anillo con una amplia sonrisa, antes de inclinarse y darle un rápido beso en la mejilla a su hermano—. Gracias hermanito.

—¿Necesitas una capa? —le preguntó Nevareth.

—No —le contestó la chica Noceda amablemente—. Creo que estoy bien.

—Puedes usar mi camisa.

Y, para consternación de Luis, el Príncipe se quitó la camisa descubriendo un pecho de fuertes y musculosos pectorales. Entonces, Luz pudo apreciar sus anchos hombros y su plano vientre. Quedó pasmada.

—Sí, quiero una capa —dijo entusiasmada, mientras Nevareth le colocaba su propia vestimenta alrededor de los hombros y se la ataba al cuello—. ¡Y que te comportes Luciano! —agregó con firmeza al ver que Luis acercaba lentamente la diestra a la espalda, hacia su escopeta.

Acto seguido, el descamisado Príncipe alzó el puño siniestro al aire.

—¡Tres hurras para los elegidos! —y se puso a vociferar junto con Chris y la "cebolla murciélago" mientras los mellizos (Luz con los ojos cerrados y Luis como si acabara de hacer algo malo y/o vergonzoso) se limitaban a sonreír ruborizados—: ¡Hip, hip, hurra! ¡Hip, hip hurra! ¡Hip, hip...!

.

.

.

—Oh no.

Eda frunció el ceño y apretó los dientes. Observó detenidamente el pueblo de Felinia que estaba totalmente en ruinas. Las verdes, gruesas y espinosas enredaderas cubrían gran parte de las abandonadas casas y calles así como algo de neblina se venía sobre las mismas.

—¿Estás seguro de que estuvieron aquí? —le preguntó a King, mientras este caminaba en cuatro patas olfateando el suelo entre bufidos.

—Imposible confundir sus aromas a limón y sospechoso amor fraternal —respondió levantando la cabeza con los ojos entrecerrados antes de girarla hacia la dama búho con el ceño fruncido.

Eda lo miró con una ceja levantada.

—¿Sospechoso?

—Oh vamos —se extrañó el auto proclamado "rey de los demonios"—. Seguro ya te diste cuenta.

—Mmmm.

Con la diestra en la barbilla, Eda se acercó a la seca fuente y se arrodilló frente a un gato blanco de ojos saltones que parecía atrapado entre las espinosas enredaderas que envolvían a dicho objeto.

—Oye, despierta. —La bruja dejó su bastón mágico aún lado y le dio un golpecito con el dedo corazón de su siniestra en la frente—. ¿Que le hiciste a los gemelos? —Tomó al felino de los hombros antes de levantarlo y sacudirlo como el muñeco que parecía ser—. Dime cual es tu plan.

—Para encontrar a tus aprendices y cambiar sus destinos —empezó a decir el muñeco felino con una voz chillona y perturbadora mientras giraba la cabeza para mirar a la dama búho—. Mira hacia delante y descubrirás el camino.

Una vez terminado su verso, el gato emitió una risa macabra, y un instante después no quedaba de él más que sus ojos (que cayeron al suelo) y unas manchitas de ceniza en las manos de Eda.

—¡Aah! —exclamó King con las patitas en la cara—. ¡El gato se derritió!

Eda se puso de pie y se sacudió las cenizas del vestido.

—Agh es una trampa —dijo, sacudiéndose las cenizas del vestido—. Quieren que siga a los niños.

—¿Entonces que haremos? —le preguntó King mirándola con la pata izquierda al aire

La dama búho no respondió, solo se limitó a fruncir el ceño y soltar un bramido mientras dirigía la mirada hacia el cielo nublado.

.

.

.

—Gracias por invitarnos a tu festín Princesa —le agradecía Luz a una diminuta criatura que parecía ser un hada de piel lavanda, ojos índigos, antenitas, alas de mariposa azuladas, pelo verde agua corto, y vestida con un leotardo rosa, mini poncho amarillo que hacía juego con su corona y unas medias blancas de ballet que sobrevolada a su derecha cuando Luis, Nevareth, Chris y ella misma, atravesaban un bosque de trenzados arboles gigantes. Acababan de visitar la aldea de los Pixies donde se habían hecho amigos de su gobernante después que esta los invitase a comer.

—Toda la comida era pequeña y deliciosa —continuó Luz haciendo gestos de pequeño tamaño con los dedos indice y pulgar de sus manos.

Luis, quién caminaba a la derecha de la Princesa Pixie y su hermana melliza, observaba algo cohibido el poncho cuya temática parecía la de unas alas de polilla gris con toques de dorado, marrón y negro que llevaba puesto en aquel momento.

—Y gracias por este... ehm... Poncho.

—Eso no es un poncho cualquiera —La pequeña hada voló hacia el rostro de Luis y le dio un pequeño beso en la comisura de los labios provocándole un ligero rubor en las mejillas—. En mi cultura se lo damos al ser especial con quién queremos casarnos.

Ante tal escena; Luz sonrió con malicia, juntó las manos, cerró los ojos y se puso a cantar:

—🎶 Tú... y yo... El uno para el... 🎶

—¡Lucinda! —la reprochó Luis, fulminándola con la mirada.

Luz se rió, tapándose la boca con la diestra.

—No hagas dramas frente a tu prometida, Luchito.

Luis iba a reclamarle, pero la tierna voz de la Princesa Pixie lo interrumpió.

—Y tengo otra cosita para ti, mi amado elegido —Giró sus bracitos e hizo aparecer un par de brazaletes dorados de zigzag celeste entre unas lucecillas giratorias que luego sostuvo con sus diminutas manos antes de colocarlas sobre las palmas de Luis cuando este se detuvo y las extendió para recibirlos—. Es un regalo de bodas adelantado.

—Gra-Gracias —le agradeció el chico Noceda, observando con leve desconfianza las joyas mientras las colocaba en su muñeca izquierda.

—Fueron todos muy amables con nosotros —dijo Luz, volteando hacia todos los "amigos místicos" que Luis y ella hicieron durante su viaje, antes de dar un salto y, enérgicamente, con los brazos extendidos, ojos cerrados y una gran sonrisa, agregar—: ¡Desearía que esta misión nunca termine!

—Luz, por favor... —intentó reclamarle Luis levemente nervioso, pero (para su suerte) fue interrumpido por Chris.

—Su misión pronto acabará —El gato trol caminó hacia los mellizos y, al detenerse frente a ellos, señaló el camino por donde se habían de ir a continuación con el indice izquierdo—. A la diosa que buscan muy cerca encontrarán.

Sonriendo aliviado, Luis se puso a aplaudir de forma sonora, pausada, teatral y burlesca.

—Gracias por reventar su burbuja, Chris —dijo mientras su hermana melliza, cuyo animo había caído junto con sus brazos y su sonrisa, lo fulminaba con la mirada de reojo.

—En serio a veces eres odioso, Luciano.

—Continúen elegidos —les dijo Nevareth con la surda levantada y la diestra en el pomo de su espada—. La diosa Elyon los espera —Cerró la surda en puño—. Se lo ganaron.

Aquel comentario levantó el animo a Luz. Ella se giró hacia su hermano mellizo, le ofreció la mano diestra sonriendo y él la tomó para así seguir caminando lentamente por el bosque rumbo a su destino mientras eran despedidos por sus "amigos místicos".

—Adios Lady Luz —decía Nevareth agitando su diestra—. Adios Lord Luis

—Los amamos, elegidos —agregó la Princesa Pixie.

Luz esperó estar lo suficiente lejos para dejar de sonreír y mirar a Luis con el ceño fruncido.

—Traidor —lo acusó en un falso tono molesto—. Me cambiaste por un hada —Cerró fuertemente los ojos y se llevó la surda al pecho—. Rompiste mi corazón, y por eso estoy muy molesta contigo, Luciano —Hizo un par de pucheros y volvió a mirar a su hermano mellizo—. Te has olvidado de tu promesa, ¿verdad?

Luis, quién había estado observando a unas aves volar al tiempo que se relajaba con el canto de estas, bajó la cabeza, suspiró y la miró cansado.

—¿Cuándo llegará el día en que dejarás de fastidiarme con eso, nutria?

Entre risitas, Luz iba a contestar, pero antes de poder pronunciar una sola sílaba, Luis se detuvo y la interrumpió.

—Ídolo —dijo con los ojos brillantes y las mejillas ruborizadas, mientras señalaba hacia delante con el índice derecho.

La chica Noceda siguió la señal del dedo de su hermano y soltó un jadeo. La diosa Elyon era mucho más hermosa de lo que se había visto en el mapa y se veía muy realista como para ser solo una estatua. Ella estaba ubicada sobre un pequeño pedestal cuadrado en medio de una isleta de piedra rodeada por un lago y la propia vegetación del bosque.

Sin despegar la vista de la deidad, los mellizos siguieron caminando hasta llegar al borde del lago donde observaron pasmados que (tras un pequeño destello de luz celeste y un leve temblor) de las cristalinas aguas surgieron unos grandes bloques de piedra (uno tras otro) que formaron un puente hacia la isleta.

—Poop —Luz soltó la siniestra de su hermano mellizo y le presionó juguetonamente la punta de la nariz con el índice diestro—. Sabía que este mundo no era tan triste y oscuro como decían Eda y tú.