Disclaimer: Los personajes pertenecen a Mashasi Kishimoto. Esto se hace sin ánimo de lucro
El punto ciego
Es curioso cómo cambian las cosas. Es curioso cómo, precisamente que las cosas cambien, sea indicador de progreso y crecimiento. Si queremos ser algo más en esta vida que lo que siempre hemos sido, debemos soltar la comodidad y avanzar hacia el cambio, hacia lo desconocido, hacia lo aterrador. Cambiamos en un espectro que va del control total al descontrol total y viceversa. Da igual lo malo que sea lo que ya tenemos, siempre tememos a lo otro. Sin embargo, el cambio no tiene por qué ser brusco. Puede ser gradual. Puede ser, simplemente, que cambie una emoción. Si cambia una emoción, cambia una idea. Y si cambia una idea…. Entonces cambia la realidad.
Si la realidad cambia, entonces un día miramos atrás y nos preguntamos, ¿Cómo puede ser que yo fuera así?
Un día cambia una pequeña emoción y ya no nos reconocemos a nosotros mismos. Y lo peor es que es un cambio que ni siquiera vemos venir.
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Para Hinata, el matrimonio no era lo que ella había pensado. Qué curioso: La maternidad sí, pero el matrimonio, no. Ella hubiera esperado tener un marido que no estuviera siempre ausente. Un marido que estuviera más tiempo con ella, y que cuando lo estuviera no pareciera que era porque le estaba haciendo un favor. Le hubiera gustado no tener que ver la cara de tristeza y decepción de su hijo mayor cuando su padre estaba siempre atendiendo cosas más importantes. Quizás, era eso. Le hubiera gustado tener un marido para el cual ella y los niños fueran lo más importante. O, más bien, para el que se notara que ella y los niños eran lo más importante.
No podía culparle, Naruto estaba en la recta final de alcanzar el rango de Hokage, y era importante para él alcanzar su sueño. Era su sueño anhelado desde la infancia, lo que más le importaba en el mundo. De alguna manera, el contraste era asolador. Naruto soñaba con ser Hokage de la misma forma que ella había soñado estar con Naruto. Para ambos era un sueño largamente acariciado desde la infancia y, por lo visto, cumplir uno evitaba cumplir el otro. Ahora, Hinata estaba siempre en casa cuidando de sus dos soles durante todo el día. Nada le llenaba más que jugar y mimar a sus dos cachorritos. Sin embargo, cuando llegaba la noche y su marido no llegaba, cuando la casa estaba en silencio y ella había estado todo el día cantando sobre ositos carpinteros, cuando la oscuridad la acompañaba mientras recogía un ejército de juguetes del suelo, la soledad la invadía y pensaba que en su vida había un hueco que los niños no podían llenar.
Cuando Naruto y ella por fin habían empezado a salir (y Kami-sama, sólo había hecho falta que el mundo estuviera al borde de la destrucción para eso), Hinata creía que se había muerto y estaba en el cielo. Se sentía en una nube, incrédula de que por fin, ¡por fin!, eso que había leído en novelas románticas hasta el hartazgo le estuviera pasando a ella. Ella al fin era protagonista de una historia de amor, y vaya si era una historia apasionada. Comenzaron a salir, e Hinata volcó sobre Naruto seis años de amor guardado, preservado, atesorado. Naruto, por su parte, la amaba con la intensidad de alguien al cuál eso no le pasa todos los días, alguien para el cual el amor no es algo garantizado, y la vorágine de sentimientos y pasión les absorbió en el éxtasis. Todo era maravilloso.
Decidieron casarse enseguida. La luna de miel parecía no acabarse, como si ninguno pudiera saciarse en seguida del otro. Desde los castos besos en el parque a las fogosas noches de pasión se expresaban su amor de todas las formas que conocían, otras que aprendían, y unas cuantas que inventaban. En el carrusel de emociones que estaban viviendo, Hinata dejó con gusto su trabajo como ninja. Ahora se dedicaría a él y solamente a él, consagrándole su vida como la gran sacerdotisa de un culto a un dios bondadoso. Muy pronto, se quedó embarazada. La alegría fue desbordante y la emoción que sintió Naruto al ser padre no tenía parangón. Él redobló sus esfuerzos para cumplir su sueño, y así poder darle a su hijito un padre del que estar orgulloso. Eso se tradujo en más horas de estar sola para Hinata, y esta vez no sólo se tenía que dedicar a limpiar, poner lavadoras o cocinar… también había que cuidar a un muy exigente recién nacido que, obviamente, sólo quería estar en los brazos de su mamá.
Pero no pasaba nada, Hinata era una mujer competente y esforzada, y volcó todas las energías de sus 18 añitos en cuidar de su recién formada familia. Nadie vería el esfuerzo que le costaba. Todo sería perfecto.
En algún momento entre limpiar, cambiar pañales, dar el pecho y mucho trabajo por parte de Naruto, se quedó embarazada de Himawari. Y fue una noticia alegre, alegre de verdad porque en su corazón, quería para Boruto lo mismo que ella había tenido con Hanabi (a ver, lo mismo, no. Algo mejor). Por otra parte, Naruto no quería que Boruto estuviese solo bajo ninguna circunstancia, quería darle hermanos a toda costa. Ahora tenía una princesita a la que colmaba de besos y atenciones, a la que cargaba cuidadosamente y miraba con infinita ternura. La familia crecía y él trabajaba más y más, e Hinata se esforzaba más y más. No podía parar si su marido estaba trabajando y ella estaba todo el día en casa. Debía demostrar que trabajaba duro, ¿no?
Por supuesto, pese a que Hinata creía que esa era una carga que ella sola sufriría sola y en silencio, la maternidad no es un secreto para nadie. Cada familia es como es, pero las supermujeres no existen. De esa forma, las ancianas y matronas del clan Hyuga empezaron a dejarse caer por ahí, por si Hinata necesitaba un ratito para darse una ducha, por si necesitaba un ratito para dormir, o para asegurarse de que había comido algo, todas tareas nada fáciles cuando se cuida de un recién nacido y un niño de año y medio. Esas mujeres le salvaban la vida y no eran las únicas que le ofrecían ayuda.
Kurenai-sensei a veces iba a verla o a veces le llevaba la compra. Hinata se emocionó mucho el primer día, cuando Kurenai le dijo algo que le llegó al corazón
―Hinata-chan, cuando yo te necesité, tu estuviste ahí para Mirai y para mí. No creas que lo he olvidado.
También Ino y Sakura a veces le echaban una manita, según sus posibilidades. Y Kiba y Shino aparecían de vez en cuando para jugar con Boruto mientras ella amamantaba a Himawari, aunque de una forma mucho más contenida por parte de Shino. Al fin y al cabo, él iba a ser su maestro en la academia y no convenía fomentar confusiones.
Poco a poco, esas visitas dejaron de aparecer. Al fin y al cabo, los niños iban creciendo, Himawari ya no era tan dependiente, al menos no tan dependiente como para necesitar estar en brazos todo el tiempo, y ninguna visita quería opacar el papel del padre. Porque para el padre sería importante criar a sus hijos y estar con ellos, ¿no?
¿Lo era? Hinata no estaba segura. Entre los cambios de pañal, el entrenamiento del orinal, las papillas, amamantar, jugar, estar pendiente de todo, poner lavadoras, pasar la aspiradora, y dormirles en siestas y por las noches, no podía recordar la última vez que Naruto había estado allí para echarle una mano, para hacer algo más que llegar a casa a cenar, caer como un tronco enseguida y salir corriendo tras desayunar. Ella no quiso quejarse. Al fin y al cabo, él trabajaba mucho, y ella estaba en casa todo el día, sin hacer nada. ¿Cómo iba a reclamarle nada? Tenía suerte de que Naruto diese un beso a los niños por la noche, cuando estaban dormidos, y estuviese con ellos en el desayuno. Hinata ponía tazas, vertía leche y zumo, servía bollos, galletas, limpiaba boquitas y manitas con toda destreza para que Naruto pudiese pasar ese tiempo con ellos. Tiempo escaso, pues siempre tenía que salir ya, ¡porque llegaba tarde ´ttebayo!
Sin embargo, como una gota de ácido que cae una y otra vez corroyendo el metal, una idea empezó a formarse en la cabeza de Hinata. La idea de que se había casado con una persona de la cual se había enamorado de vista y sin palabras. La idea de que había unido su vida a la de alguien a quien en realidad no conocía, con la que casi no había hablado, de la cual se había formado una idea en su mente que igual no coincidía con la realidad. Una persona a la cual se le había olvidado que ella casi muriese por defenderle (tras declararle su amor). Una persona que era indiferente al sufrimiento en los ojos de su hijo mayor cuando su padre hacía otras cosas más importantes que estar con él. Una persona para la cual, en definitiva, el sufrimiento era normal, el abandono era normal, el maltrato era normal, porque, al fin y al cabo, él ya lo había sufrido y no había salido tan mal. ¿A qué no? Para él era normal que sus hijos estuviesen solos, era normal que su esposa estuviese sola. Eran una especie de logro conseguido, de diploma en la pared.
Ella no se atrevía a reclamarle. ¿Cómo hacerlo? Se esforzaba tanto en conseguir su sueño. No era justo que ella se lo impidiese por conseguir el suyo. Sería egoísta e infantil. A veces, en la noche, ella observaba cómo él terminaba de cenar o veía un rato la televisión e intentaba llamarle con la mirada, con la fuerza de su pensamiento, como si por un mágico hechizo el amor conectara profundamente a los amantes y él pudiera leer el sufrimiento de su corazón. Como si ella volviera a tener 16 años y le admirase en la distancia, sin atreverse a acercarse, sin poder acercarse.
"Amor mío, Naruto, háblame. Gírate hacia mí y háblame mi amor. Di mi nombre, te lo ruego, no necesito nada más que digas mi nombre…"
…O ya más adelante…
"Naruto, amor mío, mírame, por favor, mírame, amor mío, te lo ruego"
Pero él parecía sordo a su llamada, e Hinata ya era sólo la gran sacerdotisa de un dios ausente. Tenía 21 años.
N/A: Gracias a todos por leer.
Nunca me gustó el final de Naruto (sólo leo manga, no veo anime). No me gustó que al final las kunoichis se tuvieran que dedicar a limpiar o a ser ama de casa. No me gustaron muchas otras cosas. Que decepción.
Mi OTP es el NaruHina, pero esta vez no me apetecía escribir eso. Esta historia es un ShikaHina, con NaruHina y ShikaTema de fondo. Los temas irán aumentando poco a poco en crudeza, y el tema central es la infidelidad. Por favor, que nadie crea que hago apología de la infidelidad. De hecho, esta historia es un drama. Espero que como lectores, sepáis comprender.
Muchas gracias de nuevo por leer.
Edit: Quisiera agradecer a Hinata Hyuga -NxH y a Diana Marcela-Akemi su generoso acto de bondad al decirme que el capítulo se había subido con errores. A veces la informática nos da esos disgustos, y sin vosotras no me hubiera dado cuenta. Muchas gracias.
