Primera parte.
—¡Se-señor, de- debería dejarme a-a mi, limpiar su armadura!—una suave voz lo distrajo de su labor. Recién regresaba de una feroz batalla en los límites del territorio del Daimiyō Yagi, donde salieron victoriosos. Claro que obtuvieron la victoria, de lo contrario no estaría allí, viendo al pequeño joven de cabellos verdes, que con la mirada baja y manos temblorosas se dirigía a él.
—¡Ah, tú eres el nuevo gokenin!— su voz rasposa, denotaba lo gastada que se encontraba, tras los feroces gritos de batalla —¡Vete, no te necesito aquí, soy capaz de hacer mis labores yo solo!
—¡No solo soy un gokenin!—En un momento de extrema valentía, se atrevió a contestarle, pero al ver su feroz mirada se retractó — Es-espero que pueda tomarme como su-su wakashü—estaba tan nervioso que tartamudeaba.
—¿Wakashü?—le preguntó incrédulo —¿Crees que me importa esa mierda del wakashudō?— Estaba perdiendo la paciencia. —Tengo suficiente cuidando de mi, como para estar pendiente un inútil y cobarde como tú.
A cada palabra mordaz que le decía, el joven temblaba en una mezcla de miedo y ansiedad. Pero él tenía un objetivo en mente y no iba a rendirse hasta que lo logrará.
—¿Y no es esa la finalidad de que usted se convierta en mi nenja? ¿Que pueda enseñarme a valerme por mí mismo, a convertirme en un samurái honorable como usted?—En su poca experiencia, la adulación siempre tenía resultados positivos.
—¿No crees que eres un poco grande para pensar en ser un Wakashü?— Estaba sorprendido por la forma en que le había contestado, pero no iba a admitirlo — ¿Cuántos años tienes?
—Dieciséis…pero puedo aprender, estoy dispuesto a aprender —todo el tiempo con la cabeza abajo, en señal de respeto
El samurái lo observó por un momento, tenía una cabellera de suaves rizos verdes, un cuerpo de rasgos finos, y su ropaje, casi nuevo, no parecía distintivo de un gokenin. Seguramente se arrepentiría después, pues tras pensarlo por un breve momento le contestó: —No me va esa mierda del Wakashudō, no me interesa tener un compañero de cama como los demás, si esa era tu intención, te equivocaste de samurái — su voz, aunque sonaba grave, ya no estaba llena de ira— Pero respeto el honor y la valentía. Te pondré a prueba, y si no eres capaz de demostrar tu valía…ni te molestes en volver.
—¡Gracias señor, no lo defraudaré, daré lo mejor de mí!— Todo rastro de miedo se había esfumado y en su lugar una sonrisa amplia adornaba su rostro.
—No seas tan ruidoso y vete, puedes volver el día de mañana— fue lo último que dijo antes de volver a su labor de limpiar su armadura.
Al día siguiente, cuando logró llegar a la casa del guerrero, ya era media mañana, sabía que estaba en problemas, por lo que al acercarse a la entrada de la casa y verlo, se inclinó en una exagerada reverencia —¡Gomen'nasai!— esperó en silencio, al no tener respuesta se animó a seguir hablando —estuve en los establos, viendo a los caballos y no me percate del tiempo.
Sin verlo realmente dijo —No me importa si el mismísimo Daimiyō Yagi te dió la orden de ver a los caballos, si esperas ser mi aprendiz, debes saber que solo me obedecerás a mi— parecía enojado, pero en ningún momento alzó la voz. —En adelante, espero verte aquí al amanecer, comenzamos temprano el día, y si no tenemos otras órdenes nos acostamos temprano, no quiero holgazanes, aprovecharemos el tiempo de sol.
—¡Si, señor!— se apresuró a contestar.
—¿Siempre eres tan ruidoso?—se quejó el cenizo —Pero vamos a aprovechar esa energía, trae esa escoba y barre el patio, al terminar limpiaras las ventanas y puertas, los tatamis del salón y las habitaciones y terminarás con la limpieza en los corredores— una sonrisa maliciosa crecía en él al ver los ojos verdes observarlo en confusión.
—Pe…pero yo pensé que iba a enseñarme sobre honor…—su voz iba apagándose poco a poco al ver la mirada rojiza cernirse sobre él — y a pelear?
—No cuestiones mis métodos, primero debes aprender disciplina, si fallas es normal que recibas un castigo. Y apresúrate, antes de que me arrepienta y escoja otro castigo para ti— recogió sus cosas y se alistó para salir de su casa. —Volveré por la tarde, come hasta que termines.
Cuando se quedó solo, el peliverde no sabía bien qué hacer, repasó en su mente, ¿Que había dicho primero? Ah sí, barrer el patio. Observó en todas direcciones en busca de la escoba, hasta que la encontró, la tomó y empezó a mover el polvo que había en el patio, en su vida había hecho labores del hogar, pero no parecía difícil. ¿Qué sentido tenía barrer el patio, si siempre iba a llenarse de polvo? Después de este pensamiento, se dijo a sí mismo que había terminado con la primera labor. Empezó a sacudir las puertas y ventanas, que estaban tan sucias que se preguntó si el samurái realmente hacía limpieza o simplemente se estaba aprovechando de él. Cuando las vió aceptables, fue al salón principal, y con un paño limpio, empezó a limpiar los tatamis. Había visto muchas veces como lo hacían, que no parecía complicado, excepto que la postura cansaba muchísimo, pero lo logró, e hizo lo mismo en los otros dos dormitorios.
Cuando se sintió satisfecho, salió al corredor nuevamente, sacudió el paño que estaba usando, y continuó con su labor de limpiarlo, la espalda estaba matándolo, ¿Cómo podían limpiar así? Al menos ya era poco lo que le faltaba, se apresuró y luego terminó de sacudir los peldaños. Observó su trabajo con satisfacción, no estaba impecable, pero estaba limpio, y con toda la confianza, se dejó caer en el pasillo, para estirar su espalda un poco.
No se dió cuenta en qué momento se quedó dormido, hasta que sintió como era llevado a rastras hasta el centro del patio, y una voz enojada le hablaba —¿hasta cuándo piensas seguir durmiendo, maldito haragán? ¡levántate, pedazo de mierda!— dijo, dejándolo caer de bruces.
Sobresaltado y sin más señales de sueño, se levantó del suelo lo más rápido que pudo. —¡Se-señor! ¡Bienvenido a casa!— se apresuró a saludar sobresaltado.
—Te dejé una tarea, ¿no me digas que has estado durmiendo todo el día?— dijo observando a su alrededor, notando como todo parecía estar hecho a medias.
—Pe-pero si, hice lo que me pidió— se apresuró a defenderse, y siguiendo con la mirada lo que mencionaba, se apresuró a enlistar —Barrí el patio — que a esta hora de la tarde, la suave brisa había vuelto a llenar de hojas y polvo. — sacudí las ventanas— que nuevamente parecían llenas del polvo que no se había recogido del patio y ahora subía a impregnarse nuevamente en los marcos — limpie los tatamis del salón y los dormitorios — al menos esos no parecían estar mal, pero cuando se acercaron a verlo, había parches de suciedad por todas partes, tragó grueso y agregó — y finalmente limpié los corredores— no creo que haga falta agregar lo sucios que se veían por la tarde.
—¿Y decidiste que dormir era una buena recompensa por esto? Eres un inútil ¡de rodillas!— dió la orden, que el peliverde acató sin cuestionar. Katsuki estaba tan enojado que no se percató de eso, simplemente asumió que era por su idea de convertirse en samurái que estaba siendo dócil. Tomó su Bokken y se acercó por detrás. Un primer golpe en la espalda a la altura del hombro derecho dejó al joven sin aliento. Apretó fuerte los ojos, pasara lo que pasara, no se permitiría llorar delante del samurái, o de lo contrario, desistiría de entrenarlo. El segundo golpe, aterrizó exactamente en el mismo lugar, está vez sintió el escozor en la piel.
Contuvo la respiración cuando un tercer golpe llegó, al menos había cambiado de dirección —no eres capaz de hacer una simple limpieza, ¿y pretendes ser un samurái?— Un cuarto golpe llegó a sus costillas, sacando todo el aire contenido en sus pulmones lo que lo obligó a caer y envolverse en un pequeño ovillo en el suelo —Limpiarás todo nuevamente, está vez lo harás bien.— Dejándolo en donde estaba, se dió la vuelta para volver adentro cuando su suave voz lo detuvo.
—Lo siento, señor, —alcanzó a decir el peliverde, recuperando el aliento— es solo que nunca había realizado tareas domésticas— su rostro estaba rojo, y el guerrero no sabría decir si era vergüenza, o llanto contenido.
—No es gran ciencia— le contestó con una sonrisa burlona —si no quieres ser golpeado nuevamente, está vez lo harás bien. ¡Y apresúrate! — su voz amenazadora, obligó a su cuerpo mayugado a moverse.
Dicho esto, el guerrero se dirigió al corredor para observarlo, el peliverde sentía la intensa mirada seguir sus movimientos, no le daría el gusto de volver a golpearlo, así que trato de enfocarse en lo que tenía que hacer. Tomó la escoba, y antes que la apoyara en el suelo lo escuchó —Humedece la tierra para no levantar polvo— su voz carecía de burla o emociones, y tampoco se trataba de una orden, a su manera, le estaba instruyendo.
Busco con la mirada donde se encontraba el pozo, para tomar un balde de agua que encontró junto a una gran cuchara, tomó un poco, y empezó a esparcirla, por donde iba a barrer —tienes que echar más— con un leve asentimiento de cabeza, le indico que le había escuchado y lo haría así. Cuando al fin sintió que era suficiente, regresó el balde al pozo y tomó la escoba nuevamente. Se dió cuenta que hacerlo de esa forma era más fácil. Esta vez, recogió las hojas y el polvo y lo retiró hasta el lugar indicado por el guerrero.
—Ahora las ventanas— dijo, señalando con el dedo una especie de plumero y unos paños pequeños de algodón, que el peliverde corrió a alcanzar— primero sacudes el exceso de polvo con esto, y después pasas un paño para asegurar que todo queda limpio, no seas brusco para no romper el papel— fue lo único que dijo — y lo mismo con las puertas.
El joven se apresuró a realizar la labor, decir que su mirada fija lo estaba poniendo nervioso es poco, casi a punto de entorpecer sus movimientos, aunque debe agregar que los golpes en su hombro derecho, no ayudaban en la fluidez de movimiento.
Trato de ser lo más meticuloso posible, y esta vez se dio cuenta que trabajando de forma correcta, era obvio que no iba a terminar tan fácilmente. Cuando terminó, regresó frente al cenizo para que le diera la siguiente instrucción.
El guerrero se levantó de su lugar, en el cual había permanecido casi en la misma posición observándolo. Le señalo unos cepillos de bambú, otros paños, y unos pequeños cojines. Dejando que él cargara todo, lo llevó hacia el salón principal, en donde le señaló los tatamis.
—Cepíllalos siguiendo el sentido de las fibras, después recoge el polvo con los paños, usa esa almohada para apoyar tus rodillas.— después de decir esto volvió a salir de la habitación. Katsuki también estaba asombrado, pensó que podría deshacerse de él, después de la golpiza que le dió, y sin embargo allí estaba, repitiendo una mala asignación sin quejarse. Podría ser un inútil, pero tenía valentía y determinación.
Cuando terminó, vio que también había limpiado el suelo alrededor del tatami, solo faltaba el pasillo, le instruyó sobre cómo debía hacerlo, y lo dejó completar su asignación. El joven estaba exhausto, pero esta vez estaba satisfecho con su trabajo. Cuando terminó, notó que el cielo estaba oscureciendo, pronto iba a anochecer. Se acercó al guerrero, quien se encontraba cerca del fogón exterior bebiendo té, cuando se acercó, lo invitó a sentarse frente a él, y le ofreció una taza también.
Se fijó en cómo sus manos tenían ampollas, no le había mentido cuando dijo que no sabía hacer tareas domésticas. ¿Qué joven de su edad no sabe hacer estas cosas? Aunque lo pensó, no se atrevió a preguntar, no le interesaba el pasado del joven.
—Dormirás en la habitación del centro— fue lo único que dijo. Pero antes de que se levantara, nuevamente lo escuchó.
—Con todo respeto, señor— dijo inclinándose en una reverencia— mi madre me espera en casa y debo volver si usted me lo permite, me aseguraré de estar aquí antes del amanecer mañana.
—No te perdonaré si vuelves a llegar tarde— dijo levantándose —¿Cuál es tu nombre?— preguntó finalmente.
—Midoriya Izuku, señor, es un gusto.
—Midoriya…no me suena tu apellido.
—Venimos del este con mi madre, solo con mi madre —dijo, y el cenizo entendió por qué no le sonaba de nada el apellido.
—Bien— fue la última exclamación que hizo, y se giró para retirarse a su habitación.
Izuku se sentía molido, cuando finalmente llegó a su habitación, se quitó el yukata que tenía, alcanzando a ver su espalda que ya tenía moretones por los fuertes golpes, «pero que salvaje» alcanzó a pensar. Conocía su reputación, pero no pensó que lo fuera a tratar así el primer día de entrenamiento, y tampoco es que hubieran entrenado. Sacudió el polvo de su yukata y lo dobló, se colocó su ropa para dormir, y antes de pensar en cualquier otra cosa, se quedó dormido.
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Hola, les presento está nueva historia, la escribí inspirada en un evento en FB y aunque se publicó una primera parte, la tuve que modificar para ser parte de un verse. Lastimosamente el resto de la historia no llego a ver la luz, por lo que decidí completarla y publicarla. Aquí la publicare tal cual estaba pensada desde un inicio. También agregaré algunas partes ya que ya no necesito que sea corta.
La historia se centra en un UA basado en un poco de historia, con guerreros samurái, tiene un poco de OoC, violencia, lenguaje soez y alguna que otra escena explícita.
Vocabulario:
-Daimiyō: señor feudal, personas nobles dueños de los territorios.
-Gokenin: criados samurái de bajo rango y vasallos del señor feudal.
-Wakashü: joven aprendiz de samurái en el shudō.
-Wakashudō: se puede traducir como "el camino del hombre jóven", consistía en las prácticas homosexuales entre un joven y su maestro con el fin de mostrarle la realidad del mundo, inculcar valores como honestidad, respeto y virtud. También se puede usar la abreviatura shudō.
-Nenja: hombre maduro y maestro encargado de guiar al más joven a través de las técnicas de combate y también del despertar sexual.
Bokken: espada de madera, similar a la Katana, que se usaba para practicar combates.
