Louis, 2:30 p.m.: H, te recojo cuando salgas. ¿A qué hora paso?

Harry, 2:30 p.m.: Hola Louuu. No lo sé, Amanda me mandó correcciones del diseño que te conté. Seguro después de las 6.

Harry, 2:32 p.m.: ¿me llevas a cenar? ¿O qué haremos?

Louis, 2:32 p.m.: no, no vamos a cenar primero, te necesito con la mente despejada y el cuerpo tranquilo esta noche. Pero después podemos ordenar algo para comer en casa.

Harry, 2:33 p.m.: :) está bien. Me voy a desconectar para acabar a tiempo, pasa por mí a las 6. Te quiero, Lou.

Louis, 2:33 p.m.: y yo a ti, cariño. Nos vemos. :)

Habían llegado a un punto en donde tenían sesiones al menos una vez a la semana, aunque no era la base de su relación. Harry sabía que si Louis le avisaba, era porque había preparado algo especial o intenso para él. El cosquilleo en su estómago no era más que una muestra física de la anticipación que sentía por su cita esa noche. Dejó el celular a un lado y boca abajo, y se concentró en la portada del libro en la que estaba trabajando. Si seguía pensando en Louis no haría nada el resto de la tarde.

Louis, 5:55 p.m.: estoy afuera, H.

Harry, 6:00 p.m.: termino de guardar y bajooo.

Harry, 6:00 p.m.: jesús, a veces odio tu puntualidad.

Guardó su agenda, sus audífonos y su celular en el bolso, se despidió rápidamente de algunos compañeros, otros lo retuvieron un par de segundos más con propuestas para salir el fin de semana — "debo pasar esta vez, ¡perdón!"— y bajó en el ascensor hasta el primer piso. Saliendo del edificio, buscó con la mirada el Audi gris de Louis, encontrándose con éste recostado contra el auto, mirándolo desde el otro lado de la calle. Harry sonrió y cruzó hasta él, con un color rosa suave en las mejillas. Louis estiró su mano y Harry cayó contra su pecho, felizmente rodeado por los brazos de su novio.

—¿Qué tal tu día? —le dijo Louis, mientras plantaba un beso en su cabello.

—Mm. Mejor ahora —respondió contra su cuello.

Louis lo separó con suavidad de su pecho y puso su mano derecha bajo su mentón, sosteniéndolo frente a él. Harry amaba esa mirada que le daba, como si lo adorara, como si no hubiera nada más. Se inclinó hacia Harry y lo besó con firmeza, moviendo con ternura uno de sus rizos tras la oreja.

—También el mío —dijo sonriendo—. Vamos a casa.

Harry asintió y soltó una risita. Louis hablaba de su piso como si fuera de los dos y Harry no viviera en su propio apartamento. Aunque, es verdad que pasaba cada vez más tiempo en el de Louis.

El camino a casa fue lento. El tráfico en Londres no era ningún chiste, por lo que tardaron más de una hora en llegar hasta Knightsbridge. A Harry no le molestaba tanto, estaba con su persona favorita en el mundo, que dejaba su mano izquierda sobre su pierna mientras conducía, acariciándolo de vez en cuando, y escuchaba con atención todo lo que Harry tuviera por contar. Louis era bastante más serio y silencioso que él, pero Harry ya reconocía en sus gestos su gentileza y su buen humor.

También entendía bien su lenguaje corporal, como ahora mismo, cuando antes de bajar del auto le apretaba suavemente la pierna, indicándole que esperara a que él le abriera la puerta. Y Harry así lo hacía, derritiéndose por las atenciones que le daba.

Subieron en ascensor hasta el penthouse, tomados de la mano, mientras Louis intercambiaba frases con uno de sus vecinos.

—Mi Tommy quedó enamorado de las gemelas, me pidió que las invitara a jugar cuando volvieran. Así que, eso, son bienvenidas a jugar cuando quieran —dijo el hombre con tono amable, antes de salir del ascensor.

—Te van a destrozar la casa, Gabriel, pero seguramente les encantaría. Cuando vuelvan las llevaré de visita. Que tengas feliz noche.

—Ustedes también —respondió el otro, mientras se cerraban las puertas.

—Deberías invitarlas en un par de semanas, Lou, tengo unos días libres y podría salir con ellas, o venir a jugar.

Louis asintió, sellando el asunto con un beso sobre su mano.

El apartamento de Louis tenía dos plantas y era acogedor, y notó que habían dejado la calefacción encendida para caldear el ambiente. Siempre estaba impoluto. Al principio, Harry pensó que era natural, ya que todos los días asistía alguien que ayudaba con la limpieza, pero luego entendió que no era casualidad que las salas comunes y la habitación personal de Louis estuvieran siempre impecables. Reflejaban también la necesidad de control de Louis por el orden y la limpieza. Aún así, había dejado que Harry se instalara con facilidad y acogimiento, lo que implicaba a veces un poco de caos.

—¿Quieres que te prepare un baño, cariño?

—No, está bien, voy a tomar una ducha.

—Ok. ¿Necesitas algo? —Harry negó con la cabeza—. Está bien. Cuando salgas del baño, ponte una de mis camisas y ve al cuarto. ¿Vale? —Harry asintió, sonriendo. Louis soltó una risita, encontrando adorable la falta de palabras de Harry y lo besó en la mejilla.

Harry subió a la alcoba doble de Louis, que era a su vez un pequeño apartamento. Louis sabía que las duchas que tomaba su novio antes de sus sesiones eran un poco más largas de las normales, así que aprovechó el tiempo para preparar lo que necesitaba. Tomó de la cocina un destapador, un par de copas y una botella de vino blanco de la nevera, y subió al cuarto de huéspedes del segundo piso. El cuarto. Realmente no había nada particular en él, era una habitación espaciosa, con una cama queen size y un ventanal que daba a los jardines del edificio. Era acogedor, como el resto de la casa, con paredes blancas y ropa de cama sobria. Lo único diferente eran los cajones de los muebles y del closet, que estaban cerrados con llave previniendo la curiosidad hiperactiva de sus hermanas cuando estaban de visita.

Puso las cosas sobre una de las mesitas de noche y luego abrió los cajones de la cómoda, de donde tomó algunos de sus juguetes favoritos, que luego ubicó en una caja negra magnetizada con fondo de terciopelo. Le gustaba que Harry viera la caja y no supiera qué había en ella, qué le esperaba. Le gustaban sus nervios, sus ojos abiertos por la sorpresa y una pequeña dosis de miedo. Puso también sobre la mesita su botecito de lubricante favorito, toallitas húmedas, coletas y una botella pequeña de agua, de las que siempre había en el cuarto.

Extendió una sábana suave y gruesa sobre la cama, y movió los cojines y las alomohadas al closet, dejando solo un par en la parte superior y una en el medio. Bajó a su estudio por un parlante portátil, que conectó de inmediato a su celular con música suave de fondo. Le gustaba difuminar los sonidos de la ciudad y crear una burbuja solo para ellos dos. Luego se lavó bien las manos, las muñecas y se cepilló los dientes, buscando también estar fresco.

Harry había sido una sorpresa. Estaba saliendo con otras personas cuando lo conoció, ni siquiera buscaba enamorarse de él cuando acordaron tener una cita. No pensó que ese chico dulce y amable y conversador que todos amaban pudiera llegar a disfrutar de este tipo de sexo con él, pero ahí estaban, y llevaban juntos casi tres años. Harry parecía tomárselo todo con calma, pero Louis no podía esperar para pedirle que se casara con él. Era el amor de su vida, estaba seguro, y tenía que organizar pronto su celebración de aniversario.

Mientras se ensimismaba pensando en qué haría para él y qué cosas tendría que dejar listas para su trabajo, Harry entró a la habitación usando solo una camisa blanca abotonada que le quedaba algo grande, descalzo y con las puntas del cabello húmedas. Si bien era Harry el que se mostraba sonrojado y tímido al verlo, era Louis quien se quedaba sin respiración por él. Pero no lo dejaba ver con tanta facilidad.

—Ven —le pidió, en un tono cálido.

Harry se acercó a él, dejándose acomodar sobre su regazo.

—¿Qué tal estuvo la ducha?

—Mi exfoliante de arándanos me deja la piel super suave.

—Hueles delicioso, H. —Hizo una pausa mientras acariciaba las piernas desnudas del rizado, quien estaba aferrado a su cuello.

—Ahora, mi sol. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo antes de empezar?

Harry solo le puso una mano en la mejilla y lo besó, su aliento fresco inundando la boca del otro. Era confirmación suficiente para Louis.

—Quiero jugar un poco más fuerte hoy, así que necesito que recuerdes: si tienes una mordaza en la boca, ¿cuál es tu gesto de seguridad?

Harry abrió los ojos con sorpresa, la anticipación de nuevo cosquilleándole en la piel. Louis subió una mano por sus piernas, separándolas un poco para él, sin quitarle los ojos de encima. Harry soltó una de sus manos dejando tres dedos levantados, dándole a entender su señal.

—Buen chico —le dijo en voz baja, tomándolo por el mentón y besándolo con fuerza, su lengua invadiendo la boca ajena sin tregua, hasta que se quedó sin aire. — Vamos a empezar.

Louis le indicó que se pusiera de pie y se paró tras él, tomando una de las coletas y atando el cabello de Harry en un manbun desprolijo. Le gustaba que quedara un poco suelto para tomarlo mejor del cabello. Una vez terminó, se paró frente a él y comenzó a desabotonar la camisa, dejándolo desnudo y precioso para él.

—Eres tan hermoso, Harry —le dijo, mientras bajaba sus manos por sus hombros y sus brazos, subiendo por su hermoso abdomen tatuado y su pecho suave. Tenía la piel clara, suave y delicada, tentándolo a dejar marcas por todas partes. Y lo hacía.

—Di "ahh".

—Ahhh —respondió, abriendo la boca para él y dejando que introdujera sus dedos, que se metieron profundo provocándole una arcada y encharcándole los ojos. Louis empapó sus dígitos en saliva y los bajó hasta sus pezones, humedeciéndolos y estimulándolos hasta que estuvieron erectos. Harry gemía bajito, como con vergüenza de hacerlo acabando de empezar.

Louis entonces tomó la cajita negra de la mesita de noche y la puso sobre la cama, dándole la espalda a un expectante Harry. Sacó un cubreojos rosa y suave y lo puso sobre los sus ojos verdes, ajustándolo por debajo del manbun. Luego, se sentó en el borde de la cama y lo haló hacia él, inclinándolo boca abajo con sus caderas sobre sus piernas. Tomó sus manos y las ató a su espalda con un pañuelo negro y suave que tenía sus iniciales en él.

—¿Estás cómodo?

Harry se removió un poco sobre sus piernas acomodándose bien.

—Sí, señor.

—Buen chico.

Acarició las nalgas jugosas de Harry, calentando la piel bajo sus manos. Después, abrió el botecito de lubricante, abrió sus mejillas con una mano y dejó caer un poco del líquido sobre su abertura. Se puso también un poco en los dedos y lo cerró. Empezó a acariciarlo y a calentar el lubricante sobre él, tentándolo con entrar.

Amaba tenerlo así, vulnerable y desnudo sobre él. Era una criatura dócil y receptiva, y a pesar de su aparente fragilidad, tenía resistencia y voluntad. No buscaba quebrarlo jamás, pero le gustaba acercarse a las orillas. Jugar con él era lo más divertido que había hecho en la vida.

Cuando Louis introdujo un primer dedo, Harry sintió que se quemaba. Era una sensación que disfrutaba, pero que resultaba siempre desesperante al inicio. Empezó a bombearlo adentro y afuera con lentitud. Sentía cómo su entrada estrecha se adaptaba a la sensación, y pronto se vio necesitando más. Pero Louis tenía todo el tiempo del mundo en sus dedos, y lo abría con parsimonia y sin prisas. Después de unos minutos, donde solo se escuchaban sus jadeos y las notas lejanas de una canción, Louis introdujo otro dedo en él. Ganó algo de velocidad, pero no la suficiente, convirtiendo los jadeos en quejas. Cuando metió el tercero, el sonido húmedo de la penetración casi hacía eco en la habitación, entrando y saliendo con determinación de su carne, quemándolo, abriéndolo, haciéndolo gritar. Gemía cada vez más fuerte, y más fuerte lo penetraba Louis con los dedos. Empezó a sentir calor en su estómago y en su trasero, y los corrientazos por las piernas le hicieron torcer los dedos de los pies.

—¡Ah! —gritó, cuando Louis formó un pequeño gancho con los dedos dentro de él, alcanzando su próstata.

Siguió golpeándola sin descanso, y Harry empezó a removerse cada vez más sobre él, el desespero tiñendo sus jadeos. —Por favor, un momento, por favor-¡Ah!

Siguió recibiendo golpecitos rítmicos y constantes, frotándose un poco contra las piernas de Louis para disfrutar de la fricción contra su pene erecto. Louis lo ancló con una mano firme, sin dejar de masturbarlo.

—Mantente quieto.

Cuando Harry estaba a punto de llegar, con los músculos tensionados, los jadeos secos y con perlas de sudor en la raíz del cabello, Louis sacó sus dedos, dejando que la curva hacia el orgasmo muriera en su cuerpo. Harry se quejó, temblando un poco y removiéndose buscando ganar un placer que no alcanzó. Mantuvo los ojos cerrados, recobrando de a poco el aliento. Sintió de nuevo la mano de Louis sobre él, acariciando sus nalgas y calentándole la piel. Si fuera la primera vez, Harry pensaría que sus caricias buscaban calmarlo, pero, en su experiencia, preparaba su cuerpo para algo más. Tensó un poco sus glúteos, como sintiendo lo que aún no llegaba.

Louis descargó sobre una mejilla un golpe seco y fuerte con una pala para spanking. La había mandando a hacer especialmente para su sol, pensando en que a Harry le gustaría ver al final la "L" y el corazón que dejaba el juguete después de unos azotes. Sabía que podía quemar un poco más, pero el resultado definitivamente valdría la pena. Con precisión descargó cuatro, cinco, seis azotes más en cada nalga, procurando que las letras quedaran claras sobre la piel. Al séptimo azote, Harry puso las manos sobre sus nalgas, en un impulso por conseguir una tregua para el dolor.

—Quita tus manos, Harry. No lo diré dos veces.

Harry las quitó y gritó fuerte cuando sintió la quemadura del golpe otra vez. Y otra, y otra. La "L" y el corazón ya eran visibles en la carne roja, y ver la inicial de su nombre sobre la piel de su chico, tan cerca a su sexo, lo excitó. Era suyo y disfrutaba recordárselo.

Dejó la paleta a un lado y volvió a tomar lubricante, insertando de nuevo dos dedos en su carne. Harry siseó ante la intrusión, pero no tardó en levantar sus caderas contra sus dedos, invitándolo a más.

—Amas que use este agujero tuyo, ¿no es así? —le dijo Louis, hundiéndose en él con algo más de fuerza y rapidez, apuntando a su centro de placer. Lo estimuló así por unos minutos, subiendo y bajando la velocidad según le convenía, sintiendo los músculos internos de Harry hirviendo en tensión, sus caderas ganando impulso y su voz ahogada por los gemidos. Lo penetró con frenesí, saliendo y entrando con sonidos húmedos y ruidosos. Podía reconocer las señales en el cuerpo de Harry que le advertían que estaba a punto de llegar. Los gemidos de Harry se hicieron agudos y ahogados, a punto de culminar, y fue entonces cuando Louis retiró sus dedos y le negó nuevamente un orgasmo.

Harry se quejó como a quien le duele físicamente algo.

—Por favor —dijo llorando—déjame llegar.

Tomó de nuevo la pala y la dejó caer otras diez veces sobre él, con impactos tan precisos que tuvo que inmovilizar las caderas de Harry para poder continuar. Su chico lagrimeaba y retorcía las manos en su espalda, y notaba el sudor acumulado en su cuello por el calor y el esfuerzo. Era todo tensión y frustración, y eso también lo divertía.

Nuevamente entró en él, abusándolo rápido y fuerte en su carne sensible. Harry lloraba un poco, las sensación demasiado buena y demasiado cruda para él. No se lo negó esta vez, y al cabo de un minuto llegó sobre él, dejando tiras largas y blancas sobre sus muslos y sobre la sábana. Su cuerpo se relajó, aunque aún temblaba. Deshizo el nudo de sus manos y lo acarició con suavidad sobre sus nalgas lastimadas. Harry se quejó bajito ante la sensación.

Dejó pasar unos momentos mientras Harry se recuperaba de un orgasmo intenso, dejándole saber con caricias que estaba ahí. Cuando lo escuchó respirar con normalidad, volvió a abrir sus mejillas, bañando de nuevo su agujero dilatado en lubricante. Presionó con determinación e introdujo un buttplug mediano, que terminaba en forma de corazón. A pesar de estar dilatado, el juguete tenía un ancho considerable, por lo que sus quejidos volvieron a oírse.

Louis lo ayudó a levantarse y lo puso de nuevo de espaldas sobre él. Sentía su propia erección a punto de estallar contra su pantalón, pero aún no era el momento. Tomó de la cajita negra una ballgag rosa y la ajustó entre sus labios, atándola con firmeza debajo de su manbun.

Acarició su cuerpo suave, tomando una de sus manos y besándola sobre la palma. Le plantó otro en el cuello, inhalando el olor dulce de los arándanos sobre él.

—Vamos a hacerlo otra vez. Puedes moverte sobre mi regazo si quieres, pero cuando te ordene parar, lo haces. ¿Entendido?

Harry asintió.

—Buen chico.

La saliva empezaba a acumularse ya en la boca de Harry, filtrándose por los agujeritos del ballgag hasta llegar a su mentón. Louis la tomó y la usó para acariciar el pene semierecto de Harry, que reaccionó de inmediato al gesto. Lo empezó a masturbar lento pero firme, con atención de más en la cabeza, haciéndolo gemir detrás de la mordaza. Con su mano izquierda tomó más de la saliva y acarició uno de sus pezones, dando golpecitos suaves y haciendo círculos a su alrededor.

Harry era sensible en todas partes, pero atormentar sus pezones lo acercaba a la locura. El agarre en su pene cobró velocidad, mientras pellizcaba y halaba de sus pezones hasta que lo escuchó lloriquear de placer. Sus caderas se mecían, follándose a sí mismo con el buttplug, y Louis solo era humano, se sentía húmedo de solo tenerlo entre sus piernas. Se abrió el pantalón y dejó salir su pene, robusto y húmedo y listo para follarse a Harry.

La saliva caía hasta su pecho, la sentía tibia y viscosa cayéndole en gotitas por el abdomen. La mano de Louis en su pene era fuerte y hábil, haciéndolo retorcerse de placer cada vez que ponía un poco de presión en la punta, mientras sentía sus pezones inflamados y sensibles bajo las atenciones de Louis. Se excitaba mucho cuando jugaba con ellos, pero una buena caricia dejaba pronto de serlo cuando se sobre estimulaba la zona, y se volvía un poco doloroso. Sus gemidos empezaron a cargar también lamentos, mientras con las manos se aferraba a las piernas de Louis y se sentía próximo a llegar.

Louis amaba atormentarlo así. Las lágrimas que le caían lento por el rostro se mezclaban con la saliva, y su nariz, sus mejillas y su cuello se volvían rosas por el placer. Era tan bonito verlo así. No podía dejarlo llegar otra vez, porque un segundo orgasmo lo derrumbaría y necesitaba terminar lo que había preparado. Fue bajando la velocidad con su mano derecha, dejando sin estímulo la erección húmeda y ansiosa de Harry, retorciendo un poco más sus pezones antes de dejarlos ir.

Lo acarició en los brazos y se movió un poco más hacia atrás, inclinándose de manera que pudiera subir las piernas de Harry sobre sus rodillas y dejarlo abierto frente a él. Tomó con las puntas de los dedos el buttplug y lo haló fuera de él, haciendo que el rizado gimiera fuerte y girara su cabeza contra su pecho. Puso el juguete a un lado en la cama y le llenó el cuello de besos. Lo deseaba y lo amaba a partes iguales ahora mismo.

—¿Estás bien? ¿Necesitas que te quite la mordaza para tomar un poco de agua? —le preguntó, sabiendo que había perdido, y perdería, muchos líquidos con él, y no quería causarle luego dolor de cabeza.

Harry asintió, por lo que le quitó la mordaza con cuidado, tomó la botella de agua y se la llevó a los labios, dejándole beber casi la mitad. La puso de nuevo sobre la mesa y antes de ponerle de nuevo la ballgag, giró su rostro con suavidad y le obsequió el beso más dulce del que fue capaz.

Una vez puesta la mordaza, tomó el lubricante y cubrió su propio pene con él, empujando las caderas de Harry sobre él. El movimiento fue lento pero constante, sin segundos que le dejaran recobrar el aire, por lo que Harry gimió duro y sin sentido. A veces le resultaba difícil acomodarse al pene de Louis, pero lo había dilatado bien. Se movió un poco bajo él, empujando sus caderas hacia arriba y haciéndolo gemir, probando a estirarlo más para follárselo como quería.

—No me voy a mover por un momento, así que necesito que respires lento, ¿me entiendes?

Harry asintió con la cabeza y luego sintió cómo se derramaba un chorrito de lubricante (lub esterilizante) sobre la cabeza de su pene. Y supo qué quería hacer Louis con él. Lo habían hecho un par de veces antes, y siempre había resultado algo doloroso y con orgasmos estrepitosos. Su respiración se agitó notablemente e intentó moverse en su lugar, pero estaba tan anclado como podría estar.

—Necesito que respires, love. Respira lento. Si se vuelve insoportable házmelo saber, ¿vale?

Asintió, y luego sintió la caricia fría y dura del penisplug sobre su pene, y los movimientos superficiales de éste sobre su uretra. Louis era cauteloso y calculador cuando hacían esto, por lo que la estimulación siempre estiraba los segundos. Posicionó el pplug en la entrada de su uretra y empujó, y Harry gritó tan fuerte como le salió. Es que la sensación era intensa y le dolía. Se sentía como si su cuerpo le dijera "es que aquí no debería entrar nada". La presión fue constante y la quemazón solo aumentó, haciéndolo llorar y poner una mano sobre la de Louis.

—Shhh, mantente quieto, H. Te ves tan lindo así, tan lleno de mí y de mi voluntad. Te verás tan lindo para mí cuando esté todo dentro. —Se acercó a su oído y le susurró: "recuerda tu gesto seguro, cariño. Podemos parar cuando quieras". Louis esperó unos segundos, pero la mano de Harry volvió a su pierna y ahí se quedó.

Terminó de introducir el pplug mientras las mejillas de Harry escurrían lágrimas y su boca saliva y lamentos. Sabía cómo se sentía, porque lo había probado antes de hacerlo con Harry, y por eso entendía que dolía y que era incómodo. Por eso, la técnica clásica de combinar dolor con placer, en esta situación, era tan efectiva.

—¿Ves? No fue tan grave. Tan bueno para mí, bebé, tan lindo y obediente.

Louis comenzó a mover sus caderas contra él, hacia arriba, y Harry subió sus brazos tras él, aferrándose así a su cuello, como buscando un ancla a tierra por todo lo que sentía. La sensación de la penetración era caliente, sentía cómo lo estiraba y lo estimulaba en los lugares precisos, pero cada movimiento hacía vibrar al plug dentro de él y no sabía qué hacer.

Pronto, las embestidas ganaron velocidad y severidad; con las manos, Louis sujetó las caderas de Harry y empujó fuerte hacia arriba desde el borde la cama, el chasquido húmedo de su sexo golpeando la entrada de su chico, que se aferraba a él por su querida vida. Eran todo gemidos y gruñidos los dos, calientes y sensibles y carentes de palabras.

Louis sentía cómo el agujero de Harry lo apretaba cada vez más, la fricción deliciosa y chorreante llevándolo a follar duro y sin neuronas, un bruto buscando darse placer. Su chico temblaba sobre él, sus manos arañando la parte de atrás de su cuello al no poder llegar sin que le quitara el pplug. Así que se apuró, persiguiendo su propio orgasmo e ignorando el de Harry, para poder llegar juntos. Cuando estaba muy cerca de llegar, tomó el arito de la punta del pplug y haló rápido, sacándolo todo fuera del pene. Harry gritó y arqueó su espalda, llegando a chorros sobre su vientre y sobre el piso, y sintiendo a su vez cómo Louis lo llenaba desde atrás, un montón de líquido caliente bañando sus paredes.

Se dejó caer hacia atrás, seguro de que Louis lo recibiría en sus brazos, quedándose ahí mientras recobraban el aliento.

Harry era una masita de espasmos y sollozos. Louis le quitó la mordaza y el cubreojos con rapidez y suavidad, para luego abrazarlo desde atrás, sosteniéndolo y besándolo para que se tranquilizara. A veces su chico terminaba así, llorando y sensible, pero todo estaba bien.

Después de arrullarlo así por unos minutos, con un silencio solo interrumpido por unas notas lentas en la música y unos besos sonoros sobre la piel, Louis se movió fuera de él y le ayudó a darse la vuelta, para quedar cara a cara.

Harry se abrazó a él y hundió su cara en su cuello, y Louis lo bañó de caricias dulces en la espalda y palabras afirmativas.

—Estás bien, mi sol. Eres el mejor chico del mundo, el más dulce, el más bueno. Lo hiciste tan bien, Haz, tan obediente, lo tomaste tan bien… —siguió, hasta que sintió que su precioso novio de ojos verdes y rizos rebeldes se quedó dormido contra él.

Cuando Harry se despertó, minutos después, sintió una caricia fría sobre sus nalgas y un dedo moviéndose muy lento dentro de él.

—Mmm —se quejó.

—¿Estás de nuevo conmigo, love? Estoy sacando esto de ti para que no tengas dolor de estómago en un momento, ¿sí? Ya está, cariño, ya está —terminó de decir, mientras lo limpiaba con absoluta suavidad con una toallita húmeda. Tiró la toallita sobre la mesa de noche y lo abrazó, besando su cuello y su cabello. —¿Estás bien, precioso? ¿Te duele algo, te incomoda algo?

Harry negó con la cabeza, aún sobre su hombro. Louis lo movió un poco hasta tener su rostro entre sus manos, frente a él. Tenía los ojos rojos y húmedos, y sus mejillas eran un bonito desastre, pero sonrió con afecto para él. Louis lo llenó de besos, acarició con los labios sus pestañas húmedas y su nariz, su mentón y sus mejillas. —¿Lo disfrutaste, love?

Harry torció un poquito su boca en una sonrisa llena de humor.

—Estuvo tan bien que casi me muero. En serio, Lou, lo hacemos un poco más y quedo en coma.

—De nada —le respondió sonriendo, y besándolo finalmente en los labios.

Se quedaron así un rato, con la piel sudorosa y manchada, hablando de cualquier cosa tan cerquita a la boca del otro que cada palabra era un beso. Las sonrisas que Harry siempre le obsequiaba, tan suaves, después de follárselo duro, eran su mejor recompensa. Su chico bostezó, mostrándole lo cansado que se encontraba, así que lo tomó en brazos y lo llevó al baño de su alcoba, se dieron ambos una ducha breve y tibia, frotando bien en los lugares correctos, y luego Louis lo secó, lo envolvió en una toalla y lo volvió a tomar en brazos hasta su cama, en la que dormían juntos casi todas las noches.

Harry se rió.

—Me tratas como a un bebé, ¿te das cuenta? —le dijo, mientras lo depositaba sobre la cama.

Louis fue rápidamente al baño y volvió.

—¿Te parece? Claro que no —le respondió, mostrándole la crema para quemaduras de pañal para bebés.

Ambos se rieron, y Louis pasó con lentitud la crema sobre sus nalgas rojas.

—¿Qué te pareció la marca acá atrás, Haz?

—La amo, Lou, me encantó. Aunque es probable que mañana no pueda sentarme bien —respondió haciendo un puchero. Louis suspiró.

—Va a ser todo un tormento echarte crema aquí atrás todo el día. Un gran sacrificio, de verdad —bromeó, haciéndole voltear los ojos en blanco a Harry. Se subió en la cama tras él, abrazándolo desde atrás y besándole el hombro. —¿Quieres pedir comida, cariño? ¿Qué tal te suena pedir ramen?

Harry se acurrucó entre sus brazos, pegándose a él tanto como pudo. Tomó el brazo que lo rodeaba por la cintura y entrelazó sus dedos.

—Te amo, Lou, ¿sí lo sabes?

—Eres la luz de mis ojos. Por supuesto que lo sé.

Harry se arrulló, cerrando los ojos.

—¿Ramen? Me gusta el ramen.