Prólogo: Los Ojos Que Alguna Vez Vieron.

Bien decían las personas inteligentes que una buena llovizna, sabía cuándo y dónde llegar. Una buena llovizna, traía consigo los sentimientos del ser Humano. Aquellas emociones que por mucho tiempo se ignoraron porque se creían innecesarias para el mundo en el que él creció, y que ahora, podrían ser reconocidas por un Ninja fuerte, como la debilidad de todo ser vivo.

Desde el momento en el que las nubes dieron aviso de las gotas frías que caerían, hizo el gran esfuerzo de no parecer apurado, y alejarse lo más pronto posible de allí. El porqué de eso era tan claro como el agua que ahora caía del cielo. Como bien era de esperarse por parte de los adultos, su camino se abrió como si su sombra fuese la misma encarnación de un terror desconocido. Algo en su mundo cambió en un milisegundo, y él no lo sabía. Nunca lo supo, y tal vez, ni siquiera los mismos adultos que simpatizaron con él en silencio, lo sabían.

Con un cigarrillo en la boca, un ciclo vicioso llegó para quedarse. La capacidad de poder fumar al menos un cigarrillo, aún no le era sencillo, pero tampoco es difícil. Con tan solo ver como el hombre que yacía tirado tras él, encima de un charco de sangre, fumó por última vez su cigarrillo, supo instantáneamente que difícil no era. Solo era cuestión de acostumbrarse.

Desde niño, nunca quiso darse cuenta de estas posibilidades. Él hasta llegó a pensar, que este tipo de cosas nunca le ocurrirían. En su villa, ahora esperaba una futura madre. Ella esperaba el regreso del padre de su futuro hijo. Y sería él, el estudiante del difunto hombre, quien le comunicaría la desgarradora noticia. Comentó para sí mismo el odio que le tenía a los cigarrillos. Eran molestos y una excusa para los ansiosos. Sin embargo, el pelinegro nunca lo soltó.

A lo lejos podía escuchar movimiento. No hacía falta voltearse para saber lo que ocurría tras él. Su compañera de equipo, tan buena y agradecida, nunca dejó de mostrar claramente su tristeza. Ella lloraba en alto, y no cesaba de decir el nombre de su ahora fallecido maestro. Ninguno notaba la gran atención que un tercero en los hechos les ponía.

Mientras ellos aguantaban la fría lluvia, los golpes constantes de su corazón contra su pecho y las mil y un de sensaciones que ahora sus cuerpos sentían por aquella realidad tan shockeante; una persona juzgaba sus acciones como si fuese problema suyo.

Es hora de partir. — Habló uno de los adultos, acabando el minuto de silencio. —

No tuvo que esperar demasiado para que sus palabras fuesen respondidas con únicamente sonidos afirmativos por parte de sus compañeros. Aquella época fue bastante dolorosa para él. Aquella época, donde la lluvia sabía dónde y cuándo llegar, era tan solitaria y peligrosa…

No me disgusta la idea de que, aquellos que no tienen comprensión alguna del mundo que existía antes que ellos, merecen al menos entenderlo por las malas. — La joven habló de manera fría. Sentada en el sillón más grande y cómodo de la habitación, hablaba mientras su ojo izquierdo era testigo de momentos realmente impactantes; Que ninguno en la habitación (aparte de ella), era capaz de ver. — ¿Estás seguro? No te veo muy feliz por esos tiempos. Incluso sentada aquí, soy capaz de ver sin mi ojo, que tu hijo tampoco lo pasará bien.

La habitación era un ataúd gigante. Nadie hablaba y el aire casi no parecía estar presente. Un miedo fantasmal a lo que tal vez podría pasar, estaba en los rostros de los adultos que bien no ocultaban sus emociones.

Pero ella, miraba únicamente a una sola persona. No le volvió a cuestionar. Pues sabía bien que el hombre que le daba la espalda, le respondería sí o sí. El mundo estaba hecho un caos, y nada, aparte del plan que se acababa de discutir, podría salvarlos a ellos de la desgracia próxima. En la habitación estaban algunos de los Ninjas más confiables que ese hombre podría tener.

Y le resultaba increíble como, sin siquiera sentarse en el escritorio del líder de la aldea, podía tener bajo control todo tipo de situaciones. Por eso, era que ella lo había ayudado incontables veces. Porque un verdadero hombre, es el que cumple sus promesas.

Necesito que recuerdes bien todo lo que viste. — le dijo el asesor del Hokage sin mirarla. Como si su papel como asesor se fuera desmoronando de a poco, las palabras duras, como rocas, parecían irse derritiendo conforme salían de su boca. Ada, sin darle el lujo a los demás de mirarla a los ojos, nunca apartó su mirada de la espalda del Nara. — Desconozco si tu habilidad funcionará para ese entonces… pero si sucede, eres libre de hacer lo que quieras.

¿Todo lo que quiera? – Pregunto ella con cierta ironía. — Ya puedo hacerlo sin tu ayuda, Shiki.

¿Y si no sucede nada? – él la retó a debatir. — Sencillamente, tus habilidades serían inutilizadas, y tú y tu hermano no durarían como muchos que intentarán sobrevivir.

Eso ya lo veremos. — Suspiró la chica. Aún no desactivaba su habilidad Ocular, y se acomodó más en el sillón. — A todo esto, ¿Por qué estás tan obsesionado con esa época? Fácilmente, podríamos probar regresar un poco menos y evitar todo este desastre.

El hombre del clan Nara no dijo más desde ese entonces. Era raro, bastante extraño. El hombre que ella había conocido como Serio, Calculador, Rudo en sus palabras y bastante inteligente; Se había rebajado a uno que callaba sus planes, incluso frente al hombre para quien Trabajaba. No había cosa que menos le importara ella.

No le interesaba en lo más mínimo las familias de los demás y el cómo estas se llevaban. Lo más que le interesaba, era el chico que había huido. La razón del porqué ella permaneció en Konoha, era porque ese hombre, tan listo y desagradable, sabía lo que ocurriría si Ada se arriesgaba a seguir a Kawaki. Si ella se unía a su plan, tendría oportunidad de tener aún más libertad con ese chico.

El hombre estaba dispuesto a salir de la habitación, sin aclarar si la discusión del plan había terminado. Sin embargo, aquello no le disgustó. Se limitó a cruzarse de piernas, y estudiar lo más que podía lo que veía con su ojo izquierdo. De ella no se apartaron las miradas asquerosas que tanto le desagradaba, y las ignoró con tan solo cerrar los ojos y bufar en protesta.

Eres una persona interesante. Haré caso a tu petición, y me quedaré unos minutos investigando. Nos vemos después, Shiki.

No obtuvo respuesta.

Para esa época, la llovizna hizo aparición después de tantos años