Año 73 - Jesús Personal

Bradley Saltelli, 17 años

Distrito 10

"Sentirse desconocido y estar solo. Carne y hueso por teléfono. Alguien que escuche tus oraciones. Alguien que esté ahí."


Paro de golpear al tributo cuando escucho el cañonazo. La roca afilada en mi mano está completamente roja, mis brazos y uniforme llenos de salpicaduras. Sus ojos siguen abiertos, incluso parece que me miran fijamente aunque sé que no es posible.

Aún jadeando, me doy la vuelta y me siento en los escombros del edificio que explotó dos días atrás, mientras la fanfarria de trompetas que me anuncia vencedor y la voz de Claudius Templesmith retumban por toda la Arena.

—¡Bradley del Distrito 10! ¡Vencedor de los septuagésimo terceros Juegos Anuales del Hambre!

Una escalerilla baja frente a mí y yo me aferro a ella como un salvavidas. No quiero estar en este lugar un segundo más. La escalerilla se eleva, dejando atrás la polvareda de la ciudad abandonada. Los autos oxidados cubiertos de maleza, árboles creciendo de edificios, animales viviendo en cualquier rincón en el que un día habitaron personas.

Los capitolinos en el aerodeslizador parecen emocionados cuando me ven, sus expresiones cargadas de sed de espectáculo. Me dan la enhorabuena, como si les alegrase que hubiera ganado yo en específico cuando en realidad, cualquiera les habría valido.

—¡El fantasma de la ciudad abandonada! —exclama uno de los enfermeros, cuando me llevan a una habitación parecida a una clínica.

—¡El fantasma! —exclama alguien más.

¿Es así como me está llamando la gente? ¿El fantasma?

—¡Bien hecho, tesoro! ¡Todo el mundo está hablando de ti en el Capitolio! —dice el enfermero cuyo cabello es color verde menta.

Sus limpísimos uniformes contrastan con mi uniforme sucio y maloliente, lleno de sangre y suciedad.

—¡Cuando vi ese tres que sacaste en las sesiones privadas, no pensé que fueras a pasar del baño de sangre! —exclama una mujer.

A decir verdad, yo tampoco. La noche antes de la Arena todo el mundo había perdido la fe en mí, incluso yo. Me puse nervioso delante de los Vigilantes. Mi hoguera no prendió y el resto de cosas que les enseñé no les impresionó. Caesar Flickerman me ayudó a quedar mejor, diciendo que los iba a pillar a todos con la guardia baja. Imagino que incluso mi familia me dio por muerto en ese momento.

Un hombre con una apariencia levemente más normal que los otros se abre paso.

—Lo primero es lo primero, queridos —dice con pomposa elegancia, mirando algo en una tableta—. Vamos a asegurarnos que nuestro vencedor siga fuerte y sano.

—Yo le iba a Pamina —dice una chica a otra, en voz baja, pero no lo suficiente como para que yo no lo escuche—. Pero bueno, también me gusta que haya sorpresas.

Mientras me hacen un chequeo, los capitolinos me lanzan preguntas como si fueran flechas. Me preguntan si alguna vez pensé que iría a ganar. Les digo que no. Me preguntan si pasé miedo. Les digo que sí, sin mencionar que me parece una pregunta obvia y estúpida. Matar tampoco es que me resultase tan difícil. Mi primera víctima fue una chica malherida que no pudo moverse para escapar de mí por la fiebre de sus heridas infectadas. Tras matarla, incluso se sintió como algo bueno. La segunda sí fue más complicada, pero tenía tanta hambre y su mochila se veía tan pesada que mi cabeza símplemente dejó de razonar y lo hice. La tercera volvió a ser fácil. Era yo o él. Ahora mismo, ni siquiera quiero acordarme.

El chequeo revela que estoy muy deshidratado, desnutrido y que mis heridas no son muchas y están sanando bien.

—Lo bueno es que no te van a quedar cicatrices —dice el del pelo verde—. Aunque, no es como si no las pudiéramos eliminar fácilmente.

—Nunca entendí por qué algunos vencedores se empeñan en quedarse con sus cicatrices —se queja una de las chicas—. ¿No será mejor no tenerlas?

—La gente de los distritos es así —responde el que se ve más normal de todos.

—¡Apártense todos! —exclama una voz femenina desde la puerta. Una voz que conozco demasiado bien. Como si fuera ella la que manda en este lugar, los capitolinos se apartan de mí y le dejan el paso libre. Kim aparece en mi campo de visión, sonriendo feliz—. Déjenme ver a mi vencedor.

Ignorando a todo el mundo, avanza y me envuelve en un abrazo apretado, casi posesivo. Poco parece importarle el mal olor que desprendo a sangre, suciedad y sudor añejo. Mientras me estrecha con fuerza casi asfixiante, percibo el lujoso aroma de su perfume.

—¡Mi Bradley! ¡Mi fantasma de la ciudad abandonada! —dice, con una mezcla de orgullo e inquietante satisfacción, como si yo fuera algo querido para ella. Un trofeo, una creación—. ¡Lo has hecho tan, tan bien!

Los capitolinos parecen felices mientras presencian la escena de reunión entre un tributo vencedor y su mentor. Yo no puedo decir que no me alegre. A pesar de ese tres que decepcionó a todo el mundo ella nunca dejó de darme consejos, muchos de los cuales me fueron de gran utilidad.

—Y al final lo hiciste aún mejor —susurra, con esa alegría retorcida con la que a veces se expresa—. Sabía que a pesar de ese tres había fuego en ti.

Mi mentora tarda un rato en soltarme y en terminar de alabar mis decisiones en la Arena, resaltando a cada momento que en ningún momento recibí regalos de «esos descerebrados que no saben reconocer el talento aunque les golpee en la cabeza con un palo».

—¿Cómo te sientes? —me pregunta, después de soltarme.

—No lo sé —le respondo, sincero y todos ríen.

Acabo de matar a alguien y ni siquiera me siento la mitad de horrible de lo que pensé que me sentiría. Ni siquiera estoy tan feliz por estar vivo, o por el hecho de que he ganado una casa y voy a volver a ver a mi familia y amigos, por alguna razón. Lo único que me proporciona alivio ahora mismo es una cosa: saber que por fin estoy fuera de ese condenado lugar y que jamás en mi vida voy a regresar.


Canción: "Personal Jesus" de Depeche Mode.

Esta no es de mi playlist, ya que estoy sin acceso a ella, pero salió por la radio y pensé en usarla para hacer una historia donde alguien tiene que ser su propio salvador. Recordé ese oneshot de los primeros tiempos donde un tributo pide a los vigilantes que hagan llover como si estuviera rezando a los dioses, y a ellos les hace gracia y hacen llover. Este es al revés, no hay patrocinador que ayude a este chico y se tuvo que salvar solo.

Dani, también me llegó a gustar mucho la relacion entre Abby y Etowah! Sentí como que pegaban juntos en cuanto me llegaron sus fichas. Al final, la tragedia se contamina de espectáculo y los distritos prefieren saber cuanto menos mejor T_T

Lybra, me alegra que te guste como hice a Etowah! Seguro que él cocinó para Mitzi muchas veces. Me hizo imaginar una realidad donde ellos son compis de piso y Abby va de visita.

Stelle, la rebeldía callada de Etowah es de las cosas que más me gustan de él! Fue bonito escribir de ellos. Los chicos del syot son queridos para mí, me alegra ver que para los demás también.

Paulys, sí eso de grabar los nombres es una idea que siempre quise escribir. Ya queda poco para que acaben los juegos, un par de años nada más. Imagino a los habitantes del nuevo Panem descubriendo todos esos nombres con tristeza. :(

Dos capíulos para terminar! El siguiente será desde el POV de Peeta. Será de una historia que empecé a escribir y que luego borré sin terminar, y me arrepentí de hacerlo. Era una historia de como Peeta llegó hasta Haymitch, y lo convenció para que lo ayudase a salvar a Katniss. La historia se centraba en los planes que ellos dos iban haciendo con el objetivo de traer a Katniss con vida. Icluyendo infiltrarse en la alianza pro, meter a Effie en el plan haciendo que corriera rumores, la declaración de amor verdadera-falsa, y el último capítulo iba a ser de Peeta y Haymitch despidiéndose y que nunca llegué a escribir. Espero al menos poder darle una clausura al proyecto a través de este reto (y si quieren, publicar también algunos de los capis que se conservaron de casualidad, con propósitos de archivo).

¡Gracias por leer y hasta el siguiente!