Capítulo 26
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A la hora del desayuno, y a pesar de que la fiesta no se había extendido hasta la madrugada, Hanabi aún sentía los efectos de la noche anterior y maldecía no haberse sentado más que a la hora de la cena.
—¿No tienes hambre, Hanabi? —preguntó Hiashi, bajando los palillos.
Hanabi lo miró y asintió, comenzando a comer.
—Ah… por un momento creí que el amor había logrado robarte el apetito —murmuró, golpeando con aquella piedra a los tres muchachos sin darse cuenta.
Las cosas se quedaron tensas a pesar de su triste intento, pero cuando Hiashi se atrevió a preguntar si algo había sucedido, usando de excusa la desaparición a media fiesta y el completo abandono por parte de Hinata, los tres negaron la existencia de algún problema o alguna discusión entre ellos y siguieron comiendo.
Cuando el desayuno terminó él fue el único en abandonar el comedor, dejándolos a los tres en completo silencio y mirándose, ocultando sus verdaderos sentimientos detrás de los gestos tranquilos.
No se había dicho nada, se había evitado desde la noche anterior.
Hinata había vuelto a su habitación antes de que la fiesta terminara, temerosa de que alguien encontrara a Sasuke dentro de la casa, habían vuelto a salir, pero no se acercaron a la fiesta y a la primera persona que encontraron, Hinata le notificó sus intenciones y liberó a Sasuke de la carga.
Hanabi había actuado de manera completamente contraria a Hinata, se había quedado en la fiesta, rodeándose siempre de gente e incluso al final había tardado en despedirse de sus amigas, agotando por completo la paciencia de Neji y el tiempo que tenía antes de ser requerido para ayudar con algo. En cuando el muchacho fue llamado, ella se encargó de dar por terminara la reunión y se encerró en su habitación.
Neji simplemente no había forzado las cosas, sabía que tenía tiempo de sobra para hablar sobre eso con Hanabi y estaba dispuesto a contestar todas las preguntas con las que lo asaltara Hinata.
―Tengo algo que hacer ―soltó Hanabi de pronto.
Tenía un gesto ameno que en cualquier otra situación habría significado problemas divertidos, esta vez anunciaba gravedad.
―¿Me acompañan?
―Sí.
―Claro.
Cuando salieron de casa se despidieron de Natsu, alegres, y caminaron por la vereda en completo silencio. Hinata sentía los brazos de Hanabi bien aferrados al suyo y era difícil poder andar sin tropezarse, pero se esforzó lo mejor que pudo. Sabía que no podía quejarse, en esos momentos era un rehén, había sido secuestrada por su propia hermana.
—Mira al frente, nee-sama —ordenó Hanabi, a través de su sonrisa.
—¿Eh?
—Natsu huele el miedo ―susurró.
Neji exhaló. ―Solo sígale la corriente, por favor.
Asintió una sola vez ante la sonrisa fingida de Hanabi. El mensaje había sido recibido. —¡O-Ok!
Pronto se encontraron lejos de casa, caminaron por las calles principales, pero siguieron de largo. Hanabi había soltado a Hinata luego de unos minutos y la pobre pudo sentir la sangre circular dolorosamente en su brazo de nuevo. Lo frotó distraída. No tenían idea de a dónde los dirigía Hanabi, hasta que ya se encontraban cerca del mirador.
El trayecto lo hicieron en silencio.
Se detuvieron y apreciaron el típico ajetreo de la mañana en Konoha. El calor de la primavera ya se sentía, pero el viento seguía siendo fresco y agradable.
Neji separó los labios para hablar, pero la voz controlada de Hanabi lo interrumpió.
—¿Qué fue eso, Hinata? —inquirió, mirándola con gesto grave.
—¿Qué…? ―balbuceó, mirándola.
—¿Por qué te guardaste ese secreto y por cuánto tiempo? —inquirió
Se mordió la lengua, sintiendo que el pánico el trepaba de nuevo al estómago.
—¡Habla! —rogó. —¿Tienes idea de lo que puede provocar el que digas algo como eso, así cómo así? ¡Y peor, dentro de la casa!
Asintió.
―Hanabi-sama, por favor…
—¿Por qué no nos dijiste que lo sabías?
Miró a Hanabi y luego miró a Neji, que miró al lado contrario de ellas, ligeramente sonrojado.
Aprovechó aquel momento para seguir tanteando a Hanabi. Luego de la fiesta había tenido una discusión con Tenten, habían quedado una vez más en buenos términos, pero la muchacha seguía sin estar segura del suelo que pisaba. La había tranquilizado un poco el compromiso de Hanabi, pero seguía desconfiando de ellos y, con justa razón, no quiso escuchar ninguna de sus razones… y por lo mismo el no había podido procesar sus pensamientos en voz alta.
Sabía que había algo raro ahí, Hanabi estaba ocultando algo y no entendía por qué lo hacía, pero tampoco estaba seguro de querer hablarlo con ella. La accidentada discusión que tuvieran durante la noche había terminado de inclinarlo al lado de Hinata y sus preocupaciones y presentimientos.
―Ustedes tienen secretos, yo tengo los míos ―se defendió, alejándose un paso de Hanabi y chocando con Neji.
―¿Qué pensabas hacer con esa información?
―Nada ―aseguró.
Enarcó la mirada. ―… no te creo.
―Es la verdad ―insistió, recelosa.
Hanabi se cubrió el rostro con ambas manos por unos segundos y le dio la espalda a Hinata, el espacio era demasiado reducido para sus sentimientos. Neji volvió a mirarlas, lamentaba tener que estar en esa posición, pero ahora solo quedaba hacerle frente. Hinata se encorvó sobre la baranda, había visto los labios apretados de Hanabi y la mirada clavada en el cielo, aquel gesto generalmente era su último recurso antes de estallar por el enojo.
Miró Konoha en completo silencio, no se atrevía a mirar a Neji. —… ¿qué pensaban hacer? Luego de casarse… ¿divorciarse en unos años? El consejo no lo consentiría.
La travesura de Sasuke había tenido resultados adversos… al menos en lo que concernía a las intenciones del muchacho. Aquellas palabras la habían ayudado a meditar con un poco más de calma ese nuevo problema; ya no los condenaba de la manera en que lo había hecho horas atrás, pero necesitaba saber toda la verdad, escucharlos hablarle del plan y explicar sus razones.
―No, el divorcio no era la salida ―declaró Neji.
Hanabi se recargó en la baranda y miró hacia abajo, podía ver la lisa frente del segundo Hokage.
―¿Entonces? ―insistió Hinata, mirándolo.
―Neji y Tenten iban a casarse a escondidas ―murmuró Hanabi, sin mirarlos. Extendió los brazos al frente y miró sus manos. ―… luego nos casaríamos él y yo y anularíamos el matrimonio después.
Aquello le envió un escalofrío por la espina dorsal. ―¿Y por qué aceptaste a Yasahiro?
Hanabi se encogió de hombros.
―Es porqué Tenten cambió de parecer, ¿cierto, Hanabi-sama? ―murmuró Neji.
Hanabi recargó la cabeza en su hombro, dándoles de cierta manera la espalda. Observó la ciudad que se extendía por aquel lado, con las cejas juntas.
―Sí, supongo… eso y que Yasahiro es un buen candidato.
―Hanabi…
La mano de Neji en su hombro la mandó a callar, miró detrás de ella y le sorprendió encontrar una mirada calculadora; el muchacho se acercó el dedo a los labios y negó una sola vez.
―Ay, nee-sama, no tiene que haber amor para que un matrimonio funcione ―le recordó. ―Lo sabes bien, si no hubieras renunciado al clan, ni hubieras desaparecido, tampoco habrías terminado con Naruto, el consejo no lo hubiera permitido.
Se movió y recargó la cabeza en su hombro contrario. Miró a Hinata, que tenía los labios apretados y miraba al frente, dolida. Notó el reconocimiento en el gesto de la muchacha y agachó la mirada.
―… ya lo recuerdas.
―Sí, lo recuerdo ―apresuró, limpiándose las lágrimas que se le amontonaron en los ojos.
―Esta decisión es mía, es precipitada, pero… estaba consciente de que arrastrar a Neji en esto era injusto ―declaró, mirando al frente. ―Creí que podría seguir adelante, si Tenten estaba de acuerdo… en el momento no tenía más opciones. Pero ahora hay una opción y que yo no espere tener un matrimonio basado en el amor, no significa que no respete que ustedes lo quieran. Neji es libre da casarse con Tenten ahora. Yasahiro es buena persona… no me casaría con él si no lo fuera.
―No puede decidir eso con una sola visita ―renegó Neji.
Inhaló. ―Sí, bueno… papá no vetó contra él, así que eso ya es algo.
Hinata infló las mejillas y miró al frente. Neji asintió.
—Nadie me está obligando a nada ―aseguró. ―Así que no te entrometas, no hagas una locura —rogó, con tono fastidiado a Hinata, tomándola por las mejillas y obligándola a mirarla. —¿Me lo prometes?
La miró a los ojos. Quería decir que no.
―¿Te vas a casar con él para ganar tiempo para mí?
Le soltó el rostro y sonrió, dándole un par de palmaditas en la frente. ―… el mundo no gira a tu alrededor, nee-sama.
Hinata observó algo en la profundidad de los ojos de Hanabi, pero ella alejó la mirada antes de que pudiera comprenderlo.
―Lo que me recuerda ―murmuró, llevándose las manos a la cintura. ―Cuando volvamos a casa, papá te dará la noticia sobre tu posible pretendiente… finge sorpresa, por favor.
Asintió, tragando saliva con dificultad.
―¿Hay algo que quieras saber? ―preguntó, cruzándose de brazos.
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El camino de vuelta a casa duró demasiado poco.
Hinata se había quebrado la cabeza, pensando en todos los posibles escenarios. Había visiones en las que se quedaba en casa, atada a alguien a quien no amaba y de ahí derivaban situaciones diferentes; había otras en donde se iba un poco lejos de casa, pero lo suficientemente cerca para poder escapar hacia su familia con facilidad; y luego estaba el escenario en el que se mudaba por completo de país… quizá a Kiri o a Kumo, de donde volver tomaba días de viaje a pesar de los medios de transporte.
Tampoco soltaba el tema de Hanabi, sabía que ahí solo existía un escenario con todas sus derivaciones, pero no aceptaba ninguna de ellas… nada la convencería de permitir que Hanabi se sacrificara tempranamente por ella.
La mano de Neji sobre la paleta de su hombro la obligó a mantener el ritmo y no quedarse atrás. Exhaló y aceleró un poco el paso, manteniéndose a lado del muchacho. No se había atrevido a hacerle todas las preguntas que quería, algunas rayaban en un descaro que jamás podría permitirse, pero no se atrevió a más cuando él no pudo contestarle qué tan lejos habría estado dispuesto a llegar por el clan, se había quedado sumido en un silencio confuso. Había respondido que no lo sabría, hasta enfrentar las situaciones, pero eso había sido suficiente para calmar su curiosidad.
Lo miró de lleno al rostro al llegar a la casa y le sonrió, antes de entrar al genkan. Incluso ahí dentro, el sonido de sus pasos sobre la grava la acompañaba. Se quedó de pie, aún con sus zapatos puestos y observó a Hanabi y Neji dar unos cuantos pasos antes de mirarla.
Las piernas le temblaban y la voz traicionó al intentar decirles que le dieran un momento. Se acuclilló para quitarse los zapatos y se tardó más de lo debido. Su corazón tímidamente enamorado no gritaba con desesperación, pero no por eso dejó de sentir un agujero en el pecho; no esperaba casarse con Sasuke, pero la posibilidad de enamorarse de alguien en el futuro y construir algo lindo seguía ahí… aquel obstáculo, si se volvía de interés para el consejo, podría arrancar por completo sus posibilidades.
―Nee-sama…
―Ya voy ―susurró, poniéndose en pie.
Caminó detrás de ellos, sintiendo la cabeza ligera en momentos.
Había esperado dirigirse hacia la sala de té, quizá a la biblioteca. Cuando reconoció el camino al despacho de su padre, volvió a temblar. Sabía que Hanabi la había alertado para ahorrarle todas esas ansiedades, pero cuando las cosas se trataban en el despacho, tenían ya cierta inminencia. Aquello no era una buena señal, solo podía significar que no tenía demasiada voz en aquella decisión arbitraria del consejo y se desesperó de antemano. Su cabeza revolucionaba, pensaba a mil por hora.
Sintiendo que aquella era una experiencia que vivía desde afuera, se sentó frente al escritorio de su padre, con Hanabi de pie a su espalda, sintió las manos de la muchacha acomodarse en sus hombros, luego de jugar unos momentos con su cabello. Neji se sentó en la silla que había a su lado. Los miró, sintiendo la saliva espesa en la boca, luego miró el escritorio, no se atrevía a mirar a su padre o a preguntar de qué iba todo aquello.
―¿Fue agradable su paseo?
―Sí, nos hizo bien el aire fresco ―aseguró Hanabi.
Hiashi la miró unos momentos y luego desvió la mirada hacia Hinata y Neji. Una pequeña sonrisa se extendió en sus labios y asintió.
―Bueno… la verdad no sé cómo entregar esta noticia, así que iré directo a ello.
Hinata apretó las manos sobre sus muslos y miró el brillo del escritorio.
—Con el clima que nos rodea en estos momentos, esto parecerá frívolo, pero no depende de mí —dijo Hiashi, yendo al grano. —Hay una persona interesada en pedir tu mano en matrimonio, Hinata.
El balde de agua helada, que Hanabi había volteado sobre ella, al fin la mojó. A pesar de ir advertida, escucharlo de labios de su padre le confería ese golpe de realidad y seriedad que, la discusión de la noche anterior y la desfachatez con la que Hanabi había hablado en el mirador, le habían arrancado.
—El cortejo empezará oficialmente, en cuanto la situación se estabilice un poco —continuó diciendo, notando la ausencia de la muchacha. —¿Me escuchas, Hinata?
Miró a su padre y asintió. —… s-sí, lo siento…
―Aún no comienza la correspondencia entre las familias, así que aún tenemos un poco de tiempo antes de que se formalice el inicio del cortejo ―continuó explicando, con la mirada fija en ella.
Agachó la mirada y sonrió, triste. Comprendía que no todo estaba perdido, la situación tenía un 50% - 50% de posibilidades para ella: podía enamorarse de aquella persona o no… pero saber que era prácticamente una imposición la estaba dejando sin aliento.
―¿C-Cuando empezará? —musitó, mirando a su padre.
Hizo un gesto de duda y negó una sola vez. ―Me gustaría prometerte que hasta que terminaras tu entrenamiento, pero…
Asintió y agachó de nuevo la cabeza, sintió las manos de Hanabi reconfortarla con un suave apretón sobre sus hombros.
El silencio los rodeó por unos momentos.
―¿Quién es? ―preguntó al fin, escuchando su propia voz con un timbre lejano.
—Se llama-
—¿Y si no me agrada? —interrumpió, sin notarlo.
La primera pregunta había salido y con ella se desbocó un torrente. Hinata levantó la mirada y observó suplicante a su padre, deslizándose hasta la orilla de la silla y aferrándose, con sus manos, a la orilla del escritorio.
—N-No estoy lista, papá… ni siquiera he… ni siquiera he terminado mi tratamiento con Ino ―recordó las palabras de Shino y una alarma se encendió dentro de ella. ―¿P-Por qué lo aceptaron? N-No estoy lista. ¡No estoy lista!
Hanabi rodeó la silla y tomó a Hinata por los hombros, intentando calmarla. La miró a los ojos y la llamó un par de veces, intentando explicar, pero Hinata no la escuchaba.
―¡Nee-sama! Escúchame, por favor. ¡No podrán pedir tu mano oficialmente hasta el próximo año! ―exclamó, agitándola un poco. ―Y en todo caso, puedes rechazarlo, solo empezarán el cortejo… ¿lo entiendes?
Asintió y cerró los ojos unos momentos, estaba mareada. ―S-Sí… pero…
―Estoy intentando convencer a Yasahiro de casarnos en enero ―declaró, con un timbre de desesperación en la voz que alarmó a Neji. ―… pero está… renuente… En el peor de los casos, te propondrán matrimonio dentro de nueve meses… aun tienes nueve meses.
Hiashi desvió la mirada hacia Hanabi por unos segundos; ya se había olido las intenciones de su hija.
―Sí, lo sé, pero-
Respiró profundo y exhaló lentamente, sin dejar de mirar a Hanabi a los ojos. Asintió una sola vez y juntó las cejas, mirando en la profundad, más allá de la pantalla de tranquilidad que siempre los adornaba. Se olvidó por completo de ese otro problema que había que agregar a la lista y llevó una mano a la mejilla de Hanabi, que se sobresaltó al sentir el contacto y le miró las puntas de los dedos, luego de alejarse.
―¿Qué pasa, nee-sama? ¿Sabes quién soy? ―apresuró, temiendo que Hinata estuviera cayendo en la amnesia de nuevo.
―Si… ¿por qué preguntas eso? ―murmuró, intentando acercarle la mano al rostro de nuevo. ―¿Qué te pasó en los ojos?
Aquello sorprendió a Hiashi y Neji, tanto como a Hanabi. Los tres la miraron, confundidos. Hanabi dio un par de pasos atrás y se acercó una mano al rostro, confundida. Un extraño destello apareció en su ojo mental y la distrajo por unos momentos de la realidad, sumiéndola en el silencio.
Hinata se quedó sentada en la silla, pero ahora era Neji el que se encontraba frente a ella, acuclillado.
―Hinata-sama, míreme.
Bajó la mirada hacia el muchacho y sintió de inmediato la mano de él aferrarse a su rostro. Envío una rápida mirada a Hanabi e intentó despertar de nuevo su preocupación, pero solo obtuvo un gesto tranquilo que la fue contagiando.
―Yo me encargo ―susurró y añadió en tono de voz normal: ―Tranquila.
Asintió. ―… lo siento.
Hiashi volvió a sentarse al ver que Neji se incorporaba y aquello sacó a Hanabi de sus cavilaciones, que volvió a pararse detrás de Hinata, pero clavó la mirada en la cabeza de la muchacha, incapaz de levantarla por demasiado tiempo.
—Como decía tu hermana, esto no es definitivo, hija… él podría rechazarte en el transcurso del cortejo o tu a él. Además, aún no termina marzo, tienes tiempo.
―Sí, papá… pero… no es justo ―musitó. ―¿Por qué me están eligiendo esposo? Yo ya no soy la heredera del clan…
―Es por la situación en la que te encuentras ―declaró. ―El consejo piensa que es lo mejor.
—Esto no es justo —susurró, mirándolos. —Nada de esto es justo…
—Nee-sama ―advirtió Hanabi, temiendo que los delatara.
Dejó caer los hombros y miró a su padre. Recordó las palabras de Kiba y sus dudas decembrinas. —… nada ha cambiado.
Hanabi separó los labios, pero no habló a tiempo.
—Si me caso con alguien… tendré que irme. ¿Qué hay de…? —desvió la mirada y se limpió la lágrima que escurrió por su mejilla.
¿Qué hay de mí entonces?
―Aclaramos que no piensas abandonar Konoha ―aseguró Hanabi.
―… eso no es suficiente ―susurró.
Se cubrió el rostro con ambas manos y sintió a Hanabi mecerle el cabello, suavemente, pero en ningún momento la escuchó pronunciar más palabras. Imaginó que no las encontraba. Deslizó ligeramente sus manos, para poder abrir los ojos, y observó el suelo en completo silencio. Las palabras de Sasuke volvieron a su mente. El inconformismo que había estado aletargado y famélico, por culpa de sus recuerdos recuperados, resurgió.
Cásate…
―… no me quiero casar…
Se llevó una mano al pecho y la otra la dejó sobre sus labios. Cada vez parecía que había menos aire ahí dentro. Miró a su padre, la habitación daba vueltas detrás de él.
Renuncia al clan.
Quería llorar. Quería que alguien la salvara.
―¿Podrían dejarnos a solas? ―pidió, sin levantar la mirada.
Las miradas de Hanabi y Neji se posaron sobre Hiashi, que asintió una sola vez. El suave sonido de las ropas de los muchachos fue lo único que le pudo indicar a Hinata que se alejaban, no pudo escuchar otra cosa por encima de los latidos erráticos de su corazón.
La puerta no tardó en abrirse y cerrarse. El silencio reinó.
Hiashi se puso en pie y caminó hacia la mesilla en la que mantenía una jarra de agua y vasos, sirvió un poco en dos vasos y volvió con ellos. Uno lo depositó frente a Hinata, el otro lo acomodó a un lado. Tomó la silla en la que había estado sentado Neji y la arrastró hasta dejarla frente a Hinata. Se sentó y le acarició el brazo con una mano temblorosa.
—Hija, tranquilízate.
―… estoy tranquila ―aseguró, tomando el vaso de agua y dando un trago. Su respiración estaba agitada y no podía tranquilizarla por más que intentara.
―¿De qué quieres hablar conmigo?
—… de la verdad ―musitó, dejando el vaso sobre el escritorio y agachando la mirada de nuevo. Estiró las mangas de su blusa y cubrió sus manos con ella. Miró a su padre. ―No me diga más mentiras, por favor…
―¿Mentiras?
El gesto de Hinata se apretó al ver que su padre lucía confundido y se cubrió el rostro; intentó quitarse el gesto con la mano, pero no pudo deshacerse de él. Dejó caer el brazo y exhaló.
—Nadie más puede casarse o comprometerse el mismo año en que lo haga el heredero o cabeza del clan. ¿Lo recuerdas?
―Sí ―apresuró, jugando con su pantalón.
—… no es inaudito rechazar a un pretendiente, por más avanzado que esté el cortejo, incluso si estás comprometida-
―Lo sé ―interrumpió. Recordaba lo que Hanabi le había contado y los chismorreos en la cocina. Se apretó el pecho dolorido con una mano y asintió. —… Hanabi ha rechazado a pretendientes, lo sé.
Sus ideas se revolvieron unos momentos y no podía ordenarlas. No tenía garantía de que aquello no fuera una emboscada, otra mentira para que el clan se saliera con la suya. Se detuvo unos momentos en aquel pensamiento, buscándole el inicio, pero no lo encontraba, lo seguía hasta un punto oscuro en su mente que no comprendía. Sacudió la cabeza y volvió a la habitación.
—Hinata, respira.
—¿Cómo sé que eso no es mentira? —pronunció de manera pausada, por culpa de su respiración agitada, su garganta tensa y la cabeza ligera. —¿Cómo sé qué el consejo no está preparando un decreto o algo? ―balbuceó. ―¿Cómo sabe que Hanabi no está siendo obligada?
Sasuke daba vueltas en su cabeza, los ojos vacíos de Hanabi la atormentaron y terminó rodeada de aquella oscuridad que representaba a esos siete años que aún no recuperaba y a dónde siempre iba a caer, cuando intentaba encontrar el inicio de sus ansiedades. Se sintió perdida, vacía e incompleta.
Se llevó las manos a la cabeza. ―… nada tiene sentido…
—Estás pálida, vayamos a la ventana ―pidió Hiashi. ―Necesitas aire…
―Estoy bien ―dijo, entre bocanadas de aire.
—Hinata, hija… escúchame bien.
—Papá —susurró.
Hiashi la miró, con su careta bien puesta, pero en sus ojos brillaba la preocupación… sin embargo, ella no podía sonreír más.
—¿Por qué no te negaste? ¿Por qué la dejaste aceptar a Yasahiro?
Le sonrió y le estrechó la mano, si no se encontrara tan alterada le habría pellizcado una mejilla con cariño, como cuando era niña, y reído un poco.
—Verás… cuando ustedes se proponen algo, no hay fuerza en este planeta que pueda detenerlas.
—Pero…
—Sin peros, Hinata. Ya tuviste un momento cuando renunciaste formalmente a tu derecho y algo me dice que con este pretendiente harás otro tanto… solo te pido que pienses un poco en mí, ya estoy viejo.
—No diga eso, apenas tiene cincuenta años, es joven aún —aseguró, alarmada, aferrándose a sus manos.
Hiashi soltó una corta risa y le estrechó un poco más la mano, con cariño. Hinata observó sus manos y cayó en la cuenta de lo que su padre había querido decir. La soberbia del gran Hiashi había comenzado a socavar con el intento de secuestro que sufriera ella a los cuatro años; recordaba la manera en que aquel hombre alto y fuerte había temblado frente a la caja en la que velaron a su tío, había sido un detalle sutil, solo un tic en la comisura de los labios… no hubo lágrimas, solo un luto riguroso. Y dos años después volvería a ver como se resquebrajaba aquella coraza, forjada y heredada por generaciones, cuando lo vio de pie ante la caja en la que descansaba su madre.
El sacrificio de Hizashi, la muerte de Rumina y todo el rencor que guardó por años, le habían diezmado el espíritu.
―Te prometo que todo estará bien ―aseguró.
Hinata notó el extraño velo que apareció en los ojos cuando la risa murió y recordó lo que había visto en los ojos de Hanabi. Pero decidió fingir que no tenía ningún plan macabro bajo la manga y se distrajo con el vaso de agua; soltó las manos de su padre y bebió en silencio, y por un momento pensó en Sasuke.
Se recargó en la silla y vio a su padre; consideró hacer aquella petición descabellada que horas antes había rechazado, de pedirle a Sasuke el favor. Rodeó el vaso con la mano y lo miró de nuevo, con el pulgar y su dedo medio lo hacía girar, lentamente. Imaginaba que obtendría un rotundo no o un desinteresado sí.
Miró a su padre de reojo un segundo y exhaló. Casarse con Sasuke era algo que definitivamente tenía el potencial de enviarlo a la tumba. Una sonrisa nerviosa la atacó y la cubrió con su mano.
¿Qué demonios estoy pensando?, pensó.
―… no quiero irme de aquí… no quiero vivir en otra ciudad… con gente que no conozco… no otra vez ―murmuró, con un temblor en la voz por culpa del llanto y cubriéndose el rostro. ―S-si el consejo decide obligarme… usted va a defenderme, ¿verdad? No me dejará ir, ¿cierto?
―Por supuesto que voy a defenderte ―exclamó, abrazándola. ―Te protegeré con mi vida, hija.
Hinata se aferró a él y hundió el rostro en su ropa, dejando salir todas las lágrimas que llevaba en esos momentos. No sabía que aquella promesa amenazaría en el futuro con cobrarles.
―Sí ya está decidido… díganmelo, por favor ―pidió, desesperada, alejándose de él.
Recordó a Kiba en el festival de invierno, recordó a Tenten en el bosque. Quizá no rechazaría a ese pretendiente y así podría convencer a Hanabi… quizá…
―Te lo juro que no está decidido, tienes voz en esto ―apresuró Hiashi, limpiándole el rostro.
No sabía de dónde venía aquella sensación que la abrumaba, pero estaba dejándola sin aire; separó los labios e intentó respirar, pero el aire entraba y salía por cuenta propia, sin permitirle a sus pulmones trabajar correctamente. Hanabi, Neji, su padre… Sasuke… Naruto… Ino… sus ansiedades, esa terrible oscuridad, la voz de Satsuki que seguía sin reconocer… todo se revolvía en su cabeza, no lograba aferrarse a nada, no lograba ordenar nada.
Se levantó de la silla y tropezó al dar pasos atrás, pero su padre le dejó libre el camino antes de que pudiera caerse. Su mano se extendió en busca de algo, la otra se apretaba sobre su pecho. Su padre le hablaba pero no podía escucharlo. Se encontraban en una balsa, enfrentando una enorme ola que se le venía encima. Su cabeza seguía revolucionando, esforzándose por ir más allá de mil; agachó unos momentos la mirada, inconsciente a los movimientos negativos que daba su cabeza.
―¡Hinata!
Apretó los ojos y se tambaleó, sintió su espalda impactar contra el muro.
La ola había caído. La balsa estaba destrozada, no pudo tolerar la fuerza del impacto, su suelo se destrozó y cayó dentro del mar, la ola la revolcó. Vio a Neji apresurarse a ella, el rostro preocupado de Hanabi desde el pasillo, el de su padre, escuchaba las voces pero no las comprendía… el pecho le estalló en una explosión de dolor y no fue consciente de más nada. Solo existía el dolor, la falta de aire, la desesperación… manoteaba y manoteaba, pero no encontraba la superficie.
Quería llorar. Quería que alguien la salvara. Quería correr.
Quería huir.
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—Fue un ataque de ansiedad. Hiperventilaste —pronunció Sakura, presionándole el hombro con cariño.
Se cubrió el rostro con el antebrazo y apretó los ojos. Lo que le faltaba, una crisis nerviosa. —… no otra vez.
—¿Te ha pasado antes? ¿Cuántas veces?
Separó los labios para hablar y jaló aire. Se sentó en la cama y miró las sábanas, buscando la información que solo unos segundos atrás parecía al alcance de su ojo mental. Negó.
—… n-no sé por qué lo dije…
Miró a Sakura y se encontró con una mirada comprensiva.
—¿Estás bien, Hinata? —preguntó, genuinamente preocupada. —Si necesitas hablar con alguien…
—Estoy bien —aseguró, bajando la mirada. —E-El tema de… el sujeto extraño de la misión me tiene… nos tiene nerviosos aquí.
Sakura asintió. Estaba al corriente del tema de conversación que había catalizado el episodio, pero si Hinata no iba a hablar de ello, no la obligaría. Guardó su instrumental de consulta en su bolso y miró a la muchacha. Hacía tiempo que Naruto le había dicho sutilmente, que debería hacerse amiga de Hinata de nuevo y entonces no había tenido la más mínima idea de porqué, pero ahora lo comprendía.
Y si era sincera sus motivaciones no eran tan altruistas. Estaba al tanto de la rutina de Naruto, sabía que él no había hablado a solas con Hinata aún… la única persona que podría haberle plantado la preocupación era Sasuke.
… estaba celosa.
—Bueno… no pienses tanto en ello, estás en el lugar más seguro de Konoha —aseguró y de cierta manera no mentía. —Iré a decirle a tu padre que estás bien y explicarle la situación.
Hinata asintió, pero no pudo detener su mano al ver que la muchacha se levantaba, dispuesta a salir de su habitación. Sakura la miró de inmediato, se repetía la escena que viviera meses atrás en casa de Ino, pero esta vez no estaba rodeada de vacío, había demasiada información y sus sospechas permanecían.
—¿Te puedo preguntar algo?
Sakura asintió, interesada.
—¿Por qué no te sorprendió encontrarme aquella primera vez? En la torre hokage, cuando me desmayé ―añadió.
Naturalmente, para Sakura aquella pregunta había salido de la nada y cometió el error de componer su gesto. Hinata había jugado sucio, confiando en el factor sorpresa, pero la doctora no lo tomó en cuenta en ese momento, creyendo que aquello solo era producto de las ansiedades de la muchacha.
—Tsunade-sama me confió que te había consultado —reflejó, no era del todo mentira, su maestra sí le había hablado de la consulta. —No rompió el código de discreción, solo me dijo que te había atendido… cuando le pregunté a Kakashi-sensei me confirmó que estabas de vuelta.
Miró a Sakura a los ojos y lentamente le soltó la mano. Asintió y desvió la mirada al suelo.
—Cierto, Tsunade-sama…
Sakura sonrió, ligeramente reservada. Y recordó todas las veces que Ino se ponía contemplativa cuando le preguntaba sobre Hinata.
—¿Está todo bien?
―… s-sí.
―¿Puedo ir a hablar con tu papá ahora?
Asintió y la dejó salir.
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—No puedo decirte qué le pasó a Hinata, ¿ok? Es secreto de profesión —espetó Sakura, soltándole un manotazo a Naruto en el brazo y arrancándole el bento de las manos al verlo hacer un gesto de asco.
—¿Pero está bien? —preguntó, sentándose sobre la mesa. —Si te llamaron a su casa es porque algo pasó, ¿no?
—Está bien —arrastró, malhumorándose.
—¿Y te enteraste de algo?
Aquello disipó la aversión y lo miró, interesada. —¿Cómo de qué?
—No sé, Kakashi está limitando la información, Shikamaru no llega a nada y estoy aburrido… ¿no escuchaste algo interesante sobre el hombre misterioso?
—Hm… —se llevó el dedo a los labios y miró el techo unos momentos.
Estaba a punto de despacharlo, pero su atención se alejó hacia la puerta y un pequeño dato saltó juguetón a su mente.
—Nop —dijo al fin—… pero me enteré de que tiene un pretendiente, ¿te sirve?
—¡Ah! —renegó, arrancándose la banda de la frente. —¡Por supuesto que no!
Sakura inspiró y miró la puerta, dolorosamente consciente de la presencia de Sasuke. Naruto renegaba del romanticismo de las mujeres y no se había enterado de nada. Una punzada le atravesó el pecho.
No te vayas, rogaba internamente, convencida de que obtendría una confirmación a sus temores si Sasuke se iba. Por favor, entra.
La puerta se abrió y Sasuke irrumpió, saludándolos con una mirada.
—¡Teme!
—… qué ruido —murmuró, entre los saludos.
—¡Traje desayuno! —exclamó Sakura.
La miró y luego miró a Naruto, que negó rápidamente con movimientos cortos, y se detuvo antes de que Sakura girara el cuello y lo mirara, con cara de pocos amigos.
—Desayuné en casa —murmuró ―… gracias. ¿Qué hacen aquí tan temprano?
―Shikamaru me citó temprano, pero tuvo que ir a una junta ―renegó Naruto. ―Sakura fue ayer a casa de Hinata-chan… no me quiere decir qué le pasó.
―Se desmayó ―declaró. ―Es normal, ¿no?
Sakura se quedó pasmada al tener encima la mirada de Sasuke y agachó la mirada, sonrojándose un poco. ―Pues… al parecer ya no…
―Ah.
Sakura lo siguió con la mirada, pero la ignoró, ajeno a lo que la muchacha había estado pensando antes de que entrara en la habitación. Naruto inclinó ligeramente la cabeza y miró a la muchacha, pero no hizo demasiadas preguntas, de igual forma ella no tardó en exhalar y sonreír.
Juntó las cejas. ―Sakura-chan…
―¿Qué haces, Sasuke-kun?
Naruto rodó la mirada y comenzó a guardar sus cosas.
―Estudio algo ―murmuró, recogiendo sus anotaciones antes de que Sakura pudiera acercarse.
Se miraron unos momentos, Sakura enarcaba la mirada, pero pronto se relajó y le palmeó el hombro suavemente.
―Bueno, tengo que ir al hospital… ―anunció, tomando de la mesa sus cosas. ―Nos vemos luego…
―Yo también me voy ―anunció Naruto, deteniéndose ante la puerta.
Miró al pasillo y se aseguró que Sakura estuviera ya un poco lejos de ahí. Miró a Sasuke.
―¿Pasó algo?
―¿De qué? ―murmuró, sin levantar la mirada de las hojas que llevaba.
―No lo sé ―arrastró. ―Hace tiempo que no venías acá tan temprano.
―Ah… estaba usando la sala en la que estudia Hinata, pero el bombillo se fundió.
Asintió. ―¿Estás bien? Te noto raro desde que… desde el día de la fiesta.
―No me gusta ir a fiestas ―arrastró, con tono de obviedad. ―Estoy bien, Naruto, gracias por preocuparte.
Aquello dejó de una pieza al muchacho, pero decidió dejar a Sasuke a solas. Cuando la puerta se cerró, Sasuke dejó las hojas y se frotó el rostro.
No había vuelto a pensar en Hinata y sus problemas maritales hasta que escuchara a Sakura antes de entrar. Recargó los labios sobre su puño y miró fijamente el suelo… había sentido una punzada aquella noche, pero ahora le había dado un vuelco el estómago.
Buscó en su mente algo similar, algo que lo ayudará a reconocer esos sentimientos. Estuvo absortó en ello varios minutos, hasta que recordó aquella trágica misión en la había dado por muerto a Naruto y el ataque que sufriera el equipo en el bosque, durante los exámenes chunin. En esas ocasiones había sentido el mismo vacío al creer que lastimarían a las personas a las que les había tomado cariño.
Chasqueó la lengua y se apretó los ojos con la mano. ―… lo que me faltaba.
Jueves, 05 de octubre de 2023
