N/A: Espero que sigáis disfrutando de la historia, pese a como se va desarrollando y las vueltas que estamos dando por el mundo!

Besos y abrazos

AJ


Entreactos

Ginny había tratado de hablar con Blaise aquella mañana antes de comer con Luna y también a primera hora de la tarde tras dejar el Caldero Chorreante.

Pero ni su patronus ni su lechuza recibieron respuesta y en el hospital nadie le había vuelto a ver desde que ella regresó a la sala de espera donde habían estado esperando noticias de Alicia para encontrarse únicamente con su ausencia.

No había vuelto a tener noticias suyas.

Estaba preocupada, además no entendía por qué la ignoraba así. Era verdad que las cosas entre ellos habían estado un poco raras por su culpa, pero ¿Se habría dado cuenta? ¿Se sentía incómodo y había decidido poner distancia con ella?

Era posible que si Harry notó que algo le ocurría con Zabini, el mismo Zabini pudiera haber visto algo extraño y se hubiera sentido horrorizado, al fin y al cabo llevaban tiempo siendo amigos y, si de pronto Neville empezara a hacerla ojitos, ella posiblemente querría salir corriendo solo para evitar que la incomodidad fastidiara la amistad.

Todo era un asco.

Deprimida y mucho menos optimista que cuando Hermione fue a la Madriguera, decidió ir a la tienda de sus hermanos para echar una mano. Por culpa del ataque la reunión del equipo se había retrasado una semana y, aunque Ginny aseguró a todo el mundo que estaba perfectamente, al parecer no había sido la única afectada así que para su más absoluto disgusto, tenía que seguir con aquellas vacaciones impuestas.

—Que bien que hayas decidido venir a echar una mano —dijo Ron nada más verla empujándola tras el mostrador —ponte aquí y cobra ¿Quieres? George no da a basto en el piso superior y está a punto de ser hora punta, si tú coges el dinero yo utilizo mi encanto para conseguir ventas.

—Vaya Ronald —masculló con desdén —menudo olfato comercial el tuyo, no sé como no estás nadando en galeones.

—Puedes reírte tanto como quieras —replicó su hermano —pero desde que me asocié con George mi economía es maravillosa.

Ginny pensó en contarle lo que había ocurrido con Harry. Después de haber hablado con su madre se sentía capaz de enfrentar a cualquiera porque, tal y como Hermione había dicho, Molly, tras asegurarse que tanto ella como Harry estaban bien, se había limitado a abarazarla y a decirle que, lo importante después de todo, era que ambos fueran felices.

Aún así, al ver a Ron alejarse con esa tonta sonrisa para atender a una bruja que llevaba de la mano a un niño de unos cinco años, decidió dejarlo para otro momento y se preparó para ayudar.

—¡Ey Gin! —George gritó desde la parte alta al verla —pilla esto y cobra al señor que está bajando ¿Quieres? —le lanzó una bola rebotadora y ella la cogió al vuelo con una sola mano —Fiuuu —rió divertido —¡Esa es mi hermanita! ¡Eres buena!

—Me pagan por eso —refunfuñó poniendo los ojos en blanco y metiendo la bola en una bolsa cerrada con un grueso cordón —no la saque hasta llegar a casa —recomendó al hombre después de coger el dinero —si se le escapa empezará a botar y no será capaz de cogerla.

Cuando el mago salió dejó la puerta abierta y, antes de poder saludar, Ginny se dio cuenta de que el nuevo visitante no era un cliente sino Zabini que, al verla, pareció dudar entre continuar caminando o darse media vuelta.

El genio de la pelirroja entró en ebullición al ver ese momento de indecisión.

—Hola Zabini —dijo haciendo que irse no fuera una opción, al menos no una educada.

—Weasley —replicó él

Ginny frunció el ceño. Hacía mucho que no la llamaba así, salvo cuando se enfadaba, claro.

—¿Qué te trae por aquí?

—Pensé que estabas en Holyhead.

Ella sonrió con ironía. Obviamente lo pensaba o, como saltaba a la vista, no estaría allí arriesgándose a verla.

—Si hubieras leído mi carta te habrías enterado de que se ha retrasado la reunión una semana —masculló con acritud.

—Lo siento, no he abierto el correo esta mañana.

—¿Tampoco los ojos? —preguntó con aspereza —porque también te envié un patronus.

—Estaba ocupado haciendo las maletas.

—Ya veo —dijo sin poder evitar la amargura que se filtró en su voz —pues no hace falta que las hagas.

—Oh pero es que no voy a Holyhead —replicó con una sonrisa tensa —me voy a Italia durante una temporada.

—¿Una temporada? —aquello sonaba horriblemente mal.

—Sí.

—¿Por cuánto tiempo?

Puede que debiera estar haciéndose la dura y simular que le daba igual, pero es que le importaba porque, tal y como Harry había le demostrado, lo fundamental cuando alguien significa mucho para ti era permanecer a su lado, en el modo que fuera.

¿Qué le pasaba a aquel idiota? Nunca entendería a las serpientes.

—Cinco o seis meses, quizás.

Se hizo el silencio durante unos segundos que se convirtieron en un minuto entero.

—Zabini… eres un imbécil —escupió a bocajarro —pensé que éramos amigos ¿Sabes? No sé, llámame loca pero creía que era importante para ti pero por lo que veo ni siquiera tienes huevos para decirme las cosas a la cara —resopló, salió del mostrador y se acercó a él para golpearle en el hombro con el dedo índice —eres un cobarde —le volvió a hundir la yema del dedo —uno muy grande y ¿Sabes qué? Que me da igual, por mi puedes irte a Italia y quedarte allí el resto de la eternidad. Si te molesta esa… esa atracción que, déjame decirte yo tampoco quería y odio sentir, era mejor ser claro y decírmelo que salir huyendo con el rabo entre las piernas pero… Oh espera, olvidaba que eres un cobarde.

Se alejó hacia la puerta dispuesta a largarse de allí haciendo una salida memorable cuando la puerta volvió a abrirse y una bruja entró corriendo y la arrolló, literalmente.

Ambas cayeron al suelo en un revoltijo de brazos, piernas y chillidos hasta quedar tendidas bocarriba tratando de recuperar el aliento con entrecortados resuellos.

—Lo siento —decía Padma que era la culpable de aquel tortazo —perdona, Ginny

—Merlín Padma creo que me quedaré un ratito aquí hasta que se me pase el mareo —cerró los ojos pensando que el golpe en la cabeza quizás había sido algo brusco.

—¿Estás bien? —Blaise, que estaba tratando de reponerse de aquella perorata en la que, estaba casi seguro, ella había dicho que se sentía atraída por él, la levantó del suelo y la cogió en brazos llevándola a la trastienda mientras Padma iba tras ellos cojeando levemente y pidiendo de nuevo disculpas —¿Estás mareada? —le preguntó en un susurro.

Ella inspiró despacio, haciendo balance de los posibles daños.

—Solo un poco, creo que me di en la cabeza con el escalón.

—Por suerte tiene la cabeza dura —Ron, que había visto lo ocurrido, llegó tras ellos, cogió una especie de bolsa rellena de un líquido azul y, lanzándole un glacius se lo lanzó a Zabini —ten, ponle eso en la nuca, Hermione dice que funciona y ella suele tener razón en todo —se encogió de brazos —pero no se lo digas — miró a Padma con una sonrisa bobalicona —hola.

Ella, para asombro de Blaise que no se imaginaba que las cosas iban por ese camino, le devolvió la misma estúpida sonrisa.

—Hola Ron

Zabini puso los ojos en blanco y sonrió al escuchar el murmullo de la pelirroja que, pese a ser ininteligible, expresaba un absoluto desagrado.

—Deja que te ponga esto —Blaise apretó la cosa azul contra el cuello y la cabeza de la mujer y tragó saliva al escucharla gemir. Por las tetas de Hécate, iba a ir directo al infierno.

—Tengo que contaros algo —estaba diciendo la chica Patil cuando Blaise volvió a la realidad.

—¿Qué ha pasado? —Weasley dejó de sonreír como un demente y conectó el modo cotilla empujando a su hermana para que le hiciera sitio en el sillón

—Deja de empujarme, animal ¿No ves qué estoy convaleciente?

Y siendo quien era, la menor de siete hermanos que habían hecho que se convirtiera en una superviviente, le pateó hasta que le tiró al suelo.

—¿Pero qué haces bruta?

—Paz, niños —Blaise tomó asiento donde antes había estado Ron para evitar que volviera a sentarse y apoyó la mano en la rodilla de la pelirroja quien, para su más absoluta confusión, se estremeció con su contacto —¿Qué tienes que contarnos, Padma?

—Estaba en el Ministerio y tuve que ir al pabellón de los interrogatorios. Ha habido un par de problemas últimamente en Surrey y han detenido a un mago acusado de provocar un accidente catastrófico con una bicicleta muggle hechizada. Mi jefe me pidió que fuera al interrogatorio ya que le cogieron por fin esta mañana y necesitaba terminar mi informe. Resulta que Harry estaba por allí…

—Algo normal —apostilló Ginny que seguía apretándose el frío en la cabeza sin abrir los ojos —teniendo en cuenta que es auror y parte de su trabajo es interrogar a la gente que detiene…

—Sí, eso es normal, lo que no es tan normal es que Malfoy, Hermione y Theo estuvieran allí

—¿Malfoy también? —preguntó Ron

—¿Y eso os parece raro? —volvió a intervenir Ginny que aún no se movía —De un tiempo a esta parte parece estar pegado a Hermione como si alguien les hubiera lanzado un epoximise.

—Vale puede que eso también sea normal pero cuando la puerta se abrió y les vi a todos, hablaban de algo muy interesante.

Les contó lo que escuchó sobre Grecia, el Pleistoceno y la búsqueda de algo que tenía que ver con un bastón del Paleolítico que había en Francia.

—¿Se van a Francia? —preguntó Ron con un mohín—¿Por qué la gente viaja tanto mientras que yo no me muevo de Londres?

—Creo que se van a Grecia —puntualizó Padma.

—En Grecia ya estuvieron —replicó Ron.

—Pues van a volver —la bruja se encogió de hombros con delicadeza —aunque no sé como van a encontrar un bastón francés en Grecia.

—¿Para qué buscan un bastón? —preguntó Blaise.

—Creo que tiene algo que ver con Venus —respondió Padma.

—¿El planeta? —Ron, que empezaba a estar un poco perdido arrugó la frente —igual por esto Nott estaba ahí, es un Inefable y en el Departamento de Misterios hay una Sala del Espacio ¿Recuerdas Ginny? —rió, divertido —Plutón ya no hay, pero Venus supongo que sí.

Su hermana sonrió ante el recuerdo aún con los ojos cerrados.

—¿Seguro que se van a Grecia? —le preguntó a Padma

—¿Con Theo? —Blaise parpadeó, intentando quitarse de la cabeza los pensamientos que empezaban a tener lugar —Espero que no hagan un trío porque eso no lo hemos contemplado en la apuesta.

—¿Otra apuesta? —preguntó Padma repentinamente interesada.

—Sï —respondió Ron —pero en la apuesta no hay nada de Theo.

—Si se lía con los dos ¿Sería empate? —Blaise arrugó la frente —creo que jodería la apuesta pero lo justo sería que cada uno recuperara su dinero

—Yo quiero participar —dijo Padma.

—Vale, pero no puedes apostar por lo dos, eso sería trampa a estas alturas —apostilló Blaise.

—Eres un idiota —murmuró Ginny, molesta — uno con la mente demasiado sucia ¿Acaso tú compartirías?

El moreno se quedó pensando cuál era la respuesta correcta. ¿Compartiría? Pues no, aunque había dejado que le compartieran, pensó maliciosamente. Aunque algo le decía que si dijera eso se iba a meter en un lío con esa pelirroja que, estaba casi seguro, había dicho que se sentía atraída por él.

— No —dijo categóricamente, sonriendo al ver el asentimiento de la mujer.

—¿Y crees que lo haría Malfoy?

—Definitivamente no —respondió con una carcajada —probablemente es la persona más egoísta que he conocido en mi vida.

—¿Puedo participar en la apuesta? —Volvió a decir Padma.

—¿Quién ha dicho apuesta? —George asomó la cabeza por la puerta.

—Yo —Padma fue hacia él buscando su monedero.

—¿Vamos a ir a Grecia a buscarles? —preguntó Blaise.

—Si vais me apunto —Ron estaba repentinamente interesado —estoy harto de quedarme aquí, además tengo días libres.

—¿No te ibas a Italia? —Ginny clavó un ojo castaño en Zabini, quien parecía haber olvidado su repentino viaje a la villa en la Toscana.

—Bueno, si hay que… investigar tal vez pueda aplazarlo unos días.

—Mmmm

Ginny cerró de nuevo el ojo y Blaise carraspeó, incómodo.

—Italia también me vale —apostilló Ron.

—Pero el bastón era francés —Padma regresó después de dar el dinero a George.

—¿Qué bastón francés? —George, que no podía entrar en la trastienda por si llegaban clientes, hablaba casi a gritos.

—Lo primero es enterarnos de cual es el destino —Ginny, ya menos mareada se apartó el pelo de la cara y se hizo una coleta —¿A quién creéis que debemos preguntar?

Todos se miraron y, tras una pequeña pausa, hablaron casi al mismo tiempo.

—A Harry.

Cometieron el error de olvidar que Harry Potter estaba a punto a de convertirse en el Jefe de Aurores y, por lo tanto, hacía mucho que había aprendido a poner cara de póker y a mentir, incluso a sus mejores amigos. Posiblemente, si Ginny y él hubieran seguido en una relación, la mujer habría podido sonsacarle algo en la intimidad ya que en momentos de intensa relajación era más fácil soltar la lengua, pero no era así por lo que se encontraron con una pared de hormigón armado imposible de echar abajo.

Se hizo el loco más que bien y además, como Padma no le había visto junto a Theo, Hermione y Malfoy, llegaron a la conclusión de que Harry realmente no tenía ni idea y lo dejaron estar, poniendo a Nott como siguiente objetivo.

Tampoco sirvió de nada.
Blaise lo intentó con todas las armas que tenía al alcance pero si Potter había sido un hueso duro de roer, Theodore fue incorruptible. No en vano era un Inefable, si Harry estaba acostumbrado a guardar secretos, Theo era directamente una tumba.

Cuando un par de horas después se volvieron a reunir en Sortilegios Weasley, seguían en el mismo punto que cuando habían partido para conseguir la información.

—Al menos sabemos que Theo no se va a donde quieran que vayan Malfoy y Hermione —estaba diciendo Ginny.

—Si, lo único que hemos aprendido de todo esto es que no van a hacer un trío —murmuró Blaise.

—¡Zabini! —espetó Ginny.

—¿Le gustan los tríos a Theodore? —la voz de Luna llegó desde uno de los sofás cercanos a la chimenea —Oh, vaya, no me parecía ese tipo de chico —murmuró casi decepcionada.

—Por Salazar —Zabini suspiró —creo que después de todo igual sí me voy a Italia.

….

Draco y Hermione llegaron a un punto de aparición en el pasaje Fatih, un lugar residencial mágico bastante curioso, lleno de casitas bajas con jardines y algunas tiendas y cafés. Algo que, pese a lo encantador que parecía, estaba lejos de los lugares mágicos que habían visitado últimamente.

—Aquí no hay ninguna delegación del Ministerio Mágico —dijo Draco caminando e intentando ver dónde estaba el alojamiento que le había dicho Loughty —estamos bastante lejos de Ankara.

—Lo sé, pero no queríamos ir a Ankara ¿Verdad?

—Ni siquiera sé muy bien que estamos haciendo aquí en primer lugar —murmuró Draco —¿te has dado cuenta de que todo el mundo me mira?

—Draco, eres albino y estamos en Turquía…

Eso pareció ofenderle sobre manera porque se paró, se giró a mirarla y siseó, furioso.

—No soy albino.

Ella rodó los ojos y suspiró.

—Puede que no seas albino en el sentido más estricto de la palabra, pero lo pareces.

El gruñó.

—En Egipto no me miraban tanto.

—Allí hay más turismo —respondió ella encogiéndose de hombros —por cierto, hablando de turismo, estamos muy cerca del Çimenlik Kalesi o Castillo de Cimenlik —ella sonrió, encantada y Draco, que ya había empezado a conocerla más de lo que nadie imaginaba, supo que se avecinaba una clase magistral de historia —El sultán Mehmed II empezó a construirlo en 1452 porque los bizantinos querían asediarles, es un magnífico ejemplo de arquitectura otomana y…

—¿Qué tal si me ayudas a buscar la casa y dejamos la información para después? —interrumpió el rubio que lo último en lo que quería pensar era en la caída de Constantinopla.

—¿No te dio un mapa? —preguntó ella olvidando finalmente a los bizantinos.

—Llamar mapa a esto es ser optimista —masculló él

—A ver, déjame ver.

Draco le tendió con una burlona reverencia el trozo de pergamino donde Loughty había hecho dibujitos que más bien parecían los garabatos de un infante.

—Es ahí —dijo Granger un minuto después señalando uno de los edificios cercanos.

Draco frunció el ceño y le arrebató el papel intentando averiguar como narices había podido encontrar la dichosa casa con aquellas indicaciones de mierda.

—La del muro rojo —se alejó de él, bamboleando aquel trasero de infarto y Draco la siguió porque, una vez ya caído en la ignominia, lo mismo le daba llegar hasta el final —es un poco… —la vio tragar saliva —no encuentro la palabra.

—¿Ruinoso? ¿Viejo?¿Espantoso?Abominable? ¿Destartalado? —Bufó —al lado de esto la cochiquera de tu amigo Weasel es un palacio.

—No seas imbecil, Draco —le regañó ella con un siseo enfadado —se llama Madriguera y es un hogar maravilloso…

—Si tú lo dices —con un gesto displicente de la mano abrió la verja y la dejó pasar. Entró tras ella y cerró a su espalda —Oh, que cabrones —dijo con una risa baja.

Al acceder al recinto el hechizo de ocultación se disipó y pudieron ver el hermoso lugar que se escondía bajo los repelentes de muggles y demás encantamientos que tenía el solar.

—Vaya —Hermione sonrió con incredulidad —es precioso. No me imaginaba que el Ministerio tuviera una casa franca así…

—No es del Ministerio —replicó Draco —la casa es de Loughty

Ella le miró con las cejas arqueadas

—¿Una casa en este lugar? ¿Por qué?

—Su esposa, Azra, era turca —respondió con un murmullo bajo.

—No sabía que hubiera estado casado

—Hay poca gente que sepa cosas de él —Draco se encogió de hombros —no es que yo sepa demasiado, pero sí sé que ella murió hace un par de años. No creo que haya vuelto por aquí desde entonces, aunque antes de aquello pasaban las vacaciones por Turquía, tiene o tenía varias propiedades en el país.

—Pobre —susurró la bruja.

—Estaba enferma, aunque nunca nos contó de qué, simplemente un día se fue a su casa después de una reunión y regresó un mes después diciéndonos que Azra había muerto y que no quería volver a hablar del tema nunca más.

—Eso es muy triste…

Él volvió a encogerse de hombros, en aquella ocasión con bastante incomodidad.

—Bueno sí, supongo. Loughty es un buen tipo la mayor parte del tiempo.

—Se nota que esto era un hogar —Hermione miró a su alrededor con pesar.

Por fuera, la casa era maravillosamente encantadora. Con la fachada de piedras con algunas hiedras enredándose aquí y allá y varios escalones que subían a la puerta de madera roja a juego con las contraventanas de todo el edificio. En la planta de arriba había un par de balcones no muy grandes cubiertos de flores colgantes y todo el jardín de alrededor era un estallido de color, césped y grandes árboles frondosos.

Caminaron por el jardín y al rodear la casa vieron que en el lateral había una piscina cuyos suelos y paredes eran de la misma piedra que los muros y el agua cristalina ondeaba con la brisa que soplaba sobre ellos, cambiando de tonalidad de cuando en cuando.

Alrededor del bordillo varias hamacas con sus respectivas sombrillas plegadas daban la bienvenida a aquellos que quisieran tumbarse a disfrutar de la tranquilidad reinante y, tras ellas, una enorme mesa de jardín con sillas a sus laterales se asentaba en el césped al costado de uno de los muros.

—Es precioso —Hermione rió cuando encontró en un pequeño rincón un columpio para dos —mira, esto es un balancín —dijo sentándose allí y empujándose para balancearse suavemente.

—Que artefacto tan extraño —Draco lo miró con desconfianza.

—¿Quieres probarlo? —preguntó, risueña.

—Creo que paso ¿Por qué no entramos y vemos si hay alguien que pueda cocinar algo?

—¿Por qué iba a haber alguien?

—Granger ¿Has visto lo cuidado que está todo? Me apuesto lo que quieras a que Loughty tiene aquí a uno o dos elfos.

—Espero que libres —masculló con un bufido —sé que en este país los elfos siguen, en su mayoría, viviendo en esclavitud.

Draco la ignoró y subió las escaleras traseras que llevaban a otra entrada y, siguiendo las instrucciones de su jefe llamó a la puerta.

Menos de un segundo después un pequeño elfo que a Hermione le recordaba mucho a Doby se presentó ante ellos estirando sus largas orejas.

—Buenas noches —dijo con voz estridentes —el señor nos dijo que tendríamos visita —miró hacia atrás —Eni —gritó —han llegado los amigos del señor —les hizo una reverencia que consiguió que su nariz casi barriera el suelo y les señaló el interior invitándoles a entrar.

—Oh que alegría tener visitas —una elfina flaca que iba vestida con una falda de tul blanca y un sombrero de paja les miró sonriente —nunca tenemos visitas ¿Verdad Kadri? Desde que perdimos a la señora esto es muy aburrido y el señor nunca vuelve por aquí —su rostro se arrugó y por un instante de terror, Draco pensó que rompería a llorar —pero ahora ha mandado amigos ¡Es maravilloso! tengo todo preparado ¿Tienen hambre? ¿Quieren ver su habitación? ¿Quieren usar la piscina?

El pequeño y bullicioso ser se alejó esperando que lo siguieran y Hermione tuvo que contenerse para no lanzar una exclamación de deleite.

Si el exterior le pareció impresionante, el interior era pura magia.

A diferencia de lo encantador y bucólico del jardín y la estructura, por dentro la vivienda era moderna, luminosa y casi minimalista pero podía verse calidez en cada rincón.

—Por aquí —iba diciendo Eni mientras subía las escaleras —les he preparado la habitación más bonita que tenemos, sin contar la del señor, claro —es esta —les señaló una puerta y cuando entraron Hermione sintió que quería quedarse allí por los siguientes sesenta años.

—Es preciosa

La elfina asintió, complacida.

—Sí que lo es. En una hora serviré la cena en el comedor, pueden dejar sus cosas y refrescarse si quieren, están en su casa.

—Son elfos libres —dijo Draco cuando se quedaron solos —ya puedes estar tranquila.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Hermione.

—Casi nos ha ordenado que subamos y creo que si no bajamos en una hora a cenar vendrá a regañarnos por llegar tarde —alzó una ceja burlona —con esto de la liberación de los elfos lo siguiente que nos queda es una rebelión…

Hermione decidió ignorarle y dejó su bolso sobre la cama antes de ir a abrir la puerta corredera que había justo enfrente y que daba a un balcón con vistas a la piscina.

—Loughty debió amar mucho a su esposa —dijo de pronto cuando le vio salir a su lado.

—¿Por qué crees eso?

—Porque este lugar es impresionante y aún así no ha regresado, creo que debieron pasar muchos buenos momentos aquí y le duele recordarlos.

—Entonces debería venderlo —replicó Draco con absoluto pragmatismo.

Ella chasqueó la lengua con fastidio y, por un extraño momento, se acordó de Ron y de la capacidad emocional que tenía su amigo con ciertas cosas, la misma que la de un paramecio.

Como Malfoy.

—Obviamente no lo hará —dijo con aquel tonito que a Draco le sacaba algo menos de quicio que antes —algún día podrá volver y le gustarán los recuerdos que hay en estas paredes.

Y el rubio, quien al parecer tenía menos problemas en gestión emocional de los que ella había pensado, se giró a mirarla a los ojos con el rostro sorprendentemente serio.

—A ti te ocurrió lo mismo ¿Verdad?

—¿Cómo dices? —Hermione, que no se esperaba aquella pregunta, se sobresaltó y tragó saliva un par de veces luchando contra sus propios recuerdos.

—Con tus padres. Cuando todo esto empezó, dijiste que Strout y Chapman fueron fundamentales para ayudar con los recuerdos de tus padres —entrecerró los ojos y dio un paso hacia ella —en ese momento me pregunté por qué dos muggles acabarían en San Mungo y pregunté a Potter sobre lo ocurrido.

—No es ningún secreto —murmuró ella.

— Lo sé, solo que supongo que en aquel momento no éramos cercanos —hizo una mueca carente de humor —tú tampoco podías volver a tu casa ¿Verdad?

Ella soltó una carcajada áspera.

—No, pero no solo por los recuerdos que tenía de mi vida allí o de mis padres, también porque Voldemort la destrozó cuando intentó matarlos, por suerte ellos ya estaban en Australia—inspiró hondo y se agarró a la barandilla buscando anclarse a algo para que el dolor por el pasado no la arrastrara —aun así, es correcto. No pude ir por allí durante un tiempo. Después las cosas fueron mejorando —sonrió casi con ternura —tras de la guerra Harry y yo los encontramos, Ron… bueno, él estaba lidiando con sus propias y terribles pérdidas —suspiró casi con alivio cuando sintió la mano de Draco en la parte baja de su espalda, como si, inconscientemente, hubiera buscado tranquilizarla —y fueron tiempos difíciles cuando me di cuenta de que era imposible revertir el hechizo. Gracias a Harry no me quedé en la indigencia —sacudió la cabeza y cerró los ojos algo más de un parpadeo —nos convertimos en familia —rió bajito, aquella vez sin humor pero con cariño —ya lo éramos, pero supongo que en aquel momento fue una realidad absoluta. Cuando conseguimos llevarlos a San Mungo y comenzar el tratamiento pude regresar por fin a casa y junto a los chicos la arreglé para que pudieran volver algún día.

—Y lo hicieron

Ella le sonrió con algo de pesar.

—Bueno sí, por algunos meses. Les gustó demasiado Australia así que decidieron regresar. Gracias a Dios por la magia, los trasladores internacionales y las vacaciones.

—Y la red flú —concluyó Malfoy

Hermione resopló.

—Más bien por internet.

El rubio frunció el ceño y ella rió tomándole de la mano y llevándole al interior.

—Ven, será mejor que nos duchemos y estemos listos en los cuarenta minutos que nos quedan.

—¿Juntos? —preguntó él repentinamente interesado en la ducha.

Ella sonrió, maliciosa.

—Sólo si prometes que estaremos preparados a la hora, no quisiera contrariar a Eni.

—Oh, no te preocupes Granger —la alzó en brazos sujetándola de las nalgas y ella le rodeó las caderas entre sus muslos —puedo hacer que me supliques en tres y que te corras en diez —susurró sobre su boca buscando su lengua.

—¿Lo prometes? —gimió la bruja buscando los botones de su camisa con ansia mientras él los llevaba hacia el baño.

Hermione empezó a suplicar un minuto después y a los diez se había corrido, dos veces.

En ocasiones, Draco Malfoy era muy muy aplicado.